Вы находитесь на странице: 1из 100

PEDRO MIR

LASRAICES
DOMINICANAS
DOMINICA AS DE
LA DOCTRINA DE MONROE
lAS RAlCES DOMINICANAS DE LA

DOCTRINA DE MONROE
PREFACIO

Al vincular los orígenes de la Doctrina de Monroe a los de la


dependencia dominicana, el estudioso se enfrenta a un recorrido
incalculablemente largo a través de la Historia de dos países, los
Estados Unidos de América y la República Dominicana, tanto en
su desarrollo interno como en sus relaciones con el exterior.
Porque la Doctrina de Monroe no surge de la cabeza de sus
creadores como un instrumento de política internacional definiti-
vamente construido. Todo lo contrario. Pasando por diversas
etapas de desarrollo, desde su punto de introyecci6n, el de la
intelección de sí misma, hasta el de proyecci6n, el de su acci6n
externa, esta Doctrina acaba por adoptar la fisonomía exacta-
mente opuesta a aquella que tuvo en su nacimiento. Y este proceso
no puede ser sino el reflejo de los cambios que la vida hist6rica
hace sufrir a la propia nación norteamericana. Lo que supone un
estudio general de ese proceso.
A su vez, las relaciones de Santo Domingo con los Estados
Unidos en los aspectos vinculados con la Doctrina, se desenvuelven
en el marco de los, acontecimientos dominicanos, cuya naturaleza
responde igualmente a una serie de cambios hist6ricos. Lo que
igualmente supone un examen general de ese proceso.
Dos grandes líneas se advierten en ese proceso simultáneo. Una
línea colonialista que se remonta a los primeros tiempos de la vida
hist6rica de ambas naciones y que concluye en Santo Domingo en
1874, época en que Estados Unidos abandona sus empresas de
naturaleza colonial en Santo Domingo.
7
8 Pedro Mir

y una línea financiera, de contenido imperia1ista, que se inicia


en 1905 en Santo Domingo y que coincide con la culminación del
proceso de concentración monopolista en los Estados Unidos,
principalmente en el seno de dos grandes industrias: el acero y el
petróleo.
Las etapas que debe recorrer la Doctrina de Monroe para
alcanzar una fisonomía definitiva y, a la vez, las que debe recorrer
Santo Domingo para ajustarse a los alcances de esa Doctrina son
sumamente complejos y exigen prolongados estudios.
Pero lo más notable que resulta del trabajo es que la historia de
Santo Domingo puede escribirse ignorando la Doctrina de Monroe
mientras que por el contrario la Doctrina de Monroe no puede
escribirse ignorando a Santo Domingo. Ni siquiera cuando exista el
propósito deliberado de hacerlo.
Es un hecho que los azares de la acción política de los Estados
Unidos en Santo Domingo han impreso profunda huella en esa
Doctrina debido a la necesidad de un instrumento de legalidad que
justifique sus acciones, de donde resulta que ha sido este pequeño
país el motor más constante de las modificaciones, interpretacio-
nes y cambios estructurales que ha experimentado este célebre
instrumento de la política exterior norteamericana. Y así como en
la biografía de Washington, una figura histórica de tan vistosos
~ireles de epopeya, desaparece, según cuenta Arnold Toynbee,
aquella esclavita en cuyos brazos amorosos encontró la debilidad
que debía conducirlo a la muerte, también en las aureolas de la
Doctrina de Monroe desaparece esa esclavita tentadora y mortal
que es la parte antiguamente española de la Isla de Santo
Domingo.
Ese es el tema de las presentes lecciones que el autor dictó en
un cursillo de la Facultad de Humanidades de la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), durante el verano de
1971.
La naturaleza de las circunstancias determina que este no sea
más que un trabajo esquemático que, a lo sumo, traza las líneas
que podrían seguirse para un estudio adecuado de este extraño y
esclarecedor fenómeno. Desgraciadamente la premura con que fue
tratado así como las deficiencias tremendas que confronta el
estudioso dominicano en cualquier circunstancia, impiden que este
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 9

trabajo sea el que amerita el tema y el que merecía la atención


devota de los estudiantes de México a los que fue dictado.
Ellos encontrarán de nuevo las palabras pronunciadas entonces
sin otra alteración que, puesto que las lecciones no fueron leídas
salvo cuando se trataba de citas textuales, introdujo la improvisa-
ción, Están ausentes también las palabras con las que finalizó el
cursillo, ya que la última cátedra fue dejada deliberadamente
inconclusa para improvisar la conclusión en el marco de las
circunstancias eventuales.
Y, de este modo, queden como r~cuerdo de un entrañable
encuentro que por sí mismo justifica !'u publicación.

Santo Domingo,
1972
A aquella estudiante mexicana que, acompañada de su novio,
regaló a su profesor ocasional, al concluir el cursillo, la hermosa
prenda aborigen que la adornaba.

A Leticia, tan amable.

A Humberto, tan gentil.

A todos los demás, tan generosos, tan ejemplares.

Con gratitud.
I. SANTO DOMINGO Y LA DOCTRINA DE MONROE:
PRESENTACION

"Que el Gobierno de Santo Domingo es gobierno porque lleva el


nombre de tal, pero que su cimiento es costal de plumas que
espera el viento para llevarlo a puerto de salvación..." 1
CONDE DE MIRASOL
Despacho a la Corte desde Puerto Rico, 1845.

"El objeto de esta misión era indagar y conocer la capacidad de


los dominicanos para sostener su independencia".2
PUBLlC LEDGER
Periódico de Filadelfia, el 29 de dic., 1846.

El papel de Santo Domingo en la formación de ese formidable


instrumento de la diplomacia norteamericana que se conoce como
DOCTRINA DE MONROE, es muchísimo más importante de lo
que puede hacer suponer el peso de este pequeño país en los
asuntos mundiales y aun en los asuntos continentales y, si se
quiere, aun en los antillanos.
Cuando uno se sumerge en el estudio de esta gran Doctrina, no
deja de inquietarse ante la evidencia de que, a pesar de la poca
importancia que pueda tener este país, haya estado tan presente en
la mente de los fOIjadores del instrumento diplomático fundamen-

1. Relaciones Dominico-espaflollfl. pág. 40 .


2. .... pág. 61.
13
14 Pedro Mir

tal de una nación tan poderosa y de tanta participación en los


problemas del mundo entero, como los Estados Unidos. Este
fenómeno es, desde luego, poco conocido. Porque en definitiva
¿qué importancia puede tener el hecho de que un país tan poco
conspícuo como Santo Domingo haya sido casi siempre la musa
inspiradora de la Doctrina de Momoe? Lo que importa es la
Doctrina de Momoe. Y en cuanto al papel de Santo Domingo en
su formación histórica, es cosa que a lo sumo atafie a los eruditos,
a los buceadores de paradojas para los servicios de prensa y a algún
que otro dominicano aficionado a la historia de su país.
Pero es precisamente por las razones expuestas que nosotros
vamos a desarrollar aquí ese tema, en el marco del compromiso
contraído con este curso de verano. El tema propuesto es el de los
"Orz'genes históricos de la Dependencia en Santo Domingo". tema
necesariamente vasto y prácticamente inagotable en las presentes
circunstancias. Inicialmente hemos vacilado al preguntarnos qué
interés puede tener para el estudiante mexicano, las mil y una
incidencias del proceso histórico de la dependencia dominicana.
Ciertamente, Santo Domingo se ha ganado, como dice el Profesor
J. Fred Rippy, "el triste privilegio de seruna de las naciones más
turbulentas de la América Latiná", criterio que había expresado ya
el viejo historiador espafiol don Nicolás' Estévanez en su Historia
de América el siglo pasado. El relato de estas turbulencias no sirve
sino para fatigar al oyente y martirizar a los estudiantes. Por eso
nosotros nos hemos enfrascado en un esfuerzo mayor y hemos
decidido embarcar el problema de la dependencia dominicana en
un barco de mayor tonelaje, la Doctrina de Momoe, presentando
un aspecto de ella que tal vez puede despertar alguna curiosidad en
el auditorio, aunque sólo sea para ver en qué medida este esfuerzo
da algún resultado atendible. Naturalmente, para nadie es un
secreto que la Doctrina de Momoe ha tenido mucho que ver con la
dependencia dominicana, como lo ha tenido que ver con otros
países latinoamericanos. Pero lo que no es tan sabido ya es la
proposición a la inversa. Vale decir, que la Doctrina de Momoe le
debe más a la dependencia dominicana que lo que esta dependen-
cia le debe a la Doctrina de Monroe.
A ningún país, salvo tal vez a México, y de una manera
paradójica, tal v~z a Inglaterra, le debe tanto la Doctrina de
Monroe como a Santo Domingo. Le debe el nombre de pila ya que
LAS RAICES OOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 15

era absurdo que le debiera el apellido puesto que Monroe no es


apellido que exista en Santo Domingo. Por eso más bien pudo
llamarse Doctrina de Santo Domingo, nombre que nosotros
presentamos como una proposición formal, seguros de que será
adoptado en este magnífico escenario, si logramos dominar nuestra
faena.
Así, pues, nosotros vamos a ensamblar aquí dos recorridos
paralelos, sacrificando en el uno y en el otro los ramales que se
apartan del rumbo. Otros compatriotas que participan en este
curso cubrirán con ventaja para mis oyentes, los vacíos necesarios
y las deficiencias inevitables.

Por los años de 1926, un norteamericano muy lúcido escribió


una obra titulada "Los Americanos en Santo Domingo", en la cual
declaraba lo siguiente:
"La manera cómo el balance del poder en el Caribe ha
regularizado la efectividad de la Doctrina de Monroe, puede
ser ilustrada observando nuestras relaciones con Santo
Domingo después de 1850. . :'3
Estas palabras aparecen en la introducción de la obra y despertó
gran interés en nosotros cuando éramos estudiantes. Desgraciada-
mente, el trabajo sólo incidentalmente contempla el problema sin
hacer referencia concreta a ese "balance del poder" y a esa
"regularización de la efectividad" que allí se apuntan. Aquí
nosotros aspiramos hacer referencia concreta a esos puntos a
manera de esqueleto, para la presentación de los problemas del
proceso de dependencia dominicana en el plano histórico.
Debemos a los trabajos del profesor Dexter Perkins, considera-
do por algunos como el historiador "oficial" de la Doctrina de
Monroe, las orientaciones fundamentales de estas ideas. Su
bibliografía es copiosa y su autoridad indiscutible. Y vamos a
comenzar mencionando un párrafo de su obra principal, "The
Monroe Doctrine". Dice así:
3. Me1vyn M. Knight: LOS AMERICANOS EN SANTO DOMINGO, Santo Domingo,
1939.
16 Pedro Míe

"Cuán lejos de su extinción estaba el espíritu de


interferencia es cosa que se puede descubrir fácilmente al
examinar la cuestión de México o la cuestión de Santo
Domingo. '.. El caso de México es, sin duda, el más
importante; pues ciertamente es éste el que atrajo. en mayor
grado. la atención de los historiadores. Pero la relativa
novedad envuelta en el estudio de las relaciones francesas y
españolas con la República Dominicana, le imprime un
interés peculiar a esta parte de la narración':4
Nosotros queremos destacar dos asuntos que se desprenden de
esta cita de Perkins. Lo primero es que él seftala que la cuestión de
México atrajo particularmente la atención de los estudiosos. Y es
claro. México tiene un lugar en el mundo por el peso de su
economía, por la extensión de su territorio y desde luego por la
grandiosidad de su proceso histórico. Y esto explica, a lo menos en
parte, la atracción que siente el historiador por convertir un país
tan grandioso y además tan hermoso en materia de sus estudios.
Lo que no parece ser el caso de Santo Domingo. Pero lo que más
nos llama la atención, y es éste el segundo aspecto que nosotros
queríamos destacar, es que el propio Perkins, que ha sido sin duda
el primero en destacar el papel de Santo Domingo en la formación
de lo que entendemos por Doctrina de Monroe, agotó su
entusiasmo en su primer trabajo importante sobre la materia que
es, por cierto, su obra fundamental y la que le ha acreditado los
méritos que se le reconocen. En trabajos posteriores, tal vez
después del deleite de la novedad a la que él alude, su interés por
Santo Domingo desaparece de una manera que al curioso le resulta
inquietante. Por ejemplo, en su Historia de la Doctrina de Monroe
publicada en 1955 y que se presenta como un resumen de la obra
en cuatro volúmenes que hemos mencionado antes, Santo Domin-
go pasa como un soplo, de manera tan notoria que da la impresión
de que quisiera borrar lo que había dicho antes. Esto mismo se
advierte en sus colaboraciones para la "Enciclopedia Americana"
edición de 1958 y para la "Enciclopedia Británica" edición de
1971. En la primera se puede seguir paso a paso el papel de Santo

4. Dexter Per1dns: LA CUESTION DE SANTO DOMINGO, 1849-1865, Santo


Domingo. 1955. Es una traducción del capírulo V de THE MONROE DOCTRINE.
1826-1867, de 1933.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 17

Domingo en la articulación de la Doctrina, de manera tal que


autoriza a afirmar que este pequeño país ha estado presente en el
nacimiento, la pasión y la muerte de aquella gran Doctrina. Sin
embargo en su artículo de 1971, Santo Domingo se volatiliza,
como si este distinguido profesor quisiera librar su conciencia del
remordimiento de un antiguo pecado. Es una experiencia que se
puede llevar a cabo comparando ambos textos si a alguien le
interesa bucear en los misterios y especular sobre las motivaciones
del corazón humano.
Es probable que la aparente apatía de los estudiosos respecto a
esta pequeiía antilla se deba a su pequeñez y a su atraso
económico, con las consecuencias que particularmente esto último
conlleva. En una ocasión leimos en una edición de la antigua
Enciclopedia Británica, cuando aún era británica, en el artículo
correspondiente a Santo Domingo, que "este paú, uno de los más
pequeños y por lo menos hasta principios del siglo XX uno de los
más pobres. ha jugado un papel de gran importancia en politica
internacional". Para nuestra decepción, nada en el resto del
mencionado artículo, inducía a esa opinión. Lo que era indudable
es que el articulista, entre otras razones por británico, sabía por
qué lo decía aunque no pasara de ahí. Más adelante lo vamos a
ver...

La verdad es que Santo Domingo ostenta quizá demasiado


pomposamente el nombre de República Dominicana. Es, en efecto
un país muy pequeño para tales grandilocuencias: apenas algo más
o menos de SO mil kilómetros cuadrados, que viene a ser
aproximadamente ese trozo de la península de Yucatán, en el
extremo sur de México, que es el Estado de Quintana Roo ..Sólo la
población de la ciudad de México duplica la población total de la
República Dominicana y sobra población para cubrir la de su
capital, Santo Domingo.
Es además un país económicamente atrasado. El presupuesto
nacional fue secularmente inferior al de una ciudad como la de La
Habana, en la vecina isla. A falta de un buen sistema de ómnibus o
ferrocarriles, el transporte de pasajeros se hace mayormente en
18 Pedro Mir

automóvil, tanto en las ciudades como en los campos, lo que


resulta sumamente costoso y representa una sangría incalculable e
innecesaria de divisas extranjeras. Sólo ahora parece que una línea
aérea para el servicio interior está por inaugurarse después de
anteriores fracasos. En algunas regiones del país, el burro conserva
todavía su antiguo prestigio y su rancia nobleza cervantina, por lo
que no resulta sorprendente para el nativo, aunque sí para el
turista, encontrarlo a veces en las avenidas de la capital, tirándole
una discreta mordida a los jardines y proclamando al mismo
tiempo la humildad de su amo y la de su país.
Esto ocurre en el más antiguo país del Continente, donde como
es sabido, se fundaron 17 ciudades de origen europeo -concreta-
mente castellano- antes que en cualquier otra región del Hemisfe-
rio. Su Capital, su Catedral, su Universidad, son "Primadas de
América". Santo Domingo es la.madre de la Encomienda, de la
Esclavitud de Negros, de la Real Audiencia de Indias. En ella tuvo
lugar la primera, la segunda, la tercera revolución del Continente.
y es también la madre del primer mesticito colorado y casi sin
ninguna duda del primer mulato, aunque seguramente no fue allí
donde se le calificó y denominó peyorativamente de manera tan
deplorable e indigna. Allí, como en el Edén, se cometió el primer
crimen americano. Y dicen también que el primer aborto...
Pero tal vez más importante que todo eso es que allí se inventó
el ingenio de azúcar y con él se puso en marcha, la primera
industria del Continente, la industria azucarera. O séase, que era ya
un país industrial capaz de erigir los más hermosos palacios de
Espaí'la, cuando la nación más altamente industrializada de este
Continente en la actualidad, los Estados Unidos, distaba mucho
todavía de llevar a cabo su primera operación comercial de
importancia, si retroactivamente podemos calificar así la compra
de la Isla de Manhattan.
Sin embargo, la República Dominicana es tan desconocida en la
actualidad que mucha correspondencia se desvía y llega a una
antilla más pequeí'la de nombre parecido, DOMINICA, cuya capital
Roseau tenía 10 mil habitantes en 1960. Nuestros comerciantes se
quejan inútilmente de los trastornos que le ocasiona el des-
conocimiento de la una y de la otra antilla en muchas de las más
importantes oficinas de correos del mundo.
Por estas y otras razones resulta paradójico asignarle a esta
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 19

pequeña República algún papel, por modesto que sea, en la


instrumentación de una Doctrina de estatura planetaria como la
Doctrina de Monroe. Pero parece que es así. Es a propósito de
Santo Domingo que la Doctrina de Monroe alcanza por primera
vez un reconocimiento internacional, que es como su bautismo de
sangre, por parte de una nación europea. Es también allí donde
asume por primera vez y para no abandonarlo sino a la hora del
postrer suspiro, una posición activa, y no sólo doctrinal, ante una
potencia europea. También es en el marco de circunstancias
dominicanas que adopta oficialmente el nombre de doctrina y que
más tarde adoptará el ademán agresivo frente a los mismos pueblos
americanos. Y es también a propósito de Santo Domingo que, al
cumplir un siglo de notable existencia, tuerce la cerviz cansada y se
retira del mundo de los buenos: .. y de los malos.
El curso de ese proceso cae de lleno en las lindes del tema
asignado: "los orígenes de la dependencia dominicana".

Como se lee en todos los manuales, la Doctrina de Monroe fue


formulada en 1823, en un mensaje que el Presidente de los Estados
Unidos presentaba habitualmente a fin de año. Su propósito inicial
era oponerse a las supuestas o reales amenazas de la Santa Alianza
en el sentido de restablecer el sistema colonial en aquellas
repúblicas recién proclamadas en el Continente. Hubo otras
razones: las actitudes rusas en. Alaska y las inglesas en Oregón. La
idea original procedía de Inglaterra que se la sugirió a Estados-
Unidos para que adoptara una forma conjunta frente a la Santa
Alianza. Esta idea fue recogida por los estadistas norteamericanos,
John Quincy Adams principalmente, pero como idea exclusiva-
mente norteamericana, tal como fue finalmente presentada por el
Presidente Monroe.
Sin embargo, el Mensaje de 1823 aparentemente no pasó del
pronunciamiento inicial y durante varios años permaneció adorme-
cida en los archivos del Departamento de Estado. "No fue recibida
con entusiasmo por el público en general. Se la comentó raras
veces en los diarios. No dio ocasión a una palabra favorable en el
Congreso". Aunque "causó una i"itación muy extendida, ninguna
20 Pedro Mir

potencia continental protestó por ella", dice Perkins. Y agrega:


"No se debe considerar que ese silencio sea halagador para los
Estados Unidos. Siguiendo una costumbre que los ministros
europeos parecen haber adquirido muy pronto al valorizar la
política exterior norteamericana, existía una clara disposición a
atribuir el mensaje a las exigencias de la política nacional. .. y por
todas partes, en la correspondencia diplomática de la época, uno
advierte penosamente la poca estimación que se tenta por el
poderlo físico de los Estados Unidos. .. " 5
El Mensaje de Monroe estaba prácticamente muerto cuandQ el
Presidente James K. Polk lo resucitó en su mensaje anual, el 2 de
diciembre de 1845. a propósito de Tejas. Pero tampocQ en esta
ocasión obtuvo sanción del Congreso, ni produjo efecto en el
exterior ni determinó acción alguna en el CongresQ. "El Mensaje
de Polk. afirma Perkins. !1O fue recibido con entusiasmo o con
respeto en ninguna parte, ni en el país ni fuera de él y la sinceridad
!IOS obliga a declarar que no influyó decisivamente en ninguna
negociación inmediata de los Estados Vnidos". Su valor real
consistió. ai'iade. en que "realizaba, por lo menos, una tarea de
educación Recordaba a la opinión norteamericana un gran
principio. Se puede alegar muy bien que las palabras de Monroe
necesitaban ser recordadas, que el pueblo estadounidense necesita-
ba que se le educase asl. En este sentido, la acción de Polk era
justificable .l' útil. Fue él, hasta cierto pun to, quien revigorizó el
Mensaje de 1823 e inició la costumbre de citarlo en la controversia
diplomática y lo puso en camino de que llegara a ser un dogma
gen eralmen te acep todo. .. " 6
Pues. la importancia de la mención del Presidente Polk en 1845.
cuando ya había sido llevada a cabo la anexión de Tejas, radicaba
más en un problema de conciencia que en la actividad práctica. No
dio origen a ninguna acción material que pudiera ser consignada
como tal. Lo que sí dio fue un paso de avance en la dirección de
ser reconocida por el propio pueblo norteamericano. Más, para
encontrar su primer gesto objetivo su primera hazaña mundana y
aventurera, t.eneI11OS que retornar a Santo Domingo.

5. Dcxter Perkins: JIlSTORIA DE LA DOCTRINA DE MONROE, Buenos Aires, 1961-


6. Idem.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 21

El hecho de que la independencia oficialmente reconocida en la


República Dominicana, puesto que ha habido otras, fuese procla-
mada en 1844, y que la revitalización de la Doctrina de Monroe
haya tenido lugar en 1845, revela que no estamos en presencia de
una coincidencia ni de un artificio. Es que ambas estaban
sumergidas en un mismo proceso histórico mundial y a cada una le
correspondía un papel en ese proceso que forzosamente tenía que
establecer una relación de intimidad y de secreto entre las dos.
Es posible que la raíz de estas relaciones haya que buscarlas en
el desarrollo de la industria como base del desarrollo social en un
momento dado. Porque el fenómeno de la dependencia, tal como
nosotros lo contemplamos aquí, parte de un punto determinado
del desarrollo industrial. En su forma estrictamente etimológica
todo país depende de otro. Los países altamente industrializados
dependen de las materias primas de los países no industrializados.
Estos a su vez dependen de los productos manufacturados de
aquellos. Pero esta no es sino una forma del intercambio natural de
bienes entre los hombres. La dependencia propiamente dicha es
aquella que está constituída por un factor de coacción ejercido
sobre países nominalmente independientes en función del inter-
cambio de productos. La eficacia de la Doctrina de Monroe
aumenta en relación con el potencial industrial de los Estados
Unidos y en la misma proporción aumenta la sensibilidad del Mar
Caribe para su aplicación y su eficacia. Es un proceso de
contradicciones en cuya virtud, la Doctrina de Monroe que
comienza por ser el fundamento doctrinal del aislacionismo, como
expresión del espíritu de la independencia respecto de Europa,
acaba por serlo del expansionismo, como expresión de la necesidad
de mercados de la industria altamente desarrollada.
Por su parte, Santo Domingo que inaugura en este continente la
producción industrial, muy pronto cayó en el marasmo económico
más dramático del Continente y en particular del Caribe, lo que
hizo a esta antilla particularmente sensible al despliegue de la
acción de las potencias industriales en el área.
Sin duda han operado otros factores en el caso particular de
Santo Domingo. El más importante es el factor geográfico en cuya
razón esta isla, que comanda las entradas naturales del Mar Caribe
22 Pedro Mir

y especialmente la prodigiosa Bahía de Samaná en la parte antes


espaftola, se convierte en una joya inapreciable para las naciones
marineras con intereses en la zona. Esta valorización estratégica de
la isla aumenta en forma incalculable con la apertura del Canal de
Panamá y crea un foco de irritación que estimula la revalorización
creciente de la Doctrina de Monroe, en una verdadera escalinata de
variantes que vamos a reseftar esquemáticamente en este ensayo.
Hay además un factor psicológico que opera en estas circuns-
tancias con extrema ,eficiencia. No somos inclinados -a destacar el
papel de los factores psicológicos en la creación histórica. Ponemos
preferiblemente nuestra confianza en los factores materiales, en
última instancia económicos, como motor de estos procesos. Pero
hay momentos en la Historia en Que los acontecimientos parecen
desviarse de su rumbo material conducidos por elementos afectivos
y prejuicios de toda laya. Así por ejemplo cuando en 1843 se hizo
notoria la viabilidad del proceso independentista de la parte de
formación espaftola de la isla con respecto a Haití, de formación
francesa, que tenía el dominio de toda la isla, nadie, con la noble
excepción del padre de la patria, Juan Pablo Duarte, pudo creer en
la capacidad del pueblo dominicano para forjar y sostener su
independencia. Esta incredulidad se basaba en consideraciones
materiales, pero constituía un prejuicio.
En efecto, Santo Domingo no tenía una economía capaz de
sostener la guerra frente a poderosos enemigos, y antes del siglo
XIX, el pueblo carecía de tradición guerrera. El proceso de la
independencia se presentaba, más como el resultado de una
contradicción interna de Haití, que de la acción de una clase social
capaz de llevar a cabo ese proceso en la parte antes espaftola.
Esta incredulidad alcanzó el privilegio de la universalidad. No
sólo en la Isla sino en el mundo más o menos enterado de las
hazaftas que los esclavos haitianos habían llevado a cabo contra los
Ejércitos más ilustres de la humanidad, los Ejércitos metropolita-
nos de Austerlitz y de Marengo, parecía inverosímil que los
habitantes de la parte Este antes española, pudieran resistir la
acción de los Ejércitos de Haití. Todavía en 1844, unos cuarenta
años después de la independencia haitiana frente a Francia, las
potencias coloniales no se atrevían a embarcarse en una aventura
militar contra Haití. Y, naturalmente, pocas posibilidades le
acordaban a Santo Domingo cuando en 1843, las acciones
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 23

conspirativas de los dominicanos explotaron con oportunidad la


situación interna de Haití y proclamaron más con la pluma que
con la espada la independencia del nuevo estado.
Esta incredulidad universal fue el motor que aglutinó frente a la
independencia dominicana las fuerzas que debían manifestarse
hostiles a ellas. Tres grandes complejos de fuerza debemos
esquematizar a continuación:
La primera en rango e importancia es, naturalmente, las grandes
potencias marítimas de la época: Inglaterra, Francia, Espafia y los
Estados Unidos.
La segunda, la propia Haití que entró en campafia desde el
mismo momento de la proclamación.
y la tercera, y no la menos poderosa, las propias clases
dirigentes de la nueva República ·Dominicana, las clases feudales,
los "hateros", en la primera fase de las grandes luchas civiles, y los
sectores de la burguesía comercial en la segunda fase.
Estas tres grandes aglutinaciones de fuerzas hostiles, entraron
en contradicción al brotar la independencia, con el desvalido
pueblo dominicano, cuya única fuerza era el pensamiento de
Duarte, un vago esquema teórico y en todo caso simple, pero
correcto, que impregnó al pueblo y le dio una orientación en la
lucha por la defensa de sus propios intereses.
Debemos dedicar nuestra atención al examen de estos tres
conjuntos porque, lejos de ser una situación episódica, constituyen
las fuerzas que siguieron a todo lo largo el curso histórico nacional
hasta nuestros días.

A las potencias marítimas, que constituyen obviamente el


núcleo más imponente y temible, las movía la común incredulidad
respecto a la viabilidad de la Independencia y a la capacidad del
pueblo dominicano para sostenerla y para ejercerla. En esto había
un consenso universal. Esta incapacidad se manifestaba en dos
direcciones. Una, como incapacidad dominicana para rechazar las
eventuales acciones militares de los haitianos. La otra, para
impedir que una potencia extranjera se apoderara fácilmente de
ella.
24 Pedro Mir

La política general de las potencias coloniales se orientó, UNO:


a explotar en beneficio propio las amenazas haitianas y, DOS: a
impedir que cualquiera de estas fuerzas se apoderaran de la frágil
República en perjuicio de las otras.
Esta situación convirtió a Santo Domingo en el campo de
batalla de todas las intrigas, amenazas, rejuegos y acciones
inclusive militares cuyo resultado, en el orden popular, fue
ciertamente la conquista de la Independencia a pie firme pero
también la aniquilación de las fuerzas productivas, a un nivel que
debía ahondar hasta el infinito la dependencia del país, de manera
casi inevitable.
Es ciertamente increlble que este pequeño país pudiera
conquistar su independencia política y crear un Estado frente a la
oposición de las fuerzas más grandes del mundo. La razón es que
estas fuerzas se neutralizaban entre sí en medio de un océano de
contradicciones de todo tipo. Veamos de qué manera:

FRANCIA desplegó una actividad incansable desde 1843 a través


del Cónsul General de Haití, Levasseur y del flamante cónsul en
Santo Domingo Juchereau de Saint-Denis, encaminadas a asegurar
un "protectorado" o cuando menos la posesión de la Bahía de
Samaná. Estas acciones llegaron hasta el punto en que Saint-
Denis, se proclamaba a sí mismo el "padre de la Independencia
dominicana", en su correspondencia secreta con la Metrópoli?
Pe.ro, las acciones de ambos cónsules eran contradictorias y se
neutralizaban mutuamente, en su afán de convertir el destino de
los dominicanos en hazaña personal de cada uno de ellos.
A su vez, los cónsules entraban en contradicción con la
concepción del problema que tenía el Jefe de Gobierno en
Francia, Guizot. Haití había aceptado pagar una gran deuda por
los daños que sufrieron los colonos franceses durante la Revolu-
ción, a cambio del reconocimiento de su Independencia, Guizot
temía que el desmembramiento de la parte dominicana hiciera
imposible a Haití el pago de esta deuda por lo cuál ni se mostraba
entusiasmado por la gestión inclinada a la Independencia domini-

7. "CORRESPONDENCIA DEL CONSUL DE FRANCIA EN SANTO DOMINGO':


Ed. E. Rodríguez Demorizi, Santo Domingo, 1947.
LAS RAICES OOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 25

cana, cuando ésta no se había realizado aún, ni tampoco a realizar


actos que pudieran obstaculizar los pagos, después.
El resultado final de estas contradicciones francesas, a las que
habría que señalar las presiones de otras cancillerías interesadas en
el contexto, paralizaba el peligro potencial representado por
Francia en aquellos momentos.8
ESPAÑA se sentía impulsada a la reincorporación, o "repatria-
ción" que era el término español, de su antigua Colonia, a lo que
añadían ahora el mérito de haber sido su primer asiento y el centro
de difusión de la cultura hispánica en el Nuevo Mundo. Pero los
motivos reales eran otros. Vista la precariedad de la independencia
dominicana, España quería evitar que se le estableciera una
potencia rival entre Cuba y Puerto Rico, lo que debilitaba
principalmente la defensa de la costa meridional de Cuba, la flor
del sistema colonial que le quedaba aún. En este sentido, actuaban
diligentemente lC?s Capitanes Generales de las dos Islas vecinas a
través de sus agentes secretos en Santo Domingo, Juan Abril, un
personaje activo e influyente; Pablo Paz del Castillo y otros.
España no se decidía a establecer un consulado en Santo Domingo
con el criterio de que tal acción podía entorpecer eventualmente el
derecho a reclamar la República Dominicana como parte ancestral
de la Corona española.9
INGLATERRA aparece como el poder moderador por excelencia
en este período. Aunque se le acusó reiteradamente de intentar
apoderarse de la Bahía de Samaná, parece que su propósito
fundamental consistía en impedir que una potencia rival se les
estableciese en el centro de su sistema colonial antillano. Inglaterra
poseía el Paso de Anegada, una de las tres entradas naturales al
Mar Caribe y la más próxima a las rutas europeas. Las otras dos
estaban al Este y al Oeste de la Isla de Santo Domingo, de modo
que podían ser controladas por quien poseyera las bahías "Móle de
San Nicolás" al Oeste y la Bahía de Samaná, al Este. Era pues vital
para las posesiones inglesas del Caribe controlar o cuando menos

8. " Passim Rayford w. Logan: "THE DIPLOMA TIC RELATIONS OF THE UNITED
STA TES WITH HAITI", 1941.
9. V. Passim: "RELACIONES DOMINICO-ESPAÑOLAS': Ed. Rodríguez Demorizi,
Santo Domingo, 19 SS.
26

impedir que otra potencia controlara esas posiciones. Parece, sin


embargo, convincente que este tíltimo interés presidía sus acciones
en Santo Domingo, a juzgar por los documentos accesibles.lo
ESTADOS UNIDOS DE AMERICA fue la tíltima potencia en
Uegar al Club imperial antillano. Venía precisamente de realizar la
anexión de Tejas y se encontraba en plena etapa de expansión
territoriai bajo los divinos auspicios del Manifest Destiny. También
EE.UU: se inscribió en la teoría de la incredulidad. Cuando el
primer presidente dominicano, Pedro Santana, le envió un emisario
en demanda del reconocimiento de la independencia y el proyecto
de un Tratado de Amistad y Comercio, Estados Unidos respondió
enviando un agente, un joven teniente de la marina, David D.
Porter, que llegaría más tarde a Almirante, con instrucciones de
reconocer el territorio y determinar la capacidad de los dominica-
nos para sostener su Independencia y gobernar el país. Su primera
experiencia al llegar a Santo Domingo en 1846 no pudo ser más
pintoresca, segtín lo refiere en un informe del que apareció un
resumen en una revista de la épOca con el título de "SECRET
MISSION IN SANTO DOMINGO': 11 Refiere allí que, poco después
que el uPorpoise", su buque, hizo el saludo de rigor a la plaza
desde el "Placer de los Estudios", que es la rada que circunda la
capital dominicana, un bote dominicano salió del puerto y abordó
el buque americano. Al subir a bordo, el oficial dominicano saludó
cortésmente a los visitantes y luego pasó a explicar el objeto de su
presencia allí, antes de responder el saludo de la plaza: era que no
hab ía podido responder el saludo porque le faltaba pólvora para
21 cañonazos y le suplicaba que le prestaran cierta cantidad para
poder disparar la cantidad razonable.
Si el oficial se llevó algunos cigarrillos americanos de regalo esto
no lo refiere el informe del futuro Almirante. Pero sí una cosa más

10. Hay much.. información al respecto. V. por ejemplo un despacho de Benjamín E.


Green, A~ente especial de EE.UU.. en Santo Domingo en que reporta una
conversacion con el CÓllIul inglés. Robert Schomburak. durante la cual le mostró un
despacho secreto de Lord Palmenton rarificando que Inllaterra no tenía otro interés
en Santo Domin(o que mantener a Francla alejada. DIPLOMAT/C CORRESPON·
DENCE OF THE UNlTED STATES - /NTER-AMER/CAN AFFAfRS,
1831-1860. Selected and arranFd by William R. Manning. Wuhington. 1935,
página 49.
11. NORTH AMER/CAN REY/EW, cxxn. PJ manUKrito ori¡inal se encuentra en Duke
University.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 27

importante. Que la Bahía de Samaná era realmente hermosa y que


en ella se podía instalar i una estación carbonera! Además, que
era capaz de albergar la flota completa de cualquier potencia
marítima de la época.
Tras este emisario siguieron otros, Harrison, Elliot, Hogan,
Green, Walsh, en cuyas instrucciones se reiteraban esos dos temas,
el de la capacidad de los dominicanos para la independencia y los
atributos de la Bahía de Samaná, al que se agregó un tercero que
iba a ser quizá el más decisivo: la composición racial del pueblo
dominicano, que resulto, por los dictados de la divina providencia,
no tan blanca como era de desear para los Estados Unidos.u
Este era pues, el núcleo de las potencias imperiales que actuaba
en Santo Domingo en los momentos en que este país inicia el
laborioso camino de su. vida independiente. En 1850, frente a las
amenazas constantes de invasión haitiana y ante el clamor
desesperado de la clase gobernante en demanda de ayuda
extranjera, presidida alternativamente por Santana y por Báez,
estas nociones, con la exclusión de España, que no tenía
representación oficial de ningún tipo en el país, formaron una
comisión tripartita para actuar como mediadores entre las dos
naciones que ahora compartían el territorio insular. La Mediación
fue en la práctica un gobierno colegiado de las naciones imperiales,
que imponíiln su voluntad en base a la amenaza de suspender su
intercesión y dejar a los haitianos actuar libremente. Tenía sin
embargo el inconveniente de que ninguna de ellas podía actuar en
razón de sus propios inteIeses sin provocar las reSDuestas de las
otras. Ya se verá que en el discurso de la historia, el núcleo
imperial tendría otras variantes, se engrosará con nuevos miem-
bros, adoptará una forma definitiva pero será una constante
histórica.

****•
ll.- El otro núcleo extranjero que incidirá sobre Santo Domingo
independiente lo constituirá la propia Haití que, según una
expresión de. Hauch, a quien mencionaremos más adelante, ejercía
su propia "Doctrina de Monroe en miniatura", ya que se oponía
12. V. Passim: DlPLOMATICCoRPE5PONDENCEOFTHE U.5. Obcit.
28 Pedro Mir

insistentemente y no sin energía al establecimiento de una


potencia europea en el territorio dominicano. El fundamento de
esta política era claro. Más que la reincorporación pura y simple de
su antigua provincia, se trataba para Haití de un problema de vida
o muerte pues consideraban sus dirigentes, no sin razón, que el
establecimiento de una potencia en sus fronteras constituía una
amenaza insuperable para su propia Independencia y la eventuali-
dad del restablecimiento de la Esclavitud en su territorio. El
historiador clásico dominicano, don José Gabriel García, afirma
haber hallado la clave de las "agresiones" haitianas en una
BIOGRAPHIE DE L 'EMPEREUR SOULOUQUE" por Teophile
Guerin, en la que afirma que:
"Lo que sobre todo llevará a los Gobiernos de Nait" a tratar
en todos los tiempos de repatriar a la República rebelada, es
que en esa República la intriga anexionista de los Estados
Unidos se agita $ordamente y no espera sino una ocasión
para hacer sufrir a la antigua provincia haitiana la suerte de
Tejas. .. " 13
Por lo menos dos de las potencias implicadas y que más tarde se
revelarían como las más capaces de ocupar militarmente la 'parte
dominicana, Espafía y Estados Unidos, reconocían la esclavitud
como un sistema legal. Para los haitianos este era el fantasma más
temible.
• ••••
I1I.- Y finalmente el tercer núcleo lo constituían las clases
gobernantes en Santo Domingo. Es realmente insólito qué la teoría
~e la incredulidad sea aplicable a los sectores que dirigieron la
lucha de la Independencia contra Haití y principalmente aquel
individuo que, por sus hazafías, con todo lo convencionales y
discutibles que puedan serlo, ostentó el título de Libertador: el
General Pedro Santana. Pero hubo otros, entre ellos el también
General Buenaventura Báez, quien desde 1843, en medio de la
conspiración patriótica que debía culminar con la Independencia
en 1844, gestionaba con el Cónsul francés Levasseur la incorpora-
13. José Gabriel García: COMPENDIO DE LA HISTORIA DE SANTO DOMINGO.
Santo Domingo, 1893.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 29

ción de la futura república a la soberanía francesa. Esta línea, la de


entregar la república a cualquier nación, en vista de su supuesta
incapacidad para la vida republicana independiente, se convirtió en
el fundamento teórico esencial de la política gobernante de los
terratenientes en Santo Domingo.
Que tenía ese carácter lo demuestra el hecho de que uno de los
Congresos manipulados por Santana dispuso que en su despacho
presidencial, fuesen colocados tres retratos, uno de Colón, otro de
Juan Sánchez Ramírez y el suyo propio.14 O séase, la línea
histórica de la corriente feudal en Santo Domingo, iniciada por el
propio Descubridor, en la cual, Juan Sánchez Ramírez, que pudo
haber ganado a justo título el de Libertador (por haber
emancipado a Santo Domingo de Francia en 1809), demandó y
obtuvo la reincorporación del país a la soberanía española. Fue la
primera vez en el mundo que una colonia emancipada por su
propio esfuerzo, retornara espontáneamente al seno de la Madre
Patria.
También Santana demandaría y obtendría la reincorporación a
España de su antigua colonia emancipada ya. Y sería la segunda
vez'en el mundo que se daría ese extraño fenómeno.
Si no hubo una tercera vez en 1821 cuando José Núñez de
Cáceres proclamó la Independencia, llamada Efímera, fue porque
los haitianos, ejerciendo militarmente su "Doctrina de Monroe en
miniatura", ocuparon el país dos meses después. Sin embargo, el
mismo Núñez de Cáceres, aunque se puede dudar que fuera
portavoz de los terratenientes, había puesto esta Independencia
bajo los auspicios, no correspondidos, de la Gran Colombia
Esto da una visión, aunque en extremo esquemática, de la
complejidad del proceso emancipador de Santo Domingo. Este
pequeño país realizó la hazaña de su Independencia por lo menos
cuatro veces. En 1809 de Francia a la cual había sido cedida en
1795. En 1821 de España, a la que Sánchez Ramírez hab ía
devuelto gratuitamente su soberanía. En 1844 de Haití, primer
caso o el único si se exceptúa Panamá, de una nación latino-
americana que se independiza de otra nación latino-americana. Y
en 1865 nuevamente de España, como veremos en otra ocasión.
14. Decreto del 18 de Julio de 1849 que le confiere también el título de Libertador. V.
Colección de Leyes y Decretos.
30 Pedro Mir

La dirección feudal del país, caracterizáda por su gestión casi


desesperada por entregar el país a una potencia extranjera con el
supuesto propósito de preservarla de la dominación haitiana, como
si hubiera diferencia de dominación a dominación, alternó en el
poder a dos figuras; Santana, que entregó el país a España, aunque
era tenazmente considerados por los agentes norteamericanos en el
país como adicto a los Estados Unidos, y Báez que entregó el país
a los Estados Unidos aunque era calificado por estos mismos
agentes, y con igual tenacidad, como adicto a España.
Sin embargo, como tendremos oportunidad de ver más adelan-
te, los sectores de la burguesía comercial n6 fueron menos adictos
a reclamar los auxilios extranjeros, tambié'n sumisos a la teoría de
la incredulidad cuando el pueblo dominicano hizo armas para
emanciparse de la soberanía española. Esta clase social, no
obstante, adoptó una posición nacionalista en 1916 cuando la
primera intervención norteamericana, sensible ya a la afirmación
nacional conquistada por el pueblo dominicano.
Ambos sectores se opusieron, no sólo en el plano ideológico
sino también en el plano físico, a la infiuencia de JuaA Pablo
Duarte, genuinamente venerado como el padre de la: patria
dominicana. Duarte había estudiado desde sus 18 años de edad en
Europa y había participado en el convulso período 'de: 1830. En
Barcelona vivió las agitaciones y discusiones populares, conoció a
los anarquistas y se embriagó con las ideas .constitucionalistas que,
según Marx, eran una moda en ese período en Europa. De allí,
Duarte trajo al país la concepción constitucionalista, claramente
basada en las teorías del Contrato Social así como una fe
inquebrantable en la capacidad del pueblo para realizar sus propios
destinos. En vísperas de la Independencia, que fue su obra, Duarte
fue expulsado del país y el resto de su vida estuvo incapacitado
por los sucesivos gobiernos de Santana y de Báez o sus testaferros,
de retomar al país...
Pero fueron sus ideas las que hicieron posible la Independencia
y las que animaron las luchas del pueblo a todo lo largo de la
historia.
En el período que contemplamos, el pueblo hizo resistencia y
no sólo a través de aquellos personajes que eventualmente
representaban sus ideas. Es sabido que la conducta de las masas,
sus ideales y sus luchas, no suelen constar en los documentos. Las
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 31

clases populares no escriben su historia. La hacen. Y al historiador


futuro no le es fácil descubrir en cada período la participación
directa de los pueblos en los acontecimientos. Sin embargo, por
una particular circunstancia, la sensibilidad racial de las potencias
implicadas en este proceso, algunas veces asoma en los documentos
el papel del pueblo dominicano para impedir la entrega de su
territorio. No pocas veces los informantes y sus metrópolis hacían
referencia al partido de la gente de color y le señalaban como la
fuente de posibles protestas populares.U
La verdad es que la clase popular caracterizada como la gente
de color era todo el pueblo, incluyendo a los blancos, al que
movían sus objetivos históricos y no los prejuicios de sus
eventuales opresores.
En fin, esta es una visión de conjunto de las fuerzas históricas
que presidieron las luchas por consolidar la independencia domini-
cana. Por un lado las potencias imperiales. Por el otro Haití. Y por
fin las clases dominantes en el seno de la propia República. Es en
este marco que la Doctrina de Monroe va a hacer su primer
esfuerzo por imponerse a las potencias europeas. Es cierto que
tiene muchos ingredientes pintorescos porque una fuerza que nace,
como una fuerza que muere, suele bordear la comedia. Los
Estados Unidos no eran todavía una potencia capaz de dirigir la
política mundial y sus gestos provocaban a veces una sonrisa
amable. Sólo en Santo Domingo esta sonrisa tuvo siempre una
extraña seriedad.
15. VariaI reCerenCllI en "RálrdollG Domillko-QlM!Io1lll" cit. Co~o obra de consulta
general lo mejor el Garc fa: Co~1o de HlltMM de Silllto Domurgo.
11. LA DOCTRINA DE MONROE HACE SU ENTRADA

"-Tú sabes que el pez grande se traga al chiquito yesos yanquis se


meten en todo a cuenta de la Doctrina de Momoe.
-¿Qué? ¿y quién es Monroe? ¿Es como Jesucristo?
-No, hombre. Monroe no puede ser como Jesucristo. Es un hombre
como tú y como yo.
- ¡Ah! ¿Y cómo dice usté que hizo doctrina?
DIALOGO ENTRE UN SOLDADO Y UN MINISTRO EN SANTO
DOMINGO~

El año de 1854 fue un año interesante en la joven República


Dominicana. Iba a ser escenario del primer pronunciamiento de la
Doctrina de Monroe en forma práctica que, a su vez, iba a originar
la primera protesta diplomática que cuenta su historia. La ocasión
no podía ser, pues, más solemne para la República como para la
Doctrina. Sobre todo para la pequeña república antillana para
quien debía constituir un ostentoso orgullo el hecho de que sus
asuntos internos se desenvolvieran en el marco de los grandes
conflictos internacionales. Y tal vez al contrario, que estos
encontraran fundamento en sus pequeños quehaceres domésticos,
su olla de lentejas, su menguado palomino, su ropa tendida al sol.
Por humilde que fuera, quedaba cuando menos una huella en la

1. Papeles de BueT/llventura Báez, Ed. E. Rodríguez Demorizi, Santo Domingo, 1969,


pag.SO.
33
34 Pedro Mir

historia de la humanidad de su existencia material en este planeta,


lo que no es poco.
Aquellos eran sus primeros diez afios de vida republicana. Diez
afios de duras luchas, determinadas por la extrafia circunstancia de
que en Santo Domingo, a la inversa del proceso natural, primero se
proclamó la Independencia y después se iniciaron las accione~
militares que conducen a ella. Aquí las armas tuvieron menguado
papel en la fase creaqora y aparecen efectivamente en la fase
conservadora. Surgen, no para producir el hecho, sino para impedir
su reversión. Y de esta manera todo el procedimiento se presenta
al revés.
En puridad de verdad, la única acción militar previa al acto de
proclamación de la Independencia fue el llamado Trabucazo del
Conde, un disparo de trabuco que hizo uno de los patriotas en una
de las puertas de las murallas de la ciudad, al que siguieron algunos
movimientos de tropa sin epopeya. Una típica acción política con
algunos aprestos militares más simbólicos que materiales. El grito
de Independencia proferido por el trabuco pudo muy bien ser
hecho con la boca sin que se modificasen las consecuencias. La
verdad es que el símbolo manifiesta un gran desprecio por la
materia y lo mismo le da que la cosa simbolizada se presente en
una forma o en otra con tal de que se manifieste con toda claridad
su contenido...
Pero, una vez que la República fue proclamada y constituído el
Gobierno provisional, comenzaron las acciones de guerra entre las
dos naciones implicadas en la proclamación. Esta lucha debía durar
algo más de diez afios y llevaría en sus entrafias el largo proceso de
maduración o, como dice Pedro Henríquez Urefia, la intelección de
la nacionalidad. De modo que en 1854 ya era perceptible este
aliento en el alma popular.
Pero también se sentía el peso de la dictadura. El General
Santana que, de una manera o de la otra, se había llenado de
prestigio en las luchas con Haití, se había convertido en el hombre
fuerte del país. Ese afto hubo dos constituciones. Una liberal que
limitaba los poderes del Ejecutivo, encarnado entonces por
Santana, y otra que sucedió a ésta y que respondía a los caprichos
de su voluntad.
Entre esos caprichos figuraba el de ceder a los Estados Unidos
una prenda geográfica: la Bahía de Samaná. Resulta que esta
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 3S

tentativa agitó profundamente la vida nacional y se hacía


inevitable la imposición de un régimen de fuerza para contener la
protesta de las masas.
Los primeros disturbios comenzaron cuando unos funcionarios
del Gobierno criticaron la organización de la Contabilidad pública
en una sesión de las Cámaras. El público que asistía a los debates
armó una gran vocinglería, exigiendo que se presentaran los
comprobantes que justificaban las erogaciones del Gobierno. Para
contener esas mánifestaciones de protesta, Santana ordenó que la
fuerza pública rodeara la Casa Consistorial, donde tenían lugar los
debates y ordenó asimismo la detención y deportación de algunos
ciudadanos, a quienes se acusó de inspirar y dirigir esas manifesta-
ciones.
Ya para entonces los problemas económicos comenzaban a
poner en peligro la soberanía nacional. La movilización del
campesinado para la lucha independentista dejaba los campos sin
fuerza de trabajo y al Gobierno sin recursos. Los primeros
procedimientos consistieron en la emisión de billetes de banco sin
respaldo hasta el límite de amenazar con la bancarrota. Una de las
medidas propuestas en esa ocasión fue la venta de los billetes de
banco en pública subasta, 10 que a su vez promovía la agitación
popular~
Pero de estos motivos, el que más profundamente conmovió la
conciencia nacional y en gran medida contribuyó a afirmar el
sentimiento de la nacionalidad, en función de la integridad del
territorio, fue la supuesta cesión de la Bahía de Samaná a los
Estados Unidos y que fué la ocasión para la primera protesta
diplomática norteamericana en los términos de la Doctrina de
Momoe y a su vez la primera respuesta oficial de un Gobierno
europeo, en torno a este preterido instrumento de la política
exterior de los Estados Unidos.
Nosotros vamos a dedicar el presente encuentro a los aconteci-
mientos que suscitaron esa situación.

Para ello tendremos que evocar a un personaje de catadura


2. V. José G. García: ob. cit. Vol. Ill. Cap. VII.
36 Pedro Mir

aventurera muy acentuada, uno de aquellos tipos cinematográficos


a quienes congregaba la turbulenta situación de Tejas en la primera
mitad del siglo pasado, especie de Tim McCoy de la vida real. Este
tipo había tratado de hacer fortuna, comprando y vendiendo
terrenos'a los colonos que trataban de establecerse allí y más tarde
vendiendo provisiones al Ejército norteamericano, en tiempos de la
Guerra con México. Como que estos personajes tienen siempre en
el cine una agradable compañera, el nuestro tuvo la buena fortuna
de encontrar a una periodista que seguía a aquelios Ejércitos y que
había dirigido más de un periódico, inclusive uno en espafiol, "La
Verdad", consagrado como ella misma a la causa filibustera, o sea,
la causa de la mentira. Como es sabido, entonces se llamaba
filibusterismo a la fiebre anexionista que se desató en EE.UU. a
consecuencia de la acción tejana. Esta muchacha era notable en
esta actividad y sus enemigos la apodaban "Storm" (tormenta)
aunque su nombre verdadero era Cora Montgomery, nombre sin
duda cinematográfico. El galán se llamaba William Leslie Cazneau~
Un periódico de la época 4 presenta así a esta pareja:
"Hemos recibido, en tomo a la famosa misión de los esposos
Cazneat< en Santo Domingo, a las negociaciones llevadas a
cabo por esta pareja diplomática y al punto en el cual se
encuentra actualmente el "affaire" de Samaná, algunos
detalles que tendrían el doble mérito de edificar y de
interesar a nuestros lectores. El corresponsal a quien
debemos estos informes habría podido añadir muchos otros
y de los más picarescos. -Habría mucho que contar (nos
dice él) acerca del Sr. Cazneau en términos personales,
acerca de su actitud después de su llegada a Santo Domingo,
particularmente hay mucho que contar acerca de su excén-
trica compañera, acerca de su instalación en una especie de
barracón de negros cobijada de cana (hojas de palmeras) y
otras extravagancias no menos singulares imaginadas por ella.
Pero he querido abstenerme de todo lo que se refiera a la
conducta privada. .. ", etc.
Se ignora si este barracón de negros es la misma casa que los
Cazneau tuvieron en las afueras de la capital, en una hacienda que
3. Las instrucciones completas aparecen en Manning. ob. cit.
4. Courrier des Etats.Units, 27 Dic. de 1854. V. Relaciones, ag. 210.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 37

compró el esposo y de coró ella para recibir a sus amigos. Cora lo


denominó "Our Winter Eden" (Nuestro Edén Invernal), título que
luego utilizó en un folleto propagandístico, que escribíó para
propicar los planes de su marido en Santo Domingo. Por cierto que
cuando los españoles tuvieron la oportunidad de hacerlo, destru-
yeron la residencia de los Cazneau con implacable saña y no
dejaron rastro de ella en el ''faubourg'' de San Carlos donde estuvo
instalada...
Cora estaba ya en Santo Domingo cuando llegó Cazneau con el
entusiasmo feroz de apoderarse de esta candorosa antilla. Con este
fin traía dos formidables proyectos. Uno en la cabeza y el otro
bajo el brazo.
El de la cabeza venía seguramente cubierto con un sombrero
tejano porque es notoria la influencia de Tejas en sus lineamientos
generales. El proyecto era muy sencillo y había probado su
eficacia en aquella aventura. Consistía en fomentar una inmigra-
ción de colonos norteamericanos a quienes se les otorgaría una
·porción de terreno y un arma bien pertrechada para defenderla. Al
cabo de los años estos colonos constituirían el grueso de la
población del país que para esa fecha contaba sólo unos 72 mil
habitantes.5
Pero este proyecto necesitaba tiempo. El otro proyecto lo traía
Cazneau bajo el brazo en la forma de un Tratado entre Santo
Domingo y su· país, que debía constituir la base del reconocimien-
to de Santo Domingo como República Dominicana. Lo más
interesante de este proyecto de Tratado eran las Instrucciones que
le había hecho llegar a Cazneau el Secretario de Estado norte-
americano Marcy y donde se le señala que
"el más poderoso incentivo para reconocer a la República
Dominicana e instrumentar un Tratado con ella es la
adquisición de las ventajas que los Estados Unidos esperan
derivar de la posesión y control de una porción del territorio
en la Bahía de Samaná. .. "
El Secretario de Estado le subrayaba que las ambiciones de los
Estados Unidos en esa Bahía eran sumamente modestas:
"Nuestro propósito, decía textualmente, no es que ese
5. As:erca del revuelo que este proyecto desencadenó en todo el Santo Domingo
consular, véase Relaciones Domíllico-espaifolo' -Passim-.
38 Pedro Mir

territorio sea cedido completamente: para las conveniencias


que los Estados Unidos aspiran a obtener bastaría con una
sola milla cuadrada. . :' 6
lo que para un país en plena expansión territorial a
nivel de continente, no puede ser, en realidad, una aspiración más
modesta.
Claro, el Secretario Marcy consideraba que no valía la pena
pagar un solo centavo por sólo una milla cuadrada de territorio
situado al borde de una bahía dominicana, aun cuando ésta
hubiera sido capaz de alojar la flota completa de los Estados
Unidos en aquella época, como había informado el Teniente
Porter en el pasado. Pero él de todos modos insistía en que se
debía pagar por ella, en virtud de sabias razones que explicaba en
sUs Instrucciones a Cazneau de la siguiente manera:
"La reservación de una renta anual -decía- es principal-
mente para darle carácter al acuerdo. 'La suma que
deberá ser insertada en el espacio en blanco del proyecto de
Tratado, será por consiguiente pequeña. No deberá exceder
de dos o tres cientos dólares.
"La compensación mientras se ocupe Ud. en negociar el
propuesto Tratado será de ocho dólares diarios, además de
sus gastos de viaje, que no incluirán sin embargo, los gastos
de su residencia en ese lugar. Los deseos del Sr. Presidente es
que el objeto de su visita a Santo Domingo así como las
provisiones del Tratado, sean guardados en el más estricto
secreto posible. .." 7
La desproporción entre los 300 dólares anuales, valor del
arrendamiento perpetuo de la Bahía, aunque se tratara de una sola
milla, y que venía a resultar menos de un dólar diario, y los ocho
dólares diarios más los gastos de viaje que recibía Cazneau, no
debe haber sido muy tentadora para los negociadores dominicanos.
Pero las razones del fracaso de esta fabulosa empresa fueron otras,
debido a que la modesta aspiración a una milla cuadrada cometió
una pifia que puso en guardia a todo el mundo.
En efecto, mientras Cazneau era despachado a Santo Domingo
en una fragata de guerra, en otra venía el Capitán de Ingenieros
6. Manning, ob. cit.
:J Manning, ob. cito
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 39

McClellan con instrucciones propias encaminadas a llevar a cabo


un estudio general de la Bahía. Su barco, el COLUMBIA
comandado por el Comodoro Newton comenzó de inmediato a
realizar el "survey" de la Bahía, con tal descaro que el propio
Cazneau protestó, temeroso de que sus gestiones se echaran a
pique. Sin embargo, McClellan se atuvo a sus instrucciones y
rechazó las intromisiones de Cazneau, lo que sirvió para esclarecer
las verdaderas intenciones del Tratado y el alcance total de la milla
cuadrada.

y se desencadenó la batalla. Las potencias marítimas europeas


fueron las primeras en iniciar una enconada resistencia al Tratado.
Inglaterra, Francia y España movilizaron sus recursos al máximo.
No eran pocas las influencias que sus agentes oficiales y extra-
oficiales tenían en el país. Y se enfrascaron febrilmente en la tarea
de impedir el éxito del proyecto.
El cónsul inglés, Sir Robert H. Shomburgk le dirigió una
comunicación al Gobierno Dominicano, reclamando que las
regulaciones dominicanas permitían a cualquier nación establecer
depósitos de carbón en cualquier puerto y que por consiguiente,
incluir en el Tratado una cláusula particular en favor de los
Estados Unidos, revelaba la intención por parte de estos de
establecer una base naval fija en la Bahía de Samaná. No conforme
con esta protesta verbal, se dirigió personalmente al Presidente
Santana y le manifestó su más severa oposición a que se le hiciera
tal concesión especial a Estados Unidos.8
Poco después acompañó al cónsul francés P. Darasse al
despacho del Ministro de Relaciones Exteriores y, juntos allí,
expresaron formal protesta contra cualquier privilegio territorial
concedido a EE.UU. "aún cuando se tratara -expresaron textual-
mente- de una sola pulgada del te"itorio", como si hubieran
tenido conocimiento del texto secreto de las Instrucciones del
Secretario Marcy. La palabra pulgada revela que la expresión fue
de Shomburgk puesto que el francés estaba habituado al sistema
8. Otarles Calan Tansill: 'The U.S. and Santo Domingo", (1798-1873). Baltimore,
1938.
40 Pedro Mir

métrico y hubiera dicho seguramente ni un solo centímetro o


milímetro cuadrado?
Por su parte, el cónsul francés en Haití, M. Raybaud, se trasladó
inmediatamente a Santo Domingo y se sumó a los protestantes con
sus propios argumentos y recursos. Un documento de la época
refiere que
"el Presidente de la República y sus colegas están aterrados
por la violenta impetuosidad con que les amenazaron dichos
funcionarios, y más particularmente en las conferencias se
distinguía M. Raybaud. -A una señal mla, les decía en dl'as
pasados, estará (el Emperador haitiano) Soulouque a vues-
tras puertas para. exterminarlos. .." 10
Luego se hizo valer la Mediación. Los cónsules inglés y francés
le advirtieron al Gobierno que las potencias Mediadoras entre Haití
y Santo Domingo, entre las cuales figuraba EE.UU. por cierto, se
sentían relevadas de sus compromisos para preservar a Santo
Domingo de cualquier agresión haitiana si se llevaba a cabo el
Tratado con EE.UU.
A su vez Haití anunció que entraba en campaña contra Santo
Domingo en vista de que los dominicanos preparaban su propia
anexión a una nación esclavista lo que, desde luego, representaba
un peligro inmediato para la Independencia haitiana.
España estaba impedida de llevar a cabo gestiones oficiales en el
sentido de obstaculizar el Tratado, por su tenacidad en no hacerse
representar en el país a fin de conservar su derecho a reclamar su
soberanía llegado el caso. Pero los Gobernadores de Cuba y Puerto
Rico actuaban a través de sus agentes en Santo Domingo,
principalmente Juan Abril, un comerciante catalán que tenía
grandes influencias personales en Santo Domingo y quien era
visitado en su propia casa por el Presidente Santana. La gravedad
de la situación obligó a España a designar a Eduardo Saint-Just
como cónsul en Santo Domingo.
Las instrucciones del nuevo Cónsul resumían la situación en la
forma siguiente:

9. Idem.
10. Relacione, Dom(nico-española,. oh. cit.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 41

"El encargo que debe V. desempeñar en la isla de Santo


Domingo es del mayor interés para la conservación de Cuba.
"La situación geográfica de aquella antigua posesión
española harla muy peligroso que se apoderasen de ella los
Estados Unidos; y las noticias últimamente recibidas mues-
tran que este peligro es inminente.
"Según dichas noticias, el 17 de julio último fondeó en
Santo Domingo la fragata anglo-americana Columbia
conduciendo a su bordo .al General Cazneau, el cual parece
llevaba poderes de su Gobierno para hacer un Tratado con la
República Dominicana, que si bien tendrla por objeto
ostensible estipular ventajas redprocas al comercio, se
dirigirla en realidad a conseguir la ocupación de la magnlfica
Bahla de Samaná, como posesión ventajosúima para hostili-
zar a la Isla de Cuba en caso de guerra.
"El Presidente Santana, que gobierna en Santo Domingo,
ha dado siempre muestras de sus simpatlas hacia España y de
su repugnancia a acoger las interesadas sugestiones de los
Estados Unidos, pero desgraciadamente parece que algunos
de sus Ministros han dado oídos a las primeras indicaciones
del General Cazneau.
"Han contribuldo a ello la llegada a Santo Domingo del
General Mella y lo descontento que se ha mostrado de la
acogida que encontró en Madrid en el anterior Gabinete, el
cual no sólo negó a la República Dominicana el protectorado
que solicitaba sino que rehusó también reconocer su
independencia. u
La situación llegó a ser tan tensa que adquirió tonalidades
navales más que diplomáticas. Barcos de todos estos países iban y
venían con cualquier motivo. El Cónsul Saint-Just llegó en la nave
espafiola Francisco de Asís, el francés Raybaud llegó en su
bergantín fuertemente artillado, y otras unidades hacían sentir su
cercana presencia. Era sabido que Inglaterra tenía su flota de las
Antillas a la distancia de un disparo de mosquete y, para asegurar
este disparo, tenía fondeado en la rada de Santo Domingo que,
paradógicamente se denomina Placer de los Estudios, el vapor de
guerra de S.M.B. Argus.
11. Idero .. pág. 157.
42 Pedro Mir

Francia mantenía allí no una sino varias unidades. Según


informaban los Agentes se encontraban en la rada dominicana la
fragata La Penélope de 40 cañones, los bergantines Orestes y
Meleagre de 16 cañones y el vapor L' Ardent de 200 caballos de
fuerza y 4 cañones.
Las mismas fuentes 12 indicaban que en la Bahía de Samaná se
encontraban permanentemente la Corbeta norteamericana
Talmouth y el vapor de guerra Fulton que, con gran espanto de los
pacíficos samanenses, realizaban prácticas de tiro de cañón
diariamente. El propósito era indudablemente lograr que los ecos
de estos cañonazos llegaran a la capitaL
Un despacho del Gobernador y Capitán General de Cuba al
Ministro de Ultramar en España manifestaba tajantemente:
"Juzgo que el único medio de terminar tan desagradable
situación es de oponer por la fuerza la ,más vigorosa
resistencia a las pretensiones que los Estados Unidos tienen
sobre este paú (Santo Domingo),

Mientras tanto, el pueblo dominicano libraba su propia batalla.


Un rumor echado a rodar sin duda desde las representaciones
extranjeras sostenía que los Estados Unidos se proponía el
restablecimiento de la Esclavitud en toda la Isla. Como resultado
de ello es comprensible que los elementos de color en el país
hiciesen la más enconada resistencia al proyecto de Tratado. Entre
ellos figuraba un hombre del Gabinete de Santana, el General
Merced Marcano, quien descendió de su posición para el ostracis-
mo acusado de ser el caudillo de esa corriente. Pero la verdad es
que la protesta sacudía a toda la nacionalidad, toda vez que en
Santo Domingo, históricamente, ha habido una unidad racial.en
términos nacionales que no coincide ciertamente con sus manifes-
taciones somáticas.
Un periódico de aquellos ardientes días, "El Porvenir", apareció
sorpresivamente con la demanda de que se llamara a los Generales
Mella y Alfau para "la realización del pensamiento de reformas" y,
a continuación, hacía una dramática relación de las necesidades del
12. Ver Relllciones. ransill, Manning.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 43

país que constituían, una clara referencia a la situación. El


periódico juzgaba, y estas son sus palabras textuales:
"de vital importancia para la seguridad, el honor y el
progreso material, intelectual y moral de la República, el
sostenimiento a todo trance de la independencia y soberama
dominicanas, la formación de un gobierno republicano
moderado, el mantenimiento de una paz de hecho con Haití,
la amistad con todas las naciones, el reconocimiento de la
independencia por las Repúblicas hispanoamericanas, la
elevación de la inteligencia y del patriotismo, la perfecta
igualdad de todos ante la Ley, el desarrollo de la Libertad de
palabra y de prensa,'la tolerancia de cultos, la solicitación de
un Concordato, la erección de un obispado en el Cibao, la
amnistía para todos los dominicanos que no hubieren
traicionado la causa nacional, la instrucción popular gratuita,
la organización de hospitales y cárceles penitenciarias, la
completa reforma de la hacienda, el establecimiento de un
tribunal de cuentas, la mejora del sistema monetario, la
organización de una milicill nacional y de la marina de
guerra, el establecimiento del telégrafo, el arreglo del sistema
judicilll, la inmigración protegida por el Gobierno y la
reorganización del sistema municipal. "13
Para un régimen de fuerza como el de Santana, que consumía
todos sus recursos en el despotismo, tales demandas democráticas
que ponían de relieve su inoperancia, eran realmente una prueba
para su serenidad y bien pronto comenzó a dar síntomas de
desasosiego. Como consecuencia inmediata, clausuró el periódico.
Entonces comenzó a crecer la conspiración que fue, no
obstante, rápidamente debelada. Como ocurre en tales casos, un
Consejo de Guerra que actuó '~ verdad sabida y buena fe
guardada", condenó a la pena de muerte a algunos, al destierro a
otros y a confinamiento dentro del país a un buen número de
ciudadanos.
De manera, pues, que el coqjunto de acciones que tuvo que
enfrentar Cazneau para llevar a su fm las gestiones que le fueron
encomendadas, era realmente impresionante y, prácticamente,
decisivo.
13. José G. Gare: la, ob. de.
44 Pedro Mir

Pero nuestro aventurero no estaba menos provisto de recursos.


Se había ganado la simpatía de Santana y cuando menos de dos
miembros conspicuos de su Gabinete amén de otras amistades en
las Cámaras legislativas. Había sacado a la luz un periódico, que
dirigía un habanero nacionalizado norteamericano y también
nacionalizado dominicano, Alejandro Angulo Guridi, que era
realmente un Agente de Estados Unidos, movilizado a todo vapor
en aquellas circunstancias. Su periódico hacía propaganda en favor
del Tratado y combatía a sus enemigos.
Las gestiones de Cazneau empezaron a dar sus frutos y,
efectivamente, el Tratado fue fIrmado el 5 de octubre de 1854,
listo para ~u ratifIcación por el Congreso dominicano. En las
Instrucciones del Secretario Marcy, al negociador Cazneau se le
había establecido con toda claridad que no retornara a Estados
Unidos sin haberse asegurado la ratificación del Congreso domini-
cano, toda vez que, sin esa condición, difícilmente habría sido
aprobado por el Congreso de los Estados Unidos. Ocurre que estas
diligencias formales requieren a veces más tiempo que el que las
personas sensibles pueden soportar. Cazneau era una de éstas y,
viendo que la actividad de los agentes europeos era incansable y
que la ratificación del Tratado encontraba demoras con el
"quorum" cameral, perdió los estribos y le dirigió una comunica-
ción al Ministro de Relaciones Exteriores, en términos tan
vehementes, que le obligó a elevar una queja a su colega
norteamericano por los términos "in;uriosos e impropios" del
Comisionado, considerando que "no podrían ser el resultado de
una autorización oficial".
La verdad es que Cazneau quería presionar a las autoridades
dominicanas y someterlas por miedo... Pero los europeos habían
encontrado una salida más efIcaz. El propio Cazneau acusaba en
uno de sus despachos a su Gobierno a un ciudadano británico,
Teodoro Stanley Henneken, quien según él residía en la propia
residencia del Cónsul pero que, habiéndose nacionalizado domini-
cano, tenía un puesto en el Congreso, y amparado en esa posición,
había introducido una enmienda terrIble al artículo III del
proyecto de Tratado... Otros opinan que el autor de la
estratagema fue Raybaud, el cónsul francés en Haití, en combina-
ción con Faustino I el Emperador haitiano. Sea como fuere, la
susodicha enmienda se hacía eco de un rumor propalado en el seno
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 45

de las masas populares, en el sentido de que los Estados Unidos


trataban de introducir en el país su propio sistema esclavista, por
medio de un tratado de cesión territorial, lo que constituía una
amenaza terrible para los dominicanos. La enmienda que el
Congreso finalmente aprobó para ser propuesta al Congreso de los
Estados Unidos, entre otras, decía textualmente:
"Que en los términos del Artz'culo Ilf del Tratado los
dominicanos deben someterse a las Leyes vigentes en varios
Estados de la Unión y que, siendo estas leyes tantas y tan
variadas en diferentes Estados, es necesario para que haya
perfecta reciprocidad, que dicho Artz'culo sea concebido en
estos términos: -que todos los dominicanos, sin distinción
de raza o de color, gozarán en todos los Estados de la Unión
americana, los mismos derechos e iguales prerrogativas que
los ciudadanos de esos Estados gozan en la República
Dominicana.
Ya continuación daba el puntillazo decisivo:
"Entre otras razones que el Congreso tiene para esta
enmienda -decía-, una es, que hay Estados en la Unión
americana donde todos los ciudadanos son iguales ante la
Ley y gozan de los mismos derechos, pero que también hay
otros Estados donde no solamente no son iguales, sino que
hay en fllos una raza y ramales de la misma, que son
eternamente exceptuados. .."14
Esta enmienda era la derrota aplastante de Cazneau, quien sabía
que una semejante cláusula sería automáticamente rechazada por
el Congreso norteamericano dado el peso de los votos del Sur. Y,
desde luego, su cólera no tuvo límites por lo que Perkins, su
historiador, dice de él que no era uno de los más "sazonados"
diplomáticos de los Estados Unidos. Sin embargo, este es
precjsamente su gran momento histórico que vamos a describir a
continuación y, por 10 que más de un estudioso de hoy y de
mañana hurgará en los secretos de su vida privada y mantendrá
frescos para la posteridad, sus bíblicos amores con Cora Mont-
gomery, en el "edén invernal" de la República Dominicana...

14. Wtlliam R. Manning, Editor, Diplomatic Correapondence oí me United Statel, Inter


American Affain, 1831-1860, Wash.. 1935, página 152 (Nota).
46 Pedro Mir

Cazneau, probablemente con el concurso estilístico y dialéctico


de su tormentosa consorte, dirigió una carta circular a los cónsules
de Inglaterra y de Francia, las dos potencias más respetables del
mundo en aquel entonces, en la cual yen-nombre de su Gobierno,
inspirado además en el recuerdo de Polk y sus antecedentes
tejanos, invocó los principios que más tarde se denominarían
Doctrina de Monroe.
Esa carta que iba a conservar su nombre en los anales
norteamericanos y de paso el de su compai'lera, a pesar de ser la
historia de un fracaso diplomático de los Estados Unidos, estaba
concebida en los siguientes términos:
"Señores:
El que suscribe, Comisionado Plenipotenciario de los
Estados Unidos ante este Gobierno, teniendo buenas razones
para saber que por varios medios -ayudados con el
amenazador despliegue de una fuerza armada ante esta
capital- han entorpecido y controÚldo 111' libre acción.de Úl
República Dominicana en sus relaciones con los Estados
Unidos, protesta en nombre de su paú por esta ruptura de Úl
honorable fe hacia su Gobierno y contra esta usurpación
i/lcita de los derechos soberanos d~ una nación americana
independiente.
'Todo Gobierno ilustrado y en relaciones de amistad con
los Estados Unidos está perfectamente informado de su
determinante propósito como nación de oponerse, cual-
quiera que sea Úl medida que se haya intentado para
subyugar la nacionalidad independiente de un pueblo ameri-
cano a la arbitraria voluntad de una potencia extranjera, o
hacer que sus acciones -y aun su existencia- dependiente
del dictado de una política extranjera, y ninguna de esas
naciones ha sido exceptuada de este inmutable principio del
Sistema Americano.
"Los Estados Unidos no establecen diferencia en la
aplicación de esta regÚl entre las fuertes y las débiles de las
Repúblicas hermanas y el/as tienen el legz'timo derecho de
esperar que las poderosas y magnánimas naciones de Europa
seguirán su ejemplo.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 47

"Siendo bien conocidos estos hechos debo llamarle la


atención, señor, a esta desconsiderada violación de las
relaciones de Amistad y Comercio que hoy subsisten entre
nuestras respectivas naciones en la confumza de que Ud.,
como la representación responsable de su Gobierno en esta
Capital,. tomará en cuenta las precauciones necesarias para
impedir que estas relaciones sean perturbadas.
"Si este debido ~uidado fuera omitido, el Gobierno y el
pueblo de los EStados Unidos pueden concebir que tienen
justos motivos para desconfiar de la sinceridad y la buena fe
de cualquier Gobierno cuyos agentes en estas aguas son así
autorizados a interferir en los asuntos y negociaciones
pertenecientes entera y exclusivamente a los intereses de los
Estados Unidos y de la República Dominicana.
"Confío en que Ud., señor, lamentará igualmente que yo
las consecuencias que puedan resultar de esta intromisión
desautorizada en la santidad yen la libertad de las relaciones
interamericanas.
"De Ud. respetuosamente,
WILLIAM L. CAZNEAU
Noviembre 17 de 1854." 15

Los cónsules Schomburgk y Darasse quedaron estupefactos al


recibir esta comunicación tan altanera. bespués de una breve
deliberación, decidieron no prestarle atención a Cazneau y
limitarse a un simple aviso de recibo que, no obstante, trasluce su
indignación.
El cónsul francés contestó con una simple esquela en estos
términos:
"El propósito que ha tenido Ud. a bien asignarle a la
presencia de esta rada de tres naves pertenecientes a la
estación naval de las Antillas; las conjeturas que usted
aventura y el tono que adopta no me permiten contestar su
carta de ayer. Me limitaré a trasmitírsela a mi Gobierno. "16
El cónsul inglés contestó con la misma brevedad:
"He recibido su carta del 17 corriente. El tono con que
------
15. En Manning, ob. cit., Y en Perkins,: La Cuestión ele Santo Domingo.
16. Idem.
48 Pedro Mir

está escrita, las acusaciones e msmuaciones que usted


supone, descansando como descansan en el error y en las
concepciones falsas, todas estas circunstancias, Señor, sólo
me permiten avisar recibo de ella por cortesz'a.
"Trasmitiré ese documento al Secretario de Estado de
Asuntos Extranjeros de Su Majestad, a lo cual me siento más
inclinado en cuanto que soy de opinión que al Gobierno de
S.M. le compete exclusivamente formar juicio sobre esos
principios internacionales que su nota presume establecer. 17
El Gobierno inglés, que se sepa, prolongó -la actitud de
inhibición elegante de su Cónsul en Santo Domingo, sin prestar
atención ni a la carta de Cazneau ni a los "principios internaciona-
les que su nota presume establecer". Era pues un doble rechazo. El
de la actitud del cónsul americano y el de la Doctrina de Monroe.
En cambio el Gobierno francés se dirigió al Secretario de
Estado norteamericano y le formuló una protesta por la acción de
Cazneau que, desgraciadamente, no hemos tenido a mano al
redactar estas notas pero que Perkins, en su obra fundamental
sobre la historia de la Doctrina de Monroe que hemos mencionado,
describe como "la primera protesta diplomática basada en los
postulados de la Doctrina de Monroe". Un hito importante en la
historia de esta Doctrina que, desde 1823, había tratado de
obtener alguna forma de reconocimiento por parte de las potencias
europeas, sin éxito.

6
Pero la vida tiene sus caprichos. Esta primera aventura de la
Doctrina de Monroe implicaba un fracaso que debió tener amargas
consecuencias para su autor, el fabuloso Cazneau. El público
norteamericano no se enteró del percance debido a que el
Departamento de Estado no tenía interés alguno en divulgar el
fracaso. Así fue que, a pesar de que Cazneau fue destituído y se le
ordenó el regreso inmediato a Washington, el tunante permaneció
en Santo Domingo sin revelar su situación. Algunos días después,
se le invitó a una fiesta oficial y contestó diciendo que asistiría
pero sólo en su condición de simple ciudadano. Esta contestación
17. Tansill, ob. cit., pág. 216 Ysigo
LAS RAlCES DOMINICANAS DB LA DOCTRINA MONROE 49

promovió numerosos comentarios que los agentes extranjeros y


particularmente los españoles, interpretaron como una protesta al
Gobierno y como una nueva forma de presión en relación con el
Tratado, según se explica en los despachos disponibles.
El caso es que Cazneau, no s610 permaneció en el país, sino que
siguió fIrmemente sus concepciones tejanas y apeló a un nuevo
recurso. Se trataba de aquel otro proyecto que había traíd{' en la
cabeza, cubierto presumiblemente por un fastuoso sombrero
tejano, al desembarcar en los primeros días de 1854 en Santo
Domingo. Después del fracaso, Cazneau comenzó a darle forma en
los términos de ~speculación de tierras en gran escala. Para 1860
ya estaba completamente delineado y en marcha. En 1862
constituyó una compañía, la American West India Company, con
un capital de un millón de dólares, dividido en diez mil acciones de
a cien dólares cada una. El Secretario de esta compañía era otro
colonialista feroz, el Coronel Joseph Warren Fabens que desplegó
una actividad enorme en éste y otros proyectos. Fabens leyó un
entusiasta trabajo acerca de los "Recursos de Santo Domingo" en
la A.merican Geographical and Statistical Society, al que siguió un
folleto titulado "In the Tropics". exaltando los encantos de este
edén antillano~8
•••••
Nosotros los dominicanos -y este es un párrafo sentimental-
no dejamos de leer estos documentos, los que escribió Cara y el
propio Cazneau así como sus despachos al Departamento de
Estado, sin alguna dosis de reconocimiento afectuoso. Sabemos
bien que sus palabras estaban inspiradas en el más abyecto de los
intereses y que, si estos aventureros hubieran tenido mejor
fortuna, Santo Domingo estaría hoy sumido en las más oscuras
sombras del sistema colonial y probablemente esclavista, en sus
variantes contemporáneas. Pero hay un calor en las expresiones
de esta gente respecto al país, reflejan una pasión tan ardiente
por sus bellezas naturales, la rodeaban de tal fantasía que
uno piensa a veces que, como siempre, el amor y el interés andan
juntos. Y esta vez es el amor el que salía favorecido. Uno de los
propagandistas que se sumaron en aquellos días, el misionero Dr.
W. L. Judd. que a lo mejor era el mismísimo W. L. Cazneau, decía
18. Idem.
so Pedro Mir

que en este país había oro, plata, cobre y carbón. Que las minas de
oro eran más ricas que las de California. Pero que la más
extraordinaria atracción de la República era un pajarito cantor
denominado el "musicien de arada" (el músico de Arada) del que
nadie ha oído hablar jamás en Santo Domingo. Dice el misionero
en un artículo publicado en el Washington Moming Chronicle que
el canto de este pájaro era tan maravilloso en la calidad de su
"tono y en el orden más que cientifico de sus pasajes por
terceras y quintas, que van con la mayor seguridad sobre
varias octavas en una sola melodla y finalmente vibran una
nota baja que harían estremecer cada nervio del cuerpo de
un músico con tal deleite, que cualquier buen músico o
persona de gusto musical estada ampliamente recompensado
de lo que le cueste un viaje a través del Atlántico
simplemente para escuchar su canción por espacio de quince
minutos . .." 19
No hay duda que las personas que finjen el amor acaban
enamoradas, según se lee por ahí en algunas novelas. Y uno piensa
que la pasión colonial en esta gente acabó por convertirse en
pasión amorosa hacia Santo Domingo. Quiso el destino que no
fuera un amor correspondido...
El caso es que este tipo de propaganda surtió sus efectos y un
cierto número de incautos armó sus bártulos y se trasladó a Santo
Domingo para iniciar el proceso que llevó a Tejas, convertida en
estrella, al pabellón de los Estados Unidos. La propaganda para
atraer a los colonos potenciales, hacía énfasis, según refiere
Knight,20 en el hecho de que la temperatura de Santo Domingo
rara vez pasa de los 30° centígrados lo que resulta moderadá para
la temperatura extrema de muchas ciudades norteamericanas. Pero
lo que no decía la propaganda es que esta temperatura experi-
menta pocos cambios durante todo el año, de manera que para los
colonos, habituados a temperaturas muy frías en invierno aunque
altas en verano, aquella constancia del calor equivalía a una
cocción lenta, capaz de acabar como efectivamente acabó, por
enfermar a los que se establecieron en Santo Domingo. Además del
calor había, según los documentos, la "fiebre amarilla" aunque
19. Ob. cit.
20. Ob. cit.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 51

nosotros los dominicanos no sabemos de esta fiebre sino en


literatura. Pero sea como fuere, el caso es que la fiebre abatió a
unos cuantos. Los restantes fueron abatidos en 1861-1865 por los
espanoles, que ocuparon entonces el país y que desde hacía varios
aftas se encontraban preocupados, por la posibilidad de que los
norteamericanos fomentaran una colonización en Santo Domingo
con éxito y pasaran más tarde a Cuba.
Desde 1852, los Gobernadores de Cuba y Puerto Rico
inundaban a las autoridades espaí'l.olas de Ultramar con informes
acerca de planes de los "filibusteros", como se llamaba entonces a
las tentativas colonizadoras americanas inspiradas en el plan de
Tejas. De manera que, cuando los espanoles ocuparon el país,
persiguieron a estos colonos con sana tal, que la misma casa de los
Cazneau en San Carlos, en las afueras de la Capital, fue totalmente
destruída para no dejar siquiera el rastro de aquellas tentativas~l
En Julio de 1863, el Agente comercial de los Estados Unidos
informaba a sus superiores que del último lote de inmigrantes que
había venido al país, bajo los auspicios de la American West India
Company, compuesto por 14 personas, 9 habían muerto ya, dos
regresaron a Estados Unidos, el resto, con los que vinieron
anteriormente, estaban todos en cama con fiebres y no se esperaba
que sobrevivieran.. ~

Después de esta desgraciada aventura, Cazneau no volvió a


aparecer en persona aunque sí en espíritu en Santo Domingo. Pero
volverá a aparecer en estas páginas, porque es uno de esos
personajes que nacen y renacen y nunca mueren definitivamente.
Por eso los espaí'l.oles le destruyeron su casa. Y dicen algunas
personas que en las noches de luna más apacibles, se ve pasear un
par de enamorados por los alrededores del edén invernal de los
Cazneau. A estas personas se les eriza toda la piel cuando se les ve
disipar en dirección al Norte. Pero esto es pura leyenda y no puede
tener acogida en los lectores de una narración académica como la
presente.
3L RátIdofts.
22. TlIftSilL.
III. LA PRIMERA ACCION OFICIAL DE LA DOCTRINA DE
MONROE

"El primer ejemplo desde que la política exterior de los Estados Unidos
fue anunciada a las potencias aliadas de Europa en 1823"...
Rorace J. Perry

El esquema de las fuerzas que gravitaban sobre los hombros de


la nacionalidad dominicana desde los días de su Independencia en
1844, se vio profundamente alterado en 1861 con el desembarco
de tropas españolas. Las potencias europeas, o mejor dicho,
Inglaterra y Francia, dan un extraño paso y le dejan el campo
abierto a una débil rival, España. Estados Unidos y Haití
contemplan, circunstancialmente maniatadas, el acontecimiento.
Las fuerzas populares en el interior del país, quedan momentánea-
mente paralizadas por la sorpresa, la rapidez y la astucia con que
fue preparada y llevada a cabo la operación. El resultado de esta
combinación de circunstancias resulta en la aniquilación del
proceso de independencia y la subyugación del pueblo dominicano
por una potencia europea.
Tal situación no podía constituir un desafío mayor al Mensaje
de Monroe de 1823 puesto que presentaba las características justas
que tipificaba el documento. Y, aunque en cierto modo fue
enfrentado como en 1854 de manera bastante desairada, lo
importante es que aquella fue su primera prueba mayor frente a las
potencias europeas y el primer gran momento de su historia.
Precisamente en 1861 sitúan por lo general los historiadores el
S3
54 Pedro Mil

comienzo de la vida práctica de la Doctrina de Monroe y


precisamente en ocasión de la situación dominicana. Basta hojear
cualquier Enciclopedia para comprobarlo, aunque esta vez vamos a
seguir también el esquema desarrollado por Dexter Perkins.
En 1861, el Gobierno dominicano demandó de Espaí'la, con una
desfachatez indigna ya de la época, la "repatriación" de la
República Dominicana al seno de la soberanía espaí'lola, restable-
ciendo en el país el status colonial. Esta acción, cuya iniciativa
corresponde completamente al entonces Presidente de la Repúbli-
ca, General Santana, fue en gran medida sorpresiva para todo el
mundo, aunque culminaba un largo proceso, tanto espaí'lol como
dominicano, que aquí vamos a contemplar en sus, dos vertientes de
desarrollo.
Desde antes de la Independencia dominicana de 1844, Espalla
había tenido sobre el despacho de sus Ministros, las ofertas de
reincorporación de Santo Domingo, que se sucedían incesante-
mente. Ya en 1843 actuaba en este sentido un agente espaflol,
Pablo Paz del Castillo, que dependía del Gobernador y Capitán
General de Cuba, en sus andanzas dominicanas. También el
Gobernador de Puerto Rico sostenía conversaciones con los
dominicanos a través de Juan Abril, un comerciante catalán que
hemos mencionado en otras ocasiones. Varias circunstancias
estimulaban estas acciones espaí'lolas. La más importante era sin
duda la posición geográfica de Santo Domingo, entre Cuba y
Puerto Rico, sus dos colonias antillanas, y particularmente la
circunstancia de que esta Isla daba acceso a la defensa naval de la
costa meridional de esas dos colonias.
Pero España confrontaba algunas dificultades. La repatriación,
como decían ellos mismos, de Santo Domingo, significaba un
desplazamiento de fuerzas importantes y la absorción de respon-
sabilidades que Espalla no estaba entonces en condiciones de
aceptar. O dicho de otra manera, Espafla no se sentía muy
dispuesta a desafiar la Doctrina de Monroe. Así lo expresaba un
documento del Ministro de Estado al Presidente del Consejo de
Ministros en 1854, a propósito de una misión dominicana que
demandaba en Espafla el reconocimiento o el protectorado de la
República Dominicana. Dice así:
"No es esta la primera gestión semejante que hace 111
República Dominicana. Casi desde que se constituyó ltI úkJ
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 55

de Santo Domingo como Estado Independiente. la población


blanca trató de buscar el apoyo de la España para llevar a
cabo una sublevación que pusiera la parte española de la isla
bajo el dominio de su antigua metrópoli, pero razones
po[{ticas y económicas retrajeron al Gobierno espaiiol de
acometer la empresa que se le proponia. Efectuóse después
la Revolución que dividió la citada isla en las dos partes que
hoy ~on la República Dominicana y el Imperio de Haiti,
naciendo de esta división la guerra de razas que hace cada
dia más necesario para la primera el apoyo de alguna
potencia para resistir los ataques de los negros de Haiti, los
cuales, superiores en número, amenazaban subyugar la
población blanca de Santo Domingo, debilitada por sus
discordias intestinas. ..
"Al dar conocimiento a V. E. de este negocio, creo de
mi deber manifestarle que tengo por seguro que al protecto-
rado de la España en Santo Domingo se opondrfan los
Estados Unidos y muy especialmente el partido democrático
que hoy se halla al frente del Gobierno de la Federación, el
cual es sostenedor de la máxima po[{tica conocida en aquel
paú con el nombre de The Monroe Doctrine (Sic)l a saber,
que no debe consentir la Confederación americana que
ningunrl' nación de Europa o cualquiera de América tenga
más dominio que el que ejerza en la actualidad".
Por cierto que en este documento se menciona la Doctrina de
Monroe con ese nombre que no era conocido oficialmente. Para
esa fecha (1854) los principios de Monroe, según explica Perkins,
Ob. cit., eran calificados de "doctrina" en artículos periodísticos y
de manera retórica en los debates de las Cámaras. Por su parte, las
potencias coloniales la denominaban así en despachos secretos
como éste pero jamás admitían públicamente, no sólo el nombre
sino su misma existencia. El documento aludido concluye como
sigue:"A 1 ,. 'ddbl 1
.t1.S1 es que a paso que creo gravlslmos e ¡n u a es os
I

inconvenientes de su protectorado y de la dominación


española en Santo Domingo, aun cuando los dominicanos
quisieran entrar y entrasen efectivamente bajo la antigua y
legitima potestad de la madre patria, juzgo también incues-
1. Relociones Dom(nico-espaffolos, pág. 141.
56 Pedro MIr

tlonable y urgente la necesidad de afianzar la independencÜJ


de la República Dominicana, pero ésto s610 puede hacerse
de común acuerdo con las naciones europeas que poseen
dominios en Ultramar. . :' 2
Esta era la posición de España en 1854 pero la insistencia de los
agentes españoles en Santo Domingo y la de sus Gobernadores en
Cuba y Puerto Rico, lograron forzar las circunstancias y debilitar
la resistencia de algunos Ministerios españoles, hasta hacer posible
la anexión en 1861.
En Santo Domingo los antecedentes anexionistas eran todavía
mucho más remotos. Para encontrar su verdadera raíz habría que
remontarse muy lejos en la historia colonial y hurgar en los
antecedentes clasistas que animaron esta corriente. El dominio
absoluto de los terratenientes en Santo Domingo fue consumado
en una fecha tan lejana como 1605, cuando fue devastado el país
para eliminar el comercio con herejes (Holanda, Inglaterra,
Francia) que llevaba en su seno los primeros brotes, sin duda
demasiado tiernos, de la burguesía como fuerza decisiva en la
arena mundial. Nosotros mismos hemos tratado este asunto como
tema particular en una obra denominada "El Gran Incendio" que
lleva como subtítulo el de "los balbuceos americanos del capitalis-
mo mundial': 3 Ese acontecimiento estableció el dominio feudal en
Santo Domingo de manera absoluta y prolongada.
En 1808, una época de auge de la lucha de la burguesía por
consolidar su poder en este continente que, como se sabe es el
contenido de las luchas por la Independencia, en Santo Domingo
se planteó esta situación frente a Francia, de la que era colonia
desde 1795 por cesión graciosa de Espafta. Pero el caudillo de
aquellas bellas acciones, que logró emancipar el país del dominio
francés, aunque con ayuda directa, militar, de Inglaterra, prefIrió
entregar el país a España antes de proclamar la Independencia, a
pesar del ejemplo de Haití en sus propias fronteras y aun de la
ayuda que esta misma nación le había prestado con el propósito
esencial de alejar del territorio común a las potencias europeas y a
pesar de que la lucha por la independencia tronaba ya en todo el
continente. Esta hazaña hubiera hecho de Santo Domingo una de
2. En las Relizcione$ Dom{nico-e8pQfIo!tz$ recopil-.du por Demorizi. Página 142.
3. Santo Domingo, 1969 y 1974.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 57

las primeras naciones independientes de América. Desde luego,


Sánchez Ramírez, el caudillo de estas acciones, era un gran
terrateniente, probablemente el mayor del país, y asociaba su
destino al de la España feudalizante.
Desde 1605 hasta 1861, el dominio de la clase terrateniente
había constituído una línea continua, apenas perturbada por
algunos esfuerzos débiles de la corriente histórica. Pero ya en 1861
esta era una clase condenada inexorablemente. La economía
nacional estaba destrozada por las frecuentes luchas con Haití y
por la incapacidad de los gobernantes para encarrilar las fuerzas
productivas. La emisión de billetes sin respaldo habían constituído
un vicio que ponía' al país en manos de los usureros internacionales
sin perspectivas de solución. El dominio de esta clase estaba
liquidado, toda vez que la única perspectiva disponible era su
entrega a una nación cualquiera, con tal de que fuera capaz de
financiar la empresa. Santana cumplía los dos períodos que le
había conferido la Constitución de 1854 y la próxima figura
presidenciable era su adversario Báez, no menos dispuesto a la
venta de la soberanía dominicana a cambio de una suma
cualquiera. En realidad de verdad, para esta clase social no había
ningún porvenir de poder en 1861, como no fuera en papel de
agente de una nación extra1'\iera. Por consiguiente, la tendencia a
entregar el país era una defmida posición de clase. Los terratenien-
tes dominicanos carecían totalmente de sentimiento patriótico.
La materialización de estas consideraciones encontraron en el
General Santana un activista consecuente. Habiendo llegado a
convertirse en el dirigente mayor de esta clase social, comenzó a
conspirar contra esa Independencia cuando se libraba bajo su
mando la primera batalla para defenderla de los haitianos. Un caso
insólito porque de esa batalla salió aureolado de un caprichoso
prestigio y se le consideró como la primera espada de la
Independencia, lo que le aseguró una sólida carrera política. Sin
embargo, en fecha tan temprana como el 14 de abril de 1844 (la
Independencia fue proclamada el 27 de febrero de ese mismo año
y la batalla mencionada se libró el 19 de marzo), Santana se dirigió
a Tomás Bobadilla, Presidente de la Junta Gubernativa, Gobierno
provisional de la joven República, en los siguientes términos:
"a mi modo de pensar mientras más dure la lucha (de
Independencia frente a Haití) más incierta tenemos la
58 Pedro Mir

victoria. Si como hemos convenido y hablado tantas veces


no nos proporcionamos un socorro de Ultramar. .. Ud. tiene
la capacidad necesaria para juzgar todo lo que le puedo
querer decir, y para no hacerse ilusiones y conocer que
debemos agitar esas negociaciones con que al juicio de todo
hombre sensato sólo podremos asegurar la victoria. Le
estimaré me conteste dándome una noticia positiva del
estado de estos asuntos y, si acase están paralizados, agitelos
Ud. por cuantos medios estén a su alcance, pues a nosotros
toca en circunstancias delicadas, hacer esfuerzos por la
felicidad pública y por hacer triul1far nuestra causa. .." 4
Esta carta revela la profundidad de las concepciones que había
llevado a Juan Sánchez Ramírez a entregar el país a España en
1808 y la admiración que Santana le tributaba como uno de los
grandes héroes de la Nación, al extremo de disponer que su retrato
decorara el Despacho de la Presidencia de la República. Todavía en
1860, medio siglo después de la desaparición de Sánchez Ramírez,
Santana le conced ía a una descendiente, Juana Ramírez de
Montenegro, una pensión vitalicia de 200 pesos, suma muy elevada
para aquella época, textualmente ''por los altos servicios hechos a
la patria por el héroe de la Reconquista': 5
Sólo un año después de este homenaje, Santana se dirigía a la
Reina Isabel Il de España en una carta solemne en la que,
asumiendo la más grande responsabilidad del poder, y en su
calidad de Presidente de la República, le ofrecía las llaves, o sea, la
soberanía de "esta preciosa antilla", La carta concluía en la
siguiente forma:
"Recibidla, señora; haced la felicidad de este pueblo que
tanto la merece, obligadle a seguir bendiciéndoos como 1(;)
hace, y llenaréis la única ambición del que es de V. M. el más
leal y amante de vuestros súbditos. Santo Domingo, 18 de
marzo de 1861. Pedro Santana".
El día siguiente era un aniversario de la batalla del 19 de marzo,
de la que Santana había emergido como héroe nacional de las
4. "Guerra Domínico-haitiana (Recopilación de documentos sin autor). Santo
Domingo, 1944. Página 100.
5. Véase la Historia de Santo Domingo de José Gabriel García, Tomo 111, página 334.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 59

luchas por la independencia. Tal vez no lo advit1i6. Tampo~'O la


Reina advirti6 el oculto sentido que tenía el giro "ob/igadle a
seguir bendiciéndoos". ¿Quién puede regocijarse con las bendicio-
nes obligadas? Y por esa inadvertencia le contest6 a Santana como
contestan las Reinas, tuteando a sus súbditos, y aceptando una
oferta que le iba a costar a Espai\a miles de vidas y millones de
pesetas.
La carta de contestación real es poco conocida, o cuando
menos para Summer Welles, una autoridad norteamericana en
historia de Santo Domingo fallecido hace algunos aftos, quien
aruma en su obra "Naboth 's Vineyard" (Las Viftas de Naboth)
que no se ha conservado el recuerdo de ella, como no sea que se
refiera a la memoria del pueblo. La carta de la Reina como la de
Santana se encuentran íntegras en la "Historia Contemporánea" de
Pirala, que debe encontrarse en la Biblioteca Central de esta
Universidad. Dice así:
•••••
"Al General Pedro Santana:
"Al recibir tu carta y aceptar los deseos del pueblo
dominicano, se ha llenado el corazón de las Reinas de las
Españas, hoy Reina también de este territorio. Intérprete de
los sentimientos de esta Nación que llevó su Religión y su
Idioma a la antigua Isla Española descubierta por el inmortal
Colón, no puedo dejar de desear para esa hermosa antilla
toda la prosperidad. todo el bienestar y toda la grandeza que
han tenido y tienen los dominicanos de mis coronas.
Manifiesta a sus habitantes el cariño que les profeso y diles
que me desvelaré por su felicidad. Nadie mejor que tú puede
hacerles conocer mi voluntad, tú que tanto te hos afanado
por su bien JI has conseguido siempre para su bandera 10
victoria.
"Recibe la expresión de aprecio de tu ReinolSllbel.
Palacio de Madrid, 26 de mayo de 1861':
A pesar de esta amable correspondencia, en la que se destaca
por cierto la falta de grandilocuencia en el estilo imperial en
ocasi6n tan oportuna, la anexi6n fue presentada a Espaila como un
60 Pedro Mir

hecho consumado~ Entre Santana y el Gobernador y Capitán


General de Cuba se habían realizado arreglos de modo que, en el
momento en que se le hacía la oferta a la Reina de España, se
desembarcaban los primeros soldados en Santo Domingo. Es
verdad que había que emplazar a España para que se enfrentara a
una potencia como Estados Unidos, que tenía una posición
públicamente adoptada respecto a la acción de cualquier potencia
europea que intentara restablecer el sistema colonial en América.
y fue así como España se encontró de súbito en la situación, que
hasta ese momento no había tenido oportunidad de manifestarse,
de poner a prueba la validez de los principios de 1823.
Era en realidad una hazaña. España distaba mucho ya de ser
una potencia naval. Se cuenta que uno de sus barcos de guerra que
fue en misión a Haití por aquellos días (más con el deseo de
impresionar a los haitianos con su gesto de fuerza que de obtener
el reconocimiento de la Anexión, como se dijo), se vio obligado a
regresar a España para hacer reparaciones, en razón de los daños
que le hizo al buque el disparo de sus propios cañones, al hacer el
saludo de la plaza... Sin embargo, el desembarco de soldados en
Santo Domingo fue consumado, se arrió la bandera dominicana y
quedó formalmente establecido el dominio de España en su
colonia primordial, en las mismas narices de la Doctrina de
Monroe.
Para que este acontecimiento fuese posible era preciso que se
diese una determinada situación mundial. El hecho histórico es
que ninguna de las naciones que constituían el esquema de fuerza
que gravitaba sobre Santo Domingo, y que nosotros hemos
presentado ya, hizo resistencia a la acción española, ni hizo ningún
esfuerzo para expulsarla de allí, si se exceptúa Haití que era muy
débil para enfrentarse a España ya, y que fue paralizada en el
primer momento. Otro es el caso de Inglaterra, Francia y los
Estados Unidos, que examinaremos a continuación.
La actitud de Inglaterra es curiosa. Parece ser que su papel
antillano estaba basado en las siguientes consideraciones. Una,
impedir que cualquier otra potencia que no fuera ella se
estableciera en Santo Domingo con el consiguiente control de las
6. Para las maquinaciones secretas que antecedieron a la Anexión véase el tomo III de
la obra de José Gabriel García: Compendio de la Historill de Santo Domingo. Sto.
Dgo., 1893.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 61

entradas naturales del Caribe, donde tenía numerosas posesiones.


Otra, impedir el establecimiento o restablecimiento de la Esclavi-
tud.
Para Espafia la primera consideración tenía carácter relativo
toda vez que no se le reconocía a ella la capacidad militar para
hacer oposición a Inglaterra o amenazar sus intereses en la región.
Hasta 1856, en que modificó su política, Inglaterra estimulaba las
acciones políticas de Espafia en Santo Domingo para amortiguar
las acciones de Estados Unidos y Francia. Había antecedentes
interesantes. En 1844, afio de la independencia dominicana, se
encontraban en Londres los eternos vendedores de la soberanía
dominicana, que gestionaban entonces el protectorado o la
anexión a España. En esta ocasión, Lord Russell, mostró una
actitud de entusiasta apoyo -siempre inspirado en sus prevencio-
nes contra las otras potencias mencionadas- en el sentido de que
España recuperara su antigua colonia. Ese apoyo no l~ fue r~tirado
nunca a España y encontró naturalmente una corriente favorable en
1861 que, cuando menos, se traduciría en una actitud de
neutralidad flemática cuando la anexión fue consumada.
En cambio la posición de Inglaterra respecto a la Esclavitud
movió algunas gestiones enérgicas con respecto a España, motiva-
das principalmente por las indiscreciones de un tal Cruzat,
secretario del Jefe de Operaciones en Santo Domingo, quien
comunicó al Cónsul Hood la disposición de los antiguos esclavistas
de Cuba, inclinada a recuperar los esclavos fugitivos que se
encontraban en Santo Domingo, incluyendo su descendencia. Sólo
cuando Inglaterra obtuvo las seguridades más firmes de que la
Esclavitud no sería restablecida jamás en Santo Domingo, se le dio
carta blanca a España para anexarse el país.
En cuanto a Francia, que se encontraba embarcada en la
aventura de México, las consideraciones eran obvias. Ambas,
Espafia y Francia, se encontraban en pleno desafío de las
posiciones norteamericanas y era concebible que viera en la acción
de Espafia una forma de consolidar sus propias acciones. Ni
siquiera cuando las tropas españolas abandonaron a México,
dejando sola a Francia en la aventura, lo que produjo ciertas
fricciones entre ambas, se quebrantó la neutralidad francesa
respecto de Santo Domingo. Hay quien opina que los propósitos
ulteriores de Francia eran reincorporar a su vez la parte antes
62 Pedro Mil

francesa, ahora independiente con el nombre de Haití, a su antigua


soberanía. En todo caso, Francia no podía o no debía enfrascarse
en una doble aventura cuando tenía ya un movimiento de
resistencia en México que culminaría en la catástrofe.
y así tenemos a las dos naciones europeas más activas en los
asuntos internos de Santo Domingo, totalmente neutralizadas ante
la anexión de la joven y débil república a España. Pero debían
actuar muy poderosas circunstancias para que las dos naciones
americanas que completaban el cuadro exterior vigente en Santo
Domingo, pennanecieran inactivas ante el hecho de la anexión.
Una de ellas, Haití, se encontraba en una situación que no ha
sido, cuando menos en nuestro país, debidamente estudiada. Esta
nación, en razón de los hechos, tenía que ser considerada como
una potencia en la Isla. Sus luchas por la independencia frente a las
tropas napoleónicas y su temible alianza con el clima y la fiebre
amarilla, hacía que sus pronunciamientos fueran tomados en
consideración por los europeos. Pero los días de la gran Revolu-
ción estaban ya lejanos y sus gobernantes no contaban ya con el
fuego patriótico que hacía posible el milagro e invencibles a sus
combatientes. No contando con esta determinación popular, Haití
se convertía en una nación sumamente débil. Sólo así se explica
que en 1825 accediera a pagar a Francia una cuenta de' 150
millones de francos, a cambio del reconocimiento de la Indepen-
dencia, por los daños causados a la propiedad francesa durante la
Revolución, sin exigir una compensación similar por los datlos
causados por Francia al pueblo de Haití.
Sea cual sea el fundamento objetivo de esa situación, el hecho
es que, desde el primer momento, el Presidente Geffrard hizo
resistencia a la anexión de Santo Domingo a España y facilitó
recursos a los dominicanos que, encabezados por Francisco del
Rosario Sánchez, tomaron las armas desde el primer instante para
defender la soberanía nacional. El 6 de abril de 1861, Geffrard
presentó a Espatla una formal protesta por la acción anexionista,
detrás de la cual se escondía el fantasma de la Esclavitud. Pero
cuando España contestó con la energía del caso y exigió el
reconocimiento de la Anexión, Geffrard adoptó la línea de la
neutralidad y abandonó el concurso prestado a los patriotas,
quienes terminaron en el cadalso.
La otra nación americana implicada en los acontecimientos,
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 63

Estados Unidos, estaba entonces en situación de extrema debili-


dad. Sus agentes la mantenían informadas acerca de la tentativa de
anexar el país desde el año anterior. El agente comercial Jonathan
Elliot, enviaba informes encandilados a Washington. Cazneau, el
agente consular, que era lo suficientemente despierto como para
darse cuenta de la debilidad de la política antillana del Presidente
Buchanan y de su Secretario de Estado Cass, se limitó a informar
del curso de los acontecimientos y a desarrollar sus propias
empresas especulativas con la tierra dominicana, tratando de
congraciarse con la situación que se avecinaba.
Las cosas cambiaron radicalmente cuando las dificultades
domésticas en EE.UU. desembocaron en la elección de Lincoln y
la designación por éste de William H. Seward, que había sido su
adversario en las elecciones, como su Secretario de Estado. Seward
tenía sus propias concepciones, que expresó en un famoso
documento dirigido al Presidente Lincoln, "Pensamientos para la
Consideración del Presidente", en el cual sostenía que una política
exterior enérgica contribuiría a unir a los norteamericanos en
torno a la bandera nacional. Pero en los mismos días en que se
proclamaba la Anexión de Santo Domingo a España, los Confede-
rados atacaban el Fuerte Sumter y se iniciaba la Guerra de
Secesión en los Estados Unidos. España pudo proceder a la
ocupación de Santo Domingo sin temer acciones por parte de los
Estados Unidos.
Seward tuvo que limitarse a formular una protesta verbal a
España que fue entregada al Ministro español en Washington,
Gabriel G. Tassara.
"El Presidente (de los EE. UU.J no creerá espontáneamente
-decía- que estos procedimientos hayan sido autorizados
por el Gobierno de S. M. Católica o que puedan recibir su
aprobación. Pero se me ha encargado informarle a Ud. y
también al Gobierno de S. M. Católica, que en caso de
comprobarse que tales procedimientos han recibido en cual-
quier momento la sanción de ese Gobierno, el Presidente se
verá obligado a contemplarlos como manifestación de una
disposición nada amistosa hacia los Estados Unidos de
América; y a afrontar la continuación de semejantes empre-
sas, tanto respecto de la República Dominicana como de
cualquiera otra parte del Continente Americano o sus islas,
64 Pedro Mir

c:on una rápida, persistente y, si es posible, efectiva


resistencia, .. "
Por su parte, el Ministro de Estados Unidos en Madrid, William
Preston, dirigió una dramática protesta al Canciller espafiol
Calderón Collantes, de la que proceden estas palabras: .
"Los Estados Unidos están ahora envueltos en un infortunio
pero, en mi opini6n, su poUtica, honrada por el tiempo, será
mantenida mientras su Gobierno recuerde la sabidur(a de sus
estadistas y la dignidad de la República':?
Perkins opina que esta era "ni más ni menos que una exposici6n
de los principios de la Doctrina de Monroe". Y agrega:
"Este notable documento oficial habr'a de conservar un lugar
importante en la evoluci6n de la Doctrina de Monroe.
Constantemente invocados en la patria, enraizados más y
más profundamente en la mente popular, los principios de
1823 rara vez fueron usadós hasta 1860 por los diplomáticos
de los Estados Unidos en sus relaciones con los representan-
tes de otras naciones ': 8
Preston abandonó su misión en Espafia para sumarse a los
Ejércitos Confederados en la Guerra de Secesión y fue sustituído
por Horace J. Perry quien inmediatamente se dirigió a Calderón
Collantes en una nota igualmente inspirada en los principios de
Monroe y que Perkins considera tap importante para la historia de
esta doctilina que la transcribe íntegramente en su obra capital.
Uno de sus párrafos contribuye a esclarecer el propósito del
presente trab,go. Dice textualmente así:
"y aqu( puede estar bien decir que, en la opini6n del
suscrito, el interés material de los Estados Unidos en el
cambio que ha sido intentado en la isla de Santo Domingo
no puede ser más pequeño. Quizás en ninguna otra parte el
de"ocamiento de un gobierno republicano y la sustituci6n
del poder de un Estado europeo en su lugar pueda afectar
realmente los intereses de los Estados Unidos en tan escasa
medida como la introducci6n de la jurisdicci6n española en
la Isla de Santo Domingo.
7. V. Perkins: Hl8torl4 de '" DoctrlNl de Monroe, pág. 38.
8. Idem.
LAS RAICES OOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 65

"Es la significación moral y política del acto de España lo


que le da importancia; y el hecho de ser éste el primer
ejemplo desde que la polz'tica exterior de los Estados Unidos
le fue anunciada a las potencias aliadas de Europa en 1823,
de una nación que ha dejado ver claramente sus propios
intereses en el mantenimiento de esa política por una y otra
parte. .. " 9
Después de estas notas, los Estados Unidos no volvieron a dar
otro paso contra la acción de España en Santo Domingo. En
reserva quedaba el futuro. Y quedaba por ver lo que significaba ese
futuro cuando hubiese concluído la Guerra de Secesión, y en el
hipotético caso de que Prestan reasumiera su misión en España
dispuesto a reafirmar el carácter dramático de su protesta. España
se jugaba la carta del triunfo de los Confederados, haciendo caso
omiso de que el propio Prestan era un Confederado, partiendo de
que eran un aliado potencial por ser partidarios de la Esclavitud.
Pero si la Guerra de Secesión terminaba, como terminó, en la
unidad nacional, la Doctrina de Monroe recuperaría toda su
eficacia y España difícilmente habría podido resistir la embes-
tida...
Pero el pueblo dominicano le ahorró a España este riesgo
mayor, que podría haberle costado lo que todavía le quedaba de
su imperio americano. En 1863 estalló la que se conoce por Guerra
de la Restauración y Santo Domingo se convirtió en una inmensa
llamarada. Aunque la fecha que se conmemora convencionalmente
es la del 16 de agosto de ese año, en realidad la resistencia
dominicana se puso de manifiesto desde el primer instante. El 2 de
mayo de 1861 hubo un movimiento anexionista en Moca que fue
duramente reprimido. El siguiente 25 del mismo mes, otro en El
Cercado y Las Matas que culminó con el ajusticiamiento de
Sánchez y 20 de sus compañeros, lo que en cierto modo frenó la
acción popular. Pero en febrero 3 de 1863 hubo una nueva
insurrección en Neiba que fue aplastada. Otra el 24 de febrero
siguiente en Monte Cristy a la que siguieron numerosas ejecucio-
nes. Finalmente, la del 16 de agosto en Capotillo que ya no pudo
ser contenida y se extendió por todo el país~o
9. V. Perkins, oh. cit., pág. 42.
10. V. Ouonology, etc .. oh. cit.
66 Pedro Mil

Los españoles respondieron aumentando los desembarcos de


tropas en una verdadera escalada. En julio de 1863 desembarcaron
3 mil hombres. A fines de ese año había ya 13 mil hombres. A
comienzos de 1865 subían a más de 25 mil. Pirala, en su Historia
Contemporánea ya mencionada, dice que se desembarcaron en
total 30 mil hombres sin contar los que ocupaba la flota que operó
y participó en la Guerra. O sea, unos 42 mil hombres, que vendría
a ser la misma cantidad que movilizaron los norteamericanos en
1965, exactamente un siglo después. Según el propio Pirala, costó
la guerra 300 millones de reales de las arcas españolas que,
cualquiera que sea el valor adquisitivo. de esa moneda en aquella
época, representa una suma escandalosa. González Tablas, en su
"Historia de la Dominación y Ultima Guerra de España en Santo
Domingo", afirma que se perdieron '18 mil soldados.
La Guerra de la Restauración, que duró dos años, fue quizás la
epopeya más brillante que cuenta en sus anales el pueblo
dominicano. Esta guerra fue un enfrentamiento masivo de las
fuerzas antifeudales del país contra aquella potencia extranjera
que constituía el fundamento histórico de la línea feudal criolla.
Pero, aunque significó una victoria contra España, no significó
todavía una victoria contra esas fuerzas en el ámbito nacional. Por
esa razón fue al mismo tiempo una guerra nacional y una guerra
civil.
El aspecto nacional de la Guerra, significó la eliminación de las
fuerzas extranjeras del cuadro feudal que actuaba en Santo
Domingo. En efecto, España ordenó la evacuación en 1865 y
Santo Domingo recuperó su Independencia, quebrantando la
prolongada posesión feudal, ininterrumpida desde los tiempos de
Sánchez Ramírez. Esta hazaf1a popular es tanto más grandiosa
cuanto que fue realizada por la acción absoluta del pueblo
dominicano sin el concurso de ninguna potencia extranjera. Por
esa razón fue, no sólo su independencia verdadera, sino la
confrrmación histórica, la consagración objetiva de la existencia de
la nacionalidad. A partir de entonces el dominicano pudo llamarse
a sí mismo dominicano ajusto título, puesto que había conquista-
do esa nacionalidad con su propia fuerza frente al testimonio
pasivo del resto del mundo.
Sin embargo, ~i aun en medio de aquella fragorosa epopeya, ni
siquiera cuando el pueblo estaba dando muestras palpables de su
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 67

capacidad para conquistarse un lugar en su propio territorio y en el


concierto de las naciones libres, las clases dirigentes confiaban en
esa capacidad. En consecuencia, buscaban ardientemente el apoyo
de cualquier nación extranjera. La teoría de la incredulidad tenía
fuertes raíces. Y, debido fundamentalmente a este desagradable
fenómeno, la guerra nacional continuaba siendo en sus entrañas
una guerra civil.
El Gobierno Provisional, constituído en Santiago para la
dirección de la Guerra, se batía contra una fracción baecista que
trataba de negociar con los españoles. Báez se encontraba en
España como "asesor" de las autoridades españolas en cuestiones
dominicanas, disfrutando de una vida de gran diplomático. Péro
tenía sus representantes en las mismas filas de los que combatían a
España en Santo Domingo.
Por su parte, los dirigentes principales del Gobierno Provisional,
más o menos claramente ubicados en la línea histórica de la
burguesía comercial, gestionaban desesperadamente el apoyo de
Inglaterra y principalmente de los Estados Unidos. El Encargado
de Relaciones Exteriores en el Gobierno Provisional, Ulises
Espaillat, hombre muy pulcro en su vida privada, se dirigió a
Seward invitándole directamente a llevar a cabo una intervención
"en interés de ambas naciones". También el Vice-Presidente,
Benigno Filomeno Rojas, se dirigió al Presidente Lincoln solicitan-
do "the interposition 01 a tíme/y and protecting hand" (la
interposición de una mano protectora y oportuna)~l Se enviaron
misiones a Inglaterra. Dos misiones consecutivas, la Misión Clark y
la Misión Pujol, llegaron a Estados Unidos a reclamar, sin ser
recibidas, la intercesión americana. Hubo gestiones de igual
naturaleza con el cónsul de los Estados Unidos en Haití.
Mientras tanto, el pueblo dominicano libraba su batalla contra
España con éxito, destruyendo los convoyes, atacando los cuarte-
les por sorpresa, haciendo uso del conocimiento de su territorio en
una guerra de guerrillas implacable. El clima jugaba también su
papel. Algunas tropas venidas directamente de España sin sufrir un
proceso de aclimatación fueron rápidamente víctimas del sol y de
la' fiebre. Pero las potencias europeas en general, abultaban el papel
de estos factores naturales para lavar la humillación infligida a los
ejércitos de una potencia europea por estos combatientes des-
11. Hauch.. ob. cit.
68 Pedro Mil

arrapados y empíricos que eran incapaces de calcular una parábola


de tiro. La verdad es que muchos soldados venían a Santo
Domingo aclimatados ya en Cuba y no tuvieron éxito frente a la
lucha de los patriotas. Por cierto que muchos soldados dominica-
nos que pelearon en las fIlas españolas y que abandonaron el país
con ellas cuando fue evacuado, se trasladaron a Cuba y trasplanta-
ron allí, esta vez del lado de los patriotas, las experiencias de la
Guerra de Restauración en Santo Domingo. Entre estos figuró el
gran estratega de aquellas luchas, Máximo Gómez, así como
Marcano, el Secretario de Santana anteriormente mencionado que
fue encarcelado entonces por su resistencia al Proyecto de Tratado
de Cazneau en 1854.
* * * ••
Como dice Hauch:
''Para abril de 1865, sin embargo, España ten{a decidido
desde mucho antes, apartarse de la "Equivocada poll'tica de
1861". Su decisión a este respecto no fue dictada en primera
instancia por el temor de lo que otras potencias podl'an
hacer. Inglaterra habl'a seguido un curso de estricta neutrali-
dad; Francia, si algo hada, era simpatizar con España y ni
Hait{ ni Estados Unidos, aunque básicamente favorables a la
causa dominicana, estaban en condiciones, en el momento
en que la decisión española fue adoptada, de prestar un
concurso decisivo a los dominicanos, ni siquiera de indicarles
que tal concurso podr{a serie prestado en el futuro inmedia-
to.
"El crédito mayor de la victoria dominicana debe ser
conferido, por consiguiente, al pueblo dominicano que,
virtualmente solo, con la única ayuda de la topograf{a y de
su aliado el mosquito de la fiebre amarilla, representó el
papel principal en la retirada completa de España en julio de
1865. No hay episodio más brav{o en toda su historia. .. "12
La victoria sobre. Espana no fue sino un episodio, el más
brillante desde luego, de la lucha aniifeudal en Santo Domingo.
Los enemigos más connotados de esta lucha eran Santana y Báez.
Santana precipitó la anexión cuando.contemplaba un panorama
12. Ob. cito
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 69

sombrío para aquella línea que se prolongaba desde Juan Sánchez


Ramírez en 1808 y que se había establecido de manera inconmovi-
ble desde una época tan distante como 1605 en base a la
devastación total de la Isla, literalmente a sangre y fuego. Pero
Santana pagó muy caro el crimen de lesa patria, habiendo sido su
primer presidente, su espada más celebrada y ostentando el título
de "Libertador". Tan pronto como llegaron las primeras autorida-
des españolas comenzó a sentirse postergado y, apelando a la
autoridad de la Reina Isabel n, acabó en controversia con ellos. Al
estallar la guerra emancipadora él quiso demostrarle a las autorida-
des españolas que seguía siendo imprescindible para mantener el
orden en el país, pero los tiempos habían cambiado y, antes de
experimentar el aClbar de la derrota a manos de caudillos como
Luperón, decidió retirarse a su residencia campesina. Allí llegó un
emisario español para sustituirle en el mando de las tropas con la
orden de reintegrarse a Santo Domingo. Había caído en la misma
trampa que él había tendido. Poco después de su regreso a la
Capital murió sorpresivamente, según unos envenenado, según
otros de muerte natural aunque repentina, y en todo caso
misteriosa, que todavía hoy inquieta a algunos curiosos. Uno de
sus adecanes, Manuel Tejera, no olvidó nunca haber visto junto a la
hamaca en que moría Santana, un frasco vacío en que se advertían
los residuos de una "poción negruzca", posiblemente arsénico.. ~3
La victoria restauradora llevó al Gobierno al General Cabral que
enseguida entró en conversaciones para instrumentar un Tratado
con los Estados Unidos. Pero las armas estaban demasiado
calientes todavía y el pueblo completamente movilizado. Y, antes
de que las cosas tomaran un sesgo más caprichoso, el propio Cabral
hizo venir a Buenaventura Báez de su dorado exilio y lo colocó en
el Gobierno. Esto significaba la continuación del aspecto interno,
la forma civil de la Guerra de la Restauración que, como hemos
dicho antes, tenía esta doble dimensión. Más, lo que importe a este
relato es que la llegada al poder de Báez va a precipitar un nuevo
paso en el proceso de evolución de la Doctrina de Momoe y va a
hacer que los viejos principios de 1823 den un paso adelante y
adopten oficialmente el nombre de Doctrina. Como siempre, el
marco de estos cambios será la cuestión de Santo Domingo.
13. V. Máximo Coiscou Hcnríquez: "LD muerte del MDTquls de IDs CflTrerDS" en
"Escrito, Brne,". Santo Domingo.
70 Pedro Mir

y aquí tenemos de nuevo a Cora Montgomery, "Storm", la


filibustera, con su sombrero adornado de frutas tropicales.
También a su inefable esposo William L. Cazneau, con su sombrero
tejano. Y a un nuevo personaje cinematográfico que se suma a las
aventuras de esta pareja diplomática: Mr. Joseph Warren Fabens.
Cora, comO ya sabemos, tenía la imaginación tan rápida como
la pluma. En los días que se evidenció que el retorno de Báez era
un hecho, blandió la pluma y le lanzó al Secretario de lo Interior
de los Estados Unidos, James Harlan, una carta bellísima, llena de
inteligencia y de posibilidades. Decía así aquella carta memorable:
"En el invierno de 1859-60, durante el cual W. L. Cazneau
actuaba como Agente Especial de EE. UU. ante el Gobierno
dominicano, la mayorz'a del Senado y el Gabinete de esta
República hizo muchas ansiosas, aunque oficiosas, consultas
respecto a los medios de escapar de la proyectada sumisión a
España. . . así como de la unión con Haití y la supremada
de la raza negra. Para impedir estos males, los hombres que
en ese momento controlaban las acciones de la República
Dominicana, accedieron con entusiasmo al proyecto siguien-
te:
"l. En consideración a la amistad, el reconocimiento, etc.,
la República Dominicana cedería a los Estados Unidos una
estación naval en la Bahz'a de Manzanillo, situada en su
frontera noroeste, lJahía que sería declarada eternamente
neutral para todas las naciones.
"2. Que un cinturón de territorio libre y neutral de siete (o
nueve) leguas de ancho cruzaría la isla de mar a mar,
incluyendo la Bahía de Manzanillo en el Norte y compren-
diendo las aldeas de la zona fronteriza en disputa, cuya
"Banda Neutral", sería abierta a la colonización de los
ciudadanos de todas las naciones en paz con ambas
Repúblicas y tendrían todos sus puertos libres y neutrales en
tiempos de guerra, con independencia municipal. .. "14
Hadan envió esta carta al Secretario Seward quien quedó tan
fascinado por el proyecto que inmediatamente inventó un crucero
por las Antillas a fin de tocar con sus propios dedos el tesoro.
14. V. T.msill, ob. ciL
LAS RAlCES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 71

Desde luego, Seward designó a Cazneau para las nuevas negociacio-


nes y, aunque esta designación no fue conflrnlada por el Senado,
nuestro aventurero siguió en tratos con Báez, asegurando un
Tratado de cesión de la Bahía de Samaná, que no pudo concertarse
porque las malas lenguas hicieron circular la especie de que, según
informaba el propio Cazneau, Báez "utilizaba la República como si
fuera su hacienda". Depuesto Báez, el Tratado quedó sin efecto,
por esta vez, y se salvó de nuevo la Bahía de Samaná, que era y
sigue siendo mucho más hermosa que la de Manzanillo.
A Báez le sucedió Cabral, y a Cazneau, J. Somers Smith. y de
nuevo comenzaron las negociaciones. El siguiente diálogo entre
Cabral y Smith fue relatado por éste en sus despachos:
"General, ¿Cuál es la situación de su paú?
~ ¡Oh, somos muy pobres evidentemente -contestó- y
yo no sé qué podríamos hacer. ¿Puede usted damos alguna
ayuda, Cónsul?
-Bien, dije yo, tal vez podrzamos. ¿Qué quiere usted?
-No puedo decirle exactamente, replicó.
-Entonces envíeme su Ministro de Finanzas, sugerí.
''Al día siguiente vino el Ministro y yo le pregunté:
- ¿Qué quieren ustedes?
-Queremos alrededor de un millón.
- Y, ¿Qué nos darían ustedes en compensación? Porque
nosotros no podemos dar dinero sin obtener algo a cambio.
- Tenemos minas de carbón en Samaná.
- ¡Oh, dije yo, nosotros tenemos mucho carbón en
EE.UU., quisiéramos algo mejor que eso, ¿Qué piensan
ustedes acerca de la Bahfa de Samaná como Estación naval?
"El Ministro me dio a entender que se podría conse-
guir. "15
Como resultado de este diálogo el General Pujol celebró con
Mr. Seward un contrato de arrendamiento de la península y Bahía
de Samaná que no llegó a ser fumado por la caída del General
Cabral.
15. Manning.
72 Pedro Mir

Le sucedió Báez de nuevo y, como que, según la expresión de


Jose Gabriel García, este Báez "se había reconciliado con la
Doctrina de Monroe", reabrió las negociaciones no ya para el
arrendamiento de la Bahía de Samaná sino para la anexión total de
la República a los Estados Unidos.
Estas negociaciones habían tenido lugar bajo la presidencia del
Presidente Johnson y fueron heredadas por el Presidente Ulises S.
Grant que tomó la idea de anexar la República Dominicana a los
Estados Unidos como el punto de oro de su biografía.
Las limitaciones de este trabajo nos impiden tratar este aspecto
que constituye uno de los momentos más interesantes de la
historia de las relaciones de los EE.UU. con los países de América
Latil1a. Un representante a las Cámaras, Fernando Wood, inició su
discurso durante los debates en torno a la anexión de Santo
Domingo a EE.UU. con las siguientes palabras:
"Estoy seguro de que la historia de la proposición para
anexar a Santo Domingo a los Estados Unidos será, cuando
se escriba debida y fielmente, una de las más interesantes en
lo que respecta a este país, desde la fundación de su
Gobierno. "16
El proyecto fue rechazado por el Congreso después de una
batalla formidable, encabezada por el Senador Summer que
merece ser conocida. El argumento decisivo fue el de las
diferencias raciales que el mencionado representante Wood utilizó
en forma increlblemente hábil aunque abundaba en expresiones
pintorescas elevada por la fantasía a las magnitudes de la
sublimidad y del genio.
Pero lo que importa significar a los fines de este trabajo es el
hecho de que este fabuloso episodio reúne una vez más a la
Doctrina de Monroe con la cuestión de Santo Domingo e impulsa a
la Doctrina hacia un peldaño más de su desarrollo. Según refiere
Perkins en su artículo para la Enciclopedia Americana: (1958
Edition)
''Antes de 1870 se habían hecho intentos para ligar la idea
de la no intervención de Europa en los asuntos americanos
con el principio de que los territorios del Nuevo Mundo no
podían ser transferidos de una potencia europea a otra, pero
16. Completo en' "Proyecto de Anexión de Santo Domingo tl EE. UU. ", Santo Domingo.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 73

el principio fue más definidamente establecido y más


estrechamente conectado con la Doctrina de Monroe en los
pronunciamientos del Presidente Ulises S. Grant en 1870
cuando urg(a al Senado a la anexión de Santo Domingo. "
El mismo afIrma que fue ese Mensaje el primer documento con
sufIciente carácter ofIcial, en el que los principios de 1823
adoptaron, y de manera defInitiva, el carácter y la denominación
de Doctrina. Los párrafos del Mensaje del Presidente Grant al
Senado (Washington 31 de mayo de 1870) dicen así:

"Todos los partidos políticos se han adherido a la doctrina


promulgada por el Presidente Monroe y yo, ahora creo
conveniente defender el principio igualmente importante de
que en adelante ningún territorio de este Continente sea
considerado como sujeto a ser transferido a una potencia
europea.
"El Gobierno de Santo Domingo ha solicitado voluntaria-
mente esta anexión. Es un estado débil con un número de
habitantes probablemente menor de 120 mil almas, pero que
posee sin embargo uno de los territorios más ricos debajo del
sol, capaz de sustentar una población de diez millones de
almas con abundancia. El pueblo de Santo Domingo no
puede sostenerse en su condición presente y forzosamente
tiene que buscar apoyo fuera. ..
y agrega más adelante:
"La adquisición de Santo Domingo es adherirse a la Doctrina
de Monroe. Es una medida de protección nacional. .. "
y así llegamos a cubrir dos pasos importantes en la articulación
de la Doctrina de Monroe y la tenemos ahora ofIcialmente
denominada. A Santo Domingo le cabe la trágica gloria de haber
sido la ocasión de que recibiera su nombre ya que era imposible
que le diera su apellido. Y es curioso porque del mensaje de Grant
se desprende vagamente que no era esa su intención sino la de
crear un nuevo principio. Su intención no era talvez consagrar los
principios de Monroe como Doctrina sino crear un principio que
eventualmente llevara su nombre, la Doctrina de Grant. Pero la
historia traía su propio curso y aquella variante no fue acreditada a
él sino al fundador y así el resultado fInal fue Doctrina de Monroe.
74 Pedro Mir

Su error fue quizá el de vincular el nombre de Santo Domingo a


su propio principio, puesto que no le era posible advertir que la
historia de la Doctrina de Monroe estaba singularmente adherida al
destino dependiente de la República Dominicana. Y por eso, como
lo vamos a ver en nuestro próximo encuentro, que es todavía más
importante, la sola mención de Santo Domingo arrastraba inevita-
blemente el destino de la Doctrina de Monroe.
IV. SU NOMBRE Y EL DESTINO

"-¿Qué has aprendido?


-Que la Doctrina de Monroe original ha sido usada, como la caridad,
para cubrir una multitud de pecados".
CHAINS OF GOLD
Edward B. McConell
1929,Pa.

Cuando se aborda el estudio de la Doctrina de Monroe se


descubre, no sin sorpresa, que en realidad no se trata de una
Doctrina sino de un conjunto de Doctrinas. Este digesto o cuerpo
doctrinal ha sido compuesto sucesivamente, en períodos y
circunstancias muy separados unos de otros. Se llega pronto a la
conclusión de que cubre todo un conjunto de ideas que la política
exterior de los EE.UU. ha ido acumulando bajo este nombre a la
medida de sus necesidades episódicas, dándole carácter de univer-
salidad en tiempo y espacio. Cada vez que se ha visto en vísperas
de dar un gran paso, no comprendido en los principios inter-
nacionalmente reconocidos, ha formulado una Doctrina que
cubra las implicaciones legales y la ha colocado bajo el patrocinio
de los prestigiosos principios de 1823.
El mensaje original contenía sólo dos principios fundamentales
y correlativos: UNO, el principio de no colonización europea en el
Nuevo Mundo y, como contrapartida, DOS, el principio de no
ingerencia de los EE.UU. en los asuntos del Viejo Mundo. Ambos
7S
76 Pedro Mir

principios podrían ser interpretados, y lo han sido, en términos de


uno solo, el del aislacionismo norteamericano. O si se quiere, como
la Doctrina de las dos esferas mundiales independientes entre sí, la
europea y la americana.
Pero el Mensaje de Monroe es presentado en 1823, en
momentos en que culminaba el proceso de la Independencia de los
países latinoamericanos, para los cuales constituía una real
amenaza la onda contrarrevolucionaria representada por la Santa
Alianza. De modo que, en esos momentos, el espíritu del Mensaje
era claramente el principio de la autodeterminación de los pueblos
americanos, cuya defensa asumía la nación norteamericana como
deber de solidaridad internacional ante la opinión pública del
mundo entero. De ahí el prestigio de esa Doctrina en el seno del
pueblo norteamericano y por consiguiente en el seno de todos los
pueblos y, al mismo tiempo, la indiferencia, no excenta de
respeto, por parte de las naciones colonialistas de la época. Puede
decirse que en su primera fase era más una doctrina del pueblo que
del Estado. Yeso explicaría el por qué ella reaparece cada vez que
ha sido necesario cohonestar una acción ante la opinión del propio
pueblo norteamericano.
En estas disertaciones nosotros hemos seguido las adiciones
sucesivas que han sufrido los principios originales,. propiamente
denominados Doctrina de Monroe, a las cuales se les ha otorgado
el nombre de Doctrina Polk en 1845, Doctrina Grant en 1870,
Doctrina 01ney en 1895, Colorario. Roosevelt en 1905, etcétera.
Pero aquí nosotros hemos tratado de poner de manifiesto los pasos
que ha seguido la Doctrina de Monroe como unidad. Hasta estos
momentos, estos pasos son tres. A saber:
UNO: En 1854, la primera acción diplomática ya continuación la
primera protesta europea vinculadas a la Doctrina de
Monroe como tal, lo que representa ya un reconocimiento,
aunque extra-oficial, por parte de las naciones europeas.
DOS: En 1861, la primera aplicación de la Doctrina por parte del
Gobierno de los Estados Unidos a nivel de Cancillería; y
TRES: En 1870, la adopción oficial del nombre de Doctrina de
Monroe para el mensaje presidencial de 1823.
Para completar este proceso, vamos a contemplar a continua-
ción el marco histórico en que se originó la forma más conspicua y
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 77

el punto más elevado de desarrollo de la célebre Doctrina,


conocido como "Corolario Roosevelt" y que, como todo el
mundo reconoce, fue adoptado a propósito de la situación
dominicana. Ya los Estados Unidos eran entonces una gran
potencia mundial y no faltaban muchos aftos para que lo pusieran
de manifiesto en Europa misma y, como resultado de ello, el
Corolario RooseveIt es también la forma más agresiva que llegaron
a alcanzar las interpretaciones sucesivas de la Doctrina de Monroe,
la forma del "estado policía del Caribe" o como se le llamó en
aquellos tiempos, la doctrina del "big stick": "speak slow and
carry a big stick" (habla con suavidad y con una buena estaca en la
mano) según el famoso lema del "rough rider" Teodoro Roosevelt.
**• • •

La situación que condujo a la adopción de este principio tiene


sus antecedentes remotos en los acontecimientos dominicanos que
se originaron bajo los auspicios del Gobierno de Andrew Johnson
y su Secretario de Estado William Seward. Y coinciden con la
conclusión de la llamada Guerra de la Restauración en Santo
Domingo en 1865. La historia de la dependencia de Santo
Domingo con respecto a los Estados Unidos puede ser comprendi-
da en el siglo que va desde el abandono de las tropas espaftolas en
ese afto hasta la ocupación militar norteamericana de 1965, puesto
que lo demás es el presente. Esa situación se origina cuando el
Vice-Presidente Andrew Johnson ocupa la presidencia a raíz del
asesinato del Presidente Lincoln. Y la última cuando el Vice-
Presidente Lindon Johnson ocupa la presidencia a raíz del
asesinato del Presidente Kennedy. Dos Johnsons separados por un
siglo no significan gran cosa. Solamente dos broches exactos para
limitar Jos fechas exactas, lo que a veces se convierte en una
primicia para el historiador. Y para las pitonisas dominicanas...

Tan pronto como concluyó la Guerra restauradora, el eterno


Cazneau comenzó a preparar un proyecto de Tratado, inspirado en
una carta que su tormentosa companera, Cora Montgomery,
dirigió a un funcionario y que llegó a manos de Seward. Con vistas
78 Pedro Mir

a este negocio, Cazneau se asoció a otro famoso aventurero,


Fabens, quien estaba vinculado a su vez con un aventurero mejor
calificado a nivel internacional que cualquiera de ellos, el fabuloso
Edward Hartmont, fundador de la Hartmont & Co., de Londres.
En realidad era un nombre falso. Este Hartmont era un estafador
de altos vuelos cuyo verdadero nombre era Edmond Hertzberg,
natural de Luxemburgo, que había tenido que cambiar de nombre
y de domicilio a raíz de graves encontronazos con la justicia. En
Londres adoptó ese nuevo nombre y fundó su compañía de
especulaciones financieras de gran penacho.
Atraído por los informes de Fabens, Hartmont, ni corto ni
perezoso, se trasladó a Santo Domingo con el propósito de realizar
una negociación con el guano de la Isla de Alto Velo, pequeña isla
adyacente de Santo Domingo, cuyo nombre excesivamente poéti-
co es frecuentemente confundido: no es Alta Vela como las de los
barcos sino Alto Velo como el de las novias, tal vez porque las
nubes o los pájaros cubren de gasa su semblante. Más bien los
pájaros porque el guano depositado en ella constituía una fortuna.
A principios de 1869, Hartmont logró una concesión del Estado
dominicano para explotar ese guano y pudo regresar a Londres
después de lavarse las manos con Agua de Colonia. Pero entonces
es cuando se manifiestan sus vuelos de especulador. Además del
contrato para la explotación del guano, se llevó el cargo de Cónsul
General de Santo Domingo en Londres, lo que no era una novedad
porque su compinche Fabens había sido designado por el mismo
Gobierno, el del Presidente Báez, para el cargo nada menos que de
Embajador y Ministro Plenipotenciario de la República Dominica-
na en Washington. O sea, que se había descargado sobre el
atribulado país toda una plaga de estafadores de alto rango.

*****
Pero, si no el más simpático de todos, al menos el más siniestro
y dañino fue Hartmont. Sucede que además del cargo de Cónsul y
el contrato de Alto Velo, Hartmont se llevó la concesión para un
empréstito a la República por valor de 420 mil libras esterlinas. De
esta suma él debía entregar al Gobierno dominicano solamente
320 mil y retener las IJO mil restantes por comisiones y gastos.
Tal contrato no podía ser más fabuloso. El gobierno se obligaba a
pagar por esta suma una anualidad de se mil libras esterlinas
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 79

durante 25 años lo que representa más de un millón de libras


esterlinas sobre la cantidad estipulada en el préstamo, exactamente
un millón 472 mil 500 libras esterlinas (lA72 ,500), mientras que
el préstamo era nominalmente de 420 mil. j Y efectivamente sólo
320 mil!
Santana le regaló el país a España. Báez prefirió venderlo. La
concesión para el préstamo fue autorizada y Hartmont la
aprovechó al máximo por medio de dos pasos magistrales. El
primero fue el de inscribir el empréstito, aunque según las fuentes,
de manera fraudulenta, en el Foreign Stock Exchange (\a Bolsa de
Londres) y al mismo tiempo hizo el primer desembolso al
Gobierno dominicano ascendente a la discreta suma de 38 mil
libras esterlinas... El segundo fue el de colocar el empréstito en el
mercado de valores, nada menos que por la suma de 757 mil 500
libras esterlinas (757.500).
Las 38 mil libras esterlinas que recibió el Estado dominicano.
no solamente fueron la Ú¡¡lCa parte de las 320 mil que debió haber
recibido, sino que por la forma en que fue oficializada la deuda. al
amparo de la condición de Cónsul con que había sido investido el
estafador. se convertiría en ¡¡l1a carga de varios millones de dólares
a lo largo de todo un siglo, que deberían salir de las costillas del
famélico pueblo dominicano e iban a poner su sobe:anía en el pico
del aura.
El convenio de Hartmont contenía algunas estipulaciones que
trascendían sus límites económicos y entroncaban directamente
con la Dodrina de Monroe o cuando menos con la elasticidad de
sus intérpretes. Eran aq¡:dlas estipulaciones que se referían a las
garantías del empréstito. Concretamente las siguientes, que afecta-
ban
"todo el activo del Estado de Santo Domingo, sus aduanas,
proventos y dominios. .. "
y que acordaban
"a los portadores de titulas de este Empréstito, primera
hipoteca sobre los objetos antedichos" (Articulo 9).
Además el Artículo 1O .ctaba las recaudaciones de las
aduanas de Santo Domingo, la capital, y Puerto Plata en el
intetior, mientras que el Artículo 11 autorizaba a los prestamistas
80 Pedro Mlr

a designar empleados en ambas aduanas para "contrafirmar" los


recibos expedidos por los receptores
'y colectar los derechos hasta la concurrencia de las sumas
necesarias para el pago de los intereses y la amortización"
del capital.
En fin, el artículo 14 establecía como garantía "suplementa-
ria", una primera hipoteca sobre las minas de carbón y los bosques
pertenecientes al Estado en la Península de Samaná, así como
sobre los derechos que ingrese el Tesoro por la explotación del
guano de la Isla de Alto Velo.
Según afirma Antonio de la Rosa, Inglaterra suplantaba a las
demás naciones en virtud de este convenio. "En efecto -dice- el
contrato de Empréstito con la casa Hartmont constituía en
realidad una verdadera cesión de territorio; era más que un
protectorado, era la anexión". El mismo autor opina que estas
garantías tan liberalmente concedidas representaban un ataque a la
Doctrina de Monroe, porque
"Si por una causa u otra el Estado dominicano resultaba
insolvente, los tenedores de títulos, súbditos de S. M.
Británica, podlÍln prevalerse de la hipoteca que les habla sido
convencionalmente suscrita y provocar asl una toma de
posesl6n parcial o total, temporal o definitiva, del territorio
dominicano ".
Es indudable que en otras circunstancias, la instrumentación de
semejante convenio hubiera hecho poner el grito en el cielo a los
norteamericanos, como en su tiempo lo pusieron los británicos y
los franceses en ocasión' del Tratado de Cazneau en 1854. Pero en
esta ocasión no era necesario. El propio Cazneau y su socio Fabens
estaban muy adelantados en sus gestiones anexionistas y lo más
probable es que calcularan que el empréstito Hartmont podría
convertir la anexión de Santo Domingo en un problema capital
para el Presidente Grant, vinculándola a la Doctrina de Monroe. En
sus mensajes a los legisladores, Grant acentuó reiteradamente que
la anexión de este país era una medida defensiva tomada al amparo
de la Doctrina de Monroe. En efecto, el proyecto de anexión de
Santo Domingo a Estados Unidos comprendía como una de sus
estipulaciones fundamentales la suma de un millón quinientos mil
pesos destinados a liquidar la deuda externa del país y estatuía
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 81

concretamente la anulación del empréstito Hartnwnt. El Presiden-


te Báez, efectivamente, anuló este empréstito por incumplimiento
de sus cláusulas, por resolución del Senado del 20 de julio de
1870.
Esa resolución no podía ser más legítima toda vez que
Hartmont no había entregado más que una suma ínfima del
empréstito acordado. Pero a Hartmont no podía arredrarle esta
resolución y, en su doble condición de contratante y de apoderado
legal del Gobierno dominicano como su Cónsul General en
Londres, manejó a discreción las operaciones durante dos años, sin
entregar un solo centavo al Gobierno dominicano y deduciendo de
la cantidad pendiente de entrega, las anualidades de 58 mil libras
esterlinas. No contento con esto, hizo una declaración en el
Comité de Préstamos de la Casa de los Comunes (Select Commitee
of the House of Commons on Loans to Foreign States) en que
sostenía que el Estado dominicano le debía 450 mil libras
esterlinas.
Al fin la estafa se hizo pública pero sus consecuencias fueron
funestas para el pueblo dominicano que, aparte -del descrédito
financiero en los mercados de Europa, tuvo que cargar con las
obligaciones inmensas que arrojó sobre sus hombros esta operación
y que no podían tener otra culminación que la sumisión total de
su economía, de su vida pública y del ejercicio soberano de su
nacionalidad.
Pero esto no era todavía la catástrofe. La catástrofe vino
después. Porque, para librarse de la carga que significaba el
empréstito Hartmont, se obtuvo al fin un arreglo mediante el cual
la casa holandesa Westendorp y Compañía absorbió el empréstito
Hartmont y emitió dos series de bonos, una de 770 mil libras
esterlinas y la otra de 900 mil. Ambas emisiones fracasaron en
1892 y la Westendorp quedó arruinada. Su último intento fue el
de vender la deuda a los Estados Unidos junto con sus derechos
sobre las aduanas de Santo Domingo. Para lograrlo se confió en las
manos de sus abogados norteamericanos. Pero este intento
también fracasó y los tres abogados constituyeron una nueva
compaf\ía, la San Domingo Improvement Company (¡ CompaiHa
para el Progreso de Santo Domingo! ). La compaf\ía fue incorpora-
da en New Jersey y de ese modo la vieja deuda adoptó la
nacionalidad norteamericana y cayó impetuosamente en el seno
82 Pedro Mir

maternal y matronil de la Doctrina de Monroe. "Después de un


intervalo de dos décadas, comenta Knight, volvían los americanos
a asumir el papel principal en el escenario dominicano".

Es precisamente en este instante en que, una serie de procesos


tanto nacionales como internacionales, van a trazar una línea de
cambio en el proceso de la dependencia dominicana. En EE. UU.
comienza la carrera de la Casa Morgan y el proceso de monopoliza-
ción de la gran industria va a convertir a ese país en la más
destacada potencia financiera del mundo.
En Santo Domingo termina, con el fin de la llamada "Guerra de
los seis años" y la caída de Báez, el largo dominio de los
terratenientes y por consiguiente de la entrega y dilapidación del
patrimonio territorial de la República. El peligro mayor -aunque
siempre quedarán los menores- respecto a la Bahía de Samaná,
desaparece. La Isla de Alto Velo se olvida, permitiendo a las aves
migratorias hacer escala allí y pagar con guano su breve hospedaje
anual...
Hay un breve período democrático donde se acomodan los
poetas nacionales, se inicia la industria azucarera, se amplían los
cultivos y los campesinos trabajan. Se siente que renace o más bien
que nace la República soñada. Es verdad que la deuda externa
sigue su trabajo como un gusanito subterráneo. Pero aquel oasis de
esperanza que no dura más que dos o tres años y que indica que ha
terminado una época, también anuncia otra. Anuncia el Siglo XX.
y el siglo XX reventó con negros nubarrones. La tiranía de
Lilís, que había heredado la deuda de Báez y su sentido de la
irresponsabilidad y la incompetencia, hizo del patrimonio nacional
lo que Hollander, un economista norteamericano calificó de
"carnaval financiero". Otro autor dijo que el gobierno dominicano
había practicado "una por una todas las formas posibles de la
bancarrota': .
y fue así como los acreedores del Estado dominicano, poco
después de haber saboreado el champán y las uvas con que se
celebró el nacimiento del siglo, se encontraron reunidos en el
Placer de los Estudios, frente a Santo Domingo. En abril de 1903
fondeaban allí las siguientes unidades navales:
LAS RAICES OOMINICANAS DE LA OOCTRINA MONROE 83

el "Vineta" de Alemania
el "Giovanni Bauzan" de Italia
el "Troude" y el "Tage" de Francia
el "De Ruyter" de Holanda
y el "Atlanta" de Estados Unidos.
Para el mes de octubre se habían incorporado otros comensales
al banquete:
Los cruceros "Baltimore" y "Newport" de Estados Unidos.
el "Jurien de la Graviere" francés
el "Gazelle", el "Panther" y el "Falke" alemanes
y el "Liguria", italiano, comandado nada menos que por su A.R.
Luis Amadeo de Saboya, pretendiente al trono de Italia,
y el "Des Moines" y el "Olimpia" de Estados Unidos.
La pequeña antilla paupérrima, cuyos ingresos apenas si daban para
mantener el consumo de un día de aquella imponente flota, tenía
así el honor de recibir ante su malecón la representación colegiada
de las naciones más opulentas y orgullosas del mundo. Es verdad
que solo venían a cobrar unos miserables pesos, puesto que el
reparto disminuía la golosina, pero no por eso se disminuía su
prestancia, su altivez y su soberbia.
y naturalmente, el Presidente Roosevelt se vió obligado a
incorporar nuevos elementos teóricos al humilde y limitado
mensaje de 1823.
Es cierto que la responsabilidad de aquellos acontecimientos
recae en primer rango sobre los gobernantes, y como se ha dicho y
repetido una y mil veces, sobre el espíritu levantisco y turbulento
de los dominicanos, o su afición al deporte revolucionario, como
lo califica Perkin. Cada cambio de gobierno significaba una acción
de armas que había que financiar y pagar de los fondos del Estado.
Quien controlaba una aduana era un caudillo. Y los fondos
recaudados se iban completamente en afanes insurrecionales.
Pero la porción de culpa que corresponde a los intereses
extranjeros en conflicto respecto a los bienes del pueblo dominica-
no y que convirtieron ese territorio, como dice García "en campo
de batalla de sus pugnas". .. resulta completamente volatilizada
en las obras que ellos mismos escriben para justificar su conducta,
ocultando el papel de motor de combustión interna que les
84 Pedro Mir

correspondía en aquellos episodios bravíos. Perkins por ejemplo es


duro cuando no sarcástico a la hora de juzgar a los dominicanos:
"Ha sido indicado que desde un principio los dominicanos
manifestaron una verdadera catolicidad de gusto en sus
demandas de ayuda extranjera. Estaban tan perplejos y
mudables en sus ofrecimientos de alianza como el caballero
en The Beggar's Opera, quien se lamentaba de lo feliz que
podría ser con uno de ellos si estuviera ausente el otro
amado hechiero':
(La Cuestión de Santo Domingo, Pago 21)
Perkins usa con frecuencia el siguiente tipo de consideraciones:
"Por lo menos, asl se podla haber alegado razonablemente; e
hizo más convincente esa actitud el hecho de que el girar de
la rueda revolucionaria en Santo Domingo llevó al poder, en
el invierno de 1904, a un presidente que deseaba realmente
la ayuda de los Estados Unidos. Para entonces los dominica-
nos se estaban haciendo generalmente impopulares en el
exterior; su entusiasta dedicación al deporte de la revolución
estaba agotando la paciencia de sus acreedores europeos; era,
y ha seguido siendo, un recurso favorito del ocupante del
inestable asiento del poder en esa República solicitar el favor
de algún Estado extranjero, y es probable que en el
presidente Morales influyeran consideraciones como ésas
cuando apeló al Gobierno de los Estados Unidos':
Perkin es un autor usualmente objetivo cuyas obras transpiran
ese aliento de rigor y de ecuanimidad que debe presidir el trabajo
de los investigadores. Y aún cuando su última Historia de la
Doctrina de Monroe está impregnada de cierto trasunto de los
intereses de la política del momento y se nota la ausencia del rigor
de sus obras de más aliento, no se le puede acusar de autor
panfletario o propagandista que ponga su pensamiento al servicio
de las causas de moda.
Por eso es lamentable que haya denunciado la "catolicidad de
gusto en sus demandas de ayuda extranjera" por parte de los
dominicanos y no de los gobernantes que actuaban en su nombre.
Lo que él llama "entusiasta dedicación al deporte de la revolución"
no merece la burla sino la pena. Porque si la paciencia de los
acreedores europeos no se agotaba es porque eran conscientes de
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 85

que en esas revoluciones se estaba peleando de algún lado por sus


propios intereses. Tampoco los EE. UU. estaban excentos de
responsabilidad. Y Perkins parece ignorar que ese Presidente
Morales, quien según él deseaba realmente la ayuda norteamerica-
na, había sido educado en los Estados Unidos. y es sabido que su
acción "revolucionaria" fue encaminada a defender intereses
norteamericanos y que a consecuencia de la acción revolucionaria
que 10 derrocó, se acogió al asilo diplomático en el seno de la
representación diplomática norteamericana en Santo Domingo.
El Secretario de Estado Robert Lansing describía esta situación
en un Memorándum de noviembre de 1915 (Perkins-Historia pago
222) hablando de la América Latina en estos términos:
... "un jefe revolucionario encuentra poca dificultad para
financiar su aventura entre especuladores extranjeros a
cambio de concesiones y otros privilegios y la probabilidad
de grandes beneficios si la revolución triunfa. Como conse-
cuencia, los habitantes de esos pa{ses son v{ctimas de una
lucha constante entre caudillos rivales .v apenas mejoran su
situación los gobiernos que existen solo un brel'e tiempo .l'
son utilizados para enriquecer a sus gobernantes y a los que
los han financiado. Desde la construcción del Canal de
Panamá es esencial... que las naciones vecinas no caigan bajo
la dominación poUtica de una potencia europea ya sea
indirectamente mediante la fuerza o la cesión o ya indirecta-
mente por medio del co1ltrol financiero ejercido por sus
súbditos. En tanto que la fuerza y la cesión no son medios
impracticables si el gobierno de una república es corrompido
o débil, el peligro mayor está en la sutileza del control
financiero. Para hacer frente a ese peligro, el medio más
seguro, sino el único, es la instalación de un gobierno estable
y honrado... Para realizar esto lo primero que hay que hacer
es suprimir el precio de la revolución, a saber, la administra-
ción de los ingresos públicos. Si se puede hacer esto habrá
pocas revoluciones en el Caribe. En segundo lugar, el
gobierno no debe depender de financieros extranjeros para
su continuación en el poder. En tercer lugar, debe contar
con una fuerza militar digna de confianza y eficiente para
reprimir la insurrección contra la autoridad establecida . .. ':
Pág. 222.
86 Pedro Mir

En esta larga cita está contenida la técnica de lo que Perkins


denomina "el deporte de la revolución" que en Santo Domingo,
ejemplo que sin duda tenía en su mente Lansing en aquellos duros
instantes de su proceso histórico, había sido aplicada no por una
sino por todas las potencias económicas del mundo, entre las
cuales no podía faltar ni siquiera quedar entre los más inocentes,
su propio Gobierno.
Fue así como a principios de siglo, el pueblo dominicano vuelto
en el vórtice de los acontecimientos revolucionarios, que no era en
realidad sino la lucha de un pueblo débil contra la apetencia de las
naciones explotadoras, en connivencia con el sector antipatriótico
interno. La coalición de estas fuerzas era demasiado grande y se
multiplicaba hasta el infinito por la división y la atomización del
movimiento popular. La San Domingo Improvement Company
convirtió al tirano Lilís en el instrumento nacional de sus intereses
y le otorgó unos recursos y un poderío que lo hicieron casi
invencible. Pero al fin fue liquidado a mediados de 1899 por un
grupo de jóvenes, mientras se encontraba enfrascado en recoger y
quemar en todo el país, una emisión de billetes que, combinada
con la crisis económica que en ese afio experimentaron los EE.
UD., creaba una situación de escándalo en el país.

La muerte de Lilís fue un acontecimiento desagradable para la


Improvement que, convertida en símbolo del régimen de despotis-
mo y de sangre que acaba de desaparecer, se vió sometida a todas
las manifestaciones del odio popular. El nuevo Gobierno dominica-
no comenzó a exigir rendiciones de cuentas y a hacerle sentir el
peso de la hostilidad nacional, ante lo cual la Improvement acudió
a un expediente de reserva que estaba en el fondo de sus
actividades: apeló al Gobierno de los Estados Unidos.
Basándose en una consolidación y conversión de la deuda que
había tenido lugar dos afios antes, reclamó 11 millones de dólares.
y es natural que el Gobierno de los Estados Unidos se apresurara a
socorrer a estos ciudadanos norteamericanos en desgracia. En el
acuerdo mencionado se articulaba (artículo 3) textualmente lo
siguiente. Recuérdese que la consolidación es de 1897.
LAS RAleES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 81

Art. 3. El principal de los bonos cuatro por ciento será pagadero en un


plazo máximo que no exceda el primero de octubre de 1980 y los
bonos dos tres cuatro por ciento en un plazo máximo qU,e no exceda ~l
primero de octubre de 1999, mediante un fondo de amortización· al
tipo que sea necesario para este objeto comenzando el primer pago el
10 de octubre de 1901.
y si se ha de ser justo, es forzoso reconocer que tos
beneficiarios de esa deuda, -los tres abogados norteamericanos
que nacionalizaron aquellos empréstitos europeos- no iban a estar
vivos en el año 2,000, que era cuando al fin iban a resarcirse de su
cuenta. Lo único factible es que la cuenta pasara a manos del
Gobierno de los Estados Unidos, que era la única entidad
subjetivamente dotada de los requisitos de la eternidad ...
Al hacerse cargo de la deuda de la Improvement, la reclamación
de once millones de dólares fue reducida a 4 millones 500 mil y se
instrumentó un llamado PROTOCOLO cuyo artículo primero
decía, de una manera ya completamente libre de circunloquios y
malas interpretaciones:
"El Gobierno Dominicano pagará al Gobierno de los Estados
Unidos la suma de 4 millones 500 mil dollars.".
Esta suma que comprendía tanto las deudas como las indemni-
zaciones debida a la Improvement y compañías aliadas, así como
las formas de pago, debería ser ajustado por un Tribunal de
Arbitraje, de modo que la solución fuese sustanciada por la justicia
y por la equidad más intachables y el cual se compondría de tres
miembros: un miembro elegido por el Presidente de la República
Dominicana, otro miembro elegido por el Presidente de los
Estados Unidos, y un tercero, que debía ser el decisivo y por
consiguiente "absolutamente imparcial", sería elegido por el
Gobierno dominicano "entre los miembros de la Suprema Corte de
Estados Unidos o de la Corte del Circuito de Apelación de los
Estados Unidos" de una lista que a tal efecto presentaría ¡el
Gobierno de los Estados Unidos! Este Tribunal no podía ser más
"imparcial" y en consecuencia los dominicanos salieron de allí
condenados. No consta en los documentos si los avispados
consejeros que prepararon este arreglo tan fabuloso se rieron a
mandíbula batiente de la candidez y el primitivismo de los
dominicanos que lo aceptaron. Lo que sí consta es que muchos
hombres públicos, la prensa y el sentimiento nacional de diversos
88 Pedro Mir

modos expresado, vieron en este acto el imperio de la fuerza y el


fata1ismo de una tragedia que había venido gestándose desde
mucho tiempo atrás, sin que ninguna fuerza popular ni histórica
pudiera impedirlo. Aquel no era solamente un golpe para los
intereses del pueblo dominicano en todos los órdenes, sino
también para los intereses justos o injustos de las potencias
europeas. Por aquel acto, no era solamente una pequeña república
del Caribe, condenada por la geografía y la lucha de clases a ser un
apéndice dependiente de los Estados Unidos, sino también las
potencias europeas que, habiendo proclamado y ejercido el
derecho de la fuerza, tendrían que doblegarse al imperio de la
fuerza, dejándole el campo a una potencia más fuerte, más joven y
más agresiva. Una manifestación risueña de la Ley del Talión.

*****
La situación que anunciaba el LAUDO arbitral fue consagrada
por la famosa Convención de 1905 cuyas consecuencias la iban a
sufrir otras naciones latinoamericanas y, de manera prácticamente
inmediata, Nicaragua y Haití. En realidad el contenido de esta y
otra convención del mismo año y la de 1907 que fue definitiva, no ~
nos induce a someterla aquí a un estudio particular sin apartarnos
del propósito de' este trabajo. La Convención de 1905 es un
fenómeno de naturaleza internacional y coloca el problema de la
dependencia dominicana en un marco que trasciende los intereses
locales.

Por eso nosotros vamos a hacer referencia aquí solamente a dos


aspectos que roz~n esas significaciones. El primero es el nombre.
La Convención de 1905 era jurídicamente un Tratado. Pero resulta
que la denominación de Tratado implicaba la ingerencia del
Senado de los Estactos Unidos, donde se había estrellado más de
una tentativa de subyugación de los dominicanos y donde
permanecía vivo el recuerdo de la aventura de Grant. Al
denominarlo Convención se pretendía que escapara de-la vigilancia
de los legisladores. Pero no escapó. El mismo afio, el Presidente
Roosevelt recomendó a su Ministro Dawson en Santo Domingo, la
adición de un artículo final que estableciera que la Convención
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 89

comenzaría. a surtir sus efectos "después de su aprobación por el


Senado de los Estados Unidos y el Congreso de la República
Dominicana': Y así fue sometida al Senado norteamericano que,
no obstante, aplazó su discusión. El gobernante del momento,
Morales Languasco, la puso en vigor con una artimaña diplomática
que es conocida en los textos como el MODUS VIVENDI que, a
pesar de su vistoso nombre latino, era una manera de sobrevivir
como cualquiera otra.
El segundo aspecto que debemos considerar aquí, es la
introducción de un denominado Agente Financiero cuya misión
principal era recaudar el producto de las aduanas dominicanas,
afectadas al pago de la deuda contraída con el Gobierno de los
Estados Unidos.
Para la creación de este funcionario singular se tuvo en cuenta
el denominado "precedente egipcio': En 1876 una comisión
internacional se hizo cargo de los ingresos egipcios para resolver su
deuda externa en medio de unas circunstancias que efectivamente
podían asimilarse a la situación dominicana aunque con un
contexto completamente distinto. Pero en realidad el precedente
estaba en la propia República Dominicana porque los contratos
con la Westendorp contemplaban la designación por esa compañía
holandesa de un funcionario que debería recaudar los ingresos de
las aduanas y aplicarlos al pago de las sumas adeudadas. Se llamó a
este procedimiento la Regie. La subrogación del contrato de la
Westendorp a la Improvement significó la supervivencia de este
funcionario que alcanzó el sistema establecido por la Convención.
La diferencia consistía en que el funcionario de la Westendorp era
un funcionario privado cuya presencia implicaba la tolerancia del
Gobierno dominicano para su propia conveniencia. Pero el Agente
financiero establecido en la Convención tenía otro carácter. Era un
funcionario del Gobierno de los Estados Unidos cuya autoridad no
emanaba de la tolerancia gubernamental dominicana sino del
imperio de una fuerza insuperable. No de la conveniencia del
Gobierno dominicano sino de la de sus acreedores.
Desde luego, estéJ. situación no fue creada sin una fuerte
resistencia en los Estados Unidos.
90 Pedro Mir

En un mensaje de Mayo de 1904 dedicado específicamente a la


República Dominicana, el Presidente "Teddy" Roosevelt pronun-
ció solemnemente unas palabras que serían consideradas como el
COROLARIO ROOSEVELT de la Doctrina de Monroe. Dijo el
Presidente que "cuando los e"ores crónicos resultan en un
relajamiento de los lazos de la sociedad civilizada" pueden conducir
a actuar por medio de una gran fuerza en el Hemisferio occidental
o en cualquiera otra parte, esa fuerza no podía ser otra que la de
los Estados Unidos. Y agregó: "En el Hemisferio occidental la
adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina de Monroe puede
obligar a los Estados Unidos, aunque a disgusto, en los casos
flagrantes de tales e"ores o impotencia, al ejercicio de una fuerza
de polida in temacional. "1
Estas palabras suscitaron airadas respuestas por parte de
diversas fuentes en Estados Unidos. Cuando se debatía en el
Senado la Convención dominicana el senador Tillman hizo una
grave acusación al Presidente Roosevelt:
"Ciertamente, exclamó, tenemos como Presidente a un
hombre capaz, brillante, patriota, que tiene buen corazón
para el bien público, según la idea que éste se ha formado de
esto (ustedes ven que le concedo bastante). Pero cuando algo
se le mete en la cabeza, poco le importa la ley: sigue su idea
sin detenerse a considerar que echa por tie"a la Constitución
de su país. Un primer tratado ha sido firmado con la
República Dominicana. El Senado ha rehusado ratificarlo. El
Senado considera que no nos conviene convertimos en
polidas en las Antillas y hacemos recaudadores de ingresos a
título de acreedores de todos los países de América':
y agregó:
"El Presidente se las ha a"eglado para ejecutar, de hecho,
las disposiciones del tratado que no había conseguido hacer
aprobar por el Senado. En lugar de nuestra viejas tradiciones,
una nueva doctrina de imperialismo, de cesarismo, ha hecho
su aparición entre nosotros. Hemos realizado en estos siete u
ocho últimos años grandes progresos en el sentido de la
1. Véase Perkins en Británica.
LAS RAleES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 91

ex tensión de los poderes presidenciales. Comprendo con


pena que ha caido la balanza, en detrimento del poder
Íegislativo': 2
Por su parte el Senador Rayner, de Maryland, hizo una crítica a
fondo de la "edición revisada de la Doctrina de Monroe"
insistiendo en que se declarara de manera categórica que
''iamás ha sido la idea de los Estados Unidos asumir un
protectorado po/{tico o financiero sobre las islas de las
Antillas o las Repúblicas de América Latina".
y concluyó con estas palabras:
''La nueva Doctrina de Monroe es, hablando con propiedad,
una doctrina financiera. El tema es el dinero: la leyenda es la
moneda y las hordas extranjeras que se precipitan sobre el
Departamento de Estado en un sindicato de mercenarios y
de usureros implacables que trafican con las calamidades
públicas, consideran las desgracias de las naciones como
otras mercandas y por un beneficio venal ponen en subasta,
vendiéndolas al mejor postor, las libertades del género
humano': 3
Pero a pesar de la elocuencia democrática de estos legisladores,
el Corolario Roosevelt fue consagrado y los Estados Unidos
asumieron su nueva misión policial en el Caribe con todos sus
ingredientes. Los pronunciamientos de Roosevelt para fundamen-
tar su incautación de las aduanas dominicanas fueron seguidas
pronto por intervenciones y ocüpación militar en Nicaragua y
Haití. La propia República Dominicana acabó por ser ocupada
militarmente por los Estados Unidos y gobernada por el "u.s.
Marine Corps ".
Desde luego, la naturaleza de este proceso escapaba quizá a la
conciencia. de los propios dirigentes de los Estados Unidos. La
naturaleza financiera de la intervención norteamericana en estos
países, no era el resultado del empecinamiento que el Senador
TiUman le achacaba al Presidente Roosevelt con todo lo que el
"Rough Ryder" haya contribuido personalmente a ponerlo en
práctica. Sino de un proceso que penetraba a la nación americana
2. V. Antonio de la Rosa, tercera parte.
3. V. Antonio de la Rosa, ob. cit.
92 Pedro Mir

y que podía provenir de otro punto que del desarrollo extraordina-


rio de su sistema económico.
Para 1905 se ha indicado que terminaba el proceso de
monopolización de la gran industria en EE.UU. La casa Morgan,
que había iniciado su carrera en 1871, había sostenido al Estado
norteamericano en la gran crisis de 1899 con sus propios recursos,
y, de ese modo su influencia en la conducción de la política
exterior de EE.UU. a través de su Gobierno se hizo decisiva.
Muchos norteamericanos, inclusive en altas posiciones, no estaban
en condiciones de percatarse de este proceso. Como revelaba
Melvyn Knight, la intervención norteamericana en Santo Domingo,
como en Haití, era principalmente un 'paso de los intereses de
J.P.Morgan. Según explica Tulio M. Cestero en una obra publicada
en Madrid en 1931, ya antes otros banqueros preparaban una
intervención militar en la República Dominicana en nombre de sus
propios intereses. Cito textualmente:
"Mister Jarvis, un ávido promotor norteamericano, aspirante
a la conquista financiera del paú dominicano, Presidente del
Banco Nacional de Santo Domingo (un ramal de la Improve-
menO mostraba en octubre (de 1912) én La Habana, al
Director de un diario, un telegrama de Washington, en el
cual se le comunicaba que los Estados Unidos intervendrz'an
en Santo Domingo y que la intervención se apellidaría
"intervención Jarvis". Y en conversación con el Encargado
de Negocios en la República de Cuba, el 24 de octubre
anticipaba proyectos a los cuales se referían cartas del 28 de
la Legación en Washington':4
Al fin, la intervención militar se llevó a cabo aunque no en
beneficio de Jarvis que tenía rivales demasiado poderosos e
influyentes en Washington.
O sea, que el proceso que condujo a la ocupación de las aduanas
en 1905, tenía un motor mucho más vigoroso que el Presidente
Roosevelt, que efectivamente lo era en el orden personal. En
verdad, los Estados Unidos seguían un proceso histórico profundo
cada uno de cuyos cambios se manifestaba en una variante de la
Doctrina de Monroe. Quedaría por explicar por qué razón un país
tan sumamente débil, aunque de nombre tan suntuoso como la
•• Tullo M. Cesteros: "Ert«lOl Unido, y ÚlS Antíll4,", Md., 1931.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 93

República Dominicana, debía recibir el extraño privilegio de servir


de caldo de cultivo para la política continental de los Estados
Unidos.
Cuando el Secretario de Estado Philander C. Knox delineaba en
un discurso el contenido de lo que más tarde se denominó la
"diplomacia del dólar", por oposición a la diplomacia del
"cañonero ", pronunció estas tristes palabras:
"Debo confiadamente afirmar que, bajo la Doctrina de
Monroe en su más pesada y realista responsabilidad que Izoy
descansa sobre los Estados Unidos, es que nosotros debemos
responder a las necesidades que aún sufren algunas de
nuestras vecinas latinoamericanas en su avance hacia el buen
gobierno, ayudándolas a enfrentar su justa obligación y
mantenerlas alejadas de dificuliades. Deseamos ),'erlas próspe-
ras y su prosperidad por acción refleja, es sentida no
solamente por nosotros sino por todos los miembros de la
familia americana.
"La proposición no es nueva, practicamente se le ha dado
forma y se ha probado con éxito en el caso experimental de
Santo Domingo que, como es sabido, Iza comenzado a
interesarnos (to cause us concern) desde fecha tan lejana
como le{ época de nues.tra Guerra Civil': 5
Si menciono este párrafo y llamo la atención a la frase "el
caso experimental de Santo Domingo': es porque uno se pregunta
si una nación tan pequeña y tan sufrida, tan desprovista de los
atributos que hacen apetitosas las islas para todos los imperios, ha
suscitado tanta codicia, ha concitado fuerzas tan imperativas y
poderosas, sólo porque como ciertos ratoncitos sirve maravillosa-
mente para probar el efecto de las drogas futuras. En tal caso debe
reconocérsele esta gloria porque en definitiva vale la pena hacer
sacrificios tan grandes si es en beneficio de la civiÍización... Lo que
quedaría por medir es precisamente el aporte de la Doctrina de
Momoe a esa civilización. O acaso definir lo que se entiende por
civilización ya que civilizar, darle carácter civil al proceso cultural,
no aparece en estos relatos por ninguna parte...
S. En 'The Monroe Doctrine", Alejandro A1varez, N.Y., 1924, pág. 468.
V. CUANDO MUEREN LAS DOCTRINAS

Con respecto al Mensaje original de Monroe en 1823, el


Corolario Roosevelt representa un giro de 1800. Aquel era el
aislacionismo cerrado, este el intervencionismo abierto. No es
extraño que un dogma creado para fundamentar una situación,
sirva con el devenir de los años para fundamentar la situación
completamente opuesta. Los ejemplos sobreabundan. La razón es
que la historia avanza motorizada por sus propias contradicciones
y esta famosa doctrina no podía ser indiferente a las leyes
históricas. De contradicción en contradicción fue mudando de piel
hasta convertirse en su contrario. Y fue así como, habiendo
empezado por afirmarse en Santo Domingo, empezó igualmente a
negarse en Santo Domingo.
En nuestros anteriores encuentros hemos seguido los pasos que
dieron forma y carácter a la Doctrina de Monroe, en función de
nuestra pequeña patria antillana. Es claro que no es esta toda la
historia de esta famosa doctrina. Hubo otros momentos. El caso de
la Magdalena frente al Japón puede interesar a los estudiosos. Y
otras situaciones. De ellas sólo una parece interesar particular-
mente a los historiadores, el caso de Venezuela en 1895, en que la
Doctrina fue por primera vez oficialmente reconocida por un
Estado europeo, Inglaterra, en virtud de la Doctrina Olney. Sin
embargo, nosotros vimos ya que la primera protesta oficial
originada por esta Doctrina se encuentra en la biografía del
aventurero Cazneau, por los años de 1854 en Santo Domingo.
Los dos grandes momentos, en el sentido de que configuran y
95
% Pedro Mil

establecen el curso histórico de esta Doctrina son, uno, la protesta


del Secretario de Estado Seward, así como la de los Embajadores
Prestan y Perry en España, a propósito de la anexi6n de Santo
Domingo en 1861, Yel otro, el Corolario Roosevelt, en ocasi6n de
la incautaci6n de las aduanas de Santo Domingo en 1905.
Si se quiere, sólo se trata de una casualidad. Pero nosotros
creemos que en el fondo de toda casualidad se encuentran dos
tendencias necesarias. Una de ellas es que las circunstancias
materiales de Santo Domingo la inclinaban a ser dominada por una
nación poderosa. Y otra es que las circunstancias materiales de los
Estados Unidos la inclinaban a dominar a una naci6n débil. Esa
dos tendencias originaban al cruzarse, la necesidad de un instru-
mento legal que las expresara. Y este instrumento fue la Doctrina
de Monroe.
y es en medio de esta atmósfera cabalística que nosotros
queremos señalar ahora, aunque no de una manera tajante, que la
muerte de la Doctrina de Monroe está también ligada, y no podía
ser de otro modo, a este país. Una referencia concreta se encuentra
en el artículo de Dexter Perkins para la edici6n de 1958 de la
Enciclopedia Americana. No debe buscarse en la edici6n de 1971
de la Enciclopedia Británica, cuyo artículo acerca de este tema fue
redactado también por Perkins y que recoje la misma línea de
pensamiento que su Historia de la Doctrina de Monroe más
reciente (1955). Como hemos advertido, este autor experimenta
también un giro y, salvo para el caso del Corolario Roosevelt,
porque el mismo Presidente 10 estableci6 de manera insoslayable
en su mensaje de mayo de 1904, el papel de Santo Domingo en
estos acontecimientos queda completamente volatilizado. Y es
lástima, porque sin duda este autor ha ganado legítimos créditos
como la autoridad fundamental sobre el tema. Pero lo dicho, dicho
está. El estudioso no tendrá otro camino que el de acudir a las
fuentes que el propio Perkins seftala.
Pues bien; la liquidación del Corolario Roosevelt y con él, el de
la propia Doctrina de Monroe tiene su punto de partida en un
documento de un funcionario del Departamento de Estado, J.
Reuben Clark, el cual se conoce como "Memorandum Clark", que
se basa en la desocupación de Santo Domingo por parte de las
tropas de "marines" de los Estados Unidos en 1924. Este fue sólo
el primer paso, ya que la desocupación de Nicaragua, seguida de
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 97

una nueva intervención, aplazó la discusión del asunto. Desgracia-


damente, y debido a la premura de las presentes circunstancias, no
hemos tenido a mano el texto del Memorandum Clark, para
apreciar en su justa medida la influencia que la salida de los
"marines" de Santo Domingo, haya podido tener sobre el destino
mortal de la Doctrina de Monroe. Pero el hecho ha sido
consignado en esos términos y, para todo aquel que busque los
vínculos entre el país y la Doctrina, como nosotros hemos
intentado mostrar aquí, será imposible dejar de tomar en
consideración un hecho tan interesante.
*****
C9n ese paso, el Corolario Roosevelt fue repudiado para abrirle
un arco de esperanza a la doctrina de otro Roosevelt, la "poUtica
del buen vecino ", que un mal intencionado parafraseó en cierta
ocasión en aquel comentario de que "los buenos somos nosotros y
los vecinos son ellos". Pero de todos modos, representó un
esfuerzo para quitar del lomo de los países latinoamericanos el
"big stick" aunque dejando el "speak low': En el protocolo de
Buenos Aires de 1936, la Doctrina de Monroe llegó a su fin.
El repudio del Corolario Roosevelt debió haber tenido por
consecuencia el restablecimiento de los principios de 1823 y del
espíritu anticolonialista que, según Melvyn Knight, descendía en
línea directa del pensamiento de Washington y Jefferson y que
constituía la médula de la Doctrina de Monroe original. Y con
mucho mayor razón, ya bien entrado el siglo XX, que debía
contemplar como uno de sus fenómenos históricos característicos
la muerte del colonialismo a nivel mundial.
Pero algo había en el fondo del alma de alguno de los
patrocinadores de esta Doctrina, que les impedía distinguir entre el
fenómeno del colonialismo del siglo XIX y el imperialismo del
siglo XX. Y por eso fue rechazado el pensamiento del Secretario
de Estado Robert Lansing quien, con una precisión admirable,
delineó el carácter imperialista, financiero, que debía imprimirse a
las nuevas formulaciones basadas en la Doctrina de Monroe.
Siendo asesor del Departamento de Estado, preguntaba:
"¿Ha llegado el momento, como consecuencia de las
modernas concesiones económicas en las Américas Central y
del Sur, en que la Doctrina de Monroe, si ha de continuar
9!l Pedro Mi:

siendo eficaz, sea enunciada nuevamente de modo que


incluya la adquisici6n del control político por medio de la
supremacía financiera sobre una república americana? ... La
potencia europea cuyos súbditos aportan el capital para
instalar y hacer funcionar las prin~ipales industrias de una
pequeña república americana y proporcionan los fondos de
los cuales depende su gobierno puede, si lo desea. dominar la
acci6n política del gobierno americano... ¿Se deberta
formular una nueva doctrina declarando que los Estados
Unidos se oponen a la extensi6n del dominio europeo sobre
los territorios y las instituciones americanas por medios
financieros ast como de otras clases?
Más tarde Lansing asumió la posición de Secretario de Estado y
en esa nueva situación dirigió un Memorandum el 24 de noviembre
de 1915 en que insistía en este tema:
"Parecerla por lo tanto, que en el caso de las Repúblicas del
Mar Caribe los Estados Unidos deberían extender la aplica-
ci6n de la Doctrina de Monroe y declarar como una política
concreta en el Caribe que, aunque no buscan el dominio
sobre el territorio de ninguna de esas Repúblicas, es
necesario para la seguridad nacional de los Estados Unidos y,
particularmente en vista de sus intereses en el Itsmo de
Panamá, que ayuden a los habitantes de esas repúblicas a
establecer gobiernos honrados y responsables en la medida
en que sea necesario en cada caso particular, y que no
tolerarán el control de o la intervención en los asuntos
políticos y ECONOMICOS de esas repúblicas por ninguna
potencia europea o sus nacionales, ni permitirán la ocupa-
ci6n, aunque sea temporal, por ninguna potencia europea, de
territorio alguno de esas repúblicas': 1
El problema que enfocaba Lansing es visible. Consciente o
inconscientemente lo que se planteaba era la revalorización de la
Doctrina clásica en función de los cambios modernos. En fm era
eso lo que en cada variante de la Doctrina se había expresado
siempre. Para comienzos del siglo XX se había completado ya en la
economía norteamericana el proceso de monopolización de la gran

'1. Perkins, ob. cito


LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 99

industria y los grandes bancos se habían convertido en el eje de


todo el sistema. Al asumir esta naturaleza financiera y dejar para
los tiempos heroicos y para el dóminio de la mitología cinemato-
gráfica la etapa de la expansión territorial, la Doctrina de Momoe
se convertía en un instrumento anticuado y lleno de evocaciones.
En 1915 el recuerdo de la Santa Alianza alcanzaba un siglo y era el
momento justo para crear la Doctrina que respondiera adecuada-
mente al espíritu de la modernidad.
El hecho de que Wilson haya rechazado el planteamiento de
Lansing puede haber tenido diversos motivos. Pero era difícil que
asumiera la responsabilidad de hacer una afrrmación doctrinaria
respecto a la política exterior de los EE.UU. en la que se
condenara la penetración financiera europea en los países america-
nos cuando era tan notorio el carácter financiero que tenía
precisamente en esos instantes la intervención militar en Haití. ~l
fin es que Wilson tenía vocación para las grandes formulaciones
históricas y no estaba lejano el día en que se iba a revestir de toda
su grandilocuencia para dirigirse a las naciones europeas humilla-
das, vale decir, reducidas a la humildad por la primera Gran Guerra
Mundial. No podía, si se me perdona la expresión, disipar sus
posibilidades de grandeza en esa charlatanería.
y por eso, la Doctrina de Momoe quedaba situada ante una
trágica disyuntiva: o se revestía de valor y asumía su nueva
actitud, negándose a sí misma, no sólo en su aislacionismo ya
caduco y en su actitud anticolonialista no menos caduca, sino
asumiendo ahora una definida dimensión imperialista; la otra
alternativa era el suicidio histórico. Tras una meditación profunda
que impulsaron los acontecimientos venideros, la Doctrina de
Momoe optó por esta última solución.
EPILOGO

La Doctrina de Monroe estaba bien muerta en 1965. Parecía ya


más un tema de paleografía que de Historia y se le confiaba más a
los egiptólogos que a los periodistas. Pero de improviso se
produjeron los acontecimientos de todos conocidos que tuvieron
por escenario a la vetusta capital "primada de América". El pueblo
dominicano se lanzó con un gesto de epopeya en que parecían
reverdecer los lauros de la ya lejana Guerra restauradora. Pero sus
objetivos históricos eran más modestos: borrar las huellas de un
pasado reciente pero molesto de treinta afios de poder autocrático
y el restablecimiento plenario de una práctica democrática que
este pueblo no había podido ejercer jamás durante un lustro
ininterrumpido.
Se conocen los resultados. Prácticamente en cosa de horas los
"marines'~ reverdecieron sus lauros de 1916 y el país fue
intervenido militarmente y reducido al orden. El pretexto fue que
un grupo de activistas políticos, que en el primer momento
constituían unas 50 personas y más tarde fue reducido a 22,
pretendían echar por tierra el "sistema americano", el mismo al
que se refería Cazneau en 1854, y sustituirlo por un poder
exótico, menospreciando el poderío militar de EE.UU.
En esa virtud se escuchó como un resuello la evocación de la
Doctrina de Monroe. Durante algunos momentos se discutió si era
posible invocar los términos de la Doctrina de Monroe para
oponerlo a las supuestas intenciones de la Unión Soviética- u otra
101
102 Pedro Mir

potencia extracontinental que pudiera e5itar implicada en aquella


rebeldía dominicana.
Pero la discusión ni siquiera alcanzó la categoría del rumor. Los
restos de aquellos pintorescos aventureros que en vida respondie-
ron a los nombres de William Leslie y Cora Montgomery Cazneau
pudieron continuar en reposo su descanso milenario, mientras sus
espíritus, amorosamente enlazados, vagaban en las noches caluro-
sas por su prodigioso "edén invernal", en el antiguo "faubourg" de
San Carlos de la muy antigua y legendaria capital de Santo
Domingo.
LA DOCTRINA DE MONROE
(Diciembre 2 de 1823)

The Monroe Doctrine, December 1, 1813

De READlNG IN AMERICAN
VALUES, Selected and Edited from
Public Documents of the American
Past, by William Miller, N.J., 1964.

At thc proposal of the Russian 1m·


A propuesta del Gobierno Impe- perial Covernment, made through the
rial ruso, hecha a través del ministro minister of the Emperor residing here,
a full power and instructions have becn
del Emperador que aquí reside, el transmitted to the minister of the
ministro de los Estados Unidos en United States at St. Petersburg to ar-
San Petersburgo ha recibido instruc- range by amicable ncgotiation the re-
ciones completas y poder suficiente specth'c rights and interesls of the two
nations on the northwcst coast of this
para coordinar, por negociación contlncnt. A similar proposal had beco
amistosa, los respectivos derechos e made by nis Imperial ~laiesty to the
intereses de las dos naciones en la Covernment of Crcat Britain. which
costa noroeste de este Continente. has like\\ísc becn acceded too 11Ie Cov-
croment of the United States has been
Una propuesta similar ha sido dcsirous by this friendly procccding of
hecha por Su Imperial Majestad al manifestin~ the grcat value which they
Gobierno de la Gran Bretaña, que have im'anably attached to the fricnd-
ship 01 the Emperor and their solicitudc
igualmente ha accedido a ello. to eultivate the best understanding \\;th
El Gobierno de los Estados Uni· his Co\·ernment. In the discussions to
dos ha estado deseoso de manifestar which this intcrest has gi\'cn rise and
por medio de este amigable procedi- in the arrangcmcnts b)' wllich the)' ma)'
tenninate the occasioll has been judgcd
miento el gran valor que ha atribuí· proper for asscrting. as a principIe in
do invariablemente a la amistad del which the rights and interests 01 thc
Emperador y su solicitud en culti· United States are im·ohoed. that the
103
104 Pedro Mir

var el mejor entendimiento con su American continents, by the free aDd


Gobierno. independent condition which they have
assumed and maintain, are henceforth
En las discusiones que este inte· not to be considered as subjects for
rés ha dado nacimiento y en los future colonization by any European
acuerdos por medio de los cuales powers....
pueden terminar, ha sido juzgada
It was stated at the commencement
propicia la ocasión para establecer, of the last session that a great effort
como un principio en el cual los was then making in Spain and Portugal
derechos y los intereses de los to improve the condition of the people
Estados Unidos se encuentran en- of those countries, and that it appeared
to be conducted with extraordinary
vueltos, que los continentes ame- moderation. It nced scaree1y be re-
ricanos, por la condición libre e marked tIJat the result has becn so far
independiente que han asumido y verv different from what was then antic-
mantienen, no deberán ser conside· ipated. Of events in that quarter of
the globc. with which we havc so much
rados de aquí en adelante como intercourse and from which we derive
sujetos de futura colonización por our origin, we have always becn anxious
ninguna potencia europea... and interested spcctators. 111e citizens
of the United Statcs cherish scntiments
Ha sido establecido al comienzo tIJe most friendly in favor of the liberty
de la última sesión de las discusio- and happiness of their fellow·men on
nes, que ellos estaban haciendo un tIJat side of tIJe Atlantic. In the wars of
gran esfuerzo en España y Portugal the European powers in matters relat·
ing to thcmsclvcs we have n<:ver ta1cen
en esos momentos para mejorar la
any part, nor does it compart with our
condición del pueblo de esos países poliey so to do. It is only whcn our
y que ese esfuerzo parecía que era rights are invaded or seriously menaccd
conducido con gran moderación. Es that we resent injuries or malee prepara·
apenas necesario hacer notar que el tion for our defense.
resultado ha sido bastante diferente With the movements in this hemi·
de lo que entonces se había antici· sphere we are of ncccssity more imme-
diately connected, and by causes whieh
pado. must be obvious to all enlightcncd and
Acerca de los acontecimientos impartial obscrvers. The political sys-
en esa parte del Globo, con el cual tem of the allicd powcrs 15 esscntially
tenemos tantas relaciones y del cual different in this respect from that of
America. This difference proceeds from
nosotros derivamos nuestro origen, that which exists in Jheir respective
hemos sido siempre ansiosos e inte· Govemments; and to the defense of our
resados espectadores. own, which has becn achieved by the
1055 of so much blood and treasure, and
Los ciudadanos de los Estados matured by the wisdom of their most
Unidos acarician los sentimientos enlightened citizens, and under whicb
más amistosos en favor de la liber- we have enjoyed unexampled felicity,
tad y la felicidad de sus semejantes this whole nation is devoted. We owe
it. therefore, to candor and to the ami·
en ese lado del Atlántico. En las cable relations existing between thc
guerras de las potencias europeas United States and those powers lo de-
sobre problemas que atafien a ellos ciare that we should consider any at-
LAS IlAICBS DOMINICANAS DE LA DOCTRINA MONROE 105

mismos, nosotros jamás hemos tempt on their part to extend their


tomado parte ni está de acuerdo system to any portian of this hemi-
sphere as dangerous to our peace and
con nuestra política el hacerlo. Es salety. With the existing colonies or
solamente cuando nuestros dere- dependencies 01 any European power
chos son invadidos o seriamente we have not interfered and shall not
amenazados que nosotros sentimos interfere. But with the Covernments
la ofensa o hacemos preparativos who have declared their independence
and maintained it, and whose independ.
para defendernos; ence we have, on grcat consideration
Con los movimientos políticos and on just principIes. acknowledged,
we could not vicw any interposition for
en este Continente nosotros esta- the t'u~se of oppressing them, or con·
mos, forzosamente, conectados de trolhng m any other manncr their des-
manera más inmediata y por razo- tiny, by any European power in any
nes que deben ser obvias para todo other light than as the manifestation of
an unfriendl)' disposition toward the
observador esclarecido e imparcial. United States.
El sistema político de las poten-
In the war bctwecn those lIew COy·
cias aliadas es esencialmente dife· emments and Spain we declared our
rente del de América. Esta diferen· neutrality at the time of their recogni·
cia se deriva de la que existe entre tion, and to this we have adhercd, and
sus respectivos Gobiernos y, para la shall continllc to adhcre, provided no
ehange shall occur which. in the judge.
defensa del nuestro, que ha sido ment of the competent authorities of
alcanzado con tanto derroche de this CO\'crnmcllt, shall makc a corrc·
sangre y de recursos, que ha alean· spondin~ changc on thc part of the
zado su madurez por la sabiduría de United Sta tes indispensable to their
sus más esclarecidos ciudadanos y security.
bajo el cual nosotros hemos gozado The Jate events in Spain and Portu·
de incomparable felicidad, la Na· gal shcw that Europe is still unsettled.
ción entera está consagrada. 01 this important fact no stronger proof
can be adduced than that the alJled
Por consiguiente, nosotros debe- powers should have thought it proper,
mos 'declarar, para la pureza y el on any principIe satisfactory to them·
carácter amistoso de las relaciones selves, to have interposed by force in
existentes entre los Estados Unidos the internal concerns of Spain. To what
extent such interposition may be car·
y aquellas potencias, que debemos ried, on the same principIe. is a ques-
considerar cualquier intento de su tion in which all mdependent powers
parte para extender su sistema polí- whose governments differ from theirs
tico a cualquier porción de este are intcrestcd, even those most remate,
hemisferio como un peligro para and surely none more so than the
United States. Our policy in regard to
nuestra paz y nuestra seguridad. Europe. which was adopted at an early
Con las colonias y dependencias stage of the wars which have so long
de cualquier potencia europea nos- agitated that quarter of the globe. nevero
theless remairis the same. which is, not
otros no hemos interferido y no to ¡ntmere in the internal concerns of
interferiremos. Pero con los Gobier- any of its powers; to consider the gov-
nos que han declarado su indepen- ernment de facto as the legitimate gov·
106 Pedro Mir

cia y la mantienen, y cuya inde- ernment, for us; to eulti\'ate frienaly


pendencia nosotros, con gran relations ....ith it, and to preserve those
realtions bv a fran\;. finn, and manlv
consideracióln y sobre la base de poliey, meéting in al1 instanees the just
justos principios, hemos reconoci- c1aims of e\'el)' power, submitting to
do, no podemos ver cualquier inter- injuries from none,
posición por parte de una potencia But in regard to those eontinents
europea cualquiera, encaminada a eireumstanees are eminently and con·
spieuollsly different. It is impossible
oprimirlos o dominar en cualquier that the al1ied powers should extend
forma su destino, de otra manera their politieal systcm to any portion of
que como la manifestación de una either eontinent without endangering
disposición inamistosa hacia los our pcaee and happiness; nor can an)'·
one belie\'e that our southern brethren.
Estados Unidos. if Idt to themscl\'es, would adopt it of
En la guerra entre estos nuevos their OWll aeeord, It is cqual1y impos.
Gobiernos y España nosotros decla- sible, thercfore. that we should bchold
ramos nuestra neutralidad en el sueh interposition in any fonn vdth
momento de nuestro reconocimien- indifIerenee. lE we loo\; to the compara·
ti\'e strength and rcsources of Spain and
to y nos hemos adherido a eHo, y those new go\'ernments, and thcir dis-
continuaremos adhiriéndonos, siem- tance from each other, it must be oh-
pre que no se produzca ningún violls that she can ne\'er sllbdue thcm.
cambio que, a juicio de las autorida- It is stil1 the true policy of the Unitcd
States to lea\'e the parties to thcmscl\'cs.
des competentes de este Gobierno, in the hope that other po,,"ers ....ill pur-
produzca un cambio correspondien- sue the same eourse.
te, indispensable para su seguridad,
por parte de los Estados Unidos.
Nuestra política respecto a Eu;o-
pa, que fue adoptada en una época
temprana de las guerras que durante
tanto tiempo han agitado a esa
parte del Globo, permaneció no
obstante la misma, que es la de no
interferir en los asuntos internos de
ninguna de esas potencias; conside-
rar el gobierno de facto como el
gobierno legítimo para nosotros;
cultivar relaciones amistosas con él,
y preservar estas relaciones con una
franca, firme y varonil política,
atendiendo los justos reclamos de
cualquier potencia pero sin some-
terse a las ofensas de ninguna.
Pero respecto a estos continentes
las circunstancias son eminente y
notoriamente distintas.
LAS RAICES DOMINICANAS DE LA DOCI'RINA MONROE 107

Es imposible que las potencias


aliadas extiendan su sistema políti.
co a cualquier porción de estos
continentes sin poner en peligro
nuestra paz y nuestra felicidad, ni
nadie puede creer que nuestros her-
manos del sur, si se les deja actuar
por sí mismos, adoptarían este
sistema político por su propia vo-
luntad. Es igualmente imposible,
por consiguiente, que nosotros
contemplemos esta! interposición
con cualquier tipo de indiferencia.
Si observamos la fuerza y los
recursos comparativos de España y
de estos nuevos Gobiernos, así
como la distancia que separa a la
una de los otros, debe ser obvio que
ella nunca podría dominarlos.
Es todavía la verdadera política
de los Estados Unidos dejar a las
partes actuar por sí mismas, en la
esperanza de que las otras potencias
harán lo mismo.
(Trad. P. Mil)
BIBLIOTECA TALLER

1.--Marx, Carlos: Formaciones Econ6micos Precapitalistos. Stephen Alexis, Jocques: Mi


Compadre el General Sol. 3.-Sánchez, Juan J.: lo Coño en Santo Domingo. 4.--Miller,
Jeannette: Fórmulas paro Combatir el Miedo. 5.--Caro, Pedro: Del Diario Acontecer. 6.-
James, Norberto: lo Provincia Sublevado. 7.-lozano, Wilfredo: lo Esperanzo y el
Yunque. 8.-James, Norberto: Sobre lo Marcho. 9.-Penson, César Nicolás: Cosos
Añejas. 1O.-Welles, Sumner: lo Viño de Naboth. 11.-Hemández Ortega, Gilberto:
los Eternos Palabras. 12.-Añez Bergés, Rafael: lo Ciudod en Nosotros. 13.-Reed,
John: Diez Días que Conmovieron 01 Mundo. 14.--Marrero Aristy, Romón: Over. 15.-
Raful, Tony: lo Poesía y el Tiempa. 16.-Afanásiev, V.: Fundamentos de lo Filosofía
(extractos). 17.-Zaglul, Antonio: Mis 500 locos. 18.--Morcallé Abréu, Roberto: los
Dos Muertes de José Inirio. 19.--Gerón, Cándido: .Asombro de los Tiempos. 20.-
Archambault, Pedro Ma.: Historio de lo Restauración. 21.--Mora Serrano, Manuel:
Juego de Dominó. 22.--Caro, Néstor: Cielo Negro. 23.-Añez Bergés, Rafael: los Días
Inmensos. 24.-Oel Monte y Tejada, Manuel: Historio de Santo Domingo. 25.--Cuello
H., José Israel: Siete Años de Reformismo. 26.-Prestol Castillo, Freddy: El Masacre se
poso o Pie. 27.-Alcántara, José: Viaje 01 Otro Mundo. 28.-GruIl6n, Dr. Ruddy:
Comino Hacia lo Paz. 29.-Zaglul, Antonio: Apuntes. 30.-Oel Cabral, Manuel:
Historio de mi Voz. 31.-Raful, Tony: Gestión de Alborada. 32.-Paulina, hijo, Aliro:
los Restos de Colón en Santo Domingo. 33.--Gimbemard, Jacinto: Acción y Presencio del
Mol. 34.-Ascuasiati, Carlos: Diez Años de Economía Dominicano. 35.--GruIl6n
Ruddy: El Hombre que Hablaba con Dios. 36.-Rodríguez F., Arturo: lo Búsqueda de los
Desencuentros. 37.--Concepci6n, J. Agustín: Idioma Nuestro de Codo Día. 38.-Gerón,
Cándido: Huellos de Dolor. 39.-Sáez, José Luis: Teoría del Cine. 40.-García Bid6,
Rafael: Poemas Agónicos. 41.--Cordero Michel, Emilio: lo Revolución Haitiano y Santo
Domingo. 42.--Mir, Pedro: El Gran Incendio. 43.--Mir, Pedro: los Raíces Dominicanos de
lo Doctrino Monroe. 44.-0&1 Risco Bermúdez, René: En el Barrio no hoy Banderas. 45.-
Larrazábal Blanco, Carlos: Guerra Civil. 46.--Mir, Pedro: Tres leyendas de Colores.
47.-Roumain, Jacques: los Gobernadores del Rocío. 48.-Galván, Manuel de
Jesús: Enriquilla. 49.--Moreno Jimenes, Domingo: Obras Poéticos. 50.-Jimenes
Grullón, J.!.: Sociologío Político Dominicano (Tomo 1). 51.-8alcácer, Juan Daniel:
Pedro Santona. 52.--prólogo de Isa Conde, Narciso: Chile, libro Negro. 53.-Veloz
Maggiolo, Marcio: De Abril en Adelante. 54.-Hemández Fortuna, Arsenio: la
Imparcialidod Periodístico en Santo Domingo. 55.--Castillo, Efraim: Pulso Publicitario.
S6.-Pérez, Mario Emilio: Estampos Dominiconas (3ra. entrego). S7.--<:olombino
Perelló, Héctor: Boní en los Años 40. S8.-Vega, Bemardo: Tratamiento que Recibe lo
Inversión Extranjero en lo legislación Dominicano Actual. S9.-Alc6ntara Almánzar, José:
Callejón sin Solido. 60.-Oíaz Grullón, Virgilio: Más Allá del Espejo. 61.-Hemández
Franco, Tomós: Yelidá. 62.-Zaglul, Antonio: Galería de Médicos Dominicanos. 63.-
Mir, Pedro: Hoy un País en el Mundo. 64.-Vilas, Carlos, y Silva, Oscar: los empresas
Multinacionales. 6S.-Pérez, Mario Emilio: Estampos Dominicanos (4ta. entrego). 66.-
Fucik, Julius: Reportaje 01 Pie de lo Horco. 67.-Henríquez Ureña, Pedro: Ensayos.
68.-Neruda, Pablo: 20 poemas de amor y uno canción desesperado. 68.-lsa Conde,
Narciso: los ganancias de dos pulpos: Alcoa y Falconbridge. 70.--Martínez, Orlando:
Microscopio (Tomos I y 11). 71.-Acosta, Corten, Duarte, Vilas: Azúcory Político en Santo
Domingo. 72.-8adía, Gilbert: ¿Quién es Ud. Sr. Marx? 73.--<:ollado, Lipe: Curso de
Periodismo. 74.-Núñez, Apolinar: Textos de Pensadores Hispanoamericanos. 75.-
Castro, Víctor: Cosos de lilís. 76.-Lora, Vlctor Manuel: Risas Dominicanos. 77.-
Serulle, HaHe: lo Donzo de Mingó. 78.--Olaz Grullón, Virgilio: los Algarrobos También
Sueñan. 79.-Richardson, Felipe: Informe Richardson. 80.-Oepreste, René: El Polo
Ensebao. 81.--Mir, Pedro: Hoy un País en el Mundo y otros poemas. 82.-Rueda,
Manuel: Con el Tambor de los Islas 83.-Mir, Pedro: El Huracán Neruda. 84.-
Cartagena Portalatln, Alda: Escalera poro Electro. 85.-leonardo, Ramón: Conceptos
sobre el Arte Popular. 86.-Suro, Rubén: Poema de uno Solo InterdÓn. 87.--<:hile:
Denuncio y Testimonio. 88.-Malagón Barceló, Javier: Código Negro Carolino. 89.-
Julia, Julio Jaime: Antología de América lugo (TOMOS 1, 11 y 111). 90.-Julia, Julio
Jaime: Un Ciento de los Mejores Sonetos Dominicanos. 91 :-Julia, Julio Jaime: Guzmán
Espaillat El Civilista. 92.~onde Pausas, Alfredo: Abril. 93.-Henríquez Ureña,
Pedro: El Espoñol en Santo Domingo. 94.-8alcócer, Juan Daniel: Diario de Eugenio
Perdomo. 9S.-lora, Silvano: 25 años de Trabojo. 96.-Hem6ndez Fortuna, Arsenio:
Esbozo de lo lucho Juvenil y Popular en América latino. 97.--Galv6n, Manuel de Jesús:
Enriquillo (edición escolar). 98.-Stephen Alexis, Jacques: en un Abrir y Cerrar de Ojos.
99.-Alcóntara Almónzar, José: Testimonios y Prafanociones. 100.-Hem6ndez
Acosta: Carnavá. 101.-8onnelly de Díaz, Aída: En Torno o lo Músico. 102.-Pérez,
Mario Emilio: Estampos de Son Miguel, Década del 50. 103.-Jorge Morel, Alercia:
Aportación o lo Geografía lingüísiica del Caribe e Hispanoamérica. l04.-Te¡era Rosas,
Ramón: Esto Tierra que Somos. 10S.-Valdez, Diógenes: El Silencio del Caracol. 106.-
Garda Terrero, Edmundo: Me Contaron Estos Cuentos. 107.-Restituyo, Antonio: lo
Odisea del Túgamo. 108.~onde, Pedro: Notos Sobre Enriquillo. l09.--Cartagena
Porta latín, Aída: Tablero. 110.-Olaz Grullón, Virgilio: Un Día Cualquiera: 111.-
Valdez, Diógenes: lo Telaraña. 112.-Oore y Cabral, Carlos: Problemas de lo
Estructuro Agrario Dominicano. 113.--García, Ivón: lo Guerra no es Poro Nosatros.
114.-Labourt, José: Sano, Sano, Cufito de Rano. 11S.-Rodríguez Femóndez,
Arturo: Mutanville. 116.-Rodríguez Fem6ndez, Arturo: Subir Como uno Mareo.
117.-Zaglul, Antonio: Despreciado en lo Vida y Olvidado en lo Muerte. 118.-
Machado, Dr. Pablo: Jurisprudencia Dominicano. 119.-Pérez, Mario Emilio: Persona-
jes Migueletes. 120.-Valdez, Diógenes: lucinda Palmares. 121.-Oore y Cabral,
Carlos: Reformo Agrario y luchas Sociales en lo República Dominicano -1966-1978--.
122.-Sónchez, Federico: Boladas. 123.-Oel Risco Bermúdez, René: Cuentos y
Poemas Completos. 124.--<:on prólogo de Silié, Rubén: Sociología .-1ibro básico de
consulto-. 125.-Lara, Erasmo: Psicología Educativo. 126.-lsa Conde, Narciso:
Comunismo Vs. Socialdemocracia. 127.-Stanley Rondón, Avelino y Gómez, Miguel
Angel: Cuentos de Autores Romanenses. 128.--De1 Orbe, Justino José: Mauricio Báez y lo
Clase Obrero. 129.-Riazanof, D.: Marx y Engels. 130.-Mir, PeClro: ¡Buen Viaje,
Poncho Valentínl 131.-Veloz Maggiolo, Marcio: Fértil Agonía del Amor. 132.-
Conde, Pedro y. Calvo, Félix: Problemas de Historia. 133.--Mateo, Andrés L: La Otra
Penélope. 134.-1ntraducción a las Ciencias Sociales.. 135.-Sánchez, Federico:
Alienación y Medios de Comunicación. 136.-Prestol Castillo, Freddy: Pablo Mamá.
137.-Maidánik, Kiva: El Proceso Revolucionaria ele América Latina Visto desde lo URSS.
138.-Stephen Alexis, Jacques: Romancero de las Estrellas. 139.--{:altillo, Efralm:
Currículum. 140.-Peix, Pedro: Las Despajos del Cónclor. 141.-Raful, Tony: Ritual
Oníríco de la Ciudad y Otras Memorias. 142.-Deláncer, Víctor Hugo: P1aneomlenlo,
Educación y Política. 143.--{:artagena Portalatín, Aída: La Tarde que Murió Estefonío.
144.-labourt, José: Trujillo, Seguiré a Coballo. 145.--{:éspedes, Di6genel: Ejerdclo
II.~oemas, 2 Cuentos y Otras. 146.--Dalton, Roque y Conde, Pedro: Toberna y Otros
Lugares. 147.--{:onde Paulal, Alfredo: Ubario. 148.--{:élpedel, Di6gen..: Seis
ensayos sobre poética latinoomericana. 149.-Pérez, Mario Emilio: Recuerdas del barrio de
San Miguel. 150.--Oore y Cabral, Cariol: Interpretación del Proyecto de Ley sobre TIerras
Ganaderas. 151.-8olch, Juan, y Ila Conde, NarcilO: El Problema de las Alianzas.
152.-Veras, Ramón Antonio: Inmigroción-Haitianos-Esclavitud. 153.-Pérez, Mario
Emilio: "Hogar, IFuñío Hogar! 154.--{:uello, José l. y Peynado: Julio: Polémica acerca
de los 4 contratos de la Gulf and Western. 155.--{:altillo, Efralm: Lo Especificidad
Publicitaria y su Adaptabilidad al Entorna Social. 156.--{:élpedel, Di6g_: Esludlos sobre
Literatura, Cultura e Ideologías. 157.-De Galíndez, Jesúl: 5 Leyendas del Trópico.
158.-Alcántara Almánzar, JOlé: Las Máscaras de la Seducción. 159.-Valdez.
Diógenes: Tado Puede Suceder un Día. 16O.-8rea, Ramonina: Ensoyo sobre lo
Formación del Estado Capitalista en la República Dominicana y Haití. 161.--{:uello H., JoM
Ilrael: ¿Qué Era la Resistencia Antilrujillista Interna a la Hora de la Invasión de Cons!onza,
Moimón y Estero Hondo, el 14 de Junio de 19591 162.--{:altillo, Efraim: Inti Huoman OM
Agoin (novela). 163.--001 Santol Uma, Neltor: "La Tercera América". (Ensoyo sobre lo
individualidad continentol e1e1 Brasil). 164.--Oel Caltillo, José: Ensoyo de Sociologío
Dominicona.. 165.--{:oncepcl6n, Nepomuceno: Miermelado. 166.-(AlpecIes, DI6-
genes: Ideas Filosóficas, Discurso Sindical y Mitos Cotidianas en Santo Domingo. 167.-
Estrella, J.R.: Historia Grófica de la República Dominicana. 168.-Veloz Manlolo,
Marcio: La Biografía Difusa de Sombra Castañeda. 169.-lantlgua, Jo. Rafael:
Domingo Morena JIm6nes. BiograHa de un Poeta. 170.--Mir, Pedro: El Hurocón Neruda
(edici6n de lujo). 171.-Vergél, Pedro: 5610 Cenizas Hallarás (balero). 172.-Mella,
William: El Taladro del Tiempo. 173.--Matol Dlaz, Eduardo: Sonto Domingo de Ayer.
Vida, costumbres y acontecimientos. 174.--Morcallé Abreu, Roberto: Sóbado de Sol
Después de las lluvias. 175.--{:uello, Jalé l.: Documentas del Conflicto Domlnlco-Holtlano
de 1937. 176.--Oidiez, Dr. Nellon: Manual Breve de Lengua Creol. Diccionario creoI-
espoño~spañol-creol. 177.-Cuello, Jalé l.: El Partido Comunista Dominicano frente a lo
Intervenci6n militar en Checoslovaquia y en la Conferencia de Partidos Comunistas y Obrero. de
1969. 178.-Cocco de Fillppil, DaYII: Estudios Semi6licos de Poesía Dominicana.

COLECCION DEBATE
1.-Alcualiatl Alvarez, Carlol: Diez Años de fconomla Dominicana. 2.-lla Conde,
Narcilo: Alcoo y Falconbridge: La Ganancia de Dos Pulpos. 3.-Badla, Gilbert: ¿Quién 81
Usted, Sr. Marx? 4.--{:uello H., JOlé Ilrael, y Peynado, Lic. Julio F.: La Gulf and
Western en el Reformismo. 5.--Oore y Cabral, Carlol: Interpretación del Proyecto de Ley
sobre Tierras Ganaderas. 6.-BoICh, Juan e Ila Conde, Narciso: El Problema de las
Alianzas.

Вам также может понравиться