Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
se cerraron las bóvedas de la nave central de la catedral, lo que significó para la iglesia poder
empezar a dotarse de todos los elementos litúrgicos y decorativos que hasta la fecha faltaban
o eran provisionales, tales como rejas, órganos, imágenes,… Destaca sobre todo la
construcción de la sillería del coro, también de estilo gótico. Sin embargo la obra más deseada
y a la que había que dedicar más recursos, era el Retablo mayor.
La función que se requería del mismo era, como en otras catedrales de su tiempo, la
proclamación de la Doctrina y el Evangelio, especialmente la «Gloria del Salvador» con un fin
marcadamente triunfalista y con gran despliegue iconográfico que hablase igualmente bien de
la riqueza y poder de la sede episcopal ovetense. Pero también está presente el interés
pedagógico del retablo al representar y hacer más fácilmente comprensibles a los fieles, los
diferentes sucesos de la vida de Jesucristo en los que se basa la doctrina cristiana, teniendo en
cuenta que en esa época la formación de la población, y de los clérigos también, era muy
pobre, sirviendo como apoyo visual a la predicación y la liturgia.1
El propio obispo, quien residía en la ciudad de Burgos y apenas pisó su sede ovetense, contrató
en dicha ciudad el 30 de agosto de 1511, al escultor Giralte de Bruselas que había participado
en la construcción de la sillería del coro de la catedral de Zamora, ciudad natal del obispo. En
dicho contrato se estipulaba que debían aprovecharse del ciborio entonces existente tanto las
figuras que se considerasen oportunas, como la madera del mismo.3 Las obras comenzaron en
julio de 1512, instalando Giralte de Bruselas su taller en la actual calle de la Magdalena de
Oviedo.
Giralte estaba considerado el «maestro del retablo», llevando a cabo las tareas de diseño del
mismo, supervisión y organización del trabajo, y entallador, es decir, el encargado de la
ejecución de las partes ornamentales: doseletes, cresterías, agujas y pináculos, aparte de la
obra escultórica en sí.4
En 1516 el obispo Diego de Muros contrató a Juan de Balmaseda para colaborar en la tarea
escultórica del retablo. Se le atribuye buena parte del mismo a pesar de que estuvo
relativamente poco tiempo trabajando en él.6
A finales de 1516, el cabildo catedralicio encargó la tasación de la obra a los entalladores León
Bernardo de Ferreres y Juan Álvarez para valorarla, como era costumbre entonces, uno por
cuenta del cabildo y otro por la del artista, aunque no fue hasta el 8 de mayo de 1517 cuando
el cabildo ordena el pago al artista