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* Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogado y Notario, Universidad Rafael Landívar. Maestro en
Derecho Civil y Procesal Civil, Universidad San Carlos de Guatemala. Master en Ciencias Forenses, Universidad
de Valencia, España. Doctorando en Ciencias Políticas y Sociales, Universidad de Occidente. Juez de Sentencia
de Quetzaltenango. Organismo Judicial, Guatemala.
Lo anterior es en gran medida consecuencia de dos circunstancias que a
criterio del autor, son causas directas de la presencia de tantos argumentos
sofistas en la ciencia económica:
1) La marcada presencia de intereses egoístas, que llevan a considerar
bueno o valedero solo aquello que beneficia directamente a una persona
en particular o al grupo al cual pertenece, por ende, estas personas
defienden a capa y espada tal política o directriz, tratando de convencer
al resto de la población (con argumentos sofistas cabe decir) de la
justeza de la misma, a efecto que esta goce de aceptación, aún y cuando
en la realidad esto no sea así.
De tanta trascendencia son estos factores que el autor señala que de esto
depende directamente el buen y el mal economista. El mal economista solo
advierte las consecuencias inmediatas o directas de la medida que va a aplicar y
sus efectos en determinado sector; en tanto el buen economista va más allá pues
toma en cuenta los efectos más lejanos e indirectos que dicha medida puede
provocar no solo en un grupo de personas sino sobre todos los grupos.
Referencias
Española, R. A. (14 de 05 de 2019). www.dle.rae.es.