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Propuestas

superadoras

Responsabilidad
Social
Propuestas superadoras
Propuestas superadoras para el
desarrollo sostenible desde la formación
académica y la innovación
El desarrollo sostenible es mucho más que reciclar botellas o
realizar donaciones. Implica pensar y trabajar de una forma
totalmente diferentes. El desarrollo sostenible es una forma de
reflexionar sobre cómo organizar la vida y el trabajo, incluida la
educación, para no destruir el recurso más valioso: la Tierra.

El Programa 21, documento oficial de la Cumbre para la Tierra de 1992, hace


mención a las diversas maneras de avanzar hacia la sostenibilidad (p. ej., la
agricultura y la silvicultura sostenibles, la transferencia de la investigación y la
tecnología, la financiación o la producción y el consumo sostenible). Una de
ellas es la educación, que por sí sola no será suficiente para lograr un futuro
más sostenible. Sin embargo, sin la educación y el aprendizaje para el
Desarrollo Sostenible, no se podrá lograr esa meta.

Una iniciativa concreta para avanzar en este sentido ha sido el Decenio de las
Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014),
impulsada por la UNESCO, cuyo propósito ha sido movilizar los recursos
educativos del mundo para crear un futuro más sostenible. Sobre todo al serel
objetivo general de este decenio integrar los valores inherentes al desarrollo
sostenible a todos los aspectos del aprendizaje, para lograr la meta de
promover cambios de comportamiento que permitan fraguar una sociedad más
justa y estable para todos.

La Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS), según consta en el sitio web


de la Organización de los Estados Iberoamericanos (http://www.oei.org.ar/),
permite que cada ser humano adquiera los conocimientos, las competencias,
las actitudes y los valores necesarios para forjar un futuro sostenible. Educar
para el desarrollo sostenible significa incorporar los temas fundamentales del
desarrollo sostenible a la enseñanza y el aprendizaje. Por ejemplo, el cambio
climático, la reducción del riesgo de desastres, la biodiversidad, la reducción de
la pobreza y el consumo sostenible. Asimismo, la EDS exige métodos
participativos de enseñanza y aprendizaje que motiven a los alumnos y les
doten de autonomía, a los fines de cambiar su conducta y facilitar la adopción
de medidas en pro del desarrollo sostenible. Por consiguiente, la EDS promueve
la adquisición de competencias tales como el pensamiento crítico, la
elaboración de hipótesis de cara al futuro y la adopción colectiva de decisiones.

La EDS exige cambios de gran calado en los métodos pedagógicos que se


aplican actualmente, algunos de los cuales están claramente expuestos en el
siguiente cuadro:

Fuente: UNESCO, 2011, p.27.

La Educación para el Desarrollo Sostenible supone una educación solidaria que


impulse una percepción global del mundo, generando actitudes y
comportamientos responsables, y que prepare para la toma de decisiones
asentadas en un proceso hacia el desarrollo sostenible y culturalmente diverso.
Uno de los desafíos fundamentales es el carácter sistémico de los problemas y
soluciones, lo cual implica que las acciones para ser efectivas deben ser parte
de un entramado de medidas que se apoyen mutuamente. Las acciones
educativas deben transformar las concepciones, hábitos, perspectivas que
orienten el accionar, las formas de participación social, las políticas
medioambientales más eficientes, acciones fundamentadas, que requieren de
estudios científicos que nos permitan comprender correctamente la situación y
concebir las medidas adecuadas.

Esta educación debe dirigirse al individuo como tal, pero también como
profesional y agente en el campo socio-político, para formar ciudadanos con
visión de sostenibilidad en los diversos ámbitos: consumo responsable,
actividad profesional y acción ciudadana. Al deber exceder lo conceptual, es
una educación que busca establecer compromisos de acción para poner en
práctica lo aprendido, implicando a todos en la construcción de un futuro
sostenible.

En este marco de ideas e iniciativas en relación al desarrollo


sostenible y la educación, en tanto el desarrollo sostenible implica
un cambio social, la educación superior es un factor clave para
producir dicho cambio, debido al decisivo papel que tiene en la
formación de futuros líderes en la política, la educación, y la ciencia.
Así, la educación superior debe crear conciencia en estos futuros
líderes, de las responsabilidades y oportunidades que el desarrollo
sostenible ofrece.
Existen diferencias entre países en relación a este papel que debe asumir la
educación superior para el desarrollo sostenible. En los países industrializados
ésta ya es un área importante de investigación. Sin embargo, en los países en
desarrollo la educación superior para el desarrollo sostenible apenas comienza
a convertirse en un elemento de interés para la comunidad académica.

De esta forma, la universidad recupera su rol social y autonomía para


responder a las demandas ciudadanas y necesidades de la sociedad toda, y no
únicamente a las del mercado, como se estudió en el Módulo 2.

La Responsabilidad Social de la Educación (RS-E) surge con fuerza


para reclamar que la generación y diseminación de conocimiento
sirva a toda la sociedad, y al bien común. (…) apunta a la
recuperación del papel reflexivo y crítico de las universidades y a
rescatar el valor de la educación como bien público, es decir,
proveedora de bienes públicos para el desarrollo humano
colectivo. (Licha, 2012, p.520).
La responsabilidad social de la educación ha estado en debate a nivel global la
última década, y se interpreta desde el enfoque que “entiende la educación
como política pública prioritaria para asegurar la recuperación del crecimiento
económico y la inclusión social” (Licha, 2012, p.521).

Además, se han desarrollado diversas conferencias internacionales alrededor


de esta temática que han impulsado avances y cambios de pedagogías y
enfoques: las Conferencias Mundiales sobre Educación Superior de la UNESCO
(CMES, 1998 y 2009), como así también informes nacionales, diagnósticos y
propuestas para reformar la Educación Superior.

Las CMES (…) están enfocadas en el interés de ratificar la


relevancia de la Educación Superior y de la investigación para
hacer frente a los desafíos mundiales y contribuir a la
construcción de economías basadas en el conocimiento, que
sean incluyentes, innovadoras, equitativas y sostenibles.
Igualmente las cumbres buscan incidir en la definición de
acciones específicas, encaminadas a garantizar que la Educación
Superior cumpla con su función social. (Licha, 2012, p.521).

También, se declaró que la educación es un bien público, y esto es un


imperativo estratégico para todos los niveles, como fundamento de
la innovación, investigación y creatividad, que el Estado debe
garantizar, y los gobiernos asegurar los recursos suficientes (Licha,
2012).

Un punto relevante de la II Conferencia ha sido el


reconocimiento de que la Educación ha contribuido en el pasado
y contribuye en el presente a la erradicación de la pobreza y a la
construcción de la sostenibilidad del desarrollo, manteniendo un
alto compromiso con el logro de objetivos de desarrollo
acordados internacionalmente (Licha, 2012, p.522).

Estas responsabilidades que se atribuyen a la educación para algunos son un


cambio radical de pensamiento y del modelo de educación actual, aunque para
otros se pueden lograr con mayor inversión únicamente. Lo que este debate
aporta es mayor claridad y precisión en que la educación está al servicio del
desarrollo humano sostenible, y la vincula a los objetivos del mismo, la
reducción de la pobreza, “el desarrollo de capacidades individuales y colectivas
para la ciudadanía, la garantía de los derechos humanos y la construcción de la
paz” (Licha, 2012, p.523).

Carlos Pujadas, en la Conferencia Internacional “Responsabilidad Social y


Desarrollo en la Educación Superior: Europa – Latinoamérica” en Perú hacia
fines del 2011, la definía de esta manera:

La responsabilidad social de la universidad va más allá de una


fructífera colaboración con la empresa. En esta sociedad del
conocimiento en la que vivimos, la misión y la responsabilidad de
la universidad es pensar los problemas y buscar desde el ámbito
académico las soluciones para el desarrollo sostenible de las
comunidades locales y del planeta. (…)

A la universidad no le corresponde definir las políticas ni


ejecutarlas, porque es la misión y la responsabilidad social del
Estado. Tampoco le corresponde producir de modo sostenible
los bienes y servicios que la sociedad necesita, porque es la
responsabilidad social de las empresas. Pero sí le es propio
estudiar desde el punto de vista académico las soluciones reales
–no ideológicas- para los problemas reales de nuestro mundo, y
preparar profesionales que tengan la sensibilidad y la
capacitación que hacen falta para protagonizar un mundo
sostenible. Decimos: buscar soluciones a los problemas reales de
nuestro mundo. Y nuestro mundo es América Latina, con su
pobreza paradojal, como la llama Kliksberg, porque hay muchos
recursos naturales pero es el continente más desigual del
planeta. Los problemas reales son los que padecen las personas
de carne y hueso, que tienen nombre, y que sufren algún tipo de
exclusión, del mundo de la cultura, del trabajo, de la familia, de
la salud.

(…) Pero esto es justamente lo que entonces tienen que hacer


las universidades, porque si no estudian ellas los problemas
complejos y no preparan gente para resolverlos, ¿quién lo va a
hacer? Y no vale quedarse a mitad de camino, como sería en
nuestro caso llevar adelante costosas investigaciones que luego
se guardan en un cajón. La responsabilidad de la universidad es
estudiar soluciones para que los problemas se resuelvan en la
realidad, no en el papel (Pujadas, 2011, p.4-5).
Licha (2012) identifica dos perspectivas de este debate de la responsabilidad
social de la educación, una global y una Latinoamericana, y las describe en
detalle, para concluir con una propuesta que incluye:

1) Tres pilares básicos


a. Formación en valores humanos y ética
b. Diálogo con los actores del desarrollo
c. Relación con las comunidades
2) Líneas de acción estratégica
a. Cambios en modelos de enseñanza y el rol del docente
b. Programas para desarrollar el sentido cívico y el interés
público
c. Fortalecimiento de la formación crítica
d. Vinculación de la formación y la investigación con las
necesidades y demandas de la sociedad y las políticas de
desarrollo.
3) Iniciativas innovadoras
a. Conferencias magistrales sobre el desarrollo
b. Redes de conocimiento en política exterior y desarrollo

Se recomienda para profundizar el tema la lectura del artículo: La


Responsabilidad Social de la Educación Superior. En Licha, I. (2012, p.519-538)
Enseñanza de la responsabilidad social empresarial. Retos de las universidades
en Iberoamérica.
Dimensión IV:
Organización
Desarrollo responsable en las
organizaciones
Indicadores ETHPS– IARSE
para negocios La responsabilidad social implica un compromiso con la sociedad y toma en
sustentables y cuenta los diversos impactos de las conductas de la organización e individuos,
responsables.
convirtiéndose en un paradigma de gestión de la institución, ya sea empresa,
http://www.iarse.org/sec gobierno, organización de la sociedad civil, universidad.
cion/wp-
En Latinoamérica varios son los avances que se han dado hacia la
content/uploads/2014/08
responsabilidad social, particularmente la empresaria, impulsados por diversas
/Indicadores-Ethos-IARSE- motivaciones, redes, iniciativas. Este desarrollo fue acompañado por el diseño
V3.1.compressed.pdf de indicadores para la gestión de la responsabilidad social empresaria entre los
que se destacan los del Instituto ETHOS de Empresas e Responsabilidade Social
en el año 2000, actualizados en el 2014. Y que fueron traducidos y adaptados al
español por el Instituto Argentino de RSE (IARSE), y luego por instituciones de
otros países latinoamericanos (AVINA, 2011).

La participación de países de América Latina en el proceso de discusión de la


ISO 26000 ha sido importante. AVINA ha relevado los datos que pueden leerse
en el siguiente cuadro:
Fuente: AVINA, 2011, p.3.

Se han estudiado ya varios de los temas que se vinculan al desarrollo


responsable en las instituciones, como la ética, la sustentabilidad, el
medioambiente, los derechos humanos, la triple línea de resultados.

Según el estándar internacional ISO 26000, la responsabilidad social tiene un


enfoque holístico que involucra varios temas claves a considerar, como se
aprecia en el siguiente esquema.
Fuente: ISO En: http://goo.gl/n2yYFOÚltimo acceso: 29/01/2015

El presente apartado revisa cuestiones de índole organizacional que tienen que


ver con el nuevo paradigma y qué cambios y visiones implica en la estrategia y
la cultura organizacional.

Muchas prácticas responsables son comunes a gobiernos, universidades,


organizaciones de la sociedad civil, y empresas, pero es en éstas últimas donde
se presenta una tensión más fuerte de intereses.

El eje de la cuestión del desarrollo responsable gira en torno a la


tensión y el necesario equilibrio que existe entre los beneficios
individuales y el bien común, es decir entre los objetivos
económicos de la empresa y el uso de recursos de la sociedad y del
medio ambiente (Vives, Peinado-Vara, 2011).

Tensión que es menor en una organización de la sociedad civil o en el mismo


gobierno, que se supone deben perseguir el bien común, aunque de todas
formas interactúan con la sociedad y el medio ambiente e impactan en los
mismos (Vives, Peinado-Vara, 2011).

Las varias definiciones de responsabilidad social que se estudiaron en el


Módulo 1 coincidían en incluir:

 los ámbitos de responsabilidad se vinculan con la ética y son tres:


económico, social y medioambiental;
 los interlocutores o stakeholders, destinatarios de la responsabilidad
de la organización;
 la identificación de esas responsabilidades como voluntarias;
 la necesidad de que la responsabilidad social esté integrada en la
estrategia de la organización.

La responsabilidad se visualiza en planos de aplicación: derechos humanos,


laborales y ambientales, considerando distintas dimensiones en la definición
del comportamiento empresarial social y ambientalmente responsable:

 la filantrópica (la más común), muchas veces no se corresponde


con el concepto amplio de responsabilidad social enmarcado en
el desarrollo sostenible; que no busque únicamente réditos
económicos, o de imagen y marca, sino que integre un enfoque
solidario y colaborativo hacia la comunidad en su estrategia;
 la ética (valores y principios), que sea compartida hacia dentro
de la empresa y hacia fuera por los grupos de interés;
 las decisiones de política de la empresa y su rendición de
cuentas (accountability), que se vinculan a la gobernabilidad
corporativa, y que demandan la rendición de cuentas de las
actividades de la empresa hacia los accionistas, trabajadores y la
comunidad, el monitoreo de dichas actividades por medio de
indicadores de desempeño, la transparencia y el cumplir las
normas;
 el ciclo de producto o cadenas de valor, monitorear el
cumplimiento de estándares que hacen los proveedores de
materias primas y hasta los consumidores finales del producto;
 la normativa o regulatoria, la voluntariedad es en general la que
rige las iniciativas de responsabilidad social. Sin embargo, existen
disposiciones normativas, por ejemplo, en la transparencia de la
información provista por la empresa;
 y la que emana de los compromisos comerciales, en instancias
de interacción de actores globales en los mercados como
acuerdos de libre comercio, que incorporan la responsabilidad
social como marco para los negocios, por ejemplo en buenas
prácticas ambientales, activa participación ciudadana en los
procesos y demanda de información (Nuñez, 2003).

Otro concepto muy utilizado es el de “ciudadanía corporativa”, refiriendo a que


las corporaciones han asumido impactos sociales de su actividad y por ende
funciones que estaban a cargo de los gobiernos. Así se los posiciona como
actores políticos, además de económicos y ambientales. Y con este enfoque se
han distinguido formas de responsabilidad social de la empresa:

 Perspectiva limitada: busca dar a la sociedad algo a cambio de


los beneficios económicos percibidos.
 Perspectiva equivalente: se busca responder al punto de vista
de los denominados constituyentes, partes interesadas,
públicos interesados o stakeholders.
 Perspectiva extendida: vinculada al «buen gobierno
comunitario» reconociendo un rol político de la corporación
en la sociedad. (Caravedo, 2011, p.35).

El desarrollo responsable en las organizaciones es un nuevo paradigma para la


construcción de su rol en relación con el entorno externo e interno a fin de
lograr el desarrollo sostenible. Este paradigma requiere una ética referida “al
respeto de los colaboradores, al proceso técnico que impacta en el medio
ambiente, a la escucha y consulta con los que se vincula (stakeholders), a la
transparencia que permita generar identificación y confianza con la
comunidad” (Caravedo, 2011, p.43), haciéndose evidente en el
comportamiento. Todo lo cual se vuelca en una forma de gestionar las
organizaciones o empresas.
La Responsabilidad Social
Empresaria como eje de las acciones

“La RSC ha pasado de ser una actividad asociada estrictamente a la


filantropía a un elemento central en la estrategia empresarial
tendiente a la construcción de una nueva cultura corporativa”
(Nuñez, 2003, p.5).

Si bien “la primera responsabilidad de la empresa es ser rentable debido a que


sin rentabilidad no hay inversión, sin inversión no hay empleo, no hay bienes y
servicios, no hay consumo, no se puede hablar de otras responsabilidades”
(Vives, 2011, p.57), ser rentable significa producir bienes y servicios que
respondan a las necesidades de la sociedad, sin dañar el ambiente, en
condiciones justas de trabajo, con insumos no dañinos.

La responsabilidad empresarial es una actitud, una manera de hacer


negocios, tomando en cuenta los impactos de las actividades de la
empresa sobre la sociedad y el planeta, tanto en el corto como en el
largo plazo, mitigando los negativos y reforzando los positivos.
(Vives, 2011, p.57).

Esta responsabilidad debe ajustarse a las circunstancias y el entorno donde


opera la empresa. Por ello, la línea que separa el cumplimiento de las
regulaciones del comportamiento responsable voluntario es variable, según
Vives (2011). Una empresa puede evaluar en el marco de su responsabilidad,
brindar acceso al agua o contribuir con las escuelas locales en zonas menos
desarrolladas, pero no lo hará en las grandes ciudades. Además, muchas de
estas acciones de inversión social o filantropía son un plus a la responsabilidad
de la organización que debe estructurarse en el eje de la estrategia, y no ser
acciones que reemplazan la responsabilidad fundamental.

“La estrategia será la manera como una organización se relaciona con su


entorno y garantiza su supervivencia, su viabilidad y su crecimiento para
cumplir con su misión en la sociedad” (Del Castillo Mory,2011, p.233). Este
concepto sitúa a los grupos de interés como actores condicionantes de la
existencia y el crecimiento de la empresa, y entonces la función relacional es
clave para la organización. Lo mismo significa que si la operación de la empresa
produce más beneficios que impactos negativos, se situará a la misma como
una ciudadana corporativa, adquiriendo licencia social de la sociedad para
operar.

Más aún, quienes encuentran en las ideas promovidas por la RSE


no solo la posibilidad de sobrevivir, sino más bien la posibilidad
de diferenciarse de sus competidores y expandir su campo de
actuación, sitúan los esfuerzos por gestionar la RSE como
procesos claves para fortalecer la ventaja competitiva de la
organización, basando esta ventaja en el desarrollo de
capacidades internas superiores generadas a través de activos
intangibles tales como la fidelización y retención del colaborador
talentoso y la gestión eficiente de los recursos naturales. En lo
que se refiere al desarrollo de capacidades superiores en la
relación con el entorno, agregan algunos elementos al inventario
de activos intangibles, como son: el fortalecimiento de la
reputación corporativa; el desarrollo de relaciones de confianza
que favorecen las alianzas estratégicas y las oportunidades de
negocio, y el fortalecimiento del mercado y en consecuencia de
la demanda futura, a través del desarrollo de programas sociales.
(Del Castillo Mory, 2011, p.234).

“El enfoque de RSE plantea un importante cambio de eje conceptual en cuanto


al quehacer empresarial, tradicionalmente orientado a la maximización del
valor accionario de la empresa, hacia un enfoque” (Vargas Niello, 2006, p.17),
que integra en sus operaciones la atención a problemas sociales y
medioambientales, insertando prácticas empresariales que respondan a los
mismos y den forma a las relaciones con sus grupos de interés.
Fuente: RRPP net Responsabilidad Social. Buenos Aires, Argentina. Citado por: Vargas Niello,
Naciones Unidas, CEPAL, 2006, p.18.

Los grupos de interés o “stakeholders” son quienes deben mostrar sus


preferencias por las prácticas responsables de las empresas y organizaciones.
Esto funciona incipientemente o incluso no funciona, en muchos países y
lugares, debido a la falta de información de los grupos, o falta de canales de
comunicación y participación, o la no percepción de las consecuencias, o por la
impotencia frente al poder de las empresas. Así los consumidores, los
gobiernos, las instituciones financieras, los accionistas, los empleados y demás
partes interesadas (stakeholders) se ven a merced de lo que las empresas
deciden hacer según su parecer. Vives (2011) llama a esta realidad “mercados
de responsabilidad relativamente subdesarrollados”, los cuales debieran
avanzar según las siguientes guías hacia mercados más desarrollados en un
equilibrio tal como se muestra en el gráfico:

(…) los gobiernos tienen la obligación de establecer leyes,


regulaciones e instituciones de implementación que promuevan
el comportamiento responsable, haciendo obligatorio
comportamientos básicos para el bien de la sociedad, pero
teniendo cuidado de hacer un balance entre estas regulaciones y
la libertad de acción que necesitan las empresas para innovar y
producir. El mercado no basta para promover practicas
responsables y las leyes, regulaciones e instituciones suelen ser
deficientes y no lo pueden ni deben controlar todo. Hay que
desarrollar tanto el mercado como la parte regulatoria hasta que
el mercado funcione (lo que puede tardar mucho tiempo). Pero
el tercer eslabón, aunque el primero en importancia, es la
integridad de los empresarios y de los gobiernos (Vives, 2011,
p.62).
Integridad de
Empresarios y
Gobierno

Regulaciones e
Mercado (con Instituciones
suficiente libertad (fijan
para innovar y comportamientos
producir) responsables
básicos)

Fuente: Elaboración propia basada en Vives, 2011, p.62.

El mundo empresarial y organizacional ha aceptado y reconocido el


concepto de desarrollo responsable, pero la práctica dista mucho de
su realización. No sólo hay que avanzar en la ética empresarial e
individual y la concientización de los empresarios, que es la primera
prioridad, también hay que desarrollar a los grupos de interés para
que puedan hacer valer sus opiniones y, en especial, al gobierno
para que ejerza en forma eficiente su rol como regulador (Vives,
2011).

Ya se han revisado en detalle las vías de concientización, educación y formación


ética en el empresariado, los profesionales y la ciudadanía en general, en
apartados y módulo anteriores. A continuación se dedicarán algunos párrafos al
desarrollo de los grupos de interés, entre ellos a los consumidores y a los
involucrados en la cadena de valor.

El grupo de interés más relevante es el de los consumidores ya que:

(…) afectan significativamente la sobrevivencia de la empresa en


el mercado por ser el grupo que genera, mediante sus decisiones
de compra, los ingresos de la compañía. Sin estos ingresos, la
empresa no tendría cómo hacer frente a sus obligaciones con los
demás stakeholders (proveedores, prestamistas, accionistas,
acreedores estatales, obras comunitarias, entre otros) ni podría
ejecutar sus planes de crecimiento y expansión. (Schwalb, 2011,
p.89).

Los consumidores, a través de los movimientos de defensa del consumidor, han


impactado generando cambios en el marketing, que se ha movido desde una
función tradicional de ventas para satisfacer los deseos de los clientes a corto
plazo a un enfoque de más largo plazo que contempla la satisfacción integral
del consumidor y el bienestar de la sociedad. Tal como lo expresa Schwalb:

La sociedad le está reclamando al marketing algo más que


productos de buena calidad a precios competitivos, información
oportuna, promociones adecuadas y productos y servicios
disponibles en momentos y lugares de venta convenientes. El
público espera, además, que los productos sean amigables con el
medio ambiente, que no pongan en riesgo su salud ni su
integridad física y que cumplan con lo que prometen. El
consumidor espera, también, que se le dé solución diligente y
justa a sus reclamos, que se le informe oportunamente de los
daños potenciales de los bienes y servicios que compra; que los
precios reflejen la calidad que recibe o que se respete su
privacidad, entre otras demandas. (2011, p.96).

El poder del consumidor se ejerce a través de sus decisiones de compra y es


enorme, ya que garantiza la sostenibilidad económica de la empresa. Sin
embargo, el desconocimiento de sus derechos, la desinformación sobre los
impactos ambientales y sociales de la empresa en toda la cadena de valor, la
falta de organización para sumar una masa crítica de consumidores
empoderados, hacen que los consumidores no ejerzan ese poder frente al de
las empresas. En consecuencia, para que el consumidor pueda modificar las
malas prácticas del mercado debe ser sensibilizado, educado e informado para
poder decidir en forma sensata y responsable, impulsando de esta forma
conductas responsables en las empresas. Además realizaría más reclamos a
favor de sus intereses y sus derechos, trabajando en conjunto con el Estado en
este sentido (Schwalb, 2011).

“Las empresas que incorporan la responsabilidad social en las relaciones con


sus consumidores ganan en competitividad, en sostenibilidad, en productividad
y en una mejor imagen y posicionamiento” (Schwalb, 2011, p.105),
adelantándose a un futuro donde habrá menor tolerancia a actuaciones no
responsables tanto en lo social como en lo medioambiental.
La responsabilidad social empresaria debe también expandirse a través de la
cadena de valor, gestionando los riesgos ambientales y sociales, para no
arriesgar su reputación y asegurar sus operaciones. Este mecanismo da buenos
resultados ya que los proveedores sienten la presión de sus clientes en
introducir comportamientos responsables. Además, permite pensar en la
generación de emprendimientos productivos que generen inclusión social. El
supuesto que subyace a esta práctica de gestión es que la responsabilidad de
una empresa va más allá de ella misma como organización. Incluye los
comportamientos de las organizaciones con las que se vincula a lo largo de su
cadena de valor, tanto los proveedores (hacia atrás), como los distribuidores,
clientes y consumidores (hacia adelante) (Peinado-Vara, 2011). Incluye también
la gestión de los residuos, de la cual el consumidor se desentiende
generalmente, pero que representa un grave problema en las grandes
ciudades.

Tradicionalmente, el criterio que seguían las empresas para comprar


suministros era puramente económico: precio más bajo con estándares
mínimos de calidad. Las conductas irresponsables de los proveedores impactan
negativamente cada vez más en la reputación de las empresas. Esto ha
impulsado la introducción de criterios sociales y ambientales en la elección de
los suministradores, permitiendo reducir riesgos (Peinado-Vara, 2011).

La responsabilidad que tienen las empresas sobre su cadena de valor es


indirecta. Deben asegurar que las acciones de los proveedores no tengan
efectos desfavorables en sus resultados. Para ello incentivan a los
suministradores a que sean a su vez responsables en lo social y ambiental, y
esto genera un efecto cascada en la cadena de proveedores, ya que cada
proveedor es incentivado por su cliente a adoptar conductas empresariales
socialmente responsables (Peinado-Vara, 2011).

En términos generales, la gestión de la cadena se realiza bajo


parámetros de responsabilidad social empresarial o de
sostenibilidad cuando, además de precio, calidad y
funcionalidad, se incorporan otros aspectos relacionados con la
transparencia, asuntos sociales y ambientales. Estos aspectos
son, por citar algunos, analizar en los proveedores sus prácticas,
por ejemplo en gobierno corporativo y transparencia, prácticas
laborales, uso y disposición de desechos y consumo razonable de
los recursos. La incorporación de estos criterios supone que el
suministrador debe demostrar que sus productos se fabrican
bajo prácticas laborales justas y de forma ambientalmente
sostenible, entre otros asuntos. (Peinado-Vara, 2011, p.145).
Implicancias del cambio de
paradigma en las personas y las
organizaciones
El Documento final de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo
Sostenible (Rio+20), “El futuro que queremos”, reza en su punto 61:

Reconocemos que la adopción de medidas urgentes en relación


con las modalidades de producción y consumo insostenibles,
cuando ocurran, sigue siendo fundamental para ocuparse de la
sostenibilidad ambiental y promover la conservación y el uso
sostenible de la diversidad biológica y los ecosistemas, la
regeneración de los recursos naturales y la promoción de un
crecimiento mundial sostenido, inclusivo y equitativo. (Rio+20,
punto 61).

Para que esto ocurra, es decir, para que se adopten las medidas urgentes que
reviertan la producción y el consumo insostenibles por otras formas
sostenibles, cabe preguntarse qué se espera de las personas y las
organizaciones.

Amartya Sen (2008) brinda algunas orientaciones en relación al papel de la


ciudadanía en relación a la política ambiental, y que además cuestionan la
conceptualización del desarrollo sustentable que se originó en Brundtland.

 “En primer lugar, debe incluir la capacidad de pensar, de valorar y de


actuar, lo cual requiere que pensemos en los seres humanos como
agentes, en vez de solamente pacientes” (Sen, 2008, p.58). En vez de
ser pacientes con necesidades, se reconocería que los seres humanos
tienen capacidad de pensar y juzgar por sí mismos, y esto es algo a
preservar para el futuro. Así, revertir las tendencias del consumo a
través de un cambio en el estilo de vida, algo complicado, podría
abordarse desde un debate público en conjunto con prioridades
ambientales y más comprensión de la situación actual.
 “En segundo lugar, entre las oportunidades que con toda razón
valoramos, está la libertad de participación. De resultar impedidas o
debilitadas las deliberaciones participativas, se perdería algo valioso”
(Sen, 2008, p.58). El ocultamiento de información o la diferencia de
opinión entre la ciudadanía y el gobierno, sin instancias de debate
público y participación, son ejemplos de una estrategia contraria a la
participación informada de la población, lo cual es una “significativa
pérdida de la libertad”, según Sen (Sen, 2008, p.58), y, por tanto, ya es
algo que no está siendo sostenido.
 “En tercer lugar, si se trata de lograr objetivos ambientales mediante
procedimientos que constituyen una intromisión en las vidas privadas
de las personas, la consiguiente pérdida de libertad debe considerarse
como una perdida inmediata” (Sen, 2008, p.59). Aquí, el ejemplo
propuesto por el autor es el de la planificación familiar coercitiva, la
cual restringe la libertad, es decir, sacrifica algo no lo sostiene. Sin
embargo, sí contribuye a sostener los niveles de vida.
 “En cuarto lugar, la modalidad convencional de centrar la atención en
las condiciones y nivel de vida en general puede pesar demasiado para
prestar la atención debida a la importancia de libertades específicas”
(2008, p.60). Puede no disminuir el nivel de vida, pero se pueden estar
perdiendo libertades y los derechos humanos relacionados. El ejemplo
en este caso es el derecho a respirar aire puro, el cual no se invalida
porque la persona afectada por un aire contaminado tenga un elevado
nivel de vida. Así, las generaciones futuras, en relación al deterioro
ecológico, no podrán respirar aire puro, aunque tengan un nivel de
vida bueno y bien sostenido.

El autor concluye que el desarrollo sostenible definido en términos de


satisfacción de necesidades es una noción básica que debe complementarse
con una más amplia del ser humano, donde éstos sean “agentes cuyas
libertades son importantes, y no solamente como pacientes que no son más
que sus condiciones de vida”. Y afirma que “la pertinencia de la participación
ciudadana y social es más que algo instrumental. Se trata de elementos
integrales de lo que tenemos razón de preservar” (Sen, 2008, p.60).

Para que las personas asuman una actitud proactiva y sean agentes, el rol de la
educación es clave, y preguntarse qué actitudes y comportamientos deben ser
promovidos desde la misma, tanto para los consumidores como para
proveedores. Esta es una responsabilidad del Estado a la cual también deben
contribuir las empresas brindando toda la información posible, mejorando en
calidad y cantidad. La información y la educación son complementarias.
Acceder a la primera y a los canales correspondientes es un derecho, pero la
segunda nos permite procesar esa información y utilizarla correctamente
(Schiavi, 2012).

Las decisiones del consumo responsable responden al grado de información y


educación del consumidor, pero también a los niveles de exclusión social y la
pobreza, ya que “para los consumidores (en realidad sub–consumidores) de
menores ingresos, la variable relevante en su decisión es el precio y no tiene
opción para premiar o castigar a empresas que tengan una conducta ética o
no” (Niello, 2006, p.14).
En los países desarrollados, los movimientos de consumidores han trabajado en
monitorear el comportamiento de las empresas e informar a los consumidores
para que éstos premien o sancionen a las empresas según si las prácticas son
responsables o no. La promoción de la responsabilidad social en las empresas
podría aportar a una armonía mayor en las relaciones entre consumidores,
empresas y grupos de interés, logrando una “mejor convivencia social y un
marco de gobernabilidad más estable en las naciones en desarrollo” (Niello,
2006, p.13).

A continuación una breve descripción de los grandes ejes del consumo


sustentable, y luego un cuadro que ejemplifica algunos de los comportamientos
responsable para cada uno en diversos rubros.

 Consumo sustentable: es la utilización de productos y servicios para


las necesidades básicas y una mejor calidad de vida, con el menor uso
posible de recursos naturales, materiales tóxicos, emisión de residuos
y contaminantes para preservar el ambiente en vistas a las
generaciones futuras, según la definición de la Comisión de las
Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible (CDS III, 1995) (Schiavi,
2012). No se pueden reducir los niveles de consumo dado que la
población aumenta, pero sí mejorar los patrones de producción y
consumo, integrando a los criterios lucrativos los ambientales y
sociales. Así la construcción de un mercado sostenible requiere de la
responsabilidad social y de la educación. Tanto el Estado, como las
empresas, las organizaciones intermedias, los proveedores, los
consumidores comparten la responsabilidad del consumo
sustentable.
 Comercio justo: es una práctica alternativa del comercio que
promueve una relación equitativa entre productores y consumidores,
impulsa el desarrollo sustentable de los involucrados, respeta la
cultura de los pueblos, su economía y tradiciones. Algunas
características son:
o el precio justo, un poco más elevado que el de un producto similar
estándar, pero cubre costos y permite una vida digna al productor;
o derechos humanos, sin trabajo infantil, igualdad de géneros,
condiciones de trabajo digno;
o respeto al medio ambiente, sin químicos ni sustancias nocivas;
o intermediación, que aumenta costos y no agrega valor; se evita en la
cadena de comercialización;
o información, sobre producción, insumos, técnicas, respeto al medio
ambiente, para que él conozca que distingue al producto y justifica
un precio más alto;
o prefinanciación, se acuerda una parte de pago adelantada para que
el productor pueda realizar el producto, ya que no accede a crédito u
otras formas de financiación para adquirir maquinaria e insumos
(Schiavi, 2012).
 Activismo ciudadano ilustrado: se vincula a empoderar a la
ciudadanía para que tome parte, se informe, reclame, y controle que
la producción sea sustentable y acorde a patrones de cuidado medio
ambiental.

Ejes del Acciones concretas


Consumo
sustentable

Consumo  alimentación (reducir, por ejemplo, la ingesta de carne)


responsable  transporte (promover el uso de la bicicleta y del transporte
“reducir, público como formas de movilidad sostenible)
reutilizar y  construcción (greenbuilding)
reciclar”
 limpieza (evitar sustancias contaminantes)
 cosméticos (promover uso de sustancias orgánicas y testeo
sobre personas voluntarias)
 calefacción e iluminación (sustituir las bombillas incandescentes
por las de bajo consumo)
 indumentaria (materias primas orgánicas, recupero de técnicas
antiguas como telares y ruecas de madera)
 planificación familiar
 idea decompensar los efectos de aquellas acciones que
contribuyan a la degradación y no podamos evitar, como, por
ejemplo, determinados viajes en avión

Comercio justo  producir y comprar productos con garantía de que han sido
obtenidos con procedimientos sostenibles, respetuosos con el
medio y con las personas
 práctica del turismo sostenible
 actividades financieras, siguiendo los principios de la Banca ética

Activismo  participación,
ciudadano  intervención y
ilustrado  control de la ciudadanía

Fuente: Elaboración propia basada en la información sobre la Década por una Educación para la
Sostenibilidad en el sitio de la Organización de los Estados Iberoamericanos. Recuperada de:
http://goo.gl/APpslp (Último acceso 26/01/2015) y a Schiavi, 2012.
Buenas prácticas organizacionales de
la Responsabilidad Social
La responsabilidad social se construye en las organizaciones a través de un
proceso que involucra conocimiento, competencias y capacidades, en una
continua adecuación del diseño organizacional en su estructura y liderazgo. Las
prácticas y acciones a encarar dependerán de la etapa en que se encuentre la
organización en relación a los temas vinculados a la responsabilidad social
(Correa; Estévez Valencia, 2011).

No existe un único camino para desarrollar la responsabilidad social en una


organización, hay varias guías. Incluso el reporte de sustentabilidad no es
solamente un medio de comunicación, es una herramienta de gestión en sí
mismo. Es así que cada empresa o institución avanza según sus posibilidades y
realidades, incluso muchas de ellas diseñan sus propios caminos. Este es el caso
de Masisa, por ejemplo, que ha diseñado una Ruta de Liderazgo para liderar el
desarrollo sostenible a nivel regional, y que es citado por Correa y Estévez
Valencia para graficar.
Fuente: En Vives y Peinado-Vara, E. (comp.), 2011, Recuperado de: http://goo.gl/edIAeE Último
acceso: 23/01/2015

A continuación repasaremos una propuesta concreta de estrategia para


introducir la responsabilidad social en el diseño organizacional. Para ello se
seguirá el capítulo Estrategias de Responsabilidad Social Empresarial de Elsa
Del Castillo Mory, que integra el Manual de Gestión: La responsabilidad social
de la empresa en América Latina, el cual se incluye en la bibliografía
complementaria del curso.
Los principios de responsabilidad social deben traducirse en prácticas concretas
y efectivas. Para ello deben diseñarse espacios hacia dentro de la empresa que
faciliten este proceso. Así la autora (2011) afirma que deben integrarse a las
empresas de Latinoamérica tres elementos para llevar la responsabilidad social
al centro de la empresa:
1) Utilización de guías y estándares de uso internacional para adecuar sus
sistemas de gestión. Esto facilitará una mayor competitividad
internacional.
2) Alinear las acciones de responsabilidad social con los objetivos
corporativos, así la gestión responsable se entenderá como parte clave
del modelo de negocios.
3) Gestionar la responsabilidad social de manera transversal a la empresa,
según cómo la empresa se relacione y perciba a los agentes sociales y a
cómo entienda una actuación efectiva hacia dentro de la gestión,
basando el accionar en buenas prácticas de gobierno corporativo. Es
central entonces la capacidad de los directivos para articular sus
acciones y programas de responsabilidad con su modelo de gestión
empresarial.

En el esquema propuesto para preparar estrategias de responsabilidad


empresarial, el primer paso es establecer una Línea Base sobre la situación
actual de la acción responsable, que se realiza mediante un auto-diagnóstico.
Para el mismo existen diversos modelos disponibles en el medio internacional
(uno de los más completos es el propuesto por el Instituto Ethos en Brasil y
traducido al castellano por el Instituto Argentino de Responsabilidad Social de
la Empresa, IARSE). Se hará un análisis interno y luego se completará con
información sobre las percepciones del entorno, particularmente de los grupos
de interés. Luego se deberá analizar la información, para proponer un plan de
acción alineando la responsabilidad social a la estrategia de la empresa, para
pasar, finalmente, a la etapa de implementación (2011).

Insertar la gestión de la responsabilidad social a la estructura de la organización


implica que se asignen responsabilidades desde los niveles más altos, pasando
por los organizativos y luego los individuales. En este proceso, un elemento
central es el afianzamiento de los principios y valores corporativos que se
logran a través de la cultura organizacional (2011).

Las estrategias de RSE toman como punto de partida el


reconocimiento de las demandas de los diversos grupos de
interés y la búsqueda de resultados en lo que se denomina “la
triple línea básica”, aludiendo al logro de resultados económicos,
sociales y medioambientales mediante sistemas de gestión
integrales. Esto requiere de la inserción de mecanismos de
innovación y mejora continua de las relaciones con cada grupo
con el que se interactúa, donde la empresa prioriza tres procesos
principales: la inspiración o institucionalización de una visión de
prácticas responsables a lo largo de la empresa; la integración de
la responsabilidad en las estrategias corporativas, la formación
de los recursos humanos y los sistemas de gestión y, finalmente,
el aprendizaje a partir de estas experiencias.

En este sentido, los enfoques de gestión de calidad se


extenderán más allá de la atención al cliente, hacia la atención
de los diversos grupos sociales. Con estos grupos, las empresas
buscarán construir relaciones de largo plazo, así como responder
estratégicamente a sus presiones haciendo uso de los
mecanismos que ya tienen instaurados en sus sistemas de
gestión. Para lograr esta “gestión responsable total” (GRT), las
empresas deberán crear una visión y un conjunto de valores que
destaquen las responsabilidades centrales de la compañía, a
partir de los cuales se articulará la estrategia corporativa.
Asimismo, deberán hacer partícipes a los grupos de interés en
procesos de diálogo que, a su vez, generen una respuesta
interna. Esto requiere que los trabajadores comprendan y
asuman la responsabilidad por los impactos que la empresa
genera; así como, que sean partícipes de procesos de mejora
continua. (Del Castillo Mory, 2011, p.231).
Fuente: Del Castillo Mory, 2011, p.232.

El cuadro anterior muestra cuáles son los elementos de un modelo integrado


de gestión responsable, con esta guía se construirá la línea de base para
determinar cuáles son los temas que la dirección debe atender. La priorización
es importante, ya que los recursos son limitados y las demandas de los grupos
de interés van en aumento. Dicha priorización debe hacerse según criterios
objetivos y esta visión integral, para definir sobre la base de mecanismos de
planificación estratégica cuáles acciones se implementarán.

La variedad de demandas de los grupos de interés hace necesario priorizarlas,


identificar los grupos y definir oportunidades y riesgos en la interacción con los
mismos. Tres elementos son útiles para esta priorización:

 El nivel de poder ejercido por cada uno de los grupos de


interés, es decir, el nivel de influencia que estos grupos pueden
ejercer en el proceso de decisión de la compañía.
 El nivel de urgencia de sus pedidos.
 El nivel de legitimidad o validez de sus demandas (Del Castillo
Mory, 2011, p.235).

Este marco conceptual sugiere atender los grupos que tengan al menos dos de
estos elementos, y propone una tipología (en el gráfico a continuación) que
debiera ser revisada periódicamente para entender la dinámica de las
interacciones en el tiempo.

Fuente: Del Castillo Mory, (2011, p. 235), basado en Mitchell, Agle y Wood (1997).

Además, considerando la presión de los grupos, la dirección debe evaluar en


qué temas debe sólo cumplir la normativa y cuáles temas requieren de un
enfoque estratégico que refuerce la ventaja competitiva de la empresa.
Lo primero es recolectar las demandas de los grupos, luego completarlas con
un análisis autocrítico de los impactos positivos y negativos de la cadena de
valor de la empresa. Luego, evaluar si los programas sociales que ya ejecuta la
empresa mejoran su competitividad propia y en el sector.

La competitividad en el entorno podría mejorarse con programas de


responsabilidad social en cuatro vías que fortalecen capacidades y condiciones
de trabajo de la compañía:

1) La mejora de los factores de producción (invirtiendo en I+D en


universidades locales, elevando el nivel de preparación de la
mano de obra local, mejorando el acceso a capital financiero o
protegiendo y conservando las fuentes de recursos, entre otros
ejemplos).
2) El desarrollo de la demanda, donde la empresa podrá mejorar
las capacidades del mercado para generar una demanda futura
más informada, más sofisticada e incluso más amplia (ejemplo de
este tipo de programas lo constituyen los esfuerzos de varias
empresas por educar a los futuros consumidores, el desarrollo de
programas para elevar la capacidad adquisitiva del mercado,
entre otros posibles ámbitos de actuación donde, en la región de
Latinoamérica, se ubican cada vez más los ejemplos de negocios
inclusivos).
3) El trabajo con otras industrias relacionadas que son necesarias
para que el servicio que recibe el consumidor pueda ser óptimo
(la empresa podrá fortalecer a los conglomerados productivos y
a otros servicios complementarios que permiten la operación del
negocio).
4) La mejora de las condiciones de competencia del mercado,
donde una empresa responsable con visión estratégica buscará
promover reglas claras en el sector, así como la capacitación de
las autoridades locales para que ejerzan una labor promotora y
fiscalizadora efectiva, entre otras posibles acciones a
desarrollar). (Del Castillo Mory,2011, p.237).

En definitiva, para formular un listado de acciones de responsabilidad social


posibles, se sugieren tres etapas de construcción y la articulación de diversas
herramientas de gestión que se muestran en el gráfico a continuación.
•Identificar grupos de interés.
•Priorizarlos.
•Identificar oportunidades y amenazas con cada uno, según afectan la reputación, la
Etapa I eficiencia o la estrategia.

•Analizar procesos centrales de la empresa en su cadena de valor.


•Detectar impactos positivos y negativos de la operación del negocio en lo social,
económico y ambiental.
Etapa II •Generar ideas sobre programas de responsabilidad social que mejoren los impactos
de la empresa en el entorno.

•Proponer acciones de responsabilidad social para potenciar oportunidades de la


empresa en el fortalecimiento del entorno donde compite (desarrollando programas
que le generen mejores condiciones para acceder a los factores de producción; que
permitan consolidar o ampliar la demanda por sus productos; que mejoren las
Etapa III condiciones de la oferta de servicios de industrias complementarias, o que mejoren
las condiciones para competir en su sector).

Fuente: Elaboración propia basada en Del Castillo Mory, 2011, p.237-238.


Fuente: Del Castillo Mory, (2011, p. 238) basado en Mitchell, Agle y Wood (1997), Porter y
Kramer (1999) y Sigma Project (2003).

Las acciones de responsabilidad social listadas podrán someterse a


consideración del equipo directivo y a consulta de los grupos de interés. A
continuación se deben fijar indicadores de gestión para evaluar los resultados
propuestos en el mapa estratégico, teniendo en cuenta el diseño de un sistema
de incentivos interno para reconocer los logros por áreas y trabajador. Todo lo
cual asegurará la coherencia entre principios, estrategias y acciones para el
logro de los objetivos de sustentabilidad de la compañía y el buen desempeño
del equipo según la responsabilidad social (2011).

La articulación y la gestión de la responsabilidad social en la estructura de la


empresa pueden tomar diversas formas que van desde una estructura
organizacional intacta, pasando por una ampliada, o incluso hasta la generación
de nuevas estructura internas como una fundación de la empresa. Otra práctica
adicional es la de crear un comité de gestión ética o consultivo con
representantes de la gestión de la empresa e incluso con expertos externos.

Para encarar este proceso hacia la responsabilidad social es clave la


progresiva incorporación de valores en la cultura de la organización,
tales como “sentido de la equidad, de la solidaridad, de la
responsabilidad y de la trascendencia” (Del Castillo Mory, 2011,
p.243), para consolidar al grupo humano que protagonizará el
camino.

Según Del Castillo Mory (2011), cuatro son los pasos para que la
responsabilidad social se adopte como filosofía empresarial.

1) Despertar la conciencia de los directivos sobre los temas sociales y


ambientales, revisando la misión y los principios de la empresa.
2) Ampliar la preocupación por la generación de valor social y medio
ambiental hacia una cultura de diálogo y políticas corporativas.
3) Avanzar con indicadores y guías en la empresa para promover la
autoevaluación y seguimiento colectivo, con la participación de grupos
de interés y fomentando la rendición de cuentas de la empresa.
4) Refinar el monitoreo, introduciendo mejoras en la cultura para
favorecer la innovación en la inserción de la responsabilidad social en la
responsabilidad social de la práctica empresarial.

Un último párrafo para referir al gobierno corporativo, que es quien debe


orientar la acción cotidiana y cuidar los balances internos y externos, con
mirada del largo plazo y la sustentabilidad, guiando y supervisando la acción
gerencial y de administración, según una visión estratégica y de negocios
(Perera, 2011). En este sentido, algunas buenas prácticas para desarrollar un
buen gobierno corporativo, según ya se están dando en Latinoamérica, serían:
 Centros de estudio académicos-corporativos para analizar buenos
gobiernos corporativos y vías concretas de desarrollo para introducirlas
en la regulación y legislación.
 Iniciativas público-privadas para el desarrollo de buenas prácticas,
consensuando entre la regulación y la autorregulación para los grandes
temas, en un esfuerzo cooperativo entre los gestores (los directores de
empresas) y el regulador (el Estado).
 Informes anuales obligatorios sobre gobierno corporativo.
 Guías para acercar la sustentabilidad al directorio, y la sistematización
de buenas prácticas.
 Estudios específicos sobre la realidad que iluminan con desafíos
concretos y soluciones.

Rol individual y social en las


organizaciones
La empresa surge hacia mediados del siglo XIX, tal como se concibe hoy, como
una producción colectiva de bienes y servicios, independiente de una persona o
familia, y sin intervención del Estado. Así se crea la idea de persona jurídica,
que separa las responsabilidades de los dueños de las de los directivos de la
empresa. Aún más se aparece el concepto de responsabilidad limitada: los
dueños sólo responden financieramente por su participación en la empresa, y
no con sus bienes propios, lo cual da una gran libertad de acción a la entidad. La
diferenciación de la clase gerencial de los dueños de la organización llega con el
problema de compatibilidad de objetivos entre ambas, todo lo cual será
propenso a la gestación de comportamientos irresponsables (Vives, 2011).

La evolución del modelo ha ido decantando en la conciencia de una necesaria


formalización de responsabilidades dentro del colectivo que es la empresa,
aunque persiste la discusión de que sólo las personas individuales pueden ser
responsables y no las entidades como tales.

Es cierto que las personas, dentro de las empresas, actúan a


nombre de las empresas y no a título individual y son ellas las
que deben ejecutar la responsabilidad social y ambiental. Pero
estas ejecutarán lo que colectivamente se haya determinado, vía
las decisiones, los procedimientos y políticas internas a la
empresa, que han sido elaboradas por individuos. Si bien la
responsabilidad de la empresa de ser responsable recae en los
individuos que la conforman, el colectivo es responsable de su
implementación y por ello podemos hablar de “responsabilidad
de la empresa”.

Claro está que, como en toda organización o burocracia, es


posible esconderse detrás del colectivo para evitar tomar
responsabilidad individual. También es posible que el colectivo
tome decisiones que estén en contra de la ética o sentido de
responsabilidad de algunos individuos. De cualquier manera, es
claro que la responsabilidad social de la empresa depende de la
responsabilidad y ética de los individuos que la conforman, con
mayor o menor posibilidad de influencia. Aunque es posible
también que esa responsabilidad no sea la suma de las
responsabilidades individuales.

La responsabilidad individual se convierte en responsabilidad


colectiva, anónima. Los mismos nombres no son conducentes a
la responsabilidad de la empresa. En un caso se declaran
“anónimas”, o sea, no sabemos quiénes son y pueden esconder
su irresponsabilidad, y en el otro caso expresan claramente que
su responsabilidad es limitada, o sea, que las irresponsabilidades
colectivas no son transferibles a los individuos que las
componen. (Vives, 2011, pp.48-49).

Vives (2011) señala que entre las posiciones extremas en relación a cuál es la
responsabilidad de la empresa en la sociedad, es interesante la posición de la
Iglesia Católica expresada a través de la Encíclica Rerum Novarum y más
actualmente la de la Encíclica Caritas in Veritas, que en 2009 alerta sobre los
riesgos de que la empresa responda sólo “a las expectativas de los inversores
en detrimento de su dimensión social” (Vives, 2011, p. 52), y asegura que
“debido a su continuo crecimiento y a la necesidad de mayores capitales, cada
vez son menos las empresas que dependen de un único empresario estable que
se sienta responsable a largo plazo, (…) de la vida y los resultados de su
empresa” (Vives, 2011, p.52). Esto sustenta la idea bastante aceptada, de que
el rol de la empresa en la sociedad es el de hacer negocios que beneficien a los
dueños pero también a la sociedad, con una visión más amplia del largo plazo,
donde las partes interesadas también sean parte de lo que preocupa a la
empresa, aunque, como ya se dijo, en la práctica muchos empresarios tienen
aún una visión restringida y acotada al corto plazo de los beneficios tangibles.

Las organizaciones como tales muchas veces contradicen con la práctica el


discurso que hacen de la responsabilidad social. Abundan los ejemplos de casos
donde la autorregulación que se imponen las empresas no funciona como tal,
sino en beneficio de intereses propios que generan daños al ambiente y las
personas. Ya se ha estudiado que, frente a esta situación, son los consumidores
quienes tienen el potencial de enfrentar estos desequilibrios, pero que para
ello necesitan estar informados y ser capaces de ejercer un rol activo. Además,
debiera avanzarse en regulaciones más eficientes del mercado ejercidas desde
el Estado.

La responsabilidad social de la empresa debiera entenderse en un enfoque


proactivo, adelantándose a la legalidad y la institucionalidad, a través de un
comportamiento sin dobles estándares, sino leal, honesto y transparente; que
muestre en la práctica que son capaces de forjar confianza en el mercado
donde ofrecen sus productos y servicios.

(…) el enfoque de RSE debe ser concebido como un acto “social”


consensuado, aceptado comúnmente, que no debería aplicarse
por propia decisión gerencial, sino que debiera ser reconocida
por el conjunto de los stakeholders, las autoridades y la
ciudadanía. Así concebido la RSE produciría el efecto no sólo de
aumentar el prestigio, la imagen y la reputación de la empresa
frente a la sociedad sino que generaría mayor credibilidad y por
consiguiente, gobernabilidad y convivencia social. (Vargas Niello,
2006, p.28).

La toma de decisión sobre conductas responsables debe realizarse según un


análisis cuantitativo y subjetivo basado en el mejor juicio de los decisores, pero
muchas veces sólo se basa en un análisis subjetivo, ya que en general no están
los datos cuantitativos para apoyar la decisión. No resulta suficiente que sólo se
guíe la decisión por el uso de valores en bolsa, o el valor contable. Tampoco
deben guiar esta decisión intereses personales, o de mercadeo o de relaciones
públicas, sino que debe entroncarse en una estrategia integral de la
responsabilidad social. Así, la filantropía y la acción social no reemplazan a las
responsabilidades fundamentales de la empresa, son un plus adicional de las
mismas (Vives, 2011).

Es por esto que, como ya se revisó en esta Lectura 3, la integridad de


empresarios y gobiernos es clave en la instauración de la responsabilidad social
en las organizaciones, más allá del desarrollo del mercado y de su regulación.

En la Encíclica Caritas in Veritas el Papa Benedicto XVI comenta


sobre las imperfecciones de los mercados y sus potenciales
abusos por parte de los individuos: “No se debe olvidar que el
mercado no existe en su estado puro, se adapta a las
configuraciones culturales que lo concretan y condicionan. En
efecto, la economía y las finanzas, al ser instrumentos, pueden
ser mal utilizadas cuando quien los gestiona tiene sólo
referencias egoístas. De esta forma, se puede llegar a
transformar medios de por sí buenos en perniciosos (…) Por eso,
no se deben hacer reproches al medio o instrumento sino al
hombre, a su conciencia moral y a su responsabilidad personal y
social (énfasis añadido). La culpa no es del mercado, es de los
operadores. (Vives, 2011, p.61)

Para el progreso económico y social se necesitan los mercados, pero


para que este progreso sea balanceado y sostenible en el largo
plazo, se requiere de la operación eficiente del mercado de la
responsabilidad, que requiere del concurso de todas las partes
interesadas, incluyendo gobiernos, pero todos descansando sobre la
ética personal y la integridad (Vives, 2011, pp.61-62).
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29/01/2015

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CINU (Centro de información de Naciones Unidas):

http://www.cinu.org.mx/temas/des_sost/conf.htm

http://www.cinu.org.mx/temas/des_sost/cumbredes_sost.htm

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ISO (International Organization for


Standarization):http://www.iso.org/iso/home/standards/management-
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http://www.iso.org/iso/home/standards/management-standards/iso14000.htm

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Cultura):

http://www.unesco.org/new/es/education/themes/leading-the-international-
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http://www.oei.es/decada/accion004.htm

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http://www.uncsd2012.org/

www.21.edu.ar

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