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Usos de la metáfora en psicoanálisis

Julia Minaudo

La metáfora como recurso múltiple


Esta noche me interesa situar el lugar de la metáfora para el psicoanálisis, que -según opino- ha sido un poco desplazada
por nuevas modas del decir psicoanalítico (el deseo se desdibuja por el protagonismo del goce, la letra del síntoma ha
desplazado -en parte- al síntoma metáfora, etc.). Me interesa señalar la importancia que tiene sin duda el sin sentido, el sentido
como pérdida, o -como tituló su trabajo aquí mismo hace unos meses Silvana Castro Tolosa- la “Operación de vaciamiento”[2].

Me gustaría que hablemos de la importancia de la


metáfora para nosotros, para esto propongo que
hagamos el ejercicio de corrernos de las divisiones
clásicas como la que opone al síntoma metáfora y al
síntoma letra, donde generalmente al síntoma metáfora
se lo adjudicamos a los primeros tramos de la
enseñanza de Lacan, mientras que al síntoma letra se
lo ubica en los Seminarios más avanzados Colette
Soler en el libro “Lacan, lo inconciente reinventado”,
desarrolla que éste en un primer momento sostiene lo
simbólico como un modo específico de organización
del significante que pasa por la metáfora y que es -a su
vez- es cadena significante en el plano de la sincronía.
Más allá de este momento pseudo - estructuralista (ya
que Lacan nunca fue completamente estructuralista),
siempre en su horizonte trató de aprehender aquello
que de la experiencia analítica excedía a cada tesis y
que por lo tanto fundaba un nuevo camino. Colette lo dice así:

“Lacan define lo simbólico por la conjunción de tres metáforas que él introduce en el Seminario acerca de `Las psicosis´,
metáfora del sujeto y metáfora del síntoma, `escritas en la instancia de la letra en el inconciente´ y posteriormente metáfora del Padre,
escrita en una cuestión preliminar a todo tratamiento de la psicosis”. (SOLER, 2013, 24).

Formalidad del concepto y del recurso metafórico


La metáfora es una figura retórica que consiste en denominar, describir o calificar algo a través de su semejanza o analogía
con otra cosa. Consta de tres elementos:

El tenor o término real es aquello de lo que en realidad se habla;

El vehículo o término imaginario es algo que se asemeja al término real;

El fundamento es la semejanza entre el tenor y el vehículo.

Una definición que da Tudor en “Los problemas de la metáfora” refiere que “es la constante psicológica de la percepción de
una unidad de los dos objetos a través del velo de sus diferencias” (TUDOR 1953, 19).

El término metáfora es importante tanto en la teoría literaria, donde designa unos de sus más importantes recursos, como en

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lingüística, donde es una de las principales causas del cambio semántico. ¿Qué lugar tiene el uso de la metáfora para el
psicoanálisis? Lacan en su texto que titula “La metáfora del sujeto” de 1961, dice:

“Después de lo cual tenemos que recordar que, por muy blablablá que sea esencialmente el lenguaje, es de el sin embargo que
proceden el tener y el ser….Sobre esto actúa la metáfora…..Vale decir que la realidad más seria, y aún para el hombre, la única seria,
si se considera su papel en el sostenimiento de la metonimia de su deseo, sólo puede ser retenida en la metáfora.” (LACAN, 1961,
850).

No olvidemos en parte en qué radica esa metonimia: nada más ni nada menos que lo que Freud llamó la única regla
fundamental, la asociación libre, que no es un consejo sino el trabajo mismo analizante princeps para atrapar al deseo.

Otro punto que quisiera considerar es el cambio deslizado, que introduce Lacan del concepto de “desplazamiento” al
concepto de “metonimia” y de la “condensación” a la “metáfora”, poniendo en primer plano las dinámicas del lenguaje. En el
concepto de metáfora (en apariencia) se pierde, creo, algo interesante del concepto de condensación: este significa el cambio de
un estado (de gaseoso a líquido). Y es lo opuesto a la vaporización (lo que se evapora -un poco- se pierde).

No porque la metáfora no genere cambios de estado, es más, es a eso a lo que quiero apuntar, pero algo se pierde en la
forma de nombrarlo.

Un poco de historia del término, algunas teorías de su origen


Tudor Vianu afirma que la metáfora es poesía en sí misma y que sin apercepción metafórica la poesía deja de ser poesía. El
capítulo que se llama “metáfora y liberación” tomando a H. Pongs (1933 en L` Image poétique et l´ inconcient) sostiene que:

“la imagen metafórica aparece a causa de la necesidad intima de expresar una cosa nueva, para lo cual el lenguaje no ha
creado todavía un término propio ni podrá crearlo, porque se trata de una representación, del universo propio del poeta, que el poeta a
extraído de su propia profundidad”. (TUDOR, 1953, 60).

Me interesa remarcar la certeza que expresa la frase en la afirmación de que el lenguaje “ni podrá crearlo. Además está en
sintonía con la posición lacaniana, que a la altura del Seminario 24 sostiene:

“la poesía que es efecto de sentido, pero también efecto de agujero. No hay más que poesía, se los he dicho, que permita la
interpretación. Es por eso que yo no llego más, en mi técnica, a lo que ella sostiene, Yo no soy bastante poeta. No soy bastante
poema” (LACAN, 1977, 78).

¿A qué llamamos metáfora?


La metáfora (del griego ????????, formado a partir de la preposición ????, metá, «más allá, después de», y el verbo ??????,
phorein, «pasar, llevar») consiste en la identificación entre dos términos, de tal manera que para referirse a uno de ellos se nombra
al otro. La palabra proviene del griego donde quiere decir traslación. Pascal Quignard en “El odio a la música” de 1996, dice que
los carros de mudanza en Grecia tenían la inscripción Metaphora. ¿Por qué no pensar que la metáfora es una traslación que
puede también atravesar, franquear registros? Lacan dice que en esencia la fórmula de la metáfora es la sustitución de una
palabra por otra. (LACAN, 1957, 487).

Cuando queremos investigar un término generalmente buscamos, en primer lugar, su etimología que remite necesariamente
al origen de esa palabra. ¿Por qué utilizamos ese recurso? ¿Qué encontramos de mayor verdad que en el uso común u ordinario?
¿Qué valor le damos? Etimología tiene su raíz en Grecia etymología de ètymón que significa verdadero sentido de una palabra.
Con lo que nos encontramos es que la etimología de una palabra habla de descomponer las operaciones metafóricas con otras,
generalmente más antiguas. Será entonces porque sostenemos que las palabras en su origen esconden -aunque sea- parte de
su verdad irrefutable, despojada de sus usos que las transforman, y que su etimología nos remite al origen que entramaría una
verdad fundadora. Verdad que se despega del saber acumulado que se va adosando a ese término.

Distingamos dos preguntas: ¿Qué lugar ocupa para el psicoanálisis el uso de la metáfora tanto en la clínica como en la

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transmisión de su ética? Y ¿Por qué tanto Freud y Lacan utilizaron este recurso en una praxis que se orienta hacia "el hueso de lo
real"? (LACAN, 1964, 61).

La metáfora como tratamiento de lo real


La metáfora tuvo y tiene un lugar protagónico en la teoría psicoanalítica desarrollada por Sigmund Freud y Jacques Lacan.
Tiene efectos muy importantes en las distintas subjetividades. Pensemos en sus usos:

Metáfora del síntoma o el síntoma metáfora: es metáfora del trauma constituido por el encuentro primero con el goce,
donde el significante se mantiene latente en el significado del discurso actual, metonímico, y sigue siendo accesible,
descifrable a partir del plus de significación que en él produce:

Metáfora como unas de las operaciones del sueño: pero que no actúa como el arte poético, sino como dice Lacan en
Radiofonía lo que allí opera son razones

Metáfora del amor: a la altura del Seminario 8 que trabaja las posiciones del amante y del amado para hablar de la
transferencia.

La metáfora paterna: con su función, que aporta en esa sustitución significante un efecto de acotar el goce.

La metáfora en la fobia: Lacan a la altura del Seminario 4 la llama la función metafórica del objeto fóbico.

La metáfora del sujeto: ya citamos varias referencias a ese texto.

La metáfora delirante: que da al psicótico un alivio subjetivo a ese padecimiento insoportable amortiguando de alguna
manera el goce del otro y/o del mismo cuerpo.

Mi intención no es desarrollar cada una de estos usos, sino trabajar sobre el uso del recurso metafórico en la transmisión del
psicoanálisis, cuestión que considero, abarca todas las épocas como algo que atraviesa toda la obra tanto de Freud y de Lacan.
Estoy hablando de cómo el psicoanálisis usa la metáfora para la transmisión de sus conceptos, esto es, cómo el psicoanálisis se
sirve de la metáfora como recurso.

La metáfora como acceso a lo real


En las definiciones de metáfora, generalmente encontramos la comparación de dos objetos que en cierta medida comparten
algún atributo o cualidad. Pero a nuestro parecer no es eso exactamente lo que encontramos en muchos ejemplos de la
enseñanza de Freud y Lacan. Estos autores toman o se sirven de un término para crear otro, no sólo como una mera relación

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entre dos cosas ya existentes. Por ejemplo, cuando Lacan en el Seminario 3 habla precisamente de la metáfora paterna,
construye esa secuencia con el concepto que allí acuña de carretera principal. Dice: “Pueden creer que se trata de una metáfora
banal que la carretera principal no es más que un medio para ir de un punto a otro, error, la carretera principal es algo que existen
en sí”. (LACAN 1955-1956, 415).

También encontramos infinidad de referencias en relación a cómo pensar y construir la concepción de síntoma para el
psicoanálisis. Freud, para hablar de sus alternancias y cambios en el tiempo lo comparó con el “odre viejo y vino nuevo”, para
decir que estaba compuesto por elementos heterogéneos habló de una “soldadura”, en relación a los sentimientos o afectos que
despiertan subjetivamente lo denominó como “huésped mal recibido”.

Por otro lado Lacan para expresar parte de la función del acto analítico y el efecto que tiene que tener sobre el síntoma lo
metaforizó como un caballo que hay que hacer entrar en el picadero. En relación al acto analítico y el tempo oportuno de este,
Freud lo comparó con el león que solo salta una vez.

En relación a sus enseñanzas sobre el lugar del analista encontramos en Freud por ejemplo; al químico, el arqueólogo, el
cirujano, el médico; en Lacan al basurero, el secretario del alienado en las psicosis. Podemos seguir nombrando infinidad de
referencias. Un ejemplo muy lindo es el que Freud trabaja en la segunda de sus cinco conferencias, dirigiéndose a un público muy
particular, como lo llama el “el nuevo mundo” y es allí que ilustra el proceso de la represión y a qué invita al analista:

“supongan que aquí, dentro de esta sala y entre este auditorio cuya calma y atención ejemplares… se encontrara empero un
individuo revoltoso que me distrajera de mi tarea con sus impertinentes risas, charla, golpeteo con los pies. Y que yo reclamara que
así no puedo proseguir la conferencia, tras lo cual se levantaran algunos hombres vigorosos entre ustedes y tras breve lucha pusiera
al barullero en la puerta. Ahora él está despojado, desalojado, reprimido y puedo continuar mi exposición. Consideren que con el
distanciamiento del miembro perturbador y la colocación de los guardianes ante la puerta el asunto no necesariamente queda
resuelto. Muy bien puede suceder que el expulsado…siga dándonos que hacer. ..Pues ahora da ahí afuera un espectáculo
insoportable, y sus gritos y los golpes de puño que aplica contra la puerta estorban mi conferencia más que antes. En tales
circunstancias no podríamos menos que alegrarnos si, por ejemplo, nuestro estimado presidente, el doctor Stanley Hall, quisiera
asumir el papel de mediador y apaciguador. Hablaría con el miembro revoltoso ahí afuera y acudiría a nosotros con la exhortación de
que lo dejáramos reingresar, ofreciéndose él como garante…nos decidimos entonces a cancelar de nuevo el desalojo, y así vuelven a
reinar la calma y la paz. En realidad, no es esta una figuración inadecuada de la tarea que compete al médico en la terapia
psicoanalítica de las neurosis”. (FREUD, 1910 22-23).

Donde queremos hacer especial hincapié es que tanto en relación al síntoma o al lugar del analista sabemos que no se
circunscribe a ninguno de estos en forma total, pero que no dejan -desde estas metáforas o analogías- de crear un lugar o
concepto inédito. El uso de la metáfora en estos casos, nos aproxima a un concepto que no tiene antecedentes. Así, en su
transmisión el psicoanálisis hace un uso novedoso de la metáfora. Recurso que no siempre acumula sentido, y adjudicamos el
modo de ese uso diverso a una ética orientada hacia lo real, sostenido en una manera de escribir o de decir que rompe los límites
simbólicos establecidos. Se trata, entonces, del uso metafórico como acceso a –justamente- lo inaccesible del lenguaje.

Tudor -luego de un interesantísimo recorrido que hace en su libro ya mencionado- afirma que frente a las alegorías, fábulas,
parábolas y adivinanzas, la metáfora simbólica es la que posee el valor artístico más elevado ya que la metáfora implica una
comparación, pero entre una impresión precisa y otra incierta y por consiguiente, imposible de ser formulada por un término
unívoco y categórico, por eso no es cerrada sino ilimitada e infinita y por lo tanto, es la “que proporciona la tarea más productiva
de la imaginación y produce, en su indeterminación sugerente, el estado poético por excelencia”. (TUDOR, 1967, 115).

Al expresar algo a partir de otra cosa, se establece (o se descubre) una correspondencia (o una semejanza) entre los
términos identificados. Esto puede ser trivial o resultar sorprendente, en cuyo caso las palabras adquieren resonancias
inesperadas (retomando la temática con la que se lanzó la segunda edición de nuestra revista digital Nadie Duerma “Resonancias
de la interpretación”).

La repetición de lo resonante

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Creo que tanto Freud como Lacan han logrado ese efecto resonante, que no resuena sólo una vez, más bien tiene la
característica de la repetición deseada infantil: los lectores vivenciamos un efecto renovador en cada vuelta a sus textos y
Seminarios. Freud -a la altura de su texto “Más allá del principio de placer”- hace una excelente comparación del niño y del adulto
en relación a las posiciones opuestas en cuanto al deseo:

“En el caso del juego infantil, cada nueva repetición parece perfeccionar ese dominio procurado; pero ni aún la repetición de
vivencias placenteras será bastante para el niño, quién se mostrará inflexible exigiendo la identidad de la impresión. Este rasgo de
carácter está destinado a desaparecer más tarde. Un chiste escuchado por segunda vez no hará casi efecto, una representación
teatral no producirá jamás la segunda vez la impresión que dejó la primera; y aún será difícil mover a un adulto a releer enseguida un
libro que ha gustado mucho. En todos los casos la novedad será condición de goce.” (FREUD 1920,35).

Creemos que la novedad es condición de goce, pero una condición que se inclina en un sujeto en desencuentro con su
deseo. Tal como lo ha señalado Colette Soler cuando dice que “la aspiración a la variedad es inversamente proporcional respecto
de lo que se llama un deseo decidido”, es decir, el que no demanda variedad. (SOLER, 2012, 33).

Tenemos, por otro lado, en Freud mismo el desarrollo de la tesis de que, que no demanda variedad, sino todo lo contrario, es
el niño:

“En el niño, en cambio, no cejará en pedir al adulto la repetición de un juego hasta que el adulto fatigado, se rehúse, y si le ha
contado una linda historia, siempre querrá escuchar la misma en vez de una nueva, se mostrará inflexible en cuanto a la identidad de
la repetición y corregirá toda variante en que el relator haya podido incurrir. Nada de esto contradice al principio de placer. Es palmario
que la repetición, el reencuentro de la identidad, constituye por si misma una fuente de placer" (FREUD, 1920. 35).

(Se pone en juego en la demanda del niño, el placer por el reencuentro que se produce en la repetición). Entonces ¿a qué se
refiere Freud con ese rasgo que se pierde de la niñez a la adultez? ¿Tendrá que ver con las consecuencias de la represión y a su
vez con la pérdida de esos deseos decididos infantiles? ¿Tendrá que ver con algo a recuperar y a reescribir? Es claro que hay
una salto en esta dificultad del adulto, salto que adjudico a una posición determinada en el modo de trasmisión de nuestros
inspiradores.

Posiciones de Freud y de Lacan en la transmisión


Por un lado está Freud con su modo literario de escribir, que nos lleva siempre a ser partícipes de sus diálogos con sus
interlocutores u opositores a veces reales, pero muchas veces fantaseados o construidos. Así es como comienza a crear esas
secuencias lógicas en su escritura que nos conducen inevitablemente al límite, a la frontera, es decir, a encontrar lo que en toda
su obra busca. Por ejemplo, en “Psicopatología de la vida cotidiana” encuentra y no deja de re-encontrar en lo cotidiano, lo
ordinario, lo que rompe ese orden: esos efectos extraordinarios que nombran y señalan la singularidad propia de un sujeto.

A la altura del Seminario 17 Lacan refiriéndose al discurso de Freud dice:

“Freud sostiene un discurso extraño, preciso es decirlo, contrario a toda coherencia, a la consistencia de un discurso. Que no
sepa lo que dice tiene un pase, siempre nos las hemos arreglado. Pero lo que Freud dice, es que no sabe quién lo dice…. está a la
altura de un discurso que se mantiene lo más cerca posible de lo que se relaciona con el goce – tan cerca como era posible hasta él.
No es cómodo. No es cómodo situarse en este punto donde emerge el discurso y donde cuando vuelve ahí, incluso tropieza, en las
inmediaciones del goce”. (Lacan 1970, 75).

La enseñanza de Lacan en su gran mayoría se basa en el acto de decir: sus Seminarios. ¿Qué valor tiene eso dicho? Creo
que lo importante no es sólo lo que dice, sino la forma en cómo lo dice, cómo toma la palabra que lleva hasta el punto de, por
ejemplo, sortear la caída inevitable que afecta a tantas otras cosas (libros, obras, películas). ¿Qué es lo que encontramos a lo que
podemos volver una y otra vez al estilo infantil? Arriesgo a decir que lo que permite ese franqueamiento es la puesta en acto de
un deseo de trasmisión, un saber hacer con la palabra. En acto nos muestran que la repetición es un acceso a lo nuevo.

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Citemos un pasaje de Seminario 11 los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis que dice: “mi discurso ha servido
de obstáculo contra una transmisión cretinizante de la experiencia del análisis". (LACAN, 1964, 181).

Entonces pensemos: ¿qué relación hay entre la metáfora, la metonimia y el modo de trasmitir de Lacan? La respuesta que
encontré me sorprendió, ya que hay un cambio en la escritura, en el decir de Lacan al hablar de la metáfora y de la metonimia: en
Radiofonía -como ya cité- Lacan se identifica al poema; tenemos un cambio de vía en su discurso, así su decir recae en su ser,
y en el goce letrado que despliega en su discurso:

“Es que no metaforizo la metáfora ni metonimizo la metonimia, para decir que ellas equivalen a la condensación y al giro en el
inconciente. Sino que me desplazo con el desplazamiento de lo real en lo simbólico, y me condenso para hacer peso de mis símbolos
en lo real, como conviene para seguir al inconciente en la huella”. (LACAN 1970, 36).

En el Seminario 20 Aún, se autodenomina junto con Freud, Marx y Lenin como “el ser que en él hace letra. Estos seres
desde donde se hace la letra” (LACAN, 1973, 118), mientras que en La instancia de la letra… habla del doble codo, doble gatillo
de la metáfora:

“este juego significante de la metonimia y de la metáfora, incluyendo y comprendiendo su punta activa que clava mi deseo
sobre un rechazo del significante o sobre una carencia de ser, y anuda mi suerte a una cuestión de destino, ese juego se juega, hasta
que termine la partida, en su inexorable finura, allí donde no soy porque no puedo situarme. Es decir que son pocas las palabras con
que pude apabullar un instante a mis auditores: pienso donde no soy, luego soy donde no pienso. (…) no soy, allí donde soy juguete
de mi pensamiento; pienso en lo que soy, allí donde no pienso pensar. Este misterio con dos caras se une al hecho de que la verdad
no se evoca, sino en esa dimensión de coartada por la que todo realismo en la creación toma su virtud de la metonimia, así como a
ese otro de que el sentido sólo entrega su acceso al doble codo de la metáfora” (LACAN, 1957, 498).

Es así que con el uso metáforico se puede lograr ese cambio de estado:

De la instancia yoica al ser: la trampa del genio de la lámpara: ¿que deseas? El yo piensa. Y resuelve “¡esto!”
pero resulta engañoso, cae en la vertiente fantasmatica. Es en el ser, donde la verdad no se evoca, salvo en la
metonimia, deseando, deslizando en acto.

De un registro a otro: de imaginario a simbolico- real.

De lo ficcional a tocar la verdad. Dice: no se evoca la verdad.

Por esto mismo creemos tan importante leer a Lacan una y otra vez e insistimos siempre a la hora de trasmitir su enseñanza,
que hay algo de lo irremplazable de su modo de trasmisión, difícil dicen algunos, apasionante podemos decir otros, pero lo
esencial es que no es sólo lo que dice sino sobre todo cómo lo dice, su acto de decir, aquello que engendra una ética. Lacan
siempre en sus escritos nos invita como participes activos a realizar un ejercicio de lectura a la letra, tal como él mismo señala
que debe leerse el deseo. Es por esto que creo que la metáfora y su “doble codo” es tratamiento de lo real por un lado y acceso a
lo real por el otro. Sin metáfora no hay poesía (o no se es poema) y la poesía es una vía de acceso a lo real.

Podemos compartir la idea de Lacan que no tenemos nada que aprender de la lingüística, pero a su vez -y no es un
contrasentido- sí tenemos muchas cosas que aprender del arte y del arte literario. Recuerdo la manera brillante y poética que Siri
Hustvedt en su libro testimonial “La mujer temblorosa”. Se titula así porque refiere al momento en que tiene que leer el panegírico
en la Universidad de Minnesota, en una conmemoración a su padre muerto. La manifestación corporal que aparece es el temblor.
La cito: “segura de mi misma y llena de anotaciones, miré al público… lancé mi primera frase y a continuación, empecé a temblar
descontroladamente de la cabeza a los pies… Lo increíble era que no me afectaba la voz en absoluto… el temblor cesó en cuanto

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dejé de hablar”. (HUSTVEDT, 2010, 11). Desde ese momento ella comienza a temblar de esta manera en cada discurso, el libro
es el recorrido científico y testimonial de encontrar una respuesta a su síntoma que ella misma define de una manera increíble:

“vivir esa dualidad en mi propia persona me ha dejado una fuerte sensación de la existencia de un yo y de otro que escapa a
mi control. Es cierto que la mujer temblorosa no es alguien con nombre. Es una alienígena muda que sólo aparece cuando doy
conferencias” (HUSTVEDT, 2010, 56)

Es ella quien queda dividida entre la oradora serena y la mujer que temblaba. El libro es la búsqueda de un diagnóstico, de
una explicación a este fenómeno que la invade, pasando por la neurología, la psiquiatría y el psicoanálisis (lamentablemente)
norteamericano. El libro es un intento de resolver esa pregunta por la causa de su síntoma. Llegar a nombrarse “alienígena muda”
después de hacer un recorrido tan exhaustivo es lo más rico de todo el libro. Arrasa con las teorías medico-psiquiatras y
psicológicas.

Además de esto, Tudor afirma que no hay poética sin el uso de la metáfora. Y nosotros nos servimos de la poesía, de la
literatura, además es algo que disfrutamos mucho. Recuerdo la noche de inauguración de La nueva biblioteca del FARP y las
lecturas de todos. Parece ya una marca de nuestro Foro -el arte nos enseña, como dijo Tomás Otero en su hermosa presentación
[3]- “el arte va un paso adelante”.

Para concluir
Concluimos que el uso metafórico o de analogías lejos de estar al servicio de acumular sentidos entrama en su decir la ética
guiada por lo real. De laguna manera logra hacer metáfora de lo real y en efecto hace que algo de lo real sea trasmisible. Lacan
lo llama en La instancia de la letra… la “chispa creadora o poética” que brota como efecto de la metáfora. Al haber revisado a
qué llamamos metáfora y sus distintos usos, podemos respondernos cuál es el alcance de ese recurso para la trasmisión del
psicoanálisis, que principalmente nos legaron Freud y Lacan. En el modo de decir tanto de Freud y de Lacan se trata de un
efecto resonante que renueva cada vez su lectura, y motiva volver a ellos una y otra vez sin caer en el destino prefijado, el declive
del adulto al aburrimiento, sino como un reencuentro siempre renovado y creador.

Vianu culmina su libro diciendo:

“Para aquel que llega…a levantarse por sobre el pedantismo de las fórmulas limitadoras que obstruyen las perspectivas de la
poesía, cuando su opulencia interminable se rehace ante el lector, las obras poéticas recuperan nueva vida y entran de nuevo en la
historia. Cada generación descubre grandes obras de la poesía, descubre una vez más la embriaguez del entusiasmo por ellas, las
entiende a su manera, depone en ellas, la más intima confidencia de su espíritu, descubre las verdades que le hacen más falta. La
historia del hombre se refleja en la vida histórica de la poesía, circunstancia ésta, que sólo puede explicarse por la profundidad
ilimitada de todas las grandes creaciones poéticas” (TUDOR, 1967, 126).

Lacan en el Seminario 24 en el párrafo siguiente en el que expresa que el fin del análisis es saber hacer con su síntoma , a
continuación dice: “ la metáfora que se usa para lo que se llama el acceso a lo real, es el modelo” (LACAN, 1976, 14).

Concluyo leyéndoles un relato breve de Borges para no olvidar en donde no tenemos que caer: es una elección, también
inspirada en Lacan- que ha utilizado la metáfora de los distintos tipos de mapas eligiendo el mapa de las vías de comunicación
para desarrollar su teoría sobre la metáfora paterna. Se llama “Del rigor y la ciencia” y dice así:

“En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y
el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos
levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la
Cartografía, las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las
Inclemencias del Sol y los Inviernos. En los Desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y
por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas”.

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NOTA: Trabajo basado en la conferencia pronunciada por la autora en el ciclo Los Lunes del FARP, el 11 de
Noviembre del 2013.

Julia Minaudo
minaudoj@gmail.com

Bibliografía
-Borges, J.L. (1974). “Del rigor en la ciencia”. En El Hacedor, Obras Completas. Buenos Aires: Emecé, 1974.
-Gomez Da Silva, G. (1985). Breve diccionario Etimológico de la Lengua Española. México: Fondo de Cultura Económica, 2011.
-Freud, S. (1901). “Psicopatología de la vida cotidiana”. En Obras Completas, Vol. VI. Buenos Aires: Amorrortu, 1991.
-Freud, S. (1920). “Más allá del principio de placer”. En Obras Completas, Vol. XVIII. Buenos Aires: Amorrortu, 1976.
-Hustvedt, S. (2010). La mujer temblorosa, o la historia de mis nervios. Barcelona: Anagrama, 2010.
-Lacan, J. (1955- 1956). El Seminario. Libro 3. Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós, 2006.
-Lacan, J. (1957). “La instancia de la letra en el inconciente o la razón desde Freud”. En Escritos 1. Buenos Aires: Siglo XXI, 1991.
-Lacan, J. (1964-1965). El Seminario. Libro 11. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 2005.
-Lacan, J. (1969-1970). El Seminario. Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós, 1999.
-Lacan, J. (1972-73). El Seminario. Libro 20. Aún. Buenos Aires: Paidós, 1995.
-Lacan, J. (1976). El Seminario 24. Lo no sabido que sabe de la una-equivocación se ampara en la morra . Inédito.
-Lacan, J. (1970). Psicoanálisis Radiofonía y Televisión . Barcelona: Anagrama, 1977.
-Lombardi, G. (2008). “La cita y el encuentro”. En Revista Aun N°1. Buenos Aires: Foro Analítico del Río de la Plata, 2009.
-Pascal, Q. (1996). El odio a la música. Buenos Aires: El Cuenco de Plata, 2012.
-Schejtman, F. (2012). ANCLA 4/5. Perversiones y versiones del padre. “Bucles, rulos. Espirales y más giros” . Buenos Aires: Ancla ediciones,
2012.
-Soler, C. (2009-2010). El Seminario Repetido. Buenos Aires: Letra Viva, 2012.
-Vianu, T. (1957). Los problemas de la metáfora. Buenos Aires: EUdeBA, 1971.

[1] Julia Minaudo es psicoanalista se dedica a la atención clínica, además es docente de la Universidad de Buenos Aires en la Facultad de Psicología, en
las materias de Clínica de Adultos I y Psicopatología II. Es miembro del Foro Analítico del Río de la Plata y Miembro de Escuela.

[2] Disponible en: www.nadieduerma.com.ar/numero/2/6/34/resonancias-de-la-interpretaci-n/los-lunes-del-farp/operaci-n-de-vaciamiento.html


[3] “Hoy, las perversiones” de Tomás Otero, disponible en este mismo número de Nadie Duerma.

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