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Inteligencia Emocional y Kabalá

Introducción

Querido lector,

Antes que nada me gustaría explicarte lo que es la inteligencia emocional,


qué fue lo que me inspiró a escribir este libro y el por qué estoy seguro de
que será de gran utilidad para ti y para cualquiera que lo lea.

Empezaré por explicar qué es la inteligencia emocional y para entenderla,


antes debemos hablar de la teoría de Gardner sobre las inteligencias
múltiples.

En 1983, el profesor de educación y psicología de la Universidad de Harvard


y director del “Proyecto Zero”[1], Howard Gardner, presentó su libro Frames
of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. En este libro Gardner
propone que no existe un sólo tipo de inteligencia.

La inteligencia no es una cualidad que haga posible dominar todas las


destrezas y habilidades de resolución de problemas, sino que está localizada
en diferentes áreas del cerebro interconectadas entre sí. Estas áreas pueden
también trabajar en forma individual, teniendo la propiedad de desarrollarse
ampliamente si se encuentran un ambiente que ofrezca las condiciones
necesarias para ello.
Al definir lo anterior, Gardner afirma que la inteligencia académica -o sea la
obtención de títulos y méritos educativos-, no es la única herramienta que
define la inteligencia de una persona. Es por ello que podemos encontrar
personas que a pesar de ser destacados académicos, tienen problemas para
relacionarse o para manejar otros aspectos de su vida.
Para Gardner y su equipo, una persona como Albert Einstein no es más
inteligente que otra como Pablo Picasso, ni Michael Jordan es más sabio que
Octavio Paz. Tampoco Plácido Domingo es más que Sigmund Freud, sino
que cada uno de ellos cuentan con inteligencias diferentes.
Gardner señala que existen siete inteligencias:
1. Inteligencia lingüística-verbal: Relacionada con el uso claro y sensible
del lenguaje oral y escrito.

2. Inteligencia lógica-matemática: Es la habilidad del razonamiento


complejo y la resolución de problemas numéricos, así como la facilidad
para pensar, siguiendo reglas de la lógica.

3. Inteligencia física-cinestésica: Esta inteligencia facilita usar el cuerpo


para expresar ideas y sentimientos. Incluye el dominio de habilidades
físicas como la velocidad, la coordinación, el equilibrio o la
flexibilidad.

4. Inteligencia espacial: Es la habilidad de percibir el mundo y poder


crear imágenes mentales a partir de la experiencia visual. Esta
inteligencia incluye la capacidad de repesentar gráficamente ideas y
relacionar colores, líneas y formas.

5. Inteligencia musical: Habilidad de utilizar y responder a los diferentes


elementos musicales como ritmo, timbre y tono.

6. Inteligenca interpersonal: Tiene que ver con la habilidad para


comprender a las personas, sus relaciones e interactuar con ellas.

7. Inteligencia intrapersonal: Habilidad de comprenderse a sí mismo y


utilizar este conocimiento para desenvolverse de manera efectiva en la
vida.

Aunque estas siete son las inteligencias más destacables, en estudios


posteriores Garder señala que hay otras inteligencias como la naturalista, la
espiritualista, la existencial, la digital y otras más.

Ahora que conocemos la teoría de Gardner y comprendemos que existen


diferentes inteligencias, abordaremos el tema de la inteligencia emocional.

Inteligencia, del latín intelligentĭa, es la capacidad para escoger las mejores


opciones en la búsqueda de una solución. Emocional, por otra parte, es
aquello perteneciente o relativo a la emoción.

El psicólogo estadounidense, Daniel Goleman, fue uno de los personajes que


popularizaron el concepto de inteligencia emocional, haciendo referencia a la
capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos. Es así que una
persona con inteligencia emocional, destacará por su hábil manejo de los
sentimientos.

La inteligencia emocional se relaciona con el AUTOCONTROL. Es decir,


con la capacidad de dominarse a sí mismo, y controlar sentimientos y
emociones.

Los elementos básicos que integran la inteligencia emocional son los


siguientes:

1. Autoconciencia: Tener conocimiento de nuestras propias debilidades y


fortalezas, ser honestos y rigurosos con nosotros mismos, además de
conocer nuestros límites.

2. Autocontrol: Capacidad de controlar las emociones e impulsos. A


través del autocontrol, elegimos cómo sentirnos y cómo reaccionar ante
cualquier evento.

3. Motivación: Voluntad para crear un entorno en el que nuestros


objetivos y metas se puedan cumplir.

4. Empatía: Capacidad de identificar y entender los deseos, necesidades y


puntos de vista de quienes nos rodean. Es reconocer los sentimientos
de los demás.

5. Habilidades sociales: Conductas necesarias para interactuar y


relacionarse con los demás de forma efectiva y mutuamente
satisfactoria. Es trabajar en equipo y siempre sumar puntos positivos.

De acuerdo con Goleman, una persona con inteligencia emocional se valora a


sí misma y se comporta con autocontrol e integridad, lo que generalmente
suele llevarla a ser digna de confianza. Las personas con esta inteligencia
demuestran iniciativa, además de ser optimistas e innovadoras, encontrando
la forma de adaptarse al cambio y obtener de este, las mejores oportunidades.
Por el contrario, aquellos que no ponen en práctica la inteligencia emocional,
demuestran una actitud de apatía e impulsividad. Además, suelen ser
personas inseguras y temerosas, lo cual a menudo se traduce en irritabilidad y
falta de motivación.
Hace más de 14 años doy clases de Torá[2] y enseño sobre diversas leyes y
costumbres del judaismo que Dios, en su sagrada Torá, nos pide que
llevemos a la práctica.

Entre los preceptos de Dios, hay algunos que son concretos y prácticos, como
los relativos a la alimentación[3], la colocación de una Mezuzá[4], de los
Tefilín, de guardar el día de Shabat[5], ayudar a los demás, etc. No obstante,
existen una serie de preceptos y mandatos que no dependen de la realización
de una acción específica, sino que se cumplen mediante las emociones.
Existen así los preceptos de estar alegre[6], amar a Dios[7], amar al prójimo[8],
no odiar[9], no guardar rencor[10], no codiciar[11], no ser presumido[12], no
enojarse[13], no tener miedo[14], etc.

La cosa es que cuando hablamos de leyes concretas, como la realización de


algo o su abstinencia, mis alumnos por lo general entienden que se trata de
preceptos de Dios que deben de tratar de llevar a la práctica. No obstante,
cuando se trata de sentimientos, muchas veces piensan que lo que se les está
pidiendo es algo imposible, algo que no depende de ellos, pues creen que no
son capaces de gobernar sobre sus sentimientos y sus emociones. Afirman
que ¡ellos no mandan sobre su corazón!

Por lo general, mis estudiantes creen que las emociones son el reflejo de lo
que pasa en el exterior. Así, si algo malo les pasa van a estar tristes; si algo
bueno les sucede, estarán contentos; si alguien les atrae y se porta bien con
ellos, lo van a querer; pero si simplemente una persona no les cae bien o es
fría con ellos, entonces seguramente no podrán amarla.

Si Dios les manda abundancia, una vida holgada y llena de bendiciones,


entonces lo van a amar, pero ¿qué pasa si no es así?
Si alguien les hace un daño, posiblemente no se venguen de él, pero no
guardarle rencor, ¡eso es otra cosa! Si el otro tiene algo que uno no, ¡se siente
envidia! Es algo natural, una reacción involuntaria. Si una situación se sale de
control o pasa algo que no va de acuerdo al plan, nos enojamos. Esto es una
reacción y en ocasiones pensamos que no se puede controlar, pero la Torá
nos dice que sí podemos, con el argumento de que si no las pudieramos
controlar, entonces Dios no nos pediría que lo hiciéramos.

¡Nosotros tenemos el control de nuestras emociones! Sólo hay que encontrar


la mejor manera de hacerlo, lo cual constituye un gran desafío que necesita de
una de las más importantes inteligencias: la emocional.

A diferencia del resto de las inteligencias de Gardner, la inteligencia


emocional debe ser usada de manera paralela con cualquiera de las demás
inteligencias, pues podrás ser un excelente matemático, músico, atleta, o
artista, pero si no sabes dominar tus emociones, entonces tu vida entera estará
destinada a ser una vida de fracaso.

¿De qué sirve ser excelente en algo, si eres enojón y “explotas” por cada
cosa? ¡Nadie te va a soportar! ¿De qué sirve ser el mejor en tu profesión, si
no sabes controlar tus estados de ánimo y te la pasas deprimido? Así no se
puede llegar muy lejos, a pesar de tener todos los dones.

Es por eso que todos necesitamos de la inteligencia emocional. Un artista tal


vez no necesita ser buen matemático, ni un deportista necesita ser experto en
literatura, pero todos sin excepción y sin importar a qué nos dediquemos o
para qué seamos buenos, necesitamos tener una maestría y hasta un
doctorado en inteligencia emocional, ya que de lo contrario ninguna otra cosa
que hagamos servirá.

La inteligencia emocional no es algo nuevo. Es una sabiduría que se ha


aplicado durante todos los tiempos y en el judaísmo entra dentro de la
categoría de TIKÚN HAMIDÓT ‫תיקון המידות‬, que se traduce comúnmente
como perfeccionamiento de carácter, aunque abarca mucho más que eso.

En el judaísmo existen muchísimos libros que hablan sobre este tema,


algunos de manera directa y algunos otros, a pesar de hablar de otras
temáticas, están llenos de este tipo de enseñanzas.

La Mishná 15]‫]משנה‬, el Talmud 16]‫]תלמוד‬, los Midrashím 17]‫]מדרשים‬, el libro


del Zohar 18]‫ ]זוהר‬y otros más, gastan mucha tinta hablando sobre la
inteligencia emocional.

El Ramak, Rabí Moshé Kordobero, kabalista del siglo XVI y maestro del
Arizal, dedicó su libro “Tomer Deborá” a hablar acerca del alma. Explica que
el alma de las personas fue creada a imagen y semejanza de Dios y por lo
tanto debemos controlar nuestras emociones y procurar imitar las conductas
de Dios. Entre los 13 atributos de Dios que él enumera, se destacan la
tolerancia, la piedad, el autocontrol, la solidaridad y la empatía.

Rab. Jaím Vital, alumno principal del Arizal, compara cada una de las
emociones de la persona con los cuatro elementos (fuego, agua, aire y tierra).
Él argumenta que cada uno de estos elementos están en el alma de la persona
y que así como cada uno tiene su parte buena y su parte mala, así también
debemos aprender a controlar las emociones negativas y a potencializar las
positivas.

El Rab. dice que del fuego surgen la presunción y sus ramificaciones: el


enojo, la impaciencia, la irritabilidad, la búsqueda de dominio y el odio.
Como contraparte, surge también la humildad.

Del agua surgen las ganas, los deseos y el placer. Sus ramificaciones son la
envidia y la insatisfacción por el deseo jamás saciado. En la contraparte,
surge el conformismo.

Del aire surge la palabra. Sus ramificaciones son la adulación, la mentira, el


Lashon Hará[19] y los aires de grandeza. La contraparte aquí es el silencio.

De la tierra nace la tristeza y su ramificación es la flojera. En contraparte, se


encuentra la alegría.

El Gaón de Vilna[20], en su libro “Eben Shelemá”, dice que todo el servicio a


Dios depende de la inteligencia emocional y que las emociones son como las
vestimentas de las Mitzvot 21]‫ ]מצוות‬y la Torá. Dijo también que todos los
pecados encuentran su raíz en una emoción. Él argumenta que el ser humano
fue creado con la finalidad de controlar sus emociones y que si no lo hace,
¿entonces para qué quiere la vida?

El Gaón de Vilna se focaliza en las tres emociones centrales de la persona


que la llevan al pecado. Estas son el enojo, el deseo y la presunción. Él dice
que cada una de estas emociones se expresa de manera interior y exterior. Por
ejemplo, existe el deseo interior de querer el dinero y las posesiones
materiales, pero también hay un deseo exterior que se manifiesta al querer
satisfacer al cuerpo y llenarlo de placeres como la comida, la bebida y otros
placeres físicos.

El Gaón explica que la persona debe reflexionar sobre sus emociones y


ponerlas constantemente sobre la balanza para educarse a sí mismo y llevar
sus sentimientos negativos hasta el otro extremo. El presumido por ejemplo,
debe comportarse con humildad y modestia extrema, para sacar de su persona
el sentimiento negativo y cambiar así su naturaleza arrogante.

Para el Gaón, el camino para dominar las emociones no es el de afligirse a sí


mismo ni contenerse hasta explotar. Aquello que puede ayudar a la persona a
controlar sus emociones es aprender a manejarlas mediante el estudio de la
Torá. De este modo, el enojo puede canalizarse de manera positiva,
estudiando Halajá (leyes judías) a profundidad, y discutiendo las opiniones y
los argumentos de la misma. El deseo y el antojo, bien pueden saciarse
mediante el estudio de la Hagadá (historias fantásticas del Talmud y de los
Midrashím con profundos mensajes).

El Gaón aconseja no pelear en contra de la propia naturaleza y no suprimir las


emociones, sino encaminarlas hacia algo positivo. Si a una persona le
emociona la sangre o la violencia, entonces que se convierta en Shojet[22], en
Mohel[23], en doctor, o en un policía, antes de que su emoción lo lleve a
convertirse en un delincuente o un asesino.

Dice también el Gaón que la persona debe buscar la manera de controlar sus
emociones negativas y a aquel que no lo hace por flojera, de nada le va a
servir todo lo que se proponga. Esto se compara a una persona que pone una
venda sobre la piel, cuando la hemorragia es interna. Es seguro que no se
curará.

Hay tres diferentes opiniones con respecto a si se considera una Mitzvá


(precepto divino) trabajar sobre las emociones: la de Rab. Jaim Vital, la de
Rabenu Bejayé y la del Rambam. Las opiniones son las siguientes:

Rab. Jaim Vital[24] dice que el control de las emociones y la inteligencia


emocional es fundamental para el cumplimiento de las Mitzvot y es la base
sobre la cual se sostiene la persona. Si la base está chueca, la construcción no
se puede mantener. No obstante, este Rab. no considera el control de las
emociones como una Mitzvá por sí misma, sino como un prerrequisito para
poder adquirir las Mitzvot. Esto es similar a la frase del Tána Debé Eliyahu
que dice: “Las buenas cualidades están antes que la Torá”[25].

Por otro lado, Rabenu Bejaye[26], en la introducción de su maravilloso libro


“Jobat Halebabot”, dice que las Mitzvot se dividen en dos partes: los deberes
que se cumplen con las acciones y el movimiento del cuerpo, y las Mitzvot
que se cumplen sólo con el corazón, es decir mediante el simple control de
nuestras emociones, usando la inteligencia emocional.

El Rambam[27] dice que todas las Mitzvot de la Torá son de hecho, un


vehículo para llevar a la persona a una armonía emocional, como si fueran el
transporte para conseguir la inteligencia emocional y tener el control absoluto
de nuestras emociones. Más adelante, el Rambam menciona que cada defecto
en las emociones y en el carácter de la persona, crea una barrera que la separa
de Dios. Él dice que todos los profetas, aunque tenían un grado muy alto de
inteligencia emocional, sufrían de algúna pequeña falta de control en alguna
de sus emociones, lo cual les provocaba no tener una visión completamente
clara y transparente de la divinidad en sus profecías.

Lo anterior sucedió con todos los profetas a excepción de Moshé (Moises),


pues Moshé fue el único ser humano sobre la faz de la tiera que sí logró
dominar por completo sus emociones y alcanzar el nivel de control emocional
más alto que cualquier otro ser humano pudo llegar a alcanzar, por lo cual
pudo hablar con Dios cara a cara, sin barreras y sin interferencia alguna.

El Rambam[28] también afirma que quien no controla sus emociones, padece


de una enfermedad espiritual y debe dirigirse a un rabino (según el Rambam,
el rabino es el doctor del alma) para que lo cure, enseñándole inteligencia
emocional.

En conclusión, para Rab. Jaim Vital se necesita de la inteligencia emocional


para poder cumplir con las Mitzvot. Según Rabenu Bejaye, el hecho de
controlar las emociones es ya una Mitzvá, mientras que para el Rambam,
todas las Mitzvot que realizamos, las hacemos con la intención de aprender a
controlar nuestras emociones y perfeccionarlas.

Ahora bien, más allá de definir si el control de las emociones es una Mitzvá o
no, estos tres personajes hablan sobre la inteligencia emocional como una
parte vital del judaísmo. Por ello, según el judaísmo, no podemos pasar por la
vida sin buscar estrategias y métodos para dominar esta destreza y volvernos
expertos en ella, de acuerdo con nuestras capacidades.

Ahora que queda claro lo que es para mí la inteligencia emocional, me


gustaría explicar aquello que me inspiró a escribir este libro y el por qué
estoy seguro de que será de gran utilidad para ti y para cualquiera que lo lea.

En realidad aquello que me inspiró a escribir este libro fue mi indomable


deseo personal por adquirir mayor inteligencia emocional, por poder
identificar y controlar cada una de mis emociones de acuerdo a la razón, y al
mismo tiempo a mi parte lógica y pensante. Para así hacer a un lado aquellas
barreras que me desconectan de Dios y de su luz y ser propicio de recibir Sus
bendiciones.

Estoy seguro por estudios y comprobaciones que he leído al respecto, y


porque es algo que se puede ver en la práctica de manera clara y transparente,
que las personas con mayor inteligencia emocional alcanzan niveles de éxito
más altos en todas las facetas de su vida. Ya sea en los negocios, en el
trabajo, con sus jefes o maestros, en la familia o con los amigos, son más
queridos por la gente y mucho más respetados, son mejores líderes y más
influyentes.

La inteligencia emocional es algo en lo que todos deberíamos trabajar pues es


una parte esencial en la vida de cada ser humano. Es por eso que consideré
trascendente escribir este libro y compartir estos descubrimientos con
ustedes. Es esta razón, la que me hace estar seguro de que será de gran
utilidad para todo aquel que lo lea, sin importar a qué se dedica, cuál es su
profesión o cuáles son sus fortalezas, su nivel espiritual, cultural, religioso, su
género, etc. Este libro es para cualquiera y sus enseñanzas son, en su
mayoría, verdades y valores universales que cualquiera podría llegar a
comprender.

Estoy seguro querido lector, que al igual que yo, vas a disfrutar mucho estas
enseñanzas y te vas a enriquecer con ellas bastante. Si es así, te pido también
que las transmitas a tus seres queridos y a todo aquel al que consideres que le
puede llegar a servir, pues no existe casi nada mejor y más útil que se pueda
regalar, que la luz de la sabiduría, la cual enriquece al que la recibe sin
empobrecer al que la da.

En este libro se encuentran poderosas llaves para abrir las puertas de las
bendiciones, es por eso que no me queda más que aconsejarte que las tomes y
desearte que puedas hacer un buen uso de ellas. Deseo que abras las puertas
indicadas para atraer hacia ti y hacia la gente de tu alrededor, las mejores y
más puras bendiciones.

Yosef Zonana

¿Qué es la Kabalá?

“Todo campo de conocimiento —sea ciencia, agricultura, medicina o


quiromancia— puede aprenderse en la Torá” (Rambán, Introducción a
Comentario sobre la Torá).

Comúnmente las personas confunden la Kabalá con magia, hechicería o algo


parecido pero, ¿qué es en verdad la Kabalá?

La palabra Kabalá ‫ קבלה‬significa recepción, pues la Kabalá es la


interpretación más profunda y mística de la Torá, la cual fue transmitida
verbalmente, generación tras generación, de maestro a alumno. Esta sabiduría
oculta de la Torá llamada Kabalá, en principio no se transmitió de manera
generalizada a todo el pueblo de Israel sino sólo para unos cuantos elegidos
en cada generación, que hubieron adquirido un excelente control sobre sus
emociones, perfeccionamiento de sus acciones, carácter, realización de
Mitzvot y un vasto conocimiento de la Torá, pues fue dicho: “El secreto de
Dios es para aquellos que le temen” (Tehilím 25:14). Lo anterior quiere decir
que sólo aquellos que realmente demuestran devoción por el Eterno, deben
ser introducidos en esta parte de la Torá.

La Kabalá es el estudio de:

La inspiración Divina y la profecía.


Las formas de aproximarse a Dios y de apegarse a Él; la unicidad de
Dios, el acceso a la Providencia y la hanagá[29].
Cómo un ser humano perfecciona los mundos mediante la realización
de mitzvot.

La Kabalá tiene dos aspectos principales que se denominan: Maasé Bereshit


("La Creación") y Maasé Merkavá ("El Carro Divino").

Maasé Bereshit describe a todos los mundos, superiores e inferiores. Explica


cómo fueron creados, cómo son dirigidos, y cómo pueden ser corregidos y
llevados hasta la cima de la perfección. Del mismo modo revela el misterio
de la unicidad de Dios, así como el significado secreto de la Torá y sus leyes.

Maasé Merkavá enseña los diversos métodos con los cuales una persona
puede santificarse y elevarse hasta que logra adquirir la visión profética.
Estos métodos incluyen la oración y la realización de mitzvot con
concentración e intenciones especiales (kavanot ‫)כוונת‬, la purificación de su
cuerpo y la rectificación de las raíces del alma de la persona, hasta que se
vuelve adecuada para servir como vehículo ("carro") para la Shejiná (la
Presencia Divina).

Los 4 niveles de interpretación de la Torá Oral son:

Peshat: El sentido literal de los versículos.


Remez: Los significados más profundos descubiertos por medio de los
valores numéricos de las letras, acrónimos y otros.
Derash: La exégesis homilética (exposición de los versículos bíblicos).
Sod: La interpretación Kabalística.

Este libro fue titulado “Inteligencia Emocional y Kabalá”, ya que habla sobre
el control de las emociones, pero también incluye profundas explicaciones
sobre la Torá, que van desde el Peshat, hasta el Sod. En la presente obra, se
incluyen explicaciones que nos ayudan a entender mejor las emociones del
ser humano y la importancia de su adecuado manejo.

La palabra Kabalá también significa paralelismo, pues nos enseña que este
mundo material tiene un paralelo espiritual y todo lo físico tiene su igual en el
mundo espiritual. Tenemos cuerpo y su paralelo es el alma, y detrás de cada
célula hay una energía invisible que le da vida y movimiento.

Cada emoción tiene un origen y está vinculada a una o más razones


psicológicas, espirituales o metafísicas. La Torá nos dice que las emociones
no son el reflejo de aquello que nos sucede. De hecho, lo que sucede es más
bien el reflejo de nuestras acciones y emociones.

En este libro intenté fusionar importantes descubrimientos modernos de la


psicología y el desarrollo humano con las tradicionales pero, trascendentales
enseñanzas de la sagrada Torá, lo cual se entrelaza perfectamente creando un
maravilloso paralelismo. Espero que lo disfrutes mucho y te sea de gran
utilidad para poner en sintonía tus emociones, para que logres armonizar la
frecuencia de tu cuerpo con tu alma.

La ciencia de las emociones

¿Con qué parte de tu cerebro y de tu alma tomas tus decisiones?


¡Domina tus emociones y dominarás tu vida! ¡Domina tu vida y dominarás el
mundo!

En su libro best seller “Inteligencia Emocional”, Daniel Goleman nos habla


acerca de la manera en la que nuestra mente funciona y lo importante que
resulta en la vida tener control sobre nuestras emociones, para conseguir una
vida exitosa en todos los sentidos. Él nos dice que, en las empresas, las
personas son contratadas por su capacidad intelectual y experiencia
comercial, y despedidas por su falta de inteligencia emocional.

Diversos estudios han revelado que el coeficiente intelectual de la persona


representa solamente un 20% de los factores determinantes del éxito. El otro
80% depende de la clase social, la suerte y sobre todo de la inteligencia
emocional. Esto es, la capacidad de auto motivarse, tener perseverancia y
resistir a pesar de todo, controlar los impulsos, tener empatía, etcétera.

De estos temas nos habla la Torá y en ellos se centran gran parte de las
mitzvot (preceptos divinos).

En su libro, Goleman nos habla sobre dos tipos de inteligencia: la inteligencia


cognitiva[30] y la inteligencia emocional. La inteligencia cognitiva constituye
la capa neuronal que recubre los lóbulos prefrontal y frontal.

Los lóbulos prefrontales nos permiten dirigir nuestra conducta hacia un fin
determinado. Sus funciones comprenden la atención, planificación,
secuenciación y reorientación sobre nuestros actos. Es decir que estos lóbulos
se encargan de las funciones ejecutivas, convirtiéndose en los directores de
orquesta del cuerpo.

Por otro lado, los lóbulos frontales están implicados en los componentes
motivacionales y conductuales. Por eso, si se produce un daño en esta área,
puede suceder que a pesar de que el sujeto mantenga una apariencia normal al
no existir déficits motrices de habla, memoria o razonamiento, se presente un
importante déficit en las capacidades sociales y conductuales[31].

Este conjunto de lóbulos, conforman el neocórtex, que es la región cerebral


que nos diferencia de los animales. Es allí donde reposa todo lo humano: el
pensamiento, la reflexión sobre los sentimientos, la comprensión de
símbolos, el arte, la cultura, la capacidad de poder hablar, etc. Gracias al
neocórtex tenemos la oportunidad de ver a futuro, planificar a largo plazo y
desarrollar otras estrategias afines.

Existe una tercera parte en el cerebro llamada tallo encefálico, que controla
las funciones primarias como la respiración, el ritmo cardiaco, aspectos
básicos de la localización del sonido, digestión de alimentos, circulación de la
sangre y todas las funciones necesarias para que el cuerpo esté vivo. Esta
sección del cerebro controla todos los músculos involuntarios del cuerpo, la
tos, el estornudo, el hipo, el vómito, etc.

En resumen, tenemos 3 partes en el cerebro:

1. El lóbulo frontal – La parte emocional, motivacional, conductual, etc.

2. El lóbulo prefrontal – Las funciones ejecutivas o técnicas.

3. El tallo encefálico – Las funciones primarias e involuntarias, sobre las


cuales no tenemos control de manera consciente.

En el lenguaje de la Kabalá, estas partes se llaman Nefesh ‫נפש‬, Ruaj ‫ רוח‬y


Neshamá 32]‫]נשמה‬.

El Nefesh ‫נפש‬, es la parte más básica de nuestra alma, que está asociada con
el tallo encefálico. Son las funciones primarias que el cuerpo realiza de
manera involuntaria y sobre las cuales no se tiene control alguno. Cuando la
persona dice: ¡tengo hambre! ¡tengo sed! ¡tengo sueño!, no lo está diciendo
su cuerpo, ya que este es sólo un pedazo de carne, sangre o huesos. En esos
momentos está hablando su Nefesh ‫נפש‬, la parte espiritual que representa el
tallo encefálico.

El Ruaj ‫רוח‬, es el alma que controla. Como el director de una orquesta, es la


que nos da la facultad de hablar[33], la que se encarga de las funciones
ejecutivas y técnicas. El Ruaj ‫ רוח‬nos hace diferentes al resto de los seres
vivos. Los pericos también hablan, pero no tienen la inteligencia suficiente
como para crear frases con sentido propio que expresen pensamientos o
sentimientos. Los seres humanos sí lo podemos hacer gracias al Ruaj ‫ רוח‬que
Dios nos dio.

La Neshamá ‫נשמה‬, es la parte más elevada, la que se conecta con las


emociones y con lo espiritual. Representa al lóbulo frontal, el órgano más
sublime del ser humano. Sobre esta parte del cerebro es justamente sobre la
cual colocamos el Tefilín 34]‫ ]תפילין‬con la finalidad de estar conectados con
Dios.

Goleman dice que la primera región cerebral por la que pasan las señales
sensoriales procedentes de los ojos o de los oídos es el tálamo. El tálamo
manda la información al neocórtex, en donde la información es ponderada
mediante diferentes niveles de circuitos cerebrales, para tener una noción
completa de lo que ocurre y finalmente emitir una respuesta adaptada a la
situación. Posteriormente envía las señales al sistema límbico para que
produzca e irradie las respuestas hormonales al resto del cuerpo.

A diferencia de los animales que toman decisiones de manera involuntaria,


analizando la información solamente mediante el tallo encefálico (el Nefesh
‫ )נפש‬, el ser humano tiene la capacidad de tomar la decisión de cómo
reaccionar, basándose en las decisiones tomadas por el neocórtex, que
involucra la parte frontal y prefrontal del cerebro (a lo que en el lenguaje de
la Kabalá se les conoce como Ruaj ‫ רוח‬y Nesahmá ‫)נשמה‬. Es así que puede
decidir conscientemente el camino que quiere tomar y no de manera
instintiva, automática e involuntaria. La decisión se toma después de haber
consultado al Ruaj ‫ רוח‬y a la Neshamá ‫נשמה‬, y no solamente al Nefesh
35]
‫]נפש‬.

Generalmente los seres humanos tenemos ventaja sobre los animales, porque
podemos controlar de manera consciente las decisiones que tomamos y tomar
medidas con base en nuestro análisis y libre elección. Sin embargo Joseph
LeDoux[36], en uno de sus estudios sobre las emociones, descubrió que junto a
la larga vía neuronal que va al córtex, existe una pequeña estructura neuronal
que comunica directamente el tálamo con la amígdala. Esta vía secundaria y
más corta, que constituye una suerte de atajo, permite que la amígdala reciba
algunas señales directamente de los sentidos y dispare una secreción
hormonal que determina nuestro comportamiento, incluso antes de que esas
señales hayan sido registradas por el neocórtex.

Esto implica que existen ocasiones en las cuales reaccionamos y actuamos de


manera instintiva y sin pensarlo, sin haber decidido de manera consciente y
sin consultar con nuestra parte humana. Hay ocasiones en las cuales la
amígdala no le pregunta a nuestro “cerebro humano” qué decisión tomar y da
una respuesta automática basada en recuerdos emocionales que guarda
almacenados, sin analizar la situación en toda su complejidad.

Los seres humanos tenemos la capacidad de controlar nuestras emociones y


la manera en la que vamos a reaccionar ante cualquier situación, pero para
eso debemos tener control sobre la información que entra en nuestra mente a
través de nuestros sentidos y canalizarla hacia nuestro “cerebro humano”,
pues si dejamos que esta información sea secuestrada por el “cerebro
animal”, dejándolo tomar las decisiones, podríamos llegar a comportarnos de
una manera desproporcional e indeseable y hacer cosas terribles de las cuales
podamos arrepentirnos.

Sólo cuando la amígdala está interrelacionada con el neocórtex, es cuando


podemos tomar control de nuestras emociones e impulsos. Es entonces que
podemos, como dijo Aristóteles: “Enfadarnos con la persona adecuada, en el
grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo
correcto." Es decir, allí es cuando podemos tener control sobre las decisiones
que tomamos y medir nuestras reacciones con exactitud.

Es por lo anterior que todo ser humano, para tener inteligencia emocional y
tomar decisiones correctas y acertadas en la vida, debe detenerse a pensar un
momento con la cabeza fría antes de aventurarse a actuar. A esta acción se le
llama autocontrol. El autocontrol es el arte de contenerse, el dominio de uno
mismo, que sólo se puede lograr usando nuestro “cerebro pensante” para
controlar los arrebatos emocionales.

El autocontrol es una base fundamental para la vida emocional y espiritual.


Es un tema central en nuestra cultura y esencial para cumplir con las leyes de
la Torá, por lo cual, los libros de filosofía y ética judía están llenos de
enseñanzas sobre este tema. Pero no sólo en el judaísmo es así de importante
el autocontrol; también en la rama psicológica, profesionales de la
envergadura de D.W. Winnicot han definido el autocontrol como el más
fundamental de los recursos psicológicos.

Diversos estudios revelan que esta habilidad se puede aprender y desarrollar,


especialmente en los años de la infancia en que el cerebro está en perpetua
adaptación.

En la religión judía, se aprende el autocontrol casi desde la cuna.


Constantemente me preguntan y comentan: ¿por qué la religión judía es tan
complicada? ¿por qué hay tantas reglas y tantas leyes? Que esto no se
puede… que esto sí se puede… La religión nos atrapa y aparentemente no
nos da libertad. Está llena de bardas y de límites. Hay comidas que no se
pueden comer[37], lugares a los que no se puede asistir[38], personas a las que
no se les puede tocar[39], ropas que no puedes vestir[40], conversaciones y
palabras que no se pueden pronunciar o escuchar[41], cosas que no se pueden
ver[42], etc. Además hay muchas cosas que como creyente tienes que hacer,
algunas de ellas son difíciles e incluso involucran sentimientos, pensamientos
y emociones, como por ejemplo, el estar alegre cuando hay que estar alegre y
el estar triste cuando hay que estar triste. Amar, cuando hay que amar y odiar
cuando hay que odiar, etc. La Torá nos obliga a hacer y sentir todo esto. ¿Por
qué?

La respuesta a esta interrogante es muy amplia y profunda, pero un beneficio


entendible y concreto que se obtiene con todas estas restricciones, limitantes
y bardas, es sin duda el autocontrol.

Uno de los últimos pasos de la Hagadá de Pesaj[43] es recitar el rezo de


Halel[44]. Esto se debe por una parte, a que en Pesaj[45] celebramos la
liberación de la esclavitud de Egipto y en el Halel se dice: “Alaben a Dios los
esclavos de Dios”. Lo anterior resalta que no salimos de Egipto para ser
esclavos de nuestras pasiones, impulsos o deseos, sino para ser solamente
esclavos de Dios[46].

Cuando la persona se esclaviza a los preceptos de Dios, aprende a dominar


sus impulsos y es realmente libre. Por eso, el único que es realmente libre, es
el esclavo de Dios. Como dijo Rab. Yehoshua ben Leví: “No existe persona
libre, sino aquella que se ocupa en la Torá” (Tratado de Abot 6:2). Esto
implica que aquel que está ocupado en cumplir con las leyes de Dios y
estudiar la Torá con entrega y dedicación, desarrolla la fortaleza suficiente
como para gobernar sus impulsos y dominar sus pasiones liberándose de
todas aquellas cosas que nos esclavizan.

Dominar nuestras pasiones nos da libertad y reinado. Hay una historia con
respecto a un rey joven que vio a una persona que parecía ser un gran sabio.
Todo indicaba que se trataba de un intelectual. El rey se interesó en esa
persona y le preguntó: ¿Quién eres? A lo que el hombre respondió con mucha
seguridad: “¡Yo soy el rey!”.

El rey se enfureció: “¿Cómo se atreve? ¡El rey soy yo! ¿Qué clase de
respuesta es esta?”, se dijo para sus adentros, pero le tuvo un poco de
paciencia, pues pensó que tal vez era rey en algún otro lugar.

“En esta ciudad yo soy el rey, pero seguramente usted es rey en algún otro
lugar ¿Sobre qué pueblo usted gobierna?”

El hombre respondió: “¡Yo soy rey de aquel que usted es esclavo!”

“Esto sí que es una falta de respeto”, dijo el rey, pero dio la oportunidad de
que el hombre se explicara. Fue entonces que éste dijo: “Señor rey, por favor
no se enfade conmigo, lo único que quería hacerle saber es que yo gobierno
sobre mis deseos y mis impulsos. Yo soy el rey porque tengo autocontrol,
pero usted, señor rey, es esclavo de sus deseos y de sus impulsos, hace lo que
se le antoja y no aquello que es bueno para usted o para su pueblo. Usted es
un rey joven e inteligente y aún le queda mucho tiempo para reinar, es por
eso que quisiera enseñarle la clave para ser un buen gobernante. Ese secreto
no radica en mandar sobre las personas o imponer sobre sus ejércitos. El
secreto está en gobernarse a sí mismo y no ser esclavo de sus impulsos, de
sus pasiones o de sus deseos”.

En el libro “El Kuzarí”, de Rabí Yehudá Haleví[47], se dice que el rey de


Kuzar le pidió al rabino explicarle a qué tipo de persona el judaísmo ve como
un ser espiritual y santo. Es decir, aquel hombre que ha llegado a la
integridad y a la perfección en el ámbito religioso.
El rabino le respondió: “Esa persona a la que usted describe, es un hombre
que gobierna bien su país, que a cada uno de sus habitantes les proporciona el
alimento necesario, no más y no menos. Con todos es considerado y justo, no
le quita nada a nadie y no le da nada a nadie a menos de que sea necesario y
correcto. Por lo tanto, él encuentra a cada uno en su lugar, a la hora que lo
necesita, dispuestos a cumplir con sus órdenes. Todos hacen lo que él indica
con rapidez y cautela.”

El rey Kuzar pensó que el rabino no había entendido su pregunta y le dijo:


“Yo pregunté sobre un ser espiritual, sobre alguien sagrado, no sobre un
dirigente”.

“Lo sé” –dijo el rabino-. “Yo no le estoy hablando de un dirigente, lo que le


quiero decir es que un ser espiritual es para nosotros aquella persona que sabe
dominar sobre sí mismo; sabe entregar a su cuerpo la comida adecuada que
necesita, ni más ni menos; sabe exactamente cuándo debe descansar y cuándo
debe estar levantado; sabe cuándo hacer algo por los demás y cuándo trabajar
para sí mismo. Este ser sabe qué debe de hacer y qué no; sabe controlar sus
sentimientos y pensamientos; sabe cuándo enojarse; sabe cómo hacerlo y con
quién. Sabe cuándo estar triste y cuándo estar contento; sabe cuándo es
momento de pensar y cuándo es momento de actuar. En pocas palabras, un
ser espiritual es un gobernante; es aquel que gobierna sobre sus impulsos,
pasiones y deseos, y toma el control de su vida”.

Esto fue lo que dijo el rey Salomón: “Es mejor aquel que controla su enojo
que un fuerte guerrero y es mejor aquel que conquista sus impulsos, que el
que conquista una ciudad”(Mishlé, Proverbios 15:32).

En conclusión, todo depende del autocontrol. Quien tiene autocontrol, se


convertirá en una persona exitosa en todas las facetas de su vida, tanto en el
terreno laboral, como en el social, emocional, espiritual, etc.

“Domínate a ti mismo y dominarás al mundo”.

A continuación, mencionaré algunas emociones que deben ser controladas y


dominadas por nuestro cerebro pensante, para poder alcanzar el éxito en la
vida. Además, trataré de ofrecer valiosas herramientas para lograr su
dominio.

Las emociones a controlar que se abordan en este libro son las siguientes:

1. El enojo
2. La envidia
3. La tristeza
4. El entusiasmo
5. La empatía
6. La fatiga
7. El miedo
8. La confianza en Dios y en uno mismo

Se hablará también de la forma en que las adicciones afectan a nuestra


inteligencia emocional, sus catastróficas consecuencias y algunas ideas para
aprender a dominarlas.

El enojo

Una historia popular habla de un niño que se enojaba con gran facilidad. Su
padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el
control, debía clavar un clavo en la pared de su recámara.

Para el primer día, el niño había clavado 29 clavos. Durante las próximas
semanas, comenzó a controlar poco a poco su rabia y la cantidad de clavos
disminuyó diariamente. Esta terapia sin duda le había ayudado a mejorar su
carácter y practicar el autocontrol, por lo que con el pasar de los días,
descubrió que era más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos
en la pared.

Finalmente, llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Le contó a su


padre sobre esto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera
controlar, sacara un clavo.

Los días transcurrieron y el niño finalmente pudo sacar hasta el último clavo
de aquella pared. Le contó a su padre, quien al ver la pared le dijo: “Has
hecho bien, hijo mío, pero mira los huecos. Esta pared nunca volverá a ser la
misma”.

Probablemente todos conocemos la famosa frase popular: “El que se enoja


pierde”. El Jafetz Jaím[48], en su libro “Mishná Berurá” (156:1), menciona que
debemos alejarnos lo más posible del enojo, pues este atrae muchos daños
graves.

Rab. Itzjak Zilberschtein, en su libro “Vehaaréb Ná” (tomo 1. Parashat Reé),


cuenta una historia con respecto a un hombre muy enojón que conducía un
camión de cemento. Era conocido en su barrio por ponerse como loco cuando
alguien se estacionaba en su lugar. Toda la colonia estaba advertida de no
tocar su zona de estacionamiento y no estorbarle, pues era sabido que
reaccionaba de una manera bastante violenta.

En una ocasión, este hombre llegó muy cansado y tarde por la noche de su
trabajo, y cuando estaba a punto de estacionarse, notó que había un coche
nuevo recién sacado de la agencia estacionado en su lugar.

El hombre se enfureció tanto, que para darle una lección al que osó ocupar su
lugar, puso su camión de cemento junto al coche nuevo y vació todo su
contenido sobre el auto hasta taparlo por completo. “¡Ahora todos aprenderán
a no estacionarse en mi lugar!” –se dijo para sus adentros.

Había enterrado el coche debajo de una gruesa capa de concreto. Orgulloso


de su hazaña entró a su casa. Se sorprendió al ver que todas las luces se
encontraban apagadas, y de pronto ¡sorpresa! toda su familia y amigos
estaban escondidos en su hogar para sorprenderlo con una fiesta sorpresa de
cumpleaños. Todos le cantaron, cortaron un pedazo de pastel y hasta hicieron
un brindis. Al final, le dieron el gran regalo: se trataba de las llaves de un
coche nuevo que con mucho esfuerzo habían comprado para él. Por supuesto,
era precisamente el que había encontrado estacionado en su “sagrado” lugar
de estacionamiento.

El enojo provoca destrucción, es por eso que debemos aprender a controlarlo


y a manejarlo de la mejor manera.
Cuando la persona se enoja, tiene una lucha entre sus dos cerebros. El enojo
apaga el cerebro pensante y activa el cerebro animal, haciéndonos actuar de
manera instintiva y no racional.

El Ramban[49] en su famosísima epístola, le habla a su hijo con respecto a las


consecuencias catastróficas del enojo y entre otras cosas le dice: “Aquel que
se enoja es poseído y controlado por toda clase de purgatorios”. Lo que
quiere decir el Ramban, es que el fuego del infierno arde en el interior de la
persona que se enfada y que es controlada por ese fuego que consume su
capacidad de pensar y razonar. Se podría decir que durante el momento de
enfado, se queman las neuronas en su cerebro pensante y la persona es
controlada por los “demonios”. Es por eso que en momentos de enojo, puede
llegar a hacer cosas terribles[50].

El gran kabalista Rab. Itzjak Luria, mejor conocido como el Arizal


HaKadosh, dijo que cuando la persona se enoja, es poseída por un alma que
no es la suya. Esto lo explica considerando que bajo los efectos del enojo, la
persona no puede controlar su manera de actuar (Reshit Jojmá, Ruaj
HaKodesh, pág. 10b).

Dolf Zillmann, Psicólogo de la Universidad de Alabama, dijo lo siguiente: “el


detonante universal del enfado radica en la sensación de hallarse amenazado.
Por su naturaleza invasiva, el enfado suele percibirse como una emoción
incontrolable y esto ha fomentado la falsa creencia de que la mejor forma de
combatirlo consiste en expresarlo abiertamente, en una suerte de catarsis
liberadora. Sin embargo, se ha descubierto que esto no ayuda. De hecho, la
Psicóloga Diane Tice ha encontrado que expresar abiertamente el enfado
constituye una de las peores maneras de tratar de aplacarlo, porque los
arrebatos de ira incrementan la excitación emocional del cerebro y hacen que
te sientas más irritado. En otras palabras, se desconecta más el cerebro
pensante”

Dijo el rey Salomón: “Las palabras de los sabios son escuchadas con
suavidad y no como los gritos de los gobernantes sobre los tontos” (Kohelet,
Eclesiastés, 9:17). Esto quiere decir que cuando un sabio (un hombre que
domina sus impulsos) reacciona ante un problema y una situación irritante, lo
hace con control y por lo tanto, en lugar de expresar abiertamente su enfado y
frustración, habla con suavidad.

Volviendo al tema del autocontrol, si la persona no domina su enojo y lo


expresa abiertamente, estará actuando literalmente como un animal, pues
quien está tomando el control de la situación es su cerebro animal, la parte
más básica de su alma. Así, seguramente la persona se arrepentirá después
por haber actuado de esa manera y no haber dominado su ira.

El enojo puede llevarnos a romper cosas, o a “romper caras”, como decimos


por aquí. Puede llevarnos a pelear con las personas a las que amamos y
romper su corazón; a decir cosas que no deberíamos; a faltar al respeto a
aquellas personas a las que admiramos; o a ponernos en ridículo frente a la
gente. El enojo puede hacernos perder dinero, negocios, amigos, seres
queridos y familiares. Puede hacer perder hogares; el amor y el respeto de los
hijos; la libertad y hasta la propia vida. Cuando una persona se enoja,
literalmente libera el animal que hay dentro suyo y eso puede ser bastante
peligroso para todos, principalmente para uno mismo.

Diane Tice afirma que una de las maneras de mitigar el enojo, es hacer
consciencia de los pensamientos que desencadenaron la primer descarga de
enojo, pues muchas veces, una pequeña información adicional sobre esa
situación original, puede restarle toda su fuerza al enfado.

Otro método de controlar la situación, dice Tice, es alejarse de los estímulos


que recuerdan el enojo y cambiar el foco de atención, pues así se pone fin a
esa cadena de pensamientos irritantes y se reduce la excitación fisiológica[51].

Los sabios del Talmud nos enseñan que todo aquel que se enoja, es como si
estuviese cometiendo un acto de idolatría[52], y la pregunta que salta a la vista
es: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? ¡Esta comparación parece un
poco exagerada!

No obstante, debemos saber que no es así. Idolatría significa atribuir poder a


cualquier otra cosa que no es Dios. Dios es la causa de todas las causas y todo
lo que nos pasa o nos deja de pasar es porque Dios así lo determinó. Nadie
tiene la fuerza de dañarnos o beneficiarnos a menos de que Dios así lo haya
dispuesto. Si es así, entonces podemos entender que enojarse es como
cometer una acto de idolatría, pues quien se enoja no está aceptando que todo
lo que le está sucediendo proviene de Dios y es para bien. Si la persona
reconociera que incluso aquella cosa “mala” que le pasó, sucedió gracias a
que Dios así lo dispuso, entonces entendería que lo sucedido de algún modo
es para bien, pues todo lo que manda Dios -todo sin excepción-, lo manda
para nuestro bien.

Uno de los métodos más efectivos para controlar el enojo es tener fe; la fe
completa y absoluta de que Dios lo maneja todo y que aquel que nos insultó,
golpeó o robó; o aquella situación difícil que se nos presente, llega a nuestra
vida solamente después de haber sido decretada por Dios y no por un error, ni
por azares del destino.

Aquella persona que nos hizo ese daño no es más que solamente un
mensajero de Dios. Por lo tanto, debemos hacer conciencia en este sentido y
analizar aquello que nos sucedió mediante nuestro “cerebro divino y
pensante” para llegar a la conclusión de que nada de lo malo que nos hayan
hecho amerita perder el control y enfadarnos, pues detrás de todo lo que nos
pasa está la mano de Dios.

Lo anterior se compara a aquel perro que cuando es golpeado con un palo, se


enfada contra el palo y lo muerde, en lugar de reconocer que quien lo golpeó
no fue el palo, sino su amo. El palo sólo fue el arma que su amo utilizó para
darle una lección o dirigirlo por el camino correcto.

Dios es la causa de todas las causas y debemos confiar en que Él está detrás
de cada uno de los golpes que recibimos y que el medio por el cual nos llegan
o la persona que nos da el golpe, no es mas que el palo, la herramienta
utilizada por nuestro amo para darnos una lección[53].

¡Todo lo que nos pasa está dirigido por Dios y todo lo que Dios nos manda es
para bien! Es por eso que debemos tomar de cada situación un aprendizaje y
ver cada problema como una oportunidad y no convertirlo en un motivo de
frustración o enojo[54].
La envidia

La envidia puede tener muchos orígenes, pero lo más destacado de este


sentimiento negativo hacia los demás, es la misma persona y su forma de ver
las cosas en la vida.

Generalmente, esta emoción surge debido a que se padecen frustraciones


personales, baja autoestima, o a la dificultad de poder conseguir objetivos que
se han planteado en la vida. Cuando otras personas del entorno tienen una
mejor condición de vida y esta situación no es aceptada, es allí cuando surge
este sentimiento. La inseguridad es otro de los factores que hace que se
genere este estado de resentimiento. De hecho, la envidia deriva de la
inseguridad.

El envidioso se comporta como un insatisfecho que, a menudo no se da


cuenta de que lo es. Las personas con esta característica sienten rencor contra
aquellos que poseen algo, ya sea dinero, belleza, felicidad, amor, o
características similares que él desea pero no puede o no quiere desarrollar.
Es así que en lugar de realizar sus propios deseos, el envidioso simplemente
odia y se llena de sentimientos negativos contra las personas que le recuerdan
su privación.

El psiquiatra y psicoterapeuta, Dr. Saúl F. Salischiker, en uno de sus trabajos


define el Perfil Psicológico del Envidioso[55]. A continuación, algunas de las
características más importantes que él menciona:

• Son propensos a padecer estrés, debido a su idea competitiva de la


vida.
• Padecen ansiedad por no lograr sus objetivos.
• Tienen miedo a perder lo que envidiaron y lograron con mucho
esfuerzo.
• Utilizan las bromas para herir.
• Algunos de los envidiosos son también celosos, debido a la necesidad que
sienten por poseer.
• Si la envidia es grave, pueden incluso sentir necesidad por
apropiarse de lo ajeno.
• En los envidiosos graves aumenta el maltrato a la pareja, violaciones
o agresiones.
• El envidioso moderado siente desprecio por sí mismo. Sin embargo, el
envidioso grave desprecia a los demás.
• Todos los envidiosos graves y muchos moderados, son ateos por
rencor.
• La envidia conduce al complejo de culpa e inferioridad.
• La traición es propia de los envidiosos.
• El envidioso que es consciente de que tiene ese defecto, procura que los
demás no se den cuenta, por eso teme y odia la verdad.

El judaísmo también habla sobre la envidia, por lo que mencionaré algunas


citas importantes con respecto a este tema:

“La envidia puede considerarse como una enfermedad seria y peligrosa”


(Orjot Jaím del Rosh, 113).

“La envidia proviene de la insensatez y de la falta de comprensión” (Mesilát


Yesharím, Cap. 11). Como dice el Talmud: “Ninguna persona podrá tocar
aquello que está destinado a otro” (Talmud Babli tratado de Yomá 38b).

El enemigo más grande de la persona, es ella misma, dijo Rab. Eliyahu


Desler: “Cuando una persona experimenta el padecimiento de la envidia, será
él o ella misma quien se cause daño” (Mijtab MeEliyahu Vol. 3, Pág. 314).

La envidia causa dañinas reacciones fisiológicas. Una persona envidiosa


siempre se sentirá triste y desdichada, y no podrá estudiar Torá o rezar
correctamente y con concentración, dado que su mente estará constantemente
ocupada con otros pensamientos. Tampoco podrá disfrutar de los alimentos
que coma. Cuando alguien tiene envidia de lo que posee otra persona, llena
su mente con preocupaciones, sufrimientos y desdicha, mientras que la
persona a la que se envidia se está divirtiendo (Reshit Jojmá, Shaar HaAnavá,
Cap. 7).

“La envidia destruye la paz espiritual y la felicidad. La vida de una persona


envidiosa está llena de padecimientos y resentimiento. El envidioso nunca
será feliz con lo que tiene” (Rab. Michel Barenbaum: Sijot Musar, pág. 16).
Rab. Jaím Vital dijo: “Nuestras vidas son tan fugaces y breves, que no vale la
pena desperdiciar nuestro tiempo sintiendo envidia” (Shaaré Kedushá 1:5).

“Disfruta de lo que tienes y nunca tendrás que envidiar a los demás” (Or
Yaél, vol. 2, pág. 7).

Rab. Shimshon Rafaél Hirsh dijo lo siguiente: “En general, no se puede


juzgar la verdadera magnitud de la fortuna de una persona, guiándose por las
apariencias externas. Lo poco que una persona virtuosa tenga, ha de ser
mucho mejor que la ruidosa abundancia de la cual se deleitan muchos
malvivientes. Las modestas posesiones de un hombre recto lo harán mucho
más feliz, que las cuantiosas fortunas de muchos malhechores, acerca de las
cuales se hace tanto alboroto en el mundo” (Explicación sobre los salmos
37:16).

En el libro “Jojmá Umusar” se dice que desde cierta distancia, podría parecer
que existe gente hedonista, que vive una existencia dedicada completamente
al placer. Esto resulta ser sin embargo una falsa imagen. Todo el bien de este
mundo tiene mucha tristeza que lo acompaña y no existe nadie que disfrute
de un completo placer. Existe un dicho popular que expresa lo siguiente:
“Cuando alguien se ríe, los demás se dan cuenta de ello, pero cuando alguien
llora nadie lo ve”. Aún la mayor buena suerte tiene importantes aspectos
negativos. Los sabios expresaron este concepto de manera concisa en la frase:
“Aquel que incrementa su riqueza, incrementará sus preocupaciones”
(Tratado de Abot 2:8).

Otro dicho popular expresa lo siguiente: “La gente no sabe de quién son los
zapatos que lo están oprimiendo”. Es decir que los zapatos de una persona
podrán parecerles bonitos a los extraños, pero la persona que los usa sólo
sentirá el dolor que le produzcan aquellos que lastimen sus pies (Jojmá
Umusar, Vol.2, Pág. 348).

En mi libro “El Mal de ojo en la Torá”, donde hablo sobre el amuleto Jámsa
que se manifiesta mediante una mano extendida, expliqué que el Jámsa es
como una mano abierta, como una señal de alto y es con este símbolo que
queremos decir a las personas que pongan un alto a su mirada y dejen de
poner sus ojos en aquello que no les pertenece.
Es sabido que en la palma de la mano está escrito todo acerca de la persona,
lo bueno y lo malo. De este modo, mostrar la palma de la mano es como decir
a aquel que nos tiene envidia, que debería ver el mapa completo de nuestra
vida y no solamente lo bueno que tenemos.

En ocasiones sentimos envidia por las cosas buenas que el otro posee, o por
lo bueno que le sucede. Esto se debe a que solamente queremos tener lo que
nos conviene de la vida del otro. No obstante, no vemos el esquema
completo, sino sólo la parte bonita. Si viéramos el cuadro entero, nos
daríamos cuenta de que no tenemos por qué envidiar al otro.

¿A cuántas personas envidiamos porque vemos que tienen mucho dinero? Lo


que no vemos es que lo necesitan para curar sus múltiples enfermedades y
problemas. ¿Qué haríamos si nos dijeran que para tener el dinero que esas
personas poseen, debemos aceptar también sus enfermedades y problemas?
Es casi seguro que preferiríamos quedarnos como estamos.

En ocasiones envidiamos el auto de nuestro prójimo, pero si alguien nos lo


diera, con la condición de ir a trabajar todos los días al lugar lejano en que
aquel labora, entonces preferiríamos no tener coche y quedarnos con un
empleo cerca de nuestra casa.

Envidiamos los lentes de oro que usa alguno y nos preguntamos: “¿Por qué él
tiene esos lentes tan bonitos y yo no?”, pero cuando vemos la graduación tan
alta que usa, diremos que es mejor no tener esos bonitos anteojos ni esa
visión tan defectuosa.

Lo que nos ayuda a no sentir envidia de los demás, es ver los dos lados de la
moneda, el panorama completo. Es por eso que el símbolo del Jámsa es una
mano con un dedo largo en el centro y a los lados cuatro dedos paralelos. Es
decir, los dedos de la derecha son iguales a los de la izquierda (en la Kabalá,
la parte derecha simboliza lo positivo y la izquierda lo negativo).

Esta mano con dos pulgares quiere enseñarnos que en la vida todo está
equilibrado y quien tiene más cosas buenas, también tiene, de manera
paralela, más asuntos que resolver, más problemas o más responsabilidades.
También nos enseña, que nada es gratis y lo que hay de positivo, lo hay de
negativo.

Si quieres lo que el otro tiene, recíbelo completo. Si envidias lo bueno que el


otro tiene y te preguntas: “¿Por qué él tiene y yo no?”, entonces ve también
las cosas negativas y los problemas que lo abruman. En ese momento dirás:
“¡Qué bueno que él lo tiene y no yo!”. Ver la mano completa es un fuerte
antídoto contra la envidia y el mal de ojo. Ese es otro motivo por el cual
usamos este amuleto llamado Jámsa (El mal de ojo en la Torá, pág. 149).

Una persona pobre podría envidiar a alguien que es rico. Este concepto en
cierta medida está basado en un error. Con mucha frecuencia los sufrimientos
y placeres del pobre habrán de equipararse con los de la persona adinerada. El
mayor provecho que extraemos de algo, es cuando lo obtenemos por primera
vez, pero luego de un breve lapso, llegamos a acostumbrarnos.
Eventualmente, la persona rica no obtendrá mayor deleite de sus comidas
sofisticadas, que el indigente con sus comidas frugales.

El provecho que un necesitado obtiene de una pequeña cantidad de dinero


ganado, se equipara casi al placer que experimenta una persona opulenta al
recibir una mayor suma de dinero. Así también, el dolor que experimente un
potentado al echar de menos algo que desea fervientemente, ha de ser casi tan
grande como el pesar de un necesitado a quien le falte un bien de carácter
más indispensable (Jayé Olám, vol. 1, cap. 6).

La persona que siente envidia, revela síntomas claros de padecer un vacío que
trata de llenar a expensas del prójimo, como si su compañero fuera
responsable de su falta de satisfacción. Por otro lado, la persona que se siente
contenta con lo que tiene y siempre vive satisfecha con cualquier cosa que
posea, manifiesta su estado de saciedad y bondad. Por tanto, no deja que le
afecte de ningún modo la cualidad negativa de la envidia.

Un codicioso y un envidioso iban juntos por el camino. Se los encontró un


rey, que les dijo: “Que uno de ustedes pida algo y le será concedido, pero a su
compañero le será entregado el doble”. El envidioso no quiso ser el primero
en hacer la petición, pues sentía miedo de que su compañero fuera a recibir el
doble; mientras que el codicioso sentía ambición de conseguir el doble. Al
final, el codicioso presionó al envidioso para que él hiciera la petición
primero; entonces pidió que le sacaran a él un ojo, con tal de que a su
compañero le sacaran los dos.

¡Cuántos males acarrea la envidia! La serpiente de antaño sintió envidia de


Adán y dio origen a la muerte en el mundo. Su sentencia fue: “Sobre tu
vientre andarás y polvo comerás” (Bereshit 3:14).

Fijémonos también en lo que pasó con Caín[56], Koraj[57], Bilaam[58], Doeg[59],


Ajitofel[60], Guejazí[61], Adoniá[62], Abshalom[63] y Uziyahu[64]; todos ellos
desearon lo que no era de ellos y no nada más se quedaron sin conseguir lo
que deseaban, sino que perdieron también lo que poseían (Talmúd Babli
tratado de Sotá 9b).

Cuando hablo sobre aquellos que lo perdieron todo por envidiosos, siempre
viene a mi mente el caso de Yerobam ben Nebat. Él podía haber sido el rey
más importante de la historia del pueblo de Israel, pero dejó de serlo sólo por
envidia.

En el libro de Melajím, se habla acerca de un hombre de la tribu de Efraím


que fue escogido por Dios para reinar sobre Israel. Este hombre llamado
Yerobam, hijo de Nebat, fue invadido por su orgullo, su ambición y su
envidia. Con tal de no perder su poder frente a Rejabam, el rey de Yehudá,
permitiendo que el pueblo subiera a Jerusalem por la fiesta para servir y
honrar a Dios, construyó dos becerros de oro y le dijo al pueblo: “¡Este es el
dios de Israel, el que los sacó de la tierra de Egipto!” Uno de ellos lo colocó
en Bet Él, y el otro en Dan (ver Melajím, Reyes, A 12:26-30).

Yerobam, pasó de ser el rey elegido por Dios para reinar sobre Israel, a
convertirse en un idólatra despreciable y repugnante ante los ojos de Dios.
Yerobam fue una persona que lo perdió literalmente todo, en este mundo y en
el mundo venidero, ¡por el orgullo, el deseo y la envidia!

El Talmud (tratado de Sanedrín 101b), cuenta que la Torá de Yerobam era


como la Torá de Shelomó y que después de haber construido las dos estatuas
de oro, se le presentó Dios y lo tomó de sus ropas diciéndole que regresara al
buen camino. Si accedía a hacer eso, pasearían por el Gan Eden (paraíso)
Dios, él y el rey David. El envidioso de Yerobam preguntó: “¿quién irá
adelante en el Gan Eden? ¿David o yo?” Al decir esto fue descarado, Dios ya
le había dicho el orden, le dijo claramente que él estaría frente a David, pero
después de haber escuchado esta falta de respeto y “tolerar” esta actitud
retadora, Dios respondió: “¡David irá a la cabeza!”. A causa de la envidia y el
orgullo, Yerobam contestó: “Si es así, entonces, ¡yo paso!”- Rechazó la
oportunidad que Dios le dio, por envidioso, presumido y por pretender tener
más de lo que le correspondía.

Yerobam pudo haber sido el rey más importante y querido de la historia del
pueblo judío, pero en lugar de eso es considerado por el Talmud uno de los
tres reyes que no tienen derecho a disfrutar del mundo venidero, y que
además perdió su reinado en este mundo, pues Dios se encargó de acabar con
la casa de Yerobam y borrar a sus descendientes de la faz de la tierra.
Esta es una fuerte lección de vida, que nos enseña hasta qué grado la envidia
puede apoderarse del ser humano y sacar a la persona de este mundo y del
otro también. La envidia es destructiva, es un veneno que mata a sus
víctimas, principalmente a quien la porta.

¿Cuántas personas caemos en el mismo error de Yerobam y de todos aquellos


que se dejaron arrastrar por la envidia? ¿Cuántos de nosotros perdemos
nuestras vidas enteras dejándonos llevar por este fuerte sentimiento?
¡Aprendamos a dominar nuestras mentes y a sacar de nuestras emociones este
fulminante veneno que nos consume por dentro y no nos deja tomar
decisiones correctas! La envidia nubla nuestra visión, esta emoción controla
nuestra mente y nos hace cometer errores y tomar malas decisiones. Cuando
la mente está cegada por la envidia, es controlada por nuestros más bajos
instintos animales, sacando lo peor de cada uno.

Si quieres ser exitoso en la vida, en todo lo que hagas aprende a controlar este
sentimiento. Deja de ver los logros de los demás y tratar de imitarlos. En
lugar de eso, pon atención a tus fortalezas, concéntrate en ellas y da lo mejor
de ti, pues el éxito está en cada uno y no depende de los parámetros que
marca la sociedad. Esto se puede aprender de una Mishná en el tratado de
Abot: “Ben Zomá dijo: ¿Quién es sabio? El que aprende de todos. ¿Quién es
fuerte? El que controla sus impulsos. ¿Quién es rico? El que está feliz con lo
que tiene. ¿Quién es respetable? Aquel que respeta a los demás” (Tratado de
Abot 4:1).

La persona por lo general piensa que el sabio es aquel que sabe más que
otros; el fuerte el que les gana a los demás en una pelea; el rico es aquel que
tiene más dinero que el resto de la sociedad; y el respetado es aquel al que la
gente respeta.

La Mishná nos enseña que la sabiduría no se mide comparándonos con el


conocimiento de otras personas; la fuerza tampoco se mide con base en la
fuerza de otros; tampoco el dinero y ni siquiera el honor. ¡La vida no es una
competencia! Cada uno debe disfrutar y aprovechar lo suyo sin compararse
con lo que otros tienen, pues a fin de cuentas lo que otros tengan o dejen de
tener no nos hace mejores o peores. No te haces más sabio sólo porque los
demás sean tontos. No eres más fuerte sólo porque los demás sean débiles.
No te hace más rico el hecho de que otros sean pobres; ni te haces más
respetable sólo porque otros sean menos respetables que tú.

“No estarás perdiendo nada cuando a otra persona le vaya bien, Ninguna
persona podrá tocar aquello que está destinado a otro” (Talmud Babli tratado
de Yomá 38b).

Rab. Zelig Pliskin, en su libro “Las puertas de la felicidad” (pág. 428), cuenta
una historia con Rab. Moshé Mordejai Heshel, a quien se le acercó un
muchacho para que lo orientara con respecto a los negocios. El Rab., quien
en ese momento se dedicaba a los negocios, sacó su lista completa de clientes
y contactos, y le entregó a este muchacho una copia. El joven le preguntó:
“¿A cuál de ellos me puedo dirigir?” y el Rab. le contestó: “A cualquiera de
ellos, a todos ellos, si tuvieras tiempo”. “¿A todos ellos? ¡Yo no quiero
arrebatarle el negocio!” – dijo el muchacho.

Rab. Moshé se rió y le dijo: “Nuestro sustento está en manos del


Todopoderoso y Él tiene bastante para ambos, así que no debes preocuparte
por ello”. Los sentimientos de envidia están basados en ilusiones, nada pierde
la persona si el otro gana. ¡Nadie puede tocar aquello que esta destinado para
uno!

Rab. Pliskin cuenta otra anécdota con un propietario de un almacén que se


dirigió a Rabí Meir de Parmishlan y se lamentó de que alguien había puesto
un comercio del mismo ramo cerca del suyo, con lo cual su medio de vida
estaba en peligro. El Rab le dijo: “¿Has notado alguna vez que cuando un
caballo trata de beber en un estanque, siempre hunde su casco con fuerza en
el agua? Ello se debe a que cuando el caballo baja su cabeza para beber, ve su
imagen reflejada, e imagina que otro caballo está tratando de beber al mismo
tiempo y, temiendo que no haya suficiente agua para él, trata de espantarlo.
En realidad, está asustado de su propio reflejo y por otro lado, hay suficiente
agua para muchos otros caballos. Lo único que gana con esta actitud es
revolver las aguas y ensuciarlas de tierra. Del mismo modo tú, dijo el rabino,
temes también a un enemigo imaginario. El Todopoderoso es quien nos
provee de sustento, y no tienes necesidad de preocuparte acerca de lo que
ganen otros”.

La envidia es, por mucho, más terrible que el hambre, porque es hambre
espiritual y no deja que quien la padece esté llena nunca. Dijeron nuestros
Sabios que son tres los sentimientos que sacan a la persona del mundo: “La
envidia, el deseo y la búsqueda de honores” (Tratado de Abot 4:28).
Cualquiera de estos sentimientos impiden que la persona sea feliz, no dejan
que pueda disfrutar del mundo y hacen que, por ende, se considere muerta.
Quien alberga en su corazón estos sentimientos, desvía su atención de los
bellos regalos que posee, de todo el bienestar que el Eterno le ha otorgado, y
no los disfruta porque quiere lo que no tiene, envidiando lo que al otro le
dieron y esperando que las demás personas le den un honor que no le
corresponde.

Esta clase de personas pierden todo. Se salen de su mundo, pretendiendo


entrar en uno de fantasía, en uno irreal en el que ellos tienen todos los
beneficios de los demás, pero ninguna de sus responsabilidades, angustias,
problemas, dolencias, etc.

El envidioso es egoísta y ególatra, pero sobre todo es ingenuo: en su mente


quiere tenerlo todo, pero no se da cuenta de que al hacer el intento de
arrebatar lo que no le pertenece y perseguir aquello que no es para él, lo único
que está haciendo es alejarse más de su propia felicidad. Al correr detrás de
todo esto, se está alejando de sí mismo, de su parte espiritual. Y por si fuera
poco, por ende, se aleja también de Dios.
Como resultado de todo esto, el hecho de correr tras lo que no nos
corresponde, es como perseguir a nuestra propia sombra. ¡Jamás la vamos a
alcanzar!, pero por correr tras de ella, nos desviaremos de nuestro objetivo;
terminamos cansados y agotados, y perdemos el tiempo. Llegará un momento
en que por tanto perseguirla, se hará ya muy tarde: el sol se meterá y la
sombra desaparecerá.

“La envidia nos lleva a la competencia injustificada, la cual puede causar


mucho dolor e innecesarios sufrimientos. Puede con frecuencia conducir a
muchas enfermedades serias, causadas por estrés, que hasta podrían producir
una muerte prematura” (Mijtab MeEliyahu, vol. 1, pág. 34).

¡No se puede ser feliz y envidioso al mismo tiempo! Y es que la envidia ciega
a la persona y le imposibilita pensar con claridad; apaga nuestro cerebro
pensante y nos desconecta de él. La envidia hace que veamos las cosas desde
una perspectiva nublada y egoísta, es por eso que si quieres tener éxito en la
vida, debes aprender a dominarla, a controlar esta intensa emoción que según
el rey Salomón es tan pesada e intensa como el más profundo de los
purgatorios (Shir HaShirím 8:6).

La tristeza

La tristeza apaga nuestro cerebro pensante, pues a nuestro cerebro le falta


energía para procesar la información y tomar decisiones.

Cuando la persona está contenta, el cuerpo está erguido, los brazos abiertos,
las manos abiertas, la cabeza en alto, los ojos bien abiertos, los oídos atentos,
los sentidos agudizados y la boca pinta una sonrisa que quiere tocar el cielo.
No obstante, cuando la persona está triste, está jorobada, no tiene fuerza para
sostenerse en pie, los brazos caídos, las manos cerradas, la cabeza gacha, los
párpados le pesan, los oídos están distraídos y la atención ausente; los
sentidos están dormidos y su boca pinta una “cara larga” que quiere tocar el
piso.

La fuente de energía que levanta a nuestro cuerpo es nuestro estado de ánimo.


Una actitud sana puede levantar a un cuerpo enfermo, pero una actitud
enferma puede derribar a un cuerpo sano.

Hay personas de edad muy avanzada y con muchas enfermedades, que casi
no comen y su cuerpo es muy débil, pero están de aquí para allá por la vida,
haciendo bromas y en mucho movimiento. Pero también me ha tocado ver
personas jóvenes, sanas y fuertes, incluso hasta personas con cuerpos
musculosos que cargan pesas, que por alguna depresión o algo similar, ahora
no pueden levantar siquiera su propio cuerpo para salir de la cama. Son como
esos muñecos inflables gigantescos que se levantan gracias a un ventilador
que los llena de aire. Cuando el ventilador es potente y les provee bastante
aire, están llenos y erguidos, pero cuando a este ventilador le falta potencia, el
muñeco está desinflado y caído.

Igual pasa con las personas. Cuando estamos animados, motivados y alegres,
todo en nosotros funciona bien; estamos levantados y bien despiertos. Sin
embargo, cuando ese ventilador está apagado y nos sentimos tristes, entonces
la tristeza pesa sobre nosotros y nos tira abajo, succiona toda nuestra energía,
nuestras ganas de vivir, y por lo tanto no nos deja pensar. Se desconecta
nuestro cerebro pensante y nos desconectamos de Dios, que es la fuente de
energía.

La Torá en la Parashá de Kí Tabó, habla de 98 maldiciones que llegarán a la


vida de una persona, por no llevar una buena vida y desviarse del camino de
Dios. Estas maldiciones son atraídas debido a una sola razón: “Por no haber
trabajado a Dios con alegría y buen corazón, teniéndolo todo” (Devarím
28:47). Esto nos enseña claramente que cuando la persona está triste y
deprimida, lo único que atrae a su vida son maldiciones.

¿Cómo podemos combatir la tristeza?

Daniel Goleman dice que la tristeza puede ser positiva. En el duelo por
ejemplo, puede ayudar a una recomposición emocional, pero cuando se
vuelve crónica, puede erosionar la salud mental y llevar hasta el suicidio.

Para curar la tristeza crónica, dice Goleman, se deben modificar las pautas
que la rigen y conducir al paciente a identificar, cuestionar y relativizar los
pensamientos que se esconden en el núcleo de la obsesión y distraerlo con
alguna actividad física como el aerobic, por ejemplo.

Por otro lado, la psicóloga e investigadora, Diane Tice menciona con respecto
a la tristeza, que las personas solemos utilizar recursos poco efectivos para
alejarnos de ésta. Un ejemplo es el aislamiento. Tice afirma que ha
comprobado que el aislamiento sólo contribuye a aumentar la sensación de
soledad y desamparo.

Para ella, la tristeza es un estado de ánimo que lleva a la gente a utilizar


múltiples recursos para librarse de él. Esto quiere decir que uno de los
motivos centrales de la tristeza es la desconexión: el sentirse o estar aislado
de las personas. Es por eso que para evitar este estado emocional, es
importante la amistad y el compañerismo[65].

“Un hombre a su compañero debe ayudar y a su hermano reforzará mediante


sus palabras” (Ishayahu, Isaias, 41:6).

La palabra es una de las maneras más efectivas que utilizamos los seres
humanos para estar conectados. Es así que una sola palabra puede animar y
sacar a las personas de la tristeza, pero también puede hundir a alguien en
ella. Por eso en el judaísmo existe un precepto de Bikur Jolím, que consiste
en visitar a los enfermos para darles ánimo y sacarlos de su tristeza, que
regularmente va de la mano con la enfermedad.

También existe el precepto de visitar a los deudos para consolarlos por su


pérdida y mostrarles nuestro apoyo; para hacerles saber que no están solos,
ayudándoles así a superar su dolor más rápido y salir de su tristeza. En ambos
casos si la persona no puede asistir personalmente por alguna razón de fuerza
mayor, sería prudente hablarles por teléfono y al menos conectarnos con ellos
mediante las palabras.

Estos son tan sólo dos de los muchísimos preceptos de la Torá que nos hablan
sobre estar unidos con la finalidad de superar la tristeza y el dolor, o de
generar alegría. Uno de los preceptos más repetidos en la Torá es el de ayudar
a los necesitados, y una de las mejores maneras de hacerlo es brindándoles
nuestro apoyo y haciéndoles sentir que son importantes para nosotros[66].
El entusiasmo

De acuerdo a Daniel Goleman, “La capacidad de pensar, planificar,


concentrarse, solventar problemas, tomar decisiones y muchas otras actitudes
cognitivas indispensables en la vida, pueden verse entorpecidas o favorecidas
por nuestras emociones. El entusiasmo determina los logros que la persona
podrá alcanzar en la vida”. (Daniel Goleman, Inteligencia Emocional,
Editorial Kairós).

Si comparamos a dos personas con capacidades innatas equivalentes, una


exitosa y la otra no, nos daremos cuenta de que la diferencia entre ambos es
el entusiasmo para seguir adelante.

Existe un estudio interesante realizado en niños de cuatro años de edad.


Consistió en colocar un dulce delante de cada uno, indicándoles que podían
comerlo, pero si no lo hacían y esperaban veinte minutos, les darían dos
dulces en total por este logro. Como era de esperarse, algunos de ellos no
resistieron y se comieron el caramelo inmediatamente, pero hubo algunos que
demostraron autocontrol y pudieron aguantar, siendo compensados con otro
dulce.

Lo más sorprendente es que se siguió la trayectoria de estos niños y doce


años después, se demostró que aquellos que podían tener autocontrol en aras
de un beneficio mayor eran más competentes socialmente, más
emprendedores y más capaces de afrontar las situaciones de la vida.

Daniel Goleman afirma que: “La ansiedad constituye un predicador casi


inequívoco del fracaso”. En su libro se menciona que 126 estudios diferentes
en los que participaron más de 36,000 personas, han ratificado que cuanto
más proclive a angustiarse es una persona, menor es su rendimiento
académico.

Es evidente que cuando las personas no cuenten con la habilidad de controlar


la ansiedad y la preocupación, estas actitudes pueden llevar directo al fracaso.
Por otra parte, cualidades como el optimismo, entusiasmo y la habilidad de
pensar de forma positiva -siempre y cuando no se trate de un fantasear irreal e
ingenuo-, impiden caer en la apatía, la desesperación o la depresión frente a
las adversidades.

El profesor Martin Seligman, de la Universidad de Pensilvania, afirma que la


diferencia entre el optimista y el pesimista radica en que el optimista ubica
las causas de sus fracasos en algo que puede cambiarse y se puede llegar a
combatir en el futuro. El pesimista por otra parte, sólo se echa la culpa de sus
desgracias y las atribuye a alguna característica personal imposible de
modificar. Seligman realizó un estudio sobre las ventas y descubrió que los
vendedores optimistas lograban vender hasta un 37% más que el resto de los
vendedores y que además las tasas de abandono de los pesimistas doblaban a
las de los optimistas.

La empatía

Ponerse en la piel de los demás.

Cuando a Abraham Lincoln le hablaban duramente de la gente del sur de los


Estados Unidos, él respondía: No los critiques; son tal como seríamos
nosotros en circunstancias similares.

Una de las principales características de este importante personaje, que lo


hizo llegar tan alto y convertirse en uno de los líderes más influyentes del
mundo, fue su empatía, su capacidad de ponerse en la piel de los demás.

Debemos saber que lo más cercano y querido por la persona es su propia


estima, como lo describe el Talmud: “La persona es cercana a sí misma”
(Tratado de Sanedrín 9b). Es por ello que difícilmente puede ver sus propios
errores o defectos. Se quiere tanto, que el amor lo ciega. Como nos lo enseña
el rey Salomón: “Todos los pecados son tapados por el amor” (Mishé,
Proverbios, 10:12).

Dale Carnegie en su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”,
nos habla acerca de esta idea y dice en nombre de John Dewey, que el
impulso más profundo de la naturaleza humana es el deseo de ser importante.
En este mismo libro, Carnegie cita a Alfred Lunt, uno de los actores más
destacados de su época, quien dijo: “Nada hay que yo necesite tanto como
alimento para mi propia estima…” “…los manicomios están llenos de sujetos
que han encontrado en la locura, la importancia que en la cordura les ha sido
negada. Así, algunas personas tienen tanta sed de importancia, que llegan a la
demencia”.

Este concepto es impresionante y no puede pasar desapercibido. Si queremos


tener empatía, debemos saber que el motor que mueve a las personas a actuar
es el ego, y para poder entender a alguien debemos de saber que esa persona
piensa antes que nada en sí misma y ve el mundo desde el foco llamado YO.
Es por eso que a las personas les cuesta mucho trabajo ver sus propios
errores.

De acuerdo también con Carnegie, Lewis Lawes, quien fuera alcalde de la


famosa cárcel de Sing Sing, en Nueva York, afirmó que pocos de los
criminales que hay en Sing Sing se consideran hombres malos. Así mismo,
“Dos pistolas Crowley”, uno de los más peligrosos criminales que tuvo
Nueva York, dijo refiriéndose a sí mismo: “Tengo bajo la ropa un corazón
fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño”. Estas son las
palabras de un asesino cruel y sanguinario al que no le temblaba la mano para
matar a quien fuera.

Incluso Al Capone, quien fue el enemigo público número uno, el más


siniestro de los jefes de bandas criminales de Chicago, no se culpaba de nada.
Se consideraba a sí mismo un gran benefactor. Estas son sus propias palabras:
“He pasado los mejores años de mi vida dando a los demás placeres ligeros,
ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que recibo son insultos, la
existencia de un hombre perseguido”.

“Todos los defectos la persona ve, excepto sus propios defectos” (Mishná
tratado de Negaím 2:5)

Siendo así, surge entonces la importancia de prestar atención, antes que nada,
a las emociones y sentimientos de la otra persona y procurar entenderlos y
ponernos en su lugar; tratar de quererlos y congeniar, pues sólo de ese modo
seremos capaces de acceder a ellos y ganarnos su confianza. Quien domina
este arte y lo domina con sinceridad, tiene en sus manos una de las llaves más
necesarias para acceder a la mente y al corazón de otra persona e
influenciarla de algún modo, pero quien no tiene empatía, provoca que la otra
persona se bloquee completamente y no se conecte con él en absoluto, por lo
que seguramente rechazará su mensaje o su propuesta, por más atractiva que
esta sea.

La empatía se puede medir incluso en bebés de nueve meses de edad que


rompen a llorar cuando ven a otro niño caerse, o niños que ofrecen su peluche
a otro niño que está llorando. Incluso se ha demostrado que desde los
primeros días de vida, los bebés se muestran afectados cuando oyen el llanto
de otro niño.

La falta de empatía suele ser un rasgo distintivo de las personas que cometen
los crímenes y delitos más terribles. Es una huella que identifica a violadores,
psicópatas, pederastas, rateros, asesinos, etcétera. La incapacidad de estas
personas para percibir el sufrimiento de la gente, es la que les origina el valor
para cometer aquellos delitos.

La capacidad para entender lo que otros sienten es fundamental en la vida y


afecta un espectro muy amplio de actividades, que van desde las ventas, hasta
la dirección de empresas y la educación de los hijos. No se puede tener una
vida sana y exitosa si no se tiene la capacidad de ser empáticos y entender a
los demás.

Más del 90% de los mensajes que damos y recibimos, son de naturaleza no
verbal. Estos mensajes se manifiestan en aspectos más sutiles como la
inflexión de la voz, las expresiones faciales, los movimientos del cuerpo, los
gestos en general, entre otras cosas. Es por ello que es de vital importancia
saber leer estas señales con la finalidad de entender a los demás.

En la Torá hay una frase que reza: “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo”
(Vaikrá, Levitico, 19:18). En el Talmud (tratado de Shabat 31), dijo Hilel que
la esencia de la Torá se puede resumir simplemente en la palabra “empatía”,
en amar al otro como te amas a ti mismo. Es decir, en tratar de entender al
otro y ponerte en su lugar para hacerlo sentir como te gustaría que te hagan
sentir a ti y no hacerlo sentir como no te gustaría que te hagan sentir.
Debemos respetar a los demás, quererlos y procurar su bienestar, de la misma
forma en que nos gustaría ser queridos, estar bien y ser respetados. Esto se
deriva del precepto de amar a Dios, pues cada ser humano lleva en su interior
una parte de Dios, tal como está escrito: “Y creó Dios Todopoderoso al
hombre a su imagen” (Bereshit, Génesis, 1:27). Es por eso que el versículo de
la Torá que dice: “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Vaikrá, Levitico,
19:18) termina con la frase “Yo soy Dios”.

¿Cuál es la relación entre el comienzo del versículo y su final? El motivo por


el que debemos amar a nuestros semejantes es el motivo por el cual nos
debemos amar a nosotros mismos, ya que dentro de nosotros y dentro de cada
ser humano hay una parte de Dios.

Para ilustrar esta idea hay numerosas anécdotas de grandes personajes que
demostraron amar a la humanidad y procurar su bienestar, pero más que
hablar de grandes cosas que cambiaron al mundo, mencionaré una pequeña
acción que leí sobre el creador del movimiento de ética y valores judíos
llamado Tnuát Hamusar. Este hombre se llamaba Rab. Israel de Salanter[67] y
en una ocasión subió a un tren. Después de que las puertas se cerraran y justo
cuando el tren estaba por avanzar, se percató de que uno de sus guantes se le
había caído afuera del vagón. El rabino se quitó el otro guante y lo lanzó por
la ventana. El hombre que lo acompañaba le preguntó: ¿Qué es lo que hizo? y
el rabino respondió: “Un guante a mí no me sirve y tampoco a la persona que
lo encuentre tirado allá afuera. Es por eso que si no puedo recuperar el otro
guante, espero que el que lo encuentre tenga el par y los disfrute”.

Esto es empatía, ponerte en el lugar de la otra persona y pensar en ella.


¿Cómo te sentirías tú si estuvieras en el lugar del otro? Cuando encuentras un
guante te sientes un perdedor, porque te falta uno para completar el par, pero
cuando encuentras los dos, entonces te sientes bien por aquello que
encontraste y puedes disfrutarlo. Esta regla aplica también a los sentimientos
de la otra persona. Antes de decir o hacer algo, debemos ponernos en el lugar
de la otra persona y pensar en cómo ese sujeto podría sentirse con ese
comentario o acción.

Le preguntaron al Jazón Ish[68]: ¿Cuál es el éxito espiritual más grande que la


persona puede alcanzar en la vida? Su respuesta fue muy clara: “Llegar al
final de la vida sin haber herido los sentimientos de nadie”. Para esto se
necesita una gran empatía, se necesita “ponerse en la piel de los demás”.
Quien puede hacerlo, tiene una muy poderosa llave para entrar en el corazón
de la gente.

Se cuenta que durante la segunda guerra mundial, el ejército alemán había


llegado a Marruecos y se hicieron presentes los soldados nazis en la casa del
Pashá[69] de la ciudad de Bundib. Cuando lo estaban llevando prisionero, pasó
por ahí Rabí Israel Abujatzira, uno de los rabinos más importantes de
Marruecos. El Pashá pidió hablar unos segundos a solas con él y los nazis le
concedieron su pedido. En esta conversación, sucedió lo siguiente:

-¡Rabí! ¿Tiene usted hijos?


-Sí, tengo un hijo único. Se llama Meir (posteriormente fue el Gran Rab
conocido como el “Baba Meir”).
-¡Quiero que en este momento bendiga a su hijo!

Rab. Israel accedió, y procedió a bendecir emocionadamente a su hijo, sin


saber lo que se proponía el Pashá. Cuando acabó de bendecirlo, el Pashá le
dijo al Rab.:
-¡Ahora quiero que me bendiga a mí, para que me salve de las garras de estos
salvajes!
Rabí Israel Abujatzira mencionó el nombre del Pashá y le dio su Bendición,
luego de lo cual se lo llevaron a comparecer frente a un tribunal militar.

Pasaron sólo dos días y el Pashá ya estaba otra vez en su casa, lo cual era
extraño, pues por lo general los que eran llevados prisioneros por los nazis
tardaban mucho tiempo en regresar, si es que regresaban.

A su regreso, el Pashá pasó por la casa del Rab. y le dijo:


-No tengo dudas de que me he salvado gracias a su bendición y ahora no es
momento de abundar en palabras. Tome una carta mía y cuando termine toda
esta situación, venga a verme a mi palacio en la ciudad de Fez.

La guerra terminó y Rab. Israel Abujatzira se hizo presente en el palacio del


Pashá, en Fez. Se pusieron a platicar de un tema y de otro, luego Rab. quiso
dilucidar el interrogante:

-¿Por qué ese día que lo estaban llevando preso, usted me pidió que bendijera
a mi hijo y luego a usted?
-Porque quería que me diera una bendición con la misma emoción que se la
daría a su propio hijo. Quería que se pusiera en mi lugar y me diera una
bendición a la altura de lo que me estaba sucediendo en esos momentos.

-Yo le debo la vida, dijo el Pashá. Quiero darle una cantidad de dinero, para
recompensarlo. Dicho esto, el Pashá sacó de sus ropas una bolsa que contenía
piedras preciosas y monedas de oro.
-No, no. -exclamó el Rab.-. Yo no quiero algo para mí solo. Quiero algo para
todo mi pueblo.
-¿Quiere una suma de dinero que alcance para toda su gente? –preguntó el
Pashá.
-No. Me refiero a algo mucho más importante: Quisiera que cuando mi
pueblo se encuentre en apuros, su gobierno nos apoye y nos proteja –
respondió el Rab.
-¡Cuente con ello! – le aseguró el Pashá.

Así fue. En los últimos tiempos, cuando casi todos los países árabes se
convirtieron en adversarios del pueblo de Israel, quedó paradójicamente el
reino de Marruecos como nuestro aliado; tanto en el trato a los judíos
residentes en ese país, como en las decisiones políticas internacionales a
favor de Israel. Todo gracias a la bendición que le otorgó Rabí Israel
Abujatzira al Pashá.

De esta historia yo me llevé un mensaje muy importante, y es que debemos


de ponernos en el lugar de otras personas y quererlas así como nos queremos
a nosotros mismos. Debemos bendecir a los demás como si la bendición fuera
para nuestros hijos o para nosotros.

La fatiga

La fatiga es una fuerte sensación de debilidad, agotamiento, cansancio,


desánimo o falta de energía.
Es una realidad que cuando estamos cansados, nuestra cabeza no funciona al
100%. La fatiga puede hacer que tomemos decisiones equivocadas y que por
ahorrar energía para pensar, las decisiones no sean tomadas por nuestro
cerebro humano, sino por nuestro cerebro primitivo. Estudios recientes
revelan que la fatiga mental provoca ciertos efectos negativos y nos hace
mucho más susceptibles a equivocarnos y a dejarnos llevar por nuestras
pasiones o instintos. A continuación mencionaré algunos puntos específicos
en los cuales nos afecta la fatiga mental y algunos consejos prácticos para
evitarla.

De antemano debemos saber que existen tres tipos de fatiga:

1. Fatiga física: Se manifiesta cuando nos sentimos cansados, débiles y


pesados. Cuando simplemente necesitamos descansar.

2. Fatiga psicológica: Esta fatiga ocurre cuando no estamos motivados


para hacer absolutamente nada y se manifiesta con sentimiento de
tristeza o la falta de motivación por hacer las cosas.

3. Fatiga mental: Ocurre cuando no nos podemos concentrar y nos es muy


difícil mantenernos enfocados en una tarea. Esta fatiga se presenta
cuando tenemos la mente en blanco y no podemos pensar.

La fatiga genera mucha hambre y en ocasiones insomnio, ya que cuando


estamos fatigados, aumenta la producción de la hormona grelina. Además, la
fatiga origina problemas cognitivos que dificultan poner la atención
suficiente a las tareas que realizamos, por lo que cuando se está fatigado es
muy probable no recordar dónde se dejaron las cosas.

La fatiga nos hace más lentos pues debilita nuestras funciones motoras. Así lo
indica el profesor Clete A. Kushida del Centro Universitario de Stanford. Un
estudio de la Universidad de Victoria en Australia, señala que los pacientes
de fatiga experimentan mayores niveles de interrupción del sueño que los
pacientes con esclerosis múltiple.

Los síntomas anteriormente descritos son inquietantes, pero quizás una de las
peores consecuencias de la fatiga, es que también nos hace perder el control
de nuestras emociones.

De acuerdo con un estudio realizado por el profesor Matthew Walker, los


cerebros fatigados son 60% más susceptibles a responder ante imágenes
negativas y perturbadoras. Él explica que debido a la fatiga, las personas
pierden la capacidad de poner sus emociones en contexto y controlarlas.

Para evitar la fatiga se recomienda dormir entre siete y ocho horas diarias,
hacer ejercicio físico y mental, alimentarse de manera saludable, procurar no
trabajar en exceso y hacerlo en un ambiente agradable.

Es importante respirar de manera adecuada y profunda, procurando de esa


manera oxigenar la sangre constantemente. Sobre todo, se recomienda tener
una buena actitud hacia la vida y ser optimistas, ya que cuando somos
pesimistas generamos pesadez y contaminamos nuestra mente, lo cual puede
llegar a ocasionar fuertes bajones de ánimo y una gran fatiga.

En conclusión, la fatiga es muy peligrosa, por lo que debemos tratar de


evitarla para no equivocarnos y no pecar, tomando malas decisiones. La Torá
nos ofrece una enseñanza muy importante con respecto a evitar los pecados y
evitar cometer errores a causa de la fatiga.

La Torá nos habla acerca de un hombre llamado Koraj, que era el primo de
Moshé Rabenu. Koraj se rebeló ante Moshé diciendo que este era un farsante
y que había puesto como sacerdote (Kohen Gadol) a Aharón su hermano,
sólo por su parentesco y no porque Dios lo dijera.

Koraj reunió a 250 hombres y juntos retaron a Moshé públicamente. Moshé


le pidió a Koraj que volviera al día siguiente para hacer una prueba y
comprobar que efectivamente Dios estaba con él y que realmente Aharón su
hermano merecía el puesto porque así Dios lo dispuso.

La pregunta es: ¿Por qué Moshé le pidió que regresara al día siguiente? ¿Por
qué Moshé no le comprobó inmediatamente que toda la rebelión que estaba
haciendo constituía un gran error? ¿Por qué esperar un día más? Su honor y
el honor de Dios estaban en juego. Koraj estaba creando una gran revolución
y había que detenerla inmediatamente.

Moshé sabía que una de las cosas que fomentan la irritabilidad, la envidia, el
enojo y todas las actitudes negativas, es la fatiga. Moshé era consciente de
que cuando alguien está fatigado, es propenso a decir o hacer cosas de las
cuales se puede llegar a arrepentir y que no hubiera hecho estando
descansado y tranquilo, con la mente lúcida. La rebelión de Koraj se dio,
según Rashí (Bamidbar 16:5), precisamente al atardecer. Según el Or HaJaím
HaKadosh, la intención de Moshé al pedirles que regresaran al día siguiente
era que durmieran y estuvieran descansados para recuperar su energía y
reponerse del agotamiento y la fatiga. De este modo podrían pensar en lo que
hacían, es decir, con el cerebro pensante y no con el cerebro animal.

Sin embargo, dice Rashí (ídem versículo 19) que Koraj y su séquito no
durmieron toda la noche, ya que estuvieron toda la noche burlándose de
Moshé.

A la mañana siguiente, acercaron un incienso y fueron todos tragados por la


tierra (ver Bamidbar, Números, capítulos 16 y 17).

Se deduce de todo esto que si Koraj y su congregación se hubieran ido a


dormir esa noche y se hubieran recuperado de su fatiga, habrían llegado a
diferentes conclusiones a la mañana siguiente y habrían desistido de su
rebelión contra Moshé. Seguramente habrían sido más respetuosos y la
historia habría sido muy diferente.

Dice el Imré Emet en nombre del Zohar HaKadosh, que la reclamación de


Koraj era válida y que él merecía en realidad un puesto paralelo al de Aharón,
el hermano de Moshé. De hecho, estaba planeado por Dios que así como
existió en el pueblo de Israel un Kohen Gadol que fue Aharón HaKohen,
tenía que haber existido un Leví Gadol que debió haber sido Koraj. Sin
embargo, Koraj lo perdió todo y fue tragado por la tierra solamente por la
manera en la que pidió las cosas, y por la rebeldía y la osadía con las que
actuó.

Seguramente, actuó así porque estaba bajo los terribles efectos de la fatiga,
que no son menos negativos que los del alcohol u otras sustancias. Si tan sólo
Koraj se hubiera ido a dormir esa noche y hubiera “consultado con su
almohada” lo que estaba haciendo, se hubiera convertido en un Leví Gadol,
salvando su vida, la de su esposa y la de las familias de aquellos 250 hombres
que estaban con él.

Ahora sí, después de saber todo esto acerca de la fatiga, me gustaría terminar
diciendo una sabia frase del “Chavo del ocho”. La frase es muy simple:
“¡Hay que evitar la fatiga!”. No obstante, hay ocasiones que ameritan hacer
un esfuerzo y aguantar el sueño o desmañanarse, como en la época de
Selijot[70] o en las desveladas de Shabuot u Hoshaná Rabá. Sin embargo,
debemos estar conscientes de nuestro estado de fatiga y no tomar decisiones
importantes bajo sus efectos.

En el judaísmo existe la obligación de descansar durante un día entero cada


semana y no realizar ningún trabajo de creación (Melajá). Esto con la
finalidad, entre otras cosas, de renovar nuestro espíritu y no enfermar de
fatiga. Dijo el rey David: “Días fueron creados, pero Él (Dios) tiene uno de
ellos como especial” (Tehilím, Salmos, 130:9).

¿Cuál es ese día especial que tiene Dios? Dice el Taná Debé Eliyahu (Seder
Eliyahu Rabá Cap. 1), que ese día especial es el día de Shabat, pues durante
la semana la persona trabaja y literalmente hace la guerra contra toda clase de
enemigos, pero el día de Shabat, se renueva por completo porque descansa.

La confianza

Para poder dominar nuestras emociones y tener autocontrol, es muy


importante trabajar en el concepto de la confianza, que se divide en dos. La
primera es la confianza en Dios y la segunda, la confianza en uno mismo.

Primero que nada me gustaría explicar por qué confiar en Dios es importante
para tener autocontrol y dominar nuestras emociones.

Cuando uno se siente seguro y sabe que todo lo que pasa es para bien y que
nadie puede dañarlo a menos que Dios así lo disponga, entonces podrá estar
en control y no perder la cabeza a cada momento. Quien confía en Dios sabe
que todo puede pasar y que hay alguien que está moviendo todo desde arriba,
que jamás lo va a abandonar.

Quien no confía en Dios (no importa si es rico o pobre, si tiene salud o no),
jamás estará completamente tranquilo y libre de preocupación, ya que en el
interior siempre le cabrá la duda de que tal vez en algún momento algo malo
puede sucederle y ser despojado de todas las bendiciones que posee.

Hoy en día, en una era en la que grandes imperios industriales se desmoronan


de la noche a la mañana[71], en una era en la cual todo puede pasar en un abrir
y cerrar de ojos, es difícil sentirse seguros. El dinero es traicionero y así
como puede llegar de repente, así también se puede ir, y lo mismo con la
salud y todo lo demás. Sin embargo aquel que en Dios confía puede dormir
tranquilo durante las noches, ya que Él es más grande que cualquier situación
que se nos pueda presentar. Es Dios quien maneja cada una de las cosas que
en el mundo suceden.

Dios no tiene limitaciones y puede ver lo bueno más allá de aquello que ante
nuestros ojos parece malo. Es por eso que confiar en Él resulta un requisito
indispensable en la vida y sobre todo en el manejo de nuestras emociones. La
única forma de alcanzar un estado emocional perfectamente equilibrado y no
perder la cabeza por cada cosa que nos sucede, es confiando en que hay
alguien que lo maneja todo desde “arriba”; que nos quiere y busca nuestro
bienestar[72].

El segundo tipo de confianza es confiar en uno mismo. Esto no representa


arrogancia o egocentrismo, si lo enfocamos de la manera positiva. La
arrogancia y el egocentrismo se basan en hacer de lado a Dios y atribuirse
todos los poderes, mientras que por otro lado la confianza en uno mismo está
estrechamente relacionada con la confianza en Dios, ya que si nos mandó a
este mundo es porque confía en que tenemos la capacidad de hacer de este,
un lugar mejor. Si Dios confía en nosotros, ¿por qué entonces no deberíamos
de confiar en nosotros mismos?

Todos deberíamos de confiar en que si Dios nos dio una misión, es porque
tenemos la capacidad de realizarla. Es por eso que no debemos detenernos en
la vida a causa de nuestra baja estima, ni por la devaluación de nuestras
virtudes. No debemos tener miedo, debemos confiar en nosotros mismos,
actuar y confiar en que a fin de cuentas los resultados no son producto de
nuestras acciones, sino de la bendición de Dios. Dijo Rab. Jaim Shmuelevich
que el éxito no es la consecuencia del esfuerzo, sino que cuando Dios ve que
nos esforzamos, interviene y nos manda el éxito (Sijot Musar 5731 Maamar
20).

No importa lo que hagas o a qué te dediques, te aseguro que si confías en ti y


en Dios, tu éxito será exponencialmente mayor que si no lo haces.

El Talmud en el tratado de Sanedrín (37a) dice que Dios creó a un solo


hombre al principio de la creación, para demostrarnos que crear todo el
mundo vale la pena para un solo ser humano. Por lo tanto, cada uno debe
sentirse valioso e importante y decirse a sí mismo: “El mundo fue creado para
mí”.

Cada ser humano es importante ante los ojos de Dios; es exclusivo y especial,
como dice el Talmud: “Así como los rostros de cada uno son diferentes, así
también sus pensamientos lo son” (tratado de Berajot 58b). Dios se preocupó
por crear a todos los seres humanos diferentes con la finalidad de que cada
uno supiera que es exclusivo y especial. Aquello que tú puedes aportar al
mundo, nadie más lo puede dar.

El miedo

Hay un cierto tipo de serpiente en América, que es un conocido enemigo de


algunas especies de aves. El ave vuela por el aire, deteniéndose para
descansar en la copa de un árbol y la serpiente, al ver al ave en la cercanía, se
desliza sobre su vientre hacia el árbol y abre su amplia boca, amenazando con
furia devorar al ave. Cuando ésta mira a la serpiente, la reconoce como un
enemigo; es invadida por el espanto, sus sentidos se paralizan y cae dentro de
la boca de la serpiente.

Así es el miedo; es la falta de seguridad, de confianza en ti mismo y sobre


todo en Dios. El miedo es uno de los enemigos más poderosos y peligrosos
de la persona; es la carretera directa al fracaso. Es por eso que debemos
alejarnos de él y tener presente lo que nos enseñó Rab. Najman de Breslev:
“Todo el mundo es un puente angosto por el que debemos transitar para
llegar al mundo venidero y lo principal para no caerse de él, es jamás tener
miedo” (Likuté Moharán, Tanina 48).

El miedo te hace caer del puente o a la boca de la serpiente. Dijo Iyób, Job:
“Porque de lo que miedo sentía me ha venido, y lo que temía me ha llegado”
(Iyób, Job. 3:25). La realidad es que el motivo por el cual a Iyób le sucedió lo
malo es porque lo temió. La persona de alguna manera atrae las cosas malas
por medio de sus miedos y aquello que teme, casi siempre termina
materializándose.

Cuando alguien pone una tabla sobre el piso para caminar sobre ella y no
ensuciarse los pies con la tierra, puede pasar sobre ella tranquilamente una y
otra vez rápidamente y sin caerse, pero cuando esa misma tabla la levanta y la
coloca a una altura considerable, es muy probable que trate de hacerlo mucho
más despacio y con cuidado. A pesar de ello es mucho más probable que se
caiga. ¿Cuál es la diferencia? En ambos casos la tabla es la misma, pero sin
duda alguna la diferencia radica en el miedo, pues cuando la tabla está en
suelo, se siente seguridad. No obstante, cuando está en lo alto, se siente
miedo, y el miedo de caer, paradójicamente es aquello que hace caer.

La persona que tiene miedo a la pobreza, por ejemplo, es probable que esté
atrayendo a su vida la pobreza. En el libro “Arbé Najal” (Parashá Vayetzé),
fue dicho que el miedo es como un imán, que atrae todo aquello que la
persona teme.

En el libro de “Shemot” (Éxodo, cap. 2.), cuenta la Torá que Moshé al crecer
vio a un hombre egipcio golpeando a un esclavo hebreo. Moshé terminó
matando a ese egipcio y tapando su cuerpo bajo la tierra[73]. Después de haber
hecho esto y pensar que nadie lo había visto, se encontró con dos esclavos
que se estaban golpeando uno al otro. Moshé intervino y les dijo que no se
pelearan. Fue entonces cuando uno de los dos le dijo: “¿Quién te ha puesto
como príncipe y juez sobre nosotros? ¿Acaso nos has de matar así como
mataste al egipcio?” Entonces temió Moshé que este chisme llegara a oídos
del faraón y lo mataran por eso. Posteriormente, dice la Torá que el faraón
efectivamente se enteró de aquel suceso y buscó a Moshé para matarlo, por lo
que tuvo que huir de Egipto y se fue a refugiar en la tierra de Midyán.

Sobre este pasaje bíblico dijo el Midrash Lekaj Tob: “El motivo por el cual
este suceso llegó a oídos del faraón, fue porque Moshé temió que el chisme
llegara a sus oídos y que este lo quisiera matar. Si Moshé no hubiese tenido
miedo, su miedo no se hubiese materializado y el faraón jamás se hubiera
enterado de lo sucedido. Resulta que los miedos generan realidades y
terminan materializándose.

El miedo es el resultado de la falta de confianza. Es así como el profeta


reprocha al pueblo de Israel y les dice: “Has olvidado al Eterno, tu hacedor
que expandió los cielos, y puso la tierra, y temes constantemente todo el día”
(Ishayá, Isaias. 51:13).

El profeta nos enseña que el motivo por el cual llega el miedo, es por haber
olvidado al Eterno, por olvidar que hay alguien que nos cuida y nos protege
constantemente. Es por eso que para lograr un equilibrio perfecto de nuestras
emociones, es recomendable alejarse de los miedos y para hacerlo, debemos
reforzar nuestra fe y confianza.

El miedo no te deja avanzar en la vida y llegar lejos, es como cuando


compras un coche nuevo último modelo, el coche más veloz del mercado, te
subes en él, aceleras a fondo y el coche apenas avanza muy despacio,
entonces te das cuenta que tiene puesto el freno de mano, lo quitas y ahora si
empieza la diversión, el coche responde y alcanza altas velocidades. Lo
mismo pasa en la vida, cada ser humano tiene un potencial inimaginable,
nuestra mente es muy poderosa porque está conectada con el cielo, pero
muchas veces no podemos avanzar, no podemos salir adelante, las cosas no
salen como queremos y todo eso muchas veces es porque tenemos puesto el
freno de mano, tenemos miedo y el miedo es una de las cosas que más nos
atoran en la vida, es como un ancla en el barco que no lo deja moverse de
lugar, es por eso que debemos aprender a quitárnoslo y a adquirir mucha
seguridad.

Confiar en Dios a pesar de considerarse un pecador[74]


Confiar en Dios es sin duda uno de los más poderosos métodos para enfrentar
cualquier situación y reto en la vida. La confianza en Dios nos puede ayudar
a salir adelante emocionalmente y nos da fuerza y seguridad para afrontar
todo lo que venga.

No obstante, existe un motivo por el cual nuestra confianza en Dios no es tan


efectiva e incluso se convierte en algo que lejos de hacernos más seguros, nos
crea mucha incertidumbre e inseguridad y en lugar de alentarnos nos
desmotiva. Esto se debe a una estrategia del Yetzer Hará (instinto del mal),
que juega con nuestra mente y canaliza nuestra confianza en Dios hacia una
idea equivocada y torcida.

Cuando un creyente tiene fe y confía en que Dios le va a ayudar, es muy


común que su Yetzer Hará lo quiera confundir y le haga pensar que en
realidad Dios sí tiene la fuerza para ayudarlo y sacarlo de sus problemas, que
Dios es Todopoderoso y Omnipotente.

El Yetzer Hará detona en la persona la falsa virtud de la humildad y le dice:


“¿Quién eres tú como para que Dios te ayude? Dios es fuerte y poderoso,
pero tú eres un pecador, un gran pecador y estás lleno de faltas y de fechorías
que has cometido en contra de tu creador. ¿Por qué Dios debería de estar
contigo y salvarte? ¿Por qué Dios debería de ayudarte a que tengas éxito en
aquello que estás por hacer? Él puede hacerlo y lo haría contigo, sólo si lo
merecieras, pero… como no lo mereces… entonces no esperes que Dios esté
contigo.”

Esta es una técnica muy común usada por el Yetzer Hará, que nos hace no
confiar en Dios por sentirnos alejados de él. Nos hace pensar que si no somos
buenos o tenemos pecados, entonces Dios ya no va a estar de nuestro lado y
no nos va a ayudar. Es por eso que cuando tenemos un problema o una
situación difícil, a pesar de ser personas de fe, no nos refugiamos en Dios.

Esta es una falta de confianza que tienen incluso los hombres más creyentes,
pues el argumento del Yetzer Hará es bastante lógico, pero debemos saber
que pensar así es una gravísima equivocación, pues Dios no nos pone esas
condiciones, Él está con nosotros a pesar de que no somos perfectos, a pesar
de que no lo hayamos obedecido, o de que nos hayamos portado mal y
estemos llenos de pecados. Eso no nos impide ser protegidos y escuchados
por nuestro Creador; por nuestro Padre que está en el Cielo.

Dijo el rey David: “Dios está cerca de todo aquel que le llama, de todo aquel
que le llama con sinceridad” (Tehilím, Salmos, 145:18). No está escrito que
Dios está cerca de aquel que es bueno, o del que no tiene pecados, sino que
está cerca de todo aquel que le llama y confía en Él con sinceridad, sin
importar que esta persona esté llena de pecados.

Debemos sentir seguridad en Dios y confiar en que Él nos va a ayudar a pesar


de nuestro nivel espiritual y a pesar de que no estemos limpios de pecados.
Esto se aprende de la Torá cuando nos dice Dios: “Cuando digas en tu
corazón: son muchos mis enemigos, ¿cómo voy a conquistarlos? ¡No debes
temerles! Debes recordar aquello que hizo el Eterno al faraón y a todo
Egipto… No tengas miedo porque Dios está contigo.” (Debarím,
Deuteronomio, 7:17-23).

¿Por qué Dios nos dice que confiemos en él y que no tengamos miedo y pone
como referencia los milagros que hizo cuando nos defendió de los egipcios?
¿Por qué precisamente debemos recordar que nos defendió de ellos? El
pueblo de Israel tuvo muchos otros enemigos en el transcurso de la historia y
también Dios nos defendió de ellos ¿Qué tiene en particular este suceso? La
respuesta es que el pueblo de Israel cuando salió de Egipto estaba lleno de
pecados. No tenían ni un sólo mérito para ser salvados, habían caído en el
nivel número 49 de impureza[75] y a pesar de todo Dios los salvó, no porque
fueron buenos y no pecaron sino porque confiaron en Él[76].

En el rezo de la Amidá decimos: “Porque tú (Dios), escuchas los rezos de


toda boca”. No está escrito allí que Dios escucha los rezos de los justos, de
los piadosos o de las personas que están limpias de pecado y son íntegras,
sino que Dios escucha los rezos de todos, sin importar su nivel espiritual, y
sin depender de quién sea el que está rezando. Todo aquel que confía en Dios
es escuchado.

Dijo el Jafetz Jaím en nombre del Gaón de Vilna: “La confianza en Dios no
depende de los méritos de la persona, pues a pesar de que no sea meritoria, si
su confianza en Dios es fuerte, esa confianza lo protegerá y Dios hará con él
favor”. Como está escrito: “He aquí que la vista del Eterno está sobre los que
le temen y sobre los que anhelan su bondad” (Tehilím, Salmos 33:18-20). No
fue dicho que los ojos de Dios están puestos en quienes lo merecen, sino en
quienes esperan (anhelan) su favor. Es posible que estas personas ni siquiera
sean del grupo de los temerosos de Dios (devotos que cumplen las reglas de
la Torá), sino sólo personas que confían en Dios y esperan su favor[77].

Rabenu Bejaye, en su libro “Jobat Halebabot” (Shaar HaBitajón, cap. 2,


Razón número 7 para confiar en Dios), dice que vale la pena confiar en Dios
pues ayuda a aquel que confía en Él, tenga o no méritos y sea o no
merecedor.

Esta idea se ve reflejada también en el siguiente versículo: “La salvación de


los justos vendrá del Eterno… el Eterno los ayudará y los librará de los
malvados, y los salvará porque se han refugiado en Él” (Tehilím, Salmos
37:39-40). No está escrito que los salvará porque lo merecen y tienen muchos
méritos, sino porque se han refugiado en Él.

Dios no condiciona a la persona diciendo que la salvará sólo si es meritoria,


pero hay algo que impide ser salvado y es el rebelarse abiertamente ante
Dios. La persona será salvada por Dios y puede esperar milagros y todo lo
bueno de parte suya, siempre y cuando no se rebele ante Él.

Esta idea la vemos claramente en el episodio de Moshé con los espías que
mandó a la tierra de Israel. Después de que habían regresado de la tierra y
estaban por dar su informe negativo, Yehoshua Bin Nún le dijo a los espías:
“¡Sólo contra Dios no se rebelen!” (Bamidbar, Números, 14:9). Yehoshua
sabía que mientras no se rebelaran contra Dios, serían dignos de recibir todo
lo bueno a pesar de sus múltiples pecados. Dijo el Jafetz Jaím que la
confianza en Dios es una bendición segura y si la persona refuerza su
seguridad y confianza en Él, seguramente llegará la bendición a su hogar.

Espero que podamos quitarnos de la cabeza esa idea torcida que nos han
implantado, de que Dios sólo te escucha cuando eres bueno y estás limpio de
pecado. Dios escucha a todo ser humano que se dirige a Él con sinceridad, sin
importar cuántos pecados esa persona haya cometido. Es por eso que
debemos aprender a dominar a nuestro Yetzer Hará y a tener una fuerte
confianza en Dios, sabiendo que Dios no tiene limitaciones y ni siquiera tener
pecados se convierte en una limitación para que nos pueda ayudar.

Hagamos de Dios nuestro refugio y eso nos ayudará a salir adelante ante
cualquier situación que se nos presente.

Las adicciones

No se puede ser exitoso en la vida siendo preso de una adicción. Se puede


tener amigos, dinero, familia, fama y otras cuantas cosas, pero todo esto está
sujeto de un delgado hilo que se puede romper en cualquier momento a causa
de la falta de control de alguna adicción.

La adicción es el fuego que consume cualquier bendición. Ser adicto significa


literalmente ser esclavo y estar dominado. La adicción es la afición
desmesurada a algo; es el hábito de conductas peligrosas o de consumo de
determinados productos (en especial drogas), y del que no se puede
prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia más que
nada psicológicas, pero también incluso fisiológicas.

Las adicciones son el peor de los venenos. Cuando se es picado por un animal
venenoso o se ingiere algún veneno, la sustancia quema a la persona por
dentro y la puede llegar a matar; sin embargo, las adicciones matan a la
persona poco a poco, pero lo peor de todo es que no solamente queman su
cuerpo, por lo regular queman también su alma, su esencia y su dignidad. El
veneno que produce la adicción es tan letal, que se extiende incluso hasta
destruir a la gente de su alrededor.

Lo que he explicado no son exageraciones, sino realidades concretas. En el


capítulo que habla sobre la empatía, dijimos en nombre de John Dewey, que
el impulso más profundo de la naturaleza humana es el deseo de ser
importante. El ego está en el centro de la persona y es aquello que la mueve
para hacer cualquier cosa. Todos queremos ser importantes. Nuestra dignidad
lo es todo, es por eso que muchas personas prefieren morir antes que perder
la dignidad o simplemente buscan ser recordados con decoro, como es el caso
del harakiri entre los samuráis, un suicidio que se realizaba de manera
voluntaria con la finalidad de conservar el honor.

Se podría decir en otras palabras que “quitarle a alguien su honor y hacerlo


pasar vergüenza es equivalente a matarlo, o algo peor que eso”. De hecho,
estas son exactamente las palabras del Talmud: “El que avergüenza a su
compañero en público es como si lo matara” (Talmud Bablí tratado de Babá
Metziá 58a).

Aunque una persona haya tomado algún veneno, no por eso perdería la
dignidad, simplemente enfermaría y moriría, pero el adicto para conseguir
saciar su adicción, está dispuesto a rebajarse y humillarse; a “matar” su
dignidad con tal de conseguir saciar su deseo.

Un adicto muchas veces está dispuesto a pecar en contra de su religión y


“quemar” su alma con tal de conseguir lo que quiere. Está dispuesto a robar y
a cometer cualquier pecado o atrocidad, pasando cualquier vergüenza con tal
de conseguir lo que su mente le pide.

La adicción se apodera de la persona y la domina. Si el individuo no tiene la


fuerza necesaria para resistir, puede llegar incluso a “quemar” a su familia y a
sus seres queridos; puede llegar a robarle dinero a sus propios padres[78], usar
el dinero de la renta, de la colegiatura de sus hijos o de la manutención de su
familia en su vicio o hasta muchas otras cosas peores.

Una adicción es una enfermedad, tal vez la peor de todas. Las adicciones
controlan nuestra mente y literalmente la secuestran, siendo muy, pero muy
difícil rescatarla. Por lo tanto, es de suma importancia ser precavidos y de
entrada no caer en ninguna adicción.

El alcohol y otras sustancias

Antes de abordar este tema, me gustaría dejar en claro que quienes consumen
sustancias comúnmente lo hacen para acallar el dolor; lo hacen porque no
tienen otros recursos para manejar sus emociones, sus sentimientos de miedo,
inseguridad, ansiedad, abandono, enojo, tristeza etc. Las adicciones surgen
regularmente por un vacío emocional muy profundo[79]. A continuación,
quiero hablar un poco acerca de lo que pasa cuando se está bajo los efectos de
algunas sustancias; de cómo estas sustancias pueden apagar nuestro cerebro
pensante, y cuáles son los efectos y las consecuencias que esto implica a
corto o a largo plazo.

El alcohol

El alcohol afecta a la química cerebral, al alterar los niveles de


neurotransmisores.
Los neurotransmisores son químicos que transmiten las señales que controlan
los procesos de pensamiento, comportamientos y emociones. Son excitatorios
(estimulan la actividad cerebral), o inhibitorios (disminuyen la actividad
cerebral).

El alcohol aumenta los efectos del neurotransmisor GABA en el cerebro, el


cual provoca movimientos lentos y dificultad para hablar. A la vez, inhibe el
neurotransmisor excitatorio glutamato, el cual incrementa la dopamina,
neurotransmisor que crea la sensación de placer al beber.

El National Institute on Alcohol Abuse and Alcoholism en Estados Unidos,


recomienda límites de hasta dos bebidas alcohólicas por día para hombres y
una para mujeres. La medida que describe oscila alrededor de una cerveza de
340ml. Cuando se bebe más de esta medida se puede llegar a tener graves
efectos perjudiciales para la salud, la vida social y laboral, y una fuerte
dependencia al alcohol.

Es común que entre los bebedores compitan para ver quién tolera más el
alcohol, pues mantienen la falsa creencia de que “es más fuerte el que más
alcohol aguanta”, pero esto constituye un terrible error ya que la cantidad de
alcohol ingerido por un adicto es progresivamente mayor con el paso del
tiempo. El doctor Michael Dunlap dice que el alcohol causa “tolerancia”, por
lo que un alcohólico debido a su mala función hepática, tiene que tomar más
para embriagarse que una persona sana. Esto no significa que el alcohol le
haga menos daño y que por eso lo aguanta más, sino todo lo contrario.

¿Cómo puedes saber si tienes problemas con el alcohol?


Algunas señales que te pueden ayudar a identificar que estás teniendo
problemas con el alcohol y debes pedir ayuda son:

1. Cuando te sientes triste o desanimado y para mejorar tu estado recurres


a la bebida.
2. Cuando tienes que beber para sentirte normal o bien.
3. Cuando bebes solo o en secreto.
4. Cuando te sientes ansioso por no haber tomado alcohol.
5. Cuando sufres de paranoias.
6. Cuando discutes o tienes comportamientos problemáticos regularmente
después de haber bebido alcohol.
7. Evitas las aficiones o actividades que antes disfrutabas y ahora sólo
deseas participar en actividades que impliquen beber. Como la frase
que está de moda entre los alcohólicos: “Si en la fiesta no hay chupe ¿a
qué voy?”
8. Cuando no puedes controlar cuánto o cuándo bebes.
9. Cuando comúnmente después de tomar llegas a un estado de ebriedad
en el que sientes nauseas, mareos, sudoración, temblores alucinaciones,
convulsiones o vómitos.

Estos son algunos de los efectos negativos del alcohol[80]:

Es importante entender que el cerebro mantiene un equilibrio de sustancias


químicas, que se altera debido al alcohol. Por lo tanto, esta inestabilidad en
los químicos del cerebro puede llegar a afectar fuertemente nuestro
comportamiento, pensamientos, sentimientos y hasta nuestras emociones.

Es normal que al ingerir un poco de alcohol la mayoría de las personas nos


sintamos bien, menos ansiosos, más sociables, con mayor confianza en
nosotros mismos y mucho más relajados y libres. Sin embargo, cuando
bebemos demasiado, el cerebro comienza a quedar afectado y las sensaciones
de placer se pueden convertir en sensaciones de ansiedad, agresividad,
tristeza e incluso hasta depresión.

La serotonina es el neurotransmisor que regula el estado de ánimo, es por eso


que beber demasiado aumenta la posibilidad de desarrollar síntomas
depresivos, pues el exceso de alcohol hace descender los niveles de
serotonina en el cerebro.

Además, es muy común que a causa del alcohol, la persona llegue a tener
consecuencias negativas en sus relaciones profesionales, sociales y
sentimentales, lo que hace que la depresión sea aún mayor y el individuo
entre en un círculo vicioso difícil de romper.

Cuando se bebe demasiado, las conexiones cerebrales pueden verse afectadas


y provocar que se actúe de manera impulsiva, haciendo cosas que no se
hubieran realizado en situaciones normales.

Además, el consumo excesivo de alcohol impide que se creen células nuevas


en el cerebro y no sólo se afecta la neurogénesis, sino que además es sabido
que durante una borrachera se puede reducir el número de neuronas del
cerebro en un millón.

La psicosis es una enfermedad mental muy delicada que provoca


alucinaciones, paranoias e ilusiones. Esta enfermedad puede también ser
provocada por un alto nivel de adicción al alcohol.

El alcohol causa daños en el hipocampo que es el área cerebral que interviene


en el almacenamiento de memoria. No sólo grandes cantidades de alcohol
pueden dañar el hipocampo, sino que incluso una pequeña cantidad de
alcohol puede hacer que se olvide lo que se hacía mientras se bebía, pero si se
bebe con frecuencia se puede llegar a dañar el cerebro y sufrir pérdida de
memoria permanente.

Cuando se consumen grandes cantidades de alcohol en la adolescencia, se le


impide al cerebro desarrollarse de manera adecuada y existe un déficit en la
recuperación de la información verbal y no verbal, y en el funcionamiento
visual-espacial. Un adolescente que bebe alcohol está mucho más
predispuesto a desarrollar deficiencias cognitivas, como dificultades de
aprendizaje y de memoria.

Por si fuera poco, a causa de la falta de vitamina B (tiamina), en el 80% de


los alcohólicos se desarrolla la enfermedad denominada como “el síndrome
de Wernicke-Korsakoff”. Los síntomas de este síndrome son: confusión,
movimientos oculares anormales, pérdida de coordinación muscular,
síndrome de abstinencia, confabulación, alucinaciones, pérdida de la
actividad mental, incapacidad para formar nuevos recuerdos y pérdida de
memoria.

Cuando la persona deja de beber repentinamente, puede sufrir dolor de


cabeza, agitación, temblores graves, nauseas, vómitos, gran sudoración,
somnolencia, calambres e incluso alucinaciones. A esto se le llama “delirium
tremens” o síndrome de la abstinencia del alcohol. Este síntoma se debe a que
el cerebro de la persona alcohólica se ha habituado a una sobre-estimulación
por parte del sistema adrenérgico, resultando una excitabilidad autonómica y
agitación psicomotriz, en otras palabras, contracciones musculares
involuntarias.

En conclusión, el alcohol lejos de ayudarnos a desarrollar nuestro cerebro


humano, nos ayuda a deshacerlo, disolverlo y desaparecerlo. Es por eso que
debemos tener mucho control sobre este tema y pensar muy bien las cosas
antes de tomar, pues ya después de las primeras copas, es el alcohol quien
nos domina y nuestro cerebro animal el que toma las decisiones.

Hay una fábula muy interesante sobre las propiedades del vino, que nos
puede hacer entender mejor esta idea: Dice el Midrash que cuando Noé
estaba por plantar su viñedo después de salir del arca, se acercó a él Satán:

-¿Qué es lo que siembras? –preguntó Satán.


-Un viñedo –respondió Noaj.
-¿Y para qué sirve?
-Da frutos dulces con los cuales se puede hacer el vino y el vino alegra los
corazones. –afirmó Noaj.
-¿Te gustaría que nos asociemos en la plantación del vino? –le preguntó
Satán.
- Seguro, ¿por qué no?-

Entonces Satán llevó un borrego, lo degolló como sacrificio y con su sangre


regó el viñedo. Posteriormente tomó un león, lo degolló como sacrificio y
con su sangre regó el viñedo. Después llevó un mono, lo degolló como
sacrificio y con su sangre regó el viñedo. Finalmente, fue por un cerdo, lo
degolló como sacrificio y con su sangre regó el viñedo.

De ahí en adelante, el vino tiene la propiedad de que aquel que toma una
copa, se comporta como un cordero: está tranquilo, relajado y actúa con
humildad. El que toma dos copas es como un león; se siente fuerte y
poderoso, el ego se le dispara.

Aquel que toma tres copas se comporta como un mono de circo: canta, baila,
hace payasadas, saca de su boca palabras sin sentido y no sabe lo que hace.

Al final, cuando llega a la cuarta copa la persona que la consume se parece a


un cerdo tirado en el piso, revolcándose en su propio vómito (Midrash
Tanjumá Noaj 13).

El alcohol es agradable y placentero cuando se consume en cierta medida,


pero como está escrito en las bebidas alcohólicas: “El abuso de este producto
es nocivo para la salud”. Tomar en exceso puede hacer llegar a la persona a
comportarse como un cerdo.

No se puede culpar a una persona por haber cometido alguna locura estando
en estado de ebriedad, ya que no estaba consciente de lo que estaba haciendo.
El motivo por el que se le sanciona, es por no haber sido responsable antes de
tomar, cuando aún su cerebro humano estaba encendido.

Cuenta una historia, que había un hombre que se encontraba en total estado
de ebriedad y mientras caminaba por las calles de la ciudad, se topó con el
gobernador de la ciudad, quién montaba sobre un caballo.

- ¿En cuánto me vendes tu caballo?- preguntó el borracho al gobernante.


-Dos mil monedas de oro.
El hombre, que se hallaba bajo el efecto del vino respondió: -Está bien, yo lo
compraré en esa suma. Ahora iré a mi casa a traer el dinero.

El gobernante fue a donde tenía que ir y el otro fue a su casa. Al segundo día,
cuando el individuo fue a su negocio, el gobernante mandó por él y cuando lo
trajeron, el personaje no estaba ebrio.

-Ayer adquiriste mi caballo en dos mil monedas de oro. He aquí el caballo.


Ahora dame mi dinero y llévate al animal.-solicitó el gobernante.
-Ayer, cuando adquirí el caballo, no estaba solo, sino que iba conmigo uno
que hacía las veces de intermediario entre tú y yo. Era él quien hablaba esas
cosas relativas a la compra del animal, por eso, espérame a que vaya en busca
y traiga al intermediario. Será él quien dé respuesta a tus palabras.- afirmó el
hombre.
-¿Quién es ese intermediario? Yo te vi que ibas solo y no había nadie contigo.
-Señor mío, el intermediario era la bebida que tomé y era ella quien hablaba
esas cosas, ya que si no fuera por ella, jamás yo hubiera podido emitir
palabras semejantes, por lo tanto aguárdame hasta que vaya a mi casa, beba
diez vasos de vino, y tornaré a ti, entonces podrás escuchar de mi parte
palabras apropiadas, dignas de ser respondidas a ti.

Se rio el gobernante y lo despidió en paz.

Las drogas

Según la Organización mundial de la Salud (OMS), droga es la sustancia que,


introducida en el organismo por cualquier vía de administración, produce
algún modo de alteración del funcionamiento natural del sistema nervioso
central del individuo y además es susceptible de crear dependencia.[81] Una
droga se diferencia de un fármaco, porque suele ser auto administrada.

Cuando consumen una droga por primera vez, las personas pueden percibir
los que parecen ser efectos positivos. También pueden creer que son capaces
de controlar su consumo. Sin embargo, las drogas pueden apoderarse
rápidamente de la vida de una persona.

Con el tiempo, si el consumo de drogas continúa, otras actividades


placenteras se vuelven menos agradables y estas sustancias se vuelven
necesarias para que el consumidor se sienta “normal”. Luego es posible que
busquen y consuman drogas compulsivamente, a pesar de que estas les
causen tremendos problemas a ellos y a sus seres queridos. Algunos pueden
comenzar a sentir la necesidad de tomar dosis más altas o más frecuentes,
incluso en las primeras etapas del consumo. Estos son los signos reveladores
de una adicción.

Los efectos que provocan las drogas son diferentes sobre nuestro sistema
nervioso, según el tipo que se consuma. Unas son excitantes y otras
depresoras; unas aceleran nuestro funcionamiento mental, con el riesgo de
aumentar los errores, y otras lo lentifican o lo distorsionan; otras producen
alucinaciones o cambios en la percepción de la realidad.

El consumo de drogas tiene consecuencias en el funcionamiento normal de


nuestro sistema nervioso y provoca una serie de efectos que alteran nuestras
capacidades: modifican la manera de pensar, de funcionar, de relacionarse
con los demás y de enfrentarse a los desafíos de la realidad. En definitiva, nos
hacen menos protagonistas de nuestra vida.

Las consecuencias del consumo de drogas también pueden ser observadas en


animales. Cuando una araña es expuesta a vapores que contienen LSD, su
capacidad para construir la tela se altera de manera considerable. El resultado
es una tela de mala calidad que no podrá cumplir sus funciones de atrapar
insectos. Si esto pasa con la arañas, ¡imaginen lo que sucede con los seres
humanos!

Adicción al juego

La adicción al juego, también llamada ludopatía, es un desorden adictivo que


se define por la conducta descontrolada con respecto a los juegos de azar. El
ludópata suele invertir gran parte de su tiempo, energía y dinero en el juego.
Cada vez, esta mala inversión suele ir en aumento, ya que la persona genera
una dependencia a esta actividad y de manera gradual va necesitando de
estímulos más fuertes para sentirse bien por lo que las apuestas van en
aumento.

Es realmente difícil para un ludópata aceptar que tiene una enfermedad.


Continuamente se refugia en la fantasía de obtener grandes cantidades de
dinero gracias al juego y así salir de todos sus problemas. Esta manera de
pensar los motiva a seguir jugando y a fomentar un círculo vicioso del cual
será muy difícil salir, sobre todo sin ayuda externa.

Conozco personas que a causa de esta enfermedad lograron perder a su


familia, su fortuna, su salud física y emocional, y ganarse muchos problemas
psicológicos que son difíciles de imaginar. El juego excesivo regularmente
lleva a la persona a fuertes problemas que desbordan en depresión, angustia y
hasta el suicidio.

Algunos de los síntomas de esta terrible adicción incluyen la irritabilidad y la


impulsividad y comprometen a la persona a tener que humillarse y pedir
dinero prestado con la casi segura promesa de que, digan lo que digan, a fin
de cuentas, no van a poder pagar.
En ocasiones esta enfermedad puede llevar a la persona a tener que robar para
saciar su deseo de apostar, y es muy común que sientan también una baja
autoestima y gran frustración a causa de las pérdidas que el juego les genera.

Las apuestas aparentan ser un camino fácil para enriquecerse, sin embargo es
el peor negocio que la persona puede hacer, ya que la probabilidad de ganar
es mucho menor que invirtiendo en casi cualquier otra cosa. Basta con ir a
Las Vegas y darnos cuenta de todo el dinero que los casinos ganan. Ese
dinero es producto de las apuestas que las personas perdieron. Como dice la
frase popular: “la casa siempre gana”. Y es que incluso aquellos que ganan en
una o dos apuestas, a fin de cuentas terminan dejando allí todo el dinero que
ganaron y más.

Los casinos conocen muy bien su trabajo. Saben a la perfección cómo


funciona la mente humana y cómo manipularla para que tarde o temprano la
persona deje mucho dinero allí. Ellos saben que deben poner alcohol porque
este hace sentir a la persona muy segura de sí misma y pensará que
indudablemente va a ganar. Los casinos atrapan con mujeres bonitas y hacen
sentir al visitante como si tuviera una energía especial y la suerte estuviera
completamente de su lado.

En un casino se preocupan por todos los detalles, por la cantidad y el tipo de


luz que ponen e incluso por que el clima y al aire sean completamente
agradables para que las personas no se quieran ir de allí. Hasta se encargan de
oxigenar el casino para que la gente tenga más energía y no se tengan que
retirar a dormir hasta dejar allí todo su dinero.

Por lo general, en los casinos evitan poner relojes con la finalidad de que la
gente no se dé cuenta de la cantidad de tiempo que ha permanecido en el
lugar. Los casinos no tienen ventanas o puertas que den a la calle y siempre
mantienen la misma iluminación para que de ese modo las personas no se den
cuenta que está oscureciendo o amaneciendo.

Ellos te quieren allí todo el tiempo, hasta que el dinero se te acabe por
completo, es por eso que utilizan un compendio maravilloso de luces y
sonido que inconscientemente te dicen que vas a ganar y que debes estar todo
el tiempo alerta. Estimulan tus sentidos de una manera muy profesional. El
ambiente, los sonidos de monedas, campanas, sirenas, etcétera, te hacen creer
que todo el tiempo hay gente ganando y ganando, cuando en realidad casi
toda la gente en ese momento, al igual que tú, seguramente, está perdiendo.
Sin importar que existan perdedores, la máquina hará un estruendo eufórico y
festivo, las luces van a parpadear y a bailar, se van a oír aplausos y gritos de
felicidad para callar la voz amarga y silenciosa del corazón de la persona que
perdió.

La ubicación de los baños, del lugar en donde se cambian las fichas, de las
máquinas tragamonedas y de todo sin excepción, tiene una razón estratégica.
Los casinos son gigantes laberintos diseñados como trampas para atrapar a
las personas. Las máquinas y mesas de juego crean obstáculos para hacerle a
la persona más difícil salir de allí.

Las camareras paseándose por el casino, vestidas de manera provocativa,


ofreciendo bebidas gratis y sonriendo a cada cliente a modo de conquista,
también son una estrategia.

El alcohol además de la seguridad que le hace sentir al apostador, hace que su


cerebro sea más lento y merme la capacidad de tomar decisiones correctas a
la hora de jugar. Esto además vuelve a la persona más liberal con su dinero y
le hace perder el valor, el cuidado y la consciencia de que los recursos se le
pueden terminar rápidamente.

Los casinos constantemente te van a hacer sentir la adrenalina de “casi


ganar”. Todas las apuestas están diseñadas para mantenerte al límite y hacerte
sentir como si estuvieras a punto de ganar, o incluso te dan a ganar pequeñas
sumas para que sientas el sabor de la victoria y a largo plazo termines
perdiendo mucho más. Los jugadores comúnmente sobreestiman sus
posibilidades de ganar, principalmente cuando se sienten cerca de la victoria.

Si tienes la “buena suerte” de ser un apostador importante, un verdadero


ganador, entonces serás tratado como un rey, recibirás ofertas de las que no
podrás negarte, regalos extravagantes para que te quedes con ellos más
tiempo y para que apuestes aún más. Ellos no llevan prisa, a fin de cuentas
“la casa siempre gana” y tarde o temprano van a recuperar su dinero.

Siempre habrá gente que gane grandes fortunas, pero esto es sólo para que el
resto sienta envidia y empiece a trabajar su imaginación pensando que será el
siguiente afortunado.

Si confías en Dios abstente de apostar

Aquella persona que confía en Dios deberá abstenerse por completo de


vender su alma al diablo del juego, pues este demonio no se conforma con
destruir solamente al jugador sino que también afecta a su familia y a todos
los deja “en la calle”. Tanto la esposa como los hijos arderán por dentro al ver
como toda la fortuna de la familia se va “por la coladera”, en lugar de llegar a
sus manos.

Según la ley judía, aquella persona que gana su dinero por medio de las
apuestas, es como si lo estuviese ganando robando[82] y por lo tanto ese dinero
no es de bendición. Por eso, muchas veces la persona gana fuertes cantidades
de dinero mediante las apuestas, pero a fin de cuentas termina no disfrutando
de aquel dinero. Tan fácil como vino se terminó yendo, pues ese dinero se
considera dinero sucio y todo lo que llega de manera sucia sólo trae
problemas y preocupaciones. Lleva consigo maldición y no bendición; la
maldición de todos aquellos que perdieron.

Aquel que apuesta, está disfrutando a costa del sufrimiento ajeno, pues para
que él gane, otro tendrá que perder. En un negocio todos ganan, uno gana un
producto o servicio y el otro gana dinero, pero en las apuestas no es así. En
las apuestas uno gana y otro pierde. Es por eso que el judaísmo considera las
apuestas como una especie de robo, pues le quitas su dinero y no le das nada
a cambio más que el sufrimiento de haber perdido y el sufrimiento de la
familia a la que les dejó de llevar dinero por dejártelo a ti.

Rab. Shalom Arush en su libro “En el jardín de la fe”, dice que el dinero es
dado a la persona mayormente por el mérito de su familia. Es decir, aunque
uno no lo merezca, Dios le puede mandar mucho dinero sólo por el mérito de
su familia. Esto significa que si este hombre que no merece el dinero no
tuviera esposa o hijos, entonces no le llegaría a las manos el dinero que
actualmente le está llegando. Resulta entonces que ese dinero, por derecho, le
pertenece a su familia y cuando el apuesta literalmente está usando un dinero
ajeno para apostar y si lo pierde, estará literalmente robándole a su propia
familia el dinero que Dios les mandó por conducto suyo, pues Dios se lo
mandó para invertirlo de manera inteligente y no para desperdiciarlo en el
juego.

La fe en las apuestas

Muchas personas usan el argumento de la fe para apostar, pues creen que


Dios los va a ayudar, y cuando pierden, voltean al cielo y culpan a Dios por
no haberles ayudado. Esto constituye un grave error de percepción, y una
grave confusión con respecto a la fe, pues si en realidad confías en Dios
entonces tendrás la fe de que Dios te va a mandar el dinero de manera
honesta y limpia, mediante tu trabajo y no mediante el juego.

Está escrito[83] que Dios, con base en el esfuerzo, la actitud, los méritos y
muchas cosas más, determina cuánto dinero le va a mandar a la persona y
cuánto dinero la persona va a perder. Resulta que si la persona apuesta y
gana, es porque ese dinero ya lo había destinado Dios para él y de todas
formas le iba a llegar desde algún otro lugar. Pero si pierde, es posible que, a
causa de su falta de fe, esté perdiendo aún más de lo que le estaba destinado a
perder.

Adicción al celular

Tal vez muchos piensen que el uso excesivo del celular es algo
completamente normal, sin embargo hoy en día el celular se ha convertido
literalmente en una adicción. Un estudio realizado por la empresa Digital
Lab, indica que el 82.5% de las mujeres y el 69.8% de los hombres sufren
algunos síntomas de estrés y ansiedad por esta causa.

Los síntomas de dependencia de los teléfonos inteligentes son muy parecidos


a los que se tienen por una droga. Las personas en verdad sienten que no
pueden vivir sin el celular y esto les ocasiona mucha frustración, estrés,
ansiedad, mal humor, etcétera.

Una de las causas que nos hacen ser adictos a esta clase de aparatos es la
necesidad de seguridad y aceptación, pues mediante estos aparatos creamos
redes de aparentes amigos y podemos proyectar una imagen virtual de
nosotros que, lejos de mostrar lo que somos en realidad, muestra aquello que
deseamos ser y no podemos alcanzar en la realidad.

Llegar a un grado de adicción total es cuando mostramos un comportamiento


obsesivo que afecta nuestro entorno personal, laboral y afectivo. Un adicto es
capaz de dejarlo todo a cambio de obtener el objeto de su adicción: su celular
en este caso.

La fijación al celular y la poca capacidad de desprenderse de él ya tiene


nombre propio, se llama nomofobia y esa es sólo una de las psicopatologías
que surgieron a causa del mal uso que se le da a estos aparatos y a las redes
sociales.

A pesar de que la OMS no reconoce hasta ahora la adicción a internet en los


sistemas de clasificación de enfermedades mentales, cada vez hay más
personas que buscan tratamiento psicológico porque tienen la percepción de
perder el control ante su teléfono y se sienten "dependientes" del aparato.

Entre los síntomas más comunes para reconocer a un adicto al celular está la
ansiedad, pues el sistema psíquico permanece alerta a cualquier llamada o
mensaje de manera permanente y no nos permite estar relajados. Expertos
afirman que el uso del celular y las nuevas tecnologías pueden afectar la
concentración, la atención y la memoria al momento de estudiar.
Según un estudio elaborado por Oracle Marketing Cloud, cada persona
consulta su celular en promedio 150 veces al día.

Existe también un miedo a perderse de algo (fear of missing out), que


consiste en la necesidad casi compulsiva, de entrar continuamente en páginas
como Facebook o Instagram para seguir con atención la vida de los demás.
Grandes expertos en el tema como lo son Andrew Przybylski y su equipo de
investigación de la Universidad de Essex, afirman que este síntoma se da
mucho más en las personas con mayores necesidades sociales insatisfechas.

En este sentido, un estudio publicado en el Journal of Social and Clinical


Psychology concluyó que, después de salir de la red social, el estado anímico
de la persona es depresivo y mientras más tiempo pasa conectada a Facebook,
más se acentúa este estado.

¿Cómo se puede evitar? De acuerdo al subdirector académico de los Estudios


de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, Manuel Armayones,
son los usuarios de las redes sociales los que tienen su control. Armayones
afirma: "Somos nosotros los que compartimos nuestra vida personal. Por lo
tanto, dejando de hacerlo se acabaría el problema”.

Nomofobia (La fobia a no tener el móvil a la mano)

La nomofobia se manifiesta en dos variantes: la fobia a no tener el móvil


cerca y el miedo a que se acabe la batería o a no tener señal antes de llegar a
casa.

Una de las soluciones para evitar este trastorno es, de acuerdo a Manuel
Armayones, exponerse a situaciones en que no se lleve el móvil encima. "En
esos momentos la persona se da cuenta de que no es imprescindible y que el
mundo continúa girando pese a que no está conectada", aclara el especialista.
Otra vía es apagar el móvil por la noche.

Vibración fantasma

También conocida como llamada fantasma, es la sensación de que el móvil


vibra o suena cuando en realidad no lo hace. Esta hipervigilancia continua
puede generar ansiedad o desgaste emocional. Para evitarlo, la persona debe
tener claro que con las veces que utiliza el móvil a lo largo del día, es difícil
perderse algún aviso.

Saltar de web en web

Significa pasar de un contenido a otro con los hipervínculos para encontrar la


mejor información, la mejor oferta o el mejor producto. Esto produce una
insatisfacción crónica porque la persona se pasa la vida buscando siempre
algo mejor. "Esa actitud puede llevar a una situación de ansiedad y saturación
mental y acabar con la sensación de que perdimos miserablemente el
tiempo", aseguró el especialista.

La estrategia para evitar esto es controlar el tiempo que se dedica a buscar


información y anotar lo que se encuentra en una libreta para ser conscientes
de si avanza o no la recogida de información.

"Cuando se logra un volumen importante de información se tiene que parar la


investigación", recomienda Armayones. Otra vía para superar esta costumbre
es descargar y guardar los documentos más interesantes en la computadora,
desconectar internet y leer las webs descargadas.

Adicción vs conexión

Hace un par de meses vi un estudio muy interesante sobre las adicciones,


hecho por el periodista Johan Hari[84]. Allí se hablaba sobre aquello que nos
convierte en adictos y sobre las medidas que deben tomarse con respecto a las
adicciones. Johan afirma que el motivo por el cual las personas se hacen
adictas a alguna droga, no necesariamente está relacionada con la sustancia
misma, pues no son los productos los que nos atrapan para hacernos
dependientes, sino más bien, son los ganchos emocionales aquellos que nos
atrapan a ellas. La prueba más grande de ello, dice Hari, es que en la
actualidad existe una sustancia llamada diamorfina que es básicamente una
especie de heroína incluso más pura que aquella que venden en las calles,
porque no está rebajada y tampoco diluida con otras sustancias.
La diamorfina en la actualidad es recetada por médicos en fuertes dosis y por
varios días con la finalidad de curar a las personas e inhibir sus graves
malestares y dolencias. A pesar de todo, estas personas que se vieron
sometidas a esta droga durante tantos días y en tan altas cantidades, no se
volvieron adictas. Esto se debe, dice Hari, a que no es la sustancia activa de
las drogas la que causa las adicciones, sino que se trata de una causa
emocional que conduce a la persona a refugiarse en estos productos y
posteriormente hacerse dependiente de ellos.

La manera tradicional de probar que eran los componentes químicos de las


drogas aquello que causaba la adicción era encerrando a ratas o monos en una
jaula durante varios días y poniendo en la celda dos recipientes con agua, uno
con agua limpia y el otro con agua contaminada con alguna droga de las más
adictivas, como la cocaína o la heroína.

Los estudios demostraban que en 9 de cada 10 experimentos las ratas


escogían beber del agua que contenía la droga, se volvían adictas y
terminaban muriendo de una sobredosis.

El profesor en psicología de Vancouver Bruce Alexander, se dijo a sí mismo:


si yo estuviera en el lugar de la rata, solo y encerrado, seguramente ¡haría lo
mismo! Escogería también el agua contaminada, pues a fin de cuentas mi
vida ya no tendría ningún sentido y lo único que querría sería morir.
Escogería la droga para así morir más rápido. ¿Por qué no hacer un
experimento diferente? ¿Por qué no encerarlas en un lugar más agradable?
Fue entonces que creó Rata Park, una jaula para ratas con una especie de
parque de diversiones incluido, un lugar en el cual las ratas podían moverse
con amplitud y libertad y hacer todo aquello que les gusta hacer. Tendrían allí
compañía de otras ratas, los mejores quesos, un pequeño jacuzzi, y se les
pondrían también las dos aguas. ¿Qué escogerían entonces?

Los resultados fueron increíbles. Las ratas dentro de Rata Park, dejaron de
escoger el agua contaminada y ni una sola rata murió por sobredosis. El
experimento fue tan sorprendente que incluso el profesor Bruece, quiso
llevarlo todavía más allá y metió en Rata Park a ratas que ya habían estado en
aislamiento por 57 días y que ya eran completamente adictas al agua
contaminada de droga. Lo que sucedió fue impresionante, y es que de nuevo
las ratas adictas empezaron a mostrar tics de abstinencia y pronto detuvieron
su elevado consumo y volvieron a tener una vida normal libre de las drogas.
Rata Park y la buena vida que tenían allí las salvó.

Esto nos lleva a la clara conclusión de que las adicciones surgen a causa de
un vacío emocional que quiere ser llenado, pero cuando las personas son
fuertes emocionalmente, viven una vida buena y con buenas relaciones, no
tienen por qué refugiarse en las adicciones.

Muchas personas posiblemente pensarán que es viable que este tipo de


estudio sea efectivo con ratas y animales, pero no con seres humanos debido
a que somos mucho más complejos. Es por eso que se hizo también un
estudio similar con seres humanos, este estudio se llama “la guerra de
Vietnam”. Durante esta guerra, según la revista Time, los soldados
estadounidenses consumían heroína de una manera tan común como el chicle.
Según un estudio publicado en Archives of General Psychiarty (Archivos de
Psiquiatría General) Alrededor del 20% de ellos eran adictos.

Como era de esperarse, muchas personas estaban aterrorizadas, pues creían


que un enorme número de adictos iba a volver a su casa al terminar la guerra,
pero, para sorpresa de todos, según el mismo estudio, cerca del 95% de los
soldados adictos, simplemente dejaron la droga, casi todos sin asistir a un
grupo de adictos y sin necesidad de tomar algún tipo de rehabilitación. ¿Por
qué la dejaron? ¡Muy fácil! Porque salieron de la jaula en la que se
encontraban en Vietnam y regresaron a sus casas: un equivalente de Rata
Park para seres humanos.

Johan, en nombre del profesor Peter Cohen, dice que los seres humanos
tenemos una necesidad muy profunda de vincularnos y crear conexiones. Así
es como obtenemos nuestra satisfacción. Si no podemos conectarnos con
otras personas, entonces conectaremos con cualquier cosa que encontremos:
el sonido de una ruleta girando, el pinchazo de una jeringuilla, etcétera.

Johan cita el libro de Richard DeGrandpre, “The Cult of Pharmatcology” (El


culto de la farmacología). En este habla acerca de los famosos parches de
nicotina que aparecieron a principios de la década de los 90, los cuales
estaban diseñados para sustituir los ganchos químicos del tabaco y así ayudar
a las personas a liberarse de aquella adicción. Sin embargo, a pesar del gran
optimismo que había en ese sentido, sólo el 17.7% de los fumadores fueron
capaces de dejar de fumar utilizando aquellos parches. Eso se debe a que la
causa de las adicciones no son los ganchos químicos, sino que aquello que en
realidad nos atrapa a aquellos productos, actividades, o lo que fuera, son
ganchos emocionales.

La única manera de liberarse de las adicciones es trabajando en nuestras


emociones y llenando nuestro espíritu de alegría y emociones positivas,
conectándonos con la gente y con todo aquello que nos hace bien, pues a algo
nos tenemos que conectar y si no es a la vida y a lo bueno, al estudio,
deporte, trabajo, a algún servicio social, o a lo espiritual, entonces estaremos
vacíos por dentro y nos veremos en la necesidad de conectar con emociones
negativas, con productos, sustancias, personas o cosas que nos hacen daño y
nos destruyen.

Esto es lo que está implícito en la Torá cuando nos dice que Dios ha puesto
delante nuestro la vida y lo bueno, la muerte y lo malo, la bendición y la
maldición y termina diciendo: “Y escogerás la vida” (Devarím,
Deuteronomio, 30:19). Dios en ese versículo nos dice que en su mundo creó
cosas buenas y cosas malas, y que nos puso en él para luchar y buscar la
manera de conectarnos con lo bueno, conectarnos con la vida, pues esa es la
única manera de ser libres y vivir desconectado de la muerte, del veneno que
provocan las malas conexiones.

Ojalá que Dios nos ayude a vivir una larga y buena vida, una vida de buenas
conexiones y mucho placer, alegría y satisfacción. Una vida emocionalmente
equilibrada e iluminada. Y que muy pronto nos mande la llegada del Mashiaj
Tzidkenu Bimherá BeYamenu, Amén.
[1]
El “Proyecto Zero” fue diseñado para investigar los procesos de aprendizaje en niños, adultos y
organizaciones.
[2]
La Torá ‫ תורה‬es un pergamino sagrado que contiene el texto de la ley y el patrimonio sagrado del
pueblo de Israel, la Torá constituye el fundamento del judaísmo.
[3]
En el judaísmo existen diferentes reglas referentes a la alimentación, basada en las leyes de la Torá,
a esta dieta ritual se le llama Kashrut ‫כשרות‬, comúnmente conocida como la dieta Kosher.
[4]
Una Mezuzá ‫ מזוזה‬es un pergamino en el cual están escritos algunos versículos de la Torá, este
pergamino se enrolla y se guarda dentro de una pequeña cajita que posteriormente se coloca en el
marco derecho de los pórticos de las casas judías.
[5]
Shabat ‫ שבת‬es el día séptimo de la semana que para los judíos constituye un día sagrado que debe
ser celebrado mediante la abstención de cualquier trabajo y una serie de rituales sagrados que incluyen
encendido de velas, brindis, banquetes, rezos, etc. Celebrar el Shabat es un precepto de la Torá escrito
en distintos lugares de la misma, uno de ellos es en los diez mandamientos.
[6]
Debarím, Deuteronomio 16:14.
[7]
Debarím, Deuteronomio 6:5.
[8]
Vaikrá, Levitico 19:18.
[9]
Vaikrá, Levitico 19:17.
[10]
Vaikrá, Levitico 19:7.
[11]
Shemot, Éxodo 20:19 y Debarím, Deuteronomio 5:17.
[12]
Mishlé, Proverbios16:5 y 29:22.
[13]
Mishlé, Proverbios 16:32 y 29:22.
[14]
Debarím, Deuteronomio 2:1 y 31:6. Y Tehilím, Salmos 91:5.
[15]
La Mishná es un compendio de libros que recoge analiza y consolida la tradición oral judía
desarrollada durante siglos y constituye la base de la ley judía oral.
[16]
El Talmud es una colección muy importante de libros que recoge las principales discusiones
rabínicas sobre las leyes, costumbres, tradiciones, fábulas, dichos, leyendas, historias y muchas cosas
más sobre el judaísmo. El Talmud explica, cuestiona, discute y complementa las palabras de la Torá y
hasta la fecha es uno de los libros más fundamentales de análisis entre los judíos.
[17]
Los Midrashím son libros que explican la Torá y los textos bíblico. Los Midrashím utilizan
comúnmente elementos actuales para ejemplificar de modo comprensible los textos antiguos.
[18]
El Zohar es, junto con el Sefer HaYetzirá, el libro central de la Kabalá y constituye una de las más
profundas y místicas explicaciones de la Torá.
[19]
El término hebreo Lashon Hara (‫" ;הרע לשון‬lengua diabólica"), refiere al acto de hablar
despectivamente de otra persona y constituye un pecado dentro de la Ley judía.
[20]
Rab. Elijah ben Shlomó Zalmán Kremer (Vilna, 23 de abril de 1720 - Vilna, 9 de octubre de 1797).
[21]
Las Mitzvot son los mandamientos de Dios que se extraen de la Torá
[22]
Shojet es un matarife que, siguiendo las leyes de la Torá, efectúa la matanza ritual de los animales
según la tradición judía, llamada shejitá.
[23]
Mohel es el cirujano que realiza la circuncisión de acuerdo con la Torá.
[24]
Shaaré Kedushá Parte 1, Shaar 2.
[25]
Tana Debé Eliyahu, Capítulo 1.
[26]
Bahya ben Asher o Bahya ben Asher ben Halawa también llamado Rabbeinu Bejaye, nació a
mitad del siglo XIII en Zaragoza y murió en 1340.
[27]
Shemoná Perakím, capítulo 5.
[28]
Rambam Mishné Torá, Halajot Deót 2:1.
[29]
Hanagá significa conducción y se refiere al conocimiento de cómo reacciona Dios a nuestras
acciones en este mundo por medio de Sus Atributos de Bondad (jésed), Justicia Estricta (Din) y
Misericordia (Rajamim).
[30]
De acuerdo a Resing y Drenth, la inteligencia cognitiva es el conjunto de habilidades intelectuales
necesarias para obtener conocimientos y utilizarlos de forma correcta, con el fin de resolver problemas
que tengan un objetivo y una meta bien descritos (Resing y Drent, 2007).

[31]
El famoso caso de Phineas Gage en 1848 describe un ejemplo de esta situación. Phineas Gage era
un obrero de ferrocarriles que debido a un accidente, fue atravesado con una barra de metal, desde el
cráneo, hasta la cara. A pesar del tremendo accidente, él siguió consciente y dos meses después fue
dado de alta. Sus funciones ejecutivas se mantuvieron y él parecía una persona normal, pero la realidad
es que después de ese accidente nunca volvió a ser el mismo: su carácter cambió, se volvió irascible,
voluble, agresivo, sin capacidad para permanecer en las tareas, etc. Todo debido a los daños en el
lóbulo frontal. Este caso es muy conocido entre la comunidad médica y el cráneo de Phineas Gage, así
como la barra que lo atravesó, hoy en día se encuentran en el museo de medicina en Harvard.

[32]
Ver el libro Nefesh HaJaím 1:15. Sobre las partes del alma y su categoría.

[33]
En el capitulo de la Torá donde se habla sobre la partición del mar, uno de los versículos dice:
“UbeRuaj Apejá Neermú Maím” (Shemot 15:8). Con el Ruaj las aguas tuvieron la capacidad de
discernir. Esto significa que Dios les dio a las aguas inteligencia y por eso supieron hacia dónde
moverse para dejar pasar al pueblo de Israel y hundir a los egipcios. Además, las aguas pudieron
discernir entre aquellos egipcios que eran más o menos crueles y a cada uno hundirlo como se merecía.
A los más crueles, de a poco como la paja y a los menos crueles como el plomo, para que se ahogaran
directamente y no sufrieran tanto.

[34]
Los Tefilín son pequeñas cajitas de cuero que contienen textos bíblicos y que se atan al brazo y a la
cabeza, mediante unas correas de cuero. En español se conocen como filacterias.

[35]
Para ilustrar esta idea me gustaría contar la siguiente historia: Hace aproximadamente 800 años
vivió un gran genio llamado Rabí Moshé, hijo de Maimón, mejor conocido como Maimónides. Además
de ser un gran médico y un reconocido filósofo, era una importante figura en el palacio del sultán
Saladino (Salah Al-dín Yusúf, Damasco, 1193). En una ocasión, en el palacio se suscitó una discusión
entre él y otros importantes ministros, quienes argumentaban que a un animal es posible llegar a
educarlo y hacerle adquirir buenos modales. Maimónides por su parte, argumentaba que un animal no
tiene la capacidad de controlar sus impulsos, por lo que jamás conseguirá ser educado, si acaso
amaestrado, pero nunca controlará sus instintos, pues no goza del intelecto que le permita superar su
instinto animal.
Al paso de unos meses los ministros se dieron a la tarea de educar a una docena de gatos con el fin de
comprobar su teoría al monarca. Para la presentación del proyecto se hizo en el palacio un gran
banquete en el que desfilaron doce gatos vestidos como meseros. Cada uno llevaba en una de sus patas
una charola con bocadillos y bebidas. Los animales repartían delicadamente los alimentos y
reverenciaban agachándose en señal de agradecimiento cuando les regresaban los vasos sucios.
Maimónides no se notaba nada sorprendido con la educación de los gatos y esperó a que la fiesta
siguiera un poco más para que los ministros disfrutaran un rato más su victoria.
Los ministros se sentían por fin victoriosos y retaron al Rabino para que dijera algo al respecto. El
sabio les preguntó si estaban preparados para descubrir que estaban equivocados y ellos en tono de
burla respondieron que sí, pensando que habían dejado en ridículo al rabino.
Maimónides metió su mano a la bolsa de su abrigo y sacó de allí una caja típica de la época, en la
cual se guardaba generalmente el tabaco para inhalar y estornudar. Los ministros pensaron que lo
necesitaba para no desmayarse o algo parecido, pero al abrir la cajita, un pequeño ratón salió corriendo
de ella y comenzó a correr por todo el salón.
Cuando los finos y “educados” gatos vieron al ratón, tiraron las charolas dejando de lado los
modales y la buena educación, y trataron de atraparlo, causando un verdadero caos en el elegante
banquete. Un animal no puede ser educado o amaestrado, pues no tiene las capacidades para lograrlo,
pero un ser humano, sí.

[36]
Neurocientífico del Center for Neural Science ,de la Universidad de Nueva York.
[37]
En el judaísmo existe la dieta Kosher, que es muy estricta y está basada en las leyes de la Torá.
Kosher significa “apto” para el cuerpo y para el alma.
[38]
La Torá prohíbe asistir a lugares faltos de recato o a lugares en los que se practique la idolatría.
[39]
Por distintas causas, que no es el momento de explicar, la Torá prohíbe que un hombre, por
ejemplo, toque a la mujer del prójimo o incluso a su propia mujer cuando ésta se encuentra en su
periodo de Nidá (menstruación).
[40]
La Torá prohíbe vestir ropas con Shaatnez, es decir tejidas con una mezcla de hilos de lana y de
lino. También prohíbe a las mujeres vestir de manera provocativa para llamar la atención de los
hombres que no sean su marido.
[41]
La Torá prohíbe pronunciar maldiciones o decir groserías, así como también engañar o mentir.
También está prohibido hablar mal de los demás o escuchar chismes.
[42]
En el judaísmo se prohíbe ver cosas obscenas y toda clase de cosas abominables que ensucien tu
alma.
[43]
La Hagadá de Pesaj es el libro que se lee durante la noche del Seder de Pesaj (La noche del 15 del
mes judío llamado Nisan), en el que se explica cómo seguir el orden tradicional de los 15 pasos de la
noche de Pesaj, para experimentar y conmemorar la salida de Egipto.
[44]
El rezo de Halel escrito por el rey David, es un rezo lleno de cánticos y alabanzas a Dios como
agradecimiento por algún favor especial que hace por nosotros. El rezo de Halel es básicamente un
extracto del libro de los Salmos en los capítulos 113-118.
[45]
Pesaj es la festividad judía en la cual se celebra la liberación de Egipto.
[46]
Es importante aclarar que, de acuerdo con la filosofía judía, Dios no necesita que realicemos o nos
abstengamos de realizar alguna cosa y que todo lo que el nos pide que hagamos es solamente para
nuestro propio beneficio. Es por eso que cuando en los textos judíos se habla sobre ser esclavos de Dios
y cumplir con su voluntad, esto va más allá de la subyugación de un gran Emperador o rey, que lo
único que pretende es levantar su ego y lo único que busca es su propio beneficio. Ser esclavo de Dios
es una expresión que denota la confianza tan grande que tenemos en Él y que por lo tanto estamos
dispuestos a hacer todo lo que Él nos pida, ya que estamos seguros de que todo aquello que nos está
pidiendo es para nuestro propio beneficio a largo o corto plazo.
[47]
Maamar 3, Ot 2-5.
[48]
Rab. Israel Meir HaCohen Kegan (1839 al 1933) fue un Rabino Europeo que escribió importantes
libros sobre la ley judía titulados Mishná Berurá y algunos otros sobre ética y valores, fue apodado el
Jafetz Jaím o “Amante de la vida” por su libro de leyes sobre Lashon Hará, que habla sobre cuidar
nuestras palabras y no hablar mal de los demás. Este nombre está inspirado en el versículo de los
Salmos donde se dice: “Quien es el hombre que ama la vida (Jafetz Jaím)… es aquella persona que
cuida su lengua del mal y sus labios del engaño” (Salmos 34:13-15).
[49]
Moshé ben Nahmán, llamado Nahmánides (Gerona, Corona de Aragón 1194 – Israel, 1270), fue un
rabino catalán. Conocido en el judaísmo con el acrónimo Ramban (de Rabbi Moshe ben Nahman) y
citado en los documentos cristianos como Bonastruc ça Porta, fue la mayor autoridad rabínica de su
época.
[50]
En los escritos sagrados de Kabalá se habla de que aquel que se enoja puede llegar a perder el brillo
original de su alma, que se enciende mediante su gran esfuerzo y buenas acciones. Además, el enojo le
puede hacer perder a la persona incluso la oportunidad de conocer a su pareja ideal, como lo describe
Rab. Jaím Vital en nombre del Arizal Hakadosh, a través de su libro Shaar HaGuilgulím (Akdamá 5).
[51]
Tice aconseja ver una película, leer un libro, dar un paseo, o hacer ejercicio para bajar la excitación
y tener control sobre su enfado. Nuestros sabios nos dicen: “Si te atrapó ese desgraciado (el deseo de
pecar y enojarte), jálalo a la casa de estudios (llévalo a estudiar Torá, ética y valores)” (Talmud Babli
tratado de Kidushín 30b y Suká 52b). El estudio de Torá es el mejor antídoto para reducir el enojo y
aumentar el dominio de la mente racional sobre la animal.
[52]
Talmud Bablí tratado de Shabat 105b.
[53]
Es muy importante aclarar que nadie en este mundo nos quiere más de lo que Dios quiere a cada
uno de los seres humanos, ni nuestros padres, ni siquiera nosotros mismos. Además, nadie sabe qué es
lo bueno para nosotros, mejor que Dios. Por lo tanto, cuando nos pone en una situación difícil o nos da
un “golpe”, no lo hace por odio o para castigarnos, lo hace porque sabe que ese golpe nos va a hacer
mejores personas, reflexionar, cambiar de actitud, salir de nuestra zona de confort y nos va a hacer
entender mejor a nuestros compañeros, para ponernos en su lugar.
[54]
En lo personal, cuando estoy por perder el control y enojarme, me funciona muy bien el repetirme a
mí mismo varias veces la frase “Gam Zu LeTobá”, que significa: “Todo es para bien, porque todo
viene de Dios”.
[55]
Salischiker, Saúl (n.d.). Psicología de la Envidia. Recuperado de http://alex-
psicoclinica.blogspot.mx/2014/10/psicologica-de-la-envidia.html

[56]
Cain mató a Ebel su hermano por envidia. Ver, Bereshit, Génesis, cap. 4.
[57]
Koraj se rebeló contra Moshé porque envidiaba el puesto de Aharón. Terminó siendo tragado por la
tierra. Ver Bamidbar, Números, 16:17.
[58]
Su historia se encuentra en el libro de Bamidbar en la Perashá de Balak y su muerte en el libro de
Yeoshua, Josué, 13:22, aunque es necesario ver los comentarios, sobre todo del Zohar, para entender
que se trataba de una persona muy envidiosa y que por eso era tuerto. Ver también Talmud Babli
tratado de Sanedrín 106b.
[59]
Doeg fue quien provocó la muerte de los 85 sacerdotes de la cuidad de Nob y de los habitantes de
la ciudad, hombres, mujeres y niños. Su historia aparece en el libro de Shemuel, Samuel, A. cap. 21 y
22.
[60]
La historia de Ajitofel se encuentra en el libro de Shemuel, Samuel, B. Según el Radak, el motivo
por el cual Ajitofel se unió a la rebelión de Abshalom contra David fue por la envidia que le tenía a este
último..
[61]
Melajím, Reyes, B, cap. 2-5. Por envidia, Guejazí no dejaba a los alumnos potenciales de Elishá
acercársele.
[62]
La historia de Adoniyá se encuentra al principio del libro de Melajím, Reyes, A. Adoniyá era hijo
del rey David y hermano de Shelomó, pero su envidia y búsqueda de poder lo llevaron a perderlo todo,
incluso la vida.
[63]
Abshalom era hijo del rey David pero hizo una rebelión muy fuerte contra su propio padre, al grado
que David tuvo que escapar de su propio palacio y Abshalom aprovechó para violar públicamente a sus
concubinas (Shemuel, Samuel, B).
[64]
El Midrash Tanjumá (96:13-15), habla sobre la envidia de Uziyahu y lo compara con Koraj. Su
historia aparece en el libro de Melajím, Reyes, B.
[65]
Un estudio sobre la felicidad hecho por la universidad de Harvard durante 75 años reveló que las
personas con mejores relaciones humanas tienen una mejor vida y una vida más larga y saludable. El
estudio está disponible en youtube en el siguiente enlace; https://www.youtube.com/watch?v=q-
7zAkwAOYg. “Qué es lo que nos mantiene felices y saludables” por Robert Waldinger.

[66]
Dice el Talmud: “Dijo Rabí Itzjak: Todo aquel que entrega una ayuda monetaria a su compañero es
bendecido por Dios con 6 bendiciones , pero aquel que le ayuda diciéndole bonitas palabras, es
bendecido por Dios con 11 bendiciones” (Talmud Babli tratado de Babá Batrá 9a).
[67]
Rabi Yisrael ben Ze'ev Wolf Lipkin (1809-1883), conocido como Rab. Israel Salanter por ser
originario de Žagarė, una pequeña ciudad al norte de Lituania, Žagarė en hebreo se pronuncia Salanter.
[68]
Rabí Abraham Yeshayá Karelitz (1878-1953) es conocido en el judaísmo por su seudónimo Jazón
Ish.
[69]
Cargo jerárquico árabe.
[70]
Selijot es un rezo especial para confesar los pecados y despertar la misericordia divina que se hace
por la madrugada.
[71]
Estas son sólo algunas empresas líderes a nivel mundial que desaparecieron en los últimos años y
nos hacen reflexionar que en las finanzas y en los mercados todo puede pasar: Kodak, General Motors,
Panamerican Airlines, Concorde, Remington, BlockBuster, Viceroy, Sony Ericsson, MSN Messenger,
Lehman Brothers, Olivetti.
[72]
Cuando hablo de confiar en Dios no me refiero a que no debamos esforzarnos para conseguir lo que
queremos o lo que necesitamos pues fue Dios quien dijo que debíamos hacerlo. Como está escrito:
“Con el sudor de tu frente comerás pan” (Bereshit, Génesis, 3:19). Esto fue interpretado con respecto a
todas nuestras necesidades y no sólo al pan. No obstante es de vital importancia usar la confianza en
Dios con respecto a aquellos asuntos que están fuera de nuestro control. Esto implica que si después de
haber hecho lo correcto y lo necesario las cosas no salieron como tu querías, debes aceptar que se trata
de la voluntad divina y que seguramente dentro del aparente fracaso se esconde algo bueno, por lo cual
no debes desmotivarte ni desesperarte y mucho menos enojarte, frustrarte o caer en una depresión, sino
confiar en Dios y tratar de entender que no te hizo fracasar porque te odia sino porque te quiere y de
algún modo quiere sacarte de tu zona de confort para que crezcas aún más.
[73]
Dice el Midrash Rabá (Shemot 1:33) que el motivo por el cual el egipcio estaba golpeando al
esclavo es porque este entró a casa del esclavo por la noche mientras el esclavo trabajaba y se hizo
pasar por él. En la oscuridad la esposa pensó que se trataba de su marido y tuvieron relaciones. Cuando
el esclavo se dio cuenta de esto le reclamó al egipcio, quien se enfureció y lo empezó a golpear hasta
matarlo. Moshé intervino y defendió al esclavo viéndose obligado a matar al egipcio. El Zohar
HaKadosh (Shemot 209) dice que Moshé tenía una energía espiritual muy poderosa y que lo mató
solamente con la vista, posiblemente al verlo con mucha furia le provocó un accidente (este concepto
del poder espiritual de la vista lo abordo con amplitud en mi libro “El mal de ojo en la Torá”).
[74]
De antemano quiero dejar en claro que según el judaísmo nadie puede saber quién es bueno y quién
es malo en realidad, pues eso depende de muchos factores y el único capaz de juzgar a las personas y
conocer la profundidad de sus acciones, sentimientos y pensamientos es Dios (al respecto de esta idea
recomiendo ver el Rambam en Mishné Torá, leyes referentes a la Teshubá 3:4 y sus explicaciones).
[75]
Esto está escrito en los Midrashím Pirké DeRabí Eliezer 49. Vaikrá Rabá 35:5. La expresión 49
grados de impureza denota que estaban llenos de pecados y que si hubieran bajado un nivel más
hubieran caído en el nivel más bajo de suciedad espiritual que es el nivel número 50.
[76]
El Midrash sobre el cap. 22 del libro de Tehilím dice que el mérito por el cual el pueblo de Israel
fue rescatado de la esclavitud fue la confianza en Dios, pues estaban en ese momento llenos de
pecados.
[77]
Palabras del Jafetz Jaím escritas en un folleto llamado “Nefutzot Israel”. cap. 4. Este folleto se
encuentra al final de su libro “Shem Olám”.

[78]
Cuando viví en Israel, estudié un par de meses en una escuela llamada Amal Ashdod (http://amal-
ashdod.co.il), en la cual había un programa especial para ciertos alumnos, que consistía en estar unos
cuantos meses en la base militar del puerto de Ashdod, haciendo servicio social y preparándose para
entrar al ejército. Yo fui de aquellos que tomaron ese programa y recuerdo bien a un soldado con el que
regularmente me tocaba hacer guardias. Él era adicto a las drogas y constantemente me ofrecía de sus
productos e incluso varias veces me los regaló con la esperanza de que me convirtiera yo también en un
adicto y terminara comprándole drogas. ¡Eso por suerte y, con la ayuda de Dios, jamás pasó! No
obstante, en una ocasión mientras estábamos en una de las torres de vigilancia que se encontraba a la
orilla del mar, él sintió mucha culpa y me platicó varias cosas horribles que llegó a hacer para conseguir
su droga en momentos de desesperación. Entre ellas, llegó a poner muchos calmantes en la taza de café
de su padre para que este quedara dormido y él pudiera robarle dinero de su cartera. Tuvo que venir una
ambulancia por su padre y casi le cuesta la vida, sin embargo eso no fue suficiente para hacerlo dejar
esa vida y buscar ayuda para su problema de adicción.
[79]
Es importante tomar en cuenta que tanto las investigaciones de Goleman, como las de otros teóricos
de la Psicología, establecen que el área emocional se puede trabajar y con ello mejorar y educar,
mientras que el área intelectual (C.I) es poco maleable. Esto implica que con inteligencia emocional se
puede ayudar a un adicto a salir de su problema más allá de la teoría y la lógica.
[80]
Parte de la información sobre los síntomas del alcohol fueron extraídos de:
http://www.lifeder.com/efectos-alcohol-en-el-cerebro/

[81]
¿Qué son las drogas? (n.d.). Recuperado de http://www.infodrogas.org/drogas/que-son-las-drogas?
showall=1

[82]
Aunque no todas las apuestas, según el judaísmo, se consideran robo, de igual manera escribí así de
manera generalizada, no obstante, recomiendo que cada uno consulte con su rabino las leyes referentes
a las apuestas con la finalidad de no cometer la prohibición de robar.

[83]
Este estudio está basado en las ideas del Talmud en el tratado de Betzá 16A y en el tratado de Rosh
Hashaná 17B.
[84]
Everything you think you know about addiction is wrong | Johann Hari
TEDtalksDirector - https://www.youtube.com/watch?v=PY9DcIMGxMs

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