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PODER Y DEBILIDAD
ESTADOS UNIDOS Y EUROPA
EN EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
ADAPTARSE A LA HEGEMONÍA
Entonces ¿hacía dónde vamos ahora? Una vez más, no es difícil ver hacia
dónde va Estados Unidos El ataque del 11 de septiembre convulsionó y aceleró,
pero no alteró en lo fundamental un curso en el que Estados Unidos ya estaba
inmerso. Desde luego no alteró las actitudes estadounidenses hacia el poder; no hizo
sino reforzarlas. Recordemos que ya antes del 11 de septiembre los sucesores de
Acheson aún estaban, cierto es que de forma distraída, construyendo “situaciones de
fuerza” por el mundo. Antes del 11 de septiembre, y sin duda antes incluso de la
elección de George W. Bush, los estrategas estadounidenses y los planificadores del
Pentágono dirigían ya su interés hacia los próximos retos estratégicos que pudieran
plantearse. Uno de esos retos era Irak. Durante la era Clinton, el Congreso había
aprobado casi por unanimidad una moción consensuada que autorizaba a apoyar
financiera y militarmente a las fuerzas de oposición iraquíes; y diversos planes de
desestabilización del régimen iraquí estaban considerándose activamente dentro y
fuera del gobierno de Bush. Mientras tanto, el gobierno de Clinton sentaba las bases
de un sistema de defensa a base de misiles balísticos para defenderse de estados
“proscritos” como Irak, Irán y Corea del Norte. Aunque Al Gore hubiera resultado
elegido, aunque no se hubiera producido el ataque terrorista del 11 de septiembre, estos
programas, orientados de lleno al “eje del mal” de Bush, estarían en marcha de todos
modos.
¿Qué significa todo esto para la relación transatlántica? ¿Puede Europa seguir
los pasos que marca Estados Unidos? Y, si no puede, ¿importa?
Pocos europeos admiten, como implícitamente hace Robert Cooper, que este
tipo de comportamiento estadounidense puede redundar en mayor beneficio del
mundo civilizado; que el poder de Estados Unidos, incluso cuando se emplea bajo un
doble rasero, puede ser el mejor medio para el progreso humano, quizás el único medio.
Como escribió Niebuhr hace medio siglo el “poder desmedido” de Estados Unidos, con
todos sus “peligros”, ofrece “algunas ventajas autenticas a la comunidad
internacional”. En lugar de ello, muchos europeos han llegado hoy a considerar al
mismo Estados Unidos un fuera de la ley, un coloso proscrito. El peligro –suponiendo
que lo sea- radica en que Estados Unidos y Europa separarse de todo. Los europeos
podrían agudizar más y más sus criticas a Estados Unidos, quien a su vez podría mostrar
una menor inclinación a escucharlas o a tenerlas en cuenta. Y podría llegar el día, si no
ha llegado ya, en que los estadounidenses presten tanta atención a los pronunciamientos
de la Unión Europea como la que les merecen los de la Asociación de Naciones del
Sudeste Asiático (ASEAN) o los del Pacto Andino.
Los estadounidenses son tan poderosos que no necesitan tener miedo de los
europeos, incluso cuando éstos vienen con regalos. Más que ver a Estados Unidos
como un Gulliver atado a estacas clavadas al suelo por los liliputienses, los lideres
estadounidenses deberían caer en la cuenta de que no están constreñidos en absoluto, de
que Europa realmente no es capaz de limitar su poder. Si Estados Unidos pudiera
dejar a un lado la ansiedad engendrada por este impreciso sentido de limitación,
podría comenzar a mostrar una mayor comprensión de las sensibilidades ajenas,
una mayor generosidad de espíritu del tipo de la que caracterizo su política
exterior durante la Guerra Fría. Podría presentar sus respetos al multilateralismo y al
imperio de la ley, y tratar de acumular un capital político internacional para esos
momentos en que el multilateralismo es posible y la acción unilateral, inevitable.
Podría, en resumen, ser más considerado y mostrar lo que los padres fundadores
llamaron un “respeto decente por la opinión de la humanidad”. Ésta fue siempre la
política más sabia, además de que encierra un beneficio cierto para Estado Unidos:
ganar el apoyo material y moral de amigos y aliados, especialmente en Europa, es
incuestionablemente mejor que actuar por cuenta propia frente a la angustia y la
hostilidad europeas.