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JEREMÍAS
de josé luis arce
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Esta obra fue estrenada en 1985 por el Grupo TIC, Teatro Independiente de Córdoba, en el

Centro Cultural General Paz. En la puesta participaron 11 actores y otras tantas personas en áreas

técnicas, de gestión y diseño.

En el año 2002, la Comisión Organizadora de Teatro por la Identidad de Córdoba hizo una

memoria reconstructiva de la misma, donde se la homenajeó como la primera obra del teatro argentino

que tomaba como tema el caso de los niños apropiados durante el Proceso Militar (La Voz del Interior

27 de mayo 2002).

La versión completa del guión que sirvió de base para el mencionado trabajo, permaneció

inédita hasta hoy.


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PERSONAJES

VIEJA
TORTURADOR
TUTOR
JUEZ
ASISTENTE 1
ASISTENTE 2
GRUPO DE PATRULLA
GRUPO DE POLICÍAS
PADRE TORTURADO
MADRE TORTURADA
PROFESOR
ABOGADO
JEREMÍAS
LINYERA
ASISTENTES DEL PSIQUIATRA
CORO DE SILENCIADOS
CORO DE LOS HOMBRES QUE NO ESTABAN
BUFÓN
CORO DE LOS PADRES DE LOS NIÑOS DE LA GUERRA
MARÍA
CORO DE GENTE EN EL MERCADO
CORO DE CELADORES
SILUETAS-BLANCOS
MATÓN 1
MATÓN 2
CORO DE DETENIDOS
POLÍTICO
POETA
CORO DE ENTERRADOS
CORO DE OBREROS Y VECINAS
GNOMO
CORO DE RELATORES
PANTALÓN LARGO
PSIQUIATRA
TRIBUNAL DE VIEJOS
HOMBRE DOBLE
MUÑECA GIGANTE
GUARDIA
POLICÍA
JEREMÍAS DOBLE
HIJO
Hay distintos grupos de figurantes que no se detallan.
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En la historia de una vida.

Hay una mesa en la que se ve un pequeño bulto. El Asistente 1 lo tapa con una frazadita. El

Torturador diseña en una danza felina, la tenebrosa geometría de la habitación, a cuyo centro se

encuentran, inútilmente amarrados, el Hombre y la Mujer. En actitud litúrgica, seca de sus

manos las humedades necrológicas. María, como un efluvio, asiste a distancia, cabizbaja.

TORTURADOR-. (Al niño en la mesa) Desde hoy te llamás Jeremías... ¡aleluya! (A los

Asistentes) Fuera con él. (Pausa. A la pareja) Así que no van a cantar. Bum, bum, bum.

Los desamarra.

ASISTENTE 1-. Tenga cuidado, señor.

TORTURADOR-. Estos ya no ven ni a Dios. El que no confiesa no come postre. (Pausa.) El

fetito no lloró. ¿Acaso no sabrá que el de la Biblia, era un llorón inaguantable?... a nuestro capellán no

le agradará... los Jeremías son para llorar... (Al Asistente 1) Fuera con él. (Gira y mira de cerca a la

pareja). Asesinados de preguntas... suicidados de silencio.

ASISTENTE 2-. ¿Terminó?

TORTURADOR-. Aún les falta la gran prueba del pulmón a estos atletas del dolor. ¡Submarino!...

Casas... casas... casas... nombres... nombres... nombres...

Afuera se oye el llanto del bebé. Oscuro.

Frente al río.

MARÍA-. Me miro al borde del río. La Vieja se ha parado más liviana que la luz, a mis espaldas.

No sabe que el reflejo de su cuerpo atraviesa el mío y puedo apreciarla claramente, silueteada en la

bruñida superficie de las aguas mansas; poder del que yo carezco.

VIEJA-. (Susurrando) Jeremías no murió...


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MARÍA-. La verdad torna tan maciza por las venas, que absorbiendo el peso, hace que la ausencia

se me vaya opacando, como carne. Me corporizo. Dejo de registrar su imagen en el río, pasando a

través del vaho espirituoso de mi ser. Debo girar para verla.

VIEJA-. Jeremías no murió... yo lo sé. Con estos ojos lo vi nacer... con una frente clara, igual a

esas agüitas del arroyo cuando las despide el manantial, ansiosas por ser mar... ¡Bah! Cuando alguien

nace, ya sabe una de qué lado estar. Era tal el dios aparte del condenado, que podían florarle rosas de la

frente si quería... ¡Puajh!... Palabras traidoras... lo que es floración para unos, es supuración para otros,

o un simple mecanismo de expulsión. ¡Elegir carajo! ¡Son tiempos de olvido y ausencias! Otorguen si

les place el beneficio de la duda...

MARÍA-. Me sobrecoge ver que La Vieja me habla a mí en persona... me ve.

VIEJA-. Si querés evitarme que esta mierda de existencia sea un simple suponer, mantenido por

borrachos amigos de la vida, no te quedés zozobrando en titubeos; y explotá, gritale al universo:

¡nació... nació... nació!... Vas y lo buscás cuantas veces sea necesario... ¡Y lo encontrás en cada una de

ellas!

En la escuela.

MARÍA-. Lo encontré. La Vieja lo sabía. Es él, pero... ¡un dolor insoportable aquello de la

ausencia que deja de serla! ¿Qué dirán los hombres cuando mueren y se enfrentan por primera vez, a lo

que será por siempre toda y cada una de las veces? ¡Qué abandono de su antiguo ser! ¡Los compadezco

verdaderamente! Qué dolor el vértigo que agita el ‘más allá’ cuando se junta con el más acá.

¡Abrumador! Cielo e infierno concentrados en una... pequeñez tan corpórea. ¡Qué sensación el hombre!

Jeremías dormita sobre el banco. Sobre un flanco el Profesor. En paralela el Abogado que

trata de llegar a la ventana.

ABOGADO-. ¡Pibe!... soy Abogado... Necesito hablar con tu padre. Te busco a vos pero quiero

hablar con él.


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JEREMÍAS-. No está... trabaja.

ABOGADO-. ¿Dónde?

JEREMÍAS-. No sé.

ABOGADO-. Tu madre pibe... quiero verla ahora mismo.

JEREMÍAS-. Yo también... pero ella sí que no está-no está.

ABOGADO-. ¿Dónde está?

JEREMÍAS-. En ningún lado.

ABOGADO-. ¿?

JEREMÍAS-. Murió.

MARÍA-. El andinista de la vida pierde su agarradura. Como una gigantesca gota, lo veo no sé si

desgranarse o caer a los abismos, o tal vez desanimarse nada más.

PROFESOR-. Jeremías, al frente.

MARÍA-. Tal vez que lo dejara de mirar le salvó la vida.

PROFESOR-. Lección: El Laberinto. Punto de llegada y premio...

MARÍA-. Es increíble pero cuando pienso que su padre ha muerto...

JEREMÍAS-. Papá también murió.

MARÍA-. ¿Lo habrá tomado de mi mente? Le habla al Abogado... ¡Oh razón rota! No es

comprensible. El hombre aún cae. No, no entiendo el tiempo decididamente, ni el espacio en relación

con él. Según lo que sé de los hombres, ya debería estar estampado contra el suelo.

ABOGADO-. Cómo... ¿no trabaja?

JEREMÍAS-. Murió. Ahora me protegen.

ABOGADO-. ¿Un tutor?

El Profesor, comiéndose el espacio entre los bancos, como lava entre las rocas, se para detrás

de Jeremías.
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PROFESOR-. ¿Te comieron esa lengua las pirañas?... Repito: El Laberinto. Punto de llegada y

premio: el abismo, la duda, tal vez nada.

JEREMÍAS-. La lengua lo hace hablar al fuego, por eso imaginé...

PROFESOR-. ¡Por eso imaginé! ¡Atención las unidades!... ¿Qué es esto? ¿Un carnaval? ¡No, es un

aula pelotudo de mierda, no un taller de poesía ni!...

JEREMÍAS-. Dijo pelotudo.

MARÍA-. (Asombrada) El Abogado no cesa de caer.

ABOGADO-. ¿Cuál es tu nombre?

PROFESOR-. ¿Que dije qué?...

JEREMÍAS-. Pelotudo de...

PROFESOR-. ¡No!

JEREMÍAS-. Sí.

PROFESOR-. ¿Te herí mucho hijo?

JEREMÍAS-. Sobreviviré.

PROFESOR-. Qué desgracia con este antro de... de... de... de... de... ¿adónde iremos a parar?

JEREMÍAS-. No se haga problemas de antro Profesor.

ABOGADO-. Dame el nombre pibe.

Jeremías se acerca a la ventana.

JEREMÍAS-. Me llamo...

Suena el timbre.

El Profesor corre a cerrar la ventana. Ahora sí se oye un grito largo del Abogado. Al final un

golpe.

MARÍA-. El mandato indeclinable de la gravedad.

El Profesor con histérico triunfalismo detiene a Jeremías que va retirándose.

PROFESOR-. ¡Jeremías!
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MARÍA-. El Jere gira el cuerpo mas no el alma...

El Profesor da un grito de impresión.

JEREMÍAS-. ¿Decía Profesor?

MARÍA-. La impresión redobla la ira del admonitor.

PROFESOR-. Hay que detener ese infinito chico. Esa ausencia me desbulba el bocho. ¿Qué hay

detrás de esa cuadratura estragada de arietes ventánicos que no haya aquí caramba? ¡Voy a emparedar

esa ventana de mierda!

JEREMÍAS-. Dijo mierda.

El Profesor, expeditivo y con ganas de final, toma al Jere de su cuello y estampa su cara

contra el vidrio.

PROFESOR-. Ese puerco agujero, es la ventana del aula ¡y no el culo del mundo! ¡Decime lo que

ves!... ¡Te lo ordeno irreverente lagartija!

Jeremías no contesta. El Profesor indignado, decide marcharse.

JEREMÍAS-. Veo una extinción... (El Profesor interrumpe su salida) Una fatal disolución de los

mensajes sensibles... (En la pizarra escribe las cifras de un teorema irrepetible. El Profesor toma

nota como si tuviera acceso a las secretas clases de Pitágoras.) Prenden fuego las ideas de cien

vatios... rompen viento las palomas rumbo a las lagunas... Se atormentan del sudor de sus axilas;

ingieren su reflejo en los océanos y defecan, cuando van a pleno vuelo y por encima de volcanes

apagados, ese brillo seco que sólo se imagina uno, tienen los fetiches de carbón... Vuelan, se

estremecen y se apuran las palomas.

MARÍA-. (Riendo) Es fácil deducir lo que ha ocurrido con el Jere: el alma le volvió en el cuerpo a

posición correcta, pero en vez de devolverle la mirada real, le produjo un júbilo vidente que no es de

este mundo.

El Profesor ante el galimatías, sale corriendo.


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En la calle.

MARÍA-. La Vieja se lo ve venir...

Jeremías se para frente a La Vieja.

JEREMÍAS-. ¿Qué pasa detrás de las ventanas, dueña de los alquitranes?

VIEJA-. ¡No hay respuesta!

JEREMÍAS-. ¿Cómo no?... ¿Quién sos entonces?

VIEJA-. ¿Quién soy? ¿Quién soy?... ¿Qué clase de pregunta es esa?... ¡Estúpido niño! Mar y

presente... hombre y futuro... en esta hora fatal, aguas ahogando hombres por nacer... confusión, y tanta

lejanía... No, no sé si soy mares u hombres, hoy o mañana... soy una esquirla en la niebla.

Ríe brutalmente.

JEREMÍAS-. ¡Sólo vos podés darme una pista!

VIEJA-. ¿Qué dijiste?... ¡Maldita sanguijuela! Sólo sé que en esta hora presente, recuerdo el futuro

y me entierran ayer... Sólo sé que soy la muerte que vive añorando.

La Vieja da unos pasos como para irse por la oscuridad del fondo de la calle. Jeremías a su

vez, se aferra a los cascabeles de su sombra para impedirle la salida.

JEREMÍAS-. ¡Quiero saber!

La Vieja gira definitiva.

VIEJA-. ¡Sabrás!

Un Coro de Familiares irrumpe. No es procesión, ni aclamación. Jeremías ha quedado al

medio del antorcherío, aferrado apenas a esa cuerda de tensión que siente vibrar por encima de

su crisma, cual si fuese el último asidero.

CORO-. ¿Dónde están?... ¡Que digan!... ¿Dónde están?... ¡Que digan!...

La vibración lo sorprende como al guijarro solitario y desprovisto que reposa sobre el

parche, cuando empieza el solo de timbal. Las personas semejan bueyes, arrastrando cada una a

gatas el pesado carromato de sus remembranzas; rodeados por brujitas andrajosas que entraman
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con sus hilos pardos y pesados, un olvido maloliente. Un blindado de ficción viene a disputar los

equilibrios espaciales, que sólo se resuelven en fisión nuclear. En la parte superior del aparato, en

la cabina que gira sobre una crapodina, un Bufón desoculta los parlantes, y también su

intemperante y estigmatizada voluntad de platicar en el desierto.

BUFÓN-. Pueblo tirano... pueblo absolutista... vuelvan a sus casas. Sus brazos las sostienen. No

deben olvidarlo; si sus brazos se pervierten, pues la misma casa los aplasta.

La multitud en un impulso pone las antorchas en lo alto. El blindado da un eructo, como si

ajustase puntería y ahí nomás lanza tremenda bocanada de agua contra el fuego. Antes que se

declare el caos, da los pasos necesarios para destacarse una de las solistas lastimadas, con las

ropas adheridas por la cruenta mojadura, y con el vaho de fondo de los fuegos apagados; su

pasión profundiza el recitativo:

MUJER 1-. No hay luz más poderosa que la nacida en las tinieblas, pues nunca volverá a ellas.

El dragón de fierro se yergue en dos patas, para así escupir mejor su volcánica saliva. Sin

amilanarse, las dolientes, sostenidas por los duros brazos de sus hombres, ponen en tensión

máxima sus mimbres corporales, listas para dar el ramalazo, sin dejar que el ritmo decaiga,

convencidas de sus triunfos musicales.

MUJER 2-. ¿Cuántas Romas clandestinas se quemaron en los sótanos, contempladas por Nerones

extasiados de sus fuegos asesinos?

HOMBRE 1-. Y no alumbraron pese a todo, las tinieblas de sus almas.

MUJER 3-. ¡Se ocultan en gargantas de silencio, custodiados por los estampidos sordos de

millones de cañones!

HOMBRE 2-. ¡Pagados por el pueblo!

HOMBRE 3-. Mejor no sepa la sonrisa de esos zorros, lo que la herida de la loba puede hacer.

MUJER 4-. Con el mismo fuego que escaldaron sus ideas y sus cuerpos, fundieron la recalcitrante

cera de sus barbas burocráticas.


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HOMBRE 4-. Y las nubes de humo se subieron a los mástiles, un escalar a las conciencias.

Oriflamas que en la flameadura de sus vuelos, nos dejaban advertencias de las asechanzas.

MUJER 5-. La ciudad se ahuma ¿qué saben del humo?

HOMBRE 5-. Los quemaron en sus sueños.

MUJER 6-. Los enterrados en la luz, jamás se perderán.

HOMBRE 7-. Los nublados, ahumados y cansados, caerán de las cornisas de su vida asegurada.

JEREMÍAS-. ¡Yo quiero saber!

CORO DE MUJERES-. (Concluyentes) ¡Sabrás!

MUJER 8-. Los mantos de olvido usaremos, para empaquetar cacharros metafísicos y arrojarlos a

los lechos de los mares.

MUJER 9-. Vamos a hilvanar nuestras verdades.

MUJER 10-. Puliremos los recuerdos, los aquilataremos en nuestros costureros. Ya va siendo hora

de vestir la vida.

Pausa.

CORO-. Dónde están... que digan... que digan...

Salen. Por el polo opuesto, rumbo a su casa, Jeremías. Oscuro.

En casa del Tutor.

Llega Jeremías acezante. Por detrás, como un vaho de las periferias, María. Jeremías

observa furtivo el panorama y poco menos que flotando, pone proa hacia su cuarto. Apenas a

unos pasos.

TUTOR-. ¿Qué pasa en esa calle que rebalsa los pulmones de los niños?

JEREMÍAS-. Ha... ha... hay miedo... casi peste, papá.

MARÍA-. El hombre que se hace llamar padre.

JEREMÍAS-. Gente que busca otra gente.


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El hombre se yergue lento, como si el espacio se escindiese para él. Se saca los guantes de

bruñido cuero que arroja al sillón, para avanzar con su ajustada ropa negra, como respondiendo

al mando de sus briosos borceguíes. Se detiene enfrente, sin mirarlo.

TUTOR-. Redentores, soñadores, pensadores, inspirados... ¡Ebrios del enigma! ¡Hombres que no

piensan como el mundo!

JEREMÍAS-. ¿Y el mundo qué piensa?

TUTOR-. ¡Que esto es una guerra! Sin principio, ni batalla final. ¡Una guerra eterna!

JEREMÍAS-. ¿Quién la declaró?... ¿Hacia dónde hay que tirar?

TUTOR-. ¿Hacia dónde?... ¡El frente lo tenés en cualquier parte!

JEREMÍAS-. ¿Qué rostro tiene el adversario?

TUTOR-. No ves, no está, pero cada día hay que reconstruir el muro que ellos tiran por la noche.

Faltar un día sería hacerles creer en su triunfo.

El Jere bufa en un gemido. Se crispa en un trance arrebatado.

JEREMÍAS-. “¡Cómo cansa el mundo la reconstrucción de los verdugos!”

TUTOR-. ¿Qué?

MARÍA-. Lo atosiga a trechos lentos, le tiende una encerrona. (A Jeremías) Huí... corré... Pero

no, ¡por Dios! Es él... es él... ¡Aaahhh! Dentro de mí la frase resuena en mil voces, como una fuente de

noticias desatada por el universo. ¡Y de primera plana por su horripilancia! El asesino de sus padres.

Entendí por fin: ‘Jeremías’ le dijo aquella vez. Es su nombre de víctima. ¡Yo vi el bautismo de terror!

¡Escucha Dios! Acepta esta humilde rogativa: salva al pobre niño. ¡El Jere es un rehén! ¡Un rehén

eterno! Tal el sueño del verdugo omnipotente.

JEREMÍAS-. Que es una guerra inoculada.

MARÍA-. Deletrea de un graffiti, en un lugar que no es acá.

El Tutor abre la ventana y desde allí, arrecia para matar.


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TUTOR-. ¡La patria los hilvana, los hila y los cose! ¡Se acabó la muerte natural señores! ¡Hay

guerra por doquier!... ¿Son apátridas o no ven televisión?... Mira hijo, ¿ves?... La buena gente

celebrando en paz, la inquietud de un día laboral.

JEREMÍAS-. Que se cura con una benemérita jaqueca espiritual.

TUTOR-. ¿Alguien habla por tu boca?

JEREMÍAS-. “¿Quién devolverá nuestros hermanos sustraídos, ausentados a universos sin

registro?”

TUTOR-. Hay cuerpos que son signos de la nada y se esfuman porque sí. ¿Qué cabe al que queda

y nunca huye de las cosas?... comprender la ausencia, che.

JEREMÍAS-. “¿Quién pagará las copas que bebieron gratis de los ojos de las madres?”.

TUTOR-. ¡Cuidado con las curvas Fangio! ¡Respetá las tradiciones!

JEREMÍAS-. “¿Qué patriarca de este mundo nos responde honradamente, por nuestros elevados

afectos corrosivos?”.

TUTOR-. ¡Basta! ¿De dónde viene todo eso?

JEREMÍAS-. La calle dice.

TUTOR-. ¿Qué más dice?

JEREMÍAS-. “Que reluzca la verdad genérica, tan diversa a las verdades de los generales; que

comande la alegría y no los comandantes; y que a la vida se nos comisione a todos, mas no a los

comisarios”.

TUTOR-. ¿Y qué más?

JEREMÍAS-. ¡Afine su atención y verá!

El Tutor se asoma aún más en el balcón.

En la calle.
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PADRE 1: Inventan guerras en cualquier parte, que matan en cualquier parte, tal si fuese peste,

matan en cualquier guerra.

PADRE 2: Cuando cayeron piel a piel con la roca solitaria, pude ver a sus abuelos, congelado el

corazón, piel a piel ante las gélidas ventanas cronológicas.

Soportados por violines, entra un Coro de jóvenes más bien niños que llevan la bandera.

PADRE 3: Cuando cayó mi hijo, declararon huelga sus hormigas compañeras, carraspearon

sordamente los rectores dominantes y los preceptores obsecuentes.

El Coro de Padres, va creciendo en un grave de ultratumba.

CORO DE PADRES: Niños de la guerra, amansados en las guarderías.

MADRE 1: Hacían paro cualquier día, nada más que por reír con los amigos.

CORO DE PADRES: Militantes de la primavera, agitadores de recreos.

MADRE 2: Los niños que llevaban la bandera, nunca se atrevieron a mirar de frente a las estatuas,

eran aburridas.

CORO-. Niñitos cuidados por arcángeles de facto, jamás aprobaron instrucción cívica.

PADRE 4-. Cuánta vida... y pensar que no votaron jamás en su vida.

PADRE 5-. Porque la patria es un bolsillo, que ellos llenan de bolitas soberanas.

PADRE 4: Un día, a los mismos niños los pusieron tras las rejas, por exceso de alegría; a estos

mismos niños que llevaban la bandera.

PADRE 5: “Actúan en cadena, en un efecto dominó de risas”, dijo el comisario. Ellos saben de la

obstinación de sus recreos.

Los fragmentos, aunados en un clímax con base a toda orquesta, obliga a las solistas a un

sobrehumano esfuerzo.

MADRE 1: Ellos jugaron sin saberlo, la libertad que la vida les habilitó y que los hombres

sabiéndolo, les quitan.

MADRE 2: Libertad, apenas árbol de alta rama; ahí treparon a colgar banderas.
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MADRE 3: Pues la patria es un bolsillo que ellos llenan de bolitas soberanas.

La pirámide de niños vestidos de soldados despliega la gran bandera. Madres, padres,

adustas entidades, empiezan a arrojar fetiches, amuletos, en una sostenida meseta de violines. Los

más descontrolados van a ponérselos directamente en los bolsillos o en las bolsas atestadas.

PADRE 6: Pibe, te puse mi alma de fogueo atada al dobladillo; disparámela en el campo de

batalla.

UN CURA-. Llevate esta fe antienemiga, pero no antibalas.

LOS POBRES: No tenemos nada para darte, pero ahora que estás desfalleciente por tu carga,

debés saber que te entendemos.

MADRE 4: En el momento de morir, la historia los halló desnudos, mezclados como el trigo.

Habían dejado esa ropa cargada de pecados a un costado del camino, pisoteada por los mercenarios.

MADRE 1: Así lo habían elegido. Subir hasta la punta de los mástiles, a que su historia un paño

sea. Y a flamear sin tregua, a ser bandera, hasta perder la vida...

CORO DE PADRES: Que no dejaron de perder, como juraron.

Una nota suspendida, herida de muerte, se agota en un silencio de instrumento y voces,

mientras suavemente se hace el apagón de la apariencia. El Tutor, grabado el estupor en su

mirada, cierra la ventana. Toma del perchero su metálica campera. Secamente le ordena al hijo:

TUTOR-. A tu cuarto.

Jeremías no alcanza a dar un paso cuando percibe atrás, el horrífico clac-clac de la mágnum,

que manda vorazmente un proyectil a la recámara. El hombre que se hace llamar padre, abre el

camino en un desastre de llamados y respuestas por el walkie talkie.

En el cuarto de Jeremías.

Llega María. Busca a Jeremías pero no lo ve. Está a punto de salir a averiguar, cuando debe

hacerse a un lado para darle paso. Está vestido con la ropa negra de pesado y reluciente cuero
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con que se atavía el Tutor, seguramente en sus ‘misiones especiales’. Prende un cigarrillo, y hace

poses dominantes. De sus ropas saca una réplica cabal en plástico duro de pistola mágnum. Los

clipper de su padre oscurecen el brillo natural de sus ojos. Eleva el arma en punta con la mano

izquierda, pavoneándose a zancada suelta. La carga con sigilo.

JEREMÍAS-. ¡Estas fuerzas enemigas! (De pronto finge ser asaltado por algo o alguien. Su

arma se escapa de sus manos, entonces brinca haciendo dos piruetas formidables, sacando en la

primera, la chaqueta; luego en la segunda, en lo que dura el parpadeo de un mosquito, el

pantalón.) Ya verás.

MARÍA-. ¡Qué cuerpo más bello mi Dios! Siento un incendio en mis mejillas. Bajo mi cabeza

para no convertirme en ceniza.

JEREMÍAS-. Artera porquería. (Jeremías en un flash toma el arma y avanza hacia la cama,

apuntándole a la almohada, quien con sus obesidades y sus celulitis, ha quedado de algún caos

anterior, en tranquila horizontal. Se saca el slip) Un astuto terrorista tiende trampas en tu ombligo,

para hundir al enemigo.

Actúa tremendas risotadas y luego se ensaña, como queriendo perforar las blandas carnes de

la desgraciada.

MARÍA-. No atino a deslindar lo que da más ganas: si huir despavorida, o la de ser la almohada.

Jeremías arranca la funda a la condenada, como si volteara el último tabique de moral en

una corte victoriana.

JEREMÍAS-. (Poseyéndola) ¡Muere!... ¡Muere!... ¡Muere!... Cada vez más subterráneas, dos

inquietas manos amorosas rehacen las caricias. (La arroja contra la pared). La guerra se avecina. (Va

a la radio de onda corta). Aquí estalactita llamando a lagarto... conteste lagarto, adelante... cambio...

lo escucho lagarto, aquí estalactita... ¿me capta lagarto?... aquí estamos apurando besos para acabar

afectos... guerra con nosotros... ¿escuchan ustedes?... ¡Guerra!... ¡Guerra!... ¡La guerra!... Emergen

besos cien años sumergidos... responda lagarto... necesito su respuesta. (Áspero silencio desde el otro
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lado. Resignado, se extiende horizontal con su cabeza entre las manos). Abriré mis ojos y estarás

desnuda sobre mí.

María entiende que es a ella a quien se dirige. Deja caer su túnica de una gasa inexistente y

con falsa sumisión se para con las piernas abiertas sobre Jeremías. Cuando despierta, sus ojos

dan de lleno en el sexo de la niña.

JEREMÍAS-. (Pasmado) ¿Almohada?

MARÍA-. María. (Los ojos de Jeremías dan vueltas) ¿Me voy?

JEREMÍAS-. No... te quedás, digo, ya que estás.

MARÍA-. ¿Me ves?

JEREMÍAS-. (Al borde de una apoplejía) Las cosas cuando pasan, pasan así... físicamente, digo.

MARÍA-. Ah. ¿Soy algo especial que querés ver?

JEREMÍAS-. Más que eso.

MARÍA-. ¿Qué es ‘más’?

JEREMÍAS-. Deseo.

MARÍA-. ¿Qué?

JEREMÍAS-. Que te poses...

María lo hace. Jeremías gime.

MARÍA-. (Obnubilada) Puñal olvidado en la terraza una siesta de verano.

JEREMÍAS-. ¿Dolor?

MARÍA-. Dolor de quién ve atravesar la inmensidad entera por una diminuta herida en llamas,

hasta guardarla en esta humilde y nada extensa cavidad que me define...

Oscuro.

Día siguiente.

Suena el radio-despertador.
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RADIO-. “...medida de la cual resulta, que será cerrado a la visita del público el ‘Parque de los

Sueños’...”.

Jeremías y María despiertan y se visten apurados.

MARÍA-. Tiraron varios árboles.

JEREMÍAS-. No puede ser.

MARÍA-. Hicieron un gran pozo.

JEREMÍAS-. ¿Eso dijeron?

MARÍA-. No, eso lo sé yo.

JEREMÍAS-. Imposible... Soy el rey del parque.

MARÍA-. ¿Qué se puede hacer?

JEREMÍAS-. Vamos al mercado.

Salen.

En el mercado.

JEREMÍAS-. (A un vendedor) Quiero palomas. Escabeche no, enfrascadas no, embutidas no.

(Como una venganza de historieta desenfunda su índice amartillado y lo ejecuta) ‘Bang-bang’.

MARÍA: Perforado el entrecejo, mudo como un código de escamas.

JEREMÍAS-. Sígueme beibi.

MARÍA-. ¿Para que querés palomas?

JEREMÍAS-. Para buscar a la puta máxima del pueblo. Se hace llamar libertad.

MARÍA-. Uf, la otra.

JEREMÍAS-. Vamos.

La tira de un brazo.

MARÍA: Ah... pañuelo de seda atado a la compuerta de un camión.

UN HOMBRE-. ¡Quién dibuja palomas en las puertas? Esto es proselitismo.


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OTRO-. Y en el banco.

OTRO-. También en ministerios.

OTRO-. Y en pizarras.

OTRO-. Y en los bares.

MARÍA-. Dibujarles vaya y pase, pero ya inscribirles “VIVA”, como un genial retoque a sus

plumones...

OTRO HOMBRE-. Es constitucionalmente hablando, ir contra toda suspensión de garantías

constitucionales, che.

OTRO-. Raro.

OTRO-. Insólito.

OTRO-. Ilegible.

MARÍA-. Esvásticos.

TODOS-. A proceso.

MARÍA-. Violado en sus sonrojos.

A librazo limpio logran tumbar a Jeremías.

JUEZ-. Regla de almas puras, regla de almas puras...

UN HOMBRE-. Si las paredes maculadas hablaran.

OTRO-. Sin retoque.

OTRO-. Sin segunda mano.

OTRO-. Limpiar antes de usar.

OTRO-. No afirmarse.

OTRO-. No fijar carteles.

JUEZ-. Reglas de almas puras, blanquéalas.

El juez de turno, enarbolando el grueso libro de las ‘Reglas de almas puras’, lo deja caer

sobre la testa plena del imberbe.


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UN HOMBRE-. Crepó sin vuelta de hoja.

María, ofendida en lo más hondo, embadurna sus dedos en el tajo de su herida y ensucia las

caras blancas de los presentes con manchones escarlatas, en una mejilla y en la otra.

MARÍA-. Culti-rechonchos, ya verán.

UN HOMBRE-. Miren, suelta palomas por los dedos.

OTRO-. Raro.

OTRO-. Insólito.

OTRO-. Ilegible.

El Juez, pasmado en el estrado, fenece obtusamente a ras del piso.

MARÍA-. Un resbalón cualquiera da en la vida.

UN HOMBRE-. El Libro de las Reglas vino a dar como un espasmo, “como una bendición letal”

sobre el puro seno de su cráneo

MARÍA-. Digerirlo es tan fácil como reventar con alfileres una pompa de idiotez.

UN HOMBRE-. Se abrirá un expediente.

MARÍA-. ¿No ven que ha muerto un niño?

VIEJA-. ¡Quietos todos! (Desde una cantimplora vierte un líquido que antes de llegar al suelo,

muta en humo. Da un rodeo como si rezara alrededor del cuerpo; de un bolsillo entre los pliegues

incontables de su traperío, emergen sus dedos empolvados. Al chasquearlos en el aire, crean

estampidos que por poco ponen a huir en masa al sonambúlico congreso, quizá asustado de su

propio despertar.) Colocar un oso destripado en un desagüe, modular el llanto en los océanos, simular

como un payaso en una bocacalle y dejar perder arena por las brechas; rematar rezagos en la iglesia y

dar muerte de un abrazo al cura.

Se forma un cortejo y levantan a Jeremías en un catafalco de madera.

CORO-. Señor, sácanos del alma la molestia de la muerte.

UNA VOZ-. Bravo, ya es de piedra.


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Lo enarbolan.

OTRA VOZ-. Ahora podemos admirarlo.

MARÍA-. Convertido por caminos de dolor en atracción de circo.

OTRA VOZ-. Lo declaro patrimonio público.

MARÍA-. Usufructo público.

OTRA VOZ-. Su estatua es de interés nacional.

MARÍA-. Inofensivo bronce.

OTRA VOZ-. En fila de a dos en fondo para sacar el paso de su ejemplo.

OTRA VOZ-. Tiro al blanco al sufrimiento.

Le arrojan flores. Vivan, gritan. Luego salen. Jeremías desciende del túmulo.

MARÍA-. ¿No estabas muerto?

JEREMÍAS-. Se olvidaron de cerrar mis ojos. Vamos.

MARÍA-. Te ruego me perdones, es muy tonto, ya lo sé, pero es que aún estoy temblando.

JEREMÍAS-. Disculpame vos a mí... ya sé que nunca me podré parar, y no digo ahora que vaya a

poder, pero es imperioso que entiendas, que muertes como éstas, tengo miles cada día.

MARÍA-. No voy a detenerte.

JEREMÍAS-. He acelerado tanto, que aunque se me diera ahora por frenar el impulso ya cobrado,

seguiría proyectándome por años... ¿En qué estábamos?

MARÍA-. En que ibas a algún lado, pero...

JEREMÍAS-. (Cortándola) ¿Para qué pensar en ir?... ¡Vayamos!

VOZ DEL TUTOR-. ¡Jeremías!...

Jeremías queda duro, con sus plenas dimensiones azotadas, igual que el viento vapulea un

libro en la ventana abierta.

JEREMÍAS–. (Asustado) ¡Voy!


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MARÍA–. ¿Te vas así? Me mirás como si el milagro de hacer caso, se licuara ante una inquisición

de ateos, que no reconocen dos centavos de virtud en ello.

JEREMÍAS–. Es la hora de volver.

MARÍA-. ¡Bah, volver! Un tanguito de Gardel.

VOZ DEL TUTOR-. (Desde otro mundo) ¡Alcanzame la toalla y las chancletas!...

JEREMÍAS-. Voy... Ayudame por favor.

MARÍA-. ¿Y lo que íbamos a?...

Jeremías emprende su corrida. María lo aparea.

MARÍA-. (Íntima) ¿Esto es ya la libertad? Aunque vas a la cárcel, debe serlo porque es un diálogo

con lo que la mayoría encuentra inmaterial. Es tan forzoso tu querer, porque de seguro que ya estaba en

vos. Envidia del ángel. Esta comunión, una herejía. Me siento a pelo sobre el lomo de un alma salvaje

en un país de domadores que no tardarán en hacértelo pagar.

JEFE DE PATRULLA- ¡Alto ahí!

Se trata de un joven corpulento, con sobrada carga de sus centros corporales. Lo flanquea

un geométrico piquete de entusiastas.

MARÍA-. Dicho y hecho. El primer acreedor.

Aunque no dan muestras de acusar la presencia de María, esta se escuda detrás de Jeremías.

JEFE-. ¡La libertad ha sido sustraída!

JEREMÍAS-. Ahá... ¿Se sabe cómo es?

JEFE-. ¿Alguien tiene descripción? (Sus pares deniegan) Busquen en bañeras, en relojes, en

baúles. También en las gramáticas, o debajo de las faldas de la parca señora si fuera necesario. ¡Es una

orden!

El grupo se pone a buscar, más bien a des-encontrar.

JEREMÍAS-. (Farfullando) Buscan tanto lo que en el fondo ignoran, que al final defenderán

convencidísimos que existe. ¡Fanáticos cobardes!


22
MARÍA-. ¿La libertad no existe?

JEREMÍAS-. No dije eso.

MARÍA-. ¿Qué dijiste entonces?

JEREMÍAS-. ¡Que están buscando mal!

MARÍA-. Al menos lo intentan.

JEREMÍAS-. Ese es el problema. Si dejaran de hacerlo ya no importaría. Si fuera tu caso,

volverías a vos y sabrías dónde estás parada. Sabrías de dónde sos y quienes son los que te empujan a

la nada tenebrosa. Y cuando te enteraras de esa cosa, quien te dice, ya serías libre sin haber buscado.

Mirarías tu interior y de seguro que estaría ahí, acurrucada.

MARÍA-. ¿Y qué cara tendría?

JEREMÍAS-. Por qué no la tuya.

Echan a correr.

JEFE-. ¡Se escapa!

UN PATRULLERO-. ¡El ladrón!

UN CIUDADANO-. Está apretada a él. No pude verla, pero por sus ademanes, me parece la

besaba.

OTRO-. Yo no la ví.

OTRO-. ¿Acaso es abstracta?

JEFE-. Huyó.

PATRULLERO-. A correr.

JEFE-. Aspiración

OTRO-. Sangraba censurada

OTRO-. Le hacía perder

OTRO-. Su mortal

OTRO-. Cotización
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JEFE-. Espiración

TODOS-. Hacia allá

JEFE-. Aspiración

OTRO-. Corrió

JEFE-. Espiración

OTRO-. Exhausto

OTRO-. Asido a las

OTRO-. El asqueroso

OTRO-. Que no sé cómo empezó

OTRO-. Le decía “corazón”

OTRO-. La está haciendo concubina

OTRO-. ¿Y ella?

OTRO-. Obedecía

Terminando el caos general, le tienden la emboscada. Lo atrapan. María queda a la deriva.

OTRO-. Este niño la robó.

OTRO-. Está atorada en sus costillas.

OTRO-. Pártanle el pecho.

Lo hacen.

OTRO-. ¡Cuidado que esa sangre nos sigue!

OTRO-. Es la libertad que ha renunciado a su recato. Levanten las trincheras y alerten a las

fuerzas.

MARÍA-. Despojos humanos, hartos de pisar a los humanos despojados.

JEFE-. Hay que devolver la libertad a su vitrina.

MARÍA-. Jeremías agoniza con un llanto torturante, un pesebre en llamas, a ojos de los ciegos que

no quieren ver. Cuidado que en la manga puede aún guardarse un contragolpe de estado de pelotas, sin
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sumarle sus castillos de colores y sus flatos de porotos. Ni qué hablar de sus festejos purpurinos y de su

estar callado milagroso en alaridos de conciencia.

UN CIUDADANO-. Que despejen los curiosos. ¡Atrás! ¡A sus casas! ¡Toque de queda a partir de

las... ley marcial por si las...

HOMBRE TRANQUILO-. El bloque de tranquilos agradecen y repudian.

Salen. Jeremías yace. María lo escolta. Se suman La Vieja y el Linyera.

LINYERA-. ¿Qué ha pasado aquí?

VIEJA-. ¡Esas mierdas de la libertad!

El pobre hombre se acerca hasta el niño.

LINYERA-. Si no se la devuelven, morirá.

VOZ DEL TUTOR-. ¡Jeremías!...

Jeremías se sienta.

JEREMÍAS-. ¿Cuánto pasó entre el primer llamado y éste?

MARÍA-. No sé, no entiendo al tiempo.

JEREMÍAS-. Vivir no es fácil.

MARÍA-. Nadie dijo que lo fuera.

VOZ DEL TUTOR-. ¿Venís o no?

JEREMÍAS-. ¡Allá voy!...

MARÍA-. Íbamos a salvar el bosque.

JEREMÍAS-. Hay que seguir viviendo.

Emprende la corrida. La Vieja cabeceando, le sonríe al Linyera, para no llorar.

En casa del Tutor.

Jeremías entra a su cuarto, cansado.

MARÍA-. (Se para ante la radio de onda corta) ¿Nunca la apagás?


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JEREMÍAS-. Lagarto puede llamar. (Toma el micrófono) Atento lagarto... lagarto, lagarto,

lagarto... aquí estalactita... ¿me escucha lagarto?... conteste lagarto... y nada de nombres... la hora lo

impide... ¿alguien ahí?... ¡conteste, conteste lagarto!... la situación se agrava; malos signos

indudablemente: he resucitado en vida varias veces. Quien podría confirmarlo de su propia vista está a

mi lado. ¿Se trata de un milagro?... No hay problema, es amiga y mantendrá reserva.

Sólo el mismo ruido de siempre del otro lado. Jeremías cuelga el micrófono.

MARÍA-. ¿Quién esperás que responda?

JEREMÍAS-. Shhh.

Le hace una seña a María para que se esconda. Llega el Tutor.

TUTOR-. ¿Hablabas solo?

JEREMÍAS-. ¿?

TUTOR-. Buéh, si hablabas solo, hablabas solo, ¿qué hay?

JEREMÍAS-. Los locos hablan solos.

TUTOR-. Y los líricos, y los idealistas...

JEREMÍAS-. Vos abominás a esa gente.

El Tutor endurece invisiblemente el gesto, inhabituado a tanto retruque. Como sacándole

importancia, opta por desviar el rumbo.

TUTOR-. ¿Viste qué te traje? Lo puse en el rincón. Abrilo.

Jeremías mira torvamente, no por hosquedad ni mala predisposición, mas por el abismo

invulnerable que hay entre ambos. Sube el paquete hasta su mesa de trabajo. Deshoja de a

poquito la envoltura. Es un microscopio. No encubre el deslumbramiento que le produce, aunque

no puede demostrarlo.

TUTOR-. Probalo que no muerde.

JEREMÍAS-. ¿Ah no?


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El padre sobrepuja la situación sonriendo desde una dictadura que tantea cómo se gobierna

con afectos de hecho.

TUTOR-. Parece que está bueno. Mis hombres lo encontraron. Ahora es tuyo. No vendría para

nada mal que a la ciencia se le ocurra entrar y por la puerta grande en esta casa. Bueno, tengo que irme.

(Hace amago de salir cuando de pronto se quedó cortado ante la radio de onda corta. Se acerca

admirado y la observa desde varios ángulos) ¡No me digás que la hiciste funcionar! Sos un genio.

¿Viste que te dije que para jugar te serviría? No creo que te puedas conectar a Dios con esto, pero para

desquiciar al Comando te alcanza. Cuidala, es una joya. (La apaga.) Dormite, hoy vuelvo tarde.

Sale.

JEREMÍAS-. “Hoy vuelvo tarde”.

MARÍA-. ¿Qué?

JEREMÍAS-. Siempre vuelve tarde.

MARÍA-. Ah. (Por el microscopio) Es lindo.

JEREMÍAS-. Dejalo. No me gusta que haya dejado a su dueño.

Luego va a la radio y la enciende otra vez.

MARÍA-. Perdón, no quise meterme antes... pero... ¿Me podés explicar?... ¿Quién era el hombre

de la escuela?

JEREMÍAS-. Odio esas preguntas... Como “¿qué es la vida?”, “¿quién es Dios?” o “¿cuántas vidas

llegaremos a tener?”. Quiero decir, odio verme como aquellos que por responderlas, desnudan con

insufrible vanidad, el plano de sus falsas inocencias, exponiendo con la misma desvergüenza su idiotez.

Aunque lo que en realidad más odio son las infames ignorancias. Nadie nos debe relevar de lo que

debemos saber por nuestro propio esfuerzo.

MARÍA-. De acuerdo. Pero dame una pista.

JEREMÍAS-. No sé... sería otro ‘salvador’ de esos.

Empieza a atarla. La pone sobre la tapa de ese viejo cofre barrigudo y enlazándole los pies.
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MARÍA-. ¿Qué hacés?... Tenés miedo. Es por eso que me atás ¿no es cierto?

JEREMÍAS-. Es porque los sueños bellos no perduran.

MARÍA-. ¿Soy apenas eso?

JEREMÍAS-. Lo que sea.

MARÍA-. No, las pesadillas matan. No te causes una por mi culpa.

JEREMÍAS-. Inútil prevenir... ahora me acuesto y es probable que me acosen varias.

MARÍA-. (Haciendo fuerza por soltarse) Por favor...

JEREMÍAS-. Vos querés que el tonto Jeremías llene su cerebro con ‘copitos de maíz’. Desde hoy

el compromiso de pensar se transfiere a mis pies.

MARÍA-. ¿Ah sí? ¿Y qué harás para saber?

JEREMÍAS-. Declarme presidente de mi cuerpo.

MARÍA-. ¿Cuándo aceptarás que alguien averigua por vos? Alguien...

Jeremías le tapa la boca con su mano.

JEREMÍAS-. ¡Shhh!... estaremos juntos, engañados por el clima, rodando en una sábana, iremos a

la tierra, la de oscuros habitantes.

MARÍA-. No podremos.

Ella, reacia a ese juego, empieza a vestirlo para la escuela. Él se deja hacer.

JEREMÍAS-. Sí podremos, pues no hay más héroe que yo en mi propio sueño.

MARÍA-. No sé, todos los caminos vienen a nosotros.

JEREMÍAS-. Con el brillo de tus sueños, construiremos fuentes de riquezas.

MARÍA-. No, no quiero juegos, esto va de verde simpatía a odio renegrido. No me gusta.

Cuando está listo, empieza la marcha hacia la escuela.

JEREMÍAS-. Sé muy bien que han de querer saquearte los microbios, pero en poses dignas de un

liliputiense de la primera hora, los mandaré a hacer países, democracias, totalitarismos. Les crearé

industrias así gastan sus colmillos. Les daré un gobierno así tienen ocupados a sus nervios. Les daré el
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sano juicio para engominarse el seso, que ellos gustan a la cachetada. Les daré idiotómetros de todas

las pulgadas, así pueden mensurar su fe. Les daré una pléyade de etcéteras así engañan al saber. Y por

si fuera poco, fundaremos la justicia que los encarcele a todos. Al séptimo día, apagaremos la luna y

engañados por el clima, haremos el amor.

En la escuela.

Jeremías llega al aula y se lleva por delante al Profesor.

PROFESOR-. ¡Oh, no, no, no! ¡Otra vez en babia el zombi por las nubes! ¡Y por si fuera poco, me

chocás! ¡Siempre estás hincando tu tridente! Segundos afuera... ¡primera hora!

Cuando suena el timbre, el Profesor le da un uppercut a la mandíbula.

JEREMÍAS-. (Despertando) Me dormí.

PROFESOR-. ¡Vaya novedad! Y otra vez atravesaste la ventana grande. Acá hay agudas crisis de

horizonte. ¿Por qué no separás cielo y tierra niño? Es necesario para una buena claridad. No podés

entrar así.

JEREMÍAS-. Pero yo sí pude.

PROFESOR-. ¡Que está prohibido carajo!

JEREMÍAS-. Dijo carajo.

PROFESOR-. ¡Y diré más! A partir de hoy, el horizonte que separa aquello que se puede hacer de

lo que no, será eso: no entrar por la ventana.

Jeremías vira hacia allí y se queda mirando con un dejo de nostalgia.

En la calle.

La Vieja y María ríen juntas. El Linyera las escucha en silencio.

VIEJA-. Es número puesto, tarde o temprano, a los hombres les agarra fiebre de ventanas.

(Vuelven a reír. Luego, el tono se hace grave.) Afuera están muriendo todos. Los están matando. Hay
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una epidemia de puertas cerradas. Pero Jeremías, con esa soberbia de potro salvaje, se anima a galopar

por las calles. ¡Está loco el Jeremías!

MARÍA-. Está solo.

VIEJA-. Su galope no podrá quedar impune. Pronto va a tener la culpa. Los órganos comidos, le

vuelven a crecer. Es un sacrilegio. ¡Al arreciar la muerte, hace del galope vuelo!

MARÍA-. ¿Por qué no murió?

VIEJA-. ¡Jah!... aunque hubiesen puesto un bloque de cemento atado a sus pies, como sé muy bien

que hicieron con sus padres, ya se las hubiera rebuscado para ser un dios del mar.

MARÍA-. ¿No sería mejor?... Ahora vive en un mundo de ventanas clausuradas.

VIEJA-. ¡Peor que eso! ¡Está en un mundo de mentes cerradas!... y el canario vuela. Por encima de

la muerte, vuela. Por encima de los campos, vuela. (Alejándose unos pasos). ¿Sabes qué?... ¡No va a

parar!... ¡No va a parar!... (Lanza una tremenda carcajada). ¡Empieza a volar canario!... ¡Vamos,

vuela maldición!...

La Vieja continúa su marcha. El Linyera calza su sombrero y se va detrás de la Vieja. María

mira hacia la escuela y va en busca de Jeremías.

En la escuela.

El Profesor mira por la ventana.

PROFESOR-. Otro día más que los alumnos faltan...

JEREMÍAS-. La peste aumenta. Se nota porque ya no están. Los padres los buscan con la cara

mala.

PROFESOR-. ¿Qué decís?

JEREMÍAS-. ¡Pánico señor!


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El Profesor saca el pestillo de la catapulta que lo pone como roca, en viaje sin control hacia el

lugar del indomable y con la bota de su suspicacia da un golpe de desprecio a la pequeña jaulita

vacía del niño.

PROFESOR-. El único que viene sos vos, mi pequeño canario.

JEREMÍAS-. No puedo faltar.

PROFESOR-. ¿Ah no?... pero vos ¿cómo andás?

JEREMÍAS-. Y, tirando pa’ no aflojar... acuñado como grito en la pared de la existencia, pero no

me quejo.

El Profesor siente en el cuerpo el tajito de la sorna.

PROFESOR-. ¿En nombre de qué andás solo por las calles?

JEREMÍAS-. Y bueno, en el puro nombre del alma que se toca.

Inmediato el Profesor pone su lupa sobre él, para mejor calar algún signo no apreciado hasta

ahí.

PROFESOR-. Raro, insólito, ilegible.

JEREMÍAS-. Además, observe... el mal quita pierna. Yo transferí mi cabeza a los pies y puedo

andar como si nada. Así que tengo el honor de venir.

A María le agarra una tentación incontenible que contagia a Jeremías. Por el esfuerzo de

contener la risa, les empiezan a correr los lagrimones por la cara.

PROFESOR-. Y... decime “alma corpórea”, ¿por qué los otros no?

JEREMÍAS-. ¿No qué?...

La incertidumbre exacerba al infinito el acceso de risa. El Profesor, pausado, finge no perder

las riendas.

PROFESOR-. Digo... ¿por qué no les pasa como a vos?

JEREMÍAS-. La peste los ausenta, aunque los diarios no lo digan.

PROFESOR-. ¿Y por qué venís?


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JEREMÍAS-. Para contraer el mal y ser concreto en el largo sueño de las fiebres.

Y ya no da para reír. El Profesor mira en sí mismo su sorpresa y, de acuerdo a lo que ve, se

disgusta.

PROFESOR-. ¡Palabras! ¡Panfletos a la vida entre la muerte! La metáfora ha muerto. ¡Pasá detrás

de esos armarios!

MARÍA-. Dijo “detrás”, no “dentro”.

Al abrir la puerta de uno de los muebles, un manojo de cadáveres se le viene encima. Es su

grito demente el que pinta otra vez las paredes con el sucio lodo de la realidad y lo mantiene

anclado del lado en que las cosas se definen por su despreciable materialidad. Pasmado o no,

debe abrir el otro armario. Éste hace simetría con el anterior en posición, pero también en

contenido. Al hacerlo, un despeño de cuerpos convierte la sala, en menos de que cante un gallo, en

un camposanto.

JEREMÍAS-. ¡La peste!...

Ahora sí, Jeremías aterrorizado corre a escudarse detrás de los roperos.

PROFESOR-. ¡Es la guerra sucia!... (contrapone el Profesor, cerrando la salida). Siéntate

pichón. ¡Decime ahora tus palabras!

MARÍA-. Igual que en las tragedias, todo lo que no se ve son cielos sugeridos, ocupados por esas

tormentosas nubes de la adversidad, que esperan unos pocos signos para descargarse a escena. Que el

Profesor se oriente en dirección a Jeremías, es uno de ellos.

JEREMÍAS-. (Viendo venir lo peor) Son apenas poesías que curan el miedo.

MARÍA-. Y yo, nada más que una infeliz espectadora de lujo en un Epidauro desierto.

PROFESOR-. Crear imágenes al lado de un muro es conspirar contra el muro.

JEREMÍAS-. (Procurando defenderse) Hay que dar a luz por el poema.

PROFESOR-. ¡No en la hora del silencio!


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Se oye un grito atroz. María se tapa los oídos. Un postrer silencio detrás de los armarios,

mezclado con jadeos.

MARÍA-. Igual que aquel día... Horrenda epifanía. Hasta recuerdo sus nombres.

JEREMÍAS-. Sé sus nombres... Mi madre se llama María... mi padre... José. Ahora lo sé. (María

asiente). Primera vez que las digo... son palabras para...

PROFESOR-. ¡Para vestir la nada con tus penas!

JEREMÍAS-. No, la traición al orden va a estallar. ¡Urgente! Hay que dar con el sabor de la

riqueza.

PROFESOR-. ¡Silencio! ¡Callarás!...

Otra vez el grito abrupto y penetrante.

JEREMÍAS-. Mis ojos se velan, en recuerdos y futuros. Como dos seres a la vez, royendo

meandros, despidiéndome voy, de uno y otro cada vez. Soy la codicia hacia el ignoto mar.

Estalla un chisperío estrepitoso; el Profesor corre sin destino. El armario más cercano a

Jeremías toma fuego; el pilar de alta tensión que reparte la corriente al edificio, estalla en brutal

deflagración. Griteríos por doquier. Bolas de fuego caen a los patios y las galerías. Jeremías

aparece con los cables conectores ya inservibles, agarrados a sus sienes.

PROFESOR-. ¡No te atrevas a moverte!

Jeremías obedece, pero sólo para clausurar lo abierto.

JEREMÍAS-. Hay que dar a luz por el poema... dar a luz en la desgracia. ¡Hacer nacer!... ¡ni varón

ni mujer!... ¡Es un poema y es de sexo opuesto Profesor!

PROFESOR-. ¡La clase ha terminado!... ¡Celador!... Que vengan los bomberos... y la Cruz Roja...

Llamen al ejército y a la policía... eviten los saqueos... ¡Que avisen a Defensa Civil!.

En la calle.
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VIEJA-. Violador violado... Por ahora se la están haciendo al Jeremías... Eso que arde y nadie ve,

es el mismo vientre de aire que lo hará sobrevolar, por sobre los collados que saben más que nadie de

aguantar espantapájaros funestos. (Jeremías aparece en la calle. Da unos pasos sin poder seguir. Su

cuerpo no le responde. Está roto.) ¿Qué pasa hijo?

Quiere hablar pero apenas emite unos ruidos carcajeados. La Vieja se le acerca dulcemente;

le pasa su mano por la espalda para descuajarle los empachos. El Jere da una convulsión,

desatando un sollozo inmemorial mientras sus ojos inundados han perdido el mundo físico.

JEREMÍAS-. Ahora sí, no va más. No va más.

VIEJA-. Suelta hijo, escupe lo que mata, maldición. (Dejando caer su mirada en ella, boquea en

sordina una lengua perdida. Sigue su marcha.) ¡Cuidado malditos! ¡Un día de estos Jeremías

empieza a disparar sus pesadillas!

La Vieja da media vuelta para retirarse y se encuentra con María. Se miran conmovidas en

el centro de sus respectivas desesperaciones. María, corre para alcanzar a Jeremías.

En la escuela.

Jeremías ha pasado al pizarrón y se observaban hileras obsesivas de números y signos;

fórmulas de alguna penitencia. Llega el Profesor.

PROFESOR-. Eso es correcto. Puedes irte. Hasta mañana.

Jeremías hace amago de salir, pero regresa.

JEREMÍAS-. …

PROFESOR-. ¿Sí?

JEREMÍAS-. ¿Hay un plan?

PROFESOR-. ¿Cómo?

MARÍA Y JEREMÍAS-. (Al unísono) Si hay un plan.

María se tapa la boca, alarmada por haberse dejado llevar.


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PROFESOR-. (Con tono compasivo) Hijo, cuando seas grande, sabrás que todo está escrito.

Jeremías insatisfecho otra vez da unos pasos engañosos para retirarse, pero algo fuerte lo

hace volver.

JEREMÍAS–. ¿Y se puede saber cuál es?

El Profesor levanta la mirada por sobre el lomo de sus lentes.

PROFESOR-. Prepararse para estar como en proceso permanente.

JEREMÍAS-. ¿Contra quién?

PROFESOR-. ¿Cómo contra quién?... Queridísimo, en el mundo solamente existimos como

aliados y enemigos, y en guerra permanente. Y el mayor poder que tenemos es a la vez nuestra mayor

seguridad.

Jeremías reincide en su amago de marcharse, haciendo al volver, una secuencia cada vez más

corta de sus movimientos.

JEREMÍAS-. ¿Y por qué la guerra?

PROFESOR-. Pues porque es la guerra y no la paz la norma de las relaciones en el mundo.

JEREMÍAS-. ¿Y el mundo qué tiene que ver con la escuela?

PROFESOR-. “¡Y el mundo qué tiene que ver!...”. ¡Todo! ¿Cuál es nuestro aporte?... ¡Que aquí

construimos frases! Sos sustantivo, adjetivo, adverbio del sistema. Sos acento, punto, coma.

Conjunciones como yapa. Podés hacer baratos lemas y proverbios. ¡Fábulas! No se enseña a pensar,

querido mío, se instruyen pensamientos consumados. Baratas oraciones con sujeto tácito, que para una

vida cómoda, te serán indispensables. Por ejemplo... ¡cierra tus ojos! ¡Concéntrate! Eso es... a un

chasquido me los abres y me sigues. ¡Ahora! Córrete allá, no, no te pongas de punto final, probá con

suspensivos... es más ambiguo. ¡Cuidado! No me coloqués esos paréntesis, prefiero las comillas, dan

celebridad. También hay alegorías para aquel que aborrece andar de frente. ¡Letras, hasta el

pensamiento no paren! (Jeremías va quedando inmerso en una red de órdenes, que aún tratando

de seguirlas, no sabe ni por qué ni para qué.) No, por ahí no, no cuajes con cualquiera. ¡Vamos! Ya
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estamos frente a la cultura, ante sus puertas. ¡Más allá! ¡Torturas el sentido ahí! La conciencia se da

cuenta. ¡Adelante con la lengua!

JEREMÍAS-. (Deteniéndose) ¡Usted me quita el cuerpo! ¡Este idioma no me sirve!

Es el pie exacto en que un Coro de Celadores, dando el paso adentro, avanzan en doble hilera

hasta rodear el aula.

CORO DE CELADORES-. ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!

PROFESOR-. La guerra ya está en vos... pero hay que recordar, el átomo hoy por hoy, es la

reserva defensiva de todo el universo.

JEREMÍAS-. ¡Usted me abisma!

CORO DE CELADORES-. ¡Guerra!

PROFESOR-. No soy yo... es Dios. Por eso es una guerra santa. Quieren extinguir el reino de Dios

¿no te das cuenta? Se debe dejar de ser hombre molecularmente si queremos ser todavía materia en el

sueño de Dios. El hombre ha de ser ignoto y también insustancial, porque la nada es el alma del señor.

¡De la nada nacemos y a la nada volveremos!

JEREMÍAS-. Hasta mañana.

CORO DE CELADORES-. ¡Guerra!

PROFESOR-. No andés por la cornisa. Repasá en tu casa. Andá viendo el átomo, esa maravilla.

Saludos a tu padre. Y por favor, cuidalo.

JEREMÍAS-. Ni falta le hace. Está muy bien... me trajo de regalo un microscopio.

PROFESOR-. Es un hombre tierno caramba. Un profeta de los nuevos tiempos.

Oscuro.

En la calle.

JEREMÍAS-. (Repitiendo) Me trajo de regalo un microscopio...

VIEJA-. ...robado en un allanamiento.


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Jeremías cruza. La Vieja cruza. Oscuro.

En casa del Tutor.

María aparece dormida ante un programa de TV. Jeremías va por detrás y le hace una dura

tomadura del pescuezo.

MARÍA-. ¿Quién es?... ¿quién es?... ¡Dígame la contraseña!

JEREMÍAS-. (Cambiando su voz) Desgañitaré un prejuicio. Te lo daré hincado en una uña.

MARÍA-. ¡Explíquese!

JEREMÍAS-. (Ídem) Andar como un sabueso tu espinazo y las colinas que pliegan tu pecho.

Palpar de armas tus pezones; por tu boca le dirás discursos a mis muelas. ¡Sabrás quién soy!

MARÍA-. ¡Jeremías, el real!

JEREMÍAS-. (Decepcionado) Cómo lo supiste.

MARÍA-. Ya entiendo tu sintaxis.

JEREMÍAS-. ¿Qué real?... Realidad es empujar cadáveres con una topadora.

MARÍA-. ¿De dónde sacás eso?

JEREMÍAS-. ¿Te creés que no lo sé?

MARÍA-. ¿Saber qué?

JEREMÍAS-. Que no soy nadie por ejemplo.

MARÍA-. No es verdad.

JEREMÍAS-. Nadie. Nadie. Nadie.

MARÍA-. No niego que me impresiona tu ver profesional... y que me quedo simulando un cierto

hieratismo, como si estuviera en pose para un genial pintor, pero ¡basta! No puedo callar: Entré a su

pieza.

Él se endurece en un grito de inocente condenado a cadena perpetua.

JEREMÍAS-. ¿Cómo?... ¡Está prohibidísimo!


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MARÍA-. Hay papeles que dicen... ‘secreto’.

JEREMÍAS-. (Gimiendo de pavura) ¡Él te matará!

MARÍA-. No será para tanto... ¿qué sabe de mí?...

En eso, algo pega en la ventana que los detiene. Se miran y se cubren sin retardo, a un lado y

otro del gran ventanal.

VOZ DEL ABOGADO-. (Desde afuera) Pibe, sé que estás ahí. Soy amigo.

MARÍA-. El abogado aquel.

Superada la inicial perplejidad, Jeremías decide mostrarse en la ventana.

ABOGADO-. No puedo creerlo pibe. Espero que te encuentres bien.

JEREMÍAS-. Estoy bien.

ABOGADO-. Decime quién sos.

JEREMÍAS-. Justo en este instante le decía a alguien que nadie.

ABOGADO-. ¿A quién?

JEREMÍAS-. ¡Qué mierda le importa!

ABOGADO-. Disculpá, tenés razón... no es eso... no hay tiempo... quiero decir, ¿cómo te llamás?

JEREMÍAS-. (Reacio primero) Jeremías.

ABOGADO-. Ese es tu nombre de guerra, el verdadero.

JEREMÍAS-. Ya estoy harto con eso de la guerra.

ABOGADO-. Tenés edad para saberlo.

JEREMÍAS-. ¡Váyase de mi casa! ¡No sé qué busca usted!

ABOGADO-. Está bien Jeremías, está bien... pero esto es cualquier cosa, menos casa.

JEREMÍAS-. ¡Váyase! ¡Mi padre no está!... Él casi no viene a dormir.

ABOGADO-. Porque no es tu casa... ¡te engañaron! Es un campo...

Un auto se acerca. El Abogado huye. Jeremías de un tirón, cierra las cortinas. El auto pasa

sin detenerse.
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JEREMÍAS-. (A María) Un Torino blanco, sin patente. (Entreabre otra vez las cortinas pero no

veía nada.) Me parece que se fue.

MARÍA-. ¿Qué quiso decir?

JEREMÍAS-. Lo dijo claro ¿no?... “no es tu casa”.

MARÍA-. El que dice ser tu padre...

JEREMÍAS-. Me adoptó, que es como decir que tuvo un muerto que camina, porque este Jeremías

que ves delante tuyo, en el fondo, es una cosa inexistente.

MARÍA-. Inexistente y todo, te quiere.

JEREMÍAS-. No sabía... Al fin de cuentas estaría bien.

MARÍA-. ¿Querer?

JEREMÍAS-. ¡Saber!

MARÍA-. Bueno, ahora lo sabés.

JEREMÍAS-. ¿No te das cuenta de nada vos?... Saber anula la violencia.

MARÍA-. Ah... ¿y qué hay con eso?

JEREMÍAS-. Que si tuviera que golpearte no podría hacerlo siendo sabio, por ejemplo.

MARÍA-. Ahá... Y, me pregunto... ¿vos a él?

JEREMÍAS-. Qué.

MARÍA-. ¿Lo querés?

Jeremías da un respingo elusivo.

JEREMÍAS- Pregunta equivocada. (Pausa) No sé.

MARÍA-. ¡Paren el mundo! ¡Algo que el señor no sabe!

JEREMÍAS-. ¡Cuidado!

MARÍA-. ¿Qué?

JEREMÍAS-. Eso te pone en peligro otra vez.

MARÍA-. (Seductora) Estoy abierta a las catástrofes.


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JEREMÍAS-. Allá vos... Me tengo que bañar.

MARÍA-. ¿Te jabono la espalda?

JEREMÍAS-. ¿A qué jugas?

Ella canturrea empujándolo hacia el baño.

MARÍA-. “Engañados por el clima... engañados por el clima... haremos el amor...”.

JEREMÍAS-. ¡Pará! ¡Pará! No debe haber jabón.

MARÍA-. ¡Oh! ¿Quién quiere jabón?

JEREMÍAS-. Hay una sola toalla.

MARÍA-. (Con impecable entonación publicitaria) Nunca me seco (Abre el agua). ¿Te vas a

bañar vestido?

JEREMÍAS-. No, la ropa no...

MARÍA-. ¿Por qué no?...

JEREMÍAS-. No María, no...

La oscuridad sugiere claramente lo que es obvio.

En la sala de la casa del Tutor.

En el sillón, María y Jeremías, desnudos, duermen abrazados. Va llegando el Tutor, en tal

estado de borrachera que no se espabila por nada. Encuentra a su vez, una botella de licor en el

piso.

TUTOR-. (Descubriendo la botella) Veo que el muchacho crece. (Bebe de ella.) Carajo... licor de

huevo.

MARÍA-. (Ebria) Tu falso padre. Lo rodea gente.

JEREMÍAS-. (Ebrio también) No lo rodea nadie... Es la resaca.


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Un batallón de siluetas, con un blanco en el tórax, invaden el espacio, irrumpiendo desde

varios puntos de la sala. El Tutor, fuera de control, saca su arma y sin dudarlo, dispara al centro

de la más cercana, que cae con un hueco en pleno pecho.

TUTOR-. ¡Jeremías!... ¿Dónde estás?

Le dispara con virtuosa puntería a otra silueta.

MARÍA-. No es una fantasmagoría... yo ya ví esto.

TUTOR-. Cuento hasta tres...

JEREMÍAS-. Acá estoy... Me dormí.

TUTOR-. Hijito querido, venga a ver lo que le traje (a Jeremías no le queda más que acercarse

a él, envuelto en el toallón) ¡Puchos!... así fuma cuando no lo veo por supuesto... ¿pero qué hace el

televisor apagado?

Vuelve a disparar con destreza infalible haciendo blanco. Jeremías, como Adán después de la

manzana, reacomoda sonrojado la toalla en su cintura.

JEREMÍAS-. Me habías prohibido mirar.

TUTOR-. ¡Chico pelotudo!... ¡No sos como yo a tu edad!... si yo fuera indeciso, no verías ese

bello mundo ahí, rodearte.

MARÍA-. (A hurtadillas, a Jeremías) Ese es el problema, que el mundo nos rodee.

El falso padre está por disparar una vez más cuando María, desnuda como estaba, no

aguanta más y se interpone entre el arma y la silueta. Jeremías, viendo la maniobra pero sin

tiempo a reaccionar, emite un alarido reflejo y sobrenatural que rompe la vidriería de la casa.

JEREMÍAS-. ¡Noooo!

Suena el disparo que atraviesa el cuerpo de María quien cae espectacularmente.

MARÍA-. ¿Es así?... No sé morir... en realidad lo ví en televisión. Disparo y caída.

JEREMÍAS-. ¿Qué sentiste?

MARÍA-. Un cosquilleo, para nada inapelable.


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JEREMÍAS-. Quedate acá, no te metás.

TUTOR-. (Abrazando a Jeremías) Mirá, mi mujer siempre me decía... ¡bah! decía tantas

macanas... pero era buena por demás... no digo que no.

MARÍA-. Por eso debe haberse ido.

JEREMÍAS-. ¡No!

TUTOR-. Sí, se dijeron cosas de ella. ¡Bah! Siempre nos tratan de cornudos. Estoy harto de ser

policía... para ser policía hay que ser una ex persona.

JEREMÍAS-. ¿Ex persona?

TUTOR-. Sí, mis actos no son titulares. Somos interinos en tanto el hombre deba ser controlado.

Los blancos fusilados, resurgen sorpresivos para así tomar en falta al matador, al que contra-

acribillan con desprecio y pena.

JEREMÍAS-. Así que es un vulgar suplente, digamos.

Se desata un sardonismo generalizado en las siluetas redivivas.

TUTOR-. Soy policía. Y el responsable de mi propia caída soy yo. Y el responsable de todo mi

poder soy yo. Y el responsable del pueblo es Dios.

JEREMÍAS-. ¿Así que a la vuelta de las cosas usted cree en Dios?

CORO DE SILUETAS-. (Irónicas) ¡No!

TUTOR-. Me duele la cabeza carajo.

MARÍA-. (Interponiéndose) ¡Maldito! Su hijo muere. Su hipocresía mata.

TUTOR-. (A Jeremías) Traeme esa aspirina.

Jeremías corre. El grupo de siluetas, grita.

CORO DE SILUETAS-. ¡No!

TUTOR-. En un segundo me traés lo que te pido.

CORO DE SILUETAS-. ¡No!

MARÍA-. Mire, él no está aquí.


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JEREMÍAS-. (Aterrado) ¡Acá estoy!

El Tutor se pone ante la ventana, listo a dispararle a cualquier cosa que ose moverse.

TUTOR-. Me rompí el alma para defender a Occidente.

CORO DE SILUETAS-. ¡No!

TUTOR-. ...¡y defender a mi casa! ¡Y a mi mundo!

CORO DE SILUETAS-. ¡No!

MARÍA-. Ya sabemos, ésta no es ninguna casa.

TUTOR-. ¡Firmes carajo! ¿Dónde está mi cama?... ¿dónde está mi casa?

El grupo de siluetas disfruta a más no poder.

JEREMÍAS-. ¡Su aspirina señor!

TUTOR-. ¿Vos... sos vos che?

JEREMÍAS-. ¡Ssssí!...

CORO DE SILUETAS-. Sí, sí, sí, sí...

TUTOR-. ¡Malditos todos!... ¡Numerarse!

Las siluetas-blancos, siguiendo la sátira, copian la gomosa beodez del tirador, manteniendo el

juego de mostrarse y ocultarse.

CORO DE SILUETAS-. Uno, dos, tres, cuatro...

El Tutor, agraviado por sus propias dudas, dispara plomo a troche y moche, lo que no hace

más que subrayar la jubilosa sorna de los blancos.

MARÍA-. ¡Basta! ¡Basta! ¿El sueño de quién estamos viviendo? ¡Aclaren! (Las siluetas conceden

terminar la mojiganga y se retiran a la nada. El Tutor, al acabar los proyectiles, se queda

desencajado. Jeremías, abatido en sus desgajamientos, desraizado, corre a ayudar al padre).

¡Vos!... ¡Sí, vos!

JEREMÍAS-. ¿Vas lanzarme tu propia balacera?


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MARÍA-. Es absurdo esperar que te concreten los muñecos... sí, esos que se ocultan detrás del

mismo vidrio que achata la nariz de tu ser. No aspires a tocarlos, deja que se cuenten solos. No

pretendas respirar como un ridículo real, ¡no lo hagas!... No reformes a los que optan deformarse. Vení,

acercate a ver. Acercá tu boca oval... por favor, soltá muy suavecito aunque sea el último suspiro... que

sea por mí... ¡vamos! A empañar a los que pasan... verás como en el vidrio, una gota de tu aliento,

enhebra los vapores turbios mientras cae, como una realidad fundida, como un derrame en el dique de

las lágrimas. Y ya no pienses, ya no pienses en muñecos...

JEREMÍAS-. María... ha sido demasiado.

MARÍA-. Sí...

JEREMÍAS-. María... ¿dónde estás?

MARÍA-. Aquí... ¿no me ves?

JEREMÍAS-. (Sin verla) María... María...

TUTOR-. ¿Quién habla ahí?

JEREMÍAS-. Buenas noches, señor.

Las siluetas, rodeando la casa como una maldición, emiten una última risita socarrona.

En algún lugar.

MARÍA-. Debo haber dado toda la energía de mi cuerpo que me diluí. Como si la magia por estar,

se terminara. Sentí que Jeremías me llamaba cada vez más lejano. No hubo forma de evitarlo, volví a

ser una brisa en el gran viento original. Juro que yo desconocía que mi evanescer era una condena

adicional, cargable a la cuenta del pequeño hombrecito que me había asignado el destino. Era

destacable que cuando andábamos a dúo, el Jere a sus poemas sólo los imaginaba; desde el día en que

me fui, concedió ponerlos en papel. La palabra concreta es el funeral del ángel. Me queda el gran

orgullo de ser destinataria del primero que le conocí con esta forma. Una noche descendí a su

habitación mientras dormía. Sentí con náusea mi linaje bastardo al ver el papel sobre la mesa de trabajo
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estremecerse apenas por mi sobrevuelo. Sentí la indignidad de ser sólo este humo inexistente, de no

tener derecho a perturbar a la materia. Soy peor que la carroña que los hombres aborrecen,

enormemente más ególatra que ellos. No pude contener los eróticos efluvios que manaban de la

impúdica entidad que me define; deseo vergonzoso. Tan grande que casi lo despierto. Vi el título y sentí

mi ajenidad cuando una gota incandescente se desprendió de mí y encendió su texto. (De entre sus

ropas saca un papel que lee.) “Amor maldito”, decía.

Diariamente y mientras vos llegabas


Le allané la jaula a la rapiña
A liquidar la carne herida
Y ahora
Espero en una rama de los tiempos
–Con ese aire de pantera que respiran los eternos-
El momento clave de caerte puro
En la plena dimensión de mi negrura
Sobre el lomo impredecible
De tu no estar en el tiempo

Quienes no portamos aptitud de olvido, estamos lejos de dimensionar la levedad del ser que

ostenta, quien escribe para retenerse y excusarse de las cosas que no puede soportar, por plenitud de

sentido nada más. Por eso la escritura me causa efectos destructivos. La pasión que el hombre pone en

ella, me supera.

En la cornisa de los días.

Un hombre de aspecto anémico lo detiene.

JUEZ-. ¡Alto!

El Jere pone el freno de su marcha regular.

JEREMÍAS-. ¿Usted me habló?

JUEZ-. ¡Sí... fui yo!

JEREMÍAS-. ¿Y a qué debo?...

JUEZ-. ¡A que soy el Juez!...


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El hombre expele algunos hematíes del gaznate ultraexigido, que quizá explican el por qué de

su extremada lividez.

JEREMÍAS-. Mucho gusto señor Juez.

JUEZ-. Pero dígame una cosa... ¿Siempre va por la calzada así, durmiendo a ojo abierto?...

JEREMÍAS-. Así veo cómo son los sueños por el lado interno, ¿entiende?

JUEZ-. No.

JEREMÍAS-. Entonces tiene que apelar, para probar si su ignorancia es o no culpable.

JUEZ-. Acá el único culpable es usted.

JEREMÍAS-. Apelo.

JUEZ-. Apelación denegada.

JEREMÍAS-. Usted no me deniega.

JUEZ-. Y usted no me apela, ¡soñador!

JEREMÍAS-. ¿A qué se refiere?... mire, no es lo mismo un soñador que un dormido.

JUEZ-. ¡Silencio!

JEREMÍAS-. ¿Y qué es ‘silencio’?

JUEZ-. ¡Que no hablés, carajo!

JEREMÍAS-. ¡Qué piola! Eso anula el problema. No lo resuelve, lo mata.

JUEZ-. Te ordeno...

JEREMÍAS-. Eso es otra cosa, de otro terreno... Además ya sabemos que las órdenes son falsas,

relativas. ¡Vamos! El silencio es un vacío de sonido. De buena fe, ¿qué sabemos del vacío? El silencio

puede ser un pájaro o un hombre, ¡ah!, en ese caso es un vacío de hombre. ¿Qué sabe usted de los

sonidos? Es muy fácil de decir: “¡Silencio! ¡No hablar! ¡Cerrar el pico!”..., pero lo que es más

importante: ¿Qué sabe usted del hombre? Y lo que es peor: ¿Qué sabe del problema?... Así que

conclusión: Si desconoce lo que yo no sé y encima me hace juicio, no hay duda que es usted más

ignorante que quien habla. En cuyo caso ¡buenas días!


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JUEZ-. Es casi de noche. Además, todo es relativo, el poder, el saber.

JEREMÍAS-. Si es por el uno más uno, ya se sabe.

JUEZ-. ¡Pero vos pondrías mil!

JEREMÍAS-. Lo reconozco.

JUEZ-. ¡Pero basta chico!

JEREMÍAS-. ¡Terminemos con el “basta chico!”... ¿Qué puede ser un chico para usted?... ¿Un

experto ensuciador de baberos? ¡No señor! El chico puede repartir su olor a caca con más tino que,

digamos, un ministro de finanzas. La etimología dice que éste viene de la bolsa de la madre, ¿pero

quién no ha tenido en la vida la desgracia de un útero? Después nacer, enfrentarse a los consumidores

de ternura. Si total, la ternura es una mercancía como cualquier otra... como Dios. ¿No es acaso Dios un

buen negocio para todos los espíritus?... ¿Y el espíritu qué es? ¿Un arte para comerciar con mercancías

invisibles?... Vea, no se gaste. Los adultos que florean sus nostalgias infantiles no me engañan. Añoran

la riqueza. Es el interés o el apego a ese oro del alma. ¿Se cree por ventura que no estoy al tanto?...

Ternuras, inocencias, florecillas, pajaritos y también atardeceres, ¿no cree que son pavaditas con las

cuales no se ganan guerras? ¡No me hable!... el adulto es un meloso führer.

JUEZ-. ¿Pero qué te creés?... ¡Contrerita por sistema! ¡Basta ya! Es hora de enterarte: muy pronto

te harán una visita.

JEREMÍAS-. ¿Ah sí? ¿Quién?...

JUEZ-. Tu pantalón largo.

JEREMÍAS-. ¿Cómo?... Nunca me faltó ese pantalón.

JUEZ-. Uno verdadero, no esa fruslería a la moda que les ponen a los niños. Esto es distinto, como

armarte caballero. Más, como armarte hombre.

JEREMÍAS-. ¿Cree usted que es hora?

JUEZ-. ¡Por supuesto! Y si no insistieras con tus sabihondeces, verías que todo es cuestión de

almanaque.
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JEREMÍAS-. Es obvio que tienen al tiempo de aliado.

JUEZ-. ¿Por qué no hacés nada bien?

JEREMÍAS-. Porque según dice usted ya está todo hecho y dicho.

JUEZ-. ¿Realmente lo dije?

JEREMÍAS-. Se deduce. En este lugar te rompen la burbuja, te pinchan la burbuja.

JUEZ-. ¡Pero qué burbuja ni qué ocho cuartos, pendejo de mierda! Debés parar en los semáforos

en rojo y no cruzarte de carril, de todo lo demás me encargo yo. Cuando seas grande comerás huevo,

ahora que eres chico ¡chúpate los dedos! ¿Qué te apura?... ya verás en el futuro cuando debas empezar

a llenar tu álbum.

JEREMÍAS-. ¿Album? ¿Futuro?

JUEZ-. ¿En qué mundo vivís?

En un felinesco salto, Jeremías se sube a un poste de la luz.

JUEZ-. (Quedando cada vez más lejano) ¡Tenés que regresar acá!

Por los cables de los trole-buses, una moto alada viene de perillas para huir de la porfía. Un

hombre todo blanco, conduce con sus ojos vendados, lo que impacta a Jeremías como un súmun

de pericia.

PADRE-. No hagas caso.

JEREMÍAS-. ¿Vos quién sos?

PADRE-. Tu padre.

JEREMÍAS-. (Sin dramatismo) Mucho gusto. Hace mucho que te espero.

PADRE-. Vení poeta, démosle una vuelta al sueño... ahí no se miente. Ponete el casco.

El Jere se sube de un salto, se ajusta el casco blanco y mientras avanzan recorriendo la

ciudad, se abraza con fuerza a la cintura de su verdadero padre.

JEREMÍAS-. Te digo la verdad, nunca se lo dije a nadie... tengo miedo a la oscuridad.

PADRE-. Mejor, así vivís buscando el lado opuesto.


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Rien juntos.

JEREMÍAS-. ¿Aquello qué es?

Una formación de policías, describe rituales espaciales, habituales y temidos a esa hora del

final de cada día.

PADRE-. (Sin mirar). Un grupo de guerreros infalibles, que no descubre cómo ser mojado bajo la

llovizna del cielo popular.

JEREMÍAS-. ¿Y aquello?

Grupos de tareas dispersan vendedores ambulantes. El oficial a cargo habilita el megáfono y

dispone las acciones:

OFICIAL-. Vuelvan a sus casas... todo está hecho... todo está dicho. Y al final de cuentas, vivimos

otro día. ¿Qué más se puede pedir?... Central, central... aquí el sol nos da las buenas noches, sin

novedad.

PADRE-. Las ‘novedades’ se descubren con el alba.

JEREMÍAS-. ¿Y aquella gente que corre?

PADRE-. Mejor sigamos nuestra ruta.

JEREMÍAS-. ¡Quiero mirar!

El oficial acciona la alarma.

OFICIAL-. ¡Último aviso!... ¡Vuelvan a sus casas!... Los que han quedado sin llenar el álbum de

este día, deberán formar acá.

Un grupo de mujeres y de hombres con sus niños, forma una hilera a lo ancho de la calle.

OFICIAL-. ¿Este es el deporte que practican?... ¿Fallarle a su patria?

JUEZ-. Faltaron a los requisitos exigidos.

El grupo policial, sin mediar más trámite, dispara a mansalva.

JEREMÍAS-. ¡Los matan! ¡Los matan!...

El Padre sin mirar, baja su cabeza.


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PADRE-. Los que fallan son ajusticiados. Aquellos que no logran gambetear los inspectores en el

área peatonal, son encarcelados. Los que pasan tienen premio. Volverán a sus hogares con algunos

elementos que permitirán al menos, haber ganado un día más sin quebrar las directivas del mandato. Si

eso no ocurriera, les espera esto.

VIGÍA-. ¡Cuidado! ¡Sale el sol!

Se lanza un increíble operativo de limpieza y en un santiamén, no queda señal del estropicio.

OFICIAL-. Humanos vivos... disfruten de un buen sueño, que la noche que viene ya será otro día.

Boquiabierto, Jeremías no da crédito a lo visto.

PADRE-. Y la noche siguiente, el álbum se debe volver a llenar. Vivir el instante, ser eficientes.

¡Hay que ser un crack! Esa es la historia del álbum que guarda el deporte nacional.

Coincidiendo con la Diana, en todo el universo, suena una señal: el reloj despertador.

JEREMÍAS-. ¡Papá!... ¡Papá!... ¡Papáaaaa!... (Consciente de su despertar) Ya sé... hora de estar

despierto.

Va derecho al álbum de sus figuritas. El depositario cierto de la patria potestad, nervioso de

su sueño livianito, concurre al llamado clamoroso de su hijo arrogado. Lo encuentra en un

completo estado de exacerbación y con ese extraño casco puesto, rodeado por los cuerpos

destrozados de los dioses del deporte.

TUTOR-. Ya es la hora de un doctor.

El Psiquiatra.

JEREMÍAS-. En algún lado, toda esta gente que me habita, vive. Entonces, vengo a ser un

desterrado, que está fuera de lugar.

PSIQUIATRA-. Fuera... fuera... ¿y ‘dentro’?

JEREMÍAS-. Ah... una oposición... de frente a frente... una guerra.

PSIQUIATRA-. También sabrá de amor.


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JEREMÍAS-. Frente a frente como una oposición... como fuerzas que se chocan o se unen. De ahí

que no es difícil confundir amor con guerra, como se confunden enanos con napoleones.

El Psiquiatra ríe para sí, como acusando un sutil estiletazo, una palmoteada placentera en la

espalda de sus perversiones. Momento de tomarse la confianza.

PSIQUIATRA-. Dicho así, tiene lógica de sobra. Entonces, con lo primero que hay que ponerse a

tono, es que con que no todos son iluminados por el mismo sol.

JEREMÍAS-. Dicho así, suena lógico. Aunque en ella falten buenos silogismos, como decir: “sé

que en cada teatro están faltando artistas”, como sé también que para urdir algunos buenos méritos,

hemos de llevar una elevada vida, y si sé que si queremos ascender se necesitan escaleras aptas,

conclusión: que aunque no sea silogismo ni tampoco artista, buscamos no caer de arriba de la escena de

la vida. Y aunque nos pregunten a qué lógica responde, sólo respondemos que “¡El abajo no existe!... ¡y

que serruchen la escalera!”.

El Psiquiatra admirado de la falacia con que el niño lo pone a prueba, festeja con crepitantes

carcajadas, haciendo el honor que se dispensa a un chiste personal. De pronto, expeditivo, golpea

las manos.

PSIQUIATRA-. ¡Llévenlo al quirófano!

Un dúo de asistentes de perfil matón, arriba en el acto.

Quirófano.

Al centro y por debajo de la luz que ciega, yace Jeremías.

PSIQUIATRA-. ¡Ayudante Pérez! ¿Está dormido? (Arroja su bisturí por la abertura que lleva

al corredor. Se oye un ‘toc’ acampanado de cántaro vacío y, aquello que parecía al principio nada

más que una descarga, termina por ser una destreza inconcebible. Otro ayudante cruza el

corredor transportando muerto en la camilla a Pérez, que lleva el bisturí clavado en el centro de

la frente. El Psiquiatra en violenta inflamación, aprieta una alarma estrepitosa que hace
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concurrir en masa a varios asistentes. Empieza la operación como un Menghele en trance).

¡Incisión al cuerpecito! Cirugía al reflejo del alma. ¡Cuidado! Sin estropear el espíritu. ¡Sí castrado,

ese... corta! ¡Ya! El que acabas de pensar. ¡Secciona! (Esgrime el cerebro). ¿No es el supremo

prodigio que no obstante soñamos cambiar o deformar creídos que así lo hacemos mutar? (Lo atrae

hacia sí y lo observa con entrañable fruición). ¡Polizón de los destinos! ¡Mira cómo caen los afectos

al altar de tus sagradas teorías! (Coloca en su sitio el órgano extirpado, como si blandiese una

beatífica basura y, con notable ensañamiento, le habla) Eso que pensaste, ¿es ceniza? ¡Soplala!...

¡Oh, lerdera! (Se pone a darle vueltas como un astro demencial. Las feroces órbitas prosiguen

luego circulando en su cabeza). ¡Destrócenle la ropa! ¡Vulneren sus defensas!... Sólo la ropa he dicho.

Debajo de las gotas de sudor, entre el pecho y el culo, hay algo pintado. ¿Qué es?... ¿Tumor?...

¿Picana?... ¿Castigo?... ¿Coraza?... ¿Alguien te lo hizo?... ¿o vos mismo te lo hiciste?... ¡Aaaah! Sos

capaz de tener un corazón atragantado. ¿Y esas ideas aún sin digerir? ¿Y esta ampolla de la mala

leche?... ¿y esta religión retorcida? Con razón, ¡cómo querés mear bien! Además un estatuto. ¡Atentos

todos! ¡Cúbranse! Voy a conectar los cables sueltos. (El cuerpo del Jere había entrado en

convulsión). ¡Ay no! No era así, sino al revés parece. ¡Perdoná! Ustedes no ayudan en nada también.

Morosos. ¡Pero qué decís del orden que tenés acá! ¡Cuántos pudores y remilgos! ¿Podés solo con éste

ajedrez? ¡Loco lindo! Mejor dejamos todo como está, total, podemos intentar terapias de colores, o

palabras, o cristales... Si te cambio, te desordenás. (Efectivamente el Jere entró otra vez en

convulsión). ¿Qué car?... Mier... Lo hacen todo mal. ¡Manténganme informado!... Primero la mala...

¿El oxígeno adentro?... Yo le doy la buena: que al menos no perecerá asfixiado. Optimizar la mala

praxis che. (Jeremías se sienta en la mesa de tortura igual a un Lázaro). Se chorrea, se babea el

asqueroso. Es exceso de aire puro. ¿Qué se queja? Con el tiempo se hace carne.

JEREMÍAS-. ¡No doctor! No tiene un ápice que ver con su método científico, ni...

PSIQUIATRA-. Hijo, hijo... si la institución te agarra, relájate y goza.

El gesto paidofílico genera en Jeremías una extrema intemperancia:


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JEREMÍAS-. Por favor doctor, le advierto: la constitución no está en efecto; afuera lo matan que

nadie se entera. Un día se pierde, lo buscan; nadie lo encuentra y aire del aire, se esfuma del mundo

¿me entiende?

PSIQUIATRA-. Trata de entender... hay algo en vos... que espanta.

JEREMÍAS-. No me diga eso... Escuche señor, la guerra no absolvió a los hombres... ni la paz de

los tiranos. Yo, me harté, no va más. En medio del derrumbamiento vine a dar de lleno a la materia,

donde al fin de la mentira se lo llama ‘carne y hueso’. (Arrepentido de su prédica en lugar

equivocado). Buenos días.

En la calle.

Retornando a casa, una puerta gigantesca se cruza en el camino de Jeremías.

JEREMÍAS-. ¡Es demasiado!... ¿debo echarme frente al pórtico a esperar serenamente a que pase

la dispepsia de la barriga repleta?

Un hombre, despegado de las sombras, empieza a acercarse lentamente.

POLÍTICO-. Pibe, ¿qué tenés’

JEREMÍAS-. Catastróficos afectos... ¿Usted quién es?

POLÍTICO-. ¡El ganzúa mayor papá!... Un abridor de puertas, servidor. Cantor, versero, político,

bah.

JEREMÍAS-. Estoy convulsionado.

POLÍTICO-. Pará, no andés matando los aromas de las flores, encendiendo sin contemplación el

extractor, che.

JEREMÍAS-. Estoy repleto de vergüenzas.

Otro lastre de la sombra, va ganando espacio para entrar en situación.

POETA-. Pibe, no... latí de a poco por favor; abrí el marote. La vergüenza es un invento de

censores.
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JEREMÍAS-. ¿Y usted quien es?

El Político lanza una exclamación cargada de ironía.

POETA-. Cantor, versero... poeta, bah. Intendente del espíritu, burócrata comunal de mis venas...

POLÍTICO-. Borracho, bah.

POETA-. Nadie es perfecto.

POLÍTICO-. Eso es evidente.

POETA-. Reconozco que se intenta, aunque la inspiración no siempre acude a la convocatoria. Un

lápiz mal tocado, es una cachiporra en la testuz del poema.

POLÍTICO-. ¡Otro matador!

POETA-. Aceptá mi mano... ¡que es un gusto hermano!

VIEJA-. ¡Silencio arpías! (Una letanía bagualesca sale desde atrás de los pilares de la

oscuridad, contrariando nimiedades, haciendo el contrapeso a las vacilaciones.) Hosanna Jeremías

/Hosanna en las alturas /Está loco el Jeremías /Está mal de la conducta /Candidato a la insulina /Y al

cimbreante electroshock. (Sale hacia la luz) Hosanna Jeremías /Hosanna en las alturas /Venite a los

infiernos /Venite al tacho a cantar /Estás ‘tocame un tango’ /Venite a los infiernos. /A ese Jeremías

niño /Le andan mal las lontananzas /Habría que tirarle el cuero /Pa’ que le ande bien la realidá. (Da

unos pasos para reabsorverse en la penumbra, pero antes de omitirse, aún se le alcanza a

escuchar) A ese Jeremías niño /Ya no hay aura que le venga bien /Le agarró la mala leche /Y le

traiciona sus destinos /Pucha si lo sé /A ese niño el Jeremías /Le andan mal las lontananzas / Ya no

hay aura que le siente bien.

Sale.

JEREMÍAS-. ¿Dónde estoy?

POLÍTICO-. ¡Atención a todos! El sol le corre el velo, lo despierta. ¿Hay algo más potente que un

brutal ‘buen día’?

CORO DE SILENCIADOS-. ¡Buen día!... ¡Buen día!... ¡Buen día!...


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POLÍTICO-. El partido popular está luchando por salvar las elecciones.

CORO DE SILENCIADOS-. Se va a acabar... se va a acabar... se va a acabar...

POLÍTICO-. Y en el mundo, la señora madre, santa puerta que todo lo prohíbe, se acercó en

puntillas a cerrar sus hojas, procurando que la calle no despierte al niño.

CORO DE SILENCIADOS-. Se va a acabar... se va a acabar... se va a acabar...

POLÍTICO-. El niño quedó inmóvil, como haciéndose el dormido, sin dejar de ser testigo. Madre

estúpida que te dejas pescar por tu hijo.

Contesta el Poeta, más los silenciados, más la gente que empieza a llegar de todos lados.

POETA-. ¡Desconfiad de los estúpidos!

CORO DE SILENCIADOS-. ¡Desconfiad de los estúpidos!

La calle se asocia en volcánico oratorio. El Político de tanto friccionar su inspiración, siente

que entra a carretera abierta. El Poeta lo presiente en vena y sonríe asintiendo, en esquiva

picardía de compinches.

POLÍTICO-. Señoras y señores, las ventanas han caído y las puertas se han abierto.

CORO-. Se va a acabar... se va a acabar... se va acabar...

POLÍTICO-. La madre entró a su noche descalza como un santo, a oscurecer su sueño.

POETA-. ¡Desconfiad de los descalzos!

CORO-. ¡Desconfiad de los descalzos!

POLÍTICO-. La madre mató el sol como ha matado a su hijo triste. Ella fue a velar el cuarto, y se

fue sin hacer ruido.

POETA-. ¡Desconfiad de lo velado!

CORO-. ¡Desconfiad de lo velado!

POLÍTICO-. El niño está callado.

POETA-. ¡Desconfiad del silenciado!

POLÍTICO-. Y esa madre educa hijos. Y ella tapa sus pecados; no le importa habilitar candados.
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POETA-. ¡Desconfiad de lo tapado!

CORO-. ¡Desconfiad de lo tapado!

POLÍTICO-. Entra a casa como entrar a un pozo. Pinta la penumbra con su mano fina. Friega su

azotea y gusta descubrirlo cuando está dormido. Se aprovecha de su niño, oh madre sospechosa que no

juega limpio. Ella opera sin saberse vista.

POETA-. ¡Desconfiad de lo fregado!

CORO-. ¡Desconfiad de lo fregado!

POLÍTICO-. Pueblo mío, apreciarás que a veces, pueden educar mejor unos saberes desahuciados

que un conspicuo plan de estudio. No te duermas como un saco flojo. La cultura ha pasado.

POETA-. ¡Desconfiad de lo enseñado!

CORO-. ¡Desconfiad de lo enseñado!

POLÍTICO-. Niños populares, no confiesen si el misterio aún no se ha fundado. Y ruego a las

alturas que no caven en lo hueco. ¡Pues apréndanse a crecer! ¡Y no dejen que los crezcan! Niños míos,

compañeros: no se ahoguen en el mar de su molicie.

POETA-. ¡Desconfiad de lo infundado!

CORO-. ¡Desconfiad de lo infundado!

POLÍTICO-. Niños que me están oyendo, incluso por detrás del cortinado. En un instante

aprenden, no se pasen en encierro, ni se pasen aprendiendo. Niños no hagan caso del social soborno.

No se queden como presas del control de las libretas; de una forma o de otra, ya los han calado. Niños

de sus cuartos, duerman; déjense arrullar por fuerza de aquel que les custodia el vuelo. Él jamás se

desafecta del trajín de sus ensueños. Duerman niños presos, sin terror a los sigilos.

POETA-. ¡Desconfiad de lo marcado!

CORO-. ¡Desconfiad de lo marcado!


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POETA-. Niños poetas, sueñen sus poemas que se unen a poemas de otros poetas-niños que

también están soñando. Sueñen la palabra compartida, que retorna y que no olvida. Niño, duerme, y en

tu sueño yo confío... yo confío... juro que confío.

POLÍTICO-. (Cayendo al bajotono de la intimidad). ¿Cuántos niños ya no están? ¿Cuántos

niños han matado en nuestro cuerpo?... ¿Cuánto burbujeo y arribar a este silencio?...

VIEJA-. (Regresando hacia la luz, encabalgada a la emoción). Era de esperar, si el silencio abre

la tierra, suben los rumores inclementes. Explota el pavimento en denuncias imparables. No hay peor

sordo que el que tapa sus oídos, a cómo cada bache libera una cruz. De cada hueco en la ciudad, una

voz. ¡No hay poder municipal, ni parche civil, que no registre tal murmullo demencial! (Cuando se

hace audible un fondo de lejanas voces, se produce una espantosa agitación entre la gente; incluso

algunos toman la huida como lo más recomendable. La Vieja percuta en el suelo) ¡De abajo!

El asfalto cruje. Las voces empiezan a ser claras.

CORO DE VOCES SUBTERRÁNEAS-. De abajo... de abajo... de abajo... bajo... bajo...

POETA: ¿Es que amamos más las luces, el almíbar cibernético, que a nuestros compañeros?...

Crecimos, maduramos, nos salvamos. Odiamos lo mediocre. Nos gusta lo que es bueno. De allí, de

nuestra madre, reventando estratos, picoteando el asqueroso acné industrial, escamando de pavor, la

piel tersa de la diosa urbanidad... (Concentró su energía para así mejor lanzarla hasta la última

reserva). ¡Un grito!

La tierra se parte en un sismo sordo, en un rugido inmemorial.

VOZ: ¡Qué grito!

POETA: (Enardecido en su pasión) ¡La puta!

VOZ: ¡Qué grito!

POETA: ¡La tierra!


57
El Coro de latidos de la tierra pone pies afuera de sus tumbas, a plena superficie;

amortajado por la hilacha de los tiempos. Sin perder ni pulso ni equilibrio en el crescendo

terminante. Los hombres que no estaban.

CORO DE HOMBRES QUE NO ESTABAN: ¡Qué tierra!

POETA: ¡La puta madre tierra que nos murmuró! (El silencio abrupto es un medido freno ante

la sima. La tierra gimotea aún sus contracciones. El Coro empieza a susurrar un pulso colectivo).

Los muertos se levantan.

CORO DE LOS HOMBRES QUE NO ESTABAN-. Que sí, que no, que caiga la mentira.

POETA-. Horrenda Pachamama, tragona de hermanos, secadora ignominiosa de tanto genital

despachurrado.

POLÍTICO: Llega el palo inapelable, como llega exacto al tiempo de verdades, ya que si te matan,

es verdad en cualquier tiempo.

Los hombres que no estaban, empiezan a marcar un ritmo contra el suelo.

POETA: Me miro en tu profundidad, pero nos debes la palabra postrimera. Te clavo mis filos y te

abro, te hiero.

VIEJA: Y lloro.

JEREMÍAS: Lloro.

CORO DE HOMBRES QUE NO ESTABAN: Lloro.

POETA: Toda la ciudad es una tumba hallada.

CORO DE HOMBRES QUE NO ESTABAN: Se agitan, se agitan, los muertos no se duermen.

POETA: Estos inmortales pisan tierra firme.

VIEJA-. Arriba tapa... fosa común al aire... y cada preso salta a la vida dando el nombre... alto,

soberbio, vital... ¡Fulano de tal!

CORO DE LOS HOMBRES QUE NO ESTABAN-. ¡Presente!... ¡Presente!... ¡Presente!...

JEREMIAS: ¡Mis padres!


58
La noria detiene su rotor. Jeremías vuelve al centro giratorio que ha centrifugado al

impasible. Las aspas de su tiempo han decapitado al miserable, al débil y al indiferente.

VIEJA: ¿Tus padres?

JEREMIAS: (Señalando) Ahí... esos dos; los enterraron vivos en el mar.

POLÍTICO: Ese fue el error. La realidad injusta, arará por siempre el páramo mental de los

verdugos.

JEREMIAS: ¡Asesino! ¿Cuándo vas a dar la cara en el lugar del crimen?... Pero iré

implacablemente a vos, no es molestia, por favor.

CORO DE HOMBRES QUE NO ESTABAN: Se siente, se siente, un corazón gimiente. Se siente,

se siente, un corazón doliente.

HOMBRE QUE NO ESTABA 1: ¡Humanos vivos! Aquí nos encontramos, sacudiendo en los

abrazos el polvo subterráneo.

HOMBRE QUE NO ESTABA 2: Aprendiendo las lecciones por lo bajo.

HOMBRE QUE NO ESTABA 3: Aquí como nos ven, derrotando tumbas, escalando madres, que

tantos mapas nos dejaron en la tierra, con restos de barrotes y de lágrimas.

HOMBRE QUE NO ESTABA 4: El sueño ha sido largo. Y aquí vamos; deshilando las neurosis de

oprimido.

HOMBRE QUE NO ESTABA 5: ¿Cuántas cosas han quedado atrás... olvidadas en la espera?

HOMBRE QUE NO ESTABA 6: ¿Cuánta enamorada embriagadora, esperando por ternuras

fieles?

HOMBRE QUE NO ESTABA 7: ¿Cuántas horas han caído, esperando el tiempo clave?

HOMBRE QUE NO ESTABA 8: Qué vida de cebolla insomne, y así descascarando lastres sin

hallar conformidad. Esto es crucial... sin conformidad... estoy aquí... y es vital... para luchar!

HOMBRE QUE NO ESTABA 9: Levanté banderas, y no es ondeo de colores lo que aplaca.


59
HOMBRE QUE NO ESTABA 1: Claro, ya no hay niños, ni canción de cuna. Y es a fragua como

apuro el sueño de mis hijos.

HOMBRE QUE NO ESTABA 2: Para que ellos no escuchen el terror nocturno.

HOMBRE QUE NO ESTABA 3: Para que ellos no vean mis temblores cotidianos.

HOMBRE QUE NO ESTABA 4: Para que no indaguen por las fiebres melancólicas.

HOMBRE QUE NO ESTABA 5: Para que no huyan de mi cruda arcada contra el fierro de la

cárcel.

HOMBRE QUE NO ESTABA 6: Para que no vean a los traficantes de aire que precisan respirar.

HOMBRE QUE NO ESTABA 7: Para que conmigo permanezcan, mientras le ato nudos al

silencio.

HOMBRE QUE NO ESTABA 8: Para que vayamos, deshojando sueños, desplazando opacidades.

HOMBRE QUE NO ESTABA 9: Para que no escape el cielo que sonríe en sus cachetes.

JEREMÍAS: (Estallando) ¡Estoy aquí hermanos padres! Estoy entero hermanos parricidas,

solteros concubinos. Estoy aquí, estupradores de libélulas, fértiles y engendradores. Justicieros,

sufridores. Ya me tienen con ustedes, violadores de rutinas, pensadores espontáneos. Cachadores de

patriarcas. Me ofrezco aquí, destructores de pináculos, trampeadores de tarimas. Afiladores de vértices,

baqueanos de derechos. Limadores de coronas. La revuelta no termina. Aquí estoy y aquí me ofrezco,

peritos detractores de estamentos, detectores de osamentas extraviadas. Buscadores imparables del oro

ciudadano. Despilfarradores de alegrías, reivindicadores de pasiones. Estoy aquí, detentadores de

agudezas; aquí vengo, orinadores de bazofias. Asisto a desmentirlos, cuajadores del esperma,

oficinistas celestiales. Delatores de insurrectos, curadores del coraje. Estoy aquí contando y

engordando filas, desflecando rimas. Desbordando los poemas y a los que no me dejarán caer,

eternamente adolecer. A todos los que pasan una pluma por mis plantas, y hacen de mi risa una

memoria, aquí estaré, contando el infortunio inmenso de todas las censuras.


60
Jeremías traspasa la puerta que se abre para él. Cuando las descomunales hojas se cierran a

su espalda, algo se pulveriza para siempre detrás de ella. Al sonar el clic final de la cerradura, del

lado de la desmemoria, se oye el clic que declara la negrura.

En el barrio obrero.

Jeremías juega en la calle. La gente, al ser un día de descanso, abre ventanas, sacude

alfombras, ventila ambientes, balconea simplemente.

OBRERO 1-. Pibe... ¿Qué hacés yendo y viniendo por la calle?... Vas a dejar una zanja como para

Obras Sanitarias.

JEREMÍAS-. ¿Uno no puede pensar que ya sale el barrio en pleno a ver?

OBRERO 1-. ¿Y en qué pensabas?

JEREMÍAS-. Que me voy.

OBRERO 1-. ¿Ah sí?... ¿te mudás?

JEREMÍAS-. No, entendé... que ahora empiezo a saber cómo.

OBRERO 1-. ¿Cómo qué?

JEREMÍAS-. Mover montañas.

Los otros vecinos, expertos catadores a esta altura de su tono, entienden en el zumo de sus

líquidas palabras, que le abre compuertas a algo fuerte.

VECINA 1-. ¡Hola Jere!

JEREMÍAS-. ¿Usted sabe?... (Mientras lleva contadas como ochenta pataditas a su fútbol 5).

Allá un ángel anda destapando tumbas... después mira al cielo asustado.

VECINA 1-. ¿Por qué?

JEREMÍAS-. Están vacías.

VECINA 1-. Y Dios qué dice.

JEREMÍAS-. “Esto sí que es un misterio”.


61
VECINA 1-. ¡Te amo Jeremías! ¡Oh, Dios sabe cuánto!

OBRERO 2-. ¡Epa! Te van a castigar por esos pensamientos.

OBRERO 3-. ¡Eh pibe!... ¿Ya llegaste?... ¿Y cómo estás?

JEREMÍAS-. ¡Guaaah!... Tremendo como huevo de serpiente.

OBRERO 3-. ¿Y ya inventaste tu última cachada?

JEREMÍAS-. ¿Cómo cachada, che?... yo soy un artista... bueno, sí... más o menos... Mirá, a la

vuelta de la esquina, un reloj te aparece de repente y de un solo trago, se refresca con tus huesos. (El

público, como en un teatro circular, ríe desde todos los costados. Jeremías no tarda en pasarles la

pelota a ellos). Che... y ustedes... ¿son actuales?

Hay un titubeo general.

OBRERO 2-. Claro pibe, ¿qué decís?

JEREMÍAS-. ¿Y por qué no los veo, o parece que se escapan cuando me hablan? Me refiero a que

si bien es lo normal que en la calle te atropellen o te pisen, o te hagan zancadilla, de ustedes ni siquiera

espero que abran las ventanas, que ya los adivino cerca...

El silencio se hace más espeso. Uno de los hombres, mate en mano y abrazado desde atrás

por su mujer, lo llama.

OBRERO 4-. ¿Hoy qué aprendiste, pibe?

JEREMÍAS-. Que ser amo, es igual que ser esclavo, sólo que al revés.

Risas.

OBRERO 4-. ¿Nada más?

JEREMÍAS-. Algo más: que de enero a diciembre se produce un año, todos los días.

Más risas.

VECINA 2-. (La que abraza al Obrero 4) No te cambies nunca de este barrio, Jere. Sos lo

más precioso que tenemos. Aunque no te merezcamos.

Otra mujer, con un niño en brazos.


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VECINA 3-. ¡Jere!... ¿Viste a mi bebé?

JEREMÍAS-. ¿Tiene todo en su lugar?

VECINA 3-. Claro.

JEREMÍAS-. Hermano, no sabés lo perfecto que sos... ¿Ves ese mundo ahí enfrente? ¿Te ves en

él?... Somos el mapa de Dios. Mirá ese pájaro... ¿sabés por qué lo ves? Porque él ya está dentro tuyo

como un diseño innato. Como decir que ya volaba en vos, antes de que hubieras nacido. Hay una

escritura en tu cuerpo, por eso nada menos sos sagrado. Es ahora que sabés, luego es la conciencia la

que viene a transgredir la voluntad divina. Miralo, ese mundo es para ver, pero para hacerlo con los

ojos del alma. ¡Y no hay espectáculo mejor, doy fe! (Lo saluda con una reverencia caballeresca.

Toda la tribuna leuda en su silencio). ¿Y ustedes qué?

OBRERO 1-. Yo no hago más que trabajar, pero ya lo aprendí: ser vasallo es beberte la vida de un

trago, sin apenas tiempo para respirar.

VECINA 1-. –Si es por eso, yo aprendí que ser maestra es defender la escuela hasta la muerte, y si

es preciso, combatirla toda la vida.

Risas generales.

OBRERO 2-. Ah bueno, a mí la vida me susurra como un monstruo: “ser hombre de dos patas, es

ser caballo de cuatro, pero con tanta inteligencia como para parecer de dos”.

Risas.

OBRERO 3-. ¿Y acaso no aprendimos que “serás de acero al trabajar, y apenas carne y hueso al

cobrar”?

Lo premia una ovación.

Mientras tanto Jeremías, empieza a contorsionarse extrañamente. Tira algo al aire, que

luego atrapa con el aro de su boca.

VECINA 2-. Jeremías, ¿pasa algo?

JEREMÍAS-. No.
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VECINA 2-. ¿Qué son esas cosas?

JEREMÍAS-. “Conciencias industriales”. Miren lo que puedo hacer... (Hace palmas y redobles en

los tachos y en los troncos, en un retorcido ‘blues’, mientras todos, ante el regusto excéntrico de

aquellas cabriolas, se quedan serios). Es que esta piel se astralizó, aclarando dualidades, en un tris de

ahora. Y en el atolón de mis cabellos, en mi arresto de inocente vida, suena el cuerpo acorde a lo divino

y sempiterno. Y en mi mente expira un templo, y el papel de las paredes, y tantas aulas trasnochadas.

Me arrellano en buenas nuevas, presintiendo maridajes incestuosos de distancia y tierra. Alianza que el

amor atiza, entre cenizas nena... Y el nervio engarrotó el mirar, hasta hacértelo sangrar, oh oh oh pibe...

yeah, yeah, yeah.

Hace un final de alto despliegue, con tres saltos verticales para caer reverenciando a la

fantástica platea.

OBRERO 4-. Pibe... esperá que bajo.

JEREMÍAS-. No... si bajás me voy.

OBRERO 4-. No te dejés atrapar.

JEREMÍAS-. ¿Cómo? (Unas píldoras caen de su mano. Está al borde del colapso, pero todo se

detiene cuando se toma las sienes con sus manos.) Sólo así puedo ver...

VECINA 2-. ¿Qué ves?

JEREMÍAS-. Cómo los sacaron...

VECINA 2-. ¿A quiénes?

JEREMÍAS-. A papá y mamá... y a mí.

Insinuó remontarse un murmullo por los palcos, pero alguien emitió un largo como sibilante

“¡shhhh!”, que ayudó a que el comediante de la arena les brindara en el cuchillo de su mano, el

corazón atravesado.
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JEREMÍAS-. Nos tiraron a un baúl... y nos llevaron a dos mil por hora... eran días duros... Era

cierto que mis padres renegaban, se peleaban... Mi mamá, embarazada, lloraba a escondidas... yo

recuerdo y no lo olvido. Lloraba a cuenta del futuro incierto, de un futuro que era yo.

OBRERO 2-. No te confundás, no querían ya más vida miserable.

VECINA 2-. (Con medio cuerpo fuera del balcón) ¡Claro, por eso los llevaron!

OBRERO 5-. ¡Shhh! ¡No hable fuerte quiere!

VECINA 2-. ¡Váyase al diablo!

OBRERO 5-. ¿Quiere que nos maten?... hay estado de sitio.

JEREMÍAS-. ¿Estado de sitio?

OBRERO 5-. ¿Ve?... Ahora nos pregunta qué es.

VECINO 2-. ¡Y contéstele!

OBRERO 5-. ¡No sé qué es!

VECINA 2-. Conque muestre el miedo, que ni falta hace porque se le ve a la legua, basta y sobra.

Cuando el pleito termina y giran hacia el centro de la pista, Jeremías ya se ha ido, sustraído

por quién sabe qué presagios.

En casa del Tutor.

Jeremías, tambaleante, desorbitado. Se oyen risas de mujer. Se acerca sigiloso hasta la

puerta del padre. De pronto, enloquecido de ira la emprende contra la puerta.

TUTOR-. ¿Querés romperme la puerta?

JEREMÍAS-. Escucho unos gemidos...

TUTOR-. Suelo respirar y hasta roncar para dormir.

JEREMÍAS-. De mujer... gemidos de mujer.

Durante unos segundos, se produce un cargadísimo silencio. El padre recoge su bata caída en

el piso. Antes de anudarla espira hasta la última gota de aire.


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TUTOR-. Te pido disculpas; no sé de donde saqué que llegarías más tarde. Uno es hombre al fin

de cuentas, ¿entendés?

JEREMÍAS-. ¿Quién es ella?

TUTOR-. Nadie... cualquiera.

JEREMÍAS-. María...

TUTOR-. ¿Quién?...

JEREMÍAS-. María.

TUTOR-. ¿Qué María?

JEREMÍAS-. Esa puta que está adentro.

TUTOR-. Sabés cómo son las mujeres, les encanta que las lleven... a cualquier parte... ni sé cómo

vino a dar acá... me equivoqué... creo que ni el nombre me dijo...

JEREMÍAS-. ¡Es una puta!

TUTOR-. ¿Y vos qué sabés?

JEREMÍAS-. Lo sé.

TUTOR-. Bueno... si vos creés que... no sabía... en ese caso que se vaya... Si así te tranquiliza,

ahora mismo la despido... mientras tanto te acostás y se acabó.

Adentro de la pieza, los gemidos son cortados por un repentino grito.

JEREMÍAS-. ¡La están matando!

TUTOR-. ¿Están?... ¿a qué te referís?... ¿por qué pluralizás?... te dije que estoy solo.

En ese momento, un matón aparece en la puerta.

MATÓN 1-. ¡Señor!... ¡Señor!

TUTOR-. ¿Qué querés?... Vos no estás aquí ¿me oís?

MATÓN 1-. Sólo digamé qué hacemos.

TUTOR-. ¡Te quedás adentro!

El otro que sigue en el cuarto, invita a su socio:


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MATÓN 2-. ¡Mejor nos vamos!

TUTOR-. (Fuera de sí) ¡Se quedan ahí!

MATÓN 1-. Mire que la chica está...

TUTOR., ¡Váyanse por la ventana y me dejan de joder!

El subalterno retorna de un salto al interior. Y entre ambos no suman suficientes manos para

abrir el ventanal y retirarse. El Tutor disimulando la estridente fuga.

TUTOR-. Quería decir que estaba solo... a estos animales ni los cuentes, no existen. Son mis

hombres, y si caen por su cuenta acá, estás autorizado a sacarlos carpiendo cuando lo hagan.

JEREMÍAS-. La ciénaga le llega hasta la boca ‘señor’.

TUTOR-. ¿Qué?

JEREMÍAS-. ¿Tiene hombres?... ¿para qué?... ¿en la pieza de su casa?

Al Tutor se le enturbia el semblante.

TUTOR-. Mejor hablemos de hombre a hombre... en el sótano.

Lo toma de un brazo y lo saca poco menos que arrastrándolo.

En la calle.

María, con la ropa ultrajada, golpeada, enfrenta a La Vieja. El Linyera escucha algo más

alejado.

MARÍA-. Lo torturó. Yo, no sé cómo, aparecí tirada justo en el claro del parque en donde tantas

veces Jeremías se nombrara rey.

VIEJA-. ¿Qué pasó?

MARÍA-. Un desarreglo de estados puede a veces lo imposible, de la misma forma que unos

hombres pisotean el sueño de otros hombres, aunque nadie lo crea; sin contar la circunstancia agravante

que sostienen otros, la de que “los sueños no existen”.


67
VIEJA-. Torturar no son palabras. Cuando el padre escarmienta al hijo la primera vez, castiga;

cuando lo hace la segunda, tortura. Siempre será así.

MARÍA-. Creyó que me había entregado a ellos.

VIEJA-. Torturan su mente.

MARÍA-. ¿De dónde sacaría que era yo?

VIEJA-. Tal vez de creer que una mujer es todas las mujeres.

MARÍA-. Entonces de una u otra forma estuve ahí.

VIEJA-. Se podría decir... sino mirate la traza.

MARÍA-. Cuando el padre lo arrastró hasta el sótano, traté de unirme a él. El hombre sacudía el

cinto... Me sonaba el “casas... casas... casas... nombres... nombres... nombres...” como si alardeara en

una sala de espejos deformantes.

El Tutor se corporiza en su reminiscencia.

TUTOR-. Jeremías... hijo... sabés que todo lo hago por tu bien... ¿Quién es María?

MARÍA-. El alma no se redime por sí misma en las cavernas, sólo lo hace en su cuerpo. Esa grieta

en mi ser es mi peor desconsuelo, haber perdido un segundo a mi cuerpo... Llegué a la puerta del

sótano y no logré pasar. Era la culpa del alma que expía lejos del cuerpo. También perdí su respuesta al

padre. Quién era yo... tampoco sabría lo que él supo de esa noche. Resulta increíble: la inocencia la

perdemos pese a todo. Podría haber tomado de mí lo que no sabía, pero no lo hizo. Eso es lo ‘especial’:

no me daba libertad, la suponía en mí.

La Vieja la abraza.

Habitación de Jeremías.

Llega María. Gira alrededor de la cama de Jeremías que duerme. Tiene un vestido de mujer.

Canta.

Una gota de lluvia en la mirada


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Un retazo de luna en la palabra
Astronautas copando tu sintaxis
Una mala palabra te conjuga
Irregularmente

A dos pasos análisis psiquiátrico


En tu piel nace el mapa de la alarma
El haz del sueño riñe por tus sienes
Con esquirlas de huesos y de plomo
Acabando nervios

Ojo al método para estar en regla


Al pintar eso de ‘hombre’ por la vida
Que no se haga borrón y que se esculpa
Aleluya al espacio sideral
De imaginaciones

Dale Jere rudo con los verbos


Al cemento armado de los muros
Dale un fuerte shock de ortografía
Y hazle un nuevo acento a la oración
Las morales mueren con el frío
De la indiferencia

Jeremías abre los ojos.

JEREMÍAS-. ¿Viniste a traer flores? (Pausa) Pensé que te había ido para que no te toque el

tiempo... por eso empecé a buscar tu mejor retrato para guardarlo en mí...

MARÍA-. Si eso motiva una partida, qué bueno va a ser irme nuevamente.

JEREMÍAS-. Ni bien te fuiste... empecé a gritar contra los muros para hallar un eco, algo que me

hiciera ser yo mismo otra vez.

MARÍA-. Celebro estar aquí, con tus mejores dones.

JEREMÍAS-. Suponiendo que los tenga, sos uno de ellos. (Al verla de cuerpo entero) ¡El vestido

de mamá!.. Lo tenía él... (Pausa) ¿Eras vos la de anoche?

MARÍA-. ¿A qué te referís?

JEREMÍAS-. A que fui despacio hasta su cuarto... me acerqué para escuchar... había voces...

MARÍA-. No es justo.

JEREMÍAS-. No es mi culpa.
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MARÍA-. (Por el vestido) ¿Me queda bien?

JEREMÍAS-. No... te queda maravilloso. (El elogio la motiva a bailar sensualmente) Si te ve

con él te matará. (María no lo oye). Basta, no bailés.

GNOMO-. No puede evitarlo ¿no ves?

JEREMÍAS-. ¿Y éste quién es?

MARÍA-. La música... es la música.

GNOMO-. Sincopadito nomás... azuquita.

JEREMÍAS-. No, es la Vieja que me habló de gnomos... y seguro que por falta de calcio, me estoy

traicionando y dejándome influir... pero yo no creo en gnomos.

GNOMO-. Por supuesto que no; los que creen en gnomos son todos estúpidos. Además gnomo es

con ‘g-n’ y no con ‘ñ’.

JEREMÍAS-. ¿Dónde está la diferencia?

GNOMO-. (Señalándose la sien) Acá.

JEREMÍAS-. No quiero que me hablés... vos en realidad no existís.

GNOMO-. Ah gracias, mucho gusto por la irrealidad.

JEREMÍAS-. Además no tenés derecho a aparecerte así como así.

GNOMO-. ¿‘Así’ cómo?

JEREMÍAS-. Así... sin costarte. A mí me cuesta un Perú la irrealidad.

GNOMO-. Perú... Perú...

MARÍA-. Es tu música ¿no ves?

JEREMÍAS-. Más parece el tiempo que se acaba.

El Gnomo y María ríen. El monstruito se burla dando saltos deslumbrantes. En eso se

estaciona en el aire y le apunta a Jeremías.

GNOMO-. Hoy bailabas haciendo equilibrio por arriba de las vías.

JEREMÍAS-. ¡Mentira!
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GNOMO-. ¿Mentira?... ¿los patrones de estos ritmos de dónde creés que los copié?... ¡De ahí! Por

cada tres golpes suaves, había un pulso fuerte, signo de los corazones firmes.

JEREMÍAS-. ¡María, no le creas ni una letra a este embustero!

MARÍA-. Le creí todo.

JEREMÍAS-. Supersticiosa.

GNOMO-. ¿Acaso cuando ascendiste hasta esa moto alada con el hombre blanco, no

experimentabas la famosa ‘babieca suspensora’?

JEREMÍAS-. ¿Famosa? ¿Y por qué yo no sabía ni cómo se llamaba?

GNOMO-. Bueno, famosa entre los gnomos.

MARÍA-. Dale, disolvé esos empaques de asno, Jere.

JEREMÍAS-. ¡A mí ningún gnomito me provoca!

MARÍA-. Es tu ocasión de conocer el ritmo.

JEREMÍAS-. El ritmo no es tan importante.

MARÍA-. El ritmo es todo, amigo.

JEREMÍAS-. Es tarde, va a venir papá.

MARÍA-. “¡Papá!” Tanta falsedad te llevará a perderlo irremediablemente.

JEREMÍAS-. Es tarde y además no le sigo el ritmo a los plagiarios que lo roban por ahí.

GNOMO-. ¡Movete de una vez che! (El engendro presiona a Jeremías con sus zapateos, quien

aún tratando de rehuir no puede sustraerse a sus influjos. Corre y corre pero al ritmo exacto que

le propone el Gnomo. Entra en éxtasis y empieza a escuchar indescriptibles ovaciones. El espacio

se puebla de relatores deportivos.) Epa, el muchacho no se anda con chiquitas.

Se oyen ovaciones. El Gnomo, sudoroso y triunfal, le muestra los pulgares arriba a María.

RELATOR 1-. Derecha sobre el plexo, el ignoto campeón blanco se agiganta. Uppercut en caracol

en la mandíbula de acero de este indestronable campeón yanqui.


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RELATOR 2-. Caballo 2 Reina 6, se tambalea el campeón. Los ojos del mundo puestos en este

niño de apenas doce años que socava las herrumbres del vetusto campeón ruso.

RELATOR-. La pelota para Jeremías, la para con el pecho, la deja deslizar como una seda por su

piel; la pone contra el piso como sin tocarla. ¿Avanzará o la invitará a salir? La levanta y crea un ritmo

de taquitos, cabecitas y sombreros para que la ‘popu’ estalle atragantada de placer. Violenta inversión

frente al stopper ingresando al área grande. Bicicleta y freno. El marcador se desnuca contra el poste

mientras el arquero muere por su loca frustración; en plena área madre, su hijo predilecto va al gol. Y

gol. ¡Gol! ¡Gol! ¡Goooool!

Una nube de incansables noteros, le hacen deglutir el racimo de micrófonos.

JEREMÍAS-. Bueno... esteee... muy contento, muy contento... ¿cómo?... ¡Oh, sí, sí, sí! Se lo debo

a mi rigor. Yema de huevo y atención, y que el rival ataque... lo mato a fuego lento.

RELATOR 1-. Su método es modelo para nuestra juventud.

JEREMÍAS-. Aprovecho la ocasión para mandar un gran abrazo a mis padres que seguro me

estarán mirando... y a María por supuesto... por favor, de María, no me vaya a preguntar.

RELATOR 2-. Una sola cosa más campeón.

JEREMÍAS-. A sus órdenes che.

RELATOR 2-. ¿Quién es María?

Todo el mundo traga grueso esperando lo peor, sin embargo, la deidad de los deportes, está

de buen humor:

JEREMÍAS-. Buéh, ya que insiste... esteeee... ella es todo para mí.

RELATOR 3-. Este niño es una bala, apenas doce años y ya...

JEREMÍAS-. Oiga, oiga, ¿qué dice?

RELATOR 1-. ¡Un grande! ¡Ya le hace desplantes a los periodistas!

RELATOR 2-. María es la primera dama.

RELATOR 3-. Señores, no quiero irme de aquí, pues está naciendo una leyenda.
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JEREMÍAS-. Bueno, no ha de ser para tanto después de todo. Simplemente soy lo que soy.

El ensueño se corta cuando la voz del Tutor, como un quasar, atraviesa las todas las esferas

del espacio.

VOZ DEL TUTOR-. ¡Jeremías!...

Los relatores huyen.

JEREMÍAS-. ¡Estoy lejos!... no voy a llegar... estoy pegado al suelo... No escapen. ¡Trasmitan

mientras me libero, cobardes! ¡No me dejen solo!

VOZ DEL TUTOR-. ¡Jeremías!

JEREMÍAS-. El campeón de golpe, es descalificado. La realidad siempre te noquea en el último

round.

Llega el Tutor.

TUTOR-. ¿Hablabas?... seguí, seguí...

JEREMÍAS-. ¿Ah sí? ¿Y los deberes quién los hace?

TUTOR-. Si mañana es sábado.

JEREMÍAS-. (Desarmado) A mí me gusta que estén listos desde el viernes.

TUTOR-. Nunca te vi tan apurado por ‘deberes’.

JEREMÍAS-. ¿Nunca?

TUTOR-. Bueno, qué problema... guardá un poco de tinta para el lunes che, no sea cosa que se

produzca un desabastecimiento. En fin, después si querés, andate un rato al parque. Eso sí, volvé

temprano ¿eh?

JEREMÍAS-. ¡Señor!... ¿Esto es un campo?

El Tutor giró hacia él. Una palidez avinagrada sube las medidas del envase de su piel

transparente, resaltando el frío de sus ojos cromados que emiten un fulgor sólido.

TUTOR-. ¿Cómo?... ¿Acaso no hay yuyos, alimañas, en los campos?

JEREMÍAS-. ...de concentración.


73
El fruncido gesto del padre, ahora se desarruga.

TUTOR-. ¿Con parque de diversiones incluido?... Andá. Andá.

El Tutor sale. Cuando, por su lado, Jeremías está a punto de ingresar a la casa, el Gnomo,

seguido de María, aún lo azuza:

GNOMO-. ¡Dale... bailá che!... ¡bailá!

Sale. María se saca el vestido y se lo entrega a Jeremías. Deja a la vista su cuerpo amoratado.

Jeremías reprime un grito.

MARÍA-. Poseída por la sombra. Es lo que me toca: Nacer a humana en el dolor.

En el parque de la muerte.

Jeremías y María, caminan fascinados por los juegos. De pronto un ágil Pantalón Largo,

revolea sus piernas y cae directo en el cuello de Jeremías.

PANTALÓN LARGO-. Ya te tengo mala entraña.

Ruge usando la hendidura símbolo del hombre, para aprovechar de paso y sacar

incalificablemente su lengua por ahí.

JEREMÍAS-. ¡Traición! ¿Quién sos? ¿No probaste dar la cara puerco?

PANTALÓN-. ¿Para qué?... nunca me la viste antes.

JEREMÍAS-. ¡Entonces morirás, forastero!

PANTALÓN-. ¡Quieto o serás carne de los cuervos!

JEREMÍAS-. ¿Y a vos quién te dio confianza?

PANTALÓN-. Pronto te graduás en el primario ¿no es así?

JEREMÍAS-. ¡Shhhh, no difamés carnero!

PANTALÓN-. ¡Confesá, ladino! Tu nombre figura en mis listas que no fallan.

JEREMÍAS-. Esperá tranquilo, que ni una sola letra saldrá de mi boca.

PANTALÓN-. ¡Rendite pillastre!... ¡Soy tu Pantalón Largo!


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Jeremías, sin poder zafar de la recia tomadura, quedó momificado.

JEREMÍAS-. ¿Mi pantalón largo decís?

PANTALÓN-. El tuyo, sí... ¡Y los nombres propios van con mayúscula rufián!

JEREMÍAS-. No puede ser... te quiero ver... me entrego.

PANTALÓN-. Te soltaré y te darás vuelta muy despacio, o será lo último que hagas en tu perra

vida. (Libre de la toma, Jeremías cumple lo mandado). ¡Cuidado!

JEREMÍAS-. Quiero ver cómo me queda.

PANTALÓN-. No hay probador ¿no ves? Ufh, estoy harto de atender a tontuelos en la edad del

pavo. Pronto te verán el saco y la corbata que hacen juego.

JEREMÍAS-. Ellos no son tan importantes.

PANTALÓN-. Es inevitable.

JEREMÍAS-. Dejame probar por favor.

PANTALÓN-. Está bien, pero antes hay algo que debés cumplir.

JEREMÍAS-. Pedime lo que quieras Pantalón.

PANTALÓN-. Muy bien por la mayúscula, pero... No te muestres tan seguro compadrón. Es un

precio sumamente exorbitante.

JEREMÍAS-. Por poco que sepás de mí, te habrán advertido que no hay precio que pueda

detenerme.

PANTALÓN-. Nadie dijo nada de vos. Nadie sabe nada de vos.

JEREMÍAS-. ¿Nadie? Bueno, te lo digo yo.

PANTALÓN-. No es lo mismo.

JEREMÍAS-. Tenés que creerme.

PANTALÓN-. Soy ateo, pero voy a aceptarte que nada te detiene. Con eso no sólo asegurás un

firme paso hacia delante, sino que, demás está decir, lo darás de cualquier forma.

JEREMÍAS-. Lo que quieras Pantalón.


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PANTALÓN-. Mirá que...

JEREMÍAS-. ¿Temblás? ¿Qué clase de Pantalón Largo sos vos?

PANTALÓN-. Está bien, maldito bocón; basta de cháchara, chanzas, charlas y charadas. Es muy

fácil... ¡maldito trabajo el mío!... La consigna es que...

JEREMÍAS-. ¿Que qué?

PANTALÓN-. Queee...

JEREMÍAS-. ¡Me tomás para el churrete!

PANTALÓN-. ¡Maldito compadrón! ¡Y con bragueta quién lo aguanta! ¡Tenés que renunciar a

María!... ¡Chan chan! Ya lo dije y se acabó.

Se hace un silencio cortante. El universo se detiene en un vetusto traqueteo.

JEREMÍAS-. ¿Qué tengo qué?...

PANTALÓN-. ... renunciar a María, carajo, ¿o hablo en jeringozo yo?

JEREMÍAS-. Hijo de puta.

PANTALÓN-. Eso no dije.

JEREMÍAS-. ¿Vos qué sabés de María?

PANTALÓN-. Todo... ¿De dónde creés que vengo?

JEREMÍAS-. ¿De Mariolandia quizá? ¡Qué se yo!... ¿De dónde venís?...

PANTALÓN-. No te hagás el imbécil que inmadureces como éstas, las atienden muy bien en los

loqueros.

JEREMÍAS-. ¿Con qué color se identifica al buchón que escracha a un ser de mala muerte como

yo?

PANTALÓN-. “De mala muerte” hasta cierto punto.

JEREMÍAS-. ¿Hasta qué punto?

PANTALÓN-. Chico literal... ¿sos o te hacés?

JEREMÍAS-. ¿Y vos sabés lo que decís?


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PANTALÓN-. Sí... y como dice el dicho, palabra suelta no tiene vuelta.

JEREMÍAS-. Pero cuesta... un precio imposible de pagar.

PANTALÓN-. Para mí como si nada... siendo legal...

JEREMÍAS-. ¡No te entiendo maldito cabrón!... ¿Por qué María?... Tengo juguetes caros y de todo

tipo.

PANTALÓN-. No estoy programado para coimas. No me des trabajo extra por favor... Vas a tener

cosas reales, concretas, hasta chicas de verdad.

JEREMÍAS-. ¿Qué sabés?

PANTALÓN-. Que la mano se te pone peluda.

JEREMÍAS-. ¡No hay acuerdo Pantalón! ¡Fuera de acá!

PANTALÓN-. ¿El precio es el ridículo imbécil! ¡Pronto se te caerán los testículos por!...

JEREMÍAS-. ¡Fuera!

PANTALÓN-. Trabajo ingrato el mío. Que me vaya nada cambia.

Antes de salir, se toca con su índice la sien en un inequívoco “estás loco”.

JEREMÍAS-. ¿Quién está loco?

A sus espaldas e imantándole el espacio hacia otro punto, en un rápido contraste, una voz le

contestó.

VOZ-. ¡Vos! Ya te denunciaron.

Jeremías se da vuelta y descubre ni más ni menos que al Psiquiatra, diligentemente escoltado

por su camarilla de monos con navaja que lo toman en gancho por la V de las axilas.

PSIQUIATRA-. Estaba seguro de volver a verte.

JEREMÍAS-. ¿Quién me denunció?... No puede ser verdad... Yo estoy bien.

El Pantalón Largo, a punto de empezar el viaje con el tren fantasma, lo desayuna con la

noticia.

PANTALÓN LARGO-. ¡Cómo vas a estar bien en la ruleta de la muerte! ¡Onanista!


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Es amarrado en un inmenso plato horizontal a ras del piso.

PSIQUIATRA-. No seamos necios, la cordura la detentan los que llegan primero al psiquiatra. La

cordura, más que la insania mental, es un soberbio negocio.

Llega el Tutor.

TUTOR-. ¡Me llamó tu Profesor!... Se quejó de vos como de un terrorista.

JEREMÍAS-. ¿Un qué?

TUTOR-. ¡No te hagás el boludo! ¡Le faltaste el respeto!

JEREMÍAS-. Su plan de enseñanza es una violación babosa, un abuso deshonesto.

TUTOR-. ¡Te vas a estudiar ya!

JEREMÍAS-. Es viernes.

TUTOR-. ¡Se acabó la leche de la clemencia! ¡A estudiar!

JEREMÍAS-. Pero tengo derecho a...

TUTOR-. ¡A tu lección!

Irrumpe el Tribunal de Viejos. Llevan solemnes capas negras.

JEREMÍAS-. Es un campo... es un campo... es un campo...

TRIBUNAL DE VIEJOS-. La redundancia le valga.

Los viejos ríen a coro.

El Viejo 1 extrae de su bolsillo un encrespado papelito.

VIEJO 1-. El tema es... “ser”.

JEREMÍAS-. Ser no es otra cosa que la rienda suelta del no ser. (El Tutor y el Psiquiatra, surcan

vigilantes y nerviosos los entornos del siniestro mamotreto). Ser... es no ser lo que se es.

Una alarma y similar a un flato del averno, simultánea a una luz verde, da como aprobada la

respuesta. María corre despavorida a colocarse cerca para ayudarlo.

VIEJO 1-. Bien... reflejos bien. Esto promete.

VIEJO 2-. Serás estrella...


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MARÍA-. Puntos suspensivos... ¡llenar!

JEREMÍAS-. ...de cien puntas, para acuchillar impunemente a las tinieblas.

Y otra vez el bocinazo y la luz verde.

El Viejo 3 acciona una palanca que pone a girar a la maléfica rodaja. Al contra-accionarla,

Jeremías como fiel, marca el próximo problema.

VIEJO 3-. Planteo a muerte... Las palabras ‘puño’ y ‘penas’.

JEREMÍAS-. Serás un puño cerrado para enfrentar las penas bien parado.

Una luz verde da realce, con mayor estética esta vez, a la convalidación.

VIEJO 1-. Las palabras ‘bolsillo’ y ‘verdades’.

JEREMÍAS-. Serás bolsillo roto para escamotear verdades que resbalan.

VIEJO 2-. ‘Paisano’ y ‘extranjero’.

JEREMÍAS-. Serás paisano de las moscas... y... y...

MARÍA-. ...extranjero de las sedas.

Suena una bocina en grave.

VIEJO 3-. Tiempo vencido.

JEREMÍAS-. Hay un tiempo. (A los Viejos) Es correcta.

VIEJO 1-. Replay. Lectura de labios.

MARÍA-. También te graban.

VIEJO 2-. Aprobado.

Jeremías y María festejan. El Viejo 3 pulsa su palanca y todo el disco se pone vertical, entre

soplidos draconianos de las bombas hidráulicas. El Jere yace inerme, reducido a nada ante el

enorme giro de las cosas.

VIEJO 1-. Completar agregando conclusión: “Serás libre”, “no sabemos”, “sólo pensamos”.
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JEREMÍAS-. Serás libre desde el duro cerco que te ocluye hasta este otro... es decir, desde aquí, en

donde no sabemos qué demonios somos, hasta allá donde entendemos que sólo pensamos en eso.

Conclusión: no sé si serás libre.

MARÍA-. Vos el principio, yo el final. Decí tu parte, y tomá de mi mente el resto

JEREMÍAS. Van cada vez más rápido.

MARÍA-. No importa. En toda improvisación hay una parte mágica, espontánea y otra que da esa

sensación, pero sólo es réplica del tiempo ganado. El resultado parece de razón y sentimiento, de

hombre y Dios.

VIEJO 2-. ‘Silencio’ y ‘lenguajes’.

JEREMÍAS-. Ser es el silencio de aquello que digo con lenguajes estridentes.

MARÍA-. Funciona. El copto está descifrado

VIEJO 3-. ‘Totalitario’ y ‘democrático’.

JEREMÍAS-. Ser totalitario es lo mismo que ser democrático, pero con ahorro de exigencias.

Ahora la luz verde se prende parpadeando. Hay un zarandeo raro en la máquina.

VIEJO 3-. No se saldrá con la suya. Regla de tres.

VIEJO 1-. ‘Natura’, ‘quiosco’, ‘perfumes’.

JEREMÍAS-. Ser es ver a la natura procreando y donde adquiero igual que en cualquier quiosco, lo

que los jardines nos brindan en perfumes, sin cobrar un centavo.

MARÍA-. Cerrá.

JEREMÍAS-. (Triunfal) No... (María se agarra la cabeza) Mejor decir que la natura opera de

almacén de autoservicio. ¡No! (María desfallece). Para ser exactos, la natura es de verdad la natura,

donde ofrecen como un quiosco, los jardines sus perfumes y los hombres sus olfatos, desembolsando

en alma, el doble de su precio real. ¡Eso es natural!


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MARÍA- Jeremías es genial. (La ruleta se funde. Tira humo y emite estertores de un saurio de

ultratumba mientras Jeremías se suelta de las amarraduras). A propósito, ¿qué quiere decir

onanista?

JEREMÍAS-. Eeeh...

VIEJOS-. ¡Juguetes!

Irrumpe una turba de juguetes.

VIEJO 2: Auspicia este momento de sano esparcimiento...

JEREMÍAS-. No lo escuches... es un sponsor turbio.

LIBÉLULA DE LATA-. Piedra libre.

JEREMÍAS-. (A María) Te presento a los juguetes regalados hasta hoy. ‘Regalo’ es un carácter

que te condiciona para mal la propiedad. Para eso el niño es una adaptación de los adultos, un adulto

pequeño.

HOMBRE DOBLE-. Cosquillas a sus virus... Cosquillas a sus virus.

JEREMÍAS-. ¡Juguetes!... Podría acusarlos de agentes del imperialismo sociopsicocultural y

pedagógico también, pero no, haré una acusación más simple: Ustedes ya no me divierten.

PSIQUIATRA-. ¿Acaso preferís una muñeca?

HOMBRE DOBLE-. ¡Muñeca!... Cosquillas a sus virus. ¡Urgente!

Entra una muñeca gigantesca. Todos ríen alrededor. Jeremías da un paso hacia el tremendo

cachivache, y se queda bizqueando, como midiendo el verdadero sentido de su aparición.

JEREMÍAS-. ¡Está bien! Acepto el desafío. Tengo doce años y ya mojo.

Se zambulle de un salto debajo del vestido largo al tiempo que la fémina de hierro y

cartapesta, contrae el cuerpo en histéricos espasmos. Se agita y vibra en un brusco frenesí de

agudísimos chillidos, hasta consumar un alarido abierto, a lo que parece, purificador. Jeremías,

devenido heroico semental, sale triunfal y con un gesto báquico en el rostro.

POETA-. Dale pibe, reventale los resortes a estos fascistas engreídos.


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TRIBUNAL DE VIEJOS-. ¡Bolche triste!

POETA-. –Dale pibe, dale duro con los verbos...

POLÍTICO-. Estoy más con vos que conmigo.

MARÍA-. Los presos...

CORO DE DETENIDOS-. Dale Jere rudo con los verbos


Al cemento armado de los muros
Dale un fuerte shock de ortografía
Y hazle un nuevo acento a la oración
Las morales mueren con el frío
De la indiferencia
Dale Jere...
VIEJO 1-. ¡Usted se cree superior al sol!

JEREMÍAS-. Sí... así como al cerrar mis ojos, no caigo al pie de mi sombra, igual que el pobre

astro rey cuando anochece.

VIEJO 2-. ¿Sabe una cosa? No entiendo un pepino lo que dice y compadezco a quienes lo oyen.

JEREMÍAS-. Fácil, digo que estoy puesto detrás del horizonte.

VIEJO 3-. ¿Qué quiere decir?

JEREMÍAS-. Que no me disgrego si me borro de sus vistas.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. ¡Dé un ejemplo!

JEREMÍAS-. El hombre está enfermo de su tiempo.

VIEJO 1-. Ni un minuto más del que te toca esperarás.

JEREMÍAS-. No es la espera lo que temo...

VIEJO 2-. ¿No? ¿Y qué teme usted si se puede saber?

JEREMÍAS-. El sufrimiento.

VIEJO 3-. Ahá.

JEREMÍAS-. El hombre vive asilado en su tibia placenta de rutina, enloquece temporariamente

para hacer más soportable la vida. Pero luego vuelve a él, en un círculo vicioso de eterno retorno o de

firme muerte existencial.


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TRIBUNAL DE VIEJOS-. (Carraspeando) Kejúm... kejúm...

JEREMÍAS-. El hombre soporta límites obtusos, no de inconsciencia sino de ignorancia. El

hombre está envasado en la cultura; es evidente que sólo hace existir lo que él quiere ver.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. No tenemos culpa de su miseria.

JEREMÍAS-. “Yo soporto más fácil mi miseria desde que pienso que hay personas ricas”.

VIEJO 1-. Nosotros no hablamos de dinero.

JEREMÍAS-. Yo sí.

VIEJO 2-. ¿Por qué lo hace?

JEREMÍAS-. Para poder pensar. Como dijo el poeta: “pensar es tarea de pobres”.

VIEJO 3-. No seas pesimista. Aún te queda enriquecer. Un mundo de oportunidades se abre para

vos.

JEREMÍAS-. Ya no es momento. Es hora de plegarme a él.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. ¿A quién?

JEREMÍAS-. Al pensamiento de los pobres.

VIEJO 1-. Zoncito, hablo de ganar dinero.

JEREMÍAS-. Hablo de otra vida. Y aunque crecí demasiado, tengo la vida por delante, como un

muro.

VIEJO 2-. ¿Pensaste en la justicia?

JEREMÍAS-. “Estoy seguro que yo robaría por delicadeza”. Pensar es valorar el riesgo.

VIEJO 3-. ¿Cree que nosotros presionamos?

JEREMÍAS-. Sí, si han de firmar mi excomunión de la niñez.

PSIQUIATRA-. Su caso me interesa.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. Nos haremos cargo.

JEREMÍAS-. ¿Para qué?... si firman en mi cuerpo con violencias “necesarias” e “instructivas”.

PSIQUIATRA-. ¡Estúpido! ¡Te maltratan!


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JEREMÍAS-. Igual que usted con su método terápico.

PSIQUIATRA-. Yo te anulo la conciencia del dolor que no es lo mismo.

JEREMÍAS-. ¿Por qué lo hace?

PSIQUIATRA-. Por amor.

JEREMÍAS-. No me quiera tanto.

PSIQUIATRA-. Lo que dice mi mujer.

JEREMÍAS-. ¿Y ella por qué lo dice?

PSIQUIATRA-. Porque sufre, pero no se nota.

JEREMÍAS-. Es usted nuestra anestesia.

PSIQUIATRA-. Descuide que todo se va a acabar.

JEREMÍAS-. No me diga... ¿Y por qué?

PSIQUIATRA-. Porque me engaña.

JEREMÍAS-. ¿Y cómo lo sabe?

PSIQUIATRA-. Nadie sufre tanto por alguien que justamente puede matarlo.

JEREMÍAS-. ¿Ah no?

PSIQUIATRA-. No.

JEREMÍAS-. ¿De ahí deduce que lo engaña?

PSIQUIATRA-. Claro, por eso morirán los dos.

JEREMÍAS-. ¡Qué bien! ¡Empieza a pensar hombre! (El Tribunal de Viejos y los esbirros

alrededor, ríen). Usted puede ayudarme.

PSIQUIATRA-. (Molesto) Seguí la flecha y no le vas a errar.

Se marcha. El Tribunal de Viejos, los asistentes, se van retirando también, compartiendo y

potenciando la algazara propia en la del otro, en una verdadera y lúcida automofa. Pausa.

JEREMÍAS-. (A María) Cuánto infinito para un hombre tan solo. Así que si ahora te lo brindo,

sacá la cuenta de cuánto valgo en este instante.


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MARÍA-. Lo mejor que podemos hacer, es marcharnos de aquí.

JEREMÍAS-. No puedo salirme del juego sin antes dar con su clave.

MARÍA-. Si das con ella deberán doctorarte.

Jeremías pasa la jaulita de una mano a la otra. Toma la mano de María y corre.

MARÍA-. Parece que supieras adonde vas.

JEREMÍAS-. ¿El matasanos no dijo “seguí la flecha...?”

Jeremías le señala una flecha.

MARÍA-. Marca hacia abajo.

Se ponen en marcha. Topan a un policía.

JEREMÍAS-. ¿Quién mató a mis padres?

POLICÍA 1-. Preguntá más abajo.

MARÍA-. Por aquí.

Pulsan el ‘descensor’ y desaparecen. Se oye un fuerte zumbido. Final de viaje. La puerta se

abre.

MARÍA-. Es una ciudad blindada en medio de la tierra.

JEREMÍAS-. Está todo calculado.

MARÍA-. ¿Calculado?

JEREMÍAS-. Claro tonta, nos van a recibir con la banda. Es más, seguro pensarán, “¿por qué no

habrán llegado ya?”

MARÍA-. Ah.

El silencio alrededor es directamente inhumano. Hay un guardia. Jeremías seguido de María

se le acercan inimputables.

JEREMÍAS-. A mis padres los tiraron con un bloque de cemento, y no me diga que pregunte abajo

que ya no se puede bajar más.


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GUARDIA-. Negativo... hay flechas virtuales que indican que siempre se puede bajar un peldaño

más.

JEREMÍAS-. Son todos asesinos. Ustedes no tendrán olvido ni perdón.

GUARDIA-. No hay duda... más abajo.

El hombre les franquea el paso. Cuando dan un paso se produce un desbarajuste ambiental o

perceptivo. Otra vez hay un efecto sonoro de descenso. Cuando retorna la normalidad, aparece el

espacio vacío. Aparece Jeremías entrando por un extremo.

MARÍA-. ¿Qué ves?

JEREMÍAS-. Un plano simétrico a éste por el que voy entrando. Me veo a mí mismo avanzando

hacia mí.

Efectivamente, Jeremías y su Doble van hacia el centro. María va por detrás.

MARÍA-. Un espejo... sin embargo, no me veo. Quizá sea porque estoy detrás tuyo.

JEREMÍAS-. ¿Cuál es el verdadero?

MARÍA-. No es un espejo... es una confluencia milagrosa a la unidad del ser...

JEREMÍAS-. ¡No!... Sé muy bien de signos conductistas, y lavados de cerebros, de inducción de

pensamiento. (Grita) ¡Quiero saber!... ¡Respóndanme!

En el silencio empieza a oirse una voz susurrada y monocorde. Suena a un gigantesco

despropósito. Va quedando como fondo, repitiéndose, mientras pestañean lucecitas que empiezan

a marcar una cuenta regresiva.

VOZ GRAVE-. Hay un problema letal, en mi país eventual; es el problema social, quién se

pregunta por cual. Todos se mojan igual, del lloriqueo puntual. Hombre camina marcial, pues hay un

caos mortal; no por ser todo animal, dejan lo que es racional. Peguen el cross nacional, sobre la barba

mundial. Digan si no es sin igual, aunque nos llegue el final. Ruego al poder estatal, que se convierte en

metal, para tener capital. Siento la gran bacanal, todo un placer industrial. Y en la llanura espacial, todo

un amor fraternal. Eso es constitucional. El orbe tiene brocal, el pozo marca el final...
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El petitorio de Jeremías, en ese ámbito, asume un rango sagrado.

JEREMÍAS-. ¡Cómo cansa el mundo la reconstrucción de los verdugos! ¿Quién devolverá por fin

a los hermanos sustraídos, ausentados alevosamente a cunas de cuchillos... a mimos destetados con

ascético palazo? ¿Dónde están sus bozos, talados por arados asesinos? ¿Cómo beso piel inmune a la

ojeriza? ¿Cómo salvo el hueso puro de la negra represalia, y a tantas adoradas muertas, que se vieron

impedidas de llenar la trayectoria revolucionaria de sus hombres? ¿Quién pagará las vueltas que han

bebido de los ojos rebalsados de las madres, que tantos turbios borrachines escanciaron

puntualmente?... ¿Qué vergel, qué país, qué persona, qué patriarca de este mundo, responde ahora por

los altos apasionamientos corrosivos?...

Jeremías y su Doble están casi cara a cara.

DOBLE-. El centro del planeta. No mires abajo. Sólo verás traslucir un brumoso e imposible

subsuelo.

La cuenta con sus parpadeos se detiene, haciendo sonar ese pitido tétrico, que es

característico del electrocardiograma de alguien que acaba de morir.

JEREMÍAS-. El piso se hunde a mis pies... caigo... el otro que también soy, asoma por el hueco a

mirar mi caída... y siento que él es el que siempre se hace cargo de todas mis más pequeñas dilusiones e

incertezas.

Oscuro.

Salón de actos.

En el oscuro se siente el efecto de algo que cae. Con la luz, puede verse a Jeremías que ha

aterrizado, ¡oh casualidad!, al pie del Profesor.

PROFESOR-. ¡Hay un problema cabal, llega tu prueba final!

JEREMÍAS-. (Incorporándose) ¿Qué hace usted aquí?

PROFESOR-. ¿Estás soñando o qué?...


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JEREMÍAS-. Si es un sueño ¿por qué usted se atreve a aparecerse en él?

El Profesor no tiene una respuesta.

PROFESOR-. Está bien, si es por mí, podés no estar despierto... pero eso sí, estar bien educado. ¡A

tu lección!

Bastó la expresión, que de entre bambalinas surgió otra vez el Tribunal de Viejos.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. ¡Bolilla!

MARÍA-. Oh, no.

Jeremías va hasta ellos sin miramientos; de una esfera transparente saca una bolilla. No sabe

a qué Viejo entregársela. Cuando opta por uno, éste festeja triunfal ante los otros, como

demandándoles anuencia para revelar el tema elegido.

JEREMÍAS-. ¡El átomo!

PROFESOR-. ¡No!

TRIBUNAL DE VIEJOS-. (Definitivo) ¡Sí!

PROFESOR-. ¡Digo que no me equivoqué!... ¡Lo tiene!... ¡Lo tiene al dedillo!... Sabía que venía...

JEREMÍAS-. El átomo no es la simple deducción de científicos foráneos, así como nadie es el

señor de la verdad, aunque afirme ser verdadero.

Todos tragan saliva.

VIEJO 1-. ¡Vuelva al programa desgraciado!

JEREMÍAS-. Ya sabemos qué produce el átomo actuando culturalmente.

VIEJO 2-. Usted confunde a la ciencia.

JEREMÍAS-. Ciencia es el genio del pueblo metido a espiar por los agujeros de la camiseta rota de

Dios.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. Impío.

JEREMÍAS-. No, el genio es libre.

VIEJO 3-. ¡La libertad que no se toca!


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JEREMÍAS-. No, se toma. Nadie la regala a otro. Nadie debe a nadie su emancipación. Ni un

verdugo, ni tampoco un carcelero liberan nada más que por abrir la celda. Ellos no conceden libertad.

VIEJO 1-. ¿Qué sabes de la vida, niño?

JEREMÍAS-. Que es el camino más corto para llegar al infinito. Mientras tanto el átomo engorda

en los chiqueros, a punto de eructar en provecho de sus dueños.

VIEJO 2-. ¡Estúpido! ¡Tal vez el átomo ya eructó y lo que hacemos es vivir nuestra desgracia!

JEREMÍAS-. Tal vez, tal vez... Si la vida es un cable pelado la más tenue lluvia se transforma en

un peligro.

VIEJO 3-. Si no hay conciencia del peligro ¡no sos nada!

VIEJO 1-. Si te sentís poderoso, sos un cable. Ahora, si no matás a nadie al tocarte, lástima

pequeño, no estás enchufado.

RISAS.

JEREMÍAS-. Está bien... prometo madurar y no doblar la rama. Mantendré la frase sobre el

renglón como un buen niño que apenas va a prendiendo.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. ¿En qué sentido lo decís?

JEREMÍAS-. En uno y en el otro.

VIEJO 1-. Ah...

VIEJO 2-. Ah...

VIEJO 3-. Ah...

Los Viejos confundidos se miran, y evaluando como peor el que quede expuesto su evidente

no entender. Para confirmarlo dan paso a la siguiente fase:

VIEJO 1-. ¡Profesor!...

VIEJO 2-. ¡Esto no da para más!

Viejo 3-. ¡Diplómese y archívese!


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El Profesor, triunfal, golpea sus manos. Dos ordenanzas entran portando marcialmente el

Pantalón Largo sobre una parihuela, acompañados por una rebuscada música ritual. El Profesor,

por detrás, toma a Jeremías por los codos, lo iza como una ofrenda en sacrificio y en un florilegio

del órgano, lo deja embutir despacio al interior del indumento adulto, que lo traga que ni hecho a

la medida. El Tribunal de Viejos se acerca en medio de los vahos incensarios.

TRIBUNAL DE VIEJOS-. ¡Despídase del niño!

JEREMÍAS-. (Sobreactuando) ¡Kjum!... ¡Kjum!... ¡eeeeh!... Niño que estás en la tierra

soportando injurias táctiles de dedos babosientos. Niño admirador de tobillos, tu flequillo es la franela

de las suelas que se elevan, porque pisan. Niño, vuelve a tu morada... que tu madre está esperando... eh,

niño, ¿me oyes?... dije madre... y con eso no se juega.

Jeremías se mete entre telones y desaparece. El Tutor da la orden a sus hombres que rodeen

por el lado externo.

TUTOR-. Jeremías... Jeremías...

En la calle.

VIEJA-. Cuando el tiempo acabe, dejarán de verlo.

LINYERA-. El destino no podrá atraparlo... El niño no lo tiene... así, se queda siempre vivo...

siempre niño.

VIEJA-. Sufriendo como un perro.

LINYERA-. El tal Jeremías no existe... haceme caso, Vieja.

El Tutor y sus agentes llegan buscando a Jeremías. La Vieja y el Linyera adoptan una actitud

de disimulo de ‘aquí no vimos nada’. Los hombres, intención de preguntar a despreciables no

ponen, así que ajustan el blanco y continúan por el rumbo que mejor les parece.

LINYERA-. ¿A quién buscan éstos?

VIEJA-. A quien va a ser.


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LINYERA-. ¿Para qué lo hacen?... ¿acaso no saben que el muchacho no existe?

VIEJA-. Y si es lo que te vengo diciendo desde no sé cuando.

Ríen.

En otro lugar de la calle.

JEREMÍAS-. (Exhausto) Sigamos. (Intenta tomar la mano de María pero no lo logra) No,

justo ahora no.

MARÍA-. No depende de mí.

JEREMÍAS-. Podemos ocultarnos en el bosque

MARÍA-. Han talado casi todos los árboles. Allí será la nueva central de policía.

JEREMÍAS-. No.

MARÍA-. Fui pisoteada y ultrajada en lo más hondo por tratar de evitarlo.

JEREMÍAS-. No hablemos de eso.

MARÍA-. Fue nuestra culpa... el bosque quedó acéfalo.

JEREMÍAS-. No puedo estar en todos lados, la escuela, los deberes, el crecer y ¡qué sé yo!

MARÍA-. Hubiéramos nombrado otro monarca.

JEREMÍAS-. Ningún “otro monarca”. Hay un grave problema.

MARÍA-. Ya lo creo que sí.

JEREMÍAS-. Hoy me diplomé en la escuela.

MARÍA-. ¡Felicitaciones, doctor!

JEREMÍAS-. ¡No te burlés! ¡Vos no!

MARÍA-. ¿Por qué yo no?

JEREMÍAS-. ¿No entendés?... no puedo verte más.

MARÍA-. Suena a pena capital.

JEREMÍAS-. Me voy a un internado.


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MARÍA-. Nada cambió... ¡Te veré allí!

JEREMÍAS-. ¿Sabés lo que es crecer, madurar, hacerse hombre?

MARÍA-. No tengo el gusto.

JEREMÍAS-. Mejor.

MARÍA-. ¿Por qué?

JEREMÍAS-. Porque tenés que... ‘morir’, o desaparecer.

MARÍA-. ¿Qué dijiste?... ¡Siempre es morir!

JEREMÍAS-. (Con los ojos anegados) Como quiera que se llame. ¡Yo no lo inventé!... ¡El sueño

ha terminado para mí!

MARÍA-. Puedo defenderme. ¡Dame un arma! ¡Hay que armar el sueño si es así!

JEREMÍAS-. ¡Hay que despertar!... ya no sirve.

MARÍA-. Vamos por caminos opuestos... pero no me entregaré.

JEREMÍAS-. ¿Querés que termine en un loquero?

MARÍA-. Los dilemas de los asesinos no me competen.

JEREMÍAS-. ¿Qué?... ¿Vos me decís eso?... No te reconozco.

MARÍA-. ¡Me corrijo! Sos la viva imagen de tu falso padre.

JEREMÍAS-. (Retorciéndose) ¡No!

MARÍA-. Corré a tus compromisos.

JEREMÍAS-. No es la forma que pensé...

MARÍA-. ¿Querés una carroza?

Él cerró los ojos, y empieza a sentir la fisión.

JEREMÍAS-. Está bien... ¿quiénes son los que talan?

MARÍA-. Hombres... manejan topadoras. Hacen pozos y a la noche arrojan bultos. Vos mismo lo

dijiste.

JEREMÍAS-. ¿Dije qué?


92
MARÍA-. Jeremías... ¡tiran hombres!

JEREMÍAS-. ¡Vamos para allá!

En el bosque.

Se oye un canto colectivo entre los árboles aún parados.

JEREMÍAS-. Los árboles cantan.

MARÍA-. Son los enterrados. ¡Esperá! Antes quiero que me mires. Ya no queda mucho tiempo. El

rey en compañía de la reina, juran...

JEREMÍAS-. ¡Rápido!... ¡Mi viejo me va a buscar!

MARÍA-. El rey en compañía de la reina, abdican.

JEREMÍAS-. No puedo negarme a crecer.

MARÍA-. ¡Por supuesto que no! ¡Te queda muy bien el Pantalón!

JEREMÍAS-. ¡No me hablés así! Ya los relojes me buscan por toda la ciudad.

MARÍA-. ¡Una máquina más para el mundo! ¡Eso es cibernética! ¡Mirá vos, el átomo gana!

¡Farsante!

El Coro entre los árboles aumenta su volumen. Con el alma traspasada, Jeremías se toma las

sienes. María se distancia de él.

MARÍA-. Siento que atravieso esferas en caída libre. Que me ahorca con sus propias manos. Y me

veo empujada a los abismos insondables. Pierdo un momento mi certera facultad de orientación. Veo a

la distancia, que la Vieja se acerca lenta pero decidida, a un cuerpo abandonado. Es el cuerpo de él,

obviamente.

JEREMÍAS-. (A la Vieja) No soy yo... es María... es María.

Jeremías, con la ayuda de La Vieja se levanta y corre, atropellando al Linyera.

VIEJA-. ¡El sueño se acabó!... juntos ascendían por el filo y los declives de los gritos, a una

cumbre de fiebre apocalíptica, y de la mano, se arrojaban al vacío en un suicidio de pétalo. Si a él se le


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antojaba meterse a una raíz, se convertía en savia y se trepaba hasta las ramas altas. Al llegar la

primavera, florecía en carcajadas que las plagas cortaban de la planta y, rumbo al suelo, se estrellaba

como una manzana podrida, aplastada, pateada por zapatos de adultos que no la veían... era él, nada

menos que él... ¡Que es un sol!... Es claro que su tutor no sabe un comino de astronomía.

LINYERA-. ¿María se murió?...

La Vieja no contesta.

En casa del Tutor.

Jeremías solo, sin María que lo acompañe, entra como una tromba a la casa. El Tutor

departe con sus dos esbirros de siempre, los que al ver al Jeremías, sin dudar y por instinto, se

ponen a cubierto.

TUTOR-. ¿Te volviste loco?

JEREMÍAS-. ¿Qué tono es ese con un rey de luto?

TUTOR-. Lo que andás buscando es una tunda que no te deje más ganas de...

JEREMÍAS-. Antes confiese: ¿Quién está talando el bosque?... ¡Guardias!... ¡A él!

Los agentes del padre se arrojan cuerpo a tierra, apuntando ante a las huestes insondables

del hombre invisible.

TUTOR-. ¿Qué decís?

JEREMÍAS-. ¡Vamos!... ¡Los cortan de raíz!... ¡No lo niegue! ¡María me lo dijo!

TUTOR-. Estoy cansado de la tal María... ¿Quién carajo es?

JEREMÍAS-. Nadie.

TUTOR-. ¿Cómo nadie?

JEREMÍAS-. Se murió señor.

TUTOR-. ¿Dónde? ¿Cómo?

JEREMÍAS-. Si yo escribiera la crónica diría: “Artero pantalón puso fin a...”.


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El Tutor en un alarde terminal por tratar de manejar la situación, le hace señas a sus

hombres que se marchen, quienes un tanto amedrentados, salen tropezando el uno con el otro.

JEREMÍAS-. No hay problema... (Resignado) Ya puedo ir a mi colegio.

TUTOR-. Es un buen colegio... ¡el mejor!... Vamos a brindar.

JEREMÍAS-. Está bien, pero antes voy a despedir a...

TUTOR-. Así me gusta, que sean camaradas. Se es niño sólo una vez.

Jeremías amaga retirarse y se detiene.

JEREMÍAS-. Señor...

TUTOR-. ¿Sí?

JEREMÍAS-. Quiero devolverle algo.

Jeremías hace una rápida salida y vuelve con el vestido de su madre. Se lo pone en las manos

a un Tutor demudado, que en el acto comprende. Jeremías ya se ha ido.

En el bosque.

Con la jaula del canario en su mano. Ha llegado en el momento justo en que los enterrados,

le ponen a María la misma túnica terrosa que llevan ellos, hasta que en un momento, se funde a

los otros.

MARÍA-. Sé que me busca porque siento su mirada como una quemadura. Mi rumbo no va al

cielo como era de esperar... me sumo a este grupo de estigma terroso, signo de aquellos que mueren en

vida. Ya para él, no paso de ser un vaho de la desmemoria.

JEREMÍAS-. Un tarascón de tiempo hunde sus colmillos destajándome las carnes. Qué raro, me

siento más hombre, menos sabio. Apenas me salen palabras. El cielo se marcha de mí, dejándome en

mi mero cuerpo, en compañía del dolor ahora material, que hace presente hasta las más ínfimas heridas

que sufriera desde niño.

MARÍA-. Vuelve a la ciudad... pero aún puedo escucharlo susurrar:


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JEREMÍAS-. Muéstrenme los pliegues de la frente y les haré entendibles vías lácteas; denme

esferas de plata y les haré epicentros de galaxias; abran el cuenco de sus manos, y yo pondré a gotear

un mar; tráiganme un puñado de abalorios que les daré una catedral; devuélvanme a mis padres y yo les

repondré una casta de invencibles luchadores; ábranme sus ojos y prometo no ahogarme; facilítenme

una uña y les haré un canal de nácar; sílbenme armonías como hilos, que yo las ataré a las colas de las

brisas; déjenme que siembre en sus jardines, pero paguen sueldos justos... Y cuando diga: “no soy más

que Jeremías, el canario”, no se queden con mi ala en el bolsillo. Créanme, soy yo...

El Jere pone su jaulita a un costado, y se deja caer con un cansancio de siglos. Menos que

nada le lleva dormirse. El Linyera, viejo sabedor de fríos, lo cubre con una colcha de papeles. La

Vieja, omnipresente, rumia su rabia.

VIEJA-. Tejedores, no tropiecen, no hagan ruido, hilen fino, despacito. Ya va siendo hora de vestir

la vida.

El Linyera la mira; ella le prodiga una sonrisa maternal.

En la calle.

MARÍA-. Ahora me muevo asumiendo mi ausencia. Hubo un tiroteo... Un grupo de personas yace

acribillado en el suelo. Uno de ellos es el Abogado. Mi lágrima por él es una esfumatura; y siento

mucho que ni siquiera humedezca el suelo donde ha caído. ¿Y ahora quién encontrará al perdido?

¿Quién buscará al que más tremendo efecto provoca apareciendo? Es obvio que la peste sigue. Y decir

del niño perdido que no puede verse en un lugar, no anula que, de abrir el corazón de este hombre

muerto, pudiese hallárselo ahí. ¿Qué cosa es esta vida? Ya no puedo ver a Jeremías... pero es seguro

que después de tanta muerte, la vida es encontrarlo.

Pasa una Madre con su hijo.

HIJO-. Mirá mamá, una jaulita.

El Niño la toma.
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MADRE-. Tiene un canarito muerto en su interior. Mejor dejala hijo.

La dejan amilanados y salen.

En la habitación de Jeremías.

MARÍA-. ¿Para qué preguntarme “adónde iría”? Al primero que no le gustaría es a él. Se ha

marchado de mi alcance o soy yo quien lo ha hecho. Me refiero a que tengo la fatal corroboración: He

perdido el rastro. La espina que cala mi ser, tal vez confirma que empieza mi tiempo de llorar. Entro a

la habitación de la casa vacía. Como siempre y como un signo de vida, o una compañía, veo la lucecita

roja de la radio de onda corta encendida. (Toma el micrófono) Atento Lagarto... aquí estalactita...

Conteste lagarto... Adelante lagarto, cambio...

Pausa.

VOZ EN LA RADIO-. Adelante estalactita...

MARÍA-. ¿Lagarto?

VOZ EN LA RADIO-. Afirmativo. Adelante, cambio.

MARÍA-. Por fin. Ésta es la carne alimenticia del milagro: la de estar en un lugar, en una patria, el

día que nos descubrimos, que nos encontramos.

VOZ EN LA RADIO-. Repita estalactita, cambio.

MARÍA-. Tal vez suene a algo ‘de otro lado’. Necesito hacer una declaración completa.

VOZ EN LA RADIO-. Estoy grabando.

María cuenta la historia que sabe. Efecto de tiempo.

MARÍA-. Lo he contado en un estado de total desasimiento, que no me causa placer ni alegría,

pero que sé que es un estado que al menos servirá como prueba de verdad. Y si algún día se les da por

pensarme, ya habré vuelto a ser esa infamante indecibilidad, o esa espirituosa impenetrabilidad, que,

ingenuamente o por la calma de no ir más allá, les acomoda adjudicar a seres como yo. No haya duda,

volveré a zumbar queda, tenue cosquilleo, por detrás de sus orejas, imaginando que acaso un día
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podremos descubrirnos en nuestra plenitud, en una misma tierra. No importa quién sos. Para mí, serás

siempre ‘lagarto’...

Extiende la mano y al tiempo que apaga el interruptor de la radio, sobreviene el oscuro.

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