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MAGISTER

OPOSICIONES AL PROFESORADO FILOSOFIA

TEMA 54
LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA. GALILEO Y NEWTON

INTRODUCCIÓN

1. EL HOMBRE ANTE LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA: CAMBIOS DE PERSPECTIVAS Y DE


MÉTODO
1.1. Humillación y autocomplacencia humanas
1.2. El conocimiento de las uniformidades en la naturaleza
1.3. Galileo y Newton: la nueva ciencia.
1.4. Lo cotidiano y lo milagroso
1.5. Oposición entre los objetivos de la nueva ciencia y de la metafísica.
1.6. Conclusión

2. FILOSOFÍA MODERNA Y REVOLUCIÓN CIENTÍFICA


2.1. Características
2.2. Consideraciones históricas
2.2.1. El fínal de la Guerra de los Cien Años
2.2.2. El Humanismo renacentista y el surgimiento de las nuevas concepciones ideológicas y
científicas.

3. LA NUEVA CONCEPCIÓN CIENTÍFICA


3.1. Comienzo de la nueva física
3.2. Factores que favorecieron la revolución científica

4. GALILEO GALILEI
4.1. Vida y personalidad de Galileo

5. LA FÍSICA DE GALILEO
5.1. El movimiento
5.2. Ley de la inercia
5.3. El método compositivo resolutivo

6. LA ASTRONOMÍA
6.1. Antecedentes
6.2. Copémico
6.3. Los seguidores de Copémico
6.4. Kepler

7. LA ASTRONOMIA DE GALILEO
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8. CONCLUSIONES SOBRE LAS APORTCIONES DE GALELEO

9. ISAAC NEWTON
9.1. Personalidad y obra de Newton
9.2. Importancia fílosófíca de los descubrimientos de Newton
9.2.1. El sistema del mundo
t 9.2.2. La ontologia dualista
9.2.2.1. Las hipótesis mecánicas: Actividad y pasividad
9.2.2.2. Las hipótesis metafísicas: espacio y tiempo
9.2.2.3. Las hipótesis metodológicas: De la materia a Dios
9.2.3. La idea de la naturaleza y el destino de la filosofía
9.2.4. Del teísmo al sensacionismo

10. SÍNTESIS DEL PENSAMIENTO DE NEWTON


10.1. Matemática > ,
10.2. Mecánica
10.3. Óptica
10.4. Química ' '
10.5. La metodología
10.6. La filosofía de la Naturaleza

BIBLIOGRAFÍA

RESPUESTAS
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

INTRODUCCIÓN

1. EL HOMBRE ANTE LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICA: CAMBIOS DE PERSPECTIVAS Y


DE MÉTODO

1.1. H umillación y autocom placencia hum anas

• Robert Boyle dijo que hasta que Copémico empezó a revelar la extensión del universo visible, “el
hombre había sido como una araña interesada exclusivam ente p o r su propia tela La primera
consecuencia importante extracientífíca de la nueva astronomía consistió en que la misma araña
revisó la noción que tenía de su rincón. El hombre empezó a viVir una visión nueva, la de una
creación imnensa en la que él mismo parecía insígnifícante. Esto afectó a los hombres de muchas
maneras, a cada cual según su carácter y sus gustos.

• Los representantes de la filosofía y de la teología tradicionales se resistieron a las nuevas ideas con
una obstinación que, en los casos extremos, llegó a ser abierta negación de la evidencia. Más de una
vez se decidieron a usar argumentos deshonestos o la misma persecución personal para mantener su
poder y su influencia. Algunos hombres, como Bruno y Galileo, supieron ver desde el primer
momento la gran oportunidad que se presentaba a los hombres para lanzarse a ima aventura de
descubrimientos, a un océano de verdades nunca imaginadas. El gusto con que muchos pensadores se
lanzaron a ese universo inexplorado puede compararse con la pasión que animó a los primeros
griegos en su exploración de la Tierra. Pero el efecto psicológico más común entre los hombres que
no eran de excepción fue más de perplejidad que de ansia o pasión de descubrimiento. Los hombres
se sintieron perturbados al descubrir que, en vez de vivir en el centro de un universo cuyas bellezas
existían sólo como escenario de su propia vida, se encontraban a bordo de una navecilla sumida en xm
océano espacial presumiblemente ilimitado. La inseguridad y la humillación sxistítuyeron a la
confianza y la autocomplacencia.

• La vieja creencia en la importancia central del hombre se suponía basada en la Revelación divina.
¿Acaso podía ser mero resultado del pensamiento hiunano? La atmósfera en que surgió esa pregunta
era insegura e indecisa, disminuyó la confianza que el hombre había empezado a conquistar con el
Renacimiento y quebrantó la confianza en que el hombre fuera capaz de mirar por sí mismo con
éxito.

En este sentido, al dar al hombre ima nueva sensación de aislamiento y al reducir el sentimiento de su
importancia en el cosmos, la nueva geometría celeste tuvo una influencia depresiva. En cambio, la
ulterior mecánica celeste tuvo el efecto contrario. La mecánica aceptaba la nueva descripción del
cosmos más como un estímulo para la acción que como una razón de desesperar. Mostraba cómo a
pesar de su insignificancia los hombres podían aprender a predecir el comportamiento del extraño
medio que tanto les impresionaba por su vasta complejidad. La capacidad de prever aporta un poder
apreciable, por más que limitado, sobre la naturaleza. Así enq)ezaron a comprender los hombres que
mediante la aplicación de su inteligencia podían fabricarse un oráculo más sabio y menos caprichoso
que el de Delfos, y adquirir mayor poder sobre sus propios destinos. Los sentimientos de importancia
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y frustración suscitados p o r la p rim era fase de la rev o lu ció n cien tífica qu ed aro n así recubiertos por
otros opuestos, de dom inio y entusiasm o.

• L a aprensión suscitada p o r la inm ensidad de la creació n se m itigó gracias a la convicción creciente de


que el m undo funcionaba según leyes invariables cuyo descubrim iento am pliaría el p o d er del hombre.
E sta lín ea de pensam iento creó im a atm ó sfera de optim ism o científico que p ersistió pese a
ocasionales pro testas m oderadoras h asta los siglos X V III y X IX .

1.2. El conocimiento de las uniformidades en la naturaleza

L a cap acid ad de prever, que ayuda a so m eter el m u n d o físico al hom bre, depende de u n tipo de
co nocim iento especial, a saber, del conocim iento de las un ifo rm id ad es o reg u larid ad es de la natu­
raleza. A lgunas de esas regularidades son ta n obvias que n o vale la p e n a reseñarlas: todos los
hom bres las observan necesariam ente. N o podem os substraem os al conocim iento de que al relám pago
sigue el trueno, o de que el frotam iento p ro d u ce calor, o que el b e b er destruye la sensación de sed.
H ay otras regularidades m ás ocultas. N o h ay acu m u lació n de ex p erien cia co tid ian a que baste para
rev elar el hecho de que m asas iguales y en el m ism o lu g ar tien en el m ism o p eso , o el de que los
p lan etas tienen órbitas elípticas. L a seg u rid ad de n u estras p rev isio n es au m en ta co n la sutileza de
nuestro conocim iento de las uniform idades n aturales. A l d escu b rir los saros, los babilonios
d escubrieron u n a uniform idad superficial. E sto les p o sib ilitó la p rev isió n de eclipses con un poco de
suerte y algunos días de anticipación, y cierto m arg en de error. H o y d ía los eclipses p u ed en preverse
co n certeza v irtual, co n m uchos años de an ticip ació n y u n m arg en de e rro r de p o co s segundos. Ello
se debe a que h o y tenem os en cuenta la u n ifo rm id ad m ás general ex p resad a p o r la ley de la
g ravitación universal.

E l conocim iento de las regularidades de la n atu raleza es u n tip o de conocim iento m ás bien
superficial. N o p uede satisfacer al m etafisico , p o rq u e n o dice n ad a acerca de la n atu raleza últim a o
del objetivo últim o de la creación. P ero p recisam en te a causa de su superficialidad, es un tipo de
conocim iento que la m ente h u m an a p uede re a liza r y ap licar con p recisión. P uede provocar el
desprecio de filósofos excelsos, pero no p u ed e n egarse que los científicos co n sig u en algunas cosas
dedicándose a él. L a v erd ad es que, a ju z g a r p o r sus disputas, el éxito n o ético de los filósofos en su
excelso terreno parece m ás b ie n dudoso. L a caza al co nocim iento m etafisico absoluto h a term inado
hace tiem po co n im heroico fracaso. ¿N o es m ás sabio d ed icar la in telig en cia h u m ana a un intento
m enos am bicioso en el que h a probado te n er m uchas p o sib ilid ad es de éxito? "El alcance del hombre
llega a m ás que sus m anos", pero, de todos m o d o s, n o lleg a a las estrellas.

1.3. G a lile o v N e w to n ; la n u e v a cien cia.

L a actitud de los hom bres inteligentes respecto de esta cuestión quedó profundam ente afectada por la
cien cia de finales del siglo X V II. E specialm ente la im presión h ech a p o r G alileo y N ew ton ayudó a
cam biar el sentido básico de la ta re a intelectual. A u n q u e los descubrim ientos de G alileo y Newton
fueron im portantes en sí m ism os, no fueron tales com o p a ra h acer época en el pleno sentido histórico
de la expresión. Su verd ad era im portan cia - y ésta sí que no p uede ser ex agerada - consiste en que
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probaron la enormidad de las posibilidades ofrecidas por el nuevo modo de pensar: por la nueva
ciencia. Cuando empezaron a comprenderse bien la naturaleza de la obra de Galileo y Newton y las
causas de su éxito, las inteligencias de primera clase empezaron a seguir su ejemplo. Muchos de ellos
empezaron a encontrar una área digna de su talento en el descubrimiento de regularidades naturales
mediante el método científico perfeccionado por Galileo y Newton.. Este cambio de dirección en la
corriente principal del pensamiento que creaba un nuevo clima intelectual y una nueva ciencia tenía
por sí mismo gran importancia.

• Pero hubo aún otra cosa: este conocimiento de confianza, aunque con pretensiones de menor
profundidad que las de la metafísica, se acumulaba rápidamente y era susceptible de aplicación a
fines prácticos. Por eso las vías del hombre de acción cambiaron tanto como las del hombre de
pensamiento. Esta sustitución de altos objetivos por otros de menor nivel puede parecer a primera
vista cosa lamentable y regresiva. Pero hay muchas cosas en su favor. La mente humana ha fracasado
tantas veces en su búsqueda de un conocimiento último, o de la realidad última, que podemos dudar
de si, en su actual estado, es en principio capaz de llegar a tal conocimiento. En cambio, como
descubridora de regularidades de la naturaleza merece bastante confianza. Su paso, pues, de la
filosofía especulativa a la ciencia física podría compararse con el paso de un instrumento de una tarea
para la que no es apto a otra tarea que le viene como anillo al dedo. Y en este sentido el paso en
cuestión puede considerarse un progreso.

• La humildad intelectual debida al estudio de la ciencia pura quedó mitigada por el valor de los
resultados de la ciencia aplicada. Los hombres se gloriaron menos de lo que sabían que de lo que
podían hacer. Ahora son capaces de hablarse a centenares y miles de kilómetros; pueden desayunar
en Londres y cenar el mismo día en Nueva York; pueden arrasar ciudades en unos pocos segrmdos;
pueden alterar fácilmente las opiniones de otros. Tales son los resultados prácticos del nuevo modo
de pensar descubierto en el siglo XVII. Podemos discutir sobre si esos resultados hacen la vida más
feliz y más valiosa que antes o todo lo contrario; los pros y los contras pueden analizarse
infinitamente desde puntos de vista morales o estéticos. Pero de lo que en este momento hablamos es
de hechos históricos. Y no hay duda a este respecto de que en el siglo XVII tuvo lugar un cambio
radical de las vías del pensamiento, seguido inevitablemente en el tiempo por im cambio no menos
radical en el modo de vivir. Debemos pues examinar el carácter y las implicaciones del nuevo método
científico, que se desarrolló plenamente sólo para la astronomía, y cuya aplicación general
subsiguiente determinó los citados y amplios cambios.

• Cuando se abandonó la noción de las cifras cristalinas y se concibieron los planetas como cuerpos
sueltos en movimiento por el espacio vacío, la regularidad de esos movimientos suyos se convirtió en
un enigma asombroso. Evidentemente estaban sujetos a una ley; pero ¿cómo se imponía esa ley, si no
había esferas que controlaran el movimiento planetario? La piedra que cae, aunque igualmente ajena
a toda esfera y, en general, libre del medio que la rodea, se comporta del mismo modo constante; pero
es un fenómeno demasiado familiar y cotidiano como para llamar la atención de los hombres, a no ser
la de aquellos capaces de prestarle ingenua atención.
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1.4. Lo cotidiano y lo milagroso

Cuando la caída de la piedra y el movimiento del planeta se consideraban separadamente, la una


parecía natural porque se observaba cotidianamente y el otro parecía milagroso porque es de
observación poco vulgar. Pero cuando se descubre que el movimiento del planeta y la caída de la
piedra son calculables según las mismas leyes, el movimiento del planeta deja de /carecer milagroso,
y queda explicado sólo en esa medida.

• La explicación científica es siempre de este tipo. Revela la conexión entre fenómenos sorprendentes
para el hombre, o incluso terroríficos, con otros que, por ser familiares, no producen sorpresa ni
temor. Consiste en ver imiformidades, regularidades, donde antes parecían existir cosas únicas e
incomprensibles. Puede mostrar que acontecimientos aparentemente diversos son en realidad de la
misma clase. Puede armamos para prever o dominar fenómenos de un tipo en virtud de su semejanza
con otros de tipo más familiar. Pero nunca pretende damos una razón última de nada. Decimos que el
arco iris quedó "explicados cuando entendimos que su naturaleza es la del espectro luminoso que
podemos conseguir con un prisma”. Por eso no creemos ya que su naturaleza sea la de un símbolo
sobrenatural de una promesa divina, ya que sabemos que una frecuente combinación de condiciones
meteorológicas basta para producirlo invariablemente. Decimos que Franklin "explicó" el relámpago
al com pai^lo con la descarga eléctrica de una botella de Leyden. Por eso no creemos ya que sea la
flecha de Zeus ni el martillo del dios Thor de la mitología germánica. Decimos que el movimiento de
Marte está "explicado" porque se ha mostrado que es del mismo tipo que el de una piedra que cae.
Por eso no creemos ya que el cielo sea una sucesión de esferas cristalinas movidas por el Primer
Motor. Pero, aunque tenemos así cierto conocimiento superficial de la luz, la electricidad y la
gravitación, suficiente para prever o dominar los acontecimientos que dependen de ellas, seguimos
con una ignorancia casi total acerca de la naturaleza básica de esos fenómenos. Las explicaciones de
fenómenos naturales dadas en términos de luz, electricidad o gravitación no hacen más que situar
nuestras dificultades un paso más allá: explican "milagros" en términos de nuevos enigmas, aunque
estemos a veces tan acostumbrados a éstos que no nos demos cuenta de que lo son.

Así pues, relacionando unos fenómenos con otros, la ciencia puede conseguir que nuestras
descripciones del mundo vayan siendo cada vez más coherentes y concisas. Puede además ayudamos
a domineir acontecimientos, mostrándonos cómo algunos de ellos dependen de otros. Pero no puede
explicar nada en un sentido profundo. Todo lo que ofrece en materia de explicación es el indicio de
que lo insólito no es más que otro aspecto de lo acostumbrado y familiar. Podemos entonces imaginar
que estamos entendiendo lo insólito en virtud de su conexión con lo acostumbrado. Pero la ilusión se
desvanece en cuanto examinamos críticamente los fundamentos de nuestra supuesta comprensión de
lo familiar.

1.5. Oposición entre los objetivos de la nueva ciencia y de la metafísica.

La oposición presentada a las ideas de Newton se debió muchas veces a ima incomprensión de esa
diferencia entre los objetivos de la nueva ciencia y los de la metafísica tradicional. Se objetó al
newtonismo que la noción de una fuerza de atracción entre cuerpos no ligados materialmente era
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absurda, o que la noción, carecía de valor mientras no se conociera el mecanismo por el cual actúa la
atracción. El hecho de que Newton no pudiera proponer tal mecanismo descalificaba de hecho su
teoría como fuente de explicación metafísica. Pero su objetivo no era la explicación metafísica. Su
objetivo era mostrar que el movimiento de los planetas puede calcularse con las mismas reglas que
dan cuenta de los movimientos de los objetos terrestres. En esto tuvo pleno éxito. Los que
subestimaron ese éxito lo hicieron porque aún seguían aspirando a la comprensión completa y final
optimísticamente prometida, aunque nimca dada convincentemente, y aunque sin evidencia real en su
apoyo, seguían atrayendo insidiosamente al espíritu metafisíco. La creencia en un fluido en rotación
que rigiera el movimiento de los planetas mediante un contacto directo con ellos seguía el hábito
metafisíco de la mente, porque pretendía revelar la causa verdadera que actúa por debajo de las
apariencias. Los hombres acostumbrados a ese tipo de pensamiento suponían aún que la finalidad de
la ciencia era dar con esas ocultas causas bien sustanciales. Subestimaban la ín^ortancia de una
escmpulosa atención a los detalles, y gustaban más de las vagas y ambiciosas pretensiones de
Descartes que de la generalización newtoniana, rigurosamente razonada y estrictamente limitada.
Newton les decepcionaba porque sólo podía referir fenómenos unos a otros, sin referir ninguno de
ellos en su sistema a una causa última.

• Hay una gran mesura en la negativa de Newton a considerar el problema de cuál podía ser la causa de
la gravitación. Newton mantuvo siempre uña premeditada reserva ante todo problema de filosofía de
la naturaleza, a menos de estar muy seguro de lo que decía. Su célebre divisa, “Hypotheses non
fin g o '\ expresa la resolución de no afirmar nimca lo que no pudiera confirmar. Las hipótesis a que se
refiere en esa frase son las hipótesis especulativas, es decir, las conjeturas no susceptibles de
verificación empírica o experimental directa o indirecta. No se oponía, naturalmente, a las hipótesis
en el sentido lógico de la palabra. La misma ley de la gravitación universal es una hipótesis en este
sentido. Ella es el pimto de partida de un sistema de deducción matemática, que lleva a tesis que pue­
den ser observadas como en acuerdo o desacuerdo con los datos sensibles. La hipótesis debe
aceptarse con creciente (y nunca absoluta) seguridad a medida que va siendo confirmado un número
mayor de sus implicaciones. Pero debe ser rechazada en cuanto haya motivo para negar ima sola de
sus consecuencias lógicas. Pocos contemporáneos de Newton eran capaces de aceptar tal grado de
ascetismo intelectual. En cambio, su severa y correcta actitud es hoy habitual entre los científicos, y
gracias a éstos va teniendo una sutil influencia ascética en el pensamiento en general.

• La preferencia por Descartes gravó naturalmente la vida intelectual del continente durante más
tiempo que la inglesa. Pero incluso en el continente la perspectiva newtoniana fue ganando terreno,
especialmente a causa de la influencia de Locke y de Voltaire. Poco a poco se fue comprendiendo
que los objetivos de la ciencia, aunque limitados y superficiales, eran alcanzables y provechosos,
mientras que los de la filosofía especulativa, aunque profundos y muy deseables, estaban por el
momento fuera de toda posibilidad humana.

No podemos decidir en última instancia si el cambio de perspectiva fue bueno o malo. No hay duda
de que se debía en gran parte a los éxitos de la nueva mecánica celeste, ni de que afectó profunda­
mente a las condiciones intelectuales, religiosas, materiales y sociales de los europeos. La búsqueda
científica de regularidades de la natiunleza, al igxial que la búsqueda especulativa de una realidad
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última, estaba (y a menudo está) inspirada por la curiosidad intelectual. No empezó con un deseo
consciente de progreso técnico. Pero éste se siguió inevitablemente de aquélla.

1.6. C onclusión

Hemos dicho que la impresión causada por los trabajos de Galileo y Newton ayudó a cambiar el sentido
básico de la tarea intelectual, y que, aimque sus descubrimientos fueron importantes en sí mismos, no
fueron tales como para hacer época en el pleno sentido histórico de la expresión. Hay que resaltar de
nuevo que su verdadera importancia - y ésta sí que no puede ser exagerada - consiste en que probaron la
enormidad de las posibilidades ofrecidas por el nuevo modo de pensar: por la nueva ciencia. Cuando
empezaron a comprenderse bien la naturaleza de la obra de Galileo y Newton y las causas de su éxito, las
inteligencias de primera clase empezaron a seguir su ejemplo. Muchos de ellos empezaron a encontrar
una área digna de su talento en el descubrimiento de regularidades naturales mediante el método cien­
tífico perfeccionado por Galileo y Newton. Este cambio de dirección en la corriente principal del
pensamiento en esta época fue el que creó im nuevo clima intelectual y posibilitó una nueva ciencia.

2. FIL O S O F ÍA M O D ERN A Y R E V O L U C IÓ N C IE N T ÍF IC A

2.1. C aracterísticas

Con respecto a la Historia europea, se denomina Edad Moderna al periodo comprendido entre el año
1453, fecha de la caída de Constantinopla en poder de los turcos o, lo que es lo mismo, de la desaparición
del Imperio Romano de Oriente hasta finales del siglo XVIII con el triunfo de la Revolución Francesa. En
el campo de la Filosofía de esta época, podemos señalar una serie de notas características, entre las que
cabe destacar las siguientes:

a) L a progresiva laicización de la Filosofía. Tanto la actividad filosófica como la científica, en


general, durante la Edad Media, habían sido llevadas a cabo de manera directa por la Iglesia romana,
de ella dependían las Universidades, ella dictaba y controlaba la doctrina y las enseñanzas que se
impartían, y los científicos y filósofos eran, prácticamente en su totalidad, religiosos sometidos a su
autoridad. Sin embargo, en la Edad Moderna, a medida que la nueva clase burguesa iba adquiriendo
importancia iba adentrándose también en los campos culturales y elaborando una concepción
filosófica diferente y, en gran medida, opuesta a la realizada en los ámbitos religiosos.

b) El inicio del abandono del latín. Este idioma fue lentamente sustituido por las lenguas nacionales;
esta sustitución empezó a ser significativa en Inglaterra y Francia hacia el siglo XVII; pero resultó
mucho más lenta en Alemania.

c) El desarrollo de las M atem áticas y de las C iencias Físicas. Mecánica, Astronomía, Óptica,

d) El surgim iento de la idea de progreso (o concepción positiva de la Historia). Es la expresión de la


confianza en la tendencia natural de los seres humanos a un continuo perfeccionamiento o mejora de
sus capacidades y realizaciones científicas, culturales y humanas

Los dos primeros aspectos señalados se pusieron claramente de manifiesto en Maquiavelo, Descartes,
Bacon, Leibniz...; el tercero, en toda xma pléyade de autores que se extiende desde Nicolás de Cusa hasta
FUosoña ©MAGISTER Tema 54

Newton, el cuarto, en la consideración fílosófica de la propia Historia llevada a cabo por Fontenelle,
>1 I

Condorcet, Voltaire, etc.

2.2. C onsideraciones históricas

2.2.1. El fínal de la G u e rra de los Cien Años

La Guerra de los Cien Años fue una larga sucesión de acontecimientos bélicos entre Francia e Inglaterra,
separados por amplios intervalos de paz, hasta 1453 y en ella intervinieron también durante ciertos
periodos Castilla, Aragón y parte de la península Itálica. Dicho conflicto comenzó como una típica guerra
feudal entre las dinastías de los Valois y los Plantagenet (y más tarde participó la de Láncaster) apoyadas
por distintos condados y otros pequeños territorios autónomos (o independientes), que a veces cambiaban
de alianzas de acuerdo con sus intereses particulares, y concluyó como una confirontación entre naciones,
al final de la cual prácticamente quedaron establecidos los Estados nacionales de Francia e Inglaterra.

Por otra parte, casi al mismo tiempo, Portugal formaba un Estado nacional e iniciaba las navegaciones
marítimas por el océano Atlántico; y a finales de siglo el matrimonio entre Femando II de Aragón e
Isabel I de Castilla establecía el Estado español. En cambio, en Alemania e Italia encontramos ima amplia
división política entre ciudades libres, condados, ducados y principados que, gobernados por señores
independientes o casi independientes, impedían el surgimiento de la unidad nacional, sin que faltasen en
ambos territorios, no obstante, la conciencia y el deseo de un Estado nacional.

2.2.2. El H um anism o renacentista y el surgim iento de las nuevas concepciones ideológicas y


científicas.

Axmque tanto desde el punto de vista político como desde el económico, social y cultural el término
Renacimiento resulta bastante general e impreciso, dicha expresión se utiliza para designar un período
decisivo en la Historia del Occidente europeo, en los siglos XV y XVI, caracterizados por notables
cambios en casi todas las manifestaciones humanas, que disolvieron la mentalidad teocéntríca de la época
medieval y permitieron el inicio del humanismo moderno. El teocentrísmo tiende a justificar toda
interpretación científica del mundo desde la divinidad, que aparece como la realidad primera y la más
evidente; en consecuencia, exalta los valores religiosos y la ciencia de la Teología; el humanismo, por el
contrarío, procura colocar al ser humano por encima de todos los valores y a exaltar la importancia de las
ciencias hiunanas: Poesía, Moral, Arte, Ciencias Naturales, etc..

Como hechos más destacados de este período podemos señalar los siguientes:

a) La renovación de las escuelas de la antigüedad clásica. Se inició a mediados del siglo XIV por
obra de los italianos Petrarca y Bocaccio y se incremento en la siguiente centuria con motivo del
Concilio de Ferrara (Florencia), en el que se intentó unificar la Iglesia griega con la Iglesia romana, y
de la caída de Constantinopla en poder de los turcos (año 1453). Al Concilio de Ferrara asistieron
nximerosos teólogos y sabios griegos que aportaron nuevos conocimientos relativos a la antigüedad
clásica, y con motivo de la caída de Constantinopla un amplio número de filósofos y científicos,

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huyendo de los nuevos invasores, se refugió en Occidente y, sobre todo, en Italia; en consecuencia,
en este país volvieron a desarrollarse casi todas las corrientes fílosófícas griegas de la antigüedad; la
platónica (con Gemistos Plethón, Pico della Mirándola), la aristotélica (con Pomponazzi), la epicúrea
(con L. Valla), la estoica, la escéptica, etc.; las cuales raíd am en te se extendieron por el resto de
Europa occidental, Francia (Montaigne, Charrón...), Países Bajos (J. Lipsio, Erasmo de Rotterdam),
Inglaterra (Tomás Moro), España (Nebrija, Luis Vives, El Brócense).

b) L a invención de la im pren ta permitió una mayor difusión de libros y, en consecuencia, un


incremento de la cultura, que comenzó a extenderse entre las nuevas clases burguesas emergentes.

c) El descubrim iento de nuevos m undos originó la aparición de una nueva imagen de la Tierra y
planteó nuevos problemas políticos, geográficos y antropológico-teológicos.

d) L a ru p tu ra de la unidad religiosa europea; Lutero en Alemania, Zuínglío y Calvino en Suiza y


Enrique VIII en Inglaterra, rompieron con la autoridad del papa de Roma y plantearon una serie de
problemas teológicos y jurisdiccionales.

e) E l surgim iento de nuevos problem as políticos; en primer lugar, el descubrimiento de América y


Oceanía suscitó numerosos problemas relativos al Derecho de los Estados europeos a intervenir en la
administración de dichas tierras. En estas cuestiones destacaron los trabajos de Francisco de Vitoria
y del holandés Hugo Grocio, ambos considerados como los creadores del Derecho Internacional; en
segundo lugar, el nacimiento de nuevos Estados originó numerosas discusiones y nuevas teorías
políticas sobre el origen, el alcance y los límites del poder, las relaciones entre gobernante y
gobernados; en estos temas destacaron, sobre todo, Maquiavelo y Jean Bodin.

f) Los nuevos m étodos científicos: partiendo de algunas realizaciones del siglo XTV, en el siglo XV
tuvo lugar im amplio despliegue de la "Filosofía natural", fundada sobre la observación de los
fenómenos. En este campo destacaron los estudios médicos de Paracelso y las concepciones
panteístas (o naturalistas) de Cusa y de Giordano Bruno, así como los trabajos de Copémico, Bacon
y posteriormente de Kepler y Galileo.

3. LA NUEVA C O N C EPC IÓ N C IEN T ÍFIC A

Durante los siglos XV y XVI numerosos científicos fueron separando, de modo cada vez más decidido, la
Ciencia Física de toda especulación filosófica; y al mismo tiempo fueron concentrando, paulatinamente,
su atención con preferencia en los problemas empíricos; fueron dejando de lado los problemas
metafisicos, recurriendo a la observación de los fenómenos (pesar, medir, relacionar y calcular); es decir,
a m anejar cantidades y a establecer relaciones numéricas. En este sentido, la actividad científica de
dichos siglos guardaba una cierta analogía con la realizada durante el siglo Ü1 a. C. en el mxmdo helénico,
en cuanto que las ciencias empíricas (la Física, la Mecánica, la Astronomía...) tendieron a independizarse
de la Metafísica. Sin embargo, el espíritu y las pretensiones de los sabios modernos eran completamente
diferentes y mientras la ciencia griega poseyó im carácter casi exclusivamente teórico, la ciencia moderna
utilizó la inducción experim ental y se inclinó, cada vez en mayor grado, hacia una vocación pragmática.
Los sabios griegos adquirieron conocimientos enq>íricos muy vastos, pero procuraron, en la medida de lo
posible, ignorar dicha dimensión en beneficio de la teoría pura; los sabios modernos, en buena parte,
hicieron lo contrario.

SO
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

W. Dilthey, en su obra “E l mundo histórico ”, hace esta referencia a la obra de algunos pensadores en el
siglo XVII:

"Cuando los pueblos modernos de Europa, maduros ya p o r el Humanismo y la Reforma, entran, en la


segunda m itad del siglo XVI, en el estudio autónomo de las ciencias empíricas, dejando de lado el
estudio de la M etafísica y de la Teología, este tránsito se realiza de modo más completo de lo ocurrido
después del siglo III a. C. entre las gentes griegas. También entonces la M atemática, la M ecánica, la
Astronom ía y la Geografía se emanciparon de la Lógica y de la M etafísica; pero en esta estructuración
de las ciencias de la naturaleza ni la inducción ni el experimento cobraron el lugar y la significación que
les corresponde ni se desarrollaron en toda su fecundidad. Sólo en las ciudades m ercantiles e
industriales, sin esclavos, de las naciones modernas, lo mismo que en las cortes, academias y
Universidades de sus grandes estados m ilitares, tuvieron lugar de modo poderoso las intervenciones
conscientes en la naturaleza; el trabajo mecánico, la invención, el descubrimiento, la experimentación se
aliaron con la construcción matemática y así se produjo un análisis efectivo de la naturaleza.. Gracias a
la acción conjunta de Kepler, Galilea, Bacon y D escartes en la prim era m itad del siglo X V II se
constituyó la ciencia matemática de la naturaleza como un conocim iento de la naturaleza según leyes."

3.1. Comienzo de la nueva física

La revolución científica de la época moderna fue posible gracias al desarrollo de dos aspectos
fundamentales de la ciencia: el experimento y las Matemáticas. Las explicaciones físicas tradicionales, de
acuerdo con las enseñanzas aristotélico-tomistas, se fundamentaban en la consideración filosófica de la
naturaleza y tenían como objetivo expresar las cualidades de las cosas; pero hacía finales del siglo XTV,
algimos científicos de Oxford y París, entre los que destacaron Alberto de Sajorna, Juan Burídán y
Nicolás de Oresme (Teoría del ímpetu), (como se ha expuesto en el Tema 53) comenzaron a expresar
ciertas propiedades y cualidades de los objetos medíante variantes cuantitativas; por ejemplo, en lugar de
preocuparse de la definición esencial del movimiento y de la naturaleza de sus causas, consideraron
aspectos tales como la relación entre el impulso y la duración del movimiento, entre el tiempo y la
velocidad o entre la duración del impulso y la aceleración, etc.

Este proceso fue continuado en los siglos siguientes por un número mayor de estudiosos: Tartaglia,
Leonardo da Vinci, G. Cardoso, Stevin de Brujas, etc., aportando numerosos instrumentos técnicos que
fueron contribuyendo a potenciar la capacidad de medida y de observación.

En este sentido, Simón Stevin de Brujas (1548-1620), en sus libros de M ecánica recuperó los estudios del
siracusano Arquímedes (siglo III a. C.) sobre Estática (estudio del equilibrio de fuerzas: planos
inclinados, palanca, polea...); en sus trabajos de hidrostática fue el primero en intentar calcular el valor
de la presión ejercida por im liquido sobre las paredes del recipiente que lo contiene, e igualmente en
poner de manifiesto que en el vacío todos los cuerpos caen con idéntica velocidad, oponiéndose al
axioma aristotélico que mantenía que la velocidad de caída de los cuerpos era proporcional a su peso.
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

3.2. Factores que favorecieron la revolución científica

El problema más arduo que encontraban los científicos experimentales al comienzo de la Edad Moderna
consistía en superar la rigidez y el dogmatismo con que las instancias oficiales aceptaban y defendían la
Física aristotélica (es decir, la Filosofía de la naturaleza). Pero, a pesar de la postura de dichas entidades,
múltiples factores y circunstancias favorecieron el nacimiento del nuevo espíritu científico; entre las más
importantes podemos señalar las siguientes:

a) La divulgación a partir del siglo XIV de la numeración arábiga (nuestros guarismos) que
proporcionaba una capacidad operativa enormemente superior al sistema numérico romano;
b) la intensificación del conocimiento de las obras científicas griegas, debido, principalmente, a la
proliferación de traducciones y al incremento de ejemplares de cada obra, como consecuencia de la
invención de la imprenta;
c) el desarrollo del espíritu burgués, que propendía a investigar el aspecto pragmático de las cosas con
miras a la rentabilidad de los negocios;
d) el incremento de los viajes marítimos, que llevaba consigo la exigencia de una mejora en la
construcción naval, así como de los instrumentos de navegación;
e) la preocupación por los oficios de los artesanos y menestrales que se despertaron en ciertos
humanistas, como en L. Vives y Rabelais;
f) los cálculos destinados a la búsqueda de precisión de los nuevos cañones, pues el aumento de su
potencia y de su alcance hacía muy difícil acertar en el blanco mediante la mera apreciación visual.

4. GALILEO GALILEI

4.1. Vida V personalidad de Galileo

Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564 en ima familia de origen florentino. Se inscribió a
los diecisiete años en la Universidad de Pisa como estudiante de medicina, pero se mostró muy poco
interesado por esta ciencia y muy pronto empezó a cultivar la matemática en lugar de ésta, estudiándola
con mucho empeño en las grandes obras de los griegos, en particular de Euclides y de Arquímedes. No
sólo orientó sus preocupaciones hacia la matemática teórica; demostró, por el contrario, desde esos años,
una propensión hacia la matemática aplicada, la técnica, y en general la observación empírica. Baste con
recordar, para confirmarlo, el célebre descubrimiento del isocronismo de las oscilaciones del péndulo que
realizó en 1583 y la construcción de la balanza para determinar el peso específico de los cuerpos
realizada en 1586.

Dejó Pisa sin haber concluido sus estudios y volvió a su ciudad en 1589 como ayudante de matemáticas;
le habían concedido el puesto por la alta estima que mientras tanto se había sabido conquistar entre los
muchos e ilustres cultivadores de esa ciencia. Pero era una enseñanza de carácter complementario, que le
procuraba una escasísima retribución, apenas suficiente para malvivir. Dos años después, las estrecheces
económicas se hicieron aún más graves por la prematura muerte del padre y la consiguiente necesidad de
ayudar a la familia (Galileo era el primogénito).

12
Filosofía CMAGISTER Tema 54

En 1592 logró mejorar notablemente su situación y obtuvo el nombramiento de profesor de matemáticas


en la Universidad de Padua. Pero muy pronto le resultó insufíciente, sobre todo por las continuas ayudas
que le pedían la madre, las hermanas y el hermano. En varias ocasiones se dirigió al gobierno veneciano,
del que dep>endía la universidad, para tener adelantos de su sueldo y también aumentos; aunque los
obtuvo, no logró regular su economía y debió recurrir a las lecciones extrauniversitarías que fíecuentaban
numerosos e ilustres discípulos, atraídos a Padua por su fama creciente.

A pesar de estas persistentes difícultades, los dieciocho años que pasó en Padua (1592-1610) fueron sin
duda los mejores de su vida por la gran libertad de pensamiento de la que pudo gozar; es sabido, por otra
parte, que de ella disfrutaban todos los docentes de esa universidad, gracias a las garantías otorgadas por
la República de Venecia (recuérdese el fírme apoyo que ésta dispensó a Cremonini contra las diferentes
tentativas de juzgarlo por herejía hechas por el tribunal de la Inquisición); también disfhitó por el pleno
vigor de sus energías físicas y mentales, que le permitieron dedicarse con tenacidad y entusiasmo a las
más difíciles investigaciones científicas, pero sin renunciar a las alegrías de la vida. En ese período
Galileo convivió, aunque sin llegar a un casamiento formal, con Marina Gamba, de la que tuvo dos hijas
y un hijo, hacia los que siempre sintió un gran afecto.

Entre los muchos amigos venecianos de Galileo recordemos, en particular, al gentilhombre


Gianfrancesco Sagredo, inmortalizado por Galileo en stis diálogos, y a Paolo Sarpi.

El descubrimiento del anteojo es de 1609, y es evidente que le fue sugerido a Galileo por la noticia de que
instrumentos de ese tipo se estaban difundiendo en los Países Bajos y en Francia. Esta circunstancia en
nada disminuye su mérito, que se refiere no tanto a la prioridad de la invención (es cierto, por otra parte,
que el telescopio de Galileo resultó mucho más potente que los otros) como al hecho de que fue
indudablemente el primero en atribuir a este instrumento un efectivo valor científico. Recordemos que
desde hacía mucho tiempo los artesanos ópticos conocían los cristales en forma de lentes usados para la
corrección de defectos de la vista, pero hasta Galileo todos los representantes de la ciencia oficial siempre
los habían considerado con desdeñoso desprecio. Galileo tuvo el coraje y la inteligencia de usarlos para
sus investigaciones astronómicas combinándolos con pericia hasta obtener ima potencia de aumento
verdaderamente notable para la época.

Orientando el telescopio hacia el cielo Galileo tuvo la suerte y la alegría de descubrir nuevos
maravillosos fenómenos, cuya excepcional inq)ortancia conq)rendió en seguida: los cuatro satélites de Jú­
piter (que llamó «medíceos» en honor del gran duque de Toscana), las manchas de la Luna, las manchas
del Sol, etcétera. Era todo un mundo nuevo que por primera vez llegaba al conocimiento de los hombres:
Galileo dio la gran noticia en el Sidereus nuncius, publicado en Venecia el 12 de marzo de 1610.

Era evidente que el carácter del descubrimiento suscitaría hostilidad y desconfianza entre los pensadores
más unidos a la tradición. En breve tiempo surgió, en efecto, una áspera polémica en la cual los
adversarios de Galileo usaron en contra de él todo tipo de armas: desde la acusación de haber reproducido
simplemente un j a r a t o construido por otros, hasta la de haber buscado en el cielo las causas de luces y
manchas que simplemente se debían a la estructura defectuosa de las lentes (es verdad que aún eran muy
defectuosas y producían imágenes muy lejanas de la claridad de las producidas por los telescopios

13
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

modernos). Pero muy pronto Galileo logró desbaratar los argumentos de sus adversarios y obtuvo el
reconocimiento de sus propios descubrimientos por parte de los más autorizados científicos de la época,
antes que nada de Kepler y luego también de los poderosísimos astrónomos y filósofos de la Compañía
de Jesús.

La gran victoria acrecentó enormemente su fama y le valió el ofrecimiento de im magnífico puesto por
parte de Cosme II de Médicis: el puesto de «matemático extraordinario del Estudio de Pisa», sin
obligación de dar lecciones, y de «filósofo del Serenísimo Gran Duque». Por fin se resolvía el problema
práctico que Galileo, durante tanto tiempo, había intentado solucionar en vano: el puesto le iba a facilitar
un notable desahogo económico y a poner fin a la necesidad de desperdiciar sus energías en lecciones
públicas y privadas (energías que estaban rápidamente declinando por los años y su salud inestable).
Galileo aceptó, pero sabiendo la gravedad de la decisión, que lo obligaba a trasladarse de la República de
Venecia a ima ciudad donde el poder de la Inquisición era inmensamente Mayor.

Alentado por sus descubrimientos astronómicos, Galileo empezó a examinar la estructura general del
mxmdo celeste; este examen, reforzado por las nociones cada vez más claras que estaban madurando en
sus estudios de mecánica, lo convencieron de manera definitiva de la verdad del sistema copemicano
(verdad que había intuido hacía ya varios años). Lo testimonia, por ejemplo, xma célebre carta de 1613
que dirigió a su amigo y discípulo el hermano Benedetto Castelli, profesor de matemáticas en Pisa.
Justamente en esos años también la Iglesia empezaba a aumentar su propio interés por la teoría copemi-
cana y a concentrar en ella las sospechas de herejía. Varios amigos se lo advirtieron a Galileo y le
aconsejaron que tratara el tema con extrema prudencia; pero estos consejos no consiguieron ningún
efecto práctico.

La imprudencia de Galileo no puede considerarse ocasional o debida sólo a su temperamento: respondía a


xma profunda exigencia de su espíritu.

Para comprender su efectivo significado debemos tener en cuenta tres circunstancias:

Galileo estaba absolutamente seguro de la verdad científica del sistema heliocéntrico;


2. no estaba filosóficamente dispuesto a admitir (como los aristotélicos) la coexistencia de verdades
antitéticas entre sí;
mucho menos estaba dispuesto a considerar (como los libertinos) la religión como puro y simple
conjimto de reglas prácticas, inventadas para dominar a los pueblos y engañar a los ingenuos. Por el
contrario, estaba convencido de la posibilidad de demostrar que los textos sagrados no contienen -si
se los interpreta bien- afirmación alguna en real antítesis con la verdad copemicana.

Pero este estado de cosas no basta para explicar por qué nunca se contentó -como le aconsejaban los
amigos- con guardar para sí mismo sus propias convicciones, análogamente a lo que hacían otros
científicos de la época, discutiendo a lo sumo en un pequeño círculo de amigos, sin disertar en público y
sin desafiar casi abiertamente las iras de los inquisidores romanos. Es evidente que otros factores in­
tervinieron en la posición de Galileo; fueron éstos:

14
Filosofía OMAGISTER Tema 54

a. Por un lado, los éxitos organizativos de la Contrarreforma debieron haberlo convencido del enorme
<I I

peso de la organización católica en el campo cultural y de la necesidad de impedir que esta


organización adoptase erróneamente una posición contraría a la ciencia.
b. Por otro, el reconocimiento obtenido, por parte de las autoridades eclesiásticas más altas, de sus
descubrimientos astronómicos (existencia de los satélites de Júpiter, etc.) debió hacerle esperar que
podría obtenerse un reconocimiento análogo para los otros resultados científícos.
c. Finalmente, la conciencia de su propia autoridad cientíñca, ya imiversalmente reconocida, debía
hacerle sentir como in^rescindible el tener que exponer las últimas razones de la ciencia en la gran
controversia.

Y así se delinea en el ánimo de Galileo el ambicioso programa de evitar el rígido encastillamiento de la


Iglesia en una posición cientifícamente equivocada. Hacía falta, evidentemente, no detenerse en las
primeras dífícultades planteadas de buena o mala fe por los inquisidores; persistir con cautela en la obra
de clarificación; apoyarse en los hombres de mente más abierta existentes también en las más altas
jerarquías de la Iglesia. Y finalmente -pensaba Galileo- la fuerza de los argumentos prevalecería y la
ciencia encontraría en el poderío de la Iglesia no im obstáculo, sino xm apoyo para su propio desarrollo.

En 1616 Galileo es llamado por primera vez a Roma para dar cuenta de su propensión al copemicanismo
y de sus tentativas de mostrar que la verdad de la Biblia no es incompatible con la del sistema
copemicano. Eran tentativas que hoy pueden parecemos extremadamente claras; pero no era asi en el
siglo XVII. Afirmaban, en esencia, que en la Biblia Dios no quiere revelamos las verdades astronómicas,
sino que usó el lenguaje que podía ser con^rendido por aquellos a los que hablaba; así, en especial,
cuando hacía exclamar a Josué las célebres palabras «¡ Detente, oh sol! ». Completamente libre de temor,
Galileo fue a Roma confiando en hacer triunfar su punto de vista; tan es así que se alegró mucho por la
buena acogida formal que se le tributó, con la esperanza de que ésta constituía el síntoma de una
disposición favorable de la autoridad.

Pero las cosas se desarrollaron de manera muy diferente de lo que esperaba Galileo. Su defensa no sólo
no logró obtener la más mínima victoria, sino que más bien aceleró la decisión contraría de la Iglesia. Fue
conminado a no volver a ocuparse del tema copemicano, y la obra de Copémico se puso en el índice de
los Ubros prohibidos.

No es difícil conqjrender, tras la anterior explicación, que esta primera derrota no podía detener a Galileo
en su programa de <q>olítica cxiltural».

En 1619 una áspera polémica con el jesuíta Orazio Grassi sobre los cometas y la inalterabilidad de los
cielos le demostró que el rencor en contra de él por parte de la autorizada orden, en vez de atenuarse, iba
creciendo. Esto le proporcionó la ocasión para escribir una vivísima obra, II Saggiatore (1623).

En el mismo año la elección al trono pontificio del cardenal Barberini (Urbano VIII) hizo renacer su
esperanza, ya que le parecía natmal que un hombre de mente tan abierta como Barberini, al que estaba
vinculado por ima antigua familiaridad, apoyaría su esfuerzo para hacer salir a la Iglesia de la posición
reaccionaría que le habían hecho asumir los jesuítas. Como muestra del espíritu abierto del nuevo papa,
i
15
Filosofía GMAGISTER Tema 54

recuérdese la benevolencia que tuvo -entre 1626 y 1630- hacía Campanella.

Reasumiendo el antiguo programa, Galileo se decidió por lo tanto a llevar a cabo una gran obra destinada
a confrontar los argumentos cíentífícos que sostenían ambas tesis contrarías, la geocéntrica y la
heliocéntrica. Para darle im tratamiento de aparente neutralidad, eligió la forma dialogada, imaginando
que un aristotélico (Simplicio) y un copemicano (Salviati) son invitados a exponer cada uno su propia
concepción a im tercer interlocutor (Sagredo), deseoso de conocer a fondo los términos exactos de la gran
controversia. Obtenida con esta estrategia la autorización eclesiástica, el Diálogo acerca de los dos
máximos sistemas del mundo pudo aparecer en 1632.

Pero los jesuítas acechaban a su adversario y en seguida desencadenaron en contra de él la más dura
batalla. Al científíco viejo y enfermizo se le ordenó, pero con un tono muy diferente al de 1616, que se
trasladara a Roma para comparecer ante un tribunal del Santo Oficio. En vano trató de defender su
posición con todos los medios; en vano trató de evitar que la Iglesia pronunciase una sentencia que habría
pesado durante siglos en contra de él. Sus adversarios sostenían con encarnizamiento que su libro era
«execrable y más pernicioso para la Iglesia que los escritos de Lutero y de Calvino». Galileo fue
procesado, reconocido culpable y obligado a abjurar. Además fue condenado a prisión de por vida, que se
transformó de inmediato en aislamiento del mundo, primero en Siena (en la casa del arzobispo de la
ciudad, su amigo) y luego en su propia villa de Arcetri.

La victoria de los jesuítas no podía ser más clara; marcó el final del programa, tenazmente cultivado por
Galileo durante años y años, de inducir a la Iglesia a reconocer la libertad de la ciencia. A los futuros
científicos no les quedaba otro camino que el de evitar con la más escrupulosa cautela cualquier debate
con la autoridad eclesiástica.

El faro de su programa colmó el ánimo de Galileo con ima profunda amargura que ya no lo abandonó
hasta la muerte. Su único consuelo fue el afecto de sus familiares, sobre todo de su hija Virginia (sor
María Celeste), la cual, sin embargo, murió en 1634, agregando im nuevo dolor gravísimo al ánimo ya
quebrantado del gran científico.

Con el paso del tiempo las prohibiciones de la Inquisición se fueron suavizando poco a poco. Galileo
logró permiso para ir alguna vez a Florencia y hasta pudo recibir la visita de algún extranjero (por
ejetiq)lo, de Hobbes en 1636). Pero su salud empeoraba irremediablemente. Sobre todo fue muy grave la
pérdida casi total de la vista. A pesar de tantas desgracias, encontró sin embargo la fuerza de ánimo para
continuar con invariable agudeza científica sus investigaciones y publicó en 1638, en Holanda, la que
desde el punto de vista científico es tal vez su mayor obra: Discursos y demostraciones matemáticas
sobre dos nuevas ciencias. Murió el 8 de enero de 1642.

S. LA FÍSICA DE GALILEO

Galileo fue el auténtico impulsor de la Ciencia Física, la recibió de sus antecesores en un estado
balbuciente y la transformó en una nueva ciencia, dotándola de im objetivo concreto (el estudio de los
fenóm enos físicos -de los cuerpos- y sus leyes) y de un método adecuado (el método compositivo

1€
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

resolutivo o método matemático experimental). En lugar de la escondida esencia de los seres, este autor
procuró observar fenómenos, descubrir las relaciones existentes entre ellos, aplicarles una determinada
medida e indicar sus magnitudes y resultados mediante expresiones matemáticas.

Galileo comenzó a estudiar la Estática, tal y como le había llegado de Arquímedes: problemas de
equilibrio: balanza, poleas, estudios de Hidrostática (equilibrio de gases y líquidos). Pero la
profundización en estos campos le lleva construir la Dinámica, siendo, en realidad, el primero que se
ocupó de desarrollar esta rama de la Física. En sus estudios acerca del equilibrio sobre planos, se dio
cuenta de que la relación existente entre el ángulo de inclinación de \m plano y la velocidad con que se
mueve un cuerpo esférico situado sobre él es directamente proporcional a la inclinación de dicho plano,
esto es, si el ángulo de inclinación aumenta o disminuye, también crece o decrece la velocidad del citado
cuerpo; en consecuencia, cuando dicho plano se encuentre en posición perfectamente horizontal o, lo que
es lo mismo, carezca de toda inclinación, la esfera situada sobre él permanecerá en perfecto equilibrio
estático y en este caso una fuerza mínima bastará para alterar su situación de reposo.

5.1. El movimiento

Galileo, en su obra de juventud. D e motu, permaneció dentro de los presupuestos aristotélicos; mas,
posteriormente, emprendió un camino completamente opuesto de tal modo que mientras los estudios del
movimiento llevados a cabo por la tradición aristotélico-tomista permanecieron en el marco de las
coordenadas de la Filosofía, los estudios de este pensador tienen que ver ya muy poco con la Filosofía.
En este sentido examinó el movimiento uniforme y el uniformemente acelerado desde una nueva
perspectiva.

Para poder controlar adecuadamente sus experimentos y observaciones, Galileo se sintió obligado a
mejorar los instrumentos de medida (relojes más exactos, balanzas más precisas, etc.); ahora bien, se
precisa poseer una gran capacidad de abstracción para poner entre paréntesis los datos suministrados por
la observación ingenua, y establecer en su lugar una observación rigurosa y científica, capaz de superar
los múltiples datos inconexos que el sentido común aprehende en la experiencia diaria (o, expresado de
otro modo, es necesario disociar claramente la observación científica de la mera experiencia sensible);
pues en la observación cotidiana resulta prácticamente imposible captar tanto el movimiento uniforme
como el uniformemente acelerado; ya que todo cuerpo se encuentra sometido siempre a multitud de
fuerzas que actúan con diversa intensidad y en diferentes sentidos. De este modo, a la hora de establecer
leyes o formulaciones matemáticas que expresen el movimiento, hay que abstraer de los diversos casos
concretos y tomar como modelo un principio general.

Desde este punto de vista, se puede formular el principio general que rige el movimiento uniforme, a
saber:
e = V X i

en donde e = espacio, v = velocidad y t = tiempo.

En cuanto al m ovimiento uniform em ente acelerado, Galileo rechazó el principio aristotélico según el
cual una fuerza constante produce un movimiento constante (un movimiento uniforme) sustituyéndole

17
ilosofía ©MAGISTER Tema 54

por este otro: u n a fu e r z a c o n sta n te p r o d u c e u n a a c e le ra c ió n c o n sta n te. A hora bien, ¿cóm o comprobar
estos principios? ¿Es posible encontrar algún proceso real que pudiera servir de referencia a dicho
principio? ¿No hem os enunciado que todo cuerpo se encuentra som etido a una diversidad de fuerzas?
Los cam inos em prendidos para resolver este problem a fueron m uchos, algunos de ellos tremendamente
complicados. Pero la solución fue encontrada por Galileo observando la caída de distintos cuerpos de
naturalezas diferentes en diversos tipos de fluidos, por ejem plo, resulta evidente que en la atm ósfera cae
m ucho m ás rápidam ente un pedazo de plom o o de oro que uno de papel; pero si dejam os caer estos tres
cuerpos en un recipiente de m ercurio com probam os que el pedazo de oro llega abajo, pero, en cambio al
plom o y al papel casi les ocurre lo m ismo, ambos flotan; de esta m anera, estudiando la relación que existe
entre la velocidad de caída de los graves y el m edio que atraviesan, progresó en el conocim iento sobre el
m ovim iento uniform em ente acelerado. El m odo m ás com pleto de dicho m ovim iento se m uestra en la
caída de los cuerpos en el vacío. En este sentido, a este pensador le sirvieron de gran ayuda los trabajos
de Stevin de Brujas que puso de relieve el principio de que to d o s lo s c u e rp o s c a en co n la m ism a
v e lo c id a d en e l va cío , pues la "g ra v ita c ió n te rr e str e " com unica a cada uno un m ovim iento espontáneo
idéntico a dicho m ovim iento (es decir, la caída libre de los cuerpos en el vacío constituye una le y fís ic a ,
perfectam ente representable mediante una fórm ula m atemática:
e = 1 /2 a x t ^
donde e = espacio, a = aceleración y t = tiem po, o, expresado de otro modo:

e^l/2gxt^

pues en el caso de caída de los graves a puede ser sustituida por g (gravedad terrestre),

Adem ás de servir de m odelo para el estudio del m ovim iento uniform em ente acelerado, la consideración
de la caída de los graves puso de relieve la falsedad del principio aristotélico que afirm aba que los
cu erp o s c a en ta n to m á s rá p id a m e n te c u a n to m á s p e sa d o s so n .

Posteriorm ente, Galileo estudió el m ovim iento de los proyectiles, y dem ostró que describen una
trayectoria parabólica; analizó la oscilación del péndulo, insistiendo en la iso c ro n ía de las oscilaciones
pendulares, así como en la ley m atem ática que la expresa:
t = k x Ó _lp

en donde t = duración de la oscilación, k = constante de proporcionalidad y Ip longitud del péndulo. Dada


dicha isocronía, pensó que el m ovim iento del péndulo podía aplicarse para m edir el tiem po (reloj de
péndulo, perfeccionado posteriorm ente p or H uygens) y el pulso de los enfermos. Igualmente, descubrió
el term óm etro e intentó "pesar" el aire; trabajo que llevaron a cabo sus discípulos Viviani y Torricelli
(principio de Torricelli o descubrim iento del baróm etro), el francés Blaise Pascal y el alemán Otto von
Guericke.

5.2. L ev de la in ercia

Num erosos conceptos tradicionales usados por la antigua F ilo so fía d e la N a tu ra le za comenzaron a sufrir
una inflexión nueva en Galileo. Ciertam ente, con frecuencia no acertó a hacer de ellos un uso preciso y
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

exacto; pero los situó en el camino adecuado para que los físicos posteriores (principalmente Newton)
lograsen hacer de ellos una utilización correcta. En este sentido, el pensador, al concebir el peso como
una tendencia intrínseca y natural de los cuerpos hacia abajo, no supo diferenciarlo de la masa (cantidad
de materia) y tampoco acertó a diferenciar peso y gravedad, por cuanto consideró la gravedad como una
tendencia natural de los cuerpos a dirigirse hacia el centro del conjunto de materia a que pertenece (al
centro de la Tierra), sin apercibirse aún de que tanto peso como gravedad obedecen a una relación
extrínseca que se establece entre dos cuerpos uno con respecto al otro.

Al estudiar el movimiento de una esfera sobre un plano inclinado, Galileo estableció que su velocidad era
proporcional al ángulo de inclinación de aquél; en consecuencia, si dicho plano adoptaba ima posición
horizontal la citada esfera permanecería en un equilibrio estático y entonces, ¿qué ocurriría si se la
pusiera en movimiento? ¿Se detendría tan pronto como dejase de actuar la fuerza sobre ella, como
pensaba Aristóteles? La respuesta de Galileo fue negativa, pues todo cuerpo permanece en su estado de
reposo o de movimiento a no ser que ima fuerza le haga modificar dicho estado. Tenemos, pues, de este
modo, formulado por primera vez el principio de inercia. En este caso, la fuerza no se concibe en
relación directa con la velocidad, sino con la variación del estado de movimiento. Aplicando este princi­
pio a los astros, resulta que los cuerpos celestes, una vez en movimiento, no necesitan de ningún motor,
simplemente continúan describiendo sus trayectorias en virtud de su propia inercia.

5.3. El método compositivo resolutivo

Galileo, en su libro “El ensayador” escribe: "La Filosofía está escrita en ese grandísim o libro que
tenemos ante los ojos, quiero decir, el Universo, pero éste no se puede entender si antes no se aprende a
entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrito en lengua matemática y
sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geom étricas, sin las cuales es imposible entender
ni una palabra, sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto."

En el origen de la Física se encuentra la decisión de recurrir sistemáticamente, por vma parte, a la


observación y al experimento y, por otra, al lenguaje matemático. En este sentido, otros contemporáneos
de Galileo, por ejemplo Francis Bacon, también se sirvieron de la observación sistemática, pero el
pretender expresar sus resultados exclusivamente mediante el lenguaje cualitativo (es decir, de forma
literaria) les impidió que sus desarrollos fuesen fecimdos; en cambio, el haber acertado a expresar el
contenido de la Ciencia Física mediante el lenguaje matemático fue una de las grandes aportaciones
legadas por Galileo a los científicos posteriores; pues facilitó el avance de la Física durante los siglos
siguientes.

El método de Galileo se resuelve en los siguientes momentos:

a) observación de un fenóm eno, analizando los distintos elementos de que consta y relacionándolos
entre sí por la medida adecuada;
b) form ulación de una hipótesis con la que se pretende expresar las regularidades observadas. Esta
hipótesis posee un carácter provisional, siempre pendiente de una confirmación posterior;
c) deducción. A partir de dicha hipótesis se deducen otros principios y consecuencias implicados en

19
Filosofía © M A G ISIE R Tema 54

ella;
d) verificación em pírica, esto es, comprobación experimental de dichas deducciones. El experimento
resulta necesario para eliminar las hipótesis falsas y satisfacer (verifícar) las aceptables. Si se
confirman las deducciones extraídas, se verifica la hipótesis; en caso contrario, se desecha,
intentándose otra nueva formulación y así sucesivamente.

6. LA ASTRONOMÍA

En su libro: Consideraciones sobre la opinión copem icana, Galileo escribe: "Que la concepción
heliocéntrica sefunda en razones tan sólidas como eficaces queda claro con sólo reparar en el hecho de
que todos sus partidarios fueron antes de la opinión contraria; durante mucho tiempo se rieron de ella y
la consideraron estúpida, actitud de la cual yo mismo, Copém ico o cualquiera de nuestros
contemporáneos podría dar fe . Ahora bien, ¿quién creerá que una opinión que se tiene p o r vana e
incluso necia, que apenas han defendido uno de cada m il filósofos y que ha sido reprobada por el
principe de la Filosofía (Aristóteles), puede imponerse de otro modo que por medio de las más rigurosas
demostraciones, las experiencias más evidentes y las observaciones más sutiles? D esde luego, nadie
abandonará una opinión bebida con la leche y con los prim eros estudios, plausible a los ojos de casi
todo el mundo y sustentada p o r la autoridad de los pensadores más respetables, si las razones en contra
no son más que eficaces."

Galileo también representó un hito en el afianzamiento de la Astronomía heliocéntrica. El heliocentrismo


había sido formulado en el siglo anterior por Copémico; pero venía siendo reiteradamente desacreditado
por las autoridades eclesiásticas y tradicionales; por eso, este científico se sintió obligado a salir en su
defensa, primero en 1615, con el opúsculo titulado Consideraciones acerca de la opinión copem icana y
posteriormente, en 1632, con ima gran obra. Diálogo sobre los sistem as del mundo. Finalmente, el
heliocentrismo y con él el propio Galileo fueron oficialmente condenados por la Iglesia.

6.1. Antecedentes

Salvo el heliocentrismo de algunos pitagóricos (Filolao, Aristarco de Samos y algún otro), la Astronomía
tanto en la Grecia antigua como durante la Edad Media fue casi exclusivamente geocentrista y quedó
plasmada en la imagen del mundo transmitida por Claudio Ptolomeo, astrónomo y matemático griego del
siglo II, quien, siguiendo a Aristóteles, en su obra Composición matemática, conocida con el nombre de
Almagesto (el más grande), construyó un sistema astronómico que estuvo en vigor hasta el siglo XVIII.
Según dicho sistema, la Tierra ocupa el centro del Universo y a su alrededor giran en circxmferencias
perfectas todos los cuerpos celestes. Ahora bien, como esta imagen tan sencilla no se ajustaba a las
observaciones astronómicas, recimió al auxilio de los epiciclos y de los deferentes; el epiciclo es una
pequeña circunferencia cuyo centro describe a su vez otra circunferencia mucho m c^or alrededor del
centro de la Tierra: el deferente. Según esta imagen, cada cuerpo celeste se mueve siguiendo una
circunferencia (epiciclo) alrededor de un pimto que, a su vez, gira alrededor de la Tierra (deferente).
Como ni aun así se lograban salvar las observaciones, recurrió a situar el punto central (el punto de giro
de los cuerpos celestes) no exactamente en la Tierra, sino en im pimto muy próximo a ella que se movia
también alrededor de la Tierra; la diferencia entre dicho punto y el centro de ésta recibió el nombre de

fto
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

ecuante.

Esta concepción fue aceptada por la Iglesia católica y se mantuvo sin objeción alguna durante la Edad
Media. Pero durante los siglos XVI y XVII munerosos científicos aceptaron la hipótesis contraria, el
heliocentrismo; entre ellos destacaron Copémico, Campanella, Gassendi, Giordano Bruno, Michael
Mástlin, Kepler y Galileo. Ahora bien, mientras que la mayoría fundamentó sus posiciones en motivos
filosóficos, Copémico, Kepler y Galileo se basaron en la observación y en los cálculos astronómicos.

6.2. Conérnico

Copémico, en su obra Sobre las revoluciones del orbe celeste distinguió entre movimiento planetario
aparente y movimiento real; este último es contrario a lo que nos muestran los sentidos, pues aunque a
nuestros ojos parece que el resto de los cuerpos celestes gira alrededor de la Tierra mientras ésta
permanece inmóvil en el centro, de hecho sucede lo contrario, la Tierra gira alrededor del Sol. En su obra
Commentariolus, Copémico redacta así sus postulados:

"PRIMER POSTULADO. No existe un centro único de todos los círculos o esferas celestes.

SEGUNDO POSTULADO. E l centro de la Tierra no es el centro del mundo, sino tan sólo el centro
de gravedad y el centro de la esfera lunar

TERCER POSTULADO. Todas las estrellas giran en tom o al Sol, que se encuentra en medio de
todas ellas, razón p o r la cual el centro del mundo está situado en las proximidades del Sol.
CUARTO POSTULADO. La razón entre la distancia del Sol a la Tierra y la distancia a la que está
situada la esfera de las estrellas fija s es mucho menor que la razón entre el radio de la Tierra y la
distancia que separa a nuestro planeta del Sol, hasta tal punto de que esta última resulta
imperceptible en comparación con la altura del firm am ento."

El sistema de Copémico, pues, situó en el centro del Mundo al Sol; pero, al admitir que las órbitas tenían
forma de circunferencia, no logró justificar las observaciones y se vio también obligado a aceptar unos
pequeños epiciclos. El nuevo sistema no triunfó. Contra él estaban:

a. en primer lugar, los prejuicios históricos: el sistema geocéntrico era muy antiguo y se hallaba
ratificado por el prestigio de Aristóteles y por la doctrina de la Iglesia;

b. en segundo, los textos bíblicos: tanto en los ambientes protestantes como en los católicos se insistía
en el siguiente pasaje de la Biblia:
"Aquel día, el día en que Yahvé entregó a los amorreos en las manos de los hijos de Israel, habló
Josué a Yahvé y a la vista de Israel dijo: Sol detente sobre Gabaón; y tú. Luna, sobre el Valle de
Ayalón. Y el Sol se detuvo y se paró la Luna. " (Josué: Cap. 10, 12-13).

c. y en tercero, la objeción de las estrellas fijas: si la Tierra se moviera se podría aducir que dichas
estrellas parecerían cambiar de lugar con respecto a nosotros.
i
21
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

6.3. Los seguidores de Copérnico

A pesar de no triunfar, el sistema de Copérnico tuvo diferentes seguidores, entre los que merecen
destacarse Michael Mástlin y Tycho Brahe. A la hora de elaborar su doctrina, en ambos científicos
pesaba enormemente la opinión de la autoridad y de la tradición. M. Mástlin, religioso de la compañía de
Jesús, en público mantenía el sistema ptolemaico, mientras que en el círculo de sus discípulos íntimos
defendía el sistema de Copérnico, pues este último estaba mal visto por las autoridades religiosas. Por
otra parte, en la concepción de Tycho Brahe, la Tierra se sitúa en el centro y en tomo a ella el Sol, la
Luna y las estrellas fijas, mientras que los deníás planetas giran alrededor del Sol y, con él, en tomo a la
Tierra, que, por supuesto, continúa inmóvil en el centro.

6.4. Kepler

Kepler llevó a cabo un ingente esfuerzo de observación y de cálculo, poniendo las bases del auténtico y
definitivo sistema heliocéntrico. Partió del examen de la órbita de Marte y de numerosos datos
recopilados por los astrónomos que le precedieron, sobre todo por Tyfcho Brahe, y pronto formuló las dos
primeras leyes de su sistema:

1 Los planetas giran alrededor del Sol, describiendo una elipse, de la cual el Sol constituye uno de sus
focos.
2“. E l área barrida p o r el radio que une un planeta con el Sol es proporcional al tiempo que emplea en
describirla.

Expresado de modo más sencillo, el radio que une un planeta con el Sol barre áreas iguales en
tiempos iguales, lo cual significa que cuando el planeta se encuentra en el afelio se mueve con mayor
lentitud que cuando se halla en el perihelio.

Estas dos leyes constituyeron la aportación de xma visión totalmente nueva en Astronomía, a saber:

a) la admisión de órbitas no circulares;


b) la aceptación de velocidades no uniformes en el movimiento de los planetas. El sistema permitía
justificar correctamente las observaciones sin recurrir a los artificios de los ecuantes y de los
epiciclos. Por fin, largos años más tarde, Kepler dio con su tercera ley:

3®. E l cuadrado del período de circulación de un planeta es proporcional al cubo de la distancia de


dicho planeta al Sol (tVR^).

En donde t es el tiempo del giro y i? la media del eje mayor y menor de la elipse que describen los
planetas en sus giros.

7. LA ASTRONOMÍA DE GALILLO

En la Astronomía de Galileo podemos distinguir dos vertientes complementarias; en primer lugar, el

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Filosofía OMAGISTER Tema 54

aspecto relativo a la posición de los astros, y en segundo, el referente a naturaleza del cielo y de los
cuerpos celestes. En cuanto al primero, este autor defendió el sistema copemicano, refutando imo por uno
los argumentos opuestos a él y de modo muy especial los aristotélicos.

En este sentido, en la "Jomada segrmda" del Diálogo sobre los sistem as del mundo relata la opinión
según la cual, si la Tierra se moviese, una flecha lanzada verticalmente no caería en su punto de partida,
pues en el intervalo entre la elevación y la caída de dicha flecha la Tierra habría avanzado un
determinado trecho (y algo análogo ocurriría con la piedra arrojada desde lo alto del mástil de un barco,
que caería más allá o más acá de la base de aquél); como esto no sucede así, la conclusión de Aristóteles
era rotunda: la Tierra no se mueve; el propio Tycho Brahe había defendido la idea de que si la Tierra se
moviese, entonces un proyectil disparado hacía el Oeste tendría que llegar más lejos que imo disparado
hacia el Este, pues, en el primer caso, al alcance del cañón habría que añadir el desplazamiento de la
Tierra mientras dicho proyectil se encontraba en el aire, y en el segundo restarlo.

Por último, otros astrónomos sostenían que si la Tierra se moviese debería originar una fuerza centrífuga
tal, que multitud de cuerpos perderían el contacto con su superficie. La respuesta de Galileo a estas
objeciones consistió en manifestar que todos los objetos situados en la Tierra y las propias personas
participamos de su movimiento y, por tanto, éste permanece inq)erceptible para nosotros. Galileo, pues,
reafirmó el copemicanismo; sin embargo, no aceptó las leyes de Kepler, ya que rechazaba las formas
elípticas de las órbitas y el movimiento no uniforme, y mantenía la posición clásica de las órbitas
circulares.

En cuanto a la constitución del Universo, realizó un auténtico paso de gigante, a saber: en contra de
Aristóteles que defendía que el mimdo sublunar y el sidéreo eran de diferente nahiraleza, puso de relieve
\?i sim ilitud m aterial de ambos. Nuestro autor, utilizando las ideas del físico G. della Porta, construyó un
telescopio y lo dirigió hacia el cielo; en pocas semanas obtuvo observaciones insospechadas: descubrió
los satélites de Júpiter y el anillo de Saturno (que no reconoció), estableció la verdadera naturaleza de la
vía láctea, explicó el reflejo de la Luna (ésta carece de luz propia y la que aparenta poseer se debe a la
iluminación proporcionada por el Sol) y vio con claridad que en su superficie existían montañas y
depresiones como en la Tierra; en contra de la pureza del Sol se had an patentes las manchas solares. En
consecuencia, la especial naturaleza del mimdo supralunarno existía, sino que las observaciones ponían
de relieve que tanto uno como otro mundo eran de idéntica naturaleza.

8. CONCLUSIONES SOBRE LAS APORTCIONES DE GALILEO

Las aportaciones de Galileo fueron muchas y muy importantes; no obstante, conviene insistir en las
siguientes:

a. Creó el m étodo m atem ático experim ental de forma casi acabada y perfecta, iniciando el camino
por el que avanzarían las Ciencias Físicas en los siglos posteriores.
b. En sus análisis científicos, oponiéndose al arístotelismo, rechazó el proceso deductivo causal
silogístico en beneficio de la im plicación matemática. "Oponiéndose al arístotelismo abandona la
física cualitativa y limita su ámbito a las propiedades de los objetos expresables matemáticamente.

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

introduciendo la matemática como el lenguaje propio y adecuado para describir y explicar los
fenómenos físicos." Según él, la Física y las Matemáticas poseen objetos diferentes; pero se razona
del mismo modo en una que en otra.
c. Defendió la necesidad de la observación, tanto de la artifícial (o provocada): observación del cielo
mediante el telescopio o la caída de los cuerpos en el vacío; como de la natural y, además, diferenció
netamente la observación científíca de la mera experiencia sensible.
d. Se convenció de la racionalidad del Universo; éste, en tanto en cuanto fhito de una razón infinita
(Dios) presenta ciertas difícultades de comprensión a la razón humana; pero nuestro entendimiento,
por limitado que sea, gracias a la racionalidad de las Matemáticas, puede alcanzar un conocimiento
cierto de la realidad.
e. Aportó una serie de conceptos e implicaciones de tipo científíco que si él no acertó á dilucidar
plenamente, facilitaron la tarea a sus sucesores, tal ocurrió con los conceptos de masa, peso, inercia,
su pretensión de pesar el aire, etc.

9. ISAAC NEW TON

9.1. Personalidad y obra de Newton

Isaac Newton nació en el pueblo de Wollsthorpe, en el condado de Lincoln, el día de navidad de 1642. En
junio de 1661 ingresó en el Trinity College de Cambridge, donde inició sus estudios matemáticos bajo la
dirección de Barrow. Cuando éste le aconsejó que leyera la óptica de Kepler, Newton se dio cuenta de
que no podía hacerlo, ya que esa obra contenía desarrollos analíticos superiores a sus conocimientos.
Entonces se dedicó a Euclides, que, sin embargo, no le pareció de gran valor; luego a Descartes y a los
otros matemáticos de la primera mitad del siglo XVII; y fínalmente a Wallis, cuya Arithmetica
infinitorum ejerció en él una influencia indeleble. Paralelamente a los estudios matemáticos, se dedicó a
observaciones astronómicas y a experiencias de física y química, mostrando ya desde entonces su
capacidad de experitnentador, su habilidad en la construcción de aparatos y su gusto por el trabajo
manual.

En enero de 1665 consiguió su primer grado académico. Pero inmediatamente después debió abandonar
Cambridge para escapar a una terrible peste que azotaba toda Inglaterra; piénsese que en el verano de
1665 murieron sólo en Londres más de treinta mil personas. Se retiró a su pequeña posesión de
Wollsthorpe, donde perteneció cerca de dos años, y este período de involuntario aislamiento fue bastante
favorable para sus estudios. Se concentró totalmente en las propias investigaciones y en 1665-1667 el
joven Newton elaboró el núcleo principal de todos sus más importantes descubrimientos matemáticos y
físicos. Fue en este lugar, donde, según la leyenda, la famosa manzana que se le cayó en la cabeza le
habría hecho surgir la idea de la gravitación universal.

De regreso a Cambridge, sometió sus manuscritos de tema matemático a Barrow, y éste, comprendiendo
el excepcional valor del discípulo, decidió directamente renunciar a la cátedra en su favor. Poco después
del comienzo de su enseñanza universitaria, Newton entró a formar parte de la Sociedad Real de Londres
y en 1672 presentó en ella una célebre memoria de óptica concerniente a la descomposición por
refracción de la luz blanca, que permaneció inédita durante treinta años. En 1685 presentó un informe

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

sobre el movimiento de los astros con el título De motu: era la primera información oficial del famoso
descubrimiento mediante el cual Newton lograba unificar los fenómenos celestes con los terrestres y
deducía matemáticamente las leyes de Kepler del principio de gravitación universal. Se publicó en 1687
en forma más amplia con el título Philosophiae naturalis principia mathematica.

En ese momento se integra en la vida de Newton una importante fase de actividad política, que saca a la
luz sus vinculaciones con la parte más progresista del pueblo inglés.

Se inicia con la participación de Newton en una grave controversia surgida entre la Universidad de
Cambridge y el rey Jacobo II Estuardo, que quería imponer la concesión de un título académico no
merecido a un protegido suyo, el hermano benedictino Francis. La imiversidad envió a Londres xma
delegación con el encargo de que el rey cediera en su requerimiento; Newton, que formaba parte de la
misma, fue uno de los más intransigentes, rebelándose ante cualquier tentativa de compromiso. El éxito
de la misión incremento notablemente el prestigio del gran físico entre sus colegas.

La posición política a la vez progresista y legalista de Newton puede quedar ejemplificada también por la
siguiente declaración que escribió a un amigo: «Todo hombre de bien está comprometido, según las leyes
humanas y divinas, a seguir las disposiciones legales del rey, pero si Su M ajestad decide exigir algo que
según las leyes no puede pedirse, nadie debe ser castigado si no accede a ello».

Con la caída de los Estuardos y la subida al trono de Guillermo de Orange, Newton fue elegido diputado
al Parlamento de Londres por la Universidad de Cambridge. En esa función fue bastante útil a la
universidad como mediador entre ésta y el nuevo gobierno. Su posición de defensor de los whigs y de
sostenedor del nuevo rey fue nítida, a pesar de las complicadas oscilaciones del barómetro político. Fue
en ese período cuando Newton conoció a Locke y se hizo muy amigo de él. Los dos pensadores
ejercieron una notable influencia uno en el otro.

Terminado el período parlamentario, Newton volvió a Cambridge y atravesó uno de los períodos más
tristes de su vida por efecto de un agotamiento nervioso que lo llevó a las puertas de la demencia. El
comentario popular atribuyó la causa del colapso a un incendio que había estallado en su laboratorio, en
el que se habrían perdido preciosos manuscritos de trabajos inconclusos, sobre todo notas de carácter
experimental concernientes a sus investigaciones de química.

La enfermedad dejó en Newton graves consecuencias; ni aun después de recuperado pudo reanudar los
trabajos científicos con la antigua energía. Hasta puede decirse que su producción original cesó por
entero en 1690, aimque muchas de sus obras se publicaron después de esa fecha.

Entre éstas recordemos: las dos cartas de Newton a John Wallis, matemático insigne, sobre el cálculo de
las fluxiones; la célebre Óptica publicada en 1704, con dos apéndices, uno sobre las curvas algebraicas y
otro sobre el cálculo integral (éste último llevaba el título de Tractatus de quadratura curvarum y había
sido compuesto en 1665-1666); elAnalysisper aequationes numero terminorum infinitas, escrita en 1669
pero no publicada hasta 1711.

25
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

E n 1695 N ew to n fue nom brado in spector de la C asa de la M o n ed a de L ondres y algunos años m ás tarde
se convirtió e n su d irecto r general; renunció a la cáted ra universitaria. E n esos años Inglaterra atravesaba
u n p eríodo de verdadero caos m o n etario que am en azab a la estab ilid ad del n u evo régim en instaurado con
la segunda revolución (de 1688). N ew to n , con su co m p eten cia té cn ica y su ríg id a h onestidad, dio una
p recio sa contribución a u n a radical reform a m onetaria, y la crisis p o lítico -fin an ciera p u d o evitarse.

N om brado m iem bro de las m ayores academ ias cien tíficas eu ro p eas y p resid en te de la S ociedad R eal de
L ondres (1703), N ew to n se convirtió en la m ás sólida p erso n alid ad cien tífica de Inglaterra. H acia 1704-
1705 surgió entre él y L eibniz u n a grave y b astan te d esag rad ab le co n tro v ersia sobre la p rio rid ad de uno
con respecto al otro en la invención del cálculo infinitesim al.

P ara com pletar el cuadro que h em os esbozado sobre la co m p leja fig u ra de N ew to n , es necesario agregar
que fue u n hom bre profundam ente religioso y docto teólogo. L ocke p u d o escribir sobre él, e n 1703, estas
palabras: «N ew ton es un cien tífico verdaderam ente excep cio n a l p o r los sorprendentes éxitos conseguidos
no só lo en e l cam po d e la m atem ática, sin o tam bién en e l de su p ro fu n d o co n ocim iento d e la Sagrada
E scritura, m a teria en la c u a l p o c o s p u e d e n co m p etir con él». E sa relig io sid ad de N ew to n constituye un
rasgo m uy característico no sólo de la p erso n alid ad de n u estro autor, sino de to d a la cultura de la
sociedad inglesa de su época.

E ntre las obras de tem a relig io so que escribió nos lim itarem os a reco rd ar la C ronología, que le costó
varios años de trabajo y que se pub licó después de su m uerte; en ésta p ro p o n ía coordinar la cronología de
la B ib lia co n la de los antiguos p u eb lo s egipcios, griegos, etcétera, interpretando de m an era nueva y
diferente textos y m itos, con el fin de elim inar las con trad iccio n es que, al su rg ir de m an era cad a vez más
n u m erosa de los estudios filológicos, p arecían p o n e r en u n a seria crisis la autoridad de la Sagrada
Escritura. M urió en 1727 y fue sepultado con los m ay o res h o n o res en la ab ad ía de W estm inster.

9.2. I m p o r ta n c ia filosófica d e los d e s c u b rim ie n to s d e N e w to n

9.2.1. E l s iste m a d el m u n d o

D os son las obras que cim entan la gloria de N ew ton: los P rin cip io s m atem á tico s d e la filo s o fía natural
(1687) y la O ptica (1704). E n esta exposició n nos vam os a lim itar a an alizar la im portancia filosófica de
los descubrim ientos new tonianos.

E l título de la p rim era o b ra es u n claro desafío a los P rin cip io s d e la F ilo so fía de D escartes (1638). Sin
em bargo, la p recisió n "P rincipios m atem á tico s " n o debe in d u cir a error. A p e sa r de esta insistencia en lo
m atem ático, N ew ton v a a dar u n giro decisivo a la filosofía natural (física), abandonando e l racionalism o
de los p io n e ro s y cum pliendo, m ás bien, e l p ro g ra m a em p irista in icia d o p o r F ra n cisco B acon (1561-
1626) y R o b e rt B o yle (1627-7691). C on N ew to n , la m atem ática d eja de ser el fundam ento para
convertirse en u n m edio a u xilia r: la g eom etría n ace de la m ecánica, y sin ella no tiene sentido. Lo
expresa en el P refa cio m ism o de los P rin cip ia :

"D escribir líneas recta s y círcu lo s so n p ro b lem a s, p e ro no p ro b lem a s g eo m étricos. S e necesita la


m ecánica p a r a la so lu ció n d e esto s p ro b lem a s; y una vez dem ostrados, la g eo m etría a clara su uso. Y es

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

una gloria para la geom etría que con estos pocos principios, traídos desde fuera, pueda hacer tantas
cosas. Por tanto, la geom etría sefutida en la práctica de la mecánica, y no es nada más que una parte de
la mecánica universal, que se p ro p o n ey dem uestra exactam ente el arte ele medir. "

Así, en la continua polémica entre resolución y composición, entre análisis y síntesis, Newton concede
decididamente la prim ada a la segunda (lo que va a tener consecuencias decisivas en la filosofía de
Kant). Nótese que, de esta forma, Newton va a apartarse del ideal ilustrado de razón empírico-analítica,
que él mismo contribuyó tan poderosamente a foijar. La geometría sirve para aclarar, para exponer con
mayor exactitud lo que ya de antemano se ha demostrado, mejor habría que decir mostrado. Hablando
con rigor, la ciencia no comenzaría, pues, con una demostración matemática, sino con una construcción a
partir de lo sensible. El método de la ciencia, afirma Newton frente al racionalismo continental, es la
inducción. Así lo expone en las famosas Regulaephilosophandi (Reglas del filosofar) del Libro III de los
Principia.

r. No deben ser admitidas como causas de las cosas naturales más que aquellas que a la vez sean
verdaderas y basten para explicar los fenómenos. Asi, dicen los filósofos: la naturaleza nada hace
en vano; y se hace en vano aquello que, pudiendo ser producido por pocas cosas, lo fuera por
muchas. En efecto, la naturaleza es sin g le y no se cuida de las causas superfluas.

ir. En tanto que sea posible, a efectos naturales del mismo género hay que asignar causas del mismo
género.

in*. Las cualidades de los cuerpos que no admiten aumento ni disminución de grados, y que pertenecen
a todos los cuerpos en los que cabe experimentar, deberán ser tenidas por cualidades universales de
los cuerpos... La extensión, dureza, impenetrabilidad, movilidad y fuerza de inercia del todo surge
de la extensión, dureza, impenetrabilidad, movilidad y fuerzas inerciales de las partes: de donde
concluimos que las partes mínimas de todo cuerpo son extensas, duras, impenetrables, móviles y
dotadas de fuerza de inercia. Y éste es el fundamento de toda la filosofía... Pero yo no afirmo en
absoluto que la gravedad sea algo constitutivo de la esencia de los cuerpos. Por fuerza ínsita
entiendo la sola fuerza inercial.

IV*. En la filosofía experimental las proposiciones extraídas mediante inducción a partir de los
fenómenos -y a pesar de hipótesis en contrario-, deben ser tenidas por verdaderas, sea exactamente
o del modo más aproximado posible, hasta tanto no sucedan fenómenos por los cuales esas propo­
siciones se hagan aún más exactas o sujetas a excepciones. Esto es lo que debe hacerse, y no
suprimir por causa de una hipótesis un argiunento inductivo.

Es imprescindible insistir en la importancia decisiva -aunque no siempre favorable- que estas reglas han
tenido en la historia de la ciencia moderna.

La primera regla, expresión de la famosa "navaja de Ockham", es el postulado de regularidad y


sim plicidad en la naturaleza (y, por ende, en la investigación científica), que jugó un papel
decisivo en la aceptación del sistema copemicano.
I
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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

La segunda cimenta la llamada "síntesis newtoniana". Hoy cabría denominarla; ley de continuidad.
Es la que permitiría a Newton derribar la distinción entre cielo y tierra y entre diversas clases de
elementos (presente aún, paradójicamente, en Descartes), pero también es esta misma ley la que
impedirá la constitución de la química (basada en la diferencia de lo elementos) hasta entrado el
siglo XDC.
c. La tercera muestra el principio de inducción (o más exactamente, de transducción: paso de lo
observable a lo inobservable, de consecuencias graves en la teología de Newton, como después
veremos). Newton vuelve así, claramente, a Arquímedes: primero se hace un experimento
mecánico construyendo un modelo físic o aproximado, y luego se idealiza geométricamente.
Obsérvese que este método está en oposición directa con el Galileo, y que no permite jamás una
confíanza absoluta en el poder matemático de la razón. En esta tercera regla (Newton no era muy
cuidadoso en la exposición doctrinal) se abandonan, por im momento, los aspectos metodológicos
para mostramos la estractura de la materia. Se trata de im claro atomismo (frente al continuismo
cartesiano) del que se excluye explícitamente toda afirmación de vivacidad o actividad por parte de
la materia. La atracción de la gravedad es extrínseca a los cuerpos.
Por último, la regla cuarta -continuación de la tercera- insiste en el carácter inductivo de la ciencia
y es la enemiga newtoniana contra las hipótesis. Se trata tanto de hipótesis metafísicas (las
cualidades ocultas escolásticas) como mecánicas (las teorías a priori cartesianas o galileicas).
Curiosamente, si por una parte el sistema queda reconocidamente reducido a lo verosímil (volvien­
do así a la vieja exigencia platónica de “ctiento probable" para la ciencia natural), se asegura por
otra su validez cuasi eterna, pues, salvo im milagro, los fenómenos seguirán siendo como son, sin
poder ser explicados mediante hipótesis distintas (lo cual va, en cierto modo, contra la Regla 1*:
Newton asume tácitamente que nadie encontrará principios más sencillos y "evidentes"). También
al final de los Principia se volverá a insistir, obsesivamente, en las dos prohibiciones: la atribución
de actividad a los cuerpos y la postulación de hipótesis:

“En verdad, no cabe deducir de los fenóm enos la razón de estas propiedades de la gravedad, y yo
no fin jo hipótesis."

Cabe decir, tranquilamente, que esta afirmación es falsa dentro del propio sistema newtoniano, que utiliza
hipótesis mecánicas (la construcción de modelos, guiada por el principio de sencillez), metafísicas (el
espacio y tiempo absolutos) y metodológicas (el principio de transducción, que pasa de lo general a lo
universal). Si esto es así -y hay pruebas innumerables de ello- procede pregimtarse por el origen de esta
enemiga contra las hipótesis. La respuesta vendrá dada por una proftmdización en las aplicaciones de
estos tres tipos de hipótesis: 1“. Las hipótesis mecánicas; 2®. Las hipótesis metafísicas; 3*. Las hipótesis
metodológicas.

9.2.2. La ontología dualista

9.2.2.1. Las hipótesis mecánicas: Actividad y pasividad

Las hipótesis m ecánicas vienen dadas por la creencia de que la Naturaleza no actúa en vano; es simple,
y no se cuida de lo superfluo. Ahora bien, sabemos que el universo newtoniano está compuesto por

2B
Filosofía ©MAGISTER Tema 54

átomos inertes, absolutamente pasivos. El conjunto de estas pasividades no puede, obviamente, originar
una actividad. ¿Qué es, pues, la Naturaleza, para actuar siempre infaliblemente y para ordenar el mundo
del modo más sencillo posible?

Al final de su Optica, Newton fijó una serie de "cuestiones" de importancia fundamental, ya que en ellas
se vislumbran los verdaderos intereses del científico. Es en la Cuestión 28 donde encontramos una
respuesta, tan audaz como clara:

"Para el rechazo de tal medio (se refiere al éter continuo cartesiano^, disponemos de la autoridad de
aquellos de los más ancianos y célebres filósofos de Grecia y Fenicia, quienes hicieron del vacío, los
átomos y la gravedad de los átomos los primeros principios de sufilosofía, atribuyendo tácitamente la
gravedad a una causa distinta de la materia densa. Filósofos posteriores borraron de la filosofía
natural la consideración de tal causa, imaginando hipótesis para explicar mecánicamente todas las
cosas y relegando a la metafísica todas las demás causas. Sin embargo, el objetivo básico de la
filosofía natural es argumentar a partir de los fenómenos, sin imaginar hipótesis y deducir las causas
a partir de los efectos hasta alcanzar laprimerísima causa que, ciertamente, no es m ecánica’’.

Aquí Newton descubre claramente sus intenciones. Resulta sorprendente este enlace del atomismo (que
hoy sabemos ateo o, cuando menos, no cuidado de los dioses -Epicuro-) con la creencia en la Divinidad.
Newton no había leído a los atomistas. Sí, en cambio, había estudiado apasionadamente a los filósofos
platónicos de Cambridge (en cuyo Trinity College estudió y enseñó) y especialmente a Henry More y
Ralph Cudworth. Este último sostenía la existencia de ima edad de oro, incontaminada, en la que los
hombres poseían u n aprisca sapiencia ("sabiduría prístina"), por la que dividían el mundo en potencia
activa (Dios) y pasiva (materia). Una chispa de esta perdida sabiduría habría llegado hasta Fenicia y
Grecia (obsérvese cómo las categorías aristotélicas de acción y pasión pasan ahora a constituir la
verdadera realidad). Pues bien, los esfuerzos de Newton van a ir orientados a reconstruir esta sabiduría
revelada y luego perdida por el pecado de los hombres (el diluvio). Así, la Optica concluye con esta
amonestación:

"No cabe duda de que si el culto a los falsos dioses no hubiese cegado a los paganos... nos habrían
enseñado el culto al verdadero Autor y Benefactor, del mismo modo que lo hicieron sus antecesores
bajo el gobierno de N o é y sus hijos, antes de que se corrompiesen."

Así se explica la insistencia de Newton en que no se haga a la gravedad potencia ínsita en los cuerpos. El
universo será entonces activo (como en Leibniz) y no habría necesidad de la acción de Dios. Es esta
hipótesis religiosa la que prohíbe el empleo de otras hipótesis. Dios y materia se enfrentan como
actividad pura y pasividad inerte. No hay gradación posible de la materia a Dios: las causas finales han
desaparecido; todo movimiento, toda fuerza, tienen por causa a Dios. ¿Es, pues, la Divinidad misma la
causa directa de la gravedad? Aquí el pensamiento de Newton vacila. A partir de la edición latina de la
Óptica (1706) se orienta decididamente a postular la acción de un éter (discontinuo) sutilísimo, más
densamente agrupado en las regiones vacías interestelares que en los intersticios de los cuerpos. Sería
esta diferencia de densidad la que explicaría la atracción. Con todo, hay que reseñar que en múltiples
ocasiones se nos habla de espíritus etéreos, por lo que cabe suponer que este éter no actúa

29
Filosofía © M A G IST ER Tema 54

mecánicamente por su sola Jiierza (m podría, si toda acción viene de Dios). ¿No es ésta ima vuelta no
sólo a las ctialidades ocultas, sino a la misma angelología medieval? Leibniz acusaría a Newton, iróni­
camente, de "comer bellotas tras el descubrimiento del trigo" (Quinta Carta a Clarice), esto es, de
convertir el universo en una teofania, en un milagro permanente, justo en la edad del triunfo de la
mecánica.

Más aún: este universo inerte exigía la continua intervención de Dios (providencia, frente al puro papel
del creador, asignado por Descartes a Dios), y no sólo para conservarlo, sino para reformarlo
continuamente, ya que estaría en continua degradación. Es curiosa la resiurección que hace de la
concepción neoplatónica de la materia como mal... En particular, los cometas serían cuerpos enviados por
Dios para suministrar nuevo combustible a las estrellas en trance de extinción. Pero Newton no se detiene
aquí: es dable suponer la existencia de otros sistemas con otras leyes de la naturaleza, según le plazca a
Dios:
"Dios es capaz de crear partículas de materia de diversos tamaños y figuras, en distintas
proporciones al espacio y tal vez de distantes densidades y fuerzas, afin de cambiar con ello las leyes
de la naturaleza y form ar mundos de distintos tipos en diversas partes del universo." (Óptica, Cues­
tión 31.)

Tantos esfuerzos derrochados por los más grandes ingenios del siglo XVII - incluyendo en parte al propio
Newton - por crear una imagen unitaria y matemáticamente estructurado del mundo, parecían venirse
ahora abajo por la irrupción del Dios volu n tarísta e irracional (por anterior a, y creador de las distintas
razones válidas para los distintos mundos) prefigurado ya en el agustinismo inglés del siglo XTV. Es
innecesario decir que la modernidad no iba a seguir en esto a Newton.

9.2.2.2. L as hipótesis m etafísicas: espacio y tiem po

Pasemos ahora a las hipótesis m etafísicas, ejenq>lificadas en el e ^ a c io y tiempo absolutos. x>s lugares
clásicos de su definición se encuentran en el Escolio General del libro III de los Principia.

"1°. El tiempo absoluto, verdadero y matemático, de suyo y por su propia naturaleza, sin relación a nada
externo, fluye ecuablemente, y se llama también duración; el relativo, aparente y vulgar es una medida
sensible y externa (sea exacta o inexacta) de aquella duración, y es tomado por el vulgo como tiempo
verdadero: así, una hora, un día, un mes, un año.

IP. El espacio absoluto, por naturaleza sin relación a nada externo, permanece siempre igual a si mismo e
inmóvil; el relativo es la medida de este espacio, o cierta dimensión móvil, que es definida por nuestros
sentidos según su relación a los cuerpos, y que el vulgo toma por espacio iiunóvU... En especie y
magnitud son iguales el espacio absoluto y el relativo; pero no siempre permanecen iguales en cuanto al
número."

Prosigue después Newton con las definiciones, derivadas, de lugar y movimiento.

Que estas hipótesis son metafísicas (más allá de lo físico) "nos lo prueban las propias reglas del

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Filosofía GMAGISTER Tema 54

filo so fa r”. En efecto, “p o r inducción podríam os llegar, en todo caso, a l espacio y tiempo relativos,
nunca al absoluto La relatividad de espacio y tiempo se prueba por su procedencia de la medida
sensible de los cuerpos; si uniéramos las distintas medidas posibles, tendríamos colecciones de tiempos y
espacios.

En modo alguno se puede llegar al carác/er absoluto de estos ámbitos partiendo de las relaciones entre
cuerpos. Es cierto que Newton aduce dos ingeniosas experiencias para probar el carácter absoluto del
espacio: la del agua girando dentro de im cubo y la de las esferas separadas por ima cuerda tensa. Sin
embargo, estas experiencias sólo prueban que el espacio relativo en que suceden está situado dentro de
otro ámbito, que no tiene por qué ser absoluto (así, a fines del siglo XDC el científico alemán E rn st M ach
probaría matemáticamente que las apariencias se explicaban perfectamente aceptando las estrellas fijas
como xm sistema de referencia). Hoy sabemos que nada en la naturaleza está en reposo absoluto: hay
reposo sólo con respecto a algún sistema de coordenadas. Newton estaba extrapolando el principio de
relatividad de Galileo (invaríancia de sistemas inerciales), a fin de establecer dos ámbitos de presencia y
duración. ¿Qué razones le movían a ello? En principio, podemos afirmar que los famosos Axiom as o
Leyes del M ovimiento precisan del carácter absoluto e infinito del espacio. Veamos la formulación exacta
de estos Axiomas:

"Ley I“. Todo cuerpo persevera en su estado de reposo o movimiento uniforme y rectilíneo, en tanto no
se vea obligado a cambiar de estado por una fuerza impresa.

Ley IP . El cambio de movimiento es proporcional a la fuerza motriz impresa, y se produce según la


línea recta en que ha actuado dicha fuerza.

Ley IIP . Siempre hay una reacción contraria e igual a una acción; es decir, que las acciones de dos
cuerpos siempre son mutuamente iguales y de sentido contrarío." (Principia. Libro I.)

La primera ley expresa el principio de inercia, y da una definición implícita de masa (potencia de
resistencia al cambio de movimiento). La segunda ley define la fuerza: F = m a.La. tercera es el principio
de acción y reacción.

Dos puntos cabe destacar aquí: la circularídad de las leyes 1“ y 11“ (la una se explica por la otra) y el
carácter principal, "evidente" de la fuerza impresa, que queda sin definir. “Unamos, ahora, las dos
hipótesis de base: un espacio infinito y absoluto en el que se desplazan masas inertes, y una fuerza que,
extrínsecamente, actúa sobre los cuerpos Cabe por fin desvelar ahora el secreto de estas hipótesis: el
espacio es el órgano sensorial (sensorium) de Dios, aquello que garantiza su omnipresencia; la fuerza, el
signo de la actividad y potencia divinas. Era necesario afirmar el carácter absoluto del espacio para no
mezclar la materia con la Divinidad; era necesario el carácter extrínseco de la fuerza para no dar a los
cuerpos caracteres divinos. Sin embargo, Newton no identifica espacio y tiempo con Dios; Dios es la
Persona que se manifiesta como espacio y tiempo:

"No es eternidad e infinidad, sino eterno e infinito; no duración y espacio, sino que dura y está
presente. Dura p o r siempre, y está presente en todas partes; y existiendo siem pre y en todas partes,
constituye el espacio y la duración." (Principia. Escolio General).

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

Esta es una idea presente ya en H en ry M ore (que había llegado incluso a la identificación de Dios y el
Espacio), abierta a múltiples objeciones: si Dios está presente su sta n cia lm en te en el espacio, entonces
Dios es im cuerpo (aimque inmenso), y se convierte en la vieja alm a d e l m undo de los filósofos árabes
medievales. Y si está presente virtualm ente, es que Dios puede ser a la vez potencia y acto, inactividad
(el espacio es inactivo causalmente) y pura acción. En todo caso, Dios, lo simple y sin mezcla, aparece
sensiblemente como lo compuesto de partes. Tanto Berkeley como Leibniz emplearon lo mejor de su
crítica en luchar contra esta extraña concepción newtoniana, tan inútil para la ciencia como nociva para la
religión.

Pero los intereses de Newton iban por otra parte. Era una idea común en su tiempo la de un sen so rio o
lugar donde interactuaban la materia y el espíritu -recuérdese la glándula pineal cartesiana-. Pero la
religiosidad protestante del científico inglés exigía una pasividad absoluta por parte del sensorio humano.
El hombre recibía en el sensorio las imágenes de las cosas (nunca las cosas mismas); y esto se debía a su
localización espacio-temporal. El hombre es im animal receptivo:

"V em os tan só lo las fig u r a s y co lo res de los cuerpos; oím os tan só lo so n id o s; tocam os tan só lo las
su p erficies extern a s; olem o s lo s so lo s o lo res y g u sta m o s los sa b o res; p e ro las su sta n cia s íntim as no las
conocem os m ed ia n te n ingún sentido, n i tam poco m ed ia n te a cción refieja alguna; m ucho m enos tenem os
idea de la su sta n cia d e D io s . " (Principia. Escolio General.)

Las críticas de Locke y Hume están ya prefiguradas en el fenomenalismo de Newton. Lo que Newton no
podría prever es que fueran a utilizarse como argumentos en favor del agnosticismo e, incluso, del
ateísmo. Él, que había quitado del hombre todas las potencias que Descartes le había atribuido, para
ponerlas en Dios; él, que había escrito los Principia "n o con e l p ro p ó sito d e p re se n ta r un desafio al
C reador, sin o p a ra refo rza r y d em o stra r e l p o d e r y su p erin ten d en cia d e un S e r S u p rem o ." (Carta a
Conduitt.)

Así, en la comparación sen so rio hum ano - sen so rio d ivin o , este último percibe los cuerpos tal como son,
ya que todos están en él embebidos. Y puede modificar a su arbitrio las posiciones de éstos, mediante los
espíritus etéreos. El hombre, por el contrario, es limitado y pasivo; no está en su mano alterar los estados
de los cuerpos. Cuando cree hacerlo, está en realidad obedeciendo los planes de Dios.

9.2.2.3. L as hipótesis m etodológicas: De la m ateria a Dios

Pasemos, por último a las hipótesis metodológicas. De ellas, la más importante es el p rin cip io de
transducción (R egla III). Su importancia es tal, que es considerado "fundamento de toda la filosofía". ¿En
qué reside su valor? R educe, en p rim e r lugar, la m ateria a cu a lidades prim a ria s, m atem atizables. Con el
atributo de la masa (inercia) les confiere el esencial carácter de p a sivid a d . Hace del hombre un ser
doblemente pasivo (receptor de pasividades). Hasta aquí, el principio sería de mera inducción: paso de lo
particular a una generalización empírica. Sin embargo, el principio va más lejos, y se constituye en una
p ru eb a a p o ste rio ri d e la existen cia d e D ios: el orden, finalidad y belleza que el sensorio humano
descubre no son producidos por él, ni por las cosas inertes. Por tanto, se accede al reino inmutable de la
Primera Causa: "este bellísimo sistema... sólo puede proceder del consejo y dominio de un ser inteligente
y poderoso." La Filosofía Natural toda (y la matemática a su servicio) se descubre ahora como una

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Filosoña ©MAGISTER Tema 54

inmensa praeparatio Dei. Más aún, a través del principio de transducción el mecánico se convierte en
teólogo; "tratar acerca de E l a p a rtir de las apariencias de las cosas com pete ciertam ente a la Filosofía
Natural". (Principia. Escolio General)

9.2.3. L a idea de la naturaleza y el destino de la filosofía

Si en el orden científico logró Newton sintetizar los diversos descubrimientos en el seno de una Mecánica
Racional, en el orden filosófico levantó ima muralla entre sentidos y razón, entre la materia pasiva y la
fuerza activa. La Ilustración nos muestra la lucha denodada por lograr una nueva síntesis. Seria Kant
quien la cumpliera. Pero quizá fuera ya, en algunos aspectos, demasiado tarde.

Desde el pimto de vista filosófico y metodológico Newton aparece como la antítesis de Galileo. Este
había mantenido tajantemente la escisión entre Ciencia y Fe. Aquél se esforzó toda su vida en presentar a
la Ciencia como la prueba de la Fe. El písano (y más aún Descartes) confió de tal modo en el poder de la
razón que equiparó el conocimiento intensivo del hombre al divino, mientras que Descartes hacía lo
mismo con respecto a la voluntad. Newton, fiel a la esencia del Protestantismo, rebajó de tal modo al
hombre que lo condenó a vivir en tm mirndo de imágenes, de sombras, dejando el conocimiento de las
cosas mismas para Dios. Por ello, insistió en el carácter empírico e inductivo del conocimiento, frente al
racionalismo matematizante continental.

Al hombre ilustrado le interesó, desde luego, el carácter impresionantemente unitario y estructurado de la


mecánica newtoniana, y no sus intereses teológicos dominantes en última instancia. Así, combinando el
ideal matemático y onmnicomprensivo de Descartes con la prudencia enpírica y el rigor experimental de
Newton, se fue configurando una imagen de la Naturaleza, operante de algún modo en nuestros días, y
cuyo mejor exponente se encuentra quizá en la audaz Historia General de la Naturaleza, de Emmanuel
Kant (1755).

Estos serian los rasgos esenciales del concepto de Naturaleza en la Ilustración:

la Naturaleza no es tanto im conjunto de fenómenos (naturaleza materialmente considerada) cuanto


un sistema de leyes (naturaleza form alm ente considerada) regido por los siguientes principios:
r principio de regularidad: natura nihil agit frustra (la naturaleza no hace nada en vano);
2° principio de continuidad: natura non fa c it saltus (la naturaleza no da saltos);
3“ principio de conservación: en la naturaleza nada se crea ni se destruye, sólo se transforma
(masa, cantidad de movimiento, energía). Principio expresamente formulado, en toda su
generalidad, por Lavoisier;
4°. principio de m ínimo esfuerzo: natura agit sem per p e r vias sim plices (la naturaleza actúa
siempre por el camino más fácil). Principio formulado por M aupertuis;

b. la Naturaleza es una estructura de tal modoo trabada que el conocim iento de sus leyes nos perm ite
predecir el futuro y actuar en consecuencia (de aquí que la idea ilustrada de Naturaleza esté en la
base de la revolución científico-técnica del siglo XIX). El tien d o adquiere im valor secundario; es
reversible con respecto al espacio infinito;

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

c. la Naturaleza es autónoma: no necesita de Dios para ser explicada. El mismo Newton había
sospechado esta transformación, que se daría bien a su pesar: "un D ios sin dominio, sin providencia
y sin causas finales no es nada más que Hado y N aturaleza" (Principia. Libro 111);

d. las leyes de la Naturaleza conñguran el reino de la necesidad. La libertad no existe; la ilusión de ser
libre se debe a un desconocimiento de las variables intervinientes: determinismo.

e. todo lo existente se deja reducir al ámbito mecánico de lo físico-químico: reduccíonismo físícalista.


Sin embargo, y frente al cartesianismo, éste es im mundo vivo, un mundo de fuerzas en interacción
(vis viva). La masa es límite entre dos fuerzas (vis inertiae, vis impressa): energetismo.

9.2.4. Del teísmo al sensacionismo

Los mismos progresos de la ciencia tan sólidamente establecida por Newton fueron haciendo cada vez
más innecesaria la intervención de Dios en el ámbito natural. El descubrimiento de la energía por
Chrístian Huyghens (1/2 mv^) y de la vis viva por Leibniz (mv^), Arente a la inerte cantidad de
movimiento cartesiano (/nv), que Newton no pudo ni quiso superar, los progresos en biología y química y
la dominación de la energía eléctrica (botella de Leyden) configuraron, a fines del siglo XVIII un mundo
en el que el mejor sucesor de Newton, Laplace, podía contestar a Napoleón que no había introducido a
Dios en su sistema por no tener necesidad de esa "vana hipótesis".

Pero la desdivinización del mundo llevaba necesariamente pareja la caída de la razón como sujeto
cognoscente: la mente humana, privada de su comparación con Dios, queda fuera del sistema mecánico.
O bien (y ésta es la gran paradoja), es el mismo sistema mecánico el que se mentaliza, el que se hace
psíquismo. En efecto, la clásica escisión entre cualidades primarias y secundarias pasaba a través de la
primacía de la razón matemática, trasimto de la divina. Eliminados ambos tipos de razón, limitado el
hombre a los nudos fenómenos, cae también la distinción entre cualidades: ambas son objetivas, o
subjetivas, según se desee. E l hombre es una colección de sensaciones. Eliminados el espacio y el
tiempo absolutos, no hay más sensorio que el humano. Pero entonces es imposible distinguir entre cosas
y sensaciones de las cosas: es el sensacionismo de L am ettrie (L’ Homme Machine, 1748) y de
Condillac (Traité des sensations, 1754).

Las salidas de este "encierro psíquico" han dado origen al mundo actual. Encontramos dos salidas
explícitas y otra sutilmente tortuosa:

a. La primera, el trascendentalismo kantiano, que otorga francamente a la razón la actividad que


Newton reservaba a Dios.

b. La segunda, el materialismo mecanínicista, encabezado a este respecto por Georges Cabanis (17S7f’
1808) y su famoso lema: Les nerfs: voilá tout l'homme.

c. La tercera salida recoge el volimtarismo newtoniano y lo introyecta en el hombre.

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

Si éste, dice CondiUac, no es explicable como unidad mediante una razón sintética, se reconocerá como
organismo mediante sus deseos e impulsos. Es una línea que, a través del romanticismo, llega hasta
Nietzsche y Freud.

10. SÍNTESIS DEL PENSAMIENTO DE NEWTON

10.1. Matemática

No hay duda de que las invenciones de Newton sobre el cálculo infinitesimal fueron anteriores a las de
Leibniz en una decena de años. Pero es un hecho que Newton no entregó a la imprenta sus trabajos, y por
lo tanto la memoria fundamental de Leibniz sobre el mismo tema apareció mucho antes que las
publicaciones matemáticas del inglés. Baste con observar que el gran «invento» no hacía sino coronar un
largo conjunto de investigaciones iniciadas medio siglo antes por Cavalieri, y continuadas por Torricelli,
Fermat, Pascal, etcétera, de modo que no constituía una verdadera novedad. La parte nueva consistía
sobre todo en la sistematización de los símbolos y en la determinación precisa de sus reglas relativas,'
que sin embargo no deben confundirse con una «sistematización lógica» del tema, que sólo se realizará
más tarde, en el siglo XIX.

El concepto fundamental del cálculo de Newton es el defluxión, que corresponde a lo que hoy llamamos
«derivadas». Newton parte de la comprobación de que «las líneas se describen no mediante adiciones de
partes, sino por movimiento continuo de puntos; las siq)erfícies por movimiento de Líneas; los sólidos por
movimiento de superficies, etcétera»; y observa que las cantidades así generadas varían, en tiempos
iguales, más o menos según la mayor o menor velocidad con la que cada una de ellas crece. De ahí la
importancia fundamental de estas «velocidades de crecimiento»: y justamente a ellas Newton les atribuye
el nombre de «fluxiones», mientras que llama «fluentes» las cantidades generadas por los movimientos
continuos a los que hemos aludido hace poco.

Sin extendemos sobre el tema, baste con recordar que Newton descubre el «teorema de inversión» que
media entre las derivadas y las integrales, aporta las principales reglas de derivación e integración,
descubre la importancia de las ecuaciones diferenciales y resuelve algunos tipos de ellas, aplicando las
soluciones obtenidas a la mecánica racional. Otros importantes trabajos de Newton conciernen a los de­
sarrollos en serie y a las curvas algebraicas.

Desde el punto de vista metodológico, es importante señalar que a Newton no le interesa la matemática
como ciencia en sí, con un valor teórico propio absoluto. La matemática para él es esencialmente un
instrumento para la investigación de los fenómenos físicos (en especial mecánicos), y por lo tanto
siempre se la debe tratar con referencia a algo no puramente matemático, justamente esto, según él, es lo
que lo exime de discutir los graves problemas lógicos relacionados con los infinitos y los infinitésimos y
de tener en cuenta las objeciones que los rigoristas planteaban contra el nuevo tipo de cálculo.

^ . Los sím bolos de Leibniz son, sin duda, mejores que los de Newton; tanto es asi que se conservan en los tratados
modernos.

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Filosofía © M A G IST E R Tema 54

10.2. M ecánica

N ew to n sintetizó los resultados de esta ciencia en tres célebres leyes: los llam ados tres p rin cip io s de la
dinám ica. Si b ie n el prim ero y el segim do y a eran p arcialm en te co nocidos antes de él, el tercero es obra
esencialm ente suya. C on el m ism o dio im a d efin ició n cien tífica ex acta y g en eral de los conceptos de
fuerza, m asa, etcétera. R elacionó, adem ás, to d as las leyes m ecán icas con los dos conceptos
fundam entales de tiem po absoluto y de espacio ab so lu to (o de las estrellas fijas).

L a ap licación m ás im portante de la m ecán ica n ew to n ian a la constituye, com o b ie n se sabe, la teo ría de la
grav itación universal. N ew to n parte de la h ip ó tesis de que dos m asas se atraen co n u n a fuerza
directam ente pro p o rcio n al a las m asas m ism as e in v ersam en te al cuadrado de las distancias. Luego
dem uestra que xma esfera de m ateria gravitatoria atrae los cuerpos que se encuentran fuera de ella com o si
to d a la m asa de la esfera estuviese condensad a en su centro. D e esto d educe que Sol, L una, planetas y
T ierra p ueden ser considerados com o m asas puntiform es. F inalm ente dem uestra que la gravitación de los
planetas alred ed o r del Sol debe d a r lu g ar a u n a ó rb ita elíptica.

T odo el com plicado m ecanism o del sistem a so lar p o d ía p u es ser deducido de u n a ú n ica sim plicísim a
h ip ó tesis sobre la fuerza de atracción de las m asas. ¡ E sta hipótesis indicaba tanto la cau sa del m ajestuoso
curso de lo s p lan etas com o la cau sa de la caíd a al suelo de u n a m anzana! R esu ltab a que los cuerpos
celestes, considerados p o r los antiguos astrónom os com o divinos e incorruptibles, obedecían a las mismas
leyes que los fenóm enos terrestres: la vm ificación del u n iv erso físico q u ed ab a definitivam ente realizada.

E n los P rin cip ia N ew to n lo g rab a ex p licar p o r fin, p artien d o de la ley de gravedad, el com plicado
fenóm eno de las m areas, que tanto hab ían estu d iad o y a K ep ler y G alileo.

10.3. Ó PT IC A

L a óp tica de N ew to n parte de sus fam osas ob serv acio n es experim entales sobre la descom posición de la
luz b la n ca cuando atrav iesa u n p rism a trian g u lar de vidrio. P erten ecen al b ien io 1665-1667, y la
im portancia que N ew to n les atribuye resulta del h ech o de que este au to r dedicó a la ó p tica los prim eros
cursos apenas obtuvo la cáted ra de B arrow . L as experiencias sobre la desco m p o sició n fueron com ple­
tadas p o r experiencias inversas, con las cuales N e w to n logró reco m p o n er la lu z b lan ca com poniendo los
diferentes rayos coloreados. L uego exam inó los colores de las lám inas delgadas, y colocando un prism a
de vidrio encim a de im lente de cu rv atu ra conocida, logró p ro d u cir esos anillos coloreados que aún hoy
llevan el nom bre de «anillos de N ew ton».

A p artir de éstas y de otras varias observacio n es, finalm ente form uló la célebre teo ría corpuscular, según
la cu al los rayos de luz están constituidos p o r p eq u eñ o s co rpúsculos em itidos p o r sustancias luminosas.

L a id ea de que la luz esté com p u esta p o r p artícu las pro y ectad as p o r el cuerpo lum inoso era, en verdad,
m u y antigua. P ero en el pasado no hab ía sido desarrollada en form a m atem ática, y poco antes de Newton,
H uygens la h ab ía reem plazado, com o y a sabem os, p o r u n a teo ría ondulatoria. N ew to n recuperó la vieja
concepción, le dio im aspecto rigurosam ente científico y la som etió a u n a p recisa discusión matemática.

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

De esa manera logró demostrar que ésta explicaría perfectamente bien todos los resultados obtenidos en
las anteriores experimentaciones. Newton postuló, en especial, la existencia de im medio específico, el
éter, a través del cual se produciría la transmisión de las partículas luminosas. Este medio sería menos
denso en los cuerpos materiales y más denso en cambio en el aire: o sea, que su densidad amnentaría a
medida que aumenta la distancia de la materia. En el vidrio, por ejemplo, el éter estaría más rarificado
que en el aire, y por eso la velocidad de la luz resultaría mayor en aquél que en éste: la relación de tales
velocidades nos daría el coeficiente de refracción del vidrio. Pero debe subrayarse que Newton presentó
la teoría corpuscular que acabamos de delinear más en forma de simple sugerencia que como teoría
científicamente verdadera. Afirmó la necesidad de ulteriores experimentos y consideró que sólo éstos, no
las hipótesis, constituirían la verdadera ciencia.

En el siglo XVIII la teoría corpuscular recibirá críticas muy serias, por parte de los sostenedores de la
teoría ondulatoria, que acabará por obtener una victoria casi completa. En nuestro siglo se descubrirán
otros fenómenos que harán que otra vez muchos físicos tiendan a una concepción corpuscular. El aspecto
«más sorprendente» de la teoría newtoniana -como bien lo dice Dampier- es su extraordinaria
«semejanza» justamente con estas teorías más modernas.

10.4. Quím ica

Como ya lo hemos dicho, Newton dedicó mucho tiempo a los estudios de química; tal vez más a éstos
que a las investigaciones por las que obtuvo mayor gloria. Es probable que, al incendiarse su laboratorio,
quedaran destruidos especialmente los resultados que había conseguido en este campo de las
investigaciones; pero es cierto que no publicó ninguna obra sistemática sobre el tema. Con todo, los
estudiosos modernos de la ciencia, al examinar con atención los apuntes dispersos que el gran científico
dejó sobre química, han llegado a la conclusión de que también en ellos se pueden encontrar muchas
ideas interesantes que aparecen en los desarrollos futuros de esa ciencia. «Resulta claro -escribe por
ejemplo Dampier- que, si bien Newton no hizo ningún descubrimiento sensacional en química como los
que realizó en física, demostró una intuición que llega mucho más allá que la de otros químicos de su
época.» Esta intuición se revela, en particular, en su modo de interpretar la llama, a propósito de la cual
«llega a la conclusión que difiere de los vapores sólo como los cuerpos calentados al rojo difieren de los
no calentados al rojo».

La atención que dedican a estos estudios los más modernos historiadores ha modificado profimdamente el
esquema tradicional con el que se presentaba la figura de Newton. Ya no se nos presenta como el puro
teórico prevalentemente dirigido a sistematizar las grandes leyes de la mecánica, sino sobre todo como un
experimentador, empeñado desde los primeros años de su juventud en interrogar la naturaleza, recoger
con la máxima precisión los datos de la experiencia y controlar en ellos toda tentativa de explicación
teórica.

10.5. L a metodología

Las últimas líneas del apartado anterior nos permiten comprender el sentido profimdo de la metodología
científica de Newton y de su concepción de la naturaleza.

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

Toda la metodología de Newton puede resvuniese, pues, en su conocida afirmación: «Hypotheses non
Jingo». Para comprenderla basta analizar los diferentes sentidos que atribuye al término «hipótesis».

Antes que nada resulta claro que Newton considera que con esas palabras rechaza las hipótesis
metafísicas, a las que algunos filósofos quisieran recurrir para lograr de ellas ima explicación apriori de
los fenómenos. El ejemplo más eminente de esas hipótesis lo constituía, en el pasado, el aristotelismo, y
ya sabemos todas las críticas que se plantearon contra él en el Renacimiento y en todo el siglo XVII. Otro
ejemplo, tal vez aún más peligroso porque está formulado en términos más modernos, lo ofi'ece, según
Newton, el cartesianismo, que pretendía deducir una concepción mecanicista del mundo de las especu­
laciones filosóficas sobre el concepto de substancia extensa; la polémica de Newton contra esta manera
de pensar es tan enérgica como la que sostiene contra el aristotelismo. Esa polémica será continuada con
tenaz aspereza por todos los newtonianos del siglo XVIII.

Con esta afirmación Newton tiende a un segundo fin: combatir el recurso a hipótesis no sólo en filosofía,
sino también en ciencia. Éste es el motivo por el cual Newton se negó constantemente a buscar una causa
a la más importante ley científica que había descubierto: la de la gravitación universal. Lo indispensable
es, según Newton, lograr determinar la fórmula exacta que regula la fuerza de gravedad y obtener
matemáticamente todas las consecuencias que de esto se derivan; esa fórmula y estás consecuencias
expresan relaciones sobre los fenómenos que pueden ser rigurosamente controladas, y por eso tiene
sentido afirmar que son verdaderas o falsas. La hipotética causa de la que deberían depender las leyes
expresa algo puramente teórico, privado de toda posible verificación; cualquier discusión sobre su verdad
o falsedad, por lo tanto, está privada de sentido. Esta constante negativa a buscar ima explicación de la
atracción gravitatoria es lo que indujo a Huygens y Leibniz a tachar la obra de Newton de profunda
insuficiencia filosófica.

A esta altura puede surgir una pregunta; ¿las teorías científicas no contienen también otras hipótesis,
completamente diferentes de los dos tipos señalados? La respuesta no puede ser sino positiva. Son
ejemplos de tales hipótesis: por un lado, las mismas leyes científicas que por su generalidad tienen
siempre un evidente carácter hipotético; por el otro, los modelos físicos de los fenómenos (como el
modelo corpuscular de la luz) que sirven para unificar campos fenoménicos aparentemente diferentes (el
modelo citado sirve por ejemplo para reducir los fenómenos luminosos a fenómenos mecánicos,
deduciendo matemáticamente las leyes de reflexión, refracción, etcétera, de las leyes ya conocidas del
movimiento).

Sería imposible sostener que este último tipo de hipótesis es rechazado en bloque por Newton; y tan es
así que él mismo trató, como sabemos, de construir algunos modelos físicos, y justamente con el máximo
rigor del que era capaz. En im sentido limitado parece lícito afirmar que Newton dirige contra éstas el
canon metodológico poco antes señalado (o sea, el de no construir hipótesis). Sólo dándonos cuenta de la
generalización de ese canon podemos comprender el significado profundo de la ciencia newtoniana
respecto de otras orientaciones científicas. Cualquiera que considere que deba recurrir con libre fantasía
a cualquier tipo de hipótesis científica, generalizando el caso individual y elevando esta generalización al
rango de ley, se encuentra decididamente fuera de la metodología newtoniana.
Según Newton es la misma naturaleza y sólo la naturaleza la que oportunamente interrogada puede

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Filosofía OMAGISTER Tema 54

damos las leyes y los modelos científícos; éstos nunca son íhitos de la pina imaginación humana. La
paite más in c ita n te en la investigación científíca corresponde pues a la interrogación de la naturaleza, o
sea, a la actividad que se desarrolla en el laboratorio observando, midiendo los fenómenos individuales y
controlando con ellos toda constmcción de nuestro pensamiento.

La misma mecánica celeste construida por Newton obedece, según los más modernos intéipretes de este
autor, a ese preciso canon metodológico, aunque posee un indiscutible carácter experimental. «Los
espacios astronómicos -escribe Vavilov- fueron el gigantesco laboratorio de Newton, los métodos
matemáticos su instrumento genial. N o se dejó extraviar ni p o r el lado puram ente matemático ni p o r el
puram ente astronómico, sino que siguió siendo en prim er lugar un físico .» Conservó, en otros términos,
durante toda su producción científíca, aun cuando delineaba una nueva mecánica celeste, el control de su
propio pensamiento característico del físico. Esto confirma lo que hemos afirmado anteriormente sobre la
matemática, o sea, que tuvo para Newton un valor puramente auxiliar; y explica tal vez el motivo por el
cual atribuyó más importancia a sus propias investigaciones químicas que a las matemáticas, aunque los
resultados conseguidos en estas últimas sean inconparablemente superiores a los conseguidos en las
primeras.

En conclusión, el control constante y escrupuloso del experimento es el aspecto fundamental de la


metodología newtoniana; en él y sólo en él debe buscarse el sentido profundo de su afirmación:
«Hypotheses non fingo».

10.6. La filosofía de la N aturaleza

¿Debemos deducir pues que Newton rechaza toda concepción filosófica del universo? Esta deducción
seria injustifícada y además estaría en neto contraste con lo que fue la obra efectiva de este autor.

No combate todo tipo de construcción filosófica, sino sólo aquellas que tienen la pretensión de hacer que
la filosofía preceda a la ciencia. En contra de semejantes construcciones, que plantean un impedimento
apriorístico al libre desarrollo de la investigación científica, la polémica de Newton es tenaz, encarnizada,
sin compromisos.

La energía que Newton reveló en esta lucha es análoga a la mostrada por Locke al combatir toda
pretensión de innatismo. Ambas polémicas están guiadas por el mismo intento: derribar cualquier barrera
que intente detener la indagación racional; garantizar la más conq>leta libertad de movimiento a un
estudio críticamente planteado dirigido tanto a los fenómenos físicos, como a las experiencias en amplio
sentido humano.

No sólo Newton no considera que debe rechazar por principio las construcciones filosóficas que aceptan
surgir después de la ciencia, sino que él mismo nos ofíece un interesante esbozo. Se trata de una
constmcción filosófica que cree poder inferir racionalmente de los resultados más seguros de su física. En
otros términos: al igual que había llegado desde los fenómenos a sus leyes, de la misma manera considera
que desde estas leyes puede llegar al principio metafísico del que dependen, o sea. Dios.

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Filosofía ©MAGISTER Tema 54

El problema fiindamental para la filosofía natural -escribe en la Óptica- es proceder desde los fenómenos
sin falsas hipótesis y deducir las causas de los efectos, hasta llegar a la Causa Primera, que por cierto no
es mecánica... ¿Acaso no surge de los fenómenos que existe un ser incorpóreo, viviente, inteligente,
omnipotente, que en el espacio infinito, como en su sensorio, ve las cosas íntimamente, las percibe
profundamente y las comprende totalmente a través de su presencia inmediata en Él mismo?

Newton aún hace algo más, no se limita a afirmar la necesidad de esta Causa Primera del gran mecanismo
del mundo, sino que considera que puede demostrar, sobre la base de algima irregularidad de este
mecanismo (derivada de la recíproca influencia de los cometas y planetas), la necesidad de que su autor
intervenga de vez en cuando para restablecer el orden. Éste será vmo de los puntos más criticados por
Leibniz, que llegará a parangonar el mundo de Newton con un reloj que necesite, con intervalos más o
menos largos, que se lo revise y se le dé cuerda.

A pesar de estas criticas, la importancia histórica de la filosofía de la naturaleza de Newton fue enorme:
en efecto, se la interpretó como la prueba más segura del valor científico de la física, elevada a base
racional no sólo de todo el conocimiento de la naturaleza, sino del conocimiento del mismo Creador. La
razón venía así enaltecida, resultando capaz de recorrer todo el camino del imiverso: desde los fenómenos
mecánicos terrestres y celestes a su Causa Primera, que ya no es mecánica.

Los resultados que Newton esperaba de esta construcción filosófica son fundamentalmente dos:

a. por un lado, el de aportar una nueva prueba de la validez de la religión, apoyándola en los resultados
mismos de la ciencia;

b, por el otro, ofrecer a la ciencia una especie de confirmación indirecta, demostrando que ésta
concuerda en última instancia con el núcleo central de la fe. Como dijimos anteriormente, esta
concordancia entre religión, ciencia y filosofía se encontraba en el vértice de las preocupaciones
tanto de Newton como de Locke. Sólo sobre la base de este acuerdo la razón habría podido, según
ellos, continuar libre y segura por su propio camino: libre de cualquier barrera metafísica
preconstituida, segura de que el camino emprendido nunca conduciría al hombre moderno a
abandonar el más sagrado patrimonio que le había transmitido la tradición.

Pero la realidad no tardó en revelarse bastante diferente de la que Newton se había prometido. La religión
que pensó podía lograr de la física resultó más similar a la vaga y genérica de los deístas que a la precisa
y bien determinada de los creyentes cristianos. Éstos, por lo tanto, se vieron obligados a rechazarla como
im equívoco, y la herencia filosófica de Newton terminó poco a poco por convertirse en patrimonio
exclusivo de los ilustrados y de los masones. En vez de construir, como lo esperaba su autor, la garantía
inquebrantable del acuerdo entre ciencia moderna y cristianismo, se convirtió, a través de la obra de sus
continuadores, en el punto de mayor fricción entre la religión «de base racional» y la religión basada en
el Evangelio.

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B IB LIO G R A FÍA

BUENO, G.(1970): E l papel de la Filosofía en el conjunto del saber, Madrid, Ciencia Nueva.

BURTT, E.(1960): Los fundamentos metafisicos de la ciencia moderna. Ed. Suramericana. Buenos
Aires.
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VEGETTI, MARIO(1981): Los orígenes de la racionalidad científica. Barcelona. Península.

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PREGUNTAS BÁSICAS

1. ¿En quién influyó directam ente Galileo a pesar de la condena que sobre su o bra pronunció la
Iglesia?

Es posible sostener, desde un punto de vista general, que todos los físicos europeos que vivieron después
de Galileo fueron sus discípulos. Pero limitándonos a Italia, en donde la influencia de la Iglesia era
mayor, consideraremos como alumnos de Galileo -en im sentido más restrictivo- a los que recibieron
directo estimulo de él para continuar, con rigor semejante al suyo, las investigaciones de los fenómenos
naturales. Algunos de ellos estuvieron ligados a él por una estrecha amistad, y con su afecto pudieron
animarlo en los años amargos de su vejez. Galileo fue generoso con todos no sólo en consejos cientifícos
sino con su autorizado apoyo para facilitarles la afirmación en el canq)o científico-académico. Baste
recordar los nombres de Benedetto Castelli, Bonaventura Cavalieri, Evangelista Torricelli, Vincenzo
Viviani (autor de una biografía de Galileo, redactada a instancias del príncipe Leopoldo de Médicis),
Giovanni Alfonso Borelli, etc.

En 1657 un grupo de discípulos de Galileo fundó en Florencia la Accademia del Cimento (Academia del
Experimento) con el preciso fin de cxiltívar -como su nombre indica- las investigaciones experimentales
con la misma orientación metodológica abierta por el maestro. A pesar de su breve duración (la academia
fue cerrada en 1667 por causa de la invariable desconfianza de los teólogos hacia todo aquello que se
inspiraba en Galileo), fue beneficiosa para la historia de la ciencia por los numerosos y apreciables
estudios que dieron impulso al desarrollo de la física.

Un lugar especial entre los alumnos de Galileo corresponde a Bonaventíua Cavalieri (1591-1647), que se
ocupó sobre todo de matemática pura y concretó las ideas intuidas por el maestro sobre la posibilidad de
calcular áreas y volúmenes de las figuras geométricas subdividiéndolas en infinitas partes infinitesimales.
Su obra capital, que lleva por título Geometría indivisibilibus continuorum nova quadam ratione
promota, fue publicada en 1635. También la innovación promovida por Galileo y Cavalieri en el ámbito
de los métodos matemáticos encontró no poca desconfianza entre los estudiosos más vinculados a la
tradición griega. Criticas particularmente ásperas fueron las planteadas por el jesuíta Paolo Guldino.

El <q>rincipio de Cavalieri», que contiene -aimque sea de forma no perfectamente rigurosa- algunos
conceptos básicos de lo que será el cálculo infinitesimal moderno, constituye aún hoy uno de los
instrumentos matemáticos que más se usan, en los textos de geometría para los estudios medios, para
calcular áreas y volúmenes de figuras geométricas particularmente complejas. Esos textos que suelen
estudiarse en la enseñanza media ilustran la fecundidad científica del método en cuestión.

Por importantes que hayan sido los méritos científicos de Cavalieri, han quedado, sin embargo, muy por
debajo de los de Evangelista Torricelli (1608-1647). Fue éste el primero en comprender con absoluta
claridad las diferencias entre investigación en matemática pura e investigación en física; y, lo más
importante, supo cultivar ambas con admirable genialidad, consiguiendo resultados que lo han hecho
inmortal en ambas ciencias. Por desgracia, su muerte prematura le impidió alcanzar los altísimos niveles
para los que sin duda estaba capacitado.
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En el campo de la matemática pura, la obra de Torricelli se relaciona con la de Cavalieri, cuyos métodos
defendió validamente contra las críticas de Guldino, desarrollándolos y aplicándolos a delicadísimos
problemas enteramente nuevos. Entre otros, alcanzó algunos fundamentales teoremas sobre la
integración que -no habiendo entrado en seguida en el patrimonio común de los matemáticos de su
tiempo- fueron redescubiertos con laboriosa dificultad por los analistas del extranjero sólo algunas
décadas después de su muerte. Pero, por desgracia, ya sea por la forma oscura con la que expone
Torricelli sus propias investigaciones, o por haber quedado inconclusas o por la incapacidad del que
después de su muerte ordenó sus anotaciones, los resultados de Torricelli durante mucho tiempo no
fueron comprendidos, y por lo tanto no pudieron ejercer sobre sus contemporáneos toda la influencia de
la que hubieran sido capaces. Sólo en el siglo XX los historiadores de la matemática, al reconstruir con
escrupulosa objetividad sus escritos, han podido precisar sus grandes méritos y arrancarlo del olvido al
cual su suerte lo había destinado.

La obra física de Torricelli es más conocida; su exacta determinación de la presión atmosférica, con la
invención del barómetro, ocupa -como todo el mundo reconoce- un puesto de primera importancia en la
estática de los gases.

2. ¿Cuáles fueron la razones de la oposición que en un principio hubo a las ideas de Newton?

La oposición presentada a las ideas de Newton se debió muchas veces a una incomprensión de la
diferencia entre los objetivos de la nueva ciencia y los de la metafísica tradicional. Se objetó al newto-
nismo que la noción de una fuerza de atracción entre cuerpos no ligados materialmente era absurda, o que
la noción carecía de valor mientras no se conociera el mecanismo por el cual actúa la atracción. El hecho
de que Newton no pudiera proponer tal mecanismo descalificaba de hecho su teoría como fuente de
explicación metafísica. Pero su objetivo no era la explicación metafísica. Su objetivo era mostrar que el
movimiento de los planetas puede calcularse con las mismas reglas que dan cuenta de los movimientos de
los objetos terrestres. En esto tuvo pleno éxito. Los que subestimaron ese éxito lo hicieron porque aún
seguían aspirando a la comprensión completa y final optimísticamente prometida, aunque nunca dada
convincentemente, y avmque sin evidencia real en su apoyo, seguían atrayendo insidiosamente al espíritu
metafisico.

3. ¿Cómo justifica Newton su principio: “H ypotheses non fingo"?. ¿Q ué quiere significar con él?,

Newton mantuvo siempre una premeditada reserva ante todo problema de filosofía de la naturaleza, a
menos de estar muy seguro de lo que decía. Su célebre norma, "Hypotheses non fingo", expresa la
resolución de no afirmar nunca lo que no pudiera confirmar. Las hipótesis a que se refiere en esa frase
son las hipótesis especulativas, es decir, las conjeturas no susceptibles de verificación empírica o
experimental directa o indirecta. No se oponía, naturalmente, a las hipótesis en el sentido lógico de la
palabra. La misma ley de la gravitación universal es una hipótesis en este sentido. Ella es el punto de
partida de im sistema de deducción matemática, que lleva a tesis que pueden ser observadas como en
acuerdo o desacuerdo con los datos sensibles. La hipótesis debe aceptarse con creciente (y nunca absolu­
ta) seguridad a medida que va siendo confirmado im número mayor de sus ¡ aplicaciones. Pero debe ser
rechazada en cuanto haya motivo para negar una sola de sus consecuencias lógicas. Pocos contem-

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poráneos de Newton eran capaces de aceptar tal grado de ascetismo intelectual. En cambio, su severa y
correcta actitud es hoy habitual entre los científícos, y gracias a éstos va teniendo una sutil influencia
ascética en el pensamiento en general.

4. ¿Cuál fue el descrubimiento más im portante de Galileo?.

Sin duda el descubrimiento más sensacional de Galileo fue el de los satélites de Júpiter. Galileo descubrió
cuatro. Pues con este descubrimiento Galileo probaba definitivamente que en nuestro sistema solar había
astros que no giraban directamente alrededor de la Tierra. Así se disminuía la probabilidad de que la
Tierra fuera el centro del universo. El descubrimiento era mortal para los aristotélicos también por otra
razón, a saber: porque los aristotélicos creían, sin ninguna justífícación científica, que en el cielo no había
más que siete cuerpos aparte de las estrellas fijas. Hoy día resulta increíble la obstinada cerrilídad de la
oposición a Galileo a propósito de los "planetas circumjovianos", como llamó Kepler a los satélites de
Júpiter.

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