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INTRODUCCIÓN

En este libro "Sala de Jurados" pretendo determinar el contenido


de sus informaciones, espero me sirvan de gran ayuda para mi
carrera de derecho, al punto de que puedan ofrecerme
alternativas de cómo ser un buen abogado penalista. Pretendo
suplir las necesidades y requerimientos de las técnicas que me
sean necesarias para mi ayuda profesional.

Pretendo aprender como debe un abogado manejarse en una sala


de jurado, con qué características debe presentarse y como debe
actuar en momentos indicados de presión y ante circunstancias
difíciles que envuelvan casos complicados.
SALA DE JURADOS:

El Libro "Sala de Jurados" es un libro como lo expresa su título


adecuado e ideal para aquellos que recién incursionan en
el ambiente legal de manera muy especial en los aspectos
penales y criminales. Narra las experiencias de un versado y
experimentado abogado que casi al ocaso de su carrera llegó a ser
juez.

El juez y abogado Samuel Leibowitz no enseña técnicas de cómo


dominar el escenario de una sala de jurado cuando ejecutamos
el papel de abogado acusador o de la barra de la defensa. Expresa
sus propias características como ejemplo nos enseña que
debemos tener: Manos rápidas en la gesticulación, señalar con el
índice acusador, apuntar la mirada fija a quien se tiene de frente,
voz de gran alcance cuando sea necesario, pero también rítmica y
modulada, llegan a un punto concreto donde el juez pueda
tomarlo en consideración, mezclar violencia e ingenio a la vez si
es necesario, pero con mucho tacto, machacar e insistir sobre un
punto de un asunto, o bien dejarlo negligentemente de lado.

Nos enseña que debemos que ser como reza una célebre frase de
Mohamet Alí "rápido como un abeja y astuto como una serpiente",
en cuanto a dar y repostar, hasta aprovechar el mínimo dejo de
flaqueza o debilidad del contrincante, de manera concreta nos
enseña a conducir una defensa de lo que no se aprende en las
universidades, pero si en una sala de juicio.
CAPÍTULO 1: ESO QUE LLAMAN JUSTICIA

En este capítulo nos enseña que debemos concederle gran


importancia a la profesión de abogado penalista o en vano hemos
estudiado la profesión de abogado.

Nos muestra con la experiencia del personaje Fitzgerald que hay


que tener una fe inalterable en la decencia de la gente y que hay
que hacer todo lo que se pueda encontrar algo favorable
al hombre, que ha sido encontrado culpable y que está esperando
sentencia.

Nos enseña que debemos buscar todo tipo de testigo acercarnos a


ellos, localizarlo en el lugar de los hechos, indagar, husmear
hasta lo más profundo, hasta descubrir si el individuo es culpable
o inocente o si hay circunstancias atenuantes.

Denate que los abogados deben ser agudos casi hasta tener un
"sexto sentido", que en los juicios no debemos descartar cualquier
circunstancias por más absurdas y ridículas que sea. El caso más
ejemplificante es el de Ana Brewer, quien acusó al Sr. Galman de
violación y estupro y estuvo a punto de pulgar una pena de 10
años en la cárcel.

Fitgerald indago el pasado y presente de Ana Brewer y se pudo


comprender que las circunstancias atenuante de la mala y
desordenada vida sexual de Ana había arrastrado al Señor
Galman a ser una víctima, acusando a Galman para proteger
su trabajo de enfermera del hospital de Brooklyn, N.Y; las
indagaciones de Fitgerald demostraron la inocencia del Sr.
Galman.
Una vez más el sistema judicial había triunfado pero no que halla
recibido ninguna ayuda por parte de los procedimientos legales,
se demostró que la culpabilidad o inocencia había sido ineficaz y
falto poca par que esa mujer mandara a un infeliz acusado a
pudrirse diez años en prisión, siendo inocente.

El abogado es el único participante activo en un juicio penal para


quien la ignorancia de la ley y la técnica aprendida son
excusables.

Samuel Leibowitz nos enseña que estudiar derecho penal es fácil,


sólo hay que saberse o estudiar el código penal y el código
de procedimiento penal, pero la casa cambia cuando tenemos que
aplicar los contenidos de los códigos con la ayuda y la pericia.
Dicha pericia debe ponerse de manifiesto al momento de defender
a un acusado, pues hay una máxima jurídica que expresa "Los
inocentes jamás resultan convictos".

El profesor de jurisprudencia de universidad de Yale, escribió un


libro "Haciendo corrupto al inocente", en el cual discutía de 65
casos que fueron encontrados culpables de delitos y cuya
inocencia quedó mas tarde demostrada.

CAPÍTULO 2: EL NOVICIO O APRENDIZ DE ABOGADO


PENALISTA

Este capítulo trata de la familia de Samuel Leibowitz y sus


comienzos como estudiante de la carrera de derecho en la
Universidad de Carnwell.
Su primer caso fue defender a un señor llamado Patterson,
acusado de haber entrado a una cantina para robar 7 dólares y
un par de botellas. Estudió el caso para tratar de debatirle
al fiscal, pues los libros de derechos no les servían para nada.
Sabía que podía sufrir una derrota pero eso no estaba dispuesto a
soportar, estudió el caso de concienzudamente y decidió
arriesgarlo todo, pero ganó su primer caso que le abrieron la
puerta a su éxito.

En sus primeros años consensuaba cualquier tipo de clientes.


Había aprendido algo que muchos abogados mejor y experimen-
tados nunca llegan a aprender: que no se puede perfeccionar la
técnica permaneciendo como espectador. Muchos mejores
juristas le habían recomendado que frecuentara las salas como
espectador y que observara a los abogados veteranos en acción,
considero que no era lo adecuado.

La única manera como se llega al dominio de una profesión es


practicándola en forma activa, donde cada caso le acercaba al
dominio de sus profesión. Después de sus actividades cotidianas
en vez de dormir, estudiaba intentando frustrar los planes del
fiscal en la corte, siempre pensaba dos enfoque, el del fiscal y el
de la defensora así aprendió a anticipar cualquier táctica que su
contrincante pudiera esgrimir, no se sorprendía ante los efectos
psicológicos de los fiscales, tenía una destreza sobrenatural para
descubrir las celdas de los fiscales. Cuando entraba a la sala de
jurado era para combatir con todas las armas legales y dramá-
ticas que había aprendido a usar.
CAPÍTULO 3: LA MOSCA TEJE UNA TELA DE ARAÑA

En los años de 1929 era el más espectacular de los abogados


penalista de New York, podía ya escoger clientelas, pero luchó con
otros y clientes por cada uno de sus representados. Cada caso le
parece un desafío personal que lo llenara a las salas de jurado
con el mismo estado de ánimo con el que otro cualquiera hubiese
a la lana de un ring de bol. Iba al juicio tan bien entrenado y
preparado como cualquier boxeador que sube al ring, saben bien
contraatacar y sabía aprovechar los descuidos con feroces
interrogatorios.

Con estos feroces interrogatorios, Leibowitz convenció al fiscal, al


jurado y al juez de que el Señor Haffman era inocente del juicio
por asesinato, expresó ante este caso la siguiente frase "cuando la
prueba es principalmente circunstancial, debe no sólo ser
consistente con al culpabilidad, sin que debe excluir, dentro de
una certeza moral, toda razonable hipótesis de inocencia".

CAPÍTULO 4: DOOLEY ERA UN GUARDIÁN

En este capítulo Leibowitz frente a un grupo de estudiantes de


derecho de la universidad de New Cork, expresó que no hay
ningún criminal nato, nos dice que los hombres abrazan la
carrera criminal por varias razones, algunos por pobreza, algunos
porque sienten que trabajan para vivir es de tanto, algunos por
alguna enfermedad mental, todo de esto le quita el concepto del
bien y el mal.
El lugar de estos últimos no es el hospital, no la prisión. Las
circunstancias empujan a mucho a la carrera criminal. Nos
presenta la historia de una gendarme llamado Daaley, tímido con
complejo de inferioridad al graduarse de policía, al perder unas
elecciones internas con el alcalde pistola en mano le mató, al no
resistir la frustración.

Leibowitz aceptó ser abogado y defenderle declaró que Daaley


estaba loco, lleno de furia y esclavo de los efectos del alcohol al
momento de cometer el hecho, y tan abandonado de la razón que
al cometer el hecho no se daba cuenta que obraba mal, que todo
lo que hizo presa de una fuerza demoníaca furiosa y que ante la
ley este hecho él no podía ser acusado de responsable. El juicio se
llevó a cabo y mediante pruebas científicas y técnica logran ganar
el caso.

CAPÍTULO 5: EL LOCO

En este capítulo presenta a una persona acusado de homicidio y


de ser un homicidamente loco. Expresa que el individuo ha tenido
siempre un gran temor hacia la locura y como la colectividad
reacciona usualmente en la misma forma que el individuo, este
temor se ha expresado siempre en forma de odio.
CAPÍTULO 6: LA LEY

Trata de homicidio que se acusaba a Roberto Irewin. Este


personaje mató a una señora en grave estado de locura dice
"mate a la señora Gedeón porque me encontraba enfurecido". Lo
hice sin darme cuenta.

Una causa condicionante le había enfurecido. Estela su amante le


había abandonado, este afecto su vida más que ha nadie había
conocido.

Leibowitz demostró que Irewin estaba más loco que una pulga al
momento de cometer el hecho, le libró de la silla eléctrica, para
ser recluido al manicomio.

CAPÍTULO 7: LA COMPASIÓN

Leibowitz explica que hay muchas razones por las cuales un


ciudadano decente y respetuoso de las leyes, comete
repentinamente un acto de violencia, un acto que no tiene
relación con su vida normal y que niega todos los impulsos e
instintos decentes de su carácter. A veces una abrumadora
presión angustiosa, es lo que las personas profanan en llamar
locura "celos". Ocasionalmente el estímulo que se origina es el
mecanismo mental de confusión, como una característica física,
que lleva personas a cometer delitos algunas veces inexplicables.

Hay casos que por la ley de la naturaleza humana a los acusados


de violar la ley hace que tanto el juez, como los abogados defen-
sores tengan compasión de las personas acusadas.
Hay casos de enfermedades físicas que no se perciben por el
momento y que solo contribuyen a causar desajustes mentales
que conducen a un homicidio, y que es difícil planear una
defensa.

Seria muy fácil convencer a un jurado de psiquiatras que un


acusado no es responsable de un acto cometido, mientras sufre
una tensión mental abrumadora, que excluye toda meditación
racional, pero lamentablemente los jurados no están compuestos
por doctores, por lo que hay que considerar su estado de salud
física y mental demostrándola para poder condicionar al juez a la
absolución de un acusado.

CAPÍTULO 8: ESTE ES EL HOMBRE

En este capítulo se demuestra como una débil y sencilla mentira


da al traste con la acusación de una persona por medio de
testigos que no dicen la verdad real de los hechos, pues
la constitución está para proteger al ciudadano común, como al
criminal y al inocente.

Cuando un testigo cree identificar a un acusado la pasión puede


inducirle a cometer errores "la identificación negligente es por
supuesto más frecuente que la deshonesta.

Esto hace que los hombres estén desde luego muchas veces
equivocados. Los ojos de los hombres son útiles pero no infalibles
órganos. No es solamente posible identificar a otro en forma
honesta, pero errónea, sino que es posible a 20 hombres
identificar de manera equivocada a un acusado, por estas razones
las debilidades de las apariencias visuales acusamos de manera
común y equivocada. Además hay que considerar el elemento de
la sugestión, pues la misma puede ejercer una poderosa
influencia sobre la mente de presuntos testigos.

CAPÍTULO 9: ASESINATO EN LOS APARTAMENTOS BEEKMAN

Este capítulo nos habla de los fenómenos de las muertes


violentas. Muchas personas son víctimas de homicidios pasio-
nales. Damas, caballeros, esposas, novios, amantes, están cons-
tantemente matándose con pistola, puñales u otros instrumentos.

Leibowitz presenta casos como el del apartamento Beekman, en la


que Gebhardt con un lenguaje sutil y conquistador se enamoró de
Laura Parr.

La policía encontró las cartas de amor enviadas, y como mayor


testigo acusó a Laura de haber cometido el crimen. Al empezar el
juicio la muchacha declaró que el la amaba, hasta proponer
el matrimonio, la muchacha luego se dio cuenta de que el era
casado y le exigió que se casara con ella.

Ella no sabía tanto de su pasado y que el señor Genhardt era un


sádico militante nazi de la época. La invitó a su habitación y la
violó de manera anal y oral, ella se resistió y ante tanto forcejeo e
intento de estrangulación no tubo más remedio que defenderse,
tomo la pistola y le disparó causándole la muerte.
CAPÍTULO 10: DOS DAMAS DEL SUR

Este capítulo habla de los problemas raciales que muchas veces


las salas de jurados se ven envueltas, como es el caso de algún
juez de color que se encuentra delante a un acusado o aun
abogado de test blanca. Leibowitz tuvo que enfrentar muchos
casos parecidos, pues el mismo tuvo que sufrir el antisemitismo
racial.

CAPÍTULO 11: ENEMIGO PÚBLICO

Siempre se tiene pensado la imagen del chico malo que algunas


personas tienden a caracterizar a otras. Un buen abogado no
debe prescindir de cooperar en la defensa de cualquier persona
por más culpable o inocente que sea.

Los periódicos sensacionalistas muchas veces empañan


las imágenes o crean algunas nuevas poniendo los acusados
semejantes a monstruo y que no merecen ninguna compasión
humana o ningún perdón. Reza la máxima jurídica "toda persona
es inocente hasta que no se demuestre lo contrario".

Leibowitz llegó a ser abogado defensor de alcapones en caso de


asesinatos en Brooklyn, en la cual evidenció una duda razonable
y fue absuelto. Hay casos en que el abogado debe ser justo con
su cliente y en caso de no haber duda razonable que pueda
convencer al fiscal, al juez o al abogado de la banda contraria; se
le debe indicar al cliente que no tiene más remedio que decir la
verdad para no cometer actos de injurias.
Este es el caso de alcapones nunca fue acusado por ningún
delito de asesinato ni de extorsión, pero cuando fue acusado de
evadir impuesto Leibowitz le recomendó que tenía que decir la
verdad.

CAPÍTULO 12: UNO PARA LA SILLA ELÉCTRICA

Leibowitz nos presenta casos en que el tuvo que ser el abogado


defensor de personas acusadas por la pena máxima en el
estado de Brooklyn, New York, aquí nos enseña diversas técnicas
de la importancia de interrogar. El expresa que el interrogatorio
es como una bomba atómica en la sala de jurado y que puede
destruir a cualquier testigo o guerrero abogado de la banda
contraria. En otras palabras se pierden más casos por culpa del
interrogatorio de los que se gana.

Cuando tiene uno al frente un testigo hostil, de quien tiene uno


la seguridad que está mintiendo, la única arma para combatir a
esos mentirosos es el interrogatorio. El interrogatorio es la
mejor alma contra una acusación incierta, si un testigo ha sido
intimidado por la policía o el fiscal, o si ha sido prometido la
inmunidad en pago de testimonio favorable no se puede sacar eso
a luz, sino por medio del interrogatorio.

El objeto del interrogatorio es doble: primero sacar a reducir más


verdades que favorezcan el lado que se defiende; y segundo,
denunciar al testigo. El interrogatorio como objeto de denunciar a
un testigo puede ser contraproducente si no se lleva con sumo
cuidado.
CAPÍTULO 13: LA TOGA NEGRA

En toda sala de jurado hay dos puertas. Una que lleva a


la libertad; y la otra a la prisión y a veces a la muerte. Este
capítulo trata del peso moral que resulta ser un buen juez, pues
ante una situación de deliberación el juez es soberano al deplorar
sentencia que puede dar con la conducción de un inocente a la
cárcel o que se pudra en la pena máxima.

Los días de sentencia, los acusados ya convictos permanecen de


pie ante el sitial y el juez tiene que decidir que puerta usará el
acusado cuando salga de la sala. Es tremendo el poder que le ha
sido ortigado. Solo en raras ocasiones la decisión del juez hace
mandataria la sentencia, por lo regular el juez dispone de amplia
latitud. Se hace así mismo una sola pregunta: "¿Qué es lo justo
en este caso?", y dicta lo que dispone su soberana conciencia.

Las naciones han considerado el castigo como la vía más corta


hacia la reforma, prisión, tortura y muerte constituyen un
tribunal bajo cuya protección la sociedad podría sentirse segura.
Las naciones han confiado en los embargos, la degradación, las
mutilaciones, los azotes y las marcas candentes. Las cadenas
perpetuas tan exigidas por la población, pero no garantizada por
la constitución, parecen ser un instrumento que apagaría la sed
de justicia de la población, pero es penoso y curioso, el hecho de
que no importa que tan doloroso y tan penoso sea el castigo, "los
crímenes aumentan".

Leibowitz habla de una manera acertada opinando que el castigo


no disuade al criminal; y lo asume como una gran verdad.
La sociedad ha reconocido esto en pequeño grado pero lo ve como
la mejor vía de compensación judicial. La toga negra que
representa el símbolo de aplicación de justicia y del mejor aliado
para garantizar la armonía entre los hombres. El juez tiene en
sus manos como los abogados el poder de la vida y de la muerte
de hombres y mujeres, acusados, inocentes y culpables.

CAPÍTULO 14: CONCLUSIONES

En este capítulo Leibowitz pone en duda la perfección absoluta de


la sociedad y de las instituciones, pues dice que esta están en las
manos de hombres imperfectos e infalibles, por eso en la sala de
jurado, tanto los jueces como los abogados pueden cometer
errores.

El reconoce el caso de que es muy raro ver a grandes abogados


penalistas hacerse cargo de acusados pobres, pues en grado de
justicia los grandes juristas toman casos grandes con acusados
con grades poderes económicos. Leibowitz recomienda tomar caso
sin importar su orden social para cualquier abogado principiante
que desee dedicarse a ser un buen abogado penalista, pues en
este ambiente puede hacerse cargo de defensa de cualquier
acusado y poner en práctica todos los conocimientos adquiridos
en las escuelas de derecho y que puede hacer de los abogados
penalistas, buenos abogados de calidad.
CONCLUSIÓN

Corroboro lo que opina Leibowitz no valdrá la pena ocuparse de la


carrera de un abogado penalista, sino se le concede importancia a
la profesión. Expresa que la filosofía legal de un abogado defensor
es ser honrado, que ni el fiscal, ni el juez, ni el público tienen
ningún derecho a prejuzgar acerca de un acusado. Que ante
cualquier situación se deben buscar las circunstancias
atenuantes que lleven a un acusado a cometer algún delito un
homicidio.

El abogado debe investigar hasta lo más profundo la situación


que llevaron a sus clientes a cometer el hecho y que ni siquiera
debe uno especular acerca de la inocencia y culpabilidad de un
individuo.

En las calles de hoy día hay más culpables de delito que lo que
están presos en las cárceles, muchos purgando condenadas
siendo inocentes, mientras que en la calle hay muchos sueltos,
viviendo su vida en libertad siendo culpables. La condición del
abogado penalista no es demostrar la culpabilidad o inocencia de
su cliente, sino aminorar las penas, si es culpable y si es inocente
procurar su libertad.
BIBLIOGRAFÍA

Quentin Reynolds. Sala de Jurados, La Historia de Samuel


S. Leibowitz. Editorial Constancia, S. A. México. 1era.
Edición 1957. 15a. Impresión 1972.

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