Вы находитесь на странице: 1из 3

EL ARTE DE ORAR

La oración es una experiencia de encuentro. Experiencia porque sólo es posible saber de ella en la medida en
que nos dispongamos a vivirla, a buscarla, a desearla. De esta forma, podemos lograr que se produzca el
encuentro con Dios, con el Dios de la vida y el amor que permanece ahí, siempre esperándonos. El encuentro
en la oración no es un acto de dos personas que se encuentran lejanas y se ponen una cita. Dios nunca está
lejano. La oración es tomar conciencia de la presencia permanente de Dios en mí. Y una vez descubrimos
esta realidad, la vida misma se nos convierte en oración y espacio para que Dios acontezca a través de
nosotros(as).
Ignacio en los Ejercicios Espirituales propone un método de oración. Ponerlo en práctica, seguir sus pasos,
nos llevará a exponernos directamente a la PRESENCIA PERMANENTE DE DIOS EN NOSOTROS(AS). Esta
experiencia generará movimientos internos: sentimientos, sensaciones, pensamientos, impulsos que
tendremos que EXAMINAR con atención para descubrir en ellos el lenguaje tierno y amoroso de Dios que,
ordenando nuestros afectos, nos revela el proyecto que ha soñado para sus hijos(as). Como todo método es
sólo un medio, que debe usarse tanto cuanto nos ayude a lograr lo que buscamos, en este caso, entrar en
contacto con Dios.
Por eso, es importante ponerle mucho cuidado al método y seguirlo con delicadeza y cariño. A continuación
encontrarás los pasos que propone Ignacio:

SABER COMENZAR (Preámbulos de la oración)

Preparar la oración: antes de iniciar tu espacio de oración, es bueno dedicar un tiempo para preparar el
tema que vas a considerar, la petición, los puntos, los materiales que vas a utilizar (Biblia, cuaderno de
apuntes, música, etc.) de tal forma que en el momento de la oración todo esté dispuesto.

Elegir un buen lugar y una buena posición corporal: Estos dos elementos son muy importantes. El lugar
que escojas te debe proporcionar tranquilidad y comodidad. Ese espacio se va a convertir en tu santuario
personal, en tu “espacio sagrado”. También es importante que explores cuál es la posición corporal que más
te conviene. Si sentado(a), acostado(a), de rodillas, caminando. Lo importante es que logres poner todas las
condiciones necesarias para que entres en contacto con Dios.

Entrar en la presencia de Dios y tomar conciencia de su amor: Puedes comenzar la oración sintiendo cómo
Dios está contigo y permanece en ti. Ignacio lo expresa de una manera muy bella en los Ejercicios:
“considerando cómo Dios nuestro Señor me mira” (EE.75). Te puedes ayudar de algunos ejercicios de
respiración, relajar tu cuerpo, hacer algún gesto o rito de saludo. Vivir la experiencia de Moisés frente a la
presencia de Dios en la zarza ardiendo, “se quitó las sandalias porque estaba en un espacio sagrado” (Ex. 3,
1-6).

La oración preparatoria: Ignacio propone una breve oración para iniciar el encuentro con Dios. Tiene una
intensión importante: disponer todo nuestro ser a la experiencia profunda de sentir que Dios habita en ti.

“Señor, que todas mis intenciones (deseos, planes, motivaciones, anhelos, sueños, proyectos), acciones
(conversar, caminar, respirar, leer, escuchar, servir, trabajar) y operaciones (examinar, reflexionar, sentir,
pensar, gustar, “emocionar”) sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu Divina Majestad” (EE.
46)
Puedes adaptar esta oración ignaciana a tu estilo personal o crear una nueva. Recuerda que la intención es
que puedas disponer todo tu ser para disfrutar de la presencia de Dios.

Petición Eje: Es aquello que quieres lograr en la oración, por tanto, se convierte en el tema principal. La
petición es el eje articulador de tu encuentro con Dios. En ella expresas lo que el Espíritu va inspirando en ti.
No es sólo una fórmula que se repite o unas palabras mágicas. La petición recoge y expresa la manera cómo
Dios te va transformando y te va revelando su voluntad. Pablo dice en la carta a los Romanos algo muy bello
sobre la forma como el Espíritu inspira nuestras peticiones: “Puesto que nuestra confianza en Dios es débil,
el Espíritu Santo nos ayuda. Porque no sabemos cómo debemos pedir a Dios, pero el Espíritu mismo ruega por
nosotros y lo hace de una manera tan especial que no hay palabras para expresarlo. Y Dios que conoce todos
nuestros pensamientos, sabe lo que el Espíritu quiere decir. Porque el Espíritu ruega a Dios por su pueblo
especial y sus ruegos van de acuerdo con lo que Dios quiere” (Rom. 8, 26-27).

La petición también te puede ayudar a concentrarte mientras haces tu oración. Cuando sientas que te
distraes o pierdes el hilo, repetir pausada y cariñosamente tu petición puede permitirte volver nuevamente
a retomar el contacto con Dios y el tema de la oración.

SABER DIÁLOGAR (Los puntos de la oración)


Es el momento para “discurrir por donde se ofreciere” en tu contacto con Dios. Al preparar la oración puedes
decidir que en este momento vas a leer pausadamente un texto de la Palabra de Dios, tratando de “sentir y
gustar” la forma como Dios se revela y expresa en Él. Al hacer “composición de lugar”, es decir, con el uso de
tu imaginación tratar de recrear la escena que se te relata en el pasaje bíblico para comprender mejor el
mensaje que allí se te quiere comunicar. Procura hacer todo esto para luego “reflectir sobre ti mismo y sacar
provecho”, es decir, tomar conciencia de los movimientos internos y los pensamientos que esa historia
produce en ti y en ellos reconocer la acción transformadora de Dios a través de su Palabra.
También puedes usar otros recursos: contemplar un paisaje, escuchar una canción, escribir, orar con el
cuerpo, alabar, hacer silencio interior, profundizar en tu petición.

SABER TERMINAR (Coloquio)


San Ignacio propone culminar nuestros espacios de oración de una manera especial. No se trata
simplemente de cumplir con un horario. El final de la oración es el espacio para la ternura, para la
conversación afectiva, para renovar permanentemente la alianza, para hacer síntesis de lo vivido y decidir
salir de allí saturados(as) de la presencia de Dios.

San Ignacio describe el coloquio de la siguiente manera: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así
como un amigo habla a otro, o un siervo a su Señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por
algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo de ellas” (EE. 54).

Cinco minutos antes de que se cumpla el tiempo de tu oración, intenta comenzar a realizar tu coloquio:
compartir con Dios o con la Virgen María cómo has vivido este momento de oración, cómo has profundizado
en el sentido de tu petición, cómo has experimentado su amor. Trata de vivirlo como un momento lleno de
afecto. Puedes hacer un gesto de despedida y terminar con un Padre Nuestro o una breve oración que tenga
sentido para ti.

SABER EVALUAR (El examen de la oración)


Llegamos a un punto de suma importancia en la propuesta metodológica de Ignacio. Hacer el examen de
la oración constituye uno de los pasos fundamentales del proceso de tomar conciencia de la forma como
Dios acontece en nuestros espacios de oración. Es un momento de auto observación, de evaluación, de darse
cuenta de lo que sucede en nuestro interior cuando nos exponemos a la presencia de Dios y a su amor.

San Ignacio lo describe de la siguiente manera: “Después de acabado el ejercicio, por espacio de un cuarto
de hora, sea sentado o paseándome, miraré cómo me ha ido en la contemplación o meditación; y si mal,
miraré la causa de donde procede, y así me arrepentiré y enmendaré luego; y si bien, daré gracias a Dios
nuestro Señor, y haré así después de cada ejercicio” (EE.77).

Debes tener en cuenta al organizar tu horario, el tiempo que le dedicarás a estos espacios del examen que
constituyen la herramienta fundamental para tus procesos de discernimiento; este será el material que
compartirás con tu acompañante. Más adelante profundizaremos en el tema.

SABER CONFRONTAR (El acompañamiento)


El proceso de acompañamiento es muy importante para ir cuidando que la experiencia se vaya viviendo de
la mejor manera. Es un espacio para revisar la forma cómo vas aplicando el método y los movimientos
internos que se producen en tu interior.

No es un espacio para la confesión o para contar la historia de la vida. Es un espacio para confrontar las
mociones que te van surgiendo en la oración y encontrar luces para comprender la forma como Dios te va
transformando y haciendo presencia en ti. Para celebrar el sacramento de la reconciliación, dispondrás de
otros espacios dentro de la dinámica misma de los Ejercicios.

Debes preparar estos encuentros antes de hablar con tu acompañante. El material fundamental para
compartir saldrá de los exámenes de tu oración, los sentimientos que experimentaste, los diferentes
movimientos internos que vas sintiendo y las interpretaciones que le vas dando a tu experiencia.

Вам также может понравиться