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MAX SCHELER, “EL PUESTO DEL HOMBRE EN EL COSMOS”

Max Scheler expone su trabajo finalizando la década de los 20`específicamente


en 1928, año en que también, lamentablemente, fallece. Se trata de una investigación
breve pero muy concisa donde analiza antropológicamente las características propias del
hombre, sobretodo, resaltando el enfoque espiritual como conjunción de las acciones que
el ser humano realiza en función de su voluntad y la libertad.
En este sentido, Esta obra se presenta como el compendio de múltiples
indagaciones forjadas a lo largo de sus estudios con el fin, de dar respuestas a las diversas
interrogantes filosóficas abordadas inclusive en las edades anteriores a la
postmodernidad; sin embargo, es ésta edad, la cual nuestro autor señala después de haber
despertado como él mismo dice: una “conciencia filosófica”, todo converge a la máxima
pregunta: ¿Qué es el hombre y cuál es su puesto en el ser?
Como método de investigación, Scheler utilizó la fenomenología para estudiar
los fenómenos emocionales y sus respectivas intencionalidades.
Bajo este mismo aspecto, el autor expresa que el puesto del hombre en el cosmos
da en resumen sus ideas sobre los puntos capitales de la antropología en cuanto doctrina
filosófica del hombre.
La obra de Scheler busca situar al hombre en el mundo de forma única frente al
naturalismo de Darwin muy imperante en el siglo XIX. Y no solo eso, sino que también
ante todo el pensamiento positivista, cientificista que prima a la razón y aparta de su
convicción la idea de espíritu y toda noción metafísica, examina una notable convergencia
entre todas ellas, es decir, fundamentar la unidad de las nuevas ciencias.
Introductoriamente, realiza un análisis describiendo tres posturas diferentes: la
tradición judeo-cristiana, el pensamiento de la antigüedad clásica y las ideas forjadas por
la ciencia. Al final, cada uno de estos pensamientos son antropologías que, de ninguna
manera, ha tenido aproximación entre sí; como él mismo cita: … “pero no poseemos una
idea unitaria del hombre”

En este sentido, Scheler va a negar toda antropología que se presenta como única
y totalizante para el ser humano, por ejemplo: la inteligencia no es propiamente una
facultad exclusiva del hombre, sino que también es común observarla en los animales,
ahora bien, lo que si puede haber es una diferencia de grados.
Sin embargo, tampoco las rechazará, antes bien, intentará producir una síntesis
armoniosa de todo lo valioso que se ha dicho del hombre. Esto conducirá a la creación
de una antropología filosófica como disciplina especial.

La obra se divide por capítulos. El primero de ellos señala los grados del ser
psicofísico, es decir, el funcionamiento de la estructura psíquica capaz de mantener todos
los procesos mentales arraigados en el ser humano y su relación con todos los seres
orgánicos que consideramos vivos. Las formas vitales presentan cuatro grandes grados:
el impulso afectivo, que se le adjudica a las plantas. El instinto, definido como la conducta
del ser vivo que normalmente alberga los animales.

De este último grado, se desprende la memoria asociativa como una conducta


“habitual” de aquellos animales gregarios que trabajan en conjunto o grupalmente para
conseguir un determinado fin o su existencia. Y la inteligencia práctica de los animales
superiores capaces de elegir y preferir ante un cúmulo de posibilidades.

En los siguientes capítulos, el autor se desprende de la visión científica y se sitúa


en un enfoque espiritual diferenciando esencialmente lo que es el hombre y el animal.

Él mismo dice: “si se concede la inteligencia al animal, ¿existe más que una
mera diferencia de grado entre el hombre y el animal?” la esencia del hombre radica por
encima de su inteligencia y de sus facultades de elección. Es el espíritu, el principio que
se opone a toda vida en general.

Aunado a ello, Scheler en el capítulo tres analiza el conocimiento ideatorio de


las esencias como acto fundamental del espíritu. El acto de ideación es diferente a la
inteligencia técnica. Puedo tomar el dolor como una realidad esencial, existencial, extraña
y asombrosa dentro de un mundo sumergido en sufrimientos y dolor. Una de las preguntas
claves que nos haríamos entre nosotros sería ¿Qué es el dolor en general? ¿Por qué existe?
¿a Causa de que se instala en la persona humana? Para ello tomamos la realidad en todo
su desarrollo tenemos que tener en cuenta un punto fundamental dentro del tema que es
el “aquí y ahora”.

La ideación ayuda a entender mejor esta cuestión, es la acción de comprender


las formas esenciales, para nosotros este tipo de conocimiento es un conocimiento a priori.
Los conocimientos de las esencias se realizan en funciones diferentes, suministrar
axiomas a las ciencias positivas, para la metafísica filosófica constituyen el conocimiento
del ser. Esta facultad de separar la existencia de la esencia constituye la nota fundamental
del espíritu humano, en las que se basan todas las demás. La trama de actos que conducen
a la ideación. El hombre puede realizar una acción que puede llamarse anulación ficticia
de la realidad. Se puede estar en la realidad y no sentirse a sí mismo, es magnífico
contemplar las cosas, pero es terrible ser una (buda)

E. Husserl funda el conocimiento de las ideas en una reducción fenomenológica,


esta es la operación de anular o borrar el coeficiente existencial. No puede señalarse
sensación alguna que corresponda con la realidad, nos da la manera de ser de las cosas
jamás su existencia, la existencia surge de la vivencia de la resistencia que ofrecen las
esferas del mundo ya descubiertas. La resistencia se da en nuestra vida impulsiva, para
nuestro impulso vital central.

El hombre puede adoptar una conducta ascética frente a la vida. El hombre puede
reprimir y someter los propios impulsos. Comparado con el animal que dice sí a la
realidad, el hombre sabe decir no, es un eterno protestante contra toda mera realidad.

Max Scheler, en su capítulo cuatro analiza la precedencia de este mismo espíritu.


Él formula lo siguiente: ¿nace el espíritu por obra del ascetismo, de la represión, de la
sublimación, o solo recibe de estos su energía? A lo cual responde que, esa actividad
negativa no condiciona en modo alguno el ser del espíritu, sino tan sólo su
aprovisionamiento de energía y su capacidad para manifestarse. De esta cuestión, surgen
dos posibilidades de concebir al espíritu, o sea, dos teorías: la teoría clásica y la teoría
negativa.
La teoría clásica, es desarrollada por los griegos. atribuye al espíritu mismo, no
solo fuerza y actividad, sino el máximo de poderío y de fuerza. Afirma que el ser del
“universo” (cosmos), tiene una estructura tal, que las formas superiores del ser, desde la
divinidad hasta la materia bruta, son modos del ser más dotados de poder y de fuerza, o
sea, los modos causativos. tiene su origen en el concepto griego del espíritu es la teoría
de la autarquía de la idea, teoría de que la idea está originariamente dotada de fuerza capaz
de acción causal, es decir, que constituye intrínsecamente la posibilidad de
autoabastecerse, determinarse y dominarse a sí misma. El error fundamental, es un error
de principio, consiste en suponer que este mundo en que vivimos, está ordenado desde su
origen.
Por su parte, la teoría negativa es el espíritu mismo —hasta donde se admite este
concepto— o, por lo menos, todas las actividades humanas “productoras de cultura”, esto
es, todos los actos morales, lógicos, de contemplación estética y de creación artística,
nacen exclusivamente por virtud de aquel “no”.
En el siguiente capítulo, Max Scheler llega al problema del alma y el cuerpo lo
presenta como dos dimensiones que se integran en el hombre; rechaza cualquier monismo
o dualismo que se tenga con respecto a la visión del hombre. Él ofrece una visión
totalmente integral de lo fisiológico y lo psíquico, los considera como un mismo proceso
vital, donde no se entiende lo físico sin lo psíquico y viceversa. Para evidenciar esta
afirmación propone ejemplos muy sencillos, pero muy idóneos para su justificación;
Scheler afirma: "Con arreglo a nuestra experiencia, una úlcera gástrica puede estar
condicionada por influencias psíquicas tanto como por procesos físico-químicos."
Es notorio, que para este filósofo lo físico-psíquico, alma-cuerpo, son una
unidad, una totalidad en el ser humano. Tomando lo psíquico y lo físico como dos
aspectos del mismo proceso vital, entonces el espíritu, que lleva a cabo estos dos modos
de consideración, debe ser por necesidad superior al alma y al cuerpo.
En Scheler, además de estas dos dimensiones mencionadas anteriormente,
existe, pues, el espíritu, que no tiene ni tiempo ni espacio, por lo tanto, es superior a los
procesos psicofísicos, los cuales están sometidos a lo espacio-temporal. El espíritu sólo
depende del proceso vital cuando solicita una actividad, porque no posee fuerza
originaria, pero en sus demás casos es independiente.
En el último capítulo, explica la concepción del hombre como un ser abierto al
absoluto, cuando el ser humano se aleja de la naturaleza, cuando hace de ella su objeto,
por medio de su espíritu, en él surge un deseo de un ser que esté más allá de lo puramente
inmanente, finito, limitado, es decir, de un ser trascendente, infinito e ilimitado por
excelencia. Esto surge precisamente cuando el hombre se interroga por sí mismo, cuando
se reconoce como un ser distinto a las demás realidades existentes.
El hombre reconoce que su centro está más allá de lo que puede observar y esto
le ocurre cuando se descubre como un ser abierto al mundo y en el momento cuando toma
conciencia de que no depende del medio como los animales.
Desde lo anterior se puede concluir, que el hombre tiene la necesidad de
Absoluto, él va orientado hacia él; mas Scheler rechaza aquella visión donde el hombre,
por satisfacer esta necesidad, se refugia en la religión y especialmente rechaza el judaísmo
y el cristianismo. Llega entonces a la conclusión de que "para nosotros la relación del
hombre con el principio del universo consiste en que este principio se aprehende
inmediatamente y se realiza en el hombre mismo, el cual, como ser vivo, y ser espiritual,
es sólo un centro parcial del impulso y del espíritu del "Ser existente por sí".
Para Scheler el hombre es el lugar donde se realiza lo divino. Dios es un ser que
se está haciendo, y se hace en el hombre, es por tanto un Dios en camino, que sólo alcanza
la divinidad perfecta en el final del proceso evolutivo.
Con este libro se puede descubrir cómo el contexto histórico condiciona todo
pensamiento de un filósofo, pues en Max Scheler se comprueba esta afirmación, ya que
en su forma de filosofar influyó mucho su ambiente familiar, sus profesores, sus amigos
y la misma realidad de su país.
Se comprueba que el hombre tiene mucho en común con los diversos seres
vivientes, aunque parezca extraño, pues en muchas de sus actitudes es exactamente igual
a las plantas y a los animales; tiene en común con las plantas el impulso afectivo, es decir,
las ganas de vivir, el anhelo de perpetuar su existencia y con los animales el instinto, la
memoria asociativa y la inteligencia práctica. El hombre, si bien es cierto que tienen
aspectos en común con las plantas y los animales, también es cierto que entre ellos existe
una gran diferencia y ésta precisamente reside en que el hombre tiene espíritu y, gracias
a éste, objetiva las demás realidades que existen, tiene autoconciencia, es libre y, lo más
admirable aún, es un ser abierto al Absoluto.

Grupo 1
1. Cañete, Agustín
2. Cardoza, Frandres
3. García Giménez, Renato
4. Alonso, Guillermo
5. Quesnel, Esteban

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