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nstitución supranacional establecida por el Tratado de Maastricht, o Tratado de la Unión Europea, que fue firmado por los
doce miembros de las Comunidades Europeas en noviembre de 1993. Es, por tanto, una evolución de la Comunidad
Económica Europea, que surgió por el Tratado de Roma en 1957.
Hoy los 28 países europeos que forman parte de la Unión Europea pretenden establecer, como en la institución original,
un continente unido mediante el desarrollo de instituciones comunes, la fusión progresiva de las economías nacionales, la
creación de un gran mercado común, y la armonización progresiva de su política social.
20.1. ANTECEDENTES.
Antes de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el francés Briand (artífice del acercamiento germano-francés tras el
Tratado de Versalles) había hablado de la posibilidad de una federación europea, con una forma política y administrativa
similar a la de los Estados Unidos de América.
La crisis económica de 1929 y el surgimiento de los sistemas totalitarios, hizo imposible este sueño. Sin embargo, la
Guerra Mundial favoreció el movimiento integrador; en 1944, a propuesta de Churchill, se firmó en Ginebra el Manifiesto
de las Resistencias Europeas, documento que propugnaba la creación de una Unión Federal de los Pueblos Europeos,
como medio de evitar los conflictos. Por ello, tras la guerra, esta idea federalista continuó, como lo demostraba la creación
de organizaciones como el Movimiento de Europa Unida, la Liga Europea de Cooperación Económica, o la Unión
Europea de Federalistas. Sus promotores más destacados fueron Schumann, Spaak y Spinelli.
El primer ensayo de las tesis propugnadas por estos políticos, lo llevaron a cabo Bélgica, Holanda y Luxemburgo, que
procedieron a acordar una unión aduanera, Benelux), en 1946 y 1947. Esta asociación no era una idea original, ya que
se basaba en un proyecto de los años veinte. En este acuerdo, los firmantes se comprometían, además de a la abolición de
los aranceles, a una política impositiva común y sobre consumo, y a la liberalización comercial y financiera. Pero el
Benelux era más que un pacto: nació como una institución supranacional, estableció una serie de organismos como son
el Comité de Ministros, un Consejo Consultivo Interparlamentario, un Consejo de Unión Económica, una Secretaría
General y un Tribunal de Justicia. El Benelux se convirtió en un modelo válido para las futuras Comunidades Europeas.
Una de las fechas claves para el proceso de integración europea es 1947, año en que se produjo la aprobación por los
Estados Unidos de un programa de ayuda a la reconstrucción europea conocido como el Plan Marshall. Este plan exigía
a los europeos la elaboración de un programa común de reconstrucción y distribución de los fondos aportados, lo
que obligó a la creación en 1948 de la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE).
El mismo año en que se creó la OECE, en la Conferencia de La Haya, diez países occidentales aprobaron el Consejo de
Europa. Este organismo reunió a todos los países democráticos de Europa en una asamblea de carácter consultivo
al que se le encargaba la tarea de velar por los Derechos del Hombre (tal como establecía la ONU en su carta de
fundación), así como del mantenimiento de las libertades nacionales e individuales. A este organismo se le puede
considerar como el instrumento principal para la promoción del derecho común europeo. En ese mismo año, y como
complemento al Consejo de Europa, con sede en Estrasburgo, se creó la UEO. (Unión de Europa Occidental), que
afirmaba la voluntad de cooperación de todos los países miembros en todos los campos, tanto en el económico, cultural y
militar.
Desde el Consejo de Europa, como foro europeo, se potenciaron las vías para la integración europea, lo que exigía un
cambio en las instituciones de cada país. Ante la imposibilidad de crear un sistema federal entre los estados europeos (por
las reticencias de todos ellos a ceder parte de su soberanía), los diferentes países optaron por formar parte de instituciones
que defendieran intereses comunes. Entre estas organizaciones, algunas pretendían la cooperación interestatal clásica
(como la OTAN, la UEO, la OECE o la EFTA), mientras otras mantenían una clara voluntad integradora, y que se
trataban de organizaciones con poderes económicos como paso previo a la integración política.
Los políticos franceses Monnet y Schumann fueron los protagonistas y promotores de este sistema para lograr la
integración. Opinaban que la generación de vínculos económicos llevaría a la creación de vínculos políticos, según un
plan funcionalista, sistema que había sido válido en el caso alemán con Zollverein, o unión aduanera, antes de su
unificación.
El primer paso hacia la unidad europea, fue la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA),
firmado por Francia, Alemania Federal, Bélgica, Italia y Holanda en 1951, que en realidad era una ampliación del
Benelux a tres socios más. Con este tratado se creaba un mercado común del carbón, acero, hierro y residuos, arbitrado
por una Alta Autoridad que velaba por los intereses comunes y administraba los fondos de cooperación.
Un paso fundamental en este sentido se dio en 1957, cuando en la reunión de Messina se organizó la Comunidad
Económica Europea (o Mercado Común) y el Consejo Europeo de Energía Atómica (EURATOM), firmado por los
países que formaban parte de la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, un año más tarde, en el acta del Tratado
de Roma de 1957.
El Tratado de Roma creó una Asamblea común, (Asamblea parlamentaria conocida como Parlamento Europeo) y un
Tribunal que interpreta y aplica los Tratados y decisiones. Los objetivos eran, y son, la creación de un arancel común, el
libre movimiento de las personas y trabajadores, servicios y capitales, la elaboración de una política agraria común, la
creación de un Fondo Social Europeo (Seguridad Social común) y, por supuesto, la potenciación de las relaciones entre
los Estados miembros como medio de lograr la unidad política.
La CEE, CECA y EURATOM, formaron las Comunidades Europeas, y las tres mantenían órganos propios. Sobre
ellas, el Tratado de Roma estableció unos órganos comunes a modo de poderes ejecutivo, legislativo y judicial, que se
mantienen hoy en día como estructura organizativa de la Unión Europea.
Tras la firma del Tratado de Roma, la idea de fomentar la unión política encontró serios problemas. Francia fue el país que
más recelos planteó a la ampliación. Por un lado, se negó a admitir a Gran Bretaña en la Comunidad, por considerar que
este país tenía unas relaciones de preferencia con los Estados Unidos. Por otro lado, se negaba a ampliar los poderes
políticos de la Comunidad, al considerar que la obligatoriedad de aceptar una decisión por votación mayoritaria en las
Comisiones, suponía una cesión de su soberanía. El problema francés se planteaba fundamentalmente en la política
agrícola, cuya directriz por voto mayoritario de los miembros le perjudicaba.
La caída de De Gaulle en 1969, y la adopción de una política agrícola favorable a los franceses hizo, en 1972, considerar
la ampliación de la Comunidad. En 1973 se amplió a nueve miembros, con la inclusión de Gran Bretaña, Irlanda y
Dinamarca (puesto que Noruega, una vez admitida se negó a participar por decisión popular en sufragio). Tres nuevos
países formaron parte de la Comunidad, transformando la organización en la Europa de los doce: Grecia, que ingresó en
1981, y Portugal España que fueron admitidos en 1986.
Previamente a la incorporación de los países ibéricos, se había aprobado el Acta única Europea, en diciembre de 1985,
que fue más tarde ratificada por los parlamentos de los doce miembros en julio de 1987, lo que confirió una fortaleza
mayor a la organización, esto es, evolucionó hacia la Comunidad Europea, o Europa de las Comunidades. Con este acta se
trató de acelerar el paso hacia un mercado único; pero a la vez se potenció que la institución tuviera una mayor peso
político, para que los estados se comprometieran a realizar una política común en temas no sólo comerciales, sino también
en áreas de sanidad y empleo.
Una de las mayores preocupaciones de la Unión Europea es la regulación de la política monetaria, y la circulación de
capitales y personas. La oposición de Gran Bretaña a aprobar la Unión Monetaria Europea supuso una breve crisis de la
institución, que se solucionó tras aceptarse algunas condiciones especiales para este país en estos aspectos.
El tratado de la Unión Europea, que transformó la Comunidad Europea es una institución más sólida, fue negociado
en Maastricht en 1991 y aprobado por los parlamentos nacionales en febrero de 1992. Este Tratado fue previamente
aprobado por referéndum a cada uno de los países miembros, y por fin aprobado por el Parlamento Europeo en
octubre de 1993.
La caída de la Unión Soviética y la eficacia de la institución, que en definitiva se presenta como el único rival económico
de los Estados Unidos, ha influido y animado a varios países a solicitar la inclusión en la Unión. En 1995 la institución se
transformó en la Europa de los quince, con la inclusión como miembros de pleno derecho de Suecia, Finlandia y Austria.
Otros países solicitaron la incorporación, lo que hacía presagiar una próxima ampliación de la Unión Europea,
fundamentalmente entre los países que forman parte de la EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio). Entre los
países e interesados en ser admitidos, estaban Chipre y Malta, que lo solicitaron en 1990, o Turquía, que lo hizo en 1987.
Otros países que sí tenían el beneplácito de los actuales miembros para su incorporación inmediata, como son Suiza y
Noruega, decidieron no hacerlo, unos porque consideraron que violaba su tradicional política de neutralidad, y otros, los
noruegos, porque en el referéndum convocado para este efecto, vencieron las tesis de los llamados euroescépticos.
Como organización que intenta una real integración entre los países miembros, la estructura que se creó a tal efecto consta
de los siguientes órganos:
Ministros de los Estados miembros, presididos por uno de ellos, y que rota cada seis meses. En ocasiones se reúnen los
Jefes de Estado, en vez de ser una reunión ministerial, lo que le convierte en un Consejo Europeo; el Consejo Europeo,
como institución, fue creado en 1987. Aprueba líneas generales de acción política comunitaria.
Lo forman políticos nombrados por los gobiernos de los países miembros; estos comisarios actúan en nombre de los
intereses comunitarios y no siguen directrices de sus países.
Elegido por sufragio Universal directo en los quince países miembros, dictan las normas y controlan las gestiones de la
Comisión. Los 567 parlamentarios agrupan en el parlamento por ideologías, no por nacionalidades. Su sede está en
Estrasburgo, Francia, pero tiene comisiones de trabajo en Bruselas y Luxemburgo.
Formado por trece jueces que velan por el derecho comunitario. Sus decisiones son de obligado cumplimiento por todos
los miembros.
Las normas comunitarias tienen diferentes rangos: Los reglamentos, dictados por las Comisiones, son de obligado
cumplimiento por todos los países miembros; las directrices son modos de acción, pero sólo en los resultados, no en la
forma de cumplirlos. Se emiten también recomendaciones y dictámenes, con carácter no obligatorio.
La Unión Europea puede establecer acuerdos internacionales, ya que posee personalidad jurídica internacional; puede
mandar legaciones diplomáticas y desarrollar, en suma, política exterior propia. Así pues, los diferentes países mantienen
legaciones diplomáticas en la sede de Bruselas.
La Europa comunitaria cuenta con regiones muy industrializadas (Cuenca de Londres; área nororiental de Francia;
Cuencas del Ruhr y Rin; Holanda, Bélgica, Luxemburgo y norte de Italia). Sin embargo, carece de ciertas materias primas
y fuentes de energía suficientes. Para favorecer su desarrollo, tienen abundancia de capitales, carbón, hierro y un alto nivel
técnico. El nivel de vida y el consumo es por tanto elevado, garantizado por sistemas democráticos.
En cuanto a la libre circulación de personas y servicios (trabajadores), entró en vigor 1992, pero no todos los países
se han adaptado al convenio sobre el aspecto del empleo, por lo que se sigue en un período transitorio.
Sin duda, el mayor problema de la Unión es la agricultura, que se define como la Europa Verde, formada por España,
Italia del sur, Grecia, Portugal y zonas de Países Bajos, Francia y Dinamarca. El Fondo Europeo de Orientaciones y
Garantía Agrícolas es el encargado de canalizar las subvenciones y de planear una política común, que no obstante choca
con intereses particulares, ya que necesita reducir excedentes de algunos productos, o impulsar cultivos alternativos.
En marzo de 1989 se creó el Sistema Monetario Europeo, como paso para lograr la unión monetaria. Este plan, muy
optimista cuando se diseñó, estableció un sistema de fluctuaciones conjuntas de las diferentes divisas de los países
miembros. Sin embargo, la crisis económica afectó a todas las monedas, más las de algunos países que las de otros, a la
vez que las devaluaciones limitaron el crecimiento y dispararon la inflación, cuando era éste el efecto más perseguido por
el propio sistema como medio de lograr la estabilización.
El Sistema introdujo como innovación la Unión de Cuenta Europea (ECU), compuesta por un porcentaje de cada una de
las monedas de los países miembros, que variaba según su importancia económica. Según el Sistema, cuando una moneda
se sale de la banda establecida de fluctuación, los bancos centrales están obligados a intervenir vendiendo la divisa más
valiosa y comprando las monedas más amenazadas. Asimismo, según el SME, los gobiernos están obligados a seguir
políticas económicas (aunque sea una decisión impopular dentro de sus países) que logren la convergencia con el plan
establecido en 1989.
En el Consejo Europeo celebrado en Madrid el 16 de diciembre de 1995, se acordó que la futura moneda comunitaria se
llamase euro. El 1 de enero de 1999, con el inicio de la tercera fase de la Unión Económica y Monetaria, el euro sustituyó
al ECU a la par (1 euro = 1 ECU). Once países de la UE adoptaron el euro. El Banco Central Europeo asume la
responsabilidad de la política monetaria. 2002 - 1 de enero: Puesta en circulación de los billetes y monedas de euro en
los doce países de la zona del euro.
Uno de los primeros logros en el proceso de armonización fiscal comunitaria ha sido la implantación del IVA (Impuesto
sobre el Valor Añadido), que se ha convertido en un importante recurso financiero de la Unión.
Es éste un impuesto que grava el consumo a los consumidores pero que se exige de las empresas, las cuales lo trasladan al
consumidor final; en las facturas en que se formalizan aparecen las correspondientes entregas de bienes o prestaciones de
servicios. Las ventajas de este impuesto han sido la de no estimular artificialmente la integración vertical de las empresas,
la eliminación del doble gravamen sobre los bienes de inversión, la garantía de la neutralidad en el comercio internacional,
su potencial como sistema recaudatorio, y las facilidades que supone sobre la persecución del fraude fiscal.
El crecimiento económico español de los últimos años y, sobre todo, algunos aspectos de su política económica, se han
producido en función de un objetivo concreto: la integración europea.
En el Primer Plan de Desarrollo de 1964 se señalaba la necesidad de proponerse los objetivos de un rápido desarrollo para,
como meta última, lograr la integración en la Europa de las Comunidades.
Con menor concreción y pese a las dificultades surgidas en las largas negociaciones sostenidas con la Comunidad, esta
preocupación siguió viva en la década siguiente, tanto a nivel oficial como, sobre todo, en los círculos privados
empresariales y financieros. Incluso la reconversión industrial de los primeros ochenta se ha entendido como un
instrumento previo e imprescindible al ingreso en las Comunidades Europeas.
Para España, la integración en esta organización se ha justificado por razones geográficas, históricas y económicas. Las
primeras derivan de la situación de España, ya que forma parte física del continente europeo. De esta motivación
geográfica derivan otras de carácter humano e histórico. La pertenencia física de España a Europa ha determinado desde
antiguo, que los españoles hayan desempeñado un papel esencial en la formación de Europa. Además, España ha servido
de nexo de unión entre Europa, África y América.
A todas estas razones, se suman otras de índole económico. La relación económica de España con la Comunidad
Económica Europea ha sido esencial, tanto porque el volumen de comercio exterior, como por el carácter complementario
que, hasta cierto punto, tiene la economía española respecto a la europea. Esta complementariedad tenía sus raíces en el
sector agrario español y, especialmente, en sus productos mediterráneos, esto es, los sectores de frutas y verduras, vinícola
y aceitero. La emigración laboral española a Europa, el turismo europeo en España y los crecientes lazos empresariales y
financieros, por intermedio de las multinacionales con capital procedente de la Comunidad, se constituyeron en otras
causas de relación y complementariedad.
La integración, no obstante, de España en la Unión Europea ha sido bastante tardía. En 1970 se firmó en Bruselas un
Acuerdo Preferencial de Comercio que implicaba que la solución española quedase integrada en el marco de un área
mediterránea con relaciones distintas a las ya clásicas entre los miembros del CEE. No se consideraba entonces este
vínculo como un período asociativo destinado a concluir en una adhesión plena. El acuerdo preferencial afectaba a una
parte limitada de la economía española, en especial a la industria, pero en muy escaso nivel a los productos agrícolas, los
que España consideraba más necesitados de protección. Por último, esta vinculación parecía ser incompatible con las
reglas del GATT, lo que hacía difícil su aplicación. Tras la firma del Acuerdo Preferencial, España insistió en que éste
pudiera servir de base a una futura asociación con la Europa de las Comunidades.
La posterior ampliación de la Comunidad a nueve miembros, con la adhesión del Reino Unido, Dinamarca e Irlanda y,
luego a diez, con la adhesión de Grecia, disminuyó considerablemente la eficacia del Acuerdo Preferencial y motivó la
petición española de una nueva negociación que considerase la nueva situación de la organización.
Sin embargo, las nuevas negociaciones que habían comenzado a finales de los setenta tras la desaparición del franquismo
y la instauración de un régimen democrático de libertades que culminó 1982 con el nuevo gobierno socialista, fueron
mantenidas por este nuevo gobierno hasta conseguir la firma del Tratado de Adhesión, en junio de 1985.
El Acta de Adhesión que supuso la entrada de España en la Comunidad Económica Europea a partir de 1986 fue
en realidad la modificación de los tratados anteriores en aquello en que los diez países miembros concedían a España
algún tipo de excepción.
Lo que se negoció fueron, por un lado el status que tendería España en la organización ampliada, y por otro, aspectos
relacionados con reglamentos y derechos derivados del Acta de Adhesión, que pueden ser alteradas previo acuerdo del
Consejo de Ministros. En este aspecto, se negoció, por ejemplo un período transitorio de siete años para la adaptación al
modelo arancelario, que no obstante podría haber sido recortado por decisión del Consejo.
El texto que recoge el Tratado de Adhesión aportó como principal novedad respecto a las ampliaciones anteriores, la de su
extensión, que es sensiblemente superior a la del Tratado de Adhesión de Grecia.
En España la firma del Tratado se ha considerado como el inicio de una etapa trascendental en su historia, puesto que se
cumplía con un anhelo histórico que era el acabar con el aislamiento político, a la vez que se entendía como una apuesta
por un impulso modernizador y estimulante para una economía en crisis.
Con carácter general, se puede adelantar que España, junto con Portugal, Grecia e Irlanda, se encontraban en el momento
de su integración en un bajo nivel de desarrollo con respecto a los otros países comunitarios. La perspectiva de que la
economía española tuviera que competir con la del resto de la Comunidad en igualdad de condiciones al final del periodo
transitorio, era un arma de doble filo. Era evidente que la integración supondría un impacto negativo en muchas ramas de
la economía española. Pero la integración era una apuesta por el futuro.
En materia agraria, por ejemplo, España debió asumir una reestructuración global, sobre todo en las áreas vinculadas a la
agricultura tradicional, porque su producción no se ajustaba a las necesidades de la demanda, debido a la relación calidad-
precio y a su baja productividad. Coincidía además con que este problema se daba en las zonas de más densidad y con un
índice elevado de envejecimiento como consecuencia del masivo éxodo rural, lo que obligó a invertir en otras regiones,
creando unas condiciones aptas incluso para nuevos asentamientos de población.
Esta reestructuración exige ir eliminando las competencias con otros países comunitarios para que las importaciones
estipuladas por la CEE no tuvieran efectos negativos sobre la producción o supusieran una acumulación de excedentes.
La industria española también ha estado sufriendo el período de adaptación y modernización, teniendo en cuenta el
compromiso de reducir los aranceles, lo que supone la introducción progresiva de productos comunitarios que entran en
competencia de calidad y precio con los nacionales.
El estado de la industria española, desfasado en relación con la de los países comunitarios del norte y centro del
continente, aconsejó en años anteriores una política proteccionismo excesiva. La excesiva eficacia productiva del país y,
en muchos casos, la amplia fragmentación de la producción, dominada por la pequeña y mediana empresa, la antigüedad
de los bienes de equipo, la escasa capitalización y la debilidad y dependencia tecnológica, han sido factores determinantes
de este atraso, lo que permitió que los productos industriales españoles no fueran competitivos.
En la renovación industrial se ha hecho necesario contar con capital nacional y con inversiones extranjeras, centrándose
sobre todo, en los subsectores que parecen tener mayor aceptación en el mercado comunitario, como bienes intermedios,
maquinaria y productos electrónicos, piezas de avión y automóviles, sin marginar las nuevas industrias que derivan de la
aplicación de la actual revolución tecnológica o aquellas de claro sello que hoy están teniendo una cierta aceptación en los
mercados internacionales, como el calzado y la moda.
Pero la reconversión del sector industrial se ha intentado hacerla pensando no en el mercado interior, sino también en el
comunitario, buscando incluso una cierta especialización. El reto no es fácil, ya que presupone un esfuerzo de adaptación
progresiva, que acarrean situaciones conflictivas momentáneas pero, sin embargo, necesarias para acortar las distancias
con respecto a los países más desarrollados de la Unión.
a) Los primeros pasos hacia la construcción de Europa se iniciaron tras la Segunda Guerra
Mundial. En 1946 el británico Winston Churchill se declaró favorable a la creación de unos Estados
Unidos de Europa para acabar con las rivalidades entre países, coordinar sus economías y formar
una tercera potencia mundial frente a EEUU y la URSS.
b) En los años cincuenta y sesenta, con los Tratados de París (1951) y Roma (1957) se
pusieron las bases de la integración económica:
Por el Tratado de París se creó la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), un
mercado común del carbón y del acero integrado por el Benelux (Bélgica-Países Bajos-
Luxemburgo), Francia, la República Federal Alemana e Italia.
En el Tratado de Roma los estados de la CECA acordaron la creación de la CEE y el
Euratom.
d) En los años ochenta la Comunidad se amplió hacia el sur, primero con el ingreso de
Grecia (1981) y más tarde con los de España y Portugal (1986). También entró en vigor el Acta
Única Europea (1987), que reformó por primera vez los tratados fundacionales y sustituyó el
nombre de CEE por el de CE (Comunidad Europea). Sus objetivos principales eran:
Una reforma institucional que aumentase el poder del Parlamento Europeo, hasta
entonces una cámara consultiva cuyas resoluciones carecían de fuerza. Para ello estableció un
sistema de cooperación legislativa con el Consejo de Ministros.
Una reducción de las diferencias de desarrollo entre los miembros, necesaria para el
buen funcionamiento del mercado único. Con este fin se duplicó la cuantía de los fondos
estructurales destinados a las regiones más atrasadas.
e) Los años noventa han estado marcados por los siguientes hechos:
En 1997 se firmó el Tratado de Amsterdam, que entró en vigor en 1999. De acuerdo con
lo previsto, evaluó y revisó el Tratado de Maastricht, consolidando sus tres pilares, pero
incidiendo en la necesidad de lograr una Europa más democrática y social o cercana a los
ciudadanos. Además admite que la diversidad entre los miembros aumentará con las nuevas
ampliaciones y es posible que no todos quieran o puedan progresar al mismo tiempo. Por ello
permite las "cooperaciones reforzadas", es decir, que un grupo avance a velocidad superior en
el proceso de integración y que los miembros más atrasados puedan incorporarse en su
momento a los países que van en cabeza.
f) En 2001 se firmó el nuevo Tratado de Niza, que una vez aprobado por los estados
miembros, sustituirá al Tratado de Amsterdam. Sus principales acuerdos han sido los siguientes:
Sin embargo, las cuestiones más problemáticas se aplazaron a 2004, año en el que tendría
lugar una profunda reforma de la UE.
g) En 2004. De acuerdo con las decisiones del Tratado de Niza, en el año 2004, firmado en
Roma en octubre, se estableció el Tratado Constitucional, un proyecto de Constitución europea,
que no llegó a entrar en vigor al ser rechazado en referéndum en varios países. Ello provocó una
crisis institucional en la UE.
se atribuyen a la UE
se atribuyen a los países miembros de la UE
se comparten.
1. ESTRUCTURA INSTITUCIONAL DE LA UE
Las instituciones fundamentales de la UE han sido modificadas por el Tratado de Niza con el
fin de garantizar su funcionamiento eficaz en una futura Unión de veintiocho miembros.
b) El Consejo de Ministros, Consejo de la UE. Está formado por los ministros de Asuntos
Exteriores de los estados miembros, aunque para temas específicos asiste el ministro
correspondiente. Su presidencia es semestral y rotatoria. Es el foro donde se reúnen los ministros
de los países de la UE para adoptar la legislación y coordinar políticas. Funciones:
Para aprobar las decisiones, normalmente es necesario contar con una mayoría
cualificada: el 55% de los países (es decir, 15 países de los 28 miembros actuales) que
representen, como mínimo, al 65% de la población total de la UE.
Para bloquear una decisión, son necesarios al menos 4 países (que representen, como
mínimo, al 35% de la población total de la UE).
e) El Tribunal de Justicia. Está formado por un juez de cada país más uno rotatorio,
designados por los estados miembros durante seis años. El Tribunal de Justicia interpreta el
Derecho de la UE para garantizar que se aplique de la misma forma en todos los países miembros.
También resuelve conflictos legales entre los gobiernos y las instituciones de la UE. Los
particulares, las empresas y las organizaciones pueden acudir también al Tribunal si consideran
que una institución de la UE ha vulnerado sus derechos. Tiene su sede en Luxemburgo.
f) El Tribunal de Cuentas. Comprueba que la Unión invierte su dinero de acuerdo con los
presupuestos y fines establecidos. Se creó en 1975 y tiene su sede en Luxemburgo. El Tribunal de
Cuentas no tiene competencias legales propias. Si sus auditores descubren fraudes o
irregularidades, informan a la OLAF, la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude. El Tribunal está
compuesto por un miembro de cada país de la UE designado por el Consejo por un periodo
renovable de seis años. Los miembros eligen entre ellos al que será su Presidente durante un
periodo también renovable de tres años.
consolidación de la paz con apoyo político, económico y práctico (por ejemplo en los
Balcanes occidentales después de las guerras en la antigua Yugoslavia)
misiones civiles y militares para contribuir a la seguridad en todo el mundo mediante la
política común de seguridad y defensa
mantenimiento de relaciones de amistad con los países que comparten frontera con la
UE a través de la política europea de vecindad
ayuda al desarrollo, respuesta a las crisis, ayuda humanitaria, lucha contra el cambio
climático y fomento de los derechos humanos.
El Servicio está dirigido por Federica Mogherini, alta representante para Asuntos Exteriores
y Política de Seguridad. Tiene la sede en Bruselas.
h) La Defensora del Pueblo Europeo responde a las denuncias de los ciudadanos, empresas
y organizaciones de la UE tratando de poner al descubierto casos de mala administración en los
que instituciones, organismos, oficinas o agencias de la UE han vulnerado la ley, no han respetado
los principios de una buena administración o han violado los derechos humanos. Puede tratarse de
lo siguiente:
injusticias
discriminación
abuso de poder
omisión de información o negativa a proporcionar información
retrasos innecesarios
procedimientos incorrectos.
La oficina de la Defensora del Pueblo Europeo pone en marcha las investigaciones a raíz de
las denuncias recibidas o por iniciativa propia. Es completamente independiente y no acata las
órdenes de ningún gobierno ni organización. Una vez al año, presenta un informe de actividad al
Parlamento Europeo. La Defensora del Pueblo no puede investigar:
i) La figura del Supervisor Europeo de Protección de Datos (SEPD) se creó en 2001. El SEPD
tiene la responsabilidad de garantizar que las instituciones y organismos de la UE respeten el
derecho de las personas a la intimidad en el tratamiento de sus datos personales.
El Banco trabaja con los bancos centrales de los 28 países de la UE. Todos ellos forman el
Sistema Europeo de Bancos Centrales (SEBC). Dirige asimismo la cooperación entre los bancos
centrales de la zona del euro (los 19 países de la UE que han adoptado el euro), también conocida
como eurozona. La cooperación entre este reducido y compacto grupo de bancos se llama
"Eurosistema".