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GUERRA DE ROSES

la película empieza con una advertencia: el divorcio es peligroso y desencadena


fuerzas incontrolables. el hecho de que danny devito, en el papel de un abogado
“...que cobra 450 dólares la hora” quiera disuadir a un cliente que pretende
divorciarse renunciando a esa suma, recuerda por lo paradójico a la supuesta
maldición gitana que amenaza con el “pleitos tengas y los ganes”, y lo que se
nos está sugiriendo es que en ningún caso vale la pena embarcarse en un
proceso de semejante naturaleza por superar con mucho las pérdidas a las
ganancias.

el relato como veremos casi mítico de los hechos a los que puede dar lugar
un intento de divorcio, es lo que constituye el principal argumento de la película,
y es la excusa perfecta para dar un repaso a lo más característico del entramado
social familiar de Norteamérica.

gavin d’amato (danny devito) es el abogado que media entre los dos aspirantes
al trono simbolizado por la escritura de propiedad de la casa, pero antes que eso,
se convierte en testigo privilegiado de las desventuras de los rose.

su papel es más de rapsoda que de cronista, puesto que se erige en narrador


omnisciente que cuenta detalles en principio inaccesibles a los mortales lo que
sugiere el carácter mítico antes señalado y su cometido, por consiguiente, el de
ser penúltimo eslabón de la enseñanza moral de esa guerra, narrando cada una
de sus batallas sin eludir los estragos para disuadir a otros de recorrer las
mismas peligrosas sendas.

esta característica podría hacer dudar al espectador de la veracidad del relato


(no en menor medida que el hecho de que un abogado “divorcialista” no quiera
cobrar o que asegure que el asunto de los rose no trascendió porque él lo ocultó
a la prensa), pero quizá no bastaría para sugerir que todo es una pura invención.

más bien parecería que gavin se ha vuelto un “tradicionalista” convencido, y que


la guerra de los rose despertó en él una suerte de escepticismo tanto en lo que
respecta a la costumbre de divorciarse como hacia su propia profesión, de la que
abjura con un chiste clásico: ¿qué son 500 abogados en el fondo del océano?
un buen comienzo.
historia de un desamor

la historia que gavin cuenta se detiene apenas en el prólogo, que por lo demás
resulta en la narración completa en la que se recrearían los relatos clásicos; lo
que realmente importa a d’amato es esa parte nunca contada de la historia,
cuando los cónyuges comienzan a disgregar el alma que antes era una sola, en
suma de individualidades por lo general profesionalmente definidas, para acabar
separándose en mónadas incomunicadas e inconciliables.

este proceso tiene como origen la nunca aceptada sumisión de la mujer a un


papel secundario en la vida matrimonial; si algo define a bárbara rose es su
independencia, que no “casa” bien con la ambición profesional de Oliver, quien
debe presumir de mujer, residencia y familia delante de sus compañeros y
superiores de manera que no quede duda que la suya es una auténtica familia
tradicional norteamericana.

pero una de las características de esa familia es por extraño que nos parezca
aquí, en la muy católica España la asunción del divorcio como método de
pacificación conyugal; la separación más o menos civilizada y amistosa, ley
mediante, favorece que haya toda una cohorte de ex parejas que por lo general
se llevan mejor con los antiguos compañeros que con los actuales. pero el
divorcio constituye también un elemento productivo fundamental de la cultura
estadounidense, de modo que pueda llegar a existir una especialidad entre los
letrados denominada “abogado divorcialista”.

así, haciendo honor a una tradición que dice que el índice de divorcios en los
estados unidos de américa es del 50% en el primer matrimonio, del 62% en el
segundo y hasta del 70% en el tercero comer y divorciar, todo es empezar lo raro
sería que los rose no entraran en algún momento en crisis matrimonial que
pudiera desembocar en divorcio, máxime cuando existe toda una legión de
colaboradores necesarios esperando iniciar un proceso en el que ellos y no los
cónyuges deben erigirse en únicos y auténticos ganadores.

lo que resulta un tanto extraño es que ese proceso se enquiste hasta el punto en
que lo hace el de los rose. la metodología, el protocolo y el algoritmo debieran
estar, en los estados unidos, lo suficientemente bien engrasados como para que
una separación no se tornara traumática. sin embargo, es la suma de elementos
externos la que hace difícil la separación de los rose, y a estos elementos es
donde apunta la crítica de Danny debito como director, inspirado como dijimos
por la obra literaria de Warren Adler que a su vez bebió de las amargas fuentes
del divorcio real de un famoso empresario de la comunicación, William rose.

Billy rose y su mujer Eleanor protagonizaron un divorcio muy mediático, que pese
a lo sonado, no fue ni de lejos tan extremo como se muestra en la película, lo
que redunda en su carácter de fábula moral casi evangélica.

esos elementos externos, hora es ya de decirlo, son el cuerpo de abogados


divorcialistas, la lucha de sexos y el materialismo occidental, en fatal
combinación que desemboca en tragedia.

lucha de sexos

lo que la película hace particularmente bien y por ello no sería descabellado


realizar una especie de experimento sociológico en torno a la misma es plantear
la tan cacareada lucha de sexos desde la definición sutil de los roles de género.

la habilidad de débito consiste en presentar los personajes de manera que sea


prácticamente imposible no tomar partido por uno de ellos y que además esta
toma de partido esté por lo general sesgada desde una perspectiva de género;
es decir, que los hombres tiendan a comprender a Oliver mientras que las
mujeres puedan entender mejor la postura de bárbara.

no quiere decirse con esto que cualquiera de ellos tenga razón y que además la
definición sea certera; la sutileza refiere aquí a lo sibilino. pero la toma de postura
inconsciente está hecha con la mala intención de conducir a situaciones
irresolubles: si la lucha de sexos es esto, entonces la síntesis dialéctica no es
superadora, sino destructora.

bárbara aparece como una mujer independiente, pero que renuncia a trabajar
para que Oliver pueda ascender en su carrera. esa larvada frustración reclamará
posteriormente una satisfacción, pero para entonces los roles activo-pasivo ya
estarán enquistados. Bárbara sólo encontrará salida en la ruptura del “techo de
cristal” que la oprime (simbolizada quizás en la lámpara), pero con ello destruye
también aquello que más quería su identidad propia, ya que admite usar las
armas y métodos del enemigo para alcanzar sus objetivos: la afirmación frente a
los demás, la territorialidad y por último la violencia destructiva.

Oliver se nos muestra como más sensible, verdaderamente enamorado, fiel y


abnegado. sin embargo, es incapaz de darse cuenta cómo necesita
ensombrecer a su esposa para ascender en una escala social profundamente
machista. es natural que muchos hombres sientan que es la verdadera víctima
de una mujer egoísta, pero ello sólo muestra que no alcanzan a comprender la
sumisión y desprecio al que ha sido sometida bárbara. Oliver “marca” con orina
su territorio (esta vez el símbolo es el pecado) y cree que todo le pertenece por
el hecho de haberlo pagado. ignora que muchas cosas no se compran acabadas,
y que la creación y el cultivo son algo que lleva tiempo y dedicación, no sólo
surgen de la semilla del dinero. en un aspecto casi freudiano, digamos que ella
ve las cosas de la perspectiva de la gestación y él sólo desde la inseminación.

esta lucha de sexos, como dijimos, constituye uno de los temas centrales de la
película, pero no el único. como elemento detonador puede hablarse del
materialismo, dado que lo que de verdad lleva la guerra a sus posiciones más
cruentas es la posesión de la casa el territorio donde de nuevo bárbara se
muestra aparentemente más beligerante.

esta interpretación, si bien no inexacta, resulta apresurada: sólo si no reparamos


en que le ofrece a Oliver todo lo demás, justo antes de cometer una traición que
desata la furia de su marido, podemos pensar que bárbara es una cazafortunas.
es cierto que su ansia de independencia la hace enormemente agresiva e incluso
cruel, y que de nuevo Oliver aparece como más comedido, pero en realidad ella
lucha por algo que realmente le importa y él sólo por el hecho de vengar la
traición, la vergüenza.

cabe preguntarse si realmente la casa es un objeto material en sentido estricto,


o sólo una metáfora territorial. si de verdad queremos hablar sobre materialismo,
no debemos equivocar el enfoque; el afán de lucro por encima de todas las cosas
aparece fuera del elemento conyugal: en los despachos de los abogados.

los que de verdad entablan batalla por la casa son ellos; a ellos les va el pan en
la victoria. el arrepentimiento de Gavin acontece un instante antes de que las
cosas lleguen a término, pero entonces ya es demasiado tarde, y se da cuenta
de que él mismo provocó aquella situación, con su sabiduría jurídica. cuando las
voces de la razón y de la conciencia se hacen oír, la razón y la conciencia de
Oliver ya están perdidas. Gavin es despedido por pusilánime, y sólo queda ya
una batalla por librar, a vida o muerte.

en el otro extremo se halla el letrado de bárbara; su desprecio hacia Oliver podría


llamarse crueldad, de no ser profesionalidad pura. cuando su cliente duda sobre
el paso la traición de la carta desvelada, el momento de debilidad de Oliver que
acaba de dar, el abogado no duda afirmar que recordará aquel día como uno de
los más felices de su vida.

el último elemento materialista es, curiosamente, el amor. aquél que se profesan


los rose que contiene poco más que pasión; cuando los fuegos se apagan (otra
metáfora ejemplificada en el árbol de navidad que se incendia y Oliver extingue),
nada se yergue entre las cenizas. los años de ocupaciones profesionales han
dejado de lado el cultivo del cariño. sólo un coche y una casa perviven, incluso
por encima de los hijos, como ejemplo de entrega. en esas circunstancias el
terreno estaba abonado para que los abogados hicieran su trabajo tarde o
temprano.

paradójicamente, lo que hubiera podido terminar de un modo amistoso, se


torció por la incapacidad de Oliver para interpretar las señales de desesperación
de bárbara. eso, junto con la colaboración necesaria de crueles picapleitos,
condujo a los rose a acabar como se supone deben acabar todos los
matrimonios: juntos hasta que la muerte los separase.

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