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PERÚ.
1. DEFICIÓN DE PROCESO DE EJECUCIÓN.
El proceso de ejecución es el conjunto de actos procesales por los que
el acreedor de un derecho busca el cumplimiento de una obligación de dar, de
hacer o de no hacer a cargo del deudor obligado; al efecto, soporta su
pretensión en un proceso previo en el que se ha declarado tal derecho en su
favor o en un documento - “título” - al que la ley le atribuye presunción de
legitimidad.
Para ARÉVALO VELA, el proceso de Ejecución Laboral es un conjunto
de actos procesales a través de los cuales el acreedor de un derecho persigue
el cumplimiento por parte de su deudor de una obligación de dar, hacer y no
hacer, para lo cual sustenta su pretensión en la existencia de un proceso
previo, donde se ha declarado su derecho, o del documento denominado título
al cual la ley le otorga la presunción de legitimidad.
En esa misma línea, ANACLETO GUERRERO señala que la finalidad
del juicio ejecutivo no consiste en lograr un pronunciamiento judicial que
declare la existencia o inexistencia de un derecho sustancial incierto, sino en
obtener la satisfacción de un crédito que la ley presume existente, en virtud de
la peculiar modalidad que reviste el documento que lo comprueba. Por ello, los
dos extremos principales que ha de reunir el título son suficiencia e integración;
es decir, debe bastarse a sí mismo, sin que pueda ser completado con prueba
de otra índole, porque el título mismo es una suerte de prueba.
Al respecto PRIORI POSADA señala que, el proceso de ejecución
supone partir de la certeza que genera el título ejecutivo, por lo que únicamente
corresponde ejecutar el derecho. Con ello, lo que se hace frente a una
demanda que cumple los requisitos es la emisión de un mandato de ejecución
que ordena al ejecutado cumplir con su obligación. Por ello, la defensa que
puede realizar un ejecutado es muy limitada: consiste únicamente en oponerse
al mandato de ejecución a través de una contradicción.
Por otro lado, para VINATEA y TOYAMA en los procesos de ejecución
ya no se discute la existencia del derecho contenido en el título ejecutivo, pues
ya está reconocido en el propio título, aunque naturalmente se concede al
demandado, llamado ejecutado, mecanismos de defensa destinados a
cuestionar únicamente la validez del título o la exigibilidad de la obligación,
entre otros motivos taxativamente contemplados. Señalan además los citados
autores, que dicho proceso tiene por fin último la materialización de las
decisiones judiciales o de los derechos reconocidos por las partes, o
declarados por un tercero, satisfaciéndose así los intereses respecto de los
cuales se solicita tutela jurisdiccional.
Por su parte, PAREDES INFANZON señala que el proceso de ejecución
es uno diferente al proceso de conocimiento, tanto por su contenido como por
su estructura y finalidad, ya que aquel no parte del conflicto de derechos, que
es atendido más bien por este último, el que lo resuelve en forma declarativa o
constitutiva a través de una sentencia. El proceso de ejecución no tiene por
finalidad resolver un conflicto, por lo que en su interior no existe debate
posicional, ni actuación probatoria ni expedición de una sentencia, sino por el
contrario se inicia con la acreditación de un derecho reconocido o declarado a
través de un Título que se encuentre pendiente de cumplimiento para luego de
calificarlo debidamente se expida un Mandato de ejecución que no permite la
discusión del origen del derecho, sino únicamente la argumentación sobre la
exigibilidad de la obligación que contiene el título, la misma que en caso no
tener fundamento adecuado, induce al Juez a emplear todos los medios
imperativos, forzosos, coactivos o coercitivos que la Ley franquea para lograr el
cumplimiento de la obligación de parte del deudor y ofensor. Ello determina que
sea un proceso breve, expeditivo y conminatorio que no admite mayor debate
entre las partes, prohibiéndose los artículos de nulidad y la concesión de
medios impugnatorios con efecto suspensivo, hasta que no se haya dado
cumplimiento a la obligación ejecutada.
La única excepción por la cual el proceso de ejecución no termina con la
expedición de un auto, sino con la emisión de una sentencia, será aquel
referido a la cobranza de aportes previsionales del Sistema Privado de
Pensiones, como se explicará más adelante, por lo demás, el proceso de
ejecución como se ha señalado, es aquel referido a una serie o sucesión de
actos procesales, mediante los cuales se pretende hacer cumplir forzosamente
y consecuentemente materializar en forma objetiva y efectiva, lo resuelto por
una autoridad judicial, autoridad administrativa, por los árbitros o lo acordado o
transado por las partes y finalmente, también el documento (liquidación)
emitido para la cobranza de aportes previsionales del Sistema Privado de
Pensiones, en el entendido de que los mismos reflejan un derecho cierto y
auténtico; es decir, les otorga la Ley una presunción de certeza y autenticidad,
por ello las defensas son taxativamente enumeradas por el artículo 690-D del
Código Procesal Civil y en su caso, por el artículo 38 del Texto Único Ordenado
de la Ley del Sistema Privado de Administración de Fondo de Pensiones,
estableciendo en ellos plazos breves y perentorios.
La NLPT en el Título II, en su Capítulo V, desde el artículo 57 a 63, trata sobre
el proceso de ejecución.
2. COMPETENCIA.
En cuanto a la competencia el inciso 2º del artículo 1 de la NLPT, señala
que los procesos con título ejecutivo cuando la cuantía no supere las cincuenta
(50) Unidades de referencia procesal (URP) son competencia de los Jueces de
Paz Letrados; salvo cuando se trata de la cobranza de aportes previsionales
del Sistema Privado de Pensiones retenidos por el empleador, en cuyo caso los
Jueces de Paz Letrados son competentes con prescindencia de la cuantía.
Por su parte, el artículo 57 de la NLPT específicamente señala qué títulos
ejecutivos, van a ser tramitados mediante el proceso de ejecución.
En tanto que el artículo 58 de la precitada norma señala: Las
resoluciones judiciales firmes y actas de conciliación judicial se ejecutan
exclusivamente ante el Juez que conoció la demanda y dentro del mismo
expediente. Si la demanda se hubiese iniciado ante una sala laboral, es
competente el juez especializado de trabajo de turno.
3. OBJETO DEL PROCESO DE EJECUCION.
Tiene por objeto que el titular de un derecho, cuya existencia es ya cierta
por haberlo declarado un órgano jurisdiccional o reconocido la ley, obtenga, por
medio de la actividad de un juez, plena satisfacción. En otras palabras, el
proceso de ejecución supone partir de la certeza que genera el título ejecutivo,
por lo que únicamente corresponde ejecutar el derecho.
Ciertamente, el proceso de ejecución no persigue constituir o declarar
una relación jurídica sino satisfacer un derecho previamente declarado. Por eso
mismo, no existen una discusión de posiciones, una actuación de pruebas o
una sentencia que acoja un derecho; a la inversa, aquel empieza con la
presentación de un título que demuestra la titularidad del derecho cuya
ejecución se reclama.
En suma, se trata el proceso de ejecución de un “proceso breve,
expeditivo y conminatorio” sin mayor debate entre las partes involucradas y sin
admitirse “artículos de nulidad” y la concesión de medios impugnativos con
efecto suspensivo hasta que no se haya cumplido la obligación objeto de la
ejecución.
En el ordenamiento procesal peruano sea en el común, sea en el laboral,
el proceso de ejecución es un proceso autónomo o independiente del proceso
“de cognición” del que emana la sentencia a ejecutarse: en el ámbito procesal
civil, los procesos de conocimiento, abreviado y sumarísimo; en el ámbito
procesal laboral, los procesos ordinario y abreviado.
4. TÍTULOS EJECUTIVOS.
En primer término debemos definir que es un “título ejecutivo”, siendo el
entonces el título ejecutivo aquel documento al cual la ley le atribuye la
suficiencia necesaria para exigir el cumplimiento forzado de una obligación que
consta en él.
Un título ejecutivo, señala ARÉVALO VELA es una declaración
contenida en un documento, por el cual una persona natural o jurídica reconoce
una obligación cierta y exigible a su cargo. Continúa señalando el citado jurista,
que el título ejecutivo tiene dos requisitos uno de fondo y otro de forma. El
requisito de fondo está dado por el reconocimiento de la existencia de una
obligación, mientras que el requisito de forma está dado por la existencia de un
documento donde conste el reconocimiento antes mencionado.
Para VINATEA y TOYAMA solamente se puede promover un proceso de
ejecución si el derecho del acreedor, que demanda (llamado ejecutante) está
contenido en el título ejecutivo donde conste que el deudor que es demandado
(llamado ejecutado) se obliga o es obligado a satisfacer cierto crédito. Cabe
precisar que los derechos contenidos en los títulos ejecutivos, y que habilitan a
iniciar un proceso de ejecución de estas características, no solamente pueden
referirse a obligaciones de dar sumas de dinero o bienes determinados, sino
también a obligaciones de hacer y de no hacer. Naturalmente, en los casos
regulados en este artículo las obligaciones a ejecutar deben estar referidas o
derivarse de una relación laboral.
En línea de lo anteriormente señalado, mediante el proceso de ejecución
se va promover este, en virtud de títulos ejecutivos de naturaleza judicial o
aquellos como los señala LINO PALACIO citado por HINOSTROZA MINGUEZ,
denominados títulos ejecutivos extrajudiciales, los mismos que la ley, en razón
de tratarse de documentos que contienen una autodeclaración de certeza del
derecho proveniente del deudor o de la administración pública, asigna efectos
equivalentes a los de una sentencia condenatoria.
Esto por cuanto, ya no existe un tratamiento diferenciado desde las
modificaciones realizadas al Código Procesal Civil por el Decreto Legislativo N°
1069 del 28 de junio del año 2008, entre títulos ejecutivos y títulos de
ejecución, ahora todos se denominan títulos ejecutivos y así se refleja en la
NLPT de fecha 15 de enero del año 2010.
Siendo que cuando el artículo 690-A del Código Procesal Civil indica que
a la demanda se debe acompañar el título ejecutivo, además de los requisitos y
anexos provenientes en los artículos 424 y 425 y los que se especifiquen en las
disposiciones especiales, es por qué en este tipo de procesos señala
PAREDES INFANZÓN el contradictorio se invierte. La sola afirmación
contenida en la demanda y sustentada en el título que se adjunta es suficiente
para que el órgano jurisdiccional expida el mandato ejecutivo.
De lo hasta aquí expuesto, los títulos ejecutivos deben contener como
requisito indispensable, una obligación cierta o veraz, expresa es decir
indubitable y exigible, por lo que, si está sujeta a plazo debe encontrarse
vencido y si la obligación está sujeta a condición, ésta debe haberse cumplido.
Cuando se trata de un título que contiene una obligación de dar suma de
dinero, ésta debe ser, además, líquida o liquidable mediante una simple
operación aritmética.
Siendo así, el artículo 57 de la NLPT refiere cuáles son los títulos
ejecutivos que pueden tramitarse en un proceso de ejecución: las resoluciones
judiciales firmes, los laudos arbitrales firmes que resuelven conflictos jurídicos
de carácter laboral, las actas de conciliación judicial o extrajudicial, los
documentos privados que contengan una transacción extrajudicial, las
resoluciones administrativas firmes - emitidas por la Autoridad Administrativa
de Trabajo que reconocen obligaciones y las liquidaciones para cobranza de
aportes previsionales del Sistema Privado de Pensiones.
4.1. Las resoluciones judiciales firmes.
Se ejecutan exclusivamente ante el juez que conoció la demanda y
dentro del mismo expediente, es decir, si la demanda si hubiese iniciado ante
una Sala Laboral, es competente el Juez especializado de trabajo de turno,
siendo que en este caso ya no existe el turno, será competente el Juez
especializado de Trabajo, en forma aleatoria según su ingreso al Sistema
Integrado Judicial (SIJ).
Se trata entonces de aquellas decisiones judiciales autos y sentencias
emitidas y que tengan la condición de consentidas o ejecutoriadas, para
ARÉVALO VELA son aquellas que gozan de autoridad de cosa juzgada, es
decir que contiene una decisión inimpugnable, inmutable y coercible, no siendo
ejecutables en esta vía agrega el citado autor, las resoluciones judiciales
expedidas en procesos referidos a otras materias.
Siendo que dichas resoluciones deben establecer una condena, es decir,
aquellas en la que se tenga que cumplir una obligación de dar, de hacer o de
no hacer.
4.2. Las actas de conciliación judicial.
Son aquellos acuerdos totales o parciales a los que arribaron las partes,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 30 de la NLPT, teniendo las
mismas la autoridad de cosa juzgada y que se ejecutan exclusivamente
también ante el juez que conoció la demanda y dentro del mismo expediente.
De igual manera, que en el caso anterior si la demanda se hubiese iniciado
ante una Sala Laboral, sería competente el Juez Especializado de Trabajo, en
forma aleatoria en la medida que ya no existe el turno, como forma de
determinar la competencia.
4.3. Los laudos arbitrales firmes que, haciendo las veces de sentencia,
resuelven un conflicto jurídico de naturaleza laboral.
En palabras de ARÉVALO VELA, el laudo puede definirse como decisión
final que emiten los árbitros dentro de un proceso arbitral condenando a una de
las partes a cumplir una obligación de dar, hacer o no hacer.
Sin embargo, debemos estar frente un laudo arbitral firme, por el cual se
haya resuelto un conflicto jurídico y no aquellos que resuelvan conflictos
económicos de naturaleza laboral, el que va ser tramitado conforme a la norma
general de arbitraje, prevista en el Decreto Legislativo N° 1071, en los que no
se haya otorgado facultades de ejecución a los árbitros, según inciso 1) del
artículo 67 del referido Decreto Legislativo, pudiéndose tratar de laudos
arbitrales firmes emitidos en derecho o en equidad.
Por su parte, entre otro supuestos cuando estamos frente a una
controversia jurídica entre el empleador y el trabajador, ambos acuerden firmar
un convenio arbitral y la remuneración mensual del trabajador supere las
setenta (70) unidades de referencia procesal, el laudo arbitral que se emita,
una vez firme, constituirá un título ejecutivo.
4.4. Las resoluciones de la autoridad administrativa de trabajo firmes que
reconocen obligaciones.
Se refiere a resoluciones firmes, es decir, aquellas contra las cuales ya
no cabe interponer recurso impugnatorio alguno en la vía administrativa, las
que se constituirán en títulos ejecutivos.
Estas resoluciones pueden ser emitidas por el Ministerio de Trabajo y
Promoción del Empleo o por la Superintendencia Nacional de Fiscalización
Laboral – SUNAFIL, a través de las cuales se reconocen obligaciones.
ELIAS MANTERO señala que las resoluciones administrativas por su
propia naturaleza pueden ser cuestionadas en la vía judicial a través del
proceso contencioso administrativo, siendo el requisito esencial de procedencia
la interposición de la demanda dentro del término de tres meses señalados en
el artículo 17 de la Ley N° 27584, (Ley que Regula el Proceso Contencioso
Administrativo). La interposición de la demanda no determina de por si la
interrupción de la ejecución, en cuyo caso se requeriría una medida cautelar,
no necesariamente fácil de obtener en razón de que los pronunciamientos de la
autoridad están premunidos de una presunción de legalidad, lo que hace difícil,
aunque no imposible, cumplir con el requisito de la apariencia del buen derecho
o verosimilitud dela obligación.
4.5. El documento privado que contenga una transacción extrajudicial; en
donde se hayan abordado asuntos laborales.
Son títulos ejecutivos en este caso las transacciones extrajudiciales,
cuando las mismas aborden asuntos laborales, no debe tratarse de aquellos
casos en los cuales ya existe un proceso judicial, sino previas al mismo y que
contengan concesiones recíprocas y no equivalentes.
En estos casos el Juez al calificar el título ejecutivo deberá observar
especial cuidado, es decir, verificar de lo expuesto en los documentos y en su
caso requerir a la parte, que señale si existe algún tercero que pueda afectarse
con lo acordado en la transacción extrajudicial, por cuanto, muchas veces
mediante estos documentos, se quiere generar supuestas obligaciones para
otorgarles un derecho preferencial y/o generar un derecho persecutorio y burlar
de esa forma el cobro de acreedores reales y no ficticios; así como, deberá
apreciarse al calificar el título ejecutivo, que el trabajador en la transacción no
este renunciando a derechos laborales.
4.6. El acta de conciliación extrajudicial, privada o administrativa.
La conciliación extrajudicial es el acuerdo de las partes para poner fin
una controversia evitando que la misma llegue a la vía judicial.
Sobre la conciliación extrajudicial privada, esta posibilidad se encuentra
prevista en el artículo 7 de la Ley N° 26872 – Ley de Conciliación, que
establece que la conciliación en materia laboral se llevará a cabo respetando el
carácter irrenunciable de los derechos del trabajador reconocidos por la
Constitución Política del Perú y la Ley. Se indica además que la misma será
atendida por los Centros de Conciliación Gratuitos del Ministerio de Justicia,
Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo y por los Centros de Conciliación
privados para lo cual deberán de contar con conciliadores acreditados en esta
materia por el Ministerio de Justicia. En la audiencia de conciliación en materia
laboral las partes podrán contar con un abogado de su elección o, en su
defecto, deberá de estar presente al inicio de la audiencia el abogado
verificador de la legalidad de los acuerdos.
Por su parte, la Cuarta Disposición Final de la Ley de Conciliación, Ley
N° 26872 señaló que la Conciliación Administrativa a que se refiere el Capítulo
III del Título III del Decreto Legislativo N° 910, Ley General de Inspección del
Trabajo y Defensa del Trabajador, mantiene su plena vigencia.
En ese sentido, el artículo 27 del citado Decreto Legislativo señala que el
área de Conciliación Administrativa, está destinada a promover el acuerdo
entre empleadores y trabajadores o ex trabajadores a fin de encontrar una
solución autónoma a los conflictos que surjan en la relación laboral. La
asistencia del trabajador y del empleador a la Audiencia de Conciliación es de
carácter obligatorio. La Audiencia de Conciliación puede ser solicitada por el
trabajador, ex trabajador, la organización sindical, por el empleador o por
ambas partes. Para la realización de la Audiencia de Conciliación debe
notificarse a ambas partes, con una anticipación no menor de diez (10) días
hábiles.
Siendo que por su parte, señala el artículo 28 el plazo de caducidad en
materia laboral, se suspende a partir de la fecha en que cualquiera de las
partes presenta la solicitud de Audiencia de Conciliación y hasta la fecha en
que concluya el procedimiento.
Las partes, indica el artículo 29 pueden intervenir en la conciliación a
través de sus representantes o apoderados. La designación puede constar en
una carta simple, con la facultad expresa para conciliar, acompañada de la
copia del poder del otorgante.
Si el empleador o el trabajador no asisten a la conciliación por
incapacidad física, caso fortuito o fuerza mayor, deben acreditar por escrito su
inasistencia, dentro del segundo día hábil posterior a la fecha señalada para la
misma. Admitida la justificación se notifica oportunamente a las partes para una
segunda y última diligencia. La notificación en este caso se efectúa con una
anticipación no menor de veinticuatro (24) horas. Si en el plazo señalado en el
primer párrafo del presente artículo, el empleador no presenta la justificación
pertinente o ésta es desestimada, se aplica una multa de hasta una (1) Unidad
Impositiva Tributaria vigente, según los criterios que establece el Reglamento.
Contra la resolución por la que impone la multa, el empleador, dentro del tercer
día hábil de su notificación, puede interponer Recurso de Apelación, el que es
resuelto en el término de diez (10) días hábiles de su presentación, agotándose
la vía administrativa.
Finalmente, en la conciliación sólo se levanta acta cuando las partes
lleguen a un acuerdo total o parcial del tema controvertido, en caso contrario
únicamente se expide una constancia de asistencia. Dicho acuerdo debe
quedar reflejado en el acta de conciliación que debe contener una obligación
cierta, expresa y exigible la que constituye título ejecutivo y tiene mérito de
instrumento público.
4.7. La liquidación para cobranza de aportes previsionales del Sistema
Privado de Pensiones.
La NLPT viene siendo implementada en nuestro país y no dudo que con
éxito, sin embargo, la misma fue diseñada bajo el criterio de especialidad y bajo
el modelo del Despacho Judicial Corporativo, conforme a la Resolución
Administrativa N° 127-2012-CE-PJ de fecha 4 de julio del año 2012, dicho
modelo requiere de al menos un Juzgado de Paz Letrado y un Juzgado
Especializado de Trabajo para su funcionamiento.
Sin embargo, resulta ser que aproximadamente el noventa por ciento
(90%) de los expedientes que conocen los Juzgados de Paz Letrados, están
referidos a la cobranza de aportes previsionales del Sistema Privado de
Pensiones, situación que se ha visto acentuada con lo acordado en el Segundo
Pleno Jurisdiccional Supremo en Materia Laboral, que en el Quinto Tema del
mismo, en relación a la competencia de los Juzgado de Paz Letrados, se
precisó lo siguiente: “5.1. ¿Son competentes los juzgados de paz letrados para
conocer pretensiones no cuantificables? El pleno acordó por unanimidad: Los
juzgados de paz letrados no son competentes para conocer pretensiones no
cuantificables, pues de conformidad con el artículo 1 de la Ley N° 29497,
Nueva Ley Procesal del Trabajo, sólo son competentes para conocer
pretensiones cuantificables originadas en demandas de obligación de dar
sumas de dinero y títulos ejecutivos, cuyas cuantías no sean superiores a
cincuenta (50) Unidades de Referencia Procesal (URP). 5.2. ¿Son
competentes los juzgados de paz letrados para conocer pretensiones no
cuantificables acumuladas con una pretensión cuantificada que sí es de su
competencia por la cuantía? El pleno acordó por unanimidad: En la Nueva Ley
Procesal del Trabajo, los juzgados de paz letrados no son competentes para
conocer pretensiones no cuantificables acumuladas con una pretensión
cuantificada que si es de su competencia por la cuantía; pues éstos
únicamente pueden conocer las materias expresamente señaladas en el
artículo 1 de la Ley N° 29497”; en conclusión, los juzgados de paz letrados no
pueden conocer pretensiones no cuantificables, aún estas estén acumuladas
con pretensiones cuya cuantía no supere las cincuenta (50) Unidades de
Referencia Procesal, lo que casi convierte a los mismos en órganos
jurisdiccionales a exclusividad para conocer la cobranza de aportes
previsionales del Sistema Privado de Pensiones, significando que la mayoría
de las pretensiones sean conocidas por los Jueces de Trabajo, los que tienen
que afrontar una gran cantidad de procesos, atentando con ello el principio de
celeridad que inspira al nuevo proceso laboral, lo que hace necesario una
modificación legislativa al respecto, para que los Juzgados de Paz Letrados
asuman competencia frente a pretensiones no cuantificables acumulada a una
cuantificable no mayor a cincuenta (50) Unidades de Referencia Procesal, dado
que son órganos jurisdiccionales que han sido creados bajo el criterio de
especialidad en dicha materia.
5. TRAMITE DEL PROCESO DE EJECUCION LABORAL.
La Ley 29497 bajo análisis, esboza en el capítulo V de su Título II, al
Proceso de Ejecución como uno de los Procesos Laborales a utilizar por la
Jurisdicción especializada, sin embargo, en el desarrollo de su articulado no
regula en forma alguna la estructura que debe tener dicho proceso, como si lo
hace para los procesos ordinario, abreviado e impugnativo, señalando la
secuencia de los actos procesales que los configuran. Tampoco hace remisión
alguna a la norma procesal civil, como si lo hace en el Proceso Cautelar, de
modo que se produce un vacío que debe llenarse por ausencia normativa.
La primera Disposición Complementaria de la Ley permite la aplicación
supletoria de las normas del Código Procesal Civil en todo lo no previsto por
esta Ley, de modo que se debe entender que la estructura de este proceso es
la que fija el referido Código adjetivo modificado recientemente por el Decreto
Legislativo 1069, que unifica los tres procesos ejecutivos que concebía
inicialmente la norma, en uno solo, que es el Proceso de Ejecución, en la
misma forma que propusimos en un proyecto de ley que se glosa en nuestra
publicación citada anteriormente.
La idea de un proceso único calzaba adecuadamente con la materia
laboral, ya que diferenciar tres modalidades de títulos para tres procesos
distintos, era ocioso, había que aplicar el Principio de Concentración para llegar
a un Proceso Único que era el resumen de todo lo que puede hacerse en un
proceso de esta naturaleza. En esos términos, la Ley se refiere exclusivamente
a los Títulos Ejecutivos y ya no hace diferencias como la Ley 26636 los hacía,
con los títulos de ejecución.
En ese sentido, la secuencia de los actos procesales que tendría el
Proceso Ejecutivo, enlazando las disposiciones de la Ley Procesal de Trabajo
con las del Código Procesal Civil, sería la siguiente:
5.1. LA DEMANDA.
Es la pieza que da inicio al proceso. Debe cumplir todos los requisitos
formales y de fondo señalados en la Ley para esta expresión de la acción,
estableciendo la legitimidad procesal activa del demandante como titular de la
acreencia que se va a ejecutar y, determinando que el demandado es el que
aparece como deudor en el Titulo. Su planteamiento debe contemplar además
las características especiales que la Ley explica en el capítulo respectivo,
cuando restringe ciertas posibilidades:
a) Competencia por cuantía: La demanda debe presentarse según sea su
cuantía –si la pretensión es una obligación de dar suma de dinero- ante un
Juzgado de Paz Letrado, si no excede de 50 Unidades de Referencia Procesal
(URP) o, ante un Juzgado Especializado en lo Laboral, si sobrepasa dicha
cantidad, concordando con las reglas generales de competencia que se
señalan en los artículos 1º y 5º de la Ley, lo que quiere decir que se
determinara exclusivamente con los conceptos que correspondan a los
derechos materiales, sin considerar los intereses, las costas, los costos y todo
concepto que se devengue con posterioridad de la demanda.
b) Competencia por materia: Cuando los títulos de ejecución sean
resoluciones judiciales o actas de conciliación judicial, hay una jurisdicción
predeterminada que es la del propio Juzgado donde se tramito la demanda que
concluyo en una de esas formas. Esta regla consolida lo que vino
convirtiéndose en una costumbre que provenía de las anteriores regulaciones
procesales, como hemos señalado precedentemente, completándose la
disposición con el hecho que el proceso de ejecución no requiere la formación
de un cuaderno independiente, sino que debe tramitarse “dentro del mismo
expediente” como una etapa más del proceso.
c) Competencia por función: En los procesos que se inicien en las Salas
Superiores, como la Acción Popular o la Nulidad de Laudos, las sentencias que
recaigan sobre estos no se pueden ejecutar ante un órgano colegiado dedicado
a la revisión de procesos y no a la tramitación en primera instancia –que lo
hace por excepción- por lo que la Ley las ha exonerado de esta gestión y ha
determinado que la ejecución de sus resoluciones tenga que hacerlo un Juez
Especializado –de primera instancia- al que se le asigne la causa por orden de
turno, dado que estos tienen mayor flexibilidad y dedicación para el trámite de
estos procesos.
5.2 MANDATO DE EJECUCION
Definición.- El mandado de ejecución o mandato ejecutivo viene a ser una
resolución expedida por un Juez en el cual dispone el cumplimiento de una
determinada obligación contenida en un título de carácter ejecutivo (cursiva
nuestro).
6. MEDIDAS DE EJECUCION.
Son aquellas que se adoptan, como eje central del proceso, para
conminar al ejecutado al cumplimiento de sus obligaciones y hacerlas efectivas
de manera que un título de ejecución no sea un mero instrumento ilusorio que
nunca va a cumplirse, por lo que estas varían de acuerdo al tipo de obligación
que se ejecuta y, son las siguientes:
6.1 Ejecución Forzada, cuando es una obligación de dar suma de dinero, está
dirigida contra el patrimonio del deudor, consistente en bienes inmuebles,
muebles, vehículos, naves, cuentas bancarias, rentas, negocios, acciones y
todo aquello sujeto a propiedad por parte de este, que pueden afectarse con
gravámenes que terminan con la realización de los bienes, esto es el remate,
venta o retención que permitan su licuación en dinero, para satisfacer la deuda
cobrada. Esta medida se adopta a iniciativa del ejecutante cuando señala los
bienes que pueden ser afectados, pero si este acreedor desconoce la
existencia de bienes de propiedad del deudor, podrá pedir al Juez que lo
requiera en un término perentorio para que señale los bienes libres que posea
o, por lo menos, bienes parcialmente gravados cuyo saldo de cobertura resulte
cuantitativamente suficiente para igualar el valor de la ejecución. En caso en
que el ejecutado no cumpla con este mandato, se puede declarar su
insolvencia y por lo tanto, su disolución y liquidación si se trata de una persona
jurídica.
6.2 Multa, tratándose de obligaciones de hacer o no hacer que motiven un
incumplimiento injustificado, el Juez puede imponer una sanción económica al
ejecutado, que sirva para amedrentarlo, cuyo monto no está regulado por la
Ley, por lo que habrá que remitirse a la Ley Orgánica del Poder Judicial que en
su artículo 9º establece esa facultad de imponer multas y, el Código Procesal
Civil en su artículo 110 señala los parámetros para ellas: “no menor de cinco ni
mayor de 20 Unidades de Referencia Procesal” –que en los años 2010 y
2011 representan de S/. 1,800.00 a 7,200.00- y, si se mantiene en estado de
incumplimiento, la Ley permite aplicarle nuevas multas sucesivas, acumulativas
y crecientes en 30% hasta que cumpla el mandato, lo que no dice es si esas
sanciones son indefinidas o tienen un plazo o un numero sucesivo máximo,
porque podría imponérsele 30, 50 o 100 multas, cada 15 días y permanecer
inalterable el ánimo del sujeto obligado, lo cual sería una burla para la
Administración de Justicia, entonces creo que el criterio de razonabilidad del
Juez debe establecer un máximo de 3 multas sucesivas con un incremento del
60% y en caso negativo, pasar a la siguiente medida.
6.3 Denuncia penal, cuando las multas sucesivas, acumulativas y crecientes
no surtan ningún efecto, significa que el obligado está incurriendo en un abierto
desacato frente a la Autoridad Judicial, al negarse a cumplir el mandato
ejecutivo y, además al pago de las sanciones económicas que se le imponen,
aunque puede darse el caso que el deudor si acepte pagar las multas a cambio
de mostrar su reticencia al cumplimiento de la obligación principal, frente a lo
cual solo cabe concluir que dicha actitud no justificaría de ninguna
manera su negativa al mandato principal, por lo que pague o no las multas
impuestas, el desacato se produce y la Ley autoriza que se proceda a
denunciar penalmente al infractor, ante la Fiscalía correspondiente. Se ha
tipificado expresamente el delito en que se incurre, que es el de desobediencia
o resistencia a la autoridad que está sancionado en el artículo
368 del Código Penal con una pena privativa de la libertad no mayor de dos
años, calificando la conducta del que “desobedece o resiste la orden impartida
por un funcionario público en el ejercicio de sus atribuciones”
Anteriormente, la Legislación dictada sobre estos temas consideraba
que el delito que se ajustaba más a la conducta del empleador que incumplía
un mandato judicial, era el de Violación denla libertad de trabajo que se
encuentra previsto hasta la fecha en el artículo
168 del citado Código Penal en su párrafo final que dice: “La misma pena se
aplicara al que incumple las resoluciones consentidas o ejecutoriadas dictadas
por la autoridad competente…” cuyo tipo se ajusta más específicamente a la
conducta de los protagonistas de la relación laboral que está en juego, sin
embargo la pena es la misma que el anterior delito, 2 años.
DEMANDA. (Ejecución de resolución El Juez competente califica la
judicial firme) demanda, asi también el título
ejecutivo. Admitido estos, el
juez dicta el mandato de
ejecución.