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Resumen:
La incorporación de psicólogos en el campo de la salud, obedece a la necesidad de los
pacientes y sus familiares de la atención médica desde una perspectiva biopsicosocial (Ríos
Saldaña, inédito), dado el potencial impacto que puede representar un diagnóstico
desfavorable para la persona y su familia; en este sentido, este tipo de eventualidades
pueden representar una crisis, que suele ser definida como un estado temporal de trastorno
general, activado por algún acontecimiento demandante, percibido por el individuo como
amenazante o desafiante; dicho estado se caracteriza por una desorganización que se puede
manifestar en los procesos fisiológicos, cognitivos, emocionales, conductuales y sociales,
deshabilitando a la persona para que responde adaptativamente con sus recursos actuales
disponibles y/o auto-percibidos a las demandas de la situación (Musito, et.al., 2004); por lo
que el psicólogo que se desempeña en los ámbitos hospitalarios, puede hacer uso de modelos
terapéuticos que respondan a las demandas de dicho ambiente, es decir, modelos que
busquen restablecer el equilibrio psíquico del paciente y su familia en un breve período de
tiempo; un enfoque, aunque carente de respaldo científico es la Intervención en Crisis. El
presente escrito corresponde a un estudio teórico (Montero & León, 2002) que tiene como
objetivo dar una visión general de la Intervención en Crisis como herramienta terapéutica
que puede ser empleada en el Campo de la Salud, en respuesta a la creciente demanda y
reconocimiento de la labor psicológica en dicho campo.
1
Estudio realizado en modulo teórico de la Licenciatura en Psicología SUAyED, FES-Iztacala, UNAM.
Asesorado por Lic. Omar Moreno Almazán.
2
Estudiante de 8° semestre de la licenciatura en Psicología SUAyED FES, Iztacala, UNAM, sede Oaxaca.
Revista en Ciencias Sociales y Humanidades Apoyadas por Tecnologías. Vol. 1, Núm.1. 7-14, 2012 | CHAT– IZTACALA-UNAM
Parada. La Intervención en Crisis como Herramienta Terapéutica del Psicólogo de la Salud
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Introducción
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La intervención en crisis tiene sus inicios en el trabajo de Erick Linderman en 1944, al atender a
personas afectadas en el incendio del centro nocturno “Coconut Grove” en Boston;
posteriormente Capplan, uno de los colaboradores de Linderman, definió crisis como “un estado
provocado cuando una persona encara un obstáculo a las metas importantes de su vida, que por
un tiempo resulta inmanejable por medio de la aplicación de métodos usuales para sobrellevar
los problemas” (Bellak & Small, 1970); Webster (en Figueroa, s/f) expone que una crisis es un
“punto de cambio en el individuo” que puede generar cambios que lo lleven a un mejoramiento o
derivar en enfermedades, así también, Martínez, Alonso, Castro, Álvarez y Oviedo (2004)
definen crisis como “la respuesta a eventos conflictivos, internos o externos, que es
experimentada como un estado doloroso agudo o como un estado temporal de desorganización
física y psicológica”, a lo que Hyma y Tesar (1996) recalcan que tiende a ser una experiencia
subjetiva, es decir, que el impacto que tenga en la persona un evento estresor, dependerá de
sus recursos internos (tolerancia a la frustración, auto-concepto, condiciones fisiológicas) y
externos (apoyo familiar, redes sociales de apoyo, etc.) que pueden influir en como asimila dicha
situación, como de riesgo o como una oportunidad de cambio (Lorente, 2008). Considerando que
una crisis, puede ser considerada como una experiencia subjetiva, Martínez et.al (2004)
mencionan que las personas emplean mecanismos que los ayudan a enfrentar una situación
estresante o de peligro y restablecer el equilibrio previo a la experiencias desencadenante de
una crisis, pero si la persona no cuenta con suficientes mecanismos adaptativos o no sabe
canalizarlos adecuadamente para afrontar una experiencia desfavorable, la crisis puede llevar a
la persona a desarrollar una sintomatología física y psicológica más grave, que puede restringir
la funcionalidad del individuo, manifestando dicho desequilibrio con respuestas desadaptativas y
de riesgo como intentos suicidas, homicidios o en el peor de los panoramas ambos (Bellak &
Small, 1986; Florenzano & Jacobson, 1984 y Leenaars, 1994).
Algunas situaciones que pueden representar un estresor desencadenante de una crisis son:
2. Situaciones en las que la vida este comprometida, es decir, de alto riesgo para la
integridad física y psicológica.
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4. En situaciones en las que la persona ha incurrido en un delito (Amaris, Angarita,
Madariaga, Granada & Palacio, 2007).
5. Factores idiosincrásico o percepción invidivual, es decir, que un mismo hecho puede
ser grave para una persona, pero no para otra (por ejemplo una mala racha
económica).
Por lo tanto, una crisis puede ser definida como un estado temporal de trastorno general,
activado por algún acontecimiento demandante, percibido por el individuo como amenazante,
desafiante; dicho estado se caracteriza por una desorganización que se puede manifestar en los
procesos fisiológicos, cognitivos, emocionales, conductuales y sociales; deshabilitando a la
persona para que responda adaptativamente con sus recursos actuales disponibles y/o auto-
percibidos a las demandas de la situación (Musito, Herrera, Cantera & Montenegro, 2004),
teniendo una duración de unas horas a seis semanas (Martínez, et. al., 2004). A este respecto la
intervención en Crisis se encamina a ayudar a la persona, familia o grupo a sobrevivir y/o
afrontar un suceso dramático, bajo un modelo de intervención psicológica de rápido
establecimiento del problema (factores que originan la crisis), y la estipulación de un tratamiento
razonable y rápido (no por ello, elaborado arbitrariamente o sin conocimiento pleno de la causa
detonante de la crisis y de las características de las personas que será atendida), por lo que en
una intervención en crisis, se debe: a) determinar el problema y/o acontecimiento detonante de
la crisis; b) su objetivo general es restablecer el equilibrio pre-critico en la persona; c)
disminución del malestar presente; d) restitución de la capacidad de auto-control; e) dotación de
recursos personales y sociales idóneos para afrontar con competencia futuras crisis; f)
prevención de recaídas y victimización secundaria (Musito, Herrera, Cantera & Montenegrom,
2004); g) manejo de los estados de estrés, ansiedad, desamparo y confusión del paciente; h)
establecer patrones de conducta que permitan al paciente restablecer su equilibrio o nivel de
funcionamiento previo al evento; i) ayudar al paciente y otras personas afectadas, con
estrategias – como la resolución de problemas – que permitan llevar a cabo acciones inmediatas
tanto personales como comunitarias (Reynoso & Seligson, 2005) y j) fortalecer los intentos
personales de afrontamiento e integración (Lorente, 2008). Moos (en Figueroa s/f) identifica dos
corrientes teóricas que pueden se sustentar a la intervención en crisis:
1. Teoría de Erickson: la cual sostiene que el ciclo vital del desarrollo se distribuye en
ocho etapas, las cuales están marcadas por cambios, que llevan al sujeto a
readaptaciones, que significan retos y transiciones, las cuales pueden ser determinadas
como crisis.
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2. Teoría de Holmes: expone que el estrés asociado a los sucesos de vida, los
procesos de salud – enfermedad y a los cambios propios del desarrollo, se ven
marcados por una crisis.
Es importante tener presente la diferenciación retomada por Slaikeu (1984) que distingue a la
intervención en crisis, llevada a cabo por profesionales en psicología y la que es llevada a cabo
por otros profesionales de la salud y/o para-profesionales (bomberos, policías, personal de
primeros auxilios, etc.) que son denominados como primeros auxilios psicológicos y que son
brindados en los momentos posteriores más próximos al evento que está generando una crisis, y
que tiene los siguientes objetivos:
Cualquiera de dichas intervenciones, requieren de actitudes especificas por parte del profesional
o para-profesional que la lleve a cabo, como el establecimiento de una relación comunicativa con
el paciente, comprobando rápida y eficientemente la perspectiva que tiene la persona sobre la
situación problemática, entablando en todo momento un dialogo y negociación activa sobre el
problema y la solución del mismo (Hyma & Tesar, 1996), así también, brindar apoyo al paciente
procurando fortalecer la solidaridad grupal, familiar y social con el mismo, manteniendo una
posición racional ante la situación (Organización Panamericana de la Salud, 2002), lo cual puede
facilitar la expresión y verbalización de las emociones por parte del paciente, y así producir la
aceptación de la situación, que puede derivar en una búsqueda de soluciones realistas; pero
para ello, el profesional de la psicología o para-profesional que brinde este tipo de ayuda debe
tener un buen grado de desarrollo en escucha empática (lo cual nos puede aproximar al modelo
humanístico existencial que busca el crecimiento, salud y ajuste desde la perspectiva del
paciente), así como, un expresión natural de apoyo y cercanía hacia el paciente (Gómez del
Campo & Estrada, 1997).
Es muy importante en todo momento “proporcionar una situación de seguridad psicológica que
permita la exploración de los eventos críticos en un contexto de realidad” (Gómez del Campo &
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Estrada, 1997). Por otra parte es importante considerar siempre, que dentro de cada modelo
psicoterapéutico se toman diferentes variables y/o factores que determinan la percepción que se
tiene del comportamiento y por ende la evaluación e intervención cambia de modelo a modelo,
así también, los resultados de toda intervención psicológica, pueden variar de modelo a modelo
y de persona a persona.
Por lo anterior, el psicólogo de la salud y el clínico deben tener en consideración aspectos que
puedan mejorar la relación con sus pacientes, por ejemplo, evitar conductas que promuevan un
daño o explotación del paciente; Garaigordobil (2010) expone que el psicólogo al abordar al
paciente en crisis, debe considerar las características psicológicas, socioculturales y biológicas
que constituyen al mismo y que pueden influir sus repertorios conductuales que a su vez,
constituyen los recursos internos y externos con los que cuenta el individuo para hacer frente a
situaciones subjetivamente percibidas como desafiantes.
La intervención en crisis, a decir de Blanc (en Musito, Herrera, Cantera & Montenegro,2004),
representa un cambio en la Psicoterapia tradicional, ya que marca la salida de los procesos
terapéuticos del ambiente, un tanto artificial, que representa un consultorio, así también,
conlleva la prevención primaria de posibles trastornos psicológicos, así como la promoción de
la salud y el bienestar que deberían ser abordados desde una perspectiva de “prevención
primaria” en psicología; ya que si una persona es capaz de afrontar y solucionar adecuadamente
una crisis actual, tendrá más posibilidades de afrontar y superar adecuadamente
eventos potencialmente peligrosos a futuro, con un restablecimiento rápido del equilibrio psíquico
del individuo (Gómez del Campo & Estrada, 1997).
Conclusiones
Ante la falta de literatura científica obtenida, es importante recordar que una de las misiones de
la psicología clínica es la generación de conocimiento y la búsqueda de un respaldo empírico del
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conocimiento ya existente, en este sentido el modelo clínico-practicante resalta la importancia de
la investigación, a lo cual Phares (1999) menciona que entrenar a una nueva generación de
psicólogos puramente aplicados, puede derivar en una aceptación incondicional de la
información que se les proporciona, lo cual puede llevar a esta disciplina a la mediocridad, de ahí
la importancia del desarrollo de una actitud inquisitiva y escéptica, de pensamiento lógico,
análisis y recolección de datos y opiniones, extracción de inferencias y la presentación
equilibrada de hallazgos, son habilidades que ayudan al psicólogo a elevarse por encima de un
rango de técnicos, mejorar su campo de trabajo, construir una disciplina científica más
competitiva y generar conocimiento no solo para el desarrollo de la psicología, también para
disciplinas afines y que hacen uso de los conocimientos psicológicos en su quehacer cotidiano,
ya sea en la práctica, en la docencia, en la investigación, etc.
Por último es importante considerar la recomendación hecha por Amar, Amaris, Angarita y
Madariada (2007) al mencionar que es importante que el profesional egresado o en formación
en psicología y en especial el que se desempeña profesionalmente en el campo de la salud, por
las características de la población a la que atiende, deberá contar con conocimientos sobre este
tipo de intervenciones como una herramienta básica de abordaje en situaciones comunes, pero
potencialmente estresantes.
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