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​ Meiga del Río González

Comentario Crítico: Danza sélfica

El texto a tratar es un artículo llamado ​Danza sélfica​; escrito por Joan Fontcuberta y
publicado en el diario El País el año 2016, trata el nuevo formato de fotografía ​selfie​. Para
ello el autor narra como punto de partida un spot publicitario de cámaras digitales: una
muchacha que pasea por la playa se encuentra un cadáver, y en un estado de alarma y
excitación captura el momento con su cámara digital, y posteriormente con la cámara de su
teléfono móvil.

A continuación, Fontcuberta esquematiza la evolución de la fotografía desde un punto de


vista funcional: se origina como un acto documental mediante el cual se representa un hecho
de la realidad, posteriormente adquiere una función escénica con la que se captura una
intención en el mensaje; y recientemente la fotografía ha adquirido una nueva dimensión que
le otorga el título de postfotografía, en la que se integra la presencia del propio autor como
testigo, imperando incluso por encima del hecho documentado. Es lo que comúnmente se
conoce como ​selfie​ o autofoto. Por primera vez, el fotógrafo se distancia de la cámara y se
incorpora a sí mismo en el marco de captura; supone una modalidad de retrato que oscila
entre la documentación y el narcisismo. Esto no supone necesariamente la expresión de la
sociedad presente como tal, puesto que la egolatría y el narcisismo se encuentran en toda la
Historia del Arte. Sin embargo, el autorretrato a través de los medios digitales de la
actualidad sí ha supuesto un fenómeno novedoso, al funcionar como una herramienta
psicológica que permite al autor regular y lidiar con los sentimientos.

Las cámaras y medios de comunicación actuales permiten a cualquier individuo manipular y


reformular constantemente su propia identidad tal y como se percibe desde el exterior;
generan la tendencia a la autofabricación, no profesional, de fotografías que cada vez más se
distancian de su función de guardar recuerdos, convirtiéndose en mensajes visuales
instantáneos. Por otra parte, el aspecto pandémico del ​selfie​ en la actualidad implica la amplia
diversificación de las motivaciones detrás de una fotografía. Basándose en la asociación de la
fotografía analógica con la belleza e inmortalidad de los elfos, el autor termina el artículo
acuñando el término “sélfico” para apelar a esta nueva modalidad que, lejos de ser una moda,
se ha incorporado definitivamente al terreno de la fotografía y el retrato.

El texto es interesante por la relevancia del tema que se analiza en todos los aspectos; no solo
en el ámbito artístico sino también en el social, económico y político. El uso de un
sorprendente spot de cámaras digitales como punto de partida resulta ameno y propicia una
fácil inmersión en el tema a tratar. En la justificación de la importancia histórica que se hace
del ​selfie​ como elemento rupturista, es llamativo y convincente cómo describe el autor
físicamente el distanciamiento del fotógrafo y la cámara. Otro punto de especial interés en el
texto es la expresión de identidad, como algo que ha evolucionado de lo intelectual a lo
superficial con la fotografía, y a algo más dinámico y manipulable con la postfotografía.

En cuanto a la importancia del ​selfie​ como modelo innovador, en realidad, conceptualmente


no se trata más que de una adaptación a los tiempos y tecnologías actuales del autorretrato.
Ciertamente, la aparición y el apogeo del selfie en la actualidad no refleja una sociedad más
narcisista que antes, sino que simplemente es consecuencia directa del acceso masivo a las
nuevas tecnologías. Éstas permiten capturar y compartir imágenes reales instantáneamente,
ya sean autorretratos, retratos de mascotas o fotos de comida. Partiendo de esto, la conclusión
es que el narcisismo es inherente a internet. Como usuario activo, desde el momento en que
decides publicar tu comentario, fotografía o vídeo; te estás exponiendo ante todos los
usuarios del mundo. A priori, no hay límites de privacidad. La herramienta saca a relucir la
parte más narcisista del usuario.

Las redes sociales son espacios de internet diseñados para compartir contenidos, en una
comunidad que se construye por mutuo acuerdo de los usuarios. Tomando el ejemplo más
presente a día de hoy, la red Instagram funciona principalmente como un escaparate de
contenido fotográfico. Lo más predominante no es contenido artístico, sino capturas de
experiencias y del entorno personal; como una suerte de ​reality show​ a medida. No
necesariamente son todas las imágenes ​selfies​ tal y como las define el autor, estas imágenes
personales pueden mostrar el salón de tu casa, el libro que estás leyendo, o la película que
estás viendo. Técnicamente no son autofotos porque el autor permanece detrás de la cámara,
y sin embargo genera en el espectador el mismo efecto. Debiera ampliarse el término ​selfie,​ o
crearse un término más genérico que incluya todas estas fotografías personales, sin pretensión
artística y carentes de interés común; imágenes que sustentan el funcionamiento de redes
sociales en las que no valoras el contenido de la imagen, sino a la persona que la publica.

En conclusión, los avances tecnológicos están permitiendo un nuevo uso de la fotografía,


impensable hasta hace relativamente poco tiempo. Lo realmente significativo del artículo de
Fontcuberta es el debate que plantea sobre la naturaleza humana. Somos potencialmente
narcisistas, y hasta cierto punto irresponsables con el uso que hacemos de las cosas que nos
rodean. Todo nuevo descubrimiento nos provoca excitación, incertidumbre y ansiedad en
función del individuo y la experiencia de uso; así que para analizar objetivamente este
fenómeno habrá que esperar.

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