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(s.f.).
Samuel Durán A., K. C. (2013). Edulcorantes no nutritivos, riesgos, apetito y ganancia de peso.
Sociedad Chilena de Nutrición, Bromatología y Toxicología, 10-15.
Revista: Nutrición clínica y dietética hospitalaria
Año: 2013
Autores: Covarrubias Gutiérrez, P.1; Aburto Galván, M.1; Sámano Orozco
Universidad: Universidad de Morelia
País: México
INTRODUCCIÓN
En las últimas décadas, la prevalencia combinada de sobrepeso y obesidad se ha incrementado a nivel
mundial. Según la OMS, en el año 2008, 1400 millones de adultos mayores de 20 años tenían
sobrepeso, dentro de los cuales, más de 200 millones de hombres y aproximadamente 300 millones
de mujeres padecían obesidad. Según datos del mismo organismo, el sobrepeso y la obesidad son el
quinto factor de riesgo de muerte en el mundo y cada año fallecen cerca de 2, 8 millones de personas,
como consecuencia de los mismos (1). La etiología de la obesidad es multifactorial, generalmente es
el resultado de una interacción compleja entre la genética y factores ambientales; dentro de estos
últimos se encuentran la inactividad física que ha generado una disminución en el gasto de energía y
el incremento de la ingesta calórica, que en conjunto conllevan a un balance energético positivo. El
aumento en la ingesta de energía, está asociado a su vez a un incremento en la variedad y disposición
de alimentos de alta densidad energética, al aumento del tamaño de las porciones, a un mayor
consumo de bebidas calóricas, al mejoramiento de las propiedades organolépticas de los alimentos y
a una alteración del patrón de la ingesta de comida en general; a la par, se ha sugerido que el alto
consumo de carbohidratos, especialmente de los simples o refinados, aumenta el riesgo de desarrollar
obesidad, diabetes mellitus tipo 2 y síndrome metabólico; que incrementan significativamente la
glucemia postprandial.
Por otra parte, la obesidad incrementa el riesgo de desarrollo de complicaciones asociadas al síndrome
metabólico como: dislipidemia, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, y resistencia a
la insulina, disminuyendo la longevidad y la calidad de vida. Lo anterior, aunado al hecho de que las
estrategias dietéticas con las que se cuenta actualmente han mostrado una baja eficacia en la pérdida
de peso y mantenimiento de este a largo plazo, ponen de manifiesto la urgente necesidad de una
estrategia eficaz y segura que permita tratar la obesidad y evitar el incremento en el desarrollo de las
comorbilidades asociadas a esta (3,5). En consecuencia, a lo anterior, han surgido un gran número de
propuestas dieto terapéuticas y se ha adaptado el uso de algunas dietas ya existentes que originalmente
eran utilizadas para el tratamiento de otras patologías, con el fin de detener el incremento en la
prevalencia de obesidad, ofreciendo tratamientos más eficaces. Un ejemplo de estas propuestas dieto
terapéuticas son las dietas bajas en hidratos de carbono o dietas cetogénicas, cuyo contenido de
hidratos de carbono suele ser inferior a 50-60 g al día (3,4). Este tipo de dietas han sido foco de
atención, debido a que su asociación a una rápida pérdida de peso y en apariencia sin efectos
secundarios; además de que se le han atribuido otros beneficios como una mayor efectividad
comparada con las dietas hipocalóricas convencionales. Sin embargo, no todas las referencias hablan
sobre algunos aspectos de estas dietas, tales como la cantidad adecuada de hidratos de carbono que
deben administrarse para provocar una cetosis, así como tampoco de los efectos del alto consumo de
lípidos sobre el riesgo cardiovascular (4,5). Esto ha generado polémica y desacuerdo sobre el uso de
estas dietas, pues, aunque se han realizado múltiples estudios para observar su eficacia y sus efectos
tanto benéficos como adversos, los resultados o la interpretación de los mismos difieren bastante entre
sí; sin concluir de manera uniforme sobre la relación costo-beneficio de su uso para el tratamiento de
la obesidad y la prevención de enfermedades relacionadas con la misma.
ANTECEDENTES:
Partiendo de la premisa básica de que la pérdida de peso es una consecuencia del balance energético
negativo, sería posible deducir que el ayuno prolongado sería la mejor técnica para reducir peso, sin
embargo, no lo es por las siguientes razones: causa hambre, supone la pérdida de masa magra, causa
neutropenia y aumenta los niveles de bilirrubina en suero. La pérdida total de nitrógeno después de 3
a 4 semanas de inanición sería de aproximadamente 200 g, correspondiente a 1, 250 g de proteína y
equivalente a una pérdida de 6 kg de tejido muscular, de modo que se generaría un resultado de
aspecto caquéctico y ante la reintroducción de alimentos se lograría la rápida recuperación del peso
perdido.
La dieta cetogénica se ha utilizado con éxito desde la década de 1920 para el tratamiento de las
convulsiones epilépticas en niños (7); sin embargo, se ha utilizado como propuesta dieto terapéutica
para el sobrepeso y obesidad a partir de la década de 1970, provocándose un importante auge de las
dietas altas en proteínas impulsada por los libros sobre la dieta de Atkins; sin embargo los informes
científicos sobre la eficacia de dicha dieta aparecieron mucho más tarde.
Las hexosas y pentosas, así como sus polímeros, han jugado un importante papel en la dieta del
humano. El organismo tiene la capacidad de sintetizar hidratos de carbono a partir de otros
compuestos; razón por la cual algunos autores los han considerado nutrimentos no esenciales; pese a
esto las recomendaciones dieto terapéuticas clásicas sugieren un porcentaje de consumo que oscile la
mitad del total de calorías de la dieta habitual.
Efectos de la pérdida de peso mediante una dieta muy baja en calorías (VLCD) sobre la pérdida
de peso tras derivación biliopancreática en pacientes con obesidad severa
Introducción
(Pomar, 2013)Se ha comunicado recientemente1 que la reducción de peso previa a cirugía bariátrica mediante
una dieta muy baja en calorías (VLCD) durante 2 semanas supone una menor tasa de complicaciones
postoperatorias. Es debatido, sin embargo, si la pérdida de peso preoperatoria mayor del 10 % con VLCD puede
favorecer la pérdida de peso postoperatoria.
El objetivo del presente estudio fue valorar la eficacia en descenso de peso a 1 año tras cirugía bariátrica del
empleo de una VLCD durante 6 semanas preoperatorias. Además, como objetivos secundarios se planteó
evaluar los cambios en parámetros antropométricos y bioquímicos conseguidos con dicha dieta.
Metodología
Estudio prospectivo de cohortes no controladas y con medidas repetidas realizado en los pacientes obesos
sometidos a derivación biliopancréatica en la Unidad de Obesidad de referencia en el periodo 2008-2011. Los
pacientes fueron reclutados en la consulta de Endocrinología y Nutrición, donde se seleccionó a aquellos que
fueran a ser intervenidos según los criterios de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad
(SEEDO)4realizándose las pruebas preoperatorias incluidas en el protocolo de cirugía bariátrica aprobado por
la Consejería de Sanidad de Castilla y León (SACYL) en 2004.
Dentro del protocolo de manejo previo a la intervención, los pacientes recibieron durante las 6 semanas previas
una dieta muy baja en calorías (VLCD) que aportaba diariamente 840 kcal y 60 g de proteínas (Optisource ®,
Nestlé HealthCare Nutrition). El estudio formó parte de un proyecto financiado por SACYL dentro de la
Convocatoria Proyectos de Investigación en Biomedicina, Biotecnología y Ciencias de la Salud PROYECTO
GRS 401/A/09 y fue aprobado por el Comité Ético de Investigación Clínica del Complejo Asistencial
Universitario de León en mayo 2008. Se propuso su inclusión en el estudio a todos los pacientes con obesidad
mórbida que cumplían criterios para cirugía bariátrica evaluados en la Unidad de Obesidad de Alto Riesgo del
Complejo Asistencial Universitario de León en el periodo comprendido entre septiembre de 2008 y junio de
2011. Todos los pacientes evaluados para intervención aceptaron participar y otorgaron su consentimiento
informado.
Los pacientes que tenían fecha prevista para intervención eran evaluados en la consulta de obesidad entre 6 y 8
semanas antes para realizar los cambios de tratamiento necesarios previos a la intervención y una evaluación
completa
Preoperatoria que incluía antropometría (peso, talla, cintura, cadera, composición corporal medida por
bioimpedanciometría mediante TANITA TBF-300) y extracción de muestras sanguíneas para determinaciones
hematológicas y bioquímicas habituales. En esa consulta, se explicó la forma de realización de la VLCD, que
consistía en sustituir todas las comidas (desayuno, comida, merienda y cena) por 4 sobres de
Optisource® (Nestlé HealthCare Nutrition) y agua abundante. Los pacientes fueron reevaluados a las 6 semanas
del inicio de la VLCD, en los días previos a la intervención. Se calculó el porcentaje de exceso de peso perdido
(%PSP) para medir la eficacia del tratamiento con VLCD mediante la siguiente fórmula: %PSP= [(Peso inicial-
Peso actual) /(Peso inicial-Peso ideal)] x 100. También se calculó el porcentaje de exceso de índice de masa
corporal (%PEIMC) perdido mediante la ecuación siguiente: %PEIMC=[(IMC inicial-IMC actual) / (IMC
inicial-25)]x1005. Al cumplirse el año de la intervención bariátrica se revaluaron los datos antropométricos y
bioquímicos y se calculó también el %PSP y %PEIMC al año para correlacionarlos con el obtenido tras VLCD.
Los datos fueron recogidos en una base de datos Microsoft Access y posteriormente exportados al software
estadístico SPSS versión 15.0 para su análisis. Los datos descriptivos se presentan como media y desviación
estándar (DS), y tras comprobar su distribución normal, fueron analizados mediante prueba t de Student,
ANOVA o correlación de Pearson.
Resultados
Fueron valorados 107 pacientes con obesidad mórbida, siendo el 72% mujeres. La edad media de los pacientes
fue de 43,5 (10,2) años. En la tabla I se describen los datos iniciales y la evolución tras seis semanas de VLCD.
Se observó un descenso significativo en peso, IMC y circunferencias de cintura y cadera. En el perfil
hematológico sólo se redujeron significativamente los recuentos de leucocitos totales y neutrófilos. Respecto a
los datos bioquímicos, cabe reseñar la mejoría significativa en las determinaciones de glucemia, insulinemia,
HbA1c, colesterol, triglicéridos y LDL (aunque también se redujeron los niveles de HDL). No disminuyeron
las concentraciones de albúmina, aunque sí las de proteínas totales, prealbúmina, proteína transportadora de
retinol, transferrina y ácido fólico
(V., 2014)La sociedad occidental aparenta preocupación por la obesidad y las calorías consumidas. A su vez
esta misma sociedad genera imágenes ideales que llevan a
Admirar y envidiar los cuerpos esbeltos y juveniles que se torna un modelo impuesto a seguir. Los estudios
muestran que en los países industrializados la población se sueña delgada, se ve gorda y a la vez sufre por esta
contradicción. El análisis podría indicar que no es la evolución cultural sino una crisis de esta cultura que
perturba los mecanismos que normalmente regulan los sistemas normativos y controles sociales. Una crisis
multidimensional de la situación alimentaria tal como la dimensión biológica, ecológica, psicológica,
sociológica, etc., que a su vez se inscribe en una crisis de civilización.
La imagen corporal es una representación mental amplia de la figura corporal, su forma y tamaño, la cual está
influenciada por factores históricos, culturales, sociales, individuales y biológicos que varían con el tiempo 13.
En épocas pasadas, la obesidad era signo de salud, belleza, prosperidad, honorabilidad y riqueza; este concepto,
empezó a desaparecer a principios del siglo XX, como consecuencia de la acción de los médicos y de las
compañías de seguros, quienes determinaron los estándares de peso y salud que eran decisivos para establecer
el “cuerpo ideal” y en definir los cánones de la figura humana 14.
En recientes décadas, se han producido una serie de cambios con respecto al cuerpo ideal, de esta forma el
deseo de salud, longevidad, juventud y atractivo sexual, son una poderosa motivación en contra de la obesidad.
Esto ha determinado, la aceptación de la delgadez por sobre la robustez. La delgadez no sólo es atractiva al
mirarla, sino que también es asociada con el éxito, el poder y otros atributos altamente valorados 14. Por el
contrario, la obesidad, ha sido negativamente estereotipada y se percibe a las personas obesas como: perezosas,
incompetentes, carentes de autodisciplina, desmedidas, livianas de carácter, física y emocionalmente enfermas.
Los individuos obesos por lo general son objeto de anécdotas, siendo habitualmente ridiculizados por su
condición en sus lugares de trabajo o de estudio. En ocasiones sirven para las representaciones despectivas en
los medios de comunicación masivos15.
El estigma y la discriminación social de la obesidad han sido ampliamente documentadas, lo cual evidencia que
los sujetos obesos enfrentan desventajas sociales en múltiples ámbitos de la vida, incluyendo empleo,
educación, salud y relaciones interpersonales15. Tanto estudios de campo como estudios de laboratorio,
muestran que los sujetos obesos tienen menor probabilidad de emplearse que las personas delgadas, incluso en
igualdad de condiciones16. Las percepciones negativas que se tienen en contra de los empleados obesos, tienen
a su vez un impacto negativo sobre salarios, ascensos y decisiones del cargo asignado 17.
En la asistencia médica, también se produce discriminación y estigma hacia los pacientes obesos, observándose
actitudes negativas de médicos, enfermeras, psicólogos y estudiantes del área de la salud18.
La discriminación educativa que enfrentan los estudiantes obesos, se presenta en el hostigamiento y el rechazo
de pares en la escuela, discriminación del profesor, aceración en colegios de inferior nivel y expulsiones injustas
de los establecimietos
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