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Si bien es cierto que la Biblia debe interpretarse como otros libros y que por
consiguiente, su estudio está sujeto a las leyes de la hermenéutica general, debemos no
ignorar el hecho de que, bajo muchos aspectos, la Biblia es un libro que difiere de todos los
demás. Puesto que contiene múltiples revelaciones presentadas en la forma de tipos,
símbolos, alegorías, visiones y sueños. Motivo por el cual, se debe hacer uso de la
hermenéutica especial. Debido a que la hermenéutica no solo es una metodología, sino
también una forma de comprensión que nace en el lector del texto, de donde el lector es un
intérprete que encuentra significados relevantes a su entorno en un texto. Para ello, según
Berkhof (2005), se debe respetar ciertos principios:
Desde que Dios reveló Las Escrituras, a través de los siglos ha habido muchos enfoques al
estudio de la Palabra de Dios. La exégesis patrística y su alegoría, la exégesis medieval y su
dogmatismo, la exégesis moderna y su abatimiento a la autoridad Escritural. Al observar
los errores de los que nos han precedido, podemos estar más conscientes de los peligros que
conlleva un abuso de las Escrituras en el proceso de interpretación; “Para entender el
mensaje del documento, debemos entender el mundo y los acontecimientos que rodearon al
texto de allí y de entonces, para que no lo apliquemos mal aquí y ahora” (Lawrence, 2002,
92). Porque cada vez que partes de las Escrituras son sacadas de su contexto –esto es, las
palabras, las oraciones o los párrafos que la rodean- es probable que el significado del texto
no sean entendidos correctamente; “Es importante, por lo tanto que observemos el contexto
y notemos las circunstancias en que se sitúa cada tema” (Braga, 1990, 108).
FUENTES BIBLIOGRÁFICAS