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El tema del dinero es muy delicado. Fácilmente podemos caer en dos extremos. Por un lado, la
idolatría. La Palabra de Dios nos advierte seriamente sobre el amor al dinero, que es raíz de t
odos los males (1 Ti. 6:10), y sin embargo vemos en ciertos contextos —aún en ciertas iglesias
— que tan solo se habla del dinero. Qué triste es comprobar que hay líderes religiosos más pr
eocupados por lo que sus feligreses tienen en la cartera que por lo que tienen en el corazón.
Debemos de tener cuidado con la avaricia, pues el amor al dinero es idolatría (Co. 3:5). Pero el
otro extremo es igualmente triste: la negligencia. No podemos cerrar los ojos ante este tema,
porque el dinero es un tema importante, y el Señor Jesús habla varias veces sobre nuestro uso
de los bienes materiales. Hemos de confiar en Dios, nuestro proveedor, y hemos de ser buenos
mayordomos de todo lo que Él pone en nuestras manos.
¿Cómo podemos entonces tener una visión bíblica del dinero? ¿Qué principios podemos seguir
para saber cómo agradar al Señor con nuestras ofrendas? Veamos 10 principios prácticos de for
ma muy resumida:
En ningún momento pienses que “le estás haciendo un favor a Dios” con tus ofrendas. Todo es
suyo. Tu casa, tu coche, tu familia, tu dinero y tu vida. Pero Él es tan generoso, que todo lo
que es suyo deja que lo llames “mío”. Cuando ofrendamos, no hacemos más que darle al Seño
r una pequeña parte de lo mucho que Él nos da.
No se trata de ofrendar simplemente para cubrir los gastos de la iglesia. Nuestro uso del diner
o expresa las prioridades de nuestro corazón. Usamos el dinero en aquello que nos interesa, aq
uello que amamos, o creemos que es importante. ¿En qué inviertes tu dinero? ¿Libros, pasatiem
pos, deporte, dulces, ropa? ¿Qué prioridad tienen las cosas del Señor en tu vida? ¿Qué importa
ncia le das a la iglesia local y a la extensión del Reino? El presupuesto mensual es un reflejo d
e lo que está en nuestro corazón.
La ofrenda es una forma más de expresar nuestra devoción hacia el Señor. En la iglesia que pa
storeo en Barcelona, tenemos la costumbre de ofrendar usando un buzón en la sala de cultos,
de modo que el creyente pueda ofrendar de forma privada y habiendo meditado delante de Di
os. La oración, la lectura de la Palabra, o la ofrenda, son aspectos de nuestra adoración al Señ
or. Eso quiere decir, lamentablemente, que corremos el peligro de descuidar las ofrendas así co
mo corremos el peligro de descuidar nuestra vida de devoción privada. Pero recordemos que el
hecho de que solo Dios vea qué ofrendamos, no hace las ofrendas algo menos importante, si
no todo lo contrario.
El mal llamado “evangelio de la prosperidad” presenta el ofrendar como una forma de “negocia
r con Dios”. Algunos dicen “ofrenda, para que Dios te bendiga”, otros dicen “ofrenda, o Dios te
castigará”, y usan algunos pasajes fuera de contexto para justificarse. Recordemos que en el A
ntiguo Testamento las bendiciones materiales eran sombra y figura de las bendiciones espirituale
s bajo el Nuevo Pacto. Hoy, Cristo es nuestra Tierra Prometida y todas las bendiciones celestiale
s las tenemos en Él (Ef. 1:3). No creemos que debamos ofrendar “para que Dios nos bendiga” s
ino al revés. Ofrendamos, porque Dios nos ha bendecido. ¿Te ha dado algo el Señor? ¿Tienes s
ustento y abrigo? ¿Dios provee para ti cada día? Nuestras ofrendas no son para “negociar” con
Dios, sino una muestra de nuestra gratitud y devoción por su bondad y generosidad con nosotr
os.
5. Ofrendar es un privilegio
Hay causas muy nobles en las cuales vale la pena invertir dinero, pero no hay causa más excel
ente que la obra de la extensión del evangelio. No es de extrañar que haya creyentes que hay
an ofrendado mucho para el avance del Reino. Vale la pena. Quien ha encontrado el tesoro es
condido, ya no tiene el mismo apego a las cosas terrenales. Si Dios entregó lo más precioso, s
u Hijo, y el Hijo entregó lo más precioso, su vida, el cristiano es por naturaleza alguien que da
generosamente porque ha sido objeto de la generosidad de Dios y desea que muchos más esc
uchen del camino de salvación.
En algunos casos Dios ha usado a los incrédulos para proveer para su causa, como cuando los
egipcios entregaron el oro a los hebreos. Pero en general, ese no es el caso. Los creyentes son
los que con sus ofrendas envían misioneros, sostienen a sus pastores, construyen sus iglesias, e
tc. El apoyo de cada iglesia local es una responsabilidad de los miembros que la componen. El
creyente puede ofrendar de muchas maneras, y a muchos lugares, pero nunca debiera de obvia
r esta responsabilidad principal con su propia iglesia.
En 2 Corintios 9 el apóstol Pablo da instrucciones sobre cómo ofrendar. En el v.6 escribe “El qu
e siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generos
amente también segará”. Todos queremos ver pecadores venir a Cristo, y bautismos, y nuevas i
glesias, y el evangelio llegando a todas las naciones, pero para segar es necesario sembrar. Dio
s usa el esfuerzo, el tiempo, y las ofrendas de los creyentes para traer fruto espiritual en su tie
mpo. No veamos las ofrendas como dinero perdido, sino como dinero invertido en una causa c
on implicaciones eternas.
Nos recuerda también 2 Co. 9:7 que hemos de ofrendar “no con tristeza, ni por necesidad, por
que Dios ama al dador alegre”. Recuerda, que la ofrenda es parte de tu culto al Señor. ¿Acaso
cantas enfadado, y oras con fastidio? ¡Claro que no! Pues tampoco ofrendes con tristeza. Que a
quello que decidas ofrendar sea con alegría y gratitud en tu corazón, porque no solo ofrendas
dinero. La mejor ofrenda que los magos trajeron a Belén no fue el oro, ni el incienso, ni la mir
ra, sino la actitud de verdadera adoración (Mt. 5:23-24).
De nuevo 2 Corintios 9 expresa claramente “Cada uno dé como propuso en su corazón” . La ofr
enda no se debe improvisar el domingo, rascando en el bolsillo a ver qué encuentro. Cuando e
l dinero llegue a tus manos, ya sea el salario, o un regalo, o una herencia de tu bisabuelo, dec
ide en oración delante del Señor qué hacer con ello. ¿Vas a ofrendar? ¿Cuánto? ¿Tienes la actit
ud correcta en tu corazón? Y según hayas meditado, prepara tu ofrenda para llevarla el doming
o. En el caso de aquellas familias donde haya varios salarios y una sola administración, la famili
a debe decidir junta qué van a ofrendar. En el caso de ser el único creyente en casa, decide q
ué vas a ofrendar con el consentimiento de tus padres, o de tu esposo, o de tu esposa. Seam
os sabios, y recordemos que todo es de Dios.
“De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan.Porque él la fundó sob
re los mares, Y la afirmó sobre los ríos”. (Sal. 24:1-2)