El proceso del debriefing no se improvisa, sino que se encuentra
estructurado según las siguientes fases: Explicación de los objetivos. Hechos: cada miembro se identifica y explica qué ocurrió. Pensamientos: cada miembro describe lo que vio y oyó y los pensamientos que tuvo. Reacción: se comentan las reacciones. Se pide a cada miembro que se centre en lo peor que ha experimentado. Síntomas: cada miembro comenta las respuestas de estrés que sufrieron inmediatamente después del incidente y las actuales. Enseñanza: se insiste sobre la normalidad de estas reacciones y se enseña o recuerda los mecanismos de afrontamiento. Reentrada: se aclaran las dudas, se da oportunidad de decir cualquier cosa que no se haya dicho antes y se ofrece la posibilidad de apoyo adicional. Después del debriefing, cuando se ha vuelto a la “normalidad”, los profesionales de emergencias pueden seguir manifestando algunos síntomas. Estos síntomas incluyen el rechazo del descanso, la autocrítica sobre la actuación, sentirse incomprendidos por los seres queridos o los conocidos, etc. Como hemos visto, el estrés que se puede producir tras la intervención en una emergencia o en una catástrofe puede alcanzar niveles muy altos y difíciles de manejar. El debriefing se realiza entre las primeras 24 a 72 horas tras el incidente crítico. Mediante el debriefing se busca poner el sufrimiento en palabras, darle una estructura al suceso y aliviar el estrés producido por la vivencia en los intervinientes. Esto se hace de manera estructurada y dirigida por un experto. Se trata de aprender a entender y manejar las reacciones normales derivadas de un suceso traumático difícil. Esto se hace en un espacio donde las personas se sientan por fin a salvo, acompañadas y guiadas terapéuticamente en el proceso de integración y resolución.