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μετάνοια arrepentimiento, conversión, cambio de vida Mt 3:8,11; Mc 1:4; Lc 3:3,8; 5:32;

15:7; 24:47; Hch 5:31; 11:18; 13:24; 19:4; 20:21; 26:20; Ro 2:4; 2Co 7:9,10; 2Ti 2:25; Hb
6:1,6; 12:17; 2Pe 3:9

ARREPENTIR(SE), ARREPENTIMIENTO
A. Verbos
1. metanoeo (μετανοέω, 3340), lit.: percibir posteriormente (meta, después, implicando
cambio; noeo, percibir; nous, mente, el asiento de la reflexión moral), en contraste a
pronoeo, percibir de antemano. Significa, por ello, cambiar de opinión o el propósito, y en
el NT involucra siempre un cambio a mejor, una enmienda, y siempre, excepto en Lc 17.3,
4, de arrepentimiento del pecado. La palabra se halla en los Evangelios Sinópticos (en
Lucas, nueve veces), cinco veces en los Hechos, doce veces en Apocalipsis, ocho en los
mensajes a las iglesias (2.5, dos veces, 16, 21, dos veces, «no quiere arrepentirse»;
3.3,19; las únicas iglesias en este capítulo que no reciben exhortación a este respecto son
las de Esmirna y Filadelfia); el único otro pasaje en que se halla es en 2 Co 12.21. Véase
también la nota general más abajo.
2. metamelomai (μεταμέλομαι, 3338), (meta, como en el Nº 1, y melo, tener cuidado de),
se usa en la voz pasiva en sentido de voz media, significando lamentar, arrepentirse en Mt
21.29, «arrepentido»; en el v. 32. no «os arrepentisteis»; en 27.32: «arrepentido»; en 2 Co
7.8, dos veces: «no me pesa»; (rv: «no me arrepiento»); «lamenté» (rv: «arrepentí»); y en
Heb 7.21, el único pasaje del NT en que se usa (negativamente) de Dios.¶ Véanse
PESAR, LAMENTAR.
B. Adjetivos
1. ametanoetos (ἀμετανόητος, 279), lit.: sin cambio de mente o de opinión (a, negativo,
metanoeo, cambiar de opinión o de parecer; meta, significando cambio; nous, mente). Se
usa en Ro 2.5, «no arrepentido».¶ Moulton y Milligan muestran de los escritos en los
papiros que la palabra se usa también «en un sentido pasivo, no afectado por un cambio
de mente, como ametameletos en Ro 11.29»: «sin arrepentimiento».
2. ametameletos (ἀμεταμέλητος, 278), no arrepentido de, sin lamentarse (a, negativo, y un
adjetivo verbal de A, Nº 2). Significa «sin cambio de propósito». Se dice. (a) de Dios con
respecto a sus dones y el llamamiento, «irrevocables» (rvr); «sin arrepentimiento» (rv); (b)
del hombre (2 Co 7.10, «arrepentimiento». metanoia, véase C) «de que no hay que
arrepentirse»; la diferencia entre metanoia y metamelomai, aquí ilustrada, se expresa
brevemente en el contraste entre arrepentimiento y lamentación.¶
C. Nombre
metanoia (μετάνοια, 3341), pensamiento posterior, cambio de parecer, arrepentimiento.
Se corresponde en significado a A, Nº 1, y se usa del arrepentimiento del pecado o del
mal, excepto en Heb 12.17, donde la palabra «arrepentimiento» parece significar, no
simplemente un cambio de parecer de parte de Isaac, sino tal cambio que revertiría los
efectos de su anterior estado de mente. La primogenitura de Esaú no podía ser devuelta,
implicaba una pérdida irrevocable.
Por lo que respecta al arrepentimiento del pecado, (a) se expone la demanda de parte de
Dios sobre el hombre (p.ej., Mt 3.8; Lc 3.8; Hch 20.21; 26.20); (b) la misericordia de Dios
en dar arrepentimiento o llevando a hombres a Él se expone (p.ej., en Hch 5.31; 11.18; Ro
2.4; 2 Ti 2.25). Los mss. más auténticos omiten la palabra en Mt 9.13 y en Mc 2.17, tal
como lo vierte la vm.
Nota: En el AT no es tan prominente el arrepentimiento con referencia al pecado como
aquel cambio de parecer o propósito, por piedad hacia aquellos que han sido afectados
por las propias acciones, o en quienes los resultados de las acciones no han cumplido sus
esperanzas, un arrepentimiento atribuido tanto a Dios como al hombre (p.ej., Gn 6.6; Éx
32.14; lo cual no implica nada contrario a la inmutabilidad de Dios, sino que el aspecto de
su mente cambia hacia un objeto que ha cambiado en sí mismo. Véase bajo
RECONCILIAR).
En el NT el tema tiene principalmente referencia al arrepentimiento del pecado, y este
cambio de parecer involucra tanto un apartarse del pecado como un acercarse a Dios. La
parábola del hijo pródigo es una notable ilustración de esto. Cristo empezó su ministerio
con un llamamiento al arrepentimiento (Mt 4.17), pero el llamamiento es dirigido, no a la
nación, como en el AT, sino al individuo. En el Evangelio de Juan, de carácter distinto a
los Evangelios Sinópticos, mencionados arriba, no se menciona el arrepentimiento, ni
siquiera en relación con la predicación de Juan el Bautista; en el Evangelio de Juan y en la
1ª Epístola se acentúan los efectos, p.ej., en el nuevo nacimiento, y, generalmente, en el
volverse activamente del pecado a Dios por el ejercicio de la fe (Jn 3.3; 9.38; 1 Jn 1.9),
como en el NT en general.

ARREPENTIMIENTO
El concepto del arrepentimiento en el A.T. se deriva principalmente de dos palabras
hebreas. La primera significa arrepentimiento en el sentido de cambio de acción o
propósito. Se usa mayormente en relación con Dios y su trato con gente (1 S 15:11, 29;
Sal 110:4), con unos pocos casos de referencia al arrepentimiento o al aplacamiento
humano (Job 42:6; Je 8:6; 18:19). Arrepentimiento de parte de las personas se expresa
principalmente por una palabra que significa “volverse” o “regresar.” Se usa la misma
palabra para el concepto de conversión, indicando que estas dos ideas son casi sinónimas
en el A.T.
El concepto de arrepentimiento en el N.T. también se expresa con dos palabras. Una
significa arrepentimiento en el sentido de pesar o remordimiento (Mt 21:30; 27:3). La otra
palabra del N.T. para arrepentimiento significa un cambio interior de la manera de pensar,
del afecto y de compromiso voluntario. Aunque semejante al concepto de conversión, este
término da énfasis al cambio interior que resulta del cambio exterior de volverse del
pecado hacia Dios, mientras que conversión señala especialmente el cambio total en la
dirección de la vida (cp. Hch 3:19; 26:20). Mientras el arrepentimiento pueda incluir la fe
(Hch 2:38; 11:18; 2 Pe 3:9), también puede acompañar la fe (Mr 1:15; Hch 20:21). En tales
casos, la fe pone énfasis en el sentido positivo del arrepentimiento en la nueva relación
con Dios. Como con la conversión, tanto los incrédulos y los creyentes que pecan están
llamados al arrepentimiento (Ap 2:5, 16) (véase CONVERSION; FE).
Dios (su cambio de parecer o de propósito): Ge 6:6–7; Ex 32:14; Jue 2:18; 1 S 15:11, 29;
1 Cr 21:15; Sal 106:45; 110:4; Je 4:28; Jon 3:9; Ro 11:29
humano
mandado por ♦ A.T.: 1 R 8:47; Eze 14:6 ♦ Juan el Bautista: Mt 3:2 ♦ Jesús: Mt 4:17;
11:20–21; Mr 1:15; Lc 5:32; 13:3–5; Ap 2:5; 3:19 ♦ los apóstoles: Mr 6:12; Lc 24:47; Hch
2:38; 8:22; 11:18; 17:30; 20:21; 26:20: naturaleza del cambio (del pecado hacia Dios): Hch
8:22; 20:21; 26:20; 2 Co 12:21; Ap 2:21–22; 16:9
medios de ♦ predicación: Mt 12:41; Hch 2:37–38 ♦ milagros: Mt 11:21 ♦ reprensión y
verdadera tristeza por el pecado: 2 Co 7:8–9; 2 Ti 2:25 ♦ misericordia de Dios: Ro 2:4 ♦
gracia divina: Hch 5:21; 2 Ti 2:25 ♦ beneficios de: Lc 24:47; Hch 2:38; 3:19; 5:31; 11:18; 2
Co 7:9 f.; 2 Ti 2:25–26; 2 Pe 3:9: conduce a una vida cambiada: Mt 3:8; 21:30; Lc 3:8; Hch
26:20: gozo en el cielo por: Lc 15:7–10: ejemplos de: Je 31:19; Jon 3:5–10; Mt 12:41;
21:28–32: remordimiento: Ex 13:17; Jue 21:6; Mt 27:3 (véase también
REMORDIMIENTO): rechazo de: Je 8:6; Mt 11:20–21; Ro 2:4; Ap 2:21; 9:20–21; 16:9, 11:
imposibilidad de: Is 6:10; Heb 6:6; 12:17
costumbres relacionadas a ♦ cilicio y cenizas: Jon 3:5–8 (cp. Mt 12:41); Mt 11:21 ♦ ayuno:
Jon 3:5–8

ARREPENTIMIENTO En el AT “arrepentirse”, o algún equivalente, es invariablemente la


traducción de dos términos: nāḥam (‘lamentar, cambiar de idea’) y šûḇ (en el sentido de
“volverse, retornar”).
Es infrecuente el uso de nāḥam para el hombre (Ex. 13.17; Job 42.6; Jer. 8.6; 31.19), pero
se aplica regularmente a Dios, cuando a menudo se dice que Dios “se arrepiente del mal”
propuesto o iniciado. Este lenguaje vigoroso proviene de la comprensión israelita de la
actitud de Dios hacia el hombre en función de una relación personal. Este lenguaje no
significaba, naturalmente, que Dios fuera inconstante o arbitrario sino simplemente que la
relación era cambiante. En particular, cuando el hombre se aleja voluntariamente de la
dirección y el cuidado de Dios descubre que la consecuencia, determinada por Dios, de su
mal proceder es un mal aun mayor (Gn. 6.6s; 1 S. 15.11, 35; 2 S. 24.16; Jer. 18.10). Pero
la persona que se arrepiente, aun a última hora, la persona que se vuelve (nuevamente) a
Dios, encuentra a un Dios de misericordia y amor, y no de juicio (Jer.
18.8; 26.3, 13, 19; Jon. 3.9s; en Ex. 32.12–14 y Am. 7.3, 6 vemos destacada la
importancia del intercesor dispuesto a presentarse delante de Dios en nombre de su
pueblo). De modo que aunque no se pone en tela de juicio la firmeza del juicio de Dios en
contra del *pecado (Nm. 23.19; 1 S. 15.29; Sal. 110.4; Jer. 4.28; Ez. 24.14; Zac. 8.14), una
y otra vez se ha mostrado como un Dios benevolente, fiel a su pueblo aun cuando este le
haya sido infiel; un Dios, en otras palabras, “que se arrepiente del mal” (Ex. 32.14; Dt.
32.36; Jue. 2.18; 1 Cr. 21.5; Sal. 106.45; 135.14; Jer. 42.10; Jl. 2.13s; Jon. 4.2).
El llamado al arrepentimiento es, en lo que respecta al hombre, un llamado para que
vuelva (šûḇ) a colocarse bajo la dependencia de Dios, a la que se debe por su carácter de
criatura (y por el compromiso del pacto). Estos llamados eran particularmente frecuentes
en los profetas preexílicos. Am. 4.6–11 muestra claramente que el mal determinado por
Dios como consecuencia del pecado de Israel no es rencoroso ni vengativo, sino que más
bien está destinado a hacer que Israel se arrepienta. El que hace el mal se da con un mal
mayor determinado por Dios. Pero el que se arrepiente de su maldad encuentra un Dios
que también se arrepienee de su mal. Una de las súplicas más elocuentes tocante al
arrepentimiento aparece en Os. 6.1–3 y 14.1–2: es de una súplica en la que alternan la
esperanza y la desesperanza (3.5; 5.4; 7.10), siendo particularmente conmovedor 11.1–
11. Igualmente conmovedoras son las esperanzas de Isaías expresadas en el nombre de
su hijo Sear-jasub (“un remanente volverá”, 7.3; véase tamb. 10.21s; 30.15; cf. 19.22) y
las súplicas de Jeremías (3.1–4.4; 8.4–7; 14.1–22; 15.15–21); en ambos casos vemos una
mezcla de presagios y desesperanza (Is. 6.10; 9.13; Jer. 13.23).
Otras expresiones vigorosas son Dt. 30.1–10; 1 R. 8.33–40, 46–53; 2 Cr. 7.14; Is. 55.6–
7; Ez. 18.21–24, 30–32; 33.11–16; Jl. 2.12–14. Véase tamb. esp. 1 S. 7.3; 2 R. 17.13; 2
Cr. 15.4; 30.6–9; Neh. 1.9; Sal. 78.34; Ez. 14.6; Dn. 9.3; Zac. 1.3s; Mal. 3.7. El ejemplo
clásico de arrepentimiento nacional fue el que encabezó Josías (2 R. 22–23; 2 Cr. 34–35).
En el NT las voces trad. “arrepentimiento” son metanoeō y metamelomai.
En gr. generalmente significan “cambiar de pensamiento” y también “lamentar, sentir
remordimiento” (e. d. acerca de lo que se sostenía anteriormente). Encontramos esta nota
de remordimiento en la parábola del publicano (Lc. 18.13), probablemente en Mt.
21.29, 32; 27.3 y Lc. 17.4 (“Me arrepiento”), y más explícitamente en 2 Co. 7.8–10. Pero el
uso neotestamentario se ve influido en mayor medida por la voz veterotestamentaria šûḇ;
o sea que el arrepentirse no es simplemente lamentar o cambiar de pensamiento sino
hacer un vuelco completo, producir una completa y total alteración de la motivación básica
y la dirección de la vida del individuo. Por ello, la mejor trad. de metanoeō es a menudo
“convertirse”, o sea “volverse” (* Conversión). También nos ayuda a explicar por qué Juan
el Bautista exigía el *bautismo como expresión de este arrepentimiento, no sólo para los
“pecadores” evidentes sino también para los judíos “justos”: el bautismo como acto
decisivo de volverse de la antigua forma de vida y entregarse a la misericordia de aquel
que ha de venir (Mt. 3.2, 11; Mr. 1.4; Lc. 3.3, 8; Hch. 13.24; 19.4).
El llamado de Jesús al arrepentimiento poco se menciona explícitamente en Mr.
(1.15; cf. 6.12) y Mt. (4.17; 11.20s; 12.41); mientras que Lc. se encarga de destacarlo
(5.32; 10.13; 11.32; 13.3, 5; 15.7, 10; 16.30; 17.3s; cf. 24.47). Sin embargo, otros dichos e
incidentes en los tres evangelios mencionados expresan muy claramente el carácter del
arrepentimiento que exigió Jesús a lo largo de todo su ministerio. Su naturaleza radical,
como un vuelco y un retorno completos, se pone de manifiesto en la parábola del hijo
pródigo (Lc. 15.11–24). Su carácter incondicional surge de la parábola del fariseo y el
publicano; el arrepentimiento significa reconocer que uno no tiene absolutamente ningún
derecho ante Dios, y entregarse sin excusas o intentos de justificación a la misericordia de
Dios (Lc. 18.13). El acto de dar las espaldas a los valores y el estilo de vida anteriores
queda evidenciado en el encuentro con el joven rico (Mr. 10.17–22) y con Zaqueo (Lc.
19.8). Por sobre todas las cosas, Mt. 18.3 aclara muy bien que convertirse significa llegar
a ser como un niño, es decir, reconocer la propia inmadurez y la incapacidad de vivir
alejado de Dios, y aceptar una total dependencia de él.
El llamado al arrepentimiento (y la promesa del perdón) es un rasgo constante del relato
que hace Lucas de la predicación de los primeros cristianos (Hch.
2.38; 3.19; 8.22; 17.30; 20.21; 26.20). Aquí el término metanoeō se complementa con
epistrefō (‘darse vuelta, retornar’, Hch. 3.19; 9.35; 11.21; 14.15; 15.19; 26.18, 20; 28.27)
donde metanoeō significa más bien alejarse (del pecado), y epistrefō volverse hacia (Dios)
(véase esp. Hch. 3.19; 26.20), aunque los dos términos pueden incluir ambos sentidos
(como en Hch. 11.18; 1 Ts. 1.9).
Según Hch. 5.31 y 11.18, resulta claro que no hubo dificultad en describir el
arrepentimiento como un don de Dios y al mismo tiempo como responsabilidad del
hombre. Al mismo tiempo se cita varias veces Is. 6.9–10 como explicación de la razón por
la cual los hombres no se convierten (Mt. 13.14s; Mr. 4.12; Jn. 12.40; Hch. 28.26s).
El autor de la Carta a los Hebreos también indica la importancia del arrepentimiento inicial
(6.1), pero si bien cuestiona la posibilidad de un segundo arrepentimiento (6.4–6; 12.17),
otros son aun más categóricos en su creencia de que los cristianos pueden y necesitan
arrepentirse (2 Co. 7.9s; 12.21; Stg. 5.19s; 1 Jn. 1.5–2.2; Ap. 2.5, 16, 21s; 3.3, 19).
Hay pocas referencias adicionales al arrepentimiento en el NT (Ro. 2.4; 2 Ti. 2.25; 2 P.
3.9; Ap. 9.20s; 16.9, 11). No debemos dar por supuesto que el tema del arrepentimiento y
el *perdón surgía invariablemente en la predicación primitiva. Pablo en particular
raramente usa estos dos conceptos, y no aparecen para nada en el evangelio y las
epístolas de Juan, mientras que ambos recalcan fuertemente que la vida cristiana
comienza con una entrega decisiva en un acto de *fe.

ARREPENTIMIENTO El término hebreo naham, que se utiliza mucho en el AT,


significaba sentir una pena por algo con tal fuerza que conduzca a un cambio de actitud
frente al objeto por el cual se siente la pena. En ese sentido, Dios “se arrepintió ... de
haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”, por lo cual decidió hacer juicio
en tiempos de •Noé (Gn. 6:5–7). Dios también puede desistir de algún juicio anunciado.
Así, cuando el incidente del becerro de oro, por la intercesión de Moisés “Jehová se
arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (Éx. 32:14). En muchas
ocasiones Dios se ha arrepentido de hacer juicio, pero advierte que puede llegar el día en
que diga: “Estoy cansado de arrepentirme” (Jer. 15:6). Sin embargo, el Señor nunca se
arrepiente para no cumplir las promesas de bendición que hace, pues él “no es hombre
para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta” (Nm. 23:19; Dt. 32:36; 1 S.
15:29), “porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Ro. 11:29).
En varios lugares del AT se usa también el término para referirse al a. del hombre, o de la
nación, por pecados cometidos. Casi siempre se pone el a. como condición de las
promesas de bendición. Así, si el pueblo se arrepintiere “... en medio de todas las
naciones adonde te hubiere arrojado Jehová tu Dios ... entonces Jehová hará volver a tus
cautivos” (Dt. 30:1–3). Cuando hubo una guerra civil entre los israelitas y murieron
muchos de la tribu de Benjamín, “los hijos de Israel se arrepintieron a causa de ello”, pues
vieron que esa tribu iba a desaparecer. Decidieron, por tanto, buscar una solución para
que esto no aconteciera (Jue. 21:6–7). También Job, cuando recibió la revelación de Dios
“desde un torbellino”, le dijo al Señor: “Me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 38:1; 42:6).
En todos estos casos citados está presente el dolor de corazón por los hechos cometidos.
Pero el verdadero a. va más allá, puesto que procede inmediatamente a un cambio de
actitud, como puede verse en la amonestación de Ez. 14:6 (“Así dice Jehová el Señor:
Convertíos, y volveos de vuestros ídolos...”).
Los términos griegos que se utilizan en el NT apuntan a la idea de “tornarse de algo y
volverse hacia otra cosa”, en el sentido religioso. Se emplea el sustantivo metanoia, que
significa un cambio de mente con una consiguiente modificación de conducta. En esa
forma se utiliza la palabra en Mt. 3:8: “Haced, pues, frutos dignos de a.”, o en Hch. 11:18:
“De manera que también a los gentiles ha dado Dios a. para vida”. El verbo “arrepentirse”
es metanoeö, muy usado en el NT, como en Mr. 1:15: “Arrepentíos, y creed en el
evangelio”, o en Lc. 15:7: “Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente...”
Pero el énfasis neotestamentario, sin excluir la idea de dolor por el pecado, se coloca
sobre el acto de la voluntad que se inclina o se decide a cambiar, a volverse hacia Dios.
Judas, por ejemplo, “devolvió arrepentido las treinta piezas de plata”, pero su a. no le llevó
a la determinación de volverse hacia Dios, sino al suicidio.
De manera que el a. viene a ser el acto del hombre mediante el cual siente pena y dolor
por los pecados cometidos contra Dios, los confiesa, y decide volverse por completo hacia
él para ponerse bajo su señorío. El a. forma parte fundamental de la doctrina cristiana (He.
6:1). Este era el mensaje central de Juan el Bautista: “Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado” (Mt. 3:2). Y con esas mismas palabras comenzó su ministerio el
Señor Jesús (Mt. 4:17), que vino a llamar los pecadores al a., pues los que se creen justos
piensan que no lo necesitan (Lc. 5:32; 15:7). El bautismo es una señal externa que se da
para confesar que realmente ha ocurrido el hecho del a., por lo cual Juan el Bautista
hablaba del “bautismo de a.” (Mt. 3:11; Mr. 1:4; Lc. 3:3). “Delante de los ángeles de Dios”
se produce un gran regocijo cuando un pecador se arrepiente (Lc. 15:10). La simple
profesión de cristianismo, no precedida de verdadero a. es algo vano, porque hay que
hacer “obras dignas de a.” (Hch. 26:20). El deseo de Dios es que “todos procedan al a.” (2
P. 3:9).

ARREPENTIMIENTO Traducción de una familia de palabras que indican un regreso, un


cambio de parecer, o un repudio del pecado para volver a Dios.

En El Antiguo Testamento
Puesto que Israel debe a Dios obediencia absoluta y cae bajo juicio cuando se desvía,
solo por el arrepentimiento puede restablecer su relación favorable con Él. La nación
puede apartar para este reconocimiento un día entero (Neh 9; cf. las liturgias del
arrepentimiento conservadas en Is 63.7–64.12; Dn 9.4–19; Os 9 y 14). Como símbolo de
su renuncia al pecado, el arrepentido rasga sus vestidos, ayuna, se viste de cilicio, o se
sienta en cenizas. Los profetas recalcan el aspecto personal del arrepentimiento (p. ej.,
Acab, 1 R 21), al exigir una reorientación de todo el individuo que conduzca a la
obediencia, confianza en Dios y rechazo total a ídolo y dependencia de lo humano. El
arrepentimiento demanda una renovación del espíritu y del corazón (Ez 18.31); esto es
posible solo como consecuencia de la redención divina (Is 44.22; Jer 31.33; Ez 11.19;
36.26).
En lenguaje antropomórfico, se afirma que Dios también se arrepiente, con lo cual se
señala simplemente un cambio en su relación con el ser humano (p. ej., Gn 6.6s).

En El Nuevo Testamento
Juan el Bautista continúa la demanda de arrepentimiento (Mt 3.8, 10) y asimismo Jesús
(Mc 1.15; Lc 13.1ss), pero con mayor énfasis en la limpieza interior y la totalidad de la
demanda divina (Lc 14.33; Mt 18.3; Lc 5.32). En un sentido nuevo Jesús hace posible el
arrepentimiento, porque este se completa con la fe, con el discipulado cristiano.
En la predicación de la iglesia apostólica el arrepentimiento es básico (Hch 3.19; 2 Co 7.9;
Heb 6.1; Ap 2.21; etc.; cf. Concordancia); se relaciona con el bautismo (Hch 2.38), la fe
(Hch 20.21) y el perdón (Lc 24.47). Este regreso a Dios (1 P 2.25) se basa en la obra de
Cristo (Hch 17.30); es a la vez una responsabilidad humana (Hch 8.22) y un don de Dios
(Ro 2.4; 2 Ti 2.25) mediante el Espíritu (Hch 10.45).
En el Nuevo Testamento arrepentimiento, por lo general, es traducción de la voz griega
metánoia, que significa «cambio de actitud o de propósito en la vida» y no solo
«penitencia» como solía traducirse en las versiones catolicorromanas antiguas (TA, Sc.).

Arrepentimiento
A. Descrito como:
«Convirtieron» Hch 9.35
«Arrepiéntete» Hch 8.22
«Volvéis» 1 S 7.3
«Conversión» Hch 15.3
B. Clases:
Nacional Jl 3.5–8
Interna Sal 51.10–13
Inútil He 12.16,17
Verdadero Hch 9.1–20
Irreal Éx 9.27–35
C. Derivado del regalo de:
Dios Hch 11.18
Cristo Hch 5.31
Espíritu Zac 12.10
D. Cosas que llevan a:
Paciencia de Dios 2 P 3.9
Bondad de Dios Ro 2.4
Convicción del pecado Hch 2.37,38
E. Produce:
Vida Hch 11.18
Remisión de pecados Mr 1.4
Espíritu nuevo Ez 18.31
Nuevo corazón Ez 18.31
Gozo Lc 15.7,10
F. Señales:
Vida reformada Mt 3.8
Restitución Lc 19.8
Pena consagrada 2 Co 7.9,10

ARREPENTIMIENTO
Mat. 3:8 Producid.. frutos dignos de a.
Mat. 3:11 os bautizo en agua para a.
Luc. 5:32 llamar.. a pecadores al a.
Luc. 24:47 en su nombre se predicase el a.
Hech. 5:31 para dar.. a. y perdón de pecados
Hech. 20:21 testificando.. acerca del a.
Rom. 2:4 la bondad de Dios te guía al a.
Heb. 6:6 sean otra vez renovados para a.
Heb. 12:17 no halló más ocasión de a.
2 Ped. 3:9 sino que todos procedan al a.

Arrepentimiento
v. Dolor, Tristeza
Mt 3.8; Lc 3.8 haced, pues, frutos dignos de a
3.11 a la verdad os bautizo en agua para a
Mc 1.4; Lc 3.3 predicaba el bautismo de a para
Lc 24.47 predicase en su nombre el a y el perdón
Hch 5.31 dar a Israel a y perdón de pecados
11.18 a los gentiles ha dado Dios a para
20.21 testificando .. acerca del a para con
26.20 a Dios, haciendo obras dignas de a
Ro 2.4 ignorando que su benignidad te guía al a?
2 Co 7.9 sino porque fuisteis contristados para a
7.10 la tristeza .. produce a para salvación
Heb 6.1 el fundamento del a de obras muertas
6.6 recayeron, sean otra vez renovados para a
12.17 no hubo oportunidad para el a, aunque
2 P 3.9 perezca, sino que todos procedan al a

ARREPENTIMIENTO. En el AT el verbo «arrepentirse» (nifal de nāḥam) aparece unas


treinta y cinco veces. Usualmente se emplea para significar un cambio contemplado en los
tratos de Dios con los hombres, para bien o para mal, en conformidad con su justo juicio
(1 S. 15:11, 35; Jonás 3:9–10) o, negativamente, para certificar que Dios no cambiará el
propósito que ha anunciado (1 S. 15:29; Sal. 110:4; Jer. 4:28). En cinco lugares nāḥam se
refiere al arrepentimiento humano o al hecho de ceder. La LXX traduce nāḥam con
metanoeō y metamelomai. Cualquiera de estos verbos griegos puede aparecer
designando el arrepentimiento humano o divino.
Sin embargo, el trasfondo de la idea de arrepentimiento del NT no está primariamente en
las formas de nāḥam (salvo en Job 42:6; Jer. 8:6; 31:19); sino en formas de šûḇ, que
significa «volver atrás, apartarse de o hacia» en el sentido religioso. La LXX
uniformemente traduce šûḇ con formas de epistrefō y apostrefō. El arrepentimiento sigue
a un volverse que es un don de Dios (Jer. 31:18–20; Sal. 80:3, 7, 19). Is. 55:6–7, hace un
típico llamado veterotestamentario al arrepentimiento y la conversión. El pesar de corazón
por el pecado, y la conversión a veces se ponen en un contexto escatológico, siendo
relacionados con la remisión del juicio, el regreso de la cautividad, la venida del gran
tiempo de la salvación y la venida de pentecostés (Jer. 31:17–20; 31:31–34; Jl. 2:12–32).
En el NT, metanoia (sustantivo) aparece veintitrés veces y metanoeō (verbo) treinta y
cuatro veces. Metamelomai aparece raras veces y se usa casi exclusivamente en el
sentido de «lamentarse, sentir remordimiento». Metanoeō (metanoia) casi siempre se usa
en sentido favorable.
El arrepentimiento es el tema de la predicación de Juan el Bautista (Mt. 3:1; Mr. 1:4; Mt.
3:8). El bautismo con agua para arrepentimiento es acompañado por la confesión de
pecados (Mt. 3:6; cf. 1 Jn. 1:8–9). Jesús continúa el tema de Juan, pero añade
significativamente, «El tiempo se ha cumplido» (Mr. 1:15). Su venida es la venida del reino
en persona y es decisiva (Mt. 11:20–24; Lc. 13:1–5). Todas las relaciones de la vida
deben ser alteradas radicalmente (Mt. 5:17–7:27; Lc. 14:25–35; 18:18–30). Los
pecadores, no los justos, son llamados a metanoia (Mt. 9:13; Mr. 2:17; Lc. 5:32), y el cielo
se regocija por su arrepentimiento (Lc. 15). La predicación del arrepentimiento y la
remisión de pecados debe unirse a la proclamación de la cruz y la resurrección (Lc.
24:44–49). Los apóstoles son fieles a esta comisión (Hch. 2:38; 3:19; 17:30; 20:21). Las
iglesias infieles deben arrepentirse (Ap. 3:5, 16). Los apóstatas crucifican de nuevo para sí
mismos al Hijo de Dios, y no pueden ser renovados para arrepentimiento (Heb. 6:5, 6).
Los escritores del NT con frecuencia distinguen entre arrepentimiento y conversión (Hch.
3:19; 26:20), y entre arrepentimiento y fe (Mr. 1:15; Hch. 20:21). «[Epistrefō tiene una
significación algo más amplia que metanoeō … [y] siempre incluye un elemento de fe.
Metanoeō y pisteuein pueden darse juntos, lo que no ocurre con epistrephō y pisteuein»
(Louis Berkhof, Teología sistemática, TELL, Grand Rapids, 1976, p. 575). No es necesario
enfatizar la distinción entre metanoeō y epistrefō. Metanoia, por lo menos, se usa para
significar todo el proceso de cambio. Dios ha concedido a los gentiles arrepentimiento
para vida (Hch. 11:18) y la tristeza que es según Dios obra «arrepentimiento para
salvación» (2 Co. 7:10). Sin embargo, se puede decir que metanoia denota ese cambio
interior de mente, afectos, convicciones y entrega, que está arraigado en el temor de Dios
y el pesar por las ofensas cometidas en su contra, el cual, cuando es acompañado por la
fe en Jesucristo, resulta en un cambio exterior del pecado hacia Dios y su servicio en toda
la vida. De ello no hay que arrepentirse (ametamēleton, 2 Co. 7:10) y es dado por Dios
(Hch. 11:18). Metanoeō señala un cambio interior consciente mientras epistrefō dirige la
atención particularmente hacia el centro determinativo que ha sido transformado para toda
la vida (Hch. 15:19; 1 Ts. 1:9).
Calvino enseña que el arrepentimiento brota de un serio temor de Dios y consiste en la
mortificación del viejo hombre y la vivificación del Espíritu. La mortificación y la renovación
se obtienen por la unión con Cristo en su muerte y resurrección (Institución, III. iii. 5, 9).
Beza (siguiendo a Lactancio y Erasmo) objetaba la traducción de metanoeō por
poenitentiam agite pero el intento de reemplazar ésta con resipiscentia (una vuelta en sí)
fue infeliz. Lutero ocasionalmente usaba «Thut Busse!» pero su tesis era que Jesús, al dar
este mandamiento, quería decir que toda la vida debía ser pesar delante de Dios.
El catolicismo romano enseña que el sacramento de la penitencia consiste materialmente
de la contrición, confesión y satisfacción. Pero para que estos elementos tengan real
validez se necesita el pronunciamiento judicial de absolución de parte de la iglesia.
arrepentimiento n. m. 1 Sentimiento de la persona que se arrepiente de haber hecho o
dejado de hacer alguna cosa: expresó en voz alta su arrepentimiento; el silencio salpica
las pestañas de rabia mal contenida, de arrepentimiento; en sus confesiones nunca
demostró un verdadero arrepentimiento.
2 pint Corrección o enmienda que realiza el propio autor en un dibujo o una pintura: en las
obras de Velázquez pueden advertirse arrepentimientos.

ARREPENTIMIENTO—[Del lat. repoenitere, arrepentirse] Compunción, contrición.


Tristeza causada por la violación de las leyes divinas, por la cual el individuo se siente
constreñido a volverse a Dios para implorarle el inmerecido favor.
En el Antiguo Testamento, tenemos el vocablo niham que traduce la idea de arrepentirse.
En el griego, podemos contar con por lo menos dos palabras: metanoeõ y apostrepho.
Tanto en el idioma hebreo como en el griego, los términos empleados para
arrepentimiento resumen la idea siguiente: “alejarse de, o ir en dirección de”.

Volverse a Dios (convertirse)


[AT] Is 55.7; Jer 3.1*; 15.19*; Ez 33.11; Am 4.6-11; Zac 1.2-3; Mal 3.7.
[AT] (a) En la predicación de Juan el Bautista Mt 3.2*; Lc 1.16.
(b) En la predicación de Jesús Mt 4.17; 11.20-21; 12.41; Lc 13.3,5; 15.7,10.
(c) En la predicación de los discípulos Mc 6.12; Hch 2.38; 3.19; 17.30; 26.20.
(d) En el Apocalipsis 2.5,16,21; 3.3,19; 16.9.

ARREPENTIMIENTO
Dolor en el corazón, Génesis 6.6.
Arrepentimiento falso, Éxodo 9.27.
Recompensa por arrepentimiento, Levítico 26.40–42; Deuteronomio 30.1–10; Jueces 3.9–
15; Nehemías 1.9; Jeremías 7.3.
Locos pecados, Números 12.11.
Dios misericordioso, Deuteronomio 4.29–31.
Prosperidad ligada al arrepentimiento, Deuteronomio 30.1–10.
Arrepentimiento nacional, Josué 24.16–27; 1 Samuel 7.3; 2 Crónicas 7.14.
Sacrificio de hija, Jueces 11.30–40.
Arrepentimiento sincero, 1 Samuel 7.3.
Arrepentimiento real, 1 Samuel 15.13–35.
Palabra de Dios causa arrepentimiento, 2 Reyes 22.11.
Arrepentimiento del rey, 2 Crónicas 33.12.
Lágrimas de arrepentimiento, Esdras 10.1.
Arrepentimiento limitado, Job 34.31–33.
Confesión y arrepentimiento, Job 42.1–9.
Perdón seguro, Salmo 32.5, 6.
Oración de arrepentimiento, Salmo 41.4; Lamentaciones 5.21–22.
Fuente de nuevo gozo, Salmo 51.12–13.
Votos de arrepentimiento, Salmo 66.13–14.
Arrepentimiento de estudiante, Proverbios 5.12–13.
Locuras y desvaríos, Eclesiastés 1.17–18.
Placeres en vez de arrepentimiento, Isaías 22.12–13.
No perder oportunidad, Isaías 55.6–7.
Necesidad de arrepentimiento, Isaías 64.5.
Gran amor de Dios para Israel, Jeremías 3.11–17.
Llamado al arrepentimiento, Jeremías 3.14.
Confusión y arrepentimiento, Jeremías 3.24–25.
Ejemplo para otros, Jeremías 4.1–2.
No sembrar entre espinos, Jeremías 4.3.
Descanso para el alma, Jeremías 6.16.
Cilicio, cenizas y luto, Jeremías 6.26.
Llamado a arrepentirse, Jeremías 7.1–15.
No hay hombre que se arrepienta, Jeremías 8.4–7; Zacarías 1.4.
Rechazan el arrepentimiento, Jeremías 8.6; Apocalipsis 9.20–21; 16.10–11.
No envanecerse, Jeremías 13.15.
Verdadero arrepentimiento, Jeremías 14.20–22.
Arrepentimiento no sincero, Jeremías 21.1–10.
Cambiar malos caminos, Jeremías 25.5.
Lágrimas de arrepentimiento, Jeremías 31.9; 50.4–5.
Arrepentimiento en la juventud, Jeremías 31.19.
Señal de arrepentimiento, Ezequiel 9.3–6.
Volverse del pasado maligno, Ezequiel 16.59–63.
Vergüenza delante del Señor, Ezequiel 16.63.
Justos e impíos, Ezequiel 18.24–31.
El Señor quiere vida eterna para todos, Ezequiel 18.32.
Necesidad consciente de arrepentimiento, Ezequiel 20.43.
Dios prefiere arrepentimiento a juicio, Ezequiel 33.10–12.
Arrepentimiento real, Daniel 6.13–18.
Oración de Daniel por arrepentimiento, Daniel 9.1–19.
Hora de buscar al Señor, Oseas 10.12.
Volverse a Dios, Oseas 12.6.
Pecados causan caída, Oseas 14.1–2.
Respuesta congregacional, Joel 1.14; 2.12–17.
Ayuno, lloro y lamento, Joel 2.12.
Ni con plagas se arrepienten, Amós 4.6–11.
Nínive se arrepiente, Jonás 3.3–6.
Cilicio y ayuno, Jonás 3.8.
Respuesta de Dios al arrepentimiento, Jonás 3.10.
Caer y levantarse, Miqueas 7.8–9.
Recuerdo de días mejores, Hageo 2.3.
Ayuno sincero y arrepentimiento, Zacarías 7.1–6; Malaquías 2.13.
Volverse a Dios, Malaquías 3.7.
Predicación de arrepentimiento, Mateo 3.1–3.
Arrepentimiento de Judas, Mateo 27.3.
Bautismo de arrepentimiento, Marcos 1.4; Lucas 3.3; 13.5.
Mujer arrepentida, Lucas 7.36–50.
Confesión de malas obras, Hechos 19.18–19.
Vergüenza de pecados pasados, Romanos 6.21.
Papel del dolor en el arrepentimiento, 1 Corintios 5.1–2.
Tristeza que produce arrepentimiento, 2 Corintios 7.9–10.
Convertirse de la idolatría, 1 Tesalonicenses 1.9.
Lloro y tristeza, Santiago 4.9.
Arrepentimiento en la Segunda Venida, Apocalipsis 1.7.
Sin deseos de arrepentirse, Apocalipsis 2.21.
Consecuencias de la falta de arrepentimiento, Apocalipsis 18.7–8.

ARREPENTIMIENTO
Jer 31.19 porque después que me aparté tuve a 5162
Mt 3.8 haced, pues, frutos dignos de a 3341
3.11 yo a la verdad os bautizo en agua para a 3341
9.13 llamar a justos, sino a pecadores, al a 3341
Mr 1.4 Juan…predicaba el bautismo del a para 3341
Lc 3.3 y él fue…predicando el bautismo del a 3341
3.8 haced, pues, frutos dignos de a, y no 3341
5.32 llamar a justos, sino a pecadores al a 3341
15.7 que por 99 justos que no necesitan de a 3341
24.47 y que se predicase en su nombre el a 3341
Hch 5.31 dar a Israel a y perdón de pecados 3341
11.18 a los gentiles ha dado Dios a para vida 3341
13.24 predicó Juan el bautismo de a a todo 3341
19.4 Juan bautizó con bautismo de a, diciendo 3341
20.21 testificando a…acerca del a para con 3341
26.20 a Dios, haciendo obras dignas de a 3341
Ro 2.4 ignorando…su benignidad te guía al a? 3341
2 Co 7.9 porque fuisteis contristados para a 3341
7.10 la tristeza…produce a para salvación 3341
He 6.1 el fundamento del a de obras muertas 3341
6.6 recayeron, sean otra vez renovados para a 3341
12.17 no hubo oportunidad para el a, aunque 3341
2 P 3.9 perezca, sino que todos procedan al a 3341

Arrepentimiento
[NT] (a) En la predicación de Juan el Bautista Mt 3.2*; Lc 1.16.
(b) En la predicación de Jesús Mt 4.17; 11.20–21; 12.41; Lc 13.3, 5; 15.7, 10.
(c) En la predicación de los discípulos Mc 6.12; Hch 2.38; 3.19; 17.30; 26.20.
(d) En el Apocalipsis 2.5, 16, 21; 3.3, 19; 16.9.

B. La falacia de malentender el arrepentimiento


El arrepentimiento significa un cambio de actitud genuino que afecta la vida en alguna
manera. Como otros términos teológicos significativos, hay que definirlo específicamente,
formulando una pregunta adicional: ¿Cambiar de actitud tocante a qué, específicamente?
Las personas que no son salvas pueden arrepentirse genuinamente pero sin salvarse,
como, por ejemplo, el cambiar de actitud tocante a un mal hábito y romper ese hábito
como resultado. Los cristianos pueden arrepentirse de pecados específicos y cesar de
hacerlos (Apocalipsis 2:5; 2 Corintios 7:9 —note que en este versículo la contrición lleva al
arrepentimiento, no es necesariamente igual que el arrepentimiento). Y personas que no
son salvas pueden arrepentirse para la salvación. Este arrepentimiento salvífico tiene que
implicar un cambio de actitud en cuanto a Jesucristo, de modo que esa persona cambia
en lo que respecta al concepto que antes tenía de El, y confía en El como su Salvador.
Este es el único significado del arrepentimiento que salva (Hechos 2:38; 17:30; 2 Pedro
3:9). Sin embargo, el arrepentimiento salvífico puede estar precedido de un
arrepentimiento concerniente al pecado (lo cual activa el sentido de la necesidad del
perdón en el individuo) o un arrepentimiento hacia Dios (lo cual le hace consciente del
hecho de que ha ofendido a un Dios santo y por lo tanto necesita hacer las paces con El).
Este aspecto del arrepentimiento (como Juan 16:8–11) todavía no es salvífico a no ser
que venga acompañado de la fe en Cristo (Hechos 20:21).

ARREPENTIMIENTO
EL CRISTIANO CAMBIA RADICALMENTE
Anuncié… que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de
arrepentimiento.
Hechos 26:20
La palabra que utiliza el Nuevo Testamento para hablar de arrepentimiento significa que
la manera de pensar cambia de tal forma que cambian los puntos de vista, los valores, las
metas y las formas, y que la persona vive toda su vida de una manera distinta. El cambio
es radical, tanto exterior como interiormente; mente y juicio, voluntad y afectos, conducta y
estilo de vida, motivaciones y propósitos; todo queda involucrado. Arrepentirse significa
comenzar una nueva vida.
El llamado al arrepentimiento fue la exigencia primera y fundamental en la predicación de
Juan el Bautista (Mateo 3:2), de Jesús (Mateo 4:17), de los Doce (Marcos 6:12), de Pedro
el día de Pentecostés (Hechos 2:38), de Pablo a los gentiles (Hechos 17:30; 26:20), y del
Cristo glorificado a cinco de las siete iglesias de Asia (Apocalipsis 2:5, 16, 22; 3:3, 19).
Formó parte del resumen que hizo Jesús del Evangelio que se habría de llevar a todo el
mundo (Lucas 24:47). Corresponde a la exhortación constante que le hacen a Israel los
profetas del Antiguo Testamento para que regrese al Dios del que se ha alejado (por
ejemplo, Jeremías 23:22; 25:4–5; Zacarías 1:3–6). Siempre se presenta el arrepentimiento
como la senda que lleva a la remisión de los pecados y a la restauración del favor divino,
mientras que la impenitencia es el camino hacia la destrucción (por ejemplo, Lucas 13:1–
8).
El arrepentimiento es fruto de la fe, la cual es a su vez fruto de la regeneración. No
obstante, en la vida real el arrepentimiento es inseparable de la fe, al ser el aspecto
negativo de la vuelta a Cristo como Señor y Salvador (el positivo es la fe). La idea de que
pueda haber fe salvadora sin arrepentimiento, y de que alguien puede ser justificado al
abrazar a Cristo como Salvador mientras lo rechaza—como Señor, es un destructor
engaño. La fe verdadera reconoce a Cristo como lo que Él es en realidad, el rey que Dios
ha nombrado sobre nosotros, así como el sacerdote que Dios nos ha dado, y la verdadera
confianza en Él como Salvador se expresa también en la sumisión a Él como Señor.
Rechazar esto equivale a buscar la justificación a través de una fe impenitente, que no es
tal fe.
En el arrepentimiento, dice la Confesión de Westminster,
el pecador, al ver y sentir no sólo el peligro, sino también lo inmundos y detestables que
son sus pecados, como contrarios que son a la naturaleza santa y a la justa ley de Dios, y
apoyado en lo que ha podido comprender de su misericordia en Cristo hacia los que son
penitentes, se duele tanto de sus pecados, y los detesta tanto, que se aparta de todos
ellos para acercarse a Dios, haciendo el propósito y el esfuerzo de caminar con Él en
todos los caminos de sus mandamientos. (XV.2)
Esta declaración destaca el hecho de que el arrepentimiento incompleto, llamado a veces
“atrición” (remordimiento, autorreproche y dolor por el pecado, movido por el temor al
castigo, sin deseo ni resolución alguna en cuanto a dejar de pecar) es insuficiente. El
arrepentimiento verdadero es la “contrición”. tal como la presenta en sí mismo David en el
Salmo 51, que tiene en su centro un firme propósito de no pecar más, sino vivir desde
este momento una vida que demuestre que nuestro arrepentimiento es pleno y real (Lucas
3:8; Hechos 26:20). Arrepentirse de un vicio significa marcharse en sentido contrario;
practicar las virtudes más directamente opuestas a él.

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