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Producción de textos- Cátedra B 2016

Universidad Nacional de La Plata


Facultad de Bellas Artes
Taller de Producción de Textos – Cátedra B

CUADERNILLO DE TEXTOS
Unidad 1

La siguiente selección de textos corresponde a las lecturas que se abordarán en las


instancias teóricas y prácticas de la primera Unidad de la materia durante el curso 2016.
Está orientado a simplificar organizativamente el acceso a los materiales necesarios para
la cursada: no constituye la totalidad de lecturas consignadas como bibliografía en
el Programa general de la materia. Los textos se organizan con un criterio alfabético
que no indica el orden en el que se abordarán las lecturas en el aula.

Alvarado, Maite. Paratexto. (Selección p.p 13-20 y 27-79) Buenos Aires, Editorial Eudeba,
2006………………………………………………………………………………………………..2

AA.VV “¿Qué es un texto?”. Apunte de cátedra, Producción de textos B, 2012……...….7

Arnoux, Elvira. “La Polifonía” en Romero Daniel (Comp.) Elementos básicos para el
análisis del discurso. Buenos Aires, Libros del Riel, 1997…………………………………...16

Galeano, Eduardo. “La función del lector/I”, en El libro de los abrazos, Siglo XXI,
España, 1993…………………………………………………………………………………….. 30

Galeano, Eduardo. “Ventana sobre la palabra”, en Las palabras andantes, Siglo XXI,
España, 1998……………………………………………………………………………………. 30

Klein, Irene. “Prólogo”, en El taller del escritor universitario. Buenos Aires, Prometeo
Libros, 2007………………………………………………………………………………………. 31

“La situación enunciativa”, Apunte de Cátedra, Producción de textos B, FBA, UNLP,


2012……………………………………………………………………………………………… 34

“La palabra: su dimensión estética”. Apunte de Cátedra, Producción de textos, FBA,


UNLP, 2013…………………………………………………………………………………….. 37

Salinas, Pedro. “El hombre se posee en la medida que posee su lengua”, en El


Defensor. Alianza, Madrid, 1967………………………………………………………………. 40

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Producción de textos- Cátedra B 2016

PARATEXTO
Maite Alvarado

Naturaleza del paratexto

1. La forma del paratexto

Lo que llamamos texto es, en primera instancia, una superficie escrita en la que, a
simple vista, se distinguen zonas o bloques diferenciados. Los títulos se destacan por su ubicación,
por la distancia que los separa del resto del texto y por otras marcas gráficas, como tipo de letra
distinto o subrayado. La disposición en párrafos, que pueden estar separados por un interlineado
más amplio o empezar con sangría, es otra de las primeras informaciones que el lector obtiene,
antes incluso de emprender la lectura propiamente dicha, junto con lo escrito en los márgenes, las
notas o anotaciones que no pertenecen al texto sino que son agregados o aclaraciones hechas en
un momento posterior. A estos primeros datos, presentes en casi todos los textos, impresos o
manuscritos, pueden sumarse variaciones de tipo y cuerpo de letra, asteriscos o números insertados
sobre o al nivel de la línea, comillas, paréntesis, guiones, signos todos que son captados por
contraste con la grafía dominante. Algunos de ellos son signos de puntuación, es decir, forman parte
del código escrito en su dimensión ideográfica. Los signos de puntuación, en su conjunto, integran
un sistema de señalización del texto escrito cuya finalidad principal es organizar la información que
este aporta, jerarquizar las ideas e indicar la distancia o el grado de compromiso que tiene el que
escribe con las palabras que usa. Los signos de puntuación, por lo mismo, son parte del texto; sin
ellos, este sería una masa indiscriminada de palabras casi imposible de descifrar; es decir, no sería
texto.
Pero no todos los signos que se relevan en este “barrido” inicial, previo a la lectura,
pertenecen al texto del mismo modo que la puntuación. Las variaciones tipográficas y de
diagramación o disposición de texto y gráfica (cuadros, gráficos, ilustraciones, etc.) en la página, son
cuestiones morfológicas, que hacen a la forma en que el texto se presenta a la vista. Un mismo
texto puede asumir “formas” (diseños) distintos, sin que el contenido del mismo se modifique
sustancialmente. Estos aspectos morfológicos constituyen un “plus” que se agrega al texto para
facilitar la lectura o para favorecer un tipo de lectura que interesa al autor propiciar. Se trata,
entonces, de elementos paratextuales, auxiliares para la comprensión del texto.

2. Un aparato de recepción

Del mismo modo, son paratextuales los textos subsidiarios, como notas, referencias
bibliográficas, índices, epígrafes...
“Antes de ser un texto, el libro es, para el lector, una cubierta, un título, una puesta en
página, una división en párrafos y en capítulos, una sucesión de subtítulos eventualmente
jerarquizados, una tabla de materias, un índice, etc., y, desde luego, un conjunto de letras
separadas por blancos. En síntesis, un libro es ante todo un proceso multiforme de espacialización
del mensaje que se propone a la actividad de sus lectores.” (Hébrard, 1983:70)
Si bien el paratexto no es privativo del material impreso, es allí donde se manifiesta en
todo su esplendor. Por una parte, porque a mayor tecnología se multiplican los recursos destinados
a facilitar la lectura. Por otra, porque los textos impresos, por lo general, van destinados a un
receptor plural -a un público lector- y a un mercado. La mayoría de los textos impresos -no todos,
desde luego- son, además, mercancías, y, para competir en el mercado específico, requieren de un
aparato paratextual cada vez más sofisticado. Proliferan, entonces, en el caso de los libros, fundas,
bandas, tapas de colores llamativos, destinadas a captar la atención del lector con un mensaje corto

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y directo, que se añade al más clásico de solapas y contratapas. Los medios de prensa, por su
parte, compiten en el diseño de sus tapas y en la ingeniosidad de sus titulares y copetes que
anticipan el contenido de las notas.
Rito de iniciación del texto que ingresa a la vida pública, el paratexto se define como un
aparato montado en función de la recepción (Genette, 1987). Umbral del texto, primer contacto del
lector con el material impreso, el paratexto es un instructivo, una guía de lectura. En este sentido,
los géneros escritos1 cuentan entre sus marcas aspectos paratextuales que permiten anticipar, en
cierta medida, el carácter de la información y la modalidad que esta asumirá en el texto. Esto es
particularmente evidente en el caso de la prensa, donde la sola presencia de un recuadro rodeando
un texto firmado indica que se trata de una opinión sobre los sucesos referidos en la página; pero
también los géneros literarios, científicos o de divulgación ofrecen al lector, desde su formato,
elementos de reconocimiento y la oportunidad de formular primeras hipótesis sobre el contenido del
texto, que la lectura, a posteriori, confirmará o refutará. Una ojeada rápida a una mesa de librería,
sin ir más lejos, permite discriminar, a partir del diseño de tapa, literatura, ciencia, ensayo, libros
técnicos, de auto-ayuda, etc.

3. Los márgenes del texto

Gérard Genette define el paratexto como lo que hace que el texto se transforme en
libro y se proponga como tal a sus lectores y al público en general (Genette, 1987). Además de los
elementos verbales (prefacios, epígrafes, notas, etc.), Genette incluye manifestaciones icónicas
(ilustraciones), materiales (tipografía, diseño) y puramente factuales (hechos que pesan sobre la
recepción, información que circula por distintos medios acerca de un autor, por ejemplo. Es el caso
del físico Stephen Hawkins, cuya Historia del tiempo fue best-seller en 1991, en parte debido a la
coincidencia, en la persona del autor, de una extraordinaria capacidad intelectual y una notoria
discapacidad física).
Etimológicamente, “paratexto” sería lo que rodea o acompaña al texto (para = junto a,
al lado de), aunque no sea evidente cuál es la frontera que separa texto de entorno. El texto puede
ser pensado como objeto de la lectura, a la que preexiste, o como producto de ella: se lee un texto
ya escrito o se construye el texto al leer. Pero ya se considere que el texto existe para ser leído o
porque es leído, la lectura es su razón de ser, y el paratexto contribuye a concretarla. Dispositivo
pragmático, que, por una parte, predispone -o condiciona- para la lectura y, por otra, acompaña en
el trayecto, cooperando con el lector en su trabajo de construcción -o reconstrucción- del sentido.
Desde una perspectiva pragmática, se podría decir que es el objetivo de la lectura el
que decide el recorte y, por lo tanto, define el carácter paratextual o textual de algunos elementos.
Un prólogo puede perder su carácter de tal al ser desvinculado del corpus que prologa y analizado
en sí mismo como texto. Pero ese cambio de perspectiva implica su exclusión del paratexto. Lo que
relativiza la definición puramente pragmática y obliga a indagar en lo discursivo si hay rasgos
distintivos que diferencien texto de paratexto.
El propio Genette se encarga de precisar que el paratexto es, básicamente, “un
discurso auxiliar, al servicio del texto, que es su razón de ser” (Genette, 1987:16). En esta misma
línea, Daniel Jacobi lo define como el “conjunto de elementos del cotexto a los que el propio texto

1
Los géneros discursivos, para Mijaíl Bajtín, son tipos relativamente estables de enunciados que comparten
características temáticas, estilísticas y de estructura. Las distintas esferas de la actividad se organizan
alrededor de géneros discursivos más o menos específicos. Ver Mijaíl Bajtín, “El problema de los géneros
discursivos”, en Bajtín, M., Estética de la creación verbal, México, Siglo XXI, 1982.

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puede remitir por un sistema de referencias señalizadas como “ver fig.” o “Cf.” ”2. Claro que
escritores como Rodolfo Walsh, en su cuento “Nota al pie", y Vladimir Nabokov, en Pálido fuego3,
han cuestionado la extraterritorialidad de lo paratextual y su carácter subsidiario, trasladando a las
notas el cuerpo central del texto. Pero la literatura, es sabido, gusta de la transgresión.
Lindando con el texto por los márgenes o fundiéndose con él para darle forma,
recurriendo al lenguaje de la imagen o privilegiando el código lingüístico, el paratexto pone su
naturaleza polimorfa a disposición del texto y de su recepción.

Antes de emprender una lectura minuciosa del parágrafo 4, haga una lectura por
barrido (recorra la superficie del texto recogiendo la información que salte a la vista). ¿Cuál es el
tema del parágrafo 4? ¿Qué sé dice, a grandes rasgos, sobre ese tema?

4. Paratexto y comunicación escrita

La categoría de “paratexto” es propia del mundo gráfico, ya que descansa sobre la


espacialidad y el carácter perdurable de la escritura4.
Al pasar de un borrador a un texto para ser leído por otro, se ponen en funcionamiento
una serie de operaciones destinadas a darle legibilidad a ese escrito. En buena medida, esas
operaciones están orientadas a asegurar la coherencia textual5: a separar lo que no debe estar junto
y unir lo que sí, a indicar cambios de tema, a resaltar los conceptos más importantes, a completar la
información que brinda el texto sin interrumpir su continuidad. Estas operaciones paratextuales
implican una, vuelta sobre el texto, que la naturaleza del código escrito hace posible.

4. 1. El estatuto de la escritura.

Para Ferdinand de Saussure, la escritura era un código segundo, cuya función no era
otra que reproducir el habla (Saussure, 1965:72). Cuando define el signo lingüístico, unidad mínima
del código, Saussure describe el significante como la huella psíquica del sonido, la imagen acústica
que acompaña al significado6. De esta manera, los sonidos se incorporan al código como forma (“La

2
Se trata de una nota al pie en la que Daniel Jacobi hace referencia a Martins-Balbar. Está en Daniel Jacobi,
“Figures et figurabilité de la science dans des revues de vulgarisation”, Langages Nro 75 (Lettres et icone),
setiembre 1984, p.25.

3
El cuento de R. Walsh está estructurado en dos niveles: texto principal y nota al pie; esta última se continúa
de página a página y va ocupando cada vez más lugar, hasta desplazar al supuesto texto principal. En el
caso de la novela de Nabokov, en cambio, se trata de notas a un poema en las que el editor ficticio va
construyendo una historia.

4
La cultura electrónica sustituye la noción de texto por la de “hipertexto”: en el hipertexto no existe adentro ni
afuera, principal ni accesorio, ya que se borran las fronteras que separan el centro de la periferia. “(...) El
diseño del hipertexto permite al lector agregar o borrar fragmentos y definir como creación propia el tipo de red
articulatoria que configurará la lectura a efectuar (...)” (Saccomano, 1993: 57-58).

5
La coherencia, para algunos autores, es una propiedad de los textos, cuyas proposiciones se organizan en
torno a un tema común o macroestructura. Para otros autores, en cambio, es una construcción del lector, que
asigna significado a la información que brinda el texto.

6
Saussure define el signo lingüístico como una entidad de dos caras: significado o concepto y significante o
imagen acústica.

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lengua es forma pura”). A la escritura, por lo tanto, no le queda otro destino que la transcripción de
esos sonidos. Pero ¿es justo ese destino de mero registro?

4. 1. 1. La escritura objetiva el mensaje.

Es evidente que el habla materializa el pensamiento de manera distinta de la escritura,


ya que ésta, por su carácter de marca, permanece más allá de su propia enunciación. La escritura
marca un espacio, deja una huella, un dibujo que se separa del que enuncia y constituye un objeto
distinto. Esta objetivación es ajena al habla: la voz es prolongación del cuerpo y las palabras
pronunciadas, como dice el poeta, “son aire y van al aire". Ese objeto inscripto en una superficie se
puede recorrer en distintas direcciones, tachar, borrar, corregir, e incluso destruir: el sujeto ejerce un
control sobre lo escrito que no es posible sobre lo oral. Refranes como “el pez por la boca muere”
son versiones populares de esta constatación. Como afirma Roland Barthes, el habla sólo puede
corregirse agregando más habla7. Por oposición, la sujeción de la escritura la vuelve más dócil, más
cautelosa, menos apta a los arrebatos y a las desprolijidades (difícilmente haya en la escritura lugar
para el lapsus ni para la espontaneidad que suele generar el contacto interpersonal en la
comunicación oral).

4.1.2. La recepción del mensaje escrito es diferida.

El habla se completa con los datos de la situación de enunciación, que llena los
sobreentendidos: el hecho de que emisor y receptor compartan un mismo escenario y el tiempo de
la enunciación, autoriza a valerse de índices lingüísticos como los demostrativos, que señalan al
contexto, así como de gestos y ademanes que, sumados a la entonación y a las pausas, completan
el sentido de las palabras. En el enunciado escrito, en cambio, el valor semántico de los términos
dependerá más del entorno verbal que del contexto. Esta mayor independencia se explica porque la
comunicación escrita es diferida, recepción y emisión no son simultáneas sino que media tiempo
entre ellas, lo que vuelve indispensable el llenado de los sobreentendidos a fin de reducir la
ambigüedad, dado que tampoco existe el feed-back que en la comunicación oral funciona como
reaseguro de que el mensaje ha sido correctamente decodificado.

4.1.3. La escritura es espacial.

Por último, la escritura se despliega en el espacio bidimensional de la página,


permitiendo la lectura cruzada, y también la disección, el análisis, operaciones impensables en el
habla. La diagramación, así como la disposición en cuadros, gráficos y tablas sólo son posibles en
la escritura, que a la ocupación y marcación del espacio suma la permanencia estructurada. Si la
tecnología ha posibilitado la permanencia del habla, desplazando a la escritura de muchas zonas
que tradicionalmente ocupaba, se trata de una permanencia lineal, el habla sólo puede recorrerse
en un sentido, en una sucesión, y es imposible el manejo cuasi-simultáneo del mensaje a los fines
del análisis. La linealidad gráfica es doble, tanto horizontal como vertical, lo que posibilita la
clasificación y estructuración de la información. No casualmente se llama “texto” (tejido) al
enunciado escrito. A la red de la escritura, la lectura le superpone otras, porque también leer es
desplegar redes, esta vez sobre lo ya escrito. Estas redes de la lectura suelen dejar sus huellas en

7
“El habla es irreversible, así es: no se puede retomar una palabra salvo aclarando con precisión que se la
retoma. Aquí, borrar significa añadir; si quiero borrar aquello que acabo de enunciar, no puedo hacerlo sino
mostrando la goma (debo decir “o más bien”, “me expresé mal”)...”dice Roland Barthes en “Escritores,
intelectuales, profesores”, en: Roland Barthes, El proceso de la escritura, Buenos Aires, Ediciones Caldén,
1974, pp.11-12.

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el texto: subrayados, flechas, cruces, notas, signos diversos salpicando los márgenes u ocupando el
interlineado. De esta forma se señaliza el texto, escribiéndolo, como una forma de apropiación8 .

4.2. Posibilidad y necesidad del paratexto

Los elementos que integran el paratexto dependen del carácter espacial y autónomo
de la escritura: bibliografías, índices, serían impensables en forma oral; así como la objetivación del
mensaje, la distancia que supone la escritura, hace posibles notas y prólogos, en los que el propio
autor analiza, critica, amplía o sintetiza su discurso. Además, los elementos del paratexto cumplen,
en buena medida, una función de refuerzo, que tiende a compensar la ausencia del contexto
compartido por emisor y receptor. Es el caso de muchas ilustraciones, y en particular de la gráfica
(representación visual de la información en la superficie de la página).
La comunicación escrita exige la puesta en funcionamiento de un dispositivo que
asegure o refuerce la interpretación del texto que el autor quiere privilegiar. Ese dispositivo actúa, en
buena parte, sobre el componente gráfico del texto, sobre su carácter espacial, reforzando
visualmente el sentido, o bien superponiéndole un segundo mensaje, de naturaleza instruccional:
lea A antes que B, lea C con más atención que B, lea X junto con Y. El texto escrito -impreso o
manuscrito- busca evitar, por los medios a su alcance, los efectos del diferimiento de la
comunicación.
Pero no es esta, desde luego, la única función del paratexto.

5. Paratexto y texto impreso

5.1. Soportes móviles de la escritura

Según Marshall McLuhan, “el libro Impreso creó el mundo moderno, ya que prolongó la
voz y la mente del hombre y puso fin, psíquica y socialmente, al parroquialismo y al tribalismo en el
espacio y en el tiempo” (McLuhan, 1985).
Un libro es básicamente un formato, una disposición de palabras sobre papel, con una
tipografía determinada. La propia palabra “libro”, en distintas lenguas, designa al soporte:

“(... )Biblos, en griego, es la fibra interior de ciertas plantas, principalmente el papiro;


liber, en latín, es la capa fibrosa situada debajo de la corteza de los árboles; book, en inglés, y
Buch, en alemán, tienen la misma raíz indoeuropea que bois en francés; kniga, en ruso, procede
probablemente, por conducto del turco y del mongol, del chino king, que designa el libro clásico,
pero que en un principio significaba la trama de la seda(...)” (Escarpit, 1968:16).

Si la invención de la escritura significó, para la palabra, la conquista del tiempo, la


invención del libro lo fue del espacio, ya que confirió movilidad al escrito, primero bajo la forma de
volumen (rollo de hojas de papiro), luego de codex (folios de pergamino cosidos), hasta asumir, con
la llegada del papel a mediados del siglo XIII, una forma más cercana a lo que actualmente
conocemos.
Pero desde los primeros tiempos, el libro estuvo destinado a la venta. En las librerías
de Atenas y de Roma, se vendían ejemplares copiados a mano por bibliógrafos o copistas. La copia
a mano, ya fuera en los talleres (verdadero antecedente de las editoriales), ya, durante la Edad
Media, en los monasterios, se extendió hasta el siglo XIV, cuando el acceso a la lectura de nuevos

8
No es otra la función de la firma, atribución de un discurso a un sujeto con carácter probatorio.

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Producción de textos- Cátedra B 2016

sectores de la sociedad implicó un aumento en la demanda de libros que la antigua técnica no podía
satisfacer, condiciones que hicieron posible el salto tecnológico hacia la imprenta.
A su vez, la enorme demanda de lectura por parte de una clase para la que no estaba
pensado el libro fue una de las causas del desarrollo de los diarios. Evidentemente, el universo del
texto impreso no se agota en el libro: desde antiguo, bandos y proclamas, hojas volantes (literatura
de buhoneros), literatura “de cordel” (folletines), circulan, por distintos canales, más masivamente
que el libro. Este es el destino de los periódicos, que irán capturando paulatinamente las apetencias
lectoras de un público más extendido cada vez, independientemente de los vaivenes de la industria
del libro.

Instituto de Lingüística
Facultad de Filosofía y Letras
Cátedra de Semiología y Oficina de Publicaciones
Ciclo Básico Común - Universidad de Buenos Aires

UNLP – FBA
Taller de Producción de Textos – Cátedra B
Apunte de Cátedra: ¿Qué es un texto?

“Llamamos texto a la unidad de carácter lingüístico formada por un conjunto de


enunciados con una estructura interna. Es el resultado de una actividad verbal, en la cualn
el emisor actúa con una intención comunicativa, y en un contexto determinado. Cuando
tenemos que analizar un texto, identificamos los diferentes elementos lingüísticos que
hacen dotar de coherencia a esa estructura interna”.

En: Los Conectores y Operadores de Refuerzo Argumentativo, elementos que dan


fuerza al discurso oral formal: el Debate. Álvaro Antonio Escobar Soriano

“El texto es una unidad lingüística formada por un conjunto de enunciados que tienen una
intención comunicativa y que están internamente estructurados. Dicho de otro modo, un
texto es un conjunto de enunciados internamente estructurado, producido por un emisor
que actúa movido por una intención comunicativa en un determinado contexto.

Para que un conjunto de enunciados pueda ser considerado como un texto es necesario
una serie de relaciones semánticas y gramaticales entre sus elementos de manera que el
destinatario pueda interpretarlo como una unidad”.

Tomado de: http://www.buenastareas.com/ensayos/Propiedades-Del-Texto/1066602.html

“Un texto es una composición de signos codificado en un sistema de escritura (como un


alfabeto) que forma una unidad de sentido. Su tamaño puede ser variable.

En otras palabras un texto es un entramado de signos con una intención comunicativa


que adquiere sentido en determinado contexto.

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También es un conjunto de oraciones agrupadas en párrafos que habla de un tema


determinado”.

Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Texto

Como puede apreciarse en las definiciones dadas previamente, se considera texto


a la unidad de sentido formada por un conjunto de enunciados, con determinada intención
en un contexto particular. Sin embargo, quisiéramos poder ahondar en la
conceptualización del mismo.

La palabra texto deriva del verbo latino tejer (texere, textui, textum). Entonces,
podemos pensar el concepto de texto a partir de su etimología. Si texto deriva del verbo
tejer, una imagen posible es la de imaginar un texto como un tejido en el cual los hilos,
los nudos, las costuras, no están formados por lana o algodón sino por palabras,
oraciones, signos de puntuación, párrafos. Es decir, un texto es un tejido formado por
oraciones que se entrelazan, se cruzan, se anudan entre sí y hacen referencia a
personas, situaciones, acontecimientos, u objetos del mundo real o de mundos
imaginarios. Estas oraciones no están dispuestas en la página de cualquier manera sino
que el enunciador del texto ata y conecta los enunciados según su intención. La
intención del enunciador es la que determina el dibujo del tejido, es decir el formato y
la estructura del texto. Por ejemplo, si comparamos el formato de un cuento con el
formato de cualquier publicidad (o también el de una carta y un graffiti), enseguida nos
daremos cuenta de que el formato del texto varía según los fines que se persiga. En
cambio, si confrontamos un texto científico con una novela, no notaremos ninguna
diferencia desde el punto de vista del formato; sin embargo, la divergencia entre ellos
reside en la estructura interna del texto. Para notar el formato no es necesario leer el
texto, pero para distinguir estructuras sí, porque éstas siempre son internas.

Si bien hemos presentado un modo de concebir qué es un texto, no podemos dejar


de notar los elementos o particularidades que lo componen y lo definen como tal.Al
esquema que presentamos a continuación se le pueden agregar otros componentes, sólo
presentamos lo primordial que contiene todo texto:

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HUELLAS: DEIXIS (PRONOMBRES PERSONALES, TIENE UNA INTENCIÓN,


ÍNDICES TEMPORALES Y ESPACIALES) QUE ES LA QUE
PREDOMINA EN EL
POLIFONÍA TEXTO:

COMPETENCIAS PUESTAS EN NARRAR


JUEGO: LINGÜISTICA,
PARALINGUISTICA, PERSUADIR
IDEOLOGICA, CULTURAL,
TEXTUAL. DESCRIBIR

ADECUACION DISCURSIVA DIALOGAR

- ¿A QUIÉN ESTÁ AUTOR ≠ EXPRESAR


DIRIGIDO? ENUNCIADOR EXPLICAR
ENUNCIATARIO
SECUENCIAS:

ELECCIÓN DEL NARRATIVA


REGISTRO DE
LENGUA: ARGUMENTATIVA

FORMAL DESCRIPTIVA

INFORMAL
EL TEXTO ¿DIALOGAL
DÓNDE SE
ENCUENTRA EL
EXPLICATIVA
TEXTO? EN UN
PROGRESIÓN
TEMÁTICA:
(CORRECTA SOPORTE TEXTUAL:
DISTRIBUCIÓN DE DIARIOS, REVISTAS,
LA INFORMACIÓN) DICCIONARIOS,
ES UNA UNIDAD DE
LIBROS DE FICCIÓN,
SENTIDO, NO ES UNA
E-BOOKS, BLOGS,
ACUMULACIÖN DE
COHERENCIA PÁGINAS-NET, ETC.
ORACIONES, PORQUE
Y TIENE:

COHESIÓN

PROCEDIMIENTOS UN FORMATO
TÍTULO
COHESIVOS
SUBTÍTULOS
ELIPSIS
(ASPECTO
PÁRRAFOS
CONECTORES EXTERIOR)
(DELIMITADOS
SINONIMIA
POR SANGRÍAS Y
REFERENCIA PUNTO Y APARTE)
PRONOMINAL
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Son muchos los autores (Beaugrande, Dressler9 y otros) que señalan que las
características que debe poseer todo texto bien elaborado son las siguientes:

1. En primer lugar, debe ser coherente, es decir, centrarse en un solo tema, de manera
tal que las diversas ideas desarrolladas contribuyan a la creación de una idea global.

2. En segunda instancia, este texto coherente, debe presentarse de forma


cohesionada; lo que significa que las diferentes secuencias que lo componen han de
relacionarse entre sí.

3. En tercer lugar, deberá saber a qué enunciatario se dirige para poder utilizar un
lenguaje comprensible, además de ofrecer toda la información necesaria (y el mínimo de
información innecesaria) para un mejor desarrollo.

4. Este texto -coherente, cohesivo, que se amolda a su enunciatario- contará con una
intención comunicativa. Esta última puede ser describir, narrar, explicar, persuadir, etc.
La intención del texto determinará las secuencias a utilizar en el mismo y el predominio de
alguna de ellas.

5. Sin embargo, la construcción de este texto no se da de manera aislada, ni de forma


abstracta, ha de enmarcarse en una situación discursiva; lo que supone pronunciarse
desde un aquí y ahora concreto. Hecho que permite configurar un horizonte de
expectativas y un contexto para su comprensión.

El sentido de un texto no sólo nos es develado por las características que


acabamos de señalar sino también porque lo interpretamos conforme a una serie de
competencias, tipos y géneros, pues como dijimos anteriormente, los textos no se
originan de forma aislada.

Elementos y particularidades textuales

1.- Coherencia textual

Cuando decimos que un texto debe ser coherente nos referimos a una correcta
progresión temática y distribución de la información.

Todo texto presenta un tema que se va desarrollando en su devenir. Esto debe


suceder de manera tal que a los elementos ya mencionados se le vayan agregando
componentes nuevos para que el lector pueda ir comprendiendo y construyendo el
sentido global. En lingüística, a la información ya conocida previamente por el lector se le
llama tema y a la información nueva (lo que se dice acerca del tema) se le llama rema.

La progresión se da correctamente cuando el lector puede reconocer la


información ya dada y la nueva a través de la lectura sucesiva del texto: la información ya

9
de Beaugrande, Robert A. y Dressler; Introducción a la lingüística del texto. Barcelona, Ariel, 1997.

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conocida de una oración tiene que haber sido presentada como nueva en la oración
anterior, a esta información ahora conocida se le agrega una nueva que se convertirá
en conocida en la oración posterior. Quien escribe debe explotar el formato que le
otorga cada texto para organizar la progresión y la distribución de la información conocida
y nueva que se reproducirá en el texto.

2.- Procedimientos cohesivos

La conexión entre los componentes gramaticales y léxicos de un texto se


denomina cohesión. Es una de las propiedades indispensables para que se constituya un
texto. Permite que las palabras e ideas que pertenecen a distintas oraciones y a distintos
párrafos se puedan vincular claramente.

Para poder relacionar todas las secuencias que integran un texto y lograr la
cohesión se deben aplicar los procedimientos cohesivos.

 La elipsis es la supresión de una o más palabras en una oración o en un párrafo


para evitar las reiteraciones que vuelven al texto confuso. Representa un vacío: la
palabra ha sido omitida porque se encuentra en un enunciado anterior.
 El uso de pronombres también permite evitar repeticiones excesivas, el significado
del pronombre siempre coincide con una palabra que ya apareció en el texto y a la
cual está haciendo referencia. Esto se llama referencia pronominal. Son
elementos léxicos que no tienen un significado “estable” sino “variable”, lo
“obtienen” de otras palabras a las que refieren y que se han expresado
previamente en el texto.
 En la construcción de textos escritos u orales se usa también como recurso la
sustitución de términos o sinonimia. Consiste en el reemplazo de los términos
que se quiere evitar repetir por otras palabras o expresiones sinónimas, es decir,
que signifiquen lo mismo.
 Los conectores son elementos lingüísticos que sirven para marcar distintos tipos
de correspondencias entre las diferentes oraciones (ideas) presentes en el texto.
Estas relaciones pueden ser de oposición, temporales, de causa y consecuencia,
etc. Existen conectores adecuados para identificar cada una de ellas.

Uno de los problemas que se generan en los textos de registro escrito consiste en
incurrir en repeticiones innecesarias (de una o más palabras). Es un inconveniente
porque confunde, cansa al lector y -en términos generales- desmerece al texto (no ocurre
lo mismo en la oralidad, donde las repeticiones son, a veces, útiles o necesarias para
quien escucha). Para evitar este error frecuente se pueden utilizar los procedimientos
antes mencionados:

3.- Formato del texto

Es un elemento textual reconocible a simple vista, es decir que usualmente


podemos conocer el formato del texto sin leer su contenido. Es suficiente un “vistazo” de
la disposición gráfica de los elementos en el soporte del texto para aprehender el formato.

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Por eso decimos que el formato constituye un aspecto externo del texto. Puede presentar
también elementos paratextuales como imágenes, gráficos, esquemas, etc.

El título del texto por lo general es un indicador del tema macro (grande,
macrotema) que lo recorre y atraviesa en su totalidad. En cambio, cada uno de los
párrafos aporta a un aspecto específico del tema postulado en el título, contienen
microtemas (temas pequeños) que confluyen todos en el tema macro y por eso deben
permanecer vinculados entre sí. Por lo tanto, cada párrafo es una unidad de sentido del
texto conformado por oraciones relacionadas unas con otras.

Los párrafos se distinguen gráficamente porque comienzan luego de un pequeño


espacio blanco (sangría) y terminan con un punto y aparte (que puede generar o no otro
espacio en blanco en el texto, el que quede luego del punto).

En la amplia diversidad textual existente pueden presentarse varias formas de


dividir el cuerpo del texto, por ejemplo: varios párrafos agrupados bajo un subtítulo
constituyen un apartado (en una noticia u opinión periodísticas) o incluso un capítulo (en
una novela). Los subtítulos son útiles en textos extensos, cumplen la función de guiar la
lectura y la comprensión del sentido, marcan la necesidad de dividir y abarcar por partes
de forma gradual y progresiva un tema extenso o complejo.

El formato del texto varía según la intención del autor.

4.- El autor del texto

Se puede definir al autor del texto como el individuo real que habla, que pronuncia
o escribe el texto. Pero también se lo puede concebir como el principio de agrupación del
discurso, la unidad y el origen de sus significaciones, el foco de su coherencia.

El filósofo Michel Foucault habla del autor como una función organizadora del texto
y de su inserción en los diversos discursos que nos rodean. Esta función no actúa de
manera uniforme sino que es variable: alrededor nuestro circulan discursos sin que su
sentido o eficacia tengan que venir avalados por un autor preciso al cual se le atribuyen,
es el caso por ejemplo, de las conversaciones cotidianas, o cualquier otro discurso que
transita en un “anonimato” relativo.

Pero en otro tipo de géneros discursivos como la literatura, las ciencias, la filosofía,
la política o el periodismo la atribución a un autor es indispensable como indicadora de
propiedad intelectual. La función autor en estos casos se refuerza. Varía también de
acuerdo a la época: por ejemplo, durante la Edad Media, los poemas, comedias y otros
textos literarios subsistían de forma anónima, la función autor no era tan importante.
Actualmente en cambio, es necesario saber de dónde proceden los textos, quién los
escribe, y cuáles son los sentidos que lo recorren.

Entonces, podemos afirmar que el autor es la persona que crea el texto (ya sea
oral o escrito) y se sitúa por fuera de él, en lo que podemos llamar situación extratextual
(aquella que se produce por fuera del texto)

12
Producción de textos- Cátedra B 2016

Lo que se configura dentro del texto, es decir la situación intratextual es la figura


del enunciador, narrador, yo poético, es decir una voz ficticia, una entidad puramente
lingüística que no debe confundirse con el autor. Esta presencia meramente discursiva se
“despega” de la persona real que es el autor y queda plasmada en el texto.

“Según Filinich, el sujeto enunciador no es no el autor empírico del enunciado


sino la cristalización en el discurso de una voz que es a la vez causa y efecto del
enunciado. Causa, ya que no puede haber enunciado sin el acto de apropiación de la
lengua que realiza un sujeto para dirigirse a otro; y efecto porque dicho sujeto no está
constituido de antemano sino que se configura en el enunciado mismo. Lo mismo ocurre
con el enunciatario, al que no deberemos confundir con el receptor real del
enunciado. Es también un sujeto discursivo, es la imagen de destinatario que el
enunciador necesita formarse para construir el enunciado”10.

4.1.-

Cuando leemos el autor frecuentemente está ausente, solo disponemos de lo


escrito, del texto que él produjo. Pero percibimos una presencia, la del enunciador, y una
serie de “huellas” que va dejando en su discurso y que se localizan en distintos
elementos textuales:

Hablamos de expresiones deícticas o deixis para marcar o señalar ciertos


elementos lingüísticos que muestran la posición del enunciador o hablante y nos remiten
tanto a los aspectos textuales como a los extratextuales.

La polifonía consiste en la interacción de múltiples “voces” dentro de un texto. Es


decir, no solo se manifiesta la voz propia del autor en su texto, sino que también lo hacen
otras, que él puede incluir de manera más o menos evidente. Existen varias formas de
polifonía, siendo muy frecuente las citas (introducidas mediante la modalidad de discurso
directo o indirecto) que consisten en transcribir dentro del texto propio enunciados
emitidos por otras personas. La polifonía es un fenómeno complejo que se manifiesta de
diversas maneras en el discurso oral y escrito11.

4.2.-

Producir o comprender un texto implica poner en juego variados sistemas de


conocimientos interrelacionados.

10
Carolina Seoane, Carolina Zunino y Marcelo Muschietti, “La situación enunciativa” en: El taller del escritor
universitario. Irene Klein (Comp.) Buenos Aires, Prometeo Libros, 2007.
11
Para una mejor comprensión del concepto véase Elvira Arnoux, “La Polifonía” en: Romero Daniel (Comp.)
Elementos básicos para el análisis del discurso. Buenos Aires, Libros del Riel, 1997.

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Producción de textos- Cátedra B 2016

Se llaman competencias a las capacidades que tienen los hablantes de hacer uso
de su lengua. Las mismas intervienen tanto en la generación de un texto, como en su
recepción El concepto de competencias ha sido desarrollado y trabajado por distintos
teóricos como el lingüista Noam Chomsky y el filósofo Jürgen Habermas.

Existen competencias lingüísticas (comprenden los conocimientos y destrezas de


uso de la lengua por parte de cada individuo) y otras paralingüísticas (no tienen que ver
con la lengua exclusivamente) son los factores psicológicos (sentimientos, afectos,
sensaciones, ideologías) y el contexto sociocultural (particularidades de cada sociedad y
cultura) que van estipulando el modo de producir y aprehender textos. En una producción
oral o escrita se ponen en juego las competencias de quien produce el mismo y de quien
lo recibe.

4.3.-

El autor siempre posee un propósito, un objetivo al momento de producir un texto,


se llama intención a aquello que quiere lograr respecto de su recepción. El lingüista John
Austin desarrolló el concepto de “actos de habla” para denominar a las intenciones del
autor, las más importantes son: expresar, narrar, persuadir, explicar, informar, ordenar.

Cada intención genera distintos tipos de textos, por ejemplo la intención de


ordenar determina reglamentos, leyes, instrucciones de juego o de uso, etc. En cambio
cuando la intención es persuadir surgen textos publicitarios, opiniones, etc. La intención
es la que guía la conformación de las distintas secuencias que componen un texto.

4.4.-

Una secuencia textual es una unidad de escritura menor al texto y mayor a la


oración y generalmente coincide con el párrafo. Está conformada por un conjunto de
oraciones que presenta una organización interna que le es propia y la caracteriza.

Existen cinco secuencias textuales importantes: narrativa, descriptiva,


argumentativa, explicativa, y dialogal. Estas no se dan de manera pura al interior de los
textos sino que se encuentran de forma combinada; ya que los mismos se caracterizan
por su complejidad y heterogeneidad. Por ello, es más preciso y adecuado hablar de
secuencias textuales, y definir el texto como una estructura compleja que se compone
de secuencias del mismo tipo o de tipos diferentes.

La secuencia predominante será la que determine la trama del texto; es decir, un


texto es argumentativo cuando la secuencia argumental es la dominante o que es
explicativo si prevalece la secuencia explicativa, etc.

Siempre habrá una secuencia predominante porque ello responde a la intención que
persigue el texto; por ejemplo, si se pretende narrar un cuento sería extraño encontrar

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Producción de textos- Cátedra B 2016

predominancia de secuencias argumentativas, puesto que estas poseen otro fin. Sin
embargo, a lo largo del año veremos que las distintas tramas no se componen de una
forma tan pura como pretenden ciertas tipologías y que las distintas combinaciones
producen textos difíciles de clasificar.

5.- El registro de lengua

El diccionario de la R.A.E. define al “registro” como el modo de expresarse que se


adopta en función de las circunstancias.

Entonces, la presencia de distintos registros en el uso de la lengua se debe a que


no siempre se la utiliza de la misma manera, sino que se realizan modificaciones en los
enunciados para adecuarlos a las variables que presentan las situaciones comunicativas
en las que se generan.

Los registros de uso de la lengua se dividen en tres grupos de opuestos:

oral / escrito

formal / informal

estándar / vulgar / profesional

Todo texto se caracteriza por adoptar un término de cada uno de estos grupos.

El enunciador escoge el registro de lengua pertinente para adecuarse a la


situación comunicativa que se le presenta; no es lo mismo escribir un examen que una
nota a un amigo o un manual técnico de instrucciones. Todos estos textos requieren el
uso del registro que les sea adecuado.

Por eso el autor debe tener en cuenta a quién se dirige y hacer la selección de términos y
expresiones pertinentes, de lo contrario no habrá eficacia en la comunicación.

De los grupos que figuran anteriormente el enunciador toma uno de los términos y
lo armoniza con otro par de otro grupo, sin embargo, no todas las combinaciones son
posibles: por ejemplo, una respuesta de examen puede ser oral o escrita pero no puede
ser informal, ni vulgar. La situación enunciativa en la que se inscribe el texto o discurso es
la que determina cuáles serán los modos correspondientes.

6.- El soporte textual

El soporte es aquel material donde se deposita información, como el papel, la cinta


de video o el disco compacto, según la definición que se encuentra en el diccionario. Lo
cierto es que desde los inicios de la escritura ha habido transformaciones respecto al
soporte material que han modificado las costumbres de leer y escribir.

Durante la antigüedad se ha pasado de las tablas de arcilla al papiro, del papiro al


códice o al pliego in foloio. Todos estos cambios tuvieron consecuencias en los hábitos
de lectoescritura; no es lo mismo leer de un rollo de papiro que de un códice (muy

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Producción de textos- Cátedra B 2016

parecido al libro) que permite, por ejemplo, la relectura, cuestión que en el papiro era muy
complicada.

Con la invención de la imprenta y con la aparición del libro el soporte sigue su


evolución, con frecuencia se estima que el libro impreso creó el mundo moderno
materializando el pensamiento del hombre en el papel.

Sin embargo, el texto impreso no aparece sólo en libros: diarios, hojas volantes, folletines,
folletos, revistas y demás impresos circulan tan masivamente en la actualidad como el
libro.

Por supuesto que el soporte virtual desarrollado en los últimos tiempos para
muchos implica una nueva revolución: e-book, blogs, páginas web, pantallas de celulares
y cualquier otro dispositivo tecnológico continúa provocando cambios en la escritura, la
lectura y los hábitos de ejercitarlas. Es decir, el soporte material es un elemento que
también determina la esencia del texto.

Prof. Mariana Petriella, Lic. Ana Balut y Prof. Julieta Sanders.

Polifonía
Elvira Arnoux

El término polifonía recubre las variadas formas que adopta la interacción de voces
dentro de una secuencia discursiva o de un enunciado. La situación de diálogo que toda
producción verbal supone, su orientación hacia el otro, aparece siempre con mayor o
menor grado de explicitación en el tejido textual. Pero también en éste, y de múltiples
maneras, está presente lo ya dicho, los otros textos, así como las diversas voces sociales
con sus peculiares registros.

Ruptura de la isotopía estilística


La isotopía estilística, es decir, la pertenencia de un discurso o una lengua, a un
lecto, a un determinado estilo o género, es a menudo quebrada por la irrupción de
fragmentos que remiten a variedades distintas. Su presencia en un mismo espacio textual
genera por contraste diversos efectos de sentido y pone de manifiesto los juicios de valor
asociados a las variedades en juego. Al referirse al contacto entre dos lenguas en un texto
literario Bachtin señala que éste “subraya y objetiva precisamente el aspecto ´concepción
del mundo´ de una y otra lengua, su forma interna, el sistema axiológico que le es propio.
En West Indies Ltd, por ejemplo, del poeta cubano Nicolás Guillén, la presencia de

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Producción de textos- Cátedra B 2016

términos en inglés reactiva las connotaciones asociadas a las dos lenguas: “aquí están los
que piden Bread and butter/ y coffee an milk. / Aquí está lo mejor de Port-au-Prince, / lo
más puro de Kingston, la high life de la Habana.../ Pero aquí están también los que reman
en lágrimas / galeotes dramáticos, galeotes dramáticos...¨
Los efectos específicos de estas rupturas, cuyas marcas pueden ser rasgos
fónicos, prosódicos, gráficos, sintácticos o léxicos, dependerán del funcionamiento global
del texto considerado, del entorno verbal en el que aparecen. En algunos textos narrativos
apuntará a caracterizar al personaje, en otros una situación, en algunos discursos
argumentativos funcionará como símbolo de prestigio o como índice de una pertenencia
cultural. Pero siempre el contraste patentizará a partir del juego connotativo que se
instaurará la aprehensión ideológica de una u otra lengua o variedad.
En muchos casos la ruptura de la isotopía estilística se debe a la presencia de
unidades que remiten a distintos estados de lengua, a sincronías diferentes (presencia de
arcaísmos, por ejemplo). En otros casos estos desajustes evocan no la comunidad
lingüística como totalidad sino grupos diferenciados geográficamente (dialectos),
socialmente (sociolectos), por edad (cronolectos), o según su actividad, profesión o
pertenencia política. Es importante señalar que la “norma” textual no coincide
necesariamente con la norma social. En el tango Cambalache, por ejemplo, la ruptura de
la homogeneidad discursiva la producen términos como “problemático” y “febril”: “siglo
veinte cambalache, problemático y febril/ el que no llora no mama y el que no afana es un
gil /Dale nomás...”
También el contraste puede darse entre registros situacionales diferentes (lo
coloquial en un texto formal, rasgos de la oralidad en la escritura) o entre distintos tipos de
discurso. En el siguiente fragmento del Libro de Manuel de Julio Cortázar la isotopía,
sostenida por las alusiones a las letras de tango, es quebrada por la presencia de una
canción infantil:
“... copetín del recuerdo, mezcla rara de Museta y de Mimí / salud Delfino,
camarada de infancia / ser argentino en un suburbio de París / Caracol col col saca los
cuernos al sol”.

La presencia de géneros intercalados alcanza su máxima expresión en la novela,


que es como señala Bachtin, un “fenómeno pluriestilístico, plurilingual y plurivocal”. Esta
integra, estilizándolos o en forma de parodia, tanto géneros primarios “corrientes”
(diálogos, relatos orales, cartas, diarios íntimos) como literarios o extra literarios (textos
filosóficos, descripciones etnográficas, discursos morales, fragmentos periodísticos). En

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Producción de textos- Cátedra B 2016

algunos textos, como el de Cortázar, al que nos hemos referido, la integración de otros
tipos de discursos se realizan conservando la materialidad que les es propia: las crónicas
y comentarios periodísticos aparecen en forma de recortes con lo que se refuerza el valor
documental que el narrador les adjudica.

Intertextualidad
Con el nombre de intertextualidad se designa, en sentido restringido, la relación
que se establece entre dos textos (que pueden ser o no isótopos estilísticamente) a partir
de la inclusión de uno en otro en forma de cita o de alusión. Este juego intertextual apela,
particularmente en sus formas menos explícitas, a la competencia cultural e ideológica de
los receptores. Su decodificación es más fácil cuanto más estereotipado y “universal” es el
enunciado aludido o citado. Así muchos textos contemporáneos, integran mensajes
publicitarios o consignas políticas difundidos por los medios de comunicación de masas.
Cambalache 1982, por ejemplo, de Osvaldo Rosslex se va armando a partir de los títulos
de programas televisivos y de los “slogans” más comunes en la Argentina de la guerra de
las Malvinas:
“Argentina en video, en caos, en salsa / se perdió una batalla, no la guerra. / pero
eso sí, con muchos asesores / con mundial campeonato por el medio / con Minutos de
noticias / con ´Argentinos a vencer´ en coro...”

En los casos en los que la alusión remite universos culturales más restringidos la
“recuperación” del enunciado puede plantear dificultades, e incluso se puede llegar a no
percibir la alusión como tal. El diálogo intertextual que propone el título del cuento de
García Márquez Muerte constante más allá del amor al evocar, permutando sus términos,
el soneto de Quevedo, sólo puede ser percibido por un lector más o menos informado
acerca de la literatura española. En algunas obras estas dificultades se resuelven con al
aparición, en forma de cita, del enunciado aludido en otro momento del texto. Así en el
mismo cuento de García Márquez el protagonista pronuncia un discurso electoral
(“estamos aquí para derrotar a la naturaleza. Ya no seremos más los expósitos de la
patria...”) “por oposición a una sentencia fatalista del libro cuarto de los Recuerdos de
Marco Aurelio”. Y la sentencia aludida aparece en la parte final del cuento:

“Recuerda que seas tú u otro cualquiera, estaréis muerto dentro de un tiempo muy breve
y que poco después no quedará de vosotros ni siquiera el nombre”.

Enunciados referidos

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Producción de textos- Cátedra B 2016

Discurso directo e indirecto.

Las gramáticas reconocen dos modelos morfosintácticos de inclusión de un


discurso en otro: directo e indirecto. En el primer caso la frontera entre el discurso citado y
el citante es nítida; en los textos escritos está marcada a menudo por los dos puntos,
comillas o guiones, y en los enunciados orales por rasgos suprasegmentales como juntura
o tono; el discurso citado conserva además las marcas de su enunciación. En el segundo
caso el discurso citado pierde su autonomía, se subordina sintácticamente al discurso
citante y éste borra sistemáticamente las huellas de la otra enunciación; esto se
manifiesta en particular por los cambios de embragues y tiempos verbales, la
neutralización de los giros expresivos que remiten directamente al locutor del discurso
citado, la normalización de las oraciones, el “relleno” de las elipsis y la unificación de las
repeticiones.
El discurso directo (D.D.) produce un efecto de fidelidad al original, la ilusión de
“reproducir” el discurso del otro. El Esbozo de la Nueva Gramática de la Lengua
Española de la Real Academia lo expresa al decir: “Llámase directo al estilo cuando el
que habla o escribe reproduce textualmente las palabras con que se ha expresado el
autor de ellas”. Este enfoque deja de lado no sólo la importancia del entorno verbal y de la
nueva situación de enunciación en la que el discurso citado se inscribe sino también las
limitaciones de la memoria en los casos de discursos orales. Pero es indudable que el
D.D. da la impresión de constituir un documento veraz, un fragmento verbal auténtico. De
allí que sea explotado tanto por el periodismo como en la conversación cotidiana, por
aquellos hablantes que quieren presentar los hechos “tal cual” reduciendo su intervención
al máximo para dar la impresión de objetividad.
El discurso indirecto (D.I.), en la medida en que no conserva la materialidad del
enunciado, supone una interpretación del discurso del otro, una versión del mismo, y da
lugar a síntesis o despliegues según los casos. Al hacerse cargo del discurso citado, al
integrarlo al suyo, el hablante se muestra, poniendo de manifiesto sus posiciones
ideológicas o afectivas. Por eso es siempre interesante comparar las distintas formas de
referir en estilo indirecto un mismo enunciado.
D.D. y D.I. constituyen dos estrategias discursivas distintas con sus exigencias
propias. Los hablantes prefieren una u otra por razones psicológicas o restricciones
temáticas o situacionales. Cuando Guillermo Patricio Kelly narra su secuestro a un
periodista del diario Tiempo Argentino, refiere de esta manera lo que le habían dicho sus

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Producción de textos- Cátedra B 2016

secuestradores: “qué pescado gordo es usted. ¿sabe el bolonqui que hay en el mundo
entero con esto?” Más adelante, en el mismo texto recuerda el episodio en estos
términos: “presté atención cuando me dijo que había un revuelo mundial por mi asunto y
que no se imaginaban que yo era un pez tan gordo”. Las modalidades de enunciación
exclamativa e interrogativa del D.D. desaparecen en el D.I. que sólo posee la modalidad
del discurso citante, en este caso declarativa. La exclamación es interpretada como “no se
imaginaban que...”; “¡Qué pescado gordo es usted!” se transforma en “que yo era una pez
tan gordo” donde a los cambios de pronombre personal y tiempo verbal, y al reemplazo de
“qué” por “tan” al alterarse el orden de las palabras por el cambio de modalidad, se agrega
la sustitución de “pescado” por “pez”. Este último parece ser para el locutor el término no
marcado estilísticamente o tal vez, en la medida en que el sujeto del discurso citado
coincide con el sujeto de enunciación del discurso citante, el término connotado
axiológicamente en forma más positiva que “pescado”. Manifestación de un proceso
similar es el cambio de “bolonqui” por “revuelo”. En la sustitución de “esto” por “mi
asunto” parecen haber intervenido otras razones: al cambiar la situación de enunciación el
demostrativo “eso” resultaría insuficiente, además el locutor quiere señalar que la
importancia acordada al hecho se debe a que él era el afectado.

El entorno verbal: los verbos introductores.


Si bien la actividad interpretativa a la cual da lugar la trasposición de un enunciado
resulta más evidente en el discurso indirecto, no está en absoluto ausente en el discurso
directo. Tanto en un caso como en otro se retoma un enunciado producido en otra
situación comunicativa, para finalidades distintas, se lo recorta y se lo inserta en un texto
que despliega sus propias redes semánticas. Como ya lo señalaba Voloshinov en El signo
ideológico y la filosofía de lenguaje (1930) “el discurso referido es discurso dentro del
discurso, enunciado dentro del enunciado, y al mismo tiempo discurso acerca del discurso
y enunciado acerca del enunciado”. Este trabajo del discurso citante sobre el citado, su
recepción activa de las palabras del otro, las marcas de su distancia o las formas de su
adhesión se muestran particularmente en el entorno verbal en el que el enunciado se
ubica. De allí la importancia de las fórmulas introductorias, de los verbos de decir que lo
anuncian y sus modificadores. La distancia que el locutor establece respecto de
enunciado referido es por cierto mayor cuando dice “X se atreve a afirmar que ...” que
cuando simplemente señala “Según X...”. También la adhesión es más fuerte en
“Respondió lúcidamente que...” que en “Dijo que...”.

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Producción de textos- Cátedra B 2016

Los verbos, que remiten al dominio semántico del habla, no sólo introducen el enunciado
referido sino que también orientan respecto de cómo deben ser entendidas las palabras
del otro. Aportan así informaciones diversas: pueden explicitar la fuerza ilocutoria
(“aconsejó que no se dejaran provocar”); presuponer la verdad o falsedad de lo que el
discurso citado afirma (“reveló que el ministro había renunciado”); especificar el modo de
realización fónica del enunciado (“gritó que estaba harto”); caracterizarlo a partir de una
tipología de los discursos (“lo que pasa –argumentó- ...”); situarlo dentro de una
cronología discursiva (“eso dependerá –replicó- de las posibilidades...”). Respecto del
discurso directo pueden ubicarse en distintas posiciones: inicial (“Dijo: ´Es necesario
superar la discusión estéril´” ); intercalado (“los argentinos –señaló- vamos a estar a la
altura de las circunstancias”); o pospuesto (“Tenemos que ser protagonistas, recalcó”).
Estas posibilidades de articulación entre el discurso citante y el citado no dejan de tener
incidencia semántica ya que implican modalidades de mensaje distintas.

Los límites: las comillas


Las comillas constituyen una de las marcas más habituales para señalar, en los
textos escritos, una secuencia directamente referida. En el discurso directo no regido, es
decir en aquel en el que no hay verbo introductor, funciona como único límite entre las dos
voces: “pasaron unos cinco minutos antes de que aparecieran. ´Vaya una comitiva´.
Venían su hijo mayor y su hijo menor”. (Guillermo Cabrera Infante, Así en la paz como en
la guerra) . En los enunciados referidos indirectamente las comillas permiten mantener y
realzar los rasgos verbales propios del enunciador del discurso citado. Voloshinov habla
en este caso de modificación analítica de la textura: “Las palabras y locuciones que se
incorpora caracterizan la fisonomía subjetiva y estilística del mensaje considerado como
expresión”.
En algunos casos en los que se resumen los enunciados de otro se integran
fragmentos “textuales” que refuerzan el efecto de fidelidad al original. Es lo común en
algunos discursos periodísticos que sintetizan discursos o respuestas a entrevistas: “El
presidente instó a un ´esfuerzo´ como única forma de ´ salir rápidamente de la crisis ´ “.
Las rupturas de isotopía estilística como, por ejemplo, la introducción de términos
técnicos o pertenecientes a otras lenguas o a otros subsistemas pueden ser marcadas por
las comillas. Su presencia dependerá de cómo sea percibido por el sujeto de enunciación
(¿es para él un cuerpo extraño?) y de la estrategia discursiva en la que se inscriba. En los
textos de Roberto Arlt, por ejemplo, el uso bastante arbitrario de este recurso gráfico

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Producción de textos- Cátedra B 2016

permite en un mismo gesto la aceptación y violación de la norma: “En cuanto te


´retobabas´ te fajaban”; “El otro cayó seco y Arévalo rajó, fue a esconderse en la casa de
mi hermana que era planchadora pero al otro día lo ´cacharon´ ” . Las comillas pueden
también señalar las reservas del hablante respecto de un término que considera
aproximativo, discutible pero que utiliza a falta de otro mejor : “Estas ´citas´ no
explícitas...”
Pero las comillas sirven también para que el sujeto de enunciación establezca
distancias respecto de un término o sintagma que remite a una instancia enunciativa con
la cual no se identifica, o porque forma parte de los estereotipos culturales no compartidos
(“no debemos olvidar ´las bondades del estilo de vida británico´ durante sus cien años de
dominación en la India”) o porque pertenece a otro grupo político o ideológico. En un
artículo de Descartes (Juan Domingo Perón) en el diario Democracia las comillas señalan
los términos desvalorizadores del discurso adjudicado al adversario: “El pacto político
regional sucumbió abatido por los trabajos subterráneos del imperialismo empeñado en
dividir e impedir toda unión propiciada o realizada por los ´nativos´ de estos países ´poco
desarrollados´, que anhela gobernar y anexar pero como factorías de ´negros y mestizos´
“.
Los límites inciertos: contaminación de voces
Con los nombres de “conjunción discursiva” o “hibridación” se designan las
distintas formas que adopta la “contaminación” de voces dentro de una secuencia
discursiva. La ausencia de signos gráficos o de las marcas de subordinación habituales
permite un contacto fluido entre el discurso citado y el citante, llegando incluso a
integrarlos dentro de un mismo enunciado. El caso más extremo es el discurso indirecto
libre que se define por la imposibildad de reconocer una fuente enunciativa única ya que,
y éste es su rasgo específico, narrador y personaje hablan a un “mismo” tiempo.
“Así era la ley. Rosendo Maqui despreciaba la ley. ¿Cuál era la que favorecía al
indio? La instrucción primaria obligatoria no se cumplía. ¿Dónde estaba la escuela de la
comunidad de Rumi? ...¡ Vaya, no quería pensar en eso porque le quemaba la sangre!”
(Ciro Alegría, El mundo es ancho y ajeno).
Este discurso a dos voces que en general conserva los rasgos expresivos del
discurso citado y los tiempos y personas del citante, fusiona en una sola construcción
lingüística actos de habla con distinta orientación.
Así como segmentos del discurso del otro pueden aparecer con sus acentos
propios diseminados en el discurso del narrador, así también pueden irrumpir enunciados
enteros en discurso directo no regido, sin comillas que separen los dos registros:

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Producción de textos- Cátedra B 2016

“Aquel pobre diablo que yacía bien muerto era el sacristán de la iglesia. Pero: tonto!... la
culpa ha sido suya... ¿pues a quién se le ocurre, señor, vestir pantalón, chaqueta y
gorrita?”
(Mariano Azuela, Los de abajo)

Pero también el discurso citante puede penetrar en el citado bajo la forma de una
construcción incidental. La presencia de un verbo de decir intercalado permite al discurso
indirecto, por ejemplo, articularse sin subordinación sintáctica previa pero al mismo tiempo
no perder su carácter de referido:
“... su suegro le daba lecciones esquemáticas. Los liberales, le decía; eran masones,
gente de mala índole, partidaria de ahorcar a los curas.... Los conservadores, en cambio,
que habían recibido el poder directamente de Dios, propugnaban por la estabilidad del
orden público y la moral familiar”.

(Gabriel García Márquez, Cien años de soledad).

La dimensión dialógica del discurso argumentativo


La argumentación supone, más allá del encadenamiento lógico propio de todo
razonamiento, un alocutario al cual se busca convencer, en el cual se trata de provocar
una adhesión a las tesis presentadas o de impulsarlo a una determinada acción. Las
preguntas, objeciones, críticas, formuladas explícitamente o supuestas por el locutor, las
evidencias compartidas van a determinar la articulación de sus partes y su ritmo.
Voloshinov señala que incluso “detrás del recurso de dividir el texto en unidades llamadas
párrafos se encuentra la orientación hacia el oyente o el lector, el cálculo de sus posibles
reacciones”. En los textos didácticos o en las clases la exposición se organiza como
respuestas a preguntas que en muchos casos aparecen formuladas por un enunciador
que se identifica con el alocutario; en otros discursos se teatraliza la recepción ya que
aparecen presentadas otras voces que señalan contradicciones o manifiestan sus
reservas respecto del discurso del locutor:
“¡Mitología! Acaso, pero hay que mitologizar respecto a la otra vida como en tiempos de
Platón... ¡Y sin embargo! Sin embargo sí, hay que anhelar la vida eterna por absurda que
nos parezca...”

(Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida)

También el llamado discurso interior adopta la forma de un diálogo. Bachtin, en Estructura


del enunciado, al referirse a esa segunda voz que aparece señala que puede desempeñar
distintos papeles. En general el de representante típico del grupo social al cual el individuo

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Producción de textos- Cátedra B 2016

pertenece: el conflicto entre las dos voces es el que éste vive al enfrentarse con su propia
norma. En algunos casos las dos voces tienen el mismo estatus; el conflicto, no resuelto
todavía por la historia, entre dos clases sociales se manifiesta en el discurso interior por
una polémica en la que no hay voz dominante. Finalmente, cuando esa segunda voz no
ocupa ninguna posición estable, cuando se manifiesta en una serie incoherente de
reacciones determinadas para las circunstancias del momento “se asiste entonces a una
escisión de naturaleza ideológica de la individualidad con su medio social”.
En muchos de los textos argumentativos que “reflejan” el discurso interior, la segunda voz,
la de la “conciencia”, delimita el lugar del lector, instala a éste en el seno mismo de la
norma y lo lleva a través de deslizamientos sucesivos a aceptar las tesis propuestas.
Dentro de las estrategias de persuasión es tal vez una de las más eficaces ya que utiliza
la retórica de lo cotidiano. En un texto de Unamuno, Sobre la europeización de España
(Ensayos, I), el paso de lo íntimo del cuestionamiento a lo impersonal de la norma se
muestra particularmente en el cambio de las personas gramaticales (de la primera a la
segunda del singular, luego el “nosotros” inclusivo y finalmente el “se” impersonal):

“...y me pregunto a solas con mi conciencia ¿soy europeo?, ¿soy moderno? Y mi


conciencia me responde: no, no eres europeo, eso que se llama ser europeo; no, no eres
moderno, eso que se llama ser moderno. Y vuelvo a preguntarme: y eso de no sentirte ni
europeo ni moderno ¿arranca acaso de ser tú español? ¿Somos los españoles en el
fondo irreductibles a la europeización y a la modernización?... si así fuera ¿habríamos de
acongojarnos por ello? ¿Es que no se puede vivir y morir, sobre todo morir bien fuera de
esa dichosa cultura?”

La presencia del otro es particularmente evidente en las formas más públicas del
discurso político como la arenga, la proclama o el discurso electoral. El alocutario aparece
designado de una determinada manera y este apelativo lo constituye en sujeto de la
interacción verbal que el discurso postula. En la Proclama al Ejército del Norte, por
ejemplo, San Martín, al llamar a sus soldados “Hijos valientes de la Patria” y “Vencedores
en Tupiza, Piedras, Tucumán y Salta”, les ofrece una imagen positiva donde puedan
reconocerse y fijarse.
Pero es tal vez en las interrogaciones y negaciones donde el diálogo con el otro
aparece con mayor claridad. En su Manifiesto de 1810 Miguel Hidalgo se expresa en
estos términos:
“¿Creéis que al atravesar (los gachupines) inmensos mares, exponerse al hambre, a la
desnudez, a los peligros de la vida inseparables de la navegación, lo han emprendido por

24
Producción de textos- Cátedra B 2016

venir a haceros felices? Os engañáis, americanos... El móvil de todas estas fatigas no es


sino su sórdida avaricia”.

La pregunta inicial pone en escena una supuesta afirmación de los interlocutores,


muestra el asombro de locutor frente a semejante opinión y anticipa la respuesta negativa
que introduce “Os engañáis”. El juego dialógico se completa: en la última oración del
fragmento donde el locutor niega todas las otras interpretaciones posibles y afirma la suya
como única respuesta válida (“...no es sino...”)
También la afirmación explícita funciona como operador polifónico. Así en el
discurso de Primo de Rivera al fundarse la Falange española (“Yo quisiera que este
micrófono que tengo adelante llevara mi voz hasta los últimos rincones de los hogares
obreros para decirles: sí, nosotros llevamos corbatas; sí, de nosotros podéis decir que
somos señoritos. Pero traemos el espíritu de lucha por aquello que no nos interesa como
señoritos...”), el peso argumentativo lo soporta “pero” y el juego dialógico a “sí” que
precede a los enunciados afirmativos. En la primera ocurrencia el “sí” funciona como la
marca de una operación que retoma un enunciado previo y lo muestra. En la segunda la
operación se despliega a través de las formas propias del estilo indirecto: “podéis decir
que somos...”

Las citas
El discurso argumentativo no sólo presenta las huellas del diálogo con el otro y
“consigo mismo” sino que también muestra el trabajo con los otros textos. Los fragmentos
que se insertan pueden cumplir diversas funciones. Las citas epígrafes señalan la
pertenencia a un determinado universo discursivo o las grandes orientaciones del texto.
Así, si un trabajo de lingüística comienza con esta frase de Nietzsche:
“Temo que no nos desembaracemos nunca de Dios, ya que seguimos creyendo en la
gramática”, posiblemente el lector tendrá tendencia a esperar un cuestionamiento de las
líneas institucionalmente aceptadas de la disciplina. En algunos casos la cita tiene como
función primera “santificar” el texto: Raúl Alfonsín terminaba sus discursos electorales
confundiendo su voz con la de los constituyentes de 1853 al introducir fragmentos del
Preámbulo de la Constitución. Otras citas, reconocidas como evidencias en una cultura y
que por lo tanto están al alcance de todos, permiten establecer acuerdos fáciles que
estimulen adhesiones futuras: “Recordando aquello de ´por sus frutos los conoceréis´ no
es difícil admitir que...” En ciertos textos las citas funcionan como “pruebas” dentro de un

25
Producción de textos- Cátedra B 2016

desarrollo argumentativo; cuando lo fundamental es la firma nos encontramos frente a las


llamadas “citas de autoridad”:

“La única forma de tratar que se remedien ciertos males ciudadanos es ´volver sobre ellos
oportuna e inoportunamente´, como dice San Pablo en sus Epístolas”.

En el discurso polémico, particularmente en sus variedades más violentas, la


manipulación de las palabras del adversario puede adoptar diversas modalidades. Se
puede así prolongar una cita para descalificarla: “´Llegaremos al año próximo con una
economía consolidada´... si no nos morimos antes”. Se puede introducir pequeñas
reflexiones discordantes:
“Repiten: ´ Rosas, como estanciero (lo que para algunos pequeño-burgueses es
imperdonable) no supo defender...´´”O se pueden también utilizar las palabras del otro en
su contra, de allí el nombre de “cita boomerang”:

“Quienes intentan la defensa de la figura del tirano no ignoran, porque ellos mismos lo han
señalado, que ´la interpretación histórica se hace desde la actuación política presente´.
¿Qué puede entonces esperar la democracia de tales ideólogos?”

Transtextualidad

Gerard Genette, en Palimpsestes (Seuil, París, 1982), define la transtextualidad, o


trascendencia textual del texto, como “todo aquello que lo relaciona, manifiesta o
secretamente, con otros textos”. Reconoce cinco tipos de relaciones transtextuales:

1- Intertextualidad: relación de co-presencia entre dos o más textos. Su forma más


explícita y literal es la cita, pero también se incluyen en esta categoría el plagio
(préstamo no declarado pero literal), y la alusión (cuando la comprensión plena de
un enunciado supone la percepción de su relación con otro).

2- Paratextualidad: relación que el texto en sí mantiene con su “paratexto”: títulos,


subtítulos, prólogos, epílogos, advertencias, notas, epígrafes, ilustraciones, faja,
etc. También pueden funcionar como paratexto los “pretextos”: borradores,
esquemas, proyectos de autor.

26
Producción de textos- Cátedra B 2016

3- Metatextualidad: relación de “comentario” que une un texto a otro del cual habla
y al cual incluso puede llegar a no citar. La crítica es la expresión más acabada de
esta relación metatextual.

4- Hipertextualidad: relación de un texto con otro anterior del cual deriva por
transformación (el Ulises de Joyce respecto de La Odisea) o por imitación (la
Eneida respecto de La Odisea, el Guzmán de Alfarache respecto de El Lazarillo de
Tormes)

La transformación que lleva de La Odisea al Ulises es simple o directa: consiste en


transponer la acción al Dublín del siglo XX. La imitación es también una
transformación pero más compleja e indirecta: Virgilio en La Eneida cuenta otra
historia pero inspirándose en el tipo genérico (es decir, formal y temático) establecido
por Homero. La imitación exige la constitución previa de un modelo de competencia
genérica (en este caso épico) capaz de engendrar un número indefinido de
realizaciones miméticas. Para transformar un texto puede bastar un gesto simple y
mecánico (arrancar unas hojas: transformación reductora); para imitarlo hay que
adquirir un dominio al menos parcial de los rasgos que se ha decidido imitar.
La diferencia aparece con mayor claridad en ejemplos elementales:
Transformación

“Volverán las ilusas profesoras


de su saber los frutos a mostrar...”

Imitación:

“Jerónimo Luis Cabrera


que aquesta ciudad fundades
que en necios es la primera
entre todas las ciudades
¿por qué non resucitades?
¿por qué non la desfundades
e fundáis otra cualquiera?
Jerónimo Luis Cabrera.”

(estudiantes universitarios, Córdoba, 1918)


Genette considera sólo aquellos casos en los que la derivación de un texto a otro es a
la vez masiva (B deriva en su totalidad de A) y declarada de una manera más X
menos oficial. Propone así la siguiente clasificación general de las prácticas
hipertextuales

27
Producción de textos- Cátedra B 2016

REGIMEN

Relación lúdico satírico serio

Transformación PARODIA TRASVESTIMIENTO TRASPOSICIÓN


“Tanto va el cántaro Virgilio travesti Vida de Don
a la fuente que al fin(S.carron) Quijote y Sancho
se llena” (Unamuno)
imitación PASTICHE CARICATURA CONTINUACIÓN
L´Affaire Lemoine (charge) (falsificación/
(Proust) A la manera de.... forgerie)
Segundo tomo
del ingenioso
hidalgo
(Avellaneda)
Parodia: “desvío” de un texto con transformación mínima. El ejemplo más simple es la
deformación de los refranes: “Cuando la razón no está los ratones bailan”.

Travestimiento: transformación estilística con función degradante, su forma ejemplar


es la escritura en octosílabos y en estilo “vulgar” de un texto épico: escritura de La
Eneida, por ejemplo conservando su acción, es decir su contenido fundamental y su
movimiento, pero imponiéndole otro estilo. Uno de los blancos favoritos del
travestismo popular es la fábula.

Trasposición: esta “transformación seria” es la más importante de todas las prácticas


hipertextuales. En ella la amplitud textual y la ambición estética y/o ideológica llevan a
ocultar o hacer olvidar su carácter hipertextual (Doctor Fausto de T. Mann, Ulises de
Joyce). Las formas más habituales de esta práctica son la traducción y el resumen.
Un caso interesante, en el marco de la literatura española, es el de Vida de don
Quijote y Sancho de Miguel de Unamuno, en el cual el autor conserva las aventuras
del héroe pero las interpreta a su manera pretendiendo mostrar las verdaderas
razones y el verdadero sentido de las mismas:

“ ´Pero el generoso león más comedido que arrogante, no haciendo caso de niñerías
ni de bravatas, después de haber mirado a una y otra parte, como se ha dicho, volvió
las espaldas y enseñó sus partes traseras a Don Quijote, y con gran flema y remanso
se volvió a echar en al jaula!

¡Ah condenado Cide Hamete Benengeli o quienquiera que fuese el que escribió tal
hazaña, y cuán menguadamente la entendiste!... No, no fue así, sino lo que en verdad

28
Producción de textos- Cátedra B 2016

pasó es que el león se espantó o se avergonzó más bien al ver la fiereza de nuestro
caballero, pues Dios permite que las fieras sientan más al vivo que los hombres la
presencia del poder incontrastable de la fe...

No, el león no podía ni debía burlarse de Don Quijote, pues no era hombre sino león, y
las fieras naturales, como no tienen estragada la voluntad por pecado original alguno,
jamás se burlan. Los animales son enteramente serios y enteramente sinceros, sin
que en ellos quepa socarronería ni malicia”.

Pastiche: imitación de un estilo, desprovista de función satírica. Una vez constituido el


modelo de competencia, o idiolecto estilístico que se viene a imitar, el “pastiche”
puede prologarse indefinidamente

Caricatura: pastiche satírico cuya forma canónica es “A la manera de...”

Continuación: “imitación seria” de una obra que tiende a prolongarla o completarla.


Por ejemplo, La Segunda Parte del Lazarillo de “Tormes” publicada un año después
del “auténtico” Lazarillo y también anónima.

5- Arquitextualidad: relación del texto con el conjunto de categorías generales a


las que pertenece, como tipos de discurso, modos de enunciación o géneros literarios. A
veces esta relación se manifiesta en una mención paratextual (Ensayos, Poemas, La
novela de dos centavos), pero en general es implícita, sujeta a discusión y dependiente
de las fluctuaciones históricas de la percepción genérica.

Arnoux, Elvira. Polifonía, en Romero Daniel (Comp.) Elementos básicos para el análisis del
discurso. Buenos Aires, Libros del Riel, 1997.

La función del lector/I.


Eduardo Galeano

Cuando Lucía Peláez era muy niña, leyó una novela a escondidas. La leyó a pedacitos,
noche tras noche, ocultándola bajo la almohada. Ella la había robado de la biblioteca de
cedro donde el tío guardaba sus libros preferidos.

Mucho caminó Lucía, después, mientras pasaban los años. En busca de fantasmas
caminó por los farallones sobre el río Antioquia, y en busca de gente caminó por las calles
de las ciudades violentas.

29
Producción de textos- Cátedra B 2016

Mucho caminó Lucía, y a lo largo de su viaje iba siempre acompañada por los ecos de los
ecos de aquellas lejanas voces que ella había escuchado, con sus ojos, en la infancia.

Lucía no ha vuelto a leer ese libro. Ya no lo reconocería. Tanto le ha crecido adentro que
ahora es otro, ahora es suyo.

Galeano, Eduardo. El libro de los abrazos, Siglo XXI, España, 1993.

Ventana sobre la palabra


Eduardo Galeano

Magda recorta palabras de los diarios, palabras de todos los tamaños, y las guarda en
cajas. En cajas rojas guarda las palabras furiosas. En caja verde, las palabras amantes.
En caja azul, las neutrales. En caja amarilla, las tristes. Y en caja transparente guarda las
palabras que tienen magia. A veces, ella abre las cajas y las pone boca abajo sobre la
mesa, para que las palabras se mezclen como quieran. Entonces, las palabras le cuentan
lo que ocurre y le anuncian lo que ocurrirá.

Galeano, Eduardo. Las palabras andantes, Siglo XXI, España, 1998.

El taller del escritor Universitario.

Prólogo
Irene Klein

Escribir

Escribir, señala el novelista Don de Lillo (2005), “es una forma concentrada de pensar. A
través del lenguaje se puede llegar a ideas a las que de otra manera no hubiéramos
tenido acceso”.

“Escribo”, afirma la ensayista Beatriz Sarlo (2001), “porque quiero saber cómo es eso que
estoy pensando y que no lograré saber si no lo escribo. Se piensa porque se escribe”.

Tanto un escritor de ficción como una escritora de ensayos críticos asumen una posición
coincidente: considerar a la escritura no como un medio para “expresar” lo que se piensa
sino como un proceso por el que se descubre y transforma el conocimiento.

El sujeto que escribe produce un objeto, un trazo material (Barré-De Miniac, 2003): esa
producción fuera de sí mismo le permite tomar distancia en relación al contenido escrito y
observar y cuestionarlo. Es así que, al tiempo que moviliza los saberes que el sujeto tiene

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Producción de textos- Cátedra B 2016

sobre la lengua y sus conocimientos sobre el mundo, la escritura posibilita configurar y


reconfigurar esos saberes, o sea, construir conocimiento.

La escritura incide en el pensamiento y se inscribe, de ese modo, en el dominio de la


cognición, cuyo sentido etimológico, precisamente, es el del “conocimiento”.

Enseñar a escribir: un proceso fundado en la lengua

Utilizamos la lengua para organizar nuestra experiencia, categorizar el mundo, dar sentido
a nuestras actividades cotidianas, relacionarnos con quienes nos rodean y construirnos
como seres sociales. En el lenguaje el sujeto construye su identidad social y cultural: el
modo como organizamos con palabras nuestra relación con el mundo define lo que el
mundo es para nosotros. Las diversas disciplinas académicas que conforman las carreras
universitarias se presentan como distintas formas de pensar y comprender al mundo, de
darle sentido y de representarlo. De ahí que sea sobre todo en las Ciencias Sociales y en
las Humanidades donde surgen en mayor medida los problemas específicos de la
transmisión e interpretación de los discursos de otros.

El lenguaje no es un simple instrumento sino el “escenario discursivo” (M. C. Martínez,


1997) en el que se realiza el encuentro significativo entre dos sujetos – el que se asume
como enunciador de un texto y su lector virtual- y una experiencia externa o saber que
desea transmitirse. No usamos la palabra para reproducir la realidad sino para construirla
en función de intereses determinados. Tomar la palabra no es, entonces, una actividad
ingenua: la elección de un tema, de determinadas unidades léxicas y de una organización
retórica, etc., que hace un sujeto incide en los esquemas mentales ajenos- en los del
auditorio o lector de su texto-; esto es, en sus modos de representar el mundo.

Ayudar a desarrollar una capacidad estratégica tanto para producir como para
comprender los textos, es decir, tanto para adecuar el texto que se escribe a un
determinado propósito como para reconocer el objetivo textual en el que se lee, es, por lo
tanto, el objetivo esencial de la enseñanza de la escritura.

La escritura en la universidad

La escritura es una tarea habitual tanto para los estudiantes universitarios- que escriben
parciales, monografías, tesinas, reseñas, informes- como para los profesionales, que
elaboran artículos, papers, trabajos de investigación. Unos como otros no desconocen
que escribir constituye una tarea intelectual de enorme complejidad que exige analizar lo
que otros han dicho sobre un tema, establecer relaciones semánticas en el interior de su
propio texto como así también entre diversos textos; constituirse en un observador agudo
y analítico que pueda tomar distancia de su postura personal, considerar el tema dentro
de un marco o sistema conceptual más amplio y fundamentar sus aserciones.

Sin embargo, salvo excepcionalmente, en ninguna disciplina se reflexiona sobre el


proceso mismo de escribir. ¿Por qué? Tal vez porque se presupone que la escritura es un
medio para comunicar lo que se sabe y, por lo tanto, basta con poseer dicho saber para
poder hacerlo. Pocas veces se toma conciencia de que escribir no solo es transmitir ese

31
Producción de textos- Cátedra B 2016

saber sino sobre todo configurarlo. A lo sumo, entonces, frente a esa posibilidad de
escribir un texto, se reclaman técnicas desde el anhelo de que, a través de ellas y de
manera instantánea, tal como opera el pensamiento mágico, se logre plasmar en la hoja
el saber que se tiene sobre determinada disciplina. Pero basta comenzar a producir un
texto para darse cuenta de que no es tan fácil trasladar a la escritura lo que uno sabe y
quiere decir; la escritura es más que un sistema de convenciones al que se debe
responder. De modo similar, aun la descripción más precisa sobre las técnicas de
modelado le resultarán insuficientes a un artesano cuando quiera dar forma a la masa de
arcilla: solo hundiendo una y otra vez las propias manos en ella logrará que adopte la
forma del jarrón que tiene en mente.

La escritura concebida en general como medio de registro y transmisión de un


conocimiento y no como instrumento que contribuye a conformar conocimiento, se
constituye a lo largo de las carreras universitarias fundamentalmente en un medio de
evaluación. Es decir, se evalúa a través de la escritura la capacidad del estudiante de
reproducir un saber pero en pocas ocasiones se le ofrecen al estudiante los elementos
necesarios para que, a través de la escritura, pueda construirlo.

La posibilidad de escribir un buen parcial o una monografía no se vincula con el dominio


que se tenga de los temas y conceptos de la materia ni tampoco del sistema de la lengua.
No pocos profesionales, al momento e tener que dar forma escrita a sus investigaciones,
enfrentan la tarea de escribir un artículo, una ponencia, una tesis, como un desafío
complejo. ¿En qué consiste ese desafío? Fundamentalmente en tomar determinadas
decisiones en función de objetivos que el escritor se ha trazado para que el texto resulte
eficaz.

Escribir en la universidad implica que el enunciador se construya como miembro de la


comunidad académica y se dirija a un enunciatario que no es el docente, aun cuando sea
el que evalúa los textos, sino uno de sus pares. Producir un texto eficaz implica atender a
las restricciones que las situaciones de escritura le imponen al escritor en las diversas
disciplinas académicas. Así, por ejemplo, el que escribe un análisis sobre un texto, ¿se
dirige a un lector que conoce el texto que comenta o a un lector que puede no haberlo
leído? Es en función de una u otra opción que el escritor toma determinadas decisiones
como, por ejemplo la elección del tipo y de la extensión de los ejemplos y citas textuales
que incluirá en el texto. La decisión responde a objetivos diferentes: en el primer caso, tal
vez, al de ofrecer al lector una mirada nueva sobre el texto conocido; en el segundo le
resultará imprescindible ofrecer al lector la información necesaria para que pueda seguir
el comentario sobre un texto que desconoce.

Así, por ejemplo, tener conocimiento del paradigma verbal lingüístico para escribir un
texto narrativo no garantiza que se lo pueda utilizar de manera eficaz: el escritor debe
atender a los efectos de lectura que desee provocar, ya que no es lo mismo narrar, por
ejemplo, en presente, a fin de acercar al lector al acontecimiento narrado, que en pretérito
perfecto, que lo distancia.

Los géneros académicos

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Producción de textos- Cátedra B 2016

Los textos son productos de la actividad humana; por lo tanto, están articulados en base a
las necesidades, intereses y condiciones de funcionamiento de las formaciones sociales
en el seno de las cuales son producidos.

En nuestro siglo, y sobre todo a partir de Bajtín, la noción de géneros discursivos fue
aplicada progresivamente a un conjunto de producciones verbales organizadas bajo la
modalidad de la escritura o la oralidad.

Para realizar la producción el emisor o enunciador dispone de un conjunto de géneros


discursivos en uso en la lengua y de los conocimientos y representaciones que posee
acerca de esos géneros. En base a su apreciación de la situación comunicativa o de la
acción (Bronckart, 1996) en la que se encuentra, va a elegir el modelo textual que le
parece más pertinente y más eficaz y va a realizar una producción más o menos conforme
a ese modelo. Los géneros son múltiples, infinitos y no se constituyen como modelos de
referencia estable y coherente dado que las producciones textuales tienen carácter
histórico y, como tal, dinámico (hay géneros que desaparecen o se modifican; hay
géneros que, como el correo electrónico o el mensaje de texto, surgen a raíz de las
innovaciones tecnológicas). Por lo tanto, los géneros se le presentan al usuario de una
lengua como un conjunto de textos de fronteras huidizas que se intersectan muchas
veces solo parcialmente en la clasificación.

Son las secuencias que entran en la composición de los géneros las que pueden ser
identificadas porque presentan ciertas regularidades de estructuración lingüística.

El género académico es la producción discursiva propia del ámbito académico que


comprende a su vez diferentes tipos de textos, tales como el parcial, la monografía, el
informe de lectura, para citar algunos. Una tesina se distingue del informe
fundamentalmente en la composición de sus secuencias; si en la primera predomina la
secuencia argumentativa, en el segundo la expositiva. Es en función de la situación
comunicativa en la que se inscribe el texto que el enunciador elige un determinado género
discursivo, un registro de mayor o menor formalidad, una construcción sintáctica más o
menos compleja, profundiza o no el tema, hace referencia a saberes compartidos, etc., ya
que o es lo mismo escribir, por ejemplo, un artículo sobre la globalización para un medio
masivo de comunicación que para un libro de ciencias sociales. Esa situación
comunicativa incide también en la estructura de un texto; es decir, rige la organización de
las ideas o enunciados, esto es, su coherencia.

Escribir en el taller*

El libro*

Sus autores*

Bibliografía*

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Producción de textos- Cátedra B 2016

*Los apartados correspondientes a los títulos señalados con un asterisco que integran el
prólogo han sido suprimidos en la presente versión.

Klein, Irene. (Coordinadora). El taller del escritor Universitario. Buenos Aires,


Prometeo Libros, 2007.

UNLP – FBA
Taller de Producción de Textos – Cátedra B
Apunte de Cátedra: La situación enunciativa

El presente material de estudio para los alumnos fue confeccionado por la cátedra a
partir de los aportes de distintos autores y tiene como objetivo precisar los
elementos que se presentan en la situación enunciativa. 12

La situación enunciativa

Para Carolina Seoane, Carolina Zunino y Marcelo Muschietti13 “Cada vez que un hablante
o escritor utiliza la lengua para comunicarse con otros produce un hecho de habla. Es
decir, un acto de apropiación de la lengua. Una instancia en la que cada sujeto utiliza el
sistema formal de la lengua (elige algunas entre las diversas formas lingüísticas
disponible en el sistema) y se instaura como eje de las referencias personales, temporales
y espaciales presentes en los enunciados proferidos. En ese uso el hablante - escritor
(enunciador) construye discursivamente una versión de sí mismo, del mundo
(referente) y de aquel o aquellos a quienes se dirige (enunciatarios)”.14
De esta manera, los autores, definen una cuestión capital en los procesos de leer y
escribir, que no es otra cosa que afirmar algo que muchas veces se quiere ocultar, “que
todos los discursos son proferidos desde determinado lugar, desde el lugar que el
enunciador se sitúa y que implica un punto de vista sobre el mundo”15.

12
Todos los destacados en “negrita” nos pertenecen, como así también las “cursivas” con las cuales
transcribimos a los distintos autores.
13
Seoane, Carolina; Zunino, Carolina y Muschietti, Marcelo. “La situación enunciativa” en El taller del escritor
universitario. Irene Klein (coordinadora). Buenos Aires, Prometeo libros, 2007.
14
“Según Filinich, el sujeto enunciador no es no el autor empírico del enunciado sino la cristalización
en el discurso de una voz que es a la vez causa y efecto del enunciado. Causa, ya que no puede haber
enunciado sin el acto de apropiación de la lengua que realiza un sujeto para dirigirse a otro; y efecto porque
dicho sujeto no está constituido de antemano sino que se configura en el enunciado mismo. Lo mismo ocurre
con el enunciatario, al que no deberemos confundir con el receptor real del enunciado. Es también un
sujeto discursivo, es la imagen de destinatario que el enunciador necesita formarse para construir el
enunciado”.
15
Carolina Seoane, Carolina Zunino y Marcelo Muschietti, op.cit. pág. 26.

34
Producción de textos- Cátedra B 2016

Motivo por el cuál se espera que tanto en la interpretación como en la producción textual
no dejen de tenerse en cuenta los rasgos que se transcriben a continuación:

I- La situación comunicativa en la que el texto se inscribe, que involucra:

* El tiempo y el espacio en el que el texto es producido.


* Los participantes, es decir las personas que intervienen en la situación comunicativa
y la relación entre ellas (por ejemplo: mayor o menor proximidad afectiva, sus roles
sociales, etc.)
* El propósito de la interacción, esto es, el fin para el cual se establece la comunicación
(por ejemplo para convencer a otro de una idea, explicarle un tema, promover
instrucciones para que realice una tarea, etc.)
* El canal por el que se lleva a cabo la comunicación (oral o escrito).
* Las normas socialmente establecidas para las diferentes situaciones comunicativas
(por ejemplo, en una clase, el monopolio de la palabra lo tiene el docente, que autoriza la
intervención de los alumnos cuando la considera apropiada).

II- El género discursivo al que pertenece el texto

* Discurso médico, académico, judicial, periodístico, escolar, etc.

Siguiendo a los autores y antes de abordar los distintos tipos discursivos se definirá qué
se entiende por discurso: “Según Bajtín “cada esfera de uso de la lengua elabora sus
tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos”.
Un discurso es un conjunto de enunciados que posee un contenido temático, estilo
y composición determinados por la actividad humana que lo genera. Dichos
componentes permiten clasificar a los discursos como pertenecientes a diversos géneros
discursivos”.16

En este sentido, conviene no olvidar que para producir un texto o pronunciar un discurso
es necesario tener en cuenta ciertas características a las que deberá ajustarse o
adecuarse la verbalización del enunciador, a los efectos de lograr una clara receptividad
por parte del enunciatario y de que el texto escrito o el discurso oral cumplan con su
objetivo. Las características que presenta cualquier producción, sea oral o escrita, son
las que “permiten al lector identificar el género discursivo de un texto y evidenciar el
ámbito social de su producción y, por ende, su función social”17. Reconocerlas en la
escritura de otro nos posibilitará entender desde qué lugar se está diciendo aquello que se
expresa.

16
Op cit. pág. 27.
17
Op. cit. pág. 28.

35
Producción de textos- Cátedra B 2016

La representación de la situación enunciativa en el proceso de escritura: problemas


más frecuentes.

Los autores sostienen que cuando no se tienen en cuenta las características de


enunciador, enunciatario y referente el texto suele presentar problemas de
inadecuación a la situación comunicativa y por lo tanto, no resulta eficaz. “Los
problemas más frecuentes derivan de una incorrecta representación de la situación
comunicativa por parte del escritor y pueden clasificarse de la siguiente manera:
 Inadecuación léxica: no se atiende al significado de las expresiones, o bien estas
son demasiado generales (…) [y] generan ambigüedad.
 Inadecuación en registro: se usan términos o expresiones que no se adecuan al
nivel de lengua previsto por la situación comunicativa, es decir, un registro formal.
 Problemas de remisión a las fuentes: no se consignan las fuentes, ni se
menciona al autor, con lo cuál las ideas aparecen como propias del enunciador.
 Distorsión de la fuente: no se exponen fielmente los conceptos desarrollados en
el texto fuente, ni las relaciones que se establecen entre ellos.
 Problemas de cohesión: no se expresan las relaciones lógico- semánticas entre
las diferentes proposiciones con claridad y/o se establecen entre éstas relaciones
incorrectas, generando un texto no cohesivo e incoherente, además de no
fundamentar adecuadamente las afirmaciones.
 Problemas de coherencia (omisión de información relevante): se presupone
que el enunciatario conoce los conceptos desarrollados en el texto fuente y, por lo
tanto, no se expone (se sobreentiende) información que es necesaria para la
compresión del tema.18

UNLP – FBA
Taller de Producción de Textos – Cátedra B

Apunte de cátedra
La Palabra. Su dimensión estética

Que la palabra tiene una dimensión comunicativa es una


afirmación que, a rasgos generales, nadie dejaría de sostener. Esa
dimensión puede definirse en pocas líneas: se emplean palabras para
compartir con otros todo tipo de información respecto del mundo y de
nosotros mismos. Cada cosa tiene un nombre y ese nombre nos permite
entendernos cuando nos referimos a ellas: decimos mesa cuando
queremos indicar un objeto en particular; llamamos verde a un color

18
Op. cit. pág. 43-44.

36
Producción de textos- Cátedra B 2016

que luce de un modo particular; nos imaginamos un gesto específico


cuando decimos risa y otro muy distinto cuando decimos correr.

Sin embargo, la palabra no se reduce a su dimensión


comunicativa. También tiene una dimensión estética, cuya definición es
mucho más compleja. Habitualmente se cree que algunos términos son
más poéticos que otros; los primeros tendrían una dimensión estética
que estaría ausente en los segundos. Un ejemplo puede ilustrar la
cuestión: el sentido común afirmaría que “radiante” es una palabra más
estética que “horno”, y rechazaría taxativamente que “podrido” tuviera
algún atributo distinto a indicar un estado de putrefacción. Lo
interesante será empezar a problematizar que no es caprichosa esa
forma de pensar la palabra. Entender de modo exclusivo y excluyente la
dimensión estética, implica definirla en términos de belleza, y esta
concepción está íntimamente relacionada con la creencia de que la
estética del lenguaje sólo habita en la literatura.

A lo largo de las próximas líneas, se abordará una definición más


amplia de la dimensión estética, cuyo punto de partida es que ninguna
palabra puede carecer de ella. Por eso, será necesario distinguir dos
aspectos del lenguaje: la denotación y la connotación. La denotación
alude a aquella cualidad que vincula un signo lingüístico, por ejemplo la
palabra “horno”, con su referente, en este caso “dispositivo que permite
generar calor y mantenerlo dentro de un cierto compartimiento”.
Cuando se habla de denotación, nos referimos al significado en un
sentido explícito, literal, de la definición que encontramos en el
diccionario. La connotación en cambio, alude a la capacidad de un
término de correr los márgenes de su literalidad y referirse a sentidos
que escapan a la relación entre cierto nombre y cierto objeto. Cuando
estamos con poca paciencia y alguien insiste en desafiarnos, le decimos
que “el horno no está para bollos” no porque nos queramos referir a un
horno, ni a unos cuantos bollos; esas palabras connotan, es decir
expresan, un sentido que se escapa de los límites de sus referentes. Ahí
radica la dimensión estética del lenguaje: en determinadas
circunstancias, las palabras no significan, sino que re-significan, vuelven
a significar por sobre su sentido explícito, para indagar en un sentido
figurado; es decir, un sentido que figura algo distinto a lo que se define
en términos literales. Su función no es meramente utilitaria,

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informativa, sino que se extiende a un uso completamente asentado en


la capacidad expresiva.

La vida diaria está llena de ejemplos donde el lenguaje se articula


en función de su dimensión estética. Anteriormente se indicaba que el
sentido común reprobaría el carácter estético de la palabra “podrido”.
Desde esta nueva concepción de la dimensión estética, podría decirse
que esa reprobación sólo tiene en cuenta lo que el término denota.
Ahora bien, lo que connota dependerá de cómo se lo utilice. Por
ejemplo, la frase “me tenés podrido”, connota hartazgo; en cambio, la
frase “nuestra relación está podrida” connota un vínculo cuyos
problemas son profundos. Lo mismo ocurre con las expresiones “sos un
perro”, o “sos un gato”, que denotan ciertos animales y connotan, en el
primer caso, un desempeño poco satisfactorio y en el segundo, una
conducta histérica.

Recapitulando, no existen palabras que en sí mismas sean más


estéticas, más poéticas, más bellas que otras. La dimensión estética
atraviesa el lenguaje y se manifiesta en la capacidad de emplear los
vocablos de diferentes modos, de generar amalgamas de términos que
al converger construyan realidades distintas a las que define el
diccionario.

Al inicio de estas líneas se sostenía que entender de modo


exclusivo y excluyente la dimensión estética, implica definirla en
términos de belleza, y esta concepción está íntimamente relacionada
con la creencia de que la estética del lenguaje sólo habita la literatura.
Luego de haber redefinido la dimensión estética, no caben dudas de que
ésta desborda la literatura y aparece en cada acto de comunicación, oral
o escrita. Será ahora necesario despojar la definición de su condición de
belleza: un término puede exponerse por completo en su aspecto
connotativo sin resultar “bello”, ni siquiera “adecuado”. El espectador
de una película que al salir del cine anuncia que la trama le pareció “una
mierda”, se expresa de un modo que nadie calificaría en términos de
belleza, ni tampoco en términos de adecuación. No obstante, ello no
significa que la dimensión estética de la palabra mierda haya sido
anulada.

Hasta aquí, se ha definido el carácter estético de toda palabra,


permitiendo incorporar así aquellas que habitualmente se consideran

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inadecuadas. Por último, cabría referirse a los otros términos, los que se
creen intrínsecamente poéticos.

El sentido común delimita lo que socialmente se considera escribir


bien. Y esa delimitación, cuando de indagar la expresividad de la palabra
se trata, suele asociarse a emplear ciertas fórmulas que “embellezcan”
que den “vuelo poético” a las expresiones.

Así, frente a una infancia a secas, se prefiere una “tierna infancia”;


frente a la espuma de mar, se prefiere la “blanca y suave espuma de las
olas que rompen”. Nada hay de problemático en estas frases. El
problema radica en creer que es en ellas donde se apuntala el carácter
connotativo. Si “tierna infancia” connota una etapa prematura de la vida
de una persona, podría decirse “infancia con chupete” o “infancia
gateada”, sin hacer uso de la frase hecha. En todo caso, la dimensión
estética seguiría presente. Según Marcelo Di Marco, el clishé es un
molde fijo que sustituye nuestra voz por una cualquiera, que es en
realidad la de todo el mundo.19 Es decir, uniforma los modos de
expresar, porque se ha naturalizado tanto que la mayoría de las veces
se lo reproduce sin pensar hasta dónde se adecúa al sentido que se le
pretende atribuir.

El conflicto no está en qué decir, sino en cómo hacerlo. ¿Cómo


decir que la mañana es radiante? Si se hace un recorrido por las frases
hechas, diríamos que el sol irrumpe por la ventana con su cálido fulgor.
Algo muy distinto ocurre si se asume como punto de partida un conjunto
de términos que descontextualizados no se asocien a “radiante”, para
mezclarlos en su contenido, en su sonoridad y trasladarlos a un nuevo
lugar de significación. Si los términos fueran, por ejemplo, taza-café-
salir, podría decirse que “la mañana parecía salirse de mi taza de café”.
Dos formas distintas de referirse a un mismo contenido, que generan
dos efectos diferenciados. Lo central está en saber que el efecto no
siempre se genera de modo efectista. Usar frases hechas garantiza una
recepción efectista, en tanto quien las percibe las conoce. La
singularidad de generar nuevas asociaciones garantiza explorar efectos
de lectura que no descansan en el conocimiento previo de las frases.

19
DI Marco, Marcelo. Hacer el verso. Editorial De Bolsillo, Buenos Aires, 2009.

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Esta distinción que parece menor, puede devenir una cuestión


central. Pretender garantizar el “vuelo poético” a través del clishé lleva
la mayoría de las veces a reproducir recetas que acotan la capacidad de
expresión, en tanto no articulan nuevos sentidos.

Tal como se ha indicado a lo largo de estas líneas, la posibilidad de


explorar la dimensión estética de la palabra, radica precisamente en
desarticular la red de asociaciones a las que estamos acostumbrados,
generando nuevas convergencias y con ellas, nuevas formas de decir.

Prof. Paula Phielipp, Lic. Ana Balut y Prof. Julieta Sanders.

El hombre se posee en la medida que posee su lengua


Pedro Salinas

No habrá ser humano completo, es decir, que se conozca y se dé a conocer, sin un grado
avanzado de posesión de su lengua. Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce,
expresando lo que lleva dentro, y esa expresión sólo se cumple por medio del lenguaje.

Ya Lazarus y Steindhal, filólogos germanos, vieron que el espíritu es lenguaje y se hace


por el lenguaje. Hablar es comprender, y comprenderse es construirse a sí mismo y
construir el mundo. A medida que se desenvuelve este razonamiento y se advierte esa
fuerza extraordinaria del lenguaje en modelar nuestra misma persona, en formarnos, se
aprecia la enorme responsabilidad de una sociedad humana que deja al individuo en
estado de incultura lingüística. En realidad, el hombre que no conoce su lengua vive
pobremente, vive a medias, aún menos.

¿No nos causa pena, a veces, oír hablar a alguien que pugna, en vano, por dar con las
palabras, que al querer explicarse, es decir, expresarse, vivirse, ante nosotros, avanza a
trompicones, dándose golpazos, de impropiedad en impropiedad y sólo entrega al fin una
deforme semejanza de lo que hubiera [nótese el subjuntivo] querido decirnos? Esa
persona sufre como de una rebaja de la dignidad humana. No nos hiere su deficiencia por
vanas razones de bien hablar, por ausencia de formas bellas, por torpeza técnica, no. Nos
duele mucho más adentro, nos duele en lo humano; porque ese hombre denota con sus
tanteos, sus empujones a ciegas por las nieblas de su oscura conciencia de la lengua,
que no llega a ser completamente, que no sabremos nosotros encontrarlo.

Hay muchos, muchísimos inválidos del habla, hay muchos cojos, mancos, tullidos de la
expresión. Una de las mayores penas que conozco es la de encontrarme con un mozo
joven, fuerte, ágil, curtido en los ejercicios gimnásticos, dueño de su cuerpo, pero que
cuando llega el instante de contar algo, de explicar algo, se transforma, de pronto, en un

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baldado espiritual, incapaz casi de moverse entre sus pensamientos; ser precisamente lo
contrario, en el ejercicio de las potencias de su alma, a lo que es en el uso de las fuerzas
de su cuerpo.

Podrán, aquí, salirme al camino los defensores de lo inefable, con su cuento de que lo
más hermoso del alma se expresa sin palabras. No lo sé. Me aconsejo a mí mismo una
cierta precaución ante eso de lo inefable. ¿Puede existir lo más hermoso de un alma sin
palabras, acaso? Pero no llegará a tomar forma humana completa, es decir, convivida,
consentida, comprendida por los demás. Recuerdo unos versos de Shakespeare, en The
Merchant of Venice20 (El mercader de Venecia), que ilustran esa paradoja de lo inefable:

Madam, you have bereft me of all words,

Only my blood speaks to you in my veins21.

Es decir: la visión de la hermosura le ha hecho perder el habla; lo que en él habla desde


adentro es el ardor de su sangre en las venas. Todo está muy bien, pero hay una
circunstancia que no debemos olvidar, y es que el personaje nos cuenta que no tiene
palabras por medio de las palabras, y que sólo porque las tiene sabemos que nos las
tiene. Hasta lo inefable lleva su nombre: necesita llamarse “lo inefable”. No. El ser
humano es inseparable de su lenguaje. El viejo consejo de Píndaro: «Sé lo que eres», el
más reciente de Goethe: «Sepamos descubrir, aprovechar lo que la naturaleza ha querido
hacer de nosotros», pueden cumplirse tan sólo por la posesión del lenguaje.

El alma humana es misteriosa y en todos nosotros una parte de ella, es decir, parte de
nosotros, se recata entre sombras. Es lo que Unamuno ha llamado «el secreto de la
vida», de nuestra propia vida. Y el lenguaje nos sirve de método de exploración interior,
ya hablemos con nosotros mismos o con los demás, de luz con la que vamos iluminando
nuestros senos oscuros, aclarándonos más y más, esto es, cumpliendo ese deber de
nuestro destino de conocer lo mejor que somos, tantas veces callado en escondrijos aún
sin habla de la persona.

La palabra es espíritu, no materia, y el lenguaje, en su función más trascendental, no es


técnica de comunicación, hablar de lonja: es liberación del hombre, es reconocimiento y
posesión de su alma, de su ser. «¡Pobrecito!», dicen los mayores cuando ven a un niño
que llora y se queja de un dolor sin poder precisarlo. «No sabe dónde le duele». Esto no
es rigurosamente exacto. Pero ¡qué hermoso! Hombre que malconozca su idioma no
sabrá, cuando sea mayor, dónde le duele ni dónde se alegra. Los supremos conocedores

20
El mercader de Venecia (Anotación de la Cátedra)
21
Señora, usted me ha despojado de todas las palabras, solamente mi sangre habla a usted de mis venas.
(Traducción de la Cátedra).

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del lenguaje, los que lo recrean, los poetas, pueden definirse como los seres que saben
decir mejor que nadie dónde les duele.

Salinas, Pedro. El Defensor. Alianza, Madrid, 1967.

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