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Hasta ahora, los 7,4 millones de kilómetros cuadrados por los que se extiende
la selva (equivalentes al 5% de la superficie total de la Tierra) ayudan a fijar
cada año millones de toneladas del dióxido de carbono presente en la
atmósfera, uno de los gases de efecto invernadero que están aumentando la
temperatura del planeta. Pero si su extensión se reduce, también lo hace su
capacidad para «limpiar» la atmósfera. A ello se suma la combustión de los
árboles emite carbono. «Cada árbol son cuatro toneladas de carbono
liberadas a la atmósfera, y hay que ver cuánto hubiera sido capaz de
inmovilizar de carbono a lo largo del tiempo», explica Valladares. «El
ciudadano va a tener que hacer un esfuerzo adicional para reducir emisiones,
y no va a ser despreciable», apostilla.
Aún se puede reforestar el bosque, pero las estimaciones apuntan a que
tardaría al menos veinte años en recuperar sus funciones más esenciales.
«En el Amazonas, las llamas actúan a nivel del suelo, pero esto es suficiente
para causar la muerte de árboles muy grandes hasta dos años después del
incendio. Los árboles muertos pierden sus hojas, la vegetación se vuelve más
inflamable y, si no hay nuevos incendios, llevará varias décadas alcanzar la
misma densidad (de vegetación)», dice Paulo Moutinho, investigador del
Instituto de Investigación Ambiental en la Amazonía (IPAM) consultado por la
agencia AFP. Lo corrobora Valladares: «Además, en 15 o 20 años no vamos a
estar quietos: se quemarán otras franjas y las zonas quemadas se usarán
para crear palma o alimentar el ganado».
La consecuencia inmediata del incendio, además de la pérdida de
biodiversidad, ha sido el incremento de afecciones respiratorias y alergias en
las regiones aledañas, propiciadas por el humo, las partículas desprendidas
en el incendio y el monóxido de carbono. Solo en el estado amazónico de
Acre, en la frontera con Bolivia, se han atendido a unas 30.000 personas por
enfermedades respiratorias. Pero estos componentes tienen una alta
permanencia en la atmósfera y viajan «rápido y lejos» de su foco de emisión.
«Todos los compuestos liberados los vamos a ir respirando, se suman a la
contaminación de fondo», explica Valladares.
Ríos voladores