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“Investiguemos la Psicoterapia integracionista”

El crecimiento es un proceso de prue


 Introducción al tema

En la década de 1970, en Estados Unidos algunos estudios de muestreo entre psicólogos empiezan a
documentar el hecho de que las escuelas puristas pierden terreno (en especial, las psicodinámicas) y que la
visión ecléctica empieza a adquirir fuerza (cfr. Mahoney, 1995). Se entiende por eclecticismo a aquella postura
en donde el clínico se permite utilizar cualquier estrategia de las diferentes escuelas psicológicas con el
propósito de no confinar al paciente a un método, sino los métodos al paciente. Sin embargo, el eclecticismo
fue identificado de inmediato como una postura puramente pragmática sin un marco metodológico y teórico
científico. Eysenck (1970) se hizo eco de las críticas cuando describió al eclecticismo como: “un mejunje de
teorías, una mezcolanza de procedimientos, una ensalada de terapias y una trivialidad de actividades las cuales
no guardan ningún racional lógico entre sí” (p. 145).

Aun cuando compartamos con Eysenck nuestro escepticismo hacia el eclecticismo, este fue útil para que los
clínicos traspasaran las barreras anquilosadas que les imponía el discurso y la retórica purista. Desde esta
perspectiva, pues, el eclecticismo abrió la puerta para el movimiento integracionista que es materia de este
capítulo.

Durante las décadas de 1970, 1980 y 1990 comienza a desarrollarse un movimiento cuya propósito es explorar
la viabilidad de integrar de una manera sistemática el conocimiento psicoterapéutico y teórico que generan
distintas escuelas psicológicas. A continuación lo detallaremos.

 Aprendizajes esperados

Conozcamos ahora las capacidades y actitudes a desarrollar en este cuarto tema:

 Capacidades

 Investiga, Analiza e identifica las propuestas integracionistas y su condición aplicativa en el medio


actual de tratamiento.

 Actitudes
 Participa críticamente formulando nuevas propuestas epistemológicas.
o
Para algunos estudiantes, cualquier examen es una amenaza que los inunda de ansiedad.
Sin importar cuán duro hayan estudiado, no pueden estar seguros. No pueden relajarse.
Están convencidos de que su horrorosa ansiedad interferirá con su rendimiento. Y
usualmente sucede así. Su debilitante ansiedad frente a los exámenes puede interferir
con el entendimiento claro de las preguntas, o puede dificultar la elección de la
respuesta correcta. Independientemente de cuán brilantes sean, estos individuos casi
siempre rinden por debajo de su potencial.

Los estudiantes que presentan alta ansiedad frente a los exámenes, tienen problemas
para dormir la noche anterior al examen. El día de un “examen importante”, también
pueden presentar problemas para comer, y su tracto intestinal puede jugarles una mala
pasada. Uno de sus peores miedos es bloquearse enteramente durante el examen, y
sentirse absolutamente tontos cuando entreguen el examen, apenas comenzado.
Cuando la ansiedad se vuelve tan aversiva y debilitante, estudiantes muy talentosos
pueden abandonar sus estudios para escapar de aquello que un estudiante describió
como “un destino peor que la muerte”.

Para ayudar a estos estudiantes, hemos comparado dos tratamientos para la ansiedad
frente a los exámenes. El primero fue la tradicional desensibilización sistemática, que
combina relajación muscular profunda con imágenes de la situación de examen, que se
vuelven cada vez más estresantes. Con el tiempo, estos estudiantes aprendieron a
contraatacar las reacciones ansiosas generadas por las imágenes de la situación de
examen, con relajación muscular profunda. El segundo fue un tratamiento nuevo e
integrativo denominado desensibilización dinámica. Esta terapia combina los principios
del contracondicionamiento de la terapia conductual con imágenes de la interpretación
psicodinámica de la ansiedad frente a los exámenes.

De acuerdo a la perspectiva psicoanalítica, la debilitante ansiedad frente a los exámenes,


está originada en experiencias de la infancia temprana, en la cual los errores o fracasos
fueron experimentados con críticas y amenazas de rechazo parental, o con otras formas
que suponen pérdida de amor. Los niños que son dependientes de la aprobación de sus
padres, no son libres para resistirse contra lo que elos perciben como demandas de
perfección de sus padres. Expresar su rabia podría suponer el riesgo de castigo
corporal, abuso emocional y la posibilidad de rechazo. A medida que los estudiantes
crecen, cada examen se convierte en una evaluación de su propio valor. Cada examen
es vivido como una amenaza, que desafía los severos juicio s parentales, de que no son lo
suficientemente brilantes, buenos, cuidadosos, etc. Cualquier ambigüedad en un examen,
puede amenazarlos hasta inundarlos con cólera hacia el padre - profesor que está
esperando para hacerlos parecer malos.

En la desensibilización dinámica, los estudiantes aprendieron a imaginar vívidamente


una serie de situaciones de evaluación, en las cuales elos se equivocan, son privados de
la aprobación de sus padres o profesores, y son inundados con ansiedad y cólera que
estala, dando como resultado tanto humilación como retribución física de parte de las
figuras parentales. En esencia, esta terapia integra procesos de cambio conductual con
contenidos psicoanalíticos.

No nos sorprendimos al encontrar que ambas formas de desensibilización eran efectivas


para reducir significativamente la ansiedad frente a los exámenes. De hecho, en
términos de efectividad inmediata, no existen diferencias entre los tratamientos.
Estuvimos satisfechos de descubrir, sin embargo, que la desensibilización dinámica
permite una generalización más amplia hacia un extenso rango de situaciones de
evaluación. Con esta terapia integrativa, los estudiantes no sólo estuvieron más relajados
para afrontar los exámenes, sino que también estuvieron más relajados en otras
situaciones en las cuales sentían que estaban siendo evaluados; tales como conocer
nuevas personas, dar un discurso, tener una cita o comenzar un nuevo trabajo. Estos
estudiantes nos ayudaron a aumentar el movimiento integrativo, el cual busca métodos
innovadores, combinando procesos poderosos y contenidos apropiados de los sistemas
psicoterapéuticos tradicionales, vistos como teórica y clínicamente incompatibles.

7.1. DESARROLLO DEL MOVIMIENTO


INTEGRACIONISTA

Hacia la década de los años 70 hace su aparición una forma de ver la psicología más notable, distintos
clínicos y teóricos intercediendo por un diálogo más productivo entre diversas escuelas psicológicas que
hasta ese momento se habían mantenido firmes en justificar una postura purista y ortodoxa. Es así que
connotados clínicos psicodinámicos empiezan a bosquejar importantes razones para justificar un acercamiento
e incorporación de los aportes de las escuelas conductuales (Arkowitz y Messer, 1984). En particular, Wachtel
(1977), en un texto que se convierte en un clásico, expone de un modo
sistemático los beneficios, tanto conceptuales como prácticos de integrar los aportes de las escuelas
psicodinámicas con las conductuales. (Oblitas, 2004)

Por otra parte los psicólogos conductistas empiezan a mostrar gran curiosidad con la teoría y la práctica de los
psicoterapeutas cognoscitivos, sembrando las primeras semillas para que germinará el fruto que hoy en día se
conoce como el enfoque “cognitivo-conductual”. Es necesario subrayar que este acercamiento ha sido muy
benéfico para ambas teorías.

Así mismo, no menos importante, está el hecho de que Lazarus (1971, 1976) decide desprenderse de las
terapias conductuales y reconstruye un sistema psicoterapéutico integrativo que él denomina terapia
multimodal. Lazarus pretendió ampliar los horizontes técnicos y conceptuales del clínico brindando un sistema
comprensivo y abarcador con el cual pueda tratar a los pacientes desde parámetros conductuales, afectivos,
sensoriales, imaginerías, cognoscitivos, (Lazarus, 1992). Antes de abordarlos en forma somera, quisiéramos
dejar claro que el MI no es un tipo de terapia ecléctica. Al contrario, dentro del MI se desdeña al
eclecticismo como una postura excesivamente pragmática, con poco anclaje científico y muy rudimentaria en un
nivel teórico.

La psicoterapia integrativa es una de las escuelas psicoterapéuticas más recientes. El concepto de integrativa
alude por una parte a la síntesis completa de la teoría y por otra a los métodos de la psicoterapia en lo afectivo,
lo conductual, lo cognitivo y lo fisiológico como al resultado de la psicoterapia: la integración o la asimilación en
el interior del cliente de los aspectos de la personalidad fragmentados o fijados. En lo que respecta a este
enfoque, nos hemos centrado extensamente en el trabajo de tres de nuestros predecesores, dos hombres y una
mujer que fueron psicoterapeutas, teóricos y, a su manera, también poetas. Este prefacio nos parece el lugar
indicado para hacer público el agradecimiento y el respeto que sentimos por ellos.

Poch y Ávila (1989) afirman que la psicoterapia es un conjunto de marcos teórico-conceptuales aplicados de
carácter interdisciplinario en cuanto a sus objetivos y multiprofesional en su práctica, derivados de modelos
teóricos y de investigación de diferentes ciencias y trastornos del comportamiento y/o la inducción de cambios
estables en los diversos niveles de expresión de la conducta en orden al logro del bienestar biopsicosocial de
los individuos en la sociedad.

Kleinke (1998) propone que el objetivo de la psicoterapia debe ser el buscar soluciones a los problemas del
cliente con mayores ventajas de las que han utilizado hasta el momento. Esta última aproximación es la que
retoma la Psicoterapia Integrativa.
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La Psicoterapia Integrativa recoge objetos de estudio de muchas escuelas teóricas diferentes. Para que una
teoría sea integradora, se diferencia de una ecléctica debe filtrar los conceptos y las ideas que no son
teóricamente consistentes, para conformar un núcleo cohesivo de constructos que informan y guían el proceso
psicoterapéutico. Una revisión de la literatura de psicología y psicoterapia revela que el único concepto
consistente es el de relación (Erskine, 1989)

7.1.1. LA VERTIENTE DE FACTORES


COMUNES

Autores como Frank (1961), Lambert (1986) y muchos otros le han dado énfasis a un hallazgo producto de la
investigación psicoterapéutica. Éste consiste en que en un nutrido número de investigaciones en donde se
compara una psicoterapia con otra los resultados suelen ser muy parecidos (véanse los estudios de Elkin (1994)
y de Sloane et al. (1975) y las revisiones de Lambert y Bergin (1994)).

Se abordará a continuación el tema de los "factores comunes", en el entendido que éstos aportan una especie
de línea base que es necesario superar. Conocer al "adversario" pasa a ser esencial. A continuación de analizar
este tema, nos introduciremos de lleno al desafío de especificar las variables inespecíficas del paciente, del
terapeuta y de la relación. Si aceptamos el desafío de Arkowitz, los "factores comunes" pasan a constituirse en
una especie de línea base, a partir de la cual se puede comenzar a hablar de "factores específicos". En otras
palabras: "Los factores comunes se convierten en una especie de mínimo común denominador de las
psicoterapias. Como tales, constituyen el mínimo de lo que debe ser una buena terapia, pero no el máximo de lo
que se debe lograr" (Millón y Davis, 1999, p. 188).

Hemos visto que, en términos generales, la psicoterapia produce mejores resultados que el no tratamiento, y que
ningún enfoque tiende a superar consistentemente a los otros. Esto ha llevado a muchos investigadores a
concluir que el cambio en psicoterapia deriva de la acción de variables "inespecíficas" o bien es atribuible a
"factores comunes" compartidos por los diferentes enfoques. "Se estima que quizás el 85% del resultado de la
varianza es atribuible a factores comunes" (Strupp, 1996, p. 1022). Por otra parte se ha sostenido que la mayor
parte del resultado de la terapia se debe a factores pre-existentes en el cliente, tales como la motivación al
cambio, etc. Factores personales del terapeuta darían cuenta de la segunda mayor porción del cambio, con las
variables técnicas llegando en un distante tercer lugar. "Esto no quiere decir que las técnicas sean irrelevantes
sino que su poder de cambio es limitado cuando son comparadas con la influencia personal" (Lambert y Bergin
1994).
En u n sentido estricto no es efectivo que el poder de cambio de las técnicas sea limitado en comparación con
los "factores comunes". Lo que sí ocurre es que muchos motivos de consulta son poco abordables vía técnicas,
por lo que la u t i l i d a d de las técnicas pasa a desperfilarse en u n amplio segmento de pacientes.
El término variables "inespecíficas" tiende a ser equívoco, al no esclarecer si se trata de inespecíficas aun
enfoque en particular o si el problema es la dificultad de identificarlas o especificarlas. Por estas razones autores
como Arkowitz (1992) y Castonguay (1993), prefieren hablar de "factores comunes" a los enfoques. Ahora
bien, si la esencia del cambio en psicoterapia fuera atribuible a factores comunes inespecíficos a un enfoque, la
pregunta siguiente se refiere a establecer cuáles serían esos factores. En el supuesto caso que los factores
comunes fueran efectivamente muy aportativos al cambio en psicoterapia, el identificarlos posibilitaría un
paso posterior que es el optimizar su modo de operar. Ya en 1936, Saúl Rosenzweig sugirió que la
efectividad de los diferentes enfoques psicoterapéuticos tenía que ver más
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con sus elementos en común que con los fundamentos teóricos, en los cuales cada enfoque estaba basado.
(Hubble, Duncan y Miller, 1999).

Es así que hace algún tiempo Frank (1982) presentó la que ha sido la formulación más aceptada de factores
comunes a los diferentes enfoques. Aisló cuatro factores supuestamente compartidos: persona ayudadora. Un
setting de sanación (healing). Un fundamento teórico, esquema conceptual o mito que aporta una explicación
plausible para los síntomas del cliente y prescribe un ritual o mito para resolverlos.
Un ritual que requiere participación activa tanto del cliente como del terapeuta y que es considerado por ambos
como medio para restablecer la salud del cliente. A estos cuatro factores precedentes Altshuler (1989) agrega un
quinto factor, que es la oportunidad para expresar emociones.
Sin embargo, no se postula que todos estos factores operen al unísono y por igual en cada paciente. Así, habría
relaciones terapéuticas más motivantes y virtudes del terapeuta más convincentes para el paciente, todo lo cual
redundará en potenciar el cambio en psicoterapia.

7.1.2. VERTIENTE DE INTEGRACIÓN


TEÓRICA

Tomando en cuenta el párrafo anterior de Shoham-Solomon, los clínicos que tienen agrado con la vertiente
de integración teórica asumen el hecho fundamental de que así como hay similitudes entre terapias, también
hay diferencias específicas entre ellas. Tales diferencias deben ser aisladas y estudiadas ya que quizá
constituyen procesos idiosincráticos y valiosos de diversas escuelas psicológicas. Por ejemplo, a un
integracionista teórico le interesaría integrar a nivel clínico y teórico la manera en que una técnica
conductual como la sobresaturación (flooding) puede, a su vez, activar contenidos y procesos inconscientes
como sueños, memorias reprimidas u otros contenidos intrapsíquicos (Wolfe, 1992). Otro ejemplo sería
el estudio del modo en que terapias dirigidas a procesos cognoscitivos conscientes se traducen en cambios
afectivos o cómo los cambios afectivos se traducen en cambios cognoscitivos (Greenberg y Korman, 1993).

El integracionista por ejemplo, se interesaría en integrar a nivel clínico y teórico la manera en que una técnica
conductual como la sobresaturación (flooding) puede, a su vez, activar contenidos y procesos inconscientes
como sueños, memorias reprimidas u otros contenidos intrapsíquicos (Wolfe, 1992).

Tal vertiente es la más común dentro del MI, la más sofisticada y, en nuestra opinión, la más valiosa, porque
no sólo facilita un diálogo ecuménico, sino que pretende acrecentar las bases teóricas, refinar nuestros
fundamentos epistemológicos y aunar esfuerzos para ir más allá de los prejuicios alfa y beta con el propósito de
realizar una verdadera integración teórica y práctica entre los aportes más contundentes de las distintas
escuelas psicológicas. Es obvio que esta tarea apenas comienza, pero sus frutos ya son plenamente notorios
(cfr. Goldfried, 1995).

7.1.3. VERTIENTE DE ECLECTICISMO


TÉCNICO
Esta vertiente pretende ser la menos teórica y está representada
por Lazarus (1992) y por Beutler (Beutler y Clarkin, 1990). La postura
que se adopta aquí es que el clínico debe hacer esfuerzos para
expandir de una manera científica, sistemática y rigurosa su acervo
de estrategias terapéuticas. Se apoyan aquellos pasos dirigidos a
que el clínico evalúe al paciente dentro de un amplio marco
multimodal y que el paciente se beneficie de recibir el tratamiento más
efectivo y eficaz para su condición emocional. La forma en que se
decide cuál tratamiento deberá elegirse no es por medio de
intuiciones o de anécdotas personales (“esto me
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funcionó antes”), sino a través del conocimiento que proviene de la investigación psicoterapéutica. (Klerman y
Weissman, 1992).

Por ejemplo, no sería sorprendente que un paciente con un trastorno obsesivo-compulsivo recibiera una
modalidad de sobresaturación combinada con prevención de respuesta, puesto que la literatura internacional
fortalece y apoya la idea de que esta terapia es muy efectiva con un gran número de esos pacientes
(Steketee, 1993). Otro ejemplo: un paciente con depresión mayor de intensidad moderada recibiría un
enfoque cognoscitivo estilo Beck o una terapia inter- personal ya que las mismas han probado ser efectivas
en estudios controlados (Haaga y Beck, 1992; Klerman y Weissman, 1992).

Por lo tanto, la idea cardinal en el eclecticismo técnico es ofrecerle al paciente una variedad de estrategias
psicoterapéuticas, provengan de donde provengan. Lo esencial es que éstas tengan una justif icación
empírica mediante estudios controlados. Tal rigurosidad implacable hacia la valoración de los estudios
controlados como guía última en el desempeño terapéutico es una diferencia sustancial entre este tipo de
clínico integracionista y el ecléctico, cuyo lema muchas veces es: “Yo uso lo que me parece que funciona”.
(Oblitas, 20004)

Por su parte, Lazarus (1976) emplea un perfil multimodal de cada paciente, de esta manera se examinan con
cuidado los aspectos conductuales, afectivos, sensaciones, imaginerías, cogniciones, relaciones interpersonales
y factores biológicos. De acuerdo con el perfil presentado, se seleccionan técnicas específicas para los
problemas concretos, lográndose una gran efectividad, al menos así lo documentan Lazarus y sus
colaboradores.(Oblitas, 2004)

La meta que se han propuesto autores como Beutler y Lazarus es ir bosquejando cuáles técnicas, con qué tipo
de estilo terapéutico, y con qué tipo de paciente son efectivas y maximizar los resultados. Curiosamente,
encaminada a tal propósito podemos mencionar la publicación de los sendos y voluminosos volúmenes de
Handbook of effective psychotherapy (Giles, 1993) y el Handbook of prescriptive treatments for adults (Hersen y
Ammerman, 1994).

Estas tres tendencias o vertientes son las que amalgaman el MI; como se ha podido apreciar, presentan
diferentes énfasis.

No obstante, esas diferencias no deben empañar el hecho de que el MI distintivamente valora y propicia el
diálogo, la exploración y la curiosidad de lo que sucede en el proceso psicoterapéutico en diferentes escuelas. Si
tomamos en cuenta que el ser humano es un ente con componentes biopsicosociales y que inherentemente
los componentes afectivos-conductuales-cognoscitivos se influyen de manera recíproca y sinérgica, entonces
podemos percatarnos de la enorme limitación que nos impone el seguir a paso firme los procedimientos de
una sola escuela psicológica. Ahí yace la fortaleza y la promesa del MI: hacerle justicia a la complejidad
multidimensional del ser humano e intentar abordarlo utilizando el análisis de multiniveles (Cacioppo y
Berntson, 1992).

7.2.
TÉCNICAS
http://www.logoterapia
.pe/enfoque-integrativ

Contrario a otros capítulos de este módulo, en donde se


presentan las técnicas que se han derivado de ciertos enfoques
o escuelas, en el MI no se han diseñado técnicas específicas
“integracionistas”. Lo que sí se ha logrado hacer es estudiar de
manera concienzuda cómo poder complementar un enfoque
o.html

psicodinámico con uno cognitivo-conductual (enfoque de


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integración teórica) o cómo escoger empíricamente determinadas técnicas para un paciente con X problema
(enfoque de eclecticismo técnico). (Oblitas, 2004)

Con el fin de que el estudiante pueda tener un mejor entendimiento de como se da este proceso y la
importancia de interponer las técnicas en un proceso integrativo, vamos a elegir el modelo de asimilación el
cual ha sido explicado con detalle por Shapiro et al. (1992). Este modelo lleva el nombre de asimilación, pues
toma sus bases de ideas neopiagetianas de las ciencias cognoscitivas. En este modelo integrativo se asume
que el paciente que acude a terapia muestra una experiencia problemática (o sea, un deseo, memoria, actitud,
sentimiento que es doloroso o molesto) la cual debe pasar por un proceso de asimilación en sus esquemas
mentales (o sea, narrativa o modelos de mundo). Por asimilación debe entenderse que esa experiencia
problemática atraviesa por una serie de etapas progresivas que van en un rango desde no poder reconocer cuál
es su problema (asimilación nula) hasta el reconocimiento de la fuente de su problema y su manejo adecuado
en un nivel conductual (asimilación total). Al llegar a este último punto, la persona debe asumir que ha vencido
o superado la experiencia problemática. (Oblitas, 2004)

A partir del modelo, se desprende que diferentes psicoterapias serán más efectivas en ciertas etapas del
proceso. Shapiro y colaboradores proponen que las terapias experienciales y psicodinámicas trabajarán mejor
si la persona no ha asimilado casi nada del problema y ni siquiera entiende el porqué de sus síntomas y
reacciones. El propósito con este tipo de persona es irla trasladando terapéuticamente desde el punto de no
tener percepción hasta el punto medio, en donde el paciente ya reconoce la causa de su problema, pero aún
no sabe cómo lidiar con él. Es aquí donde Shapiro y colaboradores recomiendan el uso de técnicas
conductuales y cognoscitivas. Es decir, una vez que la experiencia es comprendida sin la necesidad de tantas
defensas psicológicas, llega el momento de intervenir aplicando soluciones racionales u ofreciéndole a la
persona acoplamientos o estrategias específicas que le faciliten la asimilación total del problema. (Oblitas, 2004)

Dentro de este modelo, puede ser que un paciente entre en terapia con una buena percepción de su
problema. En este caso, no sería necesario destacar tanto las estrategias psicodinámicas, pero sí las
conductuales-cognoscitivas. Por el contrario, si la persona llega a terapia y emplea de manera preponderante
mecanismos defensivos primitivos que no le permiten entender lo que sucede, ello implicará que al inicio las
terapias deben ser psicodinámicas. Por lo tanto, cada paciente puede ser ubicado en el cuadro A y, de
acuerdo con eso, trabajar según sus necesidades (Oblitas, 2004).

Oblitas (2004) nos cuenta el caso de su consultorio privado que ejemplificará el uso de este modelo. El señor S,
de 27 años de edad y estudiante universitario, acudió al consultorio referido por otro psicólogo. A través de
diversos instrumentos diagnósticos y observaciones clínicas se hizo evidente que el señor S presentaba un
cuadro de fobia social generalizada y un trastorno de personalidad de evitación. De manera secundaria, este
paciente se quejaba de síntomas depresivos y minusvalía.

Al evaluar su diagnóstico, decidió de inmediato involucrarlo de lleno en un programa de terapia cognitivo-


conductual. El objetivo se dirigía a que empezara a identificar y enfrentar todo un andamiaje de creencias
disfuncionales e irracionales las cuales lo cohibían en forma señalada. Por ejemplo, en un diario que el propio
paciente comenzó a llevar, identificó una experiencia muy ansiógena. Estaba en la biblioteca pidiendo un
libro de referencia. En lo que esperaba, una muchacha muy atractiva se colocó al lado de él y le sonrió.
Este evento fue interpretado de inmediato con pensamientos automáticos como “se está burlando de mí”,
“todo el mundo me ridiculiza”, etc. El señor S se sintió tan mal, que comenzó a temblar y no le pudo contestar
el saludo a la joven. Su diario reflejaba que sucesos totalmente inocuos como ése eran muy amenazantes para
él.
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A lo largo de 4 meses de terapia, el señor S no tuvo ningún adelanto terapéutico. Sí identificaba algunas de
sus reacciones disfuncionales, pero no lograba entender por qué le sucedía todo esto. Nuestro enfoque,
anclado en premisas cognitivo-conductuales, no le impactaba a nivel clínico. Luego de 12 sesiones de terapia, el
señor S nos comunicó que no regresaría a las mismas. Recordamos que nos lo informó con mucha pena y
llanto. No logramos persuadirlo de que insistiera con las psicoterapias.

Si usamos el modelo de Shapiro y colaboradores podríamos ubicar con facilidad al señor S en la etapa 1 o 2,
con muy poca percepción de sus dinámicas internas y con muchas resistencias a saber. Sin embargo, en aquel
momento, decidimos trabajar con él ubicándonos en la etapa 6. Según este modelo integracionista, esto sería
un error ya que el paciente no había asimilado lo que significaban sus síntomas ni se exploró su contenido
dinámico y experiencial. Casi dos años más tarde, y sorpresivamente para nosotros, el señor S volvió a
nuestra consulta. En esta ocasión, lucía muy desmejorado y mucho más deprimido. Su fobia social parecía
intacta. Esta vez, optamos por seguir el modelo de asimilación. Por lo tanto, comenzamos con un tipo de
terapia que combinaba aspectos experienciales y psicodinámicos. En primer lugar, iniciamos identificando
cómo la relación con sus padres incidía en su configuración de personalidad. Ambos padres siempre habían
sido muy autoritarios y dominantes. Desde pequeño, se le alejó de los juegos de otros niños ya que sus padres
deseaban convertirlo en un intelectual. Y lo habían logrado en cierta forma ya que el señor S se graduó con
honores de la universidad. Introyectó diversos mensajes como “los padres siempre van primero que todo”, “lo
principal es hacer felices a los padres”, “todo lo tienes que hacer perfecto”, “lo peor y más abominable que hay
en el mundo es tener un mal hijo”, entre otros.

En terapia, el señor S empezó a crear una percepción entre sus síntomas e inseguridades actuales con los
conflictos no resueltos que tenía con sus padres. Por un lado los quería, pero por otro, los odiaba, los
aborrecía. Al darse cuenta de estas conexiones, comenzamos a utilizar modalidades experienciales y afectivas:
la silla vacía, la redacción de cartas con fuerte contenido afectivo a sus padres por lo decepcionado que se
sentía y tratar de ponerse en contacto con sus sentimientos sin sentirse culpable. En 10 sesiones, el señor S
principió a conocer aspectos de él que desconocía y, por primera vez en muchos años, a sentirse mucho más
cómodo consigo mismo y menos culpable contradiciendo a sus padres. Esto nos ubicó en las fases 4 y 5 del
modelo integracionista de Shapiro, en donde las asignaciones conductuales tienen más sentido para el
paciente y las lleva a cabo con menos resistencia. Al preguntarle recientemente por qué antes no había
mejorado y ahora sí lo había hecho, nos confió: “Antes yo no sabía qué tenían que ver esas asignaciones
conmigo. Entendí que era un fóbico social y que mis sentimientos eran irracionales, pero esto no me
aliviaba. Esta segunda ocasión me he descubierto yo mismo. Ahora es que logro entender por qué durante
gran parte de mi vida reaccionaba como lo hacía”. Al momento de escribir estas líneas el paciente continúa en
psicoterapia, demostrando mejorías adicionales.

7.3.
APLICACIONES

La terapia integrativa ha sido expuesta como eficaz en un gran número de síndromes y problemas emocionales.

7.3.1. PACIENTES CON TRASTORNO LIMÍTROFE DE PERSONALIDAD


(TLP)
http://psicologiaymente.net/clinica/trastorno-limite-de-

Marsha Linehan et al. (Heard y Linehan, 1994; Linehan,1993) han


presentado con sumo detalle un programa integrativo para este
la-personalidad-tlp#!

difícil y desafiante trastorno de personalidad. Recordemos que


el paciente con TLP suele caracterizarse como muy impulsivo,
con cambios anímicos rápidos, y reporta un gran vacío
existencial y abundantes y frecuentes actos o gestos suicidas y de
automutilación (Gunderson, Zanarini y Kisiel, 1995). El grupo de
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Linehan aplica diversas estrategias de distintas escuelas en el tratamiento del paciente limítrofe. Linehan hace
hincapié en lo siguiente: “Un aspecto importante de nuestro modelo es que la adopción de estas estrategias
debe estar apoyada de manera empírica y ser guiada por una teoría que hemos llamado dialéctica y
biosocial. Nosotros no abogamos por la combinación de técnicas sin que haya antes una integración teórica”.
(Koerner y Linehan, 1992, p. 440).

En este modelo se toman como base las premisas del aprendizaje social en el sentido de que gran parte de las
conductas desviadas o problemáticas se interpretan como deficiencias o excesos conductuales. Esto lleva a
Linehan a insistir en su tratamiento en que el paciente logre incrementar conductas adaptativas, que hasta el
momento no había emitido por no encontrarse en su repertorio de conductas. Por lo tanto, Linehan apunta
que estos pacientes demuestran deficiencias en habilidades interpersonales lo que, a su vez, trae como con-
secuencia estilos de solución de problemas que suelen ser impulsivos, dañinos e inefectivos. (Oblitas, 2004)

Otra de las bases de este modelo integrativo funda sus raíces en aspectos biosociales. Linehan entiende que
la patología medular del TLP posee una labilidad emocional crónica. Esto es importante ya que el control del
coraje es una característica esencial del TLP. Esta labilidad y descontrol emotivo vulnerabiliza al paciente a
presentar una predisposición fisiológica que, además, se traduce en volverlo hipersensible a estímulos
emotivos (regaños, críticas), en responder de manera exagerada a los mismos (rabietas, corajes intensos,
automutilaciones) y en tardar considerablemente en regresar a un estado base de funcionamiento óptimo.
(Oblitas, 2004)

Otra base sustancial de este modelo es que integra la idea de lo decisivo del desarrollo evolutivo de la
persona. Hoy sabemos que las personas con diagnóstico de TLD casi siempre tienen un historial extenso de
abuso sexual, físico y negligencia en la niñez. Linehan apunta que estos ambientes tienden a generar y
exacerbar vulnerabilidades emotivas y dificultades en conseguir modular las emociones. En un ambiente en
donde la experiencia interna no se valida, los padres tienden a minimizar o pasar por alto el sufrimiento
interno del niño. Al contrario, se le envían mensajes de que no sienta lo que está sintiendo, lo que trae como
consecuencia que la persona no aprenda a modular sus sentimientos y sus emociones. Al no asimilar esta
importante tarea, el niño va aprendiendo que sólo escalando la expresión emocional de sus necesidades se le
atiende. (Oblitas, 2004)

Por lo tanto, el enfoque de Linehan puede ser ubicado dentro de la vertiente integracionista teórica del MI,
ya que se nutre de diversos discursos teóricos y niveles de análisis. Asimismo, integra los recursos y técnica s
más reconocidos en un nivel empírico de manera secuencial. Los datos empíricos que han presentado
Linehan y colaboradores sobre la eficacia de esta modalidad terapéutica son sorprendentes (Linehan et al.,
1991, 1993).

7.3.2. TRASTORNOS
DISOCIATIVOS
http://www.portalesmedico

La disociación como constructo psicológico ha regresado con


s.com/publicaciones/artic

toda fuerza al vocabulario cotidiano del psicólogo y del


psiquiatra. Repelido del discurso psicológico por el énfasis en
procesos puramente observables durante las décadas de
5/1/Trastornos-disociativos.html

1920 a 1970, hoy día existe un interés saludable en dichos


procesos (véanse los excelentes volúmenes de L ynn y Rhue,
1994; Klein y Doane, 1994; Spiegel, 1994; Crabtree, 1993).
les/436

La disociación puede definirse como un proceso en el cual la


persona experimenta alteraciones en su memoria, identidad
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y conciencia, lo que, a su vez, propicia una desintegración de distintas subestructuras que componen lo que
experiencialmente llamamos “conciencia”. Estas alteraciones se convierten en reacciones psicopatológicas
cuando interfieren de modo activo con el funcionamiento adecuado de una persona y comienzan a traer
complicaciones o sufrimiento en la vida de ésta. (Oblitas, 2004)

Braun (1986) y Fine (1993) han propuesto modelos integrativos de psicoterapia para pacientes con un trastorno
disociativo muy severo. Nos referimos al Trastorno de Identidad Disociada (TID) (antes llamado Trastorno de
Personalidad Múltiple). En éste, el/la paciente llega a tal grado de disociación que su yo ejecutivo no logra
monitorear algunos subsistemas de conciencia que se han desligado del control central (para un recuento de
cómo la conciencia está común nivel intrapsíquico, el terapeuta le dedica espacio a la exploración de las
circunstancias históricas y los mecanismos defensivos que dieron paso y lugar al fraccionamiento. En un
nivel afectivo, es muy recomendable que el paciente se apropie de memorias de corte emotivo (por ser
altamente traumáticas) y que canalice las mismas para que logre un procesamiento emotivo adecuado. En un
nivel cognoscitivo, debido al trauma y al abuso, tanto el paciente como sus personalidades alternas han formado
mapas o esquemas mentales muy distorsionados los cuales subyacen a su interacción con el mundo
interpersonal. Las terapias cognoscitivas son muy oportunas en esta labor pues consiguen el propósito de
dasactivar pensamientos automáticos e, incluso, visiones del mundo que sólo responden a circunstancias
extremas de abuso, pero que no son útiles en el diario vivir de la persona. En un nivel conductual, el/la
paciente con un TID casi siempre es una persona tímida y con pocas habilidades sociales. El marco
conductual puede aportar mucho en este proceso psicoterapéutico porque posibilita el uso de estrategias
específicas para que la persona sea más afirmativa, asertiva y efectiva con su medio interpersonal. (Oblitas,
2004)

Por lo tanto, el clínico integracionista puede influir de una manera sistemática y amplia en toda la gama de
complejidades que nos presenta el paciente con un trastorno disociativo. En consonancia con los modelos
biopsicosociales y de multiniveles, el puesta de diversos subsistemas o módulos que usualmente funcionan
en forma interactiva, (Hilgard, 1977).

El modelo integrativo es de gran utilidad en casos como el mencionado, ya que es usual que el paciente con
un TID sufra de alteraciones profundas en un nivel afectivo, conductual, cognoscitivo e intrapsíquico. En
una psicoterapia integrativa, el psicoterapeuta casi se ve obligado a trabajar con estos aspectos de una
manera secuencial.

7.3.3. OTRAS CONDICIONES


PSICOPATOLÓGICAS

Aunque no tenemos el espacio suficiente para detallarlas, clínicos de


inclinación integracionista han hecho incursiones interesantes en trastornos
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de ansiedad (Chambles, Goldstein, Gallagher y Bright, 1986; Scaturo,


1994), trastornos afectivos (Arkowitz, 1992) y con niños y familias (Fauber y
Kendall, 1992; Wachtel, 1994)..
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CRÍTICAS A LAS TERAPIAS INTEGRATIVAS Y ECLÉCTICAS DESDE UNA

PERSPECTIVA PSICOANALÍTICA

La terapia integrativa psicodinámica-conductual de Wachtel sólo tiene razón en la primera


parte. Su insistencia en agregar intervenciones conductuales habla a las claras de su
impaciencia con la alteración necesariamente gradual de los conflictos intrapsíquicos
históricamente situados. Si él espera seriamente que nosotros empleemos métodos
conductuales, entonces él debe demostrar definitivamente, en repetidos casos clínicos, que su
contribución agrega algo más a lo que nosotros ya logramos con terapia psicodinámica
solamente. ¡Mantén la fé original!

Lazarus es un cognitivo-conductual, puro y simple. Sus métodos son muy activos, muy
técnicos y muy alejados de los conflictos situados históricamente y las contribuciones
orientadas al insight. Él se deleita asestando golpes contra el psicoanálisis clásico en sus
escritos y seminarios. Demasiado hemos dicho ya, vean nuestras críticas a las terapias
cognitivas y conductuales para mayor detale.

DESDE UNA PERSPECTIVA CONDUCTUAL

La terapia integrativa psicodinámica-conductual de Wachtel sólo tiene razón en la segunda


parte. Su insistencia en mantener la metapsicología psicoanalítica muestra su aceptación del
sentido ineficiente de la alteración ambiental que mantiene los problemas conductuales. Si él
espera que nosotros empleemos métodos psicoanalíticos, entonces debe demostrar, en
estudios controlados, que su contribución agregue algo a lo que nosotros logramos con
terapia conductual únicamente. ¡Realiza un corte claro con la psicocharlatanería psicoanalítica!

Lazarus anticipó nuestro futuro tempranamente aumentando nuestros procedimientos


conductuales con intervenciones cognitivas. Pero de acuerdo con estándares
contemporáneos, él es un terapeuta cognitivo-conductual con apariencia de un ecléctico
técnico. Remuevan la plantila de evaluación del BASIC ID y los perfiles estructurales, y tienen
un empirista autodeclarado en la tradición del aprendizaje social. ¡Bienvenido a casa, Arnie!

El eclecticismo usualmente significa que los terapeutas mendigan, piden prestado y roban
de los sistemas de psicoterapia dominantes. Los eclécticos raramente crean intervenciones
terapéuticas o constructos teóricos nuevos. El punto en el cual son creativos, es en la
manera en que reúnen su paquete de trucos más que en la creación de conceptos nuevos
que otros puedan utilizar.

Aunque los eclécticos son eficientes empleando las técnicas de otras pers onas, elos han
levado a cabo poca investigación empírica de todas sus grandes creaciones integrativas
(Lambert, 1992; Mahalik, 1990). Se necesitan más investigaciones controladas y mayor
especificidad clínica. Aplaudimos el empuje general de combinar las técnicas más eficaces sin
considerar su parentesco teórico, pero la prueba del postre se obtiene comiendo. Continúen
cocinando, y avísennos cuando tengan algo que valga la pena consumir.

DESDE UNA PERSPECTIVA HUMANISTA

En su título y sus actos, el híbrido dividido psicodinámico-conductual de Wachtel tiene poca


consideración por las contribuciones existenciales y humanísticas. Combinar dos teorías es
apenas integrativo. Estamos abiertos a combinar teorías y métodos (por ejemplo, Goldfried,
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1982; Thoresen, 1973; Wandersman, Poppen, & Ricks, 1976), pero cualquier integración
genuina debe, indudablemente, abarcar al menos porciones de la tercera fuerza.

Para nosotros, la psicoterapia es un encuentro entre dos personas en una relación de ayuda;
para Lazarus la psicoterapia es más una iniciativa técnica. Sus clientes desaparecen en sus
presentaciones de casos, fragmentados en segmentos por el BASIC I.D. y luego reparados
en segmentos con la precisión de una intervención quirúrgica. Por ninguna parte tenemos
un sentido de la persona del cliente, de cómo los segmentos se ajustan entre elos o qué tipo
de funcionamiento constituyen como un todo (Davis, 1990). La relación terapéutica es la base
constante de nuestro trabajo, pero el “auténtico camaleón” de Lazarus suena tan válido
como un genuino farsante.

DESDE UNA PERSPECTIVA CONTEXTUAL

Cada vez que una puerta psicoterapéutica se abre, otra se cierra. Existen cambios negactivos
al servicio de la integración. Recomendando acción junto a la exploración psíquica, Wac htel
cierra alguna de las avenidas hacia significados e intenciones más profundos. Trayendo
factores cognitivos, afectivos y sensoriales a la tradición conductual, Lazarus reduce su
apelación a objetivos mesurables y contingenicas ambientales (Messer, 1992)

La integración también acarrea otro problema. Una técnica clínica no es un procedimiento sin
cuerpo que puede ser incorporado en su totalidad de un contexto a otro sin tener
consideración de su medio psicoterapéutico. ¿Puede una técnica de un sistema de
psicoterapia perder algo de su efectividad en el traslado y la transportación a otro sistema?
¿Adquiere significados e intenciones diferentes en el nuevo contexto? ¿No sería conveniente
que mucha de la investigación que apoya la eficacia de la técnica en un contexto previo sea
levada a cabo nuevamente en el nuevo contexto? Muchos contextualistas piensan que sí.
(Messer, en Lazarus & Messer, 1991).

Y finalmente, como es habitual en el caso de los nuevos movimientos, la integración en


psicoterapia está dominada por hombres y preocupada por lo empírico. Mientras aplaudimos a
Wachtel y a Lazarus por conducir terapia marital-familiar y por reconocer las fuerzas
sistémicas, hay poca apreciación de sensibilidad cultural y conciencia de género en el
movimiento integrativo. ¿Quieren la integración terapéutica? Entonces encuentren métodos
para integrar los oprimidos en los recursos saludables de nuestra sociedad. Esto resolverá
algunos problemas reales. De otra forma, ustedes estarán incluyendo únicamente teorías y
técnicas mientras excluirán grupos mayoritarios de personas.

ANÁLISIS MULTIMODAL DEL CASO DE LA SRA. C

Casos complejos tales como el de la Sra. C requieren una psicoterapia comprensiva e


individualizada. La naturaleza y multitud de sus problemas la conv ierten en candidata ideal
para un abordaje multimodal.

Comenzamos construyendo el perfil de modalidad que identifica excesos y déficits


específicos en el BASIC I.D. de la cliente. A lo largo de la terapia, retornaremos a este perfil,
que es una lista que dirige las intervenciones terapéuticas y permite la evaluación del curso
de tratamiento. Al comienzo de la terapia, la mayoría de la información del BASIC I.D. será
obtenida de la entrevista inicial y del Inventario Multimodal de Historia de Vida (Lazarus &
Lazarus, 1991) completado y devuelto por el cliente antes de la segunda entrevista. Esto da
lugar a un perfil de modalidad detalado, el cual incluirá lo siguiente:

Conducta: lavado compulsivo, no cocinar ni cuidar a sus hijos, descuido físico, tendencia
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al aislamiento, evitación de la suciedad.

Afecto. Ansiedad (especialmente en presencia de suciedad y desorden), depresión,


miedo subyacente y no expresado, miedo de ser institucionalizada, desesperanza
periódica.
Sensación: fuera de contacto con su cuerpo, nerviosismo, pánico si se le impide un
lavado o frente a la presencia de suciedad.

Imaginería: imágenes vívidas de censura y control parental, imágenes de parásitos


contaminando la familia C., imágenes de sí misma siendo hospitalizada, “volviéndose
loca” cuando no puede entablar rituales.

Cognición: pensamientos intrusivos sobre parásitos, demandas dictatoriales sobre


limpieza, perfeccionismo, pensamiento catastrófico, “Estoy desesperanzada y podría
matarme”.

Relaciones interpersonales: intentos excesivos de controlar a los demás, tensiones


maritales, evitación de encuentros sexuales, aislamiento de la mayoría de sus amigos,
alienación de sus hijos y amigos, recurrir a rituales cuando es confrontada.

Drogas-biología: probablemente fuera de estado, no menciona ejercicio regular, podría


requerir farmacoterapia para la depresión y la ansiedad.

El cuestionario de historia de vida podría también indicar que la Sra. C. se favorecería de una
terapia agresiva, orientada a la acción, que pudiera salvar su m atrimonio y evitar la
hospitalización psiquiátrica. Supongamos que su respuesta es que su primer objetivo
terapéutico es reducir su tiempo de lavado y su evitación, estrechamente relacionada con la
suciedad. Sus expresas preferencias y su perfil de modalidad (no las predilecciones
intransigentes del terapeuta o un diagnóstico global de Trastorno obsesivo-compulsivo)
facilitan un plan personalizado y estrategias inmediatas de tratamiento.

Cuando un cliente como la Sra. C experimenta problemas en casi todas las esferas de
funcionamiento, mientras más modalidades la terapia pueda impactar, más positivo y eficiente
resultará el resultado. Con trastornos tan incorporados, es poco probable que la Sra. C. pueda
recobrar su nivel de funcionamiento premórbido sin un programa de tratamiento ampliamente
personalizado.

¿Por dónde empezar? Por el problema en donde el cliente acuerda alta prioridad y para el cual
tengamos intervenciones que hayan demostrado ser efectivas. La investigación indica que sus
problemas afectivos, de imaginería y conductuales producidos por parásitos y suciedad
pueden ser mejor tratados con una combinación de prevención gradual de respuesta y
desensibilización sistemática seguidos de desensibilización en vivo. Primero, la Sra. C. será
entrenada en relajación profunda que ella pueda aplicar durante sus momentos ansiosos.
Ela puede practicar la respuesta de relajación en su casa con un casette. Una vez que esto
esté logrado, crearemos jerarquías compuestas de estímulos relacionados con la suciedad y los
parásitos. Parte de la jerarquía podría incluir, por ejemplo, imaginarse comprando una nueva
marca de ropa interior, envuelta en celofán, seguida por tocar la nueva ropa interior, luego
aproximarse a la ropa recientemente lavada, y moverse para recoger la ropa que está
básicamente limpia para ser utilizada. La Sra. C. estará en condiciones de aproximarse a la
ropa interior sucia y limitar su lavado a una sola vez luego de que su ansiedad no esté más
elicitada porque ha sido contra - condicionada por la desensibilización. Con este nuevo
descubrimiento y la respuesta de relajación a su disposición y con un incremento de
confianza en el control de su conducta, ella comenzará, paso a paso, a reducir el monto de
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tiempo que utiliza en su ducha diaria.

Habiendo reducido bruscamente su ansiedad y sus concomitantes rituales, avanzamos


sobre sus cogniciones irracionales. La investigación disponible y las preferencias de la Sra.
C. indican la reestructuración cognitiva y la tradición racional emotiva como el tratamiento de
elección. Un libro de autoayuda destinado a identificar y debatir distorsiones cognitivas, como
Don’t Believe
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It for a Moment: 40 Toxic Ideas That Are Driving You Crazy (Lazarus, Lazarus & Fay,
1993), podría ser recomendado como tarea entre sesión y sesión. La baja autoestima de la
Sra. C. y sus déficits de asertividad podrían sugerir una relación terapéutica con una postura
más de contención, gradual y colaborativa que la que Ellis emplearía.

Luego de varios meses de trabajo duro de una o dos sesiones por semana, la Sra. C. estaría
comenzando gradualmente a aliviarse cognitiva y conductualmente. Pero sus otras
modalidades todavía están impedidas, y nosotros probablemente las abordemos
simultáneamente, pero, por supuesto, teniendo en cuenta las preferencias y expectativas del
paciente. Su escasez de sensaciones sensuales y su evitación del sexo pueden ser mejor
tratadas con una focalización en sensaciones, seguida de pasos progresivos de terapia
sexual. La información didáctica, quizás bajo la forma de lectura de libros de Master y
Johnson, podrá ser utilizada para contrarrestar los mitos que ela ha heredado de sus padres.
Parte de la terapia sexual tendrá lugar en sesiones maritales conjuntas, las cuales también
permitirán abordar su estilo controlador en las interacciones familiares. Podemos
experimentar con entrenamiento familiar en asertividad, para ayudar a los otros miembros
de la familia a frenar las demandas poco razonables de la Sra. C y también para ayudarla a
ela a expresar su frustrac ión más directamente.

Dependiendo de sus respuestas a las intervenciones anteriormente mencionadas, por


supuesto que consideraríamos la posibilidad de incluir medicación antidepresiva, la cual ha
sido encontrada útil por la investigación para muchos pacientes que sufren de problemas
similares. Esto es especialmente cierto si ella es incapaz de aprender relajación profunda o
responder a la terapia cognitiva.

La terapia multimodal, entonces, apunta a combinar las intervenciones psicoterapéuticas,


didácticas y farmacológicas más eficaces disponibles para este paciente en esta situación.
Tratamos de impactar a lo largo de las modalidades para ayudarla a adquirir una variedad de
modos constructivos de responder. Si la Sra. C. se desensibiliza a si misma contra la suciedad,
aprende a utilizar la respuesta de relajación y el pensamiento realista como alternativas,
confirma a sí misma su rabia, se brinda placer a sí misma y a su esposo, gradualmente
retornará a una vida más satisfactoria. En lugar de rumiaciones obsesivas favorecidas por
meditaciones psicoanalíticas, ella desarrolará un funcionamiento más sano dirigido por
intervenciones multimodales activas.
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Preguntas de análisis

Las siguientes preguntas te ayudarán a reflexionar sobre tus propios saberes, es un ejercicio recomendado para
razonar e identificar nuestro esfuerzo intelectual, la finalidad es regular nuestras acciones y procesos mentales:

1. ¿Quién fundó la teoría integracionista?


2. ¿Qué se hace en la terapia integracionista?
3. ¿Cuál es el objetivo de la psicoterapia integracionista?

Lectura de análisis N° 07

T eo rí a in tegr acioni sta

La Terapia Integrativa, creada por Richard Erskine, es una psicoterapia que unifica
diferentes técnicas para tratar a la persona integralmente en el plano afectivo, conductual,
cognitivo y fisiológico, incorporando también la dimensión espiritual de la vida.

La Psicoterapia Integrativa combina e integra sistemáticamente y con coherencia


herramientas de distintas terapias como la psicodinámica, la terapia centrada en el cliente,
el conductismo, la psicología cognitiva, la terapia de familia, la terapia gestáltica, las
psicoterapias corporales, teorías de relaciones objetales, y análisis transaccional todos
ellas desde una perspectiva dinámica y sistémica. Cada una de estos enfoques proporciona
una explicación parcial que se enriquece cuando el psicoterapeuta los combina
selectivamente integrándolos en su práctica.

El objetivo de la psicoterapia integrativa es facilitar que el cliente se viva a si mismo, y en


relación con los demás, en armonía y equilibrio en sus distintas etapas de desarrollo
aumentando su consciencia, alejándose del dolor y abriéndose a nuevas experiencias.

Fuente:

http://www.victoriacadarso.com/psicoterapia
s/psicologia- integrativa.html.
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