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IGNACIO ECHEVARRÍA
Dice Umberto Eco que cuando le preguntan, a menudo con insistencia, si ha leído tal o
cual libro, contesta siempre:
(…) La frase de Eco es una boutade1, sin duda, pero como toda boutade concede un
cierto margen a la verosimilitud. Al fin y al cabo, llegado a ciertos niveles, no es raro que
un estudioso como Eco tienda a hacer un empleo cada vez más instrumental de sus
lecturas. No es raro, tampoco, que, conforme el tiempo pasa, la relación entre lectura y
escritura termine por invertirse, supeditándose la primera a la segunda, a veces hasta
sucumbir casi.
Pero ocurre, además, y con sorprendente frecuencia, que haya personas que no sólo
escriben, sino que además quieren dedicarse a escribir -es decir, ser escritores- sin
apenas leer, o con muy escasa afición a la lectura. Con ellas se cumple literalmente lo
que Umberto Eco suelta a modo de boutade: “Yo no leo, yo escribo”.
El caso ha sido siempre más o menos habitual entre adolescentes y muy jóvenes, en los
que es fácil reconocer el impulso de escribir -de inventarse- desligado de toda pasión por
la lectura. Pero la «nueva era alfabética» (Eco dixit) que ha florecido con Internet parece
estar alentando semejante impulso en capas mucho más amplias.
Puede que leer (en vez de escribir) fuera lo normal hace apenas dos o tres décadas. En la
actualidad, sin embargo, se diría más bien que lo normal es escribir, habiéndose
dispuesto para ello nuevos y amplísimos cauces. Por supuesto que todo aquel que
escribe también lee; pero ya no se cumple regularmente el presupuesto conforme el cual
la vocación de escribir deriva, por lo común, de una afición previa a leer.
Cabe hablar del surgimiento masivo, y más o menos reciente, de una nueva especie de
escritor que lee principalmente por reciprocidad, en la medida en que sus lectores son
asimismo escritores. Parece chocante pero no lo es tanto si se piensa en el
funcionamiento de los blogs y de las redes sociales.
Observa Eco que si “alguna vez pensamos que habíamos entrado en la civilización de las
imágenes, el ordenador nos ha vuelto introducir en la Galaxia Gutenberg y todos se ven
de nuevo obligados a leer”. Pero, tanto como a leer -y repito aquí una idea que ya
expresé en otro lugar, y a otro propósito-, Internet y la nueva galaxia digital obligan a