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La violencia sobre la vida.

Los atentados a la vida constituyen uno de los pecados más graves contra la ley de Dios. Aborto,
eutanasia, guerra, terrorismo, homicidio, drogas, son exponentes de la pérdida del sentido de la
vida.
Vivir con plenitud es desarrollar lo más posible las capacidades humanas, comenzando por las
más nobles. La vida es un don que se debe hacer fructificar tanto si es larga, como si es corta; es
un valor que no se debe despreciar. La violencia contra la vida constituye uno de los pecados más
graves contra la ley de Dios. Nuestro siglo XX ha conocido atentados contra la vida a nivel masivo,
como en ninguna otra época pasada. La causa de estas atrocidades hay que encontrarla en la
extensión del ateísmo, del materialismo y del hedonismo. Estas ideas convierten, a veces, a los
hombres en lobos para los otros hombres; e incluso su propia vida acaba pareciéndoles una carga
excesiva y recurren, en número creciente, a las drogas, suicidio, etcétera.
Entre las formas de violencia sobre la vida se pueden destacar: el aborto, la eutanasia, la guerra,
el terrorismo como lacras especialmente significativas. El suicidio, el homicidio, las drogas y las
agresiones a la vida psíquica son también exponentes de la pérdida del sentido de la vida.
Aborto.
El aborto provocado o directo es la expulsión intencionada de un feto no viable fuera del seno
materno. Si esta expulsión no es provocada sino involuntaria no será pecaminosa. El Vaticano II
llama a este acto: «crimen abominable» . Abominable porque la víctima es especialmente indefensa
e inocente: el niño aún no nacido, y a quien, además, se priva de la vida sobrenatural al no bautizarlo.
En otros tiempos se dudaba sobre el momento en que ya era un ser humano el niño concebido
en el seno materno. Hoy día la ciencia es clara; cuando el óvulo es fecundado por el espermatozoide,
tiene ya completo su código genético; entonces ya posee toda la potencialidad de vida, que se irá
desarrollando según las leyes biológicas.
Además de ser un grave pecado, el aborto implica dos graves consecuencias. Por un lado, indica
un desprecio de la vida. La vida ya no es algo que tenga valor en sí mismo sino que depende de la
voluntad del hombre, quien podrá destruirla cuando le convenga. Por otra parte, altera todo el orden
moral, pues el criterio de bondad será el egoísmo y el placer, pero no el bien. La Iglesia ha dictado
la pena de excomunión para los que cometan este pecado o colaboren con los que lo cometen. La
excomunión es una pena eclesiástica que separa de la Iglesia y de sus sacramentos. Para que se
perdone, hay que confesarse con el Obispo, o con algún sacerdote que tenga poderes delegados por
el Obispo.
Guerra.
El drama de la guerra es suficientemente conocido de todos y cómo a causa de este
enfrentamiento entre los hombres, se producen muertes, injusticias, hambres, dolor, destrucción,
etc. La gravedad se ha incrementado a partir del siglo XX por la enorme capacidad destructora de
los nuevos armamentos. Las dos guerras mundiales de éste siglo y las múltiples guerras, que ha
habido entre diversos países, elevan los muertos por este motivo a bastantes decenas de millones
de seres humanos.
El objetivo de todos los hombres debe ser la paz. La paz sólo se puede conseguir si hay justicia.
Una guerra de agresión será siempre injusta, pero cuando uno es atacado injustamente, puede
legítimamente defenderse. Sería, entonces, una guerra justa. Sólo existirá una guerra justa cuando
lo sea su causa y se hayan agotado todos los demás medios de solucionar pacíficamente el conflicto.
Si se miran de cerca todas las guerras se ve cómo, en su raíz, está el pecado humano: soberbia,
afán de dominio, venganza, mentira, odio, intereses económicos e ideológicos, etc. La única solución
plena de la guerra es la conversión de los hombres, lo que Juan Pablo II ha llamado el «desarme de
las conciencias». Los tiempos actuales ven dificultada esta meta por la existencia de ideologías,
nacionalismos y fundamentalismos que ponen en su base de actuación la violencia y que buscan por
todos los medios el dominio mundial.
Terrorismo.
Siempre en la historia de la humanidad se ha dado el asesinato político, pero en el siglo XX y en
este, ha crecido enormemente el uso del asesinato como arma política. Se le llama «terrorismo». Su
fin es alterar el orden político e instalar otro nuevo, que dicen es mejor. El criterio moral del
terrorismo se basa en el principio de que el fin justifica los medios. Además, el modo de realizarse
es particularmente odioso, pues mata a inocentes, destruye bienes importantes para todos y nunca
se presenta abiertamente sino que utiliza el engaño.
El fin no justifica los, medios. Este principio es de moral natural. Seguirlo facilitará grandemente
la convivencia entre los hombres.
Las palabras de Juan Pablo II sobre este tema son claras. Después de insistir en la necesidad de
la justicia, dice: La paz no puede ser establecida por la violencia, la paz no puede florecer en un
clima de terror, de intimidación o de muerte. El mismo Jesús dijo: «Quien toma la espada, a espada
morirá» (Mt. 26, 52). Esta es la palabra de Dios, la que ordena a los hombres de esta generación
violenta a desistir del odio y la violencia y arrepentirse (...) la violencia es un mal, la violencia es
inaceptable como solución a los problemas, la violencia es indigna del hombre, la violencia es una
mentira, porque va contra la verdad de nuestra fe, la verdad de nuestra humanidad porque destruye
la verdadera construcción de la sociedad-Añadía después con fuerza- que nadie pueda llamar nunca
al asesinato con otro nombre que el de asesinato, que a la espiral de la violencia no se le dé nunca
la distinción lógica de inevitable o de represalia necesaria.
Drogas.
La droga es un indudable atentado contra la propia vida. En general se llama droga a cualquier
sustancia química que ejerce un determinado efecto sobre el organismo. En concreto este nombre
se aplica a los fármacos que producen sensaciones psicofísicas distintas de las habituales. Todas
estas sustancias (incluso las medicinas si no se toman por prescripción médica) pueden dañar al
organismo. La gravedad moral de las drogas viene de que se toman con el único fin de producir
sensaciones placenteras fuera de lo normal.
Existen diversos tipos de drogas. Unas crean una dependencia física tal, que dejarlas de tomar
súbitamente produce dolores, angustias, pudiendo incluso llevar hasta la muerte. Otras producen
una dependencia psicológica y menor dependencia física, aunque casi siempre el uso de las drogas
llamadas «blandas» conduce a las «duras».
El uso de drogas equivale a una mutilación. No se trata de una mutilación del cuerpo, sino del
sistema nervioso que queda gravemente tarado. Se da una destrucción de la personalidad que en
los casos avanzados equivale a la destrucción del individuo. La pérdida voluntaria de conciencia es
muy grave, pero incluso es frecuente que la droga lleve al robo y a la muerte -propia y ajena- y a
convertirse los adictos en parásitos de la sociedad por hacerse inútiles para el trabajo.
La extensión de la droga es un triunfo de los traficantes que ganan fuertes sumas de dinero a
costa de aquellos desdichados que no pueden, por la adicción, abandonar el consumo. En los casos
más suaves es una forma de conformismo y de frivolidad de aquellos que tienen un horizonte
pobrísimo en sus vidas y que acabarán en un vacío angustioso, si no reaccionan.
Violencias a la vida psíquica.
No solamente se puede atentar contra la vida física del hombre, sino también a su vida psíquica.
Todo hombre tiene derecho a que se le respete su integridad psíquica sin manipulación alguna.
Entre las formas de violencia psíquica están los interrogatorios inhumanos (lavados de cerebro)
por los que el hombre pierde por completo su personalidad.
Otra forma de violencia es la propaganda llevada más allá del nivel consciente, o la repetición tan
reiterada de los eslóganes, anuncios publicitarios, películas, libros o fotos que hacen casi imposible
no verse afectado.
Violencia a la integridad de la vida psíquica es la pornografía que va produciendo en los sujetos
una degradación de la persona, e incluso, a veces, de sus instintos normales, creando verdaderas
neurosis obsesivas.
Atenta contra la vida psíquica del hombre todo género de mentiras, especialmente las que
adoptan formas -violentas»: perjurios, traiciones, deslealtades, calumnias, etcétera.

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