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Ensayo acerca de la Cartilla Moral de Alfonso Reyes

Introducción

La cartilla moral fue escrita por Alfonso Reyes durante la época del Porfiriato. Este
escrito tuvo como fin buscar consolidar al país que sufría una crisis social. Ante la
crisis, Reyes plantea en su cartilla unas “consejos” que pretenden fortalecer el lazo
fraterno entre los mexicanos. Para esta tarea, Reyes propone unos fundamentos morales:
Comienza desde la persona, sus componentes y lo que debe buscar, pasa por la familia y
su función para con la persona, y termina con la sociedad, que es el conjunto de
personas educadas bajo los valores de la familia, y que ya educado debe impregnar
valores civiles en la sociedad mexicana.

A continuación haremos un estudio detallado del tratado. Se hará énfasis en señalar los
principios aristotélico-tomistas, y después de haber hecho claro y distinto los conceptos
que Reyes usa para fundamentar su moral, se realizara una crítica sobre la misma. Para
ello, se procederá explicando cada concepto importante de cada capítulo y se tratara de
desarrollar adecuadamente para proceder claramente. El método que este ensayo
utilizará es el deductivo axiomàtico.
1.- Planteamiento general de Reyes

Reyes comienza por dar las referencias etimológicas de moral y ética: moral es una
palabra que procede del latín y ética del griego. No parece diferenciar cada una de ellas,
sino que parte con que ambas se identifican, solamente la diferencia es morfológica, no
semántica.

En tanto al concepto de bien, Reyes da dos características: es universal y debe procurar


dar primicia a la comunidad antes que al individuo. En tanto a la universalidad del bien,
argumenta que el bien es algo que todo ser humano busca alcanzar y que hay principios
universales que todos los hombres aceptan y se manifiestan en las religiones.

Todas las religiones contienen un cuerpo de preceptos morales, que coinciden en lo


esencial. Pero el bien no sólo es obligatorio para el creyente, sino para todos los
hombres en general. El bien no sólo se funda en una recompensa esperada. Se
funda también en razones que pertenecen a este mundo. La conducta moral, esto es,
movida por el bien, nos permite vivir en paz con nosotros mismos y en armonía
con los demás. Por eso es importante.1

Esta noción de bien universal deriva una razón comunitaria. La persona humana antes
de velar por sus propios intereses, debe velar por el del otro, ya que el otro será la mano
que le ayude en circunstancias adversas.

El bien no bebe confundirse con nuestro interés particular en algún momento de


nuestra vida. No debe confundírsele con nuestro provecho, nuestro gusto o nuestro
deseo. El bien es un ideal de justicia y de virtud que puede imponernos el sacrificio
de nuestros anhelos, y aún de nuestra felicidad o de nuestra vida. Pues es algo como
una felicidad más amplia o que abarcase a toda la especie humana, ante la cual valen
menos las felicidades personales de cada uno de nosotros.2

Concluido esta breve tesis, expone dos teorías morales: la que argumenta que el bien se
encuentra mediante la razón y aquella que dice que procede por el sentimiento. Reyes

1
Reyes, Alfonso, Cartilla Mora, SEP, D.F., Mèxico, 2018. P. 8.
2
Ibid.
señala que ambas aciertan en varios principios, y que incluso pueden complementarse.
Siendo el bien el fin universal del hombre, como premisa del argumento de Reyes,
podemos inferir que el bien debe hacerse en comunidad y que es el lugar donde se debe
llevar a cabo. Acá se vislumbra un ética eudemonista. Es decir, que esta carta moral,
desde el primer capítulo, invita a la persona a perseguir el bien y la felicidad plena, más
que un deber, esto se verá más claro cuando en el capítulo dos hable de la composición
de la persona: cuerpo y alma. Además, es una ética que recupera la teleología, es decir,
ve hacía los fines, no se queda solamente en lo eficiente.

Para llevar a cabo este fin, Reyes propone la educación. La educación debe ser el
instrumento que guíe a la persona a su perfeccionamiento moral.3 Se observa una ética
de corte aristotélica-tomista: Da más importancia a la comunidad que al individuo, es
teleológica que hace del concepto de bien universal y va a partir, como veremos más
adelante, de la unidad substancial entre forma y materia.

1.2.- Composición y virtud del ser humano

Para Reyes el hombre se compone de Alma y Cuerpo. Retoma la tesis aristotélico


tomista para definir al hombre como substancia compuesta de materia (cuerpo,
entendido como el móvil material) y la forma (alma). El cuerpo es naturaleza y el alma
es espíritu. Ambas conviven y la educación debe crear una armonía entre ambas. Este es
el fin de la moral: dar el equilibrio entre ambas dimensiones.

Lo que debe procurarse es una prudente armonía entre cuerpo y alma. La tarea de la
moral consiste en dar a la naturaleza lo suyo sin exceso, y sin perder la vista los
ideales dictados por la conciencia. Si el hombre no cumple debidamente sus
necesidades materiales se encuentra en estado de ineptitud para las tareas del espíritu
y para realizar los mandamientos del bien.4

Para saber educar ambas dimensiones Reyes propone el justo medio aristotélico.

3
Ibid.
4
Ibid. P. 9.
Advertimos, pues, que hay siempre algo de tacto, de buen sentido en el manejo de
nuestra conducta; algo de equilibrio y de proporción. Ni hay que dejar que nos
domine la parte animal en nosotros, ni tampoco debemos destrozar ésta base material
del ser humano, porque todo el edificio se vendría abajo.

El justo medio va a ser la referencia de Reyes para saber educar en las virtudes que se
forman tanto para el cuerpo como para el alma.

La visión teleológica se ve también en el concepto de civilización y cultura. Reyes


define civilización a los avances técnicos que pueda crear el hombre dentro de su
cultura; mientras que cultura son aquellos valores que permean dentro de la comunidad
humana. El argumento teleológico de Reyes es que si la tecnología no lleva al bien a la
cultura, esta puede ser dañina para ella.5

Se puede haber adelantado en muchas cosas y, sin embargo, no haber alcanzado la


verdadera cultura. Así sucede siempre que se olvida la moral. En los individuos y en
los pueblos, el no perder de vista la moral significa el dar a todas las cosas su
verdadero valor, dentro del conjunto de los fines humanos y el fin de los fines es el
bien, el blanco definitivo a que todas nuestras acciones apuntan.6

La civilización debe de ser una herramienta que perfeccione la cultura. Reyes además
afirma la idea de “Progreso” humano. Es decir, toma el mito del progreso ilustrado para
referirse al perfeccionamiento humano de la cultura mediante la civilización.

En la realidad, el progreso humano no siempre se logra, o sólo se consigue de modo


aproximado. Pero ese progreso humano es el ideal a que todos debemos aspirar, como
individuos y como pueblos.7

1.3.- Naturaleza social del ser humano

En éste capítulo Reyes parece sugerir la idea de ley natural o virtudes universales que
estan en el alma del ser humano, el cual todos los hombres pueden conocer por su razón.

5
Ibid.
6
Ibid. P. 10.
7
Ibid.
La práctica del bien, objeto de la moral, supone el acatamiento a una serie de
respetos, que vamos a estudiar en las siguientes lecciones. Estos respetos equivalen a
los “mandamientos” de la religión. Son inapelables; no se los puede desoír sin que
nos lo reproche la voz de la conciencia, instinto moral que llevamos en nuestro ser
mismo.8

Esta tesis pertenece a los defensores de las ideas innatas: Santo Tomas, San Agustín,
Descartes, Leibniz, etc. Sin la obediencia a las leyes naturales que se encuentran en
nuestra conciencia, la raza humana no podría vivir en armonía. Este gozo por la armonía
de orden moral que da las virtudes innatas atiende a preferir lo mejor que lo peor. Por
ejemplo, cuando se atropella a alguien por accidente en las vías es preferible entregarse
a las autoridades que salir corriendo, porque así estableces un orden en la comunidad.
Esta satisfacción interior se debe a nuestras virtudes innatas que se encuentran dentro de
nosotros. Esta es la tesis principal del capítulo cuatro.

La primera ley moral innata es la dignidad de nuestra persona.

Lo primero es el respeto que cada ser humano se debe a sí mismo, en cuanto es


cuerpo y en cuanto es alma. A esto se refiere el sentimiento de la dignidad de la
persona. Todos los hombres son igualmente dignos, en cuanto a su condición de
hombres, así como todos deben ser iguales ante la ley. El hombre debe sentirse
depositario de un tesoro, en naturaleza y en espíritu, que tiene el deber de conservar
y aumentar en lo posible. Cada uno de nosotros, aunque sea a solas y sin testigos,
debe sentirse vigilado por el respeto moral y debe sentir vergüenza de violar este
respeto. El uso que hagamos de nuestro cuerpo y de nuestra alma debe
corresponder a tales sentimientos.9

De éste principio natural se deriva el trato digno a nuestro cuerpo y alma: el aseo, la
lectura, la oración, etc. Todo esto se deriva de la consciencia del Bien que tenemos de
manera innata.

El modelo de Reyes va del singular a lo comunitario. A pesar de haber iniciado


explicando lo que es la persona, Reyes siempre da primicia a lo comunitario. El
aristotelismo-tomismo de Reyes se hace presente también en la tesis de la familia. La

8
Ibid. P. 11.
9
Ibid. P. 12.
familia, a diferencia de la visión liberal, es un hecho natural, no artificial, y es el núcleo
de la comunidad o naturaleza social humana. Es en ella donde las personas deben
educarse desde temprana para que puedan tener una naturaleza social correcta para con
los otros.

El hogar es la primera escuela. Si los padres, que son nuestros primeros y nuestros
constantes maestros, se portan indignamente a nuestros ojos, faltan a su deber; pues
nos dan malos ejemplos, antes de educarnos como les corresponde. De modo que el
respeto del hijo al padre no cumple con su fin educador cuando no se completa con
el respeto del padre al hijo. Lo mismo pasa entre hermanos mayores y menores. La
familia es una escuela de mutuo perfeccionamiento. Y el acatamiento que el menor
debe al mayor, y sobre todo el que el hijo debe a sus padres, no es mero asunto
sentimental o místico; sino una necesidad natural de apoyarse en quien nos ayuda, y
una necesidad racional de inspirarse en quien ya nos lleva la delantera.10

Reyes entonces parte de la visión clásica y medieval en el cual el ser humano es un ser
social por naturaleza, a diferencia de la versión moderna donde solo lo es
artificialmente. La familia, entonces, es la base de la naturaleza social humana.

De la familia se deriva la sociedad, que es el conjunto de familias que crean su propio


lugar en común, con valores y tradiciones similares. De las costumbres y valores en
común de la sociedad se forman las patrias. Y del amor a todas las patrias, el ser
humano crea el amor a la humanidad entera. El valor del hombre no depende de las
obras que él ha hecho, sino por el hecho simple de ser hombres.11 El ser hombre ya da
dignidad intrínseca a cualquier ser humano.

Así, el respeto de la propia persona obliga al respeto para el prójimo. El respeto a la


propia familia obliga al respeto de los lazos familiares entre los demás. El respeto al
propio país lleva al respeto para los demás países. Y todo ello se suma en el respeto
general de la sociedad humana. Estos respetos conducen de la mano a lo que
podemos llamar el respeto a la especie humana: amor a sus adelantos ya
conquistados, amor a sus tradiciones y esperanzas de mejoramiento.12

10
Ibid. P. 14.
11
Ibid. P. 15-21.
12
Ibid. P. 21.
2.- Crítica a la carta moral: Una carta necesaria en nuestro tiempo.

Una ética teleológica, como la que plantea Reyes, me parece que es una necesidad en
nuestro tiempo. Las éticas que solo se han reducido al deber han creado una sociedad
eficiente, que privilegian la tolerancia como valor universal y que además tiende al
relativismo moral: La ética pensada en la ilustración, una ética meramente formal
(deontológica), está condenada al fracaso, porque a pesar de hacer tan finas las formas
carecen de materia, es decir, sustento. Una ética teleológica puede llenar el hueco
dejado por la ética meramente formalista.

¿Por qué fracaso el proyecto de la moral deontológica moderna? El problema de la


ética deontológica es que parte de la renuncia por comprender el verdadero fin del
hombre. Este fenómeno moral se puede comprender por acontecimientos históricos que
van desde la Edad Media que siguió una ética de fines que forjo el catolicismo, y que
fue sustituida por la razón débil que forjo el protestantismo y que imposibilitó preguntar
sobre lo que es el hombre y su fin. Cito a Macintyre:

Este acuerdo amplio no sobrevive cuando salen a escena el protestantismo y el


catolicismo jansenista, o aun antes sus precursores medievales inmediatos.
Incorporan una nueva concepción de la razón. (Mi posición en éste y otros puntos
similares queda en deuda con la de Anscombe, 1958, aunque diferenciándose
bastante de ella.) La razón no puede dar, afirman las nuevas teologías, ninguna
auténtica comprensión del verdadero fin del hombre; ese poder de la razón fue
destruido por la caída del hombre. «Si Adam integer stetisset», piensa Calvino, la
razón jugaría el papel que Aristóteles le asignó. Pero ahora la razón es incapaz de
corregir nuestras pasiones (no por casualidad las opiniones de Hume son las de
alguien educado como calvinista). Sin embargo, se mantiene la oposición entre el –
hombre – tal – como -es y el hombre – tal – como – podría – ser – si - realizara - su-
telos, y la ley moral divina es aún el maestro de escuela que nos pasa del primer
estadio al último, aunque sólo la gracia nos hace capaces de responder y obedecer a
sus preceptos. El jansenista Pascal mantiene una postura peculiar muy importante en
el desarrollo de esta historia. Es Pascal quien se da cuenta de que la concepción de la
razón protestante-jansenista coincide en muchos aspectos con la concepción de la
razón instalada en la ciencia y la filosofía más innovadoras del siglo XVII. La razón
no comprende esencias o pasos de la potencia al acto; estos conceptos pertenecen al
esquema conceptual sobrepasado de la escolástica. Desde la ciencia anti-aristotélica
se le ponen estrictos márgenes a los poderes de la razón. La razón es cálculo; puede
asentar verdades de hecho y relaciones matemáticas pero nada más. En el dominio
de la práctica puede hablar solamente de medios. Debe callar acerca de los fines. La
razón tampoco puede, como creyó Descartes, refutar el escepticismo; por eso uno de
los logros centrales de la razón según Pascal consiste en darse cuenta de que
nuestras creencias se fundan en último término en la naturaleza, la costumbre y el
hábito.13

De entrada, las posturas deontológicas le niegan a la razón hablar de esencias. Niegan


por lo tanto, toda posibilidad de hablar del fin último del hombre sale sobrando. La
razón queda reducida a ser instrumental. Esta postura ante la razón tiene un origen
protestante, y la modernidad (la del Norte) reflexionara desde este presupuesto. Los
filósofos morales de la ilustración, que heredan este principio, fracasan por la siguiente
razón: Niegan la posibilidad de encontrar el fin del hombre, y por ello se limitan a ser
una moral formal que no contiene materia alguna para fundamentarse, por lo que se
llegara inevitablemente al relativismo. El mismo Macintyre subraya que Kant tuvo que
rellenar sus formulas morales con una especie de “telos”:

Sin embargo, si mi tesis es correcta, Kant estaba en lo cierto; la moral que se hizo en
el siglo XVIII, como hecho histórico, presupone algo muy parecido al esquema
teleológico de Dios, libertad y felicidad a modo de corona final de la virtud que Kant
propone. Separad la moral de este trasfondo y no tendréis ya moral; o, como mínimo,
habréis cambiado radicalmente su carácter.14

Macintyre prosigue que la ética en la modernidad va a seguir usando conceptos “fuera


de lugar”, es decir, conceptos morales que tenían perfecto sentido con la noción de
telos, pero que al despojárseles pierden todo sentido y se hacen deficientes:

Hasta el presente, en el lenguaje coloquial, persiste el hábito de hablar de los


juicios morales como verdaderos o falsos; pero la pregunta de en virtud de qué un
juicio moral concreto es verdadero o falso ha llegado a carecer de cualquier
respuesta clara. Que esto sea así es perfectamente inteligible si la hipótesis histórica

13
Macintyre, Alasdair, Tras la virtud, Universidad de Notre Dame, Paris, Francia, 2004, P. 94.
14
Ibid. P. 97.
que he apuntado es verdadera: que los juicios morales son supervivientes
lingüísticos de las prácticas del teísmo clásico, que han perdido el contexto de que
estas prácticas los proveían. En ese contexto, los juicios morales eran a la vez
hipotéticos y categóricos. Eran hipotéticos, puesto que expresaban un juicio sobre
la conducta teleológicamente apropiada de un ser humano: «debes hacer esto y esto
dado que tu telos es tal y tal» o quizá «debes hacer esto y esto si no quieres que tus
deseos esenciales se frustren». Eran categóricos, puesto que señalaban los
contenidos de la ley universal ordenada por Dios: «debes hacer esto y esto; esto es
lo que ordena la ley de Dios». Pero extraigamos de ellos aquello en virtud de lo que
eran hipotéticos y aquello en virtud de lo que eran categóricos y ¿qué nos queda?
Los juicios morales pierden todo estatus claro y paralelamente las sentencias que
los expresan pierden todo significado indiscutible. Tales sentencias se convierten
en formas de expresión útiles para un yo emotivista, que al perder la guía del
contexto en que estuvieron insertadas originariamente, ha perdido su senda tanto
lingüística como práctica en el mundo.15

Además, una ética totalmente formal, como la Kantiana, tiende a ser totalmente
conceptual y desencarnada, es decir, no parte de lo que es el hombre, sino de lo que
idealmente debería ser. Esta consecuencia es obvia si se recalca el principio
epistemológico con el que parte éste tipo de ética: Negar la posibilidad de conocer el fin
de la naturaleza humana. Por lo que terminan por carecer de fundamento material las
formas morales.

La cartilla moral de Alfonso Reyes, al contrario, recupera la noción de telos y


contextualizando los conceptos morales bajo este contexto conceptual terminan
recobrando sentido. Se puede objetar que la postura de Reyes puede ser una moral que
atente a la pluralidad debido a que contenga influencias religiosas, caso del cristianismo.

En realidad no es así, la ética de finalidad, como la que propone Reyes, toma en cuenta
la finalidad del ser y el actuar. Con ello se logra una relación intima y profunda entre
norma ética y buena consecuencia: el hombre se hace mejor cuando la sigue, y se
degrada como hombre cuando le da la espalda; las estructuras sociales se humanizan y
perfeccionan al fundamentarse en las normas morales, decaen y se agotan cuando las
rechazan; los sistemas políticos fracasan si su antropología es débil, o tienen salud y

15
Ibid. P. 103.
consistencia cuando apoyan la moral individual y familiar. La atención a las
consecuencias es tan importante como el cumplimiento a las normas, debido a que nos
perfeccionan. Lo que no hace es enredarse en una falsa oposición: atenerse a puras
reglas formales y atenerse a puras consecuencias.16

Bibliografía

Macintyre, Alasdair, Tras la virtud, Universidad de Notre Dame, Paris, Francia,


2004.

Reyes, Alfonso, Cartilla Mora, SEP, D.F., Mèxico, 2018.

Sada, Ricardo, Curso de ética, Editorial Minos, Madrid, España, 1997.

16
Sada, Ricardo, Curso de ética, Editorial Minos, Madrid, España, 1997.

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