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“Reconquista de España” (octubre de 1944): Una operación frustrada por la

Segunda No Intervención.

Fernando Hernández Sánchez


Universidad Autónoma de Madrid

Hace 75 años, los Pirineos bullían de agitación. Mientras las fuerzas


de Patton y Montgomery se dirigían hacia las Ardenas y los puentes del Rhin,
los republicanos españoles que habían combatido en la Resistencia se
aprestaban a derribar al más antiguo aliado del Eje. Confiaban en que los
aliados harían honor a su contribución a la causa común ayudando a la
liberación de España. Se equivocaron.

Desbordamiento.

Febrero de 1944. Sur de Francia. La dirección del PCE encabezada por


Jesús Monzón, responsable para el interior del Partido Comunista de España
(PCE), ordenó la ofensiva de la Agrupación de Guerrilleros Españoles de la
Unión Nacional Española (AGE-UNE) contra el ocupante alemán.
Hegemonizada por los comunistas y autónoma respecto a las Fuerzas
Francesa del Interior (FFI), la AGE-UNE contó con siete divisiones,
subdivididas en treinta brigadas repartidas por Pirineos Orientales, Altos y
Bajos Pirineos y las áreas urbanas de Toulouse, Foix o Pamiers. El número
de sus integrantes alcanzaría los 10.000 en junio de 1944.
La consigna, acompañada de un llamamiento Hacia la insurrección
nacional en que se instaba a que el suelo español ardiera “bajo las plantas de
Falange”, era tajante: ofensiva permanente en cada pueblo y ciudad para, una
vez asegurados los departamentos del sur de Francia, “organizar
armadamente a los españoles y meterse por nuestros Pirineos hasta donde se
pueda, sin pérdida de minuto ni demasiados preparativos y utilizar enseguida
Toulouse y Andorra para radiar en español” el programa de la Junta Suprema
de Unión Nacional: Ruptura de los lazos que ataban a España al Eje;
depuración de falangistas; amnistía; libertad de opinión, prensa, reunión,
asociación, de conciencia y de culto; pan y trabajo para todos los españoles;
y convocatoria de elecciones democráticas a una asamblea constituyente.1
Cuando los aliados desembarcaron en Normandía, la UNE recibió la
orden de tomar pueblos y ciudades limpiándolas de alemanes y
colaboracionistas. En agosto, las espectaculares victorias en Foix (Ariège) y
La Madeleine multiplicaron el ansia por repetir la hazaña al otro lado de los
Pirineos. Era preciso pasar al país cuanto antes sin “confiar en la falsa ilusión
de que nos van a arreglar España desde fuera”2.
El sur de la Francia liberada hervía de impaciencia española. Siete mil
compatriotas se manifestaron el 23 de agosto en Toulouse a los gritos de:
“¡A por Franco!”, “¡A por Falange!”, “¡Ahora con las armas a combatir en
España!”.3 Los guerrilleros, exultantes, querían marchar como fuera, y se
acomodaban mal a la pasividad de la vida en la retaguardia. El Deuxième
Bureau –la inteligencia francesa- estimó que en los departamentos del sur
existían treinta y cinco brigadas de guerrilleros, cada una de ellas con 250
hombres (8.750 en total), perfectamente organizadas y provistas de
armamento, avituallamiento y administración propia. Flotaba en el aire una
percepción generalizada de que el desbordamiento era imparable. “Una
verdadera marcha hacia España parece haberse organizado en medio del
entusiasmo y las familias españolas se citan en Toulouse, considerada la
última etapa antes del retorno a la España reconquistada”, decía un inspector
regional en Normandía. Al otro lado de la frontera, el temor a lo que parecía
una inminente invasión en toda regla ponía alas a la imaginación. Las
autoridades franquistas decretaron el cierre en toda la región pirenaica desde
el 7 de octubre, a las 13 horas. Corría el lóbrego rumor de que una enorme
concentración de tropas republicanas españolas, francesas y rusas [¡sic!] se
encontraba reunida en la frontera.4

La libertad está a un valle de distancia.

La dirección del PCE acordó volcar inmediatamente todo lo que tenía


en Francia hacia España. Se encomendó al jefe de la agrupación guerrillera,
Luis Fernández, que presentase un plan de entrada al país por los puntos más
oportunos5. El objetivo era “constituir unidades en condiciones de situarse
inmediatamente en la vertiente española de los Pirineos y comenzar a operar,
haciéndose dueños a ser posible de una zona determinada”6. En última
instancia, consolidar una cabeza de puente que ofrecer como territorio
liberado que pudiera albergar un gobierno de la República.
La operación se desarrolló en tres fases -preparación, a partir del 20 de
septiembre; ejecución, del 19 al 28 de octubre; y retirada, el 29-. Un informe
del Comisariado Especial de Bourg-Madame al prefecto de Pirineos
Orientales valoró que el despliegue, que abarcaba desde el valle de Arán
hasta la costa mediterránea, respondía a un plan minuciosamente previsto a
desarrollar en cinco escenarios:
1/ El sector de Prats de Molló, por el que pasaron 800 guerrilleros con
el objetivo de fijar a las tropas regulares entre Ribas y Barcelona, de forma
que no pudieran acudir a reforzar a las que soportaban la ofensiva del valle
de Arán.
2/ El sector de Err, por el que se infiltró un grupo de setenta hombres
para mantener ocupadas a las fuerzas del sector de Nuria.
3/ El sector Latour-de-Carol-Andorra, en el que se produjo el paso de
140 hombres. Su objetivo era inmovilizar a las tropas de Puigcerdá y
mantener en alerta a las de la Seo de Urgel.
4/ El sector de Valcebollère. por donde entraron las primeras
avanzadillas.
5/ La zona occidental, Bajos Pirineos y Navarra, donde los guerrilleros
encontraron una población hostil o poco favorable.
Mientras aquí el objetivo era infiltrarse y promover la guerra de
guerrillas, en el valle de Arán se trataba de establecer una cabeza de puente,
para que, “una vez asegurada, el gobierno republicano, que sería reconocido
por Francia, tendría la intención de trasladarse y sería entonces posible
abordar su reconocimiento por las Naciones Unidas”. No era esta, una
fantasía de Jesús Monzón, como tantas veces se ha repetido en la literatura
posterior, sino algo a lo que las autoridades francesas concedían total
verosimilitud7.
El impacto en España, a pesar de la férrea censura, preocupó al régimen.
La Delegación Nacional de Propaganda lamentó que los bulos, tomados de
las emisiones de Radio Toulouse y la Pirenaica, magnificaran el alcance de
las operaciones. En Teruel se hablaba del despliegue de “un Ejército Popular
a las órdenes de Líster”; en Pontevedra se decía que “más de 60.000 rojos
españoles se encuentran luchando en la parte fronteriza de Cataluña”; en
Asturias se elevaban a “150.000, bien armados y con algunos tanques”.
Los combates duraron nueve días. Franco envió unidades desde
Marruecos que se unieron al ejército y Guardia Civil locales. Tras la sorpresa
inicial, la lucha derivó en una guerra de posiciones desfavorable a los
guerrilleros. La UNE perdió sesenta y nueve hombres y ocasionó treinta y
nueve bajas al enemigo. Lo que quedaba era arriar la bandera con honor. El
28 de octubre, el coronel FFI Vicente López Tovar dio la orden de
evacuación en el plazo de 24 horas. La maniobra se efectuó sin pérdidas,
repasando la frontera con un contingente de guardias civiles y soldados
prisioneros que fueron remitidos al campo de internamiento de Noé, cerca
de Toulouse.8
Retornados a sus bases, los españoles se negaron a entregar las armas y
a incorporarse a unidades aliadas. En el Ariège quedaron unos 5.000
guerrilleros. En Haute-Garonne se establecieron 2.000 de un total de 4.000
resistentes censados. Fue en este momento cuando comenzó a fraguarse el
mito de una futura quinta columna roja de dimensiones colosales, cuya
peligrosidad acrecentaría el clima de guerra fría. Se llegó a hablar de 56.000
hombres -casi un cuerpo de ejército- pertrechado con armas automáticas y
pesadas.9 Daba igual que Charles Tillon, responsable del aparato militar del
PCF confesase que, con la disolución de las Fuerzas Francesas del Interior
(FFI) y de los Franc-Tireurs Partisans (FTP, la organización militar del PCF),
la posibilidad de una toma del poder por los comunistas o, al menos, su
amenaza, se reducía a cero. “El mito de una tentativa de toma del poder por
los comunistas” -dijo Tillon- “no servía más que a aquellos que la hubiesen
deseado para reprimirla”10. Acababan de asentarse las bases de la
fantasmagoría que obsesionaría a las autoridades francesas hasta la
ilegalización de los comunistas españoles en Francia en septiembre de 1950.

Juego de tahúres.

No se había alcanzado el propósito de promover la intervención aliada,


pero, dentro de lo malo, se había conservado el grueso de las fuerzas
implicadas en la operación. Santiago Carrillo presumió de que fue a él a
quien se debe el mérito de haber salvado al PCE de una aventura suicida. En
realidad, la suerte de los combatientes del Pirineo se había decidido aquellos
mismos días a miles de kilómetros de allí, en una entrevista entre Churchill
y Stalin en Moscú que prefiguraba el reparto de la tarta europea y mundial
en Yalta y Postdam. Un juego de tahúres cuyos intríngulis eran desconocidos
para Monzón, pero no así para Carrillo, que tuvo conocimiento de ellos a
través del consulado soviético durante una escala en Orán.
La URSS necesitaba un aliado occidental para contrapesar la
hegemonía anglo-norteamericana y lo buscó en la Francia de De Gaulle. Pero
para ello era preciso superar la situación de doble poder existente en agosto
de 1944. El PCF hegemonizaba el Consejo Nacional de la Resistencia y el
Comité de Acción Militar. Por su parte, el Comité Francés de Liberación
Nacional se había convertido el 3 de junio en gobierno provisional, un
gabinete en el que había cuatro ministros comunistas. El 26 de noviembre,
De Gaulle firmó un tratado de amistad con la URSS a cambio de ser el
primero en reconocer al gobierno comunista de Polonia. En contrapartida, el
secretario del PCF, Maurice Thorez, recibió la directriz de que el partido
debía renunciar al tomar el poder e integrarse en un gabinete de unidad
nacional para finalizar victoriosamente la guerra, que era la auténtica
prioridad. Lo mismo que Togliatti había hecho en Italia con su “giro de
Salerno” en abril de 1944. Thorez, Togliatti y Carrillo impusieron a sus
respectivos partidos el espíritu de Yalta. Los FTP del coronel Fabien, los
garibaldinos de Pietro Secchia y Luigi Longo y la AGE-UNE de Jesús
Monzón canalizaban una corriente de entusiasmo revolucionario que, en el
nuevo tablero internacional, debía ser frenada. En el caso del PCE, había que
buscar una cabeza de turco y la de Monzón resultó ser propicia. Su obra de
paciente reconstrucción del partido fue negada. Según Carrillo, en España
no había existido ningún centro de dirección hasta que él, desde Argentina,
tomó medidas para crearlo. Monzón, concluyó, se había enfangado en la
aventura del valle de Arán, se negó a explicarse ante el partido y, para colmo,
fue detenido en circunstancias sospechosas. Aventurerismo, indisciplina y
traición, tres ingredientes clásicos para un proceso de purga.

Reflujo.
El giro de octubre de 1944 supuso la sustitución de los equipos de
dirección fraguados en la Resistencia, imbuidos de una cultura política
radical, de unas estructuras dinámicas y con lazos anudados en la fraternidad
del combate por las élites del estalinismo maduro, pragmáticas,
burocratizadas y fieles a una estructura orgánica rígidamente jerarquizada11.
Italo Calvino lo sintetizó metafóricamente, en 1956, en un cuento repleto de
mensajes en clave titulado “La gran bonanza de las Antillas”, publicado en
Cittá Aperta. El argumento trataba sobre un capitán Akab (Stalin), sus
marineros (los comunistas) y la estrategia de sostener pasivamente sus
posiciones impuesta a los partidos occidentales: “Nosotros, que éramos los
más valientes marineros de todos los océanos, nosotros, cuyo destino era
salvar para la cristiandad todas las tierras que vivían en el error, teníamos
que estar con las manos cruzadas, pescando con anzuelo y masticando tabaco
[…] El capitán nos había explicado que la verdadera batalla naval era la de
estar allí quietos, mirándonos, alerta, estudiando los planos de las verdaderas
batallas navales”12.
Mientras tanto, el gobierno provisional francés se empeñó en demostrar
a los norteamericanos que podía ejercer un control efectivo sobre su propio
territorio y convencerles de desechar su plan inicial de administrar el país
durante dos años mediante un organismo denominado Allied Military
Gouvernment in Occupy Teritories. Una orden de la Comandancia Militar de
la Frontera estableció que todos los guerrilleros debían permanecer al norte
de una línea distante veinte kilómetros de España, zona de interdicción que
se extendía hasta los cincuenta kilómetros en Bajos Pirineos. Todo español
que la trasgrediera sería desarmado e internado en un campo. Los guerrilleros
españoles pasaron de la condición de héroes a la de elementos peligrosos
para la seguridad francesa. La frontera se configuró como una geografía
anárquica, escenario de fricción diplomática y de tráficos inconfesables,
teatro de operaciones de todo tipo de servicios de espionaje y asentamiento
de una numerosa colonia española cuyas actividades, públicas o secretas,
serían a partir de ahora objeto de escrutinio. La Segunda No Intervención,
tan letal como la Primera, clausuró toda posibilidad de recuperación de la
democracia en España a corto plazo. No importaba: siempre se podían
mantener relaciones comerciales con el impresentable vecino de abajo
porque, como dijo en sede parlamentaria el ministro de Exteriores, Georges
Bidault, Francia necesitaba las naranjas españolas y “las naranjas no son
fascistas”.

1
Archivo Histórico del PCE (AHPCE), Carta de Gimeno a Carmen de Pedro, 21/2/1944,
Divergencias, Caso Monzón, jacqs. 11-12.
2
AHPCE, Hacia la insurrección nacional, Documentos, 25.
3
AHPCE, Carta de la Delegación en Francia a Monzón, Divergencias, caso Monzón, jacq. 66.
4
Archivo Departamental Pirineos Orientales (ADPO), 53W/95, 19/10/1944.
5
AHPCE, Informe de Carmen de Pedro desde Toulouse a la Delegación del partido, (15/9/1944),
Caja, B, Caso Monzón, jacqs. 29-30.
6
AHPCE, Informe de Monzón y Canals a Santiago, 27/7/1944, Divergencias, caso Monzón,
jacqs. 13-14.
7
ADPO, 53W/95, 31/10/1944.
8
Vicente LÓPEZ TOVAR, Memorias inéditas (1986), pp. 164-165.
9
Archivos Nacionales de Francia (ANF), documento digital. S/f, ¿finales de octubre?
10
Charles TILLON: On chantait rouge, Mémoires. (1977), p. 404.
11
Fernando HERNÁNDEZ SÁNCHEZ: Los años de plomo. La reconstrucción del PCE bajo el
primer franquismo. Ed. Crítica (2015), p. 172.
12
Giorgio BOCCA: Togliatti. Ed. Grijalbo (1977), p. 497.

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