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Isaías 52, 13-15.

53
He aquí que prosperará mi Siervo, será enaltecido, levantado y ensalzado sobremanera.
Así como se asombraron de él muchos —pues tan desfigurado tenía el aspecto que no
parecía hombre, ni su apariencia era humana —, otro tanto se admirarán muchas
naciones:
ante él cerrarán los reyes la boca, pues lo que nunca se les contó verán, y lo que nunca
oyeron reconocerán.
¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvéh, ¿a quién se le reveló?
Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni
presencia; (lo vimos) y no tenía aspecto que pudiéramos estimar. Despreciado,
marginado, varón de dolores y enfermizo, como de taparse el rostro por no verlo.
Despreciable, un Don Nadie.
¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que
soportaba! Nosotros lo tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado.
Él ha sido herido por nuestras rebeldías, triturado por nuestras culpas. Él soportó el
castigo que nos trae la paz, y con sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahvéh
descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la
boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como una oveja que ante los que la
trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca.
Tras arresto y jucio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue
arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se
puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo
atropello ni hubo engaño en su boca.
Mas plugo a Yahvéh quebrantarlo con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá
descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahvéh se cumplirá con su mano.
Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará.
Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos, y las culpas de ellos él soportará.
Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que
indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el
pecado de muchos e intercedió por los rebeldes.
Éxodo 33, 18-23.
Moisés dijo a Yahvéh: «déjame ver tu gloria.» Él le contestó: «Yo haré pasar ante tu
vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvéh; pues concedo
mi favor a quien quiero y tengo misericordia con quien quiero.» Y añadió: «Pero mi rostro
no podrás verlo, porque nadie puede verme y seguir con vida.» Yahvéh añadió: «Aquí
hay un sitio junto a mí; ponte sobre la roca. Al pasar mi gloria, te meteré en la hendidura
de la roca y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi mano,
para que veas mis espaldas; pero mi rostro no lo verás.»
Carlos de Sigüenza y Góngora
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte


clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,


que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,


pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

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