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supercuerdas: la primera
revolución
Recordemos que la idea básica detrás de las teorías de (super)cuerdas es que lo que
experimentalmente observamos como partículas corresponde a los diversos modos de
vibración (excitaciones) de una cuerda fundamental. Toda la materia que conocemos
está constituida en último término por fermiones, más concretamente por partículas de
espín 1/2 tales como los electrones y los quarks. Estos fermiones son quirales, esto es
sus componentes dextrógiras y levógiras interaccionan de forma diferente.
Las interacciones fundamentales, sin embargo, están mediadas por bosones. En el caso
de QCD y la interacción electrodébil estas partículas tiene espín 1 y corresponden a los
gluones, el fotón y los bosones W y Z. En el caso de la gravedad la partícula mediadora,
el gravitón, ha de tener espín 2. Finalmente, tenemos el bosón de Higgs que tiene espín
0 y que es responsable de inducir la ruptura espontánea de invariancia gauge que genera
la masa de leptones, quarks y los bosones W y Z.
Por lo tanto, cualquier teoría de cuerdas que aspire a describir la realidad debe contener
bosones y fermiones. Esto excluye los modelos “fundacionales” de la teoría de cuerdas,
esto es los de Veneziano y Virasoro-Shapiro, cuyo espectro estaba constituido
exclusivamente por estados bosónicos. Afortunadamente, a principios de la década de
1980 existían tres modelos de supercuerdas diferentes que sí contenían excitaciones
fermiónicas.
Este modelo de supercuerdas, sin embargo, no admite cualquier grupo gauge. La forma
de introducir la interacción gauge en la supercuerda de tipo I es asumir que las cuerdas
abiertas tiene cargas gauge puntuales localizadas en sus extremos. El problema es que
no todos los grupos gauge pueden implementarse de esta manera, sino solamente los
unitarios, ortogonales y simplécticos. En particular quedan excluidos los llamados
“grupos excepcionales” -tales como G2, F4, E6, E7 y E8.
Por otra parte la supercuerda de tipo IIA a bajas energías venía descrita en diez
dimensiones por una teoría de campos ya conocida. Esta es una supergravedad
extendida que se obtiene a partir de la supergravedad N = 1 en 11 dimensiones
compactificando una dimensión espacial. El modelo tiene sin embargo un importante
problema, que no contiene fermiones quirales en diez dimensiones. En 1983 Edward
Witten demostró que era imposible tener fermiones quirales en cuatro dimensiones a
partir de compactificaciones de teorías sin fermiones quirales en dimensiones superiores.
Dado que en nuestro mundo de cuatro dimensiones los fermiones son quirales -por
ejemplo, los leptones y quarks del modelo estándar- la supercuerda tipo IIA no parecía
tener muy buenas perspectivas para describir nuestro mundo.
La supercuerda de tipo IIB, por otra parte, sí contenía fermiones quirales en diez
dimensiones. A bajas energías el modelo daba lugar a una nueva teoría de
supergravedad extendida. De hecho la supercuerda IIB contiene además de los
fermiones quirales un estado bosónico -en la jerga técnica una 4-forma autodual- a la
que volveremos en breve.
Hemos visto como los fermiones quirales son un ingrediente indispensable para construir
modelos de cuerdas que puedan describir la física de partículas que conocemos. Sin
embargo las teorías de campos quirales tienen que satisfacer ciertas condiciones que de
no cumplirse convierten a la teoría en inconsistente. En lenguaje técnico se dice que
estas teorías deben de estar libres de anomalías.
Esta es la razón por la que es crucial preservar invariancia gauge. De otra forma los
indeseables estados espurios se convierten en “reales” y hacen de la teoría un completo
sinsentido con estados cuya probabilidad de ser producidos es un número negativo. Y
en esto radica precisamente el problema potencial de las teorías de gauge con fermiones
quirales: en que la invariancia gauge clásica puede romperse como consecuencia de la
cuantización. Cuando esto ocurre la invariancia gauge no puede hacer su trabajo de
“limpieza” y se dice que la teoría es anómala.
En un espacio-tiempo de diez dimensiones la gravedad -que recordemos es en cierto
sentido también una teoría gauge- también puede ser anómala en presencia de
fermiones quirales.
La supercuerda de tipo IIA es una teoría no quiral y por lo tanto no tiene riesgo de
presentar anomalías. No es el caso de las supercuerdas I y IIB, que sí pueden ser
anómalas. En el caso de la de tipo I las anomalías pueden ser gauge, gravitacionales o
mixtas, mientras que la supercuerda tipo IIB -que no contiene bosones gauge- sólo puede
presentar anomalías gravitacionales. La viabilidad de la teoría de supercuerdas como
“teoría del todo” pasaba por tanto por comprobar que estos modelos estaban libres de
anomalías.
La primera revolución
En el caso de una forma autodual esta no permanece invariante, sino que se transforma
bajo paridad en una forma anti-autodual. Sin necesidad de entrar en explicar el
significado matemático de estos objetos, lo importante es que, al no quedar invariante,
la presencia de una 4-forma autodual rompe la invariancia de la teoría bajo paridad y por
lo tanto contribuye a la anomalía.
Una teoría de campos a bajas energías para el campo B incluye de forma natural un
acoplo de este a dos campos gauge. Sin embargo la única manera de cancelar la
anomalía gauge es “añadir” a este acoplo una nueva interacción que permita que el
campo B se desintegre en cuatro campos gauge. Cuando ambos acoplos están
presentes, existe un diagrama de Feynman que cancela la contribución de la anomalía
gauge. Diagramáticamente esto se representa de la siguiente forma:
Desde el punto de vista de la teoría de campos a bajas energías este nuevo acoplo a
cuatro campos gauge es un tanto artificial, ya que es necesario incluirlo “a mano” y
además rompe la invariancia gauge de la teoría. Esto último es algo de esperar si
recordamos que el segundo diagrama que mostramos más arriba es “clásico” (es un
diagrama sin bucles) mientras y que ha de cancelar el primero que da lugar a una ruptura
cuántica de la invariancia gauge (el diagrama contiene un bucle).
La cuerda heterótica
Sin embargo el mecanismo de cancelación que habían encontrado y que hoy lleva su
nombre también funcionaba no solamente para SO(32), sino también para otro grupo
gauge, E8×E8. Sin embargo, como hemos dicho más arriba, la supercuerda de tipo I no
admite grupos gauge excepcionales, por lo que esta segunda solución no parecía tener
realización en la teoría de cuerdas. En su artículo Green y Schwarz mencionaban
también esta posibilidad, señalando que no existía ninguna teoría de cuerdas con ese
grupo gauge.
Este modelo se conoce con el nombre de cuerda heterótica, del griego “ἕτερος” que
significa diferente. La razón de este nombre radica en que el modelo se construía
mediante la combinación de dos modelos de cuerdas cerradas diferentes: uno de ellos
era la cuerda bosónica -o modelo de Virasoro-Shapiro en la nomenclatura de los modelos
duales- que tenía que ser formulada en 26 dimensiones. La segunda era la supercuerda
tipo IIA definida en diez dimensiones.
Esto no ocurre en las cuerdas abiertas, porque las oscilaciones al llegar al extremo de la
cuerda “rebotan” y pasan a propagarse en dirección opuesta. Esto quiere decir que las
oscilaciones moviéndose en ambas direcciones necesariamente se mezclan.
El hecho de que los modos propagándose en ambas direcciones -llamémoslas derecha
e izquierda por convención- de una cuerda cerrada no interaccionen implica que es
posible considerar que ambas oscilaciones pertenecen a teorías de cuerdas diferentes.
Este mecanismo de “heterosis” permitió a Gross, Harvey, Martinec y Rohm construir una
teoría en la que los modos propagándose hacia la derecha correspondían a los de una
cuerda bosónica, mientras que los que se movían hacia la izquierda eran los de una
supercuerda de tipo IIA.
Pero a simple vista hay algo que no cuadra: si la cuerda bosónica se propaga en 26
dimensiones y la supercuerda tipo IIA lo hace en diez, ¿cómo es posible combinarlos
para construir un solo modelo de supercuerdas? La solución es que antes de
combinarlos, es necesario “compactificar” parcialmente la cuerda bosónica en un espacio
interno de 16 dimensiones. De hecho, la estructura de este espacio interno determinará
el grupo gauge de la teoría resultante; recordemos que la supercuerda de tipo IIA no
tiene grupo gauge. Pues bien, sorprendentemente de todas las posibles
“compactificaciones” sólo existen dos que producen una teoría bien definida. Y estas son
precisamente las que dan lugar una teoría gauge en diez dimensiones con grupos gauge
SO(32) y E8×E8 respectivamente. En el segundo caso teníamos una realización en
teoría de cuerdas de la teoría de campos libre de anomalías que habían encontrado
Green y Schwarz.