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La adaptación

Tomado de “La Formación del Hombre” – María Montessori


La adaptación, tal como es entendida por las teorías de la evolución, termina produciendo los
“caracteres de la especie”, que los hace diferir los unos de los otros, hasta que se fijan y se
transmiten inalterados por herencia.

En el hombre, que debe adaptarse a todas las condiciones y circunstancias del ambiente y que nunca
se fija en sus costumbres, porque evoluciona continuamente en el camino histórico de la
civilización, debe hallarse un “poder de adaptación” rápido que sustituya a la herencia en el
campo psíquico. Ahora bien, esta adaptación, aunque se haya demostrado por el hecho de que se
encuentran hombres en todas las regiones geográficas de la tierra, en todas las latitudes, en todos
los niveles desde el nivel del mar hasta el de las altas montańas, no es algo propio del adulto. El
adulto no se adapta fácilmente. O mejor, cuando están fijados en él los caracteres de la raza,
sólo vive bien en aquella región, y vive feliz sólo cuando está inmerso en aquellos caracteres
que se han fijado en él.

La adaptación del adulto que emigra, o que marcha a vivir entre pueblos de costumbres distintas,
supone un esfuerzo frecuentemente duro. Los exploradores son unos héroes, y los que viven lejos del
propio centro de su vida son unos desterrados.

En cambio, el que se ha adaptado se siente feliz solamente en su centro propio, en las condiciones
establecidas en su grupo racial. El esquimal siente la fascinación de los hielos, como el etíope siente
el atractivo de la jungla, y el que ha vivido a la orilla de los mares se ve fascinado por el océano, y los
pueblos del desierto gozan con la poesía de las distancias áridas e infinitas. El que no está adaptado
a las nuevas condiciones de la vida, sufre una violencia. Los misioneros consideran su vida como un
sacrificio.

El nińo es el instrumento que no sólo hace amar a cada uno el propio rincón de la tierra, y le hace
adherirse a las propias costumbres, sino que es también, por la misma razón, el vehículo

para pasar a través de la evolución de la civilización. Cada hombre está adaptado para su
tiempo y vive bien en él. Así como nosotros no sabríamos adaptarnos ya a un modo de vivir social
de hace mil ańos, así tampoco el hombre de hace mil ańos, que no tenía máquinas ni
rápidas comunicaciones, no podría vivir entre los ruidos y veloces movimientos de nuestro
ambiente civil, y quedaría aterrorizado ante los milagros que el hombre ha realizado con sus
descubrimientos; en cambio nosotros hallamos en este ambiente el placer, o como decimos, el
confort de nuestra vida.

El mecanismo es simple y claro: el nińo encarna en sí mismo el ambiente que encuentra y construye
en sí al hombre adaptado a vivirlo. Él vive, para realizar esta función, un período
embrionario, que es exclusivo del hombre: lo vive ocultamente, aparentemente como un ser vacío
e inerte.

Solamente hoy, después de la primera década de nuestro siglo, se ha empezado a estudiar al


nińo. Todos los que lo han estudiado han llegado a la conclusión de que los dos primeros ańos
de vida son los más importantes, porque durante ellos se dan los desarrollos fundamentales que
caracterizan la personalidad humana. En tanto el recién nacido no tiene nada, ni siquiera el poder de
moverse, el nińo de dos ańos habla, corre, comprende, reconoce las cosas del ambiente. Luego se
prolonga todavía su infancia, en la edad de los juegos, organizando sus creaciones inconscientes y
haciéndolas conscientes en sí mismo.

La vida se divide en períodos bien distintos. Cada período desarrolla propiedades que están
dirigidas en su construcción por las leyes de la naturaleza.

Si no se respetan estas leyes, la construcción del individuo puede resultar anormal o monstruosa.
Pero teniendo cuidado de ellas, con la preocupación de descubrir y secundar las leyes del desarrollo,
se pueden manifestar caracteres jamás conocidos y sorprendentes, en los que poco a poco se van
viendo las internas y misteriosas funciones que dirigen la creación psíquica del hombre.

El nińo tiene grandes poderes que nosotros todavía no sabemos utilizar.

En la civilización actual uno de los peligros más amenazadores es el ir contra la ley al educar al
nińo, y sofocarlo o deformarlo en función del error de prejuicios comunes.

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