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San Agustín creía que Dios atrae a las personas hacia Él a través de Su amor. Nadie puede venir a Cristo a menos que el Padre lo atraiga primero. Esta atracción es deleitable y libre, no forzada, porque Dios atrae a las personas a través del gozo que encuentran en la verdad, la felicidad y la vida eterna que Él ofrece. Solo aquellos cuyos corazones anhelan a Dios pueden comprender esta doctrina de la atracción divina.
San Agustín creía que Dios atrae a las personas hacia Él a través de Su amor. Nadie puede venir a Cristo a menos que el Padre lo atraiga primero. Esta atracción es deleitable y libre, no forzada, porque Dios atrae a las personas a través del gozo que encuentran en la verdad, la felicidad y la vida eterna que Él ofrece. Solo aquellos cuyos corazones anhelan a Dios pueden comprender esta doctrina de la atracción divina.
San Agustín creía que Dios atrae a las personas hacia Él a través de Su amor. Nadie puede venir a Cristo a menos que el Padre lo atraiga primero. Esta atracción es deleitable y libre, no forzada, porque Dios atrae a las personas a través del gozo que encuentran en la verdad, la felicidad y la vida eterna que Él ofrece. Solo aquellos cuyos corazones anhelan a Dios pueden comprender esta doctrina de la atracción divina.
«Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae» (Jn 6, 44)
San Agustín nació en el año 354 y murió el 430. Fue obispo de
Hipona (África), pero fue un romano por su cultura. Este pensador genial nos ha legado una obra monumental de incalculable valor. Fue filósofo, teólogo, pastor de almas y hombre espiritual. Es el Doctor de la gracia y, sobre todo, el Doctor de la Caridad.
Enséñale a una oveja una rama verde: la atraes hacia ti.
Muéstrale nueces a un niño: te lo atraes. Si corre es que se siente atraído: sin tocar su cuerpo, apoderándose de su corazón, el amor lo atrae. Si a nivel de los encantos y de las delicias de la tierra, el objeto que se deja ver de los amantes los atrae -porque es una realidad que a cada uno le atrae su placer-- ¿cómo Cristo no iba a tener atractivo, cuando su Padre nos lo revela? ¿Es que existe en el alma humana un deseo más fuerte que el de la Verdad? No pienses que vas a ser atraído contra tu voluntad. El amor también atrae al alma. No nos dejemos intimidar por los que se aferran a las palabras, a mil leguas de distancia de comprender las realidades -y sobre todo las de Dios para reprochamos en las Sagradas Escrituras esta expresión del Evangelio, y para decimos: «Si soy atraído a la fe, ¿cómo puede ser libre esta fe?» Respondo: esta atracción es más que libre, es deleitable. ¿Qué significa ser atraído con delicia? Ten tus delicias en Yahveh, dice el Salmo; y te dará lo que tu corazón desea (Sal 36, 4). El corazón también conoce sus delicias, cuando el pan del cielo le es sabroso. «A cada uno le arrastra su placer» pudo decir un poeta. El placer no fuerza, y el gozo no obliga. ¡Cuánto más será atraído hacia Cristo, el que se deleita en la verdad y en la felicidad, y en la vida sin fin -cosas todas que son el mismo Cristo! ¿Tendrá cada sentido del cuerpo sus delicias, cuando el alma ha sido privada de las suyas? Si el alma no tiene sus delicias, ¿cómo ha podido decirse: Los hijos de Adán se cobijan a la sombra de tus alas, se sacian de la grasa de tu casa, los abrevas en el torrente de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz veremos la luz (Sal 35, 8-10)? Dame alguien que ame, y ese comprende lo que digo. Dame alguien que desee, alguien que tenga hambre, alguien que, en nuestro desierto, sienta el exilio y la sed, y que suspire por la Fuente de la patria eterna, dame alguien así, y ese comprende lo que digo. Pero si mi interlocutor es de hielo, no comprenderá nada. Igual que los oyentes de Cristo que murmuraban continuamente contra él. Tratado sobre San Juan XXVI.