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EL ABUELO Y EL
BOSQUE
Irene Leonarda Tite Huanca

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EL ABUELO Y EL BOSQUE
Esta historia comienza en una gran ciudad

llena de casas y tiendas donde vivía una

niña y su padre. Un día, el papá de la niña

le dijo que tenía que marcharse una

temporada a un lejano país por motivos de

trabajo.

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Hijo, no tengo más remedio que

llevarte a Bosqueflorido con el abuelo

Nicolás -le dijo a la niña.

No me apetece dejar mi casa -pensó la

niña- ¿Con quién jugaré en el campo?

¡Con el abuelo no, seguro, porque anda

tan lento como un caracol!.

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No exageres, te lo pasaras bien con él,

además dicen que Bosqueflorido está

encantado -le dijo su papá-, pero nadie

ha descubierto su secreto.

¿Un secreto en el bosque? -bostezó la

niña-¡Bah, tonterías!

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Al día siguiente la niña y su papá partieron

hacía el pueblo, llegando a media tarde

donde su abuelo les recibió con una gran

sonrisa al saber que su nietecita iba a

quedarse una temporada con él. Sin

embargo, la niña no sonreía.

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Pensaba con nostalgia en las luces y en las

tiendas de su ciudad. Lleno de tristeza, la

niña abrazó a su papá y se despidió de él.

Los días pasaban. El abuelo era muy bueno,

pero la niña se sentía cada vez más infeliz.

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Mientras el abuelo le contaba siempre las

mismas historias sobre los animales del

bosque, la niña pensaba en sus amigos de

la ciudad, que estarían jugando a la pelota

sin él.

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Una tarde, cuando estaba asomado a la

ventana, la niña vio pasar una nube de

mariposas de colores. ¡Quizás pueda jugar

con ellas!, pensó. Y salió corriendo de la

casa para seguir a aquellas criaturas que

volaban libres, brillando al sol. En lo más

espeso del bosque, las mariposas se

alejaron en todas direcciones.

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Entonces la niña se dio cuenta de que

estaba muy lejos de casa, en el bosque

desconocido.

Mariposas, maripositas, ¿cómo puedo

volver a casa? -empezó a gritar el niño.

No lo sabemos, ¡hemos nacido hace

tres días! -respondieron las mariposas.

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La niña se quedó solo en medio de un gran

silencio.

¿Podríais indicarme el camino para

salir del bosque? -le preguntó a un

puercoespín.

No, soy demasiado pequeño para

saberlo. Tal vez mi mamá pueda

ayudarte.

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Pero la mamá puercoespín no conocía el

camino para volver a casa del abuelo. Sin

embargo, le indicó cómo llegar a la casa de

un búho muy viejo y sabio que podría

ayudarle. El sol se había escondido y el

bosque empezaba a llenarse de mil ruidos

desconocidos,

pero la niña se

armó de valor y

emprendió la

búsqueda del

viejo búho.

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Caminando, caminando, llegó al arbol

donde el viejo búho dormia.

¿Quién molesta mi sueño? -preguntó el

búho cuando oyó llegar a el niño;

después abrió sus grandes ojos

amarillos y se sacudió las plumas.

Perdona, me he perdido y ahora no sé

cuál es el

camino para

salir del

bosque. -

Respondió el

niño.

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Uhm, han pasado muchos años por mis

plumas, pero no los suficientes para

conocer todos los senderos del bosque.

Sólo la tortuga más vieja de

Bosqueflorido conoce todos los

caminos… Tendrás que buscarla tú

mismo, porque nadie sabe dónde está.

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Dicho esto, el búho cerró los ojos y volvió

a dormirse. Ya era de noche y la niña se

sentía cada vez más solo y más triste.

Comenzó a pensar en todos los secretos

de Bosqueflorido que su abuelo le había

contado mientras él pensaba en otra cosa.

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Pero no recordaba nada y, además,

empezaba a tener un poco de miedo.

Desconsolada, se sentó sobre una gran

piedra y se puso a llorar.

¿Quién está mojando mi concha? -

Susurró una voz cansada.

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Sorprendida, la niña dio un salto, miró a su

alrededor y se dio cuenta de que se había

sentado precisamente en la concha de una

enorme tortuga. Era tan vieja y tenía

tantas arrugas que la niña supo que había

encontrado la que buscaba.

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Entonces se tragó sus lágrimas y le contó

toda su historia. La tortuga le escuchó en

silencio y luego le dijo:

Como creo que ya te has dado cuenta

de que el bosque no es un lugar para

jugar, monta sobre mi espalda y

trataré de llevarte al sendero

correcto.

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Agarrado a la dura concha de la vieja

tortuga, la niña se sentía seguro en la

oscuridad de la noche. Al llegar a cierto

lugar, la tortuga se detuvo.

Puedes bajar, -dijo- el bosque termina

aquí.

Pero ¿cómo encontraré mi casa? -

preguntó la niña asustado.

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Hay un hombre más viejo y más sabio

que yo, que conoce todos los caminos,

dentro y fuera de Bosqueflorido.

Búscale.

Dicho esto, la tortuga desapareció, la niña

se acurrucó en el suelo, desconsolado, sin

darse cuenta de que una lucecita se

acercaba en la noche.

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Era el abuelo Nicolás, que había salido a

buscarle con su linterna. ¡Él es el hombre

más sabio del bosque!, pensó la niña

mientras corría al encuentro de su abuelo.

El viejo y la niña se dieron un abrazo muy,

muy fuerte durante mucho rato.

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Bajo la paciente guía del abuelo, la niña

aprendió a conocer Bosqueflorido y a

todos sus habitantes.

Había comprendido ya que el bosque no

tenía secretos para el abuelo Nicolás y se

sintió muy feliz de estar con él.

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Cuando un padre va a
trabajar lejos y deja a su
hija en casa de su abuelo
y un gran bosque con
secretos de los cuales era
será testigo.

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