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Título No.

1: ¿Existe relación entre el valor del conocimiento y la facilidad con

la que se accede a él? Desarrolle su respuesta haciendo referencia a dos áreas de

conocimiento.

Existe un interesante refrán popular que dice “lo que fácil viene, fácil se va”,

usualmente se lo asocia con personas o circunstancias pero en áreas de conocimiento

como la literatura la relación entre la facilidad con la que se accede a la información y el

valor que tiene esta, ha sido representado a través del valor monetario o de la

recompensa por la admiración colectiva que implica el conocimiento de los símbolos

con los que se maneja el lenguaje que conforma su sistema de axiomas, como en el caso

de las matemáticas, un área a la que la percepción de conocimiento está vinculado con

la capacidad de utilizar ingeniosamente la teoría en la vida real.

En cada proceso utilizado para la resolución de problemas relacionados con el arte o

las matemáticas existen dos principales formas de conocimiento que ayudan a valorar el

resultado de un proceso creativo. Para resolver una operación combinada, se debe

conocer las reglas del proceso de resolución con el fin de sentir la satisfacción de haber

resulto bien el ejercicio. Por el lado de la literatura, para poder conocer el mensaje que

se va a valorar es necesario hallar las ideas detrás de las palabras que conforman una

estructura sintáctica lógica, la relevancia de las ideas conducirá a un mensaje y la

interpretación que le demos al mensaje determinará qué tanto valor otorguemos al

código verbal descifrado.

A simple vista parecería que los criterios de valoración parten de la potencial utilidad

práctica que la posesión de conocimientos de dichas áreas representa, sin embargo, tal

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conocimiento se obtiene mediante un proceso creativo en el que intervienen una

estrategia cognitiva analítica [razón] y otra intuitiva [emoción] (Mora, 2009, pág. 276) .

Lo que lleva a cuestionar: ¿De qué manera la razón y la emoción facilitan la valoración

del conocimiento? A continuación responderemos la pregunta mediante el análisis de la

participación de la emoción y la razón en la valoración de una obra de arte.

En el ámbito de las artes plásticas, observé la pintura “El grito” de Van Gogh con

una compañera para comparar y contrastar su perspectiva con la mía. Ambas

coincidimos en captar un sentimiento, pero discrepamos en lo que representaba para

cada una: mientras para ella significó angustia, para mí representó la desesperación

producto de la impotencia. La emoción como forma de conocimiento ayudó a asignar un

significado al permitirnos escarbar en la semiótica de la pintura; de no haber encontrado

ninguna idea relevante en la pintura, no se hubiese despertado la emoción, por ende no

hubiéramos hallado el valor en la obra.

Sin embargo, aunque parecería un trabajo realizado sólo por la emoción, se puede

identificar a la razón encargándose de vincular las ideas de los conocimientos previos a

los estímulos sensoriales percibidos en la expectación de la obra por medio de una

heurística de disponibilidad que recurre a las ideas más próximas al símbolo percibido.

Por lo que la razón propone los elementos para la conexión y la emoción los vincula de

acuerdo a la perspectiva de cada individuo.

Ahora bien, si aceptamos esta respuesta, implicaría que no se necesita mayor

conocimiento teórico sobre el arte para ser capaz de valorar una obra, y por ende no

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habría relación entre el valor del conocimiento y la facilidad con la que se accede a él

debido que todos podríamos darle el significado que queramos a cualquier obra de arte,

lo que no concuerda con la valoración económica otorgada a algunas obras famosas ni

con la valoración cultural que se le atribuyen a algunos autores clásicos de literatura.

Para ampliar el análisis, lo exploraremos desde el campo de la literatura. Tanto por

conocimiento personal, como por conocimiento compartido sabemos que para que esta

cumpla con su propósito es necesario que el código en las palabras sea lo

suficientemente descifrable como para transmitir la idea que compone el mensaje. El

valor del conocimiento proveniente de esta área depende de la claridad y la coherencia

de las ideas manifestadas y como ejemplo tomemos el siguiente fragmento del poema

“Buenos días, Gabriel” de Mario Benedetti:

“fiel a tu gente / a Amparo / y a ti mismo

a pesar de tus ráfagas de triste

te encaraste jovial con el abismo”

A simple vista, la ambigüedad detrás del personaje Gabriel no permite entender a la

emoción del lector la motivación del poeta para expresar esas descripciones y

narraciones, sin embargo la convergencia entre el lenguaje análogo y la información

contextual detrás del autor revelan la profundidad de sus intenciones, añadiéndole valor

artístico al poema. De haber ignorado el contexto de la creación de la obra, la razón se

hubiese limitado a valorar el poema en base a los recursos literarios utilizados,

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ignorando la riqueza intelectual de trasfondo por la falta de empatía generada de la

ignorancia del contexto emocional.

De esta manera se puede señalar a la emoción como más relevante que la razón en el

proceso, porque su “método” para valorar no radica en la técnica y antecedente sino en

el efecto generado por estos. Podríamos entonces responder a la pregunta argumentando

que la razón es la herramienta por la cual damos valor a través de la emoción: por un

lado, el conocimiento técnico de las reglas que sostienen el área del arte o literatura nos

ayudan a otorgarle un orden lógico dentro de la aceptación de la información, mientras

que la emoción recurre a experiencias y sentimientos al vincularlos con los términos o

elementos de las respectivas obras, de tal manera que ambas formas de conocimiento

convergen hasta el punto de otorgar distintos valores que hacen posible la configuración

de la perspectiva general.

Nuestra pregunta principal comienza a responderse: si parte del proceso de

configuración de una “perspectiva de valoración” consiste en recurrir a las experiencias,

sentimientos y emociones previas propias, significa que todos podemos reconocer el

valor en dichas áreas mediante procesos cognitivos, lo que –como ya hemos visto- no le

resta valor al conocimiento, sino que lo complementa junto a la razón y por ende se

infiere una relación positiva entre el valor del conocimiento y la facilidad de acceso. No

obstante, evaluaremos si esta respuesta tentativa es válida en el área de las matemáticas

a través del siguiente ejemplo:

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12-(2+5)+[6(2)]= 17

Para responder si esta afirmación es verdadera o no, al igual que en la literatura, se

recurre a la desambiguación de términos y a la aplicación de reglas. De acuerdo con

estas, para resolver una operación combinada, la jerarquía apunta a que primero se debe

resolver lo que está en el paréntesis y luego lo que se encuentra fuera. Al igual que en el

área anterior, se emplea la razón, al buscar la correspondencia entre el procedimiento de

validación y las reglas oficiales siguiendo la secuencia lógica dictada por las reglas. No

necesitamos de la emoción más que para confiar temporalmente en la efectividad del

proceso mientras resolvemos la operación e intuimos fallas, para que al final se

manifieste de nuevo a través de la sensación de satisfacción.

Esto quiere decir que la razón y la emoción no trabajan en la misma medida en todas

las áreas, sino que una alterna el protagonismo con la otra dependiendo del carácter del

área explorada. Esto nos ayudaría a aclarar la confusión alrededor del área de las

matemáticas y comprender que lo que se valora no es la resolución de la operación en sí

-dado que esto también puede ser hecho por un dispositivo electrónico- sino lo que

dicho hallazgo (el resultado) representa para el individuo que lo halla, de ahí que una

persona capaz de resolver estas operaciones sin calculadoras tiene mayor mérito que

aquella que sí la emplea. Es decir, que al igual que en las artes, la capacidad para valorar

el conocimiento se encuentra en la manera en la que alternamos la medida en la que

utilizamos las formas de conocimiento para otorgarle a esos resultados un alcance

pragmático en la vida real.

Esto, a su vez, depende no sólo del actor de conocimiento que lleva a cabo las

resoluciones/interpretaciones sino también de las perspectivas de quienes perciben este

conocimiento y analizan si aquella información es pertinente con lo que el área requiere

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o si realmente es conocimiento de valor explicado de la manera adecuada. De ahí que

como estudiantes se nos califiquen los análisis literarios y se puntúe la profundidad o el

contenido en base al proceso y la innovación de las ideas, así como que algunos

estudiantes prefieran ver videos tutoriales de operaciones matemáticas antes que

escuchar clases presenciales junto al resto de personas.

En conclusión, la existencia de una relación entre el valor del conocimiento y la

forma en la que se accede a él comienza desde el punto de partida de la razón y la

emoción, formas de conocimiento que en un principio de encargan de proveernos las

pautas cognitivas para comparar y contrastar ideas provenientes del conocimiento e

ideas y emociones personales en torno a ella mediante de la vinculación de dos

antecedentes: la emoción –por el lado personal-, y la razón -por el lado teórico

concerniente al área-. Esto permitió conocer que, la relación del enunciado no radica en

una capacidad cognitiva poseída por todos, sino en la capacidad de alternar el uso entre

ambas formas para obtener un resultado útil y válido en determinada área. Por esta

razón, se podría decir que existe una respuesta afirmativa hacia el planteamiento, que

podría requerir de un análisis más profundo que ahonde en los supuestos implicados en

la valoración del conocimiento ambiguo (artistas incomprendidos, teoría matemáticas

rechazadas en su época), que complementen las ideas inferidas en este ensayo.

N° de palabras: 1599

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Bibliografía
Mora, F. (2009). Cómo funciona el cerebro. Madrid: Ed. Alianza editorial.

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