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· Luis Alberto Romero 1

1A PRIMAVERA DE LOS SEIENIA

El 29 de mayo de 1969 la sociedad argentina se puso en movimiento.2 Por.


cierto, todo en la historia tiene su historia; y hay una larga preparación del
Cordobazo, pero en la realidad y en el imaginario de la sociedad los suce­
sos de Córdoba operaron como un acontecimiento fundador. Muchos pro­
cesos y factores, internos y externos, que ya estaban en el ambiente, se
anudaron allí: la Revolución Cubana. generadora de mitos, estrategias y
tácticas; la agitación del mundo católico en tomo del Concilio; la guerra
de Vietnam, donde se mostró que el gigante no era invulnerable; las movi­
lizaciones· estudiantiles, de México a París o Praga, y la ola de juvenilis-
mo; el Mayo francés...
Todo ello sumó algo a una realidad local que ya tenía dos elementos
explosivos y potencialmente incontrolables: l¡i resistencia del peronismo

l. Luis Alberto Romero es historiador, investigador del CONICET y profesor titular de la Universi-
dad de Buen?5 Aires. E�tre sus �b�s más� s.e .�: �reve Historia 8!'.'1':"'fl.º��,-,...,;:?' ;·
·de la Argennna, Argenttna. Cr6mca rotal del szgw XXy Lbs trabajadores de B114nos Aires.'Za ex-
periencia del rnerr:ado I850-1880 (en coautorfa con Hilda Sabato).
2. Me baso en lo que he escrito en mi Breve historia contemporánea de la Argentina, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2da edición, 2001, y en "Apogeo y decadencia de la política en las
calles, 1969-1999", en José Lnis Romero y Luis Alberto Romero (directores), Buenos Aires, histo­
ria de cuatro siglos, 2da ed., Buenos Aires, Altamira. 2000. En ambos casos me he apoyado en un
conjunto de excelentes estudios, entre los cuales destaco James P. Brennan, El Cordobau,. l.As gue­
rras obreras en C6rdoba, 1955-1976. Buenos Aires, Sudamericana, 1996, y Agustín J. Tosco. Por
la clase obrera y la liberaci6n nacional. Buenos.Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999. Jnan
Carlos Torre, Los sindicatos en el gobierno, 1973:1976. Buenos Aires, CEAL, 1983. Liliana De
Riz., Retomo y derrumbe. El último gobierno peronista. Buenos Aires. Folios. 1981. Daniel James,
Resistencia e Integraci6n: El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976. Sudamerica­
na, Buenos Aires, 1990. Alfredo Pucciarelli (ed.), 1A primacía de la política. Lanusse, Per6n y la
Nueva Izquierda en riempos del GAN, Buenos Aires, Eudeba, 1999. Osear Terán. Nuesiros años se­
senta, Buenos Aires, Puntosur, 1991 y Ricbaxd Gillespie, Soldados de Perón. Los montoneros.
Buenos Aires, Grijalbo, 1987.

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proscrito, unida a las reacciones que el giro del capitalismo, renovado a fi­ roo los de Rosario, Tucumán, Mendoza o CipollettL Por otra parte, hübo
nes de la década de 1950, estaba produciendo en el mundo del trabajo. acciones del sindicalismo combativo y antiburocrático o del movimiento
Luego de 1966, el gobierno de la Revolución Argentina terminó de definir estudiantil, así como protestas de distintos tipos de productores y hasta de
la situación: la política económica lanzada por el ministro Krieger Vasena, quienes pagaban impuestos. La onda revolucionaria siguió creciendo y se
destinada a estimular los· sectores más eficientes y concentrados del capi­ instaló en espacios de sociabilidad en principio distantes de la política,
talismo, afectó a diestra y siniestra y dio impulso a lo que en la época se que se politizaron intensamente: pintores, músicos y actores, enfermos y
llamaban las· ..contradicciones secundarias". Así se unieron en un reclamo sus médicos o terapeutas, así como inquip.nos o habitantes de villas de
común trabajadores, chacareros, CUf;ntapropistas, · comerciantes y empre­ emergencia, y tantos otros. Es difícil encon� algún espacio de la socie­
sarios medianos o pequeños. Por otra parte, el manejo dictatorial del pre­ dad que no haya sido tocado, en alguna medida. por este impulso renova­
sidente Onganía desató quejas, reclamos y protestas indignadas de quie­ dor. Sus animadores se consagraron a buscar nuevas formas de desarrollar
nes sufrieron sus demostraciones de autoridad, desde los estudiantes hasta su actividad, en las que se unieran el rechazo a la dictadura y el imperia­
los trabajadores del puerto, incluyendo los jóvenes barbados, las j_óvenes lismo con el desarrollo de un proyecto para una nueva sociedad. El impul­
con minifalda, los frecuentadores de albergues transitorios o ciertos artis­ so fue tan grande, que todo problema particular parecía ser parte de un
tas de fama internacional, muy convencionales y conservadores, como Al­ único problema comÚD.- De un modo u otro, esos movimientos contestata­
berto Ginastera y Manuel Mujica Lainez. rios confluían regularmente en un espacio común: la manifestación.calle­
Onganía y Krieger lograron transformar _un cuadro variado, confuso y jera, en la que lo particular se fundía en el colectivo.
contradictorio de malestares y protestas en una oposición común contra
..la dictadura y el imperialismo", punto central de un imaginario revolu­ 2. Como ocurre con las movilizaciones de este tipo, el impulso social
cionario3 ; durante los seis años siguientes la "primavera de los pueblos" se creó el espacio para quienes hablaron en nombre del pueblo y se propusie­
expandió sobre la sociedad, que así impulsada desplegó una ingente capa­ ron darle a ese colectivo genérico una forma social, una definición políti­
cidad de movilización. Como a otro.s muchos imaginarios revoluciona­ ca, un programa y un plan de acción. Esta es normalmente _la tarea de los
rios, lo caracterizaba la convicción a�rca de la unidad de intereses del militantes, y en esta movilización revolucionaria pronto se escucharon sus
pueblo y su radical oposición con los enemigos del pueblo; luego, la cer­ voces. Las procedencias y tradiciones políticas eran múltiples: muchos
teza de conocer las causas de esa oposición, pues la realidad, que en otras venían de los partidos y fracciones de la izquierda; otros habían realizado
ocasiones resultaba opaca e impenetrable, aparecía transparente a la razón un periplo desde la izquierda al peronismo, y ya hablaban desde dentro del
política y a la ética:• no había dudas sobre donde estaba el bien y el mal, ni ..movimiento"; había quienes tenían en el peronismo ·una larga historia,
sobre qué era lo que había que cambiar para transformar una situación in­ quizás en sus sectores más duros y resistentes; otro provenían del catoli­
justa en otra justa. Tampoco había dudas acerca de la capacidad del pue­ cismo militante, y pasaban del integrismo reaccionario a la "opción por
blo, si su voluntad política se tensaba y operaba en esa dirección: como los pobres"; algunos habían hecho su experiencia en grupos armados y
pocas veces, la primacía de la política: fue postulada. otros comenzaban a hacerla, pues la movilización coincidió, con el flore­
A partir del Cordobazo, el imaginario revolucionario alentó acciones . cimiento de las organizaciones combatientes. El rastreo de las proceden­
diversas, pero que aparecían como manifestaciones de un proyecto co­ cias y filiaciones es complejo y no demasiado útil: se trataha, en su abru­
mún: la lucha del pueblo contra los enemigos del pueblo. En los años si­ madora mayoría, de militantes jóvenes, más comprometidos con la
guientes hubo una secuencia de puebladas o levantamientos urbanos, co- movilización misma que con las teorías que la explicaban, y estaban pres­
tos a ·cambiar de alineamiento, y de bagaje teórico, si la coyuntura mostra­
ba que una tendenci.a o agrupamiento era más eficaz que otra.
La definición de la polaridad -el pueblo y sus enemigos- solía ser el
3. Me baso en la idea de "conciencia revolucionaria" desarrollada por Fran�is Furet en Pensar la Re­
volución Francesa. Barcelona, Petrel, 1980.

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punto máS conilictivo� -¿Clase obreráo'pue6fóf¿Unidad"ii�i�� �;�tra Sub�cÍiariaménte, la calÍey "hi'"i:novilizacÍón eran·ellugái- de _fa.competen­
cia discursiva entre los que aspiraban a encamar la palabra �el pueblo y a
el imperialismo o unidad de clase contra los enemigos de clase, incluyen-
definir el curso de su acción. Las tradiciones militantes ofrecían muchos
do los empresarios nacionales? La distinción .teórica se proyectaba en la
modelos para explicar y dirigir el movimiento, y la guerra de consignas
estratégica: hacia donde se iba. ¿Socialismo, socialismo nacional, nacio­
nalismo revolucionario, o simplemente patria? Pese a que la mayoría de comenzó a desplegarse con intensidad, pero sin llegar a afectar la unidad
los militantes se empeñaba en borrarla, recurrentemente algunos de ellos percibida del movimiento: las consignas unificadoras predominaban por
retomaban la distinción entre el "peronismo", con sus fines "nacionales" y sobre las diferenciadoras.
la '"zurda"; con sus metas "extranjerizantes". Una y otra distinción se re­ En esos términos, la movilización callejera fue uno de los principales
activaban y suministraban argumentos ante cada coyuntura, pues día a día elementos del crecimiento de la onda revolucionaria. En varias ocasiones
las movilizaciones llegaron a transformarse en verdaderos levantamientos
había que decidir qué hacer y cómo hacerlo. Había un arco de opciones.
.. urbanos, que recordaban el Cordobazo y construían la figura, familiar pa­
En uno de sus extremos, una cierta idea de demo�ia, alejada ciertamen-
ra los militantes de izquierda, de la insurrección: el asalto al palacio de In­
te de partidos y elecciones pero con fe en los milagrosos resultados de la
instalación del pueblo en el poder; en el otro, la confianza en la acción de vierno parecía cercano.
Pero no fue la única manifestación del imaginario revolucionario. A
la minoría conductora y en la virtud terapéutica de la violencia, ya fuera
para der_rumbar el poder del estado o para movilizar a unas masas de por sí partir de otras formas .de acción se delinearon tácticas y estrategias alter­
nativas, que se reflejar�n en la competencia de los militantes y en las con­
inertes. Por otro carril, en el imaginario de una porción enorme de los mo­
vilizados aparecía una meta, táctica y estratégica a la vez, que para los mi­ signas esgrimidas. La acción gremial d� base, que se expandió simultáne­
amente en muchos lugares y sobr:e todo en Córdoba, desbordó las
litantes se imponía como un dato duro de la realidad: la clave para la rea­
direcciones nacionales de los gremios, denominadas "burocráticas", con­
lización de cualquiera de los objetivos imaginables pasaba por el retomo
sagró nuevos dirigentes y una manera de conducir con más contacto con la
de Perón. De modo que quienes querían ser los intérpretes de la voluntad
base, y desarrolló.nuevas formas de acción directa en el corazón de la or­
del pueblo, más allá de su bagaje teórico o político, debieron lidiar con esa
ganización productiva: la comisión interna de planta o de sección. Sobre
situación, incorporándola, como hicieron muchos, o ignorándola, al pre-
esta base, otra familia de militantes entendió que se estaba ante el conflic­
cio reconocido de lidiar contra la corriente.
to capitalista en estado puro: la clase obrera contra la clase patronal, sin
mediaciones.
3. En esta etapa inicial, la calle era el escenario principal de la consti­
En muchos lugares el conflicto se desplegó no ya en los lugares de
tución del actor colectivo y de la lucha política. La movilización masiva
trabajo sino en los de residencia, sobre todo en las villas de emergencia. y
-leas motivos nunca faltaban- era principalmente el momento de la unidad,
movilizó, sin distinciones a los que tenían trabajo fijo, a los ocasionales y
sellada en el enfrentamiento con la dictadura. Eran cada vez menos quienes
a los desocupados, a los varones trabajadores, a· las mujeres amas de casa
se conformaban con la versión oficial: los manifestantes alteraban·e1 orden:
y hasta a los niños. Aquí el conflicto parecía enfrentar a la sociedad esta­
impedían la normal circulación, rompían vidrieras u obstaculizaban la ac­
blecida y consolidada y a los pobres y marginales; según una lectura de ra­
ción de las fuerzas de seguridad. Resultaba mucho más convincente la ver­
íz evangélica, eran los bienaventurados a quienes además del reino de los
sim contraria: la policía y el Ejército .reprimían al pueblo en forma salvaje
cielos les estaba prometida, en la tierra. una sociedad más justa, que ha­
y kspiadada La clásica dinámica de la movilización, la provocación, la
brían de ganar con la acción, eventualmente violenta.
represión, el martirologio y el subsiguiente crecimiento de la movilización
Finalmente, estaban las diversas organizaciones guerrilleras, que cre­
funcionó de manera eficiente: no sólo hubo cada vez más ciudadanos deci­
cieron por entonces. Sus acciones espectaculares estaban dedicadas sobre
didos a sumarse a la protesta. sino que todos estaban absolutamente con­
todo a mostrar que el Estado era vulnerable y no todopoderoso, en tanto
vemcidos de estar enfrentando a la dictadura, y con ella al imperialismo.

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I .

dieron sobriamente
-� podía con ellas; tambié�. a motivar la simpatía gen�� c�� � ·�til"¿, · '"bases" fortalecieron su identidad peronista y se despi
to popu lar una corriente
ipropio de Robin Hood o del Vengador Justiciero. Ciertamente muchas de · ·de sus dirigentes._ Así cobró fuerza en el movimien
. identificatoria, que suwnía marcar una división. Unos
, un modo u otro,
de
:{�tas acciones implicaban la muerte del adversario, incluso a sangre fría, y la pasición emi­
;/, o en el co�texto primaveral de principios de los setenta todo podía jus- aceptaban la identificación del pueblo con el peronismo
� ógicas y políticas alter­
/ / tificarse aductendo la relación entre la "violencia de abajo" y la previa nente de Perón; otros, fundados en posiciones ideol
;' violencia "de arriba", o más simplemente, la ley de Talión. · . nativas, concebían· al pueblo en términos de clase o de frente de clases.
términos excluyen-·
•- -·. -· De momento, la acción armada era una entre otras muchas formas po­ La alternativa todavía estaba lejos de plantearse en
ambi güeda d y la confu sión discursiva,
sibles de expresión y canalización del vigoroso movfu:úento de la socie­ tes. Había un ainplio margen para la
da Montoneros, que
dad. En este amplio repertorio de alternativas de inb:::rpreta�ión y de mate­ y en ella creció-espectacularmente la organización arma
políti ca más fuerte del movi­
rialización· política ofrecidas al movimiento popular es llamativa una .. a lo largo de 1972 se convirtió en la expresión
u eficiencia mi­
miento popular. Sus méritos no radicaban por enton
ces en s
ausencia: la de una propuesta que c.,ombinara la revolución con la demo­ fuero más bien cha-
n
cracia Pero desde 1955 la democracia, asociada con sus· formas partida­ litar. Por el contrario, sus comienzos en esa actividad
. puceros: estuvieron a punto de ser aniquilados
y sobrevivieron gracias al
rias y electorales, había perdido el prestigio adquirido durante la primera superaron a las otras
mitad del siglo, no sólo por la aparición de alternativas de acción nuevas y sostén de otras agrupaciones armadas peronistas. Pero
en dos cuestiones que para la coyuntura de esos .
más atractivas-sino por su propio descrédito, que debe atribuirse de mane­ .. -organizáci.Ol!es armadas va del retomo de
ra principal a la proscripción del peronismo, establecida en 1955, y al ca­ años, definida por la movilización de masas y la perspecti
s va y el talen to organizativo,
rácter ficticio de las experiencias--dectorales. . · Perón, fueron decisivas: la capacidad discur i
lar.
el movi mien to popu
que le permitieron in�rtarse firmemen� en lado de
. cimie nto detal
4. En marzo de 1971 el presidente Lanusse lanzó el Gran Acuerdo En el primer aspecto, no trabados por un cono teóri­
exc ivos pruri tos
las tradiciones ideológicas que manejaban, ni por
es
Nacional, que gradualmente y por caminos tortuosos fue desembocando so orige n y difíci l
en la salida electoral. Con la negociación, q�e fue ardua, recuperaron sus cos, supieron articular propuestas radicales de diver con una
el marxismo --
posiciones los. clásicos representantes de la participación popular, hasta conciliación -desde el integrismo católico hasta
identidad peron ista y de acatamiento al jefe
entonces arrinconados: la conducción gremial nacional y el brazo político contundente declaración de
"lec� estratégica"
del peronismo, así como el radicalismo· y otras fuerzas políticas menores. lejano. En este aspecto, realizaron eficazmente una
a l as exigencias _tácticas
de la palabra de-Perón , la adecuaron en cada caso
4
Pero sobre todo, lo que a lo largo de 1972 cambió él escenario fue la pers­ s traté gicas.
y evitaron. que_ afloraran posibles difer encia es
�"�_01;.v�·:¿·más cierta de la vuelta de Peróri. Es posible <4ue el con­ la Juven tud Peronista, una orga­
junto de aspirantes a corifeos, que desde el Cotdobazo se ofrecían para in­ , · En el segündó aspecto, desarrollaron
el apara to político-mjlitar
terpretar la voluntad clel pueblo, estuvieran desempeñando meramente un nización de masas, férreamente controlada por
expan dirse en cada
papel vicarió, ante la ausencia de quien, para un sector inmenso de los mo­ de Montoneros pero con una enorme capacidad para
miento popu lar. En es e
vilizados, era su intérprete y su guía. Es seguro que el propio Perón, con uno de ios segmentos que concurrían al gran movi uno de
n hacia cada
su idea de sumar fuerzas, concedió ese espacio. Pero antes de que él mis­ sentido' hubo una marcha simultánea de la organizació
n': hubo una JP es-
mo se ocupara de recuperar su posición central, la expectativa de su retor­ los grupos movilizados y de �stos hacia 1� organizació
no, y la consiguiente consigna, achicaron considerablemente el espacio
para otras alternativas.
4. El concepto en· Silvia Siga! y Eliseo Verón.
Per6n o muerte. Las estrategias discursivas del fen6·
Así lo descubrieron varios gremialistas cordobeses provenientes de las meno peronis ta. Legasa , Buenos Aires, 1986.
o
de una unidad básica en Buenos Aires en Eduard
filas de la izquierda, que habían logrado un amplio apoyo entre los trabaja­ s. \Tease el testimonio de Horacio González acerca
Buenos _ Aires, Norma, 1997.
La Voluntad. Tomo 1,
dores para sus propuestas sindicales y políticas; ante la nueva opción, las Anguita y Martín Caparros.,

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... wdiantil;·otra·uabajadora; otra de inquilinos, otra-de mujeres; otra d��­ --democracia era simplemente la panacea: la llegada al poder delpuebloy ···
lleros, es dec� una versión concreta de la Comunidad organizada. La JP su líder-bien que por l a vía vicaria del Tío- aseguraba para unos la felici-
supo profun�ar la politi�ación de cada uno de los espacios de sociabili­ . dad y para otros el ingreso en el camino que, con seguridad, c�aba en
dad, Y fue el mstrumento ideal para unir la acción armada con la acción de el socialismo nacional. Ante tales expectativas, los reclamos anti.electora­
call�s. Una a una, las otras organizaciones armadas peronistas fueron sub­ les de los sectores no peronistas -ni golpe ni elección. revolución- fraca-
ordinándose ª Montoneros. Mientras el ERP -la otra organización armada saron rotundamente.
.
de peso- � iba e��errando en la alternativa militar, Montoneros apareció J.>or entonces, el centro del movimiento popular se había traSladado a
::
las mamf:stac!�nes, con sus inmensas banderas, sus redoblantes y toda
_ Buenos Aires. Inicialmente, como expresión a la vez de tenden cias anti.es­
p�emali� �tar, mcluyendo una glorificación de l a muerte en la que tatales y anti.burocráticas, se había hecho fuerte en Córdoba y
otros núcle ­
era facll percibir las raíces católico-integristas del movimiento. Sobre to­ os provincial es, pero e l proce so e le ctoral instaló l
� �m vimie n to en e� cen­
do, Monton�ro� l ogró subsumir tras el mito peronista las distintas vertien­ tro de las de cisio nes y a la vez en e l ce n tro histónco d el per orusmo:
tes d :I movnruento popular. Lo hicieron de una manera entre festiva y Buenos Aires y la Plaza de Mayo. Allí, las jornadas combinar o n los últi­
�iva, contundente e intol erante, al son de "el que no salta es un gori- mos episodios de la lucha anti.dic tatorial con la fiesta pop ular , al tiempo
Ion". que asomaban las cuestiones del nuevo período. El 25 de mayo de !973,
cuando asumió Cámpora, l a JP se adueñó de la Plaza, l e pus o u n mauz du­
5. Entre fines de 1972 y mediados de 1973 -desde el inicio de la cam­ ro a la fiesta, arrinconó y humilló a las Fuerzas Armadas e hizo una de­
_
pana electoral hasta la renuncia de Cám.pora- la movilización popular de mostración de poder revolucionario, lib erando de Villa Devoto a los re­ p
calles agre�ó dos �Iementos nuevos. Fue en parte una fiesta popular: la sos, muchos de ellos con condena judic ial. El impulso revolucion ario
fiesta perorusta. Se unpuso el tono alegre, entre juguetón, compadre y pro­ siguió en las semanas siguientes, bajo la forma de ocupaciones de todo ti­
vocador; lo alentaba la materialización del retomo de Perón, que concen­ po de espacios púb1;1-cos: universidades, oficinas, esc�e��· hospitales_. Era
traba todos los anhelos, proyectos y fantasías: las manifestaciones frente a una prodigiosa manifestación de la presencia de la civilidad revoluciona-
la casa de la calle Gaspar Campos festejaban tanto la vuelta de los años d.a convencida de que la sociedad justa estaba allí, al alcance de la mano,
co�a­
dorados como la inminente concreción de una so ciedad nueva. a�que no supiera muy bien cuál era el �o para cons�la, Y
el corme n­
Fu e sobre todo la fiesta democrática, presidida por la jp y Montone­ ra plenamente en que. Perón la conduciría a ella. Era, también,
� s, que se ap,.?yaron en la consular y campechana figura de Cám.pora, ele- z o de la lucha de tendencias dentro del movimiento peronista triunfant e.
. ?1do p or Peron como su representante y su candidato. Las elecciones se El mismo carácter doble tuvo la jornada del 20 de junio, cuando
�corporaron al mit o del retomo·, y l os militantes que soñaban con un más de un millón de personas se congre gó en 18: autopista a Ezeiza para
tri unfo más co ntundente y r evolucionario terminaron plegándose al opti;. e sperar a P e rón. Para la inme nsa mayoría, era la fie sta esperada
durante
_
� mo general. La_ dem?c�cia que volvía, luego de un l�go receso, poco años -más o menos s egún la hist o ria de c ada uno, pu es los peronistas de
teru� que ver en el 1magmano popular con las fórmulas consensuales y ga­ última hora no e ran pocos-, y con ese e spíritu marcharo n . Par a otros,
.
.lfantlstas acorda� por Perón con Balbín y los otros dirigentes políticos,
_ una contundente minoría, era la ocasión de dirimir l a competencia por
aque?as q�e permitieron en los tres años siguientes un normal y razonable los espacios; en esencia éstos eran espacios políticos -quién era la legí­
�c10nanuento del Parlament o, quizás el único ámbito donde no se per­ tima voz del peronismo- pero se traducían, sin metáfora, en espacios fí­
dió la sensatez. El retomo de la democracia, en los términos de la elección sicos: quién ocupaba l a cabecera del palco y se representaba ante el lí­
de �arzo , aludió a las formas primigenias de la política d emocrática, to­ d er, como la voz del pueblo. En Ezeiza hubo lucha _de consignas, con el
daVIa e ntrelazada con la política revoluci onaria. Al igual que en Francia clásico doble movimiento: integrar al pueblo peronista y deslindar las
en 1848, de manera similar que en el imaginario del cartismo inglés, la tradicion es. Pero simultáneamente, las formas armadas de l a lu cha

130 131
porque efectiva­
irrumpieron en el ámbito de la movilización popular: callaron las con­ hecho su opción. Se tratab a de mostrárselo al líder, quizá
", quizá porque, de
signas y los espacios se dirimieron a tiros. mente creyeran que así era posible "romper el cerco
ía dos v eces antes
manera más ·pragmática, calcularan que Perón lo pensar
caron.
de romper con quienes eran la mayoría en la calle. Se quivo
e
6: L uego de Ezeiza, la política de calles se limitó a dirimir la lucha de
de 1973, único de la camp aña presid encial que
tendencias dentro del peronismo, que transcurrió a la vista .de todos. La El acto del 31 de agosto
A último mo­
etapa de la primavera, con su florecer de mil flores, había tenninado. Los consagrarla a Perón presidente, fue ejemplar en este aspecto.
ya nfren tada <,oil l líder, decidió
mento la ..tendencia revolucionaria'\ e e
protagonistas ajenos a la familia peronista ya no contaban, y en el interior
de fuerza . Per6n eligió el escenario;
d e ésta, las clistintas variedades del movimiento se polarizaron: Montone­ concucir y hacer allí una demostración
por la '"burocraci a sindical" en
ros absorbió a todos los que, de una u otra manera, se identificaban con· la asistió desde el balcón de la CGT, rodeado
tos segm nto del mo­
pleno, y ante él desfilaron b,ls columnas de los distin
e
"patria socialista", mientras que su contrario, la "patria peronista", �ogió .�
parad óJ1cam ente
a los sectores dispuestos a frenar -a Montoneros, desde la dirig�ncia sindi­ vimiento: era la Comunidad organizada marchando, pero
na qu encabe zó la
dividida en dos mitades. simétricas. Primero, la colum
e
cal tradicional hasta grupos de choque reclutados en la periferia del movi­
ego, la ''tend ncia",
CGT demoró 164 minutos en desfilar frente al líder. Lu
e
miento o aún fuera de él. Quienes intentaron romper esta polaridad -como
los dientes d sus milita ntes, demoró 162 mi_­
el grupo JP Lealtad, escindido de la "histórica" JP- fracasaron. con filas más apretadas, como e
ya se había reti­
La lucha transcurrió dentro de .ese espacio amplio del movimiento nutos. Pero fue una �mostración inútil: el anciano general
a perde r su siesta
peronista, pues aunque Perón �e había pronunciado de manera inequívo­ rado, luego del paso de la CGT, pues no querí
a delante de
ca, los· dirigentes de Montoneros siguieron haciendo alarde de ulectura" · Lo que siguió fue la agonía del movimiento, escenificad
d partic ipar en un
· una opinión independiente tan azorada como incapaz
e
-Perón decía algo; pero en realidad qu ería decir lo contrario-, para lue­
da por muchos
go agregar un segundo argumento: el líder estaba encerrado, "cercado" drama en el que se jugaba el destino de todo el país, nutri
cione s . Los pasos
por su entorno familiar, presidido por la siniestra figura de Jos� López que habían participado _en el ciclo inicial de las moviliza
° de 1974, uan­ c
Rega.Circunstancialmente, López Rega tenía un papel muy importante son conocidos. Primero, la célebre jornada del l de mayo
Plaza de Mayo la
en el montaj e d e los grupos .armados que enfrentaban a Montoneros, p e­ do más de la mitad de los asistentes que colmaba la
r. Luego, la del 12
ro cumplió otro aún más importante: dar figura al otro discursivo, ser la abandonó, después de intercambiar insultos con el líde
de simpl es peron istl:!.S -es decir que no
· expresión personalizada de los enemigos del pueblo, salvando a Perón, y ·de junio, cuando-ante la Plaza llena
rón anunc ió qu se iría si no se
hacían exhibición de sus diferencias- P e e
salvando para Montoneros y la JP la posibilidad de permanecer dentro
n el qu ya nadi e creía Poco
del movimiento. respetaban los términos de un Pacto Social e e
ral, que sirvió para vol­
Esta situación le dio a las movilizaciones un carácter singular. Las después, la muerte de Perón y el prolongado fun e
q Mont oneros
ver a unir transitoriamente a quienes se odiaban, y para
ue
consignas _de esa hora reflejan el enfrentamiento en los términos más clá­
r en nombre de un P rón que
pudiera retomar su antigua gimnasia de habla
e
sicos: para unos, los peronistas querían sólo peronismo; pará otros, lo que
a lo largo d� 1975
ya no podía interferir con su palabra real. Finalmente,
6
qu erían es socialismo, aunque nacional. Pero además, las manifestaciones
una nueva esc na la ruptur a peromsta: la
eran la ocasión de mostrarse, de hacer demostración de número y de disci­ la manifestación sirvió para e de
dirigencia sindical, el más sólido baluarte en la lucha
contra la "tenden­
plina, pues el matiz militar se fue haciendo cada vez más marcado al
Perón para defender
tiempo que los aíres de fiesta desaparecían. La c�nciucción por parte 'del cia". se levantaba contra la presidenta y heredera de
grupo militar de Montoneros se hizo más férrea, estricta y jerárquica. Se sus conquistas salariales.
trataba de exhibir de manera contundente que eran más. Con seguridad no
se trataba de .mostrárselo a una hipotética opinión pública capaz de com­
parar, ni tampoco a otros peronistas, pues quien más quien menos ya había 6. La ácida observación ha sido bccha por Silvia Siga! y Elíseo Verón, op, cit.

133
I32

.-
- . - . . ..
;•
Por entonces la calle ya estaba pasando a segundo plano. Los defensores
de la ..patria peronista" se habían entrelazado con los grupos parapolicia­
Ies o simplemente policiales, en una práctica que preanunciaba el terroris­
mo de Estado por venir. Montoneros abandonó la calle, pasó a la clandes­
tinidad y se transformó en una organización militar mucho más efitjente
de lo que lo había sido nunca. con el costo de dejar "en la calle" a buena
. parte de su organización de masas. Fue por entonces que las calles, vacías
d,:; manifestantes, empezaron a llenarse de cadáveres.

7. Así, la primavera de los pueblos derivó en una guerra civil, y ésta


llevó al genocidio. En 1982 hubo un nuevo comienzo, parecido pero dis­
tinto, pues las esperanzas de renovación, la renovatio temporum, se pusie­
ron esta vez en la democracia, una forma de gobernar y de encuadrar los
conflictos de la sociedad a la que se le asignó el mismo carácter de pana­
cea que, tie�� atrás, había tenido la vuelta de Perón. Esa fe colectiva,
sin la cual no habría habido una refundación institucional, generó un nue­
vo ciclo de movilizaciones. Pero esta vez, a diferencia de la anterior, la
preocupación de los militantes por definir el sentido fue mucho menor que
. la imperiosa:l?.e']eSidad de conservar lo que tenía de unitario: más allá de
las definicignes.políticas, era la civilidad la que se movilizaba en contra
de los militares. Esta unidad de propósito, que a la vez alimentaba un sóli­
do pluralismo hasta entonces desconocido en la política argentina. se con­
servó hasta 1987: El episodio de Semana Santa fue a la vez el de máxima
tensión de la civilidad, respaldando al Presidente y a las instituciones, y el
de mayor desilusión, al constatar los límites de la fuerza política así cons­
tituida. Desde entone�. pocas son las ocasiones en que la política de· 1a
calle y la manifestación recordó, aunque fuera � manera borrosa, las jor­
nadas de la primavera de los setenta.
Fábrica tomada. Los obreros se burlan del gobe"!3 dor cordtés U= que es

representado por una vinchnca. Este hablll �menaza o ma
. .
"serpiente venenosa" de la snbvers1on marxista.

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m

Manifestación a la salida de fábrica automotriz. Los Fíat 600 y Renlllllt evocan el Barri�da y vino. Los pobladores de un barrio utilizan un cartel de propaganda del
lamento del general Onganía: "eran los obreros mejor pagos del país". vino Fac1111do, uno de los más pópolares de los aiios '60 y '70.
...

Obreros indu�es en manñestación. La presencia de la Vespa y la Puma eran


. emblemáticas de una clase ol,rera que, habiéndose hecho un lugar en la vida
. nacional, aspiraba a consolidar su protagonismo.

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