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El texto a tratar es un artículo llamado Danza sélfica; escrito por Joan Fontcuberta y
publicado en el diario El País el año 2016, trata el nuevo formato de fotografía selfie. Para
ello el autor narra como punto de partida un spot publicitario de cámaras digitales: una
muchacha que pasea por la playa se encuentra un cadáver, y en un estado de alarma y
excitación captura el momento con su cámara digital, y posteriormente con la cámara de su
teléfono móvil.
El texto es interesante por la relevancia del tema que se analiza en todos los aspectos; no solo
en el ámbito artístico sino también en el social, económico y político. El uso de un
sorprendente spot de cámaras digitales como punto de partida resulta ameno y propicia una
fácil inmersión en el tema a tratar. En la justificación de la importancia histórica que se hace
del selfie como elemento rupturista, es llamativo y convincente cómo describe el autor
físicamente el distanciamiento del fotógrafo y la cámara. Otro punto de especial interés en el
texto es la expresión de identidad, como algo que ha evolucionado de lo intelectual a lo
superficial con la fotografía, y a algo más dinámico y manipulable con la postfotografía.
Las redes sociales son espacios de internet diseñados para compartir contenidos, en una
comunidad que se construye por mutuo acuerdo de los usuarios. Tomando el ejemplo más
presente a día de hoy, la red Instagram funciona principalmente como un escaparate de
contenido fotográfico. Lo más predominante no es contenido artístico, sino capturas de
experiencias y del entorno personal; como una suerte de reality show a medida. No
necesariamente son todas las imágenes selfies tal y como las define el autor, estas imágenes
personales pueden mostrar el salón de tu casa, el libro que estás leyendo, o la película que
estás viendo. Técnicamente no son autofotos porque el autor permanece detrás de la cámara,
y sin embargo genera en el espectador el mismo efecto. Debiera ampliarse el término selfie, o
crearse un término más genérico que incluya todas estas fotografías personales, sin pretensión
artística y carentes de interés común; imágenes que sustentan el funcionamiento de redes
sociales en las que no valoras el contenido de la imagen, sino a la persona que la publica.