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Universidad del valle

Literatura y Erotismo

Jose Nolberto Rengifo Macías. 1828238

Análisis del libro Emmanuelle.

“La belleza de la mujer se halla iluminada por una luz que nos lleva y nos convida a
contemplar el alma que habita tal cuerpo, y si aquélla es tan bella como ésta, es imposible
no amarla.”

Sócrates

En Emmanuelle, libro de la escritora, Emmanuelle Arsan, se esbozan diferentes facetas del


erotismo, consiguiendo construir, con un lenguaje refinado, escenas donde la belleza de la
mujer resalta entre curiosos y enigmáticos lugares que complementan el deseo voraz por la
carne, por la piel. Pero, entre el diálogo que sostiene Mario con la protagonista, se percibe
un intento brillante por darle al sexo, esta vez entendido como el coito en sus múltiples
formas, una sobrevalorada belleza, muy parecida a la evocada por Sócrates en El Banquete.
Por lo tanto, se analizarán algunos a partes del diálogo entre estos dos personajes de la novela
Emmanuelle, contrastándolos con las apreciaciones de José Antonio Marina en su libro El
Rompecabezas de la Sexualidad y, claro está, con las intervenciones de Sócrates en la novela
de Platón. No con la intención de desvirtuar las ideas de Mario, sino para darle un oportuno
distanciamiento a la exégesis propuesta por el gran filósofo.

Después de que Marie-Anne presenta a Mario y a Emmanuelle, estos dos programan una
reunión en la que las pretensiones de la damisela no van más allá de un encuentro íntimo
pasajero, ya que, si bien Emmanuelle no ha sido invulnerable a los encantos del galán, sus
expectativas están puestas en el buen sexo que le ha garantizado su precoz amiga. Ya en la
cita, el joven Mario hace uso de su lenguaje decoroso para cuestionar a la protagonista sobre
la percepción que tiene sobre el erotismo, su sexualidad y su relación con Jean, su esposo.
Situación que se torna incómoda para la joven, puesto que, Mario, En lugar de adiestrar a su
pródiga acompañante, parece cohibirle su pensamiento y sus ideas.

“Emmanuelle comprendió que la conversación podía alcanzar unas cumbres en cuya


ascensión ella ya había demostrado torpeza nada más en empezar. Reflexionó. ¿Qué podía
responder para mantenerse a la altura de las circunstancias, sin hacer demasiadas
concesiones a las manías de su de su anfitrión? Después de todo, se dijo, el objetivo de la
velada estaba claro: había ido allí para perder el pudor, no para filosofar. Respondió con
voz natural: –Gozar mucho.” Emmanuelle, Pág. 109.

Mario, plantea algunas virtudes del Eros, mostrándose a favor de la idea de que, el Eros es
hermoso, y, por lo tanto, se debe ser consciente de su naturaleza. De ese modo, el goce del
cuerpo va más allá del mortal placer de deleitarse con la piel del amante, es decir, la manera
en la que se llega a él. Pero su perorata continúa cercenando la intención de Emmanuelle de
debatir el tema.

“No es un culto, sino una victoria de la razón sobre el mito. No es un movimiento de los
sentidos, sino un ejercicio del espíritu. No es el exceso de placer, sino el placer del exceso.
No es una licencia, sino una regla. Y es una moral.

–¡Muy bien! –aplaudió Emmanuelle.

–Hablo en serio –Replicó Mario–. El erotismo no es un manual de recetas para divertirse en


sociedad. Es una concepción del destino del hombre, una medida, un canon, un código, un
ceremonial, un arte, una escuela. Es también una ciencia –o, más bien, el resultado de una
elección, el resultado último de la ciencia. Sus leyes se basan en la razón, no en la
credulidad. En la confianza, y no en el miedo. Y en el amor a la vida, más que en la mística
de la muerte.

Mario acallo, poniendo un dedo sobre los labios de Emmanuelle, la frase que ella intentaba
pronunciar y concluyó: –El erotismo no es un producto de decadencia sino un progreso.
Porque ayuda a desacralizar las cosas del sexo, es un instrumento de salud mental y social.
Y yo sostengo que es un elemento de promoción espiritual, ya que supone una educación del
carácter, la renuncia a las pasiones de la ilusión en beneficio de las pasiones de la lucidez.”
Emmanuelle, Pag. 110.

Bajo éstas apreciaciones; no es difícil interpretar que, Mario, pretende, a través de su


conocimiento del Eros, el uso de palabras rimbombantes y el monopolio de la palabra,
convencer a Emmanuelle de la labilidad de una vida de sexo “simple”, sin encontrar nada
más que la satisfacción del éxtasis, y, por supuesto, la gloria del amante que encuentra la
belleza en el acto de amar. Prosigue:

“–Me gustaría que la virtud suprema fuese la pasión por la belleza. Lo contiene todo. Lo
que es bello es verdadero, está justificado, vence a la muerte. La belleza es ciudadana de un
más allá que nuestros cerebros cobardes y nuestros corazones mortales, de no haber bebido
de su saber venturoso y su hálito eterno, no habrían podido conocer. El amor por la belleza
es lo que nos hace distintos, ya que de otra forma nos pareceríamos a los animales. Los
primeros terrores del pensamiento, que los jugos de la tierra habían hecho crecer en
nosotros, nos hicieron caer de bruces contra esa misma tierra, para que arrastrásemos
nuestros débiles miembros a las humildes regiones en las que nos confinaban nuestros
dioses. El milagro de la belleza, surgido de nuestras rebeldes curiosidades y nuestro orgullo,
ha creado nuestra posibilidad de despegue. Porque la belleza es el ala del mundo: sin ella,
el espíritu estaría condenado al suelo.” Emmanuelle, Pág. 111.

El discurso recitado por Mario, hace recordar el pensamiento socrático sobre el amor a lo
bello, donde, haciendo referencia al diálogo con Diotima, Sócrates, expone a sus compañeros
sus ideas sobre el Eros. Pero, al igual que Pausanias, Mario, fija en el amor por la belleza sus
deseos personales, despreciando otro tipo de aproximación o entendimiento. Entonces, lejos
de alcanzar la idea de Sócrates, su soliloquio tiene como objetivo sumar a Emmanuelle a sus
fantasías sexuales.

“Toda acción, en efecto, en sí misma no es ni bella ni fea, como por ejemplo, lo que nosotros
ahora hacemos, beber, cantar o conversar. Ninguna de estas cosas en sí es bella, pero en el
modo de realizarla, según se ejecute, resulta de una forma o de otra, pues si se efectúa bien
y rectamente resulta bella y, en caso contrario, torpe. De la misma manera no todo amar ni
todo Amor es bello ni digno de ser encomiado, sino sólo aquel que nos impulse a amar
bellamente.” El Banquete, Pausanias, pág. 41.
Por otra parte, Emmanuelle entiende al Eros como algo elemental, comprensible para quienes
disfrutan de sus virtudes, y tan cercano al hombre, que su divinidad se vuelve casi que etérea.
Es por eso que, frente a las intervenciones de Mario, ella se hace severos cuestionamientos:

“–El acto carnal entre mujeres es un absurdo biológico, es imposible. El erotismo,


inmediatamente, hace de esta invención del sueño una realidad. Sodomizar es un desafío a
la naturaleza: por tanto el hombre sodomiza. Hacer el amor entre cinco no es natural: por
tanto el hombre lo imagina, lo dispone y lo realiza. Y cada una de estas victorias es bella.
Evidentemente, para expanderse, el erotismo no necesita recurrir a estas fórmulas de
excepción: sólo reclama la juventud y la libertad del espíritu, el amor a la verdad, una pureza
que no tiene nada que ver con las costumbres ni con los convencionalismos. El erotismo es
una pasión que requiere valentía. –Al oírle, cualquiera pensaría que el erotismo es una
especie de ascética. ¿Vale la pena tomarse todo este trabajo?”. Emmanuelle, Pág. 112.

Frente a las inquietudes expresadas por Emmanuelle, existe un aparte en el libro de Marina,
donde Octavio Paz realiza sus propias conclusiones sobre el Eros y acierta en manifestar que:

“No es extraña la confusión: Sexo, erotismo y amor son aspectos del mismo fenómeno,
manifestaciones de lo que llamamos vida. El más antiguo de los tres, el más amplio y básico,
es el sexo. Es la fuente primordial. El erotismo y el amor son formas derivadas del instinto
sexual: Cristalizaciones, sublimaciones, perversiones y condensaciones que transforman la
sexualidad y la vuelven, muchas veces, incognoscible. Como en el caso de los círculos
concéntricos, el sexo es el centro y el pivote de esta geometría pasional.” El Rompecabezas
de la Sexualidad, Pág. 42.

Según los comentarios del poeta mexicano, Emmanuelle no está lejos de un conocimiento
asertivo sobre el Eros. Para ella existe una ambigüedad, si puede pecarse de interpretarla, que
le permite disfrutar del más elemental de los deseos sin sentir algún tipo de remordimiento,
Jean le ha adiestrado en esa campaña, y su intuición la ha llevado a explorar las diversas
formas del erotismo, logrando diferenciar el objeto del amor del objeto del deseo, aunque no
de una manera concreta. Ciertamente Emmanuelle ama a Jean tanto como podría amar a Bee,
y desea a Mario tanto como podría desear a Marie-Anne. Por lo tanto, no es la pasión por la
belleza lo que realmente importa, como pretende Mario, es el amor por lo esencialmente
bello, que en el caso de Emmanuelle, es la exploración de su belleza, de su interior, de su yo,
encontrando en ella, la belleza misma.

“En general todo deseo de las cosas buenas y de ser feliz es amor, ese Amor grandísimo y
engañoso para todos. Pero unos se entregan a él de muy diferentes formas, en los negocios,
en la afición a la gimnasia, o en la filosofía, y no se dice que amen, ni se les llama
enamorados. En cambio, los que se encaminan hacia él y se afanan según una sola especie
detentan el nombre de todo, el del amor, y sólo de ellos dicen que aman y que son amantes.”
El Banquete, diálogo entre Diotima y Sócrates, Pág. 76.

BIBLIOGRAFÍA

Arsan, Emmanuelle. Emmanuelle. Tusquets editores, París 2002


Marina, Jose Antonio. El rompecabezas de la sexualidad. Editorial Anagrama, Barcelona
2002
Platón. Diálogos. Banquete. Editorial Gredos, Madrid, 1988

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