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Mariana Alonso: Estuve a punto de no venir, pero recibí una llamada anónima recomendándome que
acepte.
Mariana Alonso: (Imperturbable) Lógico, soy su esposa. (Le enseña en su mano izquierda una sortija)
Mariana Alonso: (Denotando obviedad en la pregunta que ha recibido) Normal, teníamos nuestros altibajos,
como cualquier matrimonio.
Abel Mastromarino: Recuerdo haber presenciado algunos conciertos de Silvain o haberlo visto en las
tapas de Radiolandia. Él siempre estaba rodeado de mujeres… ¿eso le produjo en algún momento celos
o discordias entre ustedes?
Mariana Alonso: Y usted qué cree. ¿Se acuerda de Julieta de Géneris? ¿Las piernas de Granada?
Mariana Alonso: Cómo no se va a acordar de ella, si es el típico prototipo de mujer a la que ustedes
(Con desprecio) los hombres les atrae. Yo le confirmo que los rumores de que fueron amantes son ciertos.
Abel Mastromarino: …
Mariana Alonso: Discúlpeme la expresión… pero yo los vi cogiendo como conejos en nuestra cama, en
nuestra habitación. (Al ver que Mastromarino abre su boca para hacer otra pregunta) Y antes que me pregunte
cómo reaccioné… los tire de la cama, le grité de todo, lo golpeé. (Hace una pequeña pausa y mira nuevamente
su sortija. Se sonríe) Pensé en separarme, ¿sabe? Pero me miró a los ojos y me dijo que era la mujer de su
vida… que la gallega no significaba nada para él, que era sólo una niña, un capricho pasajero…
Mariana Alonso: Sí… (Con indignación) Hasta que aparecieron las cartas escritas a mano que él le enviaba
a De Géneris. Qué ilusa…
Mariana Alonso: Habíamos tenido una discusión muy fuerte. Le había reprochado la decisión de
abandonar a Le Gloire para ser representado por Ibrahmovich.
Mariana Alonso: Había llegado a nuestro hogar un anónimo. Y cometí una imprudencia.
Mariana Alonso: Estaba escrito a máquina. Lo enviaba una mujer afirmando que tenía un niño a la que
por elección le había ocultado la identidad de su padre. Hasta ese momento…
Abel Mastromarino: Señorita, cartas así aparecen a menudo, más en la vida de Silvain...
Mariana Alonso: Pensé lo mismo hasta que vi las fotos que estaban adjuntas en el sobre.
(Extrae de la cartera un sobre, lo abre y saca fotos pequeñas. Se las pasa al periodista)
Mariana Alonso: Se consternó. Me besó, y se retiró a dormir. Al otro día ya no estaba en casa.
Mariana Alonso: Él me decía siempre bromeando que el día que sea padre, le iba a enseñar al pequeño a
tocar algún instrumento e iban a lanzar un último LP.
Mariana Alonso: Sabe, a pesar de todo el daño que me hizo (las cartas y el anónimo), lo sigo amando,
debe ser por eso que no empeñé esta joya, (Sonriendo por primera vez) mire que no me faltó oportunidad,
eh.
(Abel Mastromarino le devuelve la sonrisa. Mariana Alonso deja de sonreír sin despegar la mirada de su mano
ensortijada)
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SE RECOMIENDA QUE LA CANCIÓN Y LA COREOGRAFÍA CUENTEN CÓMO SE CONOCIERON SILVAIN Y
MARIANA
Abel Mastromarino: Debo retirarme a casa a trabajar. (Poniéndose de pie) Quédese el tiempo que sea
necesario.
Mariana Alonso: …
(El periodista se acerca hasta la puerta funcional. Se vuelve, extrae de la solapa del saco las cartas amarillentas)
Abel Mastromarino: Hay un asunto en las cartas de De Géneris que creo que debería saber.
(Mariana Alonso lo mira absorta. Abel Mastromarino rompe en mil pedazos las cartas)
Apagòn)