Oralidad y escritura: Tecnologías de la palabra
By Walter J. Ong and John Hartley
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Oralidad y escritura - Walter J. Ong
Walter J. Ong (Kansas City, 1912 - San Luis, Misuri, 2003) fue un sacerdote, profesor, académico y filólogo de lengua inglesa. Se especializó en lengua latina en la Universidad de Rockhurst. Obtuvo los grados de licenciado en filosofía y teología y maestro en literatura inglesa en la Saint Louis University, donde fue docente durante treinta años; posteriormente obtuvo el doctorado en literatura inglesa por la Universidad de Harvard. Fue miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de los Estados Unidos y presidente de la Modern Language Association of America. Su trabajo Oralidad y escritura ha sido reconocido a nivel mundial y traducido a más de una docena de idiomas.
SECCIÓN DE OBRAS DE LENGUA Y ESTUDIOS LITERARIOS
ORALIDAD Y ESCRITURA
Traducción
ANGÉLICA SCHERP
Traducción de prefacio y posfacio
ALEJANDRA ORTIZ HERNÁNDEZ
WALTER J. ONG
Oralidad y escritura
TECNOLOGÍAS DE LA PALABRA
Prefacio y posfacio
JOHN HARTLEY
Primera edición en inglés (Methuen & Co. Ltd.), 1982
Primera edición en español, 1987
Tercera edición en inglés (Routledge), 2012
Segunda edición en español, 2016
Primera edición electrónica, 2016
Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero
Título original: Orality and Literacy. The Technologizing of the Word
©1982, 2002, Walter J. Ong; selected content © 2012 John Hartley
Todos los derechos reservados.
Traducción autorizada de la edición en inglés publicada por Routledge, miembro de Taylor & Francis Group
D. R. © 23016, Fondo de Cultura Económica
Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México
Comentarios:
editorial@fondodeculturaeconomica.com
Tel. (55) 5227-4672
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.
ISBN 978-607-16-4258-5 (ePub)
Hecho en México - Made in Mexico
Índice
Prefacio. Antes del onguismo
Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención
Orígenes intelectuales del americanismo
Comunicación contemporánea y estudios culturales
Reconocimientos
Introducción
I. La oralidad del lenguaje
La capacidad de leer y el pasado oral
¿Dijo ‘literatura oral
?
II. El descubrimiento moderno de culturas orales primarias
Una conciencia temprana de la tradición oral
La cuestión homérica
El descubrimiento de Milman Parry
Obras posteriores
III. Algunas psicodinámicas de la oralidad
La palabra articulada como poder y acción
Uno sabe lo que puede recordar: mnemotecnia y fórmulas
Otras características del pensamiento y la expresión de condición oral
La memorización oral
Estilo de vida verbomotor
El papel intelectual de las grandes figuras heroicas y de lo fantástico
La interioridad del sonido
La oralidad, la comunidad y lo sagrado
Las palabras no son signos
IV. La escritura reestructura la conciencia
El nuevo mundo del discurso autónomo
Platón, la escritura y las computadoras
La escritura es una tecnología
¿Qué es la escritura
o grafía
?
Muchas grafías pero sólo un alfabeto
El comienzo del conocimiento de la escritura
De la memoria a los registros escritos
Algunas dinámicas de la textualidad
Distancia, precisión, grafolectos
y magnos vocabularios
Influencias recíprocas: la retórica y los tópicos
Influencias recíprocas: las lenguas cultas
La persistencia de la oralidad
V. Lo impreso, el espacio y lo concluido
El predominio del oído cede al de la vista
El espacio y el significado
Efectos más difusos
Lo impreso y lo concluido: la intertextualidad
Postipografía: la electrónica
VI. Memoria oral, la línea narrativa y la caracterización
La primacía del trazado narrativo
Las culturas narrativas y orales
Memoria oral y línea narrativa
La conclusión de la trama: de la narración de viajes al relato detectivesco
El personaje redondo
, la escritura y lo impreso
VII. Algunos teoremas
La historia literaria
La Nueva Crítica y el formalismo
El estructuralismo
Los textualistas y los deconstruccionistas
La teoría de los actos del habla y la recepción del lector
Las ciencias sociales, la filosofía, los estudios bíblicos
La oralidad, la escritura y el ser humano
Los medios
contra la comunicación humana
La tendencia hacia la introspección: la conciencia y el texto
Posfacio. Después del onguismo :la evolución de la inteligencia interconectada
El paréntesis de Gutenberg
Etnocentrismo progresista
Binarismo
Primitivismo pedagógico
¿Transformación de la conciencia? No tan rápido
La evolución del onguismo
Bibliografía
Índice analítico
PREFACIO
Antes del onguismo
Para convertirnos en lo que queremos ser, tenemos que decidir qué éramos.¹
JOHN HARTLEY
Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención
²
El año 2012 marca el centenario del nacimiento de Walter J. Ong, S. J. (el 30 de noviembre), pero todavía es leído y considerado un académico contemporáneo. Algo que escribió acerca del que una vez fue su maestro, Marshall McLuhan, tiene resonancia en los propios viajes académicos en el tiempo de Ong: su voz siempre es la voz del presente que llama al pasado, al que molesta hasta que éste reacciona de manera entusiasta y contundente con una realidad actual en las mentes de sus lectores
(Ong, 2002, p. 307). Las publicaciones propias de Walter Ong se extendieron a lo largo de 70 años, hasta 2003, año de su fallecimiento.³ Sus intereses iban desde los antiguos sistemas de escritura sumerios hasta las computadoras modernas —ambos, según notó, usaban código digital (2002, pp. 527-549)—. Estaba inmerso en el estudio académico de la historia, pero siguió apuntando al futuro todo el tiempo. Su último libro (Ong, 2002), que se publicó próximo a su nonagésimo cumpleaños, tiene el subtítulo jovial "Challenges for Further Inquiry" [Retos para la investigación posterior].
Éste no es el lugar para evaluar la vida y obra de Ong. Ya hay buenas descripciones al alcance del aficionado y el especialista, como la introducción de Thomas Farrell a la colección antes mencionada (Ong, 2002, pp. 1-68, y véase Soukup, 2007). Al atraer su atención hacia una nueva edición del libro más conocido de Ong, Oralidad y escritura, no busco menoscabarlo ni alabarlo. Más bien, quisiera dirigirme al lector no especializado de este libro, para quien, según reseñas de compradores en Amazon.com, la coherencia que cimienta estos recorridos históricos e intelectuales no es de inmediato evidente.⁴ Para las nuevas mentes lectoras
quizá sea necesario volver a crear ese lazo entusiasta y contundente
entre la realidad actual y las ideas pasadas, un vínculo que yo llamaré onguismo.⁵
Por la libertad con que viaja en el tiempo, quizá resulte útil trazar una línea que conecte el onguismo con diversos periodos de una historia de las ideas más amplia: la historia de los sistemas de pensamiento y los medios de expresión concomitantes mediante los cuales las ideas han sido organizadas de la siguiente manera:
Retórica antigua y medieval (ca. 500 a.C.-1500 d.C.), porque fue la retórica, un arte oral, la que a la larga se apoderó de todo el conocimiento como su provincia
(Ong, 1971, p. VII); a través de
la Reforma europea (1500 a 1700), en la que el ramismo, basado en lo impreso (Ong, 1958), reformó tanto el conocimiento como la religión; un cambio que vinculó a la religión con el surgimiento del capitalismo (Tawney, 1998) y creó una trayectoria dependiente para el metodismo (protestante) y el método (científico) por igual (Ong, 1953), y
la subsiguiente Ilustración (1700 a 1900), tanto la científica como la escocesa (véase Berry, 1997, y Phillipson, 2010);
en la medida en que influyeron en el crecimiento de la República americana, directamente a través de Benjamin Franklin (Atiyah, 2006) y de manera indirecta a través de Thomas Jefferson (McLean, 2011); de ahí a
las determinaciones tecnológicas del conocimiento moderno (de 1900 a la fecha), donde, según la línea de pensamiento de Ong, la escritura y la lectura impresa han transformado
la conciencia humana en conjunto, mientras que una oralidad secundaria
surgió con los medios digitales.
Oralidad y escritura, la suma de 30 años de su trabajo, llevó el pensamiento de Ong a recibir una mayor atención, en sintonía con aquellos que sentían curiosidad por la repercusión de las tecnologías de la comunicación —el discurso, lo escrito, lo impreso, pantallas, computadoras— en cómo los humanos piensan y conocen. Esa curiosidad no siempre era estimulada de manera benigna, ya que muchos temían que las tecnologías contemporáneas, sobre todo los medios audiovisuales y de difusión más populares (en particular la televisión), fueran destructores más que creadores de conocimiento, especialmente en comparación con el imperio de lo impreso, que fue el indisputado medio de comunicación para todos los grandes sistemas de conocimiento realistas de la modernidad: la ciencia (el papel), el periodismo (la prensa) y la ficción imaginativa (la novela).
Esta división tripartita de lo real correspondía a clasificaciones mucho más antiguas. Éstas surgieron en la época misma en que empezaba a afirmarse la supremacía de lo impreso como medio en Europa a finales del siglo XVI y principios del XVII, que es en mayor medida el terreno favorito de Ong. Sir Francis Bacon (1605), filósofo fundador de la ciencia empírica moderna (apodado por algunos el padre del razonamiento inductivo
)⁶ y asiduo partidario del avance del saber
, fue quien intentó clasificar el conocimiento con base en la relación entre las formas de comunicación y las facultades humanas. Como Diana Altegoer escribe: "Bacon alegaba que todo el saber humano provenía de las tres fuentes de la memoria, la imaginación y la razón, de donde emanaban la historia, la poesía y la filosofía; no podía haber otros (Altegoer, 2000, p. 22). Bacon veía lo que él llamaba
las facultades de la mente humana como si fueran de dos tipos:
una concerniente a su entendimiento y razón y la otra a su voluntad, apetito y afecto"; y era la imaginación la que fungía como "agente o nuncius [mensajero] entre los dos (Bacon, 1605, Libro II, sección XII.1, p. 129). Así,
la poesía, alineada con la imaginación, poseía un lugar cardinal en el esquema de Bacon del avance del saber; al unir la razón con la voluntad y el apetito" (Altegoer, 2000, p. 22).
Diagrama 1
Bacon había heredado su esquema de tradiciones anteriores de retórica y lógica, orales, especialmente a través de Petrus Ramus, la figura central en la investigación académica de Ong. Quizá de manera involuntaria o sin plena conciencia de ello,⁷ éste ha seguido sirviendo de epistemología subyacente a los tres sistemas textuales realistas de la cultura moderna de lo impreso, que podemos esquematizar en el diagrama 1.
Nótese que el esquema de Bacon consideraba la verdad como premio de las tres formas de saber, la historia, la poesía y la filosofía, trabajando juntas. La especialización posterior impuso una distancia aún mayor entre la ciencia y la ficción, al menos en principio, pero Bacon quería facilitar una relación simbiótica entre el entendimiento científico y la poética afectiva
(Altegoer, p. 23), una aspiración a la que la ciencia contemporánea está regresando paulatinamente, como se ve por ejemplo en el llamado de E. O. Wilson a una unidad del conocimiento (1998) entre las humanidades creativas y las ciencias naturales.
La destreza de Ong consistía en valerse de las habilidades de la investigación de la historia literaria y la crítica textual para desenmarañar la manera en que las artes del conocimiento premodernas —la lógica, la retórica y la dialéctica— se vieron transformadas a partir del surgimiento de lo impreso. Estas artes (que no se acomodan del todo en el esquema anterior, a pesar de lo tentador que resulte asignarlas a las respectivas columnas) se emplearon en el periodo medieval para la importante tarea de organizar y distribuir el conocimiento. El trabajo de Ong era un ejemplo temprano de lo que hoy se llama la ciencia de la ciencia
: una investigación sobre cómo conocemos en lugar de qué conocemos. Junto con su contemporáneo, Marshall McLuhan,⁸ quien adoptó el eslogan el medio es el mensaje
, Ong popularizó la idea de que el conocimiento es producto del lenguaje, y el medio por el cual se comunica el lenguaje —voz, escritura o imprenta— nos hace pensar dentro de ciertas líneas de trayectoria dependiente. Ong fue más allá: sostuvo que "la escritura reestructura la conciencia" (Oralidad y escritura, cap. IV).
De esta forma, el onguismo es el lugar en que el medio determina la mente. En su metodología usa el análisis lingüístico, algo en torno a lo cual el mundo anglosajón ha estado generando un volumen importante de reflexiones desde el tiempo de los escolásticos medievales
(Ong, 1958, p. 4). Dicho análisis vuelve a vincular a la retórica con la ciencia (conocimiento). Además, a pesar de que él se interesaba por la invención de la escritura, remontándose varios milenios, la investigación académica de Ong se preocupaba principalmente por los periodos del Renacimiento y la Reforma, durante los cuales la cultura europea se vio trastornada de manera interna por el conflicto religioso y de manera externa por el creciente expansionismo. En un momento como ése, el análisis lingüístico
se vincula con los grandes temas de religión e imperio (poder) en el Occidente en modernización. El onguismo usó el pasado que parecía arcano para esclarecer inesperadamente el largo presente, de manera entusiasta y contundente
, valiéndose de estudios textuales para relacionar el poder con el conocimiento, a través de continuidades históricas (que también son continuidades psicológicas)
, más allá de las que teorizó Foucault (Oralidad y escritura, p. 253), en la propia estimación de Ong, sin duda.
Éste es el contexto del extraordinario alcance contemporáneo de Oralidad y escritura y de la influencia de Ong a través de muchos campos interdisciplinarios. Lance Strate enlista estos últimos: retórica, comunicación, educación, estudios de medios de comunicación, inglés, crítica literaria, estudios clásicos, estudios bíblicos, teología, filosofía, psicología, antropología, estudios culturales, historia, estudios medievales, estudios renacentistas, estudios americanos, estudios de género, biología y ciencias computacionales
(prefacio a Ong, 2002, p. IX). Strate atribuye el alcance de la influencia de Ong a su dominio de la intelectualidad, el conocimiento y nuestras maneras de saber
, una búsqueda académica en la que el conocimiento engloba al conocimiento mismo
. Esa es una observación astuta, pero hay al menos dos razones más para la influencia de Ong. La primera, histórica, a menudo es menos comentada —a pesar de que podría decirnos más— que la segunda, disciplinaria.
Orígenes intelectuales del americanismo
Históricamente, la investigación académica de Ong surgió en una época en que los Estados Unidos alcanzaban y lograban el liderazgo mundial; explícitamente después de la segunda Guerra Mundial con la llamada pax americana. Los Estados Unidos asumieron su estatus hegemónico (y lo dieron por sentado), no en forma directa a través de la conquista imperial sino a través de ideas, a partir de la presuposición de la superioridad moral y democrática de dichas ideas, las cuales bastaba promulgar para que fueran obligatorias para todos, ya fuera uno estadunidense o… digamos… vietnamita. Así pues, las maneras de saber
y el conocimiento
que Ong investigaba no eran sólo de interés histórico, sino que también poseían una nueva importancia porque se habían vuelto estadunidenses.
Los americanistas buscaban los orígenes intelectuales de la superioridad de los Estados Unidos en lo que el propio mentor académico de Ong, Perry Miller (1939, 1953), llamaba la mente de Nueva Inglaterra
: protestante, simple
, democrática, de estilo elemental
. Inspirado por Miller, Ong rastreó esa manera de pensar directamente hasta el dialéctico francés del siglo XVI Petrus Ramus (Ong, 1958, pp. 4-7). Su trabajo con el ramismo es un logro de gran importancia, pero puede que no hubiera salido del seminario —o seminario conciliar— de no ser por el contexto de su elaboración en Harvard, la primera universidad de la República Americana.
Perry Miller regresó a Harvard después de un servicio secreto en Gran Bretaña durante la guerra, que se piensa tiene relación con el desarrollo de aptitudes estadunidenses en el nuevo arte de la guerra psicológica.⁹ Supervisó el doctorado de Ong (1948-1954), publicado por Harvard University Press. Ong da crédito a Miller en él (1958, p. X) y relaciona Harvard, el americanismo y el ramismo:
La actual [1958] ola de interés [en Ramus] data de 1935 y 1936, cuando el profesor Samuel Eliot Morison publicó sus volúmenes tricentenarios de Harvard, The Founding of Harvard College y Harvard in the Seventeenth Century. Morison […] rastreó el origen de los primeros frutos de Nueva Inglaterra hasta las ramas del árbol de la ciencia olvidado desde hacía tiempo en los recuentos tradicionales de la herencia de los Estados Unidos [1958, p. 3].
A una página más o menos, esta herencia de los Estados Unidos
se ha vuelto universal: "Antes de los trabajos de Morison y Miller no se había escrito mucho sobre las implicaciones más completas del ramismo en la historia de la mente humana" (1958, p. 5, las cursivas son mías). Así, para Ong,
el actual interés por el ramismo en el mundo de habla inglesa es […] comunal; tiende a tomar el ramismo […] como un fenómeno o síntoma que […] podría producir información útil y hasta sorprendente respecto a la historia intelectual y la formación de la mente moderna [1958, p. 6, las cursivas son mías].
Harvard no sólo es la institución de educación superior más antigua en los Estados Unidos (fundada en 1636, en la cima del periodo ramista); también es la más rica y casi rutinariamente ha sido calificada como la mejor universidad en la clasificación mundial.¹⁰ Fue y sigue siendo una especie de megáfono para el americanismo, en especial a través de Harvard Business Publishing, cuya misión es la de influir el cambio del mundo real al maximizar el alcance e impacto de su oferta esencial: las ideas
.¹¹ Entre éstas estaba la idea de que la formación de la mente moderna
ocurre en el crisol del lenguaje, calentado por la literatura y el teatro, aun cuando el estilo elemental
y la simpleza
lo enfrían.
Por ejemplo, alguien que trabajó por muchos años en Harvard al mismo tiempo que Ong fue Alfred Harbage (1941; 1947). Como notable historiador de la literatura, Harbage veía Shakespeare’s Audience como precursora del modelo de la democracia moderna estadunidense, porque sus obras se dirigían a todos los sectores de la sociedad, del palaciego al cortesano hasta el zapatero.¹² Con el tiempo, el Globe y otros teatros atrajeron a una parte bastante grande de la población. Andrew Gurr (2004, p. 50) estima 25 000 visitantes por semana, con un total de 50 millones de entradas desde 1580 hasta 1640. La audiencia popular en el llamado Wooden O
representaba literalmente una política moderna por sí misma —en la mente de aprendices y artesanos— incluso cuando las obras en escena luchaban con los pesares y las tensiones del surgimiento de la modernidad, de la cual es heredera la democracia moderna estadunidense.
Sin afán de exagerar (como la ideología de supremacía estadunidense, por ejemplo), hay un trasfondo de filosofía política a lo largo del estudio académico de la historia de la literatura de los Estados Unidos a mediados del siglo. El estado de ánimo se extendió más allá de Harvard. En todo el país, la investigación académica literaria parecía decidida a fundamentar la visión posterior a la guerra civil de Walt Whitman de los democratic vistas¹³ [panoramas democráticos] de los Estados Unidos; una visión que apenas surgía en el mundo posterior a la segunda Guerra Mundial. Richard Altick en la Universidad de Ohio (The English Common Reader, 1957) y R. F. Jones en la Universidad de Stanford (The Triumph of the English Language, 1953) me vienen a la mente.¹⁴ Quizá Yale fuera la más notable, pues ahí los estudios americanos se fundaron en el mismo periodo, más que nada por razones políticas. Éstos eran: una empresa que sería, entre otras cosas, un instrumento para la lucha ideológica en lo que algunos de ellos llamaron la cruzada estadunidense en la Guerra Fría, y lo que otros veían prácticamente como una segunda guerra civil
(Holzman, 1999, p. 71).
Una figura líder en esta empresa fue Norma Holmes Pearson, quien, al igual que Perry Miller en Harvard, fue agente secreto para la OSS (Oficina de Servicios Estratégicos) —precursora de la CIA— durante la segunda Guerra Mundial. Mientras que entre los discípulos de Perry en Harvard se incluía el sacerdote jesuita Walter Ong, entre los de Pearson en Yale se incluía James Jesus Angleton, quien aprendió ahí el arte de la crítica práctica de documentos descontextualizados. Angleton prosiguió a aplicarlo como jefe de contraespionaje en la CIA, donde permaneció por una generación (Holzman, 2008). Mientras estuvo en Yale, como ha señalado Terence Hawkes, Angleton tuvo gran influencia de la corriente New Criticism, en particular la que practicaba William Empson (1930), cuya teoría de la irreductible ambigüedad de la expresión fue de gran ayuda para Angleton en su búsqueda de significados dobles como evidencia de agentes dobles
soviéticos dentro de la misma CIA. Su búsqueda obsesiva de espías se dirigió a sospechosos nacionales durante los gobiernos de Johnson y Nixon, entre ellos la élite liberal y contracultural de la sociedad estadunidense: Martin Luther King y Edward Kennedy, entre otros. Hawkes encuentra un paralelismo entre la crítica literaria y el contraespionaje:
Cuando los agentes pudieran ser reconocidos como volteados
[…] ellos mismos se vuelven textos
que exigen un análisis complejo. Una sensibilidad a la ambigüedad se vuelve entonces un arma crucial. El improbable aunque innegable impacto de la crítica literaria moderna en política práctica no encuentra mejor modelo, y más tarde Angleton describió su trabajo en contraespionaje como la crítica práctica de la ambigüedad
[Hawkes, 2009].
Parece extraño que el estudio de la retórica, la teoría literaria y la crítica práctica de textos arcanos en universidades de la Ivy League se cruzaran de manera personal e institucional con la carrera del americanismo político
de gran interés durante el periodo crucial de su predominio. Supuestamente Ong, en cuanto jesuita, no se involucró en los juegos de contraespionaje de los maestros espías activos como Perry, Pearson y Angleton; no obstante, fue llevado a la preeminencia en un ambiente intelectual en el que la historia literaria, el análisis lingüístico y una doctrina extendida del destino manifiesto
estadunidense se habían alineado.
Se trataba de una filosofía que buscaba revivir o mantener (es decir, construir) un lazo entre la retórica clásica ciceroniana, la democracia masiva moderna y la república estadunidense, similar a como lo había hecho el ex presidente John Quincy Adams a principios del siglo XIX al ocupar la dirigencia de retórica en Harvard (Rathbun, 2000).¹⁵ Ong por su parte unía las tradiciones literarias y retóricas de la investigación académica de Harvard, y quizá aprendió el hábito de universalizar y americanizar las formas culturales europeas premodernas en la misma línea que Milman Parry y Albert Lord, ambos citados ampliamente en Oralidad y escritura. Como ha notado Thomas Farell:
Parry era un clasicista de la Universidad de Harvard que llevaba a cabo trabajos de campo sobre cantantes épicos yugoslavos en los años treinta. Lord era un estudiante de posgrado que trabajaba con Parry y que más tarde escribiría su tesis doctoral sobre los hallazgos de sus estudios de campo […] publicada más tarde en 1960 como The Singer of Tales, un estudio monumental [Farrel, en Ong, 2002, p. 2].
En el intento de hallar una respuesta a la pregunta ¿qué es nuevo en nuestra comprensión de la oralidad?
(donde oralidad debe entenderse como característica humana y no una que pertenece a determinada cultura, tiempo o lugar), Ong escribe: Más que cualquier otro investigador anterior, el clasicista estadunidense Milman Parry […] logró socavar esta patriotería cultural, a fin de penetrar en la poesía homérica ‘primitiva’ en sus propias condiciones […]
(Oralidad y escritura, pp. 56-57). En cuanto a Albert Lord, él amplió y completó la obra de Parry con esmero convincente
; además, aquellos que estudiaron con él [Milman Parry] y con Lord en Harvard […] ya estaban aplicando las ideas de Parry al análisis de la antigua poesía inglesa
(Oralidad y escritura, p. 69). Así, Ong sitúa su propio trabajo en una tradición de investigación de Harvard, donde el descubrimiento estadunidense de una mentalidad oral-auditiva
(Ong, 2002, p. 301) entre los poetas prealfabetas
, tanto antiguos (Homero) como modernos (serbocroatas), se aplica rápidamente a la literatura canónica anglófona y de ahí a la cultura y la civilización en general; y se aplica también a la retórica y de ahí a la filosofía y el conocimiento en general. Se presupone que la mente estadunidense, a pesar de tener múltiples facetas
(Ong, 2002, p. 194), puede equipararse a la mente humana. Esta lógica se ve claramente en Oralidad y escritura, en la conclusión de su capítulo sobre El descubrimiento moderno de las culturas orales primarias
(cap. II). Extrapola directamente el descubrimiento de Milman Parry sobre los métodos orales de composición en Homero (Oralidad y escritura, p. 55), a través de Lord, Havelock y otros (pp. 35-36), al trabajo de McLuhan y el suyo (pp. 36-37), y de ahí sucesivamente al estudio de la conciencia humana en general por medio del trabajo del psicólogo Julian Jaynes (p. 37); éste, por supuesto, había estudiado los primeros años en Harvard antes de realizar su doctorado en psicología en Yale.¹⁶
A pesar de que esta tradición estaba obstruida por las circunstancias cambiantes y las tendencias académicas, fue institucionalizada no sólo en los estudios norteamericanos, sino también, de manera más importante, en los colegios únicamente estadunidenses (Ong, 2002, p. 74) de discurso, retórica y comunicación, que difundieron la crítica literaria junto con el estilo simple
de la prosa protestante, científica y persuasiva a lo largo de los campus del Oeste en expansión, hasta lugares como Saint Louis, por ejemplo, donde Walter Ong estudió la maestría y más adelante dio clases.¹⁷ Se valoraba la retórica porque preparaba a los ciudadanos para la vida pública como abogados, clérigos o políticos, y para respaldar la educación general de una población comercial y científica (Bedford, 1984). ¿Cómo impregnar la política de principios democráticos al mismo tiempo que de la habilidad de dirigir e implantar el conocimiento de manera efectiva, para propósitos tanto cívicos como privados? En una sociedad cada vez más organizada a través del conocimiento y dependiente de las tecnologías de los medios de comunicación, esta pregunta nunca estuvo lejos de la superficie, y para la generación de Ong la respuesta tampoco estuvo lejos en ningún momento: el ciudadano informado
(Schudson, 1998) debe entender la retórica. Tal como Ong escribió en 1970,
hasta la fecha, la mayor parte del trabajo sobre la historia de la retórica sigue haciéndose por estadunidenses, quienes en su extremo compromiso con la alfabetización ya se han alejado en gran parte de la antigua cultura retórica y oratoria que subyace tras la educación europea para encontrar este fenómeno fascinante [Ong, 2002, p. 74, y véase Ong, 2002, p. 194].
Para la generación de la Internet, en contraste con la de la segunda Guerra Mundial, es necesario reconstruir parte de esta procedencia intelectual. La libertad
—el modelo estadunidense
— se construyó con la capacidad de ganar una discusión. La ciencia de la intelectualidad, por tanto, de saber cómo sabemos
era de suma importancia en el programa de la Guerra Fría, tanto en sus formas de paranoia (contraespionaje) como en sus formas optimistas, entre las que se incluía saber cómo demostrar la superioridad del americanismo
por encima de, digamos, la Rusia de Jruschov.¹⁸
A nivel macro, la hegemonía estadunidense estaba fundada en igual medida por el poder de sus medios, cultura y ciencia que por su poderío militar. Conforme los ánimos se enardecían durante la Guerra Fría, las visiones mediadas del americanismo
seducían corazones y mentes en todo el mundo, bajo el disfraz convincente —el shakespeariano— de entretenimiento masivo. Ahora a esto se le llama poder blando
, y el Partido Comunista chino no sólo lo adopta, en el nivel más alto de diplomacia y el modo de gobernar, sino que considera que los estadunidenses también siguen poniéndolo en práctica:
En el último número del principal periódico teórico del Partido Comunista en el poder, Quiushi, que significa Buscando la verdad
, el presidente Hu [Jintao] advirtió que el país debe promover su propia cultura por encima de la occidentalización
que fuerzas hostiles promueven. Debemos estar claramente conscientes de que las fuerzas enemigas internacionales están poniendo en marcha sus planes estratégicos para occidentalizar y dividir nuestro país
, escribió. Los campos del pensamiento y la cultura son sectores importantes que ellos están usando para esta infiltración a largo plazo. Debemos reconocer claramente la seriedad y dificultad de esta lucha, dar alarma […] y tomar medidas eficaces para lidiar con ello
[Reuters, 2012].
Éste es el razonamiento (ostensible) de China para imponer límites estrictos de importación de películas de Hollywood. Lo que es entretenimiento inofensivo para algunos es infiltración hostil para otros. Los panoramas democráticos
son planes estratégicos
precisamente porque, tal como dijo Walt Whitman en 1871: "Usaré las palabras Estados Unidos y democracia como términos intercambiables".¹⁹
A nivel micro, el ciudadano individual necesitaba software mental para poder formar parte de un mundo que cada vez se basaba más en texto; donde el saber dependía de información transportada tecnológicamente, abstraída de sus raíces contextuales, al igual que lo escrito y lo impreso se abstraen de la inmediatez localizada del discurso. Puede que tal abstracción resultara más cómoda para la sociedad estadunidense de colonos y migrantes de lo que resultó para las culturas autóctonas de la Europa antigua. Sin duda, no sólo los abogados y líderes requerían habilidades retóricas para manipular ideas y conocimiento, y habilidades en la crítica práctica de la ambigüedad
para resistir a la manipulación de los mensajes de los demás. Para ser ciudadanos y consumidores exitosos, para sostener una economía emprendedora y para saber cómo distinguir nuestros medios sociales entretenidos y esclarecedores de su chatarra publicitaria hostil e invasiva, todos tenían que ejercer el poder blando
del