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NTRODUCCIÓN

Piketty llega a la conclusión de que la distribución de las rentas y la desigualdad debe volver al
centro del debate económico, no tanto como el crecimiento.

Piketty hace un repaso histórico por los teóricos catastrofistas como Malthus (preocupado por la
superpoblación), David Ricardo /(que estudió los problemas de la escasez en el cultivo de las
tierras), Marx (sobre el principio de acumulación infinita y perpetua divergencia, la concentración
de capital y su uso intensivo por parte de los patronos de la industria) en el comienzo de la
Revolución Industrial. Su conclusión es que a medida que avanzó el siglo XIX y principios del XX
el capitalismo generó una mayor desigualdad económica.

La situación cambió cuando Kuznets, en 1953, dio a conocer su famosa curva, un "cuento de
hadas" que revela que entre 1913 y 1948 en Estados Unidos, hubo un mayor reparto de la riqueza,
pues los más ricos pasaron de concentrar el 50% de las rentas a menos del 35%, situación que se
prolongó hasta 1970 e incluso 1980. Piketty no tiene nada que objetar pues quedó demostrado por
otros autores que era cierto (hasta 1953). Pero en lo que no está de acuerdo es en la interpretación
de dicho fenómeno pues cree que el periodo es anómalo porque los más ricos se vieron perjudicados
por las dos guerras mundiales y la Gran Depresión de 1929. Para Kuznets y otros, la reducción de
distancia entre ricos y pobres fue considerada como la prueba de que el capitalismo, en una fase
inicial de concentración dejaba la riqueza a quienes entendían mejor el negocio pero a largo plazo
se volvía más distributivo y equitativo, lo que generó la frase: "A largo plazo, la marea sube todos
los barcos". Esta frase aún la usan hoy algunos economistas neoliberales para intentar convencer a
los contribuyentes de que rebajar los impuestos a los ricos beneficiará a todos y de que, aunque
algunos se enriquezcan muy rápido, tarde o temprano las migajas llegarán al resto.
La intención de Piketty en el libro es ampliar las series de Kuznets para comprobar si realmente
continúa esa redistribución porque sospecha que no. Su estudio viene a revelar que, si bien, tras la
Guerra Fría, hubo una mayor redistribución de las rentas entre las clases la situación se ha invertido
a partir de 1970 hasta la actualidad, donde la desigualdad es un hecho pues a partir de 1980 se ha
disparado al 50%, aunque bajó al 44% en el 2001 y al 47 % en el 2010. La tendencia es similar en
varios países occidentales. Cree que si hacemos una prospección al futuro, por ejemplo nos
imaginamos estar en el año 2050, no sería difícil suponer que los dueños del petróleo serían aún
más multimillonarios que ahora.

Si se observan las gráficas, se verá que la desigualdad describe una curva en forma de W. Hay un
pico muy alto en 1910,(el 50 % de la renta va a parar a las clases altas), una caída durante la
Primera Guerra Mundial hasta el 35 %, una subida hasta 1929 y una caída hasta 1948, que llega al
fondo del 35%. En las dos décadas siguientes, se mantiene entorno al 40 % pero a partir de los años
80, 90 y 2000, la desigualdad se vuelve a disparar.

Piketty relaciona la evolución de la desigualdad de ingresos con la evolución del crecimiento


económico. En sus gráficas, observa que la primera globalización, de 1870 a 1914, fue una época de
gran desigualdad pero también de gran crecimiento económico, en el que el mundo se globalizó
[nota del lector: Ver el libro "Capitalismo global"]y se produjo la segunda revolución industrial con
los inventos asociados a la electricidad (bombilla, motores, telégrafo) o el automóvil. Sin
embargo,en el siglo XX, las tasas de crecimiento económico cayeron, lo mismo que la desigualdad
hasta 1970, fecha en que se volvió a disparar la disparidad de salarios hasta el 50 %, un hecho que
califica de "preocupante".

Sobre los salarios de los altos ejecutivos, Piketty cree que la explicación más pausible es que ellos
mismos se aprueban sus propios sueldos y cree que influye menos el hecho de tener más habilidades
técnicas que el resto de los trabajadores.

También explica varias ecuaciones en las que relaciona los ahorros, el crecimiento económico o el
reparto de capital y salarios, a partir del cual se pueden inferir la evolución de la curva.

Dice que una de las fuerzas fundamentales para la divergencia es r > g,


Primero analiza la relación entre capital y rentas desde 1870 al 2010 en tres países: Alemania,
Francia y Gran Bretaña. En la gráfica se observa cómo el valor de la riqueza privada (en viviendas,
finanzas, capital profesional, neto de la deuda) respecto a la riqueza nacional de cada año llegó a su
máximo, 700%, en 1910, se desploma al 200-400 % en la Primera Guerra Mundial, se vuelve a
hundir en 1930 desde el 500% y toca fondo en el 300-100 % en 1950. A partir de entonces,
experimenta un lento crecimiento y en el 2010 en un porcentaje de 500% - 400 % ya está
equiparado a 1930. Esta curva en forma de "u" refleja, según Piketty, "una crucial transformación"
porque muestra que estamos volviendo a las altas ratios "capital/rentas" de décadas pasadas "porque
hemos vuelto a un régimen de relativo bajo crecimiento", en el que la riqueza antigua coge una
desproporcionada importancia porque hacen falta unos pocos ahorros para aumentar la riqueza
substancialmente. Y advierte que "el riesgo de divergencia en la distribución de riqueza es muy
alto".
Dicha desigualdad fundamental la describe con la fórmula r > g (r= media anual de la tasa de
retorno del capital, incluidos beneficios, dividendos, intereses, rentas y otros rendimientos de
capital) y (g= la tasa de crecimiento de la economía, el crecimiento anual de rentas o producción).
Piketty dice que la clave del libro está en esa fórmula, que evidencia que la persona que hereda
riqueza la acumula más rápido a medida que pasan los años que lo que crece la economía real.
Piketty pone en duda que este sistema sea compatible con los valores de meritocracia y justicia
social de las democracias. Sostiene que el alto precio del petróleo contribuye a esta divergencia.
Añade que la disminución de la población y de la economía en las próximas décadas hará esta
tendencia divergente mucho más preocupante. Dice que una solución pasa por que los Gobiernos
apliquen un impuesto progresivo y global al capital, lo que requiriría una coordinación
internacional.
CAPÍTULO 1

Piketty menciona un episodio en la mina de platino de Marikana, en Sudáfrica, donde la policía


mató a 34 mineros en huelga que reclamaban una subida salarial de 500 a 1.000 euros al mes.
Recuerda que los ingresos que genera la mina se dividen en trabajo y capital. Se pregunta si la
violencia entre trabajo y capital pertenece al pasado o volverá a ser parte integral del siglo XXI.
Estudia la ley a=rxb, sobre renta e ingresos. Sostiene que los ingresos salariales crecen más
despacio que las rentas obtenidas por la acumulación de capital.

CAPÍTULO 2

Este capítulo tiene gran interés porque estudia el crecimiento mundial de la economía y la población
desde 1700 al 2012 y descubre que entre ellos hay una gran correlación [nota del lector: se me
ocurre que si hay un bum económico crece la población, como decía Malthus, y si hay recesión,
ocurre justo lo contrario]. Lo que observa Piketty es que el crecimiento fue del 0,1 % entre 1700 a
1820 (la incipiente industrialización), del 1,5 % entre 1820 y 1913 (el advenimiento de la edad del
ferrocarril) y del 1,9 % de 1913 a 2012 (la era del petróleo). El crecimiento de la población fue
similar. Según sus cálculos, el crecimiento hizo una curva de Bell en 1970 y, desde entonces, la
economía ha decaído. Una predicción optimista sería que la economía global creciese al 1% al año,
lo que puede parecer poco pero supone un 35% en una generación (30 años). Eso implicaría un gran
cambio tecnológico, como por ejemplo, lo que acarreó la era de Internet y los avances médicos, que
no existían en 1980 y hoy son usuales. Por eso, cree que el aumento del 1% solo sería posible con
un nuevo cambio tecnológico [nota del lector: digo yo, que al estilo schumpenteriano], por ejemplo,
en las energías renovables. A día de hoy, hablar de crecimientos del 3-4 % de media es
completamente ilusorio en su opinión [nota del lector: por ejemplo, en España se necesitaría un
crecimiento del 3 % como mínimo para eliminar el paro].

Es cierto que ha habido picos de crecimiento del 3 %, por ejemplo, en Asia en la última década,
pero otros continentes como América en el siglo XIX, crecieron al 1,6% anual y el 1,9% en el siglo
XX. El autor considera que el crecimiento europeo ha llegado a su fin y, o bien, la economía se
estancará como a finales de la edad feudal o bien no superará la media del 1 %, y eso según sus
optimistas cálculos porque las predicciones de otros autores son más negras. [nota del lector: Carlos
Taibo acaba de sacar un libro donde asume el decrecimiento como algo habitual a partir de ahora].
Piketty hace una proyección hasta el 2300 a un crecimiento de población del 1% anual y en ese
escenario habría una población de 70.000 millones de personas (frente a las 7.000 de ahora), algo
inasumible hoy en día [nota del lector: a no ser que rellenen el Océano para poner casas]. Se basa en
que en Norteamérica solo había 3 millones de personas en 1790 y ahora hay 300 millones (100
veces más). La economía creció entorno al 2 % durante 200 años.
Por otro lado, examina el poder adquisitivo de la población de los países ricos y pobres a lo largo de
los últimos 200 años. Entorno a 1800, el salario medio mensual era de 400 euros en la Europa rica y
ahora es de 2.500. Se ha multiplicado por 6, pero eso no quiere decir que el ciudadano tenga mayor
poder adquisitivo. Por ejemplo, sí se han abaratado los productos agrícolas e industriales (por
ejemplo, un ordenador está al alcance de cualquiera) pero otros servicios, como la cobertura médica
o la educación, están subvencionados al 80 % por el Estado, algo que deberían tener en cuenta los
que quieren privatizar dichos servicios. Es decir, a través del pago de impuestos, el ciudadano tiene
subvencionada la medicina.
En los países pobres, el salario medio pasó de 100 a 700 euros, lo que supone un crecimiento de la
misma magnitud. [nota del lector: no acabo de verlo claro, porque un agricultor europeo de 1800
dudo mucho que ganase 400 euros al mes, aunque sí es cierto que ganaba lo suficiente para su
subsistencia, aunque el salario de subsistencia actual está fijado en 600 euros].
Destaca el crecimiento europeo entre 1940 y 1970, que atribuye a la inversión estatal, frente al bajo
crecimiento de Estados Unidos y Gran Bretaña, lo que les llevó a aplicar políticas neoliberales. Tras
implantar en Europa el neoliberalismo a partir de los 80, el crecimiento económico europeo se
hundió hasta coincidir con el anglosajón.[nota del lector: pero también ocurre que a partir de 1973,
los precios del petróleo se dispararon y el crecimiento de Occidente se cortó en seco].

La otra pieza que falta es la inflación. Piketty descubre que en Inglaterra y Francia apenas variaron
los precios entre 1700 y 1913, a juzgar por los relatos de Jane Austen o Balzac. Será tras la Primera
Guerra Mundial cuando la inflación se disparó y tocó techo en 1980. A partir de entonces, la
inflación está muy controlada, como se pudo ver durante la Gran Recesión. La teoría de Piketty es
que con una inflación cercana a cero, volvemos a la misma situación del siglo XIX (la época del
liberalismo pero también de las grandes desigualdades). Este recuerda que el capital procedía en
esos tiempos de la renta de la tierra y los bonos del Estado. Mientras el valor de una libra se
mantuvo estable y una persona necesitaba 20.000 francos o 1.000 libras para vivir bien, los salarios
cayeron a 90 libras, mientras que el valor de la moneda seguía invariable. Piketty sospecha que eso
mismo ocurre ahora, estamos ante el mismo escenario donde los propietarios de las rentas
mantienen e incrementan su poder adquisitivo mientras que los asalariados lo ven descender. [nota
del lector: lo aconsejable, en mi opinión, es que parte del salario se invierta en bonos del Tesoro,
por ejemplo, para recibir rentas del capital que incrementen su riqueza mientras su sueldo se
desploma].

CAPÍTULO 3

En este capítulo, Piketty estudia la evolución de la composición del capital que proviene de las
rentas de la tierra, los bonos del Estado, finanzas o las inversiones en el extranjero. La estructura ha
cambiado en los últimos tres siglos porque en el siglo XVIII y prácticamente el XIX la mayor parte
de la riqueza provenía de las rentas de la tierra o bien de los bonos del Tesoro y deuda pública.
Actualmente, la agricultura solo genera un pequeño porcentaje de las rentas aunque Piketty cree que
deberíamos incluir ahí los bienes inmuebles (alquiler de viviendas, etc...).

Respecto al capital extranjero, su gran auge surgió en el siglo XIX, cuando los inversores de Francia
e Inglaterra invirtieron gran cantidad de dinero en las colonias. Sin embargo, en el siglo XX, los
retornos fueron menores
.

En el apartado de la deuda pública, el autor muestra la evolución de la deuda pública en Inglaterra y


Francia desde 1700. Observa que los periodos de mayor endeudamiento estatal fueron 1789-1815
(la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas) y 1913-1950 (las dos guerras mundiales),
llegando a superar el doble del producto nacional. En el caso de Inglaterra, pagaba puntualmente el
5 % de interés durante el siglo XIX hasta 1913 sin apenas inflación, por lo que comprar deuda
pública inglesa supuso una cuantiosa renta que permitía vivir bien y sin sobresaltos a los
inversores. En el caso de Francia, hubo sobresaltos como la guerra franco-prusiana (1870), que
obligó a Francia a indemnizar a Alemania con un tercio de su producto interior bruto. Este sistema
de pagos puntuales, que reflejan en sus novelas Jane Austen y Balzac, se hunde a partir de 1913
porque la inflación se dispara un 4% anual en Inglaterra y un 15-50 % en Francia hasta 1950. De
esta forma, en 1950, los rentistas de deuda pública estaban arruinados en Francia y en Inglaterra la
inflación se había comido sus ganancias. A partir de 1950, vuelve un periodo de calma con inflación
nula pero entorno a 1980 se dispara la inflación, el desempleo y la estanflación. A partir de los 90,
la inflación ha sido domesticada y actualmente es muy baja o nula, por lo que invertir en deuda
pública es rentable.

En las gráficas de Piketty se observa cómo la deuda pública cae progresivamente desde 1950 hasta
2010 en ambos países.

Finalmente, habla de la equivalencia ricardiana (el déficit publico no incrementará la demanda


actual de bienes de un país porque el ciudadano sabe que el Gobierno, a cambio, tendrá que subir
los impuestos tarde o temprano). Cree que la inflación en Francia o Inglaterra entre 1913 y 1950 se
cargó de un plumazo el déficit público, por lo que no hubo que pagar impuestos para financiarla.

CAPÍTULO 4

Examina el caso de la estructura del capital en Alemania y Estados Unidos. En el caso de Alemania,
se observa, como en otros sitios, que desde 1870, las rentas procedentes de la tierra son mínimas,
las de viviendas se mantienen constantes, suben industria y finanzas, y la inversión en el extranjero
es casi testimonial (porque Alemania no tenía colonias). Nuevamente,en las gráficas se observa un
gran episodio de inflación en los años de guerra (Alemania recurre a la hiperinflación para pagar sus
deudas) y luego, desde 1950, la inflación es prácticamente controlada.
Respecto a la riqueza pública y privada, la pública, como en otros paises (caso de Francia) pierde
importancia después de 1970, aunque durante la postguerra el Gobierno alemán, al igual que en el
resto de Europa, asumió la reconstrucción y controló muchas empresas y las nacionalizó. Ese pico
de déficit público desaparece en los años 70 y vuelve a surgir en 1990 por el coste que representa la
reunificación alemana. (Un factor positivo es que el valor de la vivienda se mantiene bajo porque
hay una gran oferta barata en Alemania del Este).
Lo que se observan en la mayoría de las gráficas presentadas por Piketty es que la riqueza privada
era unas 7 veces más alta que la riqueza nacional generada en un año en 1913 y que ningún país ha
logrado recuperar esa posición, aunque a partir de 1970 se observa una mejoría.
Viendo las gráficas del libro, uno se da cuenta de que la situación actual económica se asemeja
mucho a 1913 con una creciente importancia de la riqueza privada y mayor inversión extranjera.

En el caso de Estados Unidos, Piketty ofrece una estructura de capital desde 1770 a 1870 distinta en
el Norte (más igualitario) y en el Sur (esclavista). De hecho, el valor del capital humano de los
esclavos (4 millones de personas) equivalía a 1,5 veces el producto nacional de un año. Teniendo en
cuenta el valor de los esclavos, el capital acumulado en el sur suponía seis veces el producto
nacional, en línea con Inglaterra o Francia. En total, el capital acumulado en todo EE.UU. entre
1770 y 2010 tuvo su pìco en un 500 % del producto nacional de un año en 1930 para luego caer al
400 %. La concentración de capital estaba por debajo de Inglaterra.

Piketty también estudia la estructura del capital en Canadá y concluye que, al contrario que EE.UU.,
tuvo un gran flujo de capital extranjero (de los británicos), sobre un 20 % de la estructura.

CAPÍTULO 5

Piketty establece la segunda ley del capitalismo, que es la relación capital/ingresos = ahorros
dividido por crecimiento ( B=s/g; donde s = ahorros y g= crecimiento de su producto nacional).
Pone como ejemplo que una economía que ahorre el 12 % de sus ingresos y crezca al 2 % habrá
acumulado una riqueza del 600 % mayor que el producto nacional de un año. Un país que ahorre
mucho y crezca poco podrá acumular un gran capital, lo cual afectará a su estructura del capital y la
distribución de su riqueza. Añade que en una casi estancada economía, la acumulación de capital
adquiere una desproporcionada importancia.

Sigue en la traducción española (diciembre 2014)

En los siguientes capítulos, Piketty examina la evolución de la concentración de la riqueza en


Europa hasta la Belle Epoque (1900-1910) y llega a la conclusión de que era muy alta, de un 80 %
del capital en manos de los más ricos frente al 20 % o menos en poder de los más pobres. La
desigualdad era enorme porque el capital rendía un 5 % anual mientras que el crecimiento de la
economía solo lo hacía al 2%. Recuerda que en sociedades agrarias, el crecimiento económico era
del 0,15-1%, para pasar al 3% en el siglo XX y caer al 1% en el siglo XXI, tasas en las que cree que
se mantendrá hasta el 2050 o 2100. El escenario actual le recuerda a la Belle Epoque, sin llegar a
sus extremos de desigualdad. En la Francia del siglo XIX, Piketty pone como ejemplo que una
persona que recibiese una herencia de un millón de francos, que le rentasen un 5 % anual, podría
sufragarse un alto tren de vida solo con los intereses y sin trabajar. Los capitales heredados
suponían una importante fuente de ingresos para las personas con más de 30 años.
Ilustra esta situación con un libro de Balzac sobre un estudiante de Derecho que viaja a París y
conoce en una pensión a un joven heredera de un millón de francos y a un presidiario. El exrecluso
le cuenta que si él se licencia y trabaja duramente e intriga llegará a ser un gran juez o abogado y
que ganará 50.000 francos al año como máximo pero si se casa con la heredera (y elimina primero
al hermano) cobrará una renta de 50.000 francos al año sin trabajar. El abogado no acepta ese
siniestro plan pero Piketty cree que este ejemplo ilustra lo que ocurría en el siglo XIX; de nada valía
trabajar para hacer fortuna porque lo que daba mucho más dinero era ser rentista. A todo ello, esa
renta era 30 veces o más superior a lo que ganaba un jornalero por lo que los más ricos podrían
contratar a 30 sirvientes. Es más, los salarios de los pobres tendían a disminuir cada año [nota del
lector: eso podría deberse al abaratamiento de los bienes básicos].

A lo largo del libro, Piketty revela que esa situación de desigualdad cambió siguiendo una curva en
forma de U. La desigualdas se desplomó después de los choques de 1914-1945 (dos guerras
mundiales y una Gran Depresión), en los que muchos ancianos perdieron sus patrimonios
inmobiliarios y dividendos de acciones (por ejemplo, por los bombardeos o las quiebras) y se
quedaron sin nada que dejar de herencia pues tuvieron que estirar al límite lo poco que les quedaba
para vivir sin posibilidad de rehacer su fortuna debido a su edad. A partir de entonces, quienes
recibían algún capital heredado, lo hacían a partir de los 50 años tras trabajar duramente para tener
su propio capital aunque también se hizo más extensivas las donaciones en vida. En general, la
gente tuvo que ganarse la vida hasta la década de los años 80, cuando vuelve a cobrar importancia
la herencia a la hora de adquirir capitales. La alta esperanza de vida lo único que ha hecho es que ha
retrasado la edad de heredar pero Piketty advierte que las herencias vuelven a ser significativas en el
origen de las fortunas y que lo serán más a lo largo de este siglo.

Por otra parte, el hecho de que las herencias y los grandes capitales disminuyan tras las dos guerras
mundiales tiene otra explicación: y es que los países empezaron a imponer impuestos más fuertes a
las sucesiones, con lo que los rendimientos del capital bajaron. Los cargos por las sucesiones eran
ridículos en el siglo XIX (un 2% por adquirir los derechos de propiedad), pero durante los 30 años
gloriosos (1945-1975) ese impuesto se incrementó aunque luego volvió a decaer a niveles
testimoniales en el siglo XXI (por ejemplo, en España se llegó a eliminar en el 2010 para volverlo a
implantar en el 2011).

Otra idea es que el capital no se adquiere ahora (1980 a 2012) por los intereses que generan los
grandes patrimonios sino por los supersalarios que cobran los superejecutivos de las grandes
empresas, que ven cómo se disparan su riqueza aunque es gracias a sus méritos y una especie de
"lotería" salarial pues nadie se explica cómo pueden alcanzar cifras de varios millones por su
gestión, muy lejos de lo que sería razonable, aunque eso se explica por incentivos como las stock-
options y el hecho de que el consejo de administración vota su propio salario. Los superricos
conforman el 1% de los que más ingresan, seguidos de un 9 % de asalariados de gran nivel como
profesores universitarios, ejecutivos medios, médicos que, en todo caso, deben esforzarse para
trabajar duro. Lo que Piketty advierte es que las diferencias entre ingresos o fortuna cada vez es
mayor entre ese 10% que más gana y el 20% que menos ingresa. Se nota en los últimos años un
incremento en la desigualdad que, aunque no llega al de la Belle Epoque, ya es muy destacable (un
0,3 en el índice de Gini en Europa sería lo igualitario pero en Estados Unidos estaría subiendo a un
0,5 o 0,6 siendo 1 la mayor tasa de desigualdad). En parte se explica porque la clase media se ha
estancado y para llegar a la zona alta salarial hay que estudiar mucho pero no todos los de la clase
baja pueden permitírselo mientras que sí lo hacen las familias mejor asentadas social y
económicamente.

Los cálculos de Piketty llevan a un panorama sombrío si la cuantía de las herencias aumentan, el
cobro de intereses se sitúa en el 4 % o 5 % [nota del lector: realmente, ocurre todo lo contrario,
porque a día de hoy los bancos están pagando un 1 o 2 % de intereses ], los salarios bajan (como
efecto de la globalización) y el crecimiento mundial no pasa del 1 % [nota del lector: ni siquiera
llega ahora en Europa a ese porcentaje tras superar dos recesiones] lo que va a ocurrir es que la
desigualdad va a aumentar. No es un fenómeno nuevo, sino que se vio en el siglo XVIII (hasta la
Revolución Francesa), después en el siglo XIX hasta la Belle Epoque y, finalmente, desde los años
90 al 2012 y posiblemente más adelante. Las tres décadas de bonanza y paz que siguieron a la
Segunda Guerra Mundial solo fueron un paréntesis en una tendencia a la acumulación y
concentración de capital en pocas manos.

CONCLUSIONES

La solución que propone Piketty es corregir estas desigualdades crecientes y establecer un impuesto
al capital, algo que ya empezó a hacer Francia en los años 80 y que imitaron otros países como
Italia, Reino Unido o España pero en unos porcentajes testimoniales. Por ejemplo, el que tenga un
millón en el banco pagaría cada año un 0,5-1 %, y el porcentaje se incrementaría progresivamente
hasta que el millonario que tiene 10.000 millones pagase al Estado el 5-10% de su fortuna (o de los
intereses generados). Esos ingresos permitirían hacer obras sociales.

Piketty también propone impuestos para los que obtienen grandes beneficios del petróleo con el fin
de redistribuir la riqueza en el mundo en aquellos países que no han tenido la suerte de flotar sobre
petróleo. Otra propuesta es limitar la salida de capitales del país como hace China frente a la
libertad que tienen los oligarcas rusos para poner a salvo su riqueza en paraísos fiscales.

Otra de sus ideas es la inmigración como método de redistribución de la riqueza, dado que los
inmigrantes de países de rentas bajas viajan a países con salarios altos mejoran su nivel salarial

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