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Auténtico, es quien hace las cosas legalmente, de manera original y certificando sus antecedentes
para dar fe de sus resultados.
Una persona auténtica, no teme de lo que pueda llegar a su vida, no teme de los resultados
porque confía y conoce lo que hace, lo que atrae.
Cuando eres auténtico, simplemente dejas de hacer lo que todos hacen, dejas de caminar regido
por paradigmas y más bien aplicas la conciencia a tu vida.
Ser auténtico no significa rechazar las enseñanzas que se pueden adquirir por lo que otros han
hecho, no significa dejar de seguir grandes ejemplos de vida y de quienes, de alguna forma,
lograron lo que nosotros queremos lograr.
Autenticidad simplemente significa vivir conscientemente, con una marca propia sobre lo que se
hacemos.
Una de las señales que nos indican que vivimos en un mundo que aspira a ser mejor, lo manifiesta
la gran cantidad de atención que muchas personas prestan al llamado de una vida auténtica. La
mayoría de nosotros aspiramos a tener carreras y trabajos significativos. Buscamos relaciones que
trasciendan los viejos roles y que sean emocional y espiritualmente satisfactorias. Cuestionamos
las voces de las tan llamadas “autoridades” que parecen superficiales, y buscamos nuevos modos
de crear comunidad. Queremos ser y estar con auténticos líderes. La palabra “autenticidad”
domina la gran mayoría de los medios de auto-ayuda y de inspiración.
Pero ¿qué significa ser auténtico en realidad? ¿Cómo discernir qué voz escuchar? ¿Y qué es lo que
nos hace ser auténticos? La palabra autenticidad puede definirse como: ser genuino o verdadero.
Ser lo que se dice ser.
En el mundo de hoy es que hay tantas voces falsas, que resulta fácil considerarlas como
“verdaderas”. ¿Cuántas veces has intentado seguir un hilo particular en tu vida, pensando o
esperando que te conectaría con tu “verdadero ser”, sólo para quedar decepcionado, estresado,
fragmentado o teniendo otras experiencias negativas? Todos nosotros tenemos un “sentido del
ser” que se encuentra basado en el hecho de identificarnos con nuestra personalidad particular.
Esto quiere decir que nuestro sentido del ser auténticos es “quien nosotros pensamos que
somos”.
Algunas recomendaciones para guiarlo en su discernimiento y orientación hacia la senda de la
autenticidad son las siguientes:
1) Si no lo has hecho ya, comienza el proceso de identificar tus aspiraciones profundas. Las
aspiraciones profundas son las que se identifican con nuestro ser auténtico, y este es un muy buen
camino para llegar a descubrirlo.
2) Busca identificar quién eres en realidad, una vez que hayas descubierto tus aspiraciones
profundas.
3) A veces escuchamos diversas voces. Mientras te encuentres discerniendo qué voz interna
escuchar, fíjate si sientes compulsión a seguir un modo particular de hacer las cosas. Autenticidad
no es necesariamente compulsión.
AUTENTICIDAD
En el ámbito del arte y de las antigüedades, la autenticidad es muy importante ya que determina
el valor de los objetos. Un cuadro pintado por un artista famoso puede valer millones de dólares,
mientras que una copia, imitación o reproducción tal vez valga menos de diez dólares. Determinar
la autenticidad de los cuadros, por lo tanto, es imprescindible. De manera similar, una persona
puede tratar de vender un manuscrito afirmando que tiene mil años de antigüedad: confirmar su
autenticidad es necesario antes de concretar la operación.
La autenticidad, por último, es una característica del sujeto que no aparenta algo distinto a lo que
es: “Cuando modificó su vestuario y su estética por sugerencia de un productor, el cantante perdió
la autenticidad que tanto le agradaba al público”.
Autenticidad
1. Definición
2. Etimología
3. Descubrir significado
5. Definición al azar
Definición
Etimología
Este vocabulario etimológicamente proviene del adjetivo “auténtico” y del sufijo abstracto “idad”
que indica cualidad de.
¿Qué es la autenticidad?
La autenticidad es ser realmente uno mismo y del todo en cada situación, se puede ver que no es
autenticidad el automatismo, es decir que se trata de algo adquirido, algo extraño a uno mismo,
aunque esté incorporado a sí mismo.
Ni siquiera la sinceridad es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al
expresarse, no engaña, que habla de acuerdo con lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta
para que la persona sea auténtica.
La autenticidad es una respuesta inmediata, directa, inteligente, sencilla, ante cada situación. Es
una respuesta que se produce instantáneamente desde lo más profundo del ser, una respuesta
que es completa en sí misma, y que, por lo tanto, no deja residuo, no deja energía por solucionar,
no deja emociones o aspectos por resolver. Es algo que, por el hecho de ser acción total, una
acción en que la persona lo expresa y lo da todo, liquida la situación en el mismo instante y genera
confianza.
La autenticidad es lo más sencillo que hay, porque es lo que surge después de que se ha eliminado
lo complejo, lo compuesto, lo adquirido.
Los contrastes entre las dos ofertas electorales deben en lo sucesivo copar la reflexión de los
venezolanos y venezolanas, en lo relativo al aspecto de la autenticidad. Chávez en persona ha
elaborado con la participación popular un programa de gobierno "El Segundo Plan Socialista de la
Nación", es el programa denominado de la patria 2013-2019, como compromiso de vida, de lucha,
de batalla y promete que su discurso de campaña se basará en los contenidos de dicha propuesta.
El liderazgo se construye a instancias del trabajo, del ejemplo, la credibilidad y la confianza, Chávez
permanentemente durante su mandato acepta la interpelación popular que le cuestiona fallas,
errores y omisiones, es decir, Chávez no elude sus responsabilidades, al contrario las afronta con
determinación.
Los logros bolivarianos son bien conocidos, la revolución ha distribuido uniformemente su acción
de gobierno entre todos los estados del país, incluyendo el Estado Guárico, en el cual se han
consolidado los procesos de avance, de manera que todos los guariqueños tienen oportunidades
en educación, salud, bienestar, cultura, turismo, recreación, deporte y aprovechamiento del
tiempo libre, servicio de agua potable y saneamiento básico, ambiente sano, prevención,
infraestructura, vivienda, empleo y desarrollo económico, justicia, seguridad y convivencia
ciudadana, fortalecimiento institucional, bajo el contexto de los planteamientos de seguridad
democrática, participación ciudadana, inclusión y generación de proyectos y programas de
desarrollo regional y local.
Ha sido posible mediante la estimulación al trabajo mancomunado en pro del interés general, con
transparencia y ética como elementos rectores de un buena dirección, logrando un Estado Guárico
fortalecido con una estructura y un tejido social avanzado cultural y deportivamente, donde se
han promovido el acceso y protección de los derechos humanos, para tal efecto, se ha garantizado
la inversión social, el empleo productivo sostenible, cooperación nacional, buscando y
garantizando el diálogo y acuerdos para una sana convivencia.
luischacinchacin@gmail.com
¿Qué es la autenticidad? ¿Es posible hoy en día, en las condiciones en las que vivimos, alcanzar ese
estado de autenticidad?
La autenticidad es ser realmente uno mismo y del todo en cada situación. Esto parece que define
ya la autenticidad, pero todavía falta esclarecer qué significa realmente ser uno mismo y del todo.
LO QUE NO ES AUTENTICIDAD
Ante todo, podemos ver que no es autenticidad el automatismo. El automatismo, sea el que sea,
por adornado que esté, está ya por definición en oposición con la autenticidad. Automatismo
quiere decir que algo está actuando en virtud de un principio de funcionamiento en circuito
ce-rrado, es decir que se trata de algo adquirido, algo extraño a uno mismo, aunque esté
incorporado a nosotros. Por lo tanto, queda fuera de la noción de autenticidad.
Tampoco es autenticidad, aunque a veces se suele con-fundir con ella, la impulsividad. Esas
personas que creen que lo auténtico es dar salida a los impulsos en el momento en que se
presentan están en un error. La impulsividad es simplemente la expresión de algo de lo que hay
dentro, pero no de lo que es más central, más esencial, sino de un aspecto o de una tendencia
desordenada. El impulso tiene una finalidad propia, pero una finalidad que satisface sólo un
aspecto de la personalidad. Por lo tanto, tampoco cae den-tro de este sentido más amplio,
profundo y completo que queremos exponer al hablar de la autenticidad.
Ni siquiera la sinceridad es lo mismo que la autenticidad. Sinceridad significa que una persona, al
expresarse, no engaña, que habla de acuerdo con lo que siente, con lo que ve. Pero esto no basta
para que la persona sea auténtica.
CARACTERISTICAS DE LA AUTENTICIDAD
La autenticidad es una respuesta inmediata, directa, inteligente, sencilla, ante cada situación. Es
una respuesta que se pro-duce instantáneamente desde lo más profundo del ser, una respuesta
que es completa en sí misma, y que, por lo tanto, no deja residuo, no deja energía por solucionar,
no deja emociones o aspectos por resolver. Es algo que, por el hecho de ser acción total, una
acción en que la persona lo expresa y lo da todo, liquida la situación en el mismo instante.
La autenticidad es la sencillez. Es lo más sencillo que hay, porque es lo que surge después de que
se ha eliminado lo complejo, lo compuesto, lo adquirido.
La autenticidad es la expresión más genuina de la liber-tad interior, libertad ésta que está en
oposición a todo con-dicionamiento, que es la expresión directa de nuestro ser más profundo,
podríamos decir más primario.
Todo esto parece un poco algo así como un sueño, en unos tiempos en que estamos viviendo en
un mundo lleno de reglamentos, lleno de obligaciones. Hoy casi no se conoce la autenticidad, e
incluso sabemos que no es posible o tal vez deseable esa autenticidad. Desde jóvenes se nos ha
educado, no tratando de que nosotros descubriéramos lo que somos en nosotros mismos, sino
valorándonos siempre en función de nuestras actividades, de nuestro rendimiento, siempre en
comparación con los demás. Tanto es así que prácticamente éste parece, a simple vista, el único
modo de conocernos: yo soy bastante honrado (bastante es un término comparativo); yo soy muy
activo, yo soy más rico, yo soy muy emprendedor. Más, menos, es decir, siem-pre en relación con
algo. En todo momento nos estamos definiendo respecto a los demás. Se nos ha dicho que un ser
humano vale lo que es capaz de hacer, vale el valor que se le da, y, como este valor depende de su
éxito, de su presti-gio, de su valoración social, esto ha hecho que nosotros, desde pequeñitos, nos
apoyemos en querer que los demás nos juzguen bien, nos valoren, en que estemos siempre
pendientes de estos esquemas de valoración social.
Y, así, organizamos nuestra conducta, nuestros valores, y estima-mos a las personas según que nos
valoren, que nos reco-nozcan más o menos. Estamos viviendo en virtud de una valoración
comparativa constante. Nunca se nos ha valora-do, nunca se nos ha educado para que nosotros
tratemos de descubrir qué somos nosotros mismos, en nosotros mismos, por nosotros mismos.
De este modo, nos sentimos satisfechos cuando nuestro valor queda afirmado, confirmado,
aceptado o recono-cido por los demás, y nos sentimos insatisfechos cuando no se nos reconoce,
cuando se nos critica. Tanto es así que, si unos nos valoran y otros nos critican, llega un momento
en que no sabemos si valemos o no; estamos a merced de nues-tra cotización social.
Y esta necesidad de aparecer de un modo, para merecer unos juicios determinados, nos aleja cada
vez más de nues-tra posibilidad de ser. Hemos de cuidar las apariencias ante los demás y ante
nosotros mismos.
Cuando uno hace algo que va en contra de su valoración exterior, uno mismo se siente
indispuesto, uno mismo se siente deprimido. Estamos tan pen-dientes de esta valoración que
hemos hecho de nosotros mismos, del yo triun-fante, del yo victorioso que, cuando algo de
nuestra experiencia contradice esa valoración, nos sentimos disminuidos; vivimos más en nuestra
idea que en la experiencia genuina que podamos tener de lo que uno realmente es. Hemos
trasladado nuestra vida desde un plano vivencial directo a un plano de inter-pretación intelectual
constante. De este modo estamos edificando un sistema de valores completamente falso,
com-pletamente artificial, que nos aleja de nosotros mismos.
Se ha llegado a decir que esto es inevitable, que esto es lo normal, lo natural, y que las cosas son
de este modo y hay que seguir el juego y nada más.
¿Cuál es la fuente, cuál es el fundamento, para que nosotros tratemos de ser auténticos, o es que
acaso somos la suma de las cosas que han ido entrando en nosotros, es de-cir, un producto del
ambiente?
Nosotros, en nuestra esencia más profunda, no somos nada de lo que viene del exterior. En
nuestro interior se encuentra esa capacidad de vivir, esa capacidad de crecer, de existir, y utilizar
los datos, los hechos, para desplegar esta capacidad que hay en nosotros.
Vamos asimilando nuestra capacidad a través del desarrollo de nuestra potencia interior, a través
de unas experiencias y unos hechos, y así transformamos un compuesto que está constituido de
nues-tra capacidad y potencialidad real, más una serie de aspectos formales, de datos, de hechos,
de modos de conducta, que hemos asimilado del exterior. Del interior surge la fuerza, el potencial;
del exterior viene la forma, los datos. Pero no hemos de confundirnos con estos datos, no hemos
de confundirnos con ese compuesto.
Este “yo” es la fuente de donde surge toda nuestra capacidad energética, toda nuestra energía
vital, toda nuestra fuerza moral. Nuestra vida es un desplegamiento progresivo de esa fuerza que
hay dentro, y lo exterior no es otra cosa que un medio para que esa fuerza se actualice, se ponga
en acción, se convierta en ex-periencia completa.
La vida no es una incorporación de fuera hacia dentro, sino, sobre todo, un desplegamiento de
dentro hacia fuera. Esto podemos comprobarlo, por-que si este desplegamiento de dentro hacia
fuera fracasa, por más que se produzcan elementos y situaciones exterio-res, no tiene lugar la
respuesta del ser vivo. Un ser vivo se caracteriza por este principio “centrífugo”, por este principio
de crecimiento que tiende a extenderse siempre a partir del núcleo.
Nuestro “yo” es la fuente de toda capacidad de conciencia, de conocimiento. Todo lo que uno es
capaz de compren-der, de entender, no le viene producido por el exterior. El exterior nos da los
datos, nos presenta los hechos, pero la capacidad de comprender la verdad que pueda haber allí
es siempre un proceso interno que surge de lo más profun-do de uno mismo; y significa una
actualización de la inteligencia.
No he-mos de confundir la inteligencia con las formas ya comple-jas, compuestas, que produce
esa inteligencia al asimilar unos datos concretos. El hecho de comprender, el hecho de entender,
viene de una capacidad interior. Por lo tanto, todo lo que somos capaces de llegar a comprender
en condiciones óptimas surge de este mismo “yo” central. Nuestra inteligencia está dentro y
necesita solamente unos estímulos, unos medios, para irse actualizando. También el “Yo” central
es la fuente de toda nuestra capacidad de goce, de satisfacción, de alegría, de paz, de felicidad.
Todo esto no es algo que nos dé el exterior, aunque nosotros lo creamos así y, en virtud de esta
creencia, lu-chemos por unos beneficios exteriores y nos sintamos desgraciados cuando estos
beneficios se frustran.
Creemos que la felicidad nos vendrá en consecuencia del éxito, de la correspondencia en el amor,
de la obtención de un cargo determinado, de lo que sea, siempre del exterior. No obstante, es
muy claro que toda nuestra capacidad de goce surge solamente cuando algo dentro de nosotros
contesta a algo externo. Es nuestra respuesta interior la que produce el goce; el exterior lo
provoca, lo despierta, lo estimula, pero no lo produce.
Los seres humanos acostumbramos confundir esto, porque nos sentimos felices cuando tenemos
una ventaja más; cree-mos que la felicidad nos la proporciona esta nueva ventaja. Y no es cierto;
no hay un nexo necesario de causa y efecto. La prueba de ello está en que muchas personas
poseen ventajas iguales o muchos mayores y no son por ello felices. No es la cosa lo que da la
felicidad; la cosa sirve de reactivo para que algo en nuestro interior responda. Siempre es nuestra
res-puesta interior lo que produce el estado de felicidad.
Debemos entender que, al hablar de este “yo”, no estamos hablando de una entelequia, de algo
sin sustancialidad, sino de algo que es la fuente de todo lo que estamos valorando en nuestra vida
concreta. Se trata de un potencial extraordinario, fantástico, fabuloso.
La autenticidad no es nada más ni nada menos que el aprender a tomar contacto con esa Realidad
Central, con este “yo” central, con esta fuente de la que estamos hablan-do, para poderla expresar
en todo momento con inteligen-cia, de acuerdo a cada situación. Cuando en un ser humano se
produce esta conexión con su centro, y puede entonces responder directamente desde allí, es el
momento en que la res-puesta es auténtica, es lo suyo, es lo más verdadero que hay en él, lo más
completo, lo más total. En ese momento es cuando uno es realmente auténtico.
Nuestra vida está hecha de acción. Acción significa ex-presión. En nuestra vida estamos
expresando constante-mente, expresamos impulsos, aspiraciones, necesidades. Nuestra vida está
hecha de un intercambio constante; este intercambio es esencial, es inherente al mismo existir.
¿Por qué, pues, no aprovechar todo esto como un medio de realización interior?
Lo que nos hace falta es aprender a expresarnos de un modo total. Hemos aprendi-do a expresar
algo, pero no a expresarnos del todo en cada algo. Es necesario que aprendamos a expresar
aquello que no expresamos, que aprendamos a convertirnos por com-pleto en expresión, porque
cuando todo uno se expresa, todo uno se objetiva y de este modo queda vacío y dispues-to para
descubrir al sujeto. Mientras uno mantenga conteni-dos dentro de sí, contenidos con los que uno
se encuentra confundido, mientras uno crea que “es” estos sentimiento íntimos, o esta historia
que le ocurrió, o estas ideas, y todo esto lo guarde constantemente para sí, como un tesoro o
como un peligro, mientras uno esté reteniendo algo dentro de sí, esto que retiene le impedirá ser
él mismo.
Sola-mente cuando soltemos todo esto -y lo soltamos cuando lo damos, cuando lo sacamos o lo
expresamos- más y más llegamos a ser “yo” de veras. La expresión disciplinada como técnica,
como es-fuerzo sistemático, es un medio directo para acercarnos cada vez más a esta Realidad
Central; pero la expresión ha de ser una expresión que abarque todos nuestros niveles, una
expresión a nivel mental, a nivel afectivo, a nivel cor-poral y a nivel espiritual.
Todo lo que está viviente en nosotros, todo lo que está diná-mico en nosotros, debemos
dinamizarlo, no debemos guardarlo, no debemos mantenerlo; todo lo que tenemos lo tenemos
para darlo, todo lo que existe, existe dinámicamente, existe para darlo, no para retenerse, no para
cristalizarse.
La vida es movimiento, es fluidez. Siempre que estamos reteniendo algo, sea lo que sea y en
nombre de lo que sea, estamos yendo en contra de la verdad de la existencia, en contra de la
verdad de uno mismo. En la medida en que uno es capaz de entregarse, de des-prenderme, de
fusionarme dinámicamente con todo, en la medida en que uno es capaz de darse del todo con
inteligencia, con plena consciencia, con pleno centramiento, en esta medida es cuando uno
empiezo a ser “yo”.
Cuando me quedo sin nada, es cuando yo soy realmente lo que soy; mientras creo ser esto o lo
otro, no soy “yo”. El camino de la autenticidad gasa por un despojamiento de lo que no es
auténtico. Mientras no demos todo lo que ha entrado, todo lo que se ha elaborado en nosotros,
no volveremos a ser “yo”, es decir, ser lo que está detrás de todo lo adquirido, detrás de todo. La
entrega total es el encuentro real con uno mismo. Es aquí donde tienen sentido esas ideas sobre la
abnegación, sobre el sacrificio: es el retornar las cosas a su sitio, devol-ver lo que no es de uno,
devolver lo que no soy “yo”.
Cuando devolvemos toda la vida, cuando lo hacemos circular todo, cuando no retenemos nada,
porque no nos confundimos con nada, entonces es cuando estamos realizando el Gran Sacrificio,
que, en realidad, no es un sacrificio sino una restitución, un volver las cosas a su sitio, un ordenar
nuevamente las cosas. En este momento es cuando “yo”, eso que soy, esa realidad que soy y se
expresa en mí, aparece de nuevo de modo claro.
Pero, mientras mantengamos un filtrado a través de nuestra mente, a nivel superficial, estaremos
constantemente juz-gando, interpretando, en función de nuestros deseos y de nuestros temores,
todas las experiencias, y así no podremos vivir de un modo completo, total, ninguna experiencia;
nos quedaremos en esquemas, en críticas, pero nunca con la verdad total de la experiencia, con la
verdad total del instante.
Esa impresión es un proceso totalmente necesario. Es lo mismo que ocurre con el proceso de
respiración en determinadas prácticas de respiración: cuando somos capaces de dejar que todo el
im-pulso vital se exprese sin trabas, entonces la expresión de este impulso produce una entrada
de aire, y esa entrada de aire nos renueva. Entonces responde todo nuestro ser a esta renovación,
es nuestra nueva respuesta, respuesta creadora en cada instante.
Pode-mos ver los problemas o el grado de realización de la persona observando la capacidad que
tiene de recepción o dé impresión; una cosa es inseparable de la otra. Cuando existe miedo en el
dar, hay también miedo en el recibir. Cuando uno se protege, se protege del todo, lo mismo que,
cuando uno tiene miedo, no puede respirar profundamente. En la vida misma, observando nuestra
dinámica natural, tene-mos el medio para realizar un trabajo de ahondamiento, de
desprendimiento, de autodescubrimiento constante de nosotros mismos.
El ejercita miento físico, la respiración, todas las prácticas que se ha-gan, son ayuda, son medios
de trabajo. Pero, cuanto más profundamente lleguemos a comprender que nuestra realización
depende de nuestra entrega total en el instante, de este abrirnos a la situación de un modo pleno,
sea cual sea la situación, tanto si son en las prácticas, como en los negocios, como en la situación
familiar, cuanto más veamos que el secreto de esta realización está en que todo “yo” me exprese
en cada instante del todo, entonces es cuando convertiremos cada momento de la vida en un
instante de trabajo, en un instante de Realización.
Hasta que llega un momento en que ya no hay que romper resistencias, porque hemos ido
sintonizando con esa dinámica que desarrolla todo cuanto existe, un momento en que ya
podemos vivir dinámicamente, pero en un silencio profundo, porque hemos descubierto que el
Silencio y la Acción Exterior son dos planos distintos del mismo Ser, un silencio profundo que lo
envuelve todo y una expresión de ese silencio que es lo que llamamos Manifestación.