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Preocupado por la extensión del paro entre la juventud española, doy aquí unas
indicaciones para que cualquiera, con facilidad, pueda convertirse en asesor de
innovación educativa, una profesión en auge y con bastantes salidas laborales como
conferenciante, asesor de colegios o columnista en revistas educativas.
Las he resumido en siete principios porque me han dicho que las entradas de
blog que empieza por “los 5…”, “los 7…” o “los 10…” se hacen muy populares.
Hay dos formas clásicas para hacerlo: la primera es proyectar una foto de
una escuela de 1940 y otra actual (no cualquiera, sino una que encuentres que se
parezca a la de 1940) y hacer ver a la gente que casi son iguales y que casi nada ha
cambiado. Ellos se darán cuenta de que eso quiere decir que los profesores seguimos
enseñando como en 1940. Ya han pensado lo suficiente, cambie rápido de tema antes
de que piensen más y alguien se dé cuenta de que, al fin y al cabo, en una clase es
necesario tener sillas y mesas para que la gente se pueda sentar y hacer cosas, y
que eso hace que todas se parezcan bastante. Destaque el hecho de que todas las
mesas están colocadas mirando hacia adelante, pero no deje que nadie recuerde que
cuando iba al cole de niño ya se colocaban en grupos, que en 1940 no había salas de
informática, los profesores no tenían por qué tener un título universitario, no se
estudiaba inglés, no había una parafernalia de libros de texto chulis y con muchos
colorines, no se pensaba que fuese necesario trabajar la comprensión lectora, se
usaban tinteros, a nadie se le hubiera ocurrido dar una asignatura en otro idioma, la
gente con retraso mental, autismo y otros problemas graves no pisaba el colegio o
que los extranjeros solían escolarizarse en el extranjero. Consejo fundamental: en
la foto de 1940 utilice una foto de una escuela rural, con pocos alumnos, ni se le
ocurra poner una foto de una clase con 62 alumnos, no sea que alguien vaya a empezar
a notar diferencias.
Una vez planteado el tema, tenga en cuenta que casi nadie en su auditorio
sabe qué es la falacia del hombre de paja así que úsela libremente: describa la
escuela actual como una continuación de la escuela “tradicional” añadiendo los
detalles más escabrosos y morbosos que pueda encontrar sobre cómo los alumnos
tienen que memorizar y repetir cantidades enormes de información que no alcanzan
a entender, los profesores son seres arbitrarios y autoritarios que se regocijan con
el ejercicio de su poder, de modo que los problemas de comportamiento y de
aprendizaje son la consecuencia lógica de esta situación injusta y perniciosa.
Llegados a este punto, todo el mundo estará de acuerdo en que es necesario luchar
contra eso, por tanto hace falta un cambio. No importa que vayamos a cambiar algo
que no existe, siempre será para mejor.
2. Diga que no sabemos cómo es el mundo en el que van a tener que vivir
nuestros alumnos ni qué van a necesitar saber
Con esto ya está casi todo hecho, porque si se acepta esto ya no hace falta
preocuparse por los conocimientos que adquieran los alumnos, sólo tienen que
“aprender a aprender”. Los profesores han oído tantas veces esa expresión que la
darán como válida, y es dudoso que nadie pregunte cómo van a aprender a aprender
si no aprenden algo.
En caso de apuro diga que los datos y los conocimientos están disponibles en
internet y que sólo es necesario enseñar a los alumnos a buscarlos. Este es un
momento delicado en el que no conviene que nadie piense en cuántas cosas
totalmente falsas se pueden encontrar en internet. Si permite este tipo de
razonamientos alguien podría tirar del hilo y llegar cuestionar el contenido de su
conferencia. Tampoco deje que la gente piense que cuando ellos y sus colegas iban
a la escuela tradicional tampoco se sabía en qué mundo iban a vivir ni qué tendrían
que saber hacer (los de 40 años o mayores podrían poner el ejemplo de la
informática). Si alguien le pregunta cómo puede ser usted tan creativo e innovador
habiendo estudiado en una escuela tradicional y mera transmisora de conocimientos,
diga que ha conseguido salir adelante con esfuerzo y rebeldía, o invéntese un colegio,
clase o profesor que no se doblegó a la maquinaria escolar y le hizo ver la luz.
3. Proyecte imágenes del cerebro y utilice palabras que empiecen por “neuro”
Muchos piensan que este punto es el más difícil, pero no es así. No es
necesario saber nada sobre el funcionamiento del cerebro para parecer un gran
experto en el tema. La razón es que es difícil que en el auditorio haya alguien que
tenga un conocimiento detallado sobre esas cosas. Los neurólogos y los psiquiatras
no suelen trabajar como profesores escolares, además, si hay alguno en la sala, se
desmayará al oirle y no protestará.
Busque alguna imagen del cerebro que tenga aspecto profesional, sugiera que
no va a dar explicaciones detalladas para no aburrir y limítese a los tópicos que le
suenan a todo el mundo: sólo aprovechamos una pequeña parte del potencial de
nuestro cerebro, el hemisferio izquierdo es racional y analítico, el hemisferio
derecho es intuitivo, emocional y creativo, el hemisferio izquierdo se encarga de las
matemáticas y el lenguaje, y el derecho de las artes, las emociones, la música, etc.
Todo esto es muy nuevo (en realidad tiene más de 30 o 40 años) así que es
normal que no haya sido investigado, pero ya hay resultados muy
prometedores. En poco tiempo estará completamente demostrado (esto se
lleva diciendo más de 30 o 40 años, así que será verdad).
Está recomendado por los neurólogos (he leído un par de libros que decían eso).
Hay un complot contra estos sistemas porque son tan eficaces que obligan a
hacer un cambio radical de todo.
Las personas que buscan una explicación científica a todo y que siempre piden
datos son gente de mente cerrada (además son feos y no tienen amigos ni
novia)
5. Utilice la pirámide de ¿Edgar Dale, de Cody Blair, del TNL, de Wilson…?
Bueno, da igual de quién sea
Esta es mi parte favorita. Todo el mundo ha visto alguna vez esa cosa de que
aprendemos el 10% de lo que leemos, el 15% de lo que oímos,… Da igual que el autor
del triangulillo no sea siempre el mismo, da igual que los porcentajes cambien en
distintas versiones, incluso que el número de fuentes de aprendizaje no sea siempre
el mismo. ¿Por qué da igual? porque el esquema es tan auténtico como una foto del
emperador Carlomagno haciendo paella y, a pesar de eso, se sigue difundiendo (más
información aquí). A estas alturas ya se habrá dado cuenta de que uno de los pilares
del oficio de asesor de innovación, tal como yo lo entiendo, es no dejar que la gente
piense. Aprovéchese de que la mayoría de la gente da por cierta esa investigación
que, en realidad, nunca se hizo, utilícela rápidamente para apoyar sus propuestas y
pase a otra cosa antes de que nadie se ponga a analizar lo que dicen los sectores de
la pirámide.
El fin justifica los medios y su fin es noble, así que no hay que sentir
remordimientos por utilizar información sin fundamento. Además, a lo mejor algún
día se investiga sobre el tema y los resultados coinciden con los de la pirámide. Lo
más grave que podría pasar es que alguien le pida la referencia al trabajo original.
Es una situación comprometida porque no existe ese trabajo original. Si se enfrenta
a este problema, pida su correo electrónico y prometa mandárselo esa misma noche.
Luego busque cualquier entrada de internet donde aparezca el esquema y mándesela
disculpándose porque el trabajo original es un libro escrito en inglés y muy difícil de
conseguir.
6. Mezcle todo
Todo lo que suene a innovador y competencial puede ser mezclado para hacer
una propuesta pedagógica que conduzca al desarrollo integral del alumnado. Para que
no tenga que esforzarse le ofrezco varios ingredientes a elegir:
Fin
Aunque la entrada es muy larga, ofrece una información completa y que
difícilmente puede encontrarse en otros sitios. Espero que con esto cualquier
persona pueda conocer los secretos del oficio, y convertirse en promotor, asesor o
consultor de innovación educativa. Lo último que me queda por recomendar es la
lectura de algún libro sobre algunos de los temas que han aparecido a lo largo de la
exposición, y una buena puesta en escena.