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(1) Cfr. Lambert, B., "La problématique générale de la Constitution pastorale", en Congar, Y., y
Peuchmaurd, M., L'Église dans le monde de ce temps, Constitution "Gaudium et Spes",
comentaires du sclJi'me XlII (Paris, 1967), pp. 138-139.
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(2) El Cardenal Garrone afirma que el hombre y su condición son como el "alma" del esquema XIII.
Cfr. Lambert, B., "La problématique générale ... ", 135: "L'homme est au caeur des autres
problemes: la communauté humaine, la matiere et les temps a varai dire, ce n'en sont que des
explications. C'est le probleme du 'je' qui est le premier, celui que l'Église cherche a résoudre
d' abord, car elle sait que les autres seront ensuite en voi d' etre résolus".
(3) Esta "unidad antropológica" la podemos constatar en los siguientes textos de la Constituci6n
pastoral G. et S.: 1; 3, 1; 10, 1; 13, 1; 16, 1; 18, 1; 21, 7; 22, 5.
(4) Delhaye, PH., "La dignidad de la persona humana", en Barauna, G., La Iglesia en el mundo de hoy,
Estudios y comentarios de la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Val. 11 (Esquema XIII),
(Madrid, 1967), 313: "Por tanto, hay que leer estos párrafos en la Constitución pastoral, practicando
continuamente comparaciones con la filosofía, por una parte, y con el dato revelado, por otra". '
(5) Podemos constatar esta "unidad cristológica" en los siguientes textos de la Constitución: 1; 2, 2; 3,
1-2; 13,2; 21, 5; Y de una manera especial en los números 10 y 22.
LA ANTROPOLOGIA EN LA GAUDlUM ET SPES 281
Este tema del hombre, "imagen de Dios", ha sido muy elaborado en la teología
católica, en especial desde el punto de vista bíblico (6). Encontramos, además, otras
expresiones correspondientes al hombre como "imagen de Dios", tales como el hombre
"icono de Dios" y "rostro de Dios" (7).
Dios es el autor del ser del hombre, de allí le proviene su dignidad y su vocación
específicas. El hombre, por pura gracia, de manera gratuita, ha sido llamado a ser "hijo
de Dios", y en esto consiste la dignidad del hombre y su más alta vocación. El hombre
ha sido creado "por" Dios, "en" Dios y "para" Dios. Es propio de su vocación el ser
una apertura, una llamada, una capacidad para Dios. Se trata de una "vocación integral"
que abarca todo el ser del hombre y toda su realidad histórica. Desde la creación se ha
dado una relación connatural entre el hombre y Dios, por lo cual el Concilio se refiere a
la "divina semilla" que se esconde en el hombre y de la cual procede su altísima
vocación (Cfr. G. et S., 3, 2).
Como Cristo es la manifestación plena de Dios, entonces, desde la creación fui-
mos llamados a reproducir la imagen de Cristo. Es decir, el misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo Encarnado (Cfr. G. et S., 22, 1).
La Constitución nos presenta al hombre como "imagen de Dios", desde tres
aspectos muy relevantes: primero, el hombre es centro y cima de todos los bienes de la
tierra; segundo, ha sido creado con capacidad para conocer y amar a su creador, y
tercero, es un ser social.
La G. et S., reconociendo que este tema del hombre como "imagen de Dios" ha
sido tratado por la Sagrada Escritura y por los Padres de la Iglesia (8), se refiere a él
fundamentalmente desde el análisis de dos textos: Gen 1, 26-27 Y Ps 8, 5-7. Y, en
relación con ellos, a otros dos: Sap 2, 23 Y Eclo 17, 3-10, llegando a las siguientes
conclusiones:
(6) Acerca del concepto bíblico del hombre como "imagen de Dios" y el sentido de esta expresión, se
ha escrito mucho. Señalamos algunas referencias que son de interés: SPICQ, C., Dieu el l'homme
selon le Nouveau Testament (Paris, 1961), 179-214; Dubarle, A.M., La Conception de l'homme
dans l'Ancien Testament. dans "Sacra Pagina", vol. 1 (Paris-Gembloux, 1959),522-537; Geraldon,
B. de, "L'homme 11 l'image de Dieu", en Nouvelle Revue Théologique (1958), 683-695; Vriezen,
Th.C., "La création de !'homme selon I'image de Dieu", dan s Outtestamentische Studien. 2 (1943),
pp. 87-105.
(7) Cfr. Tillad, J.M.R., "La Iglesia y los valores terrenos", en Barauna, G., La Iglesia en el mundo de
hoy (Madrid, 1967), 267: aquí encontramos una bibliografía muy completa sobre el tema el hombre
"icono de Dios". Sobre el tema el hombre "rostro de Dios", nos podemos referir de manera más
concreta, además de algunas referencias bíblicas, a la Lumen Gentium (50, 2 Y 2, l donde cita a
Rom 8,29).
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Una de las preocupaciones del Concilio es presentar la realidad humana como una
unidad, como una síntesis en la cual se conjugan todos los seres del universo y en la
cual el hombre se siente comprometido con toda la realidad como un "todo orgánico".
El hombre es una unidad en sí mismo, es una "síntesis", un "microcosmos". Es
una ventana a través de la cual se divisa el universo entero. Esta comprensión del
hombre posee los elementos que en los siguientes puntos destacamos.
(8) Con relación a algunos estudios de antropología patrística y del tema de la "imagen de Dios" tratado
por ellos, podemos indicar los siguientes: Orbe, A., Antropología de San Ireneo (Madrid, 1969); G.
von Rad, "Linee di antropologia veterotestamentaria", in Temi di antropoloRia biblica, pp. 5-45;
Grossi, V., Lineamenti di antropologia patristica (Roma, 1983); Hamman, A.G., L'homme image de
Dieu. Essai d'une anthropologie chrétienne dans I'Église des cinq premiers siecles (Paris, 1987);
Crouzel, H., ThéoloRie de l'imaRe de Dieu chez Origene (Paris, 1956).
(9) Cfr. Setien, J.M., "La comunidad humana", en Herrera Oria, A., Comentarios a la Constitución
"Gaudium et Spes" sobre la Iglesia en el mundo actual (Madrid, 1968), pp. 222-223. '
(la) Cfr. Ladaria, L.F., Introduzione al/a antropoloRia teologica (Casale Monferrato,1992), p. 56.
(\ 1) Cfr. Setien, J.M., "La Comunidad humana ...", pp. 228-229.
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"En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición corporal, es una síntesis del
universo material, el cual alcanza por medio del hombre su más alta cima y alza la voz para la libre
alabanza del Creador" (G. et S.. 14, 1).
A través del cuerpo el hombre entra en comunión y diálogo con los demás hom-
bres. El cuerpo del hombre, como lo sostiene la antropología contemporánea, no es algo
que el hombre sólo "tiene" como los animales, sino que, a diferencia de ellos, el
hombre "es" su propio cuerpo (14). El hombre es una unidad.
(12) Cfr. Delhaye, Ph., "La dignidad de la persona humana", en Barauna, G., La Iglesia en el mundo de
hoy (Madrid, 1967), p. 314: El Concilio ha tenido una verdadera victoria contra el dualismo
neoplatónico. Según Platón. el cuerpo y el alma no sólo son yuxtapuestos sino opuestos. El cristia-
nismo, por el contrario, afirma claramente que se trata de un "todo orgánico", en el cual la realidad
humana cuenta tanto con el cuerpo como con el alma. El pensamiento cartesiano también es
dualista, pues Descartes enseña que el cuerpo y el alma son dos cuasi sustancias paralelas.
(13) Los estudios de la Sagrada Escritura han llegado a comprender que cuando en ella se utiliza el
término "carne" (basar, sarx) está designando al hombre en su integridad, y cuando se refiere al
"espíritu" (ruaj, pneuma) lo hace también en relación con todo el hombre que ha recibido la vida,
que ha sido creado por el soplo de Dios. (Cfr., respecto a los términos sarx y pneuma, los siguientes
estudios: Kittel, G. y Friedrich, G., Sarx, en Theological Dictionary of the New Testament, vol. VII
(Michigan, 1979), pp. 98-151; Pneuma, vol. VI (Michigan, 1979), pp. 332-451. Y también Seebass,
H., "Carne (sarx)", en Diccionario teológico del Nuevo Testamento, vol. 1 (Salamanca, 1990), pp.
227-233; Kamlah. E., "Espíritu (pneuma)", en Diccionario teológico del Nuevo Testamento, vol. Il
(Salamanca, 1990), pp. 136-147.
(14) Cfr. Gevaert, J., El problema del hombre, Introducción a la antropología filosófica (Salamanca,
1991), pp. 27-145, Cap. 1: "Dimensiones fundamentales de la existencia humana" (ver allí concreta-
mente lo que se refiere a la existencia corpórea del hombre").
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(15) Cfr. Delhaye, Ph., "La dignidad de ... ", p. 314. Es muy iluminador el comentario que hace a estos
términos el Diccionario teológico del Nuevo Testamento. vols. 1-I1 (Salamanca, 1990), "concien-
cia"; 286-291; "corazón"; 339-341; "espíritu"; 136-147. Además, San Pablo en su visión
antropológica utiliza indistintamente la conciencia y el corazón refiriéndose a la interioridad del
hombre por medio de la cual se relaciona éste con Dios. (A este respecto, podemos analizar el texto
de I Tes 5. 23 Y los comentarios de Riagux, B., Les Epftres aux Thessaloniciens (París, 1956), pp.
594-600, quien resume buena parte de la antropología paulina.)
(16) Cfr. Juan Crisóstomo, Homilía VII/. "Sobre el Génesis" (Paris s.f., ed. Bareille), vol. 7, p. 97.
(17) Cfr. Heidegger, M., El Ser y el tiempo (Madrid, 1980), pp. 11-50: "Introducción: Explicación de la
pregunta que interroga por el sentido del ser", donde nos plantea que el hombre (el dasein, el "ser-
ahí") es el único ente abierto a la realidad del ser, precisamente porque en su interior, de una manera
sintética, se encuentra la más profunda realidad del ser. La expresión típica de Heidegger es que el
hombre es el "pastor del ser", lo cual significa que él tiene en sus manos el poder de preguntarse y
responderse o, por lo menos, iluminar el sentido del ser.
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"La conciencia es el núcleo más secreto y sagrado del hombre, en el que éste se siente a solas con
Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla" (16).
Dice, además, que Dios ha escrito en el corazón de todos los hombres una Ley
(Rom 2,14-16) (19), que les permite ponerse de acuerdo en la solución de muchos
problemas de la vida individual y social. La conciencia humana no crea una moral sino
que percibe normas objetivas fundadas por Dios. Pío XII afirma que "la conciencia es
la voz de Dios en el santuario del hombre" (20).
Estas normas objetivas que todo hombre percibe en su conciencia, tienen para el
cristiano su expresión máxima en la caridad (Mt 22, 37-45; Gal 5, 14). El amor es el
principio rector de la conciencia, a través del cual ella se orienta hacia Dios como a su
fin. En la obediencia a esta ley del amor consiste la dignidad humana (Cfr. G. et S., 16,
(18) Delhaye, Ph., "La dignidad de ... ", p. 315: "En términos breves, pero claros, el Vat. II restaura la
conciencia en su plena luz cristiana; con San Pablo evoca su doble dimensión, la de la naturaleza y
la de la gracia". El tema de la conciencia había sido normalmente olvidado o relegado al campo
puramente jurídico y especulativo.
(19) San Pablo se expresa en los siguientes términos: "En verdad, cuando los gentiles, guiados por la
razón natural, sin ley, cumplen los preceptos de la ley, ellos mismos, sin tenerla, son para sí mismos
ley. Y con esto muestran que los preceptos de la ley están escritos en sus corazones, siendo testigo
su conciencia y las sentencias con que entre sí unos y otros se acusan o se excusan. Así se verá el
día en que Dios por Jesucristo, según mi evangelio, juzgará las acciones secretas de los hombres"
(Rom 2, 14-16).
(20) Pío XII, Radiomensaje (23-I11-1952). (AAS 1952, 272).
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1). Cuanto más el hombre se aparte del pecado, más cerca se encuentra de su dignidad.
Quien se aleja de la verdad y del bien se aleja de su propia dignidad.
"La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al
hombre en manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhi-
riéndose a éste, alcance la plena bienaventurada perfección" (G. el S.. 17).
"Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de forma depravada, como si fuese pura licencia para
hacer cualquier cosa, con tal que deleite, aunque sea mala" (G. el S.. 17).
"La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección,
es decir, movido e inducido por convicción interna personal y bajo la presión de un ciego impulso
interior o de la mera coacción externa" (G. el S.. 17).
3.1. El pecado
Por el pecado el hombre establece una ruptura no solamente con Dios, sino
también consigo mismo, con los demás y con toda la creación en la cual ha sido
colocado por Dios desde su origen.
El pecado es una "autoafirmación" del hombre que conlleva un desplazamiento
de Dios del lugar que le corresponde dentro de la vida humana. Por el pecado el hombre
está abusando de su propia libertad y llega a "levantarse contra Dios y a pretender al-
canzar su propio fin al margen de Dios" (G. et S., 13, 1).
El pecado es un "aislamiento del hombre", es la negación de la compañía y la
presencia de Dios en la vida del hombre. Queriendo suplantar a Dios, el hombre coloca
su yo y sus intereses por encima de la realidad divina y de la meta que el mismo Dios le
ha colocado en medio de la creación. El hombre, por el pecado, se hace esclavo de sí
mIsmo.
El pecado tiene sus raíces en el corazón del hombre. Los desequilibrios del
mundo, dice el Concilio, tienen sus raíces en el corazón humano donde hay un
desequilibrio permanente y fundamental (Cfr. G. et S., 10, 1). Un desequilibrio que lle-
va dos nombres: contingencia y pecado, los cuales son el origen de todos los
desequilibrios y miserias del hombre frente a Dios.
El Concilio tomó una posición equilibrada entre la condición pecaminosa del
hombre y la acción misericordiosa de Dios, siendo muy fiel a la Sagrada Escritura y a
la Tradición (21), pero de todas maneras concluye diciendo que el pecado es silenciar la
voz de Dios en la conciencia del hombre.
Toda la vida del hombre, individual y colectiva, es una lucha dramática entre el
bien y el mal. El hombre no es capaz de dominar por sí solo los ataques del mal, se
siente como entre cadenas, las cuales sólo podrán ser destruidas cuando el hombre se
abra a Dios y reconozca el lugar que le corresponde en su propia vida y en toda la
historia.
Es necesario que el hombre tome conciencia de su pecado y del estado de degra-
dación, de desgarramiento y de división en el cual se encuentra, e igualmente debe
hacerse consciente de la bondad y la misericordia de Dios, la cual ha sido otorgada a
(21) Cfr. Mouroux, J., "Silualion el Signification du Chapilre 1: Sur la dignilé de la personne hurnaine",
en Congar, Y., y Peucharnaurd, M., L'Église dans le monde de ce lemps. Conslilulion paslorale
"Gaudium el Spes", vol. 2: cornrnenlaires (Paris, 1967), p. 237.
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todos los hombres a través de Jesucristo (Cfr. Rom 3, 21-26; 5, 1-2), quien se convierte
en el "nuevo Adán".
La encarnación y la redención conducen a la liberación del hombre del pecado.
Dios se ha hecho hombre para darle la libertad al hombre y recuperarle su filiación
divina. Por Jesucristo, el hombre alcanza la libertad y vuelve a ser "hijo de Dios". En el
Hijo hemos llegado a ser hijos. Jesucristo restablece en nosotros la "imagen de Dios"
porque El es el "Hombre Nuevo", el "Nuevo Adán" (Cfr. G. et S., N° 22).
3.2. La muerte
"La fe cristiana enseña que la muerte corporal entró en la historia a consecuencia del pecado" (G. el
S.. 18,2).
"Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre. liberándolo de la muerte
con su propia muerte" (G. el S.. 18,2).
y de esta manera ha operado la comunión del hombre con Dios. Dios no ha hecho
la muerte para el hombre, por el contrario, El ha creado al hombre para la inmortalidad
y lo ha llamado a la comunión bienaventurada y eterna con El. Pero el hombre, por el
pecado, ha roto este llamado y sólo Jesucristo ha podido restaurar esta vocación subli-
me venciendo el pecado y la muerte con su propia muerte. Y con su resurrección,
Jesucristo nos ha hecho partícipes de una "resurrección universal", de la cual participa-
rán todos aquellos que hayan dado un "sí" a su llamado.
De esta manera, por la fe cristiana, el hombre ya no es un ser-para-la-muerte, sino
un ser para la vida, para la resurrección. Después de la muerte, el destino del hombre de
fe es unirse con Dios. San Agustín, consciente de esta realidad se expresa así: "Porque
nos ha hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti" (23).
(23) San Agustín, Las Confesiones, /,l, en Obras, vol. II (Madrid, 1974), p. 73.
(24) Son variados los estudios que se han hecho sobre el ateísmo considerado por la Constitución
Gaudium et Spes. Señalamos algunos de ellos que pueden servirnos como referencias importantes:
Girardi, J., "L'Église face a l'humanisme athée", en Congar, Y., y Peuchmaurd, M., L'Église dans
le monde de ce temps. Constitution pastorale "Gaudium et Spes", vol. 2: commentaires (Paris,
1967), pp. 329-384; AA.VV., El ateísmo contemporáneo, vols. I-IV (Madrid, 1971-1973); AA.VV.,
11Problema dell'ateismo (Brescia, 1962); Noce, A. del., 11problema dell'ateismo (Bologna, 1964);
Fabro, c., Introduzione all'ateismo moderno (Roma, 1964); Lacroix, J., El sentido del ateísmo mo-
derno (Barcelona, 1973); Lubac, H. de, El drama del humanismo ateo (Madrid, 1948); Miano, V.,
"n dialogo con i non credenti", en Sacramentum Mundi, XI (1971), pp. 970-981; Miano, V.,
"Ateísmo", en Diccionario teológico interdisciplinar, vols. I-I1 (Salamanca, 1985), pp. 501-521.
(25) Cfr. Girardi, J., L'Églisefacea p. 330.
(26) Cfr. Girardi, J., L'Églisefacea , p. 334.
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encarnado en el problema del mundo actual y ha permitido que su mensaje difunda luz,
vida y libertad para el progreso humano.
CONCLUSIONES
"Toda la doctrina conciliar se orienta en una única dirección: servir al hombre. Al hombre, en todas
sus condiciones, en todas sus debilidades, en todas sus necesidades. La Iglesia se ha declarado casi
la sirvienta de la humanidad ( ... ): la idea del servicio ha ocupado un puesto central" (30).
(27) Juan XXIII, "Discorso di Giovanni XXIII all'apertura del Concilio" (\ I-X-1962), en Concilio
Ecuménico Vaticano l/, Costituzioni, decreti, dichiarazioni. Discorsi e messaggi (Bologna, 1992),
(AAS, 54 (1962), p. 792).
(28) Así lo expresaba Juan Pablo 11 en la Solemne conclusión de la Asamblea extraordinaria de los
Obispos, del 8 de diciembre de 1985. En Giovanni Paolo 11, Insegnamenti di Giovanni Paolo l/,
VIIII2 (Vaticano, 1985), pp. 1450. .
(29) Cfr. Cirarda, J.M., "Proemio", en Herrera aria, A., Comentarios a la Constitución "Gaudium et
Spes" sobre la Iglesia en el mundo actual (Madrid, 1968), p. 170.
(30) Pablo VI, "L'ultima sesione pubblica: invito del Succesore di Pietro all'umanita di oggi perche
tornando a Dio possa rinascere nella pace", en Paolo VI, Insel(namenti di Paolo VI, III (Vaticano,
1965), p. 730. (AAS, 56 (1964), pp. 1009-1010).