Вы находитесь на странице: 1из 7

Instituto

cultural
Jaques Delors

Proyecto: La Vida Breve

Materia: español
Maestra: Lucia Elizabeth
INTRODUCCION

Aparecida en la editorial Sudamericana en 1950, La vida breve es, tal


vez junto con El astillero, la novela más importante de Juan Carlos
Onetti. Juan María Brausen, el protagonista de esta magnífica novela,
escapa de su realidad para construir otra realidad en la que acabará
residiendo. Buenos Aires y Santa María son los espacios en los que
transcurre la narrativa, pero es precisamente Santa María la
construcción esencial sobre la que recae buena parte del peso
narrativo de la obra. Ciudad mítica y ficticia, Santa María (lugar que
volverá a ser muchas veces el lugar de las historias de Onetti: El
astillero o Juntacadáveres, por ejemplo) es el lugar incierto donde
ocurren los acontecimientos, el espacio casi onírico en el que
protagonista se debate entre la identidad y la ausencia de la propia
identidad, asunto este a través del que el autor sondea el destino del
ser humano, entrando hasta el fondo más hondo de la cuestión.
La Vida Breve
La vida breve (Sudamericana, 1950) es una novela del escritor uruguayo Juan
Carlos Onetti, cuya acción se desarrolla, básicamente, entre Buenos Aires y la
mítica Santa María — ciudad ficticia y casi onírica, que es creada en esta novela y
en la que transcurren, también, "El astillero" (1961) "Juntacadáveres" (1964) y
gran parte de su narrativa.

Tal es el primer objetivo de La vida breve, lo que podríamos llamar su "tema".

La arquitectura razonada del libro dirige el orden de los acontecimientos hacia esa
demostración: Juan María Brausen, redactor publicitario, recibe el encargo de
escribir un guión de cine con personajes ordinarios, por no decir mediocres, que
correspondan a cierto término medio social, psicológico, moral.

Al principio, las motivaciones de Brausen son puramente financieras, pero al cabo


de cierto tiempo el estrecho mundo imaginario que empieza a organizar
mentalmente, cuyo primer elemento es un médico que está mirando por la ventana
de su consultorio la plaza de una pequeña ciudad de provincias, poco a poco va
desarrollándose hasta convertirse en la ciudad de Santa María, con sus
habitantes, su colonia, su historia.

Al promediar la novela, el encargo del guión queda sin efecto; pero las
consecuencias que ha desencadenado son no solamente irreversibles, sino que a
medida que el libro avanza, el pequeño mundo que Brausen ha creado se va
instalando en la trama del relato y el referente, y sugiriendo una suerte de
intercambiabilidad de esos dos planos y de muchos otros que se van desplegando
en la novela.

Así, Brausen, que además de ese mundo imaginario, creado al principio por
encargo, adopta una segunda personalidad -Arce-, llevando una doble vida con
una prostituta, cuando se ve obligado a huir de Buenos Aires, sus pasos, a través
de itinerarios misteriosamente complicados, lo llevan hasta la plaza de Santa
María, la misma que el doctor Díaz Grey, al comienzo del guion inconcluso, está
mirando por la ventana de su consultorio.

Narrativamente hablando, la intercambiabilidad de esos planos -Buenos Aires,


Santa María, Brausen, Arce, Díaz Grey y las otras múltiples variantes descriptivas,
identitarias, fácticas, que introduce, sugiere o insinúa el texto- termina anulando la
posibilidad de juzgarlo desde el punto de vista del determinismo realista, pero el
plano imaginario que va ganando al relato, ocupándolo, hasta obligar al relato y a
sus personajes a "mudarse adentro", como sucede con el zapallo de Macedonio
Fernández que no termina nunca de crecer, no tiene ni la más mínima sombra de
afinidad con los tópicos, los procedimientos o las intenciones de la literatura
fantástica.

El mundo de Onetti, objeto material y mental como todo gran texto de ficción, es
una creación autónoma que resulta de una estrategia narrativa totalmente inédita.

Cada relato, decía entonces, tendrá en La vida breve su ritmo y sus exigencias,
pero dos de ellos, al menos, irán progresivamente acercándose.

Brausen inventa al médico Díaz Grey, su personaje en la ficción de Santa María.


Brausen también inventa a Arce, su personaje en una realidad ficcional que, acaso
por ese mismo hecho, comienza a perder el status de realidad esperable (bajo la
piel de Arce, Brausen entabla relaciones con la Queca, una prostituta que ocupa el
departamento contiguo al de la pareja Brausen-Gertrudis, sin enterarse jamás [la
mujer] de que su nuevo amante ha sido siempre su vecino).

Díaz Grey es alter ego de Brausen, Arce es alter ego de Brausen.

En ambas historias muere una mujer que es deseada: Elena Sala, amada por el
doctor, se suicida (una sobredosis de morfina, probablemente); la Queca,
codiciada por Arce y su envilecimiento es asesinada por Ernesto, quien frustra las
tentativas homicidas del propio Arce.

Estas correspondencias entre los dos relatos (no son las únicas, por otra parte)
van conectando sus dos vías, y lo harán –como se verá enseguida– hasta
desdibujar los límites entre realidad y ficción (Saer, en el artículo citado, considera
este aspecto como una reelaboración virtuosa de viejos temas cervantinos y
calderonianos).

¿Qué nos propone, en definitiva, La vida breve? ¿Qué otra cosa que una profunda
reflexión acerca de la importancia que los relatos tienen para el hombre, acerca de
cómo el escritor se funda en fragmentos para construir los mundos ficcionales,
acerca de cómo cualquier hombre sólo cuenta con ellos (fragmentos) para
construir su historia?

Si en Las mil y una noches Scheherazada evita que el rey Schahriar la ejecute
contándole historias que lo mantienen suspenso y embelesado, en La vida breve,
análogamente, “contar” es multiplicar la vida, prolongarla, extender la nimia
existencia cotidiana, trastocar el destino escrito por otros Bráusenes (todos los
Bráusenes que anteceden a Juan María, e incluso él mismo, no son otra cosa que
“moldes vacíos, meras representaciones de un viejo significado mantenido con
indolencia, de un ser arrastrado sin fe entre personas, calles y horas de ciudad,
actos de rutina”

El pasaje quizás más sorprendente del texto es aquel a partir del cual,
verdaderamente absorto, el lector comprende que Brausen y Ernesto se han
largado a Santa María, el lugar imposible (recordemos que Santa María era una
invención de Brausen en tanto escritor).

Pero es que Brausen es Brausen-Arce, un ser modulado por el ejercicio ficcional,


ni enteramente de carne ni enteramente de papel.

Con evidente ironía, el propio Onetti hace de sí mismo un personaje que


comparte, por breve tiempo, la oficina con Juan María Brausen.

Y aquí aparece otra correspondencia interesante: la relación entre Brausen y


Onetti-personaje no está exenta de desconfianza, acaso la misma desconfianza
que lleva a los sanmarianos reunidos en una confitería a rechazar la presencia de
Arce y Ernesto en el mismo salón (debido a la reticencia del mozo, los visitantes
deberán ocupar una mesa en el primer piso, cenar separados de los moradores
del lugar).

El rechazo y la desconfianza parecen aludir a la condición de autor que tanto


Onetti como Brausen ostentan: si los escritores no ponen límites a sus relatos, los
personajes –exhibiendo su creciente autonomía– se ocupan de señalar la
inconveniencia de que un autor u otro transgreda más de la cuenta las
posibilidades narrativas.

Nueva ironía, Brausen-Arce cena arriba –en el lugar de Dios– y presencia una
nueva colección de fragmentos que habrán de convertirse, tiempo después, en
trama de la novela Juntacadáveres.

Por todo esto, La vida breve puede leerse, por una parte, como culto rendido a
uno de los más esenciales aspectos del hombre: el acto de narrar; por otra parte –
diría Saer– como una moderna y apasionada reelaboración del tema cervantino
por excelencia: la realidad de la ficción.

En el capítulo final, si bien la ficción ha desplazado al resto, ocupando por decir


así enteramente el terreno, sentimos sin embargo que los personajes y los
acontecimientos que la constituyen son un eco deformado de las criaturas y de los
hechos que integraban los otros planos, que el relato ha superado o subsumido
más bien en la ficción presente, la cual, sin la menor duda, es para el lector la
única "realidad": la novela que, sirviéndose del soporte material del texto,
construye la realidad soberana de la ficción.
CONCLUSION
La vida breve, de Juan Carlos Onetti, es un texto representativo de esta nueva
forma de narrar puesto que se aleja de los modos de representación de la novela
clásica, basando sus resultados y procedimientos en un cierto uso particular del
montaje a través del cual expresa la posibilidad de una nueva coherencia cuyo
soporte no está exclusivamente fundado en términos de progresión lineal y
continua de los acontecimientos que configuran la historia. Esta evoluciona a partir
de aproximaciones parciales a los hechos y a los personajes, por lo que el
desenvolvimiento de lo narrado se vuelve complejo y ambiguo.

«Las novelas y cuentos de Onetti son las piedras de fundación de nuestra


modernidad. A todos sus descendientes nos dio una lección de inteligencia
narrativa, de construcción sabia, de inmenso amor a la imaginación literaria.»
Carlos Fuentes.

Вам также может понравиться