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Barranquilla
Del régimen colonial a la era neoliberal

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Movimientos sociales, economía y formación social

® David Ricardo Meyer Martínez

Investigador e historiador, el autor curso estudios de Ciencias Políticas y


Administrativas en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP)
Bogotá. Es licenciado en Educación de la Universidad Pedagógica
Nacional (Licenciatura en Educación Comunitaria con Énfasis en
Derechos Humanos)

2
INDICE

CAPITULO I
ETAPAS DE LA INVASIÓN Y CONQUISTA
DEL DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO
1.1. Asalto y saqueo: la destrucción de los pueblos originarios.
1.2 La Tierradentro®: orígenes de su formación social y las primeras
expresiones de resistencia indígena
1.3 Las Encomiendas del Partido de Tierradentro: la esclavitud en el
proceso acumulación primaria
1.4 La consolidación de las haciendas con mano de obra esclava y
asalariada de indígenas y afros en los inicios del capitalismo colonial

CAPITULO II

LA CIUDAD Y SUS ORÍGENES

2.1 Hacendados, indígenas y negros en los mecanismos de estructuración


pre-capitalista en la formación del sitio de Barranquilla
2.2. África en el Caribe: el comercio florece con la esclavitud
2.3. Una nueva clase social dominante emerge en las barrancas del rio: los
contrabandistas
CAPITULO III

FIN DE LA ERA COLONIAL: SURGEN NUEVOS CONFLICTOS


SOCIALES Y ECONÓMICOS
3.1. La clase popular en la independencia y su contribución a la liquidación
de la economía colonial
3.2 La aduana de Sabanilla: salario, comercio y miseria

3
3.3. Primera rebelión por el control de los puertos: la disputa de castas por
la 'autonomía' económica de la Villa de Barranquilla.
3.4. La lucha entre las potencias imperiales por el control de los mercados
a través de los puertos y las compañías de navegación

CAPITULO IV

EL FERROCARRIL DE BOLÍVAR: PROGRESO, POBREZA Y EXCLUSIÓN

4.1 Los personajes “ilustres” y el desprecio racial en la construcción de la


obra.
4.2. Del capital mercantil al capital financiero: bonanza para pocos y miseria
para muchos
4.3. Concertación de las potencias para sofocar las rebeliones en el caribe
y mantener la dependencia
4.4. Pequeñas fábricas y casas comerciales en el proceso de
descomposición del campesinado en el caribe; presagio de la guerra de
1885
CAPITULO V

LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS SOBRE LOS PUERTOS DEL CARIBE

5.1 Una nueva vergüenza histórica: Barranquilla y Panamá en el cierre de


la tenaza económica imperial.
5.2. Nacimiento y primeras batallas de la clase obrera y la apertura de
Bocas de Ceniza en el proceso de consolidación comercial norteamericana
5.3. Salen los ingleses, entran los norteamericanos y el pueblo prosigue en
la miseria y en la lucha
CAPITULO VI

NACE LA INDUSTRIA MONOPÓLICA, SE EXPANDEN LOS POBRES


Y SE FORTALECEN LOS SINDICATOS
6.1 Principales intereses y conflictos de la industria en surgimiento

4
6.2 Las rebeliones obreras y la intervención estatal en el desarrollo de la
industria local
6.3. Se agudizan los problemas sociales: carreteras, ferrocarriles y la
aviación en la decadencia comercial del río Magdalena

CAPITULO VII

GAITÁN Y LA BATALLA POR LA DIGNIDAD DE LOS POBRES

7.1 El 9 de abril y la consolidación de los monopolios locales


7.2. La contraofensiva patronal contra los trabajadores después de la
insurrección de abril

CAPITULO VIII

NUEVAS AREAS ECONOMICAS Y NUEVAS DEPENDENCIAS

8.1 La Zona Franca: territorio extranjero y área inhumana de explotación


laboral
8.2 Los acuerdos multilaterales, el desangre de capitales y barrios de
“invasión” en la nueva estrategia económica de los puertos
8.3. Necesidad de obras de infraestructura para mejorar la circulación del
capital en el marco de los acuerdos del Grupo Andino

CAPITULO IX

OLIGOPOLIOS EXTRANJEROS Y MONOPOLIOS NACIONALES

9.1 Principales monopolios instalados en Barranquilla en la década del


setenta: la miseria resultante expande la mortandad de infantes por polio y
gastroenteritis
9.2 El puente sobre el río, la creciente dinámica exportadora de la industria
monopólica en medio del repunte del desempleo en la ciudad.

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9.3. Una nueva mafia de contrabandistas surge de la clase política
tradicional

CAPITULO X

NEOLIBERALISMO Y CIUDAD

10.1 El impacto social del neoliberalismo y los cambios en la estructura


económica

10.2 Una nueva oleada migratoria hacia la ciudad y los conflictos que
genera por la existencia de pocos empleos

10.3 Reestructuración de las zonas francas en él nuevo modelo de


acumulación aperturista y de cara al tratado de libre comercio
10.4. La dictadura del TLC en el nuevo distrito especial, industrial y
portuario.

CAPITULO XI

RESURGE EL CARIBE

11.1 Barranquilla: entre la miseria y la utopía apuntes finales para la


reflexión
11.2. La importancia del ser caribe como mecanismo para renovar la utopía
y consolidar una alternativa.

6
INTRODUCCION

Partiendo de una sincera perspectiva del interés científico-social, no es viable


hoy expresar una adecuada teoría tanto del origen como de la evolución de la
ciudad de Barranquilla y una estrategia creíble de acción para salir de su grave
problemática sin preguntarnos primero como la pasada historia económica y
social de la ciudad dio origen a las actuales dificultades de su presente. Por eso,
comprender en términos precisos el contexto histórico de la ciudad, el modo
como se organizó la vida social, la forma como se estructuró la actividad
agropecuaria en el departamento del Atlántico, la dinámica del comercio a través
del río Magdalena, el nacimiento de los artesanos y la pequeña industria, la
formación del capital financiero y toda la producción industrial en sus distintas
etapas hasta la actualidad supone, para todos los que quieran teorizar sobre el
tema, la comprensión necesaria de sus orígenes. Como es natural, los cimientos
sociales y económicos de la ciudad condicionaron de una forma decisiva todo su
desarrollo futuro y un completo conocimiento y análisis de los hechos históricos
pasados y actuales resulta indispensable para diferenciar el campo de los
estudios económico-sociales hasta ahora existentes (estudios que sobre la
ciudad han aflorado prolíficamente en las últimas dos décadas), así como para
determinar la forma, el carácter y las perspectivas del trabajo teórico a desarrollar
a fin de enriquecer el debate desde ópticas distintas. Y, por otra parte, la cuestión
de los orígenes de la ciudad de Barranquilla tiene, en el presente, una crucial
importancia ya que el estudio de su compleja formación se halla en relación
directa con problemas económicos que rebasan el simple análisis académico e
inciden decisivamente en alternativas políticas y sociales de permanente y
conflictiva actualidad. Es preciso recordar que la mayoría de historiadores y

7
economistas que han estudiado y escrito sobre la ciudad de Barranquilla, con
aportes importantes por cierto, lo han hecho desde la perspectiva del desarrollo
de las élites1 (su economía, su historia y sus costumbres) y han prestado, por
conveniencia o desinterés, insuficiente atención a las características del
subdesarrollo de la ciudad, a su crisis económica y a la pobreza de sus gentes.
La pobreza en el Caribe colombiano y particularmente en Barranquilla, ciudad
integrada a lo que hoy conocemos como el departamento del Atlántico, tiene en
su historia orígenes profundos, estructurales que intentaremos explicar aquí y
que tienen su soporte en las características particulares de la conquista y
colonización que tuvieron lugar en estas tierras. El agravamiento de la miseria
en estos territorios tuvo su origen y evolución pues en un entorno económico-
social de una profunda exclusión, marcadas por las formas de producción
impuestas que fueron afianzando la estructura del enriquecimiento personal y,
por esa vía, la de la pobreza y la dependencia económica;2 en la misma medida
en que se desarrollaban el comercio, las estructuras políticas y los puertos en
toda la Costa caribe colombiana y, por consiguiente, su relación directa en la
contribución a la formación y desarrollo económico-social de lo que en la colonia
se denominó la Nueva Granada, epicentro geopolítico del imperio colonial
español.3 Y fue justamente allí, en la combinación y contradicción de las
heterogéneas transformaciones que produjeron la encomienda, la hacienda
colonial y posteriormente el tráfico mercantil pre-capitalista, movimiento
mercantil que se desarrolló con sus particularidades entre el río Magdalena y el
mar Caribe, en donde esas condiciones de “prosperidad” y miseria actuales
tienen sus fuertes raíces.
Al tener en cuenta que la investigación histórico-económica existente sobre la
ciudad de Barranquilla a partir de los materiales hasta ahora escritos ha

1
Al utilizar el término “élites” nos referimos específicamente a los sectores herederos de la colonia y
posteriormente a los comerciantes e industriales que intervinieron en el desarrollo histórico de la ciudad,
responsables actuales de la dominación política y el control económico.
22
La definición precisa de éste término, que utilizaremos a lo largo de este trabajo, la haría Theotonio Dos
Santos: “Por dependencia entendemos una situación en la cual la economía de determinados países está
condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía, a la que están sometidas las primeras. La
relación de interdependencia entre dos o más países, y entre estos y el comercio mundial, toma la forma de
dependencia cuando algunas naciones (las dominantes) pueden expandirse y ser autogeneradoras, en tanto
otras naciones (las dependientes) solo pueden hacerlo como reflejo de esa expansión, la cual puede tener
un efecto negativo o positivo sobre su desarrollo inmediato” Theotonio Dos Santos, Economía política del
imperialismo, Editorial Cultura Libre, 1971, p. 40.
3
El nombre de Nueva Granada se dio en homenaje a la llamada Reconquista del último reducto
musulmán existente en la península ibérica (reino de Granada) realizada en enero de 1492.

8
mostrado importantes diferencias en sus etapas, la hipótesis que se ha creado
sobre su origen y evolución presenta graves debilidades, ya que se ha intentado
mostrar el pasado de esta ciudad como fases que comprenden segmentos
históricos aislados, y nuestros autores no han revelado hasta ahora el todo
que la ha comprometido en su proceso evolutivo; es más, la limitación teórica
que existe sobre la historia de Barranquilla ha hecho inducir, en sus notorias
contradicciones, que el pasado de esta ciudad, al igual que su presente, es
producto de factores accidentales desconectados de un proceso y una historia
que fueron condicionados por la decadencia, avance y desarrollo de sistemas
sociales y modos de producción que imperaron y dominaron en el mundo en
determinadas etapas y que fueron impuestos, por la necesidad de su expansión,
primero a toda la América colonial o a la gran Abya Yala (tierra de sangre vital)
como la denominaban nuestros indígenas, y después del periodo
independentista, a la república de Colombia y sus regiones. Allí pues, en ese
inhóspito mundo del interés imperial, quedó anclada también la suerte del caribe
colombiano
Estas limitaciones teóricas y estos enfoques circunstanciales han cimentado e
impuesto una teoría cuidadosa y precavida pero inexacta, arreglada a
determinados intereses, (generalmente ligados a los poderes económicos
locales) que han entorpecido, de paso, la construcción de una historia económica
y social sobre la ciudad que desde la objetividad y desde un ángulo distinto se
aproxime cada vez más a su realidad histórica y contemporánea de «desarrollo
y progreso» pero también de la incubación de un subdesarrollo y pobreza que
han surgido paralelo y que dieron como resultado diversos conflictos sociales e
inclusive importantes conflictos militares originados en las sucesivas guerras
civiles del siglo XIX y, posteriormente, las grandes luchas obrero-populares del
siglo XX, contando los graves conflictos que se le avecinan a la ciudad en el siglo
XXI como consecuencia de la anexión de la economía colombiana a la firma de
los tratados comerciales de libre comercio (TLC) donde Barranquilla como puerto
principal del caribe colombiano se convirtió en el centro motor de ese tratado.
Estos problemas son los que la historiografía tradicional y la dirigencia
económica y política de la región ocultan y deforman para esconder el origen de
su ilegitimidad y la ilegitimidad del sistema económico actual que nos rige.

9
El aumento cíclico de la pobreza en Barranquilla y la costa Caribe es pues para
estos sectores una reseña habitual más del acontecer socioeconómico, razón
por la cual no se investigan profundamente las dinámicas de causa y efecto que
se ha derivado de la aplicación histórica de los distintos modelos económicos y
la correspondiente pauperización de amplias capas de la población
barranquillera, lo que indica que no existe hoy ni ha existido antes una clara
división de aguas entre lo antiguo y atrasado y lo moderno y próspero, como
sugiere la mayoría de los historiadores de la urbe, sino que la recopilación de los
datos históricos muestra con contundencia que siempre hubo abundancia para
unos y miseria para otros en todas y cada una de las distintas etapas del
desarrollo histórico de la ciudad. Es poca pues la diferencia entre la antigua elite
de encomenderos y la Cámara de Comercio local actual, entre la acumulación
en oro de Pedro de Heredia y la acumulación de capital de la familia Char, entre
las extensas haciendas coloniales y las empresas marítimas extranjeras, entre
las porqueras del Partido de Tierradentro y las Casas Comerciales europeas,
entre el próspero comercio esclavista de holandeses y judíos y la expansión
oligopólica de los Santodomingo; todos ellos, como lo demostraremos, realizaron
su acumulación mediante la exclusión y el sometimiento de una importante franja
de la población, utilizando como base ideológica de su proyección la deformación
del proceso de interpretación histórica de la urbe. El economista español José
María Tortosa (2000: p. 103) precisaba sobre este tema que:
«Sobre la pobreza de las hoy zonas periféricas del sistema no tenemos
datos históricos globales y algunos registros locales vienen deformados
por los intereses de los colonos por hacer ver que la colonia se libraba de
la miseria y la barbarie de los 'colonizados'. Los datos también se
deforman gracias a las exaltaciones nacionalistas de las nuevas elites
que idealizan su pasado para mejor contrastarlo con el obscuro presente
que, por supuesto, únicamente se debe a fechorías de los invasores sin
que dichas elites tengan nada que ver en el asunto».
El problema es claro, se ha impuesto en el análisis histórico de nuestros
intelectuales metodologías de investigación en ciencias económicas y sociales
influenciadas por un positivismo descriptivo y, en otras, de una cronología
especulativa que han impedido llegar a una explicación, si se quiere científica,
de la realidad histórica de Barranquilla o, para decirlo de otra manera, se ha

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impuesto mediante omisión o convicción una escultura histórica “no
desmontable” de la urbe en la cual sus piedras han sido talladas de manera tal
que pudieran encajar, sin correcciones o críticas, en la próxima etapa económica
y social.
Estas desigualdades intelectuales y diferencias no antagónicas en la apreciación
del problema, ha encaminado a muchos de los investigadores sobre esta ciudad
a ver su desarrollo histórico-económico dividido en dos partes; la antigua
(Malabet, Vergara y Baena, Blanco) y la Barranquilla moderna (Nichols, Posada
y otros). Cada una de estas partes se supone tiene una historia propia, una
estructura y una dinámica ampliamente independiente de la otra.
Supuestamente, según esas versiones sobre el origen y evolución de
Barranquilla, una de ellas, la antigua o colonial se considera generalmente como
pintoresca y colonialmente aislada, en ella están los galaperos y su ganado
sediento de Domingo Malabet; y por la otra, la aventura heroica de Blas Gutiérrez
y sus haciendas de J. A. Blanco. Incluyendo en esta etapa los trabajos
antropológicos de A. Escalante y J. Angulo.
La segunda, la de la “Barranquilla moderna” en la cual se admite que la
modernización y auge de la ciudad fue producto de su contacto definitivo y
circunstancial con personajes provenientes de las nuevas potencias económicas
y del orgullo de empresarios locales que íntimamente relacionados con el exterior
pusieron a Barranquilla en el clímax de la modernidad y el progreso precisamente
a través de ese contacto. Para todos ellos, y al pasar de lo particular a lo general,
la historia de Barranquilla quedaba teóricamente resuelta, y una vez que
dividieron esa historia entre lo antiguo y lo moderno o entre el atraso y la
prosperidad, solo restaba introducir dentro de ese contexto histórico-económico
las nuevas particularidades que fueron apareciendo con los aportes de otros
investigadores menos consagrados, contribuyendo así al triunfo definitivo, final y
completo de la lógica formal en las teorías que se han escrito sobre el origen y
desarrollo socioeconómico de esta perla del Caribe.
Por el contrario, y es el aporte de este autor al debate sobre la historia de esta
urbe, la tesis de una ciudad dividida en su historia (antigua y moderna) es
controvertible e inexacta pues las teorías hasta ahora expuestas en los diversos
ensayos conocidos han servido y servirán, si se actúa y racionaliza sobre ellas,
solo para intensificar y hacer permanentes las condiciones de atraso económico,

11
social y político que estas teorías supuestamente intentan remediar
reafirmándose, de paso, todo el peso y la influencia ideológica de una clase
social específica para que ella perpetúe, en consecuencia, su visión económica
de acumulación y su estrategia política de dominación. Pero, todo el conjunto
creciente de evidencias históricas demuestra, y creo que a partir de este ensayo
y de indagaciones posteriores tendrán que confirmar, que el origen y evolución
de esta caribeña ciudad es el resultado de la penetración efectiva del poder
colonial español primero e imperialista4 después que fueron penetrando todo el
continente hasta llegar poco a poco, con su secuela de destrucción, saqueo y
pillaje, a los rincones aparentemente más aislados de los centros coloniales y,
posteriormente como lo hemos dicho, hacia las nuevas instituciones
republicanas y sus regiones. Así fue pues el entramado de la aparición “tardía”
de Barranquilla y otras intermedias ciudades en el escenario económico
nacional. Por lo tanto, todas las instituciones administrativas y las relaciones
económicas, políticas, sociales y culturales que fueron evolucionando en
Barranquilla como totalidad fueron producto de la decadencia colonial española
impuesta desde Cartagena al Partido de Tierradentro (departamento del
Atlántico) y del desarrollo y la influencia posterior del capitalismo en Inglaterra,
Francia, Alemania, Estados Unidos entre otros; países que necesitaban nuevos
mercados y, por consiguiente, nuevos puertos, clandestinos en su mayoría, para
la penetración segura de sus mercancías, lo que derivó en el surgimiento y
formación de nuevas ciudades entre ellas Barranquilla.
De esta manera, podemos señalar con claridad que la formación y evolución de
la ciudad de Barranquilla fue nada menos que el producto de dos procesos
históricos relacionados que estuvieron condicionados a su vez por las distintas
etapas económicas de la decadencia colonial en la Nueva Granada y
posteriormente de la evolución pre capitalista en la república de Colombia, en
donde las clases y los conflictos sociales generados por el fabuloso auge del
comercio y posteriormente el desarrollo de la industria y las finanzas jugaron, y

4
La característica de este término se puede definir como sigue: “País imperialista no es tanto el país que
posee colonias o controla directamente otros territorios. Ni tampoco aquel país que invierte solo en zonas
'subdesarrolladas' explotando las materias primas y el trabajo asalariado o independiente de aquella zona.
Hoy más que nunca, pero desde los años que precedieron a la primera guerra mundial... país imperialista
es aquel que tiene una estructura económica capitalista-monopolista y que está en condiciones de explotar
en su beneficio, las leyes económicas del capitalismo” Paolo Santi, El debate sobre el imperialismo, en
Cuadernos del pasado y presente, Argentina, 1969, p. 62-63.

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siguen jugando hasta hoy, en plena etapa de la globalización neoliberal, un
decisivo papel. El mito de lo antiguo y lo moderno como particularidades
históricas separadas y el papel de los héroes en el surgimiento y desarrollo de la
ciudad queda de esa manera en entredicho bajo esta, si se quiere, nueva
argumentación.
En este trabajo son claras las bases teóricas en las cuales apoyo esta tesis y al
mismo tiempo se proponen algunos lineamientos básicos que permitan a
estudios e investigaciones futuras proceder de una manera más precisa para
enriquecer el debate con nuevas formulaciones. Igualmente, la investigación
aquí realizada se concentra en aquellos elementos mínimos de economía
política que son necesarios y suficientes para responder las inquietudes del
lector en torno a la evolución de la economía de la ciudad, dejando claro que
este trabajo se apoyó, en parte, en los datos estadísticos y algunas
apreciaciones de los mismos gremios económicos, como también de la prensa,
los historiadores y varios economistas defensores del establecimiento, a los
cuales la inquisición ideológica reinante cobijada en el “fin de la historia” y el
“pensamiento único” no los podrá señalar como radicales o tendenciosos

CAPITULO I

ETAPAS DE LA INVASIÓN5* Y CONQUISTA DEL


DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO

1.2. Asalto y saqueo: la destrucción de los pueblos originarios.

5
* Utilizamos el término invasión porque no hubo aquí ni en ninguna parte de América “descubrimiento”;
ya los indígenas con sus avances sociales, políticos y económicos se habían auto-descubierto hacía miles
de años; a menos que quien invoque esta palabra se sienta heredero y beneficiario de la invasión española.
Con este planteamiento nos oponemos resueltamente a la trivialidad histórica de un catedrático de la ciudad
donde afirmaba que “El descubrimiento de América le pertenece a Cristóbal Colón y los americanos
sabemos que ese es el verdadero y auténtico padre descubridor de América como Abraham es el padre de
la humanidad. Colón fue quien acudió a los reyes en busca de patrocinio económico para darle forma
tangible a su visión de surcar el océano Atlántico. Es el descubridor de unas tierras que él mismo empezó
a transmitir que existían. Eso se llama descubrimiento”. Jesús Ferro Bayona, Estamos en el nuevo mundo,
El Heraldo, octubre 13 de 2004, p. 3A.

13
Cuando los españoles pisaron las tierras del Caribe colombiano,6 hubo anterior
a ese importante hecho histórico algunos elementos económicos que
estimularon la aventura transatlántica dirigida hacia nuestras costas. En Europa
y producto del avance de las fuerzas productivas de orden capitalista y del
surgimiento de la burguesía como clase, se desarrollaron limitaciones profundas
en la evolución económica del sistema feudal español. El origen de estas
restricciones estaba en la persistencia de la nobleza ibérica en aplicar a su
régimen económico-social una política de explotación e intercambio de metales
preciosos y especies, en vez de impulsar a su producción interna un
mercantilismo basado en productos que desarrollaran eficazmente la industria
manufacturera. Este fenómeno ocurrió tanto en España como en Portugal,
principales imperios coloniales de la época. Bajo esa base histórica, cuando
Rodrigo de Bastidas, bendecido con la cruz de la barbarie por el Emperador
Carlos V, penetró en el año 1525 nuestro territorio con dos Carabelas por los
lados de Santa Marta; y cuando Pedro de Heredia partió de Sevilla con 166
hombres y 60 caballos para invadir Cartagena en 1532, no llegaron a estas
tierras del Caribe con la intensión de organizar unidades productivas para
desarrollar el intercambio comercial con la península ibérica, sino a saquear el
oro y la plata que en miles de años habían acumulado los indígenas Caribes y
neogranadinos para cristalizar la magia espiritual de sus ritos. El relato de un
cronista, que estuvo presente cuando los españoles pisaron los pueblos
indígenas de Cipacua y Cornapacua ubicados al noreste del hoy municipio de
Tubará, dan prueba de esos propósitos:
«No hubiesen llegado las primeras luces, cuando el cacique
Cipacua se halló en los ranchos de los españoles, y preguntando
por el gobernador, le hizo un más que razonable presente de piezas
de oro fino rogándole se sirviese visitar su ciudad con algunos de
sus compañeros, donde con gusto le serviría. Hízolo con mucho
gusto Heredia, y habiendo visto sus casas y gran templo de oración,
halló en él un puerco espín de oro que dijimos adoraba aquella
gentilidad, que romanado pesó cinco arrobas y media... lo que

6
El primer español que pisó el Caribe colombiano fue Alonso de Ojeda quien desembarcó en la Guajira en
el año 1499.

14
también hizo en el pueblo de Cornapacua con otros ocho patos de
oro que adoraban, de peso de cuarenta mil ducados».
Este saqueo imparable de oro en los inicios de la invasión, aparte de destruir la
religiosidad mágica de los indígenas asentados en el departamento, contribuyó
del mismo modo a disparar hacía arriba la demanda de oro hacia el centro de
poder europeo, los que consolidó este metal, por la invasión a América, como el
nuevo patrón de intercambio monetario mundial. La aventura de Cristóbal Colón
en América, seguida del asalto de Heredia y Bastidas a la costa Caribe
colombiana y, posteriormente, la realizada por los otros invasores en toda la
Nueva Granada, fue ideada por la metódica ambición de la monarquía ibérica y
materializada por la minuciosa calculabilidad mercantil de la naciente burguesía
comerciante europea, apoyados estos invasores por los grandes avances
científicos que en materia de navegación existían. Así nos lo recuerda el
historiador V. Teiltelboim (1972: p. 74):
«La expedición de Colón fue costeada por los comerciantes españoles y
genoveses. Los primeros invirtieron cerca de dos millones de Maravedíes de los
cuales más de la mitad provino de un préstamo de los mercaderes de la Santa
Hermandad. El resto lo cubrió Martín Alonso de Pinzón, el comerciante más rico
de Palos, a quien Colón habría prometido la mitad de sus ganancias. Algunos
autores sostienen que Colón fue ayudado por los mercaderes genoveses Di
Negro y Doria y el banquero florentino De Juanato Berardi».
De esa manera, cuando Pedro de Heredia penetró con sus hombres bien
armados las costas del Caribe colombiano, hasta llegar con los ojos desorbitados
por la sed insaciable de oro al pueblo indígena de Galapa en el departamento
del Atlántico, constituyó esta hazaña de ambición encadenada, no solo un triunfo
para la corona española, que de esa manera lograba penetrar casi todos los
rincones de la dominación colonial en el Caribe (dominación que se extendió
desde el Cabo de la Vela hasta el Río Grande de la Magdalena), sino que este
asalto masivo también representó fuertes ganancias para los banqueros
italianos, franceses y alemanes que patrocinaron las sucesivas expediciones
colonizadoras después del arribo de Heredia y Bastidas a las costas del Caribe
y la Nueva Granada.7 Sobre este tema, explicaba un historiador de la región

7
La invasión y conquista del Caribe colombiano en 1525, fue una base de apoyo importante para proseguir
la conquista hacia el interior que permitió, doce años después, en la cuaresma del año de 1537, que Gonzalo

15
caribe que: «A mediados del siglo XVI todas las colonias americanas contribuían
con seis toneladas de oro y que entre 1507-1515 (ocho años) los financistas
movilizaron en Sevilla más de 38 millones de maravedís mientras que entre 1516
y 1556 (cuarenta años) periodo que coincide con la ocupación de Panamá, Santa
Marta, Cartagena, México, Perú y los Andes, en general los financistas hicieron
circular 36 millones de maravedís en dinero y créditos. Es decir que entre 1507
y 1515 se invirtió un promedio anual de 4.754.617 maravedís y entre 1516 y
1556, 8.980.907 maravedís. Estas cifras indican que la actividad sobre el Caribe
después del año 1500 incrementó significativamente la presencia de recursos
europeos y que estas disminuyeron cuando la conquista se alejó hacia el interior
del continente, lo que tornó peligrosos los contactos de estos capitanes con los
comerciantes antillanos y españoles». (Tovar: 1997: p.67)

El sometimiento de la población indígena en el Caribe fue siniestro y en poco tiempo


millones fueron vilmente esclavizados y exterminados

El asalto con cruces, arcabuces y mosquetes a estas tierras pobladas de


mosquitos, animales salvajes e indígenas pacíficos que bailaban una primitiva
cumbiamba, tomaban chicha de maíz y cazaban animales de monte y bocachico
en las márgenes y afluentes del río Magdalena, permitió que en poco tiempo se

Jiménez de Quezada partiera de Santa Marta con ochocientos soldados y cinco bergantines en busca de “El
Dorado” y tras su fracaso, después de haber perdido más de cuatrocientos hombres en el intento producto
de la heroica resistencia indígena, no le tocó más que fundar a la ciudad de Santa Fé el 6 de agosto de 1539.

16
consolidara la decadente monarquía española que instaló su centro político y
económico en Cartagena. Y así mediante ese saqueo imparable, se dio un salto
importante en la contribución a la acumulación a los bancos y manufactura
europea a través del oro que salía en enormes cantidades por los puertos del
Caribe desde Panamá (Portobelo), Santa María Antigua del Darién, Cartagena y
Santa Marta, lo que posibilitó posteriormente, como ocurrió con todos los pueblos
conquistados de América, el avance industrial de Inglaterra, elemento que
carcomería definitivamente las bases estructurales del feudalismo y colonialismo
español en los años siguientes.
El nuevo modo de producción implantado que se afianzaba en la exportación de
“metales preciosos” requería igualmente condiciones geográficas “ideales” para
desarrollar el proceso de sometimiento de la población indígena, lo que
encontraron en abundancia en estos territorios y, de esa forma, estructuraron
toda la dinámica del saqueo y del pillaje. Esas condiciones ideales (agua,
comida, pasto etc.), las narran los mismos españoles en un estudio patrocinado
por la Embajada de España en Colombia. Sobre esta obra titulada las “Memorias
de la conquista” anotan en uno de sus apartes que:

«La conquista se hizo de forma paulatina llenando los espacios


dominados, a partir de la española (República Dominicana y Haití),
de donde irradio a las islas de Cuba, Jamaica y Puerto Rico para
pasar finalmente al continente. Las ciudades recién fundadas
carecen de la mayoría de los servicios necesarios, aunque las
ordenanzas al respecto estipulaban que se escogieran sitios
suficientemente dotados de agua, pasto y leña; el alimento humano
se da por sobreentendido, sin tener en cuenta que los nuevos
pobladores, excesivamente ocupados en enriquecerse, no piensan
en negocios baladíes como el de producir comida; esta deberá ser
producida por los indios conquistados o, si hay oro suficiente, se
importará (este es el caso de Santa Marta tras su fundación), pero
una buena parte de la población indígena será destinada a
actividades económicas distintas de la producción agrícola y los
encomenderos se contentaran con que se produzca su comida sin
tener en cuenta al resto de españoles. Ante una expedición grande

17
o un éxito económico, la afluencia de europeos causará una
sobrepoblación que se enfrentará con nuevas expediciones a
territorios aun no explorados» (Memoria y Sueños, et. al: 2013: p.
37)

De esa manera se puede advertir que gran parte del oro del Caribe colombiano
y el posterior exterminio indígena, producto del trabajo forzado y las
enfermedades que se diseminaron en la misma medida en que el proceso de
invasión se extendía, favoreció con la sangre derramada a los inicios y desarrollo
de la “revolución industrial” en Inglaterra y por consiguiente se contribuyó,
partiendo del flujo de oro que comenzaba a manar desde el interior del país hacia
el Caribe, a la formación y posterior desarrollo del capitalismo en Europa. Es
decir, la gran cantidad de oro y plata que salía sin cesar por el puerto de
Cartagena y por los otros puertos de la América continental, a los que se le
agregaron los caribeños de Santo Domingo y la Habana, estos enclaves se
constituyeron en la base para que se liquidara radicalmente la economía feudal
que existía en Europa, pues los talleres de los artesanos europeos no dieron
capacidad para abastecer la gran demanda de productos que el nuevo modo de
producción y consumo imponía en estas tierras. Los indígenas de taparrabo que
encontró Heredia y Bastidas en las costas del Caribe colombiano fueron
obligados a vestirse con las telas que producía la manufactura inglesa, a comer
con cucharas fabricadas en Manchester, a cortarse el pelo con tijeras de
Borgoña, a arar la tierra con azadones de Liverpool y a deforestar la selva con
hachas de Birmingham. La siguiente crónica española en el Caribe de la época
así nos lo recuerda:
«Habiendo apercibido el Cipacua todas estas razones y advertido serles
convenientes se resolvió en hacer todo lo que decía el gobernador
(Heredia) y serle obediente a su Rey, de que tuvo agradable respuesta,
dando las gracias con palabras y obras de un solemne convite que le hizo
en su tienda, cuyo remate fue carcarle de mil brujerías de Castilla y darle
machetes y hachas para sus talas y labranzas y encargarle que pues era
tan gran señor de aquella tierra, hiciese con sus vasallos guardas en lo
mismo y con los señores fronterizos que se daban por sus amigos, con
que se despidieron, tomando el cacique la vuelta de Cipacua y el

18
gobernador la de los pueblos en adelante». (Escalante: 2001: págs. 78-
79)
El suministro de hachas y machetes inició igualmente el proceso de
deforestación masiva para comenzar a extender a gran escala los cultivos y la
cría de animales a fin de acumular y abastecer las necesidades alimentarias de
los invasores. La forma de estos intercambios económicos, que fortalecían en
una segunda fase de circulación monetaria a la industria europea, planteaban
también mecanismos dulces para cooptar a los indígenas y así afianzar la guerra
de exterminio como la ocurrida al otro lado del Magdalena: «En pueblo Grande
(Santa Marta) García de Lerma entregó como rescate (intercambio) en 1529,
muchas hachas, camisas, peines y alpargatas. Estas operaciones le permitieron
luego penetrar la sierra en plan de guerra». (Tovar: 1997: p. 94)
Así pues, cuando los españoles asaltaron y saquearon los 132.288 kilómetros
del Caribe colombiano, su sistema feudal deformado estaba en un proceso de
decadencia que no sobrevino solamente por el proceso de colonización, saqueo
y despilfarro del abundante oro que sustraían de estas tierras, sino que sucedió
porque la monarquía ibérica no se dio a la tarea de promover en su país un
proceso de industrialización que la pusiera a la cabeza de las transformaciones
capitalistas que surgían en Europa, proceso de acumulación originaria que ya
venía avanzando con pasos agigantados en los países vecinos. Un inédito
discurso de un español (Cantillón) en 1780 afirmaba:
«La conquista de América hizo elevarse los salarios en los siglos XV y XVI,
habiéndose cuadruplicado, según una estimación, el precio de los productos
alimenticios en el curso del siglo de Carlos V y Felipe II. Como otras naciones no
habían incrementado la masa de dinero, sus salarios no se habían elevado
significativamente, y podían desarrollar alegremente su industria, mientras que
la nuestra declinaba. España ganó momentáneamente riquezas en moneda
corriente, pero perdió sus manufacturas, y, gradualmente, su consumo». (Vilar:
1972: p. 45)
En conclusión, las riquezas que saquearon los españoles en el Caribe
colombiano, en la Nueva Granada y en toda la América Latina en la fase inicial
de la conquista fueron a parar, bajo el cálculo correcto del fatalismo económico
y en medio del feudalismo en descomposición y el capitalismo naciente, a las
garras de los banqueros y comerciantes ingleses, alemanes e italianos para

19
luego regresar en forma de mercancías a través de los puertos legales y
clandestinos que se creaban en las costas colombianas, generando esto un
círculo de acumulación de doble vía que afianzaron, con un poderoso cimiento,
las bases estructurales de nuestra pobreza y subordinación futura.

1.2 La Tierradentro: orígenes de su formación social y las primeras


expresiones de resistencia indígena

Así pues, desde que Pedro de Heredia movido por la ambición decidió penetrar
por el año de 1533 la inhóspita geografía cubierta de ciénagas, caños y pantanos
siguiendo la ruta de lo que se conoce hoy como el Canal del Dique, se dio
comienzo a un proceso fuerte de colonización que después de la fundación de
Cartagena los colonialistas españoles decidieron llamar, por su lejanía del centro
colonial cartagenero “la tierradentro” que, posteriormente, la institución feudal de
la época organizada en la provincia y gobernación de Cartagena decidió
jurídicamente bautizar Partido de Tierradentro, área geográfica que hoy
corresponde al departamento del Atlántico. A la llegada de los españoles existían
en este territorio veintiún pueblos indígenas8 organizados en una economía
natural variada de intercambio, lo que quiere decir que el comercio de estas
poblaciones realizado a través del río Magdalena y sus afluentes, no nació con
la invasión europea sino que este comercio existía desde tiempos inmemoriales,
con un intercambio mercantil entre etnias estructurado en torno a la satisfacción
de las necesidades básicas de la colectividad. Al respecto, el cronista de indias
Pedro Cieza de León tuvo la siguiente impresión cuando pisó estas tierras: «Hay
entre ellos mercaderes y contratantes que llevan a vender la tierradentro... llevan
también sal y pescado; para ello traen oro, ropa y de lo que más ellos tienen
necesidad».

8
Los pueblos existentes eran: 1) Baranoa, 2) Buruaco o el Uruaco o Luruaco, 3) Cibarco o Sibarco, 4)
Cipagua o Cipacua, 5) Galapa, 6) Hibacharo o Quibacharo, 7) Huramaya o Duramaya, 8) Mahates, 9)
Malambo, 10) Mazaguapo o Mazaguap, 11) Paluato, 12) Piohon o Piojo, 13) Saco o Caco, 14) Suribana,
15) Taibe o Taive, 16) Tameme, 17) Tocahagua, 18) Tubará, 19) Turipana, 20) Usiacuri o Aziacori y 21)
Yaguaro. Agustín Blanco, El norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla, Estudios y documentos
para una geografía histórica del Departamento del Atlántico. Banco de la República, 1987, p. 31.

20
Antes de la llegada de los colonizadores los 21 pueblos indígenas del departamento
vivían en relativa paz y sin ningún tipo de necesidades para su placentera existencia

No existía pues en el Partido de Tierradentro al irrumpir en ellos la avaricia


española, una sola forma de intercambio o trueque propiamente dicha, sino
diferentes formas productivas con distintas escalas de importancia. Los
indígenas Mocanaes que poblaron el departamento y las comarcas vecinas,
pertenecientes a la gran familia lingüística de los Caribes, tenían como
característica esencial una economía especializada en el cultivo de la tierra
(maíz, yuca, malanga, ñame, batata); la elaboración de productos manuales
(vasijas, telares etc.); la pesca en el río Magdalena y ciénagas vecinas; la caza
y domesticación de animales montunos (ñeque, zahínos, torcazas, iguanas, etc.)
Sin embargo, las necesidades propias de la economía colonial y el intercambio
comercial que realizaba Cartagena con el resto de América y España hicieron
posible aplicar la división social del trabajo e imponer en estas tierras, en los
albores de la colonización, una sola forma productiva dominante: la agricultura
mediante la extensión del cultivo del maíz. Años después, la crisis alimentaria en
Cartagena producto de su acelerado desarrollo poblacional, llevó a que los
indígenas fueran obligados a tributar en otras especies como cerdos, pescados

21
y perdices. Sobre este hecho el Capitán Francisco Sánchez después de una
visita realizada en 1610 al Partido informaba a la Gobernación de Cartagena que:
«Estas rozas son de mucha consideración porque del maíz que de
ellas sé coxe se sustenta esta república, galeras y presidio y las
armadas reales que vienen todos los años de Castilla y se cría el
ganado de zerda y se engorda, que es de mucha importancia para
la dicha provisión y sustento... y los yndios de la costa de mar
podrán ser tassados en pesquerías de pescado que es lo que están
acostumbrados, en la cantidad de arrobas que pareciere justo...
también se podrán tassar a los yndios labradores de gallinas y
pollos como se refiere en la dicha tassa quitándoles que no paguen
perdices por el excesivo trabajo que les causa buscarlas en el
monte, ausentes de sus casas que es ocasión de enfermar y
consumirse (morirse)... y no siente este testigo en que otra cossa
puedan ser tassados para que con más descanso y comodidad
cumpliessen los dichos yndios la tassa y tributo que tienen
obligados a dar a sus encomenderos por razón de la doctrina que
les dan y por lo que tienen declarado».
El hecho de que los pueblos indígenas del Partido de Tierradentro tuvieran un
grado relativamente alto de organización social y económica producto de una
vida sedentaria sujeta al intercambio de productos por el río Magdalena, explica
igualmente el por qué estos pueblos no presentaran resistencia, por lo menos de
manera colectiva y organizada, contra los invasores, pues diversos estudios
sobre la colonización demuestran que cuanto mayor era la vida sedentaria de
una comunidad indígena más fácil le resultaba a los españoles incorporar a los
sometidos al trabajo esclavo.9 Un ejemplo concreto de esta particular situación
lo refleja la rebeldía originaria de las tribus Chimilas al otro lado del Magdalena
que en el transcurso de la invasión y conquista opusieron fuerte resistencia a los
españoles, precisamente por las bases sociales de su vida nómada. Es decir,
estas tribus nómadas eran una especie de guerrillas móviles que le dificultaron
a los españoles su captura y sometimiento. Aunque los conflictos intertribales
jugaron su papel en el proceso de invasión y dominio de estas tierras, nos

9
Sobre este tema puede leerse el trabajo de Rodolfo Puiggros, Los modos de producción en Iberoamérica,
publicado en América Latina ¿feudalismo o capitalismo?, 1973, p. 57.

22
desviamos de la teoría expuesta por A. Escalante donde afirma que el
sometimiento sin resistencia se debió, fundamentalmente, a las “guerras
intestinas” que existían entre estos pueblos.10
Con la fuerte resistencia Chimila en el oriente, la táctica guerrillera y sus primeras
emboscadas en las costas colombianas nos mostraban que estas no tenían su
origen en las guerras civiles pasadas, ni en la revolución cubana o en la
aplicación de este método por la insurgencia colombiana como creíamos, sino
que nació, en los albores de la colonización, con la ejemplar organización militar
de los Chimilas. El cronista Fray Pedro Simón en sus escritos que denominó
Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias occidentales,
relataba en 1537 algunos aspectos sobre las primeras tácticas de combate
organizado para la defensa del territorio y la defensa de la economía ancestral
por parte de los indígenas en el Caribe colombiano:
«Salido pues, el ejército de Santa Marta, comenzó a marchar la
vuelta de provincia Chimila, que está apartada de Santa Marta
cuarenta leguas de las faldas de las provincias Caribes. Es tierra
algo falta de agua, poblada de gente desnuda, corpulenta, belicosa
y bien experta en manejar arcos y flechas. Usan de yerba brava en
ellos como en las demás provincias. Sus vecinos es gente traidora
y que nunca pelea sino en emboscadas y muy a salvo y en
prevenidas ocasiones de hacer asaltos, con los cuales ardiles han
recibido siempre menos daño de los españoles las veces que se
les ha hecho entradas que las nuestras dellos».
En ese contexto de sumisión indígena en unos lados, y la resistencia bravía en
otros (los Chimilas fueron sometidos después de un brutal cerco de setenta años
de hambre y evangelización), produjo que toda la producción agrícola y la
organización propia de los pueblos indígenas del Partido de Tierradentro fueran
sometidas y organizadas por la institución colonial dirigidas desde la gobernación
de Cartagena, acondicionándolas sin mayores sobresaltos a las relaciones
productivas y de intercambio que favorecían tanto al gobierno virreinal de la
Nueva Granada como de la propia España. El primer intercambio comercial

10
La posición de A. Escalante concretamente dice “Los Mocana vivían en constantes guerras intestinas,
ocasión que aprovecho Heredia, lo mismo que Cortéz en México, para realizar pacíficamente la conquista
del Departamento del Atlántico” (Los Mocaná, p. 10)

23
europeo por el río Magdalena, después de la cristalización de la sangre indígena
en suelo Caribe y la eliminación de su comercio natural, que condujo a la primera
forma de acumulación española por la vía del comercio mercantilista, lo realizó
Jerónimo Lebrón quien después de haber dominado a sangre y fuego parte del
territorio:
«Entró en este Nuevo Reino, habiendo partido de Santa Marta por
el año de 1540, con más de doscientos soldados... trajo asimismo
las mercaderías que pudo para venderlas a los conquistadores que
carecían de ellas, y se vestían de mantas de algodón, y calzaban
alpargatas de lo mismo. Fueron estas las primeras mercaderías
que subieron a este Reino, y las más bien vendidas que en él se
han vendido... y ellos se lo pagaron muy bien, con capa que le
pagaban las mercaderías que le habían comprado, con que se
volvió muy rico a la ciudad de Santa Marta, y de ella a la de Santo
Domingo». (Freyle: 1995: p. 70)
Posteriormente, otras formas productivas y vida social en los territorios del
Partido por sus altos “niveles de atraso” o que simplemente eran escasas para
la comercialización, no fueron asimiladas por los invasores, lo que originó un
repliegue en la organización de la conquista por los españoles en los territorios
del Partido a comienzos del siglo XVII: «De 1610 en adelante no volvemos hallar
en el archivo histórico nacional cuadros coherentes ni el número de indios
tributarios ni tampoco de la magnitud de sus tributos a los encomenderos de
Tierradentro. La razón de ello radica en que después de ese año no se volvieron
a practicar visitas de la tierra». (Blanco: 1987: p.36)
Significa lo anterior que en los pueblos donde hoy no queda ya ni el recuerdo
como Mazaguap, Tocahagua, y Tameme, donde las formas productivas
originarias de los indígenas eran “atrasadas”, es decir que no le proveían a los
ibéricos los recursos agrícolas suficientes para el abastecimiento de la
gobernación de Cartagena, después de setenta años de brutal saqueo, estos
renunciaban parcialmente a la “encomienda de indios” originando esta situación
específica políticas terroríficas como el exterminio de la población, el
repoblamiento en pueblos vecinos o su desplazamiento hacia otras regiones del
litoral Caribe, especialmente hacia las zonas más altas comprendidas entre la
Sierra Nevada y la serranía del Perijá. Así lo indican las siguientes cifras sobre

24
el pueblo indígena de Baranoa: «En 1642, retrocediendo bastante en el tiempo,
otro pleito semejante entre el encomendero y el cura doctrinero de Baranoa nos
deja saber que de los 35 indios 'útiles al trabajo' que había en 1610. Solo
quedaban 18, o sea, que se habían reducido casi a la mitad». (Blanco: 1987:
p.37)
De ese modo, el inicio del exterminio de la población indígena del Partido de
Tierradentro se produjo en una doble vía: primero, por la integración al sistema
esclavista de producción implantado, sistema que produjo muertes masivas por
trabajo forzado; pero la situación fundamental que produjo el aniquilamiento de
la población se debió a las múltiples enfermedades traídas por los invasores,
pues ya en 1561 en una visita oficial practicada a la encomienda de Galapa por
el oidor Melchór Pérez, el español Domingo Gutiérrez declaraba: «... a la quinta
pregunta dixo que no sabe que yndios aya ella en este pueblo junto a los
cristianos. Están enfermos e que ha oydo dezir que avía más yndios de los que
agora ay. E que el asiento deste pueblo es sano aunque algunos muchachos y
algunos hombres y mujeres enfermos porque como a poco que pasó la
enfermedad de las viruelas unos han quedado con calenturas y otros con
cámaras (diarreas) y otros con otras enfermedades». (Blanco: 1987: p. 324) Y,
en segundo lugar, el exterminio se intensificó por la expulsión a mosquetazos de
los que no se integraron a las nuevas condiciones de producción agrícola que
comenzaba a organizarse y extenderse.
En el contexto económico, el desarrollo diferencial de los pueblos indígenas del
Partido de Tierradentro al quedar sujetos a la dominación total de los españoles,
fue determinando notables contrastes en el desarrollo de la práctica económica
de estos pueblos. En los lugares donde los españoles pusieron a su servicio
mano de obra esclava idónea para la producción agrícola y pecuaria, se
consolidó y extendió el régimen de acumulación que dio inicio a las grandes
haciendas, mientras que en otras regiones del Partido desprovistas de indígenas
útiles al trabajo esclavo «Los pueblos de Tierradentro en los documentos
aparecen solo como doctrinas y algunos de ellos, como Usiacurí, en esa época
carecen hasta de cacique». (Blanco: 1987: p.38) Esta particular situación que
diferenciaba y reagrupaba los territorios y generalizaba la concentración
poblacional en determinadas áreas productivas, marcaba la dominación total de
Tierradentro teniendo como base de su conquista el sometimiento y el

25
exterminio, lo que originó a su paso la disolución definitiva de la antigua
propiedad común de la tierra de que hasta entonces disponían los veintiún
pueblos indígenas de este Partido, y por medios despóticos se fue consolidando,
con poca resistencia, una nueva unidad social, política y económica marcada por
la barbarie.
Sin embargo, la resistencia que dieron algunos pueblos indígenas del
departamento, no se realizó a través de la confrontación directa de manera
violenta, sino que esta se dio a través del engaño y la burla; iniciándose por parte
de los indígenas una especie primigenia de “mamadera de gallo” que exacerbó
los ánimos de los invasores, llevándolos a ejecutar terribles masacres. El cronista
Fernando González de Oviedo da cuenta de un caso concreto en la que se refleja
la tragedia de estos pueblos, pero también la maquinación utilizada por los
indígenas para su defensa en una situación histórica marcada como importante
para entender la configuración histórica del departamento: la quema y
destrucción del pueblo de Malambo. Es decir, en el mismo lugar donde, sobre
estos cimientos de miles de cadáveres, se construye, en nuestros días, la
retaguardia industrial de Barranquilla:
«Pedro de Heredia, que avía andado allí con el capitán Melo
conocía a este indio, e antes avía dicho al gobernador que si este
indio se topase, le haría dar mucho oro a los indios del río grande
(río Magdalena) Pero no fue así: antes al contrario, porque después
se topó con Pedro de Heredia, no obstante que se le hizo todo buen
tratamiento, al tiempo de la partida fingió este indio que quería ir a
su casa a la poner en recaudo e hablar a su mujer e hijos, e que
fecho esto alcanzaría al gobernador e le acompañaría donde
quisiese; e todo era falsedad grande. E para efectuar su mal
propósito, hizo a los indios que se tomaron por guías en aquel
pueblo de Maracoabí que guiassen nuestra gente por un camino
muy desviado del camino derecho que iba al río, e aunque los
cristianos caminaron bien no pudieron alcanzar pueblo aquel día, e
durmieron en un cañaveral seco e sin agua e sin hierba para los
caballos... vista la burla, envío el gobernador en una canoa la guía
a llamar los indios de aquel pueblo, con apercibimiento de que si
no viniessen haría quemar el pueblo, pero aunque fueron e tomaron

26
tres veces los mensajeros, no lo quisieron hacer; y en fin dellos,
vista su pertinencia, se puso fuego al pueblo, del cual no quedó
casa ni cosa por quemar, aunque era muy grande y hermosa
población».

La destrucción, el saqueo y el pillaje en el territorio fue entonces el instrumento


fundamental para organizar el proceso de colonización en el departamento, y las
encomiendas la forma jurídico-política para legitimarlo.

1.3 Las Encomiendas del Partido de Tierradentro y la esclavitud en el


periodo de acumulación primaria
La monarquía española en Cartagena que comenzó a colonizar los territorios de
la “tierradentro”, tuvieron como tarea prioritaria poner fin al desorden
administrativo colonial reinante, e imponer en estos territorios alejados del poder
político-administrativo un tipo de economía concebida de forma tal que diera
respuesta efectiva a las demandas económicas de la gobernación de Cartagena.
Para Pedro de Heredia, conquistador y primer asesino en serie del Caribe
colombiano, Tierradentro se convirtió en su feudo y él en señor todopoderoso de
tierras y vidas, y para comenzar a organizar bajo la espada y la cruz los territorios
ocupados, puso a su servicio a curas doctrineros y a fieles encomenderos. En
esa dirección, el pueblo indígena de los Camach que habitaban en los territorios
que hoy ocupan el perímetro urbano de la ciudad de Barranquilla, fue dado en
encomienda al Capitán Domingo de la Cruz, por su contribución a la pacificación
violenta de este pueblo y por el potente tributo en oro y especies que le hacía a
la corona.
Con la invasión y dominio al pueblo indígena de Galapa, Pedro de Heredia creó
la primera forma político-económica de carácter feudal en el departamento del
Atlántico. El título monárquico conocido como “encomienda” que determinaba las
relaciones contractuales entre el conquistador y los indígenas, o entre
dominantes y dominados, marcó el inicio formal de la colonización y explotación
económica del Partido de Tierradentro. La encomienda era el sistema mediante
el cual el invasor español pactaba con los indígenas la protección del territorio

27
ocupado, a cambio de la catequesis y del pago de tributos.11 La consolidación
de este pacto en el departamento se encuentra en el testimonio del cronista
Fernando González de Oviedo:
«Heredia llegó a mediodía a otro pueblo que se dice Mangoa al cual
hizo de paz e se aposentó fuera de él por no enojar a los indios, e
aun por tener más seguras las espaldas... Este pueblo fue donde
le dieron oro al gobernador en su gobernación. E allí se entendían
las lenguas con los del pueblo, y el cacique del pueblo les dio
lenguas para adelante, e les mandó que a los de otro pueblo dijesen
en que hiciesen buen tratamiento a los cristianos, porque eran
buenos, e les diesen oro como él lo había hecho, pues no hacia mal
sino a los malos. Partidos de allí llegaron a otro gran pueblo que se
dice Galapa; e antes un poco que llegassen, venían indios a
decirles que no quería que entrasen en su pueblo ni querían su
amistad; e oído esto, el gobernador apercibió las armas e gente, e
propuso entrar contra la voluntad de los indios, más por conservar
el crédito que no con deseos de hacerles daño. Pero pues ellos lo
apercibían e declararon su intención, quiso que supiesen que a su
despecho avía que entrar a castigarlos de su descomedimiento... e
como vieron su determinación, recibieronlo de paz e recibieron muy
bien a él e a los cristianos, dándoles muy bien de comer e del oro
que tenían».
El anterior relato plantea que la dominación del pueblo indígena de Galapa y
otros de su cercanía, se realizó de forma “pacífica”, es decir que mientras los
nativos se mostraran serviciales y sumisos y les saciaran a los españoles la sed
de oro, no corrían con el riesgo del paso por “las armas e gente” o, de lo contrario,
el río de sangre se convertía en la otra trágica alternativa. Así ocurrió con la
comunidad indígena de Tubará que a costa de centenas de muertos opuso una
resistencia heroica, desde las montañas que bordean su pueblo, a los invasores.

11
Decía la Ley primera título 9 tomo 2 del libro Recopilación de Indias que “El motivo y origen de las
encomiendas, fue el bien espiritual y temporal de los indios, y su doctrina y enseñanza en los capítulos y
preceptos de nuestra santa fe católica, y que los encomenderos los tuviesen a su cargo y defendiesen a sus
personas y haciendas, procurándose que no se reciba ningún agravio, y con esta calidad inseparable, les
hacemos merced de se los encomendar de tal manera, que si no lo cumplieren, sean obligados a restituir los
frutos que han percibido y perciben, y es legitima causa para privarlos de las encomiendas”

28
Sobre este particular hecho histórico Fernández de Oviedo en sus crónicas
contaba que: «...e así fueron a dar a otra gran ciudad llamada Tubará, gente rica,
valiente y robusta, como se echó de ver en la resistencia que hicieron a los
nuestros, defendiendo su pueblo con tan valientes bríos, que a no ser los que
eran los españoles, saliesen con la suya; pero al fin, después de derramada
mucha sangre y vidas de indios y haber muerto un caballero llamado don Juan
de Vega, que dejó bien vengada su muerte con la de muchos bárbaros, los
ahuyentaron del pueblo, y rancheando las casas, sacaron de ellas gran suma de
oro». (Escalante: 2001: p.13)
Bajo esas circunstancias de terror y genocidio, se creó la primera encomienda
en el pueblo de Galapa al mando del vasallo Juan de Escalante de Fontaneda y
posteriormente de Pedro de Barros quienes cumplieron eficientemente la tarea
del despojo con la ayuda inquisidora de los curas doctrineros. El mismo Heredia
selló la trágica suerte de los pueblos indígenas de Galapa y Saco (hoy Juan de
Acosta) con el siguiente testimonio: «...e por la presente encomiendo en vos
como vasallo de su majestad los caciques y capitanes con sus sujetos de los
pueblos llamados Galapa y Caco (Saco), que son en los términos desta ciudad
de Cartagena». (Blanco: 1997: p. 41)
Con el inicio de la encomienda de Galapa, los encomenderos del Partido de
Tierradentro se convirtieron en amos casi absolutos de estas tierras, refundaron
pueblos12 antecediéndole a los nombres indígenas originales el de un santo, San
José de Tubará o Santa Ana de Baranoa por ejemplo; nombraron autoridades
locales priorizando en la titulación a sus secuaces de confianza (al hermano de
Pedro de Heredia, Alonso, le correspondió posteriormente el trabajo de “civilizar”
a la población indígena del Partido con la sacrosanta ayuda de curas
doctrineros); recibían e imponían impuestos como el estipendio y el camarico,
obligando a tributar en maíz y animales silvestres; impusieron penas civiles y
criminales prevaleciendo en el castigo la de la muerte; expidieron autorización
para la explotación de las tierras vírgenes especialmente la de las riberas del
Magdalena;13 cambiaron los relucientes nombres originales de los indígenas

12
“Solo Antonio de la Torre fundó treinta y tres pueblos, refundó once y permitió la reincorporación a la
vida civil de todas las castas: blancos, indios, negros, mestizos, zambos y mulatos”. Alfonso Múnera, El
fracaso de la nación, región, clase y raza en el Caribe colombiano. El Ancora Editores, 1988, p. 61.
13
En las actas del Cabildo de Cartagena en 1590 aparece la siguiente petición “El Sargento Joseph Pérez
de Orozco, vecino de Tierradentro, jurisdicción de esta ciudad: digo que yo quisiera fundar una Estancia

29
Caribes como Aritu, Uny-Yza, Diaguanary, Janibara, Bomari, Yauruzo, Guabi,
Unicoa, Yadibaru, Canabiri, Dai-Dari, surgidos de una constelación mágica en
ofrenda natural a sus dioses, para rebautizarlos bajo la santa inquisición con
nombres euro-cristianos como Pedro, Juan, Francisco, José etc.; al gran río
Yuma lo despojaron de su nombre mítico y colocaron sin su permiso el de una
virgen; la de la Magdalena «Porque por ventura (Bastidas y su gente) le dieron
vista, y entraron en sus aguas... el jueves antes de la Semana Santa, cuando la
iglesia celebraba la conversión de la Magdalena», y en fin, los primeros invasores
organizaron todo un sistema de explotación, saqueo y disolución cultural que
fueron depositados en herencia a todos sus patriarcales descendientes. Por otro
lado, hacia 1560 la invasión europea había instalado en lo que ellos
denominaban Nueva España (América Latina) 480 pueblos indígenas,
encomendados todos a particulares y en 1571 el número de pueblos bajo el
dominio directo de la corona era de 359, con un total de 440.000 indígenas
encomendados. (Zabala: 1944: p. 153)
Sin embargo, estas formas feudales deformes que se impusieron en el Caribe
colombiano y la Nueva Granada, empezaron a manifestar problemas en su
funcionamiento por la rigidez que existía en sus sistemas económico-sociales,
sistema que no liberaba suficientemente las fuerzas productivas. Por ese
acontecimiento, la encomienda entró en conflicto sobre todo con la iglesia por la
recaudación de los tributos, los cuales se convirtieron en un medio de
apropiación sin límite de la fuerza de trabajo esclava que aportaban los
indígenas14 que ya en número decreciente habitaban el Partido de Tierradentro,
estos hechos disminuyeron el volumen total de la renta colonial: «Este problema
se presentaba siempre para cualquier encomendero de Tierradentro, porque
mientras no hubiera nueva visita que significara nueva transacción del tributo de
los indios y nueva estimación del estipendio y el camarico, no podía el
encomendero disminuir su obligación para con el doctrinero». (Blanco: 1997: p.
64)

con esclavos que tengo, para sembrar maíz y yuca, y otras legumbres, y cría de ganado de cerda para el
abasto de esta ciudad, para la cual tengo necesidad vuestra excelencia me haga usted merced de ocho
caballerías en el sitio del arroyo del Engordadero”.
14
“Desde 1503, la corona española consideró justa la esclavitud de los indios, especialmente en las
provincias de Cartagena, Darién, Santa Marta y todo el Caribe”. José Antonio Saco, Historia de la
esclavitud, Ediciones Jucar, Madrid, 1974, p. 237.

30
Después del asalto a las poblaciones, los indígenas eran obligados a tributar a la
Gobernación española en Cartagena en oro y especie

Los abusos interminables de los encomenderos sobre la población indígena,


obligaron a la corona española a prohibir gradualmente estas encomiendas en
determinados pueblos del departamento del Atlántico, y puso a todos los
indígenas esclavizados bajo la protección de otros funcionarios reales y, en
especial, en manos de los corregidores y algunos sacerdotes que se
constituyeron a partir de esa decisión política en enemigos y contradictores
irreconciliables de los encomenderos. La monarquía española y sus autoridades
instaladas en Cartagena controlaron de esa manera la fuerza de trabajo indígena
del Partido para explotarlos, especialmente, en las labores agrícolas y pecuarias.
Aunque el origen real del conflicto entre curas y encomenderos estaba en que el
encomendero con su basto poder de ambición no recibió a los indígenas del
Partido de Tierradentro (ni a ninguno de la Nueva Granada) bajo la categoría de
esclavos, y su derecho de explotar en condiciones extremas el trabajo de estos
veintiún pueblos del Partido quedó limitado en el tiempo, originando esta

31
particular situación la progresiva desaparición de las comunidades indígenas, en
la misma medida en que se fueron aboliendo las encomiendas: Según Agustín
Blanco (1997: p.64): «La población de todas las encomiendas de 'tierradentro'
según las cifras comparadas de las visitas a ellas practicadas, sufrió, en general,
fenómeno de decrecimiento demográfico hasta el primer cuarto del siglo XVIII.
En algunos casos esa disminución llegó hasta el extremo de producir la extinción
de las encomiendas, tal como sucedió en Tameme, Mahates, Cacaramoa o
Paluato, por ejemplo».
Así pues, la encomienda de estos territorios fue hervidero permanente de
injusticias sobre los indígenas encomendados y décadas después de la
colonización del Partido de Tierradentro, este sistema comenzó a proteger las
rigideces de una legislación restrictiva que imponían sus implacables y
excluyentes privilegios, que las llevó a ser suprimidas por decreto real en
noviembre de 1718, extinguiéndose por completo en todo el departamento en
agosto de 1721. Cuando en el siglo XVI fue suprimida por la monarquía española
la esclavitud de los indígenas en toda América Latina, quedó en el nuevo cuadro
de las relaciones sociales feudales un nuevo principio para la explotación de la
mano de obra colonial. Este principio económico obligaba a que los indígenas
esclavizados ya no quedarían en condición servil hacia el encomendero sino
serían, en adelante, súbditos incondicionales del rey de España. En
cumplimiento de este decreto, la población de Malambo quedó «Sometida a la
gobernación de Cartagena, en 1562 y se dio en encomienda a Alonso López de
Angulo, quien la traspasó a Don Juan de Ludeña en 1572 y quedó siendo,
después de cumplido el privilegio, de propiedad del Rey». (Vergara y Baena:
1999: p. 57)
Con estas medidas y la extinción de las encomiendas existentes en el Partido de
Tierradentro, la monarquía española no se propuso impedir que se consolidara
la aristocracia de terratenientes que comenzaban a enriquecerse con el negocio
de la cría de vacunos en las regiones colonizadas de este Partido que, antes de
la aparición de las haciendas, estaban organizadas en caballerías agrícolas y
estancias ganaderas como extensas medidas de superficie que cubrían 43 y 780
hectáreas respectivamente; más bien, la intención de la monarquía española fue
la de presionar a la aristocracia instalada en la gobernación de Cartagena para
que los nuevos terratenientes, que gradualmente consolidaban su poderío

32
económico, se mantuvieran devotos a sus designios políticos, y así comenzar el
nuevo proceso de acumulación bajo una forma económica y política que tuviera
mayor estabilidad en su administración.
En correlación, los indígenas que quedaron vivos del exterminio y posteriormente
los esclavos transportados del África meridional, fueron concentrados en las
tierras ocupadas por los latifundistas españoles, para dedicar estos latifundios a
la cría de ganado, especialmente de cerdos; quiere decir esto que el
departamento del Atlántico se constituyó en los inicios y desarrollo de la
colonización en una región reciamente encadenada al mercantilismo
agropecuario que era indispensable para la consolidación de la retaguardia
estratégica alimenticia de los españoles, fuertemente atrincherados en la ciudad
de Cartagena debido a los continuos asedios de piratas y corsarios ingleses.
Bajo este nuevo juicio económico, el de las haciendas, se expidió por parte de la
corona española un decreto real que reafirmaba el proceso de extinción de las
encomiendas. El decreto real manifestó: «He resuelto que todas las
encomiendas de indios que se hallaren vacas, o sin confirmar, y las que en
adelante vacaren, se incorporen a mi real hacienda, cediendo los tributos de que
se componen a beneficio de ella y entrando en las cajas reales de sus distritos».
(Blanco: 1987: p. 78)
Al disponer de los recursos reales para la organización de las haciendas, dineros
que en parte se utilizaban para financiar a los ibéricos que llegaban sin capital a
las costas del Caribe, los españoles iniciaron un nuevo ciclo económico en el
departamento del Atlántico: el pre capitalismo; con incipientes raíces en el
sistema colonial.

1.4 La consolidación de las haciendas: mano de obra esclava y asalariada


de indígenas en los inicios del capitalismo colonial

Desde que el encomendero Juan de Escalante decidió instalar una cría de


cerdos en un fundo cerca al pueblo de Galapa, selló con esa iniciativa comercial
un nuevo destino económico para las poblaciones del departamento del Atlántico
en la segunda fase económica de la etapa colonial. Es decir que, de ser territorios
eminentemente agrícolas regidos por el sistema de encomiendas, la región con

33
el paso de los años pasó a ser un enclave importante para la ganadería; base
económica de las nacientes haciendas.
La creación de estos latifundios en el Partido, como lo afirmamos anteriormente,
tuvo como fin prioritario abastecer de proteínas a la entonces pujante ciudad de
Cartagena ante su gran desarrollo económico y poblacional. Entre estas
haciendas originadas en el nuevo ciclo de producción y concentración
económica, estaban la de San Blas, la de San Nicolás y la de San Antonio en
Soledad. Fueron estas quizás las más importantes fundadas en los territorios del
departamento del Atlántico en el período colonial. Con la creación y desarrollo
de estas haciendas la corona española delegó importantes poderes económicos
y políticos a los nuevos terratenientes que iban poblando la comarca, y fue una
solución práctica que adoptó la gobernación colonial de Cartagena ante la
imposibilidad de afrontar por sí sola la colosal tarea de organizar los territorios
del Partido en su forma jurídico-económica.
Los beneficiarios directos de este régimen inicial, que usufructuaron la propiedad
atlanticense durante “más de tres cuartos de siglo”, estuvieron instintivamente
poseídos por el afán de lucro, lo cual fue un síntoma indiscutible del nacimiento
de la burguesía criolla y las relaciones pre-capitalistas de acumulación en estos
territorios. Fue esta pues una etapa en la historia colonial del Caribe colombiano
en las cuales se manifestaron formas primitivas de capitalismo con relativa
pujanza. Esta etapa estuvo marcada por dos hechos de fundamental importancia
para el surgimiento de la era pre-capitalista en el departamento del Atlántico: 1)
la contratación del trabajo libre asalariado a indígenas y mestizos y 2) el pago en
dinero a los trabajadores de la hacienda, factores que fueron incidiendo en que
la economía natural basada en el trueque y el tributo, se fuera transformando
lentamente en economía monetaria de acumulación y beneficio. 15 Estos
indiscutibles hechos suponen que la fuerza de trabajo necesaria para la
extensiva cría de cerdos en las primeras haciendas del departamento era, en
buena parte, asalariada.
Así pues, los “trabajadores libres” de estas primeras haciendas que se
constituyeron en el territorio, mestizos en su mayoría, recibían parte de su jornal

15
Hay que dejar claro que la esclavitud indígena y negra no dio lugar primordialmente al trabajo asalariado,
sino también a formas que implicaban grados variables y menos opresivos de explotación de ese trabajo,
tales como la aparcería y el arrendamiento.

34
en dinero y no se veían forzados, por presión económica o por el aislamiento a
que estaban sometidos, a que estos gastaran el pago de su jornal
exclusivamente en lo que le suministraban los hacendados españoles, sino que
quedaban a expensas de los comerciantes que tenían la posibilidad de transitar
la estancia porcícola y agraria con productos traídos desde Cartagena a través
de los difíciles caminos de herradura que se iban formando desde las haciendas
de “tierradentro” hasta el centro colonial cartagenero y viceversa. Esta particular
situación fue fortaleciendo la economía de las aldeas que pasaron a
transformarse de poblaciones exclusivamente indígenas, a constituir los
primeros gérmenes de mestizaje en el territorio en las denominadas “parroquias
de libres”. Entre las “parroquias de libres” estaban las de San Nicolás de
Barranquilla (con agregación de Sabanilla) La de San Antonio de Padua de la
Soledad, Santa Ana de Baranoa (con agregación de Juan de Acosta), San Luis
de Polonuevo, Santo Tomas de Villanueva (con agregación de Palmar de Varela)
Santa Rita de Sabanagrande, San Antonio de Padua de Sabanalarga, San José
de Portoalegre (Ponedera), Real de la Cruz (con agregación Santa Lucia
Algodonal) Nuestra señora de la Candelaria (con agregación Carreto) Manatí,
Santa Rosa, (Lipaya), Santa Catalina y Palmar de la Candelaria. Y como pueblo
de indios, como llamaba despectivamente la inquisición reinante, estaban San
Antonio de Piojón, San José de Tubará, Santo Domingo de Usiacurí, Nuestra
señora de la Candelaria de Galapa y Santa María Magdalena de Malambo.
A grandes rasgos, esta era la relación poblacional y económico-laboral donde se
ubicaban los trabajadores transitorios (mestizos sin ubicación definida) y de los
especializados (corraleros, arrieros, mayordomos, etc.) que fueron ocupando los
sitios de libres, cuya elevación de su remuneración salarial era, en términos
generales, mucho más alta que la de los trabajadores permanentes (indígenas y
esclavos afros) que, a fuerza de latigazos en las haciendas que surgían, se
sacrificaban para beneficiar al hacendado. Pero, a pesar de que estos últimos no
podían tener camino directo al mercado de consumo, que se extendía con el
crecimiento de la población en las llamadas “parroquias de libres”, estos también
eran víctimas de medidas legislativas que los obligaban a estar siempre
empleando su fuerza de trabajo bajo la amenaza de sufrir encarcelamientos,
trabajos forzados o incorporarse en las filas del ejército realista para asegurar el
control de la población. Estos primeros pobladores del territorio, aparte del

35
circuito de explotación económica, también los españoles los utilizaron para
defender la costa caribe colombiana de los ataques de los corsarios ingleses,
sobre todo para la custodia armada de Cartagena y Santa Marta.16 Esta situación
corrobora que este aparato de control social y político en las primeras haciendas
del Partido, solo servían para robustecer al ejército real y para asegurar la
presencia de la fuerza de trabajo en los alrededores de la hacienda y extender
de esa manera la producción porcícola y agrícola, y para forzar, a la vez, el
consumo de productos importados de Europa, productos que consumía
ávidamente la creciente población de los pueblos de libres antes anotados, pero
también la organización y disciplina económica que se imponía era relativa en
estos territorios, en parte, porque la cría de cerdos en estas haciendas requería
muy pocos trabajadores, lo que permitió un mejor control de la población para
así orientar al creciente núcleo familiar en otros trabajos específicos y, por otro
lado, este fenómeno de organización poblacional se dio debido a la escasez de
mano de obra en la región, producto del exterminio progresivo de los indígenas.
Esta particular coyuntura económica que liberaba gradualmente la fuerza
productiva, la relata a su manera Agustín Blanco en el análisis de la hacienda
San Blas:
«Los trabajadores libres o peones a jornal estuvieron dedicados a varios
menesteres: mayordomos, vaqueros, corraleros, arrieros. Esta clase de
servidores recibieron del propietario autorización para labrar sus rocitas de maíz,
yuca, ahuyama, etc., y con ellas ayudar a su familia en lo de la alimentación».
(Blanco: 1987: p. 138)

16
Sobre el problema de la seguridad de las posesiones españolas y la necesidad de vincular personal nativo
al ejército realista para defenderlas, decía José Gálvez Ministro de Indias al Virrey Flores de la Nueva
Granada que “El edificar todas las obras de fortificación que se proyectan en América como indispensables;
enviar las tropas que se piden para cubrir los parajes expuestos a invasión y completar las dotaciones de
pertrechos de todas las plazas, sería una empresa imposible aun cuando el Rey de España tuviese a su
disposición todos los tesoros, todos los ejércitos y los almacenes de Europa. La necesidad obliga a seguir
un sistema de defensa acomodado a nuestros medios. En suposición que es imposible defender con tropas
veteranas los puntos importantes de esos inmensos dominios. La necesidad y la política exigen que se
saquen de los naturales del país todo el partido que se pueda. Para esto es preciso que los que mandan los
traten con humanidad y dulzura que a fuerza de interés y de equidad les infundan amar al servicio, y les
hagan conocer que la defensa de los derechos del Rey está unida con la de sus bienes, su familia, su patria
y su felicidad” Archivo General de Indias, Santa fe, 577-A.

36
El comercio realizado por indígenas y mestizos libres comenzó a fortalecer el vínculo
social y las relaciones monetarias entre los pueblos indígenas del partido de
Tierradentro

Es preciso concluir asimismo, que este original cambio en las relaciones de


producción no obedecía a un hecho fortuito ni a un humanismo formal de los
colonizadores, sino a una relación económica de profundo significado, pues ya
el hacendado, en sus cálculos económicos, había comprendido que el trabajo
libre le reportaba más beneficio que el agobiante trabajo esclavo que realizaban
mestizos, indígenas y afros, pues este tipo de trabajo, por lo extenuante, no
rendía lo suficiente para expandir la producción agrícola y pecuaria a una escala
mayor era mejor, en últimas, abolir (sobre todo para los sectores mestizos) las
relaciones sociales tradicionales de explotación de la fuerza laboral basadas en
la esclavitud y la servidumbre y contratar en trabajo a jornal o peonaje la
necesaria para poner a producir la hacienda agropecuaria en mejores
condiciones administrativas y con un mayor rendimiento económico, pues la
movilidad de la fuerza laboral le permitía ajustar a su antojo la utilidad y la
explotación del trabajo como se anota a continuación en el siguiente aparte:
«Peor aún era entonces la situación de los jornaleros y peones agrícolas, que
tradicionalmente solían recibir parte de su salario en maíz. En caso de un notable
aumento de los precios los dueños de las haciendas solían despedir a los
trabajadores que juzgaban demasiado costosos, o ya innecesarios en la

37
coyuntura. Los hacendados no vacilaron en adoptar esta drástica solución sobre
todo en las coyunturas más graves». (Lavallé: 2002: p. 36)
Las ventajas económicas que se derivaron de la anterior situación fueron
fundamentalmente dos; primero, el alto precio que tenían los productos
pecuarios en Cartagena que les originó un beneficio elevado a los criadores de
cerdo, seguido de un alto valor de los terrenos dedicados a la ganadería situación
que los ponía únicamente al alcance de los que tuvieran influencia aristocrática
o cantidad apreciable de capital acumulado; y segundo, la mano de obra esclava
y barata de indígenas, negros y mestizos que redujo relativa, sino
absolutamente, el costo de producción de las haciendas agrícolas, porcícolas y
ganaderas del Partido.
Este particular proceso de interacción y transición que existía entre esclavismo,
feudalismo e incluso formas manifiestas de pre-capitalismo, formas que se
entremezclaban en el desarrollo de la producción agrícola y pecuaria, a pesar de
su sistemática oposición como métodos socio-económicos antagónicos17 no
tenían por qué ser, en todas las alternativas que el desarrollo económico de la
hacienda planteaba, procesos incompatibles que de una u otra forma se
manifestaran de forma violenta; más bien los dueños de las haciendas del
Partido de Tierradentro se las componían para que su imagen no apareciera
como autoritaria, ligada a la corona española y (o) a la aristocracia instalada en
Cartagena lo cual le permitía mantener al terrateniente el dominio de la hacienda
y, por consiguiente, controlar efectivamente todos los resortes de la supremacía
social. Agustín Blanco sobre este tema, con un argumento explicado desde su
lente, señalaba: «La razón es bien simple, Blas Gutiérrez18 no era un privilegiado,
no era ni 'don' ni tampoco usaba el 'de' que paradójicamente aparece
precediendo los apellidos de algunos de sus trabajadores. Era Blas Gutiérrez a

17
La transición mecánica del marxismo no era ni es posible aplicarla a las condiciones económicas que se
desarrollaron en estas tierras; el economista Paul Sweezy (1971: p. 1-2) al respecto señalaba que “no existe
sobre el particular lo que pudiera considerarse una teoría general de la transición entre sistemas sociales...
porque cada transición es un proceso histórico único que debe ser explicado y analizado como tal. Un
estudio comparativo de las transiciones puede ser extremadamente útil, pero estos nunca son procesos
simples ni breves, por el contrario, ocupan y aún definen toda una época histórica. Un aspecto de su
complejidad es lo que puede llamarse multidireccionalidad, es decir, el movimiento en una dirección puede
retroceder y reanudarse en otra sobre una base nueva”
18
Este personaje fue elevado a la categoría de santo por la iglesia y en su nombre fue bautizada una calle
de Barranquilla, la calle San Blas, que corresponde hoy a la calle 35.

38
secas y jamás recibió las ventajas de poseer una encomienda de indios».
(Blanco: 1987: p. 138)
Ciertamente el hecho de que Blas Gutiérrez (el primer gran latifundista que tuvo
el departamento) no utilizara el 'don' y el 'de' como prefijos de poder señorial, y
de que éste no poseyera “encomienda de indios” no fue porque quisiera
manifestar alguna condición de vínculo contractual o simpatía con sus mestizos
asalariados o con los indígenas y negros esclavizados en su hacienda, más bien
las señales del incipiente pre-capitalismo mostraba que ya los apellidos y los
prefijos ajustados a sus nombres no eran símbolo importante de poder en estas
tierras alejadas del centro administrativo cartagenero, y el único poder real que
comenzó a subordinar las mentes de los pobladores de esa época era una muy
simple y muy capitalista: la posesión de bienes de capital a través del intercambio
agrícola y pecuario con Cartagena y, en menor medida, con las comarcas
vecinas a través del río Magdalena. Es decir que mientras en Cartagena se
afianzaba la economía colonial de tránsito de metales hacia Europa liderada por
una aristocracia de abolengos, en el Partido de Tierradentro se afirmaba el
mercantilismo pecuario dirigido al consumo del centro colonial, basado en una
economía pre-capitalista con una incipiente influencia regional, todo esto a través
de los vasos comunicantes que permitía el río y los caños que alimentaban sus
aguas. Esta nueva fuente de riqueza y prestigio originó una participación
económica importante a los hijos de españoles nacidos en estas tierras o, más
concretamente, a la embrionaria (o mejor cigótica) burguesía atlanticense. Pero,
surge la pregunta, si los hacendados del Partido de Tierradentro vendían sus
cerdos y productos agrícolas hacia Cartagena para obtener dinero ¿qué hacían
con el capital obtenido? ¿Lo acumulaban para su prestigio personal, lo gastaban
para satisfacer su lujuria en las calles cartageneras, o lo capitalizaban para
fortalecer los circuitos económicos del Partido y sus pueblos refundados? Los
hacendados de estas tierras vendían sus productos agropecuarios a Cartagena
para comprar las mercancías provenientes de las regiones vecinas, y el ahorro
que hacían se convertía más bien en una ramificación compleja de “evasión
tributaria” que se ocultaba a los funcionarios reales (entre ellos se destaca al
Virrey Slava a través, en esos tiempos, de su juez comisionado Francisco Pérez
de Vargas) para así expandir su territorio mediante la compra-venta de tierras;
extender la ganadería y acumular dinero para comprar más mercancías, e

39
intensificar así mismo el comercio con la región a través del río Magdalena y, de
igual manera, extender el comercio clandestino por el mar Caribe cruzando los
peligrosos acantilados de Bocas de Ceniza.
Desde la segunda década del siglo XVII ya se avizoraban indicios de
comercialización clandestina estimulada por la intensificación del comercio, esto
obligó al gobierno español a establecer en 1621 un puesto de vigilancia en la
ensenada de Sabanilla con el propósito de frenar el incipiente contrabando.19
Así pues, el desarrollo de las haciendas pecuarias en los siglos XVI y XVII en las
comarcas del Partido de Tierradentro, mostró aspectos pre-capitalistas en su
conformación, manifestando cada sistema de producción implantado (esclavo,
feudal y pre-capitalista) elementos propios que permitían diferenciar sutilmente
un sistema del otro; pero, en la evolución e interacción económica de las
haciendas de este Partido con Cartagena, con la Nueva Granada y el comercio
con la península ibérica y Europa, estos componentes de la naciente formación
social colonial, en su contradicción económica, se confundirían en su desarrollo
y lustros después chocarían violentamente. Pero hay un hecho real e
inconfundible que no tocan los historiadores de estas tierras; las haciendas del
hoy departamento del Atlántico no surgieron a la vida social y económica para
repetir el ciclo feudal orientado a la cría de cerdos, exportación agrícola y otras
especies, y mostrarse, como lo hacen los historiadores conocidos sobre el tema,
como parte de la historia inmóvil, parroquial y anclada en el tiempo, sino que el
surgimiento y desarrollo de las haciendas en el Caribe colombiano fue, en
términos globales, producto de la acelerada deformación feudal que existía en la
época y consecuencia de la integración al nuevo ciclo capitalista que comenzaba
a mostrar sus garras en el mundo. Para ser más precisos, los confines del Partido
de Tierradentro y los de la extensa región Caribe, con sus poblaciones ya
dominadas y refundadas, fueron invadidos, conquistados y organizados
económica y socialmente como una etapa más del vasto periodo de expansión
colonial que se desarrollaba tanto en el Nuevo Reino de Granada como de toda
la América Latina, y de igual forma como parte fundamental del proceso de
consolidación del capital comercial europeo que comenzaba a explorar vías y a
tratar de consolidar puertos para su desarrollo comercial. El régimen económico

19
Para controlar el contrabando en el año de 1626 se establece formalmente el puesto de vigilancia en
Sabanilla, comandado por los encomenderos Nicolás de Barros y Nicolás de las Heras.

40
y territorial impuesto a estas esplendidas tierras bordeadas por el filo brumoso
del río Magdalena y el inmenso verde-azul del mar Caribe, fue instaurado con
miras al robustecimiento de la economía de la gobernación de Cartagena como
la de todo el mercado colonial en general. Algo de esto nos lo apunta A. Blanco
(1987: p. 123):
«Por estos caminos circularon así mismo los indios arrieros
conduciendo las reses gordas desde las haciendas de Tierradentro
'Hato Grande' (Tubará) o 'San Nicolás' (Barranquilla), cuando no
eran los vaqueros libres de 'San Blas' presididos por el propio amo
Gutiérrez o sus descendientes... Por Camino Grande (carretera de
La Cordialidad) asomaban a la ciudad de Cartagena las magníficas
mulas de silla de los encomenderos y curas doctrineros de
Tierradentro... fue también la vía obligada de las recuas de mulas
de carga que durante centurias cumplieron el viaje del puerto de
Malambo a Cartagena».
Muy poco tiempo después de iniciada la historia colonial del Partido de
Tierradentro, la orientación clara que iban tomando sus caminos, la explotación
ganadera y agrícola y en menor escala la minera, permitió “descubrir” a las claras
que todo este andamiaje económico de desorden organizado respondía, en
últimas, a los intereses económicos predominantes en los grandes centros
comerciales que afloraban en el interior del país: «Hay prueba documental de
que el maíz producido en 'San Blas' y en sus vecindades no estaba del todo
destinado a criar y engordar cerdos o a ser enviados a Cartagena... El destino
final de semejantes cantidades de grano nos lo dice el capataz momposino Pedro
de Palencia...'yo embarcaba para Zaragoza para el consumo el maíz'». (Blanco:
1987: p. 136)
Esta apertura creciente y forzada de infraestructura vial, la reproducción de la
población y la consolidación de la economía agrícola, ganadera y minera fueron
las bases históricas para comprender el nacimiento de Barranquilla, su desarrollo
posterior como puerto de embarque para el desarrollo informal del pre-
capitalismo mercantilista, lo determinaría el puerto marítimo de Sabanilla y su
conexión con el río Magdalena.
El desarrollo del intercambio que realizaban las haciendas porcícolas del Partido
de Tierradentro con Cartagena desembocó forzosamente en el desarrollo de la

41
ganancia en dinero (Maravedí, moneda circulante en la época), hecho que
sellaba una superación de los modos de producción agrícolas existentes y fue,
de cierta manera, un avance que marcaría hacia el futuro el destino de la
decadencia de Cartagena como principal puerto del Caribe colombiano y, en el
lejano horizonte, surgía la naciente expectativa económica de una pequeña
aldea (Barranquilla) que crecía “libre” de las ataduras coloniales, como lo
veremos en el capítulo que sigue.
Podemos concluir entonces que algunas reglas de la política mercantil-
agropecuaria que realizaban las haciendas del departamento del Atlántico con el
centro económico colonial de Cartagena y todo su circuito mercantil (circuito que
se enlazaba hacia el interior con los puertos ribereños de Malambo, Calamar,
Tenerife, Mompós y Honda y hacia el exterior con el comercio europeo),
contribuyeron decisivamente a hacer florecer entre los hacendados españoles y
sus descendientes criollos, los gérmenes en descomposición del viento
mercantil-capitalista que fue progresivamente enraizado en todo el caribe
colombiano.

CAPITULO II

LA CIUDAD Y SUS ORÍGENES

2.1 Hacendados, indígenas y afros esclavizados: los conflictos de


estructuración pre-capitalista en la formación del sitio de Barranquilla

Es preciso recordar dos cosas importantes; primero, que el sitio donde hoy está
ubicada la ciudad de Barranquilla siempre estuvo poblado por seres humanos,
es decir estuvieron habitados ancestralmente por la gran cultura de los indígenas
Caribes, específicamente por los Camach, y segundo, esta ciudad tampoco fue
descubierta mediante un proceso formal y protocolario de los conquistadores,
como ocurrió en la mayoría de las principales ciudades del país20 y la costa, con

20
Esta mezcla confusa y contradictoria de su origen se refleja en la celebración anual de sus cumpleaños,
para la fijación del año se utiliza la fecha de 1629, año en el cual Malabet asegura llegaron los galaperos y
su ganado, y para el día se utiliza el 7 de abril, día de la independencia formal del departamento del Atlántico
de Cartagena en 1905.

42
los ejemplos cercanos de Santa Marta y Cartagena. Para explicarlo de otra
manera, la presencia poblacional en la era colonial en Barranquilla fue producto
de cinco factores importantes. 1) la ancestral presencia indígena, 2) el desarrollo
de las haciendas en su proceso de transición sistémica. 3) la presencia de los
“agregados” o población flotante (fundamentalmente blancos criollos y mestizos),
agregándose posteriormente los esclavos afros. 4) la ubicación geográfica que
definía nuevas rutas para el comercio y 5) la nueva estructuración mundial de la
economía con el avance de las flotas marítimas europeas y su necesidad de
buscar puertos clandestinos en el Caribe.
En ese orden de prioridades, la extensión latifundista y su posterior
fragmentación fue apareciendo como la forma económico-social predominante
que dio inicio al poblamiento de las llamadas “Barrancas de Camacho” o
Barranquilla realizada por indígenas, negros, mestizos y españoles en una
formación económico-social pre-capitalista de fragmentación territorial que
comenzaba adoptar procesos de acumulación por la vía de la especulación en
el comercio de tierras. Estos elementos en la formación de la ciudad se
establecen en el siguiente comentario del citado trabajo de A. Blanco:
«Procedió (Blas Gutiérrez) a vender no solo las tierras a su mujer sino también
la de los hijos de ésta. Así puede concluirse que el fruto de sus trabajos y sudores
de Blas Gutiérrez durante casi medio siglo solo sirvió para que un 'agregado' a
quien en 1633 había permitido que hiciera rancho y rosa donde había estado el
primer yegüerizo de 'San Blas' pudiera mudarse y comprar unas tierras en las
Barrancas de Camacho».
De esa forma, el poblamiento inicial de Barranquilla no se hizo inmediatamente,
sino poco a poco; en primer lugar, al Capitán Domingo de Santacruz le fueron
dadas estas tierras en encomienda por sus servicios prestados a la corona,
desapareciendo la encomienda en el año 1559 cuando la poseía la viuda de este
capitán, Ana Ximena viuda de Santacruz. Posteriormente esta encomienda fue
arrebatada a esta señora por el segundo encomendero de Galapa, Pedro de
Barros, quien la anexo a sus extensas propiedades incluyendo en ella a la
población indígena y afro allí existente, lo que indica que la tierra y la población
eran una sola unidad económica reservada para la explotación. Años más tarde,
la gran propiedad territorial acumulada por la familia Barros los llevó a fundar la
Hacienda San Nicolás de Tolentino. El encargo de fundar la hacienda le

43
correspondió al biznieto del encomendero original, Nicolás de Barros y de la
Guerra quien organizó su hacienda en el perímetro territorial de lo que hoy
constituye el núcleo urbano (centro) de Barranquilla, con una extensión inicial de
24.78 kilómetros cuadrados. Posteriormente éste vendió algunos de sus terrenos
a comerciantes prestigiosos; después estos vendieron a otros con menor capital,
fracturándose así por completo la gran hacienda San Nicolás, hasta que el sitio
conocido como las Barrancas de Camacho, hoy Barranquilla, se hizo
relativamente independiente de las grandes extensiones territoriales que
poseían los hacendados originales. La transacción en dinero que permitió la
división de la hacienda San Nicolás, mostró igualmente que la posesión
extensiva de tierras ya no estaba sujeta al título nobiliario, a la voluntad del
conquistador o al estricto régimen de encomiendas como formas feudales de
posesión, que antes de este particular proceso solo podía adquirirse mediante la
concesión real, sino a un mercantilismo mobiliario de intercambio que fueron
definiendo los límites territoriales en el surgimiento económico y poblacional del
sitio de Barranquilla.
El intercambio de tierras por dinero iniciado por Nicolás de Barros y continuado
por otros hacendados de la región, hizo que estas tierras dieran a su poseedor
mérito y prestigio social esto originó, décadas después de organizadas las
primeras haciendas, un hambre insaciable de tierras consecuencia de la gran
demanda de productos agropecuarios que solicitaba la provincia de Cartagena y
todo el mercado regional en general. Esta sed insaciable de tierras no solamente
derivó en la compraventa por vías “legales” sino que igualmente dio inicio a un
monstruoso exterminio con la intención de robar y saquear las propiedades
comunales de los pueblos indígenas en los territorios que aún no habían sido
exterminados, asimilados o sometidos al régimen económico de las haciendas
tradicionales. Esto lo ratifica Agustín Blanco (p. 157) de la siguiente manera:
«Como los anteriores hubo otros individuos que lograron hacerse a
apreciables extensiones rurales, las cuales los convirtieron en
verdaderos terratenientes. La defensa de sus intereses quizá fue
una de las razones para que en esos decenios los vecinos de
Soledad, como los de los sitios de Barranquilla, Santo Tomás de
Villanueva y el Real Campo de la Cruz, se hubieron embarcado en
la empresa de penetrar hacia el Este, en territorio de la provincia

44
de Santa Marta y en terrenos de los Chimilas, a espantar y alejar a
estos indios bravos con el pretexto o excusa de defender las vidas
y haciendas de los neo-colonos».
Del relato anterior se comprueba que el poblamiento económico y social fue,
como lo indicamos anteriormente, producto de una gran ofensiva de apropiación
ilegal de tierras hecha por un enjambre de terratenientes criollos y españoles que
marcaron el posterior nacimiento de una media burguesía terrateniente que
rompió con las relaciones feudales de producción, y dio inicio a la hacienda
propiamente pre-capitalista, estancias que fueron fundadas en aquellos
territorios que aún permanecían vírgenes o no explotados por los colonizadores
originales. Después de consumada la expropiación a través de la violencia, se
inició un “proceso jurídico” para darle un carácter legítimo al nuevo marco de las
relaciones político-administrativas. Las tierras aledañas al sitio de Barranquilla
se fueron convirtiendo de esa manera en objeto de comercio y de especulación
inmobiliaria, incluyendo en esas relaciones comerciales la compraventa de seres
humanos,21 y fue adquirida en cantidades enormes por personas con
acumulación importante de capital.
Por obra y gracia de la ilegalidad jurídica colonial, fueron apareciendo las
escrituras públicas como mecanismo de defensa territorial de los usurpadores.
Una de estas escrituras que asignó un amplio territorio de la actual Barranquilla,
fue la concedida a Don Juan de la Hoz de Mequejo que mostraba claramente su
enorme poder territorial: «Por el Norte colinda con las tierras llamadas de
'Sabanilla' que son de particulares, desde la orilla del mar de las Antillas en la
desembocadura del arroyo Nisperal, cerca de la punta del mismo nombre hasta
los Tamarindos o 'Mequejito' pasando el lindero por los puntos intermedios

21
La posesión de tierras y cerdos eran, para la clase esclavista que fundó en las sabanas de Camacho, iguales
a la posesión cruel de seres humanos. Antes de casarse con Nicolás de Barros, fundador de la hacienda San
Nicolás, la señora Josepha de Simancas declaró en documento notarial los bienes que poseía, entre los
cuales estaban varios esclavos traídos de la lejana Angola: “Los negros que tiene la Da. Josepha de
Simancas en la porquera de la Barranca de la Tierra adentro son: Juan Jolofo de edad de más de cuarenta
años, en trecientos pesos. Sevastian Angola de edad de treinta y cinco años, poco más o menos en
cuatrocientos pesos. Antonio Angola de edad de treinta y cinco años, poco más o menos en cuatrocientos
pesos. Joseph Criollo de edad de diez y ocho años, poco más o menos en cuatrocientos y cincuenta pesos.
Manuel Criollo de edad de doce años en trecientos y treinta pesos. María Arará de edad de 20 años, poco
más o menos en cuatrocientos y cincuenta pesos. Una mulata que esta condicionalmente nombrada Maciana
que en dando docientos pesos que sea libre. Mas una negra que tengo en empeño de trecientos pesos
nombrada María Carabalí que esta condicionalmente que en dando trecientos pesos que sea libre.
Doscientas cabezas de ganado de cerda en quinientos pesos. El Citio y bujios. Dos bureles de cobre
pequeños que costaron ambos diez y seis pesos” A. Blanco págs. 189-190.

45
siguientes: faldas de Cipacua y las sierras 'Palma y Caliche' este lindero que es
el antiguo fue también fijado y reconocido entre el otorgante y el señor Bruno
Rodríguez, apoderado de dichas tierras de Sabanilla».22
El fragmento geográfico que poco a poco fue formando los pequeños núcleos
territoriales que conformaron la ciudad, puede apreciarse de forma más concreta
en la siguiente sucesión territorial:
«Las tierras de Sabanilla constan de cinco caballerías, cuatro que
fueron cedidas a Manuel de Sanabria, por el cabildo de Cartagena
el 31 de Enero de 1639; cuyos hijos, Manuel y Gabriel de Sanabria,
la vendieron al licenciado don José del Río, cura doctrinero de
Paluato y Galapa23... y el escribano público, las vendió a doña
Isabel de Mejía del Valle el 2 de Agosto de 1658... y en 4 de marzo
de 1694 se adjudicaron a su nieta y heredera doña Juana Moreno,
pasaron también por herencia a su hijo el licenciado don Pedro de
Peralta, presbítero domiciliario de la ciudad... quien las vendió en
dicha ciudad el 20 de Mayo de 1701 a Agustín de Octavio... y
después pasaron no se sabe cómo, si por venta o por herencia, al
sargento Juan Romero quien las vendió a Manuel De la Rosa
Jiménez... las cinco caballerías pasaron por herencia a los nueve
hijos de Manuel de la Rosa, quienes hicieron varias ventas entre
sí... los primeros vendieron sus seis partes a Joaquín de la
Asunción Macías el 15 de septiembre de 1803... Los herederos de
Joaquín de la Asunción Macías vendieron varias acciones en
diferentes fechas a varios vecinos de esta ciudad y estos a su vez
vendieron a otros y otros, según consta en varios testimonios que
hemos consultado». (Vergara y Baena: 1999: p. 91)
Las escrituras públicas confirmaban también el poder político y económico de la
nueva clase, lo cual impedía futuras disputas jurídicas, tanto con los españoles
como de otros agentes contratantes coloniales, la iglesia, por ejemplo.

22
Publicación de la Sociedad de Mejoras Publicas de Barranquilla, año IV Nº 34, pag. 182.
23
En el Partido de Tierradentro, la iglesia se adaptó a la existencia de una violencia organizada aceptando
que las guerras jurídicas, a través de las escrituras públicas, fueran libradas no solo por los colonialistas
bajo orden real, sino también por curas y particulares que pretendían un enriquecimiento a corto plazo .

46
La autoridad judicial de Cartagena a través de estas escrituras públicas convertía
a la víctima en victimario, invirtiéndose de esa manera la historia para lograr el
aseguramiento criminal del nuevo poder, surgido éste del exterminio y afianzado
en la exclusión. Sobre estos hechos en el año 1779: «La señora de Barros había
heredado de su cuñado Agustín y de su esposo Jacinto Roque las ocho
caballerías de Tierras y apeló a la autoridad porque deseaba venderlas y
tropezaba con el inconveniente de que parcialmente las habían invadido con
cultivos algunos indios de Usiacurí». (Blanco: 1994: p. 194) Como fatídica
deducción, según este relato, los indígenas invadidos se convirtieron por obra y
gracia de la dominación en “invasores”.
La configuración económica de estas haciendas, desde sus inicios, mostraron
ser autosuficientes en su organización, es decir que en ellas se podían localizar
los elementos básicos para satisfacer la vida frugal de los terratenientes, además
para la subsistencia de los pocos indígenas mortalmente libres24 y también de la
cada vez más creciente población afro; sin embargo su rentabilidad, en términos
de acumulación de capital, todavía hasta 1780 dependía o estaban
permanentemente condicionadas a las relaciones económicas que se mantenían
con Cartagena para garantizar el suministro de ganado vacuno, caballar y
porcícola. Igualmente, en la medida en que la fuerza productiva de estas
haciendas dependían cada vez más de la economía monetaria que se afianzaba
desde el centro portuario de Cartagena, fueron apareciendo otros actores
económicos que realizaban indefinidos trabajos tanto para la hacienda como
para el resto de la población que ya empezaba a aglutinarse en las Barrancas
de Camacho, todo esto como consecuencia de la desmembración periódica y el
interés mismo de la corona española en establecer, en lo que hoy es el centro
de Barranquilla, un importante núcleo poblacional, concentración que tenía como
fin facilitar el comercio agropecuario de las haciendas agropecuarias del Partido
con las comarcas vecinas a través del río Magdalena, contexto económico que
también extendió los imprescindibles caminos de herradura que comunicaban
con Cartagena.

24
Sobre esto es desgarrador el siguiente relato: “Las epidemias que tanto habían azotado a la población
Indoamericana en los siglos anteriores, sobre todo en el XVI, siguieron brotando de manera episódica en el
XVIII. En su primera mitad las hubo mortíferas, a mediados de los años veinte en los Andes cuando una
peste entrada por el puerto de Cartagena llegó matando indios hasta el alto Perú” La América española, op.
cit., p. 119.

47
El nuevo caserío había sido pues construido en la confluencia de dos puertos
(marítimo y fluvial) aún no desarrollados,25 alejado de la antigua ciudad de
Cartagena y de su decadente régimen colonial, lo que facilitó la formación de
una economía paralela que tenía su base en el contrabando de mercancías
inglesas y holandesas, pues ya para principios del siglo XVIII la lucha por el
control del territorio para agilizar el comercio era evidente: «La nueva guerra
entre España e Inglaterra en 1718-1720 (guerra de la cuádruple alianza), agravó
el debilitamiento del control marítimo. Acentuó la penetración del
tradicionalmente importante contrabando inglés y holandés, sobre todo en zonas
marginales menos vigiladas, y llevó al abandono definitivo de las Flotas
Navales». (Lavallé: 2002: p.43)
De esta guerra entre imperios, se desprendió posteriormente una lucha entre los
dos puertos (Barranquilla y Cartagena) por la supremacía del comercio
ultramarino. La gran importancia del comercio en estas tierras limitó la
producción agrícola y pecuaria, lo que confirma que existía ya en este periodo,
albores del siglo XVII, un intercambio económico caracterizado por un fuerte
desequilibrio a favor de la actividad comercial.
En el transcurso de la navegación mercantil por esta vía, se fue formando en el
nuevo caserío, denominado ahora San Nicolás de Barranquilla, una nueva clase
de braceros, remeros, almacenadores, carpinteros etc., que a fuerza de
latigazos, de tradición y de la presión natural de la costumbre, fue sometido a los
requerimientos del nuevo desarrollo comercial y, por consiguiente, la vida de
estos pobladores originales comenzó a ser parte de una exigencia que se fue
modificando hacia el trabajo servil al servicio de hacendados e incipientes
comerciantes que los mantenían esclavizados bajo condiciones mínimas de
subsistencia. Fueron todos ellos individuos sin ubicación precisa dentro del
decadente esquema económico feudal impuesto desde Cartagena; todos eran
reconocidos, pero en el fondo despreciados por el trabajo físico que realizaban.
Fueron estos pobladores la fuerza productiva principal que inauguraría a
Barranquilla en la era pre-capitalista. Sobre ese instante histórico y desde su
inconfundible visión Agustín Blanco (1987: p. 232) afirmaba: «Creemos que no

25
Barranquilla, la ciudad del nuevo horizonte, como algún poeta acertadamente decidió llamarla, estaba
“colocada sobre un suelo silíceo calcáreo recostada en una suave pendiente y orientada al Este. Situada
geográficamente a una altura de metro y medio sobre el nivel del mar, distante un kilómetro del gran río
Magdalena y a 25 de las costas del mar”

48
hubo un momento así, preciso y exacto en el cual de manera tajante se terminó
la estancia con su amo, su mayordomo y su capataz e inmediatamente se inició
la existencia de un sitio de vecinos, cada uno de ellos dedicado a su trabajo o
actividad más o menos diferenciada e independiente a su quehacer u oficio,
tratarose de labor agrícola, artesanal, comercial, de servicios o de lo que fuera».
Estos vecinos “liberados” de la atadura colonial y feudal, fueron la base social y
la génesis de la actual clase popular barranquillera y sobre sus hombros
comenzó a forjarse la estructura económica y física de la ciudad. Seguidamente,
cercano al terrateniente español, o los que descendían directamente de este, se
fue formando en las Barrancas de Camacho una capa aristocrática cuyas
familias predominantes eran los Altahona, Tellez, Navarro, Escalante, Suarez,
Márquez, Mier, Barros, entre otros, que no tenían título real pero que por tener
una escala jerárquica que se media en la acumulación de capital, prestigio
comercial y la posesión de tierras, empezaron a tener fuerte influencia en el
nuevo medio social que se formaba. Más tarde, afros, mestizos y mulatos que
surgieron a raíz de la liberación de las fuerzas productivas y, por consiguiente,
de la mezcla de las tres razas, fueron definiendo el carácter físico, la cultura y la
idiosincrasia misma de la clase popular barranquillera. Las expresiones
culturales de estos primeros pobladores estaban marcadas por la influencia
africana en la formación de sus llamativos bailes. Los ritmos de liberación
espiritual, que amortiguaban la opresión económica, lo realizaban a través del
Mapalé y el Bullerengue cuyo júbilo lo consumaban en las calles después de
concluida su extensa jornada de trabajo en las haciendas, y los instrumentos
rudimentarios que utilizaban para el berroche eran el Yamaró y el Quitambre
acompañados de las palmas de las manos y del canto nostálgico a los dioses de
la lejana África.
El aspecto religioso de los primeros habitantes comenzó a imponerse con la
fundación formal del templo. En 1734 por iniciativa del Presbítero Luis Suárez se
inicia la construcción de la iglesia San Nicolás de Tolentino con el propósito de
concentrar la fe, en la misma medida en que se concentraba la población, se
acumulaba capital y se extendía el comercio. La tierra igualmente seguía
fracturándose, la terrateniente Gertrudis de Barros vendió fraccionadamente las
catorce caballerías que poseía en las tierras de Guaimaral, cuatro en Mequejo y

49
catorce en Carretal a pobladores de este sitio, dando lugar al incipiente
poblamiento, en su mayoría disperso, al sur y nor occidente de la ciudad.

2.2. África en el Caribe: el comercio florece con la extensión de la


esclavitud

La introducción masiva de mano de obra esclava procedente de África, que


surtieron en poco tiempo a las haciendas del Partido, pero que también se utilizó
para abastecer el embrionario trabajo mercantil por el río constituyendo los
primeros núcleos poblacionales, era transportada por la flota naval inglesa y fue
ésta, a la par de la naciente Revolución Industrial, una segura fuente de
acumulación para este país a través del miserable comercio de seres humanos:
«En 1760 se dedicaron a estas actividades 146 barcos capaces de
transportar 36.000 esclavos, y en 1771 eran ya cerca de 190
embarcaciones con capacidad para 47.000. Del volumen de este
tráfico nos da idea el hecho de que entre 1700 y 1786 fueron
llevados a Jamaica 610.000 esclavos, y entre 1680 y 1786 fueron
transportados a todas las colonias inglesas, más de dos millones.
Se estima que durante el siglo XVIII los ingleses condujeron a las
plantaciones francesas y españolas medio millón de negros. En
1771 una tercera parte de la flota inglesa estaba ocupada en el
transporte de esclavos, y en 1795, en Liverpool se concentraban
cinco octavas partes del comercio esclavista ingles». (Andakov:
1965: p.260)
Esta nueva realidad étnica y social que impuso el comercio esclavo realizado por
ingleses, no fue asimilada en su totalidad por la ya decadente aristocracia
colonial cartagenera, casta que había declarado en 1700 a Barranquilla como
Capitanía de Guerra de la Armada española; y fue éste un factor de constante
desequilibrio social y de polarización por la profunda división racial de las clases
sociales en surgimiento. Un historiador cartagenero afirmaba al respecto que:
«Estos comerciantes a quienes se les unían pequeños grupos de abogados,
sacerdotes, militares y políticos, añoraban realizar el proyecto de modernidad de
occidente en las tierras exuberantes y exóticas del Caribe, rodeados de indios
rebeldes, negros cimarrones y mestizos sin patria por quienes sentían el mayor

50
de los desprecios y en quienes no podían ver sino seres inferiores». (Múnera:
1998: p. 70)
El balance étnico que originaba estos conflictos inter-raciales, según A. Blanco,
estaban socialmente compuestos de un 80% de libres (blancos y pardos) un
16.3% de indios naturales y un 2.8% de esclavos (afros). Es preciso recordar
que eliminados en su gran mayoría los indígenas del territorio, se produjo
nuevamente un abastecimiento masivo de población proveniente del África
meridional para intensificar la mano de obra esclava en las haciendas de la
región, y fueron transferidos estos nuevos esclavos a un empresario español con
carácter de monopolio para continuar el proceso de enriquecimiento acosta
ahora del sudor y la sangre de los inmigrantes africanos, pues ya para esa época
los comerciantes europeos calculaban que la explotación de un inmigrante
africano esclavizado proporcionaba en su colonia una ganancia igual a la del
trabajo de 10 obreros “libres” en Inglaterra:i «El primer asiento lo constituyó
Felipe II con Pedro Gómez Reynel, quien se comprometió a trasladar en nueve
años por lo menos 31.500 esclavos al puerto de Cartagena de Indias, venderlos
a un precio que se dejaba a su arbitrio y pagar por ello un total de 900.000
ducados a la corona». (Konetzke: 1971: p.69)

El trabajo esclavo en el caribe, como en toda la América latina, fue fundamental para
forjar las fortunas de los españoles y sus descendientes

51
Pero el comercio de esclavos como cualquier mercancía, no solamente se realizó
de manera legal. Las amplias costas del Caribe colombiano sirvieron para que
paralelo al contrabando de mercancías se comercializara masiva y
clandestinamente con seres humanos; holandeses y judíos eran los que
lideraban este macabro y lucrativo negocio:
«En Río de la Hacha los auditores de la audiencia de Santo
Domingo, enviados para adelantar una investigación en la
gobernación de Santa Marta, encontraron holandeses y judíos que
comerciaban con libertad y practicaban abiertamente su religión.
Navíos atiborrados de mercancías que en último término iban a
inundar las provincias de Popayán Santa Fe y Quito. A todo esto,
se agrega que las naves, junto con sus mercancías, traían
cantidades de negros, siendo casi imposible remediar esta
situación en una costa tan extensa». (Escalante: 1964: págs. 47-
48)
De esa manera, la compra de los esclavos quedó en manos de comerciantes
acreedores que fueron, por regla general, los encargados de venderlos a las
grandes haciendas agrícolas y pecuarias del Partido y, asimismo, fueron
distribuidos a los traficantes del río Magdalena para que los esclavos traídos a la
región desempeñaran el oficio de Bogas (remeros) en el sitio que comunicaba a
San Nicolás de Barranquilla con las comarcas vecinas.
El problema del alzamiento esclavo, producto de su importación masiva y las
condiciones infrahumanas en que los mantenían, fue en parte resuelto por los
terratenientes del Partido de Tierradentro al darle a una fracción de la población
afro y sus descendientes la oportunidad de colonizar el espacio geográfico de
las Barrancas de Camacho, con ello se evitó que estos construyeran palenques
y agudizaran el conflicto con los hacendados de la zona, contrario a lo que
sucedía, por ejemplo, a los alrededores de Cartagena con la emancipación del
palenque de San Basilio que le produjo fuertes dolores de cabeza e
innumerables bajas a los colonialistas españoles.26

26
El Palenque de San Basilio fue denominado con razón “el primer pueblo libre de América” y al decir de
la Antropóloga Nina S. de Friedeman “y no solamente ello, sino los primeros guerrilleros que logran con
éxito su liberación de un sistema dominante: la esclavitud colonial” El negro y su contribución a la cultura
colombiana, publicado en Divulgaciones Etnológicas Nº 1, julio de 1980, p. 43.

52
Esta necesidad de poblamiento para mantener el control social en el sitio de San
Nicolás de Barranquilla, queda claro con la carta que el corregidor del Partido de
Tierradentro Francisco Navarro de Acevedo le envía al Virrey Eslava en 1744
para que la población mestiza y los pocos afros libres auspiciaran el crecimiento
del pequeño caserío: «Tengo ejecutada la orden verbal, requiriendo a los
agregados del pueblo de Galapa, el Carmen, Sabanilla, para que en el término
de tres días se mudasen y fundasen en el sitio de las Barranquillas, por ser de
esta feligresía, lo que actualmente están ejecutando muchos de ellos, señalando
sitios para fabricar sus casas». (Vergara y Baena: 1999: p. 15-16)
Tres años después de esta migración masiva, la ciudad fue erigida en Parroquia
(1747) y el creciente comercio por el río debilitó paulatinamente el interés en la
producción agrícola y pecuaria realizada por españoles y terratenientes nativos.
En este importante centro de comercio alejado de Cartagena se necesitaron, por
fuerza de determinadas circunstancias histórico-económicas, cientos de brazos
y Barranquilla que hasta entonces era un caserío poco poblado e improductivo,
atrajo por ese concepto una importante población que en su mayoría estaba
dedicada directa o indirectamente al comercio. Con el censo de 1777 la
Parroquia, que había sido erigida en Corregimiento con juez letrado en 1775 pero
con una población en un 92% analfabeta, contaba con 399 casas y 2.950
personas y los trabajos que realizaban las clases populares, entre otros, estaban
los de armeros, albañiles, bogas, carpinteros, herreros, pescadores, pintores,
plomeros navegantes y, como una clase especial, estaban los traficantes y
contrabandistas. Este último oficio se constituiría en un factor importante de
reconocimiento social para la acumulación de capital pues «Los traficantes
extranjeros construían fortalezas con el beneplácito de la población para
defenderse de los españoles, y Sabanilla, en Tierradentro, llegó a ser tierra de
nadie, cueva de rolando en donde para nada se diferenciaba la autoridad del
contrabandista». (Múnera: 1998: p.70)
Los contrabandistas como clase emergente, comenzaron a involucrar en este
negocio a los campesinos de la región, a las autoridades formales, e incluso al
clero que de manera indirecta se lucraba de sus actividades. Los contrabandistas
recurrieron a diversas astucias para burlar la vigilancia española en Sabanilla e
introducir así sus apetecidos productos desde el mar al rio magdalena. Una de
las pericias más comunes utilizada fue la “atracada” donde, esgrimiendo

53
cualquier problema inventado (limpieza del casco en el rio, rompimiento de la
vela, desviación de la ruta, etc.), las naves cargadas de mercancía anclaban por
largos períodos frente a Sabanilla o sus alrededores. Una vez allí procedían al
desembarco disimulado de las mercancías y, cuando eran sorprendidos,
establecían negociaciones secretas con las autoridades locales deshonestas.
Podría decirse que estos fueron los inicios de la corrupción administrativa en lo
que hoy es Barranquilla

2.3. Una nueva clase social dominante emerge en las barrancas de San
Nicolás: los contrabandistas
Tanto en los caseríos pobres ubicados a la orilla del río Magdalena como en las
casas de los comerciantes que crecían entorno a lo que hoy es el centro de la
ciudad, existía una cierta afinidad social entre estos comerciantes y los
contrabandistas de ultramar con los trabajadores del río y pobladores de la
Parroquia, es decir, la intensificación de la navegación por el río y la acumulación
de capitales por ese medio no presentaba aún un carácter contradictorio o algún
antagonismo económico y social que generara importantes conflictos de clase,
mostrando esto que la miseria y la exclusión eran evidentes, pero estaban de
cierta manera controladas por las autoridades. La miseria que existía en el
pequeño caserío la confirma el censo de 1777: «En Barranquilla había ya casas
con cuatro y hasta cinco y seis habitaciones, lo que les da un sello de verdaderos
inquilinatos» (Blanco: 1987: p.249)
Paralelo a la nueva división del trabajo y aprovechando la desorganización
administrativa de la gobernación colonial de Cartagena, se fueron especializando
y extendiendo los contrabandistas profesionales auxiliados por el auge del
colonialismo mercantil inglés27 y se abrió por ese concepto un nuevo sector
económico que, a pesar de su característica singular vinculada al comercio

27
La primera colonia inglesa en América Latina surgió en 1623 en la isla Saint Christopher, cuatro años
más tarde colonos ingleses se instalaron en Barbados, y un año después en Nevis; en 1629 comenzó la
colonización de las islas Bahamas y en 1638 la expansión colonial inglesa se orientó hacia América Central
con punto de apoyo en Belice. Para el imperio colonial británico, tuvo gran importancia la conquista de
Jamaica realizada en 1655 por el Almirante Penn, de donde llegaba en abundancia la producción de los
artesanos ingleses, distribuyéndose hacia todo el Caribe y hacia el interior de centro y sur América, y desde
sur y centro América se exportaba hacia Europa azúcar, cacao, y añil. Las importaciones inglesas hacia
Colombia que entraban por Sabanilla llagaban directamente desde Jamaica. Otras posesiones de Inglaterra
en la cuenca del Caribe tienen orígenes más recientes; Trinidad y Tobago, por ejemplo, se hicieron
británicas formalmente en el siglo XIX.

54
mundial, tenía cierta capacidad para influir sobre otros actores de la clase
dominante, especialmente el de los grandes terratenientes que controlaban el
Partido de Tierradentro. Se desarrollaba pues una incipiente burguesía comercial
e intermediaria apoyada en el comercio de contrabando que se encargaba de los
intereses del mercado inglés con la región, del despegue del comercio con el
interior del país y, en menor medida, con la península española y con Europa.

Representación gráfica del comercio contrabandista en el Caribe colonial

En una Barranquilla que desarrollaba aceleradamente su fuerza comercial, el


contrabando no solo correspondió eficientemente a la activación de la economía
en general y ser su expresión concreta, sino también tuvo que ser una expresión
coherente con la particularidad de ese momento histórico que no pudo, sin
embargo, desarticularse del todo de sus contradicciones económicas internas
generadas fundamentalmente por la 'ilegalidad' del comercio; y para lograr su
objetivo de acumulación de capital en el entramado de la confluencia rio y mar,
los primeros contrabandistas que se concentraron en esta área fueron reflejando
cada vez con más fidelidad las condiciones económicas y sociales que exigía el
desarrollo mercantil pre-capitalista de la pequeña parroquia. Sin embargo, el
contrabando y la piratería en esta zona fue, como ha sido ya demostrado
históricamente, el producto de la guerra comercial y militar que libraban Inglaterra
y otros países europeos contra España por los mercados y el oro de las colonias
americanas. Era pues esta una auténtica guerra entre ladrones que tuvo su

55
máxima expresión con el ataque del corsario inglés Edward Vernon a Cartagena
en 1741 quien con 180 naves, 23.000 hombres y 8.000 cañonazos hizo
tambalear el poder colonial español en el Caribe colombiano y, por consiguiente,
el de toda la Nueva Granada. El ataque fue derrotado por el almirante Blas de
Leso, insigne custodio de la riqueza saqueada por los españoles en la América
subyugada. Después del fracaso de la piratería inglesa en 1741, los ingleses
intentaron nuevamente levantamientos clandestinos que trataban
infructuosamente de ganar el apoyo de la población nativa: «La región de
Cartagena de Indias también fue afectada por tales acciones belicistas. En 1770
se informaba del perdón real a favor de Guillermo Reid y sus tres compañeros,
quienes habían sido condenados a cumplir cárcel en el presidio de Ceuta, en
África... 'por averles cogido en el gran delito de suscitar una sublevación de indios
en las costas de Cartagena llevándoles armas e incitándoles a matar a todos los
españoles». (Ramos: 1990: p. 148)
Germán Arciniegas (2000: p. 258) daba cuenta de otros hechos que tensionaban
la relación entre las potencias por el dominio de las colonias y sus mercados, lo
que de una u otra manera repercutía en los territorios del caribe colombiano:
«España como potencia dominante no permitía el comercio de otros países
europeos con sus colonias, originando esta situación interminables conflictos
que llevó a decir a un corsario ingles que “vivirán en paz con los españoles del
Caribe mientras los españoles le dejen la libertad de comerciar”».
En el Caribe Jamaica como baluarte estratégico de la colonia británica, se
convertiría en esos años en el gran centro de acopio de mercancías inglesas;
productos mercantiles que ingresaban por los puertos clandestinos de las costas
colombianas a través de un activo contrabando. Por su cercanía a la
desembocadura del río Magdalena, Sabanilla y Barranquilla eran uno de esos
puertos clandestinos. El Caribe se convirtió a partir de entonces en amparo de
sangrientos piratas, primero de ingleses a nombre de la libertad de comercio y
después de los gringos, como lo veremos en capítulos posteriores, bajo las
banderas cruentas de la anexión capitalista.
La naciente burguesía comercial de la costa caribe colombiana aprovechó
eficientemente estas relaciones con el imperio inglés y serían, después de ese
hecho histórico-económico, traicioneros de sus orígenes y nuevos servidores del
capital mercantil anglosajón que introducía sin piedad y masivamente diversas

56
mercancías europeas para satisfacer el consumo de determinadas capas
sociales que sin cesar brotaban en la región Caribe y el interior del país, pues
desde el comienzo mismo de la Revolución Industrial la exportación mundial
inglesa había crecido aceleradamente llegando alcanzar enormes proporciones
y, por consiguiente, produjo la necesidad vital de nuevos puertos para lograr una
eficiente distribución mercantil en el continente americano. Para dar un indicio
del desarrollo fabril de Inglaterra, el valor oficial total de las exportaciones de este
país hacia América Latina en el periodo de 1801 a 1850 había aumentado de
24.900.000 libras de esterlinas a 175.400.000, o sea creció en 600%.
Desde ese instante cambió el poder en el sistema de acumulación en el caribe
colombiano y particularmente en Barranquilla, pasando la hacienda agrícola y
ganadera a un segundo orden y coronándose el comercio contrabandista de
mercancías inglesas en la primera fuente de acumulación de capital. Barranquilla
fue desarrollándose así formalmente atada a la colonia española a través de la
provincia de Cartagena, pero realmente su progresivo avance se debió al auge
del capitalismo en Europa y, por consiguiente, al importante volumen de
mercancías que las nuevas potencias intentaban introducir al continente a través
de los puertos clandestinos del Caribe. En otras palabras, la paternidad no
resuelta de Barranquilla aparte de las vacas fundadoras de los galaperos
expuesta por Domingo Malabet o la repartija territorial de Nicolás de Barros
explicada por Agustín Blanco, habría que buscarla también, aplicando un análisis
de investigación científico-social más realista, en el intensivo contrabando inglés.
A Barranquilla pues no la fundó el español cuando alzó la espada y la cruz sino
el contrabandista cuando puso en su suelo la primera caja de mercancías. Los
gobernantes actuales y los historiadores que los secundan no pueden esconder
esa vergüenza histórica. En esa medida, los que hoy en Barranquilla se creen
con algún abolengo por tener apellido extranjero, no son herederos de la realeza
sino tataranietos de vulgares contrabandistas.
El posterior crecimiento acelerado de la población, con la consiguiente mano de
obra disponible y los buenos precios que se pagaban en Cartagena por los
productos agrícolas, pecuarios y las mercancías de contrabando que se
comercializaban en la región a través del río Magdalena, permitió que en la
naciente Barranquilla se acumulara una cantidad cuantiosa de capitales en
manos de una nueva clase comerciante. Al respecto los historiadores Vergara y

57
Baena (1999: p.81) sobre el predominio de la clase que ocupó la cúspide de la
pirámide social, afirmaban: «La navegación del río, de las ciénagas y caños que
conducen a los demás pueblos comarcanos fue impuesta por las necesidades
del tráfico y la falta de ciertos artículos de consumo obligado que había que traer
de otras partes. El sitio de Barrancas carecía de multitud de artículos de los
llamados de Castilla, de telas de todas clases para los usos comunes y de otras
tantas cosas que tenían que procurárselas, ya en Santa Marta ya en Cartagena.
Con este motivo se dedicaron varias personas a hacer viajes periódicos a Santa
Marta y Cartagena, para comprar y traer la multitud de cosas que les encargaban
los vecinos, y de este modo se proveían de lo necesario, hasta que cambiando
las cosas comenzaron unos buhoneros catalanes a hacer el mismo negocio,
hasta apoderarse de él».
Así pues, el núcleo de beneficiarios de la primera actividad económica de
importancia en el floreciente corregimiento de Barranquilla, el transporte a través
del comercio legal y de contrabando, lejos de ir ampliando su número fue
reduciéndose en proporción directa con el crecimiento poblacional y el
progresivo auge mercantil, originando esta particular situación los primeros
indicios de desplazamiento de la fuerza de trabajo, es decir, surgió la primera
manifestación de marginalidad económica como consecuencia del monopolio
que surgió en la naciente aldea y, a la vez, la primera capa fuerte de burgueses
criollos surgidos del creciente negocio del comercio y la navegación. Consumada
la monopolización del negocio y desplazados los trabajadores originales, la
navegación desde entonces pasó a ser parte del prestigio social: «Como
navegantes figuran por lo general, vecinos con el título de 'don' lo que parece
indicar su condición de blancos o mestizos de cierta solvencia económica y
prestigio social». (Vergara y Baena: 1999: p. 251)
Esta acumulación primitiva de capital en número importante de navegantes y
comerciantes dedicados en su mayoría al negocio redondo del contrabando, fue
un signo premonitorio de lo que sería posteriormente Barranquilla, es decir si en
ésta región no hubiese habido una masa importante de dinero circulante y una
fuerte liberación de las fuerzas productivas ligadas a la movilización de
mercancías por el río Magdalena y todo el mar caribe, el destino de Barranquilla
en una economía cerradamente feudal (agrícola y pecuaria) hubiese sido el de

58
su inevitable parálisis económica y, por consiguiente, la parálisis cuantitativa de
su masa poblacional.
Al pasar los años, finales de la era colonial, los conflictos más importantes que
presentaba el corregimiento de Barranquilla eran los referidos a la tenencia de la
tierra pues esta iba adquiriendo valor en la medida en que el crecimiento del
caserío, el comercio de productos agrícolas y el auge comercial del puerto
clandestino se ampliaban. Estos conflictos naturalmente favorecían a los
terratenientes quienes exhibiendo títulos de propiedad de dudosa procedencia
hacia desalojar a la masa ya no de indígenas, que habían sido exterminados o
expulsados del territorio, sino de campesinos pobres que sin cesar aumentaban
su presencia en la región. El siguiente conflicto es muestra concreta de esa
situación:
«Don Miguel Pérez, Tomasa y Josefa María Acosta, que eran
entonces dueños de las tierras de Sabanilla, quienes pretendían
que la parte de terreno comprendida en las de Guaimaral, llamada
Palmarejo desde 1798, correspondía a los de Sabanilla y por lo cual
pedían que los labradores que ocupaban dicho terreno la
evacuasen». (Vergara y Baena: 1999: p. 97)
Esta posesión de tierras, que reemplazaba despóticamente a la productividad de
los labradores por la ociosidad parásita de las castas dominantes en un relativo
periodo de auge económico, fue otro activo elemento de acumulación pre-
capitalista no productiva en la Barranquilla de entonces, pues a la venta de estas
tierras gran parte del capital generado era invertido en hipotecas, préstamos y
compra de mercancías para contrabandear con las comarcas vecinas.
Igualmente, el negocio del algodón fue un importante activo económico que para
1770 movió intensivamente la economía del corregimiento de Barranquilla. Este
negocio era monopolizado en su mayoría por catalanes, expertos en el arte de
navegar y contrabandear este rubro agrícola hacia Europa.
En este marco, otra de las causas fundamentales del derrumbamiento progresivo
del colonialismo español y la economía cerrada de tierras que auspiciaban la
improductividad en el departamento, fue la concentrada explotación de la fuerza
laboral indígena, mestiza y negra en las haciendas controladas por el mayorazgo
español originario y hereditario; es decir, el trabajo diario como peón o esclavo
le resultaba a estos miserables pobladores mucho menos atractivo y menos

59
lucrativo que el que se realizaba en el comercio por el río Magdalena. Estos
acontecimientos, que marcaban el descontento de las clases populares, más que
el comercio clandestino con Sabanilla, fueron los que forzaron a los herederos
del anterior sistema a modificar las relaciones sociales de producción e iniciar un
nuevo ciclo de relaciones que permitiera una mejor acumulación, sin grandes
conflictos, con la clase social que pretendía ganar para la futura sublevación y
lograr, con su apoyo, la independencia total de España permitiendo que se
acelerara el desplazamiento de la población y su fuerza de trabajo hacia el centro
mercantil que se proyectaba en el corregimiento de Barranquilla. Este sitio, que
fue perfilándose como centro de la economía de intercambio a gran escala entre
el río y el mar y, por consiguiente, entre el exterior y el interior del país abrió a la
población indígena, mestiza y negra, base orgánica de las clases populares, la
ilusión de una vida más libre y mejor.
En conclusión, en esta parte del Caribe colombiano cruzada en diagonal por el
río y el mar, el capital comercial en la etapa colonial nació inevitablemente del
ordenamiento de las operaciones comerciales en el marco del proceso de
distribución del capital mercantil europeo, capital que se desarrollaba
relativamente independiente en el puerto fluvial de Barranquilla a través del
intensivo contrabando y se situaba este capital, además, como parte de una
función especial que interactuaba con la riqueza individual hereditaria derivada
de la antigua explotación de las haciendas y que se fueron constituyendo, en
medio de las contradicciones y limitaciones de su desarrollo, en un sector
prioritario del aumento del capital mercantil, capital que edificó sólidamente al
sitio de Barranquilla como centro económico importante para la región Caribe
colombiana.

CAPITULO III

FIN DE LA ERA COLONIAL: SURGEN NUEVOS CONFLICTOS


SOCIALES Y ECONÓMICOS

3.1. La clase popular en la independencia y su contribución a la liquidación


de la economía colonial

60
A finales del siglo XVIII, todos los territorios coloniales españoles de la América
hispana, de la Nueva Granada y las provincias del Caribe colombiano se fueron
organizando como parte fundamental de un sistema complejo de intercambios
mercantiles que iban minando las bases sociales, políticas y económicas del
colonialismo español. En los territorios del Partido de Tierradentro y en
Barranquilla, la exportación de materias primas y la incipiente importación de
productos manufacturados europeos, de contrabando en su mayoría, se
convirtieron en los principales renglones económicos que dinamizaban el
crecimiento urbanístico y poblacional en los días afanosos de la revolución
burguesa liderada por blancos criollos agobiados por la exclusión económica
impuesta desde España. Con el inicio de la guerra de independencia contra el
colonialismo español, el Partido de Tierradentro dejó de ser una expresión
geográfica colonial para transformarse luego en una realidad histórico-
económica de carácter pre-capitalista como consecuencia del proceso de
evolución del comercio a gran escala que evolucionaba aceleradamente por el
río Magdalena, iniciado tardíamente, y de una forma particular de subordinación
económica que se interpuso entre el puerto de embarque de la Parroquia de
Barranquilla y las nuevas políticas económicas que tomaría el naciente gobierno
republicano después del periodo independentista.
Para la clase terrateniente y para la burguesía comerciante que surgieron a raíz
del dinamismo que mostraban Sabanilla y Barranquilla como puertos alternos a
Santa Marta y Cartagena y dedicadas ambas al intensivo comercio de
contrabando, situación que debilitaba económicamente a la administración
colonial; el poder español anclado en la provincia de Cartagena representaba
para estos un obstáculo por el fuerte monopolio comercial que ejercían los
agentes de las casas españolas y, además, para los importadores legales la
perdida de fabulosas ganancias por las usureras recaudaciones aduaneras que
cobraban los puertos de Santa Marta y Cartagena, controlados estos por el
despiadado virreinato español. El siguiente relato nos explica parte de esa crítica
situación: «No obstante, mientras otros puertos del Caribe como La Habana y
Caracas disfrutaban plenamente el restablecido comercio de metales con los
Estados Unidos, los puertos de la Nueva Granada no pudieron hacerlo. El
intenso contrabando y una restrictiva interpretación de la Real Orden de 1797

61
por parte del Virrey y el tribunal de cuentas de Santa Fe, hicieron casi imposible
dicho comercio». (Múnera: 1998: p. 130)
La imposición de ese aparato burocrático, hipertrofiado y decadente a la
burguesía comerciante y terrateniente que se organizaba en el departamento del
Atlántico y en el corregimiento de Barranquilla, representó para ellos el único
obstáculo que los separaba de la industria en Europa y el comercio con el interior
del país, pues estos puertos se constituían cada vez más en un enclave
importante de exportación de materias primas e importación de productos
manufacturados a través de los puertos clandestinos y legales existentes en la
costa caribe colombiana.
Para comienzos del siglo XIX la cada vez más consolidada burguesía
barranquillera, elevada a esa categoría por la acumulación de capital a través de
la exportación e importación de mercancía legal e ilegal, eran de hecho la clase
económicamente dominante que solo necesitaba, para afianzar su dominio en el
concierto económico regional, sacudirse definitivamente del dominio español y
obtener a cualquier costo la independencia o, dicho de otra manera, iniciar la
toma del poder político regional, controlar los puertos y abrir así nuevas
relaciones comerciales, todo esto como parte integral de la guerra bolivariana de
independencia.
Iniciado el proceso de liberación del colonialismo español, el punto neurálgico
por el cual la naciente burguesía costeña se lanzó a defender al río y su salida
al mar después de la independencia de Cartagena en 1811, se debe al
importante papel económico que este sitio tenía para la futura acumulación de
capital. De esa manera, la guerra de independencia no fue un impedimento
importante para el intercambio comercial en las áreas costeras, más bien ésta
aceleró los medios políticos y económicos para su agilización. Sobre esta
situación Malabet describe lo siguiente:
«Cabe la conjetura de que los cartageneros, con el fin de obtener
el dominio del río desde su entrada al mar, sintieron la necesidad
de establecer un puerto marítimo más, dentro de su jurisdicción, en
las cercanías de Bocas de Ceniza. Esta previsión coincidió al
parecer con el movimiento político de 1811, que en su desarrollo
impuso la necesidad de defender la provincia de ataques realistas
de Santa Marta, baluarte de las autoridades españolas. Así se

62
explica por qué una de las disposiciones del gobernador del Estado
de Cartagena de Indias fue habilitar el puerto de Sabanilla para el
comercio de exportación y luego tratar de fundar una población en
dicho puerto». (Baena: 1999: p. 100)
Sólo la consolidación del proceso de independencia podía lograr tres factores
importantes para la consolidación política y económica a los sectores de clase
dominantes que interactuaban comercialmente en el corregimiento de
Barranquilla: 1) liberarse de las dificultades mercantiles propias que imponía la
gobernación colonial de Cartagena. 2) fortalecer la agricultura de exportación en
el departamento, agilizando el comercio agrícola incipiente que comenzaba a
desarrollarse y 3) proteger y legalizar la propia actividad comercial importadora-
exportadora permitiendo así la vinculación directa de la economía mercantil pre-
capitalista que se proyectaba desde Barranquilla al resto del sistema económico,
tanto del interior del país como en el resto del sistema capitalista latinoamericano
y mundial en plena consolidación. Este proceso estaba liderado en esta etapa
por los ingleses que empezaban a afianzar aceleradamente su revolución
Industrial.
Bajo las banderas de esa “revolución industrial”, los centros económicos de
intercambio se desplazaron a la Gran Bretaña, y Londres pasó a ser desde
entonces la capital mercantil del planeta y, por consiguiente, se convirtió en el
principal centro ideológico y político del capitalismo moderno. Por fuerza de esa
determinación histórica, este país quedó convertido en una especie de “industria
mundial” donde comenzó a inundar de artículos fabriles a los mercados más
remotos, incluyendo en sus planes al codiciado mercado de la nueva República
neogranadina a través del puerto marítimo de Sabanilla. Al respecto decía el
economista Celso Furtado (1969: p. 44) que «Durante la primera mitad del siglo
XIX, la revolución industrial se presentó como un fenómeno esencialmente
inglés. Por esta razón es en la propia evolución estructural de la economía
inglesa donde se encuentran las explicaciones de los cambios que, durante esa
época, ocurrieron en el conjunto de la economía mundial».
Bajo ese contexto económico internacional y debilitado el régimen colonial
español en la Nueva Granada, el gobierno del nuevo Estado de Cartagena de
Indias promulgó un decreto mediante el cual se abrió paso, no a la consolidación
de la economía nacional y sus nuevas instituciones republicanas, sino a un

63
nuevo proceso de sometimiento que marcaría las relaciones de dominación
futura. Este proceso estaría liderado por las nuevas potencias imperialistas en
expansión: Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica. El urgente decreto,
que planteó una determinación de gobierno marcada por la desesperación
política de un Estado en formación, pero sin la conciencia futura de sus
consecuencias económicas, comenzó a feriar los terrenos claves para
desarrollar un puerto marítimo que agilizara el comercio entre los territorios
recién liberados del yugo español, fortaleciendo la presencia económica de las
nacientes potencias capitalistas de Europa y Norteamérica a causa de que en
1810 casi todo el comercio de Cartagena estaba monopolizado por la casa
inglesa Gordon Murphy y, en menor medida, por la casa alemana Van Heiningen
Company. En algunos de sus apartes, el decreto resuelve: «El gobierno de
Cartagena, consecuente con los principios liberales que proclamó y que practica
sin cesar desde su instalación; deseoso de proporcionar desde luego en su
territorio los medios de subsistencia, de aumento de felicidad a los extranjeros y
forasteros que aman la causa americana... y con conocimiento de que en manos
activas y laboriosas es una verdadera riqueza el pingüe terreno de que puede
disponer ya en las bahías y ensenadas de la costa ya a orillas de ríos
navegables; invita a la inmigración a cualquier súbdito de las naciones europeas
o americanas que no estén en guerra con la Nueva Granada, para formar una
población en la bahía de Sabanilla». (Vergara y Baena: 1999: p.100)
Mediante este decreto de 1813 y a tres de la independencia de Cartagena, se
dio inicio a un fuerte proceso inmigratorio de europeos y americanos que
comenzarían a marcar las nuevas relaciones de poder tanto en el corregimiento
de Barranquilla como en buena parte del litoral Caribe, es decir, la burguesía
local no se apoyó en la población nativa para desarrollar su proyecto estratégico
de nación sino que acudió a las potencias rivales de España para reforzar las
bases en la región del nuevo país. Estos factores de poder político y de capital
quedarían compartidos en variedad de proporción entre la burguesía
comerciante local, heredera natural en tierras y bienes de los españoles, y los
ciudadanos americanos e ingleses ávidos de dinero y fortuna. De esa manera,
la conexión del puerto de Sabanilla y Barranquilla con el resto de Colombia a
través del río Magdalena, fue la fuerza motriz que aceleró el proceso de
acumulación de capital en todo el país, y el surgimiento de las masivas

64
transferencias de capital internacional para el robustecimiento del comercio con
los ingleses y americanos contribuyeron a alimentar ese proceso, aunque no
constituyeron su totalidad. Sabanilla pues, era el punto exacto donde los nuevos
factores de acumulación capitalista permitirían la concreción, emancipación y
consolidación de un nuevo experimento de ciudad que surgiría no como producto
original de la planificación central del nuevo Estado republicano en formación,
sino bajo la suerte de muchos aventureros que en sucesivas oleadas llegaban
motivados por los generosos decretos y, además, por el lucro que alentaban las
nuevas potencias capitalistas. Sobre el particular, el norteamericano Fred Rippy
(1981: p. 15) nos revelaba lo que en ese momento ocurría y: «Lograda la
independencia de Colombia y la implantación de las instituciones republicanas,
pasó la etapa sentimental y la atención volvió a concentrarse en el comercio, en
las vías de tráfico interoceánico sobre el territorio colombiano y en la protección
de la vida y las propiedades norteamericanas».
Para vender al mejor postor el puerto de Sabanilla, elemento fundamental para
el despegue económico de Barranquilla, el mencionado decreto de 1813
manifiesta: «Aquella localidad además de las ventajas de un puerto seguro y
cómodo para toda clase de embarcaciones y las de un temperamento benigno,
refrescado todo el año por los vientos del nordeste, tiene la inapreciable de
desembocar en ella uno de los brazos (Canal de la Piña) del gran río de la
Magdalena navegable por más de doscientas leguas hasta el centro de la Nueva
Granada, y canal principal de nuestro comercio, de nuestras riquezas y de
nuestras comunicaciones hasta Popayán y Quito». (Vergara y Baena: 1999: p.
101)
Este decreto fue el trágico vehículo de reafirmación de dependencia económica
a las nuevas metrópolis europeas y norteamericana y, además, fue un elemento
importante para la eliminación de los factores económicos, políticos y sociales
que estorbaban la vinculación de la región Caribe, en particular Sabanilla y
Barranquilla con el interior, y por la fuerza de la imposición imperial, con el resto
del sistema capitalista en pleno ascenso, para tratar de implementar así en la
nueva república de Colombia el “libre comercio” y las bases iniciales de un
pretendido capitalismo originario.
El sitio, como puertos principales que se proyectaban para la exportación de
materias primas e importadores de productos industriales y que por razones del

65
mismo proceso de evolución del feudal-colonialismo al pre-capitalismo
mercantilista le correspondió a la región Caribe en la nueva división internacional
del trabajo, determinó igualmente la estratificación social y la consiguiente
división de clases en esta nueva etapa. En primer lugar, quedó desplazada como
sector dominante la elite de terratenientes esclavistas del antiguo Partido de
Tierradentro28 (Partido que la revolución independentista integraría al nuevo
Estado del Magdalena) que, sin embargo, alistó sus tierras para fomentar cultivos
para la exportación (algodón) y superar así su antigua condición pecuaria, atada
todavía al comercio con Cartagena. En segundo lugar, se fue consolidando una
mediana burguesía comercial con fuerte presencia de extranjeros que comenzó
a preparar las casas comerciales y los productos importados y de exportación
para su almacenamiento y comercialización. Entre los productos de exportación
proyectados estaban la tagua, la quina, el tabaco y el añil procedentes del
interior. En tercer lugar, y mientras unos sacaban dividendos de la nueva
empresa de la independencia, otros; mestizos, afros y los pocos indígenas que
quedaban, fueron no solo la base y músculo de la nueva economía que se
proyectaba sino también principal “carne de cañón” en la guerra que no
terminaba, por la nueva contraofensiva de los colonialistas españoles al frente
del “pacificador” Pablo Morillo quien con la flota invasora más grande que ha
ocupado el caribe compuesta por 56 naves y más de cuatro mil soldados
desembarco en Sabanilla el 14 de agosto de 1815 para intentar retomar los
enclaves españoles en la Nueva Granada. Sobre esta coyuntura histórica de los
combatientes populares integrantes del ejército libertador en Barranquilla, el
historiador Malabet con aires de remordimiento afirmaba: «Pero nadie se ocupa
de los sacrificios de las masas populares; estas con el nombre de soldados
concurren a los campos de batalla, voluntarios o a la fuerza, abandonando sus
hogares, sus más caros afectos, arriesgándolo todo, hasta sus propias vidas».
(Vergara: 1999: p. 106)

28
No hubo en Barranquilla conflictos conocidos entre comerciantes y terratenientes, sino más bien se
escenificó un tránsito pacífico de intereses donde el capital acumulado en el agro pasó a jugar un papel
importante en el comercio. Sobre el particular Bernard Lavallé afirmaba: “La rancia elite obrajera que
dominaba la región y solía copar los puestos locales de poder desde hacía siglos, fue desplazada por
comerciantes vinculados con el mercado del interior de la Nueva Granada y del puerto de Cartagena, tanto
más cuanto que los productos tradicionales tuvieron que luchar (las más de las veces en vano) contra la
llegada masiva de ropa extranjera, más barata pero sobre todo notablemente de mejor calidad, cuyas
importaciones se fueron acelerando hacia finales del siglo XVIII y comienzos del siguiente” La América
española (1763-1898), Editorial Síntesis, Madrid, 2002, p. 43.

66
Fue ésta la primera gesta histórica del barranquillero por su emancipación, que
lógicamente no fue tal porque de ser siervos y esclavos de la tiranía española,
este pequeño corregimiento deseoso de libertad cayó en manos de una nueva
esclavitud, la que impusieron los comerciantes criollos y extranjeros: la esclavitud
del salario de miseria y del pago al contado de los productos mercantiles
importados.
Sobre la participación de los barranquilleros en la guerra de independencia
continúa Malabet: «Cuando llegó la hora de los combates, Barranquilla presentó
lo más gallardo, lo más florido de sus hijos, que ya victoriosos, ya rechazados,
anduvieron de ceca en meca bajo las órdenes del coronel francés Pedro
Labatut,29 hasta la ocupación de Santa Marta a las 9 ½ de la noche del seis de
enero de 1813. En el combate librado en Sitionuevo el 10 de noviembre de 1812,
según el parte detallado, había entre las tropas de desembarque, que eran
doscientos hombres, ciento treinta y cuatro barranquilleros». (Vergara: 1999: p.
109)

29
Es preciso aclarar que este coronel francés al servicio de la revolución fue un decisivo contradictor de
Bolívar y sus intereses en la independencia no reflejaban soberanía y patriotismo sino ambición al servicio
de su país pues al tomar Santa Marta “hizo arrestar y maltratar a los principales habitantes de la ciudad,
criollos en su mayoría y todos partidarios sinceros de la causa liberal, que se habían permitido pedir un
régimen menos opresivo. Les obligó a cederle, contra los asignados que Cartagena había introducido en
Santa Marta, terrenos, mercancías, valores de todo género, pretextando que los necesitaba su gobierno”
Juvenal Herrera Torres, Bolívar y su campaña admirable, Corporación Bolivariana Simón Rodríguez, 2003,
p. 35.

67
Barranquilla por los días de la independencia: sus pobladores, y en especial sus
mujeres, entregaron hasta la vida con la esperanza de tener una vida mejor.

El premio a esa lucha heroica de las clases populares barranquilleras, fue la


erección en Villa de la ciudad, hecho político de trascendental importancia que
unido a la apertura del puerto de Sabanilla dio inicio a un nuevo ciclo en su
importancia histórica para el desarrollo del capitalismo en Colombia. Sin
embargo, y para tratar de restaurar la economía y el poder colonial, la ciudad
sufrió un brutal ataque español al mando de Valentín Capmany el 25 de abril de
1815 quien, reforzado este por el desembarco de Morillo en agosto, lanzó una
arremetida que destrozó toda la ciudad, y solamente hasta el 12 de Julio de 1820
la pequeña Villa fue recuperada por las fuerzas bolivarianas:
«Desde ese día la Villa fue cuartel general de los patriotas y de ellas salieron
elementos considerables para recuperar el río Magdalena, asediar la plaza de
Cartagena y ocupar la de Santa Marta, refugio de las autoridades españolas. La
Batalla de Boyacá había dado fin en las provincias centrales al 'régimen del
terror' y el gobierno independiente, surgido de aquella jornada decisiva para la
república de Colombia, acometió con actividad la recuperación de todas las
demás provincias que quedaban bajo el dominio español».

68
Después de haber alcanzado la victoria militar, el poder económico y político no
fue ejercido por aquellos que dieron sus bienes y vidas a la independencia, sino
que fue representado por las clases que hasta entonces tenían en sus manos la
función productiva principal de la región; la exportación e importación de materias
primas y bienes de consumo respectivamente. Lo anterior se concluye en el
siguiente comentario de Malabet:
«Uno de los primeros actos del gobierno republicano aquí establecido fue la
habilitación del puerto de Sabanilla para el comercio exterior “por él principiaron
a importarse -continúa el historiador Restrepo- grandes partidas de mercancías
de que tanto carecían las provincias internas de Cundinamarca”».
Así pues, en la disputa por el control de la ciudad los comerciantes, con la
motivación de los nuevos decretos liberales, asumieron la vanguardia y se
constituyeron en el grupo social más poderoso, ganando en la lucha económica
toda clase de franquicias, hecho que reflejaba la creciente importancia del
comercio como fuente de riqueza, en contraposición a la riqueza que antes de la
independencia se valoraba en la tenencia de la tierra y la explotación intensiva
del trabajo esclavo. Precisamente para congraciarse con la población afro
esclavizada que dieron su vida y sangre a la “independencia”, lo que a su vez
sirvió para que se consolidara el papel económico de la nueva clase, se dieron
en la ciudad varios actos protocolarios de “libertad” de esclavos entre los cuales
se destaca el siguiente:
«María Manuela Macías de este vecindario otorgo: que por cuanto
mi legítimo padre Joaquín de la Asunción Macías por cláusula de
su testamento, declaró ser su voluntad que su esclavo Nicolás
Macías se le diera su carta de libertad siempre que me
acompañase hasta mi muerte, yo agradecida de sus servicios
vengo en declararlo como lo declaro y doy desde hoy para siempre,
para siempre jamás por absolutamente libre de esclavitud y de la
condición antes dicha, para que la goce y disfrute como los que
nacieron libres, pudiendo por lo mismo contratar, tratar, testar dar
poderes y todo lo demás que quiera hacer mediante la franquicia
que al efecto le proporcione su emancipación, pues es mi voluntad,
que esté libre de toda restricción que le proporcionaba su
servidumbre...en cuyo testimonio así lo otorgo en esta Villa de

69
Barranquilla a 28 de noviembre de 1821». (Vergara y Baena: 1999:
p. 240)
Este primer acto de gobierno, aunado a la libertad protocolaria más no real de
algunos afros esclavizados, lograron determinar igualmente que la revolución
política en el Caribe a través de la cual se afirmaba incipientemente el
capitalismo en la Nueva República de Colombia, no estuvo en condiciones ni se
propuso seriamente como objetivo central solucionar el problema fundamental
de la creciente población barranquillera en su tiempo: su inserción económica
efectiva en la producción, distribución y consumo de mercancías que era la
propuesta económica liberal del momento porque, contrario a lo que ocurría en
Bogotá, no hubo en la pequeña villa de Barranquilla “cabildos abiertos” que
iniciaran un proceso de concertación política con las clases subordinadas, dando
origen al nacimiento del autoritarismo y el gamonalismo en la costa Atlántica, y
se abolieron de hecho las teorías jurídicas de índole democrático-burguesa,
origen e inspiración de esa revolución. Fue esta situación concreta la que
determinaría el raquitismo económico y la pobreza humana regional desde esa
época hasta nuestros días; lo que es más, los grupos que ocuparon el poder en
esta región no solamente no estaban interesados en una inserción efectiva de la
población barranquillera y la de los otros puertos del Caribe en la economía
exportadora-importadora dominante, sino que a continuación estuvieron en
contra de cualquier alteración de esa situación lo que produjo posteriormente
serios conflictos y rebeliones, pues su objetivo principal fue precisamente el de
aumentar y consolidar el dominio económico bajo la nueva tolda capitalista y
poner toda la estructura económica de la región y toda la fuerza laboral que
brotaba en la ciudad y sus vecindades en función de la apertura del comercio
desde Sabanilla a Barranquilla y de aquí al interior, actos económicos con el cual
comenzaron a consolidar su existencia como clase social dominante en esta
región del Caribe colombiano; todo esto bajo la tutela política de un naciente
conservadurismo político radical e ideológicamente fanático que fue orientando
a la población pobre hacia el camino contrario. De ese modo, la explotación
económica de la población barranquillera y de toda la costa en general donde se
establecían este tipo de relaciones de exclusión, no solo no es eliminada al
sacudirse del imperio español, sino que comenzó a desarrollarse aún más
después de alcanzada la independencia. En concreto, la nueva clase social que

70
se afirmó en esta parte del país, asociados ahora a ingleses y norteamericanos,
recibieron en pocos años más capital y ganancia, tanto como los tres siglos que
le antecedieron bajo el dominio económico-agropecuario en la figura colonial
denominada como Partido de Tierradentro. Esto lo podemos confirmar en el
siguiente comentario: «En 1829 un ciudadano americano que llegó a establecer
negocios en la bonanza comercial manifestó: “Todos los extranjeros que han
residido aquí por cinco o diez años están ricos, la mayor parte de ellos vinieron
con poco o ningún capital; las ganancias en cualquier clase de bienes importados
son tan grandes que con ventas prudentes se debe conseguir gran riqueza”».
(Safford: 1977: p. 39)
Igualmente, se fueron afianzando en la Villa de Barranquilla las llamadas
“personalidades históricas” foráneas a consecuencia de esa situación económica
manifiesta de vieja demanda y nueva oferta surgida después del periodo de
“independencia”:
«El norteamericano Jhon Glen después de servir al ejército patriota,
hizo una fortuna entrando provisiones a Cartagena durante el largo
sitio español de 1815. Lograda la independencia, el gobierno
colombiano otorgó a Glen el derecho exclusivo a exportar bienes
desde Sabanilla, que era entonces el sitio mejor ubicado para
comerciar con el interior por la vía del río Magdalena. Glen se
dedicó a un lucrativo comercio exportando maderas de tinta y
algodón e importando mercancías desde Jamaica. Hacia 1829 era
dueño de 29 bongos, empleaba 100 barqueros y se había
convertido en el patriarca de la región». (Safford: 1977: p. 39)
Igual sucedió con Jhon Elbers quien por ser proveedor de armas al ejército
patriota desde 1817 logró, en una situación turbia que realizó con el “padre del
conservatismo colombiano” Francisco de Paula Santander, que éste le otorgara
una concesión exclusiva de navegabilidad por el río Magdalena, privilegio
económico que duró 20 años. Ante esta situación que comenzaba a redefinir el
poder económico y político de la naciente república entre los ambiguos y débiles
liderados por Santander y los resueltos y soberanos que apoyaban a Bolívar, el
Secretario de Relaciones Exteriores Estanislao Vergara le comunica a Simón
Bolívar las relaciones de dominación que el santanderismo quería imponer en
sus idilios con las potencias emergentes: «En cuanto a la concesión que se le ha

71
hecho a Elbers para que pueda entrar en el Magdalena un buque de vapor,
reconocido como propiedad de un norteamericano, me ha disgustado
sobremanera. El señor Castillo anda y atiende cuando se trata de favorecer a
sus amigos». (Llinás et. al: 1995: p. 61)
Este hecho que entregaba la soberanía de los puertos y el comercio de las
nuevas republicas neogranadinas, realzó los sentimientos antiimperialistas de
Bolívar quien conociendo las fuerzas motoras que se encontraban detrás de
aquellos intereses, resuelta y soberanamente le responde al Secretario de
Relaciones Exteriores en 1929:
«Sobre lo que me dice de Elbers, me parece lo mismo que a usted, sería la más
absurda estolidez dejar en semejante servidumbre la navegación del Magdalena.
Mañana escribiré al señor Castillo y le prevendré para que se ponga en libertad
aquel canal». (Safford: 1977: p. 62)
Bolívar, mediante decreto del 12 de mayo de 1829 expedido en Quito, disolvió el
monopolio navegable que entregaba la soberanía de la naciente república,
poniendo de manifiesto que los intereses económicos de la patria no solo se
defendían con banderas y consignas sino mediante acciones resueltas contra
los planes económicos del naciente imperio. Muerto Bolívar en 183030 y disuelta
la Gran Colombia por la presión de los intereses extranjeros y la ambición de los
oligarcas nacionales y regionales; Jhon Elbers, patrocinado por los intereses del
mercantilismo deformado que había afianzado eficientemente sus garras en el
Caribe colombiano, recurrió a la Alta Corte de Justicia consiguiendo de ésta la
restitución del monopolio de navegabilidad por el río Magdalena, quedando
nuevamente la movilidad mercantil en manos de las potencias extranjeras
emergentes.
Con la eliminación total del sistema político y el monopolio comercial español en
los puertos de Santa Marta y Cartagena, la implementación gradual del libre
cambio31 y la eliminación de los intermediarios que existían con el sistema de

30
Simón Bolívar, derrotado por la traición de los secuaces que se adueñarían posteriormente del país, desde
el puerto ribereño de Soledad, al cual llegó abatido, arribó a la ensenada de Sabanilla el 26 de noviembre
de 1830 y desde allí, a bordo del Bergantín Manuel, fue escoltado hasta Santa Marta por la fragata
norteamericana Grampus, muriendo extrañamente 16 días después en la Quinta de San Pedro Alejandrino.
31
Sobre este particular proceso Safford (1977: p. 36) afirmaba que “La corriente librecambista tomó fuerza
debido a los mediocres resultados de los fabricantes locales, a la creciente eficacia de los competidores de
ultramar, a la expansión del mercado europeo para productos tropicales y a la influencia de la política
inglesa”.

72
relaciones mercantiles del capitalismo europeo y norteamericano, la
característica de la estructura económica de Sabanilla y Barranquilla comenzó a
mostrar cambios importantes. Bajo la Ley del 4 de julio de 1833, el Senado y la
Cámara de Representantes de la Nueva Granada dio inicio a la apertura de las
exportaciones de materia prima procedente del interior del país: «Con el fin de
promover la riqueza nacional y considerando que uno de los medios eficaces es
facilitar la salida de los frutos y producciones del país, sin trabas ni rodeos y con
ahorro de gastos, después de haber suprimido los derechos de exportación...
Decretan: Artículo 1º El puerto de Sabanilla continúa abierto para la exportación
y se habilita para el efecto el del Zapote en la bahía de Sispatá de la provincia
de Cartagena». (Vergara y Baena, p. 149)
Bajo esas leyes dictadas por la Cámara de Representantes de la Nueva
Granada, comenzaron a afianzarse las relaciones políticas y económicas con el
capitalismo europeo, especialmente él ingles que en esa etapa había acelerado
sus fuerzas productivas y, además, acumulado una poderosa masa de capital
bajo la llamada Revolución Industrial, demandando en ritmo creciente materias
primas y los productos naturales necesarios (tabaco y quina) para su propio
desarrollo y, por consiguiente, buscar en la nueva región Caribe colombiana, que
abría como pétalos en flor sus puertos y sus mercados a la voracidad de los
mercaderes del dinero, considerable mercado de consumo para contribuir, como
lo hacía gran parte de América Latina, a desarrollar la producción industrial del
imperio inglés pues «Ya en 1822 un grupo de comerciantes ingleses que tenían
en Jamaica su base de operaciones, recomendaba al comercio británico exportar
hacia Colombia: clavos, hierro, cacerolas metálicas, braceros, azadas,
machetes, tachuelas, cuchillos, tijeras, navajas, sierras, herramientas para
carpinteros, así como el envío de expertos en ensamblajes, toneleros, herreros,
cerrajeros, relojeros, plateros y otros artífices». (Solano: 1996: p. 16)

3.2 La Aduana de Sabanilla: salario, comercio y miseria

Con la penetración intensiva del comercio inglés, el proceso de desarrollo de la


industria capitalista en Europa convirtió a Sabanilla en un almacén y a
Barranquilla en una oficina para efectuar las operaciones comerciales que
correspondían al proceso de distribución. Este proceso consistía en: 1) la venta

73
hacia la región y el país de los productos importados industriales que tenían la
condición-objeto de capital-mercancía. 2) la compra de la mercancía europea y
norteamericana que transformaba el dinero en capital acumulado para
desarrollar la consolidación de las Casas Comerciales a través de préstamos
realizados, en su mayoría, a la banca extranjera. 3) la contabilidad y
almacenamiento del conjunto de las importaciones y exportaciones efectuadas
en una improvisada Aduana ubicada en Sabanilla y 4) la regulación y
estratificación del trabajo portuario y comercial asalariado caracterizado por
relaciones de dominación autoritaria agenciada por la nueva casta criolla que
surgió del proceso independentista y que centro gran parte de su actividad
administrativa en Barranquilla.
Así, el aumento del comercio y el crecimiento de la explotación económica de los
braceros, bogas, estibadores, remeros etc., que laboraban en el puerto fue
consecutivamente una etapa previa al aumento del trabajo de oficina en
Sabanilla y Barranquilla. Así mismo, el trabajador asalariado, comercial o
empleado de la Aduana pertenecía, en el conjunto de la dinámica portuaria de
esa etapa, a los asalariados “mejor pagados” cuyo trabajo calificado (encargado
de contabilizar y despachar mercancías) se encontraba por encima de los
trabajos físicos anteriormente anotados. Fue éste un periodo claro en donde el
desarrollo del capital mercantil comenzó a estratificar seriamente a la masa de
trabajadores portuarios en Barranquilla y a su satélite portuario marítimo ubicado
en Sabanilla.
Las relaciones económicas con los Estados Unidos comenzaban también a
despuntar fuertemente en esos años. Este país comenzó en ese periodo a
desarrollar la industria textil dando comienzo a la “revolución industrial”
norteamericana, acelerada por la importación de los adelantos ingleses en esta
rama. Según el historiador Yuri Andakov, a comienzos del siglo XIX había en
Norteamérica ocho fábricas de tejidos de algodón, y de 1820 a 1830 esta cifra
se cuadruplicó. Desde 1840 hasta 1860 el número total de obreros aumentó de
72.000 a 122.000, los barcos de madera construidos en Norteamérica eran más
baratos que los de Inglaterra y, por ese concepto, la flota de este país dedicada
al comercio marítimo llegó en 1862 a exportar 2.400.000 toneladas.
Posteriormente los gringos inventaron la máquina de hacer papel (1809), el
telégrafo (1832), la cerilla fosfórica (1836), la máquina de coser (1841), la

74
vulcanización del caucho (1844), la cubierta neumática (1845), la máquina de
hacer zapatos (1846), la rotativa tipográfica (1847), la turbina (1849) etc.,
inventos que necesitaban una fuerte y segura comercialización; sobre todo
fueron dirigidos estos productos a los nacientes mercados del incipiente
capitalismo dependiente latinoamericano, especialmente al puerto de Sabanilla
como punta de lanza para la conquista del mercado neogranadino.
A mediados del siglo XIX era ya un hecho la victoria total del sistema fabril de
producción capitalista en Norteamérica, lo que sistemáticamente acabó en ese
país la producción artesanal en la industria textil y del calzado, y surgió en ese
contexto la industria metalúrgica a gran escala que comenzó a construir barcos
de gran tonelaje para empezar a explorar y posteriormente penetrar con sus
mercancías las costas del Caribe colombiano. La máquina de vapor encontró
múltiples aplicaciones, sobre todo en los ferrocarriles, en la naciente industria y
en la navegación, llegando a funcionar en este país máquinas de ese tipo en 57
fábricas, de 161 que existían en 1830. Estas máquinas fueron las que colocadas
en barcos de vapor comenzaron su recorrido desde Barranquilla hasta el puerto
ribereño de Honda en el Tolima.
Bajo este esquema agresivo de desarrollo en Norteamérica, que tenía como
base de acumulación la explotación de los afros en estado de esclavitud y el
salario de miseria a los miles de inmigrantes europeos y asiáticos, las
operaciones de exportación del naciente imperio se ampliaron y, en total, desde
1800 hasta 1850 el valor de las exportaciones norteamericanas en América
Latina aumentó de 70 millones de dólares a 144 millones, es decir se duplicó con
creces. El proceso de conversión en potencia estaba pues en marcha y mientras
Sabanilla y Barranquilla adecuaban sus puertos para recibir y distribuir la
producción norteamericana, como ocurría en todos los puertos del continente,
Fred Rippy cifraba; «Nuestro comercio con Colombia crecía lentamente. Alcanzó
un poco más del millón de dólares en 1830, dos millones en 1855 y catorce
millones en 1880». (Rippy: 1981: p. 14)

75
Gracias a la sumisión gobernante la ganancia de los norteamericanos fue exponencial
a comienzos y finales del siglo XIX
En 1842, el volumen de mercancía de exportación e importación era de tal
magnitud en Sabanilla que ya se equiparaba al de Santa Marta, por lo tanto, y
bajo la Ley del 1º de julio de 1842 el poder Ejecutivo decretó en el artículo 2º que
éste «designara el lugar donde halla de establecerse la Aduana, la cual podrá
tener hasta el mismo número de empleados y con iguales condiciones que la de
Santa Marta».
Para la creación de la Aduana en Sabanilla, conocida hoy como Castillo de
Salgar y actualmente convertida en sede vacacional y centro de encuentro de
poderosos comerciantes e industriales, el gobierno central no recurrió a sus
propios fondos para la iniciación de las obras, sino que bajo la exaltación del
poder político existente se dispuso del dinero para que «espontáneamente
individuos ofrecieron al gobierno cantidad de empréstitos para construir el
edificio». Los individuos que señalan Vergara y Baena estaban compuestos por
una mezcla de comerciantes criollos y una cantidad considerable de ingleses y
norteamericanos. Entre estos capitalistas estaban: Santiago Wilson, H.
Beeckman, A. Hasselbrink, J. Bouilly, Robert Bogle, E. H. Steel, Pardo & Dovale,
G. E. Fischer, A. Güel y A. Danouille.
Es de anotar como un hecho sociológico y económico importante, que una parte
significativa de los sectores dominantes criollos herederos de los españoles, con
la incidencia masiva de estos capitalistas extranjeros y al “no tener fortuna” para
acumular por la vía comercial, fueron desplazados a otras esferas de la

76
economía y entre otros oficios que comenzaron a desempeñar estaban los de
administradores de la cosa pública, intermediarios políticos, comisionistas,
representante legal de empresas y casas comerciales extranjeras y hasta el
oficio deshonroso, pero lucrativo, de calanchines del contrabando. Y por el lado
de los desposeídos, la fusión racial y el afianzarse como clase popular fue dando
origen a nuevas conductas culturales en medio de nuevos aires musicales que
entonaban sones de emancipación, dando origen a la Cumbia como herencia del
cumbé, baile tradicional de la Guinea esclavizada y sometida por los colonialistas
europeos, pero que explotó en el caribe colombiano con las cumbiambas que
animarían las fiestas de las poblaciones rivereñas y posteriormente del carnaval
y las protestas populares. Estos bailes iniciales entre los que estaban el
bullerengue y la puya eran vistos por la iglesia y la burguesía dominante como
“cosas del demonio” por las contorsiones, inexplicables para ellos, de sus
danzantes que se contoneaban al ritmo del tambor alegre y el llamador, al cual
los indígenas le agregarían, en el proceso de fusión cultural, la inmemorial flauta
de millo.
Siguiendo el ritmo de la dominación y acumulación en la construcción de la obra
de la Aduana, el hecho de que se aceptaran dineros de capitalistas extranjeros
para la construcción del edificio, condujo a la perdida posterior de autonomía y
soberanía en la administración y favorecieron de esa manera no solo el control
administrativo por parte de estos inversionistas sino también sus futuras y
fabulosas ganancias. Así pues, los empréstitos que realizaron los capitalistas
ingleses y norteamericanos aprovecharon eficientemente la ruina económica en
que había quedado Colombia concluida la guerra de independencia; y el futuro
“próspero” que algunos prometían a Barranquilla y Sabanilla había nacido ya
endeudado por la “ayuda desinteresada” de los inversionistas sajones.
La construcción del Edificio de la Aduana estuvo supervisada directamente por
el gobierno inglés y los testigos del contrato notarial fueron los señores S. Wilson
y Esteban Márquez, presentándose como fiadores de la misma los ingleses Jhon
Bouilly y Joseph Güell. Con estos contratos notariales, todas las maquinaciones
para favorecer al capital extranjero fueron mostrándose como defectos de la
actividad administrativa del naciente Estado a través de los funcionarios de la
gobernación de Cartagena y de la Villa de Barranquilla en los albores del
comercio mercantilista iniciado por estos puertos, en los que los funcionarios del

77
Estado aquí mencionados aparecen más bien como individuos con poca
capacidad administrativa a favor del gobierno central y de la pequeña Villa pero,
eso sí, comenzaron a cultivar unas cualidades de comisionistas y chanchulleros
de gran alcance.
La corrupción administrativa que nació con la independencia comenzó a ser,
desde entonces, parte de nuestro paisaje tropical y la necesidad abstracta de
acumular por este medio afianzó una personalidad negativa de los funcionarios
públicos, en la cual la honestidad y pulcritud en la administración de la pequeña
ciudad fue simplemente aplastada; y lo peor fue que esta conducta antisocial de
la clase dirigente local, al pasar los años, asumió un carácter hereditario.
En carta de la gobernación de Barranquilla provincia de Sabanilla en 1853,
Joaquín María Palacio, General conservador, administrador de la aduana y
nuevo vasallo incondicional de la corona inglesa y del naciente capital
transnacional, rindió cuentas al Secretario de Relaciones Exteriores, (a los
mismos que habían traicionado el decreto antimonopólico de Bolívar) donde
afirmaba con suspiros de veneración lo siguiente:
«Cumplo con sumo gusto el deber que me impone la parte de la
resolución dictada por el P.E. en 22 del anterior sobre el edificio de
la Aduana de esta provincia... he querido oír las opiniones de varias
personas respetables de conocido interés por la prosperidad de
este puerto, entre las cuales cuento al señor Santiago Wilson
vicecónsul de S. M. B. Por cuyo conducto he oído también al
ingeniero comisionado por la compañía establecida en Londres
para la navegación del Magdalena por vapores, que
ocasionalmente, se encuentran en ésta examinando el Canal de la
Piña». (Vergara y Baena: 1999: p. 154)
Bajo este relato podemos concluir que no ciertamente fue una coincidencia ni
una cuestión ocasional que uno de los “espontáneos” que dio dinero prestado al
gobierno colombiano para la construcción de la aduana, Santiago Wilson, fuera
a su vez vicecónsul del gobierno inglés, quedando así demostrada la pérdida de
soberanía en el futuro manejo de las relaciones comerciales tanto de la Provincia
de Sabanilla y Barranquilla como de toda la república de Colombia en general.
Pero no todo fue vergüenza desde el punto de vista de las relaciones comerciales
y políticas, las relaciones sociales que se instituyeron para la realización de la

78
obra, base del florecimiento urbano y económico de Barranquilla, fue también un
episodio que merece atención porque demuestra que la herencia esclavista de
los nuevos vasallos de los ingleses y norteamericanos no había desaparecido.
En la misma carta anteriormente citada, el señor Joaquín María Palacio
recomienda las siguientes orientaciones:
«Se me ocurre un medio de economía que el gobierno puede
adoptar sin el menor inconveniente y me tomo la libertad de
indicarlo. Este medio consiste en trasladar a esta ciudad una
sección del presidio de Cartagena y disponer que sufran aquí su
condena los reos condenados a esta pena, como lo solicitó mi
antecesor. Dicha sección podría ocuparse constantemente de los
trabajos de las calzadas y del nuevo Edificio que indico, y como
apenas habría que hacer el gasto de la ración de un real diario a
cada uno, resultaría una positiva economía... y por consiguiente
sufrirían la pena de una manera positiva y en un lugar aislado y sin
comunicación con la población».

Aduana de Sabanilla o Castillo de salgar: Fue construida por esclavos y hoy sus
descendientes no pueden entrar y disfrutar en ese pomposo recinto

79
De esa manera la nueva obra, futuro enclave económico de la región Caribe y
de Colombia, fue construida con mano de obra esclava, de la nueva esclavitud
surgida de la ambición y del ahorro, es decir del nuevo resorte económico y del
nuevo espíritu capitalista que impondría Inglaterra en estas tierras a través de
sus nuevos vasallos; portadores todavía de la propiedad privada sobre los seres
humanos; en otras palabras, estos funcionarios no habían superado, a pesar de
la independencia del colonialismo español, la etapa esclavista e inhumana de
dominio.
En medio de esas nuevas relaciones de dominación, Inglaterra se convirtió en
esos años en nuestro principal socio comercial. Gran cantidad de buques
llegarían sin cesar a transportar tabaco y quina, pues esta nación era la
poseedora de la principal flota comercial capaz de transportar a Europa o adonde
se lo dispusieran sus intereses económicos, la producción total del Caribe
colombiano y el de la Nueva Granada, así lo hacen saber con destemplado
orgullo los historiadores citados (P. 157-158):
«El puerto de Sabanilla es, sin dudarlo, uno de los de más exportación en la
Nueva Granada. Los datos que vemos publicados, lo comprueban y el que ha
presentado el señor Secretario de Hacienda a las cámaras legislativas presenta
mayor cantidad exportada en dos ramos de mucha utilidad para el país: tabaco
y quina... el puerto de Sabanilla sigue de día en día presentándonos productos
considerables, hasta casi igualarse a la segunda Aduana de la república en la
importación».
La gran cantidad de buques ingleses, norteamericanos y alemanes que
circulaban sin cesar en el Caribe colombiano y que lograron poner al puerto de
Sabanilla en segundo lugar de importancia, demostraba igualmente que el
capitalismo industrial y la pujante navegación mercantil demandaban nuevas
materias primas no explotadas antes de la independencia de España, para que
en adelante se justificara el movimiento circulatorio de sus flotas navales. Ello
dio origen al surgimiento de nuevos productos para la exportación que tuvieron
como objetivo fundamental que los buques anclados en el puerto de Sabanilla
con mercancía industrial de importación, se regresaran cargados con nuevas
materias primas para su siguiente destino. Estos productos pasaron a ser
determinantes en el nuevo ciclo económico que atravesaba el país y cuya
explotación casi siempre se iniciaba a través de los créditos que los gobiernos

80
de turno comenzaron a pedirle al capital financiero inglés y, en menor medida, al
norteamericano. Las cifras de esos nuevos productos se muestran de manera
general en un boletín de 1853 publicado por la gaceta oficial del puerto llamada
La Regeneración de Sabanilla:
«Los efectos que han dado mayor cantidad en valor son cueros de res, cigarros,
mora, quina, sombreros; y en tabaco de Girón y del Carmen 32 tan solamente la
suma de $2.735.882.85. El movimiento de buques ha sido de 87 que han entrado
y 76 que han salido, contándose el primero de septiembre de 1852, once
existentes». (Vergara y Baena: 1999: p. 159)
Este panorama económico que poco a poco se ampliaba, indicaba que el
surgimiento de estas nuevas exportaciones por el puerto de Sabanilla (cueros,
moras, cigarros etc.) y el crecimiento y ampliación de las antiguas (tabaco y
quina) determinaron una vinculación fuerte de los terratenientes del interior del
país y de la región33 con los intereses comerciales de los ingleses, generando al
mismo tiempo el desplazamiento y disminución de la actividad económica de la
burguesía comerciante dedicada a la comercialización de bienes de manufactura
elaborados por los artesanos en el resto de la república. Un hecho particular que
produjo esta nueva situación de conflictos entre artesanos criollos y
comerciantes extranjeros lo comenta Álvaro Tirado:
«El congreso estipuló que de preferencia se destinara ese dinero al
pago de la 'deuda doméstica' en manos de individuos de
nacionalidad extranjera... otra porción apreciable de esa suma
(6.750.000 libras de esterlinas) fue destinada a la compra de
materiales de guerra en Inglaterra... otras sumas del empréstito
fueron dedicadas a la compra de manufacturas inglesas que el país
producía, en contra de los fabricantes nacionales, que perdían el
mercado; tal caso del ejército, que era el principal consumidor de
textiles y que en muchos casos se abastecía de productos
británicos con preferencia de los nativos».34

32
Para esa época el tabaco de estas regiones era monopolizado por la multinacional The Colombian
Tobacco Industry.
33
En el departamento del Atlántico, los terratenientes centraron la evolución de su poder económico en el
cultivo del algodón, materia prima básica de la gran industria textil inglesa.
34
Álvaro Tirado Mejía, op. cit., págs. 110-111.

81
El resultado de estos conflictos económicos, fue uno de los factores que
incidieron en las numerosas guerras civiles del siglo XIX, en la cual Barranquilla
tuvo parte importante por ser puerto importador-exportador de primera categoría.

3.3. Primera rebelión por el control de los puertos: la disputa de castas por
la 'autonomía' económica de la Villa de Barranquilla.

A la muerte de Simón Bolívar en 1831, la pugna por el poder político y


económico de la Villa de Barranquilla y el puerto marítimo de Sabanilla fue de tal
magnitud que produjo continuas rebeliones que tuvieron características
sangrientas. Bajo tal circunstancia y por la deficiencia de documentación
disponible sobre el tema, se torna extremadamente difícil analizar con
profundidad las perspectivas de las luchas y los movimientos emancipatorios de
ese periodo en Barranquilla que, sin embargo, no estuvo al margen de la
expresión no antagónica del conflicto de clases que nacía, en la que también se
hicieron presentes anhelos de justicia social y reivindicaciones económicas de
carácter popular-nacionalistas.
No fueron pues estas luchas sociales realizadas en provecho de cambios de
fondo en la estructura económico-social, ni podían serlo en el contexto pre-
capitalista en que se encontraba Barranquilla y el país y estar bajo la condición
de una clase obrero-popular que aún no maduraba su conciencia de clase. Estos
levantamientos que se dieron en la ciudad, como lo veremos más adelante, se
enmarcaban más bien en un horizonte cuyos propósitos eran de orientaciones
democrático-burguesas, situación en los que hay que ubicarlos; evaluando la
profundidad de esos levantamientos armados en la perspectiva de que existía
en la región caribe una preeminencia de un sector político burgués antinacional,
políticamente conservador, proclives al gamonalismo, ligados al comercio de
importación y exportación y en estrecha en alianza con los nuevos poderes
transnacionales. Y estos sectores dominantes manifestaban violentamente su
postura política en contra de sus opositores, o sea, el sector democrático,
políticamente liberal, que propiciaba una economía y un comercio regional
articulado a los intereses nacionales y a las demandas populares.

82
En el curso de los siguientes años todas estas tendencias político-sociales
progresistas fueron derrotadas militarmente, como literariamente lo grafica
García Márquez en Cien años de soledad (aun cuando estas derrotas tuvieran
un significado más simbólico que material y más de mito político que de retrato
de algún antagonismo de clase fundamental), y fueron orientando al sector
dominante de la burguesía barranquillera en una dirección retrograda
(conservadora) tanto de la concepción económica como también de toda la visión
política y social que germinaba en la emergente ciudad. Sobre la ideología de
estos sectores que comenzaban a controlar el poder político en Barranquilla, el
historiador Pérez Brignoli (1979: p. 34) pensaba que en ese periodo los sectores
conservadores no tenían «más ideología que la simple reiteración y defensa de
la raída herencia colonial aristocrática, centralista y autoritaria, clientelista,
mantenedora de los privilegios corporativos, jerárquicos y mercantilistas».
De otra parte, los sectores populares afines ideológica y políticamente a la
tradición librepensadora del liberalismo, este pensamiento liberal, que en su
momento abrazaron las causas populares, fue definido por este autor (1979: p.
34) como: «La ideología liberal importada de la Europa de las luces, de la
revolución francesa y del parlamentarismo británico era libertad de expresión y
asociación, libre empresa y libre cambio, gobierno republicano federal y
constitucional, igualdad ante la ley, anticlericalismo y como tal apta para ser
adoptada por una gran variedad de grupos sociales»
Los sectores populares en la región en ese contexto de definición de ideas, no
siempre tuvieron en este periodo posibilidades de expresarse en estas luchas
político-económicas citadas anteriormente, pues diseminados como estaban en
una economía de tránsito de mercancías, de una baja concentración poblacional
en la ciudad, afianzados sobre la base del nulo desarrollo industrial y fuertemente
controlados por el andamiaje ideológico que comenzaron a imponer los
extranjeros; la capacidad de expresión política y de articular y defender sus
intereses no solo era inexistente sino prácticamente ilusoria, quedando casi
todas sus reivindicaciones puestas en personajes, si bien políticamente afines,
económicamente sus intereses eran contrarios a las demandas de estos.
El origen de estas rebeliones también mostraba que no todo era patriotismo y
fervor revolucionario, sino que la fuerza propulsora principal eran las
multimillonarias ganancias que producían las recaudaciones aduaneras y los

83
embarques y desembarques de mercancías en estos puertos; el oceánico de
Sabanilla y el ribereño de Barranquilla. Se obtuvo pues por parte de los “patricios
locales” un gran beneficio cuando se fomentaron estas guerras civiles, pero para
entonces las consecuencias de la guerra de independencia habían causado un
efecto económico desastroso, y las nuevas guerras se habían convertido para
ellos, y por lo menos para gran parte de la burguesía comerciante en el caribe,
en algo costoso que significaba un gran riesgo para el feliz desarrollo del
comercio y, por consiguiente, de la acumulación. Los acuerdos políticos fueron
entonces otra dinámica recurrente en la solución de estos conflictos.
En 1831 se realizó el primer levantamiento armado por parte de un sector de la
burguesía barranquillera contra la administración de Rafael Urdaneta, entonces
presidente de la Nueva Granada. Este levantamiento tuvo como objetivo
principal que el gobierno de la Nueva Granada habilitara el puerto de Sabanilla
para la importación de mercancías. En este periodo de desarrollo del capitalismo
mercantil en Barranquilla, el sector que propició el levantamiento se proyectaba
aún débil en la lucha por abrir caminos a su propuesta económica, iniciativa que
proponía el control de los puertos para su propio desarrollo mediante una alianza
táctica con el movimiento insurreccional de los artesanos del interior del país.
Inicialmente, el levantamiento fue dirigido por militares en alianza con los
comerciantes de la región, interesados en la dominación del territorio y el
comercio. El siguiente comentario confirma esta alianza:
«Hija sin duda de esta persuasión harto fundada, fue la rebelión que estalló en
Sabanalarga, Soledad y Barranquilla, del 12 al 14 de febrero. La dirigían los
capitanes Policarpo Jiménez, nombrados Comandante en Jefe, Santos de la
Hoz, Lorenzo Hernandez, Crispin Luque y Antonio Pantoja; apoyabanla varios
oficiales de milicias y algunos vecinos principales de las mencionadas
ciudades». (Vergara y Baena: 1999: 190-191)
A los días siguientes del levantamiento armado, el gobierno de Urdaneta declaró
al departamento del Magdalena en Estado de Asamblea y proclamó,
ateniéndose a la ley del 24 de junio de 1824 sobre conmoción interior, facultades
extraordinarias para sofocar la rebelión. Bajo esta ley, el prefecto del Magdalena
expidió un decreto mediante el cual ordenó arrestar a los inspiradores
intelectuales y económicos de la rebelión: «Persuadido de datos que juzgo
verídicos de que iba a estallar una revolución en la ciudad, se apresuró a cortarla

84
expeliendo a sus más respetables y exaltados promovedores antes de que
pudieran realizar sus designios».
La mayoría de prisioneros eran representantes autóctonos de la burguesía
comerciante que, de una u otra forma, manifestaban algún sentimiento patriótico
y elementos de soberanía al pedir para ellos y no para los extranjeros el control
de los puertos de Sabanilla y Barranquilla. Los insurrectos fueron doblegados
por la superioridad numérica en armas y hombres de las fuerzas
gubernamentales al mando de Ignacio Luque y también por la debilidad en la
alianza que había entre los representantes de la burguesía comerciante
insurrecta y las clases populares. Por su parte Luque «Recibió la orden
terminante de acometer a los sublevados y batirlos sin reparar en las fuerzas que
tuvieran ni en las posiciones que ocuparan. Esta orden fue cumplida y el 20 de
febrero se trabó la pelea en la hacienda San Souci. Milicias indisciplinadas no
pudieron resistir a las fuerzas bien organizadas de Luque. Venció este sin
perdidas y sus contrarios con las de algunos muertos y prisioneros,
dispersándose el resto, enseguida ocupó Luque Soledad y Barranquilla».
(Vergara y Baena: 1999: p. 193)
La rebelión sofocada a sangre y fuego tenía, en últimas, un enemigo
poderosamente “invisible” sobre el cual los rebeldes (por su escasa concepción
política y por una contrapartida utópica que no le era favorable) jamás podrían
vencer: el avance del imperialismo bajo sus máximos representantes en esos
momentos, los ingleses. El siguiente comentario sobre el vencedor lo prueba:
«Él (Luque) los perseguía con actividad, auxiliado por el jefe político de
Barranquilla Santiago Duncan y por el Comandante de Milicias de Artillería John
Glen, dos extranjeros domiciliados y decididos contra la revolución». (Vergara:
p. 194)
El sello ingles estaría pues marcado no solo en el control económico y político
de la naciente república sino también en los órganos de mayor decisión en esos
años: las fuerzas armadas. En 1840, los cantones de Barlovento (Hoy
departamento de Bolívar) intentaron nuevamente formar una provincia
independiente separada de la jurisdicción de Cartagena motivados por «El
patriótico interés local de Barranquilla de que el puerto marítimo de Sabanilla
fuese habilitado para el comercio de importación, lo que se creía difícil obtener

85
mientras se dependiera política y administrativamente de Cartagena». (Vergara
y Baena: 1999: p. 217)
En esta ocasión los insurrectos, es decir la otra facción de la burguesía
comerciante que pretendía formar la provincia independiente de Cibeles no
sucumbió por la presión de las armas, sino que jugó un papel importante la
persuasión a través de su participación en mejores condiciones del creciente
negocio de exportación e importación porque «Parece que con muy buen
acuerdo, el gobierno de Cartagena, si bien envió fuerzas suficientes para
dominar la rebelión, optó por los medios persuasivos y por ofrecer sus buenos
oficios en la habilitación de Sabanilla como puerto de importación».
Nuevamente en el apaciguamiento de esta rebelión influyeron de manera
decisiva Santiago Duncan quien según Vergara y Baena era un «Caballero
irlandés, hijo del almirante de la Escuadra Azul de la Gran Bretaña y quien sirvió
a órdenes del Duque de Manchester como adjunto al regimiento de milicias de
Kingston».
Esta tremenda sonaraja de títulos estaba precedida de poderosos intereses
económicos que se afianzarían posteriormente. El agradecimiento de quienes de
una u otra forma se beneficiaban económicamente de las gestiones diplomáticas
y militares de Duncan y Glen no se hacía esperar y uno de los jefes de la Armada,
el comandante Policarpo Martínez expresó, justificando la represión a las
poblaciones descontentas, que «No ha tenido de Duncan y Glen la menor queja
de sus procederes y por el contrario, han llenado de encomio a los dos
extranjeros que hasta hoy han dirigido los principales destinos de este pueblo y
dado pruebas de un interés decidido por el bien común de él».
En medio de esta enconada lucha a la que le seguirían posteriores
levantamientos parciales, como el movimiento del 26 de julio en Cartagena, la
acumulación progresiva de capitales alcanzada por los ingleses, (en las cuales
Duncan y Glen servirían de trampolín mediante el control político y económico
de los puertos de Sabanilla y Barranquilla), le permitió a esta potencia iniciar la
exportación de los mismos y aumentar de esa forma su penetración en la
economía tanto de la región Caribe como de toda la Nueva Granada.
Presionados por las nuevas potencias, estos sectores que se impusieron en las
disputas interburguesas internas, se convirtieron en agentes eficaces para el

86
establecimiento de unas nuevas relaciones de dependencia (en la cual
Barranquilla tomaría parte importante) con los ejes que reemplazaron al antiguo
poder colonial español (Inglaterra y Estados Unidos). Y esta situación ocurrió
porque las fracciones que patrocinaban las guerras fueron frágiles para contribuir
a establecer un proyecto independiente en lo económico, lo social, lo político y
aún en lo cultural y, además, porque forzar una alianza con los sectores
populares para sacudirse de los nuevos poderes significaba correr el riesgo de
perder la conducción del nuevo proceso que le comenzaba a generar a estos
capitalistas criollos cuantiosas ganancias a través de la explosión comercial que
comenzaba a presentar el desarrollo de los puertos en el Caribe. Aclarando que
la beligerancia y la política belicista del Estado de Bolívar sobre los insurrectos,
se explican más por las necesidades políticas de la nueva estructura social y por
la disposición económica heredada de la clase dominante, que por las ventajas
inmediatas que podían derivarse de la dominación de los puertos que, a su vez,
le servían para controlar eficientemente el negocio de la economía exportadora-
importadora.
La articulación de los intereses económicos de los nuevos sectores dominantes
con los nuevos centros hegemónicos, inauguró una nueva etapa en la estructura
de dependencia que desde los puertos del Caribe fue proyectándose al resto de
la geografía nacional; en los que en algunos momentos se pudo alterar esas
formas de dominación político-económica pero que, en lo fundamental,
permaneció inquebrantable el carácter de la relación, como se verá en los
capítulos siguientes.
Bajo esta situación de derrota militar de los sectores “progresistas” y la coacción
monetaria que imponía la nueva acumulación comercial, se fue diseñando la
dirección macro-económica de la pequeña Villa, estableciéndose en su dinámica
central las relaciones entre endeudamiento externo para las obras portuarias,
inversión privada directa a través de los agentes de las casas comerciales
europeas y norteamericanas, y la organización de toda la actividad político-
administrativa para darle cauce feliz a los mecanismos importadores-
exportadores, claramente orientados hacia la dependencia del país y la región.
Esto se reflejaría indiscutiblemente en la economía nacional. Al respecto Álvaro
Tirado comenta lo siguiente:

87
«El caso de Colombia es muy claro: 50 años después de la obtención de los
empréstitos, en el presupuesto de gasto de 1867 a 1868, sobre un monto de
$4.688.779.66 se destinaron $3.184.159, es decir, el 68% a cubrir la deuda
externa... al disminuir las rentas disponibles, el gobierno se debilitaba y quedaba
sujeto a las presiones externas y a los grupos internos, todo ello en beneficio de
los estados poderosos».35
La nueva situación de dependencia creada, fue disminuyendo aún más las
posibilidades de crecimiento de la naciente burguesía comercial barranquillera
para intentar crear con sus capitales algunos asomos de “industria propia” y su
destino se fue reafirmando cada vez más como socios de segunda del floreciente
capital mercantil inglés, quedando toda la estructura económica colombiana
reducida a la exportación de materia prima e importación de productos
manufacturados. Prueba contundente de este hecho incontrovertible fue la
afirmación que hizo Florentino González, Secretario de Hacienda de Tomas
Cipriano de Mosquera, a su regreso de Londres en 1850:
«En un país rico en minas y productos agrícolas que puede
alimentar un cuantioso y lucrativo comercio de exportación, las
leyes no deben favorecer el desarrollo de industrias que distraen a
los habitantes de las ocupaciones extractivas y agrícolas que les
permitieran obtener la mayor ventaja...debemos ofrecerle a Europa
materias primas y abrir nuestros puertos a las manufacturas para
facilitar el comercio y las ventajas que él trae, y para suministrarle
al consumidor a precios bajos, los productos de la industria
manufacturera». (McGreevey: 1975: p.117)
Este sometimiento económico que definía nuestra inserción a la división
internacional del trabajo (materias primas por productos manufacturados) bajo
condiciones de dependencia, fracturó definitivamente la alianza de clases que
en un determinado momento cuestionó el papel de dominación de los emisarios
ingleses en Barranquilla, y con ello la explotación a que estuvieron sometidas las
masas trabajadoras en los puertos y en el sector comercial empeoraron,
aumentando así sus niveles de miseria. Estos niveles de pobreza en la ciudad
fueron evidentes en el año de 1849 cuando en Barranquilla atacó una epidemia

35
Álvaro Tirado Mejía, op. cit., p. 115

88
de cólera que acabó con gran parte de la población pobre, es decir que mientras
el comercio de exportación e importación veía florecer una masa reducida de
adinerados tanto extranjeros como criollos, en Barranquilla, que para ese trágico
año contaba con 5.651 habitantes, no existía en los sectores populares siquiera
un hospital y mucho menos elementos infraestructurales mínimos para que la
población pobre y excluida aspirara a una vida digna. Este hecho mostraba
claramente que la situación económica de las barriadas populares que se
expandían hacia el sur bordeando el río por el occidente y hacia el norte en los
barrios abajo del rio, los menguados ingresos que obtenían no alcanzaban
siquiera para la subsistencia y que estas barriadas, a su vez, estaban sometidas
a la más dura explotación económica sin la más mínima asistencia social. Sobre
esta tragedia social decía Salvador Camacho Roldán que «Según he visto en un
número de El Día, de 1849, con referencia a carta de Barranquilla de principios
de agosto, las víctimas de los dieciocho primeros días de su aparición (cólera)
pasaron de 500, o sea un término medio de más de treinta victimas por día,
habiéndolo habido de más de 50. ¡Esto en una población que no pasaba de los
6.000 habitantes!».
Para atender la terrible epidemia de cólera desatada no se propuso siquiera la
creación de un hospital con los dineros surgidos de las fabulosas ganancias
comerciales y marítimas, ni tampoco un acueducto para eliminar el problema
desde la raíz, pues la mayoría de la población utilizaba el agua cruda y
contaminada del río Magdalena, sino que se conformó una «Sociedad de
Humanidad para impedir el progreso del mal». Los resultados para detener el
cólera fueron desastrosos y nulos y la única medida “efectiva” que tomaron las
autoridades fue que «Se abra campo a alguna distancia del cementerio, donde
practicando grandes zanjas puedan sepultarse los cadáveres de un modo
expedito, evitando así la infección; que se nombren veinticuatro vigiladores, para
que cada uno atienda a la asistencia de los sufrientes de la clase infeliz».
(Vergara y Baena: 1999: p. 308)
Es preciso anotar que uno de los fundadores de dicha “sociedad humanitaria”
fue el acaudalado escocés al servicio de la corona británica Santiago Duncan,
quien desde Londres contribuyó con 100 pesos para la erradicación del mal. Sin
duda fue esta una humillación para la ciudad que lo hizo multimillonario en pocos
años. Un año después de esta tragedia humanitaria, la esclavitud seguía siendo

89
el soporte de acumulación de comerciantes y contrabandistas. El 7 de marzo de
1850 se realizó un acto simbólico para distraer la atención de la población que
se moría de cólera a la orilla de las calles y con pompas anunciaron que «Con el
fin de celebrar el primer aniversario de la llegada de José Hilario López a la
primera magistratura de la nación, se realizó una marcha solemne por la tarde
con una banda de música que recorrió la ciudad. Fue realizada por la Sala de
Sesiones de la Sociedad Democrática de Barranquilla, un acto simbólico de
libertad de cuatro esclavos; tres con fondo de la junta de manumisión y el cuarto
por la voluntad del finado dueño. Finalizada la ceremonia, se dio inicio a los
bailes populares, que se prolongaron más allá del tiempo acordado por las
autoridades políticas y municipales». (La Renovación: 1997: p. 67)
En medio del jolgorio de la esclavitud y la celebración de la miseria que
aniquilaba a la población barranquillera, donde el sector más pobre y clave en el
proceso de acumulación eran los afros y mestizos que transportaban las
mercancías en los bongos o canoas gigantescas, el relato del cronista Isaac
Holton detalla con desprecio la imprescindible actividad económica realizada por
este sector de la clase popular: «La tripulación consistía en el dueño, un negro
enorme, otro todavía más negro pero más bajito, y un mulato, además iba con
nosotros un negrito desnudo, hijo del patrón, y los simples remeros, que se
llamaban bogas», (Flórez et. al: 1995: p. 7)
Sobre el músculo de ellos, de los antiguos y nuevos esclavos, remeros y bogas
del comercio fue que se forjó el capital en esta región. Sin embargo, el cronista
norteamericano de la anterior nota se equivocó al creer que el negro conductor
del bongo era su dueño, pues según el cónsul norteamericano en Barranquilla
en esa época Elías Pellet este afirmaba que: «los bongos de esta notable 'línea'
eran casi todos de la casa de Palacio & Byrne». (Flores et. al. 1995: p. 39)
En medio de esa explotación del trabajo esclavo y asalariado, se iba reafirmando
igualmente el poder de las casas comerciales con la participación en sus
acciones de algunos comerciantes barranquilleros que, bajo las limitaciones que
les imponía el control de los capitalistas ingleses y norteamericanos, participaban
significativamente en los órganos de poder, sobre todo administrativo pues ya en
1857 y debido al gran empuje económico que recibe la Villa de las potencias
imperiales a través del comercio, a Barranquilla el gobierno central le confiere el
título de ciudad.

90
Este poder que se reafirmaba con la progresiva acumulación de capitales en el
comercio y la recaudación aduanera, no condicionó en ningún caso la presencia
alterna de otros grupos y expresiones económicas, pero tampoco esta alternidad
afectó en lo fundamental la estructura de exclusión económica bajo el negocio
portuario de las exportaciones e importaciones, la condición dependiente en que
se iba afirmando la economía barranquillera y, por consiguiente, la colombiana,
ni tampoco la penetración a gran escala del capitalismo inglés; capitalismo
comercial que se intensificaba desde este puerto hacia el resto del país. El
economista David S. Landes (1972: págs. 136-137) hace una radiografía de la
situación inglesa y muestra como crecía la telaraña imperialista de esta potencia,
en la cual la economía de Barranquilla y en general la del país quedarían
irremediablemente atrapadas:
«Más adelante, en el año de 1860, los empresarios británicos compensaban el
tiempo perdido al crear un verdadero enjambre de compañías financieras, de
modo patente o latente, como asociaciones comerciales, casas de descuento
etc. Pero, al contrario de lo que hicieron la mayoría de sus colegas del
continente, invirtieron poco en la industria y en el transporte que no necesitaban,
y se dedicaron al sector más lucrativo de los préstamos comerciales a corto
plazo. Muchos se especializaron en el comercio con las regiones exóticas que
nunca habían conocido otra forma de crédito que la usura; los riesgos eran
evidentes, pero el precio del dinero era fabuloso».
Estos acontecimientos generaron importantes conflictos entre las potencias
imperiales que pretendían controlar el comercio en la región, lo que inauguraría
una nueva era de fuertes tensiones, pero también del llamado “progreso y
desarrollo” en la economía de la ciudad.

3.4. La lucha entre las potencias imperiales por el control de los mercados
a través de los puertos y las compañías de navegación

Iniciada la segunda mitad del siglo XIX y mientras la región consigue una
estabilidad política y militar momentánea, la producción agraria para la
exportación y el comercio de importación van quedando subordinadas al capital
industrial inglés y norteamericano, bajo la mirada complaciente de sus socios de
segunda, los comerciantes criollos. El desarrollo de la economía de importación

91
y exportación en las costas del Caribe colombiano fue estructurando así la
primera fase de transición hacia nuestro capitalismo dependiente, que desde
estos puertos se articuló al resto de la economía nacional en plena expansión.
En esa medida, se fueron instalando en Barranquilla y Sabanilla las primeras
empresas navieras extranjeras de carácter multinacional que dieron inicio al
drenaje de capitales hacia los centros mercantiles y bancarios tanto europeos
como norteamericanos. Estas compañías fueron fundadas con capitales duales
en donde lógicamente primaba el del poderoso imperio inglés. Entre estos
conglomerados navales estaban:
1) La Empresa Elbers, de propiedad de John Elbers de nacionalidad alemana.
Este personaje fue quien, empujado por el espíritu capitalista y el jugoso
negocio de la independencia, inició en 1823 la navegación a vapor por el río
Magdalena y obtuvo por esa hazaña una concesión de 20 años para su
explotación monopólica.
2) La Anglo-Granadina fundada por Francisco Montoya, prestamista dueño de
la casa comercial más poderosa del país para la época, Montoya Sáenz y
Cia. Este personaje se hizo cargo del monopolio del tabaco en 1846 y
comenzó a controlar la navegación por el río Magdalena a través de esta
empresa que pasó después a manos de los señores Plock y Logan dueños
de la casa inglesa Frühling & Goschen de Londres, además multiplicó sus
millones con la comisión que cobraba de los empréstitos que el Estado
colombiano le hacía a Inglaterra. En el solo año de 1824 el señor Montoya
obtuvo una comisión de 20.137 libras de esterlinas por el empréstito que
Colombia le hizo a la firma británica Goldsschild and Co. Encabezó también
una firma, compuesta principalmente por antioqueños, que monopolizó el
transporte en planchones a través del río Magdalena. Por la gran influencia
que tenía en el Estado, el señor Montoya dirigió el grupo de capitalistas
colombianos que obtuvo una franquicia exclusiva del gobierno para construir
una vía de comunicación a través del Istmo de Panamá. Por ese prontuario
capitalista y usurero fue bautizada con su nombre la principal estación de la
Aduana en Barranquilla: la Estación Montoya.
3) La Empresa Hamburger, Batis & Chapman, eran capitalistas principales de
esta compañía los señores Santiago Duncan y Jhon Glen, quienes jugaron
un papel importante en el control político de los puertos por parte de la corona

92
británica, sirviendo de comodines de guerra del poderío comercial inglés;
además fueron estos señores a través de esta Empresa los más destacados
contrabandistas de armas y comestibles en la región.
4) La Magdalena Steam Navegation Company, de capital londinense. Esta
compañía funcionó con tres barcos que llegaron a Sabanilla en 1854 y por
razones de calado, es decir que su construcción no era adecuada para la
navegación por el río, suspendió la navegación en 1865.
5) Empresa Simonds, fundada por el norteamericano C. H. Simonds. Su
especialidad era transportar la producción de tabaco que monopolizaban los
alemanes y norteamericanos en el departamento de Santander.
6) Compañía Americana, fundada en Nueva York en 1855. Fue la primera
empresa norteamericana que comenzó a competir por el monopolio de la
navegación con los ingleses, absorbiendo posteriormente a la Hamburger
Batis & Chapman.
7) Empresa R. A. Joy, perteneciente al empresario ingles Robert A. Joy. Fue la
segunda empresa de importancia establecida en el río en la década de 1840,
especializada en el transporte de quina, tabaco y otras materias primas
menores, así como también importaba toda clase de productos industriales
norteamericanos.
8) Compañía Unida y United Magdalena Steam Company, esta compañía nació
como fusión de las tres compañías norteamericanas existentes, la Compañía
Americana, la Empresa Simonds, y la R. A. Joy. Esta integración de capitales
norteamericanos fue la primera expresión seria de competencia de los
Estados Unidos contra Inglaterra por el control de los mercados en el país a
través de la intensificación del comercio por los puertos del caribe,
instalándose por último la Henry Wells y la Empresa A. Wecbecker.

93
La navegación a vapor realizada por compañías extranjeras agilizó eficientemente el
comercio mercantil sin dejar rastros de bienestar en los pueblos ribereños

Posteriormente, intentaron establecerse algunas compañías navieras de capital


colombiano como la Compañía Nacional fundada en 1861 por varios
comerciantes del país, pero las condiciones que planteaba la competencia de las
compañías europeas y norteamericanas la llevó a cerrar sus puertas en 1869,
pasando a manos de la Compañía Unida, lo mismo sucedió con la Compañía del
Dique que fundada en 1863 con dos vapores, el España y el Tolima, pasó a
manos de la Compañía Unida en 1870.
En el anterior balance de las relaciones económicas de la navegación mercantil,
pueden verse claramente los tres factores que fueron incidiendo decisivamente
en la evolución del comercio y control de capitales a través de estos
conglomerados de la navegación, lo cual era también un reflejo de la incidencia
de las potencias capitalistas tanto en la economía local como en la nacional,
pues el rio magdalena era la principal arteria económica que movía al país.
Varios puntos marcan la clasificación y dominación de estas navieras. En primer
lugar, y producto de la herencia independentista que pagaba sus favores a los
servicios cobrados por los ingleses, estaban las compañías británicas que bajo
las banderas del capitalismo industrial y en plena etapa imperialista, intentaban

94
reafirmar su presencia en el mercado nacional. En 1850, la capacidad de carga
de todos los buques británicos se cifraba en 168.000 toneladas. (Andakov: 1965:
p. 269) En segundo lugar, comenzaban a afianzarse las compañías de
navegación norteamericanas que fueron mostrando el proceso de conversión de
esta nación en potencia imperialista, condicionada por las características propias
de su desarrollo capitalista, pero también por la puesta en práctica de la “doctrina
Monroe” a las recientes repúblicas. Y, en tercer lugar, el raquitismo económico
de las compañías navieras de capital nacional que intentaron desarrollar su
propia evolución en el capital mercantil, pero la ausencia de soberanía y de
políticas estratégicas de inversión estatal en apoyo a los empresarios nacionales
de la navegación, hicieron que estas compañías sucumbieran a la voracidad de
los monopolios extranjeros que comenzaban a controlar la navegación local y
nacional pues «hasta 1860 los barcos a vapor por el río Magdalena fueron
construidos y capitaneados casi exclusivamente por extranjeros» (Safford: 1977:
p. 69), moldeándose así la definitiva etapa de dependencia económica del país
y, como reflejo, la de toda la región Caribe.
El precio de quedar en estado de postración subdesarrollada a través del control
monopólico de la principal vía de comunicación en la Colombia de entonces, se
reflejaba en el desprecio y racismo que mostraban los norteamericanos sobre la
clase popular barranquillera; sobre esa clase que, con la explotación de su
trabajo, los convertía en millonarios en poco tiempo. El norteamericano Isacc
Holton a su llegada a Sabanilla tuvo la siguiente impresión cuando desembarco
en las aguas del caribe:
«Es interesante ver una cara nueva después de un viaje de veinte
días; pero ver una de otra nación y raza, en su propio país, e
inalterada por largos viajes, es suficiente para despertar el más vivo
interés en el que apenas comienza sus andanzas por el exterior.
En la embarcación estaban el piloto, su pequeño hijo y un negro.
Los dos primeros tenían suficiente ropa y suficiente mugre encima,
pero el negro estaba semidesnudo y tenía una expresión estúpida
y vacía. No podría clasificar al padre y al hijo en ninguna de las tres
razas del hombre: parecería como si por lo menos la sangre de tres
de ellas corriera por sus venas».

95
Y más adelante agrega cuando transitaba por las polvorientas calles de
Sabanilla: «La primera casa a la que entré constaba de un cuarto grande, casi
vacío, y era quizá la casa de un empleado de la Aduana. En el suelo vi algo que
a primera vista me pareció un mico grande, pero que al mirarlo mejor y para mi
desconcierto resultó ser un niño desnudo y del color de la tierra donde estaba
gateando, en otra casa vi otro espécimen similar, encima de un cuero y
meciéndose en una hamaca». (Flórez: et. al. 1995: p. 9)
Esta apreciación xenófoba del norteamericano Isacc Holton significaba que la
organización del poder para la acumulación no solo reposaba en la estructura
económica y política, sino que también estaban fundamentadas en el desprecio
racial, situación que armonizaba y encajaba plenamente con la emancipación
moral y económica de los comerciantes y la clase dirigente local heredera del
mayorazgo español.

Sobre el musculo de África se desarrolló la ciudad y sus beneficios quedaron en manos


de unos pocos

A pesar de la legalización formal del puerto después de la independencia, el


contrabando continuaba como economía paralela y la corrupción un mal
hereditario que ya empezaba asimilarse como propio y “normal” en nuestra

96
cultura, y los gringos, estrenando autoridad imperial, sé auto-afirmaban como los
rectores de la misma. Holton sobre el particular continuaba:
«Me imagino que a pesar de todo hay contrabando por Sabanilla, pero creo que
su principal obstáculo no son ni los sellos en la escotilla, ni los guardias a bordo
sino más bien la inmensa soledad que rodea el embarcadero. Sin embargo, es
posible que pase contrabando, ya que muchos funcionarios se prestan al
soborno. Creo que cambiaron a todos los empleados del puerto durante nuestra
estadía, y el recaudador saliente me pidió que le diera un certificado en el sentido
que no lo había visto borracho cuando había venido a bordo, lo cual hice con
mucho gusto». (Flórez et. al: 1995: p. 18)
Los datos históricos no muestran mucho acerca de cómo se desarrollaban las
relaciones laborales en ese periodo en Barranquilla, pero podemos hacer
algunas observaciones provisionales, basándonos en la anterior situación. Este
hecho puede indicar de manera general lo que sucedía en esas relaciones entre
capital y trabajo, entre superiores y subordinados en el proceso de surgimiento
de esos conflictos sociales. Como se puede registrar en el relato de Holton, estos
acontecimientos mostraban que promediando el siglo XIX las formas de relación
laboral en Barranquilla estaban constituidas, más que en otras partes del país,
por formas de relación caracterizadas por el personalismo y la arbitrariedad,
síntoma indiscutible de la génesis del gamonalismo como institución social. Las
leyes patrocinadas por el poder imperial y las relaciones del trabajo mercantil
portuario se caracterizaron en esa etapa, más que cualquier otra consideración,
por los favores y “el visto bueno” que dispensaban los extranjeros, y el salario,
por la inexistencia de una legislación que protegiera la fuerza laboral de braceros,
inspectores, almacenistas, remeros etc., no solo era un estímulo de valor para
suplir necesidades mínimas sino también, y sobre todo, un cambalache de
favores en medio de las relaciones de dominación que comenzaban a imponer
los poderes imperiales y los capitalistas locales en los puertos. Esta interacción
del valor salarial unido a los “favores” que hacían los gringos dio lugar a la vez,
en el terreno político-ideológico, a formas de dominación cimentadas en el
autoritarismo y la sumisión y, en el nivel económico, a que se institucionalizaran
las formas más radicales del capitalismo mercantil, afianzado este sistema por
una clase social criolla dominante que cada vez más se afirmaba ideológica,
política y económicamente como conservadora. En esa medida, la informalidad

97
que se generó a través del contrabando y la extendida corrupción quedaron
reducidas a la legalidad y también a la tradición que afianzaron estos poderes,
sobre todo cuando las relaciones sociales de producción descansaban en los
mecanismos de legitimación mercantil que procedían y fueron parte sustancial
de las nacientes relaciones capitalistas dependientes, concertadas a espaldas
del pueblo por los nuevos poderes económicos tanto locales como nacionales.
En cortas palabras, el tradicionalismo mercantil que comenzaba a estructurarse
por el puerto de Sabanilla y Barranquilla, fue tomando la forma de una devoción
irracional a las instituciones económico-sociales dominantes, relaciones que se
caracterizaban por la imposición extranjera y, por consiguiente, a una sumisión
sin límites a la cultura europea y norteamericana, todo esto se combinó con el
gamonalismo autoritario regional como mentalidad típica dominante en el caribe
post-colonial para fundar, en las relaciones sociales, la expresión cultural
hegemónica de un conservadurismo político y económico que cíclicamente se
renovaba y afianzaba en la actividad mercantil. Esto comenzó a cimentar el
poder de esta clase en una cultura centrada en el despotismo más que en la
ilustración; contrario al despotismo ilustrado que se cultivaba, por ejemplo, en la
capital de la República.36 Es decir, que mientras Bogotá poseía un observatorio
astronómico, un museo de ciencias, varias universidades, una de las colecciones
bibliográficas más completas del mundo, y una biblioteca particular de más de
7.000 volúmenes; en Barranquilla no había siquiera la intensión de crear un
bachillerato, no existían centros de lectura, el analfabetismo era peste y la ciencia
era considerada un estorbo para el comercio; mientras en Bogotá los jóvenes
pasaban su tiempo libre estudiando la lógica de Heinecio y la aritmética de
Wolffio, en Barranquilla la juventud de las clases populares, mendigando pan y
trabajo y sin ningún tipo de educación, vagaba alrededor del puerto;37 mientras
en Bogotá la clase dirigente disertaba sobre Montesquieu, Bentham, Tracy,
Chateaubriand y aprendían el inglés traduciendo a Locke; en Barranquilla una

36
Sobre este tema, Safford (1977: p.85) consideraba que “por eso los ciudadanos cundinamarqueses de
“personalidad creadora” como los Cuervos y los Samperes, dividían su atención entre la política, la
literatura o la cultura y los negocios”.
37
Solamente hasta 1871 el misionero escocés Adam H. Erwin estableció en Barranquilla una escuelita para
niños pobres. Mientras, hacia finales de 1880, vino especialmente una institutriz norteamericana para
hacerce cargo de la educación de las hijas del cónsul de los Estados Unidos.

98
excelsa minoría leía el folletín comercial norteamericano The Shipping List (Lista
de embarque) y el inglés se aprendía a fuerza de madrazos en los muelles.
Unos de los hijos de esta cultura despótica dominante en transición, fue el señor
Esteban Márquez, hijo legítimo del español Juan Bautista Márquez quien fuera
en la época de la colonia «Alcalde ordinario por voluntad de su majestad y
delegado de oficio de la Santa Inquisición» y fue, después de haber caído en
desgracia el poder español, apoderado del empresario alemán Jhon Elbers,
transformándose posteriormente en un “prestigioso” político conservador y gran
comerciante poseedor de bongos y champanes; importando mercaderías de
Jamaica y transportando artículos de comercio menor como maíz, ñame, cuero,
etc., de gran demanda en los mercados regionales. Y posteriormente Diego de
Castro, quien luchó contra el gobierno revolucionario liberal de Aquileo Parra en
1875 y «en la guerra del 95 Gaitán Obeso revolucionario liberal se apoderó de la
ciudad. Diego de Castro que era en esos momentos administrador del ferrocarril,
toma un vapor de río abandonado, habilita las calderas y lo pone al servicio de
la causa del gobierno de la Regeneración». (Llinás: 1995: p. 46) Después de esta
“hazaña”, fue nombrado este personaje agente de la canalización del Magdalena
y comandante de las Fuerzas Navales del Atlántico y Pacífico además premiado
como primer gobernador del departamento del Atlántico transformándose,
después de acumular capital por este medio, en comerciante, dueño de licoreras
y también en el primer importador de automóviles, entre otros jugosos negocios.
El nefasto papel de este despótico personaje en la historia de Barranquilla lo
detallaremos en capítulos posteriores.
Mientras se consolidaba el poder económico y político de unos cuantos, la fase
transitoria del capitalismo mercantil en Barranquilla había roto definitivamente
con casi todos los comportamientos y las conductas feudales impuestas desde
España, la iglesia fue una de las instituciones más sacrificadas, pues la gente
asociaba a ésta con el antiguo poder, y de adorar a Dios esta población,
adolorida todavía por la esclavitud, comenzó a adorar al dinero “mal habido”, a
los gringos y, para amortiguar sus males, al alcohol. El conflicto de clases,
empañado por los inusitados cambios, todavía no alcanzaba a madurar su
conciencia de clase. Isacc Holton toca el tema del antiguo y el nuevo poder a su
llegada a Barranquilla con las siguientes frases:

99
«En Barranquilla el único otro punto de interés que visité fue la
iglesia. Primero me llevaron donde un viejo sacerdote que tiene una
especie de estudio en un piso alto de la iglesia. Me aseguró que
aquí todo anda mal desde que el rey de España dejó de gobernar
estas tierras. Es la única persona que ha tenido la franqueza o la
imprudencia de confesarme esta opinión. Como el gobierno cubano
es el único ejemplo que queda de dominación española en el nuevo
mundo, es difícil apreciar exactamente cuánto perdió la Nueva
Granada con el derrocamiento del poder español». (Flórez: et. al:
1995: p. 28)
Con el relato de Holton, fue este preciso periodo el que vio surgir la noción,
profundamente arraigada en la historiografía tradicional, y por consiguiente
introducida en la mentalidad popular del barranquillero, de que la política
extranjera podía ser aplicada a la ciudad a través de los caprichos del gamonal
de turno por sus relaciones interdependientes relacionadas con los intereses
imperiales dominantes. Ello dio lugar igualmente al “dictamen histórico” que
comenzó a juzgar los acontecimientos políticos, económicos y sociales de la
región desde el punto de vista de los intereses personales del caudillo y de la
supuesta genialidad de los extranjeros en la “organización y progreso” de la
ciudad (Malabet, Vergara y Baena entre otros). Un punto de vista que empalmó
directamente con las opiniones económico-sociales de los historiadores
recientes.

CAPITULO IV

FERROCARRIL DE BOLÍVAR: PROGRESO, POBREZA Y EXCLUSIÓN.

4.1 Los “ilustres” y el desprecio racial en la construcción de la obra.


Consolidado el monopolio de la navegación en manos de europeos y
norteamericanos y aumentado enormemente el volumen de mercancías de
importación y exportación, las necesidades de agilización del comercio para
incrementar el volumen de ganancias, originó la necesidad de mejorar las
condiciones de almacenamiento y transporte de mercancías. El canal de la Piña,

100
brazo navegable del río Magdalena por el cual se comunicaban el puerto
marítimo de Sabanilla y el ribereño de Barranquilla, comenzó a manifestar
problemas para la movilización de productos mercantiles debido al bajo calado
que presentaba en épocas de verano.38 En medio de esas circunstancias y bajo
el temor de que los buques de las potencias imperiales buscaran otros puertos,
la Convención Constituyente del Estado de Bolívar, mediante la Ley del 4 de julio
de 1865 dispuso «Al poder Ejecutivo del Estado para que pueda conceder
privilegio a cualquier persona o compañía nacional o extranjera para la
construcción de un camino de carriles de hierro servido por máquinas de vapor,
que ponga en comunicación la ciudad de Barranquilla con el puerto de
Sabanilla». (Vergara y Baena: 1999: p. 371)
La poca acumulación existente en el país no permitió que los capitalistas nativos
iniciaran el trabajo de construcción del ferrocarril, esto lo consiguió en corto plazo
la centralización del capital imperial y las asociaciones anónimas extranjeras.
Inicialmente la obra fue concedida a los señores Ramón B. Jimeno, comerciante
y comisionista quien hasta ese momento tenía los derechos de carga sobre todas
las mercancías que pasaban por el canal de la Piña y a contraprestación
únicamente se responsabilizaba en conservar la vía en buen estado; y a Ramón
Santodomingo Vila, alto militar que había usufructuado bien el negocio de la
independencia, siendo después gobernador del Estado de Bolívar y de Panamá.
Estos señores, respaldados por los empresarios londinenses E. B Webb y
Standish Motte, perdieron la concesión mediante un decreto de 1866, decreto
que reflejaba la corrupción de la época y también la presión de otros intereses
extranjeros para intervenir en la construcción de la vía férrea. Sin embargo,
recibieron una cuantiosa indemnización de 30.000 libras de esterlinas por los
“perjuicios sufridos” en la anulación del contrato. En medio de la jugosa suma
recibida, Jimeno y Santodomingo (quien con este capital inicial surgido del
chantaje y la corrupción forjó el hoy poderoso grupo Santodomingo), cedieron el

38
Holton describe así el panorama de este caño: “Todavía era de noche cuando me desperté y ya estábamos
navegando, primero por entre un canal umbrío, casi cubierto por entre las ramas entrelazadas de los árboles,
y al amanecer dejamos atrás una mancha flotante de malezas altísimas con flores espléndidas y bulbosas.
Adelante el fondo era más firme, pero el nivel del agua más bajo y encontramos una embarcación encallada.
Detrás venia otra y los bogas de las tres que tenían alguna ropa encima se la quitaron y todos se tiraron al
agua y las empujaron hasta desatracarlas, luego siguieron impulsando los bongos media milla más. Mientras
tanto yo pensaba que la situación que estábamos viviendo era uno de los principales obstáculos en la arteria
vital del comercio granadino. El caño de la Piña atraviesa tierras aluviales y blandas y termina seis millas
antes del mar. Por solo $ 100.000 se podría habilitarlo para la navegación a vapor” op. cit., p. 12.

101
contrato a la compañía alemana Hoenigsber, Wessels & Co, siendo este el
primer ferrocarril que se construyera en el país.

El Ferrocarril de Bolívar movió la “danza de los millones” que enriqueció a empresarios


y multinacionales extranjeras

La historia de esta obra comenzaba a presentarse al país como un acontecer


extraordinario que dividió la historia económica y social de la ciudad según la
mayoría de historiadores, entre el atraso y la “prosperidad” de Barranquilla y, por
tanto, fue una obra que se realizó, según ellos, por fuera de la decisiva
participación popular y en acontecimientos ocurridos por fuera de sus intereses
y que tenía, por consiguiente, que explicarse por la intervención de los poderes
trascendentes que dominaban la ciudad (los alemanes y Cisneros) o debían
recibir su sentido político y cultural en referencia a los nuevos valores de
“modernidad y progreso” que desde esa época hasta nuestros días impuso la
historiografía tradicional. Alfredo de la Espriella, baluarte intolerante de esa
historiografía mitológica, comenzó a mostrar, desde su fosilizada concepción de
una Barranquilla trasnochada y con olor a naftalina y haciendo gala de su estirpe
colonial y racista, la historia de esta obra así:
«El primer palenque barranquillero del cual se tiene noticias muy
comprobadas fue el que se originó a raíz de la construcción del
Ferrocarril de Bolívar y el muelle de Puerto Colombia. Tanto a los
constructores alemanes como posteriormente a don Francisco

102
Cisneros desalentó la obra de mano de los indígenas de esta zona
norteña, por naturaleza flojos y lentos, poca capacidad para obra
tan intensa y pesada, exigente y responsable... el negro, su
contextura y vitalidad; cuerpo sano, robusto y musculado y de una
raza indiscutiblemente más fuerte que la del indio Mocaná era
indispensable para este trabajo agotador. Merced a esta garantía,
fue necesario contratar grupos de gente de color para que se
asociaran a esta empresa que requería de la salud y vigor de estos
ejemplares humanos, únicos y capaces de aguantar de sol a sol la
ardiente agresividad de un trabajo que indudablemente exigía
condiciones sobrehumanas para resistir tanta violencia: la del sol,
y la de la labor de peso que demandaba tanta envergadura. Por
razones obvias, el hábitat se concentró en torno donde se
desarrollaba su tarea. Lo que más tarde se conoció como Barrio
Abajo del río... hombres y mujeres -negros timbos- como se les
conocía en el argot popular, formaron promiscuidad increíble, en
viviendas ciertamente infelices; pequeñas covachas a manera de
tugurios donde se hacinaban aquellas gentes morenas que se
veían luego al terminar su trabajo cuando caía el sol, alegres y
descomplicados, cantando y bailando, y embriagándose de ron». 39
(De la Espriella: 1977: p. 5)
El pensamiento de la historiografía tradicional, ante esas formas históricas
superficiales formuladas como verdaderas, se quedaba en la mera abstracción
e intentaba, precisamente a partir de esa trivialidad histórica, abrir camino hacia
la justificación del racismo en la etapa post-independentista mediante la
economía excluyente que se iniciaba con la construcción del ferrocarril,
“ignorando” estos historiadores de anaquel que con ello no se hace más que dar
expresión “intelectual” a la incapacidad de entender los verdaderos fundamentos
sociales y étnicos sobre la real importancia de las razas exterminadas (indios
flojos) y excluidas (negros ignorantes y musculados) de la estructura social y
étnica barranquillera. La imposición de esta categoría “histórica” se impuso en el
tiempo, y cuando se le pregunta hoy al barranquillero de a pie ¿quién construyó

39
Alfredo de la Espriella, Evocaciones del negro y tradición de su estirpe en Barranquilla, Diario del
Caribe, septiembre 9 de 1977, p. 5.

103
el muelle de Puerto Colombia y el Ferrocarril de Bolívar? La respuesta innegable
de la mayoría será “los alemanes y don Francisco Cisneros”, pero esa mayoría
ignora, precisamente por esas imposiciones “históricas” que en realidad fue la
clase popular y sus diferentes expresiones étnicas las que forjaron la base de la
estructura física y económica que dinamizó el comercio en esa etapa a través de
estas obras, y los “grandes personajes” impuestos como “patriarcas del
progreso” y sin una sola gota de sudor, sangre y lágrimas derramada, solo fueron
los beneficiarios de la misma.
Con la puesta en marcha del ferrocarril, administrado por la firma norteamericana
The Barranquilla Railway & Pier Company, se aceleró la fase de acumulación
capitalista en Colombia a través del capital mercantil europeo y norteamericano
y fue el instrumento más eficaz para liquidar hacia el futuro los rezagos de la
economía feudal con fuerte influencia para esos años; siendo Barranquilla la
cabeza de playa perfecta para la consolidación del nuevo sistema de locomoción
en el país, sistema que también trituraría, en adelante, las posibilidades de una
industrialización nacional auto-sostenible.

Estación Montoya: todos los ruines secretos de las multimillonarias ganancias de


comerciantes e industriales la guardan hoy sus viejas paredes

104
El ferrocarril comenzó a funcionar el primero de enero de 187140 inaugurándose
el 20 de septiembre del mismo año la estación del ferrocarril en Barranquilla. El
nombre de la estación se dio en homenaje al poderoso comerciante y
comisionista Francisco Montoya y fue éste el punto cardinal que marcaría una
nueva fase de acumulación de capitales y una expansión territorial y poblacional
de Barranquilla, pues los buques de las navieras europeas y norteamericanas
dirigieron sus mercancías hasta este puerto, situación que les aseguraba
enormes ventajas económicas y comerciales. La apreciación entusiasta de
Vergara y Baena (1999: p. 373) ) sobre este hecho se nota en el siguiente relato:
«Con este ferrocarril quedaron de hecho zanjadas las dificultades de
comunicación entre el puerto fluvial y el marítimo, que, como se sabe hasta
entonces solo se hacía por el canal de la Piña, y el haberlo dado al servicio
público bastó para que se cumpliera en realidad la condición de puerto habilitado
que de años atrás había concedido la ley a Sabanilla, pues las empresas
marítimas extranjeras que hacían el tráfico con Cartagena y de preferencia con
Santa Marta, comenzaron a establecer su escala en Sabanilla».
Con la construcción del ferrocarril de Bolívar, el proceso económico que se
afianzaba en Barranquilla a través de la exportación e importación de mercancías
ve fortalecer en esos años la penetración a gran escala del capital extranjero y,
de paso, se estableció la neutralización comercial de los puertos de Santa Marta
y Cartagena, pues la mayoría de comerciantes de esas ciudades trasladaron sus
negocios a Barranquilla con el fin de asegurar su conexión con el capital
transnacional y facilitar su empalme con las mercancías de las potencias
emergentes que transitaban a lo largo del rio Magdalena. Salvador Camacho
Roldan documenta este hecho así:
«Los samarios, muy distinguidos por cierto, que desde 1870 al inaugurarse el
Ferrocarril de Barranquilla a Salgar trasladaron la sede principal de sus negocios
de la ciudad de Bastidas a la que se desconoce el nombre de sus fundadores,

40
Este hecho de gran importancia para Barranquilla coincidió con el primer levantamiento victorioso de
los trabajadores en la arena internacional “en 1871, la burguesía y gran parte de la pequeña burguesía huyen
despavoridas de París y dejan el poder en manos de los trabajadores. Es la primera vez en la historia de la
humanidad, que la clase obrera conquista el poder. Es la primera vez que las clases sociales chocan
abiertamente y en forma irreversible” Benitto Marianetti, La comuna de París, 100 años después, Ediciones
Centro de Estudios Buenos Aires, 1971, p. 65.

105
que fueron pastores trashumantes, encontraron en ésta su segunda tierruca que
fue para ellos también su segunda madre». (Roldan: 1923, p. 69)
Se recrudece de esa manera la lucha por la conquista de las materias primas
agrícolas, mineras y algunos bienes de manufactura que se producían en el
interior, así como la extensión del comercio de importación con nuevos agentes
regionales que migraban desde Santa Marta y Cartagena, todo esto como
tendencias de los monopolios marítimos y comerciales para dominar desde el
puerto de Barranquilla el mercado nacional, y además todos y cada uno de los
eslabones de la cadena productiva que determinaban la vida económica del país
y de la región. Es pues alrededor de esta particular necesidad de donde empieza
la lucha entre las potencias imperiales por anclar sus buques en los puertos de
Sabanilla y Barranquilla. Un balance concreto de esa situación de dominio
monopólico en el campo internacional hecho por David Landes (1972: págs. 178-
179) es el siguiente:
«En la década de los ochenta (1880), se despertó un nuevo sentido
del valor económico en las colonias: un despertar que ocurrió con
notable simultaneidad sobre los tres principales poderes
industriales europeos... intereses económicos en centros como
Birmingham y Sheffield comenzaron a formular la demanda de que,
'para compensar la pérdida del mercado americano, debemos
poseer el mercado colonial'; y Joseph Chamberlain pidió al
gobierno la protección al mercado nacional, mientras se tomaban
medidas para “crear nuevos mercados' en el extranjero y 'alzar su
copa en un brindis' simultáneo de 'comercio e imperio, porque,
señores, el imperio para parodiar una célebre expresión, es el
comercio”. Con rasgos semejantes, los escritores alemanes de
final de siglo hablaban de la participación de Alemania “en la
política de expansión de Europa, al principio con modestia,
finalmente con creciente decisión haciendo lo que hacemos en
otras partes del mundo, buscando nuevos mercados para nuestras
exportaciones y nuevas esferas de inversión para nuestro capital”».
Con la apertura del ferrocarril de Bolívar se inició la gran competencia por la
dominación del mercado nacional. Grandes buques de nuevas alianzas
estratégicas comenzaron a aparecer en el escenario económico importador-

106
exportador del nuevo “Potosí” caribeño. La danza de los millones que hizo
palpitar el corazón de muchos y el bolsillo de pocos se puede medir en el
entusiasmo que ocasionó la aparición del primer buque que inauguraba la línea
férrea:
«La primera compañía de grandes vapores que estableció el servicio directo con
Sabanilla fue la del Lloid Norte-Germánico, con el Vapor Koenig Wilhen I, que
fondeó el 31 de marzo de 1871. Se nos refiere que fue aquel un día de alborozo
público en Barranquilla. La oficialidad de dicho buque vino a visitar la ciudad y
se dio un banquete seguido de baile». (Vergara y Baena: 1999: p. 374)
La nueva alianza que se consolidó entre los Estados Unidos y Alemania con la
construcción de la línea férrea y de posteriores convenios económicos con la
presencia de empresas marítimas como la Compañía de Vapores Correos
Hamburguesa-americana, la West Indian & Pacific Co., y la Royal Mail Steam
Packet, tenía como fin acabar con el control de los mercados y puertos que
desde la época de la independencia monopolizaban los ingleses. Fue esta una
manifestación salvaje de intereses que dio inicio a una competencia
interimperialista en Barranquilla a gran escala. La situación de la ciudad encaja
claramente en ese fuerte periodo de comercio imperial en un concreto análisis
hecho por Paul M. Sweezy: «Durante el último cuarto del siglo XIX tuvo lugar un
vasto cambio en los métodos y objetivos de la política económica en todo el
mundo capitalista. Esto se debió a tres factores básicos: 1) el ascenso de otras
naciones, marcadamente Alemania y Estados Unidos, a una posición desde la
cual podían disputarle la supremacía industrial a Inglaterra; 2) la aparición del
capitalismo de monopolio; y 3) la maduración de las contradicciones del proceso
de acumulación en los Estados capitalistas más avanzados». (Sweezy: 1945: p.
363)
En esta guerra comercial, los Estados Unidos tenían dos grandes elementos
para poner a su favor la competencia que se iniciaba en nuestros puertos. El
primero, su cercanía territorial con las costas caribeñas, y segundo, el avance
acelerado de los medios de producción, comunicación y transporte que
comenzaron a instalar en estas tierras después de la construcción del ferrocarril,
acelerándose el proceso de acumulación imperial a través de los altos fletes
cobrados. La descripción que hace un funcionario público de ese periodo da
claridad sobre el tema:

107
«Entre las diversas empresas de navegación, se sostienen hoy tal
vez más de treinta vapores en el río, y entre Barranquilla y Honda
se hace en la actualidad un viaje cada día. Los fletes de esos
vapores han subido considerablemente en los últimos años: a la
competencia tenaz que sostuvo contra las demás compañías el
señor A. Wecbecker empresario de vapores desde 1858 hasta
1880, ha sucedido, como es costumbre introducida hace pocos
años en los Estados Unidos, la coligación de las empresas rivales;
y entre tanto los comerciantes de Medellín, Honda, Neiva y Bogotá
que debieron interesarse en ese tráfico como accionistas de alguna
nueva compañía, no han dado el primer paso serio para defender
sus intereses». (Roldan: 1923: p. 75)
Ante el monopolio incuestionable, la inversión realizada para la construcción de
la vía férrea generó magnificas ganancias en poco tiempo: «En el primer
semestre de 1871 la compañía había gastado 20.844 pesos más de lo estipulado
pero estas pérdidas fueron disminuyendo con el transcurso de los meses, hasta
que en 1874 las entradas compensaban los gastos e intereses, dejándole un
pequeño margen de ganancias a la compañía. Más tarde se afirmó que las
únicas líneas en territorio colombiano que no habían arrojado perdidas
desastrosas para los inversionistas y el tesoro habían sido el ferrocarril de Bolívar
y el de Panamá». (Nichols: p.115)
En 1873, dos años después de iniciado el tránsito por la vía férrea, se inauguró
con tecnología norteamericana el telégrafo. La construcción de este innovador
medio de comunicación que puso en comunicación inicialmente a las ciudades
de Barranquilla, Cartagena y Magangué, tuvo como propósito económico
simplificar las millonarias transacciones mercantiles que se realizaban en estos
puertos. En marzo del mismo año los extranjeros Adolf P. Simmonds, Aristid
Voigt, Joquín Mier y Robert Byrne prestigiosos capitalistas con inversiones en la
navegación, iniciaron el negocio del transporte urbano a través de la Compañía
del Omnibus de Barranquilla como parte integral del proyecto de agilizar la
movilización de mano de obra y el movimiento mercantil desde la bodegas
comerciales hasta la estación del ferrocarril, cerrándose así poco a poco el
círculo del control monopólico sobre la economía barranquillera: «Los carros muy
elegantes y lujosos eran tirados por dos parejas de caballos y recorrían la ciudad

108
desde el centro hasta la parte llamada de 'abajo' donde estaban, como hoy, el
asiento de las empresas fluviales y el ferrocarril». (Vergara y Baena: 1999: p.
420)

Carruajes de la Compañía del ómnibus; sus dueños eran los mismos que transportaban
tanto mercancías por el rio como trabajadores en la ciudad
4.2. Del capital mercantil, al capital financiero: bonanza para pocos y
miseria para muchos

Desde la inauguración del ferrocarril, las exportaciones se multiplicaron por


cuatro y las importaciones de mercancías pasaron de 655.731 dólares en 1871
a 8.350.000 en 1874. Este hecho afianzó la presencia económica de la burguesía
local que derivaba importantes ganancias del reflejo de esos capitales y fue el
paso decisivo para que el capital comercial, controlado por las casas extranjeras,
se transformara en capital financiero. Se establecieron así los primeros bancos
privados extranjeros especializados en créditos al comercio ultramarino y en
remesas de capital desde el Caribe colombiano hacia Europa y Norteamérica,
naciendo así el 1º de julio de 1872 el Banco de Barranquilla con un capital
nominal de 600.000 pesos distribuido en acciones compartidas entre

109
comerciantes criollos y capitalistas extranjeros ligados a las compañías navieras
que controlaban la navegación fluvial y marítima. Entre los accionistas del banco
estaban: J. A. Mier, Wolff y Correa, Holman & Merkel, A. J. Senior y Co.,
Hoenigsber, Wessels & Co., Pardo & Dovale, Aepli Eberbach & Co, y Esteban
Márquez, entre otros inversionistas. El capital bancario en ese periodo inicial no
se limitó únicamente a centralizar y drenar cantidad cada vez mayores de crédito
a los nuevos comerciantes que se instalaban, sino que también intervino
directamente en la marcha de los negocios que se establecían en el centro de la
ciudad, tanto mediante formas de participación y de control, que los llevaron a
interesarse más en los capitales que surgían del comercio floreciente, como por
la práctica usurera del crédito, que fue su magnífico complemento.
Así pues, la penetración paulatina en infraestructura y capital de alemanes y
norteamericanos fueron los dos vehículos principales de las nuevas potencias
imperiales en el impulso económico que tomaba la “pujante” Barranquilla,
generando esto una situación de equilibrio inestable porque según afirmación de
Sweezy: «A medida que más y más países avanzados alcanzan la etapa de
exportación de capital, la rivalidad por los campos de inversión más lucrativos se
hace intensa, y los capitalistas de cada nación apelan a sus propios gobiernos
en demanda de ayuda. Esta se les da más fácilmente convirtiendo las regiones
atrasadas en colonias de las que los nacionales de otros países pueden ser total
o parcialmente excluidos». (Sweezy: 1971: p. 371)
Y confirmado este concepto económico general en la situación concreta del país
en ese periodo en la descripción hecha por Frank Safford (1977: p. 71): «Muchos
comerciantes colombianos fueron cautelosos porque no disponían de suficiente
capital y tenían más dificultades para obtener préstamos que los empresarios
europeos con conexiones en Londres».
En ese contexto, la dominación del capital bancario en Barranquilla fue
constituyéndose en una fase transitoria del desarrollo de capitales que fue
coincidiendo, aproximadamente, con la transición de la economía comercial de
competencia nacional limitada41 a la monopolista. Al estabilizarse en los años
siguientes las condiciones de competencia en el terreno de los precios y en el

41
Sobre la poca expansión del mercado decía el cónsul norteamericano en Barranquilla que “en 1850 el
comercio era muy limitado; no pasaban de seis los importadores y las importaciones se hacían de Jamaica
a Saint Tomas; y no había más consumo que el local y el de los pueblos vecinos” (Flórez et. al.: 1995: p.
82).

110
volumen de las salidas de mercancía desde afuera y hacia el interior del país, el
monopolio de mercado hizo también que aumentara la diferenciación entre las
velocidades de acumulación de los capitalistas locales y de aquellos que
dominaban el mercado nacional. El capital financiero comenzaría de esa manera
a ser un referente económico importante para la fecha:
«Antes de 1872 no existía en esta ciudad ningún banco. Pero el movimiento de
capital de la incipiente plaza, iniciado el año anterior con el establecimiento del
ferrocarril, fuente de prosperidad y propulsor de latentes energías, determinó el
surgimiento de instituciones bancarias, que trajeron al comercio nuevas
orientaciones y fomentaron el crédito de modo inusitado». (Vergara y Baena:
1999: p. 497)
Así pues, el sistema de crédito que invadió el conjunto de la economía
barranquillera, permitió acelerar la velocidad de rotación de los capitales, y
aumentar al máximo el volumen de circulación mercantil tanto en la región como
hacia el interior del país. A través de los créditos que desembolsaban los bancos
que fueron concertados no solo con el gobierno nacional, sino también con la
alcaldía de Barranquilla y con algunos particulares, el capital financiero
norteamericano y europeo, sobre todo el alemán, fueron el decisivo elemento
que garantizaría la nueva orientación de las inversiones de capital en el nuevo
auge económico de Barranquilla y fue, posteriormente, parte fundamental en la
dirección principal de su desenvolvimiento futuro, pues en el curso de los
siguientes años se fundaron otras instituciones bancarias básicamente de capital
norteamericano como el Banco Americano fundado en 1883, el Banco Mercantil
Americano, el Comercial Bank of Spanish América, el Banco Alemán-
Antioqueño, el The National City Bank y el The Royal Bank of Canadá. Aunque
esto no quiere decir que todos los bancos nuevos en Barranquilla fuesen
extranjeros, pero en muchos de los bancos organizados localmente como el
Banco Dugand o el Banco de Crédito Mercantil, inmigrantes y empresas
marítimas y comerciales, fundadas por extranjeros, intervinieron decisivamente
en su creación y desarrollo y, en prácticamente todos los casos, los arquetipos
organizacionales fueron suministrados por Europa y los Estados Unidos.
Las condiciones mismas que el capital comercial norteamericano impuso sobre
el sistema financiero colombiano y sobre los departamentos y municipios

111
quedarían determinadas años después, como lo atestigua el economista
estadunidense Fred Rippy:
«Hasta 1920 los préstamos extranjeros se negociaron, casi en su
totalidad, con Europa. Durante los ocho años siguientes, los
Estados Unidos financiaron prácticamente todos los préstamos
otorgados al gobierno central, a los departamentos y municipios y
a los Bancos Hipotecarios. En efecto, la única ayuda financiera que
recibió el país por parte de Europa en esta etapa fue un préstamo
por valor de $1.6000.000... mientras tanto, el total de préstamos
conferidos por los Estados Unidos subió a $215.324.557». (1981:
p. 188)
Para cerrar el círculo de la dependencia que dominaba todos los circuitos
económicos de la ciudad por parte del capital financiero norteamericano, Rippy
detalla la forma en que el crédito hipotecario exprimía las arcas del municipio:
«En Barranquilla los préstamos se protegen con la garantía
hipotecaria del mercado público, los tranvías y los servicios de
agua; además, con el embargo del ingreso bruto de tales servicios
y de las rentas producidas por el impuesto predial. Mientras los
bancos conservan su vigencia, un comité administrativo controla
los bienes y servicios embargados; este comité se compone de tres
miembros cuyos jefes los nombran los banqueros; otro el Consejo
Municipal y el tercero la Cámara de Comercio local». (1981: p. 200)
De esa manera, las distorsiones entre los flujos de beneficio que ocasionaban
las importaciones y exportaciones, la extensión del capital comercial y la deuda
administrativa contraída por el municipio para desarrollar las obras de
infraestructura que beneficiarían a esos capitales, solo pudieron resolverse a
través de la consolidación del sistema bancario controlado por las potencias
emergentes, especialmente de los Estados Unidos.
Así pues, en una primera etapa en la que los mecanismos financieros en la
emergente ciudad aún no estaban totalmente centralizados y en la que los
intercambios mercantiles, impulsados fuertemente por la creación del ferrocarril,
eran el motor de la expansión del sistema económico regional y nacional, esta
actividad fue remplazada poco a poco por una de alta concentración y
centralización del capital en la que junto a la dinámica del capital comercial y a

112
las obras de infraestructura, se dio paso a una agresiva política imperial en
Barranquilla que ya no alcanzaba una complacencia plena con el simple control
y abastecimiento de los circuitos comerciales internos y externos, el control del
transporte marítimo y fluvial y de los sistemas administrativos del municipio, sino
que se trataba ahora de controlar y desarrollar hasta la infraestructura misma de
tales circuitos. Serían los norteamericanos, los ingleses y en menor medida los
alemanes los encargados de impulsar ese proceso, incluso a sangre y fuego
como veremos a continuación.

4.3. Concertación de las potencias para sofocar las rebeliones armadas en


el caribe y así mantener el control y la dependencia

El poderoso auge financiero que se acumulaba en Barranquilla y la exclusión de


otros actores económicos produjo contradicciones insalvables. En 1875, las
condiciones totales de dependencia al capital transnacional llevaron a que un
sector de la burguesía cartagenera que controlaba la administración del Estado
de Bolívar, se levantara en armas contra el gobierno de la federación para que
se modificaran los procedimientos de saqueo y se le diera mayor participación
tanto en las recaudaciones aduaneras del Estado, como de otros sectores
económicos, el comercio de productos agrícolas entre otros. Ante el
levantamiento armado realizado el 10 de agosto de 1875, el Secretario del
Interior de los Estados Unidos de Colombia autorizó la intervención militar de los
Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra y Alemania para que pusieran fin a
la insurrección en la costa Atlántica. Para los que dudan aún en la existencia del
imperialismo y la dependencia como formas determinantes e inmutables de
nuestra trágica existencia, citaremos en extenso el vergonzoso intercambio de
correspondencia que mostraba, en pleno, las garras de los imperios y la actitud
servil de nuestros gobernantes en los sucesos del levantamiento del Estado de
Bolívar. En apartes de la carta enviada a las potencias extranjeras por parte del
Ministro colombiano de Relaciones Exteriores Francisco Rueda se manifiesta:
«En consecuencia y como es probable que las autoridades del
Estado de Bolívar u otros Estados colombianos pretendan adoptar
medidas lesivas de los mencionados derechos e intereses de
extranjeros pacíficos, tiene el infraescrito instrucciones para

113
declarar a S.S., como en efecto lo hace, que el Poder Ejecutivo de
la Unión considera ilegal y por consiguiente nulo, cualquier bloqueo
de puerto de la nación que por su orden o de su autoridad no fuese
decretado ilegal, nulo también todo embargo de embarcaciones
ancladas en los puertos nacionales o de mercancías de estos
depositados; y que por lo tanto autoriza el desconocimiento y
levantamiento del bloqueo que por cualquier entidad se pretendiere
mantener y autoriza igualmente que se impida cualquier embargo
que de otra autoridad de la nación se intentara hacer en la
propiedad extranjera... así mismo cumple el infrascrito con
manifestar a S.S., que en el caso probable de que los funcionarios
locales que se hallan y los que se pongan en rebelión contra el
Gobierno Nacional, pretendan tomar posesión de las aduanas,
cobrar los derechos fiscales y acaso expropiar o poner en venta
mercancías extranjeras de las depositadas en las oficinas públicas,
el Gobierno Nacional autoriza el que se impida la ejecución de
atentados y se deniegue y resista el pago de todo derecho nacional
a cualquier agente que no sea el legítimo encargado nacional para
ese efecto... el infrascrito aprovecha esta ocasión para reiterar al
Señor H. Troplong, las seguridades de su más distinguido aprecio:
Att. Francisco P. Rueda».
Ante esta petición de intervención militar, el cónsul general de Francia en Bogotá
da órdenes terminantes al almirante de las Fuerzas Navales Francesas en el
Caribe en el siguiente comunicado:
«Bogotá, agosto 12 de 1875. Señor Almirante: Como consecuencia
de medidas arbitrarias tomadas en Barranquilla por el presidente
del Estado de Bolívar y de un ataque dirigido por las tropas de este
Estado contra las fuerzas nacionales destinadas a mantener libre
la navegación del Magdalena, el presidente de los Estados Unidos
de Colombia se ha visto en la necesidad de declarar la república en
estado de guerra y me ha hecho dirigir por su Secretario de
Relaciones Exteriores, así como a mis colegas de los Estados
Unidos, Inglaterra y Alemania una nota por la cual no duda en
solicitar nuestra intervención para proteger y salvaguardar, en los

114
puertos de la Unión, los intereses de nuestros nacionales, los
cuales reconoce como fuera de su capacidad proteger y
salvaguardar por sus propios medios... mis colegas de los Estados
Unidos y de Inglaterra, han dirigido por su parte, al señor Rueda,
respuestas concebidas en el mismo sentido que la mía. El Ministro
de Inglaterra ha escrito además al comandante en jefe de las
Fuerzas Navales Británicas en el Atlántico, Comodoro, cuya
estación habitual es Jamaica, según creo, para que
inmediatamente tome las medidas que juzgue conveniente para
proteger los intereses de sus nacionales en los puertos
colombianos del Atlántico. El Ministro de los Estados Unidos ha
debido escribir en el mismo sentido al comandante en jefe de las
Fuerzas Navales Americanas... hasta el momento, el Estado de
Bolívar es el único de los nueve Estados de la Unión que según mis
conocimientos ha entrado en guerra con el gobierno de la
República. Pero podría suceder que mientras os llega este
despacho, los Estados de Panamá y del Magdalena se unan a él.
En este caso, el puerto de Sabanilla que recibe mensualmente
cerca de 600.000 francos de mercancías francesas y el de
Cartagena, no serían los únicos en los que importaría impedir que
las autoridades locales se apoderen de las aduanas y embarguen
las mercancías que se encuentren allí. Los puertos de Santa Marta
y de Río Hacha situados ambos en el Estado del Magdalena,
también tendrían necesidad, aunque en menor grado, de la
protección de los navíos de vuestra División... Una acción común
de las fuerzas navales de Inglaterra y Francia, en la guerra civil
actual no dejaría de ser ventajosa para nuestros intereses, lo
mismo que para los intereses británicos en Colombia. Yo no sabría
cómo encareceros, señor almirante, para que si os es posible os
entendáis con los comandantes de los navíos de guerra ingleses
que se encuentran en la costa con el fin de adoptar, de acuerdo con
ellos, las medidas acordes con las circunstancias. El Ministro de la
Reina en Bogotá, tiene una perfecta comunidad de ideas conmigo
sobre todos los puntos. Aproximadamente sucede lo mismo con el

115
Ministro de los Estados Unidos. Sin embargo, como el gabinete de
Washington pasa por alimentar frente al Istmo proyectos cuya
realización sería favorecida por una escisión entre los Estados de
la Costa y aquellos del interior de Colombia, sus intereses en la
guerra actual no son los mismos que los nuestros y yo no osaría
haceros la misma recomendación en lo que concierne a los
comandantes de navíos americanos, su actitud os indicará la que
debéis tomar frente a ellos. Envío copia del presente despacho al
Departamento de Relaciones Exteriores». (Tirado: 1979: págs.
2011 a 216)
La potente fuerza militar de estos países desplegada a todo lo largo de la costa
Caribe colombiana disuadió el ánimo rebelde de los gobernantes del Estado de
Bolívar, y la consolidación de la economía imperial a través de este vulgar acto
de piratería, profundizaría en los años siguientes los lazos de sometimiento y
pobreza en el Caribe colombiano y en toda Colombia en general.

4.4 Pequeñas fábricas y casas comerciales en el proceso de


descomposición del campesinado en el caribe; presagio de la guerra de
1885

La coacción militar, el chantaje político y el fomento al crédito con tasas de usura


auspiciado por las potencias imperiales, dieron lugar en este periodo a los inicios
del capital industrial en Barranquilla. Es de anotar que el primer intento de
establecer una industria de aceites y de hielo42 fracasó porque en ese momento
no pudieron quitarle a la gente de los barrios populares la costumbre de cocinar
con manteca de cerdo y de refrescarse con agua de tamarindo y jugo de corozo,
es decir, las condiciones de vida naturales y los bajos salarios no permitieron el
asentamiento industrial inicial en la ciudad. En otras palabras, las redes
económicas de consumo interno todavía estaban determinadas por el peso de la
costumbre. Fue este, sin embargo, un intento inconsciente e infructuoso de la
población barranquillera para “impedir” un crecimiento no controlado de la

42
Sobre este hecho el cónsul norteamericano Elías Pellet afirmaba, “El negocio de hielo fue inaugurado
por la Compañía de Bolívar de Hielo y Madera en 1875 bajo la dirección de G. S. L. Schroeder pero no
tuvo éxito” (Flórez: et. al. 1995: p. 51)

116
naciente industria, pues la irrupción del ferrocarril rompió con toda esa unidad
económica y social que estaban todavía establecidas por las reglas
convencionales impuestas por las tradiciones heredadas de la era colonial y la
ancestral cultura afro-indígena y, desde la “hojarasca” que trajo el ferrocarril de
Bolívar, la población barranquillera ya no tenía vitalidad y fuerza suficiente, desde
el punto de vista de la economía doméstica, para bloquear el asentamiento futuro
de la industria. No fue sin embargo éste un crecimiento autónomo y
autosuficiente sino un crecimiento que estuvo condicionado directa o
indirectamente por los intereses y las necesidades de las potencias económicas
que dominaban el mercado, el transporte y los servicios 43 a las cuales se le fue
vinculando progresivamente la burguesía nativa que tenía una fuerte influencia
en el mercado de consumo de la ciudad. Indicios de esta situación específica lo
señala Eduardo Posada: «En medio del trajinar de estas ocupaciones, algunos
comerciantes se volvieron banqueros, otros intentaban integrar sus intereses
mercantiles al de compañías navieras y muchos comenzaron también a reinvertir
sus utilidades en un incipiente sector industrial». (1987: p. 30)
Se fundaron inicialmente y sobre todo para suplir las necesidades básicas de
consumo interno, fábrica de jabones, de talabartería, curtiembres, fábricas de
calzados, fábrica para máquinas de desmontar algodón y así, «A través del
comercio y de la especulación, algunos acumularon las módicas sumas de
capital que luego invirtieron en fábricas que se fueron ubicando cerca del río
Magdalena, por donde a veces llegaban las materias primas y por donde siempre
salían los productos en busca de mercados». (Posada: 1987: p. 31)
En el origen y crecimiento industrial de Barranquilla, fue significativo el papel de
los comerciantes criollos, pero su participación, aunque le trajo muchos
beneficios económicos en ese momento, estuvo permanentemente condicionada
por el asocio al nuevo capital financiero norteamericano, sin cuya colaboración y
servicio no hubiese sido posible el crecimiento, tanto para la ampliación de sus

43
Según Pellet, “Antes de 1880 la ciudad se proveía de agua del caño que vendían muchachos medio
desnudos, montados en burro; cada burro llevaba dos pequeños barriles que formaban una carga. Esta carga
se vendía a cinco centavos. Pero desde que se estableció la poderosa bomba de vapor, la ocupación de
muchachos aguadores desapareció. Se estima en quinientos el número de burros que se empleaban en este
servicio: se acaba de construir un tanque en la parte alta de la ciudad, bajo la dirección de S. M. Welpley”.
(Flórez: 1995: p. 51).

117
industrias a través de las “módicas sumas” acumuladas, como para la búsqueda
de esos “nuevos mercados” que describe el autor de la anterior nota.
Con el crecimiento económico en las ramas comercial, financiera e industrial
producto de la inauguración del ferrocarril, igualmente se produjo un crecimiento
poblacional de magnificas proporciones. El auge económico del comercio en
Barranquilla se convirtió en un poderoso aliento migratorio a los pobladores de
los pueblos y ciudades vecinas que atraídos por el “boom” económico
comenzaron a instalarse en la ciudad. Barranquilla pasó entre 1851 y 1870 de
6.114 a 11.595 habitantes. Este particular fenómeno migratorio rural-urbano que
modificó de manera significativa la correlación poblacional en el país, nos lo
puntualiza el economista Mario Arrubla: «La descomposición del campesinado
como un proceso que arroja proletarios al mercado de la fuerza de trabajo, es
doblemente esencial al surgimiento del capitalismo industrial y a la superación
de la etapa mercantil del capitalismo... para que la acumulación de dinero y
mercancías se conviertan en capital es necesario que sus poseedores se
encuentren con esta mercancía peculiar que es la fuerza de trabajo... ahora bien,
la significación que tuvo para la moderna sociedad naciente el fenómeno de la
descomposición del campesinado estuvo condicionado por el conjunto del
movimiento histórico en que este fenómeno se inscribió y más precisamente por
su relación especifica con la evolución de la industria capitalista». (1972: págs.
42-43)
De esa manera, de campesinos pobres que llegaban sin parar de los pueblos
cercanos, estos pasaron a ser el ejército de braseros que necesitaban los
puertos para el embarque y desembarque de mercancías, a empleados del
comercio y, en menor medida, como obreros de la pequeña industria en
surgimiento; dedicándose la gran mayoría de la población no absorbida por el
comercio y la industria naciente, al comercio informal de productos agrícolas en
el llamado “mercado de granos” y a la venta ambulante en carretillas por las
arenosas calles de la ciudad, es decir, a articular eficientemente el comercio
agrícola y pecuario entre el consumo de la ciudad y la producción de su área
rural destinada al consumo minoritario de la creciente población barranquillera.
Sin embargo, el crecimiento no planificado de la economía y la naturaleza de
elite que se observaba en la acumulación de capital, dio poco margen para la
redistribución del mismo, originando esta situación los dos polos antagónicos del

118
capital: la extrema riqueza y la extrema pobreza. Así lo anotan con asomo de
vergüenza los historiadores Vergara y Baena:
«En medio del progreso que se nota, hay muchos enfermos
sumamente pobres, quienes, después de carecer de recursos con
que alimentarse, se ven precisados a ir de puerta en puerta
implorando la caridad pública, sufriendo mil dolores y agravando
sus males por no contar con un asilo donde se les socorra y se les
proporcione la respectiva asistencia médica». (1999: p.428)
La guerra comercial interimperialista iniciada a través del control de los puertos
para controlar la economía colombiana, a la vez que derramaba pobreza
comenzó a concentrar fuertemente la riqueza. La burguesía comerciante
barranquillera encontró múltiples ventajas en la guerra comercial que se
desarrollaba en esta parte del Caribe. De esa manera, cuando los vínculos de la
economía importadora-exportadora de tránsito fueron acentuando la
dependencia política y comercial de la pequeña ciudad, y cuando el crecimiento
de los intereses norteamericanos permitió la utilización abierta de sus influencias
para robustecer las bases de su desarrollo monopolista en la región, se fue
ampliando igualmente un mercado para el consumo interno de grandes
proporciones. Sobre esta situación concentrada de la economía Posada (1987:
p. 26) afirma que: «Gradualmente, se fueron formando las redes comerciales
que dieron lugar a la formación de un mercado regional, donde se intercambiaron
originalmente, productos para la exportación como tabaco y cueros, por artículos
importados, siendo Barranquilla el centro de acopio y distribución... en 1896,
operaban en Barranquilla entre 20 y 30 casas comerciales 'todas bien
provisionadas con grandes recursos y gozando de crédito de primera' según
palabras del cónsul británico en esta ciudad».
La creación de este sistema mercantil (Casas Comerciales) que dio lugar al
gradual acercamiento económico de los pueblos vecinos, la ampliación de sus
interconexiones económicas y la acumulación importante de capitales por este
medio, fue una manifestación ineludible del nuevo proceso económico en
marcha, condicionado objetivamente por el avance del capitalismo a escala
mundial. Entre esas casas comerciales estaban la casa comercial Alemana Held

119
y Co.44, y la casa comercial de comisionistas Alzamora, Palacio y Cia. Este
proceso de consolidación comercial no solo llevaba de por sí posiciones de clase,
es decir que era liderado por minorías históricas excluyentes, sino que su
principal efecto consistía en que preparó las premisas socioeconómicas
regionales para el tránsito inevitable del pre-capitalismo mercantilista, al
capitalismo dependiente en toda Colombia.
La conexión causal que produjo el desarrollo de estas Casas Comerciales fue el
siguiente: primero, se realizó una transformación en los factores económicos
básicos que generó en las elites la oportunidad objetiva del enriquecimiento a
través del comercio, trabajando estas casas para un mercado regional y nacional
con una clientela reconocida y operando solamente bajo la inspiración del
máximo beneficio económico, con poca o ninguna atención a los problemas
sociales. Y segundo, fue esta oportunidad la que creó un liderazgo de orientación
económica en personajes de la región cuyo campo de acción para la
acumulación exitosa era la organización de esta modalidad que tenían la forma
jurídico-económica de casas comerciales. Estas casas consiguieron libertad de
acción y obligaron al Estado de Bolívar y a la ciudad de Barranquilla y su
floreciente puerto, a adaptarse a sus necesidades mercantiles; igualmente el
ferrocarril, en correspondencia con el crecimiento comercial, atrajo a otras
personalidades relevantes de la región y a sus capitales, ocupado hasta
entonces en otras actividades, como se desprende del siguiente relato: «...ahora
bien, el añil que era un producto de exportación, tomó vuelo considerable a partir
de los 60, e hizo que muchas personas se vincularan a su comercio fundando
casas comerciales no solo comprando y vendiendo añil y otros productos sino
que además se constituían como intermediarios financieros para llevar tales
productos a los puertos de Santa Marta, Sabanilla (Barranquilla), Buenaventura,
Guajira, Cúcuta, y a partir de aquí llevar la mercancías a los grandes centros
europeos». (Alarcón et. al: 1987: p. 202)

44
Sobre este personaje decía Meisel Roca que “Held creó una de las primeras cadenas de almacenes en
toda Colombia con presencia en más de diez ciudades; fundo en la costa caribe una hacienda ganadera de
casi 21.000 hectáreas y con 11.000 cabezas de ganado a donde llegó el primer toro cebú en 1914: durante
algunos años antes de la primera guerra mundial, despacho cerca de 35% del tabaco del Carmen, además
fue uno de los fundadores y el primer presidente del Banco Alemán Antioqueño, (más tarde conocido como
Banco Comercial Antioqueño) y accionista del Banco del Atlántico. Incursiono también en el negocio del
transporte fluvial y en la importación y exportación de una amplia gama de productos que comercializaba
en Colombia y Alemania por todas esas actividades comerciales se puede afirmar que Adolf Held fue uno
de los empresarios extranjeros más influyentes en Colombia a finales del siglo XIX y principios del XX”

120
El componente sociológico de los primeros comerciantes que auspiciaron estas
casas comerciales era 1) su condición netamente urbana, lo que logró disparar
el comercio y la densidad poblacional en las ciudades ribereñas. 2) la visión
cuantitativa que conquistaron del comercio, lo que puso a este sector en el primer
renglón de la economía y 3) la utilización intensiva del trabajo asalariado para
maximizar la ganancia, lográndose con esto un buen número de empleos en esta
área de la economía.
Las quinas fueron hasta 1880 un renglón importante de las exportaciones de
estas casas, llegando a subir su valor anual hasta 10 millones de dólares y a raíz
de las extensiones de las plantaciones en la India y la isla de Java, las
exportaciones que realizaba el país en esta rama se bajaron significativamente.
El déficit en la balanza de exportaciones producto de esta situación fue
subsanado con la extensión y exportación de los cultivos del café. Este nuevo
avance de acumulación de capitales en manos de esta nueva elite económica
que enriquecía aceleradamente su producto bruto a cuenta del comercio, pasaría
a jugar un rol verdaderamente conservador en la futura evolución política y
económica de la ciudad, pues todos los mandatarios locales servirían
eficientemente a la expansión del comercio a través de la proliferación de estas
casas comerciales, en consonancia con la política de la “regeneración”
conservadora y centralista de Núñez; y de su seno saldrían los nuevos
gamonales regionales que servirían de instrumentos locales al afianzamiento de
la nueva potencia capitalista triunfante: Estados Unidos de Norteamérica. Sin
embargo, en la región la miseria también continuaba su marcha a la par de la
nueva ordenación regional y la consolidación y expansión de estas casas
comerciales. Salvador Camacho Roldán (1942: págs. 53-54) sobre la grave crisis
social existente afirmaba:
«El gran pecado cometido por todos en los días de prosperidad
para la rivera del alto y bajo Magdalena y las llanuras del Carmen
y Corozal en Bolívar, fue el olvido de establecer instituciones de
previsión y de moralidad; cajas de ahorro, hospitales, sociedades
de seguros. Cuando la fiebre amarilla se presentó en diciembre de
1856, no había ningún hospital, ni el más pequeño asilo para los
enfermos que morían en las calles sin el más débil consuelo, sin
quien pusiera una gota en sus labios resecos».

121
La miseria creciente, como una ramificación del egoísmo competitivo que
auspiciaban las casas comerciales, más los afanes imperialistas por dominar los
puertos y su circuito económico, lanzaron a los revolucionarios liberales a un
nuevo intento de emancipación para liberar a las ciudades costeñas y sus
puertos de la codicia extranjera y, además, de los déspotas y estrafalarios
“caudillos” regionales que le servían de escuderos en el Caribe colombiano.
La Guerra Civil de 1885 tuvo su centro principal de acción en la costa caribe
colombiana y, especialmente, en Barranquilla por ser este el principal puerto de
exportaciones e importaciones y contar la ciudad con una población progresista
que estaba cuestionando la falsa actitud del pensamiento despótico conservador
y comenzó este alzamiento armado su itinerario político de apoyo resuelto a los
principios revolucionarios liberales, proclive en esa etapa a las reformas sociales.
En esta guerra quedó demostrada igualmente la cobardía de la dirigencia que la
historiografía tradicional regional ha disfrazado como “grandes personajes” pero
que en realidad fueron simples marionetas sostenidas por la poderosa fuerza
militar norteamericana que desde el departamento de Panamá, ya anexado de
hecho al imperio, apoyó decisivamente la restauración del poder de la
gamonalería conservadora para que los gringos preservaran sus intereses
comerciales y anexionistas en los puertos del litoral Caribe, incluyendo las garras
que estos estaban ya mostrando sobre el canal de Panamá para su posterior
anexión.
Los revolucionarios liberales con su actitud resuelta y políticamente honesta
robustecieron en Barranquilla la conciencia social de los sectores marginados, al
conseguir en la guerra de 1885 dar a su proyecto político una legitimidad que
alimentó la fe en las clases populares de tener una patria soberana y, por
consiguiente, la ilusión de tener igualmente una sociedad justa a causa de que
la “justicia conservadora” se había convertido, por múltiples circunstancias, en
ilegitima para los sectores populares, acelerándose así el proceso de
maduración ideológica y política de los desheredados. Es hora pues de
reivindicar a estos “personajes perdidos” de nuestra historia y poner en su real
sitio a los que sirvieron conscientemente a la atrofia social, política y económica
de Barranquilla y sentaron las bases para su perpetua miseria y dependencia al
poderío norteamericano. Es preciso entonces rescatar la historia de los
“vencidos” en la extraordinaria narrativa que realiza Ignacio Torres Giraldo sobre

122
la guerra de 1885 y su relación con los poderosos intereses que la respaldaban.
Fue este episodio un acto cargado de heroísmo y desprendimiento por parte de
los sectores populares barranquilleros que respaldaban las propuestas de
emancipación que en todo el país desplegaba el liberalismo radical; fundamental
este episodio para entender la otra historia de Barranquilla:
«Y Gaitán Obeso sé echa río abajo; se toma las embarcaciones
que suben hasta completar ocho con las que ya tenía y con esa
flotilla roja, ocupa la ciudad de Barranquilla, sin hacer un disparo de
fusil, a pesar de que su gente no llega a la cifra de 500, y que la
ciudad estaba 'defendida' por la Octava División de la Guardia
colombiana y por varios generales adictos al nuñismo. El hecho se
explica solamente porque Gaitán Obeso, con audacia intimó a los
dichos generales por medio de leal emisario. 1) haciéndoles creer
que llegaba con un ejército de 5 mil combatientes; 2) anunciándole
al pueblo de la Costa, en su gran mayoría liberal, que Núñez se
había entregado ya al conservatismo. La ocupación de Barranquilla
pone en manos de Gaitán Obeso, además de la ruta del rio, casi
todas sus embarcaciones, la llave principal para abrirse camino y
sentar dominio en todo el litoral. Porque hallándose precisamente
en Barranquilla el presidente del Estado (poniéndose como se pone
del lado de la rebelión contra la traición de Núñez) la toma de
Cartagena queda a la vista y luego la de Santa Marta: y camino de
mar abierto para extender la acción al Istmo de Panamá. Pero el
primer gran éxito del río y Barranquilla necesita, 1) acción
coordinada del interior del país; 2) aprovechamiento de la
navegación del río y sus puertos para conectar la guerra en los
Estados ribereños; 3) operaciones rápidas en la costa; 4) empleo
acertado de los puertos marítimos para entrar armas y pertrechos
al territorio insurgente... Desde octubre de 1884 tenía en su cartera
el General nuñista Francisco J. Palacio, en Barranquilla, el
nombramiento secreto de comandante en jefe de “las Fuerzas
Militares y Fluviales de la Costa para el momento en que estalló la
guerra” ... claro, el General Palacio, no divulgó su título secreto
cuando Gaitán Obeso entraba a Barranquilla, para que recayera la

123
vergüenza de la entrega por miedo a la plaza en el jefe que por
entonces tenía el comando allí, el General González Carazo.
Palacio se 'asiló' en la casa del cónsul de España y, poco después,
ayudado por el mismo cónsul en buen caballo huyó rumbo a
Cartagena. Gaitán Obeso, en un fuerte liberal como Barranquilla;
con jefes a su lado como los generales Jimeno y Ramón Collante,
podía seguir sobre Cartagena que se hallaba casi descubierta y
tomar luego Santa Marta, dejando en cada plaza de retaguardia
fuerzas de resistencia y gobiernos propios... y Palacio llega a
Cartagena pero no encuentra medios para adueñarse de la ciudad:
el presidente encargado está notificado de la traición de Nuñez, y
listo, naturalmente, a entregar el poder del Estado a Gaitán Obeso.
La guarnición acantonada allí, sigue siendo fiel al nuñismo porque
su jefe, un coronel, lo sigue siendo; pero es tan pequeña que
Palacio no podría apoyarse en ella, por lo que decide marcharse
sigilosamente a Panamá, a donde había llegado el General
Santodomingo Vila con el título también secreto de “Comandante
en Jefe de las Fuerzas del Istmo”. Habían pasado solo cinco días
desde la salida del General Palacio de Cartagena y ya está de
regreso con fuerzas veteranas de la Guardia colombiana ahora en
asocio del experto militar Urueta, y ocupa la ciudad rápidamente,
organiza el gobierno militar del Estado, y marcha sobre
Barranquilla. Urueta por tierra y Palacio por mar, planean una
acción de tenaza al objetivo y precisamente en los momentos
cuando Gaitán Obeso se hallaba por el río bajando contingentes
voluntarios -lo que podía hacer un ayudante- Urueta que llega
primero a las puertas de la ciudad, en vez de esperar el arribo de
Palacio al lugar convenido, y, luego de rechazar una oferta de
capitulación que interpreta alegremente como debilidad de los
defensores, y queriéndose llevar para sí toda la “gloria del
vencedor”, ataca la plaza al amanecer del 11 de febrero, con tan
malos resultados, que la defensa -dirigida por el General Jimeno
Collante- le sostienen combate calle por calle, hasta que al caer la
tarde llega sorpresivamente la flotilla de Gaitán Obeso con 1.500

124
combatientes que deciden la sangrienta lucha a favor de la
resistencia. Entre los prisioneros, que fueron muchos, se encuentra
el propio General Urueta. A raíz de la batalla victoriosa de
Barranquilla, fuerzas de la resistencia ocuparon luego Santa Marta.
Las autoridades nuñistas del Estado del Magdalena huyen hacia
Riohacha y se instalan allí, para luego aprovechar la plaza en la
organización de la expedición que había de reforzar a Cartagena,
cuando, tardíamente, decide Gaitán Obeso ponerle sitio... Panamá
se había sublevado en forma cuando el Comandante en Jefe, de la
dictadura del Istmo, General Santodomingo, marchó con las
mejores tropas a reforzar la defensa de Cartagena. El General
Pedro Prestán, vecino de la ciudad y puerto de Colón, se pronuncia
en el lugar y se adueña de la plaza. El jefe Civil y Militar del Estado,
General Carlos J. Gómina, no tiene fuerzas para enfrentar a
Prestán, y por un tiempo quedan así dos gobiernos el nuñista en la
ciudad de Panamá y el antinuñista del puerto de Colón. Al
amanecer Ulloa ataca a Prestán, pero este que se siente fuerte le
presenta batalla, dura, sangrienta. Y cuando el sol sale sobre el
duelo a muerte de los colombianos, fuerzas de la Marina de Guerra
norteamericana que se hallaban surtas en el puerto, abren fuego
contra las posiciones de Prestán. Con todo, la resistencia de los
defensores crece: ayudado incluso por voluntarios extranjeros.
Prestán entra al combate todo lo que puede. Y en lo más alto de la
lucha, el administrador de la estación del ferrocarril (americano él
como la empresa), en colaboración con otros empleados, también
americanos, moviliza unos planchones con tanques de petróleo
que, o bien se les pone fuego o las ráfagas cruzadas del combate
los inflaman, produciéndose un pavoroso incendio que consume en
pocas horas la ciudad, entonces edificada con madera... después
las fuerzas de la marina yanki ocupan el puerto, izan sus banderas
y, con mercenarios nuñistas capturan a cuantos rebeldes logran
localizar, entre ellos a dos extranjeros... informe vergonzoso resulta
el proceso de guerra en el cual, sin permitírseles ninguna defensa,
se condena a la horca a los dos extranjeros, como luego lo fuera

125
con tanta sevicia y mayor infamia el valiente General Pedro
Prestán. La intervención americana, convenida o impuesta la
conoce en su marcha la dictadura, cuando el Ministro yanki en
Bogotá se le informa para notificarle también que: “mientras
Colombia no estuviera en capacidad de garantizar el libre tránsito
a través del Istmo, los Estados Unidos de Norteamérica
mantendrían dentro de la zona del ferrocarril y canal en excavación
fuerzas de marina con ese objeto”. Pacificado el Istmo, las fuerzas
mercenarias de la dictadura que se hallaban ahí, salen para
Cartagena... pero ni las fuerzas expedicionarias del interior del país
participan en la 'gloria' de actuar en Cartagena, porque los
sitiadores, después de grandes e ineficaces esfuerzos, de
consumar graves errores, lanzan el último y decisivo asalto en la
noche del 7 de mayo, que pudo tener éxito si no es por la traición
de un tal coronel Rangel, que, por vengarse de Gaitán Obeso que
le había quitado su mujer, corta las cuerdas de acceso a las
murallas y produce la catástrofe. El ejército sitiador queda
destrozado. En mar y tierra mueren posiblemente mil combatientes.
Numerosos heridos y prisioneros quedan dentro de la fortaleza en
esta noche trágica. Entre los prisioneros figuran 78 jefes y oficiales
cifra suficiente para entender la magnitud de la catástrofe...
concentradas en Barranquilla las fuerzas liberales y con ellos los
comandos, se produce, entre expectativa y vacilaciones, la
posibilidad de terminar la guerra. Y por mediación e invitación del
señor contralmirante James E. Jauett, de la Marina de los Estados
Unidos... entre Justo Arosemena, delegado del comandante en jefe
de las fuerzas dictatoriales de los Estados del Atlántico, y Daniel
Hernández, delegado de las fuerzas de resistencia en la Costa se
llega a un convenio de paz, que aparte de ser una coyuntura para
salir de la encrucijada, era, por sus cláusulas y la posible garantía
de respeto, la más aceptable solución del momento. Porque siendo
realistas, la causa de la resistencia se había perdido ya, no por falta
de energías populares que dieron en abundancia sino por el
espíritu de anarquía y los graves errores de los jefes. Pero el

126
Comando Supremo, desde su cuartel de Sabanalarga, rechaza el
convenio de paz que se había firmado el 10 de junio en el puerto
marítimo de Salgar, alegando patrióticamente que aceptarlo
significa aceptar la intervención extranjera... el General Collante
que piensa sostenerse un tiempo en el río, con seiscientos hombres
voluntarios de la Costa y cinco naves, es sorprendido el 22 de
agosto en el Banco y tiene que rendirse... Gaitán Obeso y Francisco
Acevedo que habían subido hasta el Carare, (en la misma nave que
utilizó Camargo antes por el Saboyá) son capturados en los
primeros días de septiembre y, luego de regresarlos a la Costa, son
sometidos a Consejo de Guerra y condenados a pena de muerte.
Conmutada esta pena por la de prisión, a Gaitán Obeso se le lleva
a Panamá para ser allí envenenado por sus carceleros el 12 de abril
de 1886. Al terminar esta heroica guerra de resistencia del pueblo
insumiso y sus caudillos, tuvo evidentes posibilidades de éxito, en
poco tiempo inclusive, y que se perdió por una serie de faltas de las
cuales destacamos 1) falta de unidad política y militar para la
acción; 2) falta de una adecuada disposición de los expertos
comandantes en los frentes claves, capaces de mantener -y de ser
rotas reconstruir- las líneas convergentes, falta realmente funesta
en el frente de Antioquia; 3) falta de un régimen de autoridad
política superior en los comandos regionales que coordinara sus
planes; 4) falta de responsabilidad política y disciplina militar de
algunos caudillos de la guerra, quienes además de su concepción
homérica de la contienda (concepción basada en la exaltación del
héroe) botaban el tiempo en aventuras personales; 5) falta de
interés y comprensión de una política popular de guerra en lo
económico y social que pudiera vincular estrechamente la vida
nacional con la lucha de resistencia a la dictadura; 6) falta de
sentido histórico de la responsabilidad en altos jefes, quienes con
capa de puritanismo entregan armas y posiciones a los enemigos
del pueblo y de su causa; 7) falta de una actitud definida, patriota y
políticamente, ante la intervención yanki, en vez de la conducta de
gente acomplejada que fue exhibida en repetidas ocasiones; 8)

127
falta de sentido militar estratégico, lo que permitió, entre otros
casos, conducir el sitio de Cartagena y los últimos absurdos
movimientos del río Magdalena sin las más elementales reglas del
arte de la guerra». (Torres: 1973: págs. 197 a 219)

Ricardo Gaitán Obeso: realizó una de las hazañas más importantes en la historia de los
conflictos en Barranquilla: la toma militar de la ciudad, su memoria fue borrada por los
vencedores

Tras la derrota de la revolución liberal de 1885 y el asesinato infame del General


Gaitán Obeso, el pueblo de Barranquilla continuó por mucho tiempo preso de las
arbitrariedades que le impuso la “regeneración” nuñista a través de un
robustecido gamonalismo regional, y quedó preso también del desarrollo del
modelo capitalista primario orientado hacia el comercio, en su mayoría en manos
de extranjeros, lo que dejó intactas muchas cosas que los revolucionarios
liberales pretendían arrasar para intentar construir una sociedad más justa, y
además, se afianzó en el pueblo de Barranquilla el sentimiento seguro de poner
en dudas las nuevas bondades del “dominador legítimo” y comenzó este pueblo,
mediante una alternancia altruista de vacilación y precipitación, (puesta a prueba
catorce años después en la Guerra de los Mil Días), a ver al régimen conservador
como un usurpador que, de antemano, se aprestaba a la restauración del “orden”
bajo la omnipotente bandera norteamericana; surgiendo de esa situación

128
despótica “ilustres personajes” que tiñeron de sangre y exclusión el destino de
Barranquilla. Entre estos personajes se cuenta por ejemplo a Evaristo Obregón
quien «En 1885 se alistó como voluntario en el ejército de Rafael Reyes para
defender la plaza de Barranquilla contra los revolucionarios liberales que
amenazaban con tomársela».
Sin embargo, en el poco tiempo que estuvo en vigor la victoria de la revolución
en Barranquilla se tomaron algunas medidas contra el monopolio instaurado por
las potencias imperiales y sus inversionistas y los revolucionarios intentaron
nacionalizar el transporte marítimo y fluvial. Todos estos procesos de cambios
se reversaron, restituyéndose nuevamente (pasado el periodo revolucionario) los
intereses a los poderes foráneos, como se desprende del siguiente comunicado
expedido por el gobierno de la regeneración conservadora después de la guerra:
«Reclamos por expropiaciones hechas por los revolucionarios.
Estados Unidos de Colombia, Poder Ejecutivo de la Unión. Sección
1, N° 5.312. Señor Secretario de Hacienda del Estado de Bolívar,
Barranquilla. Con la comunicación oficial de usted, de fecha 7 de
los corrientes, sentada con el N° 280, se han recibido de este
despacho las solicitudes elevadas a este gobierno por los señores
R. A. Joy y Muller, Siefken & Co. Sobre reclamos por
expropiaciones hechas a ellos por los rebeldes, así como las
resoluciones del gobierno de Bolívar dictadas con ese motivo, las
cuales serán atendidas prontamente. De usted atento y seguro
servidor: J. F. Insignares. S.» (Registro de Bolívar; Nº 30: 1885: p.2)
Paralelamente, el “patricio local” Francisco Cisneros, agente intermediario de
intereses imperiales, a través de su emisario, solicitó al gobierno de la
regeneración conservadora los buques de vapor que la revolución le había
expropiado:
«Señor Jefe Civil y militar del Estado. El gobierno de hecho, que el
15 de enero último surgió de la inexplicable rendición de esta plaza,
y de su siguiente ocupación por las fuerzas revolucionarias al
mando del titulado General Ricardo Gaitán Obeso, expropió a los
señores Cisneros y Compañía, de cuya casa soy socio gerente, el
buque de vapor “General José María Córdoba” perteneciente a la
Empresa del Ferrocarril y Telégrafo de Bolívar, administrado por la

129
Casa de que, repito, soy socio gerente, con todos sus útiles de
servicio completo y con su máquina y arboladura en buen estado y
apoyado en la fuerza incontestable de que disponía dicho gobierno,
se apoderó, contra mi voluntad, como socio gerente de la Casa
Cisneros y Compañía, del Buque ya presado, para ponerlo, como
lo puso, al servicio de operaciones militares, desde el 11 del mes
de enero». (Registro de Bolívar Nº 33: p. 3)
En medio del conservadurismo recalcitrante, vuelto a imponer por el imperio de
las armas suministradas por el poderío norteamericano, la ciudad fue definiendo,
a través del avance del capitalismo comercial y los inicios del industrial, su
característica social, es decir de clase. Se fueron conformando los barrios de la
ciudad por la fuerza excluyente del capital y mientras las clases populares,
liberales en su mayoría, construían sus casas de barro, bareque y techo de paja
a lo largo del río y de los caños procurando ser mano de obra barata e inmediata,
la burguesía local y los capitalistas extranjeros fueron orientando la construcción
de sus fabulosas viviendas hacia el norte: «Algunas familias habían hecho
construir bellísimas casas de habitación, rodeadas de grandes jardines y
provistas de todas las comodidades de las casas del centro, en la parte más alta
de la ciudad». (Posada: 1987: p. 33)
Los servicios públicos existentes estaban también determinados socialmente por
la posesión de capital: «Entre las 4.120 casas agrupadas en 318 manzanas y
cruzadas por las 30 grandes calles y 24 callejuelas que conforman la Barranquilla
de 1896, solo 300 recibían alumbrado eléctrico de la planta que se había
inaugurado lustros atrás». (Posada: p. 33)
Mientras la minoría privilegiada, conservadora en su mayoría, bailaba en sus
clubes la Danza, la Polka, el Valse, la Contradanza, la Mazurca y el Cotillón
recuerdos de su herencia colonial, y se surtía de agua de un moderno acueducto
construido en Barranquilla por la Central Trust Company en asociación con la
Asocieté Anónima Et Auts de Francia por un valor de $3.134.263; en los barrios
populares la gente bailaba alrededor de la danza de la Burra Mocha y la del
Torito, y el agua no tratada se distribuía a lomo de mula en los suburbios
marginales, siendo este el factor determinante de grandes epidemias que
causaban la muerte de decenas de niños en los barrios olvidados como los que
denominaban “arriba del rio” que correspondían a Rebolo y San Roque y el de

130
“abajo del rio” apelativo que recaía sobre el grandioso barrio Abajo. El cónsul
norteamericano Elías Pellet afirmaba sobre estos problemas que «Debe tenerse
en cuenta también que quizás las tres cuartas partes de la población, la llamada
gente del pueblo no tiene sino escasa o ninguna asistencia médica y ninguna
ventaja sanitaria cuando enferman. Un considerable número de ellos tiene por
cama una sola estera extendida en el suelo húmedo, y no guardan dieta alguna:
comen su carne, su pescado, su plátano y su bollo lo mismo cuando enfermos
que cuando sanos». (Flórez et. al. 1995: p. 54)

Descendientes ilustres de los Mocaná distribuyendo el agua del rio a lomo de mula

La división de la riqueza fue pues la causante de grandes disparidades


gastronómicas, y mientras los pobres consumían “su plátano y su bollo lo mismo
cuando enfermos que cuando sanos”, de los poderosos se decía que «muchos
de los alimentos que se consumían en Barranquilla eran importados desde el
exterior. La papa, la harina y la manteca de cerdo llegaban desde los Estados
Unidos, los Barcos alemanes traían arroz y azúcar en cantidades significantes;
y los grupos más sofisticados compraban mantequilla y tocineta de Dinamarca»
(Posada: 1987: p. 32)
Los comerciantes barranquilleros, muchos de los cuales se iban al extranjero
para adquirir experiencia práctica en el campo mercantil, se familiarizaron en el

131
exterior con los más recientes métodos comerciales, sistemas de clasificación
crediticia, formas de gestión y organización y también mediante esta
capacitación mercantil incrementaron, por los periódicos y revistas existentes, la
publicidad y promoción de los productos importados. Así mismo, la urgencia de
extender a la población estas capacidades técnicas, creó la necesidad de
construir un colegio comercial. En este caso, el Liceo Mercantil fue el vehículo
esencial para cultivar de manera práctica estas habilidades en sectores de la
clase media en formación. La clase dirigente se formaba en el exclusivo colegio
Ribón, y correspondientemente al sistema de exclusión implantado el 85% de los
pobres no tenía posibilidades de estudio.
La dominación por parte de sectores minoritarios de la distribución,
almacenamiento y consumo de mercancías, a raíz de su creciente
especialización, fueron determinando igualmente las características de la
dependencia cultural producto de la influencia política y económica
norteamericana. El idioma ingles se convirtió en esos años en nuestra segunda
lengua y los extranjeros, intermediarios del gran capital, se reafirmaban como
dueños de la economía, así lo afirmaba gráficamente el historiador Nieto Arteta:
«La navegación a vapor por el río Magdalena produce la
intensificación del desarrollo económico local de la ciudad de
Barranquilla. Es la época venturosa para la capital del Atlántico en
la cual las compañías fluviales domiciliadas en Santa Marta y
Cartagena se trasladaron a las barrancas de San Nicolás, don
Miguel Samper declara 'la síntesis del progreso en la hoya del
Magdalena, debido a la independencia y la libertad es la hermosa
y rica ciudad de Barranquilla fruto espontaneo del comercio. En ella
existen más extranjeros que en todo el resto de la república; el
inglés se oye hablar en los escritorios, en los docks, en el ferrocarril;
y el movimiento comercial, el ruido de la actividad, el pito de la
máquina de vapor, forman contraste con la quietud de las ciudades
de la altiplanicie'» (1962: p. 23)
Así pues, en su conjunto, la elite comerciante y su aliada, la naciente burguesía
industrial barranquillera, se fueron prefigurando como portadores y primeros
beneficiarios de las nacientes relaciones económicas y políticas de marcada
dependencia tanto con el capitalismo inglés, así como con la naciente potencia

132
norteamericana, mostrándose todavía en esa etapa como beneficiarios menores
de sus intereses.
Por las características propias que iba tomando la economía comercial
subalterna de la producción industrial extranjera, no se mostró desde el Estado,
a través de la gobernación de Cartagena, un programa económico propio, y
solamente quedaron condicionados a una estructura productora que únicamente
se relacionaba con la ciudad en la medida en que el aumento de la actividad
mercantil exportadora-importadora45 aumentaba sus beneficios. En ese contexto
e imposibilitada en ese periodo de reafirmarse como burguesía industrial nativa
por la rigidez del mercado dominado por monopolios extranjeros, la riqueza que
acumularon los comerciantes y capitalistas barranquilleros se logró a través de
la máxima explotación de los trabajadores portuarios y de los empleados de las
casas comerciales mediante el sostenimiento del desempleo y, por consiguiente,
de la mano de obra barata. Las ganancias que se procuraban a través del
negocio de importación y exportación y del creciente comercio, la fueron
convirtiendo por sumisión o convicción en enemigos soterrados de un desarrollo
industrial armónico y autónomo que, en últimas, era el que podría contribuir a
eliminar el grave desequilibrio económico entre la extrema riqueza y la extrema
pobreza, situación que fue paulatinamente polarizando la ciudad en dos sectores
claramente definidos los de arriba, Centro y norte (ricos) y los de abajo que
bordeaban el rio (pobres) y, de paso, impidieron las posibilidades de ese
“desarrollo armónico” en el auge mercantil mediante la imposición de un mísero
salario a los trabajadores portuarios, salario que apenas alcanzaba para la
subsistencia; es decir, como decía el cónsul norteamericano, este mísero salario
apenas les alcanzaba “para comprar su bollo y su pescado”.
Un ejemplo claro de la injerencia de las potencias por frenar el desarrollo
industrial autónomo a finales del siglo XIX en Barranquilla, se observa en el
siguiente comentario del cronista de la época O. Drasil en 1893:

45
Al respecto el cónsul norteamericano afirmaba: “... el mayor número de facilidades también ha influido
en el incremento de los negocios. Para no dar más que un ejemplo apuntamos el hecho de que el primer año
de consulado del escritor en esta ciudad el valor total de las exportaciones con destino a los Estados Unidos
subió solamente la insignificante suma de $ 74.993.13 mientras que en 1880 último año en su periodo
consular, las mismas exportaciones excedieron de $3.000.000 y no vemos la razón por la cual el tráfico
europeo no haya aumentado en la misma proporción” (Flórez et. al: págs. 55-56)

133
«A la Industria propiedad de Rafael Salcedo provista de magnificas
máquinas de vapor para la fabricación de aceites, jabones y bujías
estereáticas, y para acerrar, acepillar y tornear madera y atornear
y cepillar metales... cuando lo visité estaban paralizados los
trabajos a causa de la tenaz guerra que le abrió el dueño del
ferrocarril de Bolívar, por cierta pretensión sobre el aumento de
fletes, y me dio positivo dolor ver la quietud de un lugar, cuyos más
significantes aparatos convidan al trabajo vivificador. Pero a este y
a muchos más golpes está expuesto en nuestro incipiente país todo
lo que representa el esfuerzo de la inteligencia, de la consagración
y de la actividad. El gobierno resolvió favorablemente al señor
Salcedo, pero la resolución quedó escrita por causa que no quiero
consignar aquí, y el empresario, para no seguir perjudicándose, se
sometió y desecuestró sus materias primas, apartándolas
cuidadosamente, y con el cariñoso esmero del que ampara el
sustento de sus hijos, de la terrible bandera extranjera que las
cubría». (1994: p. 64)
En medio de esas condiciones de sumisión ideológica y política, 1) a la usura del
transporte a través de los altos fletes cobrados por la The Barranquilla Railway
Company, 2) al capital transnacional y su ejército mercenario en Panamá y 3) al
surgimiento de una industria que “crecía” a la medida de los intereses
extranjeros, en ese contexto, se fue diseñando el cuadro social y económico de
Barranquilla a finales del siglo XIX y principios del XX y fue el elemento unilateral
que determinó la forma del desarrollo posterior de la ciudad, dándole carácter
efectivo al vínculo entre la ciudad y el país a través del río con las economías e
intereses extranjeros de las cuales los pequeños poderes locales comenzaron a
depender incondicionalmente, beneficiándose así de sus migajas.
Se realizó en este periodo un tránsito de beneficios entre el capital inglés y el
norteamericano que no produjo ningún tipo de alteraciones políticas o
económicas, pero sí cambios sociales de funestas consecuencias. En esa
dinámica, todo comenzó a moverse en la ciudad en proporción al movimiento de
capitales y de mercancías. Si en 1873 se exportaron a Europa 12.862.500 kilos
de mercancías y a Nueva York solamente 1.336.000 kilos, a finales del siglo XIX
y comienzos del XX: «Estados Unidos fue absorbiendo el comercio con

134
Colombia, desplazando lentamente a sus competidores europeos. En 1903-1906
más del 50% de las exportaciones colombianas que salieron por Barranquilla se
dirigían hacia Nueva York». (Posada: 1987: p. 23)
La lucha entre las potencias imperiales que logró permitir un determinado grado
de participación a los comerciantes locales, tuvo su fin con el predominio
creciente del imperio norteamericano sobre el inglés (y en menor medida el
alemán) sobre el conjunto de la economía barranquillera, la del Caribe y la de
Colombia en general convirtiéndose Norteamérica en nuestro nuevo “protector”,
pues ya para esa época se afirmaba que «El comercio con los Estados Unidos
era tan próspero, que la Royal Mail Steam Company decidió inaugurar un
servicio quincenal entre Barranquilla y Nueva York, rompiendo así el monopolio
que hasta entonces había ejercido la Hamburg-American Line sobre esta ruta».
(Posada: 1987: p.23)
Consumada la nueva realidad económica de dependencia de la región y el país
al poderoso imperio norteamericano y mientras la clase dirigente local se
aprestaba a redefinir su rumbo económico y a diseñar nuevas estrategias
comunicacionales para que se agilizaran las exportaciones hacia el nuevo centro
imperial, los ingleses aceptaron de buena manera su derrota con las palabras,
de relativa credibilidad, del vicecónsul de la Gran Bretaña en Barranquilla: «La
preeminencia de los Estados Unidos se debía a que los despachos de éste país
se demoraban un mes, mientras que el mismo artículo pedido a Europa no llega
generalmente aquí antes de tres meses». (Posada: 1987: p. 25)
Para redondear este capítulo, la construcción del ferrocarril de Bolívar no fue ni
buena ni mala para el desarrollo económico de Barranquilla, lo importante fue
que este hecho histórico-económico fue una base importante para la
consolidación del capital comercial y financiero, y respondió eficientemente esta
vía férrea a la demanda de la economía imperial en movimiento. De igual
manera, el ferrocarril de Bolívar no se articuló globalmente a la estructura de la
economía barranquillera en el sentido de que no fue este un mecanismo
redistributivo, sino que más bien fue un vehículo que desintegró la economía
manufacturera a pequeña escala que intentaba despegar en el interior,
reforzándose de esa manera la miseria y la dependencia estructural de la nación,
origen de las guerras civiles del 76, 85 y 99 y los posteriores conflictos obrero-
populares del siglo XX. El economista Paul Sweezy (1945: p. 346) comentaba

135
con precisión aspectos relativos a este proceso de dependencia global que
fracturaba directamente la economía nacional y local:
«La introducción de mercancías manufacturadas baratas y de capital importado
en la economía colonial revoluciona el modo de producción preexistente. Las
industrias artesanas sufren grave daño; los medios modernos de transporte y
comunicación, destruyen el aislamiento local inherente a la producción pre-
capitalista; las viejas relaciones sociales se disuelven... al mismo tiempo, sin
embargo, el desarrollo de la economía colonial no es equilibrado. Bajo la
dominación del imperialismo, la industrialización avanza muy lentamente,
demasiado lentamente para absorber el flujo constante de artesanos arruinados
por la competencia de los productos hechos a máquina en las fábricas de los
países avanzados».
La industria local era imposible que surgiera en medio de esas relaciones de
dominación impuestas. La Industria de Rafael Salcedo, como ejemplo corolario
de esa situación, no podría surgir independiente de los resortes de control
económico aplicados por la potencia dominante.

CAPITULO V

LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS SOBRE LOS PUERTOS DEL CARIBE

5.1 Una nueva vergüenza histórica: Barranquilla y Panamá en el cierre de


la tenaza económica imperial.
El gobierno municipal y la burguesía barranquillera, en pleno júbilo existencial,
ofrecieron un banquete en 1871 al ingeniero francés Ferdinand De Lesseps (de
paso por Barranquilla en compañía de un sobrino de Napoleón III), quien venía
a ponerse al frente para la apertura de las obras del canal de Panamá, y así
celebrar el inicio de la fractura del territorio colombiano. Los versos que le recitó
el desconocido poeta Joaquín Pablo Posada en la fastuosa ceremonia de
recibimiento fueron premonitorios:

“En tan solemne ocasión me es inmensamente grato, ver que cubre


ese retrato el colombiano pendón. Es simbólica expresión,
elocuente alegoría de lo que en aqueste día siente el pueblo

136
colombiano al rendirle culto al anciano que el mismo Dios nos
envía. A quien el genio inspiró para que, con su intrepidez tronchara
el Istmo de Suez y al África suprimió. El que Colombia aguardó
anhelante, aquí está ya. Él lo ha dicho y se verá: que, con sus
potentes brazos hará saltar en pedazos el Istmo de Panamá”. (El
Heraldo: 25/4/ 2004)

Tres lustros después de estos trágicos versos, la consolidación del poderío


norteamericano sobre el país y las costas colombianas se evidenció en el control
de esa potencia sobre Panamá y su posterior división territorial, desplazando a
los franceses y hegemonizado el control del Istmo, haciendo saltar en pedazos
nuestra soberanía para construir su portentoso canal. Fue ésta la batalla
interimperialista decisiva que determinó la supremacía definitiva de los
norteamericanos en los puertos del Caribe sobre su rival de más vieja data; los
ingleses. La estrategia norteamericana fue de doble vía, a través de la
penetración de capitales y, lógicamente, por la vía militar. Zanahoria y garrote
para legitimar la consciencia de la dominación. Fred J. Rippy (1981: p. 75) en
sus escritos nos daba luces sobre el tema:
«Un estudio reciente señala que entre 1854 y 1913, los Estados Unidos enviaron
fuerzas militares alrededor de cincuenta veces con el objeto de proteger la vida
y propiedades de sus ciudadanos en América Latina, de estos cincuenta
desembarcos, catorce se produjeron en el istmo de Panamá, que formó parte de
Colombia hasta 1903».
Para apoderarse del canal, los Estados Unidos aprovecharon la guerra civil
interna que desde 1899 hasta 1903 consumió a Colombia (Guerra de los Mil
Días). Los empréstitos de las agencias bancarias norteamericanas fueron los
capitales activos con que el gobierno de la “Regeneración” proclamó la guerra a
muerte de los revolucionarios liberales al mando esta vez del General Rafael
Uribe Uribe.
En pleno fragor de la guerra y en carta enviada por el jefe de los insurrectos al
entonces Ministro de Relaciones Interiores y plenipotenciario ante el gobierno de
los Estados Unidos, Carlos Martínez Silva, el General Rafael Uribe Uribe (1903:
p. 173) relató: «Para combatir la revolución ha completado el gobierno
trescientos millones de papel moneda circulante, según las estimaciones más

137
moderadas y sigue emitiendo $640.000 diarios; ha arrancado a los liberales
varios millones, por vía de empréstito forzoso, y para hacerse a recursos en oro,
sacrificó dos joyas de la familia colombiana y está por sacrificar ahora la
soberanía nacional en el Istmo».
Los gastos del ahorro interno en la guerra fueron determinando progresivamente
la necesidad de más préstamos con destino, según lo afirmado por Rafael Uribe
Uribe «A comprar armamento para el exterminio de un partido político que no fue
a la guerra ni se mantiene en ella sino por la negativa de unas pocas reformas
que le permitiesen vivir con mediana dignidad y alimentando siquiera la
esperanza de mejores tiempos».
Los elementos de pérdida de soberanía estaban determinados no solo por la
ruina fiscal producto de la guerra, sino que también intervinieron acuerdos
comerciales para favorecer franquicias que afianzaron el control de los mercados
y los puertos a los norteamericanos, como claramente lo manifiesta el General
revolucionario Rafael Uribe Uribe:
«Lo que mueve al actual gobierno colombiano a entrar en una miserable puja de
almoneda, al que para atraer al que considera único postor, se ha entrado en el
peligroso camino de prometer franquicias u ofrecer ventajas que a la corta o a la
larga se traducirán en sacrificios de soberanía y perdidas de territorio; ese móvil
no es otro que la penuria de dinero. Es una petición de dinero lo que hay en el
fondo de la negociación; y no de dinero dedicado a la redención del papel
moneda y al progreso del país, sino para invertirlo inmediatamente en la compra
de buques y elementos de guerra con que exterminar a los miembros de un
partido político que tiene declarado estar dispuesto a deponer las armas a
cambio de algunos de los derechos que le corresponden y que ha sido privado
hace 16 años». (1903: p. 175-176)
Se estableció según el fundamento del manifiesto de Rafael Uribe Uribe, una ley
de desarrollo desigual en la orientación de la guerra lo cual llevaría a sostener,
por la simple fuerza de las armas, políticas antinacionales que afianzaron la
economía imperial dominante liderada por Estados Unidos; mientras que la
burguesía conservadora en Barranquilla con los 'prohistóricos' generales
Vengoechea, Obregón, Insignares y De Castro a la cabeza, se autoafirmaba
como rentista y parasitaria en provecho de estos acuerdos realizados.

138
Todavía estaban frescas en Barranquilla las heridas de la guerra del 85 y el
pueblo, a pesar de su aliento de transformación, no reponía las fuerzas
suficientes para intentar una segunda guerra que le permitiera la victoria, sin
embargo, las condiciones de miseria y la falta de horizonte en su futuro social
hicieron que las clases populares barranquilleras bajo las banderas de la
revolución liberal radical tomaran un nuevo impulso de combate en la Guerra de
los Mil Días mostrando en esa guerra una heroicidad sin límites a fin de
conquistar por las armas una región y una patria mejor. Según las notas narradas
por Torres Giraldo (1973: págs. 266 a 268) en la guerra de 1899 con claridad y
precisión este historiador reseña la heroica participación del pueblo
barranquillero en esta nueva batalla:
«En el resto del país no preparado para la lucha armada, los
movimientos que tuvieron lugar por entonces afectaron extrema
timidez... entre aquellos movimientos solo el de Barranquilla, que
dio por resultado la toma de algunos vapores y el del infortunado
cuarto heroico General Zenón Figueredo en Cundinamarca, son los
que pueden considerársele de importancia... En el mismo mes de
octubre, última década, hubo también levantamientos en la
provincia de Coclé, Departamento de Panamá, en las provincias de
Barranquilla y Sabanalarga (ahora Atlántico) y en varios puntos de
Cundinamarca, Boyacá, Magdalena y Tolima... pero ante todo
queda establecido que los rebeldes ocuparon, en los primeros días
de la insurrección, todos los puertos y lugares de conexión con el
mundo exterior por donde habrían de recibir armas y pertrechos, es
decir, Barranquilla, Riohacha, Cúcuta y Tumaco. Según estaba
convenido, el General Duran, partiendo de la provincia de Ocaña,
debía operar en los departamentos de Bolívar y Magdalena como
jefe de la guerra en la Costa Atlántica. Para este fin se sincroniza
la insurrección Riohacha-Barranquilla-Ocaña el 20 de octubre
hecho que se realiza con toda exactitud. En Riohacha por Marco J.
Serrano y voluntarios concentrados en la provincia de Padilla; en
Barranquilla por Efraín Mejía, Domiciano Nieto y masas
revolucionarias de la región; en Ocaña por el General Durán, que
se pronuncia en Cáchira y dispone de gente medianamente

139
entrenada por él... de acuerdo con el plan, los jefes liberales de
Bolívar y Magdalena procederían a organizar guerrillas que luego
se unieron en cuerpos de ejército, como se pudo hacer en término
de días, con las guerrillas cercanas a Barlovento, Cartagena y
Sabanalarga, bajo el mando del General Placido Camacho,
desgraciadamente vencido y prisionero en el primer combate de
Piojó, el 9 de noviembre. Por dicho plan del litoral, los insurgentes
de Barranquilla deberían apoderarse de los barcos del río
Magdalena para subirlos al punto convenido y recibir allí al General
Durán y su gente. Y las gentes de Barranquilla cumplen a cabalidad
su compromiso, toman la ciudad se apoderan de los barcos y
trasmontan el río, tomando de paso por sorpresa y a machete
limpio, los cuarteles de Magangué y el Banco. Un poco armada en
guerra la flotilla ya, al puerto de Gamarra y de ahí alegremente, se
envía posta al General Duran para que se movilizase a la rivera. Y
estando en marcha con sus buenos milicianos ¡oh sorpresa!
Recibe la noticia infausta de que la flotilla ha sido destruida en
combate cruento en el lugar de los Obispos. Poco después del
desastre de los Obispos, la causa de la revolución pierde a
Barranquilla, Riohacha y otras importantes poblaciones del litoral lo
que no impide que numerosas guerrillas sigan operando en la vasta
región, y por febrero de 1900, con la presencia del General Durán
en la Guajira, se reabra de nuevo e intenso capítulo de la guerra en
los campos del Caribe».
El General Diego de Castro representando fielmente a la reacción conservadora
antinacional y haciendo énfasis en su barbarismo incalificable, fue quien estuvo
al frente del combate de los Obispos, batalla que frustró las intenciones
reformistas del movimiento revolucionario en Barranquilla pero, al igual que el
malogrado intento de la guerra de 1885, su “victoria” se debió a los poderosos
cañones que le suministró la potencia del norte, enfrentados a la valentía
tesonera de carpinteros, fogoneros y mecánicos, es decir, a la gente rasa del
pueblo, armados de machetes, mechones y fulminantes. El mismo general
conservador Diego de Castro en su “parte de victoria” lo confirma:

140
«La flotilla enemiga se me echó encima con temeridad apenas
concebible, hasta el extremo que algunos de sus buques se
rozaron con la proa del 'Hércules'. Pude observar, debido a esta
aproximación que los enemigos arrojaban mechas encendidas
con fulminantes y cartuchos de dinamita, que afortunadamente,
en vez de caer a bordo de este buque, caían al agua y no hacían
explosión... la draga 'Cristóbal Colón' se fue a pique con
pasmosa rapidez (bajo el fuego de cañones Hotchkiss)
pereciendo en ella todos sus tripulantes que pasaban de
doscientos cincuenta hombres. Entre ellos se hallaban, según
supe después, el cuerpo de mecánicos y carpinteros. Los otros
dos vapores de la vanguardia enemiga fueron destrozados y
quedaron a merced de la corriente».
Como premio a esta “heroica batalla” que enfrentó a poderosos cañones
norteamericanos con inofensivos mechones artesanales, hecho que definió en
parte la suerte de la revolución, el General Diego de Castro fue designado
Ministro de Gobierno en 1904 y su primera acción de gobierno visible fue el envío
de los prisioneros de guerra a una cárcel en las selvas de Orocué en el Casanare
y legalizó, sin fórmula de juicio, la pena de muerte para los delitos políticos. Y,
para orgullo y ejemplo de la actual politiquería en Barranquilla, fue él baluarte
imprescindible de la dictadura reyista que realizó una insólita y decisiva maniobra
electorera, propia de las películas de gángster, que concretó la entrega del Canal
de Panamá a la potencia dominante. Decía Luis Eduardo Nieto Caballero sobre
las vergonzosas elecciones presidenciales de 1903 que:
«Se decía que el gobierno del señor Marroquín no simpatizaba con
el doctor Vélez (candidato presidencial opuesto al tratado Herrán-
Hay que entregaba la soberanía sobre Panamá) y que habría
movido sus cuerdas para que los resultados finales, legales o
ilegales, favorecieran a Reyes. Y Reyes definitivamente salió
favorecido. Eduardo Lemaitre tiene páginas salerosas acerca de la
manera como el General Diego de Castro y el doctor José
Francisco Insignares, reyistas de primera clase, secuestraron al
famoso Don Juanito Iguarán, General de la Guajira y su dueño,
quien tenía entre el bolsillo, firmado en blanco, el registro electoral

141
de Padilla, y lo comprometieron, sabe Dios con que ofertas, a que
lo llenara a favor de Reyes... sin Juanito Iguarán, el Doctor Vélez
hubiera sido presidente».
El General De Castro, por su valerosa acción gansteril, fue premiado
nuevamente por el gobierno nacional con la primera gobernación del recién
inaugurado departamento del Atlántico en 1905.46 Consumada la entrega de
Panamá mediante esta deshonrosa maniobra politiquera fraguada en
Barranquilla por los glorificadores de la barbarie, Rafael Uribe Uribe (1903: págs.
174-175) en carta enviada al Ministro Martínez Silva deja claro sobre el papel los
nuevos derroteros que a partir de ese execrable hecho tomarían las relaciones
de Colombia y América Latina con los Estados Unidos:
«Apoderados de Panamá, su predominio sobre todo el continente queda
asegurado, y sería de preguntar con qué derecho Colombia, por su solo interés
particular, compromete la independencia y porvenir de las demás repúblicas
latinoamericanas, favoreciendo al desmesurado desarrollo del imperialismo
yanqui... y el recelo que por doquiera suscita la soberbia norteamericana,
aguijoneada por su fácil triunfo que parece haberles hecho perder la cabeza, está
previniendo todas las voluntades para impedir su temible expansión».
Culminada la guerra con la derrota de los revolucionarios liberales en 1903, las
rentas del capital norteamericano aumentaron drásticamente, «En 1903, el 67%
del café colombiano que salía por Barranquilla se dirigió a Nueva York... y el
mayor porcentaje de las importaciones provenía de los Estados Unidos».
(Posada: 1987: p. 23)
El júbilo de los ganadores de la contienda entre partidos, elevó la ganancia de
los vencedores que los llevó a exclamar: «Los ciudadanos de Nueva Orleans
están de plácemes por la apertura del Canal de Panamá porque consideran que
esta obra afianza el progreso de su ciudad y... pensemos por un momento en lo
que sería esa hoya repleta de toda clase de riquezas, en plena actividad,
sirviendo como la base natural a la llave de los océanos, puesto que los buques

46 En ese contexto, la fundación del departamento del Atlántico fue una concesión hecha a los
gamonales victoriosos en la Guerra de los Mil Días a fin de favorecerlos de los fabulosos precios
del café de principios del siglo XX. El gobierno nacional también le dio franquicias territoriales a
los gamonales conservadores de la región cafetera mediante la fundación de los departamentos
de Huila y Caldas el 15 de julio de 1905.

142
de vapor emplean menos de un día en llegar a la boca del canal interoceánico y
en ninguna de las costas del mar Caribe existe puerto alguno que pueda brindar
anclaje más ventajoso que el río Magdalena con sus aguas dulces y mansas que
actúan hasta en la limpieza de los cascos». (Vergara y Baena: 1999: p. 337)
Sin embargo, estos planteamientos de los ciudadanos de Nueva Orleans
reflejaban una mal intencionada distracción, pues con la apertura del Canal de
Panamá, a los muelles de Puerto Colombia y al puerto ribereño de Barranquilla
le saldría un fuerte “competidor”: el puerto de Buenaventura. Casi un siglo
después, otro General patriota, Omar Torrijos al frente de la república panameña
pudo reconquistar la soberanía del Canal y días previos a la celebración del
tratado Torrijos-Carter en 1977 hizo un vehemente discurso que nos recordó las
proféticas palabras de Rafael Uribe Uribe:
«La garra imperialista sobre la franja canalera es un resabio infeliz de la política
del garrote y de la diplomacia del dólar. Cada día que pasa crece más en la
conciencia latinoamericana el pedestal de la desvergüenza en que se afirma. El
gobierno panameño está dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias su
decisión de lograr la recuperación del Canal interoceánico. Mi gobierno sostiene
que la lucha de Panamá es más profunda que el simple logro de ventajas
económicas. Hay que erradicar una situación colonial que se le impuso a
Panamá y que todavía subsiste, a pesar de su evidente injusticia». (Revista
Alternativa: 23/6/1975).
Por esta valiente decisión soberana y antiimperialista el General Omar Torrijos
fue asesinado por la CIA norteamericana en 1981.
Bajo las recuas de la dominación norteamericana en Barranquilla y el Caribe, la
multiplicación de los millones de los vencedores y el dolor mayor de los vencidos,
terminaron el corolario de injusticias con estas proféticas palabras de Rafael
Uribe Uribe (1904: p. 182) después de terminada la guerra: «Las exacciones y
empréstitos llevarán a la miseria a los que aún no están totalmente arruinados,
y que nuevos impuestos y nuevas emisiones de cualquier pretexto agravaran
aún más la situación del pueblo hambreado».
Mientras tanto en Barranquilla los vencedores en plena borrachera de alegría y
con las arcas de sus cuentas bancarias a rebosar, en un fastuoso desfile lleno
de lujuria, derroche y prepotencia y como una burla al valiente pueblo liberal

143
vencido, proclamaron en la ciudad “La Batalla de las Flores”, inicios del Carnaval
de Barranquilla.
Sobre los carnavales oficiales surgidos de la infame victoria conservadora y la
consiguiente concentración de capital, el cura Pedro María Revollo renunciando
a los más puros principios cristianos y prodigándose a la clasificación irracional
y excluyente de los seres humanos, daba a sus feligreses cátedra sobre
xenofobia y clasismo: «Habían entonces tres salones para la ciudad para las
respectivas categorías: el de primera era construido ex profeso con lujo; para el
de segunda se destinaba el “Teatro Fraternidad”, y para el de tercera el mentado
burrero o de la plaza. El presidente del carnaval, que era persona de primera
sociedad, y el vicepresidente, que era de segunda, iban temprano, al comenzar
la noche del domingo de carnaval con la presidenta y vicepresidenta, al salón de
tercera, a inaugurar el baile; una vez que asistían a la primera pieza se retiraban
y se dirigían al “Teatro Fraternidad” a bailar la primera pieza de este, aquí se
quedaba entre los suyos el vicepresidente con la vicepresidenta, y el presidente
con la presidenta se encaminaban al de primera. En aquella época nunca vimos
u oímos ningún desorden en el salón de la plaza ni se atrevía a entrar a él ese
bagazo de la sociedad que son las de cierta clase de la peor estofa». (Revollo:
2002: p. 38)
El odio de clases en Barranquilla, partiendo de esta apreciación, no nació con la
llegada de los sindicatos o la teoría marxista como esgrimen algunos, sino del
poder económico e ideológico de los sectores dominantes que excluían y
despreciaban a los sectores marginados, entre ellos los curas conservadores
que controlaban la iglesia.

144
La primera fotografía (1885) que retrata la pobreza en Barranquilla: evidencia de que el
progreso no pasaba por las manos de la clase “de la peor estofa”

5.2. Nacimiento y primeras batallas de la clase obrera y la apertura de


Bocas de Ceniza en el proceso de consolidación comercial norteamericana

Al cerrarse la tenaza imperial norteamericana sobre el país, con el control de


Panamá y la dominación del comercio marítimo que ingresaba mercancías
masivamente por el muelle de Puerto Colombia, siguió igualmente una masiva
exportación de capitales y, a su vez, un aumento de las exportaciones de
productos desde Estados Unidos a Colombia a través de los puertos existentes.
Los empréstitos, de los cuales se quejaba Rafael Uribe Uribe garantizaron
grandes beneficios, sobre todo al capital financiero que en el Caribe colombiano
se había instalado primordialmente en Barranquilla. Estos nuevos bancos
aseguraban en doble vía las ganancias en sus operaciones, por un lado, a través
de los intereses de sus empréstitos, y por el otro, a través de los beneficios
producto de la venta de mercancías norteamericanas transportadas por las
compañías navieras de ese país y, en retorno, mediante el fabuloso auge de la
producción cafetera. La necesidad misma de incrementar el volumen de
mercancías desde este puerto al interior y viceversa, la de acortar las distancias

145
para el arribo de las mismas con la consiguiente eliminación y desplazamiento
de mano de obra para aumentar el volumen de sus capitales puede precisarse
en el siguiente comentario de Theodore Nichols (p. 99):
«Los hombres de negocios de la época eran partidarios de que todas las
embarcaciones cargaran y descargaran directamente en Barranquilla para
evitarse el doble pago que alcanzaba alrededor de 400.000 pesos anuales a los
botes que iban a Salgar y al ferrocarril que llevaba a la administración de Aduana
de Barranquilla».
Este hecho llevó en primera instancia a un grupo de comerciantes locales y
compañías norteamericanas (recién inaugurada la Constitución conservadora) a
pedir en 1886 al entonces presidente General José María Campo Serrano la
apertura de Bocas de Ceniza, es decir, la búsqueda de entrada de buques
directamente del mar al rio para suprimir los costos de embarque y
desembarque. En uno de los apartes de la carta se dice. «Con la efusión de gozo
que siempre causan en nuestros ánimos las noticias gratas, hemos recibido la
de que acerca de V. E. ha llevado al señor E. H. Ladd, la misión de proponeros,
en representación de fuertes capitalistas de los Estados Unidos del Norte, la
canalización de las bocas del Magdalena, rodeada hoy de peligros para los
atrevidos navegantes que intentan pasarla». (Vergara y Baena p. 361)
Entre los “atrevidos navegantes” norteamericanos firmantes de la carta figuran
las compañías Aepli, Eberbach, A. Wolff & Co., Pardey & Co., Fred Stacey, O.
G. Müller & Co., Juan Meyerhans, Wedeking Focke & Co., entre otros capitalistas
criollos. Estos empresarios de la navegación financiaron al gobierno para
contener la revolución, cobrando posteriormente a la ciudad ese jugoso favor
En 1899 se celebró el contrato para la canalización de bocas de Ceniza
concediéndoseles a los contratistas González y Co., representantes de una firma
extranjera, un privilegio por 75 años para la explotación de la vía, pero los
acontecimientos de la Guerra de los Mil Días paralizaron los planes estratégicos
de los capitalistas norteamericanos, pues uno de los objetivos de los
revolucionarios liberales en la guerra de 1899 era el control de Barranquilla y el
río a través de la Campaña de Bolívar, y fue solo hasta 1909 con la Ley 29 de
ese año que el gobierno pudo contratar la apertura de Bocas de Ceniza. En ese
preciso momento histórico, y a pesar de su coyuntural auge comercial producto
de la majestuosa obra del muelle de Puerto Colombia (obra que fue supervisada

146
directamente por el ingeniero norteamericano Jhon Dougherty), llevó al cónsul
norteamericano en Barranquilla, míster Pellet, a exclamar de júbilo en un
connotado club social de la ciudad: «¡We boast the third longest pier in the world!,
nos vanagloriamos de tener el muelle más largo del mundo». (Goenaga: 1953:
p. 78)
Después de ese desventurado grito de dominio, comenzó el calvario del
municipio de Puerto Colombia y el Ferrocarril de Bolívar en su lenta y agobiante
desaparición del escenario económico regional, lo que prueba que el surgimiento
de estos pueblos no fue producto de ninguna planificación estatal en torno a
intereses sociales comunes, y solo mostraba que el florecimiento económico y
territorial surgía, en estas tierras subdesarrolladas, allí donde era capaz de
anidar y expandirse eficientemente el capital. El municipio de Puerto Colombia
comenzó, a partir de entonces, a depender de Barranquilla sobre todo en el
abastecimiento de mano de obra, a vivir de las artesanías marinas, de la pesca
para el sustento y de existir autónomamente del turismo de miseria de la clase
popular barranquillera. Nadie protestó por este desplazamiento, pues era natural
que se admitiese en esos tiempos, como lo tratan de demostrar los neoliberales
de hoy, que el enriquecimiento ocasional de una determinada población tenía
como contrapartida el natural empobrecimiento de la otra. El sacrificio económico
de Puerto Colombia se tradujo en la nueva prosperidad a debe de Barranquilla.
Se inició de esa manera la “competencia” de Puerto Colombia y su muelle con el
puerto ribereño de Barranquilla que, con la apertura de Bocas de Ceniza, este
último pasaba a constituirse en puerto marítimo y fluvial. Este acontecimiento,
que aumentó significativamente el caudal de mano de obra en la ciudad,
coincidió aproximadamente con el surgimiento de los primeros sindicatos y
también con las primeras expresiones de conciencia de clase de los obreros
portuarios, es decir, comenzaba el rompimiento con el liberalismo radical clásico
que de alguna manera representó sus intereses en las guerras civiles y se dio
comienzo a la afinidad ideológica con las ideas socialistas, en una primera fase
de carácter anarquista. Los primeros sindicatos rompieron ideológicamente con
las relaciones laborales autoritarias e individuales instauradas por la dominación
extranjera desde mediados del siglo XIX; y la negociación colectiva consiguió
para todos ellos, además de un importante reconocimiento político, mejores
condiciones de vida y de trabajo:

147
«Las primeras organizaciones de defensa del trabajador en Barranquilla
luchaban por asegurar las mínimas condiciones de existencia de la fuerza de
trabajo: una mínima estabilidad, el reconocimiento de dominicales, el
acortamiento de la jornada de trabajo, que en el caso de los albañiles era de 12
horas, la supresión del trabajo a destajo, el pago en dinero y regularmente, el
desarrollo de ambientes higiénicos de trabajo y alguna atención médica y
medicinas baratas». (Archila: 1987: p. 40)
En ese mismo año, 1909, el gobierno de Rafael Reyes había firmado ya el
tratado surgido de la separación panameña, reconociéndole políticamente al
gobierno norteamericano los derechos sobre el Istmo. El tratado fue firmado en
Washington el 9 de enero de 1909. El General conservador Alfredo Vázquez
Cobo quien había sido figura importante en la entrega de Panamá en 1903 y
después como Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Rafael Reyes en
la iniciación y desarrollo del pacto que culminó con el acuerdo tripartito, a su paso
por Barranquilla procedente de Washington provocó en la ciudad un agudo
conflicto social en donde se puso a prueba el nivel de consciencia política de la
clase obrera y popular barranquillera y mostraron los trabajadores su primíparo
autoreconocimiento como fuerza motora imprescindible de nuestra historia. Al
respecto el historiador Andrés López comentaba los graves acontecimientos
sucedidos ese día:
«En noviembre de 1910 el General regresaba al país después de
haber permanecido algún tiempo en el exterior. Pretendió ingresar
por Barranquilla. El día 21, apenas se supo en esta ciudad que
Vázquez Cobo había llegado a Puerto Colombia, la noticia se
propagó con la rapidez del rayo... rápidamente se reunió una
multitud en la Estación Montoya, de tal suerte que cuando llegó el
tren, ya habían allí alrededor de 2.000 personas que lo rodearon
gritando ¡abajo el traidor! ¡muera Vázquez Cobo! ¡que se devuelva!
El General intentó salir, pero la multitud lo impidió, amenazante.
Entonces intervino la policía, rodeó el vagón y exigió al pueblo que
se retirara. Esto exaltó los ánimos. Llovieron piedras sobre el tren
y sobre los policías... mientras tanto creció la multitud a tres mil
personas... finalmente el General decidió regresar y reembarcarse.
En el tren se subieron más de quinientas personas, custodiando al

148
expatriado 'detrás de él quedó la multitud rugiente, varios heridos y
la impotencia de las autoridades'... en una entrevista concedida
posteriormente a un periódico de Cartagena, Vázquez Cobo
reconoció que la manifestación estuvo conformada 'no por
representantes de la culta sociedad de Barranquilla, sino por
hombres de trabajo que ignoran nuestra política' lo cual indica que
fueron fundamentalmente obreros y artesanos quienes rechazaron
la presencia del traidor en Barranquilla» (López: 2001: p. 153-154)
Si en estos sucesos la elite dominante local y nacional arrió las banderas de la
defensa de un Estado soberano y la del despojado departamento de Panamá,
mientras que las clases populares la superaban en su visión soberana y
antiimperialista, ello no fue un azar ni un problema simple de política doméstica
o de crónica social. En la diferencia de esas dos actitudes prácticas se expresaba
más bien la particularidad del nivel de conciencia y la perspectiva social de las
dos clases en conflicto. De manera clara, el conocimiento político que planteaban
las clases populares en Barranquilla sobre la realidad nacional y local era
objetivo y políticamente más elevado, y no por gracia de la “tradición liberal” sino
por la sangre derramada en las guerras pasadas y por la evolución lógica de su
conciencia política madurada en el conflicto de clases y, en su contraparte, afloró
profundamente la irracionalidad oculta de los intereses económicos particulares
y su contubernio indigno con los poderes extranjeros. ¿No mostraba esto que los
grandes problemas del país y la ciudad eran interpretados erróneamente por los
sectores dominantes? ¿No mostraba este incidente que el conocimiento histórico
de nuestros problemas económicos y sociales estaban en contravía del
“desarrollo y progreso” de la ciudad de que tanto hablaban estos sectores en
esos días? Sin embargo, esa dualidad objetiva en el valor del conocimiento como
arma para interpretar la realidad, comenzó a ser desde esa época un problema
histórico y social, una consecuencia necesaria de los tipos de sociedad que
intentaban representar las dos clases en el desarrollo de la lucha política e
ideológica que se libraba abiertamente en Barranquilla, de suerte que el carácter
falso y unilateral de la concepción elitista de la llamada “ciudad del progreso”
impuesta en la historia política de la urbe, se presentó como un momento
históricamente importante en la construcción ideológica del conocimiento
económico-social, puesto a prueba en esta etapa en los graves conflictos con el

149
imperio norteamericano. No eran pues los pobres los “ignorantes políticos” como
afirmaba el Ministro Vázquez Cobo sino la “culta sociedad de Barranquilla” la que
despreciaba las verdaderas bases del conocimiento social, económico y político
en oposición a los reales intereses del país y la región. La respuesta resultante
de esta nueva situación de estimulación de la consciencia primaria de los
trabajadores y el pueblo de Barranquilla no podía ser otra sino la represión
ideológica por parte de la elite conservadora a través de su principal instrumento
ideológico en la época: la iglesia, como se manifiesta en la siguiente reflexión:
«El control que la iglesia ejercía sobre la moral de la población era estricto. En la
puerta del templo de San Nicolás se publicaba la lista de los libros permitidos, y
representantes eclesiásticos recorrían las calles barranquilleras para supervisar
las lecturas que se realizaban en los hogares». (Rafaela Vos: 2001: p. 32)
La conciencia social y política de los trabajadores se vendría a reforzar un año
después de este incidente con la huelga del 17 de febrero de 1910. El conflicto
social cambió de color y ya no se manifestaba a través de las guerras civiles de
los partidos políticos tradicionales, sino que tomaba, objetivamente, un tinte de
clases; pobreza y riqueza enfrentadas en el desafío fortuito de la historia. El
periódico El Pueblo de Barranquilla en los días de esa grandiosa huelga
describía así los sucesos:
«Los peones que trabajan en los muelles de esta ciudad se
declararon en huelga: reclaman un aumento de salario. En esta
ciudad ha ganado siempre un peón, ochenta centavos oro por
algunas horas menos de las que trabaja ahora... no vemos porqué
se debe pagar ahora mucho menos de lo que antes se ganaba.
Anteriormente era más barata la vida en esta ciudad. Esa
circunstancia no constituye, en justicia, razón para disminuir el
salario de los peones... ochenta centavos oro piden los
trabajadores de los muelles del ferrocarril, por diez horas de labor...
es, repetimos, lo que siempre ha ganado aquí un peón, desde
tiempo inmemorial. Justo es que se le atienda... el pueblo está
agobiado por la pobreza... los hombres que se han declarado en
huelga, es un pedazo de pan, lo que piden, para sus familias
hambreadas, un poco de lumbre para sus hogares sin fuego la
mayor parte del tiempo... anoche, para despachar el vapor correo,

150
la Empresa propietaria del buque aceptó, como marineros y
fogoneros, a varios de los hombres que no son de aquí. Algunos
huelguistas indignados atacaron a los que se iban en calidad de
marineros y fogoneros... alguien proponía esta mañana que se
pidiera al General Giménez López ¡doscientos soldados para que
trabajaran como peones!... en la plazuela de la Estación Montoya,
se congregó parte del pueblo, huelguistas y no huelguistas y dio
muchos vivas y mueras. El señor gobernador del departamento fue
a esta plazuela y dijo a los que en ella se habían congregado, que
nombraran un representante para que se entendieran con él, y él a
su vez, se entendería con el gerente de la Empresa, pero no se
accedió a ello... la huelga terminó cuando los dueños de las
empresas de transporte accedieron a pagar a los trabajadores
portuarios ochenta centavos oro diarios o sea ochenta pesos papel
moneda». (diario El Pueblo: 17/2/1910)
La correlación de fuerzas favoreció coyunturalmente a los obreros portuarios y
el principio digno de la huelga en no ceder al chantaje patronal fue, al mismo
tiempo, la promoción básica de las nuevas características del conflicto social que
fue, a la vez, impulso de la conciencia política de los trabajadores portuarios,
conciencia que posteriormente se reflejaría como un punto inconmovible de su
desarrollo ideológico mediante la divulgación teórica de los conflictos a través de
medios impresos, pues ya en 1912 hizo su aparición en Barranquilla el periódico
El Obrero que propugnaba por «una legítima emancipación de los hijos del
trabajo». Igualmente, en ese periodo las clases populares ejercerían su derecho
a rebelarse contra las injusticias, y por la escasez de vivienda en la ciudad, en el
año 1914, un amplio sector de la población recuperó en batalla campal la
hacienda “La Cueva de Montecristo” aledaña en esos tiempos al barrio Abajo,
dando origen al barrio obrero de Montecristo

151
Barrio abajo: patrimonio social e inmortal de los barranquilleros

En contraposición a la rebeldía obrera y popular se desarrollaba, a la par, todo


ese crecimiento económico con las insensatas imágenes ideológicas de la
proclamada “ciudad del progreso” promovida desde esa época, y por todos los
medios, por la alta esfera oficial.
Pasado el clima de conflictos y sobre la apertura irreversible del río, después de
muchos estudios y trabajos realizados por compañías extranjeras como la casa
alemana Julius Berger Tiefbau Aktiengessellschaft de Berlín, que se vio
imposibilitada a construir la apertura definitiva de Bocas de Ceniza debido a los
inicios de la primera guerra mundial, y bajo las leyes 77 de 1912 y 49 de 1914,
el gobierno celebró el contrato con la firma norteamericana Black Mckenney con
sede en Washington en el año de 1919, auspiciado el convenio por acuerdos
previos realizados en la capital estadunidense por el gobierno nacional: «En
mayo de 1915 se realizó en Washington una Conferencia Financiera
Panamericana. Los colombianos presentaron sus informes sobre minas, petróleo
y otros recursos naturales de su país e hicieron hincapié en las grandes
posibilidades que ofrecía para inversión de capitales».
Refiriéndose al mejoramiento del transporte marítimo y fluvial, Pérez Triana
(Ministro de Relaciones Exteriores) auguraba buenos deseos al capital

152
norteamericano que se encontraba en plena etapa expansiva y corroía, a la vez,
las posibilidades de alguna seguridad de soberanía económica. Sin más
preámbulos este personaje afirmaba sobre el tema: “La cantidad de capital que
podría emplearse, sobre el cálculo de un promedio de $50.000 por milla llegaría
a unos $200.000.000 y con el mejoramiento de los puertos marítimos y fluviales
y el dragado de los ríos, esta suma podría elevarse a $250.000.000 una inversión
amplia y altamente productiva que se le ofrece al talento y energía de ésta
nación. (Estados Unidos) y, sin embargo, se trata de una suma inferior a la que
han invertido los ingleses en Argentina”».
Y seguidamente agregaba con expresa sumisión y entrega que: «El desarrollo
de las relaciones comerciales de los Estados Unidos con una nación cuyo suelo,
extenso y privilegiado, invita a la expansión industrial y financiera del país más
rico del mundo». (Rippy: 1981: págs. 134-135)
Esta situación concreta de liquidación de la soberanía mostraba el poderoso
afianzamiento de los Estados Unidos en la lucha por los mercados del país, en
donde no solamente jugaba la creciente influencia en sus neocolonias o “patio
trasero” a través de la doctrina Monroe “América para los americanos”, sino que
jugaba un papel determinante la guerra interimperialista en Europa del cual esta
nación salió como la única ganadora visible. Rippy (1981: p. 26) lo concreta de
la siguiente manera: «La guerra mundial, la ubicación geográfica y nuestra
creciente eficiencia industrial, fueron factores decisivos en este proceso, como
también la rápida expansión de nuestras inversiones. Estas últimas crecieron de
4.000.000 de dólares en 1913 a 30.000.000 en 1920 a 80.000.000 en 1925 y
cerca de 280.000.000 en 1929».
Los ingleses quedaron así rezagados en el dominio imperial de nuestras costas
después de la guerra de redivisión, y no por la simpatía nuestra hacia los gringos
y su cercanía al Caribe colombiano, como lo afirmó en líneas anteriores el cónsul
ingles en Barranquilla, o por la vocación empresarial y la buena fortuna de sus
hombres como nos lo quiere mostrar la historiografía tradicional, sino que el
resultado de la guerra de redivisión imperial mostraba otros escenarios
macroeconómicos que dieron al traste con la influencia inglesa en el caribe
colombiano:
«Como la industria británica trabajaba para la exportación más que
la de otros países, los trastornos de los vínculos comerciales

153
exteriores amenazaban al país con una catástrofe económica... el
20% de los bancos fueron confiscados para prestar servicio al
ejército y el 10% cedidos a los aliados durante la guerra. Muchos
de ellos fueron hundidos. El resultado fue una contracción de las
exportaciones británicas... la guerra trastornó las finanzas inglesas,
los gastos públicos de 1914 a 1919, se elevaron en 11.259 millones
de libras esterlinas, 8.472 de los cuales se destinaron a gastos
exclusivamente militares. Los impuestos experimentaron un alza
vertical, sustrayendo a los ingresos de la población 4.073 millones
de libras de esterlinas. Pero cuando los recursos tributarios se
extinguieron, hubo que recurrir al crédito. De ahí que la deuda
pública pasase de 708 millones de libras el 1 de marzo de 1914 a
8.075 millones el 31 de marzo de 1920. De gran parte de la deuda
eran acreedores los bancos americanos. También fueron de
enorme consideración las perdidas inglesas en barcos mercantes.
La guerra ocasionó la pérdida del 70% de su tonelaje. Las bajas en
hombres fueron muy sensibles: 875.000 muertos y más de 2
millones de heridos». (Andakov: 1965: p. 436-437)
Así pues, la perdida de mercados de los ingleses en nuestras costas se debió a
problemas estructurales de esta potencia debido, principalmente, a la guerra de
redivisión y a la nueva reestructuración del sistema capitalista en el mundo que
puso a los Estados Unidos bajo la esfera de su influencia.

5.3. Salen los ingleses, entran los norteamericanos y el pueblo


barranquillero prosigue en la miseria y en la lucha

Sobre la apertura de Bocas de Ceniza, que a la vez abría las puertas a los nuevos
componentes de redefinición imperial a favor de los norteamericanos, donde el
monto de la obra tuvo inicialmente un costo de $6.568.000, obra que se realizó
con un empréstito hecho a la banca de Nueva York gestionado por el banquero
y comisionista Tomas Surí Salcedo (quedándole a este intermediario una jugosa
cifra en su bolsillo); la canalización de Bocas de Ceniza, si bien era un importante
enclave del capital norteamericano, los comerciantes y pequeños industriales de
la ciudad también mostraban gran interés en el desarrollo de las obras pues ya

154
habían acumulado suficientes capitales tanto industrial como comercial para
intentar jugar un papel importante en el nuevo proyecto.
Bajo esa circunstancia, en la medida en que la apertura de Bocas de Ceniza
contribuyó a reducir el tiempo de circulación mercantil, fondeando directamente
los barcos en el puerto de la ciudad, ayudó también indirectamente a aumentar
la plusvalía producida por la incipiente industria instalada en Barranquilla y, en la
medida en que permitió la extensión del mercado regional y favoreció la división
del trabajo entre la industria extranjera y la nativa, facultó igualmente al capital
total trabajar a una escala superior. La apertura de Bocas de Ceniza hizo
progresar la productividad del capital industrial en la ciudad y desarrollar su
acumulación en la medida en que se abreviaba significativamente el tiempo de
distribución mercantil, elevándose la relación de la ganancia con el capital
extranjero y, por lo tanto, la tasa de beneficio de los comerciantes e industriales
locales se multiplicó con creces. De esa manera, fue la Cámara de Comercio de
Barranquilla, fundada el 28 de febrero de 1916, a través de la creación de la
Compañía Colombiana de Bocas de Ceniza la que administraría a partir de 1919
las grandes ganancias que generaría la apertura del río Magdalena hacia el mar
en buques de mediano calado. Sin embargo, la apertura total del río para buques
interoceánicos de gran calado solo se realizó hasta 1935. El honor de cruzar el
río por un gigante le fue concedido a la potencia dominante, a nuestro nuevo
“gran protector”: los Estados Unidos de Norteamérica. El buque-tanque petrolero
Taralite de la poderosa multinacional Tropical Oíl Co filial de la Estándar Oíl
perteneciente al magnate John Rockefeller, fue quien rompió la virginidad del río,
abriéndose así una nueva senda de saqueo a gran escala de nuestros recursos
naturales. Esta multinacional junto con la Socony Vacuni Oil Company
comenzaron la exploración y explotación en 1914 de los pozos petroleros en el
municipio de Tubará. Al acto de inauguración del pozo “Tubará1” (Julio 18 de
1946) asistieron entre otros el Gobernador del departamento de ese entonces
Alberto Pumarejo, El alcalde de Barranquilla Fuenmayor Arrazola, el Ministro de
Trabajo Adán Arriagada, el Comandante de la policía División Atlántico Capitán
Arrazola, y como personaje central de la ceremonia estaba el gerente general de
la Tropical Oil en Colombia Míster L. W. Wiedey. La bendición del saqueo que
se proyectaba la realizó el Obispo de Barranquilla Caicedo y Tellez.

155
La apertura de Bocas de Ceniza dio a los comerciantes locales, organizados en
la recién creada Cámara de Comercio, un mayor poder económico que se tradujo
en un mayor poder político (creación de la Liga Costeña) y por lo tanto en un
mayor peso en las decisiones administrativas que en adelante se tomarían en el
desarrollo de la economía barranquillera, ganando así mayor capacidad de
negociación frente a los intereses administrativos centralistas de la capital de la
república consiguiendo, a través de su renovada influencia política, los dineros
(producto de la venta a plazos de Panamá) para que con ellos el ingeniero ingles
Leslie O. Arbouin construyera, con fuertes comisiones de por medio, el Edificio
de la Aduana en 1921, pero a la vez, estos sectores mantenían una sumisión a
los intereses que monopolizaba el capitalismo internacional, en especial el
norteamericano. Esta coyuntura particular de auge del capital local no eliminó la
dependencia general de la economía barranquillera y colombiana con respecto
a los intereses económicos, políticos e ideológicos norteamericanos sino que por
el contrario se reprodujo a un nivel considerable y con más agudeza;47 tampoco
la apertura de Bocas de Ceniza y su control por parte de los comerciantes de la
Cámara eliminó, en ningún grado, las relaciones de explotación económica de
los trabajadores del puerto sino que también esa explotación se profundizó a un
nivel mayor y más fuerte, hecho que produjo una de las más combativas
manifestaciones de los trabajadores portuarios por mejores condiciones de
salario y de vida:
«Sin embargo, a la sombra del ímpetu de la creciente producción
cafetera comenzó a florecer el movimiento laboral colombiano. Al
terminar la guerra mundial, y en el contexto de la efervescencia
mundial de los movimientos obreros, comenzaron a explotar las
protestas de los trabajadores en los principales puertos
colombianos sobre el Caribe. Una huelga general organizada por
sindicalistas anarquistas y respaldada por los trabajadores del

47
En el plano cultural la influencia norteamericana se imponía a través de los gustos de la clase burguesa,
que entraba en conflictos con los aires de la cultura popular, la revista del Country Club señalaba sobre este
tema que: “fue aquí en Barranquilla, donde por vez primera se bailaba el Charleston, el one step y el fox
trop, que enloquecían a la juventud que se fue poco a poco olvidando de aquel ceremonioso espectáculo
para entregarse a las extravagancias de esas piezas modernas, pese a las censuras de la respetable sociedad,
e inclusive a las prohibiciones de las directivas de los clubes de interpretar aires considerados vulgares
como “tóqueme el trigémino”, “la machicha” y “titina se ha perdido” Country Club de Barranquilla, 70
años de historia urbanismo y tradición. Editorial Color Caribe Ltda., 1996, p. 25.

156
transporte fluvial y ferroviario y por los artesanos urbanos sacudió
a Barranquilla a comienzos del mes de enero de 1918. La actividad
huelguística se extendió luego a los puertos de Cartagena y Santa
Marta. Las huelgas agitaron la opinión pública en toda Colombia,
obligaron a la imposición del Estado de sitio en toda la región de la
costa Caribe, y su resultado fue la expedición de un decreto oficial
que reglamentaba la actividad huelguística y que sentó el
precedente para muchas legislaciones laborales subsiguientes. El
decreto sirvió también para estimular a los trabajadores del
gigantesco complejo de la United Fruit cerca de Santa Marta a
presentar su primera petición para lograr mejores condiciones
salariales y laborales». (Bergquist: 1986: p.138)
Ocho meses después de esta grandiosa demostración de protesta obrera en
Barranquilla su similar, la clase obrera rusa, tomaría por asalto el palacio de
invierno de los zares, construyéndose en octubre de 1918 la primera república
socialista del mundo, suceso que influiría en el movimiento obrero regional y
nacional.
De este momento conflictivo que vivió Barranquilla en 1918, se desprenden dos
conclusiones que ponen en cuestión la creencia del “progreso de la ciudad” como
mecanismo que intentaba legitimar valores de clase. La conclusión principal es
que Barranquilla en ese periodo no era una ciudad cohesionada socialmente,
como nos lo quiere presentar la historia tradicional. Los historiadores regionales
contemporáneos, influenciados por el positivismo y la consiguiente exaltación de
los héroes nativos y extranjeros, han subestimado el profundo grado de
desintegración social que existía en ese periodo. Ello se puede demostrar
claramente en la economía de la ciudad donde las relaciones laborales fueron
marcadamente desestabilizadoras y profundamente conflictivas, reflejando
claramente las hostilidades entre las clases sociales y, por consiguiente, los
antagónicos intereses que existían entre el capital y el trabajo. Los
acontecimientos políticos y sociales en Barranquilla, puesto a prueba en esas
majestuosas huelgas, no llegaron sin embargo a ser una amenaza seria para el
dominio capitalista en el Caribe colombiano o para la estabilidad política de la
clase dirigente que controlaba los resortes administrativos del municipio y la
región, sirvieron, eso sí, para confirmar ante el resto de los sectores sociales en

157
conflicto el naciente potencial revolucionario del movimiento obrero en
Barranquilla, demostrado posteriormente en fuertes conflictos laborales y
sociales, como aquel que ocurrió en los primeros meses de 1927, movimiento
que hizo temblar en su base la excluyente economía regional de tránsito
mercantil:
«¡El 5 de mayo de 1927 estalló una impetuosa huelga de braceros
en Barranquilla que al siguiente día se extendió a Puerto Colombia!
Esta huelga es un ejemplo de organización y espíritu de
solidaridad. Por el día 11 del mes se le habían sumado las
tripulaciones de 17 barcos llegados a puerto. Y precisamente el día
11, el personal de ferroviarios de la empresa Barranquilla-Puerto
Colombia, que había estado al margen de la huelga; pasa un
ultimátum a la gerencia con término de 24 horas para que se
mejoren sus salarios, o ¡irían también al paro! Y como no se le
atendió en el tiempo fijado, cumplen la palabra... el Ejército y la
Policía, naturalmente, se adueñan del campo. Pero no intervienen
inmediatamente, esperan. Y el día 13 interviene el gobernador y
con él algunos directores de periódicos influyentes y mediadores
propios de las partes, y el 14 con el aumento de los salarios y otras
mejoras, terminó el conflicto». (Torres: 1973: p. 39)
Mientras las masas obreras barranquilleras exigían mejores condiciones
salariales y mientras el desarrollo de infraestructura en vías, salud, vivienda etc.,
era prácticamente inexistente en los barrios populares, las cuentas del
rendimiento económico de los poderes existentes, después de la apertura de
Bocas de Ceniza, aumentaban desproporcionalmente como las cifras siguientes
lo muestran: «Como se ha visto, el promedio de importación anual antes de la
guerra era de 136.000 toneladas y el promedio anual de la exportación en el
trienio de 1916 a 1918 fue de 246.000 toneladas o sea un total de 382.000
toneladas anuales. De este tráfico, el 50% que se hace por las vías de
Cartagena, Calamar, Barranquilla y Puerto Colombia, pasaría por las Bocas de
Ceniza». (Vergara y Baena: 1999: p. 341)
La mayoría de estas mercancías importadas y la materia prima exportada se
dirigían al mercado norteamericano. Este hecho redujo en buen grado las
posibilidades de crecimiento efectivo de la industria nacional y local que a pesar

158
de haber desarrollado de manera relativa su producción instalada, gracias a la
apertura de Bocas de Ceniza, tuvo la oportunidad de aflorar y alcanzar
determinado auge mediante la elevación de la producción para el consumo
interno durante el periodo de dominio del capital monopolista norteamericano,
frenándose significativamente su expansión. Así nos lo confirma el economista
norteamericano citado: «Nuestros valores económicos en Colombia han logrado
una rápida expansión en los últimos años. El comercio norteamericano pasó de
11.000.000 de dólares en 1910, a 23.000.000 en 1913; superó los 112.000.000
en 1920 y los 153.000.000 en 1929. Este crecimiento se basa en un incremento
del comercio exterior total colombiano, de un valor de 61.000.000 de dólares en
1913 a 227.000.000 en 1929». (Rippy 1981: p. 16)
En medio de esa desaforada intervención de capitales norteamericanos, se
instalaron en Barranquilla la Casa Brauer & Moller, la Química Schering, los
laboratorios y estudios fotográficos Neumann, la Casa Bayer con su producto de
punta la Caféaspirina, y la Compañía Hanseática que producía para el mercado
nacional los jabones y velas Lux X. Años después esta compañía adoptaría el
nombre de Tusica. Esta intervención creciente de la economía norteamericana
en las décadas iniciales del siglo XX, estuvo relacionada estrechamente con la
movilización permanente de los trabajadores contra las consecuencias de esa
penetración intensiva de capitales tanto en Barranquilla como en el muelle
alterno de Puerto Colombia, mostrando una cronología importante de
movilizaciones y huelgas en el periodo de 1910-1930 en concordancia con las
inversiones norteamericanas, lo que demostraba que las inversiones extranjeras
en condición de monopolio no traían beneficio sino miseria:
«En febrero de 1910 se presentó la primera huelga de braceros y
ferroviarios de los tres grandes puertos sobre el Atlántico, el 2 de
enero de 1918 se paralizó la actividad portuaria de Barranquilla. A
partir de la mitad de los años veinte casi no pasaron dos años sin
que hubiera una huelga del personal vinculado al transporte en esa
región del país. En febrero de 1920 hubo huelgas escalonadas de
Braceros de Puerto Colombia y Barranquilla y de paileros,
carpinteros y mecánicos de la misma ciudad. En octubre del mismo
año entraron en paro los fogoneros de la empresa Pineda López y
en noviembre los del ferrocarril del Atlántico. En 1925, noviembre,

159
lo hicieron los trabajadores de Bocas de Ceniza. En julio de 1926
pararon los choferes públicos de Barranquilla. Mayo de 1927
presenció la huelga de braceros de Cartagena y Barranquilla. El
siguiente año pararon dos veces los cargueros y chequeadores del
ferrocarril. En 1930, año de pocas huelgas en el país, los braceros
de Puerto Colombia hicieron su movimiento huelguístico» (Archila:
1987: p. 46)
Producto de la dominación del capital extranjero y de la explotación laboral
intensiva, la organización de los trabajadores comenzó a insertarse en la
sociedad barranquillera, elitista y excluyente, de manera problemática. Dos
fueron los factores que agudizaron el conflicto obrero en ese periodo, primero
por su reciente formación como clase social en medio de la configuración
regional de su movimiento y, en segundo término, estaba el problema de su
fuerte contacto con los otros sectores nacionales en conflicto como los
trabajadores bananeros del Magdalena y el movimiento sindical de
Barrancabermeja liderados por María Cano y Raúl Mahecha. La estrategia de
este movimiento era el levantamiento popular de los trabajadores ribereños
desde Honda hasta Barranquilla, esto profundizó aspectos en torno a su
conciencia social y organización política; movimiento laboral-popular que
amenazó a la suprema totalidad dominante (aunque fue más un desafío
sicológico que real) mediante una “insurrección general” que fue esparcida a
buen rumor en los cuatro puntos cardinales del país; pero lo único que pretendían
los trabajadores era espantar el hambre y la miseria que reinaba en los puertos
ribereños que, por el auge del comercio excluyente en el Magdalena, florecían
desde Barranquilla hasta Honda. El relato de Torres Giraldo sobre esos
acontecimientos es realmente dramático:
«El primero de abril de 1928 estalló una importante huelga de navegantes y
portuarios en Barranquilla. El gobierno 'cree' que ha empezado ya la huelga
general que abría de transformarse en insurrección armada precisamente el 1
de mayo... y obrando bajo esta 'creencia' empieza el arresto preventivo de
dirigentes obreros en el río. El dos es arrestado en Ambalema el prestigioso líder
Jorge del Bosque, quien, al decir del Juez de Honda que ordenó su prisión
'preparaba un movimiento con los braceros y navegantes del Beltrán',
naturalmente abarcando el alto Magdalena para conectar la acción con el bajo

160
que tenía su comando en Barranquilla... pero la prensa de Barranquilla y los
'hombres de negocios' claman porque se termine ese conflicto, que 'perjudica
hondamente a todo el país' y la Antioqueña cede terminando así la huelga que
no tenía otra mira inmediata que la de mejorar en algo las condiciones de los
trabajadores».
Por otro lado y después de esta increíble “amenaza” al totalitarismo dominante
que en poco cedía a las demandas justas de los trabajadores y encadenando el
tema con el de Bocas de Ceniza, es preciso señalar que el desarrollo de una
organización gremial fuerte como la que se pretendía con la constitución de la
Compañía de Bocas de Ceniza, controlada por la Cámara de Comercio, debía
ser producto de un desarrollo económico equilibrado, concertado con los
trabajadores en conflicto y con la sociedad en general y producto igual de una
consecuente evolución comercial e industrial propia que se uniera a la apertura
de “Bocas”, pero la negativa de tomar posiciones nacionalistas y autónomas, es
decir, no dependientes estaba en franca contraposición con los intereses
extranjeros como tal y fue precisamente la potencia norteamericana la que
absorbió todo aumento en la demanda del mercado interno y externo que se
movilizaba por la desembocadura de Bocas de Ceniza y fue esta la base para la
continuación a gran escala de los lazos de dependencia futura con los
consiguientes conflictos sociales regionales que surgieron.48 Fred Rippy
confirma esos lazos de dependencia con toda claridad: «Así resulta que
Colombia se ha convertido en una dependencia económica de los Estados
Unidos. Por el momento, nuestro rival más peligroso parecería Inglaterra, pero
los ingleses están ahora en la retaguardia. Su comercio representa apenas la
cuarta parte del de los Estados Unidos y sus inversiones, que ascendían a unos
33.000.000 de dólares en 1917, se estancó una vez terminada la guerra
mundial».

48
Torres Giraldo, En ese convulsionado periodo declaraba que “El año de 1923 es para Colombia, bajo el
reflejo del florecimiento norteamericano que se iniciaba, el comienzo de una etapa que aquí se llamó de
“prosperidad a debe” ... especie de locura, fascinación, delirio y gula de mandarines, contratistas y nuevos
ricos que hacían pasar el caudal de los dólares por la encrucijada de las obras improvisadas con criterio
electoral, dejando en sus anchas falquitreras buena parte. Se abrieron naturalmente, varios frentes de
trabajo: ferrocarriles, carreteras “Bocas de Ceniza”, canalización del Magdalena, construcción de edificios
nacionales, obras portuarias etc. Pero fue mayor la masa de trabajadores: peones agrícolas, de campesinos
pobres, de brazos sin ocupación que acudían a las capitales, a las nuevas gerencias y administraciones en
busca de trabajo” (Los Inconformes. Vol. 3, p. 157.)

161
En efecto, los ingleses retrocedieron definitivamente en su empeño por controlar
los mercados mundiales, reflejándose esto en la actividad económica de la costa
Caribe colombiana. Liquidados los ingleses del comercio internacional y la
primacía de su comercio con Colombia, los vínculos de sometimiento a la nueva
potencia norteamericana se fortalecieron durante toda la hegemonía del régimen
Conservador, (1886-1930) régimen que también dominaba la ciudad a través de
los prohistóricos Generales, e impidieron, contrario a la situación de otros países
latinoamericanos, que se desarrollara una burguesía media industrial cuya
existencia e intereses se opusieran, por lo menos de manera relativa, a los
intereses del nuevo imperio norteamericano y, por consiguiente, se desarrollaran
tanto en la ciudad como en el país políticas económicas y sociales nacionalistas.
En otras palabras, la derrota de la revolución liberal de 1899, la dependencia del
mercado (materias primas por productos manufacturados) el control de los
puertos por parte de empresas extranjeras y la injerencia en el comercio por
Bocas de Ceniza, aniquiló las posibilidades de que se consolidara en
Barranquilla un sector empresarial nacionalista y se interesara, por lo tanto, en
la construcción, ampliación y desarrollo del mercado de consumo que apenas
intentaba arrancar en la ciudad y el país y que, además, se interesara ese sector
empresarial en el aumento del poder adquisitivo del empobrecido sector popular
que mendigaba pan y trabajo en las puertas de las compañías navieras y casas
comerciales extranjeras para que así se posibilitara, de manera positiva y dentro
del esquema capitalista en formación, el desarrollo industrial autónomo y el
“equilibrio social” de esta estratégica ciudad. Por el contrario, en el periodo de
hegemonía conservadora (1886-1930) se fortalecieron en Barranquilla las bases
de sectores de clase antinacionales. Por un lado estaba la dirigencia política que
en su mayoría se aprestaba a fortalecer su presencia en los órganos de poder
público para lograr el control de los mismos mediante el poder económico y la
corrupción administrativa, y por otro, estaba la burguesía comerciante
importadora-exportadora que florecía sin parar en la ciudad y se fortalecería en
la Cámara de Comercio como grupo de presión dominante y, desde luego, los
capitalistas norteamericanos y europeos que, como hemos dicho anteriormente,
afianzaron poderosamente su influencia en esa etapa; todo esto unido a otros
factores heredados de la colonia que hizo posible el tránsito de la riqueza

162
mercantil sin siquiera pasar, en lo más mínimo, por las manos de los excluidos.
Así lo explica de manera desgarradora el economista norteamericano:
«Con todo debe añadirse que existían otros motivos para este
atraso general de Colombia: razas primitivas absorbidas en el
cuerpo político y social; la herencia española de intolerancia,
represión intelectual, corrupción política e inexperiencia
administrativa. Una larga y agotadora lucha por la independencia y,
en consecuencia, todo un siglo de anarquía; terribles desventajas
topográficas y climatéricas. Pero el atraso del país brindó jugosas
oportunidades al capital norteamericano y a su talento
emprendedor, que antes de 1913 llegó gradualmente para
arremeter en grandes oleadas después de la guerra mundial».
(Rippy: 1981: p. 26)
El fortalecimiento y lucha entre los grupos monopólicos por el control de la
navegación fluvial fue notorio en la primera década del siglo XX, contando con
su participación efectiva a los alemanes, nación que era la tercera potencia de
importancia en el control económico de Barranquilla y el Caribe: «Entre tanto,
otro grupo se estaba fortaleciendo en contraposición con la 'Magdalena River
Steamboat Company'. Capitalistas alemanes, entre los que figuraban Louis
Gieseken, venían adquiriendo un poder cada vez más grande... así como
también la Empresa Hanseática y la Empresa Pérez-Rosa. El presidente Reyes
se mostró complacido ante estas tendencias monopolísticas». (Nichols: 1973: p.
189)
En su conjunto, todas estos grupos monopólicos marítimos y comerciales que
basaban sus actividades productivas en la conservación y desarrollo de una
estructura económica excluyente y que como medio de coerción política fue el
responsable de la existencia de grandes masas desprovistas de vivienda, salud,
empleo etc.; obligaron a gran parte de la población barranquillera a vender a
estos monopolios marítimos y comerciales su fuerza de trabajo a un precio
irrisorio, y en las zonas rurales del departamento del Atlántico, a entrar en formas
semi- feudales de relación no solo con los terratenientes criollos sino también
con los extranjeros que comenzaron a dominar la producción agrícola. Theodore
Nichols (1973: p. 189) comentaba desde su visión aspectos sobre el control
monopólico de la producción agraria: «Para ilustrar la forma en que el capital

163
alemán adquiría preponderancia en la economía colombiana, Manning menciona
el hecho de que los alemanes en esa fecha controlaban la cosecha cafetera del
país y estaban intentando controlar los cultivos algodoneros de la costa
Atlántica».
Este grupo monopólico alemán, al igual que el inglés y el norteamericano, que
desarrollaban gran parte de sus transacciones comerciales para el mercado
exterior lograban, como se ha indicado en líneas anteriores, su más amplio
margen de ganancias mediante un nivel de empleo reducido en el campo con la
consiguiente reducción extrema del poder adquisitivo de los trabajadores
agrarios, ligados fundamentalmente a la actividad importadora y exportadora,
generando así su progresiva neutralización-eliminación como potenciales
consumidores, porque para ese tiempo en Colombia «En los últimos años
(década del veinte), los salarios del trabajo calificado y no calificado subieron de
un valor insignificante a un nivel que es solo 75% menos que el salario medio
por la misma clase de trabajo en los Estados Unidos». (Rippy: 1981: p. 26)
Sin embargo, dentro de ese marco de restricción económica estructural en que
estaba Barranquilla y frenada por las condiciones anteriores la posibilidad de
desarrollo a gran escala de la producción para el mercado interno, los
empresarios barranquilleros, como hemos anotado, encontraron momentos
favorables para el desarrollo de la industria; particularmente las coyunturas
provocadas tanto por la primera como la segunda guerra mundial:49 «El número
de establecimientos industriales se expandió considerablemente a partir de las
crisis internacionales, la gran depresión y las dos conflagraciones mundiales. Ya
en 1935, la empresa de energía eléctrica de la ciudad prestaba sus servicios a
215 industrias... en 1919 la revista de la Cámara de Comercio enumeraba las
fábricas existentes en la ciudad: calzados, jabones, tejidos, telas, puntillas,
cervecerías, toallas vidrios sandalias, bebidas gaseosas, perfumes, tejas
baldosas, ladrillos, pastas alimenticias, cigarrillos fósforos, sombreros, baúles,

49
Paul M. Sweezy (1945: p. 392) caracterizaba la coyuntura internacional en la primera guerra así: “Desde
el punto de vista del imperialismo mundial, los resultados de la primera gran guerra de redivisión pueden
resumirse como sigue 1) el poder de Alemania fue temporalmente aplastado y su imperio colonial fue
ocupado por las naciones victoriosas (principalmente Inglaterra y Francia); 2) Austria-Hungría fue
eliminada de la escena imperialista; 3) Estados Unidos surgió como la nación económicamente más fuerte
del mundo; 4) Japón e Italia, aunque del lado de los vencedores, vieron frustradas sus ambiciones imperiales
y finalmente; 5) Rusia se retiró por completo del campo de la rivalidad imperialista y comenzó la tarea de
construir la primera sociedad socialista del mundo”

164
suelas, licores y muebles conformaban productos de la industria barranquillera».
(Posada: 1987: p. 91-92)
En esa primera y segunda década del siglo XX, a la par del despunte industrial,
los pobres seguían con la ocupación, a la fuerza, de los barrios Rebolo y
Chiquinquirá, y se extendieron de una manera casi marginal los barrios
populares de Montecristo, Calancala y El Lucero.

CAPITULO VI

NACE LA INDUSTRIA MONOPÓLICA, SE EXPANDEN LOS POBRES


Y SE FORTALECEN LOS SINDICATOS

6.1 Principales intereses y conflictos de la industria en surgimiento


Con el despegue paulatino de la industria en Barranquilla, consecuencia del
relativo aumento de la demanda y el precio superior que se pagaban por las
materias primas y productos manufacturados en el exterior, resultado de la
primera y segunda guerra mundial, se produjo en consecuencia una elevación
temporal del poder adquisitivo en algunas capas de la población barranquillera,
que se constituyeron en los compradores potenciales de los industriales que
instalaron sus fábricas en la ciudad para satisfacer, bajo las limitaciones de las
mercancías extranjeras, las demandas del mercado regional y local, existiendo
también un consumo elitista para los sectores adinerados, altos funcionarios
públicos, comerciantes, industriales etc., consumo que se lograba satisfacer por
medio de masivas importaciones. El tipo normal de consumo suntuario era
importado, por ejemplo, por el almacén “La Isla de Cuba” de León Caridi, cuya
especialidad eran los artículos finos para damas y caballeros, o del almacén de
Carlos Dieppa que en su efecto importaba automóviles marca Shell, Mercury,
Lincoln Philips comercializados en su edificio Ford. Sin embargo, los bajos
ingresos en las capas pobres de la ciudad y el peso de haber construido una
infraestructura económica apenas como tránsito para la exportación e
importación de mercancía a través de los puertos, situación que frenaba el
consumo masivo, indicaba, a pesar del auge económico coyuntural en

165
Barranquilla, que los lazos de sometimiento estructural en la región estaban
vigentes lo cual limitaba el consumo de estos bienes y, por consiguiente, la
expansión industrial, como se puede observar en el siguiente aparte:
«Probablemente la Nutrimalta de la Cervecería Barranquilla y Bolívar S.A., la
harina de Generoso Mancini y Cia., y el Jarabe de Pino de Blanco y Roca, S.A.,
se vendían en varias poblaciones de la Costa Atlántica; pero se trataba de un
mercado limitado, por la baja densidad de población, su poca capacidad de
compra y las siempre dificultosas comunicaciones». (Posada: 1987: p. 99)

Lugares donde se ubicaban, a principios del siglo XX, algunas de las poderosas familias
de comerciantes e industriales

Paralelamente a esta situación, la primera y segunda guerra mundial condujo a


que las potencias en guerra destinaran parte de su producción a la fabricación
de armas y, unido a las dificultades que ocasionaban estas conflagraciones
bélicas en el transporte marítimo, se profundizó la disminución de la competencia
de productos extranjeros, sobre todo ingleses, tanto en el mercado local con en

166
el nacional. Estos dos factores permitieron la ampliación en algunas ramas de la
producción industrial para el consumo interno y los industriales locales
aprovecharon al máximo la capacidad de producción existente, generándose así
un clima de crecimiento condicionado para el mercado de exportación. Esto se
confirma con la siguiente apreciación hecha por el Ministerio de Agricultura y
Comercio en 1916: «En el trienio de 1914 a 1916 la exportación se mantuvo igual
a la del trienio anterior (342.000 toneladas) las dificultades que creó la guerra
detuvieron su desarrollo y la importación disminuyó sensiblemente; más en los
dos últimos años, no obstante el encarecimiento de los gastos de transporte,
hemos tenido un aumento de 10% en el volumen de la exportación». (Vergara y
Baena: 1999: p. 341)
Este aumento de la producción para la exportación y para el mercado interno
fueron las bases para el disparo en Barranquilla del crecimiento económico que
entre 1931 y 1938 produjo el nacimiento de 153 industrias, duplicándose esta
cifra entre 1939 y 1945. Esta situación particular produjo el consiguiente
enriquecimiento de los empresarios de la ciudad, generando una considerable
extensión de su peso en la vida política del país y estuvieron favorecidos en esa
coyuntura económica de guerra y de auge para atraer y condicionar la adhesión
de amplios sectores populares (sobre todo de las capas medias en surgimiento),
al proyecto político de los partidos tradicionales. Estos sectores de clase
intermedia colonizaron los barrios Recreo, Las Delicias, Santa Ana y Bellavista.
El crecimiento industrial y portuario producto de la acumulación masiva de
capitales, de la elevación de las exportaciones y de la explotación intensiva de
los trabajadores, fueron originando igualmente la organización de estos últimos
en gremios. En 1927 se creó la Sociedad de Mutuo Auxilio de Paileros, en 1929
se fundó el Sindicato Ferroviario. Surgió la principal organización fundada en
1937, la Federación Nacional del Transporte Fluvial y Marítimo, Portuario y
Aéreo, FEDENAL que aglutinó a 40 sindicatos y 15 mil trabajadores, presentando
en su primer año de fundación la primera huelga realizada entre el 14 y el 17 de
junio de 1937. Es preciso anotar también que con el disparo de las
exportaciones, la creación del departamento del Atlántico en 1905 que produjo
fuertes conflictos con la dirigencia señorial cartagenera causada por los
dividendos que producía la renta aduanera, aunado al consiguiente aumento de
la administración pública en Barranquilla, la carrera burocrática comenzó a ser

167
significativa en esos años, pues gracias a ella y a su afirmación destructiva en el
medio social, mediante la ampliación de la corrupción administrativa, se
acumularon importantes ingresos que afianzaron el poder de los partidos
políticos tradicionales y, además, se consolidaron grandes fortunas personales
y familiares a través de los sobornos, fraudes y maquinaciones que surgían del
crecimiento de la burocracia administrativa y del próspero comercio que fluía
entre el rio y el mar. El clientelismo y la corrupción no son pues fenómenos
nuevos en la ciudad, como lo hemos visto, surgieron y se desarrollaron con la
estructuración del comercio colonial y, posteriormente, con la organización del
nuevo Estado mercantil-dependiente y su nueva expresión territorial en el Caribe
colombiano: el departamento del Atlántico.
De esta particular coyuntura que afectaba a la economía barranquillera en
general y que dependía fundamentalmente de la ya mencionada ampliación del
mercado interno y de la disminución temporal de la competencia extranjera,
permitió una considerable elevación de ingresos a los sectores industriales que,
bien focalizados, producían para el mercado local y nacional. Pero el propio
crecimiento de este sector empresarial local fue, simultáneamente, el proceso de
negación de su desarrollo autónomo pues las condiciones de dependencia a la
poderosa economía norteamericana, reiteramos, no le permitieron su ágil
proyección en las décadas siguientes. Un ejemplo fue la Fábrica de Tejidos
Obregón que fue una de las que más capital acumularon en ese periodo debido
al monopolio total de la producción y la transformación en telas del algodón,
porque como lo indicaba la revista Cromos: «Los señores Obregón, fundadores
y dueños de la fábrica de su nombre eran, más que industriales, importantes
terratenientes de la Costa Atlántica». (Revista Almanaque Nº 4: p. 307)
En el desarrollo de su proceso de acumulación en la industria, la fábrica de los
Obregón expandió aceleradamente su producción: «Fundada en 1914 la Fábrica
de Tejidos Obregón parece haber crecido de manera constante hasta la década
de 1940: 200 telares en la fecha fundada, 300 en 1916, 400 en 1924, cuando se
le consideraba la planta textil más importante de Colombia». (Posada: 1987: p.
97) Pero, al ir desapareciendo las circunstancias temporales que fueron la base
de su crecimiento (la primera Guerra Mundial) y al irse reduciendo hasta su nivel
“normal” tanto la cantidad como el precio de las materias primas que exportaba
el país, y al restringirse con esta situación el poder adquisitivo de la población

168
para la cual iban destinado los telares y sus productos, al mismo tiempo que
reaparecía la competencia extranjera en telas, fue regresando a su volumen
critico la producción textil para el mercado interno, quedando así eliminada las
posibilidades posteriores de ampliación de la producción y fue perdiendo sentido
para los dueños de la fábrica la inversión en su propia industria textil, que en esa
etapa suplía gran parte del mercado local y nacional. Es decir, que mientras en
1919 y 1920 se pagaban $4 por cada 12½ kilos de algodón «Los años siguientes
fueron desastrosos, al parecer la sobreproducción de 1920 causó una abrupta
caída de los precios y en 1932 la 'Cámara de Comercio' (de la cual Obregón era
uno de los miembros más influyentes) le pedía al gobierno central que elevase
la tarifa para proteger la producción nacional de las importaciones» (Posada:
1987: p. 97)
Estas medidas de protección que tomó el gobierno nacional a pedido de los
industriales instalados en Barranquilla, ante la competencia ruinosa extranjera,
condujo a que en años posteriores se crearan en la ciudad trece industrias
textiles más entre las cuales se destacaban la Compañía Industrial Colombiana
Marisol, Rayón, Filta, Textiles Atlántico, Felta, Textiles Ya y otras afines. A la par
de este crecimiento desaforado de la industria textil, que originó multimillonarias
ganancias a sus fundadores, miles de familias barranquilleras ocupaban en 1931
el sector de “barranquillita” para construir allí sus casuchas al lado de los centros
fabriles y ser mano de obra rápida para estos emporios industriales. Del mismo
modo, a mediados de la década del treinta se produjeron tomas de tierras hacia
el sur-occidente, concretamente los destechados se tomaron la finca del
terrateniente y empresario naval Julio Montes, dando lugar al poblamiento
acelerado de este conflictivo sector de la ciudad. El nombre del barrio Montes, o
barrio chino como se le conoce popularmente, tienes sus raíces en una de las
fincas tomadas a este personaje.
Las ganancias derivadas de la inversión en los telares se dirigieron en los años
siguientes a las ramas que ofrecían mayores posibilidades económicas y que
fueran necesariamente las vinculadas al comercio regional y local. La misma
familia Obregón en sociedad con el acaudalado norteamericano Karl C. Parrish
construyeron La Industria que se constituyó en el mayor aserradero del país:
«La Industria producía madera para la construcción, cajas, puertas, ventanas y
muebles; recibió su materia prima de las zonas madereras de la costa a través

169
del río Magdalena y vendía sus productos en Barranquilla, Santa marta, Ciénaga
y en los puertos ribereños hasta Girardot». Posada: 1987: p. 98)
Con ello, esta parte de la burguesía costeña se mezcló fuertemente con los
poderosos intereses económicos internacionales que crecían enormemente en
ese periodo en sectores como la banca, empresas comerciales, energía
eléctrica,50 compañías de explotación agrícola, ganadera, minera etc.
Paulatinamente los productores individuales industriales que producían para el
mercado regional, como los Obregón y los Santodomingo, fueron desdoblando
su capital a otras esferas de la manufactura en la cual la producción industrial
para el consumo de la ciudad y la región no constituían ya el interés único, sino
que la producción para el mercado nacional fue ocupando para estos industriales
un lugar cada vez más importante.
Bajo esa coyuntura se produce, por una situación competitiva de mercados, una
especie de confrontación entre los industriales barranquilleros y los del interior
del país por monopolizar determinados renglones económicos. En 1924, la
Cámara de Comercio local convocó una comisión, al frente de la cual estaba el
capitalista local Rafael Obregón, para analizar los problemas de ventaja y
desventaja de la industria local con la del interior. Después de una enumeración
de dificultades en materias primas, transportes, fletes, salarios, competencia
extranjera etc. entre otros males, concluyeron que «el problema era en el fondo,
uno de mercado: como tener acceso a “los centros más fuertes de consumo del
país”, a pesar de los mayores costos de producción y de la eterna incógnita del
transporte, o, bajo estas mismas condiciones, como evitar la pérdida del espacio
comercial ya conquistado». (Posada: 1987: p. 101)
Sin embargo, y al mismo tiempo que da lugar esta “lucha de mercados” de
competidores nacionales, otro sector de la burguesía barranquillera estrechaba
fuertemente los lazos con los norteamericanos a través de la utilización de los
puertos para la exportación. Solamente en el área del café salieron (1916) por
este puerto 44.998.000 kilos del grano, acentuándose la actividad monopólica en
esta área económica, mientras que el proceso de crecimiento industrial y, por

50
Sobre el tema de la entrega de la energía eléctrica a los norteamericanos, el cronista Miguel Goenaga
(1953: p. 306) comentaba: “A principios de 1927 llegó a Barranquilla el señor Sommer acompañado del
abogado Dr., Cerda; venían a nombre de la poderosa firma Electic Bond Share de Nueva York a buscar un
contrato de alumbrado con el municipio, siendo el primer paso la adquisición de los derechos que los
señores Obregón tenían por unos años”

170
consiguiente, del desarrollo capitalista en esta región fue creciendo sobre la base
de una vinculación siempre creciente con los intereses estadounidenses,
intereses que fueron penetrando eficientemente la industria barranquillera a
través de créditos, materas primas industriales, maquinaria, equipos y
combustibles suministrados, en parte, por la Tropical Oíl Co., multinacional que
tenía en sus manos también, aparte de la explotación petrolera, el negocio de
importación de maquinaria. Esta situación se presentó por Ejemplo con la
Fábrica de Jabón de Francisco J. Palacio donde según Posada: «Las maquinas
eran importadas, como también lo debía ser en alguna proporción del resto de
materias primas que se utilizaban en la elaboración final del producto». Es así
como el capital norteamericano intensifica a otra escala la reproducción de su
poderoso patrimonio: «En esta época las empresas de Estados Unidos estaban
interesadas en la industrialización del Tercer Mundo, ya que tal desarrollo podría
proporcionar mercados para sus productos y oportunidades de inversión».
(Halperin: et. al: 2002: p. 298)
En ese contexto de reproducción intensiva de capital, nace en 1932 con
tecnología norteamericana la famosa fábrica “barranquillera” Laboratorios Picot
fundada por Pedro Cantuchi; pero en realidad esta empresa de productos para
la buena digestión era subsidiaria de la multinacional Ponds Extract Company de
Nueva York. En ese mismo año se instala la Kalusing Importing Company (Kico)
de los empresarios norteamericanos E. Kalusin y A. Eidelman quienes entraron
a monopolizar los productos plásticos y de juguetería en toda la región Caribe
arruinando, en la medida en que se extendía su producción, a cientos de
artesanos que ancestralmente fabricaban juguetes de trapo, latón y madera.
Igualmente se instaló la Fábrica de Oxigeno y Productos Metálicos, cuyo
propietario el norteamericano Robert Lofquist controlaba la producción de
oxígeno, gas y acetileno en todo el litoral Caribe.
A parte del capital asociado encubierto, otro punto importante del cual se
quejaban en 1924 los industriales instalados en Barranquilla agrupados en la
Cámara de Comercio, era el que se refería a una «mayor amenaza de la
competencia extranjera, con una protección aduanera insuficiente» (Posada:
1987: p. 101) Este hecho reflejaba que las restricciones proteccionistas
aduaneras eran precarias en la época y las pocas que existían eran burladas
mediante inversión directa norteamericana en bancos y empresas como la The

171
Walters & Ice Making Co Ltda que fabricaba el negocio jugoso de la época, los
hielos y las cervezas, y mediante la participación creciente de estas industrias
en las sociedades por acciones como la Pinedo-Weber y Cía. Fue precisamente
mediante esta cooperación y participación directa del capital monopólico
norteamericano desde donde se movieron las bases para el florecimiento
industrial y comercial de Barranquilla en los años veinte y dio pie para que la
burguesía tradicional industrial mantuviera las posibilidades de ganancia que, de
alguna manera, justificaran su inversión, monopolizando así el mercado nacional
y regional y eliminando a su paso la participación de otros industriales locales y
nacionales. Es en ese contexto como se puede explicar que el hoy poderoso
grupo Santodomingo fundado en 1911 y que según el historiador Posada «Se
encargaba de negocios de importación, exportación, comisiones y ganadería»
se fuera consolidando en la rama industrial mediante la asociación con capitales
extranjeros, monopolizando el mercado nacional en el área de las cervezas y,
posteriormente, en otras ramas de la industria y las finanzas. Mario Arrubla
(1969: p. 39) explica el fenómeno del origen de estos monopolios en Colombia
de la siguiente manera:
«Esa coexistencia, (capital nacional y transnacional) no podía
explicarse sino teniendo en cuenta que el desarrollo industrial de
Colombia tiene lugar en el momento en que los países avanzados
de occidente han abandonado su juventud competitiva y abordado
la fase monopolista e imperialista, procediendo a la dominación del
mundo atrasado con una acción combinada de apoyo a las fuerzas
retardatarias del país sometido y de freno a un desarrollo
económico cabal que pueda servir de base a su independencia.
Incapaz de darse un mercado nacional, la industria que surgió en
tan singulares circunstancias adquirió en un plazo histórico muy
breve rasgos semi-monopolistas. Su rápido control del reducido
mercado nacional vino a frenar cualquier desarrollo posterior y a
reensanchar la esfera del capital mercantil y especulativo».
Bajo esas características, se fue afianzando en Barranquilla una jerarquía
empresarial compuesta por copropietarios y grandes productores industriales
asociados al capital norteamericano, por representantes locales de navieras
internacionales, por administradores de casas constructoras y casas matrices

172
norteamericanas y europeas, por comisionistas intermediarios, agentes
importadores y exportadores, y como corolario fatídico de esta situación se
consolidó una mafia de administradores públicos y contrabandistas, generando
esto una economía de elite que en lo global no absorbían la mano de obra
necesaria para la estabilidad social y laboral de la ciudad de Barranquilla. Los
otros sectores de la pequeña industria con una producción limitada, solamente
florecieron en aquellas ramas en el que el propio mercado monopolizado por los
empresarios locales no garantizaba beneficios suficientes y no atraía, por lo
tanto, la inversión del capital monopólico norteamericano y, en menor medida, el
europeo.
Las inversiones norteamericanas estaban fundamentalmente localizadas en
aquellas ramas donde se producía la máxima ganancia. Veamos:
«La creciente participación de los Estados Unidos en este comercio
constituye en parte, la confirmación del principio de que el comercio
sigue a la inversión. En 1913, menos del 27% de las importaciones
colombianas provenía de los Estados Unidos y, en 1926, cerca del
48% correspondía a productos norteamericanos. Las
importaciones norteamericanas de productos colombianos se
incrementaron proporcionalmente durante el periodo, llegando al
44% de las exportaciones colombianas en 1913 y alrededor del
86% en 1926. En 1929, nuestra participación en el comercio
exterior colombiano subía a US$153.000.000, o sea el 67% del total
de exportaciones de ese país. La influencia de las inversiones
yankis sobre el desarrollo de este comercio quizá puede verse en
el hecho de que el principal renglón de exportaciones de los
Estados Unidos a Colombia en los últimos cinco años fue el de
maquinaria y equipos, materiales de construcción y automóviles.
Durante muchos años los Estados Unidos le han comprado a
Colombia la mayor parte de su café, producto que en la última
década representa cerca del 65% del total de sus exportaciones».
(Rippy: 1981: p. 186-187)
Así pues, las otras ramas no absorbidas por el capital norteamericano y los
nacientes monopolios nacionales, fueron ocupadas por productores menores
que con niveles de formación empresarial y técnicas de producción muy bajas

173
llevaron a cabo una producción semi-industrial y semi-artesanal en infinidad de
pequeños talleres que funcionaban como complemento a la economía de
monopolio que generaba dependencia: «pequeños talleres también proliferaron;
una publicación de la Contraloría General de la República observó la existencia
de 10.000 artesanos en Barranquilla en 1925» (Posada: 1987: p. 92)
La generalización de estos gremios económicos marginales que absorbían el
70% de la fuerza laboral, fue seguida de una organización y reconocimiento
estatal de los mismos a través de la política de la “revolución en marcha” del
entonces presidente Alfonso López Pumarejo. A la par del “desarrollo” industrial,
se fundaron sindicatos en distintas ramas de la producción que reflejaban la
necesidad de que estos sectores como la pequeña industria, artesanos,
pequeños comerciantes y la mano de obra calificada, quedaran “protegidos” por
los gobiernos de turno. La intención era “integrarlos” al sistema económico para
que no cuestionaran el modelo de dependencia que se iba consolidando.
Nacieron pues entre 1931 y 1937 en Barranquilla la Sociedad de Barberos,
Sindicato Sociedad de Electricistas, Sindicato Obrero de Expendedores de
Carne, Sindicato Fluvial de Subsistencia, de Matarifes, de Braceros Portuarios y
Navegantes, Sociedad de Expendedores de Hielo, Sindicato Unión de
Dependientes de Hoteles, Sindicato de Contramaestres y Marinos del Atlántico,
Sindicato de Obreros Portuarios y el Sindicato General de Celadores.51 De esa
manera, la presencia de dos economías paralelas con distintas raíces históricas,
una de elite; primero colonial-terrateniente, después comercial-expansiva,
industrial-acumulativa y posteriormente financiero-monopólica; con ellas fue
naciendo otra laboral-marginal; primero de esclavos, trabajadores asalariados,
obreros de la industria y portuarios, pequeños artesanos, etc., que con su
herencia y conflictos fue condicionando, modificando y adaptándose al desarrollo
capitalista en los años veinte en la ciudad. De esa manera, se fue excluyendo
paulatinamente las posibilidades de un desarrollo armónico y autónomo de la
sociedad barranquillera en su conjunto, y con ello fue quedando excluida, al
mismo tiempo, la formación de un sector empresarial local que se interesara de
manera consciente en el crecimiento, ampliación y desarrollo de una ciudad
equilibrada en la economía y justa en su redistribución.

51
Posada, citado de Ignacio Torres Giraldo, Los inconformes, 1973. págs. 253-261.

174
En medio de esos desniveles sociales, podemos decir que el origen y desarrollo
de la “industria barranquillera”, que se amplió aceleradamente en las décadas
del veinte y treinta del siglo XIX, no obedeció o bien a una fuerza interna de
desarrollo o a las categóricas disposiciones externas, es decir, a factores
“endógenos o exógenos” definidos y separados como algunos economistas en
Barranquilla han intentado explicar; creo que es esta una forma simplista e
incluso mecánica de presentar los hechos. Del análisis económico de esta
investigación podemos afirmar que fue una interacción entre estos dos factores,
donde el desarrollo dependiente de la economía local, fuertemente anclada en
el comercio internacional, fue desarrollando una industria que permitió que el
factor externo se formara como predominante para su evolución mediante la
intromisión de capitales extranjeros, y la orientación de la dirección empresarial
en condiciones de desventaja se debió fundamentalmente al comercio con los
países capitalistas desarrollados; importando de ellos sistemas administrativos,
maquinarias, capital y tecnología, definiendo de esa forma la dirección
dependiente de su desarrollo posterior. Y el factor interno estaba sujeto a las
bases económicas de acumulación que habían creado algunos extranjeros que
llegaron sin capital y que lo forjaron mediante la especulación y el ahorro y, por
otro lado, estaba el capital de la burguesía heredera del mayorazgo español con
una base agraria y comercial que, mediante la explotación intensiva del trabajo
local y el aprovechamiento de las ventajas geográficas de la ciudad, logró
reinvertir parte de sus utilidades en la industria. En otras palabras, la expansión
de la industria con el crecimiento concomitante de la ciudad y el mercado interno
de consumo fue fundamentalmente de orden externo, es decir, dependiente,
pero había un mediocre impulso interno que estaba relacionado con la
estructuración del carácter pre-capitalista de producción y la concentración de
capital en un número progresivamente reducido de personajes de la clase
dominante local. Así pues, no fueron los “empresarios de la ciudad” los que
forjaron la industria en Barranquilla, sino que fue el ascenso capitalista en Europa
y Estados Unidos y su fácil conexión con la Costa Caribe colombiana los que
modelaron al capitalista industrial criollo hasta proporcionarle organización,
forma y proyección. La teoría del factor “endógeno” o interno en la formación y
desarrollo de la industria solo se puede aplicar al avance manufacturero de las
naciones capitalistas desarrolladas por su condición histórica de ser el centro

175
económico imperial dominante en cada una de sus etapas. Desde luego, la
intromisión extranjera en los asuntos económicos de la industria local, en ese
importante periodo de su desarrollo, no fue resultado de una imposición externa
de manera categórica o amenazante, sino que fue una acción planificada y
concertada por la propia elite política y económica que dominaba el circuito
económico en Barranquilla y que en cada etapa de la evolución económica fue
encontrando las áreas de máximas ganancias y de inversiones lucrativas tanto
en la producción para el consumo regional como nacional. Estos sectores en ese
proceso también actuaron como correa de transmisión en el jugoso negocio de
exportaciones e importaciones, controlado en su mayoría por extranjeros o sus
descendientes. En otras palabras, repetimos, el funcionamiento inicial de la
industria en Barranquilla, su rentabilidad, no solamente dependió de las
condiciones externas (relaciones capital-trabajo, organización, gestión interna,
modificación del aparato de producción etc.), sino también dependieron de las
relaciones internas que se combinaron en un sistema único que supo explotar
eficientemente las grandes ventajas que ofrecía el río y el mar. (comercio
exterior, relaciones de mercado internacionales, crédito ultramarino, financiación
externa etc.). Se puede advertir entonces, para ser reiterativos, que la industria
“barranquillera” no partió de una actividad “aislada” sino a través del contacto
con las operaciones regionales y nacionales y de su interdependencia con el
capital proveniente del exterior con una marcada orientación hacia la
subordinación del mercado interno. Y si enfocamos estas relaciones desde el
punto de vista del capital industrial naciente, la incipiente industria en la ciudad
formó parte desde esa época, de un sistema de relaciones económicas
nacionales que se comunicaba y se aprovisionaba primordialmente a través del
río Magdalena, sistema que incluyó a la vez para su acumulación las condiciones
de explotación de los trabajadores portuarios, el dominio de los mercados
regionales y el crédito y la financiación de sus actividades a nivel nacional, es
decir, se inició una estrategia industrial con una ubicación de las financiaciones
hacia las zonas más rentables del país. Y esto último fue posible en esos años,
en primer lugar, por la presencia de una estructura económico-social que
permitió disponer de mano de obra barata y abundante que llegaba sin cesar de
los pueblos y departamentos vecinos y, además, de un ejército de desempleados
que crecía significativamente. Esta situación se corrobora en la siguiente

176
explicación: «De las 14.000 personas ocupadas en el sector industrial de
Barranquilla en 1945, 9.400 habían nacido en el departamento del Atlántico,
1.800 en Bolívar y 1.500 en Magdalena, el resto provenía de los otros
departamentos del país... es decir un 16% de los inmigrantes había encontrado
ocupación en el sector industrial... el resto trabajaba en los otros sectores de la
economía: transporte, construcción, comercio, servicios; los más desafortunados
engrosaban la fuerza del desempleo». (Posada: 1987: p.103-104) Y, en segundo
lugar, por la descomposición del campesinado de la poco ordenada región caribe
colombiana, que atraídos y sometidos a la fuerza de trabajo asalariada fue
esencial para la acumulación en el surgimiento del capital industrial y, además,
factor determinante en la superación de la etapa mercantil primaria de la
economía exportadora-importadora que se movía inclemente a través de los
puertos existentes; teniendo como base infraestructural para su consolidación la
apertura definitiva de Bocas de Ceniza en 1935. Como se puede ver, esta fuente
imparable de población relativa flotaba y se redistribuía constantemente desde
la costa caribe colombiana hacia el nuevo centro industrial que se ampliaba, pero
su flujo permanente hacia la ciudad no condicionaba de ningún modo su
desarrollo económico-social futuro, y el volumen real de esa población y los
conflictos que generaría solo se puso de manifiesto cuando se abrieron de par
en par las puertas del río Magdalena a través de Bocas de Ceniza y, por
consiguiente, esta concentración del capital industrial produjo en esas décadas
(40, 50 y 60s) del siglo XX una extensión imparable de barrios marginales que
crecían hacia el sur de la ciudad bordeando el río, la calle Caldas, la Cordialidad
y la calle Murillo como veremos seguidamente.
La división creciente del sistema económico en la estructura de tránsito
mercantil, el comercio, las finanzas, la industria y la economía marginal que
surgía paralela en el mercado público, el mercado de granos, la plaza Ujueta, la
plaza del Boliche, el mercado de hierbas y en las ventas ambulantes que fueron
progresivamente tomándose las orillas del caño de la Ahuyama y las calles del
centro comercial, fue también abriendo las brechas de la división estructural y
física de Barranquilla. Mientras la masa de obreros, artesanos, pequeños
comerciantes y desempleados fueron construyendo sus casas y ranchos sin
ninguna planificación estructural y de servicios en barrios como Chiquinquirá,
Montes, Lucero, San Felipe, Calancála, San Pachito, Montecristo y otros; la

177
excesiva acumulación de capital en industriales, comerciantes y políticos
corruptos, dio paso a la construcción de grandes mansiones: «En 1920 -refiere
Posada- Karl C. Parrish en asocio con Manuel y Enrique De la Rosa y con los
ciudadanos norteamericanos James F. Harvey y W. D. De Barrard, fundaba la
Compañía Urbanizadora El Prado con un capital inicial de $US.300.000, el
objetivo inmediato de la compañía fue construir un barrio moderno en las afueras
de la ciudad similar a los suburbios residenciales de los Estados Unidos, con sus
grandes avenidas, áreas verdes, espaciosas casas rodeadas de jardines y
facilidades deportivas».
El derroche de dinero en manos de esta clase social era de tal dimensión que
eran incapaces de medir la magnitud del despilfarro y la vida lujuriosa y esto,
lógicamente, lo sabían aprovechar quienes tenían las riendas económicas de la
ciudad: «“La tendencia es construir muy costoso” escribía el padre de Karl C.
Parrish durante una de sus visitas a Barranquilla; y añadía “el problema es
aguantar a estos tipos para que no gasten más allá de sus posibilidades”».
(Posada: p. 111)
Posteriormente el norteamericano Willian Ladd construyó a su imagen y
semejanza un barrio residencial en honor a una ciudad norteamericana: el barrio
Boston; mientras los pobres igual extendían sus ranchos hacia la parte periférica
de los barrios Las Nieves y Rebolo. Esta situación de abundancia no se
comparaba pues con la humanidad miserable que habitaba en los barrios pobres
arriba mencionados. Bajo esa condición, la pobreza nació paralela con el
desarrollo incontenible de la industria, el comercio, el crecimiento económico y
el “embellecimiento” de la ciudad. La sobrepoblación y el poco o nulo avance en
la construcción de vivienda popular, hacía que la gente de estos barrios de casas
de barro y bareque, techos de paja y piso en tierra se hacinara en habitaciones
pequeñísimas, contribuyendo a la promiscuidad, a las enfermedades
transmisibles que obligaba a los barranquilleros sanos a someterse a los peligros
de contaminación de la fiebre amarilla, las diarreas y otras enfermedades; sin
medios mínimos de control sanitario, sin agua potable ni alcantarillado. Un
informe de la Contraloría radiografiaba la situación de los barranquilleros pobres
así: «Se ha hecho el detalle de los parentescos, las edades y los sexos de las
personas que ocupan las casas de 1 y 2 compartimentos para demostrar como
la estreches de las viviendas es factor determinante de absoluta promiscuidad

178
en la cohabitación de piezas que simultáneamente son salas, cocinas,
comedores, y dormitorios para hombres y mujeres púberes e impúberes
vinculados entre sí por distintos parentescos». (Contraloría: 1948: p. 72)

Inquilinato en Barranquilla (1940): estas casas albergaban alrededor de 14 familias en


condiciones malsanas

En fin, la insalubridad patente, la ignorancia impuesta y el alcohol en abundancia


eran consecuencias inevitables del hacinamiento en que vivían los habitantes de
los barrios populares, quedando sometidos y condenados a los residuos que les
dejaba el capital industrial y mercantil, no teniendo así la oportunidad de ganar
un salario justo que le permitiera vivir en condiciones modestas. Las autoridades
de salud del municipio solo intervenían cuando se desataba una epidemia
inevitable, y solo lo hacían para sepultar a los cadáveres de los pobres en el
cementerio Calancala creado para tal fin, y aislar a los moribundos en el único
centro hospitalario: el Hospital de Barranquilla. Esta situación concreta influía en
la baja productividad de los obreros portuarios e industriales y expandía
rápidamente las enfermedades en los sectores marginales no integrados a la
economía formal. Sobre este tema, un funcionario de la Organización
Panamericana de la Salud en un análisis de la situación latinoamericana de la
época explicaba: «En efecto, una producción baja de bienes y servicios crea
salarios insuficientes y estos a su turno, dan lugar a una nutrición inadecuada, a

179
una instrucción y una educación deficientes, a una vivienda malsana, a un bajo
nivel de vida. Estos factores fundamentales que condicionan la enfermedad la
que, a la recíproca, generan una energía humana de capacidad limitada y con
ella una baja producción, es decir, crea un círculo vicioso». (Horowitz: 1960: p.
12)

6.2 Las rebeliones obreras y la intervención estatal en el desarrollo de la


industria local

Los principales obstáculos al rápido desarrollo de la industria y al comercio


importador-exportador rentable fue la gran pobreza en que vivía la mayoría de la
población en Barranquilla; la limitación relativa de la demanda solvente; la
realidad constante y evolutiva de que grandes grupos de la población estaban al
margen o completamente fuera de la economía de consumo (Esta fue
establecida masivamente por la Voz de Barranquilla inaugurada el 8 de
diciembre de 1928 propiedad de Elías Pellet hijo del primer cónsul
norteamericano en Barranquilla); la competencia intensiva de la producción bien
elaborada de los países desarrollados y, como factor fundamental, la ausencia
de una red moderna de comunicaciones que fuera capaz de vincular con más
eficiencia la economía barranquillera con la del resto del país. Estos temas
limitaron fuertemente la expansión industrial regional; pues ya se observaba en
la segunda década del siglo XX que en el país:
«Existían apenas una corta longitud de carreteras; los islotes y
obstáculos entorpecían el transporte fluvial, tanto en la boca de los
ríos principales como a lo largo de todo su trayecto. Para viajar de
la Costa del Caribe a la capital, pasajeros y todo su equipaje tenían
que subir al barco y bajar de él por lo menos siete veces. Un viaje
de Barranquilla a Bogotá y de esta ciudad a Pasto o Buenaventura
exigía cinco o seis semanas en las mejores condiciones posibles».
(Rippy: 1981: p.37)
Bajo tales condiciones de atraso en infraestructura, el riesgo de establecer
industrias en la ciudad para el mercado nacional era muy alto y si no se
establecía una regulación estatal en el control de los puertos, inversión en
infraestructura e implementar medidas proteccionistas para crear una fuerte

180
economía regional, las iniciativas comerciales y empresariales comenzaban a
mostrarse imposibles para las décadas siguientes. En el interior del país, sobre
todo en la región antioqueña, el centro y el Valle la economía, por su fácil
conexión entre sí, su bajo contacto con los poderes transnacionales y
relativamente alejadas del contrabando, logró mayor capacidad de desarrollo y
crear una sólida industria con un fuerte mercado de consumo a su interior que la
pondría en adelante a la cabeza del desarrollo capitalista en el país.52 Los
empresarios instalados en Barranquilla, por el contrario, se mostraban renuentes
al control estatal, pues gran parte de sus ganancias la derivaban del comercio
con el extranjero, de la evasión de impuesto y de la industria ilícita del
contrabando. Un experto en transportes norteamericano sobre la situación de
algunos empresarios barranquilleros, comentaba: «Muchos entre ellos utilizan
prácticas de laissez-faire ya anticuadas, oponiéndose con terquedad a cualquier
intento de regular su individualismo recalcitrante». (Nichols: 1973: p.82)
Así pues, el verdadero obstáculo de la industrialización a gran escala y la
agilización del comercio en Barranquilla no consistía tanto en la falta de recursos
de capital, al centralismo o a la “competencia de Buenaventura”53 como esgrimen
abstraídos de la realidad algunos economistas, sino a condiciones
socioeconómicas infraestructurales y de una concepción económica errónea que
fueron conspirando lentamente contra la producción, movilización y colocación
efectiva y rápida de los productos industriales en los mercados del interior y aún
del exterior. En otras palabras, el capital mercantil como forma de acumulación
prioritaria de la burguesía barranquillera, y destinado únicamente a la compra y
venta así como a las operaciones económicas que le están asociadas, era por lo
general un capital que funcionaba mayoritariamente en la esfera de la
distribución de mercancías y no originaba (origina), por lo tanto, ganancias
efectivas para iniciar la producción industrial a gran escala; en cambio el

52
Indicios de los orígenes del desarrollo industrial en estas regiones lo hace (1977: p. 54) Frank Safford:
“Por aquellos tiempos, sin embargo, los altos empresarios de Bogotá encontraron sin duda un aliciente en
la protección proporcionada por los altos costos del transporte por el río Magdalena... Hagen considera y
hace observaciones interesantes sobre las influencias de la emigración vasca, la experiencia minera (como
escuela económica) y el aislamiento de Antioquia como factores de su desarrollo económico”
53
Esta teoría afirma que “Desde finales de la década del treinta la ciudad había visto deteriorar su situación
económica global llevando a una pérdida de dinamismo industrial en los años cuarenta y cincuenta. El
principal factor detrás de esta evolución fue la pérdida del liderazgo portuario de Barranquilla como
resultado de la competencia de Buenaventura”. Adolfo Meisel, ¿Por qué se disipó el dinamismo industrial
de Barranquilla? Editorial Presencia, 1993, p. 23.

181
desarrollo de la industria en Bogotá, Cali y Medellín (el denominado “triángulo de
oro”) generaba una acumulación efectiva de plusvalía por la poca competencia
extranjera, lo que permitió extender significativamente su industria, es decir,
social y económicamente hablando ni Barranquilla ni Buenaventura se
desarrollaron sólida y equilibradamente por los siguientes factores 1) haberse
especializado en una economía de transito 2) por las circunstancias de
vulnerabilidad a las fluctuaciones de la especulación del comercio internacional
y 3) por la influencia negativa del comercio ilegal por ser los principales puertos
exportadores importadores del país.54
En ese contexto, la acumulación que se desarrollaba de manera acelerada en el
comercio exportador no conduciría a una rápida acumulación de capital en la
industria, sino cuando se disolviera la economía mercantil de tránsito que
manejaban las casas comerciales extranjeras, cuando se generalizara a gran
escala la producción de mercancías de capital local, cuando se lograra controlar
el contrabando y cuando el papel del Estado se situara como factor protector de
los industriales nacionales no monopólicos, pero además, y lo más importante,
protector de las medianas empresas y de los pequeños productores que, como
afirmamos anteriormente, concentraban la mayoría de la fuerza laboral total. Las
políticas estatales y municipales debían pues rebelarse contra la presencia de
los monopolios extranjeros que dominaban el circuito económico de la ciudad,
inmersos estos monopolios en una clara concentración de capitales hacia arriba
y hacia fuera. Por otra parte, los grupos monopólicos “barranquilleros” que
despuntaban, como los Santodomingo, ante el copamiento del mercado regional
reinvirtieron sus capitales en otras partes del país, a pesar de la grave fractura
social y la explosión de desempleo que existía en la ciudad, lo que indica que la
industria “barranquillera” no funcionaba ni antes ni ahora con los principios del
sentimiento regionalista, como creen ingenuamente algunos economistas, sino

54
Sobre el tema de la pobreza en Buenaventura y como una paradoja de la abundante riqueza que transitaba
por su puerto afirmaba un diario capitalino que «Pese a ser el puerto de carga más importante del país y de
aportar, según la DIAN, más de un billón 714 mil millones de pesos cada año por impuestos, el 80% de la
población de Buenaventura vive en la pobreza. Y el desempleo llega al 30% de acuerdo con el análisis de
la encuesta de Calidad de Vida realizada por el PNUD y que algunos consideran optimistas. En el
diagnóstico de lo que ocurre en el puerto vallecaucano aparecen violencia generada por guerrilla,
paramilitares y narcotraficantes; un analfabetismo del 17% que supera el promedio del país (9%) y la mitad
de sus casi 350 mil habitantes no tienen acceso a agua potable» . Buenaventura, puerto pobre, El Tiempo,
noviembre 29 de 2005, p. 1-1.

182
que operaban ya, en cualquier región del país, bajo el salvaje escalofrío de la
ganancia.
Los cambios políticos en 1930 que estuvieron acompañados de los primeros
estallidos sociales y saqueos por hambre en la ciudad,55 la llegada de los
liberales al gobierno acompañados de la misión Kemmerer (alemana) que
intervino en lo referente a la Ley Orgánica de Aduanas (Ley 79 de junio de
1931)56 favoreció las posibilidades de crear un complejo socioeconómico que
fortaleciera la industrialización a gran escala y el comercio con el interior a través
del río Magdalena, pero la incapacidad política de la dirigencia local frenó tales
posibilidades pues «La congestión de los puertos marítimos y fluviales no vino a
solucionarse sino hasta el periodo de depresión económica, que trajo consigo
una disminución en el volumen comercial para de nuevo presentarse a partir de
1940». (Nichols: 1973: p. 197)
Si el gobierno no intervenía rápidamente en agilizar la movilidad de las
mercancías, en mejorar las condiciones de navegabilidad por el río y en invertir
en capital industrial, entonces la variante más probable era que ese capital
enorme que se movilizaba y acumulaba por esta vía se escurriera por canales
secundarios. Es decir, se dieron las posibilidades de acelerar la industrialización,
existían los recursos para las obras, pero no había en Barranquilla en ese
periodo de los años veinte, treinta y cuarenta una clase social que, dentro del
esquema económico establecido, es decir de dependencia al capital extranjero,

55
Estos cambios de reacomodación política del poder y del capital al interior de la clase dominante no
llegaron solos, por el hambre y el desempleo creciente en la ciudad, estuvieron acompañados de grandes
manifestaciones que fueron violentamente reprimidas: “en Barranquilla, el 16 de septiembre de 1930 desde
las 7 de la mañana y durante todo el día, oleadas de masas hambrientas apedrean vitrinas y saquearon (aquí
sí) algunos alimentos, la policía es incapaz de dominar la multitud, en vista de lo cual irrumpe el Ejército y
se producen violentos choques y en consecuencia muertos y heridos. El bloque de masas se desarma y la
gente se escurre por las calles. Pero de nuevo aparece, se reagrupa en las plazas... el miedo invade a los
notables y de la gobernación sale la promesa de reabrir los trabajos de la carretera a Puerto Colombia, así
como de nuevas obras” Ignacio Torres, op. cit., págs. 218-219.
56
Para entender el tema de los aranceles en ese periodo, conviene recordar que el punto de partida hacia un
mayor proteccionismo a escala mundial puede fijarse en 1930, año en que se publicó en Estados Unidos la
llamada “Tarifa Smoot-Hawley” que elevó los derechos de importación de los Estados Unidos, y, por otra
parte, Inglaterra que por entonces era la primera potencia comercial del mundo capitalista, ante la actitud
proteccionista de Estados Unidos, reaccionó con la convocatoria de la conferencia de Ottawa de 1932 en la
cual se acordó un sistema de 'preferencias imperiales', basadas en un postulado bien simple y concreto
'primero los productores nacionales, en segundo término los del imperio Británico (dominios y colonias) y
los últimos los extranjeros.' Los países subdesarrollados siguieron en la misma línea trazada por las
potencias y es así como Colombia presionada por esa situación internacional, comenzó a implementar
mecanismos proteccionistas. Así pues, el objetivo primordial de la ley 79 de junio de 1931 era la
reestructuración técnica de la aduana para intensificar el control a las importaciones mediante la imposición
de altos aranceles y favorecer así el desarrollo industrial.

183
tuviera el poder necesario y un interés tan apremiante como para abrir los
caminos en otra dirección. La llamada “Liga Costeña” que se creó en 1919 por
comerciantes, algunos industriales y políticos de los partidos tradicionales,
únicamente se preocupaba de contratos y manejo de recursos que iban a parar,
por lo general, a sus cuentas bancarias y en sus conflictos con el centralismo,
para hacer propuestas de anexión a las políticas imperiales norteamericanas;
base contradictoria pero necesaria de su existencia histórica. Un cónsul de este
país sobre el tema afirmó: «El sentimiento que prevalece entre los miembros de
la Liga Costeña es decididamente hostil al gobierno y algunos han hecho velados
comentarios que sería mejor para los departamentos de la Costa separarse de
Colombia y ser gobernados por una nación que protegiera sus derechos y bajo
la cual pudieran prosperar, se supone que estos comentarios se aplican a una
unión con Panamá bajo la protección de los Estados Unidos». (Informe Consular:
1998: p.65)
El objetivo de esta “liga” era pues presionar concesiones económicas en interés
de los grupos que se amotinaban con el cuento inútil del separatismo, motivados
en gran parte por la euforia que les produjo la separación y anexión de Panamá
al imperio norteamericano. Al conseguir algunas prerrogativas económicas del
Estado para fortalecer su capital a través de las comisiones y los contratos; la
amenaza de la separación de la Costa se constituiría, en adelante, en una
derruida bandera del gamonalismo regional para alimentar sus beneficios y que,
hasta nuestros días estos sectores, de manera vulgar y pidiendo dinero al
contado, continúan amenazando al centralismo bogotano con la creación de la
“República Independiente del Caribe”.
Este desgreño y desinterés en lograr un desarrollo económico y social
concertado y equilibrado y de asumir sin vergüenza posiciones regionalistas de
anexión al imperio, logró un efecto de respuesta de la población que condujo a
que los obreros, defraudados por la poca intuición intelectual y política de sus
dirigentes, pasaran a la ofensiva creando en 1936 dos poderosas organizaciones
sindicales FEDENAL y FERROVÍAS que en determinadas coyunturas pusieron
en jaque a los factores de poder que existían en Barranquilla en ese periodo. Así
las cosas, con la creación de estos poderosos sindicatos, el gobierno intentó
atenuar los conflictos sociales y políticos con la Costa Atlántica a punta de
normas jurídicas para tratar de evitar la fragmentación y la confrontación: «El

184
gobierno de Colombia continuó enfrentándose a los problemas fluviales a través
de las leyes. A finales de 1943 una nueva Ley destinaba cinco millones de pesos
para un proyecto de cinco años de duración, que comprendía obras de dragado
y obras para mejorar las condiciones de navegabilidad del río. Un decreto del
año siguiente autorizaba la construcción de una Compañía Nacional de
Navegación, con un capital de tres millones de pesos, con el propósito de
propiciar el mejoramiento del transporte fluvial y costanero». (Nichols: 1973: p.
197)
Sin embargo, a pesar de la inyección de capitales para la agilización mercantil
las cosas en la ciudad no mejoraron en términos sociales y de infraestructura, lo
que prueba que los principales obstáculos a la proyección de la industrialización
y navegabilidad eficiente por el río, no dependían tanto del atraso económico de
la región Caribe o a la pobreza fiscal del gobierno central, sino más bien a la
corrupción administrativa que se fortalecía en el municipio y toda la región Caribe
y a la estructura de sometimiento que dominaba el principal puerto del país.
Los trabajadores portuarios organizados en la FEDENAL aprovecharon muy bien
el poder de su organización y los conflictos originados entre los intereses de las
políticas estatales y los de los gremios privados, conquistándole al capital
importantes logros en heroicas luchas; única forma de lograr la redistribución
económica y la pretendida justicia social:
«El pacto laboral del 37 resolvió las dificultades entre las dos
partes: clasificó las tripulaciones, determinó la alimentación de los
trabajadores de los barcos, fijó el salario mínimo en $ 2.20 y el
salario por categorías, y exigió el pago por indemnización por
accidentes. Como claras conquistas obreras estaban el aumento
promedio del salario en un 63% ¡y lo que ningún otro sindicato
colombiano ha conseguido en la historia: la sindicalización
obligatoria del personal contratado! Las compañías navieras a su
vez consiguieron permiso para elevar la tarifa». (Archila: 1987:
p.48)
De no desarrollarse el proceso económico que evolucionaba en la ciudad bajo
una intervención estatal autónoma, la acumulación de capitales para otras ramas
de la producción se desarrollaría, en adelante, insuficientemente entre otras
cosas a causa de la excesiva influencia del poderío económico norteamericano

185
en la economía de la ciudad y de la gran limitación del mercado interno de
consumo, pues las conquistas obreras de los trabajadores portuarios no fueron
ganadas para la totalidad de los trabajadores integrados en otros procesos
productivos, sectores que constituían aproximadamente el 75% de la fuerza
laboral activa. Este hecho frenó en gran medida el proceso de acumulación
creciente de la industria barranquillera o se realizó tan lentamente que sus
niveles de crecimiento no alcanzaron a absorber la masiva mano de obra que sin
cesar se instalaba en la urbe. En esa medida, cuando algunos de los grupos
económicos que controlaban el mercado local comenzaron a sentir las medidas
económicas proteccionistas de la “revolución en marcha” liberal, vieron en estas
un obstáculo en su camino y comenzaron a mover capitales por fuera de los
nuevos parámetros económicos establecidos. La evasión de impuestos fue pues
un fuerte de acumulación en ese periodo. Pero el control de capitales no solo se
realizaba a través de la evasión vía corrupción, sino que también las obras de
infraestructura que requería la ciudad marcaban un fuerte vínculo con los
intereses norteamericanos y, en menor medida, los europeos en las décadas del
treinta y cuarenta del siglo XX. Karl C. Parrish norteamericano “patrono” de
Barranquilla en esos años, era el que tenía en sus manos no solamente la
planificación estructural de la ciudad sino también el control de importantes áreas
económicas. Entre estas figuraban la construcción del Terminal Marítimo «Que
permitiera, como complemento indispensable para Bocas de Ceniza, a los
barcos marítimos atracar al igual que las embarcaciones del río. Esto suponía no
solamente nuevos muelles y bodegas sino maquinaria pesada para carga,
nuevas instalaciones aduaneras, ferrocarriles, almacenes, teléfonos, luz y todo
lo que se requiere para tener un puerto moderno». (Nichols: 1973: p. 266)
El contrato para la construcción del nuevo terminal se celebró en 1933 siendo
“por casualidad' las firmas del acaudalado Karl C. Parrish y sus subsidiarias
norteamericanas las que ejecutaran la obra, entre ellas estaban, como lo
anotamos, la Compañía del Terminal de Barranquilla (que encarnaba los
intereses directos de Parrish), la Raymond Concrete Pile Company y la Winston
Brothers Company. Las obras fueron contratadas inicialmente por un valor de
$2.500.000 duplicándose el costo en el transcurso de la construcción.
Los otros intereses económicos de Parrish estaban, como afirmamos en líneas
anteriores, en urbanizadoras, en industrias y en la realización de importantes

186
obras de infraestructura como el estadio de fútbol Romelio Martínez. Fue también
el contratante de la modernización del acueducto con un préstamo concedido
por la compañía financiera Illinois Central Trust Co., de la remodelación del
Mercado Público y, además, artífice y máximo beneficiario de la creación de las
Empresas Públicas Municipales (EPM). Para recoger la deuda contraída por el
municipio producto de estas necesarias obras, Parrish no designó a la hacienda
pública distrital que era la entidad encargada por ley de hacerlo, sino que su
desconfianza en los corruptos políticos que pululaban en la administración, lo
llevó a designar por vías de hecho y por veinte años a un ciudadano
norteamericano: Samuel Hollopeter. Así pues, Mr. Karl Parrish, Mr. Hollopeter y
los demás gentlemans norteamericanos que aprovecharon bien la época de la
“bonanza de los millones” para imponer sus “planes de desarrollo” al municipio,
fundaron un sistema de relaciones económicas y políticas con arreglo al cual las
políticas urbanas de la ciudad se convirtieron abierta y cínicamente en un
instrumento para consolidar los monopolios y para el enriquecimiento personal y
familiar de estos personajes.
El imperio norteamericano a través de sus agentes tenía pues una fuerte
influencia en la administración pública, sin embargo, el relativo avance del
empresariado local producto de la industrialización que avanzaba bajo la
protección de la reforma arancelaria de 1931, por la cual las aduanas dejaron de
cumplir la función exclusiva de fuentes de ingresos fiscales y se convirtieron en
un medio de defensa de algunas ramas industriales contra la competencia
ruinosa de la industria extranjera (Arrubla: p. 166), fue la base para que estos
sectores reafirmaran su carácter dominante tanto en el plano económico como
en decisiones de índole política en sus intereses y conflictos con las políticas
centralistas, afirmándose en el plano regional una poderosa burguesía industrial.
Así lo atestiguaría un economista local de la época:
«No existiendo entre nosotros una legislación que amparara en forma explícita y
concreta el desenvolvimiento industrial, la protección aduanera vino a llenar
tamaño vació con los resultados que ahora estamos contemplando... la que
mejor supo aprovechar las ventajas de la protección aduanera, fue sin duda
alguna, Barranquilla. Desde que comenzó a regir, se procedió a fundar
compañías para la explotación industrial, con la consiguiente demanda de

187
obreros y el establecimiento de industrias derivadas».57 (Bernal: 1941: págs. 8-
9)
En ese contexto en 1936, un año antes de la fundación de los barrios obreros de
San Isidro y Alfonso López,58 la encumbrada clase política local movilizó a una
parte de la población barranquillera para que el gobierno central reanudara los
trabajos de apertura definitiva de Bocas de Ceniza, apelando al manido
regionalismo y al “progreso de la ciudad” para fortalecer sus intereses e intentar
reafirmarse en el escenario nacional como actor político y económico. Las
barriadas barranquilleras fueron manipuladas y posteriormente excluidas en
provecho de los gremios, como lo afirma Jaime Colpas:
«El acucioso gentío se dirigió al Teatro Municipal 'Emiliano
Vengoechea', donde a la sazón se iba a elegir la Junta de
Defensa de Barranquilla, que era promovida por la Sociedad de
Mejoras Públicas para defender los intereses citadinos y
centralizar la directriz del movimiento. Sin embargo, la reunión
se efectuó en el Teatro Colombia por ser este más espacioso
que el vetusto Teatro Municipal que empezaba a ceder ante el
embate del tiempo y la desidia oficial. Al final de la reunión la
junta fue escogida. En ella el bajo pueblo no tuvo ninguna
participación».
Barranquilla vivía de esa forma en un periodo histórico conflictivo y acelerado,
con múltiples cambios de rumbo, de forma que, bajo esos elementos de
exclusión, la clase popular no estaba ya segura de que la ciudad caminaba
siempre “dando su voz y su músculo al progreso” como lo afirmaba
candorosamente su himno, sino encauzada al subdesarrollo y la pobreza como
lo mostraba claramente esa realidad.
Para la década del treinta, el grupo Santodomingo ya se perfilaba como
dominante en las relaciones económicas locales y en un fuerte “contradictor” de
los mecanismos monopólicos que imponían los norteamericanos. Sobre el
manejo de las Empresas Públicas Municipales que actuó como “florero de
Llorente” giró el conflicto con el capital imperial, como lo atestigua la nota que

57
Alirio Bernal, Barranquilla industrial, Hemeroteca del Atlántico, 1941, p.8-9.
58
El barrio se creó en homenaje al banquero Alfonso López Pumarejo, entonces presidente de la república
quien llegó a Barranquilla en 1937 a inaugurar los nuevos muelles del Terminal Marítimo y Fluvial.

188
sigue: «En 1936, esta entidad también recibía ataques del sector privado, ahora
de parte de J. Mario Santodomingo, quien había ya presidido la Cámara de
Comercio. Según rumores que llegaban a oídos del cónsul de los Estados
Unidos, J. Mario Santodomingo 'no podía tolerar que prácticamente toda la
estructura económica de Barranquilla estuviese en las manos de una institución
financiera americana'». (Monthly Political Reports: 1936: p. 113)
Era esta pues una lucha por el control económico y administrativo que se iniciaba
y quien ayer atacaba a los monopolios se convirtió, mediante la asociación con
estos, en uno de los grupos que hoy concentra a gran escala la riqueza del país.
En efecto, los monopolios internacionales anclados en Barranquilla fueron más
allá de la simple instalación de sus industrias y sus capitales en el contexto de
las nuevas leyes proteccionistas que auspició la “revolución” de López Pumarejo;
pariente muy cercano de los Santodomingo. En primer lugar, las nuevas fábricas
que se montaron y la organización comercial que comenzó a regir en la ciudad
organizaron una especie de sistema subsidiario en el que los grandes
empresarios instalados en las zonas industriales especiales como la Vía
Cuarenta, Barranquillita y la Calle Treinta, comenzaron a producir para el
comercio local y nacional por cuenta de los mismos monopolios extranjeros;
quienes imponían a la producción local las fases y las orientaciones del
crecimiento industrial, regulaban a su antojo la producción y el suministro de
tecnología, eran los que establecían los mercados internacionales de acuerdo al
lucro de las inversiones, manipulaban el desembolso de capital, apoyándose en
la inversión y el crédito directo que los contratistas y subcontratistas hacían a los
bancos extranjeros que estaban instalados en el centro y norte de la ciudad y,
además, trasladaban concertadamente los costos y perdidas a los asociados
nacionales. Bajo esa “unión mixta”59 de capitales nace en Barranquilla en 1930
la Unión Industrial Y Astilleros Barranquilla (UNIAL S.A.) empresa que nació
como subsidiaria de la Todd Shipyards Corporation, de la Baldwin Lima Hamilton
Corporation y la Charleston Shipbuilding Drydock Company que ocupaban en
principio el 81% de las acciones, y se constituiría UNIAL como «La industria
metalmecánica y de construcción naval más importante de Colombia y una de

59
Los monopolios de los Estados Unidos aprovecharon hábilmente las llamadas empresas mixtas
haciéndolas pasar como empresas barranquilleras, evitando de esta manera el riesgo de una posible
nacionalización, por la grave convulsión política y laboral que existía en la ciudad y el país.

189
las primeras de Centro y Sur América... sus productos pueden competir con todo
éxito en los mercados internacionales». (Sarta: et. al: 1972: p. 215)
Los capitalistas de UNIAL eran una integración efectiva que permitió en corto
tiempo, tanto la reinversión de capital extranjero para colocarlo, luego de la
reversión de utilidades, en la bolsa de valores norteamericana para la estabilidad
y proyección de la inversión, así como también comenzaron a proyectar y
consolidar a los nacientes monopolios locales en lucha por controlar la
navegabilidad por el río y el comercio interoceánico, en este caso ese papel se
le asignó al grupo Santodomingo. Los representantes del capital en la compañía
eran Edward Wills, J. Louis Reynolds, B. Gralow, Julio Mario Santodomingo, Julio
Mario Santodomingo Jr., Alberto Pumarejo y Germán Salazar. Posteriormente
este mismo grupo creó Aluminios Reynolds60 con miras a seguir con la línea
monopólica en las ramas metalmecánica y de aluminio, fortaleciendo la dualidad
de los capitales monopólicos tanto internos como externos. Así pues, esta
compañía:
«Se fundó hace años en Barranquilla, al integrarse un consorcio
internacional formado por capital colombiano y estadinense, con
fines a la explotación de un ramo vital para el desarrollo de otras
industrias, dentro del campo metalmecánico: la producción de
láminas y estrusiones de aluminio». (Sarta: et. al: 1972: p. 202)
Es de anotar que esta industria (UNIAL) tuvo un fuerte apoyo económico estatal
a través del Instituto de Fomento Industrial (IFI), siendo pues el capital estatal un
poderoso impulsor del desarrollo inicial de los monopolios nacionales. Así lo
señala con precisión Mario Arrubla (1969: p. 176-177):
«El Instituto de Fomento, creado así con el fin de atenuar la contradicción entre
los intereses de los capitalistas particulares y los del conjunto del régimen
capitalista (fin que, por otra parte, define a las instituciones oficiales y
semioficiales burguesas tanto como sus funciones antipopulares) cumplió en
alguna medida su misión. A su iniciativa se debieron empresas como la Planta
de Soda, las Industrias del Mangle, la Compañía de Productos Químicos
Sulfácidos, la Compañía Nacional de Cloro y derivados, la Industria Colombiana
de LLantas, la Unión Industrial de Astilleros de Barranquilla, la Industria

60
La poderosa familia Reynolds, cuando inició sus operaciones de aluminio en Colombia, tenía fuertes
vínculos económicos con el grupo Manufacturers Hannover Trust de los Estados Unidos.

190
Colombiana de Pesca Marítima, el Matadero Frigorífico de Villavicencio, el
Consorcio Industrial de Santander, y finalmente las Acerías de Paz del Río».
Si bien en ese periodo algunos pequeños industriales se quejaban de la
presencia del capital extranjero asociado, para los nacientes monopolios
nacionales, forjados con dineros del Estado y la eficiente explotación de la mano
de obra, la visión era enteramente contraria pues con más filantropía que
racionalidad económica veían en estos capitales la posibilidad de aumentar el
empleo nacional, ampliando de esa manera el mercado interno para toda clase
de productos y, por esa vía, contribuir a aliviar los graves conflictos sociales y
obreros que eran fuertes en la época. Igualmente, estos grupos que se
integraban reconocían que la asociación de capitales a través de firmas
extranjeras, traían consigo nuevas técnicas y nuevos métodos organizacionales
que estos nacientes monopolios colombianos podían asimilar para sus nuevas
adaptaciones tecnológicas, aprovechando la ubicación estratégica de la ciudad
como punto equidistante entre el río y el mar. Sin embargo, el auge del capital
monopólico nacional y local no fue naciendo solo ni impune como creían los
empresarios en Barranquilla. A la par de éste nació la Federación De
Trabajadores del Atlántico (FEDETRAL) quien, probando fuerzas con el capital,
organizó en abril de 1947 un paro departamental «Acompañado de marchas de
hambre similares a las que se hicieron en los años de la depresión. El paro en el
Atlántico fue total y sirvió de ejemplo para el sindicalismo del resto del país».
(Archila: 1987: p. 44)
La principal contribución de las compañías norteamericanas de capital asociado
a la creación de las corporaciones mixtas barranquilleras, fue pues un paquete
tecnológico que configuraban patentes, diseños de planta, procesos industriales
y técnicos y, lo más importante, el prestigio que generaban las marcas
extranjeras en el mercado de consumo promovido por la propaganda en masa
que auspiciaban los periódicos El Comercio y El Heraldo, inaugurado este último
en 1933, y las recién fundadas Emisoras Unidas y la Voz de la Patria; acción
ideológica de la propaganda en masa que fue limitando lentamente el terreno de
las importaciones a través de la promoción intensiva del consumo local. Es de
recordar igualmente que una de las primeras emisoras existentes en
Barranquilla, la Voz de la Víctor, era propiedad de la multinacional
norteamericana RCA Víctor y la contraprestación de su existencia era emitir

191
solamente los discos de la RCA, situación que los llevó a la quiebra porque la
gente en barranquilla se cansó de escuchar siempre las mismas repetidas
canciones en esa emisora

Edificio de Emisoras Unidas quien por sus ataques a Gaitán fue incendiado por el pueblo
insurrecto en abril de 1948

Los procesos de industrialización con hegemonía del capital extranjero, no solo


provocaron la existencia en Barranquilla de una masa de divisas que el país y la
ciudad perdieron por concepto de patentes, dividendos, impuestos etc., sino que
además se generó una orientación negativa de las divisas disponibles, divisas
que necesariamente se destinaron, en su mayoría, a los insumos que proveía el
capital extranjero. De esa manera, ese proceso de industrialización orientado al
mercado local encontró su término en la capacidad adquisitiva de la población
barranquillera y, como alternativa, quedaron las políticas orientadas a la
exportación, dirigidas estas a otras regiones del país y al exterior. Desarrollar las
vías de comunicación era pues un paso necesario e imprescindible para
materializar la nueva estrategia económica de acumulación, como lo veremos en
el capítulo que sigue.
Por otro lado, en el terreno cultural, Barranquilla en los años treinta era un
hervidero de pasiones aguijoneado por los sones que procedían de las islas
antillanas y por los aires locales que descendían del rio Magdalena para terminar

192
su periplo en las esquinas de los barrios populares. Los fandangos, las
guachernas, el berroche y el chandé eran el estímulo de la población para olvidar
la agobiante pobreza y preparar las grandes danzas que los redimirían, por lo
menos simbólicamente, en los cuatro días del carnaval, pero pasado este
desenfreno de alegría, las deudas de los obreros y sectores populares los
llevaban a insistir en la rebeldía y a exigir nuevos paros a la dirigencia de la
FEDENAL.

6.3. Se agudizan los problemas sociales: carreteras, ferrocarriles y la


aviación en la decadencia comercial del río Magdalena

El auge económico de la etapa previa a la segunda guerra mundial producto de


la creciente industrialización (que se elevó a un ritmo del 7.8% anual) representó
la tasa más alta de crecimiento económico bajo la era del modelo de sustitución
que eliminó buena parte de las importaciones, debido a que se dio «La ocasión
propicia para una nueva sustitución de importaciones, particularmente las de
ciertas materias primas esenciales por entonces de gran demanda y cuya
producción se podía emprender con facilidad. Así se instalaron las primeras
fábricas de rayón, de ácido sulfúrico, de manufacturas de aluminio, de curtientes,
de ácido clorhídrico, de hilazas de lana, de productos de asbesto-cemento y
llantas». (DANE: 1930: p 86)
Esta apertura a la industrialización permitió que en Barranquilla en el año de
194461 se pudieran contabilizar 1.700 establecimientos industriales; y mientras
los Estados Unidos confirmaban su papel imperial en el mundo,62 y al mismo
tiempo el cura lituano Stanley Matutis en 1946 realizaba intentos infructuosos por
controlar la expansión de la miseria en la llamada Zona Negra de Barranquilla
mediante rifas y la caridad misericordiosa de los potentados, todo ello obligó al

61
En julio de este año se reunieron en Bretton Woods representantes de 44 países con el objeto de firmar
el convenio constitutivo de lo que sería el Fondo Monetario Internacional (FMI) creándose también en esa
misma conferencia el Banco Mundial. Con el triunfo de la propuesta del representante de los Estados
Unidos Harry Dexter White se reemplazó el patrón oro y el dólar quedó como centro de la economía del
nuevo sistema financiero y los países tercermundistas quedaron sujetos a sus fatídicas recetas.
62
Sobre el tema decía William Ashworth que “Después de la guerra la capacidad productiva de Estados
Unidos se había incrementado un 50% y en 1945 producía más de la mitad del total mundial de los bienes
manufacturados y poseía la mitad de la capacidad de transporte mundial (comparada con el 14% de 1939)
y suministraba un tercio de las exportaciones mundiales, mientras que consumía solamente una décima
parte de las importaciones mundiales” (A Short History of the World Economy Since 1850. Londres, 1975,
p. 258.)

193
Estado colombiano a acelerar la movilización de mercancías para satisfacer las
demandas del capital industrial y comercial tanto nativo como extranjero. El
Estado, bajo ese esquema, agenció empréstitos para construir y rehabilitar las
líneas férreas que comunicaban a la Costa con el interior del país, pues por este
medio comenzó a moverse a gran escala el volumen de mercancías y materia
primas que se transportaban del río hacia el mar y viceversa.
La principal materia prima exportada por el Terminal Marítimo y en menor medida
por los muelles de Puerto Colombia era el café, que en los años de 1942 a 1945
había alcanzado un buen precio en el mercado internacional. Esta necesidad de
recursos económicos para desarrollar obras de infraestructura, llevó al gobierno
colombiano de entonces a hacer un préstamo al Banco Mundial por 25 millones
de dólares para rehabilitar las líneas férreas que iban del interior a la Costa
(Bogotá-Fundación) y fue el elemento fundamental que desequilibró el volumen
del movimiento mercantil desde y hacia el interior del país pues ya «en 1946 se
habían movilizado por el río 610 millones de toneladas kilometro y 410 toneladas
kilometro por los ferrocarriles, pero en los primeros años de la década de 1950
el volumen de carga transportado por los ferrocarriles y por carretera excedía al
del Magdalena». (Nichols: 1973: p. 192)
Esta situación de auge económico a raíz de la apertura de los ferrocarriles no se
compadecía, sin embargo, con la miseria de los trabajadores portuarios,
ferroviarios y del transporte que obligados por el hambre y los bajos salarios los
llevó a lanzarse nuevamente a una huelga el 26 de noviembre de 1945:
«La huelga fue declarada ilegal, se suprimió la personería jurídica
de la FEDENAL congelándose sus fondos, se legitimó la
contratación de esquiroles y se encarceló a importantes dirigentes
del río. Estas medidas fueron acompañadas de una desviación de
la carga hacia el puerto de Buenaventura... la fuerza de la protesta
fue de tal magnitud que para justificar la represión contra los
trabajadores el presidente de la época Alberto Lleras Camargo
exclamó “... Yo no puedo permitir sin escándalo, y sin que la
autoridad quede confinada a la miseria, que haya dos gobiernos en
la República: uno en el río y otro en el resto del país”». (Archila:
1987: p. 53)

194
Mientras tanto, unos meses antes de esa ejemplar demostración de combate
popular que apuntaba al redescubrimiento político y social de los obreros
barranquilleros, el 14 de abril de 1945, su contraparte, los grandes comerciantes
e industriales locales le construían en su zona residencial un reluciente parque-
monumento a George Washington y le entonaron a capela, en la mañana de ese
mismo día, el himno apocalíptico “La Marcha Triunfal” compuesto por el
emergente compositor Eduardo Barranco. Al acto asistieron los místeres Tomas
H. Robinson cónsul de los Estados Unidos en Barranquilla, H. F. Bateman cónsul
británico, Samuel Hollopeter, Mayron G. Reed, Edwin Weston Jr., Edward
Simonds y los criollos Juan B. Fernández, Carlos Martínez Aparicio, entre otros
personajes de la vida pública local. Un año después, el día de la inauguración
del parque, vino personalmente el vicepresidente de los Estados Unidos Mr.
Henry Wallace a reafirmar simbólicamente la posesión de esta parte de la
neocolonia colombiana.63
Pero por el lado de los pobres las otras inauguraciones no se hacían esperar. En
grandes batallas la población afrodescendiente en Barranquilla, proveniente del
histórico Palenque de San Basilio en su mayoría, recuperó tierras e inauguró en
1942 el populoso barrio El Valle siendo este barrio popular el principal baluarte
de la herencia africana en la ciudad.
En el terreno de la movilidad de la economía global que aterrizaba sus tentáculos
en lo local, con la extensión de las cosechas cafeteras en la primera mitad del
siglo XX, las grandes ganancias que producía el auge de exportación del café,
principalmente por el puerto de Barranquilla, no iban a parar a manos de los
pequeños cultivadores del interior, o a los obreros que descargaban y cargaban
el grano en los puertos, sino a manos de la poderosa Federación Nacional de
Cafeteros creada por terratenientes en 1940 (construyendo su sede en
Barranquilla en un portentoso edificio situado en la Carrera 46 con 34); y en el
exterior a manos de la General Foods perteneciente al grupo Lehman-Goldman-

63
Sobre este acontecimiento, el alcalde de Barranquilla en ese periodo Juan David Montes rendía expresa
obediencia al imperio y “en uso de sus facultades legales y considerando que los Estados Unidos de
Norteamérica han contribuido de manera ostensible a la ejecución de los postulados del panamericanismo
con la política del “Buen vecino” ... y que la Compañía Urbanizadora del barrio residencial “El Prado” ha
destinado en el plano de la respectiva urbanización un lote de terreno ubicado en el crucero de la Avenida
Colombia con la calle 15... ordénese la erección de un monumento al prócer de la patria Americana George
Washington y denominar la citada plaza con el nombre del libertador de los Estados Unidos” El Heraldo,
14 de abril de 2004, p. 12 A.

195
Sachs de la familia Rockefeller, a la Procter and Gamble de la familia Morgan y
al monopolio suizo Nestlé que en su conjunto controlaban gran parte de la oferta
del café a escala mundial. En Barranquilla esta bonanza se cristalizó con la
creación de la Cafetería Almendra Tropical que en pocos años de funcionamiento
logró copar el mercado local y regional del café molido, rompiendo
definitivamente con la comercialización minoritaria del grano entero y, de paso,
acabó con la costumbre ancestral de tostar el café en el caldero y pulverizarlo en
el molino de mano que hasta entonces era el mecanismo familiar que operaba
en las cocinas barranquilleras y costeñas.
A parte de los ferrocarriles y las carreteras, el otro factor que le dio una estocada
de muerte al río como medio de movilidad de mercancías y acumulación de
capital, fue el impulso a la aviación. Con la creación de la Sociedad Colombo-
Alemana de Transporte Aéreo (SCADTA) cuya inspiración inicial fue el inicio del
correo aéreo entre Barranquilla y Puerto Colombia en un primer vuelo simbólico
realizado por el aviador norteamericano Willian Knox y el capitalista
barranquillero Mario Santodomingo. Este vuelo, que representó el inicio de la
conquista aérea por parte de la familia más poderosa de Colombia, fue
perpetrado el 18 de julio de 1919. Con esta primera “hazaña aérea” se
protocolizó en diciembre del mismo año la SCADTA con la inversión posterior de
capitales alemanes, entre ellos los de Peter Von Bauer y Herman Küel.

Con la creación de la SCADTA el comercio a partir de 1925 se agilizó entre


Barranquilla y Honda de una manera significativa, sobre todo en el transporte de

196
pasajeros pues los extranjeros no solamente llegaban del exterior para instalarse
en la ciudad, sino que Barranquilla era el punto obligado de arribo para los
representantes de multinacionales que empezaban a colonizar con sus capitales
el interior del país. La creación del lujoso Hotel El Prado en 1930, financiado casi
en su totalidad por la Pam Américan propietaria de la International Hotel
Corporation de New York con dineros adicionales de Karl Parrish y la familia
Obregón, fue producto de esa necesidad de confort habitacional que exigían
tanto los empresarios nacionales que, venían a concretar sus negocios, como
los representantes y comisionistas extranjeros del capital transnacional.
Con la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial y la huida presurosa
de los nazis de Barranquilla protegidos estos por algunos dirigentes políticos
locales,64 sobrevino igualmente la quiebra de esta empresa (SCADTA), la cual
fue absorbida en 1940 por la Pam Américan monopolio americano del transporte
aéreo, por el poderoso grupo Santodomingo y por la Federación de Cafeteros,
dando origen a la empresa Avianca y sus filiales Avianca Incorporated, Aerovías
Regionales de Colombia (Aerotaxi), Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM),
Helicópteros Nacionales de Colombia (Helicol), Petróleo Helicopter y la
Corporación de Viajes (Coviaje); siendo el control de este medio uno de los
vehículos de mayor importancia para que se concretara la monopolización del
mercado interno de mercancías livianas y de pasajeros, creándose una nueva
fase acumulativa de crecimiento de capitales en el modelo económico de
sustitución de importaciones. Sin embargo, esta política de sustitución que surgió
en los años treinta y trató de afianzarse en los cincuenta como mecanismo de
afianzamiento de la industrialización, jurídicamente iniciada mediante el decreto
2218 de 1950, decreto que estableció el arancel de aduanas orientado con un
criterio altamente proteccionista, estos aranceles aplicaron a las importaciones
gravámenes ad-valoren dirigidos a proteger, de una manera más simbólica que
real, la industria nacional. Las medidas tuvieron poco efecto para fortalecer el
mediano capital industrial en Barranquilla, pues los tres elementos que sostenían
la dependencia permanecían intactos: 1) el intercambio desigual a través de los

64
El caso que más llamó la atención en Colombia fue el del espía nazi Heriberto Schwartau quien “al
comienzo de la guerra viajó a Alemania, se lo presentó como muerto en la batalla de Sebastopol y se le
envió luego a labores de espionaje en la Costa Atlántica. Detectado por la policía secreta británica, fue
detenido por las autoridades colombianas. En enero de 1943 fueron expulsados de Barranquilla varios
alemanes implicados en actividades de espionaje” Diario Popular, Bogotá, enero 18 de 1943.

197
puertos, 2) las inversiones directas de los monopolios, principalmente
norteamericanos y 3) los empréstitos usureros de la banca internacional a la
industria privada y al municipio.
Este hecho permitió que el capital extranjero penetrara por medio de otras formas
que fueron amarrando la economía colombiana y barranquillera a los designios
imperiales posterior a la segunda guerra mundial. Julio Silva sostiene que esto
sucedió «debido a que la sustitución de importaciones se agotó muy rápidamente
por la ausencia de un vigoroso plan de desarrollo independiente, pronto el
proceso se transformó en una sustitución de propietarios nacionales, que
agudizó la dominación externa de nuestra economía y trocó a la ascendente
burguesía colombiana en un sector conciliador con los patronos extranjeros.
Dentro de ese esquema, el crecimiento industrial no se diseña en función del
desarrollo nacional sino de los intereses globales de los monopolios
transnacionales que vienen a explotar el creciente mercado interno y hoy utilizan
mano de obra barata para exportar hacia países en donde los costos son
mayores». (Colmenares: p.127)
En medio de esa nueva realidad económica de subordinación al capital
transnacional, se instala en Barranquilla a finales de los años cincuenta la
Atlantic Machinery Company Ltda., entidad fundada por los señores Eric
Gallagher, Richard Hendrickson y Tomás Arteta, dedicada esta compañía «A la
fabricación de maquinaria agrícola pesada y a la instalación y construcción de
tanques para usos industriales y estructuras mecánicas en general». (Sarta: et.
al: p. 246) La importación de maquinaria agrícola fue reemplazada por la
fabricación local de esta multinacional para masificar su distribución en el
mercado regional y nacional, permitiendo el usufructo de la marca y el asocio
con capitalistas locales y, correlativamente, lograr el mejor aprovechamiento de
la explotación de la mano de obra. La Atlantic Machinery Company era
subsidiaria para Colombia de la firma Rome Americas Plow Company de
Cedartown Georgia y para la fabricación de la maquinaria agrícola que distribuía
a todo el país, utilizaba materias primas nacionales sobre todo el acero de Paz
del Río, y las partes intensivas en tecnología como los motores, eran traídos de
su filial en el exterior.
En esa extensión de integración del capital asociado, surgen en ese periodo en
Barranquilla una ofensiva del capital transnacional con miras a copar el mercado

198
nacional, y utilizar a Colombia como plataforma para copar los mercados de
países vecinos. En ese marco emergen en la ciudad Eternit Colombiana que
integra los capitales de Colseguros, familia Santodomingo, el grupo
Grancolombiano y dineros del Vaticano. Las multinacionales Pepsicola (del
grupo Dulles, Sullivan and Cronwell-Marine de Midland), Coca Cola (del
poderoso grupo Morgan), Crown Litometal, Conservas California, Philips de
Colombia S.A. (filial de la transnacional holandesa del mismo nombre), Aga Fano
y Du Pont de Nemours empresas multinacionales que comenzaban a instalarse
en la Vía Cuarenta, en Barranquillita y a lo largo de la Calle Treinta en
cumplimiento de la nueva misión asignada a los capitales extranjeros para la
industria. De esa manera, el desarrollo industrial de Barranquilla en la década
del cincuenta no se produjo de forma independiente, como sugieren algunos
autores, sino que fue un proceso que evolucionó bajo condiciones deformadas
que mantuvo, en términos generales, el atraso económico, la dependencia al
capital extranjero y la herencia precaria del capitalismo mercantil exportador-
importador; situación que en las décadas del cincuenta y sesenta no permitía el
avance a cabalidad de la industria media de capital nacional y, por consiguiente,
se consiguió en el corto plazo la perdida de energía de la industria media de
capital barranquillero, desarrollada con un fuerte desequilibrio y dependencia
décadas atrás.
La significativa importación de productos industriales, fue la otra cuña que frenó
el desarrollo industrial de capital nativo, lo que originó el despliegue de una capa
de personajes que actuaban como representantes locales de la industria
norteamericana. En el comercio de la ciudad, por ejemplo, estaba afianzada la
casa importadora-exportadora de Enrique Rash que además de ser propietario
de la Tipografía Eléctrica El Conservador, también era agente de la Vellvé
Company de Nueva York empresa fabricante de mobiliario para toda clase de
elementos destinado a las escuelas, colegios y teatros; asimismo representante
de Rudolph Koerner de Hamburgo, Alemania, quienes introducían maquinarias
de todo tipo a gran escala procedente de Europa y, al mismo tiempo,
representante de la famosa máquina de escribir Fortuna, y por último, este
personaje representaba a la multinacional J.H. Callaghan & Co de Nueva York
quienes ingresaban al país toda clase de mercancías para el consumo doméstico
de producción norteamericana. Estaba también la Casa Comercial de E. A

199
Rosado & Co., que además de vender muebles y máquinas de oficina de uso
casero importados, eran también los únicos representantes para el país de los
automóviles Chrysler, de las llantas para automóviles General, de cines y
películas Pathe Baby, importadores de fonogramas y discos Columbia, de
Instrumentos para banda Thibouville-Lamy, máquinas para escribir Premier,
máquinas para sumar Burroughs y diversos artículos de procedencia
estadunidense orientado para el mercado de consumo suntuario65que
lentamente iban minando las posibilidades tecnológicas de producción de la
industria nacional.
Por otro lado, las políticas de promoción de exportaciones que se diseñaron para
la década de 1950 en Barranquilla, producto del auge de exportación de materias
primas y la producción en algunas ramas de la industria como la metalmecánica
y la petroquímica, generaron nuevas modalidades de desarrollo del capitalismo
dependiente que no contribuyó, en lo fundamental, a acabar con las
desigualdades sociales, pues el estudio citado de la Contraloría elaborado en
1948 que investigó sobre la situación de la clase obrera de Barranquilla, no
dejaba dudas sobre los niveles de explotación y miseria a la que éstas estaban
sometidas, concluyendo que «más del 50% de la población obrera examinada
tiene un peso inferior al que le corresponde por su edad y talla... este es uno de
los más fehacientes testimonios de la insuficiencia alimenticia entre la población
obrera de la ciudad» Y entre las causas de la desnutrición y miseria de los
trabajadores en la ciudad mencionaban que: «1) el crecimiento de la ciudad ha
creado dificultad para el aprovisionamiento familiar por falta de centros
apropiados de distribución 2) la disminución de importaciones durante la guerra
hizo decrecer seriamente el margen del gremio de los trabajadores portuarios.
3) la suspensión de trabajos en la zona bananera en 1943 dejó en la miseria a
muchas familias que migraron a Barranquilla y, además, hizo disminuir el
aprovisionamiento de guineo producto básico en la dieta alimenticia de los
trabajadores y 4) el alza en el costo de la vida que fue más marcado a partir de
1942». (Archila: 1987: p. 61)
Ante esa situación de miseria que marcaba fuertes diferencias y particularidades
en el conflicto de clases, los trabajadores organizaron una poderosa huelga que

65
Directorio Comercial Pro Barranquilla, págs. 7-10.

200
sacudió los cimientos del capital a través de la paralización de la columna
vertebral del país en ese entonces: el río Magdalena:
«El conflicto laboral se inició cuando el 17 de diciembre de 1945
FEDENAL decretó una huelga largamente anunciada.
Instantáneamente el gobierno reaccionó y pocas horas después
declaró ilegal la huelga, instando a los trabajadores a regresar
inmediatamente a sus actividades so pena de ser despedidos y de
ser tratados sin miramientos de ningún género. Al otro día se hizo
efectiva la amenaza del gobierno el que para quebrar la huelga
movilizó esquiroles protegidos por el Ejército y dio garantía a las
navieras para que engancharan nuevos trabajadores... pero antes
de enfrentar al gaitanismo, ese conglomerado de clases
dominantes fue consciente que, en primer término, era necesario
acallar al sindicalismo, terminar con los paros de solidaridad y
golpear a FEDENAL por entones símbolo de las principales
conquistas del movimiento obrero. En ese sentido, las voces de los
dos partidos exigieron la implementación de un 'nuevo clima social',
entendido como la necesidad de terminar con los conflictos
laborales para subordinar, sin dudas de ningún género, el trabajo
al capital». (Vega: 1987: pags. 259 y 262)
La gran acción de los trabajadores portuarios no pudo ser pues más que la
realización práctica del paso político-ideológico siguiente en el desarrollo del
conflicto obrero que se incubaba en Barranquilla. El que esa marcha en su
evolución conflictual fuera decisivo o de carácter episódico, dependió de las
circunstancias concretas por las que atravesaba el movimiento huelguístico;
mostrando igualmente una clara discrepancia que existía a su interior entre los
partidarios del gaitanismo y los miembros del Partido Comunista. 66 Pero esa
cuestión de división interna no es de importancia histórica cuando el tema laboral
tenía como prerrequisito el conocimiento de la estructura social-económica de
acumulación y sus mecanismos excluyentes (que llevó a la Naviera Fluvial, la

66
Sobre estos conflictos políticos en la ciudad la prensa local resaltaba que “El concejal Escamilla
(Socialista) nuevamente en el uso de la palabra se reafirmó en los cargos que lanza a la candidatura
presidencial del Dr. Jorge Eliecer Gaitán y dijo que si el concejal Charris de la Hoz (gaitanista) cuando
habló de hacer uso del cinturón hubo de referirse a él, lo invitaba a que procediera así en la seguridad de
que le partiría el corazón de un tiro” La Prensa, Barranquilla, noviembre de 1945, p. 5.

201
empresa más grande del río para la época, a despedir a todo el personal en
huelga, anunciando, de paso, que se embolsaba $400.000 de las prestaciones
sociales de los trabajadores); pues desde ese punto de vista lo que había que
considerar y valorar en el plano económico y político era el ininterrumpido
proceso de los críticos momentos de ruptura institucional y social que produjo la
gran huelga obrera y, más adelante, agudizado con el asesinato de Gaitán y sus
graves consecuencias en la ciudad de Barranquilla.

CAPITULO VII

GAITAN Y LA BATALLA POR LA DIGNIDAD DE LOS POBRES

7.1 El 9 de abril: la consolidación de los monopolios locales y la extraña


visita del asesino Roa Sierra a Barranquilla
La amenaza que Jorge Eliecer Gaitán representaba para los industriales locales,
nacionales y extranjeros era evidente en los principios generales de su estrategia
económica expuesta en El programa liberal de Colón (Panamá). En ese
programa afirmaba Gaitán que «El partido liberal de Colombia luchará en lo
nacional, con las fuerzas que estén alineadas contra las oligarquías y contra las
fuerzas internas que en lo nacional se llaman oligarquías y contra las fuerzas
externas que en lo internacional representan al imperialismo». (Alape: 1983: p.
122)
Bajo esta amenaza estratégica al gran capital una comisión de industriales visitó
a Gaitán entre los cuales estaban los accionistas de la cervecera Bavaria,
principal empresa “barranquillera”. Darío Samper, testigo presente de esa
reunión manifestó: «Gaitán si hablaba de la posibilidad de nacionalizar algunas
industrias que se habían convertido en básicas en el país. Concretamente lo dijo
delante de nosotros: la nacionalización de las empresas de cervezas, entre otras
Bavaria, con el fin de que el Estado pueda manejar esas industrias, para producir
bebidas más baratas para el pueblo». (Alape: 1983: p. 123)

202
Gaitán en Barranquilla inaugurando un partido de futbol en la Nevada: no visitó los
clubes sociales sino los barrios donde habitaba la pobreza.

El asesinato de Gaitán que sospechosamente coincidió, unos meses después


de realizada esa reunión, de la presencia de su asesino Roa Sierra en la ciudad67
y, además, de la creación del GATT (General Agreement on Tariffs Trade,
Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), organismo constituido para
conseguir la reducción de aranceles y otras barreras existentes en el comercio
mundial para afianzar a la potencia económica triunfante después de la segunda
guerra mundial, generaba extrañas coincidencias entre capital, crimen y
comercio. La presencia de Gaitán alentó nuevamente el interés en Barranquilla
por transformar las estructuras sociales; pues las masas hambrientas estaban
entusiasmadas por el estruendoso discurso de Gaitán realizado el 21 de junio de
1945 en el Paseo de Bolívar en donde de manera determinante apuntaba:

67
Según reporte del diario La Prensa de Barranquilla, Roa sierra trabajó en la Reencauchadora Atlántico,
al parecer su presencia en la ciudad tuvo que ver con los vínculos que este personaje tenía con la embajada
alemana, en el periodo Nazi, donde trabajó algún tiempo. Fidel Mejía el propietario de la vulcanizadora
donde trabajó Roa Sierra, dio claridad sobre su filiación política: “Juan Roa Sierra si era conservador, y era
muy fanático. Iba todos los días a misa a una iglesia cercana al taller de mi propiedad. Supe que era
conservador por el conocimiento personal que tuve con él. Me consta personalmente que militaba con
seguridad en el Partido Conservador” El asesino de Jorge Eliecer Gaitán vivió en Barranquilla, Latitud,
revista del Heraldo, (4/13/2013) Documento consultado en línea.

203
«Embargado hasta más no poder por esta manifestación con que
habéis querido habrumarme, grande, fervorosa como no lo habrían
visto vuestros ojos ni los míos, en cuanto que Barranquilla, ya de
tiempo amada mía llegó ahora a vindicar el recóndito sentimiento
de mi espíritu. Llega a decirme que cuando en las venas nuestras
corre sangre humilde de indígenas, que cuando se ha salido de la
entraña del fondo, aunque se ha podido llegar a la altura, por el
propio coraje contra toda envidia y contra todos los obstáculos y no
nos avergonzamos de nuestra propia personalidad, sino que la
aventamos como presea de victoria contra los zánganos,
merecemos el apoyo del pueblo; que cuando así sucede yo he
hecho bien en sentir cierto altanero orgullo y estáis confirmando
que he tenido razón para despreciar a la oligarquía, para despreciar
a la prensa politiquera y mentirosa; que he tenido razón para
despreciar las combinaciones que anidan en los círculos del país
político y he tenido razón, porque Colombia, cuando se trata de un
hombre del pueblo, de un compañero vuestro, por ser presidente,
no se le pide permiso a la oligarquía, sino que se le dice al pueblo...
¡a la carga!».
Meses previos a la fatídica fecha, que marcó el inicio del suicidio espiritual de la
clase dominante en Colombia, el 21 de abril de 1947,68 la Federación de
Trabajadores del Atlántico (Fedetral) realizó un Paro Cívico que paralizó todas
las actividades comerciales, industriales y portuarias en Barranquilla. Había un
clima de confrontación en la ciudad debido a la angustia económica de los
trabajadores quienes tratando de conciliar con la administración de turno
«Prometieron cambiar los términos de la resolución y prometieron solemnemente
que se trataba de un Paro Cívico ordenado, pacífico para expresar al señor
gobernador las angustias de los trabajadores por el alto costo de la vida».
(Núñez: 1968: p. 20)

68
Cinco meses después de esa grandiosa manifestación de protesta, en una segunda visita realizada a la
ciudad, el 16 de septiembre de 1947, Gaitán, rompiendo con el oportunismo politiquero y orientando a la
población a la elevación de su conciencia de clase, afirmaba que “Necesitamos que el objeto de la política
cambie; tenemos hombres explotadores de todos los partidos; ellos se abrazan con sus adversarios; sin tener
en cuenta las clases necesitadas” La Prensa, Barranquilla, septiembre 17 de 1947, p. 7.

204
El Paro Cívico pacífico fue violentamente reprimido por el Ejército y la Policía y
como invariablemente ocurre en estas desiguales confrontaciones la prensa de
la época satanizó la legitima protesta de los obreros en Barranquilla, y los pobres,
como casi siempre ocurre en este país de tiranuelos, llevaron las de perder: «En
el hospital de la Caridad están los nombres de los heridos y la naturaleza de las
lesiones, nombres que corresponden a miembros del sindicato de esta ciudad
que desviaron su fervor patriótico hacia caminos nada recomendables». (Núñez:
1968: p. 22)
La respuesta histórica de los trabajadores a esta agresión llegaría el 9 de abril
de 1948. Este día fue el catalizador decisivo en la confrontación oculta de clases
que existía en la ciudad, lo que produjo en el contexto social y político
barranquillero una situación radicalmente nueva. Desde la narrativa fatalista un
cronista de la época narró parte de los acontecimientos del 9 de abril de esta
manera:
«El gobernador, el alcalde y sus secretarios y las altas autoridades
celebraban al filo del mediodía la fiesta del policía. También
estaban allí concentrados la oficialidad del Ejército y personas de
alta distinción social y política, a la una y veinte minutos, 25 mil
obreros habían regresado a sus fábricas... a la una y veinticinco, la
noticia estalló como una explosión... en el espacioso Paseo de
Bolívar un vasto y turbulento remolino humano rugía hasta la
sordera... ¡han incendiado la Prensa!, parecía extraño que en tan
contados momentos se hubiesen tomado decisiones tan drásticas.
Al parecer la marejada humana se había dividido en tres o más
brazos monstruosos como si tres o más inteligencias capitanas la
dirigieran, aprovechando los heridos sentimientos del fragoroso
liberalismo gaitanista, que en Barranquilla comportaba la casi
totalidad del partido y el 80% de la población... a las cuatro por el
Paseo de Bolívar desfilaba una manifestación silenciosa, huraña. A
la cabeza iba un líder liberal que llevaba en las manos una bandera
y se dirigía a la gobernación, alguien lo atajó en la vereda: ¿tiene
usted seguridad doctor que la que lleva en alto es la bandera
liberal? El líder sorprendido alzó los ojos e hizo un gesto de
contrariedad abatiendo el pendón, que quedó tirado sobre el

205
pavimento... unas manos morenas recogieron los pliegues de seda
con elación cariñosa. Media hora después ondeaba en el balcón
principal del palacio de gobierno. Abatido en la calle estaba el iris
de Colombia. Era la bandera oficial de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas. En vez del cóndor, el gorro frigio y los cuernos de la
abundancia sobre campos de oro, celeste y sangre, estaban la hoz
y el martillo trenzados en seda». (Manrique: 1968: p.32)
La represión a la multitudinaria manifestación produjo en el pueblo y su dirigencia
la aplicación sucesiva y simultánea de métodos de lucha dirigidos a generalizar
la violencia revolucionaria que posibilitó, en la medida en que el conflicto de
agudizaba, el desenmascaramiento total del orden político y social existente
como aparato brutal de fuerza al servicio de poderes económicos nativos y
extranjeros. La consigna vital, según el cronista anterior, era solamente una: «¡A
armarse! ¡A las ferreterías! exclamaban desde la radio (Emisoras Unidas tomada
por el pueblo insurrecto), en el crucero de la carrera Cuartel con la calle del
Banco, estalló una formidable explosión y la ciudad se llenó de humo denso,
pegajoso y asfixiante». (Núñez: 1968: p. 33)

206
La furia de los barranquilleros desmoronó en un instante el “modelo de virtudes” del
régimen exportador

En pocas horas fueron reducidas por la rebeldía popular las fuerzas militares que
custodiaban el edificio de la gobernación y las instalaciones de la alcaldía; en
ese momento, para la revolución espontánea que logró tomar los puntos
estratégicos de la ciudad, el problema fundamental era rebasar la mera
inmediatez de la situación dada y todo se concentró en un punto; el problema del
poder; y por primera vez, sacando de su memoria el impulso natural de su
tendencia histórica hacia la transformación y el equilibrio, el pueblo barranquillero
logró controlar un efímero poder político que duró 9 cortas y difíciles horas y
nombrar un alcalde y un gobernador surgidos de la naciente Junta
Revolucionaria. La nueva administración insurrecta estaba encabezada por los
lideres Israel Escamilla (Partido Comunista), Néstor Carlos Consuegra y Alfonso
Hernández Barreto (Gaitanistas). Fueron destituidos resueltamente en una
gigantesca ovación popular el gobernador Blanco Núñez y el alcalde Raúl
Fuenmayor Arrázola. Sin embargo, el poder político de la burguesía fue restituido
después de 9 horas de agitación social y de gobierno popular, gracias a la feroz
reacción de las fuerzas militares que tuvo que enfrentarse a la agonía existencial
de un pueblo hambriento y desarmado. El parte de victoria del brazo armado del
capital fue el siguiente: «Nº 101883-República de Colombia, fuerzas militares,
Ejército, Brigada, Comando Barranquilla, abril 9 de 1948 señor doctor J. M.
Blanco Nuñez, gobernador del Atlántico E. S. O., por el presente le informo que
en esta hora 8:15 fueron desalojados del edificio de la gobernación y de la
alcaldía los sediciosos que se encontraban en ellos. El personal se dirige a
restablecer la normalidad en la Policía Nacional (sublevada) Att. Carlos Perdomo
Puyo, Coronel comandante de la 2ª Brigada».
Posteriormente, en los días 10, 11 y 12 de abril se siguieron presentando fuertes
levantamientos populares en los barrios obreros de la ciudad «Con la agravante
de que una nueva ofensiva multitudinaria contra la ciudad y el gobierno
departamental, quizá habría resultado favorable, tanto por la experiencia del
fracaso que obtuvieron del día 9 los instigadores y cabecillas de la revuelta, como
la guarnición militar de Barranquilla, que según lo informado por su comandante

207
a nosotros, solo estaba compuesta en su gran mayoría por reclutas recién
entrados al cuartel y carentes de entrenamiento». (Núñez: 1968: p. 54)
El pueblo barranquillero resistía obstinadamente en las calles, en una fiesta de
combate abierta colorida y bulliciosa, en una alegría que tenía su fundamento en
la liberación momentánea de la opresión histórica que se sintió en el corazón de
todos los manifestantes con la bandera del proletariado mundial ondeando en
los balcones de la Gobernación del Atlántico pero, a la vez, era una alegría
contenida por el llanto que produjo el asesinato de Gaitán, era el triunfo efímero
de la utopía justiciera sobre la máscara farsante de la llamada “ciudad del
progreso” que hipócritamente auspiciaba desde sus finos escritorios la elite
dominante. Esa batalla de tres días en Barranquilla se dio pues no solo para
sustituir la acción de su héroe asesinado mediante la sentida rebelión popular,
sino también en nombre del derecho absoluto a respetar la vida humana, como
se los prometió Gaitán, el derecho al trabajo y a poseer las mieles de ese trabajo,
el derecho a comer, vestir, tener vivienda, el derecho a una educación que se
ubicara en sus necesidades materiales y se afincara en su cultura y, en últimas,
el derecho de todo colombiano a disfrutar de la riqueza nacional. Fue entonces
en nombre de todos esos derechos inalienables que el pueblo de Barranquilla se
levantó, es decir, se manifestaron resueltamente en contra del “derecho divino”
que ostentaba la minoría nativa y extranjera. Sin embargo, la clase dominante, a
la cabeza del alcalde, el gobernador, los gremios, los clubes, la prensa oficial y
toda la podrida elite enquistada en el poder económico y político, escudados en
la fusilería apátrida y en el poder extranjero, los comenzaron a tildar de ser los
propagadores del mal supremo y, por lo tanto, debían ser perseguidos y
encarcelados por subversivos, criminales, malhechores, ateos, inmorales, ¡hay
que perseguirlos en nombre de la ley! decían los gremios, y la radio, nuevamente
en manos de los poderes tradicionales por la cruel acción de los fusiles del
ejército vociferaba:
«Se hace saber al pueblo de Barranquilla y del departamento y en
general a todas las personas en posibilidad de sintonizar esta
transmisión, que las noticias que se propalen por cualquier medio
escrito o hablado, contrarias a las informaciones oficiales
suministradas por nosotros, son absolutamente falsas y de
tendencia subversiva... lo único cierto, lo único exacto y verídico es

208
que el orden social ha sido restablecido mediante la lealtad del
Ejército». (Núñez: 1968: p. 56)
Sin embargo, esos rebeldes que llevaban por dentro la cristalinidad del
gaitanismo, interiorizada en la inocencia de la pobreza y tratados como escoria
fuera de la ley por la “sociedad barranquillera”, sostenida ésta por la lealtad
irracional y la fusilería del Ejército, eran y son el pilar fundamental de la nueva
ética social que aún está por nacer y que fue ahogada en sangre tras la muerte
de Gaitán.

El odio que en los sermones hacían los curas conservadores contra Gaitán, conllevó a
que el pueblo atacara sus iglesias.

La intervención del imperio norteamericano para la protección de los intereses


de las castas dominantes en los graves sucesos del 9 de abril en Barranquilla no
se hizo esperar. El gobernador quien fuera destituido en una acción soberana

209
del pueblo y vuelto a restituir por la tropa después de haber asesinado a decenas
de manifestantes en las calles, afirmó lo siguiente:
«La gravedad de esta situación subió de puntos cuando se me
informó que estaba ya casi agotada la provisión de gasolina en la
ciudad y en el depósito departamental para el abastecimiento de
los vehículos oficiales, todos exclusivamente dedicados en
Barranquilla y en las carreteras que a ésta confluyen o a la
vigilancia y al control del orden público... entonces me vi obligado
a redactar y enviar la siguiente nota... 'República de Colombia,
Departamento del Atlántico, Gobernación. Señor Gerente de la
Tropical Oíl Co. Sírvase suministrar inmediatamente a órdenes del
depósito de las obras públicas mil ciento cincuenta (1.150) galones
de gasolina'». (Núñez: 1968) p. 45)
El agradecimiento a la ayuda oportuna de los gringos en combustible para la
movilización de la tropa y para la producción industrial de los grandes consorcios
económicos que estaban paralizados por la rebeldía popular, fue evidente en la
siguiente declaración: «La regular provisión oficial de combustibles -relata el
gobernador Blanco Nuñez- fue entonces prontamente restablecida y dentro del
prudente racionamiento decretado por la gobernación la del destino a las fábricas
y a los vehículos particulares, provisión también muy urgente pues ya
comenzaban a encarecerse y a escasear los alimentos que Barranquilla recibe
de fuera, como sucedió en las precedentes huelgas generales petroleras, en que
también hube de adoptar medidas semejantes aunque en circunstancias
afortunadamente no iguales para la ciudad, el departamento y la nación; tan
terrible situación se contrarrestó rápidamente».
Días después, y por sus coqueteos con el gaitanismo, el gobernador del
departamento fue destituido por los gremios económicos, y en su remplazo fue
designado el industrial, banquero, terrateniente, ganadero del Magdalena y ex
Ministro de Guerra, Alberto Pumarejo.

210
Los diarios en Barranquilla no disimularon el nerviosismo que produjo la imbatible
rebeldía popular

Después del 9 de abril, con la represión en masa en las calles de Barranquilla,


comenzaba la duda social y la inviabilidad coyuntural del proyecto ideológico de
la llamada “ciudad del progreso” que traía desde principios del siglo XX la clase
política y empresarial local. El “país nacional” abatido a tiros en las calles entraba
en crisis, a la vez que Colombia se comenzaba a incendiar por todos lados. Los
agentes contrahegemónicos que lideraron la insurrección en la ciudad, estaban
compuestos por la clase obrera industrial, los trabajadores portuarios, el
movimiento barrial gaitanista, los empleados surgidos del comercio y la
administración estatal, los desheredados de los partidos políticos tradicionales,
pequeños artesanos; y toda la revuelta de marginados integrada por los
vendedores ambulantes del mercado, cambalacheros del Boliche, coteros del
Caño de la Ahuyama, voceadores de periódicos, revendedores de pica pica,
campesinos de paso etc. Esa espantosa crisis de poder que puso al descubierto
el irresoluble problema social en la ciudad, dio un cierto espacio para que los
barranquilleros soñaran en el futuro con un gobierno popular, pero muy pronto y
por el nuevo atornillamiento automático de la élite represora, el “país político” o

211
politiquero que Gaitán atacaba desde las tribunas, venció al país nacional que
se movilizaba en los campos y ciudades y la imposición de la represión,
acompañada de la persecución y la amenaza, fue inmediata.
La represión posterior era pues una condición necesaria para la recomposición
de la “sociedad barranquillera”; todo esto bajo el gobierno de la dictadura ospino-
laureanista, la hegemonía arbitraria de nuestra oligarquía local exportadora-
importadora y, en la economía internacional, bajo el nuevo modelo que se cifraba
en el proyecto de exportación primaria, sobre todo estimulado por el gran precio
que tenía el café en los mercados internacionales. El 9 de abril en Barranquilla,
la “ciudad exportadora” de los gremios, venció al sudor y los sueños de la ciudad
obrera y popular. Su inspiración excluyente la envalentonaría poco tiempo
después, pues a finales de mayo cuando las flores en la tumba de miles de
colombianos asesinados no se habían marchitado, seguían multiplicándose los
problemas de navegabilidad por el río Magdalena en medio del grave conflicto
existente entre capital y trabajo; y los empresarios y comerciantes aprovechando
la contraofensiva criminal contra las clases populares, proclamaron a los cuatro
vientos una ofensiva oligárquica para esquilmar el menguado salario de los
trabajadores ribereños.

7.2. La contraofensiva patronal contra los trabajadores después de la


insurrección gaitanista

Los comerciantes y representantes de empresas navieras amenazaron en mayo


de 1948 a todo el país con un paro total si el gobierno no modificaba las
relaciones laborales vigentes para adecuarlas a su favor. Bajo el amparo de la
ley 21 de 1920 sobre conciliación y arbitraje los grandes empresarios del río le
daban a conocer al país la arrogancia del poder y su desprecio hacia la clase
popular en el siguiente comunicado:
«Los salarios y las prestaciones impuestas los hemos venido atendiendo con la
plena conciencia de que su desproporción conduciría a las empresas a la ruina
que hoy confrontan... nosotros anunciamos el desenlace fatal de este proceso
crítico, pero los gobiernos creyeron que nuestra advertencia reiterada no era otra
cosa que una dramatización táctica e interesada del problema. El hecho trágico
es que el país tiene que renunciar al río Magdalena como vía explotable por el

212
capital privado. No es este pues, un pleito más entre FEDENAL y los
empresarios. Nosotros no tenemos nada que discutir con los trabajadores».
(Semana: 29/51948: p. 20)
La Federación Nacional del Transporte Marítimo, Fluvial y Portuario (FEDENAL)
cuyos sindicatos fluviales agrupaban ya a 10.000 trabajadores, apelando a la
facultad antagónica del movimiento, respondió resueltamente a través de su
presidente en Barranquilla Israel Escamilla lo siguiente:
«La naviera Colombiana y las demás empresas que se han plegado
a sus pretensiones buscan como finalidad acrecentar sus
ganancias sobre la base de disminuir el personal, causando la
desocupación y la miseria de centenares de hogares; la rebaja de
salarios de los braceros mediante la rebaja de los precios de cargue
y descargue; la disminución de la alimentación abordo; el aumento
de las horas de trabajo etc., con un criterio altamente reaccionario
que no ha vacilado ni siquiera ante las difíciles circunstancias por
las cuales atraviesa el país... ni importarle un bledo la cacareada
defensa de nuestro puerto y de la vía del Magdalena». (Semana:
29/5/1948: p. 21)
El sistema creciente de exclusión y explotación que siguió a las jornadas del 9
de abril, consolidó de esa manera a los sectores económicos locales, entre ellos
al grupo Santodomingo y a las cerveceras de este grupo que Gaitán pretendía
nacionalizar, a las grandes navieras y a los prósperos comerciantes,
fortaleciéndose en corto tiempo la alianza estratégica con el capital
norteamericano; esto se vendría a consolidar a finales de la década de 1950 con
la creación de la Zona Franca de Barranquilla. Es importante anotar que bajo la
dictadura de Rojas Pinilla (1953-1957) que fue impuesta por la oligarquía ante el
avance guerrillero liberal, y bajo el amparo del modelo de sustitución de
importaciones en su segunda fase, se hicieron en Barranquilla importantes obras
de infraestructura económica y social. Esa infraestructura económica no solo
incluyó las diversas ramas de la producción material que aseguraban las
necesidades de todas las demás, o sea el transporte urbano, las comunicaciones
y la energía eléctrica, sino también las llamadas inversiones sociales que
influyeron directamente sobre la reproducción de la fuerza de trabajo y su
calificación (la educación, la salud, y la ampliación en la construcción de

213
vivienda). En ese marco, el capital privado en esa década hizo su corrosiva
presencia en la ciudad con la creación en 1955 de Aerovías Cóndor de Colombia
(Aerocondor) donde el mayor número de acciones de esta empresa aérea
pertenecía a la American Air Line, corporación perteneciente al grupo Chase
Manhattan Bank de la multimillonaria familia Rockefeller, y el capital nacional lo
representaban los dineros oligarcas de Jorge Barco Vargas, Misael Pastrana
Borrero y Carlos Albán Olguín, entre otros accionistas minoritarios con capital
local.
El desarrollo de la infraestructura en ese periodo creó las condiciones pues para
el posterior crecimiento económico que en esa etapa alcanzó cifras por encima
del 6%. Hacia aquel entonces había cambiado sustancialmente la situación
socioeconómica en Barranquilla. Con la “estabilidad” que produjo la dictadura de
Rojas Pinilla, en la ciudad se había desplegado el proceso de urbanización con
una envergadura sin precedentes; creció en flecha la importancia numérica de
las llamadas capas medias en barrios como El Porvenir, Paraíso, Olaya, Las
Mercedes; y el comercio en la Calle 72 se fue consolidando como un sitio de
compra y venta de estos sectores medios, hecho que no pudo dejar de influir
positivamente en la demanda solvente de un importante sector de la economía
barranquillera. Crecieron igualmente las necesidades de esta parte de la
población de mercancías industriales provenientes de otras regiones del país
debido a la construcción de carreteras y otras vías de transporte con la
consiguiente intensificación de los vínculos intraregionales, lo que obligó a
reforzar la base energética de la ciudad mediante la construcción de varias sub-
estaciones eléctricas. En el periodo de 1953-1957 se logró igualmente la
extensión de puestos de salud integrales a través del Servicio Nacional De
Asistencia Social (SENDAS). Por otra parte, la Caja Agraria y el Banco Central
Hipotecario en Barranquilla contribuyeron al proceso de centralización del
Capital Estatal en la Costa caribe y, por consiguiente, se desarrolló una agresiva
pavimentación de vías y con ello la creación de diversos barrios para sectores
de clase media-baja entre ellos Cevillar, El Carmen, San José, Simón Bolívar, La
Victoria entre otras obras de infraestructura urbana. Estos barrios fueron
escenario de importantes luchas en las décadas del sesenta y setenta, pues allí
residía un importante número de estudiantes, educadores, empleados, obreros
calificados etc. que le imprimieron a la lucha social un aire de renovación

214
influenciado por el ambiente de revolución que existía a través del influjo de la
revolución cubana y, en muchos casos, núcleos de estos sectores se convirtieron
en herederos de la rebeldía gaitanista contra el bipartidismo, rebeldía que
canalizó eficientemente la Anapo y, posteriormente, la izquierda democrática y
revolucionaria en Barranquilla. Sin embargo, los mecanismos de crecimiento
económico bajo este modelo asistencialista no desactivaron para nada la
pobreza y el crecimiento de los barrios marginales, unido a las primeras formas
de “limpieza social” patrocinadas por el Estado que continuó su macabra marcha.
La creación oficial de la tenebrosa “mano negra” y el florecimiento de populosos
barrios como Carrizal, Villate, Santuario, Las Américas, La Manga, surgidos entre
1957 y 1964 con índices impresionantes de miseria, es un testigo mudo de lo
anterior. Todas estas tomas de tierras realizadas por las clases populares para
fabricar sus casas, se hacían al ritmo del merecumbé, fenomenal ritmo caribe
creado por Pacho Galán. “Hay cosita linda” melodía compuesta por el maestro
en 1954 no solo era para la gente el “mejor merecumbé de la historia” sino que
también significaba con el “anoche soñé contigo” un pedazo de rancho que con
esfuerzo construían las barriadas populares en las periferias de la ciudad.
Pero quizás el conflicto más agudo en ese periodo se presentó en la toma de los
terrenos a los herederos del terrateniente “don Pedro Consuegra” en el sector
popular de la Sierra y la Sierrita al sur-oriente de la ciudad. Unas mil familias con
determinación resuelta se tomaron estas propiedades. El relato de este
dramático suceso lo hace el corresponsal del diario El Tiempo en Barranquilla, y
allí se pueden advertir la consecuencia misma de la polarización social y el
conflicto de clases, que no fue ni ha sido jamás auspiciado por lo pobres sino por
la descompuesta clase politiquera y los gremios económicos que no fijaban su
interés en la distribución de “la riqueza y el progreso” de que tanto se jactaban
en esos días, sino en profundizar la miseria a costa de miles de familias que
llevaban en sus espaldas la ausencia de los más elementales derechos, entre
ellos el mas sentido, el de la vivienda.
La resolución que no quería aprobar el Consejo de Barranquilla por orden del
presidente Lleras Restrepo era la 06, que daba luz verde a los colonos para
ocupar los terrenos. Detallamos gran parte de esta narrativa por su importancia
histórica y para comprender la formación espacial-conflictiva de la ciudad en esta

215
etapa; es decir, con un lujoso crecimiento hacia el norte y la espantosa miseria
hacia el sur:
«El problema se ha agravado aún más por la intervención de algunos
políticos…los colonos al enterarse del mensaje del Presidente (Lleras) y cuando
se encontraban en las barras de la reunión de ayer en el Consejo, dirigidos por
un ciudadano de nombre Joaquín Salgado, reaccionaron y salieron a armarse de
tal forma que, si la policía no interviene rápidamente, a estas horas se estaría
contemplando una tragedia. El corresponsal pudo darse cuenta que los
habitantes de la Sierra y la Sierrita están dispuestos hasta el sacrificio para
mantenerse en el sitio donde están desde hace algunos días. Estos consideran
que el Concejo les prometió tierras para construir sus casas y que, así como el
Municipio compró terrenos para la Alboraya, Santo Domingo y El Santuario a
precios exagerados para hacer Barrios Obreros Pilotos, que no se han realizado,
así ellos, ciudadanos también de Barranquilla, se mantendrán en esas tierras
“cuésteles lo que les cueste, así sea la vida”. Alrededor de 20 manzanas de tales
terrenos se encuentran llenas de verdaderos tugurios o chozas. En una de ellas
se pudo presenciar una cuna ocupada por un niño enfermo y a su lado, sus
padres, con las camas tendidas. Como techo tres hojas de zing usado y por
paredes unas tablas paradas en forma de caballete. Y así otros cuadros no
menos desgarradores. Entrevistados algunos de los colonos que viven allí,
llamados Luis Terán Pacheco, Adolfo Martínez Prices, Gonzalo Hernández y
Aníbal Palacio, declararon que ellos habían sido los ciudadanos a quienes se
inscribió en la Alcaldía en el mes de octubre pasado para darles una parcela en
la Alboraya. “Hasta ahora no se ha cumplido tal cesión. De la Alcaldía se
perdieron las boletas de inscripción y muchos políticos se han aprovechado de
este problema y de ahí que estemos en la Sierra y la Sierrita”. En la barra se
pueden escuchar gritos de que “había que traer los ataúdes para los dieciséis
concejales” y además hubo algunos que sugirieron que, si la resolución se
desaprobaba, ellos invadirían en las horas de la noche los terrenos del campo
de golf del Country Club. Esos terrenos están situados en el barrio El Prado y
cuestan millones de pesos. Las gentes de los terrenos invadidos, cuyo número
pasa de 50 mil personas, están dispuestos a lanzarse a la ciudad en un
movimiento envolvente en caso de que el Concejo Municipal dicte una medida
que vaya contra sus intereses. Estos ocupan terrenos en zonas de Santuario,

216
Alboraya, Santo Domingo, Carrizal, El Bosque, La Sierra, La Sierrita y
Lipaya…creándosele por consiguiente un problema al gobierno que tiene que
garantizar la propiedad». (El Tiempo, 1/21/1962: pág. 6)
La presión popular hizo que el Concejo de la ciudad y el gobierno nacional
cedieran ante la petición de los manifestantes, pero la atención social de estas
familias fue prácticamente nula creándose en estos terrenos barrios con una
aterradora marginalidad.
Por otra parte, después de la violencia generada por el asesinato de Gaitán en
las décadas del 50 y 60 del siglo XX, la migración forzosa de miles de
campesinos despojados de sus tierras en el interior del país produjo un
crecimiento poblacional emergente en Barranquilla. Esta población proveniente
de las zonas de conflicto militar ocurrida en la llamada época de La violencia,
descentralizó el comercio que se realizaba en el centro y en el mercado de la
ciudad lo que condujo a que se masificación las tiendas de barrio,
distribuyéndose eficientemente la producción industrial (sin ninguna retribución
social), a cuenta de estos emigrados.

CAPITULO VIII

NUEVAS AREAS ECONOMICAS Y NUEVAS DEPENDENCIAS

8.1 La Zona Franca: territorio extranjero y área inhumana de explotación


laboral
Con la creación de la Zona Franca bajo la Ley 105 de 1958, el desarrollo
capitalista en Barranquilla y Colombia dio un paso más. Los Estados Unidos
igualmente evolucionaron en el mecanismo de la dominación y pasaron desde
exportadores de capitales para inversión, hasta la implantación de monopolios
que absorbían gran parte de la economía barranquillera a través de las
corporaciones y sociedades mixtas anteriormente mencionadas. Bajo esa base,
los gringos comenzaron a prepararse para controlar a otra escala la economía
local, nacional y latinoamericana, esto a través del llamado “fomento de la
integración latinoamericana”, auspiciando un mercado común interamericano
que le permitiera a sus grandes multinacionales fabricar en un país

217
latinoamericano y exportar a otro sin mayores contratiempos. En ese contexto
nace la Zona Franca de Barranquilla con un principio económico que, con
expresa sumisión a los norteamericanos, declaraba:
«Los Estados Unidos han encontrado ventajoso el dar cabida dentro de sus
sistemas de tarifas para la adaptación de Zonas Francas con el objeto de evitar
los trastornos al comercio y a la industria que de otro modo no son fáciles de
eliminar». (Sarta: 1972: p. 78)
Los estudios preliminares69 para la construcción de la Zona Franca en
Barranquilla fueron realizados por los señores Hjalmar Malstron y Rune Ulsafz
ambos importantes capitalistas vinculados a la Asociación General de
Exportaciones de Suecia. El objetivo central en la creación de las Zonas Francas
fue generar las ventajas económicas necesarias para que el capital internacional
pudiera acumularse sin las trabas aduaneras impuestas por las políticas
proteccionistas de la década del treinta y principios del cincuenta y como un
incentivo para las nuevas leyes de competencia entre las industrias nacionales
y los monopolios extranjeros, fortaleciéndose en corto tiempo las necesidades
expansivas del capital competitivo. Veamos apartes estratégicos de su filosofía:
«Por expreso mandato de la Ley, la Zona Franca ha de cumplir su objetivo como
la prestación de un servicio público sin ánimo de lucro, lo que permite la fijación
de tasas que siendo costeables no lleguen a niveles que pudieran resultar no
atractivos para el establecimiento de industrias o establecimientos comerciales
dentro de la Zona». (Sarta: 1972: p. 81)

69
Los estudios indicaban la particularidad de los nuevos factores de dependencia económica al ceder un
espacio del territorio nacional para la exportación de manufactura extranjera que, lógicamente, fueron
disfrazados como ventajas: “en el estudio en mención se hace un recuento de las principales ventajas que
encierra el sistema de la Zona Franca... estas ventajas se deben al hecho de que la Zona Franca es
considerada como territorio extranjero” (Sarta y Consuegra: 1972: p. 79).

218
Bajo esa circunstancia, el comercio internacional de Colombia que se realizaba
en su mayoría a través de Barranquilla, dio un giro importante al eliminar en gran
parte la política de protección aduanera, pero este, como es normal en la
competencia capitalista, no fue un giro para expandir la industria nacional a
través de otros actores económicos sino para consolidar a los ya existentes, es
decir, a los monopolios nacionales y a las multinacionales extranjeras. A estas
multinacionales instaladas en Barranquilla le correspondían aproximadamente
las tres cuartas partes de las inversiones del capital privado existente.
El principal impulso para la creación de la Zona Franca como forma territorial
neo-imperial de desarrollo desigual y de subdesarrollo camuflado, se originó en
la expansión y monopolización creciente de las corporaciones internacionales de
base norteamericana, afincados estos conglomerados en una nueva fase que
asumía la llamada “revolución tecnológica” la cual necesitaba de mercados
crecientes para su consolidación y expansión. En una de las ventajas
enumeradas por los autores citados sobre el tema se dice: «Una Zona Franca
capacita a los abastecedores extranjeros a mantener existencias de mercancías
en la Zona, para proveer así a los compradores una fácil y constante cantidad de
artículos esenciales, tales como accesorios para la industria, piezas de repuesto
para máquinas de toda clase, artículos vitales de consumo etc. Hay también la
posibilidad de exhibir mercancías extranjeras en una Zona Franca para la
inspección de los compradores».
Las principales empresas extranjeras, sobre todo norteamericanas, que
aprovecharon las grandes ventajas de la Zona Franca en Barranquilla fueron

219
Colombia Knits, Fashion Mates Inc, Colex Co. Ltda., Textiles Internacionales
Ltda., Colombian Manufacturing & Spotrs, American Sea Food Co., Fempi,
Confecciones Joey y la Sewin Machine Company y, la más importante de todas,
la Mid Continent que tenía para su servicio mil metros cuadrados de bodega y
diez mil metros cuadrados para carga homogénea, secundadas estas empresas
por la instalación en el viejo barrio El Prado del gran emporio comercial
norteamericano Sears Roebuck la cadena de almacenes más poderosa en el
mundo para la época, cadena que también tenía fuertes acciones en la
Compañía Colombiana de Gas perteneciente a la Texaco Socomy Movil de
Nueva York, multinacional que tenía sus oficinas principales en Barranquilla.70
La innovación tecnológica implementada por las multinacionales para expandir
el mercado de consumo en la costa Atlántica y propagar igualmente la
renovación de la maquinaria industrial, permitió a estas rivalizar en mejores
condiciones con los competidores ya establecidos en la ciudad, eliminándolos y
absorbiéndolos en el camino, pues los capitalistas medianos que
tradicionalmente importaban mercancías y productos para el consumo carecían
de fondos o ramas de proveedores para seguir esa línea o, sencillamente, la
administración de la aduana les negaba las licencias para importarlos. Fue en
este periodo donde se transformaron, redujeron o simplemente desaparecieron
importantes Casas Comerciales que funcionaban desde comienzos del siglo XX
como las casas importadoras de Adolfo Held que importaba artículos de
ferretería, automóviles, repuestos etc., la casa comercial de J. V. Mogollón, la
Pacini y Puccini, J. A. Correa, Antonio Volpe etc., dando paso a mecanismos de
aconductamiento y capacitación hacia mercados ya dirigidos, es decir, los que
dominaban la escena internacional como se deriva del siguiente comentario:
«Una Zona Franca capacita a un importador a comprar grandes cantidades
beneficiándose así de los precios bajos ocasionales en los mercados mundiales,
retornos por compra en cantidades y tarifas de fletes más bajas». (Sarta: 1972;
p. 80)
La penetración del mercado por los monopolios norteamericanos a través de las
facilidades para la importación mediante el comercio dirigido realizado por la
Zona Franca, aumentó el poder monopolista sobre los socios de las empresas

70
El emporio de la Sears en Barranquilla fue posteriormente adquirido por la familia Char, dando origen a
los almacenes Sao.

220
mixtas instaladas en la ciudad, sobre los competidores de otras firmas
extranjeras europeas y sobre toda la economía barranquillera y la colombiana en
general. Desde ese periodo, la curva de las inversiones directas e indirectas del
capital norteamericano en el sector de las industrias de alta tecnología comenzó
a subir vertiginosamente en toda la región Caribe, desbordando las inversiones
en otras esferas de la producción. Eso generó que en la ciudad quedaran cada
vez menos empresarios que, en uno u otro grado, no fueran socios del capital
extranjero. A esa situación los llevó más que nada la necesidad de tener acceso
a la tecnología moderna y (o) la falta de recursos financieros. Este hecho, como
muchos otros, pasó desapercibido para la mayoría de la gente sencilla quienes
continúan, con la ayuda de los historiadores y economistas oficiales,
considerando como barranquilleras o de capital barranquillero a dichas
empresas.
La instalación de la Zona Franca igualmente creó una nueva expectativa
económica en la región, lo que se tradujo en una nueva ola migratoria de los
campesinos pobres del departamento del Atlántico y gran parte de la región
Caribe hacia Barranquilla, generando esta situación de sobreoferta de fuerza de
trabajo una declinación del nivel general de salarios, unida a una represión
paralela contra el sindicalismo expresada en despidos masivos en estas
empresas: «Que se venían practicando desde los años cuarenta al menos en el
río y en el Terminal Marítimo; obedecían no solamente a criterios políticos, sino
también en muchos casos a razones técnicas de reorganización de las
empresas, o a razones objetivas como el descenso en la actividad portuaria... en
un solo día el Gerente del Terminal Marítimo Gabriel Rodríguez Franco despidió
en 1958 a 284 trabajadores». (Archila: 1987: p. 75)
Esta nueva oleada migratoria en la ciudad para esa época, condujo a una nueva
expansión social en la ciudad que dio inicio a la construcción de una nueva
oleada de barrios populares hacia el sur-oriente entre los que estaban, Las
Palmas, Alboraya, José Antonio Galán (Cachosolo), La Magdalena, Los
Trupillos, La Unión Boyacá barrios que generaban nuevas dinámicas sociales
con postergadas demandas económicas.
Con la creación de la Zona Franca se incrementó el comercio y la inversión
extranjera, pero igualmente los bajos salarios y el desempleo producto de las
migraciones masivas y los despidos portuarios en masa, ocasionó que en las

221
capas medias y populares no se incrementara, correspondientemente, el nivel
de compra doméstico, esto produjo que la mayoría de lo producido y
comercializado en la Zona Franca de Barranquilla se radicara en el exterior como
lo afirmara certeramente el Secretario Ejecutivo del Foreiing Trade Board de los
Estados Unidos, Richard Lake, que de paso por Barranquilla supervisó
directamente las obras portuarias: «La Zona Franca de Barranquilla es un
instrumento vital del comercio internacional, así como la creación de vías de
escape para el extranjero para los productos manufacturados». (Diario del
Caribe: 8/5/1963: p.12)
Esas condiciones desmejoradas del comercio, absolutamente dependientes, los
déficits crónicos de la administración municipal, así como la creciente necesidad
de obras de infraestructura en vías, alcantarillado, acueducto escuelas etc.,
fueron incrementando igualmente los compromisos económicos (empréstitos)
con instituciones financieras internacionales para mejorar los niveles
infraestructurales de la urbe; pero ojo, el desarrollo de esa infraestructura no fue
para mejorar las condiciones de vida generales de la población barranquillera,
es decir enfocarlos hacia la inversión social, sino para apoyar todas las obras de
estructura que necesitaba el capital monopolista tanto nacional como
transnacional para su expansión. Fue así como para afianzar todo el sistema
económico e infraestructural de la Zona Franca la nación y el departamento
asignaron la suma de $6.500.000 para la obra, dinero que salió del bolsillo del
pueblo a través de impuestos y que sirvieron para facilitar la acumulación a unos
cuantos monopolios instalados en la Zona Franca. Así pues, los empréstitos
realizados en Colombia y América Latina por la banca multilateral para esa época
estaban dirigidos, fundamentalmente, al ordenamiento de los medios de
agilización mercantil a través de obras de infraestructura, como bien lo explica el
informe de la Cepal publicado en el año de 1964: «En tercer lugar, el Eximbank
y el Bird, han tratado por largo tiempo de evitar hacer préstamos que puedan
competir con el capital privado extranjero. Esto redundó en un plan de créditos
concentrado sobre todo en la infraestructura más bien que en la industria».
(CEPAL: 1964: págs. 239 y 240)

222
La Zona Franca: un pedazo de territorio extranjero en el corazón de Barranquilla

La inversión en los ferrocarriles,71 la inauguración de las carreteras troncales


para comunicar a Barranquilla con el interior, la ampliación de la Zona Franca, el
dragado permanente de Bocas de Ceniza, fueron intentos colosales para
afianzar la precaria economía exportadora. Sin embargo, la creación de la Zona
Franca como inversión prioritaria del Estado en ese periodo, fue algo más que
un proyecto para insertar la economía de Barranquilla y Colombia al mercado
internacional; así pues, este centro especializado de comercio, como puerto libre
o “territorio extranjero,” fue un proyecto mediante el cual el capital transnacional,
repetimos, configuró de manera específica las relaciones de dependencia
importadora-exportadora y creó un nuevo ciclo que tendía a reproducir en escala
ampliada la acumulación de capitales bajo la modalidad de los llamados
acuerdos multilaterales.
Todo el diseño y la infraestructura iban dirigido pues a satelizar la economía
colombiana a través de las llamadas Zonas Francas para hundir a sus regiones,

71
Las obras para los ramales que conectaron a Barranquilla con el interior del país a través del Ferrocarril
del Atlántico la realizó la empresa norteamericana Madigan Hayland, y su gerente Thomas White Heard
afirmaría en Barranquilla que “esta obra en pocos años sacará al Atlántico de la pobreza” Todavía estamos
esperando que se cumpla el presagio.

223
especialmente las costeras, en un subdesarrollo estructural irreversible. La
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) fue pues el mecanismo
apropiado para rediseñar nuestro raquitismo económico en la nueva fase de
comercio internacional agenciada desde nuestros puertos.
En Barranquilla y producto de ese contradictorio boom urbanístico e industrial
dinamizado por la Zona Franca, se fue afianzando igualmente una nueva cultura
urbana que inspirada en sones caribeños originó un nuevo “sitio de libres” en
Barranquilla, es decir, la salsa y el son cubano se fueron tomando las esquinas
de los barrios populares, dando inicio a una nueva rebeldía cultural. Sitios como
La Cien, El Boricua, El Diamante en el barrio Rebolo, la Isla Antillana, el Apolo,
El Malecón en la carrera 21, La Gran Vía en la 14 con Cordialidad, el Ipacaraí en
Simón Bolívar entre otros, se convirtieron en referentes de una nueva cultura
popular que pretendía defender en las esquinas la identidad caribe avasallada
por la inclemente penetración norteamericana. Rescatar lo nuestro con los
relucientes “pasos de salsa” al ritmo explosivo de los picos y del jala, jala, el
Chacabun y la descarga caliente era pues una necesidad impostergable para los
barranquilleros sin camisa, de pantaloneta y chancleta.

Azotar baldosa en las verbenas era el refugio de miles de barranquilleros para olvidar
un poco el alto costo de la vida en esa época; los picos el Gran Fidel, el Coreano, el

224
Gran Che, el Rojo, el Isleño etc. era el homenaje que la contracultura quillera le rendía
a la isla antillana (Cuba) y a su revolución

8.2 Los acuerdos multilaterales, el desangre de capitales y los barrios de


“invasión” en la nueva estrategia económica de los puertos

La creación de esta asociación de países latinoamericanos (ALALC), intentó ser


una respuesta a la debilidad del mercado interno, fomentando el intercambio
comercial entre los países que se suscribieron en enero-febrero de 1960,
incorporándose Colombia en 1961.
La situación de la economía colombiana en materia de infraestructura y vías era
pésima en la época de suscripción del tratado, sumándole a esta situación el
carácter de debilidad estructural producto de la influencia del capital foráneo en
la economía nacional, lo que indicaba que cualquier decisión en materia
económica necesariamente se vería influenciada por esta particularidad
concreta. La visión del Plan General de Desarrollo Económico y Social realizado
por el Departamento de Planeación Nacional, se mostró inicialmente optimista
en torno al tratado de integración. En uno de los apartes de este documento se
dice:
«Nuestro país ha ingresado a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
y son muy grandes las responsabilidades que surgen de este hecho... y deberá
adquirir una capacidad nueva e intensa para penetrar con su producción en otros
mercados... y deberá contribuir con sus decisiones nacionales a que la zona se
convierta efectivamente en un motor que intensifique el comercio
latinoamericano». (Sarta et. al: 1972: p. 118)
El mercado que se pretendía disputar era el de los 160 millones de consumidores
que tenían los países integrantes del tratado a comienzos de la década del
sesenta, sin embargo, esto no era, en términos generales, más que un espejismo
porque el Producto Interno Bruto de los países asociados era diferente y los
desniveles de ingreso entre las clases sociales eran significativos. El ingreso
anual promedio de la población latinoamericana era de alrededor de 150 dólares
anuales y un obrero en Barranquilla ganaba siete veces menos que un similar en
Estados Unidos, lo que significaba que el presupuesto familiar en general tenía
que destinarse primero a los artículos de subsistencia (alimentos, vestuario etc.)

225
y dejar en un segundo plano los artículos industriales suntuarios
(electrodomésticos, automóviles etc.), esto indicaba que el consumo de las
clases populares hacia la producción industrial, estimulada por los nuevos
tratados, era sumamente débil.
Fue pues la baja capacidad adquisitiva (salarios de miseria) el principal obstáculo
para que floreciera el comercio entre estos países, sumado a los impuestos de
aduana que encarecían los productos. Así lo anota José Consuegra refiriéndose
al tema: «El hecho de que los altos gravámenes de los aranceles evitaban
cualquiera posibilidad de competencia, obligó a los consumidores colombianos
a absorber pacientemente los precios altos de mercancías producidas a costos
artificialmente elevados». (Sarta: et. al: 1968: p. 19)
Es de recordar que los bienes de consumo de mercancía industrial elaborada
eran fundamentalmente producidos por compañías extranjeras, especialmente
norteamericanas, lo que mostraba que el comercio producido no aseguraba el
incentivo de la industria barranquillera y colombiana, sino que el drenaje de
capitales iba a parar a manos de las corporaciones norteamericanas y hacia
algunos monopolios locales, como lo afirmaba certeramente el economista
Gumersindo Amengual (1963: p. 148) sobre el análisis de la situación económica
y la llamada integración latinoamericana de la época:
«No han faltado entusiastas del panamericanismo y de la
'democracia representativa' que han propugnado la entrada de los
Estados Unidos en el pacto, como si la sede del imperialismo fuera
a interesarse por ingresar en paridad de condiciones en una unión
aduanera en la que tienen que ganar como nación asociada, puesto
que disfruta de ventajas arancelarias respecto a otros países
industrializados en las repúblicas latinoamericanas. Por otra parte,
puede decirse que los yankis están ya dentro de la ALALC, puesto
que pueden disfrutar de sus beneficios a través de sus compañías
subsidiarias establecidas en los distintos países sin la obligación de
Estado signatario. Además, recientes hechos demuestran que,
desde fuera, son el supremo árbitro de las decisiones de la
Asociación, a través de los gobiernos sometidos».
En términos generales esto fue cierto, pues la apertura de la Zona Franca como
mecanismo de habilitación de la ALALC, produjo una inmensa cantidad de

226
mercancías importadas que frenaron el avance industrial nacional de los años
precedentes y mostraban el claro desajuste de la economía colombiana en
relación con la latinoamericana, y por consiguiente la contribución decisiva de la
apertura de las Zonas Francas de Barranquilla, Cartagena, Buenaventura,
Cúcuta y Bogotá al desajuste económico estructural del país y la región. Así lo
relata José Consuegra:
«El año pasado (1963) Colombia fue el país que arrojo un valor menor en las
actividades comerciales intrazonales, inclusive por debajo de países de menos
importancia económica como Paraguay y Ecuador. El valor total de nuestras
exportaciones a los países miembros de la ALALC fue apenas de seis (6)
millones de dólares, mientras las exportaciones del Ecuador arrojaron casi ocho
millones (7.8) de dólares y las de Paraguay más de diez millones (10.7) de
dólares». (Consuegra: 1968: p.120)
Si bien los historiadores Sarta y Consuegra en sus análisis sobre la historia
económica de Barranquilla esgrimen que la situación desfavorable se debía a la
«Sencilla razón de que las fábricas más distantes están situadas en zonas
inapropiadas que agregan costos adicionales a los precios de los factores
comunes», concluyendo sobre los costos en transporte al problema de «la
adecuada localización que evite los costos adicionales del transporte interno.
Máxime es bien sabido que el precio del transporte en el interior del país es
varias veces superior al precio del transporte marítimo»; también es cierto que
fueron otros factores estratégicos del capital los que determinaban tal situación.
Como anotamos anteriormente, si bien ese mercado común no podía
desprenderse de la influencia de los monopolios extranjeros, tampoco podían
prescindir del negocio de las empresas navieras en esa integración, pues
Latinoamérica solo disponía de un centenar de barcos competentes para la
navegación de altura y el 85% del tráfico marítimo lo realizaban barcos de los
Estados Unidos o de países europeos, además, gran parte de estos buques que
navegaban bajo banderas latinoamericanas pertenecían, de hecho, a
conglomerados norteamericanos del transporte. Igualmente, muchas
embarcaciones de las grandes flotas comerciales y petroleras, a fin de eludir las
imposiciones fiscales, navegaban bajo las banderas de Panamá, Haití, Honduras
y otros países. La creación de la Flota Mercante Grancolombiana en 1944, que

227
intentaba equilibrar el precio de los fletes marítimos, no logró superar tamaña
dificultad.
Aunque la ALALC difería del mercado común europeo en que solo incluían el
mercado comercial entre los países adheridos al tratado, sin que se extendiera
la unión o unidad de tarifas respecto al comercio con los países fuera del
convenio, gran parte del intercambio comercial de los países adherentes al
tratado se hacía por vía marítima debido a las dificultades de comunicación por
vía terrestre y fluvial que presentaban las selvas, ríos y montañas que servían
de fronteras entre las repúblicas sudamericanas, y aún de Colombia misma, y
también porque el flete marítimo para la comunicación con los países
centroamericanos era más barato. Sarta y Consuegra en su disertación
académica y exhibiendo un primíparo neoliberalismo, erróneamente tocan el
tema culpando al centralismo: «El país se dio el lujo, a consecuencia de una
intervención estatal centralista, en establecer fábricas en regiones alejadas de
los centros productores de la materia prima y de los puertos a donde llegaba
también parte de la materia prima y las maquinarias en general, o de donde podía
exportarse al extranjero la mercancía manufacturada». (Sarta: et. al: 1972:
p.119)
El problema no fue el exceso de centralismo, como lo afirman nuestros autores,
sino precisamente la falta de él fue lo que derivó en el descalabro económico de
la participación colombiana en la ALALC, pues históricamente en Colombia,
como lo hemos visto en capítulos anteriores, no es la planificación del Estado lo
que ha determinado el desarrollo y organización industrial y comercial, sino los
intereses del capital que ubica sus industrias y su comercio allí donde mayor
rentabilidad generen y no donde la estrategia económica estatal lo disponga, lo
que ha determinado, en últimas, las orientaciones económicas estratégicas y
porque en el capitalismo es la propiedad privada sobre la industria y el comercio
la que determina, en definitiva, las orientaciones económicas básicas en cada
etapa y de acuerdo a sus posibilidades reales de acumulación, y el Estado, en
manos de la clase industrial, comercial y financiera se subordina forzosamente
a esa realidad.
Sobre Barranquilla, en el contexto de la ALALC, los citados autores con
destemplanza afirmaban que: «De esta manera, ciudades como Barranquilla,
que, por sus razones exclusivas de su posición natural privilegiada, puerto

228
marítimo, puerto terminal de la arteria fluvial del país y punto equidistante en la
rica región de la Costa norte, venían experimentando sorprendentes ritmos de
crecimiento, sintieron sorprendente efecto de contracción en los negocios».
El problema, repito, no fue por discriminación regional, cuestión que
tradicionalmente evocan los historiadores, políticos y economistas
barranquilleros cuando se refieren a la “poca fortuna” que tienen los intereses
económicos creados en la región, sino se debió a cuestiones infraestructurales
relacionadas con la excesiva penetración de capitales foráneos en la economía
que afectaban al país entero y que venían acumulándose de años anteriores. Así
lo anota Mario Arrubla en la caracterización económica de la época: «De otra
parte, factores internos, condicionado sin embargo por las repercusiones del
deterioro de los precios de intercambio sobre el ingreso nacional y en particular
sobre los costos y precios industriales, desalentaron igualmente la inversión
productiva: la estrechez del mercado interior que se expresó por una caída
relativa de la demanda de productos manufacturados de $1.545 por habitante en
1954 a $1.476 en 1957 y a 1.430 en 1959... En tales condiciones, el ritmo de
crecimiento de la producción fabril decayó en forma notoria». (Arrubla: 1969:
págs. 196-197)
En esa medida, la entrada a la ALALC se realizó en condiciones desventajosas
para Colombia y la región, pues la debilidad en el mercado interno presionó
negativamente la capacidad competitiva de la industria nacional más no de los
monopolios, ocasionando esta situación una balanza comercial deficitaria pues
ya «En 1963 registramos déficits en el balance comercial con todos los países
de la ALALC» (Sarta: 1972: p.120) Este déficit en la balanza comercial se
manifestaba porque los bienes que se importaban, en su mayoría
manufacturados o completamente elaborados, marcaban una tendencia a
aumentar de precio, mientras que los bienes que se exportaban, casi en su
totalidad materias primas como el café y el banano, mostraban la tendencia a
corto plazo de violentas oscilaciones en los precios, situación que favorecía la
especulación de los acaparadores y que, a largo plazo, solían dejar en definitiva
un saldo deficitario.
Consecuencia de estos procesos en el intercambio comercial con la ALALC, fue
la crónica escasez de divisas en el país que obligó nuevamente a hacer
empréstitos para el financiamiento, produjo la desvalorización del peso con

229
respecto al dólar y el aumento consiguiente del costo de vida, originando esto
una fuerte espiral inflacionaria. Sin embargo, y a costa de la ruina de algunas
empresas nacionales, las grandes corporaciones extranjeras con capital
asociado y los monopolios nacionales fueron los que vieron aumentar sus
ingresos en la llamada “asociación latinoamericana” porque globalmente, el
destino económico dependiente y la imposición de ser únicamente productores
de materia prima en una organización mundial del trabajo organizada ya por las
multinacionales y los organismos financieros internacionales, originó el fracaso
de cualquier mecanismo integrador y, por consiguiente, la parálisis de cualquier
crecimiento económico real. La industria barranquillera quedó, a la par, limitada
y arrinconada en esas condiciones de imposición imperial: «En términos
generales en la industria de Barranquilla como en la industria general de las
economías subdesarrolladas, las características son las de predominio de la
actividad primaria, productiva de alimentos, vestidos, textiles etc.…
especialmente para el mercado de la Zona de Libre Comercio... en cuya
producción se necesitaba la de la materia prima nacional y extranjera». (Sarta:
1972: p. 166)
En medio de esas condiciones y mientras Colombia exportaba materia prima a
granel, los inversionistas extranjeros depositaron sus capitales en las industrias
transnacionales que alimentaban la “revolución tecnológica” que eran las que
realmente atraían el mercado de consumo y las que mayor rentabilidad
generaban y colocaron, de paso, a la economía colombiana en una condición
subordinada a esa circunstancia. En otras palabras, la conquista del mercado
imperial a través de la ALALC de la cual Barranquilla y su Zona Franca sirvieron
de cortesana, se había asentado sobre la base de la explotación creciente de la
mano de obra que cargaba y descargaba mercancías en los muelles de los
puertos, de la que ingresaba como obrero raso a las Zonas Francas, se afincaba
sobre la consolidación de los monopolios locales y, además, se apuntaló sobre
la base de la intervención imperial de la economía norteamericana en el comercio
latinoamericano, colombiano y barranquillero. Así lo expuso proféticamente el
historiador económico Pelegrín Torrás (1962: p. 14) sobre la participación de los
monopolios norteamericanos en los beneficios que obtenían de la llamada “unión
aduanera”:

230
«La ALALC tal como está establecida, encierra el peligro de facilitar
el aumento del dominio de los monopolios y del imperialismo yanki
en América Latina. Las grandes empresas extranjeras,
fundamentalmente norteamericanas, establecidas en los países de
la zona de libre comercio, gozarán de las ventajas de ésta,
disfrutando de una situación privilegiada con respecto a las
empresas nacionales. Tal situación favorable se debe a que
pueden tener recursos financieros y técnicos para una rápida
expansión directamente de sus empresas matrices. Un grupo
consultor designado por la Comisión Económica para América
Latina (CEPAL) y la O.E.A para estudiar las inversiones extranjeras
privadas existentes en los países de la zona, señaló el temor que
abriga a la mayoría de los industriales nacionales de que sus
industrias se vean perjudicadas por el desarrollo de los mercados
más grandes previstos por la zona de libre comercio, debido “a que
la afluencia de capitales extranjeros a las fábricas regionales será
de tal magnitud y eficacia que se traducirán en una fuente de
funestas consecuencias para las industrias nacionales”».
Y de verdad que no se equivocó, en ese periodo tuvieron un amplio auge en
Barranquilla las industrias de capital norteamericano que contribuyeron, ante
todo, a acelerar bruscamente el proceso irreversible de desnacionalización de la
economía, y a Barranquilla estos monopolios la convirtieron en un sector de
producción para la exportación de productos manufacturados que se dirigían
hacia otros países de Latinoamérica. Vale la pena mencionar todas estas
multinacionales instaladas en ese periodo en la ciudad por la importancia
histórico-económica del hecho:

INDUSTRIA INVERSIONISTA
Gas Natural Colombiano Texaco, Socomy Movil Oíl Co. New
York
Du pont de Colombia S.A Du Pont de Nemours, Wilmington,
Delawer
Fábrica de hilazas Vanilón Monsanto, St. Louis, Missisipi

231
Envases Colombianos. S.A. American Can, New York
Aluminio de Colombia (Reynolds) Reinolds Metals, Richmond, Virginia.
Conservas California S.A. Grace (W.R.) New York.
Ico Pinturas S. A. Grace (W.R.) New York.
Celanese Colombiana S.A. Celanese, New York.
Productos Rhinco S. A. Rom & Hass, Philadelphia.
Jhomson & Jhonson de Colombia Jhonson & Jhonson, New York,
Brunswickns.
Esbic Corporation S.A. Electric Estorage Battery, Philadelphia.
Rusco de Colombia Ltda. Russell Manufacturing Co. Middleton,
Connecticut.
Industrias Prestolite de Colombia S.A. Prestolite Electric Ind., Toledo Ohio.
Cristalería Peldar Ltda. Owens Illinois, G.L Toledo, Ohio.
Armco Colombiana S.A. Armco Stell, Middleton, Connecticut.
Singer Serwing Machine Co. Sewinger Sewin Machine, New York.
Química Internacional, Quintal, S.A. Stauffer Chemical Co. New York.
Petroquímica del Atlántico Ltda. International Development &
Investment, Bahammas.
Vidrio Colombiano, S. A. International Glass Equipment Limited,
Bahamas.

El crecimiento económico a través del intercambio comercial que se pretendió


crear mediante el comercio con la ALALC no pudo resolver, o por lo menos
amortiguar, los graves problemas que presentaba la ciudad y el país y más bien
todas estas empresas multinacionales que se instalaban, si bien empleó a un
número relativo de personas, también acentuaron el subdesarrollo económico y
la pobreza (situación que se manifestó físicamente en la ciudad con la creación
de barrios marginales como Mequejo y Evaristo Sourdis) porque al quedar
sujetos a las fluctuaciones económicas de las relaciones capitalistas
internacionales, la economía que se desarrollaba se hizo más vulnerable a la
crisis periódicas de las bolsas de valores de los mercados internacionales y a las
imposiciones de su comercio, quedando de hecho desnacionalizada gran parte

232
de nuestra industria y solamente consolidándose los monopolios nacionales
(caso Santodomingo) y el capital transnacional a través de las empresas arriba
mencionadas. Este desangre de capitales queda claro en un balance económico
de las inversiones norteamericanas hecho por el Banco de la República:
«Entre 1961 y 1968 el capital invertido a través de las inversiones directas de
los Estados Unidos obtuvo unos beneficios por valor de 7.737 millones de
dólares de los cuales se reinvirtieron 1.962 millones, o sea solo el 22% del total
de beneficios, y el resto, 6.043 millones, o sea el 78% salieron en forma de giros
a los Estados Unidos». (Banco de la Republica: 1969: p. 114)
Y de las 340 empresas que según el Departamento de Comercio de los Estados
Unidos había en Colombia para esa década, 245 o sea el 72.05% eran
controladas directamente por el capital norteamericano.
Con el intercambio comercial de la ALALC, se descuidó igualmente el mercado
interno y sé transnacionalizó la explotación del trabajo asalariado pues las
empresas que se instalaban en la Zona Franca comenzaron a contratar el trabajo
a destajo, sin tiempo definido, sin garantías de seguridad social y sin posibilidad
de sindicalización, entre otros atropellos laborales; explotación que quedó
convertida en acumulación de capital para beneficio de estos monopolios arriba
enumerados. Sin embargo, el arma más poderosa en manos de las
transnacionales en este periodo fue el monopolio de la tecnología. Precisamente
sobre esta base el capital norteamericano extendió su control en la economía
barranquillera, en particular en ramas de la industria que exigía alta tecnología y
en productos agroquímicos. Entre estas empresas estaban para mediados de la
década del sesenta; Celanese Colombia S.A, Productos Rhinco, Esbic
Corporation, e Industrias Prestolite.
El capital financiero en el departamento del Atlántico pretendió participar de ese
modelo de acumulación y de explotación asociándose al capital transnacional.
Fue así como se creó en 1963 la Corporación Financiera del Norte. El primer
presidente de la Corporación fue “por determinismo histórico” el ciudadano
norteamericano Karl Calvin Parrish “patrono de la Barranquilla moderna” como
lo llaman hoy algunos de sus aduladores. Sin embargo, Parrish no fue sino un
simple icono de la ambición como agente, funcionario y comisionista del capital
financiero internacional, pues fue el Banco Mundial quien recomendó en 1952 la
creación de estas corporaciones financieras con el fin de facturar hacia los

233
países latinoamericanos el capital dinero que tenían en exceso. Fueron creadas
cinco corporaciones, entre ellas la Corporación de Desarrollo Industrial en 1959,
le siguió en el mismo año la Corporación Financiera Nacional de Medellín y
posteriormente del año 1961 a 1963 las de Caldas, Valle y, por último, como
colofón del atraso, la del Norte. En la creación de estas entidades jugó un papel
importante la Corporación Financiera Internacional (CFI)72 filial del Banco
Mundial, hecho que reflejaba la gran incidencia del capital financiero en el
movimiento de capitales tanto a escala regional como nacional.
En el primer año de transacción, la Corporación Financiera del Norte realizó 139
operaciones por un valor de $ 41.5 millones para la financiación de exportación
de productos que implicaban la producción de materia prima sobre todo tabaco,
madera y cuero por un valor de $5.000.000, situación que reflejaba que nuestro
desarrollo clásico de capitalismo dependiente permanecía intacto porque la
producción que se financiaba estaba dirigida fundamentalmente a la exportación
de productos primarios, con el fin de que la industria de avanzada de capital
extranjero no sufriera competencia.73 Esto lo dejaban claro en las modalidades
del crédito que esta institución realizaba:
«La Corporación Financiera del Norte, al igual que los otros centros que existen
en el país, se rigen por disposiciones legales consignadas en el decreto Nº 2369
de 1960. Las características principales son: 1) las corporaciones no pueden
financiar sino a industrias agrícolas, pecuarias y mineras... y 2) una vez otorgado
el crédito la Corporación tiene el derecho y la obligación de vigilar la inversión de
tal manera que el préstamo hecho se destine única y exclusivamente para la cual
fue solicitado». (Sarta: 1972: p. 188)
El papel de este intermediario financiero, aparte de impedir la competencia a la
“industria de avanzada”, era también el de cooptar a través de la exportación de
la materia prima, ahorro o capital dinero para dirigirlo hacia las multinacionales
extranjeras y los monopolios nacionales instalados en la ciudad, monopolios que

72
La Corporación Financiera Internacional (CFI) tiene su origen en una propuesta hecha por el presidente
norteamericano Harry S. Truman en 1950 para que a través de nuevos créditos se pudiera facilitar la
penetración y control a gran escala de la economía de los países subdesarrollados.
73
Al respecto Norbert Lechner afirma certeramente que “Existe un límite máximo para la industrialización.
No debe llegar a la creación de un sector de bienes de producción que amenace el adelanto tecnológico y,
por lo tanto, la posición oligopólica de la industria metropolitana. La industrialización latinoamericana debe
respetar la dominación tecnológica correspondiente a la división internacional del trabajo” Norbert
Lechner, La ayuda externa en la estrategia imperialista. Documento de trabajo. CEREM, Universidad
Católica de Chile, 1972, p. 19.

234
controlaban en gran medida la producción y distribución de mercancías, y
convertir posteriormente ese ahorro en capital productivo a través del crédito o
la inversión directa en empresas ubicadas en la región Caribe que, en su
mayoría, eran productoras y exportadoras de materia prima. En el resultado
anual de ganancias «La Corporación presentó un balance que arrojó una utilidad
de $534.000, en el mismo balance presentado se registra un crecimiento de
activos totales de más del 100%... y al 31 de diciembre de 1964 valían
$36.000.000». (Sarta: et. al: 1972: p. 188)
El fabuloso crecimiento de capitales iba a parar a las cuentas de los socios
mayoritarios de la Corporación Financiera del Norte que eran el Banco Mundial,
El Chase Manhattan (de Rockefeller) y el National City Bank. El grupo
Santodomingo participaba minoritariamente en el control de las acciones. Se
comprueba así que el control monopólico de capitales de esta Corporación era
total y el dominio por parte del capital financiero internacional absoluto, con la
participación minoritaria pero decisiva del capital colombiano representado en la
Corporación Financiera del Norte perteneciente, con un importante volumen de
acciones, a los Santodomingo. Así pues, la dependencia indicaba que aparte de
materia prima también éramos grandes exportadores de capital.
En su conjunto y a partir de la apertura de la Zona Franca, que para la época
contaba con un área total de 1 millón de metros cuadrados, un capital de
3.000.000 millones de pesos, vinculaba en forma directa a más de 6.000
técnicos, empleados y obreros y en forma indirecta a más de 20.000
trabajadores, no alcanzaba sin embargo a equilibrar la balanza de la riqueza y la
pobreza, pues el desempleo y el trabajo informal o desempleo disfrazado fueron
constituyéndose, a partir de entonces, en el cuadro social y económico de
Barranquilla debido al poder de atracción de mano de obra que ejercía la Zona
Franca sobre la región, siendo imposible su absorción, mostrándose el
desempleo generado sumamente visibles en el centro de la ciudad y en el
mercado público, donde los vendedores ambulantes se tomaron, literalmente
hablando, las áreas peatonales para la subsistencia. En correspondencia con
esa situación de población flotante, desempleo y trabajo informal aparecieron en
el escenario grandes barrios populares de “invasión” o, para utilizar un término
menos excluyente y más ajustado a la realidad, de recuperación territorial, con
niveles de miseria impresionantes, (Carrizal, El Bosque, Santodomingo de

235
Guzmán, Santuario, Santa María, Kennedy y muchos otros hacia el sur-
occidente).
La alcaldía municipal de Barranquilla se apresuró a reconocer esa grave
situación social contratando un estudio sociológico (Tres Barrios de Invasión),
elaborado por el Land Tenure Center de la Universidad de Wisconsin en 1966.
Esta entidad fue contratada a su vez por la Agencia Internacional Para el
Desarrollo (A.I.D) que, en el fondo, intentaba prevenir a los poderes políticos y
económicos para que neutralizaran los estallidos sociales que a su vez pudieran
derivar en el cambio de las estructuras sociales. En otras palabras, evitar que se
propagara el ejemplo cubano.
El estudio, sin embargo, no pudo ocultar las consecuencias del subdesarrollo
generado por las políticas económicas de exclusión y explotación del anacrónico
modelo importador-exportador y reveló verdaderos récords de desnutrición,
analfabetismo, mortalidad infantil, hacinamiento etc., que inquietaron a las
autoridades locales pero que no los motivaron a dar los pasos necesarios para
superar las bases del sistema económico excluyente, y en la que la idea
antagónica y anacrónica de “progreso” comenzaba, con la miseria galopante, a
crujir por todos lados. El estudio, aunque objetivo, concluye dando algunas
recomendaciones con un carácter más bien filantrópico:
«La solución depende radicalmente de que mejoren las
condiciones generales de la economía barranquillera y del
departamento del Atlántico, y más concretamente de que no solo
se logre estimular aún más la instalación de nuevas industrias, sino
que también se proceda a efectuar una mejor distribución de las
riquezas producidas entre los grupos que las hacen posibles. Una
mayor justicia distributiva, un mejor trato entre patronos y obreros,
la alianza digna y respetuosa de los estamentos de la producción,
harían difíciles la supervivencia de los actuales tugurios y la
aparición de nuevos en otras partes de la ciudad... (a los
marginados) la naturaleza del sistema dominante le obliga a
ingresar en el proletariado y en la cultura de la pobreza. No hay
escapatoria. Por eso los tugurios son apropiados monumentos a la
falta de equidad, a la crisis de justicia y altruismo en la distribución
de la riqueza y de las oportunidades. Es fácil concluir, por eso, que

236
habrá tugurios mientras no se modifiquen las pautas y normas
generales que rigen la institución económica vigente, y todo
esfuerzo que se haga para erradicarlos, aparte de oneroso, no
constituirá sino un paliativo de corta duración y dudoso efecto
saludable». (Havens: et. al: 1966: págs. 90 a 93)
Este estudio que ponía al descubierto una nueva etapa en la evolución de la
miseria en Barranquilla, coincidió fatalmente con la primera “carta de intención”
firmada por el gobierno de Guillermo León Valencia en noviembre de 1965 con
el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) en el que comprometía aspectos
importantes de la política económica y el comercio internacional, quedando la
economía nacional a partir de entonces en manos de las decisiones de este
organismo financiero. Los principales compromisos que contrajo el país con el
Fondo Monetario en materia de comercio internacional que afectaron
negativamente la actividad portuaria en Barranquilla, fueron los siguientes:
«1) Reforma Cambiaria: las autoridades colombianas están resueltas a liberar
progresivamente las restricciones administrativas en materia de cambios e
importaciones que existen actualmente. 2) Liberación de las importaciones, a
pesar de la crónica escasez de divisas: “la derogación de las restricciones de
licencia previa de cualquier producto será irreversible, excepto luego de
consultar y obtener aprobación del director gerente del Fondo Monetario
Internacional. Las prohibiciones a la importación serán disminuidas y ningún
artículo importado, una vez libre del requisito de licencia previa, podrá colocarse
en la lista prohibida, excepto luego de consultar y obtener aprobación del director
gerente del Fondo Monetario Internacional”». (Forero: 1984: págs. 143-144)
El 6 de marzo de 1968 se envió otra “carta de intención” en donde se aceptaban
todas las condiciones del Fondo Monetario materializadas en el decreto 444 de
1967. En ese documento se comenzaba a desmontar la protección aduanera
para facilitar a gran escala la penetración de mercancías extranjeras bajo el
chantaje del crédito: «En dicho documento se solicitaba un nuevo crédito de
contingencia por más de 33 millones de dólares, y se decía que 'la gerencia del
Banco de la República consultará con el director gerente del Fondo las divisas
que deberán adquirirse en desarrollo del acuerdo de crédito de contingencia
solicitado'. La carta renovaba compromisos previos sobre liberación de

237
importaciones y aceptaba otros en materia de inversión extranjera». (Forero:
1984: p. 145)
La inversión privada extranjera en Barranquilla, pedida a gritos por el Fondo
Monetario, quedó en manos de Triplex Pizano ubicada esta empresa en el sector
de Barranquillita convirtiéndose en el gran monopolio de la madera procesada
industrialmente y uno de los mayores deforestadores del Urabá chocoano. Los
accionistas de este conglomerado en su primera fase fueron Boisé Cascade Int.
Finance Corporation con el 35.7% de las acciones, Triplex Corporation con el
35.6%, familia Pizano Brigard Mallarino 10.0%, Ligia Restrepo de Correa 1.4%,
Seguros Colombia 1.2%, Maderas del Darién 1.1% e Inversiones para
Construcción 0.6%.
Al finalizar la década del sesenta, y ante la espantosa miseria ocasionada por
las imposiciones fondomonetaristas en el país y en la ciudad, se alzó la voz de
20 sacerdotes de la diócesis de Barranquilla quienes en un comunicado fechado
el 20 de enero de 1969 realizado en Sabanilla y en respuesta a las fuertes
protestas de estudiantes y obreros por despidos y alzas, los indignados curas
señalaban:
«Los sacerdotes de la diócesis de Barranquilla preocupados por las
actuales circunstancias de tensión social y de contrastes injustos,
advirtiendo que la tensión y la injusticia destrozan violentamente al
Cristo total y colectivo que es su pueblo, recordamos las palabras
de Pablo VI en Bogotá “la violencia no es cristiana ni evangélica”
en consecuencia, asumimos el compromiso de cooperar para
evitarla: por ello nos solidarizamos con los justos reclamos del
pueblo asalariado de Barranquilla y pedimos al gobierno los tenga
en cuenta, dadas las circunstancias económicas y sociales de la
ciudad. Mientras en Bogotá fuentes de trabajo ocasionadas por el
Congreso Eucarístico y proseguidas con los planes de
urbanización, ofrecen nuevas oportunidades a miles de obreros.
Mientras en Cali la proximidad de los Juegos Panamericanos
absorbe cantidad de mano de obra mediante grandes auxilios
oficiales. Mientras en Medellín la prosperidad creciente de la
industria reduce la desocupación, en Barranquilla no aparecen en
perspectivas concretas solución adecuada al creciente desempleo;

238
se repite en cambio el despido masivo de trabajadores, que agrava
la situación de quienes experimentan agotadas sus economías
familiares. Es Cristo quien padece en sus pobres. Finalmente, en
el caso concreto del transporte, comprobamos que en Barranquilla
es más costoso que en otras ciudades, porque la ruta de buses más
larga, apenas alcanza a cubrir 14 kilómetros, dando frecuente
ocasión a que el usuario utilice doble transporte para su traslado,
mientras en las ciudades anteriores los recorridos llegan a más de
cuarenta kilómetros... estas circunstancias agravan aún más las
necesidades de nuestro pueblo. En atención a este somero análisis
hecho con objetividad, reafirmamos al gobierno la solicitud de
reconsiderar el alza de tarifas en los transportes para Barranquilla».
(El Heraldo: 16/1/1969)

El angustiante llamado de los curas, sin embargo, no fue tenido en cuenta por la
clase dirigente de la ciudad y, por el contrario, siguieron auspiciando una
economía que se ajustaba a las necesidades de sus bolsillos en detrimento del
bienestar de toda la población. La construcción del puente Laureano Gómez o
Pumarejo a principios de la década del setenta, se realizó con el propósito de
afianzar esa excluyente situación.

8.3. Necesidad de obras de infraestructura para mejorar la circulación del


capital en el marco de los acuerdos del Grupo Andino

La expansión importadora-exportadora que se dinamizó en Barranquilla por la


participación en condiciones desventajosas de Colombia en la ALALC y en la
subsiguiente instalación de numerosas empresas de capital norteamericano y
algunas nacionales de capital binacional como Monómeros Colombo-
venezolanos nacida en el año de 1967 y que inició operaciones comerciales de
agroquímicos en 1973, originó igualmente la necesidad de ampliar las obras de
infraestructura que mejoraran tanto la agilización mercantil para la acumulación
como el aprovisionamiento oportuno de servicios a las empresas instaladas. En
esa medida, el gobierno de turno bajo la Ley 113 de 1962 ordenó la construcción
de un puente sobre el río Magdalena «que sirviera para empalmar la carretera

239
Barranquilla-Santa Marta, ya fuese con fondos provenientes del presupuesto
nacional o por el sistema de concesión y pago con el producto del peaje». (Sarta:
et. al: p. 176)
A pesar de que bajo presión de poderosas firmas extranjeras Planeación
Nacional ordenara al Ministerio de Obras Públicas en 1963 abrir en el término de
un mes la licitación correspondiente para la construcción de la obra y, 1) bajo el
balance negativo del comercio con la ALALC, 2) el déficits presupuestario
nacional, 3) la débil iniciativa política de la clase dirigente local y 4) la corrupción
galopante de los partidos tradicionales en la administración municipal, llevaron a
que la conclusión de esta necesaria estructura solo se diera hasta mediados de
la década del setenta.
Aunque la desestabilización y corrupción organizada retrasaba las grandes
obras de infraestructura, en medio del desgobierno municipal, Barranquilla
seguía moviendo cantidad enorme de capitales a través de la movilización de
mercancías por carreteras, ferrocarriles y el transporte fluvial. En 1963, las
importaciones por el puerto de Barranquilla sumaron 21.655 toneladas métricas
brutas por un valor de $996.288.000, las exportaciones en el mismo año fueron
de 159.776 toneladas brutas que valieron $183.650.000,74 cifras que reflejaban
que las condiciones de intercambio eran desfavorables para el comercio
nacional. Esta situación llevó a decir públicamente a Alberto Lleras Camargo que
«Más de mil millones de dólares se escaparon durante la década del sesenta por
la subida de precios de los productos importados y la baja cotización de las
materias primas exportadas en relación con los precios de intercambio de 1950».
(Amengual: 1972: p. 158)
Era pues un verdadero desangre de capitales lo que se movía por el puerto de
Barranquilla, pues en 1964 de un total de 706.314 toneladas métricas importadas
por los puertos nacionales, 180.257 toneladas métricas, o sea el 25.5% se
introdujo por Barranquilla, confirmando que Colombia era un excelente
proveedor de dólares para los Estados Unidos, que era su principal socio, y a
través del puerto de Barranquilla, de su Zona Franca y de la ALALC, un excelente
contribuyente para aumentar su riqueza imperial.

74
Anuario de Comercio Exterior, Ministerio de Comercio, p. 129.

240
El drenaje de capitales llevó también a realizar empréstitos para mejorar las
condiciones del puerto marítimo de Barranquilla. En un informe financiero de
junio de 1963 elaborado por los técnicos de dicha empresa se anota: «El
Programa de Barranquilla se realiza en dos fases... en la fase 1 se construirá un
muelle rodeado de áreas cubiertas y descubiertas para almacenamiento
transitorio; obras para las embarcaciones fluviales y un edificio de
administración. La fase dos, consiste en la construcción de un muelle adicional
y su correspondiente espacio para bodegaje transitorio».75
Las obras ejecutadas en el siguiente año mejoraron las condiciones estructurales
del puerto, pero la focalización de estos recursos solamente en esta área
negaba, a la vez, la inversión social en las áreas sociales adyacentes que eran
unas de las que mayor miseria concentraban en la ciudad, entre ellas los barrios
La Luz, La Chinita, La Zona Negra, El Ferry, entre otros barrios marginales que
crecían de forma paralela a las nuevas instalaciones construidas y a la
extraordinaria riqueza portuaria.
En cuanto a la infraestructura eléctrica, que demandaba la ampliación portuaria
y la industria monopólica, el gobierno nacional por presión de los capitalistas
locales en 1962 tuvo que intervenir a la Compañía Colombiana de Electricidad
empresa filial de la Bond and Share de Nueva York, monopolio de la energía que
tenía concesión exclusiva desde los años treinta. El auge del capital foráneo y
los monopolios nacionales necesitaban elevar sus ganancias reduciendo los
costos por prestación de servicios, pues esta empresa «Con sus precios altos, y
con la utilización de maquinarias anticuadas, fue un motivo de obstáculo y
retardo al desarrollo industrial de la ciudad». (Sarta: et. al: p. 133)
La transacción realizada por el departamento del Atlántico para adquirir los
equipos obsoletos de la compañía norteamericana se realizó bajo el amparo de
la corrupción pues de los 28 millones de dólares que se pagaron por los equipos
de esta empresa, que además tenía instalaciones en Santa Marta, Girardot y
Palmira, el costo de estos equipos mediante estimaciones posteriores se
valoraban en 8 millones de dólares y según el gerente de la Electrificadora de la
época «Las oficinas se encontraban con equipos con bastantes años de servicios

75
Programa de Desarrollo para los Puertos de Barranquilla, Buenaventura, Cartagena y Santa Marta: p.
140.

241
que requerían el cambio paulatino de ellos, y de los 42 vehículos automotores
recibidos, 13 estaban en malas condiciones».
Este es el precio que se paga cuando un país y una ciudad carecen de soberanía
política y económica, y a los neoliberales de hoy, la prueba de que no todo lo
privado y extranjero proviene de Dios y es excelente, y lo público del diablo e
ineficiente. La Electrificadora del Atlántico nació así sobre el peso de la deuda
que una filial norteamericana privada e ineficiente impuso sobre sus espaldas,
deuda que alcanzaba la cifra para la época astronómica de 200 millones de
pesos la cual limitó enormemente los proyectos expansivos sociales de
electrificación para la ciudad y el departamento, concentrándose la mayoría de
los kilovatios que generaba la recién fundada Electrificadora del Atlántico para
mover la producción industrial extranjera y nacional, instalada las empresas en
la zona industrial de la Vía Cuarenta, el corredor de la Calle Treinta y la Zona
Franca: «En 1963, el consumo de energía eléctrica en Barranquilla fue de
262.163.000 kilovatios hora, de los cuales 119.530.000 kilovatios hora
corresponden a usos industriales».
Era este en definitiva un problema de planificación estructural donde los servicios
públicos no se diseñaron en función de la sociedad barranquillera en su conjunto
para generar un crecimiento de desarrollo equilibrado, favoreciendo otras
expresiones económicas como la microempresa y la economía doméstica, de
fundamental importancia para el equilibrio social y el empleo, sino que la
concepción económica de elite desarrolló siempre la expansión de los servicios
de acuerdo a la rentabilidad que se podía alcanzar en la prestación del mismo.
La estructura eléctrica va tomando así las características propias de esa
situación: para las zonas industriales y residenciales se observa una adecuada
instalación, mientras en los barrios populares que crecieron al margen de la
planificación elitista, las conexiones las realiza la misma comunidad mediante la
extensión de cables conectados de manera antitécnica. Esta situación en la
historia de la energía eléctrica de Barranquilla ha generado año tras año la
muerte de decenas de habitantes en los barrios populares.
El transporte aéreo en la década del sesenta también sufrió cambios para
satisfacer las demandas de movilidad y pasajeros que exigían las nuevas
condiciones económicas caracterizadas por el dominio de multinacionales y
monopolios locales. Con el inicio de la construcción del terminal del aeropuerto

242
internacional para aviones Jet, el capital acumulado en la ciudad a través de la
importación y exportación por vía fluvial, carreteras y ferrocarriles, aumentó sus
niveles con el incremento de la actividad del transporte aéreo: «En los primeros
seis meses de 1964 se embarcaron en el aeropuerto de Barranquilla casi diez
mil toneladas métricas de carga y se desembarcaron aproximadamente unas
ocho mil toneladas métricas. Comparadas estas cifras con las del total nacional,
se observa que por el aeropuerto de Soledad se embarca el 20.4% y se
desembarca el 16.2% de la carga aérea del país».
Sin embargo, la prioridad económica que le dio el gobierno nacional de turno a
la capital de la república para la construcción de su infraestructura y la
preocupación, con fundamento, de que los dineros para la obra de ampliación
quedaran triturados por la poderosa maquinaria politiquera, hizo que se aplazara
la construcción del aeropuerto internacional hasta más de una década después.
Se alimentaron de esa forma las contradicciones propias de la economía
barranquillera que siendo una de las principales ciudades exportadora-
importadoras del país no recibía correspondientemente los recursos para su
“desarrollo”, quedando demostrado que en la evolución económica de
Barranquilla, y por problemas inherentes al despilfarro y la corrupción, no se
estaban desarrollando en esa etapa factores de desarrollo pleno e incluyentes
sino modernizaciones en algunas ramas de la industria, el comercio y el
transporte bajo el manto del modelo económico de sustitución de importaciones,
y en la estrategia exportadora, bajo los auspicios del nuevo Grupo Andino creado
por los países signatarios en 1969.
Este grupo de países, con la participación activa de Colombia, intentaba aplicar
la adopción de varias disposiciones encaminadas a limitar, en cierta medida, las
actividades incontroladas de las multinacionales y del capital financiero
internacional para afianzar al sector nacional en la economía de los países que
integraban el Grupo. El documento más importante, entre las disposiciones que
se tenían para desarrollar el comercio exterior, fue la llamada “resolución 24”
aprobada en 1971 y conocido también como Régimen común de tratamiento a
los capitales extranjeros y sobre marcas, patentes, licencias y regalías. La
importancia de este principio económico que intentaba fortalecer la soberanía de
las naciones firmantes, consistía en que representó el primer intento en la historia
de los países latinoamericanos de reglamentar y, por consiguiente, limitar al

243
interior de los países integrantes del tratado las operaciones leoninas de los
monopolios internacionales:
«Las transnacionales de los Estados Unidos recibieron enfurecidos
los intentos del Grupo Andino de establecer el control de sus
actividades. Washington y sus aliados, junto con los monopolios,
recurrieron a las formas más burdas de chantaje y presión para
impedir que se aprobara ese documento. El Concejo de las
Américas, organización que agrupaba a las más grandes
corporaciones norteamericanas que tienen inversión de capital en
América Latina, dirigió una carta al entonces presidente de
Colombia Misael Pastrana Borrero, amenazando cesar todas las
inversiones en los países andinos. El Ministro de Desarrollo de
Colombia J. V. Jaramillo, calificó de 'terrorismo económico' esa
acción del Concejo de las Américas. Al mismo tiempo, los
embajadores de cuatro potencias capitalistas (Estados Unidos,
Alemania, Inglaterra, y Francia) visitaron en bloque al presidente de
Colombia, exigiendo que rechazara cualquier cambio de la
legislación nacional que regulaba las actividades del capital
extranjero en el país».76
Bajo esta presión, los Estados signatarios del nuevo grupo, con la intermediación
efectiva de Pastrana Borrero para que este facilitara y favoreciera el apetito de
las transnacionales, los países firmantes del tratado, bajo presión, modificaron
gran parte del contenido de este documento. Estas fueron las características
políticas y económicas desastrosas en las que se enmarcaba el comercio
exterior por Barranquilla a través de los acuerdos del Grupo Andino hasta los
primeros años de la década del setenta.

CAPITULO IX

76
Expansión económica de Estados Unidos: América Latina, Varios autores, Editorial Ciencias Sociales
Contemporáneas, 1986, págs. 24-25.

244
OLIGOPOLIOS EXTRANJEROS Y MONOPOLIOS NACIONALES

9.1 Principales monopolios instalados en Barranquilla en la década del


setenta: la miseria resultante expande la mortandad de infantes por
gastroenteritis y polio
A través de los mecanismos capitalistas de intercambio desigual que venía
desarrollando Colombia mediante los acuerdos multilaterales de comercio, en
esta etapa, inicios de los años setenta, ya pocos economistas sensatos dudaban
que el desarrollo capitalista tanto de Colombia como el de la región Caribe se
desplegaría, en adelante y como siempre, por la ruta escabrosa de la
dependencia total al capital transnacional. Sin embargo, el desarrollo de la
centralización del capital y la concentración de la producción bajo la modalidad
de la producción mixta, como lo observamos en líneas anteriores, posibilitó el
surgimiento de los monopolios nacionales y su consolidación en la década de los
setenta.
En Barranquilla por ser puerto de primera categoría, se crearon las posibilidades
económicas y políticas para que un sector de los influyentes empresarios
nacionales, el grupo Santodomingo, se constituyera en el principal grupo
financiero del país mediante el control monopólico que ejercía sobre la ciudad,
desplazando definitivamente a otros competidores regionales y nacionales. El
orden de importancia de las empresas del poderoso grupo Santodomingo en
Barranquilla eran a principios de los años setenta las siguientes:
1) Aerovías Nacionales S. A. Avianca. Los máximos accionistas eran la Pam
Américan con el 64% de las acciones, le seguían en su orden el Grupo
Santodomingo con el 24% y el Estado con el 15%
2) Cervecerías Barranquilla y Bolívar S.A. Este se fue constituyendo en uno de
los monopolios que con los años dominarían el mercado de las cervezas en
todo el país. El grupo Santodomingo a través de esta empresa controló las
acciones de Bavaria que en la década del sesenta tenía 98.912 accionistas y
en asamblea realizada en 1971 el grupo dominó fuertemente, (a través de
pequeños accionistas a su servicio) el mercado mayoritario de las acciones,
controlando posteriormente a Cervecerías Águila, Unión, Andina y Colombo-
alemana.

245
3) Cementos Caribe S.A: Esta empresa hace parte del control monopólico que
sobre el cemento existe en el país. De los cuatro grupos financieros que
controlan las trece empresas existentes; al grupo Santodomingo, en
repartición leonina, le tocó el monopolio del cemento en la costa Caribe a
través de esta empresa.
4) Distribuidora Águila S. A. Controlaba el transporte y almacenamiento de la
cerveza en toda la región Caribe.
5) Aerovías Cóndor de Colombia S.A. (Aereocondor)
6) Fábrica de Grasas y Aceites Vegetales (Fagrave)
7) Aluminio de Colombia Reynolds Santodomingo S. A.
8) Unión Industrial y Astilleros Barranquilla S. A. (Unial).
9) Compañía Industrial Colombiana Marysol S.A.
10) Envases Colombianos S.A.
11) Santodomingo & Compañía.
12) Corporación Financiera del Norte (Cofinorte).
13) Ernestina García de Santodomingo.
14) Fundación Barranquilla; bautizada años después como Fundación Mario
Santodomingo.77
Posteriormente el grupo incursionó en la dominación del sector primario de la
economía con la monopolización de la producción y distribución del gas natural,
hasta entonces en manos solamente de la Socomy Movil Oíl Co., filial de la
Texaco como se corrobora en la siguiente nota:
«La aprobación sigilosa por el Consejo Nacional de Política
Económica en un proyecto de explotación del gas de la Guajira
permitirá que esa inmensa riqueza pase al control del poderoso
grupo financiero Santodomingo que encabeza Julio Mario primo de
López Michelsen. Según ese proyecto, se construirá un gasoducto
desde la Guajira hasta Barranquilla donde el gas será

77
La idea de la cooperación social productiva apoyada a través de la Fundación Santodomingo, se
constituyó en una parte de la producción global racionalizada de este grupo, es decir comenzaron a
combinar la acumulación de capital social con la monopólica, de forma tal que este grupo se apropió de la
riqueza productiva de cientos de microempresarios mediante la imposición de sus “cómodos intereses” al
crédito que realizan. El trabajo cooperativo a través de las microempresas bajo el apoyo estatal puede existir
y prosperar sin la ayuda de la Fundación Santodomingo, pero a este mismo grupo se le hace difícil acumular
y justificar su existencia explotadora en el medio social sin el apoyo del trabajo cooperativo y
microempresarial, de allí la necesidad, para ellos, de esta fundación.

246
industrializado generando millonarias utilidades. La distribución del
capital para la ejecución del proyecto del gasoducto de la Guajira
es la siguiente: Petroquímica del Atlántico (International
Development & Investment y Santodomingo) 20%, Cementos del
Caribe (Santodomingo) 20%, Texas Petroleum Company 10%,
particulares seleccionados dentro de los jerarcas del grupo 3% y
Ecopetrol 47%». (Alternativa: 17/10/1975: p. 7)
En etapas posteriores de su desarrollo, Gas Natural entre 1994 y 2003 hizo
inversiones en producción, transporte y distribución de gas natural que sumaban
en total alrededor de 1.900 millones de dólares. Con esta inversión se realizó la
más importante expansión en el tema del transporte de gas, al conectar la costa
norte con las principales ciudades del interior del país, quedando la distribución
de este vital producto monopolizada por este oligopolio económico. Pero a la vez
la grave miseria de la población guajira no contabilizaba sus pasos y se convirtió
en una de las regiones con mayor índice de pobreza y analfabetismo en el país.
Allí los cuantiosos capitales de estos conglomerados no fijaron su atención.
Esta economía oligopólica que se afirmaba cada vez más en Barranquilla con la
predominancia de un reducido número de empresas que controlaban el mercado
de productos esenciales para el consumo interno y de exportación, fueron
imponiendo cómodamente sus condiciones en la dirección económica de la
ciudad, pues estas empresas en su mayoría comenzaron a utilizar tecnología
costosa para la producción, lo que hizo posteriormente difícil que la pequeña y
mediana industria pudiera desarrollarse en condiciones adecuadas.
Los monopolios económicos, consolidados en cada una de las zonas
establecidas para ellos en las décadas del sesenta y setenta, subordinaron de
esa manera a numerosas Pymes que con baja tecnología y poco personal
luchaban entre sí para convertirse en los proveedores de estas grandes
industrias. La multinacional Peldar, por ejemplo, para la fabricación del vidrio
contaba con 37 de estos proveedores.
Sin embargo, el proceso de monopolización del mercado y sus cadenas de
pequeños proveedores no fueron siempre establecidos en esas dos categorías,
monopolio y proveedor, sino que la necesidad de acumulación para competir en
mejores condiciones en el mercado nacional y extranjero, llevaron a algunos de
estos monopolios a controlar toda la cadena del producto en la rama. El ejemplo

247
es la Fábrica de Grasas y Aceites Vegetales (Gracetales) que siendo una
industria pionera en Barranquilla y Colombia (con acciones de capitalistas
minoritarios) en el procesamiento de las oleaginosas, y que a su vez mantenía
un consumo de productos agrícolas (semillas de algodón, ajonjolí, soya y palma
africana) producidos por cientos de campesinos, fue posteriormente absorbida
por la familia Gutt, que tenía el monopolio de los aceites y grasas vegetales,
controlando el 50% de la oferta nacional total. Este monopolio rompió el proceso
de proveedores minoritarios agrícolas que subsistían con él, y en el desarrollo
de control de la cadena productiva se dedicaron también al proceso de siembra,
constituyéndose en los principales cultivadores de la palma africana en el país,
sobre todo en los departamentos de Cesar y Santander:
«Y luego de producir los aceites, grasas, margarinas y alimentos para animales,
la fábrica de jabones y detergentes Dersa de los Gutt, controla, junto con la
Colgate Palmolive más del 90% del mercado, su fábrica de alimentos para
animales aporta más del 5% de la producción... es decir, el monopolio de la
producción de aceites y grasas comestibles, esenciales para el consumo familiar,
permitió a los Gutt desplazarse a la producción de materias primas y la utilización
de los subproductos; las ganancias de monopolio en estas actividades les facilitó,
a su vez, la extensión de otras actividades, como la producción de oxígeno,
acetileno y soldadura, la urbanización, la siderurgia semintegrada y el comercio
exterior, configurándose como un conglomerado». (Colmenares: 1983: p. 150)
Con la absorción de Gracetales, la familia Gutt obtuvo en Barranquilla los bienes
raíces de la antigua Fábrica de Textiles Filtta: «Situados en la Vía Cuarenta a
pocos kilómetros de Bocas de Ceniza y con el río Magdalena a su frente, a unos
pocos metros de distancia. Más tarde fue adquiriendo un extenso predio en el
corregimiento de Siape, a la orilla del río, en donde se ha construido un muelle
especial y grandes tanques de almacenamiento de aceites crudos importados,
especialmente de países de la ALALC, a fin de procesarlos y convertirlos en
aceites hidrogenados para el mercado interno y exportación de los sobrantes...
y de ese modo, don Moris Gutt rescató para Barranquilla su primitiva condición,
que había perdido, de centro de gravedad en el país de la industria de grasas
vegetales». (Sarta: 1972: p. 223)
La monopolización total sería pues desde 1960 y 1970 una constante en el
desarrollo de las relaciones económicas en Barranquilla y determinaron en gran

248
medida prever su desarrollo futuro, lo que permitió descubrir en adelante quienes
eran los verdaderos beneficiarios de los “índices de crecimiento” publicados por
la Cámara de Comercio local, y quienes eran los todopoderosos propietarios de
los sectores monopólicos “más avanzados” de la economía barranquillera.
Este proceso de monopolización que se realizó incluso con la eliminación de
otros competidores de la tradicional burguesía costeña, profundizó tanto los
niveles de explotación laboral como también los índices de desempleo
estructural, poniéndose Barranquilla a la cabeza del país en este problema pues
al finalizar el segundo semestre de 1974 el promedio de desempleo en las
principales ciudades del país era el siguiente: Bogotá, 7.40%, Medellín 12.94%,
Cali 12.20% y Barranquilla 18.40%78, presentándose en este periodo grandes
desequilibrios sociales que tuvieron características violentas, pues la expansión
de la miseria hacia el sur y sur-occidente genero fuertes conflictos sociales y
económicos, ya que solamente fue hasta finales del año 1969, después de
fuertes protestas populares, que el alcalde de ese año Eduardo Suarez Glasser
pudo contratar un préstamo de 3 millones de pesos para la electrificación de los
barrios Santuario, Alboraya, Carrizal, Santo Domingo, Las Américas y Kennedy.
Esta situación indicaba que el llamado Siglo de las Luces, el de la razón, (XVIII)
solo vino a aparecer en los barrios populares de Barranquilla a finales del siglo
XX. Igualmente, un informe del corresponsal del diario El Tiempo (16/7/1974) en
la ciudad, detallaba la grave situación social de Barranquilla en el marco del
crecimiento de los monopolios nacionales y el de las inversiones que se
avecinaban con los nuevos tratados firmados por Colombia, para intentar agilizar
el comercio y aumentar la tasa de acumulación de estos conglomerados:
«Un total de 2518 personas han muerto en Barranquilla en los primeros meses
de este año. La mayoría de defunciones registradas en la Oficina de Estadística
Municipal, se refiere a niños menores de 5 años que fallecieron por desnutrición
y gastroenteritis…según algunos observadores, teniendo en cuenta la población
de Barranquilla, que según el DANE no pasa de 800.000 habitantes, el índice de
mortalidad en Barranquilla sería uno de los más altos de América Latina»
No es pues concebible justificar la riqueza de estos emporios económicos, como
lo hacen historiadores de la ciudad, a costa de la muerte y el empobrecimiento

78
Revista Nueva Frontera, enero- febrero de 1976, p. 15.

249
de la población barranquillera. Con estas inhumanas cifras, era pues palpable
que crecimiento económico no era igual a desarrollo económico. Las empresas
en Barranquilla crecían y aumentaban su patrimonio sin cesar, pero no se
equilibraron con los otros sectores que igual impulsan la economía como la
población y la infraestructura (vivienda, salud, educación). Teníamos crecimiento
industrial pero, a la par, no teníamos un desarrollo social que se viera reflejado
en el bienestar colectivo. Lo único que crecía en la ciudad eran la muerte, la
miseria y la desolación en que se encontraban los sectores populares.

9.2 El puente sobre el río Magdalena y la creciente dinámica exportadora


de la industria monopólica en medio del repunte del desempleo en la
ciudad.

En la medida en que los monopolios nacionales y extranjeros establecidos en


Barranquilla multiplicaban sus ganancias a través de los diseños
macroeconómicos implementados, (ALALC, Pacto Andino79, Mercosur etc.), la
inversión del Estado mediante empréstitos para fortalecer la infraestructura
también se agilizó.
Con la finalización de la construcción del puente sobre el río Magdalena, que
eliminó las trabas y demoras que tenía el viejo Ferry para desarrollar el transporte
y el comercio, causó que la economía barranquillera alcanzara un nuevo
dinamismo importador-exportador. Según cifras de la oficina regional del Instituto
de Comercio Exterior (INCOMEX) las procedencias de las importaciones con
destino a Barranquilla reflejaban las características de la dominación y la
dependencia al mercado capitalista internacional. En 1975, y escogemos este
año como promedio de la década: «Estados Unidos se destaca en primer plano
comerciando la mitad de las importaciones (50.3%) luego la ALALC (13.5%)
dentro de cuya área de integración el Grupo Andino participa con envíos del 60%
y del 8.2% dentro del total adquirido por Barranquilla. La Comunidad Económica
Europea con un 13.1%, ocupa lugar importante como la ALALC. Es relevante el

79
Este pacto fue producto del llamado Acuerdo de Cartagena firmado en 1969 y fue suscrito por Colombia,
Chile, Ecuador, Bolivia, y Perú, adhiriéndose Venezuela en 1973. De allí surgió el Arancel Externo Común
(AEC) para los países firmantes.

250
comercio con el Japón que alcanzó el 11.3% del total de las importaciones
analizadas». (Incomex: 1975: p. 19)

Inauguración del Puente Laureano Gómez o Pumarejo (1973): esta obra agilizó los
bienes de capital de la industria, pero también los del contrabando
Teniendo en cuenta que un sector de la burguesía industrial nativa tenía un alto
desarrollo técnico para la producción, es notable que todavía en 1975 la
importación de productos industriales con valor agregado terminado tenía una
alta incidencia en el desarrollo de la economía nacional y regional. Según cifras
del INCOMEX seccional Barranquilla, el predominio de las importaciones de este
tipo eran significativas: «Es así como se destaca la alta proporción (36.5%) para
máquinas, aparatos y material eléctrico; y el significativo porcentaje de un 22.8%
correspondiente a materiales comunes y sus manufacturas, cuya participación
en conjunto representa un 60% de las importaciones». (Incomex: p. 22) Lo
anterior demuestra que mientras los monopolios nacionales instalados en la
ciudad que producían bienes intermedios dentro del modelo de sustitución de
importaciones, en medio de las trabas de los mecanismos multilaterales de
comercio y que, además, su producción estaba condicionada por una caída
relativa del consumo interno, esta situación no modificó para la década de 1970-
1980 la estructura neocolonial y dependiente de la industria nacional y regional
pues la sustitución de importación correspondiente se vio, como lo mostraban
las anteriores cifras del INCOMEX, ampliamente equiparados por un aumento

251
de la necesidad de importar maquinas, repuestos y todo tipo de productos
industriales de alta tecnología.
La industria mediana en Barranquilla para mediados de esa década estaba
reducida estructuralmente al sector productor de bienes de consumo local y
nacional, quedando reducidos incondicionalmente a la necesidad de
abastecerse de bienes de producción de la industria pesada y tecnológica de las
potencias desarrolladas, especialmente de los Estados Unidos, sin que
recíprocamente los países y empresas transnacionales se abastecieran de los
bienes manufacturados y primarios producidos por la industria regional, se
pagaran precios justos por nuestras exportaciones y se aliviaran las trabas
proteccionistas que imponían esos países. Un artículo de la revista Nueva
Frontera observaba en 1976 el problema de esta manera:
«En los exhaustivos comentarios que hizo el director de este
semanario a la Ley de Comercio Exterior de los Estados Unidos
promulgada en 1974 por la International Trade Comission,
anotaba el énfasis que ponía en la protección de los intereses
de los productores norteamericanos. Esta ley de 'ánimo
beligerante' le recomienda en cada caso particular y en forma no
obligatoria para este, la conveniencia de establecer cuotas,
aumentar impuesto o prestarle asistencia a la industria
norteamericana afectada». (Nueva Frontera: 3/18/1976)
Al mismo tiempo, esta ley de “ánimo beligerante” contenía en varios de sus
artículos toda una serie de advertencias amenazadoras contra los países
latinoamericanos que quisieran seguir el rumbo de la independencia económica.
Estas políticas proteccionistas de los norteamericanos, crearon para nuestro
país un déficits en la balanza comercial desastroso, así lo concluye el informe
del INCOMEX seccional Barranquilla: «Las exportaciones nuevas al 31 de
diciembre de 1975 contribuyeron con el 52% del total exportado, con un valor de
762 millones de dólares que comparados con el año de 1974 representa una
reducción en términos absolutos de 30 millones de dólares y en términos
relativos de 3.8%... entre las principales causas que impidieron el crecimiento de
las exportaciones nuevas en 1975 podemos citar: a) la reducción de la demanda
internacional. b) el cierre que aún persiste en los mercados europeos para la
carne c) la reducción de precios internacionales para muchos productos de gran

252
importancia en nuestras exportaciones d) restricción impuesta a nuestros
textiles, confecciones y calzado en los países industrializados y e) el incremento
de los fletes». (Incomex: 1976: p. 7)
Así, mientras la economía colombiana y como reflejo menor la barranquillera se
abría cada vez más al comercio de la industria monopolista extranjera, ampliando
el mercado de circulación de las mercancías de estos países, las economías de
los poderosos países industrializados obstaculizaban fuertemente el mercado
para los productos de nuestra economía dependiente, quedando gran parte de
la industria nacional reducida a la producción para el mercado interno y, en
menor medida, para los países de la ALALC. Esto lo confirma el informe del
INCOMEX Barranquilla citado: «Referencia especial merece el mercado de
América Latina para las exportaciones colombianas: sin tener en cuenta Canadá
y Estados Unidos, Colombia está exportando el 28% a la América Latina. Esto
significa que en la propia región tenemos prácticamente nuestro principal
mercado».
Sin embargo, la debilidad del consumo de estos países, producto de los bajos
salarios y la galopante miseria eran el obstáculo principal, como lo explicamos
en líneas anteriores, para que se ampliara de manera favorable la producción
nacional industrial no monopólica; y solamente las empresas transnacionales
unido a los monopolios nacionales nacientes, fortalecieron su papel dentro de
las estructuras del mercado colombiano y latinoamericano a través de estos
acuerdos multilaterales, generando esto una parálisis en el crecimiento de la
mediana y pequeña industria y, por consiguiente, un aumento en los niveles de
desempleo y miseria. Sobre esta particular situacion en 1976 Alberto Blanco
analizaba el crítico problema social de Barranquilla así:
«Barranquilla es hoy la ciudad colombiana con mayor densidad
de población. Su crecimiento en términos generales, se ha
caracterizado por un desarrollo periférico tugurial hacia el sur,
formando alrededor de ella un verdadero cinturón de pobreza,
que encierra a las zonas residenciales de altos y medianos
ingresos entre los extremos de una herradura de barrios
suburbanos. El desahogo residencial para las clases media y
alta se encuentran, por consiguiente, reducida a una franja de
terrenos localizadas al norte de la ciudad, en tanto que las

253
soluciones para viviendas populares se ven cada día más
limitadas por la proliferación de tugurios e invasiones que se van
estableciendo en la zona sur». (Nueva Frontera: 1/26/1976)
Pero la pobreza no se debía tanto a la proliferación de estos tugurios, que eran
apenas las consecuencias visibles del problema, como lo anota erráticamente
este analista, la causa fundamental era el alto desempleo existente y los niveles
intensivos de explotación de la fuerza laboral que impedía suplir las necesidades
básicas de la población, entre ellas las de vivienda; como lo confirma la siguiente
tabla salarial de la época: «Según estudios que ofrecía la Cámara de Comercio,
los salarios que ofrecía la ciudad eran inferiores al promedio que rige para
trabajadores de Bogotá Medellín y Cali. Mientras en Barranquilla oscilaba entre
$1.899 y $2.340 en 1975 para Bogotá era de $2.157 y 2650; Medellín $2.100 y
2.680 y Cali $2.415 y $2.964 mensuales para empleados y obreros. Esto a juicio
de la dirigencia, era un estímulo para los inversionistas».80
Bajo estas condiciones de miseria y de explotación de la mano de obra local, que
mantenía bajos salarios para acrecentar las ganancias, las industrias filiales y
las asociadas al capital transnacional con la masiva importación de equipos y
maquinaria industrial crearon una ilusión de desarrollo industrial autónomo con
la importación masiva de estos productos tecnológicos destinados a la gran
industria,81 bajándoles los aranceles que eran fuertes desde 1930 de una manera
significativa, y en correspondencia «Salvo los niveles de protección para la
incipiente industria nacional, las importaciones aprobadas por Barranquilla y
orientadas a los sectores productivos de la economía encajan dentro de la
racionalidad de una política de 80 toneladas diarias sana que pretende, con una
estructura arancelaria acorde, propiciar el desarrollo industrial del país».
Lo anterior sin embargo, no quedó sino en puras pretensiones, pues el desarrollo
industrial no se podía realizar en términos reales mientras los instrumentos
utilizados para ello estuvieran en préstamo o hipotecados a la banca

80
Historia general de Barranquilla, Sucesos, Barranquilla durante el frente nacional, 1958-1974, p. 131.
81
Un informe presentado por el gobierno colombiano sobre el círculo vicioso de la dependencia tecnológica
en ese periodo afirmaba: “muchas de las características estructurales y organizacionales del subdesarrollo
son opuestas a la aplicación de la ciencia y tecnología, pues inhiben la aparición de lo que podría
denominarse “demanda efectiva” por el conocimiento científico y tecnológico. Ello conforma un verdadero
circulo vicioso que podría traducirse en razonamientos del siguiente orden: la tecnología está creada en los
países avanzados y puede comprarse, para que generen innovación si se le puede comprar; crear tecnología
no es viable; la compra en el exterior es necesaria porque no sabemos crear y así sucesivamente” Revista
Nueva Frontera, agosto- septiembre 1979, p. 5.

254
internacional (deuda externa privada), y menos cuando la realidad económica no
presentaba urgencias estratégicas para esos fines, porque ningún empresario
sensato quería arriesgar su capital en la elaboración de productos industriales
que eficientemente suministraba la industria extranjera, y mucho menos estaban
interesados en competir con las multinacionales que le suministraban tecnología
y equipos de última generación para la modernización de sus industrias. Ejemplo
de esto, y para ampliar su fábrica de molinos de trigo, la firma Generoso Mancini
& Cia., que funcionaba desde 1949, compró un gigantesco molino marca Buhler
Miag a un costo de un millón de dólares e importó de los Estados Unidos en
1983, 27.801 toneladas de trigo para con esa importación del cereal monopolizar
el mercado regional de harinas, para abastecer a precios controlados la
fabricación del pan en la ciudad y también sirvió para concentrar la materia prima
básica y, de esa manera, producir a gran escala la fabricación de pastas
alimenticias (La Insuperable) en una rama no competitiva para la industria
extranjera.
Esta dependencia tecnológica fue una de las causas de la recesión en la
producción industrial en la década de 1970 que duró hasta mediados de 1975,
como lo afirma la Cámara de Comercio de Barranquilla: «El producto interno
bruto del Atlántico se mantuvo cuarto en el país aunque con fluctuaciones para
el periodo de 1950-1975, disminuyendo su participación en el PIB nacional de
6.39% a 5.60%, este descenso en participación se debe fundamentalmente a
una baja dinámica de la inversión, reduciendo la formación interna bruta de
capital de 4 a 3% respecto del total nacional».82
Estos datos de la Cámara que resaltaban la baja dinámica de la inversión,
mostraban que tanto a los monopolios nacionales como a las multinacionales no
le interesaba el desarrollo equilibrado del país ni mucho menos el de Barranquilla
sino que su único interés, demostrado en sus cifras de crecimiento
macroeconómico y en la situación social precaria de la población, estaban en la
usura de las ventas, en incrementar su influencia en el mercado regional, en
sacar buenos dividendos de los acuerdos multilaterales de comercio (teniendo a
Barranquilla como plataforma), en la desmedida especulación y en todo tipo de
tráfico, incluyendo el ilegal, donde se produjera la ganancia. En esa medida, la

82
Perspectivas para el desarrollo de Barranquilla y su área de influencia, Cámara de Comercio, julio de
1986, p. 17.

255
construcción del puente sobre el rio Magdalena, bautizado por nuestra
plutocracia conservadora “puente Laureano Gómez” en homenaje al líder
conservador que en la época de la violencia fue el artífice de la matanza de más
de 300.000 colombianos, no solo agilizó este puente el comercio de mercancía
legal que se exportaba e importaba por la Zona Franca, sino que también
contribuyó decisivamente a una ágil comunicación hacia Santa Marta y Riohacha
para fortalecer los lazos de expansión comercial con el resto de la región, y
también vigorizó el comercio con Venezuela que en ese periodo presentaba una
fuerte sobrevaluación de su moneda para lograr, bajo esa particular situación,
niveles uniformes de acumulación provenientes de esos dos mercados.

9.3. Con la crisis surge una nueva mafia de contrabandistas al interior de


la clase política tradicional
La balanza de pagos desfavorable que se realizaba a través del comercio formal
y la necesidad de invertir capitales que produjeran ganancias favorables,
incrementó la necesidad de construir puertos clandestinos a lo largo de las
costas del Caribe para satisfacer la demanda de determinados bienes de
consumo duradero que la industria nativa no alcanzaba a producir, y los que
producía eran a costos elevados. El contrabando, de esa manera, incrementó
notablemente el comercio en Barranquilla, negocio en el cual estaban
involucrados principalmente los industriales y comerciantes de la ciudad que
mediante el soborno y la manipulación obtuvieron maravillosas ganancias. Jaime
Devis Pereira (4/10/1976) comentaba sobre el particular aspectos que indicaban
formas críticas de la descomposición social en la clase dirigente:
«Las actuaciones delictivas son conocidas de todos... igual ocurre
con las estafas que se vienen cometiendo contra los intereses del
Estado en la subfacturación y sobrefacturación de importaciones,
con más de 'diez peces gordos' en la sola ciudad de Barranquilla.
Por lo menos medio centenar de industriales y comerciantes
comprometidos en la falsificación de manifiestos y otros
documentos de aduana, y otros centenares de negocios que
evaden tranquilamente, con la complacencia de funcionarios del
Estado, a todos los niveles, los impuestos nacionales,
departamentales y municipales».

256
Y la Revista Alternativa remataba confirmando el tráfico ilegal que igual
beneficiaba a mafiosos, a la corrupta administración de la aduana y también a
los grandes monopolios locales:
«La red de transportadores cuenta con una flota de enormes lanchas con una
capacidad mínima de 80 toneladas... en cada viaje pueden traer tres o cuatro
millones de pesos en mercancías, televisores, grabadoras, licuadoras, cigarrillos
whisky, telas y otros artículos más valiosos aún. De salida cargan principalmente
café y azúcar. El resguardo de aduanas creado para contener el contrabando,
ha llegado a la cínica práctica de fijarle tarifas: de 15 a 30 mil pesos por
embarcación que se distribuye “ecuánimemente” ... Pagada la tarifa, las lanchas
descargan en Barranquilla, en Cementos Caribe, Gracetales, Santa Verónica o
en el Caño de la Ahuyama... con este bocadillo se puede empezar a vislumbrar
la fabulosa red del contrabando, que mueve más millones de pesos que Coltejer,
Bavaria y Acerías Paz del Río juntas. En efecto, las estimaciones más realistas
sitúan en unos 20 millones de dólares las importaciones de contrabando y quizás
un poco más que las exportaciones, es decir, una suma de unos 1.200 millones
de pesos». (Revista Alternativa: 15/6/1975)

Sanandresito de Barranquilla: por sus instalaciones se movió el comercio de las


multinacionales evadiendo impuestos y fortaleciendo la economía emergente.

El surgimiento de los Sanandresitos, como consecuencia de esa coyuntura


económica, fue otro mecanismo mediante el cual las multinacionales de equipos

257
electrónicos (Sony, Panasonic, Philips etc.) burlaban los impuestos de aduana
incrementando así sus ganancias y eliminando, de paso, a casas comerciales
legales de electrodomésticos que venían funcionando desde la década del
cincuenta bajo el amparo del modelo de sustitución de importaciones como los
almacenes Almangel y J. Glottman por ejemplo. Esta situación originó que,
aparte de la burguesía industrial monopólica, la comercial y la financiera, se fuera
conformando también una lumpem-burguesía o clase social mafiosa que no solo
derivó ganancias de la importación ilegal de productos para el consumo, sino
que grandes capitales de esa “nueva clase” se colocaron a la exportación del
producto comercial más apetecido en Norteamérica para la época: la marihuana.
La “bonanza marimbera” produjo un crecimiento económico real en Barranquilla
a partir de 1975. Aunque ese crecimiento se asimilara a un castillo de barajas,
uno de los sectores que más se benefició de tal bonanza fue la industria de la
construcción que en la época referida obtuvo el incremento más grande en la
historia de la ciudad. Sin embargo, los dineros surgidos de la “bonanza
marimbera” no se utilizaron para ampliar la base productiva, ni para solucionar
críticos problemas sociales, sino que los dólares ingresados a la economía local
fueron dirigidos fundamentalmente a la satisfacción de bienes suntuarios
(vehículos, licores, artículos de lujo etc.) y a la construcción de centros
comerciales y lujosas mansiones. Un visitador foráneo en la ciudad expresó en
esa época los elementos de la “riqueza material” que estaban siendo estimulados
por el contrabando y la exportación de marihuana: «Mientras tanto los dineros
del tráfico ilícito no son invertidos normalmente en progreso. Con excepción de
la industria constructora y el negocio de propiedad raíz, que se han activado
maravillosamente, ante los deseos de los poseedores de grandes capitales
repentinos por comprar o edificar suntuosas habitaciones». (Jaramillo: 7/9/1977:
p. 16)
Según el informe de la Cámara de Comercio de Barranquilla (3/20/1981), el área
total construida en 1980 rompió los récords de épocas precedentes,
construyéndose para ese año un total de 217.590 metros cuadrados y el
presupuesto invertido estimado por CAMACOL fue de $1.959.869.459 siendo en
su orden los más beneficiados, vivienda, almacenes y similar, oficinas y bodegas.
Cabe destacar que, en el sector industrial, según este informe, el área construida
fue de 0% lo mismo ocurrió con hospital, salud y asistencia, y educación.

258
La bonanza de dólares producto de la exportación de marihuana y la masiva
importación de mercancías de contrabando, generó una economía artificial
dependiente al mercado externo que produjo fluctuaciones de auge y caída en
plazos muy cortos, reflejándose esta situación de desorden en una nueva oleada
migratoria hacia la ciudad y en el ritmo de crecimiento del desempleo en
Barranquilla: «El desempleo medido en las encuestas de hogares del DANE, ha
tenido grandes oscilaciones, y muestra una forma de 'U' desde 1974 hasta 1985.
De un nivel de 19% de desempleo en junio de 1974, descendió paulatinamente
hasta 4.5% en diciembre de 1974 para luego subir rápidamente hasta el 17.9%
en julio de 1985».
Una traducción gráfica de esta situación muestra una coincidencia exacta entre
la crisis económica de 1979-85 y la explosión del desempleo y la miseria hacia
Soledad y el sur-occidente de la ciudad como se desprende de un informe
detallado realizado por la Universidad Javeriana de Bogotá:
«La desigualdad de ingreso entre hombres y mujeres también es
mucho más profunda que la encontrada en Bogotá, Medellín y Cali.
Barranquilla aparece por tanto como un centro urbano altamente
heterogéneo con una aguda distribución del ingreso entre
cualquiera de las categorías consideradas: sexo, rama, grupo o
categoría ocupacional, los ingresos más bajos son percibidos por
la mayoría mientras que una escasa minoría disfruta de los más
altos... el peso del sector informal en la economía del área de
Barranquilla, supera al resto de ciudades toda vez que alcanza a
absorber 62% de PO, factor que explica parcialmente las grandes
desigualdades encontradas en los ingresos promedio... Se
concluye, por tanto, que las condiciones de sobrevivencia de la
población residente en el área metropolitana de Barranquilla, son
extremadamente precarias. Si bien sus tasas de desempleo no son
las más altas de los centros urbanos, la estructura del mercado de
trabajo con 62% en el sector informal, el mínimo nivel de los
ingresos, las profundas desigualdades entre mujeres y hombres, el
desempleo afectando a los grupos más vulnerables en términos de
edad, la casi nula expansión del sector moderno de la economía, la
poca cobertura del sistema de seguridad social, constituyen todos

259
los factores que coadyuvan a agudos y crecientes niveles de
pobreza. Si a estos elementos se le adicionan mayores niveles de
fecundidad, una estructura de población caracterizada por mayores
relaciones de dependencia entre adultos y niños, menores tasas de
participación y mayor población dependiente económicamente, se
evidencia que la carga que lleva el trabajador es mucho más
elevada y que el grado de atomización de los ingresos tendrá que
ser más marcado». (Rico: 1986: p. 39-40)
Los dos polos de desarrollo, el de la riqueza y el de la miseria, mostraba
críticamente que la economía para ese periodo era solo un referente que
estimulaba la ambición y reproducía la exclusión. El Periodista José Cervantes
Angulo en un informe realizado el 17 de agosto de 1978 (pág. 5c) para el diario
El Tiempo de Bogotá confirmaba cual era el papel desastroso de la clase
dirigente y dominante local en el desarrollo de la planificación urbana:
«Barranquilla es una de las pocas ciudades de Colombia que carece de Central
de Transportes. Esto se debe a la desidia y abandono no solo de las clases
dirigentes, sino de un apático sector privado, incapaz de ejecutar la idea, de la
funesta actitud pasiva del sector oficial. Igualmente, la Central de Transporte no
ha sido posible en barranquilla porque los empresarios aburguesados en medio
de pingues ganancias, se han olvidado del beneficio que les podrán prestar sus
instalaciones. En Barranquilla la Central de Transportes es tan urgente como la
Central de Abastos, porque la ciudad crece de forma desaforada y desordenada
y su millón de habitantes solo dispone de un parque automotor que oscila entre
los 25 y 40 vehículos la mayoría de ellos viejos».
Por otra parte, con el crecimiento de la construcción en áreas para el consumo
lujoso, el comercio en determinadas áreas, tuvo un repunte económico de primer
nivel hasta finales de la década del setenta. Pero este desarrollo comercial no
fue horizontal, es decir, que el crecimiento no tuvo diversificación de los
beneficios hacia pequeños y medianos comerciantes, sino que la concentración
de capitales en determinadas familias generó la monopolización creciente de
este sector económico, apareciendo en el escenario importantes grupos
comerciales como el caso de la familia Char Abdala, dueños inicialmente de las
Droguerías Olímpica y que, con el dinero acumulado en esta rama construyó,
todavía hoy de manera inexplicable, un poderoso emporio comercial, industrial y

260
financiero, siendo esta familia la que en adelante concentrará el poder local, no
solo en el plano económico, sino también en el de las decisiones políticas y
administrativas en el municipio de Barranquilla, ampliando posteriormente su
influencia económica y política hacia la región y el país, configurándose ya en el
nuevo milenio en un conglomerado económico que tenía fuertes intereses en la
industria de la construcción y ramificaciones de sus cadenas comerciales,
financieras e industriales en las ciudades de Cartagena, Santa Marta, Sincelejo,
Valledupar y Montería. En el eje cafetero en Pereira, Manizales, Quindío, Cali,
Popayán, Buga, Buenaventura y Restrepo. Y en el centro del país en Bogotá,
Neiva, Tunja, La Calera, Fontibón, Girardot y Sogamoso,83 en enero de 2007
compraron la cadena de supermercados La Galería S.A. con tiendas en Cali,
Cartago, Palmira entre otros municipios del suroccidente colombiano, y en sus
afanes de configurarse como conglomerado latinoamericano, adquirió en el año
2005 a la cadena Mega Súper de Costa Rica, entre otras inversiones
internacionales. Pero el capital de esta familia no solo se ha destinado a
acrecentar sus fortunas mediante la explotación laboral, el ahorro y el saqueo de
las arcas del municipio a través del recibo y la entrega de contratos a sus
cómplices84, sino que ese sistema lo han utilizado para destruir el histórico

83
El caso de la familia Char puede considerársele histórico en sus delirios de dominación porque rompieron
los límites estrictos del control económico para penetrar en la dominación de la vida política y aún de la
espiritual en la ciudad, pues como se sabe el equipo Junior, del que son los principales accionistas, es el
centro de la vida del barranquillero común, la dulce enajenación que aleja a la gente de la realidad y que
convierte la pasión por el deporte en dinero. Igualmente, esta familia se ha visto involucrada en casos de
paramilitarismo y corrupción, convirtiéndose estas dos macabras actividades en una placida fuente de rentas
para este poderoso conglomerado, como lo atestigua en una de sus crónicas el diario El Tiempo: “lo cierto
es que el expediente que acaba de enviar la fiscalía a la corte salpica a este miembro de una de las familias
más influyentes de la costa Atlántica. Por lo menos cuatro de los implicados en el escándalo de la “DIAN
paralela” fueron llamados a juicio esta semana- le contaron a la justicia que Char y el entonces gerente de
impuestos de la DIAN les había cobrado una millonaria suma “para arreglarles los problemas” con las
autoridades. Se trata de la entrega de mil millones de pesos a cambio de que no avanzaran las pesquisas”
El Tiempo, noviembre 26 de2006, p. 1-17.
84
Sobre este tema el Semanario virtual Las 2 Orillas Afirmaba: “Las recientes capturas de los directivos de
la dirección regional del Instituto de Bienestar Familiar pusieron los reflectores sobre el poder de la familia
del alcalde de Barranquilla Alex Char en el ICBF, que heredó de su padre el exsenador Fuad Char Abdala,
quién desde hace veinte años tiene influencia en esa entidad. Karen Abudinen Abuchaibe es una de las
fichas claves de la casa Char para mantener los puentes con la institución. Formaba parte del gabinete de
la alcaldesa Elsa Noguera como Secretaria de Gestión Social cuando fue llamada por Cristina Plazas para
ocupar la dirección nacional del programa bandera del Bienestar Familiar: primera infancia, de 0 a 5.
Después de seis meses en el cargo en Bogotá regresó a Barranquilla a ocupar la Secretaría de Educación
del alcalde Char. La mayoría de los millonarios contratos para comedores escolares del ICBF en el
Atlántico se le han dado a fundaciones como Fomento de la Democracia el Desarrollo Social y la
Ecología representada por Olga Inés Flórez Pertúz y a la fundación Semilla de la Prosperidad en cabeza de
Elizabeth Cabarcas, dos entidades cercanas a al senador Arturo Char. A través del representante de Cambio
Radical Luis Eduardo Díaz Granados y su esposa María Margarita Amaríz, directora de la EPS Cajacopi,
que atiende a la mayoría de niños afiliados al sistema de salud en el departamento, los Char mantienen

261
patrimonio arquitectónico de la ciudad y poner sobre sus cimientos sus centros
comerciales, así lo comenta el periodista Wilfrido Jiménez Díaz (3/21/2015):

«Tenemos el caso de una familia sirio-libanesa que llegó a Lorica atraída por
dos monedas de oro que llegaron a sus manos, allá en su Damasco de origen.
Los integrantes de la familia se esparcieron como verdolaga por toda la Costa y
llegaron a Barranquilla. Con sus mañas “turcas” para el comercio. De un día para
otro se convirtieron en grandes negociantes, hasta tal punto que ya manejan la
administración de la ciudad y con ese poder que han adquirido, acabaron con un
lugar emblemático de “Curramba”, como lo fue la Plaza de Toros “La Monumental
del Caribe”, para darle paso a uno de sus almacenes y la construcción de
conjuntos residenciales. En el Barrio Las Nieves, como por arte de magia,
desaparecieron el querido Teatro Apolo, en cuyo remplazo tenemos hoy una
supertienda de su cadena de almacenes; en la carrera 43 con calle 60 acabaron
el Hospitalito San Francisco de Paula, para construir también un almacén de su
cadena y un conjunto residencial y, actualmente, acaban de demoler gran parte
de una joya arquitectónica, cultural e histórica, como lo fue el edificio del antiguo
Club Unión “La Española”, en donde hasta hace pocos días funcionaba una sede
de la Caja de Compensación Familiar Cajacopi, tan solo para construir un
parqueadero para uno de sus centros comerciales. No se les ha escapado ni el
Júnior, como patrimonio deportivo de los “quilleros”, mucho menos el Carnaval
que es Patrimonio Inmaterial e Intangible de la humanidad. No sé si los
barranquilleros de pura cepa estén dispuestos a deponer el nombre de
Barranquilla, “La Arenosa”, “Curramba” o el de “La puerta de Oro de Colombia”,
por el vergonzoso alias de “Ciudad Olímpica»

A la par del origen y desarrollo de estos nuevos “propietarios de la ciudad” el


comercio y la construcción fueron los dos renglones básicos que usufructuaron
bien la época de la “bonanza” representando estas actividades desde 1975 a
1985 el 55% de la actividad económica total del departamento del Atlántico. Sin
embargo, los cambios económicos ocurridos por esa particularidad económica

también sus vínculos contractuales. Tanto las fundaciones como la EPS le compran buena parte de sus
insumos a las tiendas Olímpica, las droguerías Olímpica y la Economía, de la familia Char”. Las 2 Orillas,
enero 18 de 2016, Documento consultado en linea.

262
concreta fueron contradictorios porque al no invertirse en la industria como base
estable de la economía y de esa forma quedar sujetos al movimiento de
mercancías de importación y exportación tanto legal como ilegal con influencia
del capital transnacional, a las fluctuaciones del comercio interno dominado por
unas pocas familias que no reinvertían sus utilidades en la ciudad, y a la
influencia del sector improductivo financiero; la economía barranquillera quedó
más dependiente que nunca al inestable mercado mundial dominado por las
bolsas de valores de los países capitalistas desarrollados, a la bonanza en la
ciudad de los petrodólares venezolanos producto del comercio de exportación y
a la migración masiva de barranquilleros hacia ese país y la remesa de sus
divisas.85 Los capitalistas instalados en la ciudad agrupados en la Cámara de
Comercio (20/3/1981) dan cuenta con más dudas que certeza de esa inestable
situación: «Por último, proponemos un crecimiento equilibrado, entre las
actividades exportadoras de sustitución de importaciones y del tamaño del
mercado interno, ya que basar la economía en un mercado externo de mayor
magnitud relativa al mercado local, tiene el inconveniente de hacerla
peligrosamente vulnerable a la crisis de comercio exterior».

Y, efectivamente, esa situación de inestabilidad creada profundizó esa


vulnerabilidad dual de la economía barranquillera al desequilibrio permanente de
la economía global y agudizó la lucha entre las potencias por el mercado local y
nacional, resaltándose el papel de Japón que poco a poco fue afianzando su
presencia en la economía de la ciudad pues la importación de vehículos y
electrodomésticos de ese país, comercializados a través de los Sanandresitos
se acentuó drásticamente en los años ochenta, coincidiendo esa situación con
el inicio de una nueva crisis. Los comerciantes analizaban a su manera, es decir
desde su trabalenguas econométrico, este problema:
«Al analizar el comportamiento del PIB nacional para la década de los ochenta,
se puede constatar que la economía colombiana estuvo sometida a fuertes

85
Ramón Atencio definía las relaciones con Venezuela en esa etapa así: “La industria barranquillera con
marcada orientación hacia el comercio exterior, ha tenido una relación comercial muy estrecha y
permanente con Venezuela, en razón de su cercanía con la ciudad, la caída del Bolívar en 1982, marcó el
inicio de una aguda crisis en el sector industrial en especial el sector manufacturero, en el ramo de las
confecciones, numerosas fábricas cerraron o redujeron significativamente la producción, se estima que en
la ciudad se produjeron entre 1982 y 1984 más de 1.500 despidos anuales, originados directamente en las
empresas exportadoras al vecino país de Venezuela” Barranquilla en busca de una segunda oportunidad
sobre la tierra, p. 83.

263
variaciones. Si analizamos desde 1969, año en que el país alcanzara tasa de
crecimiento anual del PIB de 6.10%, observamos que ascendimos hasta 7.67%
en 1972, para descender a 2.32% en 1975, la tasa más baja de la década de los
setenta. A partir de ese año se inicia una rápida recuperación que llega hasta
8.47% en 1978, la tasa más alta de los últimos 25 años; luego comenzamos a
descender, e iniciamos los años ochenta con un crecimiento anual de 4.09%
seguida de una profunda crisis, que llegó al nivel de actividad económica a una
cifra de 0.95% en 1982 y 1.57% en 1983. El nuevo ascenso solo llega hasta
5.82% en 1987 año en que se inicia la fase de descenso en que nos
encontramos: 3.74% en 1988 y 3.10% en 1989». (Revista Informativa: 15/ 10 de
1990)
Un análisis de Nueva Frontera (22/12/1980) representa con nítida frialdad la
situación de inestabilidad social en Barranquilla después de esta crisis cíclica
arriba anotada:
«Barranquilla capital de la Costa colombiana arrastra en los últimos
tiempos el peso de dos azotes, que le imprimieron un marco de
dolor a su espectacular crecimiento físico y poblacional. Son los
azotes de la falta de servicios públicos adecuados y la inseguridad
causada por la emergencia del narcotráfico. Los gremios
económicos han calculado el déficits de servicios públicos en un
40% índice desesperante para una urbe que se acerca a los dos
millones de personas... los bogotanos y en general los colombianos
que no viven en la Costa ya se han acostumbrado a que las noticias
procedentes de Barranquilla hablen de jueces asesinados o de
huelgas de señoras que piden suministro de agua o de luz
eléctrica... el mote de 'Puerta de Oro de Colombia' cada vez más
va quedando como motivo lírico para inspiración de los cantores
vallenatos».86
Ante esta situación de pauperización social, las clases populares en Barranquilla
respondieron certeramente al llamado de las centrales obreras del país que
convocaron al paro cívico nacional más grande y más combativo de su historia.
El 14 de septiembre de 1977 se convirtió en otra prueba más del valor que tenía

86
Barranquilla en la encrucijada, Revista Nueva Frontera, diciembre 22 de 1980, p. 31.

264
la educación política en las clases obreras y populares en alianza con la
dirigencia sindical, los partidos políticos de izquierda, los educadores y el
beligerante movimiento estudiantil que organizaba sus luchas en la Universidad
del Atlántico y los colegios públicos Barranquilla, Pestalozzi, José Eusebio Caro,
Carlos Meisel, Inem, Nacional de Comercio, entre otros bastiones estudiantiles
del pensamiento libertario.
Con el Paro Cívico del 14 de septiembre de 1977, se produce para los
trabajadores barranquilleros y sus organizaciones gremiales y políticas un
entorno social que concedió a los movimientos de masas, dispersos en su
mayoría, una situación completamente distinta de las que habían tenido hasta
ese momento en el fracturado ordenamiento social, apareciendo
transformaciones cuantitativas muy importantes en el proceso de flujo en que se
encontraba el conflicto entre capital y trabajo, entre riqueza y miseria. En primer
lugar, en Barranquilla había avanzado fuertemente la concentración de capitales
pues precisamente y como ejemplo 6 días después del gran Paro Cívico
Nacional, el 20 de septiembre de 1977, se constituyó el conglomerado Acerías
del Caribe, empresa que pretendía producir 400 mil toneladas anuales de Acero
para suplir las necesidades del mercado de la industria regional. En la
conformación del capital de esta empresa había intereses nacionales como los
de Confinatura y la Corporación Financiera S.A., el capital de la costa caribe
estaba constituido por La Corporación Financiera del Norte (Santodomingo) y la
Firma de Alfredo Steckerl e hijos Ltda. Y el capital transnacional lo integraban el
grupo alemán Karf Stahl A. G. Baden, y la firma austríaca Voest-Alpine-A.G. En
segundo lugar, la situación de crisis económica y la ambición de acumulación en
asociación con estos monopolios, impedía al capital local y a los administradores
del municipio hacer concesiones a los trabajadores y sectores populares,
articulándose las masas desposeídas a una estrategia nacional de auge de las
luchas populares y, en alianza con los sectores estudiantiles y el movimiento de
educadores (en ese momento en paro indefinido), a tratar de evitar la exacerbada
explotación del trabajo, el alto costo de la vida y exigir la atención en salud,
educación y vivienda. Después de una jornada de parálisis total donde hubo
decenas de heridos y la detención de cientos de personas que combatían
fuertemente en puntos estratégicos de la ciudad como los barrios Cevillar,
Santodomingo, Simón Bolívar, El Bosque, Siape y otros, acción popular que

265
logró asfixiar los corredores estratégicos de movilidad y circulación de capital, de
mercancía y mano de obra; el parte de los trabajadores y las clases populares
en Barranquilla fue de absoluta victoria:
«Ante el exitoso Paro Cívico realizado por los trabajadores del
departamento contra la carestía y por libertades políticas y
sindicales, la respuesta del gobierno y de los patronos no es la de
buscar soluciones sino la de ejercer la venganza. Los trabajadores
agrupados en Fesutral, expresamos nuestra indignación ante la
cruenta represión que se adelanta y especialmente por la forma
antihigiénica e inhumana como tienen detenidos a mujeres, jóvenes
y niños inocentes, en los calabozos del F-2, en el Coliseo Cubierto
y en la Plaza de Toros... le informamos a los trabajadores y a la
opinión pública en general que el balance hecho hasta el momento
es de la paralización total del transporte, del cierre del comercio y
de paralización de la industria que arroja como resultado que esta
victoria de la clase trabajadora y del pueblo que sufre la grave
carestía de la vida, los bajos salarios, la represión y el Estado de
sitio, es el resultado de la unión de la clase obrera y las masas
populares que hicieron posible el paro».87
Este ejemplo histórico de movilización, que se expresaba en el comunicado
victorioso de los trabajadores, mostraba que ya no era posible estimar leyes
mecánicas y fatales sobre la agrupación victoriosa de las fuerzas sociales en una
situación de crisis aguda como la que atravesaba Barranquilla en esa coyuntura,
y mostraba también lo decisivo que pesaban la valoración política y las
decisiones acertadas de las organizaciones sindicales y los partidos políticos de
izquierda en ese conflictivo periodo, es decir, lo mucho que pesaba que la
profundización de la crisis social reposaba necesariamente en la alianza obrero-
popular en función de sus demandas concretas, a propósito del cual hay que
observar que la situación de Bogotá, por ejemplo, el día del paro era más
compleja aún en comparación con la de Barranquilla y que los movimientos
populares presentaban, comparativamente, un carácter más agudo de
combatividad y organización que de espontaneidad y dispersión. Sin embargo,

87
Diario del Caribe, septiembre 15 de 1977, p. 2.

266
el pueblo de Barranquilla hizo en esta gesta de Paro Nacional un breve homenaje
a su tradición histórica de lucha y de ser pionera en estas lides, recordando con
esta acción las grandes batallas que ocurrieron en las décadas iniciales del siglo
pasado.
Bajo el Estado de sitio, la represión y la miseria cada vez más grave que se hacía
totalmente visible en barrios populares nuevos como Siete de Abril, La Paz, Me
Quejo, La Manga, El Pueblito, Santa María, Realengo y hacia el nororiente San
Salvador, barrio este último que realizó duras protesta en 197888; y mientras de
forma paralela se manifestaba una acumulación intensiva del capital
internacional y un inusitado auge del comercio local bajo una espiral inflacionaria
de precios, se fueron minando las bases del cambio prometido por el gobierno
del llamado “mandato claro”89 del presidente López Michelsen, preparándose así
el terreno para que los barrios populares iniciaran una acción política
independiente, suplantándose parcialmente las oficiales Juntas de Acción
Comunal por innumerables Comités Cívicos y organizaciones populares de base
que fraguaron el surgimiento de nuevos líderes y, por consiguiente, la
combinación efectiva de las luchas populares y estudiantiles con la acción de los

88
El periodista José Cervantes sobre estas protestas que comenzaron en San Salvador pero que se
extendieron a toda la ciudad, afirmaba: “Los habitantes del barrio San Salvador, al norte de esta capital,
amenazaron hoy con realizar un paro cívico y bloquear la vía 40 como protesta por la escasez de agua
potable. Alrededor de unas 20 mil personas que habitan San Salvador carecen del líquido…hace un año los
moradores de este sector de Barranquilla bloquearon varias veces la vía 40 incomunicando de forma
continua la zona industrial y el sector comercial…desde otros barrios de la ciudad también han comenzado
las quejas y protestas por el pésimo servicio de agua potable. En el sur la situación se ha agravado y se
estima que unas cuatrocientas mil personas que habitan los tugurios y barrios circunvecinos de la carretera
de la Cordialidad carecen del servicio” El Tiempo enero 31 de 1978 p. 9A
89
La considerable agravación de la crisis del sistema monetario-financiero del capitalismo a finales de la
década del setenta, basado en el papel omnipotente del dólar norteamericano, estimuló el continuo
recrudecimiento de los precios inflacionarios en el país. Para combatirlos, el gobierno nacional dio
preferencia a la política interior de precios, dando respuesta a las distintas teorías de la escuela neo-
keynesiana. En correspondencia con dicha teoría, la política inflacionista del Estado en el dominio de los
precios internos debería ser, según la Dirección Nacional de Planeación, útil para la economía. En este
problema el gobierno de turno (López Michelsen) no tomaba generalmente en consideración la
inevitabilidad objetiva de la agravación de las viejas contradicciones de la economía colombiana y el
surgimiento de otras nuevas que existían en el mercado mundial, ni la inevitabilidad a las crisis cíclicas en
que estaba toda la economía capitalista, y si bien algunos teóricos del establecimiento no eludían estos
procesos económicos de crisis global, es indudable que los pasaban por alto. La llamada inflación galopante
en el mercado interno a finales de los años setenta, bajo el gobierno del “mandato claro”, que el pueblo
burlonamente llamaba “mandato caro”, dio un poderoso impulso a la explosión momentánea de los precios
en todo el mercado internacional pero también a la explosión de las protestas populares, como hemos visto;
y los distintos grupos de mercancías exportadas por el país, especialmente el café, pasaron a depender cada
vez más del movimiento de dichos precios. El alza sin precedente de los precios mundiales de mercancías,
comenzó a romper y a deformar el sistema neo-keynesiano (deficiente ya de por sí), y la regulación estatal
de la formación y control de precios que existía en el mercado nacional, regional y local. Esto dio origen a
los tres grandes paros cívicos que se dieron en el país (1977, 1982 y 1985) Por consiguiente, la liberalización
del mercado (neoliberalismo) comenzaba a mostrarse como la 'salida inevitable' a esa crisis.

267
sindicatos, bajo la motivación innegable del marxismo y sus diversas
expresiones político-ideológicas. Entre los partidos políticos de izquierda que se
fortalecieron en ese periodo en Barranquilla estaban el Partido Comunista, el
Partido Socialista Revolucionario, A Luchar, el Moir, Firmes, el Partido Socialista
de los Trabajadores, el Partido Comunista marxista-leninista, el Frente Popular,
las Comunidades Eclesiales de Base, las diversas corrientes M-L y otras
expresiones democráticas que fortalecieron enormemente a la organización
popular y sus demandas. Algo que resulta también importante para comprender
este radicalismo de nueva expresión que cuajó coyunturalmente en estos
barrios, fue que resultó de una conspiración masiva y consciente contra las
formas oficiales de organización y de la urgente necesidad de proponer
alternativas estructurales al sistema económico excluyente, amparado en el
torturador y criminal Estado de Sitio. Existía pues una competencia y una
confrontación entre las formas político-organizativas de los sectores populares
en contra de la articulación dádiva-voto que tenía la maquinaria corrupta de los
partidos tradicionales liderada por los Martín-Leyes, los Gerlein, los Vengoechea,
los Tarud, los Rosales, los Lébolo, los Name etc., surgiendo así en estos barrios
un radicalismo folclórico en la organización social y política que le imprimieron a
la lucha social un aire de carnaval y al carnaval un soplo de lucha popular. Por
otro lado, la creciente atracción de los sectores populares hacia las
organizaciones socialistas y democráticas se profundizó, más que nada, en
contra de la miseria social que se constituyó en la base orgánica que nutría a la
politiquería, mediante la corrupción sin límite instalada en la administración del
municipio90 y por consiguiente en las empresas de servicios públicos de la
ciudad.
Dos años después del gran Paro Cívico Nacional del 14 de noviembre de 1977
los industriales del país y de la región tenían ya otra preocupación en sus
cabezas, pero esta vez no eran los obreros y las barriadas populares que se
alzaban contra el hambre, la corrupción y la falta de servicios públicos, sino la
nueva Ley de Acuerdos Comerciales aprobada por Estados Unidos en 1979 que
brindaba la posibilidad de implantar aranceles y medidas compensatorias para

90
Según el ingeniero Luis Narváez el puente de la carrera 50, llamado el puente de la ignominia, donde por
debajo de él no pasan sino los arroyos y la basura ‘fue una mala inversión para el municipio porque la obra
que debió ser construida en cuatro meses demoró diez años y lo que debió valer 1 millón 600 mil pesos
terminó en 16 millones de pesos'.

268
defender la producción interna de las exportaciones latinoamericanas. Si las
barreras de las tarifas arancelarias fueron un instrumento de valor-acumulación
en la política comercial norteamericana (reducían la capacidad competitiva de
los precios de la pobre producción colombiana), las limitaciones no tarifarias de
esta Ley representaron para el país un mecanismo no administrativo, es decir
político para la limitación de nuestro comercio. Este incluía, en primera fila,
políticas tales como el embargo, restricciones cuantitativas para la exportación
global, licencias de importación, requisitos técnicos zoo y fitosanitarios para los
productos agropecuarios etc. Con tales barreras los Estados Unidos
complicaron, limitaron o cerraron definitivamente el acceso a un sinnúmero de
mercancías primarias que intentaba exportar Colombia a través de sus puertos,
agudizándose de esa manera los problemas económico-sociales.
Barranquilla, que según el censo del DANE para 1985 contaba con 1.100.785
habitantes y un desempleo promedio del 11.3%, no contaba con una adecuada
infraestructura de servicios y sanidad. La crisis en estas ramas se evidenciaba
en una baja cobertura de servicio de aseo y la del viejo acueducto municipal que
por su poca extensión no alcanzaba a cubrir las necesidades de los barrios
pobres de la ciudad. La capacidad de este viejo acueducto construido por los
norteamericanos en los años veinte, apenas alcanzaba a cubrir al 45% de la
población. Esta situación provocó la más espantosa epidemia de muerte infantil
por diarrea aguda ocasionada por la gastroenteritis y también produjo una
masiva lesión física a los niños de los barrios populares por la terrible expansión
del polio. En el solo mes de abril de 1983 mil casos fueron atendidos, 139 niños
fueron hospitalizados muriendo 9 niños en los primeros 4 días del mes, y según
el Servicio Integrado de Salud del municipio «De los 139 casos registrados en
los libros de los 3 hospitales, el 90% corresponde a los barrios tuguriales de la
ciudad. El 10% restante es de niños de zonas urbanas y de varios municipios del
departamento».91 (El Heraldo: 4/4/1983: p. 7-A)
Mientras tanto en ese trágico mes, que produjo una espantosa mortandad de
infantes, la Cervecería Águila anunciaba ganancias por 9.543 millones de pesos
y Avianca aumentaba su capital autorizado en 91.150 millones de pesos. Todo
este sistema de muerte, exclusión y acumulación a cuenta de los monopolios, de

91
El Heraldo, abril 4 de 1983, p. 7A.

269
la corrupción y del control que ejercían en la ciudad la maquinaria politiquera más
corrupta del país que, a su vez, eran los directos beneficiarios de la pésima
prestación de los servicios. El negocio del agua, por ejemplo, era de doble vía;
por un lado la demoledora politiquería asfixió a las Empresas Publicas
Municipales mediante el robo de sus activos, y por otro lado, aumentaban sus
sangrientas ganancias a través de una red privada de carrotanques de propiedad
del mismo sector político que controlaba la Empresa, sector que le vendía el
agua contaminada a la gente de los barrios populares a un precio que absorbía
alrededor del 40% del salario mínimo legal vigente; o sea que entre ellos mismos
se pagaban, se cobraban y se daban el vuelto; así lo informaba la revista
Alternativa en 1979:
«Diariamente cientos de niños hacen cola frente a los camiones
repartidores que venden el galón a cuatro pesos; algunos de estos
camiones son propiedad de un teniente político del senador José
Name Teherán. Las empresas venden el agua a los camiones a 6
centavos el galón. No hay que perturbar la ganancia de tres con
noventa y cuatro que hace el teniente de Name. El problema es
similar en los barrios del occidente. La llamada 'zona residencial'
(barrios acomodados) y las empresas industriales de la Vía
Cuarenta tienen agua suficiente las 24 horas. Un acueducto alterno
que se construye a un costo de 609 millones de pesos solo
beneficiará a la llamada zona residencial y a las nuevas y costosas
urbanizaciones de la carretera a Puerto Colombia. A la gente no
solo no se le da agua, sino que le responden con tropa cuando la
pide. Una manifestación organizada el 1º de abril (1979) por los
Comités Cívicos de los barrios del sur fue hostigada por la fuerza
pública desde su salida. Igual sucedió con otra el mismo día y hora
en los barrios occidentales. La gente simplemente marchaba con
ollas vacías y banderas tricolores». (Revista Alternativa: 26/3/1979:
p.28)
Este ascenso de la corrupción administrativa en el municipio, en medio de las
luchas populares y el descenso rápido en la producción, debido a factores
macroeconómicos ligados a la estructura de subordinación de la economía

270
colombiana al mercado de valores internacional,92 produjo que la economía
barranquillera entrara en una recesión irreversible, lo que provocó
posteriormente nuevos levantamientos de los trabajadores y habitantes de los
barrios populares de la ciudad, acciones que se manifestaron en los paros
cívicos nacionales de 1982 y 1985. Para la ambientación combativa del paro de
1982, El 5 de abril, fueron paralizados los puertos de la ciudad por 12.500
operarios de la Empresa Puertos de Colombia, al no llegar a acuerdos sobre la
modificación o derogatoria de los decretos 1174, 1175, 3137 y 550 que
lesionaban gravemente la estabilidad laboral y las condiciones salariales de los
trabajadores portuarios. «En el Terminal Marítimo de Barranquilla el paro estalló
desde el sábado en forma parcial a raíz de la celebración de la Asamblea
General, durante la cual se decidió entrar a participar en el Paro Nacional».93 (El
Heraldo: 5/4/1982: p. 11-A)
Todo esto ocurría mientras Barranquilla adecuaba sus puertos para la
exportación de productos mineros a través de los nuevos proyectos del Níquel
de Montelíbano y el Carbón del Cerrejón concedidos, en medio de la corrupción,
a la multinacional Exxon Mobil Corp., para una explotación a 33 años en
condiciones supremamente desventajosas para el país, para los trabajadores y,
en general, para toda la región.
En el plano internacional y a raíz de una nueva crisis cíclica del capitalismo
mundial, producto del boom de los precios del petróleo a finales de los años
setenta, el gobierno norteamericano declaró la imperiosa necesidad de aumentar
su potencial exportador; elaborando la “Política Nacional de Exportación” base
orgánica del neoliberalismo, y anunciaron, mediante esta imperial política,
medidas para ampliar la exportación industrial y agropecuaria, conceder poderes
más amplios al Banco de Exportaciones e Importaciones, aumentaron los
créditos directos de exportación etc., todo esto tuvo por objetivo consolidar en el
mercado mundial las posiciones de sus monopolios cuya capacidad competitiva,
por la irrupción de Japón, se había reducido de manera notoria en la década del

92
Para esos días en los países de América Latina actuaban cerca de 5.000 compañías norteamericanas. Sin
embargo, 4/5 partes de la suma total de las operaciones anuales de inversión de capital privado
correspondieron, aproximadamente, a las 200 corporaciones transnacionales más importantes de Estados
Unidos y Europa, es decir un dominio total de las inversiones privadas sobre las estatales, lo que se
traduciría posteriormente en imposiciones políticas que dieron vía libre a las propuestas neoliberales.
93
El Heraldo, abril 5 de 1982, p. 11A.

271
ochenta. Las propuestas de salida a esta crisis del capitalismo en la llamada
“década perdida” latinoamericana, que ya se acerca a la cuarta, no provinieron
de un debate al interior del país, de la región y la ciudad sino, como siempre, de
las decisiones imperiales que dominan el continente y de la imposición unilateral
de los centros económicos de poder que controlaban la economía de la ciudad,
la región y el país. Con la crisis del modelo de sustitución de importaciones se
acercaba en el Caribe colombiano, y principalmente en Barranquilla, el
desastroso huracán neoliberal.

CAPITULO X

NEOLIBERALISMO Y CIUDAD

10.1 El impacto social del neoliberalismo y los cambios en la estructura


económica

Reconocer que existían antecedentes fluctuantes en la situación económica del


país y la región Caribe antes de la década del ochenta, no equivale a afirmar que
esa crisis oscilatoria tuviera una continuidad permanente de carácter
homogéneo. El avance en determinados rubros económicos sectoriales (planes
de desarrollo regional y consolidación de los monopolios) y las propuestas
parciales de cambio y adaptación que comenzaron a surgir en Barranquilla
producto de la nueva euforia neoliberal que agenciaban Inglaterra y los Estados
Unidos (Thatcher y Reagan), estos acontecimientos se inscribían en un proceso
de transformaciones estructurales económicas, de cambios culturales y de
modificaciones institucionales en el marco de una redefinición imperialista del
escenario mundial, nacional y regional. En América Latina la política de
dominación neocolonial la realizó Inglaterra con la invasión a las islas Malvinas,
lo cual provocó que en barranquilla surgiera, en medio de duras batallas, un
inmenso barrio popular en homenaje a las luchas del pueblo argentino: el barrio
Las Malvinas que al igual que el pueblo argentino, batallaba por la dignidad de
una vivienda. Fue determinante en ese proceso de surgimiento un grupo de
mujeres que se hacían llamar “Las Domitilas” que con su lema teológico “nos

272
educamos en comunidad bajo la luz del evangelio” construyeron con sus propios
medios una escuela y un centro de salud en terrenos adyacentes al Barrio El
Bosque. Luis Octavio dirigente comunal que participó en la toma de tierras que
dieron inicio al barrio cuenta al respecto:
«Al barrio se le llamó las Malvinas porque la toma de los terrenos coincidió con
la época de la guerra de las Malvinas entre argentino e ingleses, y comparamos
esa lucha con la nuestra. La de ellos era la defensa de la soberanía del territorio
y, en nuestro caso, era la defensa de un derecho básico: la vivienda para cientos
de familias destechadas. Se cometieron muchos atropellos contra las mujeres y
niños. Detuvieron a muchas personas. El enfrentamiento contra las autoridades
del momento y los supuestos dueños fue muy fuerte y constante. Fue casi como
una gran batalla campal que supimos resistir» (Las Malvinas: treinta años
palpitando al ritmo de lo comunitario)
La crisis manifiesta en la década de los ochenta y la manera como la asumieron
tanto el gobierno nacional como los gremios económicos en Barranquilla,
introdujeron modificaciones profundas en el mercado de trabajo, profundizaron
la desigualdad social y empobrecieron aún más a los sectores obrero-populares
y a las llamadas capas intermedias, pues para esos días se estimaba que el
grado de explotación de un obrero en Barranquilla era seis veces mayor que el
de un obrero en la ciudad de Tampa (Florida), ciudad bautizada por la dirigencia
local como nuestra “ciudad hermana”. Estos elementos constituyeron la base
fundamental del impacto en Colombia y la región Caribe de los cambios
profundos relacionados con el estilo de acumulación, la nueva reestructuración
tecnológica y la profunda transformación capitalista que se desarrollaba a escala
mundial; es decir, con el nacimiento y desarrollo del neoliberalismo comenzó la
implantación del egoísmo paranoico convertido en política de Estado. La
intervención estatal del gobierno Gaviria y su nueva Constituyente, acentuó en
los inicios de 1990 los efectos nocivos para la mayoría de los grupos y clases
sociales desprovistas de capital y medios de producción, descargando sobre
ellos y sobre los medianos y pequeños industriales, el peso del ajuste que desde
los gremios y las altas esferas del poder se anunciaba.
El programa de liberalización comercial iniciado en febrero de 1990 fue una
concertación entre la administración de turno, las multinacionales extranjeras,
los organismos financieros internacionales y el sector privado nacional. Los

273
neoliberales en ebullición planteaban la necesidad de modernizar la economía
abriéndola a la competencia internacional, pues aseguraban que el régimen
comercial orientado hacia adentro ya resultaba contraproducente, intensificando
la penetración de las importaciones y reduciendo el curso “antiexportador” del
régimen comercial. Se esperaba con estas medidas elevar el crecimiento
económico a mediano plazo mediante el mejoramiento de la productividad y la
diversificación de las exportaciones. La reforma comercial comenzó en los
puertos colombianos en marzo de 1990 con cambios estratégicos en el sistema
de licencias de exportación y aranceles. La administración Gaviria efectuó
nuevas políticas para cambiar el sistema de licencias previas y la estructuración
arancelaria. Las cuotas de importación industriales que solían cubrir el 80% de
la producción nacional se eliminaron en 1990 (noviembre) y por decisión del
Compes, se adelantó el cumplimiento de las metas arancelarias fijadas para
1994. La consiguiente estructura arancelaria se distribuyó en cuatro tasas: 0%
para las materias primas, mercancías intermedias y bienes de capital no
producidos en Colombia; 5% y 10% para estos renglones cuando existía la
producción nacional; 15% para bienes finales de consumo; y una sobre tasa
arancelaria del 8% a principios de 1992. Los aranceles y la sobre-facturación
fueron unificados para crear un arancel adicional del 20%. (May: 1996: p. 265)
Con la progresiva liberalización comercial y arancelaria, los aliados de clase más
cercanos y seguros de los monopolios estadounidenses y europeos en
Barranquilla fueron, en la etapa inicial neoliberal, los representantes de los
círculos financieros, industriales y comerciales; destacándose la Cámara de
Comercio local a quienes las multinacionales y otras entidades prestaron toda
clase de asistencia ideológica, crediticia, técnica y organizativa, contando
también con una eficiente ayuda política para imponer el nuevo “modelo de
desarrollo” al municipio y, por consiguiente, a todos los estamentos de la
población barranquillera. Igualmente, el paquete de medidas económicas
convirtió a los comerciantes e industriales y a algunos economistas de su afecto
en fieles abogados de la economía de mercado, en correveidiles, conscientes o
no, de las grandes multinacionales, favoreciendo así la penetración de la
ideología neoliberal y contribuyendo de esa manera a la entrega a estas
multinacionales de numerosas empresas estatales facilitando, en medio de la
euforia neoliberal, la penetración de sus mercancías y sus corrosivos capitales.

274
La Cámara de Comercio en su editorial titulado Barranquilla: capital de la
apertura inició, con un ideologizante discurso, el nuevo ciclo de acumulación y
pobreza en la ciudad de la siguiente manera:
«Antes de concluir el presente año (1990) la administración Gaviria
habrá perfilado las principales reformas legales necesarias para
iniciar el proceso de internacionalización de y modernización de la
economía nacional. Seguramente en 1991 el país tendrá nuevas
reglas de juego en materia tributaria, cambiaria, financiera, laboral,
portuaria y de comercio exterior... La aplicación de buena parte de
las reformas legales que cursan en el congreso dentro del
programa de apertura, brindarán al Atlántico y a Barranquilla una
inmensa oportunidad para su reindustrialización y con ella la
posibilidad de lograr un mayor progreso económico y social... Así
las cosas, confiamos a partir de 1991 ofrecer a todos los
inversionistas nacionales y extranjeros adecuados servicios
públicos y portuarios para las zonas industriales, ubicación
estratégica, mano de obra altamente tecnificada, créditos de
relocalización, incentivos tributarios y cambiarios y la alegría y la
paz costeña. En síntesis esas son las condiciones para ser la
capital de la apertura».94
Los resultados de esos anuncios no se hicieron esperar. Antes de la constitución
jurídica del neoliberalismo en 1991, la inversión neta de capitales comenzó a
crecer desproporcionalmente en la ciudad, registrando una tasa de crecimiento
anual del 19.5% pasando de 1.501 millones de pesos en 1980 a 7.437 millones
en 1989 y a 9.327 millones en 1992. La inversión de estos capitales no se realizó
para generar nuevas industrias de otros sectores económicos y equilibrar así la
producción, sino para ampliar la base productiva de los monopolios económicos
y transnacionales establecidos en los corredores industriales de la ciudad, como
queda ilustrado en este análisis de la Cámara (1990: p.73): «Mientras el capital
constituido le reportó a la inversión total el 40.6%, los aumentos realizados por
las sociedades ya establecidas alcanzaron el 59.4% restante. Esto significa que
los empresarios orientaron sus esfuerzos, en gran parte a ensanchar sus

94
Editorial Revista Informativa, cuarto trimestre de 1990.

275
fábricas». Es de anotar que la ampliación de las fábricas no fue un proceso
comprendido en el concepto evolutivo de crecimiento industrial con la
consiguiente absorción de mano de obra, como ocurría en épocas anteriores,
ese crecimiento y ampliación fue más bien un mecanismo de adaptación
tecnológica para competir en “mejores condiciones” en el escenario
internacional, comenzando de esa manera una nueva forma de expulsión de la
fuerza de trabajo o, como lo llaman algunos técnicos, de acentuación del
“desempleo tecnológico”.95
Para la implementación del modelo neoliberal en la llamada por los gremios y la
corrupta clase politiquera “capital de la apertura”, el discurso fue el principal
elemento para asegurar esos fines. En el inicio del plan aperturista, el discurso
la “Iniciativa para las Américas” de George Bush (padre) fue la inspiración
ideológica y económica de la dirigencia colombiana y, particularmente, la
dirigencia plutocrática de la región Caribe. El discurso de Bush (padre)
pronunciado en una infortunada visita a Cartagena y posteriormente a
Barranquilla y reproducido ampliamente por el diario El Heraldo y la Revista
Informativa, publicación esta última que es divulgada por los comerciantes e
industriales instalados en Barranquilla, se constituyó en el nuevo rumbo a seguir
en materia económica. En uno de los apartes del discurso neoliberal realizado
en Cartagena, Mister Bush (padre) con un premeditado cinismo precisaba:
«La transformación política que sucede en América Latina y en el
Caribe, tiene su paralelo en la esfera económica. A través de la
región, las naciones están alejándose de políticas económicas
estatistas que paralizan el crecimiento, y ahora apelan al poder del
mercado libre para ayudar a que este hemisferio alcance todo su
potencial de progreso... Como dijo el valiente gobernante de
Colombia, el presidente Virgilio Barco, 'la larga pugna entre Marx y
Adam Smith se está terminando finalmente con el reconocimiento

95
Sobre el problema de los nuevos condicionamientos sociales y económicos de la tecnología, en una teoría
inquietante, decía un economista italiano que «Muchos pensadores de la izquierda pregonan que el viejo
esquema del imperialismo decimonónico que giraba alrededor de la formula “dominador-dominado” a
“proveedor de manufacturas-proveedor de materias primas” ya ha caducado y ha dado lugar a un mundo
unipolar y unilateral en el que el dominador ya no necesita de mano de obra barata que puede ser
reemplazada por la robótica. Esto conduce a la conclusión que lo mejor que se puede hacer con los pobres
es eliminarlos por vía de hambrunas, pestes, enfermedades, guerras entre tribus, entre etnias etc.». Victorio
Tacetti, Constelación sur, América Latina frente a la globalización, Fondo de Cultura Económica, Buenos
Aires, 1997, p. 29.

276
de que las economías con acceso a los mercados puedan conducir
al progreso social'».
Y posteriormente agregaba sobre el comercio y las barreras arancelarias,
problemas que atañen a Barranquilla que «Una razón principal fueron las
barreras arancelarias excesivamente restrictivas que separan las economías de
la región... estas barreras son el legado de la errada noción de que, a fin de poder
prosperar, la economía de una nación necesita protección. La gran lección de
este siglo es que el proteccionismo paraliza el progreso y, por el contrario, los
mercados libres generan prosperidad... los tres pilares de nuestra nueva
iniciativa son el comercio, la inversión y la deuda».96
El discurso de Bush en Cartagena fue el abrebocas para la agilización y
consolidación de la propuesta neoliberal en Colombia, pero en realidad este
discurso con más de tres siglos de debate, como lo afirmaba el magnate
petrolero y ex presidente colombiano Virgilio Barco (Q.E.P.D), comenzó a
presentarse al país y la ciudad como si fuera una teoría novedosa con “grandes
verdades” cimentadas sobre viejas ruinas, teoría que los economistas y
empresarios nativos, como veremos más adelante, comenzaron a machacar
reiteradamente para lograr la fácil penetración en el subconsciente colectivo y
crear así las condiciones político-sicológicas necesarias para iniciar el traslado
de los recursos físicos y espirituales del Estado a los grandes empresarios
nacionales y extranjeros. Sin embargo, esta teoría del libre mercado que nos
recordó Bush, inició su recorrido por el mundo a finales del siglo XVIII cuando en
economías no monopólicas de pequeños empresarios y que por fuerza de la
necesidad utilizaban tecnologías simples que ocupaban importante mano de
obra, con unas relaciones de mercado limitadas por las dificultades del transporte
marítimo y fluvial, como las que presentaba Barranquilla a mediados del siglo
XIX, tuviera relativo éxito. Esta situación hizo posible que, de cierta manera, las
teorías de Adam Smith sobre el libre mercado disfrutaran de aceptación y
aplicación para que el mercado en ese siglo XIX lograra “equilibrar” los
desajustes de la economía, y así todos los que estaban comprometidos en ese
sistema no regulado lograran la “satisfacción máxima”. Pero ni antes ni ahora,
como lo hemos mostrado en este trabajo, el “libre mercado” y la “libre

96
Revista Informativa, segundo trimestre de 1990, Nº 166, p. 14.

277
competencia” resolvería los grandes problemas económicos y sociales de la
mayoría de la población sometida a estas políticas, y más bien la liberalización
no controlada de los mercados, en la nueva versión del modelo, condujo en poco
tiempo a una inserción muy pobre del país y la región Caribe en la nueva
redivisión internacional del trabajo.
El sistema de libre mercado y la internacionalización de las economías no es
pues una teoría nueva, como nos la comenzaron a vender en los pulpitos de los
centros de convenciones y en los atrios de los clubes, sino que comenzó a
remodelarse para redefinir nuevamente las estrategias de acumulación y
dominación ahora bajo el nombre de la glorificada “globalización”. Así nos lo
recuerda de manera concreta James Petras:
«La tesis de la 'globalización' ignora el hecho de que el movimiento
hacia la integración internacional de las economías nacionales es
tan antigua como la propia historia del capitalismo. La globalización
comenzó a fines del siglo XX con el auge del capitalismo y la
expansión oceánica. La conquista y explotación de regiones de
África, Asia y América Latina constituyen instancias de dicha
globalización... la globalización apenas si es un fenómeno nuevo;
es meramente una nueva denominación, un subcódigo para el
capitalismo internacional, que abarca diversos procesos
económicos y sociopolíticos». (Petras: 1999. p. 11)
La “Iniciativa de las Américas” o más bien la iniciativa de los Estados Unidos de
América, fue pues el mismo viejo discurso con distinto ropaje y en esta ocasión
los encargados de orientar la economía local y nacional, por disposiciones
externas aprendidas en la Escuela de Chicago y en “prestigiosas” universidades
norteamericanas, lo envolvieron en un trabalenguas de cifras econométricas
para que nadie lo entendiera. Pero en el fondo seguía teniendo su fundamento
en el mercado de competitividad perfecta mediante la libre formación de precios
entre productores y consumidores sin la intervención “diabólica” del Estado;
esquema que ya se había hecho pedazos con el “crac” de la economía capitalista
en 1929. Para que este modelo de libre mercado funcionara, según Bush padre,
deberían resolverse “los tres pilares” anteriormente anotados por este presidente
y que guardan estrecha relación con el esquema económico diseñado en

278
Barranquilla: el comercio, la inversión y la deuda. Analicemos a fondo cada uno
de estos temas que propuso Bush padre a nuestra dirigencia en Cartagena.
En el Comercio, el discurso neoliberal de la “Iniciativa para las Américas” que
incluyó en su estrategia los planes que se diseñaron posteriormente como la
fracasada Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA) el bilateral
Tratado de Libre Comercio (TLC) o incluso en los programas de ajuste
económico conocido como las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI);
el mensaje principal indicado por los Estados Unidos e iniciado por la
administración Gaviria fue que el país debería hacer una gran apertura y
practicar la libertad de comercio, aboliendo los mecanismos proteccionistas: “Un
comercio libre y justo es nuestro objetivo” dijo George Bush padre, y como eco
de ello los comerciantes instalados en Barranquilla, a través del subdirector de
importaciones del INCOMEX afirmaba:
«Es improbable que en un contexto cada vez más competitivo,
internacionalizado e interdependiente los países en donde persistan estas
políticas (protección) puedan superar las condiciones de atraso».97
Sin embargo, siendo los Estados Unidos los abanderados del discurso de libre
comercio, el 40% de las exportaciones latinoamericanas en 1990 se encontraban
gravadas o impedidas para ingresar al mercado norteamericano debido a las
medidas proteccionistas y de subsidios que aplica la potencia imperial a su
producción interna, como lo anotamos en capítulos anteriores. En otras palabras,
la teoría y la práctica de los norteamericanos entraron en contradicción, es decir
los gringos impusieron sus políticas de “libre mercado” a los países bajo su
dominio, pero no las aplicaron a su economía interna; dicho de otra manera, nos
impusieron la clásica y asfixiante “ley del embudo”. Para corroborar esto
solamente hay que pegarle una leída a la Ley de Comercio Exterior de los
Estados Unidos lo cual es una muestra fehaciente del proteccionismo a ultranza
que impone esta nación a su producción interna, donde se incluye en unos de
sus artículos la aplicación de represalias y amenazas a los países que comercien
con Cuba.98 Es decir que él “Libre comercio” no nació tan libre pero, eso sí, atado

97
Revista Informativa, Nº 168, 1999, p. 5
98
Contrario al criminal bloqueo norteamericano contra Cuba que cuenta con la complacencia de gran parte
de nuestra dirigencia, el diplomático cubano Luis Hernández Ojeda a su llegada a Barranquilla, y rindiendo
cuentas de la ética y la política económica profundamente humana que existe en su país, afirmó que “En
primer lugar vine a cumplir una invitación de los amigos de la revolución cubana. En segundo lugar,

279
hasta la medula al esquema político imperial. En esa medida, la dirigencia
económica anclada en Barranquilla comenzó a practicar disciplinadamente las
políticas económicas diseñadas en el discurso “profético” de la autodenominada
“Iniciativa para las Américas”.
En el documento gubernamental Lineamientos de la Política de Comercio
Exterior (pág. 52) se definieron los mecanismos de racionalización de las
políticas de “control” a las importaciones y de “protección” a la industria nacional.
Entre otros puntos se enumeraron las siguientes clausulas: 1) reestructuración
arancelaria para reducir la dispersión de tarifas, eliminar las protecciones
efectivas excesivas o negativas y adecuar la estructura tarifaria a la estructura
de la producción nacional, 2) traslado gradual y selectivo de partidas arancelarias
al régimen de prohibida importación al de licencia previa (pasó de 16.5% del
universo arancelario al comenzar 1985 al 1.1% al comenzar 1990) y del régimen
de licencia previa al de libre importación (pasó de 9.5% a 38.9% en el mismo
periodo).
En otras palabras, con estas medidas de apertura de aranceles, aparte de
descapitalizar al Estado, abrimos las puertas para competir en desigualdad de
condiciones con los países capitalistas desarrollados siendo este el inicio de la
ruina definitiva de las pequeñas y medianas empresas, pues los grandes
monopolios nacionales gozaron de preferencias de importación (decretos 2183
y 2184 de 1990) para la adquisición de sus materias primas, reduciéndoles los
costos anuales en 158 millones de dólares, lo que a la tasa de cambio promedio
para 1990 representó un beneficio para los monopolios extranjeros y nacionales
en cerca de 80 mil millones de pesos. Esto facilitó a la gran industria monopólica
modernizar sus equipos para competir en mejores condiciones en la “nueva
iniciativa” neoliberal.
En cuanto a la deuda externa, que para 1990 se estimaba en Colombia en 14 mil
millones de dólares y que para marzo de 2004 superaba los 121 billones de
pesos, unos 45.700 millones de dólares equivalentes al 53% del PIB, Bush en
su discurso de Cartagena afirmaba: «Propongo una nueva iniciativa de
importancia (Plan Brady) para reducir la deuda oficial de América Latina y el

explorar sectores de la empresa privada y del gobierno para conocer posibilidades de intercambio o de
colaboración en distintas esferas donde pensamos que Cuba puede aportar algo de beneficio en los temas
de pesca, producción de vacunas, medicamentos, educación, cultura, preparación de personal profesional,
medicina general y otros renglones” El Heraldo, junio 7 de 2004, p. 6 A

280
Caribe con los Estados Unidos, para aquellos países que adopten estrictos
programas de reformas económicas y de inversiones, con el apoyo de las
instituciones internacionales».
Con estas trágicas palabras, Bush propuso aliviar al enfermo comprándole el
ataúd, pues como se sabe, el actual costo de la deuda es impagable y los
acreedores de la banca internacional se negaron a condonar la inmensa deuda
contraída a través de los años, en donde la deuda contratada y la deuda vigente
para esos años alcanzó un monto enorme y la primera de ellas ascendió a una
suma cercana a la producción total del país en dos años. Pero Bush se encargó
de hacerles creer a los gobiernos de las Américas, al Estado colombiano y a los
comerciantes e industriales en Barranquilla que esta deuda se podía pagar
mediante las reformas económicas impuestas por la banca, lo que condujo al
efecto inverso, es decir no se pagó la deuda y, por el contrario, esta aumentó de
14 mil millones en los inicios de la apertura a 90.424 millones de dólares en 2013
consumiendo esta el 24% del Producto Interno Bruto; y los cambios económicos
estructurales propuestos, como las privatizaciones, afianzaron la dependencia y
la ruina interna siendo la deuda externa el mayor obstáculo, sin solución posible,
dentro del actual esquema para lograr el crecimiento económico; descartando
dentro de ese proyecto al llamado Plan Brady, que pretendía eliminar la
hiperinflación, acceder al crecimiento y fortalecer las medidas para disminuir el
empobrecimiento y que según Bush padre en su discurso este Plan: «ha
ayudado a las naciones a reducir la deuda con los bancos comerciales» pero
seguidamente se contrariaba y agregaba, «la carga sigue siendo pesada para
los naciones con altos niveles de endeudamiento oficial».
Este doble discurso, que combina esperanza y derrota a la vez, pone de
manifiesto que en el problema de la deuda externa la integración regional
latinoamericana a través de los nuevos acuerdos suscritos con Norteamérica, 99
era la prueba de fuego que había que superar para responder eficazmente al
poder de los acreedores y de los monopolios nacionales y transnacionales que,
en últimas, eran los que bloqueaban la verdadera reactivación de la economía
regional, colombiana y latinoamericana a través de los “beneficios” arancelarios

99
El director del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus declaró a la prensa en 1988 que “lo
que estamos haciendo coincide con las intenciones básicas de la diplomacia americana en el mundo”
Financial Times, febrero 9 de 1988, p. 12.

281
arriba mencionados. Así pues, apoyar el desarrollo económico del país y la
región en las inyecciones de dólares en forma de empréstitos de la gran banca
y de las distintas “ayudas” (Plan Colombia), sin tomar medidas radicales en la
economía regional y nacional, equivalía a construir, de hecho, una verdadera
“casa en el aire”. El problema de la financiación del desarrollo económico no se
resolverá en el corto plazo mediante las mediocres reformas sugeridas por
Washington desde que lanzó la llamada “Iniciativa para las Américas” a
mediados de los noventas, sino se resolvería reajustando a fondo y protegiendo
y desarrollando, en un corto y mediano plazo, la estructura económico-social
atrasada (pequeñas y medianas empresas, infraestructura vial, puertos etc.) que
existía en toda la región Caribe y la colombiana en general.
Sobre el tercer pilar, la inversión, ésta en el desarrollo de las relaciones
económicas tiene dos componentes, la inversión nacional privada y la extranjera.
Teniendo en cuenta que la teología neoliberal expuesta por los nuevos
economistas entrenados en la doctrina económica de la Escuela de Chicago
conceden una prioridad fundamental a los sectores privados como el factor
impulsor básico para la armonía económica y que, en términos generales, quedó
expresado en el análisis eufórico neoliberal publicado por la Cámara de
Comercio de Barranquilla a finales de 1990, donde con orgullo dogmatizaban
que: «En cuanto a la asignación de los factores productivos, es un hecho también
que la inversión privada ha representado una tendencia a reducirse en el largo
plazo... estos fenómenos obedecen a los peligros connaturales del modelo, los
altos niveles de protección otorgados a la producción interna, generaron
distorsiones en los precios relativos y aislamiento de la competencia
internacional, por lo cual las unidades productivas tienen pocos incentivos para
desarrollar los cambios tecnológicos, buscar mayores niveles de eficiencia
empresarial y ofrecer mejoras en la calidad y variedad de los productos».100
Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos económicos y los cambios y
predicción realizado a través de la “bola de cristal” de los aperturistas, plasmados
en el anterior discurso, produjeron, al igual que la deuda, el efecto contrario pues
los inversionistas privados nacionales, aún en los tiempos en que tenían a su
favor la protección estatal con instituciones como el IFI y Findeter, y que fue la

100
Revista Informativa, p. 53.

282
base de su crecimiento en el modelo de sustitución de importaciones,
funcionaron sobre la pretensión de intereses a muy corto plazo, y no por la
voluntad de ellos, sino por las condiciones de dependencia estructural que los
llevaron a aplicar una mínima innovación tecnológica, lo que hizo que esa
inversión privada no fuera un factor constante de impulso autónomo, sino que la
inversión actuante funcionó estructuralmente dependiente a diversos factores,
(competencia de transnacionales, ciclo externo del capital, precio de los
productos y otros). La inversión de los capitalistas nacionales y locales pudo
tener un carácter autónomo y hubiese podido ser capaz de proyectarse como
impulsora del desarrollo de las regiones, si hubiese tenido la capacidad para
generar innovaciones tecnológicas en las nuevas condiciones que planteaba la
competencia extranjera, pero tener esa capacidad dependía, necesariamente,
de la existencia consolidada de un sector de producción de bienes de capital
(bienes que en términos reales no existían en el país y menos en la región y la
ciudad) para que pudiera desarrollarse, en las nuevas condiciones que el
capitalismo global planteaba, la base material de un posible avance científico-
técnico en sectores de la industria no monopólica. Esta situación de descalabro
la aceptó años después y de manera tibia la misma Confederación Colombiana
de Cámaras de Comercio (COMFECAMARAS) de la siguiente manera:
«La apertura se planteó en Colombia bajo el supuesto de traer innovación
tecnológica a nuestro país y mejorar la producción nacional para poder competir
en mercados internacionales. El progreso tecnológico ha sido, con todo, el gran
ausente dentro de este proceso de apertura. No se diseñó una política para el
cambio tecnológico, las instituciones encargadas de promover nuevas empresas
y canalizar recursos como el IFI, y las entidades financieras, se debilitaron,
convirtiéndose en simples intermediarios de créditos». (Marulanda: 1999: p.15)
Bajo esas circunstancias, las instituciones encargadas de la inversión como el
Instituto de Fomento Industrial, Findeter y otros, y que los economistas
neoliberales locales y nacionales mostraban alborozados como la gran
esperanza que iba a ser capaz de impulsar la transformación productiva y la
infraestructura de la región y del país a través del crédito y la inversión, fueron
fulminantemente eliminados en la apertura neoliberal. De estas instituciones solo
quedan escombros, pues se fueron arruinando en la medida en que sus capitales
no encontraban ocupación, en medio de una situación estructural donde la

283
industria quedó totalmente monopolizada por el sector privado, y esas
circunstancias los obligó a aliarse a otros sectores del capital que estaban siendo
favorecidos por la apertura, en este caso el sector importador y el sector
financiero que lograba sus máximas ganancias a través de la especulación o la
nueva “economía casino” que se implementaba en el mundo. En Barranquilla, la
economía especulativa jugaba su ruleta rusa con inusitadas ganancias, como lo
afirmaba la revista de los comerciantes:
«El saldo de las captaciones en el área metropolitana de
Barranquilla a finales de junio del presente año ascendió a
$194.359 millones presentándose una variación positiva del 27.6%
con respecto a esa misma fecha del año inmediatamente anterior...
del total captado en el periodo señalado fueron los Certificados de
Depósito a Término y los depósitos de ahorro los que tuvieron un
mayor grado de participación».101
Este sector de la economía barranquillera, favorecido ampliamente por la
apertura y vinculados orgánicamente al capital transnacional, no mostró en el
avance del proyecto aperturista ningún interés en invertir en el sector industrial y
(o) económico real sino más bien se dedicaron desde principios de la década del
noventa a continuar beneficiándose de la actividad especulativa en títulos valor
y otros al comercio importador que, a la par, comenzó a repuntar de manera
óptima en los inicios de la apertura y a consolidarse años después en todo el
país, situación que trajo como consecuencia la creación de la Bolsa de Valores
de Colombia (BVC) pues ya en el 2001-2003:
«En los tres primeros años de operación de la Bolsa de Valores de Colombia
(BVC) se realizaron transacciones por un monto de $1.018 billones. En el
mercado accionario se transaron $6.9 billones, en el Mercado Electrónico
Colombiano (MEC) $1.003 billones y en el mercado de derivados $8.5 billones.
Los volúmenes de negociación registran un crecimiento sostenido. Es así que
mientras en el primer semestre de 2001 las operaciones totalizaron $50 billones,
en el primer semestre de 2002 ascendieron a $134 billones, en el primer
semestre de 2003 a $164 billones y entre enero y junio de 2004 sumaron $285
billones»102

101
Revista informativa, citada, p. 64.
102
Colombia económica, semana del 3 al 9 de julio de 2004, Nº 547.

284
Claramente se observaba, en las cifras de esta desastrosa economía
especulativa, que se disparaba hacia arriba la flecha de los indicadores
económicos, pero también la de la pobreza reflejada en el informe del PNUD
sobre el nivel mundial del Índice de Desarrollo Humano, donde confirmaban que
«Colombia había ascendido entre el 2002 y el 2003 del puesto 63 al 64,
descendió bruscamente en el 2004 para caer en el puesto 73».
Rematando con el informe del Instituto de Bienestar Familiar Seccional Atlántico,
en la etapa de disparo de la Bolsa de Valores de Colombia con las siguientes
cifras que dejan al descubierto la acumulación de capital y la miseria que este
genera en Barranquilla:
«Tan solo en el primer semestre de 2004 se presentó un aumento de la
mendicidad infantil en un 142% con respecto al año anterior. Barranquilla es la
ciudad donde se presenta el 70% de los casos y el porcentaje restante se
registran en el municipio de Soledad seguido por Puerto Colombia y Malambo».
Todo este mecanismo de concentración y expulsión está claramente expuesto
en este preciso análisis de la economía mundial en donde según Petras:
«Los elevados beneficios obtenidos no están dispuestos a invertirse en los
depresivos mercados nacionales, en los que se ha reducido la capacidad de
consumo de los trabajadores. De allí procede el interés por los mercados
exteriores (Mercosur, NAFTA, ALCA etc.) y por las inversiones especulativas
internacionales». (Petras: 1999: p. 68)
Bajo esta economía especulativa en detrimento de la industria productiva
nacional, la cifra récord de importación por el puerto de Barranquilla le
correspondió al sector comestibles con 100.370 toneladas (38.1%) seguidos de
la industria química, las estructuras metálicas y los equipos de alta tecnología.
Es de anotar, que al ser el sector alimentos el principal renglón de importación,
coincidió con la parálisis agropecuaria y la ruina de este sector en el país pues
de un millón de toneladas importadas por nuestros puertos en 1990, se pasó a 8
millones en 1994, a 14 millones en el 2004 disparándose a 75 millones en 2013
valorándose su costo en 59.397 millones de dólares según cifras del DANE. El
resultado de esto no podía ser sino el desempleo en los campos y, por
consiguiente, el combustible para la continuación de la larga guerra.
En torno a la inversión extranjera en Colombia, la facilidad para acumular por
este medio en el contexto de la apertura neoliberal, la llevaron a tomar una tajada

285
grande del pastel económico nacional. En 1991 según cifras del Banco de la
República y Portafolio, esta inversión era de 3.602 millones de dólares, pasando
en 1997 a 12.391 millones y en 2014 creció escandalosamente a 228.500
millones de dólares.103 Sin embargo, este capital no fue invertido en la creación
de nuevas industrias como ocurrió en las décadas del cuarenta, cincuenta y
sesenta, sino más bien esa “atracción fatal” se destinó a desnacionalizar el
capital estatal y, por esa vía, a los municipios a través de la compra de empresas
públicas y a convertir la deuda en capital mediante la especulación financiera de
corto plazo; atraída por la diferencia en las tasas de interés y el movimiento
oscilatorio del dólar. Igualmente, la apreciación de la moneda, como
consecuencia del flujo imparable de capitales, dificultó las exportaciones y
favoreció las importaciones. La reducción de los subsidios a la exportación
apuntó en el mismo sentido. En consecuencia, el excedente comercial cayó y se
transformó en un crónico déficits presupuestal; déficits que se empezó a
subsanar con impuestos al consumo (IVA del 14% a algunos de los productos
básicos de la canasta familiar) y recortando drásticamente el gasto en inversión
social.
En Barranquilla el capital extranjero también hizo su agosto por esos años.
Aprovechando la crisis de las empresas estatales, arruinadas por la misma clase
politiquera que después propuso su venta a un precio irrisorio con el precario
argumento de la ineficiencia, se comenzó por feriar a las Empresas Públicas
Municipales y a la Electrificadora del Atlántico.
En ese panorama, la dirigencia política y gremial inició el proceso con la
privatización de las EPMB, en uno de los tantos hechos que demuestran que la
entrega de las empresas estatales al capital privado venía acompañada de la
corrupción político-administrativa que existía en el municipio y auspiciada por los
grandes monopolios, pues en un informe de la misma Confecamaras publicado
en El Heraldo el 7 de septiembre de 2004, estimó que las sumas pagadas por
los empresarios privados para obtener contrataciones públicas equivalía a tres
billones de pesos, un 20% de la contratación estatal, y Barranquilla ocupaba el
primer lugar en el país por este tipo de corrupción,104 contrariando pues este

103
Revista Banco de la República Nº 849, p. 32. Portafolio, Aumenta la inversión extranjera no
petrolera en Colombia, febrero 17 de 2015.
104
Sobre este tema el norteamericano Peter Eigen afirmaba que “la principal fuente de la corrupción a gran
escala está en el hemisferio Norte. Es común que empresarios y gobiernos en el Norte discutan los niveles

286
informe los “principios” neoliberales de eficiencia, honestidad y pulcritud de la
empresa privada.
Las EPM, que en 1985 tocó fondo en su crisis por la baja cobertura y la poca
calidad en el servicio de agua y alcantarillado que suministraba, contrató con la
firma norteamericana Glace and Glace un estudio para diagnosticar la situación
de acueducto y alcantarillado. Este informe fue conocido (no se sabe aún si por
burla o por soberbia), como él “Plan Maestro”. Este documento concluyó que
para reactivar las Empresas Públicas Municipales se debía invertir un total de 10
mil millones de pesos, capital que no tenía la empresa (había sido saqueado por
la maquinaria politiquera) y por esa razón los administradores del municipio en
1987 convinieron con el Banco Mundial un préstamo de 37.2 millones de dólares
equivalentes a 7.288 millones de pesos que, para ese año, representaba los 10
mil millones recomendado por Glasee and Glasee. El objetivo del préstamo era
iniciar la construcción de la planta Nº 5 del acueducto y obras para el sur-
occidente de la ciudad. Los trabajos se comenzaron, pero no se concluyeron,
pues los dineros de los mismos se dilapidaron antes del tiempo estipulado para
su terminación. Sin embargo, los barranquilleros a través de los impuestos
seguían pagando la deuda contraída con el Banco Mundial y «En 1990, el costo
total del proyecto Banco Mundial ascendía a 39.18 millones de dólares. Del valor
del crédito externo del Banco a las EPMB por 24 millones de dólares, se habían
cancelado a finales de 1989 14.58 millones de dólares, es decir el 64.75%».105
Gran parte de la inversión se realizó para comprar equipos, medidores, vehículos
y químicos para el tanque de la Ciudadela 20 de Julio, es decir para ir saneando
y acumulando capital en bienes materiales y muy baja inversión en redes y obras.
Los dineros acumulados que se utilizaron para la materialización del llamado
Plan Maestro, que los barranquilleros burlonamente llamaban Plan Saqueo, se
depositaron en bancos para dilapidar los intereses: «Los principales porcentajes
de ejecución o de progreso físico del proyecto, discriminados en sus principales
componentes nos dan una idea del considerable retraso, especialmente aquellos
que son determinantes para la solución del problema de abastecimiento de agua
para la zona sur occidental». (Informativa: p.20).

de corrupción en el Tercer Mundo como si ellos mismos no fueran un elemento clave de la ecuación. Es
axiomático que sin el ofrecimiento de sobornos no habría sobornados” La corrupción en los países en
desarrollo y desarrollados, Revista Contribuciones Nº 4, Buenos Aires, 1995, p. 140.
105
Revista Informativa, Nº 168, p. 20.

287
El objetivo era pues claro, sanear la Empresa mediante un plan de
reestructuración que contempló la contratación de un fideicomiso de contratación
de pagos, entre otros; y después del saneamiento, pagado con el bolsillo de los
barranquilleros, ofrecerla en venta al mejor postor o, en otras palabras, al que
mejor comisión le diera a la clase política que administraba el municipio.
Los empresarios y comerciantes abanderaron, en el contexto neoliberal que se
imponía, el proyecto privatizador de las EPM con la siguiente conclusión: «A raíz
de la crisis de diversos ordenes en que se debate una de nuestras más
representativas empresas de servicios públicos, la Cámara de Comercio de
Barranquilla a través de su área jurídica investigó y concluyó... la viabilidad de
declarar en estado de concordato a las EPM». (Informativa: p. 23)
Los favorecidos de la quiebra y venta de la EPM, auspiciado por los abogados
mercaderes del área jurídica de la Cámara, fue el capital transnacional español
a través de la nueva empresa denominada Triple A con una leonina concesión
de 32 años y que, en materia de servicios públicos, las multinacionales
españolas fueron las que aprovecharon eficientemente la bonanza privatizadora
del continente y la región Caribe colombiana, cargando el peso de sus ganancias
sobre los hombros de la empobrecida población barranquillera, convirtiéndose
ésta transacción en una deuda eterna contraída por el municipio, deuda que
aumentaría gravemente su crisis fiscal y arruinaría posteriormente la inversión
social. Al respecto dice un informe de Fundesarrollo que: «Como si fuera poco la
nación obligó al distrito a asumir la deuda por 22 millones de dólares de las
extintas Empresas Públicas Municipales (liquidadas para dar paso a la Triple A)
con el Banco Mundial. De esa forma, el saldo de la deuda bancaria se elevó en
1988 a 140 mil millones de pesos; al final de 1999 llegó a 152 mil millones de
pesos».106
Todo esto se dio sin incluir la onerosa carga de los pasivos laborales y
pensiónales cargados al municipio, es decir al bolsillo de los barranquilleros. A
raíz de todo este desbarajuste privatizador surge la pregunta ¿eran realmente
ineficientes las EPM y la Electrificadora del Atlántico para entregárselas al capital
privado internacional? El concepto de ineficiencia de las empresas estatales y
por lo tanto de que estas deberían retirarse de la actividad económica de

106
Fundesarollo, Situación financiera de las ciudades portuarias del Caribe colombiano, p. 11.

288
prestación de servicios para darle paso a la privatización, no era más que la
propuesta clásica del discurso neoliberal inflado por los comerciantes e
industriales de la ciudad para pescar en río revuelto. Ante esa situación se hace
necesario precisar algunas cosas. Si de lo que se trataba era de mejorar la
gestión de las EPM y la Electrificadora, para teorizar un poco sobre la eficiencia
en estas empresas, el problema fundamental no se debía a la forma de
propiedad de las mismas, es decir si estas empresas eran públicas o privadas,
(pues ya los sectores económicos dominantes en la ciudad comenzaban con el
discurso neoliberal, a satanizar la actividad pública de las empresas estatales)
sino que el problema era fundamentalmente de administración, de la gerencia de
estas empresas por fuera de la contaminación politiquera, porque muchas
empresas estatales en Colombia alejadas en parte del vicio de la corrupción
mostraron ser eficientes, Telecom por ejemplo. En otras palabras, una empresa
estatal puede ser eficiente y cumplir con los objetivos sociales y económicos
propuestos si es bien gestionada y si cuenta con compromisos gerenciales que,
divorciados de la corrupción y la politiquería, organicen y proyecten la producción
de manera adecuada a su fin. La misma Electrificadora del Atlántico demostró
que el problema no era de régimen de propiedad sino de la concertación
antinacional que hubo dentro del modelo neoliberal para entregar los bienes
estatales a las multinacionales, pues la Electrificadora del Atlántico según la
misma Cámara de Comercio en las 100 empresas más grandes de Barranquilla
en 1990 ocupaba el segundo lugar con una utilidad de 7.867 millones de pesos
después de Avianca, perteneciente en ese entonces al poderoso Grupo
Santodomingo.107
Nos preguntamos entonces ¿quiénes estaban en Barranquilla y en general en
Colombia detrás de las privatizaciones? ¿Los politiqueros, los gremios locales y
nacionales o las transnacionales? En esta etapa de inicio del proceso aperturista
diríamos que los tres puesto que, de hecho, las políticas del Estado y su
corrupción interna, la proyección de los grandes empresarios nacionales y los
intereses de las transnacionales se convirtieron en una trinidad unitaria, con un
mismo discurso, unos mismos intereses y una misma estrategia. James Petras
(1999: p. 18) nos trae oportunamente la siguiente apreciación:

107
En el año 2004 y producto de la reorganización del capital monopólico internacional, Avianca fue
adquirida por el grupo Efromovich de Brasil.

289
«Las corporaciones multinacionales están firmemente ancladas en el Estado
Nación y dependen fuertemente de sus gobiernos de origen para sus actividades
internacionales. Constituye por cierto un mito la noción de que las corporaciones
multinacionales son independientes del Estado Nación. Necesitan de este para
proteger los mercados existentes, para crear las posibilidades de su expansión
en los mercados extranjeros, para mantener bajas las cargas laborales y
subsidiar sus cargos en el exterior».
Los beneficiarios directos de este proceso privatizador en Barranquilla serían
indudablemente en su orden las empresas transnacionales (Unión Fenosa en los
servicios públicos) y los empresarios locales (en los puertos y otras ramas de la
producción), respaldados por el “nuevo” Estado neoliberal y la galopante
corrupción en el municipio. Es de anotar que esa corrupción se materializaría
más adelante en la nueva empresa de acueducto privatizada, siendo privados
de la libertad los tres últimos gerentes de esta sociedad en 2018 y sentenciados
por detrimento patrimonial por un valor de 27.879 millones de pesos, brotado
este inmenso capital del bolsillo de los barranquilleros a través de los altos costos
del servicio. Los tres gerentes aceptaron los cargos y les dieron, de manera
ignominiosa, la casa por cárcel.
A partir de la privatización de las empresas estatales en Barranquilla y en general
en toda Colombia, era imposible ya en esta etapa hacer una separación entre
las empresas estatales y las transnacionales en medio de las políticas
neoliberales. Esas políticas fueron a partir de la década del noventa una unidad
de acción entre las multinacionales, los monopolios nacionales y los neoliberales
en el Estado para lograr dos objetivos fundamentales: una mayor explotación de
la fuerza de trabajo a través de la aplicación de leyes antiobreras y, por esa vía,
una mayor obtención de tasa de ganancia. En esa medida, las políticas laborales
en la década de los noventa comenzaron a afectar drásticamente a la población
barranquillera. La llamada flexibilización laboral comenzó su fatal itinerario por
Barranquilla bajo la promoción de la ley 50 de 1990 como una respuesta a la
Misión Chenery sobre empleo que llegó al país en 1985 y recomendó esta misión
desregular la actividad laboral, recomendación que fue modificando los contratos
a término fijo, la estabilidad laboral, las pensiones, las acciones de reintegro, las
jornadas laborales, el régimen de cesantías etc., todo esto con el objetivo de
incrementar la explotación de los trabajadores vinculados al capital nacional y

290
transnacional para fomentar, con la plusvalía obtenida, sus exportaciones e
importaciones a través de la industria y los puertos, pues con el desarrollo
implacable del modelo: «El neoliberalismo crea una cultura de inversión en la
cual el costo reducido de la mano de obra y las inversiones sociales mínimas son
la condición necesaria para nuevas inversiones. Los costos decrecientes del
trabajo no son un mero atractivo para el ingreso de capitales sino la condición
preparada y asumida para que se produzca la inversión capitalista. El sacrificio
de la clase trabajadora no es, por lo tanto, una precondición transitoria para una
prosperidad general, sino una condición estructural a largo plazo para la
concentración de capitales». (Petras: 1999: p. 69)
Teniendo en cuenta esta precisa observación, la directora del Departamento
Jurídico del Ministerio de Trabajo en conferencia registrada en Barranquilla, trató
el problema laboral de los barranquilleros desde el punto de vista del interés de
los poderes económicos dominantes:
«Esta jornada (reforma laboral) se considera de gran utilidad para el fomento de
las exportaciones por cuanto muchas de las actividades con tal fin tienen que
ceñirse al mercado laboral internacional que efectúa perdidas voluminosas en
cortos plazos de tiempo».108
Todo esto según la funcionaria del Ministerio para incrementar la productividad
y el empleo. Pero las cifras de crecimiento y desempleo ocho años después de
establecidas las reformas laborales y económicas mostrarían todo lo contrario.
La misma Confederación Nacional de Comerciantes (COMFECAMARAS)
reconocía el desastre de estas políticas: «La variable económica y social más
afectada por la aplicación del modelo aperturista fue el empleo. Comenzando la
década de los noventa el país se enfrenta a un desempleo del 9%, ocho años
más tarde de instaurar la apertura, este se encuentra en el 18% con tendencia
al alza». (Marulanda: 1999: p. 22) Y años después, en 2014, las modestas cifras
del DANE revelaban que en Barranquilla la tasa de ocupación era una de las
más bajas en el país con apenas el 56% de la población laborando, en
comparación con Bogotá que era del 71.8% y Bucaramanga de 68.9%. Al
respecto Javier Bermúdez Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores
(CUT) Atlántico, afirmaba sobre esta situación que las cifras del DANE eran «un

108
La reforma laboral y la apertura económica, Revista Informativa, Nº 172, p. 7.

291
“falso positivo” ya que en los últimos años la ciudad ha visto decaer su corredor
industrial tras el cierre de grandes empresas y esto ha ocasionado la salida del
mercado laboral de más de mil trabajadores» (El Heraldo1/5/2014)
En síntesis, el desempleo, los bajos salarios y el precario nivel de vida de la
población fueron (y son) imprescindibles para mantener la competitividad de los
mercados externos en el modelo aperturista. Y en torno a la productividad, el
costo económico fue todavía más desastroso, como lo indican las mismas cifras
de los comerciantes:
«En 1998, se disolvieron 5.850 empresas de acuerdo con los registros de la
Superintendencia de Sociedades, 152 empresas entraron en proceso de
liquidación obligatoria (las que tienen un número grande de acreedores entre
financieros y laborales) y 9 ya han sido liquidadas. Esta cifra no incluye las
Pymes».
Con el desarrollo del modelo neoliberal y el correlativo incremento de las
importaciones, se agudizó la crisis de este último sector y de 164 pequeñas y
medianas empresas (Pymes) que existían en Barranquilla en el 2004, 84
exportaban apenas 12 millones de dólares al año, Bogotá 30 millones, Medellín
19 millones y Cali 15 millones de dólares. Los sectores de estas Pymes que
mayor mercancía exportaban en Barranquilla fueron los sectores de las
manufacturas e insumos (73%) y prendas de vestir y confecciones (17%).
Sin embargo, es de anotar que en 2014 la producción de este sector en
Barranquilla se incrementó en 100 millones de dólares anuales, y la mayoría de
lo exportado (73%) se dirigió al mercado venezolano, contribuyendo la revolución
Bolivariana al proceso de fortalecimiento de este sector económico en la ciudad,
como producto de las nuevas relaciones comerciales que auspiciaba el Mercosur
cayéndose estrepitosamente este intercambio en 2018 a raíz del conflicto político
que existe entre las dos naciones.
El pobre desempeño económico de las Pymes en Barranquilla, 24 años después
de la aplicación de las reformas neoliberales, lo podemos dividir en dos factores
fundamentales. El primero fue su incapacidad inicial de competir con productos
importados, productos que ingresaban al país tanto de manera legal como ilegal
y a muy bajos precios. El segundo factor se relaciona con la eliminación total o
la gran dificultad de apoyo financiero en el periodo de aceleración del modelo
aperturista. Este apoyo en el modelo de sustitución de importaciones se reflejaba

292
en créditos preferenciales a tasas de interés subsidiadas. En otras palabras, la
crisis que sufre este sector económico quedó determinada por el lugar sensible
que ocupan en la cadena de valor productiva y por la imposibilidad de
financiamiento bancario debido al mayor riesgo que estas Pymes representan
para las instituciones financieras en la etapa anterior y posterior al modelo, lo
que no ha permitido su integral desarrollo.
Los pequeños industriales a pesar de que empleaban, según la Acopi, al 63% de
todos los asalariados y generaban el 45% de la producción manufacturera en el
país, fueron pues los que pagaron a un alto costo la factura de la política
neoliberal en lugar de beneficiarse de sus ventajas, y se convirtieron en simples
instrumentos de justificación del triturador modelo neoliberal; sus intereses en
realidad no contaron cuando se aplicaron estas políticas tanto en la
administración Gaviria y la de sus sucesores, ni contarían después en los
Tratados de Libre Comercio auspiciado por el régimen guerrerista de Álvaro
Uribe Vélez, Juan Manuel Santos e Iván Duque a partir del año 2002. La salida
incierta para las Pymes la propuso simbólicamente la CEPAL en el 2006
proponiendo un supuesto fortalecimiento de las redes electrónicas de este
sector, y ante su exclusión definitiva de los nuevos tratados internacionales,
planteaba el Ministerio de Comercio como única salida y de manera sarcástica y
burlona que había que «Lograr que haya una mayor utilización de las
posibilidades y servicios que ofrece Internet».109
Cabe apuntar que el único sector de las Pymes que mostró positivos resultados
le correspondió al principal grupo económico del país y en fastuosa ceremonia
«El mandatario colombiano (Álvaro Uribe Vélez) además tomará parte en la
entrega de los VI premios interamericanos de la microempresa y uno de los
cuales correspondió este año a la Fundación Mario Santodomingo, entidad que
a través de varias décadas ha trabajado en programas sociales a favor de las
comunidades más pobres».110
La apertura, en ese contexto de exclusión de los pequeños productores,
comenzó a moverse en medio de un proceso que marcharía, en adelante, de la
mano del avance de la pobreza y la creciente polarización social tanto en el país

109
El Tiempo, 31 de octubre de 2006, p. 2-6.
110
El Heraldo, septiembre 9 de 2004, p. 8C

293
como en toda la región Caribe con cifras escandalosas en su haber,
distanciándose velozmente el abismo entre las clases sociales:
«El Caribe es la región del país con mayor población en estado de miseria: casi
dos millones de habitantes (una población similar a la de Barranquilla y
Cartagena juntas). Entre 1991 y 1997 la pobreza urbana de la costa, medida NBI
(Necesidades Básicas Insatisfechas) aumentó 3.8% en términos absolutos, en
1997 hay en las zonas urbanas 462.987 más pobres que en 1991... Según
cálculos por línea de ingreso realizados por el DNP, en 1997 había en la costa
5.402.170 personas bajo la línea de pobreza, es decir 63.43% de su población
se encuentra en esta categoría. Ese porcentaje es bastante superior al nacional
de 58.19%, en otras palabras, dos de cada tres costeños están bajo la línea de
pobreza». (López: 2001: p. 93)
Sobre este tema, en el año 2014 el padre Ciryllo Swinne, líder social de los
barrios del suroccidente de Barranquilla, realizó una vehemente crítica a la
Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (ANSPE) quienes,
mostrando cifras maquilladas, en complicidad con la alcaldía, intentaban superar
el problema de la pobreza a punta de cifras y papeles. Al respecto el padre Ciryllo
denunciaba:
«Me molesta más la propaganda que recibí casi diariamente de la
ANSPE de Samuel Azout, porque mientras allí se habla de bellezas
de este programa, mucha gente en Barranquilla sigue viviendo en
la miseria absoluta y hasta las casas se caen, cansadas de tanto
esperar ayudas que nunca llegan. La única conclusión que puedo
sacar es: por aquí Sammy no paso. O creo que la lucha contra la
pobreza del actual y los anteriores gobiernos fracasa porque la voz
cantante la llevan los técnicos, burócratas y economistas, pero no
los éticos. El problema de la pobreza no es técnico, ni financiero:
es un asunto puramente ético». (Emisora Atlántico: 2/2/2015)
Y paralelo a esta ininterrumpida abundancia de miseria, los monopolios
nacionales instalados en la ciudad nadaban en un mar de dólares: «En el 2003,
Cementos Caribe y sus empresas asociadas como Colclinker, Tolcemento y
Andino Venezuela, exportaron 2 millones 548 mil toneladas que dejaron divisas
por 198 millones de dólares. Estados Unidos fue el principal mercado con el 70%
de las ventas, seguido del Caribe con el 16% y el 14% en Suramérica... Los

294
activos de la empresa subieron 32%, al pasar de 1.5 billones en el 2002 a 1.9
billones en el 2003, el incremento se debió al aumento de las valorizaciones de
las inversiones».111 Y rebosante de alegría el gerente de Monómeros en la
asamblea de accionistas le anunciaba a la ciudad que la empresa «Alcanzó un
buen resultado el año anterior al cuadruplicar sus ganancias al pasar de 6.108
millones de pesos en el 2003 a 27.470 millones en el 2004» (El Heraldo.
31/3/2005: p. 9-A)
Igualmente, con el afianzamiento del TLC y con los grandes problemas de
infraestructura vial que tiene Colombia, empresarios de otras regiones han
instalado sus industrias en Barranquilla, Santa Marta y Cartagena por las
facilidades exportadoras que le dan estos puertos de bajos impuestos y mano de
obra a bajo precio. La bonanza de los tres puertos del Caribe en la segunda
década del siglo XXI se está escenificando a expensas del empobrecimiento de
las regiones del interior que con el TLC han mudado sus industrias a estas
ciudades. al respecto la revista Semana en el año 2014 daba cuenta de este
fenómeno de “bonanza”: «Los gigantescos recursos que llegan a Cartagena,
Barranquilla y Santa Marta, dan cuenta de la dimensión de este fenómeno. Se
estima que, en los últimos tres años, las inversiones en los nuevos proyectos
empresariales de estas tres capitales superan 10.000 millones de dólares, entre
nuevas plantas y ampliación de las ya existentes, tanto nacionales, como
extranjeras. En Barranquilla, por ejemplo, se han instalado este año una decena
de nuevas empresas y un número similar de compañías ha ampliado sus plantas.
Entre estas últimas están multinacionales como Bayer, Indra, Bimbo, Vopak,
Sutherland y Tecnoglass. Lo más sorprendente es que, según ProBarranquilla,
están por aterrizar otras 20 compañías, entre ellas las metalúrgicas Deacero de
México y Norton de España».
Es innegable pues, que desde la aplicación del modelo aperturista y de que
Barranquilla fuera su capital, hasta inicios del nuevo milenio se ha agigantado la
inversión de recursos pero gravemente también y por la inmigración masiva que
genera la ilusión de las bonanzas, entre ellas la de compatriotas venezolanos, la
distancia entre pobreza y riqueza y no solamente entre Colombia y las potencias
capitalistas desarrolladas sino también dentro del propio país, dentro de la región

111
Nueva inversión del Grupo Caribe, El Heraldo, 5 de marzo de 2004, p. 4B.

295
Caribe y de la propia ciudad, con la extensión de un ejército impresionante de
pobres que se pretenden frenar echándole más leña al fuego, exacerbando las
tendencias contrapuestas y alimentando, de paso, la contradicción y el
desequilibrio; reflejada toda esta problemática económico-social en el aumento
del desplazamiento interurbano, la “limpieza social”, la criminalidad común salida
de madre, el paramilitarismo y otros factores que progresivamente enfrentan a la
sociedad barranquillera y al país en general.

10.2 Una nueva oleada migratoria hacia la ciudad y los conflictos que
genera por la existencia de los pocos empleos existentes

El rápido aumento de la población en la ciudad producto del desplazamiento


forzado en otras regiones, que pasó en diez años de 1.146.359 (2005) a
2.180.000 mil personas en 2014, más la reproducción constante de población
interna, contrasta con el ritmo relativamente bajo de desarrollo positivo de la
economía; y es de ese particular fenómeno de donde proviene el avance
acelerado en la ciudad que identifican varias formas de superpoblación relativa
y absoluta, agravándose esta situación en el 2018 con el retorno de los
emigrados colombianos que vivían en el país vecino de Venezuela debido a la
crisis interna que este país padece, como lo indicamos en líneas anteriores.
Con la aplicación intensiva del modelo neoliberal, el desarrollo de la industria en
Barranquilla comenzó a crecer mucho más lento que el crecimiento acelerado de
su población. La mayoría de desplazados rurales instalados en la periferia de
Barranquilla provenientes de las zonas del conflicto militar que se desarrolla en
los departamentos del Magdalena, Cesar, Guajira, sur de Bolívar, agudizada
después de la aplicación del modelo, el Plan Colombia y la concomitante ruina
del agro; en el mejor de los casos logra colocarse en el sector servicios o en el
comercio informal, produciéndose así un desarrollo vertiginoso en la esfera
improductiva que logra canalizar eficientemente el histórico problema del
contrabando, las ventas ambulantes, el comercio minoritario de productos
agropecuarios y, en el extremo opuesto, todas las variadas manifestaciones de
la descomposición social. Sobre el dramático aumento de la pobreza en el 2004,
a poco de implementado el modelo neoliberal, un editorial del diario El Heraldo

296
dando cuenta de las consecuencias, pero no de las causas del problema,
revelaba:
«Urge hoy un completo programa de alimentos porque el enemigo no da espera.
En las calles de las ciudades colombianas, Barranquilla dramáticamente entre
ellas, se palpa este flagelo. Niños, jóvenes y ancianos, muchos desplazados por
la violencia, estiran sus brazos implorando comida en los restaurantes y en las
esquinas». (El Heraldo: 2/9/2004: p. 3-A)
Y consolidado el modelo en el año 2012, un analista económico declaraba sobre
algunos lineamientos que mostraban el desequilibrio social existente: «Los
temas cruciales de la Región siguen siendo la pobreza y la débil institucionalidad
pública carente además de institucionalidad regional, unida a unos hábitos de
pensamiento distantes de la modernidad, pues no hay previsión, se anda de
contingencia en contingencia. Los planes se engavetan. Un reciente estudio de
Fundesarrollo (“El Caribe en cifras”), recogiendo cifras del Dane (2012), señala
que la Región Caribe aporta apenas el 14,9% del PIB al país, pero tenemos el
21,36% de la población, ¡con el 31% de los pobres del país! El PIB per cápita
regional creció a una tasa anual del 1,9% (2008-2012), inferior al 2,2% de la
Nación. Otro informe de Fundesarrollo indica, al examinar las ciudades del
Caribe que, aunque en algunas hemos mejorado los indicadores de pobreza, el
caso de Riohacha es apabullante (43,8% de pobreza y 12,7% de pobreza
extrema), muy parecido al de Quibdó, a pesar de las regalías que se han
recibido. En el área metropolitana de Barranquilla se han registrado mejorías en
los indicadores de pobreza y de ingreso per cápita, pero aún tenemos un 29,5%
de pobreza. Aunque en el Caribe se ha avanzado en coberturas de educación y
salud, la pobreza sigue siendo el hueso duro de roer. Hay poca industrialización.
Poco Estado. Con poblaciones muy pobres, se tienen gobiernos
departamentales y municipales con finanzas públicas precarias, las cuales, si
además están sometidas a la depredación de las famosas concesiones, la receta
está completa para el desastre. A pesar de cifras algo mejores en el Atlántico, la
situación se debe sopesar con realismo. El peso del PIB del Atlántico en el país
sigue bajando a un 3,8% en el 2012, cuando hace un quinquenio era del 4,5%.
Igualmente, a pesar de nuestros deseos de ser la región beneficiada del TLC con
Estados Unidos, el Informe de Fundesarrollo sobre el TLC nos obliga a un
aterrizaje forzoso». (Parada: 29:8:2014)

297
Así pues, la población desplazada interna, debido a la fuerte presión de la
economía local que no absorbe sufrientemente la capacidad productiva de la
ciudad, y externa, producto del agudo conflicto social y armado en los
departamentos vecinos, constituye en la etapa neoliberal de la globalización un
problema social candente para los factores de poder históricamente dominantes
de esta martirizada urbe.

10.3 Reestructuración de las zonas francas y de los puertos en él nuevo


modelo de acumulación aperturista y de cara al tratado de libre comercio

En el paquete de medidas neoliberales implementadas en Colombia, y en


Barranquilla como funesta “capital” de este modelo, no se podía quedar atrás la
reestructuración de las Zonas Francas como columna vertebral de este sistema,
para así encuadrarlas en la búsqueda del máximo beneficio en el mercado de
importaciones-exportaciones y hacerlas nuevamente atractivas al capital
monopólico nacional y transnacional. De esa forma se creó un nuevo estatuto de
Zonas Francas bajo el decreto 2131 de septiembre de 1991.
Las medidas tomadas para la modificación estructural de la Zona Franca con el
propósito de acomodarlas a las nuevas realidades neoliberales fueron las
siguientes: «Los inversionistas extranjeros vinculados como usuarios de las
Zonas Francas tendrán libre repatriación de utilidades al exterior sin perjuicio de
las normas tributarias vigentes... La introducción de mercancías a las Zonas
Francas se hará libremente y sin el pago de derechos de importación... la
introducción de mercancías a las Zonas Francas, provenientes del resto del
mundo, no requerirá sino que las mismas estén a nombre de un usuario... los
ingresos que obtengan los usuarios industriales por sus ventas al mercado
internacional no estarán sujetos al pago de impuestos de renta y
complementarios». (Revista Informativa Nº 162: págs.: 8-9)
De las anteriores medidas tomadas por el Ministerio de Comercio Exterior hacia
estas áreas especiales de producción y comercio, (bajando los aranceles y
descapitalizando al municipio y la nación) se deduce que en adelante serían las
importaciones y exportaciones realizadas a través de este espacio, el supuesto
factor impulsor en el que descansaría el esquema de apertura neoliberal, pues

298
la inversión en nuevas industrias para el mercado interno de consumo dirigido
hacia la región y el país comenzaba a verse como algo ineficiente que no estaba
a tono con las nuevas circunstancias. Algo de esto lo detalla el análisis neoliberal
de Segovia Salas en el libro El rezago de la Costa Caribe colombiana, (1999: p.
123) en donde en el más puro dogmatismo neoliberal afianza o condiciona la
industrialización hacia un hipotético mercado exportador:
«El modelo está inventado y no se aparta de la ortodoxia neoliberal.
Es mas una cuestión de enfoque que de heterodoxia. Ha
funcionado con intermitencia mientras se han ido afinando
mecanismos institucionales para aplicar los principios, en Chile y
Taiwán. Estos son países exportadores por excelencia como podría
serlo Colombia utilizando la Costa Caribe de plataforma hacia el
mundo».
Pero, el modelo exportador y las nuevas medidas sobre Zona Franca, a las
cuales apuntaba la lógica del anterior discurso partiendo de la supuesta
liberalización del mercado para la exportación, no fue en modo alguno diseñado
para transformar la producción en dirección a la inversión en los sectores más
dinámicos de la industria barranquillera ni para adecuarlas al desarrollo
tecnológico, como lo confesaba la Cámara de Comercio, sino que con la
abolición de los pocos mecanismos de protección existentes en la Zona Franca
y en otras latitudes aduaneras, se dio inicio a una nueva ronda de la dependencia
primario exportadora, donde los productos básicos exportados (a excepción de
los grandes monopolios nacionales e internacionales) no eran en su mayoría
producidos por la industria local sino por la base agraria de cultivos no
tradicionales; flores, frutas exóticas, cueros, camarones etc. y de productos
mineros como el petróleo, níquel, hierro, carbón, etc.
La obsesiva fijación en las exportaciones a través de los puertos del Caribe,
como factor único de impulso al modelo neoliberal en la Costa, para fortalecer
de ese modo la orientación económica y los mecanismos de integración desigual
con las potencias, se hizo más evidente con el discurso fetichista de la
“producción para la exportación” que, como afirmamos anteriormente, comenzó
a proliferar en los círculos de poder económico y en los clubes sociales de
Barranquilla. La noción de que liberadas las Zonas Francas del proteccionismo
e intervencionismo estatal para que las relaciones del mercado y el comercio

299
internacional resolvieran todo, sin estorbo y de la mejor forma, modificó el cuadro
de las exportaciones y de las industrias ubicadas en ese espacio geográfico,
siendo las multinacionales, como siempre, las beneficiadas en el nuevo proceso.
Un informe de la Cámara de Comercio nos lo confirma:
«La producción de las industrias ubicadas en la Zona Franca de Barranquilla,
durante el primer semestre de 1991, se incrementó en un 11.6% en comparación
a igual periodo de 1990. Se pasó de 33.0 a 36.9 millones de dólares. Los
componentes de la producción industrial (materia prima, mano de obra y otros
insumos) representaron un valor agregado de 18.8 millones de dólares, cuya
mayor participación le correspondió a Internaciones con el 62.4% (11.7 millones
de dólares) Además, estos componentes, utilizaron un total de 18 millones de
dólares en materia prima extranjera. Es decir, el 48.8% del valor de la producción
total». (Revista Informativa: Nº 171: p. 23)
Las anteriores cifras muestran dos cosas importantes, primero que la condición
de predominio de los monopolios y oligopolios en la producción industrial de la
Zona Franca a través de Internaciones era (y es) dominante y determinante en
el escenario económico del modelo exportador; y segundo, que la falsa impresión
de autonomía y neutralidad del mercado que imponían los teóricos de la “libre
competencia” en los circuitos sociales de la ciudad eran, de hecho, una ficción
pues este esquema de apertura para la exportación implementado en los puertos
del Caribe colombiano no era más que un disfraz económico e ideológico para
esconder la toma de partido a favor de los monopolios nacionales y las
transnacionales para así cerrarle el paso definitivo al comercio de las pequeñas
y medianas empresas, esquema que, igualmente, es parte importante del
intercambio desigual acordado entre los sucesivos gobiernos neoliberales, el
Fondo Monetario Internacional y las potencias económicas dominantes.
Estos datos estadísticos muestran de igual forma el estado de las condiciones
de producción y reproducción de las nuevas políticas sobre Zona Franca
diseñadas en el modelo neoliberal, que inicialmente y a través de los
comerciantes e industriales mostraron cifras que pudieron parecer optimas y
creíbles en lo inmediato, pero que a mediano y largo plazo resultaron pésimas
para el desenvolvimiento de la economía regional y nacional. La terapia de
choque neoliberal impuesta a la ciudad a través de las privatizaciones, la reforma
laboral, el cambio en el modelo exportador etc., tuvo su efecto natural dentro de

300
esa lógica aperturista. Por ser “capital de la apertura” según el censo de 1993, el
Caribe colombiano pasó a ser la región más pobre del país y nos muestra como
la región «Mantiene un nivel de pobreza por encima del promedio nacional y en
el intervalo entre los censos del 85 y 93 se empobreció más que el resto del
país... y Barranquilla es la ciudad capital, dentro de las principales, que presenta
los mayores niveles de Necesidades Básicas Insatisfechas». (Fundación Social.
1998: págs. 94-95)
Lo de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) quiere decir en el lenguaje
común miseria. El 60% de la población del sur-occidente de la ciudad, según
esas cifras, vive bajo esa condición y un 19% en la indigencia, casi la mitad de
la población vive del rebusque: «En cifras se muestra que casi la mitad, un 42.1%
de la población trabaja por cuenta propia, superando en casi al doble al resto de
las restantes ciudades». En cuanto al ingreso al mercado de consumo artificial
o suntuario en Barranquilla, está constituido en lo fundamental por una elite que
no alcanza al 10% de la población, mientras que el resto lo componen el
consumo de la cada vez más empobrecida clase media y el mecanismo o
malabarismo particular que realiza el sector popular para redistribuir la pobreza.
El informe de la Fundación Social (1998. p. 101) analiza el problema de estos
últimos de la forma siguiente:
«Al evaluar el comportamiento económico, se evidencia que el ingreso percápita
de los sectores populares de Barranquilla es uno de los más bajos del país... es
claro que la mayor parte de la población en edad de trabajar se articula a la
informalidad económica... estos factores sumados a la tasa de desempleo y al
estancamiento que presenta el sector manufacturero, son los que determinan la
baja calidad del ingreso. Así mismo, más de la mitad de las personas ocupadas
perciben ingresos inferiores al salario mínimo legal».
De manera clara lo que nos quiere mostrar la Fundación Social con este informe
es que Barranquilla quedó convertida, a partir de la consolidación del modelo
neoliberal, en una pavorosa ciudad de pocos príncipes y muchos mendigos.
Estos problemas y otros más estructurales, contrario a las cifras econométricas
de los gremios locales, son los que realmente condicionan y limitan la integración
de la economía barranquillera al mercado mundial a través de los acuerdos
comerciales que se hacen vía Zona Franca y los que están proyectados para
Colombia en el TLC, pues esa integración para que sea efectiva necesita de un

301
mercado amplio y de una alta capacidad adquisitiva de la población que sirva de
base y proyección a los mecanismos multilaterales de integración económica. Es
evidente pues que el problema de distribución del ingreso per cápita de la
población, o la aplicación de la justicia social en los sectores populares, como
otros la llaman, es la barrera principal que determina la estrechez del mercado
local y un obstáculo de primer orden a la efectiva e incluyente utilización de los
puertos y la industria para lograr la integración sólida de la economía de la región
y del país al mercado mundial. Igualmente, con las cifras concluyentes de la
Fundación Social se demuestra que si este es el éxito neoliberal pregonado por
los gremios y la elite política local, es decir, con “sanos equilibrios” en el modelo
exportador, obedientes en la anulación de aranceles, activos en la privatización
de los puertos y las empresas estatales, y difusores de la pobreza y la
polarización social de la ciudad, entonces el “éxito” de ese modelo exportador,
(TLC.) que aunque ya hoy no se vende como pan caliente en las tertulias y los
cócteles de los clubes como ocurría a principios de los noventas, este tendría
hacia el futuro un sentido francamente ilusorio para resolver los grandes
problemas de la población barranquillera y también de los millones de
colombianos que están a la expectativa de su evolución y unen su suerte a la de
ella, por ser precisamente esta urbe la “principal ventana” de Colombia hacia el
mundo.
Los ganadores del nuevo esquema exportador-importador dentro del modelo
neoliberal en Barranquilla, no solamente estaban circunscritos a las
multinacionales, el capital financiero y los monopolios, o a los grandes
comerciantes locales; la privatización de los puertos fue configurando igualmente
otro sector económico que empobreció las arcas del distrito y a los trabajadores
portuarios, y aumentó paralela y significativamente las ganancias de los grupos
privados que controlaban el embarque en los puertos, así lo indica el volumen
de mercancías exportadas a mediados de la década del noventa: «El volumen
total de las exportaciones realizadas por Barranquilla en 1995 llegó a 960.110
toneladas, representando un aumento del 6.3% frente a similar periodo de 1994.
De dicho total, por el terminal marítimo (estatal) se movilizó el 4.8% (46.372
toneladas) y por los muelles privados el 95.2% restante (913.738 toneladas)».
(Revista Informativa Nº 186: 1995), y en los años siguientes la Sociedad

302
Portuaria cerró el 2014 con un total de 4.416.570 toneladas de carga
movilizadas, un impresionante crecimiento con respecto a la década de 1990.
La nueva Sociedad Portuaria Regional de Barranquilla integrada por capitalistas
locales y extranjeros, comenzaría a funcionar así como un nuevo polo de
acumulación en la ciudad, asociada ésta nueva empresa privada a los
mecanismos imperiales de dominación que propagaban por los cuatro costados
del país y los cuatro puntos cardinales de la ciudad la manida “libertad de
comercio” que traducida a su lenguaje significa mejor y más segura inversión
para la libertad de acumulación.
La integración económica a través de la libertad privada del comercio supuso
que se fuera creando en la ciudad un espacio económico ampliado que fuera
definiendo preferencias intraregionales arancelarias y no arancelarias tanto a las
otras ciudades portuarias del país como a los países vecinos que la integran,
vinculadas a los acuerdos suscritos por Colombia, y con una supuesta existencia
de pactos entre la nación y los industriales claros y definidos. Sin embargo, el
modelo aperturista impuesto al país y la región Caribe comenzó a mostrar como
característica predominante, por lo menos en Barranquilla, la unilateralidad y las
preferencias de un intercambio económico con las potencias muy poco claros,
creando esa apertura unilateral de mercados una sumisión incondicional al
ajuste impuesto por la banca acreedora y sujeto a la ideología neoliberal que
impulsaban los grandes comerciantes e industriales que preparaban los puertos
del caribe para su enriquecimiento y que, hasta 1995, no mostraban en los
puertos estatales ningún tipo de privilegio o beneficio en cuanto a la creación de
preferencias en el intercambio económico aperturista. Las cifras de ese mercado
desigual son claras y desastrosas y reflejan la dirección del comercio con el
exterior en una sola vía: «La carga total de comercio exterior movilizada por el
Terminal Marítimo de Barranquilla durante enero-agosto de 1995 ascendió a
644.685 toneladas, lo cual significó un aumento del 1.8% frente a los de igual
periodo de 1994. Del total movilizado en 1995, las exportaciones participaron con
el 7.2% y las importaciones con el 92.8%».112 Y en 2013 el gerente de la
Sociedad Portuaria Rene Puche declaraba que “Manejamos 4,3 millones de
toneladas en importaciones y exportaciones. El 25% de nuestra carga viene de

112
Revista Informativa, tercer trimestre de 1995, p. 12.

303
Estados Unidos. Otra parte viene de Europa y Asia, el último un 15%. Viene
además mucha carga de Argentina y Brasil”
Lo que puede observarse con las anteriores cifras, donde las distancias entre lo
que exportábamos con lo que se importa se mostraban supremamente
escandalosas, es que los acuerdos internacionales de comercio suscritos por
Colombia han sido un completo fracaso y que antes de comenzar a consolidar
los procesos globales de apertura para fomentar las exportaciones y crear así
“riqueza nacional” fueron realmente consolidando el proceso contrario, es decir,
se incrementaron las importaciones y se arruinó la economía nacional por la baja
capacidad en las exportaciones. Una muestra clara de lo anterior se refleja en el
hecho de que en la década de 1983 a 1992 Colombia tenía un superávit
comercial de 3.510 millones de dólares, y diez años más tarde hubo un desplome
en el comercio exterior que causó un enorme déficit que ya para el 2004 se
cifraba en 20.000 millones de dólares y en 2014 sumaban 34.000 millones.
La llamada “integración al mercado mundial” gritada a voz en cuello por los
empresarios locales, fue mostrándose como un subproducto del ajuste
estructural neoliberal, y esto ocurrió desde el mismo momento en que la elite de
empresarios locales osó bautizar a Barranquilla como “capital de la apertura”;
pero la apertura en ese momento practicada en la ciudad y el país fue
exclusivamente, como lo hemos dicho anteriormente, para el beneficio de unos
pocos, descoordinada con los otros procesos económicos nacionales y aún
regionales y dirigida, en últimas, solamente a fortalecer en el largo plazo a las
grandes multinacionales de los tres grandes bloque del poder transnacional; la
Comunidad Económica Europea (CEE), Japón y los Estados Unidos. Ejemplo de
esto fue la venta de la cervecería Bavaria en el año 2004 a la multinacional SAB
MILLC PLC por un valor de 5.600 millones de dólares precisamente cuando esta
empresa controlaba el 99% del mercado nacional.113 Pero todavía, y después de
los primeros fracasos económicos mostrados, los ideólogos neoliberales de la
ciudad no nos convencían de que la nueva fase de integración puesta en práctica
a partir de 1995 pretendía superar la ruina económica en los primeros años de

113
Después de la venta de Bavaria el departamento tuvo que embargar en noviembre de 2006 las cuentas
de esta multinacional por un valor de 342.000 millones de pesos por negarse a pagar la estampilla pro
Hospital Universitario. Los dineros recaudados por la venta de estampillas iban a ser utilizado para evitar
la quiebra del hospital que atiende a la población más pobre del departamento y la región. Los directivos
de esta empresa cínicamente atinaron a decir “es una cosa absurda, totalmente desproporcionada”.

304
la apertura para avanzar, según ellos, en la articulación industrial y la
coordinación de políticas regionales para, teóricamente, salir del subdesarrollo.
En ese marco, los gremios y representantes del Estado presentaron a la Costa
Caribe colombiana el documento Bases para el Plan de Desarrollo Regional
1995-1998 en el cual propusieron para la industria en uno de sus apartes esta
estrategia: «En el marco de una política nacional de reconversión y
relocalización, (basada en el desarrollo del ciclo productivo y tecnológico de los
sectores con ventajas comparativas y competitivas internacionales) se debe
establecer en la Costa Caribe un sistema de localización industrial que la
favorezca, haciendo uso de toda la gama de instrumentos de política económica
en manos del Estado».114 Y para ello determinaron que: «De igual manera las
orientaciones de la estrategia de desarrollo deberán encaminarse a racionalizar
el tamaño del sector público a nivel departamental y municipal mediante el logro
de la eficiencia y la eficacia... Además, aquellas actividades en las que el Estado
sea ineficiente en la prestación de los servicios deberán trasladarse a los
empresarios para formar una nueva clase empresarial y democratizar la
propiedad». (Informativa: citada: p. 6)
Si bien es cierto que estos planteamientos reflejan un cinismo exagerado, es
decir el hacer creer que privatizando los bienes públicos se democratiza la
propiedad, la conclusión es que las propuestas de este documento profundizaron
el esquema económico neoliberal que en dieciocho años de aplicación ya
mostraba síntomas de una crisis irreversible y la propuesta de afianzar la
existencia de una «nueva clase empresarial» en la base de un sistema
económico en ruinas por la apertura desmedida, no dejó de provocar sino serias
dudas. La insistencia mediante este documento de aplicar medidas aperturistas
y privatizadoras, sin una correspondiente presencia de factores que
compensaran favorablemente las grandes desigualdades sociales, en especial
los posibles beneficios que la población pobre de la región Caribe colombiana
pudiera tener en esos “planes de desarrollo regional”, no solo pusieron en dudas
las bases futuristas de este documento sino que la realidad en cifras muestra
que estos planteamientos, sin una base económica clara, es decir que no solo
reflejen el interés de la minoría, apuntan a la repetición de los fracasos

114
Revista Informativa, primer trimestre de 1995, págs. 4-5.

305
económicos y sociales anteriores. En otras palabras, los llamados Planes de
Desarrollo Regional no deben realizarse para desarrollar a privilegiados sino
para desarrollar a la mayoría de la población barranquillera y caribeña mediante
políticas económicas de base que estimulen la producción (microempresas,
cooperativas, pequeña industria) y activen el mercado interno de consumo a
través de una compensación efectiva del ingreso. En otras palabras, las
principales metas de una política progresista dentro de nuestro sistema
capitalista dependiente, debe apoyarse en un desarrollo social y económico
sostenido, el aumento del consumo a través de mayor empleo y mejores salarios,
la lucha contra la marginalidad social y, bajo esas bases, el impulso al desarrollo
educativo y tecnológico de la región; contribuyendo así a la consolidación de los
mercados intraregionales de Colombia, y por esa vía fortalecer mediante nuevos
acuerdos soberanos el comercio con Latinoamérica, sin el estorbo utilitario de
los imperios europeos y norteamericano.115
La fragilidad de estos “planes de desarrollo” se hace más grave debido a la gran
vulnerabilidad que tiene la economía barranquillera (por su situación de puerto
internacional) y a las fluctuaciones de los mercados mundiales, si comparamos
la situación económica global de antes del proceso aperturista (políticas de
sustitución de importaciones con un crecimiento promedio del PIB en 6%) con
las de finales del viejo milenio 0.3% del PIB). El proceso de apertura y libre
comercio que se agencia primordialmente desde Barranquilla ha significado, es
cierto, una mayor inserción de la economía colombiana en los mercados
mundiales, pero también es verdad que hemos quedado definitivamente
contagiados de una transmisión directa de las fluctuaciones de esos mercados
tanto en los sectores de bienes y servicios como en los de capital y tecnología,116

115
El comercio latinoamericano podrá recibir en la llamada “globalización” un considerable impulso si se
acelera el proceso de formación de un gran mercado continental y se desarrollen las bases económicas para
una cooperación más amplia de la actividad productiva en todo este mercado, sin la injerencia de las grandes
potencias. La idea de la unión de las repúblicas latinoamericanas no nació del presidente venezolano Hugo
Chávez y su propuesta en el 2003 del ALBA latinoamericano o Mercosur, o la del presidente argentino
Eduardo Duhalde en el 2004 con la creación de “los Estados Unidos de Sudamérica”, en contraposición al
ALCA norteamericano del 2005, sino que estas propuestas de unión continental tienen sus raíces en el siglo
XIX. Bolívar, San Martín, Belgrano, Artigas, O' Higgins y otros líderes de la guerra libertaria de 1810-
1826 hicieron interesantes proyectos sobre este particular, a los que precedió el de “Unión Indoamericana”
ideado por Francisco Miranda. Y Martí, Mariátegui, Sandino, Allende etc., fueron, incluso con la ofrenda
de sus vidas, sus más visibles exponentes y defensores en el siglo XX.
116
Sobre el problema de la dependencia a las fluctuaciones del mercado mundial, el presidente de Colombia
en ese momento Álvaro Uribe, de lobby por la capital norteamericana para que el congreso de este país
extendiera las preferencias arancelarias del Aptdea, desesperadamente afirmó: «Colombia necesita

306
siendo esa una condición vital para el ingreso al “paraíso” del libre comercio. El
Plan de Desarrollo Regional precisó este problema de integración regional
condicionada al “paraíso neoliberal” de la siguiente manera: «La región requiere
el manejo adecuado del conocimiento, el desarrollo tecnológico y el aumento de
su productividad para que su crecimiento y competitividad le permitan entrar al
proceso aperturista».
Si en el anterior proceso de sustitución de importaciones los políticos
tradicionales, empresarios y economistas del establecimiento se quejaban de
que estábamos fuera de la competencia internacional por baja capacidad
tecnológica; con la aplicación intensiva de éstas por parte de los oligopolios
internacionales y los monopolios nacionales, la aniquilación de la fuerza de
trabajo y por consiguiente del consumo interno, se realizó de forma fulminante y
tuvo (tiene) graves repercusiones para el empleo y el desarrollo de la producción;
productividad que en apariencia 'defendían' los promotores del llamado Plan de
Desarrollo Regional. Las mismas cifras de los comerciantes así lo indican:
«Durante enero-septiembre de 2000 se liquidaron en el Atlántico 271
sociedades... por otra parte la participación promedio anual de las sociedades
limitadas, liquidadas en los primeros nueve meses de los años 1990-2000 fue de
88.2% las anónimas representan el 4,8% y las encomanditas el 4.3%».117
Y en correspondencia con esa situación sobrevino la liquidación brutal de la
pequeña y mediana empresa con la correspondiente expulsión de mano de obra:
«El desempleo pasó del 9.1% en 1995 a 20.3% en el 2000». Explicado este
fenómeno de otra manera, significa que la aplicación del modelo neoliberal en
Barranquilla convirtió a la economía y a sus factores sociales asociados, al igual
que en toda Colombia, en un laberinto directamente vulnerable a las
incertidumbres neoliberales, con su ciclo terrible de acumulación, siendo los
sectores de clase media baja y los sectores populares los cada vez más
marginados del estrecho círculo de producción-distribución-consumo, originando
esto en el corto plazo una descomposición social impresionante y, a mediano y
largo plazo, inevitables conflictos sociales.

imperiosamente la extensión de las preferencias arancelarias que da el Aptdea; de lo contrario, 600 mil
empleos estarán en riesgo... se está generando zozobra y por eso ya hemos perdido 7.000 empleos». El
Tiempo, noviembre 14 de 2006, p. 1-3.
117
Revista informativa, Nº 205, Tercer trimestre de 2000, págs. 56-57.

307
Así, mientras el Plan de Desarrollo Regional 1995-1998 pregonaba con alborozo
carnavalero las claves neoliberales para alcanzar el desarrollo (privatización
para redimir a la región y al municipio; desmantelar al Estado para lograr la
eficiencia económica etc.), el curso de los acontecimientos fueron convirtiendo a
estos “planes regionales” en un proyecto reduccionista y excluyente que al
endiosar al mercado mediante el impulso de una frenética sociedad de consumo
sin que existan los correspondientes consumidores, y auspiciar las
privatizaciones sin ningún tipo de regulación, fue reforzando de manera
espontánea y anárquica, al igual que lo hace el mercado y sus mercaderes, la
tendencia paralela a ampliar la base de pobres y a reducir la minoría de ricos
existentes en la ciudad y toda la región. Una dirigente política del establecimiento
confesaba con amargura sobre este tema lo siguiente:
«Al Atlántico, nuestro departamento modelo, lo dejó el tren del
progreso. Hoy su producto interno bruto solo representa el 4.4% del
total nacional que es nada comparado con el producto de Bogotá
21.7%, Antioquia 9% y el Valle 6%... pero para que estos recursos
no se queden entre los mismos, es fundamental una nueva clase
dirigente que entienda que ya esta región fue suficientemente
saqueada y que llegó la hora de trabajar para sacar de la miseria a
la región Caribe». (El Heraldo: 23/6/2004: p.9-C)
Pero las tendencias naturales de la clase dirigente a expoliar las riquezas de la
región no solamente se diseñaron para lo económico y lo político, como lo afirma
la acongojada dirigente, a la cultura también le tocó su parte. El Plan de
Desarrollo Regional (p. 8) en la parte cultural correspondiente al tema
Intercambio, Proyección y Apertura Económica proponen convertir la cultura
caribe en un rentable negocio: «Debido al intenso programa de apertura
económica y de modernización del Estado que desarrolla el gobierno, es
necesario reafirmar y preservar la pluralidad y diversidad cultural que conforman
nuestra identidad, en el intercambio permanente con otras culturas, que permita
la confrontación y enriquecimiento mutuo, para proyectar y valorar lo propio y
entrar en el proceso de internacionalización... se trata de establecer un conjunto
de programas de formación y capacitación artística y cultural mediante el
ofrecimiento de becas, pasantías, intercambio de productos culturales y

308
promoción y ejecución de convenios. Preinversión, 2 mil millones y una inversión
de 15 mil millones».
Leído de manera rápida este discurso puede mostrarse natural e irresistible al
raciocinio común, pero al leerse detenidamente y observando los factores de
hegemonía cultural que lideran los países capitalistas desarrollados, impuestas
fácilmente a través de sus aparatos ideológicos, se puede concluir que, en el
fondo, este discurso pretende romper todas las bases histórico-culturales de la
región Caribe, pues se deduce de este documento que la cultura quedará
reducida a una simple mercancía que carece de sentido sin el precio que se
pueda pagar o cobrar por ella, impregnándose la cumbia, el mapalé, el vallenato
y hasta los mismos carnavales (que han sido eficientemente privatizados) de
codicia, egoísmo excluyente y del interés mismo que pregona el “libre mercado”
y la apertura para que nuestra cultura Caribe, al igual que cualquier mercancía,
se convierta en un producto de exportación con sus ganadores y perdedores en
la libre oferta y demanda del mercado cultural mundial. Sin embargo, surge la
pregunta ¿qué tiene que ver la cultura con la economía? Diríamos que mucho.
Para la aplicación de los modelos económicos, el capitalismo en la historia
siempre ha reclamado la modificación de los patrones culturales para que los
nuevos ciclos de acumulación sean aceptados fácilmente y no produzcan ningún
tipo de resistencia, siendo la cultura y la ideología, en las actuales circunstancias
de globalización, el epicentro de la economía y la política en conflicto que puede
contribuir o a la confrontación social y la creación de alternativas desde lo
popular, o a la unidad de los procesos sociales hegemónicos y antipolulares en
los países subdesarrollados liderado por sus elites, clase dirigente pero dirigida
a la vez, que funciona bajo la tutela del envalentonado imperio norteamericano.
Estos niveles de represión cultural para facilitar la penetración ideológica y
política norteamericana, así como para legitimar la recomposición de capitales
en la ciudad, quedó al descubierto con la detención y encarcelamiento del
folclorista Yamil Cure Molinares el 2 de octubre de 2004. En respuesta a estos
hechos la Asociación de Músicos Folclóricos del Caribe (Musicaribe) envió a la
región y al país un sentido y original comunicado:
«La Asociación de Músicos Folclóricos nos sentimos
profundamente preocupados por lo que le está pasando a nuestro
entrañable amigo y presidente de nuestra organización, el

309
folclorista José Yamil Cure Molinares. Nos sorprende que personas
que gestionan a favor de nuestras manifestaciones artísticas y
culturales como el Carnaval de Barranquilla sean involucrados en
eventos que riñen con su espíritu altruista y solidario. A Yamil lo
único que se le ha visto empuñar es una caña de millo o gaita, a lo
único que le hemos visto golpear es a su inseparable tambor, y la
única 'rebelión' con la que ha tenido relación es con la canción de
ese nombre compuesta por el Joe Arroyo. Por lo anterior
expresamos nuestro rechazo a la gran injusticia de la que está
siendo víctima Yamil Cure y reiteramos nuestra convicción de que
es totalmente ajeno a los hechos con los que está siendo
asociado... si ser cultores de las diferentes manifestaciones que se
expresan en el Carnaval de Barranquilla es incurrir en el delito de
rebelión, a todos nosotros nos tendrán que dar el Carnaval por
cárcel».
Después de la detención arbitraria del folclorista popular y las decenas de
amenazas que se sobrevinieron con otros, el carnaval de Barranquilla fue
declarado, contradictoriamente, Patrimonio Histórico Cultural e Inmaterial de la
Humanidad en cumplimiento de la conversión pactada de la cultura en dinero
para hacer las viejas y populares carnestolendas directamente asequibles al
mercado mundial y los carnavales, a partir de esa decisión, quedaron
irremediablemente divididos por la polarización del capital, entre un carnaval
para ricos y extranjeros (Vía Cuarenta), y otro para los pobres y excluidos (Calle
17).
Retomando el curso de los acontecimientos económicos en nuestra ciudad, se
puede observar que al interior de los economistas que orientan sus puntos de
vista dentro de los gremios, parece existir una diferencia de criterios entre los
que entienden la apertura y su modelo exportador en Barranquilla, como una
forma de perfilar las articulaciones productivas y tecnológicas para la
especialización en el intercambio comercial portuario agenciado por el Estado,
teniendo como base el desarrollo del sistema educativo, relacionando así
educación, mercado interno y exportaciones; y los que entienden este proceso
neoliberal como un diseño radical en el marco de una zona de preferencias
comerciales organizada por la empresa privada, es decir entre neoliberales

310
radicales y moderados118 o, en términos de la teoría económica, entre los
partidarios del radicalismo de Friedrich Hayek y el neoliberalismo formal de
Miltón Friedman. Estos enfoques teóricos tienen diferencias significativas en sí,
pero tienen su punto de encuentro en que reivindican al mercado como el gran
regulador económico y social, y compartidamente plantean la reducción gradual
y otros acelerada de la intervención estatal en la actividad económica del país y
la región. Sin embargo, las definiciones de esas posturas en torno al desenlace
futuro de la economía de la Costa Caribe y de Colombia en general, estarán
determinadas más por los factores imperiales de control que influyen nuestro
proceso económico, que por las propuestas aisladas e ilusorias de gremios,
políticos y economistas del establecimiento.
Generalmente, y desde principios del noventa hasta comienzos del nuevo
milenio, se puede observar que los ajustes estructurales aplicados venían casi
siempre seguidos de políticas de “estabilización” de origen violento (Plan
Colombia y paramilitarismo)119 que prepararon las bases para lograr ajustes
económicos continuos y más severos. El TLC bilateral con Estados Unidos fue
la nueva fase de estos ajustes, en la cual Barranquilla y la Costa Atlántica en
general estarían en el ojo de ese desestabilizador huracán.

10.4. La dictadura del TLC en el nuevo distrito especial, industrial y


portuario.

La propuesta del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que fue un
completo fracaso y el Tratado de Libre Comercio (TLC),120 es un capítulo de

118
Para observar estas diferencias detenidamente se puede consultar el libro El rezago de la Costa Caribe
colombiana.
119
El anuncio violento del TLC en esta región se concretó con la masacre de 40 campesinos en la ciénaga
grande de la Magdalena en noviembre del año 2000, seguida de una serie de crímenes selectivos de
dirigentes sociales en el corregimiento de Palermo y en el municipio de Sitionuevo en la margen oriental
del río Magdalena. El propósito estratégico de esta matanza, que permanece en la impunidad, fue neutralizar
cualquier oposición social a los planes económicos diseñados de cara al TLC para proteger así las grandes
obras de infraestructura que se realizarían en los años siguientes. Se consiguió pues con esta verdadera
carnicería humana desplazar de la región a más de tres mil campesinos que fueron a engrosar en su mayoría
los cinturones de miseria de Soledad y Barranquilla.
120
El acuerdo para la materialización del ALCA fue celebrado en la “Cumbre de las Américas” realizado
en Miami en el año de 1994 y se previó la culminación de los acuerdos para el 2005, pero los
acontecimientos políticos en América Latina con la llegada de gobiernos de izquierda dieron al traste con
esta iniciativa.

311
suprema importancia para estimular el debate en todos aquellos sectores que
están interesados en la situación económica nacional y regional, pues estos
planteamientos económicos hacen parte de la materialización del discurso de
Bush (padre) denominado la “Iniciativa para las Américas” donde como lo hemos
indicado en líneas anteriores propone un solo mercado para América Latina sin
ningún tipo de control aduanero y de barreras arancelarias bajo la hegemonía de
los Estados Unidos.
Para que los nuevos tratados de expoliación de las riquezas nacionales y
regionales se lleven a cabo ágilmente (TLC), la ciudad comenzó a preparar su
infraestructura. El ser declarada por el Acto Legislativo 001 de agosto 17 de 1993
como Distrito Especial, Industrial Y Portuario y simultáneamente decretada la
liquidación de la Zona Franca como establecimiento público, el municipio quedó
obligado a mejorar la infraestructura de puertos, vías de comunicaciones y
servicios públicos, no para orientar un desarrollo social equilibrado, como puede
observarse en la espantosa miseria que pulula a los alrededores de estos
escenarios económicos, sino para garantizar la penetración efectiva y rápida de
las mercancías en el circuito que trazarían los nuevos acuerdos multilaterales.
En esa medida, se comenzaron a planificar grandes macro-proyectos como la
ampliación de la avenida Circunvalar y la construcción del puente (ya concluido)
que cruza la calle Murillo con la vía estratégica que abraza la ciudad (circunvalar)
para convertir hacia el futuro esta área en un corredor de almacenamiento de
productos industriales. Igualmente se construyó la Avenida del Río que se
extiende desde la vía de acceso al Puente Pumarejo, paralelo a los caños y el
río Magdalena hasta llegar a la zona industrial de la Vía Cuarenta en el norte;
con este proyecto se pretende cerrar el anillo de la Circunvalar para que las
futuras mercancías que ingresen desde los Estados Unidos vía TLC, no utilicen
las vías del interior de la ciudad y, por lo tanto, lleguen con más rapidez a los
centros de almacenamiento y distribución.
La construcción de un nuevo puente sobre el rio Magdalena fue adjudicada en
abril de 2015 a la multinacional Sacyr quienes fundaron el consorcio SES Puente
Magdalena. Hay que recordar que esta multinacional española ha estado
envuelta en escándalos de corrupción e incumplimientos de contratos en
Panamá y, en Colombia, cuando hizo parte del consorcio Commsa que incumplió
contratos en la llamada “Ruta del sol”. La nueva obra, según los constructores,

312
tendrá un costo de $ 614.935 millones de pesos y será construido paralelo al
actual puente, con una longitud de 2.250 metros y 990 metros en conexiones y
viaductos que permitirá la movilidad a gran escala de las mercancías
procedentes de los nuevos tratados. Esta obra posibilitará la navegación de
buques de más de 40 pies y, de paso, habilitará siete kilómetros para proyectos
de almacenamiento de mercancías. Es este pues otro de los proyectos exigidos
por el TLC para dinamizar y agilizar el comercio desigual que se está
desarrollando con Estados Unidos. A estas obras se le crearon los llamados
Parque Industriales con el propósito de concentrar la acumulación en
determinadas áreas, entre estos emporios económicos están Industrial del
Caribe, Industrial Riomar, Metroparque, Industrial Comercial y Portuario (PIPCA)
Industrial del Norte, Industrial La Trinidad, además de los Parques ya existentes
que ampliaron su operación como Almaviva y Marisol. Igualmente están
construyendo en Galapa la Zona Franca Internacional (ZOFIA) como punto de
concentración de mercancías extranjeras para catapultarlas a mercados
regionales y de la concesión vial Ruta Caribe que servirá como trayecto de
movilidad para estos mercados. La valorización de las tierras en Galapa producto
de estas obras conllevó a la expulsión a “sangre y fuego” de decenas de familias
que producto del desplazamiento forzado se instalaron hace más de diez años
en estas tierras, declaradas de utilidad pública, pues desde 1956 carecían de
tradición, sin embargo las familias Muvdi, de Invermans S.A y Abdala Saieh y
Cia., apelando a títulos de dudosa procedencia hicieron desalojar a 130 familias
que llegaron a la ciudad desplazados por paramilitares en varias regiones del
caribe. El siguiente análisis de ese problema muestra las raíces represoras de
los nuevos circuitos de acumulación que se agencian en la ciudad a raíz del TLC:

«El 28 de enero (2011) se practicó un desalojo en compañía del ESMAD, Ejército


Nacional y vigilantes privados de la empresa 911, propiedad de Enilse López,
alias la ‘Gata’. Arrancaron los cultivos con buldócer; talaron árboles con
motosierra; tumbaron el rancho de doña Lucy de Ávila, enferma terminal de
cáncer a quien el teniente Vera, encargado de Derechos Humanos, salvó de
terminar incinerada. A la señora Carmen le tumbaron el rancho, ubicado en el
lote Beitjala, cuando la diligencia era para la Granja Catalina; ella decía que tenía
un papel que le habían dado en la Defensoría del Pueblo, que era desplazada,

313
“por qué nos atropellan”, rogaba, pero comenzaron a tumbar las matas de
plátano, y una teniente del Ejército le dijo: “Ya no pregunte más, quítese que la
catapila la va atropellar”. La máquina aplastó los animales, no pudo sacar nada
de la casa porque venía del hospital de visitar a su hija, que a los días murió.
Hubo tiros de goma, gas mostaza y arremetida con bastones. Los campesinos
bloquearon la carretera de La Cordialidad con apoyo de la CUT, FANAL, CGT y
45 organizaciones campesinas del Atlántico. Hubo 14 heridos. Álex García, por
orden de Lesman Parra –hermano de Libardo Parra, lugarteniente del ‘Caracol’
(Alberto Orlández Gamboa) y extraditado a raíz de la Operación Marejada–
disparó delante del Ejército una pistola 7.65 mm. Fue detenido, pero luego
liberado. Los Parra son considerados cabezas del llamado Cartel de la Tierra».
(Molano: 31/3/2013)
El otro proyecto que pretende afianzar las bases exportadoras de los nuevos
tratados internacionales es el de la creación de un Puerto Marítimo Multipropósito
evaluado en 40 millones de dólares, ubicado en el corregimiento de Palermo con
500 metros de muelle en la rivera y un área de 40 hectáreas para la localización
de industrias y de mercancías procedentes del exterior, todo esto en virtud de
los nuevos y desventajosos tratados comerciales. Para consolidar esa área
económica fueron necesarios los “servicios” que el paramilitarismo implemento
en la zona, asesinando a varios dirigentes sociales en el corregimiento de
Palermo, logrando mediante el terror neutralizar cualquier asomo de oposición a
este proyecto. El denominado “Superpuerto” o puerto de aguas profundas,
paralelo a la margen oriental del río, es el otro megaproyecto que exigen los
monopolios nacionales y las transnacionales para que la producción industrial y
el tráfico del comercio internacional no sufran contratiempos en su distribución.
Este proyecto, por la sumisión histórica incondicional de nuestra clase dirigente,
como ya fue retratado en este trabajo, le fue concedido en octubre del 2006 a la
firma norteamericana The Sun Land Group Corp. y estará encargada esta firma
de diseñar y construir la primera fase del puerto a un costo estimado de 180
millones de dólares y la etapa siguiente de este proyecto su estimativo era de
300 millones de dólares. Los recursos económicos para esta obra saldrán del
Estado, es decir del bolsillo de los colombianos a través de un préstamo al
Export-Import Bank of The United States, Exinbank (140 millones de dólares), y
se tiene presupuestado, después de concluido, entregarlo al capital privado para

314
su explotación. Para ese propósito la alcaldesa Elsa Noguera mediante el
decreto 0212 de 2014 arbitrariamente (sin consulta a la comunidad) modificó el
Plan de Ordenamiento Territorial (POT) para favorecer a estas multinacionales y
según Antonio Bohórquez abogado defensor de las comunidades afectadas:
«Piensan convertir a Barranquilla en capital nacional del carbón y así se
propiciará el ingreso, embalaje y circulación de unas 18 millones de toneladas
de ese mineral con las consabidas repercusiones ambientales y personales, al
igual que construir muelles para tal efecto, varias edificaciones en varios puntos
de la ciudad y a orillas del rio magdalena, lo cual, al obstruirse las brisas, variara
la calidad de vida de los lugareños» (El Heraldo: 1/9/2013)
La “gallina de los huevos de oro”, el Superpuerto, quedó en manos de un grupo
minoritario y la contaminación y la pobreza en las espaldas de la mayoría. Los
principales accionistas para la operación serán Cementos Argos, Sociedad
Portuaria Bocas de Ceniza, Muelles del Bosque y otras empresas privadas y
accionistas particulares de la ciudad, entre ellos la familia Gerlein, el grupo del
Dago y el grupo Daez; y estará destinado este puerto para «La entrada y salida
de materiales a granel como cemento, carbón, chatarra, productos alimenticios
en general, químicos, materias primas etc., localizado en Bocas de Ceniza, sobre
el tajamar oriental, entre 'Puerto Mocho' y la 'Casa de pilotos', con una longitud
de 3.000 metros en la ladera del tajamar y 200 metros de ancho, para un total de
60 hectáreas de plataforma». (Fundación Social: 1996: p. 232)
Para garantizar en el futuro la penetración vial desde la Vía 40 y la Circunvalar
hacia el proyectado “Superpuerto”, en julio de 1992 fueron igualmente
desalojadas a sangre y fuego 180 familias que habían ocupado pacíficamente la
parte norte del barrio Las Flores situado en el corazón de la zona industrial, barrio
que está cercado por el hambre, el hacinamiento, la contaminación de las
industrias, el río Magdalena y la ciénaga de Mayorquín. Primero se utilizó un
piquete de 150 policías antimotines que no dieron abasto represivo para vencer
la resistencia organizada y la emancipación interna que había logrado sacar de
su conciencia la población, al querer sacudirse del miserable estado de
hacinamiento a que estaban sometidos, enviándose posteriormente, por órdenes
del presidente de Cementos Caribe en ese momento Juan Manuel Ruiseco, 120
soldados contraguerrillas que convirtieron el barrio “El Oasis” en un campo
desigual de batalla y en una hoguera de esperanzas frustradas. Y después de

315
seis horas de sangrienta represión con un muerto, varios heridos a bala y
muchos detenidos y encarcelados, las fuerzas represivas lograron abatir los
sueños y las esperanzas de trescientas familias que anhelaban tener un techo
para vivir. El sitio fue cercado y militarizado, y sobre la bandera tricolor que
ondeaban los floreños desde la recuperación de ese punto estratégico para el
capital, se izó la bandera de las multinacionales, de los conglomerados
nacionales, del “patriótico” ejército de Colombia y bien atrás, la de la
administración de ese periodo a quien no le sobraron palabras para justificar la
represión, quedando al descubierto, en ese serio conflicto por la vivienda, las
contradicciones y conflictos entre los “intereses populares del municipio” que
lideraba el Movimiento Ciudadano, los intereses del capital y los de las clases
excluidas.
Para supervisar y apoyar todas estas obras de infraestructura, en noviembre de
2006 llegó al país Lars Thunell vicepresidente ejecutivo de la Corporación
Financiera Internacional entidad del Banco mundial, quien afirmó en su primera
visita a Colombia que «El organismo se enfocará en apoyar proyectos privados
de infraestructura especialmente transportes, teniendo en cuenta que en
Colombia, ese sector puede ser un obstáculo en el crecimiento del comercio,
especialmente de cara al TLC con Estados Unidos». Y con una afirmación
trasnochada recalcó este personaje que «El fortalecimiento del sector privado en
esencial para la economía de un país y para apoyar la lucha contra la pobreza y
la desigualdad».121
Contrario a esta afirmación, en la misma fecha y producto de esos nuevos
cuentos que vienen con viejas recetas para aplicarlas trágicamente al país, una
investigación de la Contraloría General de la República que se realizó en 1.087
municipios de Colombia, sin incluir a las cuatro principales ciudades, mostraba
que el 61% de los miembros del Sisben de 5 a 17 años no tiene acceso a
educación y que había 5 millones de personas de este total sin sanitarios, 12
millones sin servicio de salud, 17 millones sin conexión de gas, 11 millones sin
alcantarillado, 9 millones sin recolección de basuras y más de 2 millones sin
conexión de electricidad. Miles de colombianos pobres mueren cada año por

121
El Tiempo, 1 de noviembre de 2006, p.1-9

316
causas medioambientales que, según el Banco Mundial, costaban al país más
que el conflicto armado.
La represión a la población y la aún débil reacción en Barranquilla ante la
propuesta desintegradora del TLC, refleja la precariedad de soberanía de la
dirigencia regional (exceptuando algunos sindicatos, partidos de izquierda y
democráticos y organizaciones populares) para contrarrestar una propuesta que
está cambiando terriblemente el rumbo de Barranquilla, el del Caribe y Colombia
de manera radical.
El acuerdo bilateral del TLC es un intento de los Estados Unidos de reagrupar
política y económicamente su patio trasero y, de esa manera, asegurar el
mercado de sus productos ante el desafío de los otros bloques capitalistas
conformado por la Comunidad Económica Europea (CEE) y Japón y, en otro
ángulo, el poder económico de la República Popular China cuyo mercado tiene
en Colombia y la región arruinadas a las importaciones de Norteamérica. Este
nuevo acuerdo de libre comercio, proyecto este último que se materializó en el
país en noviembre del año 2006, están envuelto en muchos interrogantes acerca
de sus resultados pues los cambios políticos que están ocurriendo en América
Latina, sobre todo en Brasil, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Uruguay, Chile y el
desajuste en otras economías como la de Argentina, hasta el 2014, se
constituían en una traba circunstancial para el acuerdo con la potencia imperial.
Sin embargo, las elites económicas lideradas por los gremios de industriales y
comerciantes tanto regionales como nacionales, en un mismo coro comenzaron
a elogiar los pactos celebrados en Miami; y las clases populares, sin conocer a
fondo la verdadera naturaleza de este acuerdo y de cómo están repartiéndose
las tajadas de ese inmenso pastel, son los que están sufriendo hoy las
consecuencias de los mismos. Sobre esto, un informe del diario el Heraldo de
abril de 2018 afirmaba que en 2017 la pobreza monetaria del Atlántico alcanzó
el 24,3%, mientras que en 2016 la cifra fue de 25,0%, de acuerdo con el índice
anual de pobreza monetaria del Departamento Administrativo Nacional de
Estadística (Dane). Según la entidad, la línea de pobreza “es el costo per cápita
mínimo de una canasta básica de bienes (alimentarios y no alimentarios) en un
área geográfica determinada”. En el Atlántico dicha línea fue de $274.601,
mientras que en 2016 fue de $264.814 es decir experimentó un aumento
considerable.

317
Como lo hemos anotado en el transcurso de este trabajo, desde la aplicación del
modelo neoliberal en el país y la ciudad, el crecimiento de capital de unos pocos
se ha realizado sobre la base del aniquilamiento de otros sectores económicos
y sus respectivos costos sociales (desplazamiento, desempleo, violencia etc.),
es decir, la integración de Colombia y Barranquilla al proceso de apertura
económica se ha realizado bajo una dualidad de funciones122 que la han hecho
marcadamente dependiente a los poderes transnacionales y que no tienen, en
términos estratégicos, la intensidad económica y la extensión política suficiente
para que ese proceso, iniciado en la década de los noventa con la liberación de
aranceles, actuara como un factor decisivo en la evolución positiva del país y la
región; ni siquiera incluso ese proceso de apertura puede considerársele como
un factor autónomo que fuera capaz de orientarse y decidir él mismo su
estrategia teniendo como base de su política la importancia de los intercambios
comerciales que se establecieron a partir de los diferentes acuerdos comerciales
y aduaneros; acuerdos que fueron cerrando, progresivamente, el espacio de los
mercados a los productores nacionales. Ejemplo de esta dualidad aniquiladora
fue la instalación en Barranquilla de la Multinacional Parmalat que en pocos
meses de operaciones llevó prácticamente a la ruina a las empresas de capital
nativo Ciledco y Coolechera, con ventas que superaron en el 2004 los 100
millones de dólares, y en el primer trimestre del 2005 notificaba sobre su
fortalecimiento y expansión en la costa Caribe, teniendo como plataforma a su
planta procesadora recién instalada en Barranquilla. El gerente de esta empresa
sobre su decisión de monopolizar el mercado regional, aseveraba que «La
empresa confía en poder obtener una porción significativa del mercado costeño,
en especial el de Barranquilla, un mercado con buen potencial, porque es la
capital de la región y además tiene una posición privilegiada, desde donde se
puede atender todas las poblaciones... con las nuevas inversiones la compañía
está demostrando un interés muy fuerte en la costa». (El Heraldo: 2/6/2005)

122
La dualidad de funciones de la economía global de carácter imperial puede definirse en estos precisos
términos: “las redes globales articulan individuos, segmentos de población, países regiones, ciudades o
barrios al tiempo que excluyen a otros tantos individuos, grupos sociales o territorios. Todos los países y
territorios están atravesados por dicha lógica dual, al tiempo que se segregan y excluyen segmentos sociales
y territorios al interior de cada país, región o ciudad; naturalmente, en proporciones altamente variables
según las zonas del mundo en que opera la competitividad” ¿Es sostenible la globalización en América
Latina? Conversaciones con Manuel Castells. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 2003, p.
21.

318
En el primer semestre de 2005 también se instalaron en Barranquilla,
concretamente en Pimsa Malambo, una filial de la multinacional Mars,
Masterfoods Colombia productora de alimentos para mascotas, la Distribuidora
Plex que fabrica muebles para oficinas y el hogar, la Multinacional ABB empresa
fabricante de transformadores, y en la segunda década del siglo se instalaron en
los corredores industriales de la ciudad las multinacionales Bayer, Indra, Bimbo,
Vopak, Sutherland y Tecnoglass.
Esa dualidad en que se desenvuelve desde entonces la economía nacional y
regional, la fueron atando más que nunca a las fuerzas impositivas del mercado
agenciadas por las potencias desarrolladas, creándose así la base para definir
un proceso de “integración económica” más amplio y más adicto que nunca a las
nuevas estrategias anexionistas impuestas por Norteamérica. Bajo esos
condicionamientos nació con olor a muerto y con muchos dolientes la propuesta
del TLC hija legitima de las políticas neoliberales y pariente cercano del Plan
Colombia, estrategia económica que pretende hacer de ese nuevo acuerdo
multilateral un instrumento esencial para redefinir nuevas estrategias de
acumulación capitalista y acomodar ese nuevo acuerdo de mercados a la
estrategia económica y militar de las grandes potencias lideradas por Estados
Unidos; pues en medio de esos acuerdos, en abril de 2004, el gobierno de Uribe
compró por una astronómica suma la draga Resolution a la firma norteamericana
Boskalis West Minster para garantizar el calado del puerto de Barranquilla con
miras a la consolidación de los acuerdos multilaterales, y recibir así la
certificación como puerto seguro para el comercio por parte de la Dimar. La
directora de la Sociedad Portuaria al recibir la certificación declaró con un tufillo
de anexión que:
«Esto muestra que Barranquilla como puerto cuenta con estándares
internacionales de seguridad para el manejo de nuestros puertos, pienso que
con miras a lo que sería un TLC con Estados Unidos y otros acuerdos
comerciales que Colombia viene negociando, resulta de gran importancia el que
la ciudad como capital estratégica del Caribe sea la primera en recibir este tipo
de certificaciones». (El Heraldo: 7/6/2004: p.4-A)
Y en el plano nacional, se intenta redefinir las reglas de juego económicas para
beneficio de los grandes monopolios que, en últimas, son los que están mejor
preparados para enfrentar las reglas que impone el arbitrario TLC bilateral

319
Colombia-Estados Unidos. En el foro Tratado de Libre Comercio con Estados
Unidos, la ex Ministra de Relaciones Exteriores y de Defensa, Marta Lucia
Ramírez expresó ante una masiva concurrencia de empresarios reunidos en el
majestuoso Hotel El Prado de Barranquilla que «El Tratado de Libre Comercio
(TLC) con Estados Unidos generará a nivel empresarial grandes oportunidades,
pero solamente para quienes estén preparados». (El Heraldo: 2/6/2004: p. 8-A)
La exposición de este principio económico irracional sin explicar sus
catastróficas consecuencias es, en el fondo, la equiparación ingenua y
dogmática de la expulsión y la inclusión, donde los “mejor preparados”
aniquilarán a la mayoría de pequeños y medianos industriales no preparados
para la competencia, sectores que quedarán sin un horizonte económico definido
y «Así, hasta que el mundo entero esté en manos de unas pocas
transnacionales, mayoritariamente norteamericanas, y ya no haya prácticamente
necesidad de trabajadores, a excepción de una elite de técnicos. El problema del
capitalismo será entonces encontrar consumidores más allá de esa elite y de sus
accionistas y contener la delincuencia fruto de la miseria». (Perrault: 1998: p.14)
No se trata de realizar en este ensayo un ataque irracional a las políticas de
integración, necesarias para Barranquilla y Colombia en un mundo cada vez más
interconectado mediante los despejados hilos de Internet y la “mano invisible”
del capital; lo que debe quedar claro en este aporte al debate es que aplicar el
TLC con Norteamérica, en medio de la grave crisis económica nacional
originadas por la imposición de un modelo que arruinó la mediana industria y el
agro, que desnacionalizó el capital estatal y aniquiló el poder de compra de los
colombianos con exiguos aumentos salariales, es de hecho una estrategia
económica equivocada y contradictoria y que, en el fondo, van en contravía de
los postulados de “reparto equitativo de los beneficios”, concertación, justicia
social etc., de que tanto hablan los economistas del sistema y sus patrocinadores
para justificar sus políticas. Para la muestra este botón: «No puede existir un
modelo exportador sin identificar el bienestar colectivo como objetivo común. Al
final del camino se busca la paz, las libertades y las oportunidades de trabajo».
(Segovia: et. al: 1999: p.303)
Mientras estas palabras florecieron en la inutilidad, Barranquilla se hunde
irremediablemente en la miseria; él “nuevo progreso” del anterior discurso es
visto hoy con escama y la nueva prosperidad prometida por los áulicos del

320
neoliberalismo, causa en los barranquilleros (por lo menos los que están atentos
a la problemática económica y social y se han sacudido de la enajenación) un
gran temor y una gran desconfianza. Así pues, la gente del Caribe desde su
inconsciencia colectiva sigue huyendo de las nuevas profecías de estos magos
de la economía, que, a partir del discurso de Bush, la apertura neoliberal de
Gaviria y sus sucesores seguida por la implementación eficiente del modelo en
la costa por la politiquería y los gremios, con su secuela galopante de
marginalidad, estos augurios ya se le cumplieron al pueblo barranquillero desde
hace mucho tiempo. Pero nos preguntamos, ¿por qué regresar en Colombia y la
región Caribe a esos procesos de integración que ya resultaron un fracaso en
las décadas pasadas a través de la llamada “integración latinoamericana” ALALC
Y ALADI auspiciados por las transnacionales norteamericanas como lo recordará
el lector en los capítulos anteriores? La respuesta a este interrogante está al
interior de los organismos que patrocinan tanto nacional como
internacionalmente estos acuerdos y que con sofisticados trabalenguas
econométricos lo ocultan eficientemente al país y la región. Detrás de los
intereses oscuros que los mueven, confirmado con la firma inconsulta al pueblo
de estos acuerdos, no se puede desconocer que la clase dirigente y la dominante
colombiana manifiesta un desespero por buscar que el país sobreviva
económicamente (pues de ahí depende su propia existencia) y manifiestan una
necesidad objetiva de buscar por cualquier medio la ruta del cacareado
desarrollo a través del modelo exportador, pero el modo en que se proyectan los
acuerdos multilaterales y bilaterales de integración comercial y la forma
antipopular en que se ejecutan, las hacen más proclives a profundizar el
subdesarrollo económico y la miseria social para readecuar esos factores de
dependencia a las necesidades estratégicas en lo económico, político y militar
del capitalismo central y, en especial, del poder negativo pero indiscutible de los
Estados Unidos de Norteamérica en nuestra economía haciéndola, como lo hace
desde hace muchas décadas, marcadamente dependiente a ese mercado, pues
según las estadísticas del DANE en los 5 primeros meses de 2004, (para escoger
este año como promedio de imposición del modelo) del total de exportaciones
colombianas, el “41.7% se destinó a Estados Unidos, lo que representó un monto
de 2.464.9 millones de dólares. Un 17.4% de las ventas se dirigió a los países

321
de la Comunidad Andina de Naciones (CAN, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y
Venezuela) y el 15% a los de la Unión Europea”
Y, según cifras concluyentes del diario el Tiempo, sector de prensa orgánico del
sistema: «Con el TLC desaparecerán 20 mil hectáreas de trigo, 1.700 de soya y
70 mil de sorgo... hoy en Colombia se siembran 4 millones de hectáreas frente a
las 4.600.000 que se cultivaban en 1990 y en el 2006 se dejaron de cultivar
150.000 hectáreas... de hecho la menor producción nacional ya está siendo
reemplazada por importaciones. Solo en el primer semestre del presente año
(2006) ingresaron al país 770.000 toneladas más de materias primas
agropecuarias y agroindustriales que en el mismo periodo del 2005, lo que indica
que al finalizar el 2006 las importaciones superaran el millón de toneladas». (El
Tiempo: 29/8/2006: p. 1-A).
Por otro lado, para el 2013 y en el marco de los acuerdos del TLC, los resultados
de las exportaciones colombianas a Estados Unidos dejaron un déficit comercial
crónico. Según el DANE el valor de las exportaciones a Norteamérica se redujo
en un porcentaje cercano al 15.46 % y en el primer trimestre de 2014 «las
exportaciones continúan cayendo de manera significativa: comparado con el
mismo periodo de 2013, el valor de las exportaciones a E. U. ha caído un
31.5%...así las cosas Colombia ha pasado en 2014 a tener una balanza
comercial deficitaria con Estados Unidos en un valor cercano a los 1.352,5
millones de millones de dólares FOB» (Portafolio: 7/14/2014).
Estas cifras evidencian que el tratado con los norteamericanos no fue de
cooperación sino de anexión y para ello el puerto de Barranquilla jugo un papel
trascendental.
Es necesario que Barranquilla y su puerto, la región Caribe y Colombia en
general, inicien un proceso de integración con América Latina y con el mundo a
través de acuerdos pero, en lo concreto, la ciudad y la región mantienen en
términos económicos unas débiles relaciones con el resto del país y es la región,
en el escenario económico nacional, no un bastión fundamental para aplicar
positivamente las nuevas políticas del TLC, como lo señalan los comerciantes y
políticos criollos, sino un simple agregado nacional de las políticas macro-
económicas excluyentes de los distintos gobiernos; gobiernos que actúan solos
sin la concertación con los “indeseables” y divididos entre ellos (liberales,
conservadores, independientes, lentejos, gobiernistas, etc.) por oscuros

322
conflictos de intereses y que, además, creen ser los preferidos de los gringos
porque estos utilizan a nuestro país como cabeza de playa de los nuevos
procesos intervencionistas en América Latina y el mundo (Venezuela, Irak),123
persiguiendo así mediante el terror y la guerra concesiones a partir de acuerdos
bilaterales que la potencia concede y que de llegar a aplicarse, como
efectivamente sucedió con la firma del TLC en noviembre de 2006, el resultado
final ha sido un alto costo social por las implícitas concesiones unilaterales que
lo envuelven. En agosto de 2004 el congreso norteamericano aprobó 180
millones de dólares para combatir a las guerrillas del sur del país bajo el
denominado “Plan Patriota” y en el 2006 se aprobaron para este Plan 300
millones de dólares, aumentándose la cifra en el año 2014 a 323 millones de
dólares, sin embargo, con el veinte por ciento de ese capital se hubiese podido
resolver el problema de educación de 300 mil niños barranquilleros que carecen
de la misma, solucionar el crónico déficit presupuestal de los hospitales del
distrito que están al borde del cierre y que provocan el llamado “paseo de la
muerte”,124 acabar en su totalidad con el problema de los arroyos que
anualmente causan enormes tragedias y dotar de 3.000 viviendas a los
desplazados internos y externos del sur-oriente y sur-occidente de la ciudad. Por

123
Sobre estos dos temas, las posiciones de la dirigencia barranquillera nos recuerdan que la sumisión a los
intereses extranjeros no fue una cosa del pasado, sino que permanece intacta en el tiempo. En ese contexto,
la inclinación a la guerra en este periodo 2002-2010 está alimentada principalmente por los intereses
internos de los grupos económicos, pero también por la influencia de todos aquellos que pueden tener una
ventaja individual de la política belicista implementada en el periodo presidencial de Álvaro Uribe Vélez y
sus sucesores, ventajas que pueden ser de carácter económico o político. Ambos grupos de factores
(individual y colectivo) se ven a veces rebasados por elementos que manifiestan un carácter pro-imperialista
y antipopular, no solo en términos de fraseología política sino también de motivación económica. El
congresista del Atlántico Jaime Amín, acusado de recibir el apoyo de la Gata, en la época en que esta se
tomó “el chance” en el Atlántico a sangre y fuego, afirmaba: “debemos prepararnos para que no ocurra lo
que a partir de la apertura indiscriminada incidió en sectores como el agro. Hoy Colombia, ahora que ha
sido distinguida como un socio estratégico en lo económico y en lo militar, debe exigirle a los Estados
Unidos las compensaciones por el apoyo que le hemos brindado como quiera que Colombia fue el único
país de América Latina que apoyó abiertamente a Estados Unidos en Irak”. Y desde el otro lado, en
Venezuela un diputado progresista advertía sobre los planes armamentistas de Colombia con la adquisición
de 50 tanques AMX 30 “Estos no son para una guerra de guerrillas, los tanques son para una guerra
convencional... esos tanques todos van a ir a la frontera con Venezuela” El Heraldo, 5 de marzo de 2004,
p. 5 A, y 17 de abril de 2004, p. 10 C.
124
De hecho, la salud en el departamento del Atlántico quedó convertida en la caja menor de los
paramilitares en alianza con conocidos políticos de la región investigados por paramilitarismo como Dieb
Maloof, David Char (del clan de los Char Abdala) Alfredo Arraut ex alcalde de Soledad y otros que según
la revista Semana en anotaciones de la libreta personal del paramilitar “don Antonio” se «desglosa con su
puño y letra un contrato de aulas en Soledad por 3.497 millones de pesos. Contabiliza los gastos y le dan
1.091 millones. Luego deja 320 millones a nombre de Alfredo Arraut (ex alcalde de Soledad (Atlántico).
Al fin califica como utilidad una cifra de 521 millones. Similares estos contratos con IPS y otros en
educación». Revista Semana, N° 1.271, septiembre 11 al 18 de 2006.

323
esa irracionalidad de atacar las consecuencias y no las causas, la instalación de
las conversaciones del TLC en Cartagena produjo en mayo de 2004 una
gigantesca movilización que fue acompañada, paralelamente, de una cruenta
represión dando como resultado más de cien detenidos y una treintena de
heridos, entre ellos varios congresistas que manifestaban su desacuerdo con la
intervención militar norteamericana a través del mal llamado Plan Colombia y el
nuevo Tratado de Libre Comercio. Pero el autodenominado Plan Colombia no
es, en términos concretos, una ayuda gratuita. Detrás de este Plan, que desde
su aplicación ha segado la vida de más de 20.000 colombianos y el
desplazamiento de más de tres millones, existen poderosos intereses
económicos. Entre esos intereses estaban los grandes contratos petroleros que
tiene la familia Bush en el país; familia presidencial norteamericana que alimentó
su ganancia petrolera con la sangre de miles de colombianos y el exterminio del
pueblo irakí. Decía la revista Cambio en uno de sus artículos, donde se confirma
la alianza de nuestra rancia oligarquía nacional y local y las multinacionales
petroleras para consolidar el exterminio y asegurar las ganancias del imperio y
por esa vía a la familia Bush, que:
«A finales del año pasado (2000) se celebraba la elección de Bush
(hijo), el propio presidente Pastrana comentó que la cercanía del
nuevo presidente de los Estados Unidos con Colombia se debía no
solo a que había sido asesor de una empresa petrolera con
millonarias inversiones en el país, sino que la familia del nuevo
presidente poseía acciones en esa compañía (Harken). Pastrana
recordó que durante su visita a Austin (Texas), el entonces
gobernador Bush le coordinó un encuentro con prestigiosos
empresarios del sector petrolero y energético de Texas para que
visitaran posibles inversiones en Colombia por cuenta de Harken
Energy Corporation una firma cuya casa matriz está en Houston,
Texas, y que tiene una filial en Bogotá, donde aparece registrada
como Harken de Colombia Ltda... Harken figuró entre las empresas
que contribuyeron a la financiación de las dos campañas
presidenciales de Bush padre. Harken hizo lo mismo con las del
hijo tanto para la gobernación de Texas en 1994 y en 1998, como
para la presidencia del 2000. Ecopetrol le adjudicó a Harken tres

324
de los cinco contratos de exploración que hoy tiene con el Estado
colombiano... En su página web Harken Energy Corporation
muestra a Colombia como su principal inversión hacía el futuro, por
encima de los Estados Unidos y de otros países de América
Latina... según el ministro Villamizar “gracias a los intereses de
Bush en Colombia, Harken ha invertido cerca de 250 millones de
dólares en busca de petróleo, lo que ha reportado importantes
ingresos en divisas”. Pero el asunto en más delicado. El cruce de
cables entre los negocios del presidente Bush y la política exterior
que hoy debe orientar, tiene sus semillas en 1999 cuando las
principales petroleras estadounidenses -Harken entre ellas-,
empezaron a cabildear ante el congreso en Washington para
presionar la aprobación del Plan Colombia. Incluso se creó en el
Congreso el grupo conocido como Us Colombia Business
Partnership del que forman parte multinacionales que tienen
negocios en Colombia y que están interesados en que se mejoren
los niveles de seguridad para proteger sus inversiones». (Cambio:
3/12/2001: págs. 20 a 23)
En el Caribe colombiano la empresa Harken tiene perforaciones en Aguachica,
Cesar, donde perforan los pozos Olivo I y Catalina I, siendo coincidencialmente
una de las regiones de la Costa de mayor desplazamiento de población
campesina y con mayor presencia paramilitar, y también de numerosos
batallones del Ejército colombiano entrenados directamente por el Pentágono.
Las características actuales de desintegración que vive el país por cuestiones
económicas, geográficas, políticas e incluso por el agudo conflicto militar,
manifiestan una contradicción fundamental con el proceso de globalización
económica que agencian las potencias imperiales. Estas potencias en el proceso
de “globalización”, y contrario a la situación de desintegración de los países
latinoamericanos, han conformado grandes bloques económicos que tienen
concentrado a su interior un fuerte potencial científico-técnico,125 la organización

125
Al respecto se preguntaba el economista Joaquín Estefanía “El tipo de globalización ha que nos ha
conducido el pensamiento único ha originado un planeta más desigual. La paradoja consiste en
preguntarnos ¿cómo es posible que viviendo en una época de progresos tecnológicos sin precedentes -lo
cual nos hace a todos más eficientes y más productivos- por qué no somos más iguales? ¿por qué unas

325
del comercio mundial, la decisión en el otorgamiento de créditos y los principales
proyectos de inversión estratégica que los ha conducido a conquistar la
economía mundial en una nueva fase de reafirmación del neocolonialismo y
ratificación del control regional de los mercados, como la que vivió Barranquilla
en el siglo XIX (y quizás peor) a manos de los ingleses. Sin embargo, la prensa
de la ciudad,126 los comerciantes y economistas costeños opinaban lo contrario.
Fundesarrollo y la Cámara de Comercio de Barranquilla creen que la salida a la
crisis neoliberal la van a realizar las potencias capitalistas que lideran la
economía mundial una vez que estas superen la recesión, lo que muestra en
términos generales la génesis y la “lógica” interna de los gremios en relación con
el proceso de subordinación y dependencia de Barranquilla y Colombia al capital
transnacional. Así pues, se expresan estos sectores: «En la actualidad (1999) la
economía a nivel mundial experimenta una crisis casi comparable con la ocurrida
en la década de los años treinta y son los países desarrollados los llamados a
garantizar el crecimiento económico global durante 1999, de lo contrario la
economía mundial podría crear un ciclo recesivo a principios del nuevo milenio».
(Revista Informativa: Nº 199: p.33)
Bajo esta expresión que invita a la anexión, todo apunta a que con la aplicación
de los TLC bilaterales, la hegemonía norteamericana sobre América Latina y
Colombia erosionara gravemente la economía de estos países, que por su
vecindad geográfica con Latinoamérica y el Caribe, los gringos tendrán una
excelente disponibilidad política y territorial para explotar su periferia con
ventajosas condiciones sobre sus viejos y nuevos rivales (Japón, Europa, China)
en el intercambio comercial que se plantea a través de estos acuerdos
multilaterales. Este último país (China), rival poderoso de los norteamericanos y
a través de la empresa Jincheng Barranquilla, en el 2006 ya ensamblaba 50 mil
motos al año y dirigió buena parte de su producción a los mercados de
Suramérica y el Caribe. Miles de toneladas de productos de esta nación entran
al país por el puerto de Barranquilla dirigido al consumo de las ciudades
intermedias y de la Capital. El embajador chino Wu Chang Sheng de visita en

naciones y unos ciudadanos son tan ricos y otros tan pobres? Joaquín Estefanía, Aquí no puede ocurrir. El
nuevo espíritu del capitalismo, Editorial Taurus, 2000, p. 19.
126
El editorial del diario El Heraldo el 9 de julio de 2004 vociferaba: “Estados Unidos deberá seguir
haciendo presencia en varios frentes para ayudar a resolver los conflictos políticos más graves del planeta,
como en el caso de Colombia, donde la alianza con la potencia americana es imprescindible”

326
Barranquilla opinaba que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos daría
más perspectivas a las inversiones de su país en territorio colombiano pues
según este diplomático: «Seguramente los inversionistas de China quisieran
aprovechar ese Tratado para establecer un trabajo o una producción conjunta
con los empresarios colombianos, en vista del mercado norteamericano». Es
decir, el TLC según este planteamiento está sirviendo, en parte, para catapultar
no a la industria nacional sino a los poderosos intereses de industrias
extranjeras.
Frente a los grandes megabloques que ha creado el capitalismo mundial
(incluido el TLC bilateral para los norteamericanos) Colombia con sus 45 millones
de habitantes y Barranquilla con una población aproximada a los dos millones y
medio de personas y una situación económica y social en la que según el gremio
de los comerciantes: «Al confrontar el primer trimestre de 1998 con similar
periodo de 1999, encontramos que la inversión neta de capital representa una
caída real del 65%... se presentó una caída del 21.3% en el número total de
inscritos en la Cámara de Comercio... se registró un aumento de la tasa de
desempleo, la cual pasó del 13% al 16% y una disminución del 40.9% en el
consumo total de gas natural debido a la drástica caída del 53.4% por parte del
sector eléctrico y del 3.5% en el industrial», (Informativa: citada: p. 33), en ese
contexto de disolución no tendremos en la dinámica proyectiva del TLC más
opción sino la de ser absorbidos económicamente y en su totalidad por la
potencia imperial que presiona en diversos frentes para consolidar esos
acuerdos, lo que a su vez aniquilará la poca independencia política, si es que por
la historia conocida alguna vez la ha habido, y terminará por corroer también la
integridad cultural y física del pueblo colombiano y, por consiguiente, la rica
diversidad cultural de la región Caribe.
Siendo pues el TLC un imperativo para la “integración” definitiva al mercado
norteamericano este Tratado está aniquilando, bajo la formalidad de la
dominación neocolonial, las bases de nuestra subsistencia, convirtiéndose esta
situación en un dilema existencial para nuestra clase dirigente y un desafío vital
para las clases populares. Después que se declarara a Barranquilla como
“capital de la apertura” en 1990 este proceso, al poco tiempo de la firma del TLC
bilateral se ha mostrado ante el país y la región como un rotundo fracaso. Si bien
es cierto que los gremios y los economistas de la región nos hicieron creer en el

327
pasado que esta era la opción más conveniente, en una situación económica
internacional que aparentemente le abría las puertas a nuestra economía
subdesarrollada, en la actualidad y bajo el signo de la derrota, Colombia y su
Costa Caribe no parecen tener otra opción que anexar definitivamente su
economía y sus puertos a las transnacionales norteamericanas para que estas
compitan en buenas condiciones con los otros grandes bloques económicos en
el proceso de comercio mundial instaurado por la globalización imperial.
La transacción de capital de los monopolios nacionales a las multinacionales
para fortalecer la competitividad de estas últimas, se concretó en Barranquilla
con la venta del Grupo Caribe de su mina de carbón ubicada en la Jagua de
Ibirico en el departamento del Cesar en agosto de 2004, compra que hizo la
multinacional norteamericana Glencore Internacional A.G., una de los
propietarias junto con la Billiton y Anglo-American de las minas carboníferas del
Cerrejón en el departamento de la Guajira. La Glencore adquirió el 100% de las
acciones de la Jagua Coal Company S.A. El proceso de venta fue asesorado por
la banca de inversiones de la Corporación Financiera Nacional y el grupo
Suramericana, Corfinsura y el B.N.P. Paribas, empresa del grupo comercial
antioqueño. Y para diciembre de 2004 la multinacional francesa Carrefour,
auspiciada por el grupo Santodomingo, iniciaba las operaciones comerciales de
su emporio, iniciándose una lucha de mercados entre las cadenas comerciales
regionales (Carullas, Vivero) y nacionales (Ley, Tia, Olímpicas) contra las nuevas
multinacionales extranjeras instaladas en la ciudad, entre ellas Price Smart y
Carrefour. Pero, el hecho de que la anexión económica sea una propuesta
invariable mediatizada por la subordinación acrítica de los entes políticos
nacionales y regionales, no quiere decir que la firma del TLC bilateral y las
grandes transacciones entre monopolios y oligopolios, aseguren la salida a la
grave crisis actual, se impulse el desarrollo regional y nacional, se estabilice la
economía y se logre una mayor capacidad de negociación con los
norteamericanos. Por el contrario, la nueva base conceptual del TLC bilateral
como proyecto estratégico con sus conceptos de abolición total de aranceles y
subordinación de los mercados, donde el Estado colombiano dejará de recibir
aproximadamente 1500 millones de dólares anuales por impuestos, los acuerdos
comerciales desventajosos, inferioridad en las condiciones competitivas y otros,

328
más la política de subsidios que realizan los Estados Unidos a su producción
interna,127 produjeron de manera radical el efecto contrario.
Las privatizaciones, la corrupción y la descapitalización del distrito de
Barranquilla a poco de implementar la firma de este acuerdo acentuaron la crisis
económica de la región, profundizando la dependencia del municipio al capital
extranjero, paralizándose de esa forma la inversión social y de infraestructura.
Un informe de Fundesarrollo confirmaba que «Recientemente, la firma Duff &
Phelps redujo al máximo la calificación de los bonos del distrito; de esta forma,
la ciudad no es elegible para nuevas operaciones. En estas condiciones y sin
una fuerte reestructuración financiera, no existe posibilidad alguna para
desarrollar siquiera obras de mantenimiento ni, mucho menos, para avanzar en
la solución de los problemas sociales y adelantar los programas de la nueva
administración distrital (Caiaffa); 2001-2003».
Según Fundesarrollo en un informe sobre la situación financiera de las ciudades
portuarias del Caribe, estimaban que la deuda del distrito con la banca acreedora
internacional (Banco Mundial) se multiplicó por cinco entre 1992 y 1994 y pasó
de 12.000 millones de pesos a 60.227 millones, luego en 1997 se multiplicó por
dos, pasando de 55.000 millones de pesos en 1996 a 101.000 millones en 1997.
En 1999 tuvo esta deuda un valor de 152.000 millones de pesos multiplicándose
por cuatro en 2015, es decir su monto ascendió a 526 mil millones, la mayoría
de este endeudamiento fue para financiar las obras que traerán inmensos
beneficios para el capital y su infraestructura como el llamado Centro de Eventos
y Exposiciones Puerta de Oro de Barranquilla, armatoste que para su
construcción la Alcaldesa de los gremios, Elsa Noguera, apropio un
endeudamiento de 80 mil millones de pesos, mientras los barrios populares
ubicados en el sur oriente y sur occidente de la ciudad carecen de pavimentación
en sus calles, tienen un déficit del 65% en servicios de salud, 35% en
infraestructura educativa y 44% en soluciones de vivienda.

127
La Ley de Libertad Agraria, que cambió hace algunos años (1996) el sistema de subvención agrícola,
con libertad de siembra y producción, pagos globales fijos y sin compromiso, recibía del gobierno
estadounidense cada año alrededor de 100.000 millones de dólares para subsidios; subvención que le
permitió a los productores norteamericanos aumentar su producción y eficiente explotación del suelo. Y a
partir del 2002 y en vista de los acuerdos comerciales que se avecinan, se expidió una nueva ley de
agricultura que incrementará los aportes del gobierno norteamericano de 100.000 millones a 190.000
millones de dólares, ley que tendrá una vigencia de 10 años. Esta nueva ley elevó los subsidios hasta un
80%. Los subsidios a la agricultura se incrementaron en los 25 países más ricos del mundo de 300.000
millones en de dólares en 1994 a 420.000 mil millones en el 2004.

329
El crecimiento acelerado de la deuda pública iba igualmente de la mano con el
incremento de las privatizaciones y con la descapitalización del municipio,
concluyendo la Fundación para el Desarrollo del Caribe que «Uno de los
aspectos que más ha contribuido a agravar el problema financiero de
Barranquilla ha sido la entrega de algunos de los más importantes ingresos de
la ciudad a contratistas privados».128 Esta apreciación la corrobora un importante
académico de la ciudad (Jairo Parada) donde afirma sin ambigüedades que
finalizando 2019 “Veo un periodo fiscal difícil porque la Alcaldía de Alejandro Char
ha hecho muchas obras de infraestructura y las ha ido cargando sobre vigencias
futuras en más de 3 billones de pesos hasta el 2035. Eso no se detalla bien en la
deuda pública y solo se limitan a la deuda bancaria y aun así esta deuda ya está
pesando sobre los ingresos tributarios de la ciudad en intereses y
amortizaciones…Las obras se han realizado con unos sobrecostos muy altos que
han beneficiado a un reducido grupo de contratistas entre 6 o 7 muy cercanos a
la administración Char. El problema en Barranquilla es que se hacen las obras y
se hacen bien, pero nadie sabe el costo real de esas obras. A mi juicio muy
costosas…” (Publimetro /24/10 2019)
En consecuencia y con el censo adelantado en el 2015 por la Alcaldía distrital,
se señalaba que, en el solo centro de Barranquilla, y producto del elevado
desempleo, existían en las calles 8.709 vendedores estacionarios, y ya en 2019
según cifras del Observatorio de Seguridad Ciudadana “en el primer semestre
de 2019 se presentaron 164 casos de homicidio, 6 menos que el mismo
periodo de 2018. Sin embargo, los casos de hurtos y atracos aumentaron
de 4.607 en 2018 a 4.731 en 2019, se han presentado 124 casos más”, lo
que indicaba que las deudas, las privatizaciones, el desempleo, la inseguridad y
la pobreza iban agarradas de la mano.
Bajo ese panorama, la firma del acuerdo del TLC y las reformas neoliberales que
le han seguido, así como están planteadas, han institucionalizado una situación

128
La descapitalización del municipio de Barranquilla por cuenta de estas políticas preparó a la alcaldía del
Movimiento Ciudadano para sacar del empobrecido bolsillo de los barranquilleros las futuras obras; el
alcalde Guillermo Hoenigsber títere indulgente de los gremios y del poder politiquero decía en una reunión
con los desesperanzados que, “en esta ciudad todos debemos aportar para tener en esta capital un fondo
común para ejecutar importantes inversiones... y si nosotros llegamos aquí es para que la plata se vea y esta
ciudad se desarrolle. Para tener la ciudad que queremos con el apoyo del gobierno nacional, cada
barranquillero tendrá que dar 20 o 30 mil pesos anuales”. El Heraldo 7 de junio de 2004, p. 6 A.

330
económica y política de marcada tendencia hacia la desestabilización total del
país (expresada ésta en el gigantesco Paro Nacional de varios días en
noviembre de 2019), y colocarán a los sucesivos gobiernos y a sus elites
económicas regionales en una situación de secuestrados, pero no de las
insurgencias o de los paros populares como es su temor tradicional, sino del
sistema comercial y financiero norteamericano controlado por poderosas
corporaciones. Así pues, al adueñarse por completo del mercado de los países
latinoamericanos a través de estos nuevos acuerdos bilaterales y multilaterales,
los monopolios estadounidenses fracturaran de manera radical el llamado
“crecimiento económico” porque en particular satisfarán con sus propias
mercancías la demanda decreciente de nuestro mercado que, en otras
condiciones políticas, económicas y sociales, podría impulsar eficientemente la
producción nacional y regional no monopólica. Sin embargo, la producción
preferida en los acuerdos del TLC son la de los mercados ya consolidados en el
comercio con Norteamérica, y las medianas y pequeñas empresas que no
lograron consolidar su papel en la negociación del TLC han quedado aniquiladas
del mercado ocasionando un déficit comercial desfavorable, como lo sugiere el
siguiente análisis realizado por Emilio Sardi en el diario el Heraldo en 2018:
«Se cumplieron 6 años de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, y
los hechos demuestran que los pajaritos dorados que pintaban los fanáticos
defensores de su firma no eran sino fantasías. El tiempo está demostrando que,
lamentablemente, teníamos toda la razón quienes, por habernos tomado el
trabajo de estudiarlo, vaticinamos su estruendoso fracaso. La balanza comercial,
que en 2011, el año anterior a que entrara en vigor, era favorable para Colombia
en USD 8.991 millones, se volvió negativa y después de haber llegado a un
déficit de USD 4.940 millones en 2015, fue desfavorable en USD 865 millones
en 2017.Ese deterioro de más de USD 10.000 millones anuales en la balanza
comercial se refleja en todos los campos. La caída de nuestras exportaciones a
Estados Unidos entre 2011 y 2017 fue de 52%, de USD 21.969 millones a USD
10.541 millones. Año tras año, la participación de Estados Unidos en las
exportaciones colombianas ha caído, pasando del 39%: en 2011 al 28% en 2017.
Esto mientras que nuestras compras de cereales aumentaron 160% y el gobierno
de EEUU reporta fuertes crecimientos en innumerables otros rubros, como
alimentos para animales (78%), preparaciones farmacéuticas (30%), pollo y

331
cárnicos (58%), lácteos (88%), vegetales (71%), otros alimentos (44%), y
cosméticos (37%). Muchos de ellos en directa competencia con nuestra
producción nacional».

El debate de estos acuerdos en toda Barranquilla y la región Caribe colombiana


debe abrirse y la discusión debe centrarse en saber si las políticas neoliberales
que promueven el TLC van a resolver los problemas de justicia social, desarrollo
equitativo y participación política de los grandes excluidos del sistema: las clases
populares, o; si las nuevas condiciones que planteará la economía después de
la firma de estos acuerdos comerciales, seguirán afianzando la pobreza y la
desintegración del Caribe colombiano y, por consiguiente, de Barranquilla como
su amargamente reconocida “capital”. Hay que recuperar en el debate planteado,
lo que Alain Touraine afirmaba en 1997: «El largo silencio de la época neoliberal
debe terminar y el debate público sobre los fines y los medios de la economía
debe revivir». Estas son, de hecho, las características teóricas dominantes tanto
regionales como nacionales que rodean la discusión, y el Tratado de Libre
Comercio y sus draconianas reformas, las condiciones prácticas externas que lo
impulsan.

CAPITULO XI

RESURGE EL CARIBE

11.1 Barranquilla: entre la miseria y la utopía apuntes finales para la


reflexión

Pensar en construir una alternativa económico-social para Barranquilla y la


región Caribe significa, en las actuales circunstancias, pensar necesariamente
en la necesidad de corregir los efectos nocivos de las políticas que se han
tomado históricamente desde el Estado hacia la región, y de la elite regional
hacia la población. La importancia y profundidad de estas correcciones están

332
ligadas indiscutiblemente a los nuevos escenarios que plantea la lucha
ideológica para precisar que es lo que hay que corregir y que es lo que se
necesita cambiar para que Barranquilla y la costa caribe colombiana inicien la
búsqueda de la justicia social y el desarrollo económico negado en su evolución
histórica.
Mientras los planteamientos económicos de los gremios y los poderes
económicos de la ciudad bosquejan alternativas que buscan salvar el capitalismo
dependiente colombiano y al neoliberalismo de sus tendencias críticas, no
solamente en el terreno económico sino también en el plano de los conflictos
sociales, los efectos de esos cambios lo que buscan, en últimas, es que en el
escenario de los nuevos acuerdos bilaterales (TLC), estos poderes no pierdan la
alta rentabilidad de sus capitales bajo el negocio floreciente de las importaciones
y exportaciones y, a su vez, explotar muy bien las condiciones del trabajo
asalariado y, de manera sistemática, devastar los recursos naturales y
ecológicos de la región. Sobre este tema de intereses encontrados, Kenneth
Loewy principal accionista de la fábrica Sempertex de Barranquilla comentó lo
siguiente: «La falta de orientación y criterio es tal que en plena apertura (1996)
el Concejo de Barranquilla a través de un acuerdo distrital, intentó modificar los
usos del suelo de la zona industrial más dinámica de la ciudad pretendiéndola
convertir en reserva ecológica. El acuerdo fue finalmente archivado, pero
mantuvo a los industriales por más de seis meses en un ambiente de
incertidumbre injustificada, llegando a retrasar inclusive algunos proyectos de
ensanche. Reubicar una zona industrial que se encuentra ubicada
estratégicamente a lo largo de la Vía Cuarenta por el fácil acceso al agua cruda
del río Magdalena (imprescindible en muchos procesos industriales) puertos
privados y la mejor infraestructura de energía, comunicaciones y acceso a la
ciudad, va en contravía de la realidad competitiva implícita en un modelo de
apertura». (Loewy: et. al: 1999: p.309)
Sin embargo y en medio de esa situación concreta de sumisión (por convicción
o interés) del Concejo de Barranquilla al poder económico de los industriales,
aparecieron en la ciudad fuerzas políticas progresistas (Movimiento Ciudadano)
que a través de la Alcaldía intentaron buscar alternativas para operar sobre los
efectos políticos nocivos generados por los cambios estructurales que vivió el
país y la ciudad a partir de la década del noventa con la instauración del modelo

333
neoliberal. Fue éste un intento admirable pero infructuoso (y sus causas no son
objeto de este estudio) de intentar aminorar el desastre económico y social al
ajuste del modelo neoliberal, pero la poca visión de sus dirigentes, que solo
libraban la batalla en el escenario administrativo del distrito los llevaron,
presionados por las circunstancias o a maquinaciones preestablecidas, a
entablar complicidad con el modelo neoliberal y sus agentes, pues como se
podrá recordar fue en la segunda administración de este movimiento que se logró
imponer la privatización de las Empresas Publicas Municipales, la Electrificadora
del Atlántico y otros organismos públicos.
La irrupción del Movimiento Ciudadano fue, en su primera etapa129, un valioso
intento por atacar los efectos antidemocráticos y antipopulares de la política
tradicional y su jauría de corruptos, pero al hacer concesiones estratégicas al
capital privado, a las maquinarias politiqueras y al capital transnacional, su
administración no alteró en lo fundamental los mecanismos que generaban
pobreza en Barranquilla, es decir, mientras los dirigentes de este movimiento
estaban descubriendo con el discurso social las ventajas del mercado, la gran
mayoría de los barrios pobres de la ciudad comenzaron a sufrir sus
consecuencias, creándose en el ambiente social aparentemente políticas más
justas, en medio y es lo contradictorio, de las relaciones de explotación más
brutales que inició el neoliberalismo y su modelo mercantil en Barranquilla. Y
esta contradicción fue posible porque los dirigentes de este movimiento no
entendieron, o por lo menos no lo hicieron saber a las clases populares, que una
cuestión fundamental del capitalismo y su expresión ideológica está determinada
en que las relaciones de explotación económica determinan en forma

129
El documento que representa nítidamente el surgimiento de este movimiento lo realizó Alfredo Castro
Haydar, académico y dirigente social asesinado por los paramilitares cuando aspiraba a la rectoría de la
Universidad del Atlántico. En apartes de este importante documento sostiene: “El surgimiento del
Movimiento Ciudadano en Barranquilla tiene en común gran parte de las características que definen la
aparición de los movimientos políticos regionales. Se trata de un movimiento político que no ha sido
pensado, ni es fruto de una política trazada previamente, por lo tanto, no es la prolongación de ningún
partido u organización. Más bien su origen revela vacíos políticos dejados por la pérdida de la legitimidad
de los partidos tradicionales y por las necesidades del proceso social que encuentran en las exigencias de
las regiones y movimientos de sus gentes, luchas y organizaciones un caldo de cultivo para su nacimiento
y consolidación posterior. Estos movimientos políticos nacen con la convicción de que el actual grado de
desarrollo de la conciencia y organización del Movimiento Popular Urbano impone como prioridad una
lucha democrática abierta que involucre el sentir y las reivindicaciones de amplios sectores de la población
a través de mecanismos de participación electoral y de lucha directa de masas como marchas, huelgas y
paros cívicos” Alfredo Castro Haydar, Jairo de Castro Mendoza, Movimiento Ciudadano en Barranquilla
(1992-1994) Documento consultado en línea:

334
considerable las relaciones de dominación política, por eso, mientras la
administración del Movimiento ciudadano se preocupaba por tratar de generar
políticas sociales, eran los gremios, como lo demostramos a lo largo de este
trabajo, los que realmente diseñaban el cuadro económico estratégico de la
ciudad para el beneficio de las grandes empresas, del gran comercio y de las
grandes multinacionales, dicho de otra manera, mientras la administración de
este Movimiento se ocupaba infructuosamente del hambre, los gremios locales
se ocupaban eficientemente de la ganancia; incluso, varios de los dirigentes de
este movimiento quedaron envueltos en casos de corrupción130; y fue allí, en el
espacio de ese control municipal difuso, donde comenzó a desfigurarse y a
desintegrarse la formación de su dirigencia quienes pasaron, según la
nomenclatura jerárquica del sistema capitalista, de ser unos “resueltos
revolucionarios” de estrato cero, uno y dos a convencidos neoliberales de estrato
cinco y seis. La revista Semana en un artículo sobre este tema estimaba que:
«Es difícil encontrar en Colombia otra capital que haya cedido la administración
de tantas funciones públicas al sector privado. Bajo la figura jurídica de las
concesiones, el distrito les ha entregado a particulares desde grandes negocios
como el servicio de agua potable y saneamiento, la construcción del
mantenimiento de la malla vial, el recaudo de impuestos, la semaforización y
señalización, el mobiliario urbano, el estacionamiento de zonas de uso público,
hasta otros más pequeños como la explotación del Carnaval de Barranquilla, el
parqueadero del Estadio Romelio Martínez y la administración de parques... lo
que llama la atención es que la mayoría de las concesiones cuestionadas fueron
otorgadas durante la administración del padre Bernardo Hoyos». (Semana: Nº
1132: págs. 32-34)
Una observación de James Petras sobre este particular proceso que afecta a la
“izquierda democrática” latinoamericana, toca con precisión la problemática:
«Los factores contextuales, los intereses políticos y el enriquecimiento personal
han adquirido tanta importancia en el mundo actual en concordancia con los

130
El caso más preocupante fue la vinculación de estas administraciones, sobre todo la de Guillermo
Hoenisgber, en casos de corrupción en contubernio con el paramilitarismo. A través de la firma Métodos y
Sistemas, donde tenía fuertes intereses David Name, creada en una de esas administraciones los
paramilitares controlaron, sistemáticamente, las finanzas del municipio. Después de este escándalo la
recaudación de impuestos de la ciudad quedó en el bolsillo de la familia Char. (La Sillavacía, Los
superpoderosos de Barranquilla, abril 1 de 2014, documento en línea)

335
valores dominantes. Los políticos de centro-izquierda denuncian al
neoliberalismo tan solo en abstracto; en la práctica, se muestran firmemente
aferrados a la ética del enriquecimiento fácil y rápido obtenido a través de
transacciones públicas y privadas. Este proceso se ve facilitado y legitimado por
el discurso privatizador». (Petras: 1999: p. 65)
Sintetizando este tema, la ceguera política de los dirigentes del Movimiento
Ciudadano con relación a la miseria humana y social producida por la aplicación
del modelo neoliberal hizo que este movimiento no se movilizara certeramente
en contra del modelo privatizador y, en un sentido más bien negativo,
proporcionó un apoyo suplementario a la posición de los grandes comerciantes
e industriales que se aprestaban para devorar las empresas estatales en la
ciudad. Otro ejemplo clasificatorio de la irracionalidad que suprimió todas las
barreras de la conducta humana, fue la liquidación de la Empresa Distrital de
Teléfonos en la administración Hoenigsberg. Al no tener ya consenso social para
las privatizaciones, los grandes empresarios y dirigentes locales en alianza con
la entidad liquidadora de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios
en un hecho insólito asaltaron, literalmente hablando, a la Empresa Distrital de
Teléfonos con comandos antiterroristas del Ejército y la Policía el día 25 de mayo
de 2004, creando mediante el terror y la represión la empresa Barranquilla
Comunicaciones S. A. E.S.P. (Batelsa). El asalto militar fue planificado desde
días atrás en la base aérea Cacom 3 del ejército donde, aparte de la
Superintendencia de Servicios y el alto mando militar, estaban prestigiosos
comerciantes e industriales de la ciudad interesados en su liquidación, estando
entre estos buitres del capital insignes integrantes de la poderosa familia Char
Abdala. El presidente de Intergremial del Atlántico, Arturo Sarabia Better,
haciendo gala de un irracionalismo inconcebible y de interpretar la economía a
la medida de sus intereses y los de su gremio, afirmó: «No había otro camino
que la liquidación. Realmente se intentaron explorar alternativas distintas...los
gremios seguirán acompañando el proceso tal y como lo ha solicitado el Alcalde
Guillermo Hoenigsber y que está de acuerdo en que se garantice la continuidad
del servicio, que el distrito tenga participación en la nueva empresa que se
constituya y se cumpla con el pago del pasivo laboral».
El sindicato respondió con una gran movilización dictada, más que por la defensa
de sus intereses, por su determinación entusiasta de defender el patrimonio

336
social de los barranquilleros y con una inquebrantable voluntad de defensa de la
empresa los trabajadores utilizaron todo su arsenal de movilización para impedir
tamaña monstruosidad: «Por lo menos 40 vehículos de la compañía fueron
utilizados para adelantar una 'caravana de protesta' que partió a las 9 de la
mañana de la planta 11 de noviembre e hizo su estación en la Cámara de
Comercio sede norte, donde se presentaron desordenes y los sindicatos
lanzaron consignas y arengas contra los gremios de la ciudad».
Juan Franco presidente de Sintradistel haciendo énfasis en la claridad de la
razón, argumentaba: «Creemos que existe una confabulación por parte de la
Superservicios y los gremios para liquidar la empresa... lo que en realidad
quieren estos bandidos es vender la compañía a precio de gallina flaca y
enferma». Y Juan Polo miembro de Sintratel, haciendo a un lado las pasiones
colectivas y con un cálculo racional sobre las consecuencias sociales de la
liquidación replicaba: «Nos parece una falta de respeto con la comunidad que se
diga que se quiere liquidar la Empresa, aunque no nos extraña porque eso era
lo que querían desde el principio. Con esa decisión el Distrito estaría condenado
a la quiebra al asumir los pasivos laborales». (El Heraldo: 21/4/2004: p. 4-A)
Ante la falta de argumentación de los gremios y ocultando y deformando todas
las categorías de reflexión económica, a los comandos antiterroristas del Ejército
y la Policía les tocó definir, (al mejor estilo de sus colegas norteamericanos en
Siria, Afganistán e Irak) la liquidación de la Empresa y más de 500 trabajadores
quedaron, al decir de un obrero «tirados como perros en la calle» bajo la
amenaza de ser acusados de terroristas; ni siquiera por el simple hecho de
reclamar sus garantías laborales individuales sino por defender el patrimonio de
toda la comunidad barranquillera que, en últimas, fueron los que asumieron con
plata de su bolsillo los pasivos laborales y, de paso, los altos costos de las tarifas
de los monopolios privados. La razón de la fuerza de los gremios predominó
sobre la fuerza de la razón de los trabajadores. Finalmente, Batelsa fue
subastada y comprada por Telecom en enero de 2006 por un valor de 207 mil
millones de pesos, pasando seguidamente a manos de Metrotel y, por último, a
la multinacional Movistar.
En esa dinámica de extensión de la represión y de control total militar en el
departamento, en el año 2013 el comandante de las fuerzas militares Leonardo
Alfonso Barrera Gordillo anunció, con el alto mando militar en pleno, la creación

337
de seis bases militares para “blindar la seguridad en el departamento del
Atlántico”. Las seis bases se ubicaron en Suan, Manatí, Repelón, Luruaco,
Sabanalarga, una emplazada en Bocatocino y la otra en La Vía al Mar. Esta
estrategia global de control demuestra que el neoliberalismo como sistema
requirió para su implantación no solamente la infraestructura económica para su
desarrollo y acumulación sino de la represión para asegurar, mediante el miedo,
la sumisión de la población.
De todas maneras, y para alentar de nuevo las esperanzas o, como decía
Eduardo Galeano «dejar el pesimismo para tiempos mejores», hablar de una
verdadera alternativa popular que logre los cambios políticos reales en la ciudad,
las exigencias en la interpretación económica del contexto urbano y regional,
tanto histórico como actual, deben ser más rigurosas. Si pretendemos que en
Barranquilla se consolide un proyecto político y social articulado a otros
proyectos nacionales que modifique los efectos del capitalismo dependiente
colombiano, particularmente en relación con la situación de miseria que vive la
mayoría de las gentes de la región Caribe colombiana, es preciso en esta etapa
enfrentar las bases conservadoras del proyecto neoliberal y, en la coyuntura, los
planes desintegradores del TLC bilateral. Esta situación concreta implica tener
en cuenta que la estructura del poder que se afianza en el neoliberalismo es
nacional y, por consiguiente, la base para confrontar este modelo debe provenir
de una alianza estratégica nacional de estudiantes, obreros, intelectuales,
campesinos, pequeños industriales, comerciantes, desempleados y todos los
excluidos del sistema que, mediante un movimiento policlasista, multicultural y
políticamente diverso, confronte con propuestas claras el modelo económico
excluyente actual. En ese contexto, nuevas expresiones políticas y sociales
surgen en el escenario popular a mediados de 2014, entre ellas el Movimiento
cívico-político Ciudad Para Todos que se conformó con el respaldo de 250
líderes del sur oriente y sur occidente de la ciudad, así mismo revitalizan su
propuesta con el apoyo de varias organizaciones sindicales, sociales y políticas
progresistas y de izquierda. Es este pues un nuevo punto de partida que surge
como producto del fracaso de los nuevos lineamientos políticos, económicos y
sociales que la clase tradicional, reemplazada ahora por una elite inhumana de
empresarios tecnócratas, intenta consolidar en la ciudad.

338
Por otro lado, algunas voces de personajes regionales vinculados al sistema
también comenzaban, aunque tibiamente, a disentir: «Pero hoy, cuando esta era
se acaba y la globalización entra en una segunda fase, aquella que reconoce
que hay fallas en el mercado, es necesario que cambien muchas cosas,
particularmente la actitud de los países en desarrollo. Es realmente vergonzoso
como nos dejamos subyugar por paradigmas que solo producían beneficios
parciales y que no resolvían nuestro más serio problema: la inequidad social».
(López: et. al: 1999: p. 309)
Esta “inequidad social” o, para utilizar un término más preciso, esta explotación
miserable de la fuerza laboral en Barranquilla está apoyada en los poderosos
intereses comerciales e industriales de una clase que en la ciudad constituye el
2% de la población y se embolsan en sus falquitreras hasta más de la mitad de
la renta local; pero el 60-90% de las sumas que les quedan después del pago de
nómina y de los menguados impuestos al municipio lo invierten en su mayoría
para la lujuria del consumo personal, en operaciones especulativas comerciales,
bienes inmuebles y re-exportación hacia el interior del país de las mercancías
importadas provenientes de los mercados norteamericano, chino y europeo, todo
esto bajo el auspicio de los nuevos tratados comerciales. Además, transfieren
fraudulentamente (Panamá Papers) casi todos los años más de 3.200 millones
de dólares hacia paraísos fiscales y hacia los bancos de los países
desarrollados, constituyéndose la fuga de capitales en la región un problema
económico de proporciones gigantescas. La empresa Tecnoglass, por ejemplo,
que cotiza en la Bolsa de Valores (Nasdaq) mostró en 2018 ganancias
consecutivas en cinco trimestres por un valor de 89 millones de dólares en venta
con un incremento del 10% con respecto al año 2017 mientras sus barrios
adyacentes, como La Playa, Las Flores y Siape sufren una espantosa crisis
social.
Planteadas las cosas de esta manera, la situación real de la población
barranquillera y de todo el Caribe, como expresión regional, estará determinada
en su futuro económico por la correlación de fuerzas políticas y su interactuación
en el contexto nacional. En esa medida, pensar en una alternativa creíble para
la ciudad requerirá agrupar a todas las fuerzas políticas y sociales nacionales
que de una u otra manera estén buscando limitaciones estratégicas o tácticas al
modelo neoliberal o a un desplazamiento progresivo de éste, pues nos

339
enfrentamos al complejo problema de construir para Barranquilla y el Caribe una
fuerza social con contenido y propuesta nacional que encierre de forma
proyectiva una alternativa de poder elaborada en función de metas estratégicas
que superen el hambre, la miseria, el desempleo y todas las lacras sociales que
minan la base de nuestra existencia Caribe, pues a medida que la pobreza
aumenta no solo se profundizan las desigualdades entre los ricos y los pobres
de la región, sino también los ingresos entre los pobres mismos, asimilándose
cada vez más la Costa Caribe a una especie de “corraleja humana” sin burladero
visible. Por la implementación intensiva de las políticas neoliberales en Colombia
se perdieron entre septiembre de 2005 y octubre de 2014 3.1 millones de
empleos y en correspondencia con esa cifra gigantesca de desempleados se
anunciaba en Barranquilla la detención de 3.000 personas por robo de cables y
tapas de alcantarilla y estimaban que las empresas de servicios públicos habían
perdido, hasta septiembre de 2014, 18.300 millones de pesos por saqueos a
redes de cable de teléfono y energía, y en la costa las pérdidas totales fueron de
7.570 millones de pesos.
Estos hechos son pues, una inconsciente compensación social legítima de la
población excluida, ante el dramático desempleo y ante el brutal saqueo que
realizan los monopolios de los servicios públicos todo esto, como lo hemos dicho,
mientras la Cámara de Comercio de Barranquilla anunciaba con bombos y
platillos en noviembre de 2006, respondiendo al desmesurado aumento de sus
ganancias, la creación de un pomposo Centro de Negocios Internacionales con
capacidad para 1.500 personas que ya en 2017 se había terminado de construir
en la Vía 40 en el sector de Siape a orillas del rio Magdalena.
Con la expansión de la miseria y la continuación a gran escala del proceso de
marginalidad y tugurios hacia el sur-occidente y el sur-oriente de la ciudad, los
mecanismos de solidaridad se fracturan cada vez más. En esa perspectiva, las
clases medias y populares tienden a fraccionarse y el Estado, anclado en el
poder militar y el contubernio paramilitar que en la última década ha asesinado
a decenas de dirigentes cívicos y sindicales,131 comienzan a mostrarse cada vez

131
Según cifras de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOLS) en mayo
de 2004, de los 94 dirigentes sindicales asesinados en América Latina, 90 se producen en Colombia y en
un documento afirmaban que “los sindicalistas se ven obligados a trabajar en un clima de terror. Colombia
es el lugar más peligroso del mundo para los sindicalistas, actualmente existen 356 amenazas de muerte”.
Tres días después de esa declaración fue asesinado en Barranquilla, el día viernes 4 de junio de 2004, el

340
más ante los ojos de la inmensa cantidad de pobres como algo ajeno que dicta
leyes represivas y hambreadoras para ellos y las de acumulación y bienestar
solamente para los políticos corruptos, los mafiosos y los nacidos en “cuna de
oro”. Como fenómeno consecuencial a esta situación se desarrolla la violencia
común para sobrevivir, la de la delincuencia organizada para satisfacer su
consumismo suntuario y la violencia feroz del paramilitarismo para proteger los
intereses establecidos. Sobre estos temas afirmaba el exsenador Gustavo Petro
que «Barranquilla es un espacio privilegiado de actuación de la mafia política,
que básicamente es la confluencia de intereses locales, entre narcotraficantes,
sicarios de lesa humanidad y dueños de votos. Y su enemigo fundamental es la
Constitución del 91. Estas mafias ya han construido dictaduras locales y buena
parte del Caribe está bajo esa dictadura que avanza, porque quiere el poder
nacional».132 El dominio de esta alianza se concretó desde la llegada al poder
central del Estado del cuestionado presidente Álvaro Uribe Vélez y sus ocho
años de oscuro mandato, surgiendo en la ciudad personajes tenebrosos como el
empresario electoral y de la salud Dieb Maloof, acusado y puesto preso por la
declaración de paramilitares de mandar a asesinar a los alcaldes del
departamento que se oponían a entregarle a estos el presupuesto de la salud.
Generar espacios en la ciudad para definir una nueva alternativa político-social,
exige una acción compleja y difícil (amenazas, asesinatos, desplazamiento etc.)
que logre el agotamiento del modelo neoliberal y la exclusión impuesta por unos
pocos en el país y la región, ya que si bien este modelo económico no tiene una
legitimidad afincada en las mayorías, como se desprende del asalto militar
realizado a la E.D.T y de todas las acciones represivas que han realizado para
afianzar sus proyectos exportadores, la clase popular barranquillera todavía
carece en gran medida de una organización social y un proyecto político real que
ubiquen su acción en contradecir, con sólidos fundamentos, los contenidos y
objetivos de las fracciones sociales y económicas que se han beneficiado de este
proyecto aperturista, (gremios locales, monopolios nacionales y
multinacionales).

dirigente sindical de la Dian Nelson Cotes López quien también era activista del recién fundado partido
político de izquierda Polo Democrático.
132
El Heraldo, octubre 21 de 2005, p. 4-B

341
Aunque estos planteamientos que hacemos aquí traten de ubicar una búsqueda
de nuevas alternativas económicas a partir de definiciones ideológicas históricas,
pues tanto el neoliberalismo como las propuestas alternas lo son, es decir las
que van desde el keynesianismo al marxismo, no se pueden confundir las
propuestas de este ensayo con temas basados simplemente en presupuestos
teóricos, pues en las actuales circunstancias carece de sentido elaborar teorías
que no tengan una fuerza social real y que no recupere en su orden todos los
elementos históricos que definan exigencias de contenido estratégico, de
coherencia política, de capacidad de interpretación económica etc., que puedan
oponerse a los factores de poder históricamente existentes. Pero, por fuera de
la teoría, la gente del Caribe ya pasó a la práctica, aunque a la defensiva, miles
de familias de los barrios populares de la ciudad y de los pueblos costeños se
movilizan espontáneamente contra las multinacionales de servicios públicos que
les cortan el suministro de agua y luz masivamente y contra elites políticas
corruptas que los mantienen en el abandono y en la miseria.
El neoliberalismo y sus multinacionales no tienen corazón ni patria, pero si tienen
planteamientos teóricos defendidos por el poder existente, por lo tanto, elaborar
teorías económicas y políticas alternas a estos poderes y a este modelo
excluyente, y buscar mecanismos para que la población las enriquezca, las
proyecte y las multiplique con la movilización, la organización y el debate es el
método cardinal para combatir el poder del neoliberalismo y sus teóricos en la
ciudad, la región y el país.
La política neoliberal puede derrocarse en un levantamiento social, o ser simple
y pacíficamente arrinconada por la presión de los pueblos que la padecen, como
ha ocurrido en algunos países latinoamericanos; esto puede suceder pronto o
tomar algún tiempo en Colombia y exigir más adelante una lucha desesperada;
pero una cosa es cierta: sucumbirá inevitablemente ante la presión del hambre
y la creciente marginalidad. La alta votación de la Colombia Humana en
Barranquilla en las elecciones presidenciales de 2018, derrotando a la corrupta
maquina electoral del poder local, es un síntoma elocuente de esa situación.

11.2. La importancia del ser caribe como mecanismo para renovar la utopía
y consolidar una alternativa.

342
Con la estructuración del modelo neoliberal en la ciudad y los mecanismos de
“concertación” utilizados hábilmente por los sectores dominantes en los salones
de lujosos hoteles y clubes; a los sectores progresistas, democráticos y de
izquierda, se le ha dificultado comprender las relaciones económico-políticas de
las movilizaciones espontaneas de la clase popular barranquillera, con las
proyecciones y metas futuras de este sector social. Esta situación puede anular
procesos de unidad y proyección del movimiento social, pero, de ser asumidos
correctamente estos brotes aislados de protesta y movilización, pueden
transformar las acciones presentes contra el neoliberalismo, en la construcción
de una propuesta para la ciudad más grande y de más largo plazo sin demeritar,
claro está, lo que algunas organizaciones democráticas, progresistas y de
izquierda han logrado hasta ahora. Es preciso que los sectores que están
planteando propuestas económico-sociales alternas al sistema ganen en el
desarrollo de la lucha política contra el neoliberalismo y la globalización imperial
lo que podríamos llamar visión estratégica, es decir es preciso que logren
superar el inmediatismo reinante con su secuela de pequeñez y poca
imaginación para enfrentar los nuevos retos políticos, económico y sociales que
se están desarrollando con la firma del TLC bilateral con Estados Unidos y el
grave problema de los espirales de la corrupción que no dejan avanzar hacia la
solución de los graves problemas de los pueblos de la región Caribe. Igualmente,
la expresión de alegría y espontaneidad del costeño no debe ser asimilada a las
parrandas de carnaval, al vallenato o a otros elementos de su cultura, por demás
manipulada y distorsionada, sino en entender como ese proceso de gestación
de la alegría que se incuba bajo los palos de mango y “matarratón” acompañadas
de las brisas marinas del Caribe, pueden empezar a concebirse como acciones
políticas primarias, y también como parte de una construcción original de futuro.
Es mirar el detalle del comportamiento de ese “ser Caribe” para lograr entender
el contenido coherente de su mensaje. Cada paso, por ejemplo, que en los
carnavales da la Danza del Torito o los cumbiamberitos de San José, los saltos
interminables de las marimondas, el significado de la muerte y resurrección de
joselito, la bola e' trapo a 32º centígrados de alegría, las interminables partidas
de dominó en las esquinas que distraen el hambre y el desempleo pero que
también elevan el discurso político primario; estos factores, entre otros, se
constituyen por esencia en un mensaje valioso, mensaje que descubre en sí la

343
definición del contenido del discurso histórico sumergido de nuestra
martirizada ciudad, y proyectan claramente la fuerza indiscutible de la alternativa.
Se requiere, por lo tanto, interpretar la imaginería y la creatividad costeña para
hacerla coherente con la proyección económico-social de su futuro bajo la
condición necesaria de una reinterpretación acertada del pasado y del presente.
Dicho en términos del realismo mágico, se trata de rescatar la vigencia de la
concepción utópica de los Buendía (Cien años de soledad) para superar las
relaciones de dominación de los que una vez se llevaron el mar en pedazos (los
gringos en El Otoño del Patriarca) y volver a tener en el horizonte una nueva
oportunidad económica, política y social para esta saqueada tierra. Sin embargo,
no se trata de identificar un ser social Caribe fundado en una forzada concepción
idealista o garciamarquiana; o de interpretar la utopía de nuestro ser Caribe
como una pretensión intelectual sin fundamento, sino rescatar la necesidad de
buscar la construcción perdida de nuestra historia rebelde que, por naturaleza,
ha estado fundamentada en la búsqueda del equilibrio, la justicia y la igualdad,
como lo ha registrado la historia de esta ciudad a lo largo de este trabajo.
Debemos partir pues por revisar la realidad que nos impone el presente para ir
construyendo una identidad regional que esté respaldada por una visión de
cambio que oriente resueltamente nuestro destino Caribe por los senderos de la
autorealización pero, eso sí, bajo una completa disposición de lucha sin temor a
sus resultados.

344
Sábado de carnaval (2017): el autor con dos figuras icónicas de estas fiestas, el Che y
Fidel

No se trata tampoco en estas líneas finales de estimular un voluntarismo utópico,


pero sí es preciso superar la pasividad que, por distintos factores, envuelven y
oscurecen el futuro económico, social político y cultural de las grandes masas
populares. Renovar la concepción político-utópica del “ser Caribe” pone
necesariamente el futuro en el presente y debe buscar, con su objeto, recuperar
en la conciencia de las gentes costeñas la necesidad de concretar los cambios
económicos a través de una constante multi-direccionalidad de objetivos, para
así desplazar el conformismo y la pasividad reinante y legitimar igualmente
formas de lucha e interpretaciones de la realidad económico-social de una
manera más original y con mejores resultados sociales y políticos. Pero, las
necesidades de orientación y dirección que en la historia de Barranquilla y la
Costa requieren los grandes sectores populares marginados no han surgido
solas. El origen de la miseria en estos sectores siempre ha demandado
presencias intelectuales efectivas con capacidad de construir teorías
económicas, sociales y políticas que se proyecten a su realidad. Sin embargo,
en cada etapa económico-social que ha vivido Barranquilla, desde su origen
hasta nuestros días, a pesar de las grandes luchas que fueron ejemplo en la

345
primera mitad del siglo XX, ha existido en la última década una presencia muy
poco organizada de los sectores populares que han orientado batallas de
resistencia a los modelos económicos dominantes debido, en parte, a una
capacidad intelectual no orgánica, anarquista si se quiere, que ha podido
construir aisladamente líderes intelectuales costeños que basen sus
experiencias en lo colectivo, pues es preciso reconocer honradamente que la
intelectualidad visible que en el reciente periodo se ha formado en la Costa (y
eso lo evidencian los escritos históricos sobre Barranquilla, y que son en su
mayoría miembros de los sectores dominantes o consortes de ellos) han
condenado sus estudios a la profecía del pasado para endiosar el presente, más
que orientar la arquitectura del porvenir para proponer alternativas reales a
nuestros grandes problemas económicos y sociales. En otras palabras, estamos
devorados por la abstracción del pasado “glorioso y de progreso” instaurado en
la inconsciencia colectiva del pueblo de Barranquilla que solo algunos “eruditos”
interpretan a través del escritorio y la cátedra y, por esa vía, se impone en los
recintos cerrados de clubes, teatros y universidades, originando esto gran
dificultad en captar todas las posibilidades del momento histórico decisivo en que
se desenvuelve la ciudad y la región Caribe en general. Pero ni siquiera estos
mecanismos de lectura histórica son parte de una original concepción de
nuestros intelectuales, sino que son promulgados por grandes multinacionales
culturales para adaptar a los barranquilleros a las nuevas realidades neoliberales
y crear así la artificialidad de un iluminismo que endiosa el enriquecimiento y la
prosperidad a corto plazo. Rolando Díaz vendedor de libros e intelectual popular,
en su chaza de la carrera 35 con la calle 43 en Barranquilla, mortificado por esta
situación declaraba: «Ahora lo que la gente más busca es la basura, los libros
que hablan sobre cómo hacerse rico y saludable en tres pasos, o los que hablan
de los planetas, velas mágicas, la suerte y el destino» (El Heraldo: 9/7/2004)
En la academia el resultado no es diferente, el programa “Cátedra Barranquilla”
creado en 1997 por la privada Universidad del Norte es patrocinado, por ejemplo,
por la fundación Kellogg's filial de la poderosa multinacional de transgénicos
Monsanto a través del Partners of the Américas y cuya intención es la de
reproducir en las futuras capas dirigentes que promueve esta institución, el
mediocre historicismo trillado que nos agobia con claros y definidos propósitos,
pues como afirma Petras: «Frecuentemente las academias (norteamericanas)

346
formulan los programas académicos de los países dominados para maximizar
los intereses globales de las multinacionales y reciben lucrativos honorarios
como consultores cuando están en el gobierno, sus antiguos estudiantes le dan
la forma a las políticas, se involucran en prácticas corruptas y acumulan fortunas
privadas a través de la política de privatización». (Petras: 2001: págs. 23-24)
Mientras en Barranquilla las instituciones universitarias privadas son premiadas
por la potencia norteamericana a través de la fundación Kellogg's, los
intelectuales que proponen cambios pacíficos en la naturaleza injusta del
sistema son violentamente reprimidos y asesinados. Después de la detención de
un reconocido sociólogo de la ciudad el 17 de junio de 2004 en Barranquilla, por
hacer un estudio científicamente documentado de la situación de los
desplazados en la ciudad, y sindicado por esto de “auxiliador de la guerrilla”; la
Asociación de sociólogos y sociólogas, académicos, artistas y trabajadores de la
cultura del Caribe colombiano, enviaron un sentido comunicado a la ciudad y el
país donde dan cuenta del contenido despreciable al conocimiento por parte de
quienes se dicen portadores del progreso y del entendimiento humano. El acto
ético y moral expuesto en la carta de los intelectuales proclamaba:
«La detención del investigador social Alfredo Correa de Andreis, ha
causado gran alarma y conmoción entre las gentes pensantes de
la costa Caribe colombiana y el país porque parece advertirse una
animadversión agresiva contra toda forma de investigación de la
realidad sociopolítica de la sociedad colombiana, huérfana de
estudios serios y dotados de sentido; especialmente agraviada se
siente la comunidad de académicos y cientistas que tenemos a la
investigación de los problemas sociales como definición y esencia
social... rechazamos inermes, erguidos y dignos, con toda la fuerza
moral de la ciencia, el arte y la literatura, toda forma de mordaza a
la libertad de pensamiento y exigimos en nombre de los más altos
valores de la justicia social, la libertad inmediata de Alfredo Correa
de Andreis. De lo contrario nos convenceremos que el futuro que
se nos ofrece desde la dirección del Estado será adverso para las
faenas de la inteligencia en Colombia».
Pero a la petición de libertad, concedida por presión popular el 17 de julio, y ante
la ausencia de pruebas y el desmoronamiento del montaje, le siguió (como es

347
normal en la tendencia decisiva de los estados fascistas, que mostró en pleno la
tendencia más opresiva del orden social neoliberal), el aberrante asesinato del
sociólogo solo dos meses después del señalamiento estatal. El 17 de septiembre
de 2004 quedó en evidencia la consciencia de la conexión Estado-paramilitares
(confirmada en el 2006 con el hallazgo del computador del paramilitar “Jorge 40”
que delató las íntimas relaciones de éste con el DAS y la clase política local) y la
inconsciencia y anulación de que el derecho, el llamado Estado Social de
Derecho, ya no sigue teniendo vigencia para los hombres en esta tierra. La
verdad de esa observación quedó expresada en el comunicado de los
intelectuales, entre ellos los insignes fallecidos Orlando Fals Borda y Carlos
Gaviria, al siguiente día del asesinato de Correa:
«Señor presidente informamos sobre el asesinato a mansalva del
profesor Alfredo Correa de Andreis y de su escolta ocurrida hoy
viernes 17 de septiembre en Barranquilla al salir de su casa,
queremos sentar ante usted y públicamente nuestra voz de
protesta y de la manera más enérgica, por tener preocupantes
características de crimen de Estado e índice de persecución
irracional e indebida a quienes tenemos la inalienable función
intelectual de investigar, educar y denunciar. Al profesor Correa se
le quiso imputar, por informantes innominados hace apenas dos
meses, un cargo de rebelión como ideólogo de grupos insurgentes,
imputación que no pudo probarse por no tener bases ningunas...
su muerte no tiene ninguna otra explicación que la persecución
política y sectaria por razón de las ideas que preconizaba, siempre
en pro del pueblo costeño, en aras de la justicia y contra el
fascismo-nazismo... la muerte del profesor Correa se suma a la
cadena de crímenes similares que, como en otras épocas nefandas
de nuestra historia reciente, se vienen haciendo de manera impune,
y soterrada muchas veces, con el fin de destruir las libertades
democráticas de nuestra nación... solicitamos, por lo tanto, una
investigación expedita y eficaz, que lleve a una explicación clara de
lo ocurrido, el castigo para los asesinos y la seguridad de que cesen
estos actos de persecución por el delito de opinión». (El Heraldo:
18/9/2004: p. 13-A)

348
El dilema existencial-represivo en que se encuentra la intelectualidad progresista
en Barranquilla, donde se incluye en menos de una década el asesinato impune
de más de una decena de sindicalistas133, dirigentes sociales, profesores y
estudiantes de la Universidad del Atlántico, entre ellos a los profesores Jorge
Freyte, Alfredo Castro Haydar, Carlos Rivera Riveros, Lisandro Vargas Zapata,
Raúl Peña Robles, Luis Meza Almanza, Jairo Puello Polo entre muchos otros
dirigentes sociales, y la respuesta con múltiples y masivas protestas de la
población ante esa barbarie, nos hace pensar y concluir que todo el modelo
exportador diseñado para el Caribe colombiano esta salvaguardado por las balas
paramilitares para facilitar el tránsito de la riqueza de los monopolios nativos y
extranjeros y aguantar, mediante el terror y el hambre, a la extensa población
marginada sin que exista oposición política y social de ningún tipo. En la libreta
personal del paramilitar “Don Antonio” quien era el relacionista público de los
paramilitares en la costa, y cuyas intimidades dio a conocer la revista Semana,
confirma esa estrategia macabra:
«En un apartado “don Antonio” tiene las siguientes notas: “que
posibilidad hay de seguir y crecer por todo el país... organizar lo
que tiene cada uno de los comandos con la Fiscalía... organizar con
los comandantes las reuniones con ganaderos y empresarios
amigos para organizar la red de comunicaciones y los servicios
especiales de seguridad privada».

133
El día 31 de agosto de 2002 fue asesinado en las calles de Barranquilla el dirigente sindical de Coca
Cola Adolfo de Jesús Múnera López. Sobre este hecho sus compañeros en un sentido comunicado
denunciaron el hecho y responsabilizaron a la multinacional Coca Cola y al estado de este vil crimen: “El
Compañero Múnera López aportó durante su vida sindical y política como Vicepresidente de la Central
Unitaria de Trabajadores de Colombia CUT Subdirectiva Atlántico, ocupó varios cargos directivos en
Sinaltrainal y en la Junta Comunal del barrio donde vivió. Al compañero Múnera López le fue allanada su
casa en Barranquilla por miembros de las fuerzas armadas de Colombia el 6 de abril de 1997, razón por la
cual tuvo que desplazarse a otras ciudades con el propósito de salvaguardar su seguridad y su vida. Por esta
razón Coca Cola procedió a enviarle a su casa la carta de despido de su puesto de trabajo el día 7 de mayo
de 1997. Coca Cola lo despidió por abandono del puesto de trabajo facilitando con esto la actividad de los
asesinos y así el encubrimiento de la empresa. Se continúan asesinando dirigentes sociales, aniquilando
organizaciones y destruyendo comunidades. Sinaltrainal en múltiples ocasiones ha denunciado
seguimientos, amenazas, secuestros, asesinatos, desplazamientos de dirigentes sindicales, pero todos estos
hechos continúan en la impunidad. De todo esto es responsable el Estado de Colombia. Pedimos a las
organizaciones sociales y de derechos humanos denunciar este nuevo atentado contra la vida y exigir de las
autoridades colombianas encontrar a los responsables y castigarlos para que este nuevo crimen no
permanezca en la impunidad”.

349
Esta tenebrosa estrategia orquestada por empresarios y paramilitares en
contubernio con el Estado, le costó desde el año 2002 al 2006 la vida a 508
dirigentes sociales en el Caribe, relacionadas y detalladas estas muertes en el
mencionado computador de “Jorge 40” y muchas de ellas halladas en fosas
comunes, ubicadas en fincas de reconocidos terratenientes en el municipio de
Sabanalarga.
Pero la gente está en un periodo en que las balas oficiales y paramilitares no
fracturan su disposición a la organización y a la lucha, cada dirigente amenazado
o asesinado descubre la sinrazón de sus políticas económicas y es un ladrillo
más que cae del edificio monstruoso de las injusticias. Un informe de la
Defensoría del Pueblo, después del asesinato en Barranquilla del sindicalista de
Anthoc134 (sector salud) José Luis Torres Pérez informó que «63 sindicalistas en
Barranquilla se encontraban amenazados, y en particular, los miembros de la
junta directiva, activistas y afiliados de base de la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT) seccional Atlántico, y de los sindicatos del Magisterio,
Anthoc, Sintranaviera, Sutimac, Sintraelecol (Atlántico), Sintraelecol (Corelca),
Sintrainal Barranquilla, Sintracoolechera, Sintraimagra, Sintragro, Sintragrícola y
Fecode, entre otras organizaciones consideradas como población en situación
de riesgo». (El Heraldo: 6/3/2004: p. 4-A)
En septiembre del mismo año y bajo el conocimiento de una nueva ofensiva
criminal, el movimiento sindical del Atlántico declaraba al país que «Las
estadísticas de la CUT indican que 68 sindicalistas han sido asesinados en el
departamento desde 1993, 110 han recibido amenazas de muerte y 15 han
salido del país. Y hasta septiembre de 2004, 7 sindicalistas fueron asesinados
en Barranquilla, 5 fueron capturados y 6 están con órdenes de arresto debido a
su actividad gremial». (El Heraldo: 7:9:2004: p. 1–D)
A los pocos meses de esa declaración (mayo de 2005) fue asesinado el dirigente
de Sintraelecol Adán Pacheco y recibió graves heridas de bala el profesor de
artes de la Universidad del Atlántico Julio Lamboglia. Diez años después, en
octubre de 2014, un comunicado de la Defensoría del Pueblo da cuenta del

134
La muerte de los sindicalistas del sector salud en Barranquilla está relacionada directamente con el
control económico de este sector por parte de paramilitares y gamonales, pues mientras el jefe paramilitar
“Jorge 40” admitió recibir dineros desviados de un fondo de salud para los pobres para financiar su guerra
criminal, reconoció igualmente que “los hombres bajo su mando han dado muerte a los sindicalistas en
Barranquilla” El Heraldo, septiembre 10 de 2004, p. 8A.

350
recrudecimiento de las amenazas contra dirigentes sociales y defensores de
derechos humanos a la par del llamado “florecimiento de la economía de la
ciudad”. Con el preocupante título “Cerca de 5.000 habitantes de Barranquilla y
su área metropolitana en riesgo por violaciones a los DD HH”, el comunicado de
la Defensoría señala:
«Adicionalmente, se ha registrado un incremento de las amenazas
de muerte contra los defensores y defensoras de derechos
humanos. De acuerdo con cifras de la Defensoría Regional
Atlántico, desde el primero de enero hasta el 17 de junio de este
año (2014) se han registrado 90 casos de amenazas contra líderes
sociales, defensores de derechos humanos, sindicalistas,
estudiantes universitarios, docentes, las cuales se profieren por
medio de panfletos, llamadas telefónicas y envío de sufragios. Ante
esta grave situación, el Defensor del Pueblo, exhorta al Ministerio
del Interior para que declare la alerta temprana para los municipios
del Área Metropolitana de Barranquilla con el fin de que se
implementen medidas eficaces que prevengan las violaciones de
los derechos de esta población en riesgo. Así mismo, recomienda
a la Gobernación del Atlántico coordinar con la fuerza pública la
adopción de medidas de prevención y protección de los derechos
de dicha población en riesgo, y las acciones tendientes a la
desarticulación y neutralización del accionar de los grupos armados
ilegales que generan los hechos de violencia». (Defensoría del
Pueblo: 4:10:2014)
Las amenazas y el asesinato selectivo y masivo están pues desmoronando el
“modelo de virtudes” de las políticas neoliberales, en una clara simbiosis entre el
modelo y el crimen, situación que está fortaleciendo indiscutiblemente el recurso
de la alternativa. Respondemos así de manera concreta a la pregunta de una
inquieta dirigente donde cuestionaba que: «Resulta preocupante que en la Costa
están los tres actores del conflicto armado: guerrilla, narcos y paramilitares, pero
mientras en el sur de Colombia se considera como la zona donde predomina la
guerrilla, el norte es reconocido en el exterior como la zona donde predominan
los segundos... sin justificar lo más mínimo a la guerrilla, hay que preguntarse

351
¿qué hay en cierta dirigencia costeña que hizo que renaciera un fenómeno tan
aberrante como el paramilitarismo?». (López: 2001: págs. 110-111)
En el modelo económico, la ganancia de los monopolios, el tratado bilateral con
Estados Unidos, la sobre explotación del trabajo asalariado, el negocio jugoso
de la salud, la corrupción que genera el movimiento de capitales, las divisas del
contrabando, las comisiones de las privatizaciones, la redistribución narco-
gamonal de la tierra, los jugosos contratos de las grandes obras portuarias y
viales, el miedo (por la razón que las cobija) a la oposición democrática y de
izquierda etc., allí están las respuestas a esa interesante pregunta.
El egoísmo desenfrenado del neoliberalismo y la represión antisocial que lo
acompaña nos convirtieron en reos de la muerte y en portadores obligados del
olvido, por eso, en gran medida seguimos sujetos a los días miserables y sin
memoria que siguieron a la fundación de Macondo. Pero no hay que esperar a
un Melquiades;135 la responsabilidad y acción de los economistas, historiadores,
dirigentes progresistas etc., de Barranquilla a pesar de la represión, deben seguir
confrontando sus experiencias en debates y análisis que superen las limitaciones
históricas excluyentes de nuestro capitalismo dependiente y de la cultura
represiva neoliberal que lo inspira para poder recuperar así la memoria y, por
consiguiente, la elevación y consagración de lo popular como fuente prioritaria
de preocupación. La construcción de una alternativa económica y política que
centre su preocupación en el interés y la voluntad de las mayorías costeñas,
representa hoy más que nunca una empresa grandiosa cuyo sentido no solo
debe estar en la coherencia de las propuestas que se hagan a la población sino,
además, en que estas propuestas tengan una capacidad de convocatoria real.
Es preciso recordar pues que la educación política de los sectores populares en
Barranquilla se encuentra en unos niveles preocupantes. Y más si consideramos
que durante la ofensiva ideológica de los neoliberales y la desbandada de
intelectuales de izquierda a raíz del colapso del “socialismo real” y su secuela de
traidores a la causa popular, sumando los planes de exterminio y las amenazas
de dirigentes sociales, estudiantiles, sindicales etc., los barrios populares han
quedado, en parte, huérfanos de dirigentes que propongan caminos distintos a
los del establecimiento.

135
Personaje ficticio que redimió a Macondo de la peste del insomnio y la pérdida de memoria en Cien
años de soledad de Gabriel García Márquez.

352
Para retomar la iniciativa popular, en una primera fase, la convocatoria que se
haga deberá responder a las realidades concretas y prioritarias que sienta la
población como imprescindibles para superar los factores de atraso y miseria
presentes. Y, de hecho, las necesidades básicas de los barranquilleros y
costeños surgirán como un elemento integrador que reactivará las expectativas
populares y será éste un elemento fundamental para redefinir su futuro
inmediato. En una segunda fase, y desde el plano económico, origen y
expectativa de este trabajo, es preciso que la población barranquillera sienta
como suyo, y lo son, los puertos, el río, las industrias y empresas productivas
estatales básicas, energía, acueducto etc., privatizadas por el sistema, para que
nuevamente sean recuperadas en destino colectivo y queden libres de la
politiquería y corrupción generadas por la misma clase dominante que hoy se
apoderó de ellas y la han convertido en un fiasco económico y social.
Electricaribe y la Triple A son la prueba palpable de esa ineficiencia y corrupción
de estas entidades privatizadas. Con esto se superará la visión de inmediatismo
y las reivindicaciones de corto alcance que impregnan la coyuntura, origen de la
movilización espontanea de los sectores populares, pues como es conocido,
estas movilizaciones populares sin orientación definida han sido utilizadas por
politiqueros y empresarios electorales como mecanismo para la manipulación
política y la perpetuación a diversa escala de la corrupción. Se trata pues de
articular los problemas actuales de la ciudad en lo inmediato y particular para
vincularlos, mediante un proceso de educación política consciente a una
estrategia nacional, permanente y compleja que logre incorporar en el
subconsciente colectivo una visión de futuro económico y social integral.
Al replantear en sus bases el análisis histórico del problema de acumulación del
capital en la ciudad y la región Caribe colombiana, se puede advertir claramente
que la clase dirigente (politiqueros) y dominante (gremios) han callado a
propósito las causas de la creciente miseria en Barranquilla y el caribe; y también
silencian el hecho indiscutible de que los factores sociales y políticos ejercen una
influencia decisiva sobre el nivel que tiene el proceso de acumulación en las
principales esferas de la economía y sobre su parte en la distribución de la renta
local, tanto antes como en este decisivo periodo. Sé han “olvidado” estos
sectores que el saqueo permanente de nuestros recursos naturales, materiales
y humanos, estimulados por el dominio del capital extranjero, han limitado

353
gravemente la acumulación de capital nativo y determinado, por su parte, la
extrema lentitud del desarrollo económico y, por consiguiente, la preocupante
elevación de la miseria en los barrios pobres de la ciudad, la región y el país.
Son muchos pues los factores desintegradores que la nueva etapa del
capitalismo ha impuesto a la cultura Caribe y a la cohesión popular costeña,
sumadas a las intenciones de penetración ideológica que lideran los gremios y
algunos intelectuales que escriben para ellos. (Como hemos dicho, casi todos
los escritos sobre Barranquilla y su historia legitiman la idea de progreso que
imponen los círculos intelectuales ligados al sistema, exceptuando el trabajo de
Mauricio Archila Neira, citado en este trabajo). Se ha pretendido con esa historia
artificial de progreso económico, acentuar un “regionalismo popular” y una
“identidad Caribe” construida sobre cimientos de desigualdad, buscando así que
los barranquilleros y los caribeños en general, compartan una supuesta
estabilidad que no existe, una “seguridad y paz” que pretende esconder los
graves conflictos sociales y una “alegría y jovialidad” que cada día se desdibuja
más a raíz de la miseria creciente. Pero, a pesar de todo, existe una experiencia
de lucha que históricamente se ha acumulado en el tiempo. Generación tras
generación los barranquilleros han soportado bajo el inclemente sol Caribe la
humillación del hambre y del olvido; sin embargo, existe una memoria ancestral
que intenta reconstruirse y que los medios de comunicación de masas, el
academicismo limitante y el economicismo decadente en su historia y con su
contenido enajenante no han borrado, y es esa memoria histórica, popular,
soberana y antiimperialista de este pueblo la que debe seguir siendo convocada
para que los vientos alisios del Caribe nos espanten esa sumatoria infinita de
problemas no resueltos.

i
Sobre la situación latinoamericana de la época un historiador ruso afirmaba que “Los indios y africanos
llevaban una vida insoportable, marcada por el hambre y la miseria, carecían de tierra y estaban privados
de todos los derechos políticos. En realidad, se encontraban reducidos a la situación de ganado de labor.
Estas masas enormes de esclavos y semisiervos de la gleba determinaban también el carácter de la estructura
social de las colonias; los indios y los negros formaban la base de la pirámide social” K. Tasárov, América
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