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UNIVERSIDAD CENTROAMERICANA JOSÉ SIMEÓN CAÑAS

Licenciatura en Teología Alumno: Carlos Francisco Gil Batz


Sacramentos de la vida Carné: 00400816

San Salvador, 08 de noviembre de 2019

Sobrino, J. «El Sumo Sacerdote. El Mediador: lo humano “sin añadidos”, pero “con
concreciones”, en La fe en Jesucristo: Ensayo desde las víctimas, 2ª. ed, UCA
Editores, San Salvador, 2000, pp. 233-260
«Sumo sacerdote» es uno de los muchos títulos dados a Jesús de Nazaret en el Nuevo Testamento y, además,
también es muy apto para remitirnos a su función mediadora y salvadora. El autor divide su estudio en tres partes:
en primer lugar, analiza la dimensión teologal del sacerdocio; en segundo, la dimensión cristológica; en tercero, las
consecuencias cristológicas de lo que se pueda decir sobre el sacerdocio.
Al hablar teologalmente de lo sacerdotal, nos encontramos con una afirmación verdaderamente sorprendente y
revolucionaria: «Dios accede al ser humano». ¿Acaso no hemos aprendido tradicionalmente que el ser humano debe
buscar a Dios debido a su infinita diferencia y lejanía de Él? Precisamente, era el sacerdote el encargado de conducir
y acercar a los seres humanos a Dios.
Sin embargo, la gran novedad del Nuevo Testamento es transmitirnos al Dios que Jesús manifestó con su propia
vida. Ese «nuevo Dios» trastoca profundamente el significado de lo sacerdotal: Dios ya no está separado ni lejano
del ser humano, sino cercano a él por ser un Dios bueno.
Consecuentemente, esta revolución de la realidad de Dios nos conduce a una revolución en la realidad
sacerdotal. Por ello, Sobrino afirma: «No es el ser humano el que accede ni tiene que acceder a Dios, en busca de
salvación, sino que es Dios el que se abaja para ofrecérsela». Lo único que el ser humano debe hacer es responder
y corresponder a ese acercamiento. Nada de lo creado nos acerca por sí mismo a Dios. Por tanto, la realidad
sacerdotal es una auténtica mediación, pero «esa mediación es la expresión histórica del acercamiento de Dios a los
seres humano», no la causa eficiente de ello. Luego, sacerdote es aquel que ayude a los seres humanos a responder
y corresponder al Dios que se acerca y, a la vez, es expresión histórica del acercamiento de Dios.
De esta manera, descubrimos que el verdadero mediador, el verdadero sacerdote es Jesús. Él es, al mismo
tiempo, la expresión del acceso, del abajamiento, de Dios a los seres humanos y del camino de los seres humanos a
Dios. Y Jesús es un ser humano. Todo el Nuevo Testamento atestigua esta humanidad mediadora de Jesús. La carta
a los Hebreos afirma que Jesús es el Sumo Sacerdote, pero que «para ser mediador no se necesitan “añadidos” a lo
humano, aunque sí se necesiten “concreciones”».
Ciertamente, Jesús nunca se consideró a sí mismo un sacerdote. Este título le es dado en la carta a los Hebreos
como una reinterpretación del sacerdocio antiguo y de su función, el sacrificio. Jesús nos muestra que el acceso a
Dios lo proporciona la cercanía, no la lejanía de lo humano. Cristo guía a la humanidad hacia Dios recorriendo él
mismo ese camino: «es el “pionero de la salvación”». Con sus palabras y obras es superior al sacerdocio antiguo.
Él no está alejado de lo profano, sino es en todo semejante a sus hermanos; no es riguroso, sino misericordioso; no
es frágil ni pecador, sino inocente; su sacrificio no es externo ni superfluo, sino ofrece su propia vida. Por tanto,
Jesús es el verdadero Sumo Sacerdote que trae la salvación de una vez y para siempre para la humanidad.
Por todo ello constatamos que Jesús no necesita de ningún añadido a su humanidad para ser mediador —este
es el contenido más profundo de la carta a los Hebreos—, sino solamente del ejercicio pleno de esa humanidad que
se hace concreta en su misericordia, en su fidelidad y en su entrega, sin perder de vista su solidaridad pues Jesús es
nuestro hermano. Él es mediador entre Dios y nosotros no solamente por ser humano, sino, sobre todo, por ser
hermano. Él es nuestro hermano mayor, nuestro modelo para acceder al Padre.

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