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Columna: Clionautas

Título: Orígenes de la Liga Leninista Espartaco


Autor: Victoria Citlalmina Herrera Valle
Correo: vickypato@gmail.com

Orígenes de la Liga Leninista Espartaco

Para el movimiento comunista internacional, el deceso de Stalin, que ocurrió en


1953, significó la oportunidad de comenzar de nuevo. Este hecho planteó el
dilema de reconocer o desconocer el legado estalinista. Tres años más tarde, el
XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética tomó la decisión de
rechazar el pasado. Así comenzó el proceso de desestalinización de Rusia. Por su
parte, los Estados Obreros del “bloque socialista” aprovecharon el vacío político
para comenzar una serie de protestas contra la burocracia del régimen.
En Hungría, estalló el movimiento obrero; en Polonia, grandes huelgas
proletarias antiburocráticas; en Checoslovaquia, agitaciones estudiantiles y
populares en contra de las autoridades impuestas desde el Kremlin. En todos los
casos, el Estado soviético contuvo de forma violenta la epidemia antiautoritaria.
Por tal motivo, el PCUS perdió gran parte de su autoridad política, prestigio moral
y legitimidad.
La impopularidad del partido comunista más importante del mundo se
propagó en cuestión de tiempo hacia otros lugares. En general, el comunismo
oficial se devaluó a partir de la segunda mitad del siglo pasado. En nuestro país, el
Partido Comunista Mexicano (PCM) atravesó momentos cruciales. El Comité
Central de este organismo se reunió en 1956 con el propósito de estudiar, en
primer lugar, la validez de las expulsiones que la dirección efectuó en los años
cuarenta y, por supuesto, el descenso del número total de sus afiliados.
A fin de cuentas se impuso la visión oportunista del alto mando, conformado
por Dionisio Encina, el secretario general, y sus partidarios. Aun así, el Comité
Central acordó realizar, a inicios de 1957, el XIII Congreso del Partido. Sin
embargo, el propio Encina evitó por todos los medios que se llevara a cabo este
evento. De todas maneras, la oposición interna creció y se dividió en dos
corrientes.
La primera de ellas se conformó con integrantes de la organización del
PCM en el Distrito Federal: Arnoldo Martínez Verdugo, Manuel Terrazas, Gerardo
Unzueta y Encarnación Pérez, entre algunos otros. Este comité recibió el apelativo
de los “renovadores”. La segunda se formó con los miembros de las células
“Carlos Marx” y “Federico Engels”. José Revueltas, el principal ideólogo de éstas,
presentó en la Conferencia de agosto- septiembre de 1957, la tesis de la
inexistencia del partido de la clase obrera mexicana. Así pues, el encinismo tuvo
que hacer frente a una doble amenaza.
En lugar de amainar, la rispidez intestina se agravó en los años inmediatos.
El pleito entre la dirección central y los “renovadores” se catalizó en ocasión de los
movimientos ferrocarrileros de 1958 y 1959, en los que participó el PCM. Unos y
otros defendieron una postura diferente en cuanto a la forma de asumir la
insurgencia obrera. La pugna continuó y escaló de nivel hasta que llegó la
represión. La policía aprehendió a los principales líderes del Sindicato
Ferrocarrilero y, tiempo después, en 1959, a Dionisio Encina.
El arresto de Encina precipitó el ascenso del comité del Distrito Federal a la
dirección del PCM acéfalo. No obstante, las discrepancias subsistieron, esta vez
por parte de las células “Marx” y “Engels”. Tres de sus miembros, José Revueltas,
Enrique González Rojo y Eduardo Lizalde, sostuvieron que el dramático fin del
movimiento ferrocarrilero sólo había confirmado la inexistencia del partido de la
clase obrera mexicana.
A pesar de todo, la nueva dirección programó para principios de 1960 el
pospuesto XIII Congreso y la VIII Convención Extraordinaria. En estos, los
“renovadores” se dedicaron a condenar las concepciones disidentes. De modo
que, las posiciones de la “Carlos Marx” -en especial la tesis “hereje” de la
irrealidad histórica de la vanguardia del proletariado- fueron tachadas de
“revisionistas” y “liquidacionistas” y, por tanto, incompatibles con el PCM.
Para los integrantes de la “Carlos Marx”, el XIII Congreso significó la
conciliación de los “renovadores” con la “vieja mayoría” del encinismo. En
consecuencia, abandonaron, por su propia voluntad, las filas del PCM. El Partido
no tardó en tomar represalias contra ellos y poco después fueron expulsados de
manera oficial. Este se convertiría en el germen de la Liga Leninista Espartaco
(LLE), que tenía ante sí la responsabilidad histórica de “realizar la negación
dialéctica, en los hechos, de las deficiencias que criticó tan severamente al PCM”.

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