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Para que Colombia empiece a salir realmente del subdesarrollo necesita invertir por
lo menos el 1% del Producto Interno Bruto (PIB) en el desarrollo de la Ciencia, la
Tecnología y la Innovación.
“Un país como Colombia, con una producción científica exigua en el contexto
latinoamericano y mundial, y con una inversión limitada no puede dedicarse a
generar impactos en cien mil áreas, sino que tiene que dedicarse a los temas que
realmente sean los que impacten es sus procesos de desarrollo económico y social”,
advierte Óscar Gualdrón, vicerrector de Investigación de la Universidad Industrial
de Santander (UIS).
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Sin embargo, las áreas prioritarias de investigación no deben ser estáticas en el
tiempo sino ajustarse a los contextos cambiantes globales y locales. Al respecto,
José Luis Villaveces, de la Universidad de los Andes, precisa: “Es la brutal realidad
la que le señala a uno qué es lo que interesa. Si hace 20 años, cuando se creó
el Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, hubiésemos dicho que la telefonía
celular era un área de interés, se habrían ‘toteado’ de la risa. Lo que nos urge es
saber enfrentar los problemas que diariamente se le vienen al país”.
En este contexto, los vicerrectores coinciden en que una de las tareas urgentes
para que la CT+I empiecen a andar es “mirar en detalle cada una de las áreas que
se consideren estratégicas, evaluando lo que existe y a lo que se le debe apostar”,
puntualiza Rafael Molina, vicerrector de Investigación de la Universidad Nacional de
Colombia. Este reto implica mayor formación de capital humano.
Actualmente en Colombia hay cerca de 4.000 doctores, cifra que aún está bastante
lejos de los 40.000 propuestos en 1994 por el Informe de la Misión de Ciencia,
Educación y Desarrollo, conocida como la Misión de Sabios. “Ni siquiera nos
aproximamos al número mínimo con el que deberíamos contar para hacer un
verdadero desarrollo”, asegura el vicerrector Molina. Sin embargo, el objetivo de
formar talento humano requiere también de altos estándares de calidad y
competitividad.
Otro de los retos que los vicerrectores plantean como esenciales tiene que ver con
la articulación de la investigación entre las instituciones de educación superior,
y la generación de redes de colaboración que a su vez vinculen el sistema
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académico con el sector productivo. “Por ejemplo, Colombia tiene una estructura
de medianas y pequeñas empresas con las cuales hay que fortalecer procesos de
transferencia de conocimiento”, señala el Vicerrector de Investigación de la UIS.
“Esta es una semilla que se ha venido cultivando pero que aún no es visible”,
asegura Rafael Molina. En su opinión, “hay que desmitificar que la universidad no
trabaja con la industria. La Universidad Nacional actualmente tiene 850 proyectos
activos en los cuales participan 350 empresas, y 1.300 proyectos de extensión en
los que también están vinculadas 400 empresas. De hecho, en el 60% de los
proyectos específicos que Colciencias le ha financiado a la UN está implicado el
sector productivo empresarial, público o privado”.
Los vicerrectores consideran que para que realmente se pueda hablar de ciencia,
tecnología e innovación, se debe cumplir con la meta de invertir el 1% del PIB en su
desarrollo. El Vicerrector de la UN concluye: “Las universidades representan el
90% de todos los grupos de investigación registrados por el Sistema Nacional
de Ciencia y Tecnología, y han venido haciendo esfuerzos importantes para
apostarle al avance científico del país. Después de dos décadas ya es hora de dar
pasos firmes, pues Colombia no puede seguir rezagada en un tema crucial para su
desarrollo y para el bienestar social y económico de su población”.
Bibliografía
Agencia de Noticias de la Universidad Nacional
http://www.colciencias.gov.co/programas_estrategias