Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
1
Estudiante de séptimo semestre de Licenciatura en Español y Literatura. Este trabajo fue escrito durante un
semestre de intercambio en la Universidad de Buenos Aires, en la materia Literatura latinoamericana
acompañada por el profesor Lucas Adur.
“Se vive con la esperanza de llegar a ser recuerdo.”
-Antonio Porchia
Muchos dicen que el mundo no está hecho de átomos, que el mundo está hecho de historias,
pero olvidaron precisar que esas historias no son otra cosa que el pasado que nos pisa los
talones, ese a veces terrible y nostálgico ayer que da sentido al presente. Si pretendiera definir
al ser humano ahora mismo, diría que es un animal que recuerda y que es humano en tanto
que puede pensar su vida en retrospectiva. Tal vez por eso Porchia sugiere que la vida se
resume en el deseo de que otro nos recuerde, como si la existencia sucediera justo en el
Felisberto Hernández entendió eso, sospechó que estamos hechos de recuerdos y quiso
construir a pulso y con piedras ásperas un museo de tres pisos en el que fue acomodando y
exponiendo a sus recuerdos, sus libros. El primer piso de aquel museo heteróclito y variopinto
recibió el nombre de Libros sin tapas; el segundo piso se llamó el Memorialista; y el último
piso fue bautizado como Nadie encendía las lámparas. Así cada tesela expuesta, cada libro
que hizo lugar allí fue una tentativa por hacer de las palabras el material con el cual construir
el caos de las reminiscencias, declarar la vida de los objetos, la enajenación de los hombres y
Tras leer al uruguayo y escuchar diversas opiniones que discurren sobre si sus escritos son
solo relatos o si adquieren una corporeidad cuentística (artística), si son textos rigurosamente
trabajados o como muchos consideran, solo son un producto de revelaciones espontáneas casi
concepto del cuento que además de ser muy particular, distinto y casi sin igual (un tipo de
poética anómala fragmentaria, escindida, una poética tomada2 por una sensibilidad extraña),
muestra un oficio de escritura muy consciente que han pasado por alto. Me refiero a una
Por esas razones, este texto es una tentativa por evidenciar en sus ficciones características y
recursos constantes que modelan su estilo y que en últimas son las paredes y estantes que
cuento de escritores como Cortázar y Piglia3. Luego, establezco un diálogo entre algunos
del uruguayo. Al terminar, cierro con un par de conclusiones que apuntan a definir la poética
La idea sobre el cuento que tiene Julio Cortázar es sumamente estricta y minuciosa, severa,
como él mismo lo decía. Llegó a comparar al cuento con una esfera porque “es algo que tiene
un ciclo perfecto e implacable; algo que empieza y termina satisfactoriamente como la esfera
en que ninguna molécula puede estar fuera de sus límites precisos” (González, 1979:35).
Desde esta perspectiva quiero pensar ahora los cuentos de Felisberto y me parece que no
cabrían en dicha concepción, pues este se opone a ese tipo de “perfección”. Los cuentos del
uruguayo no son circulares, al contrario, pertenecen a otro orden, los rige una lógica caótica y
onírica, de ciclos fragmentados que cortan cualquier intento de totalidad. Si tuviese que
2
Como en el cuento Casa Tomada de Julio Cortázar, la poética de Felisberto puede leerse como una poética
tomada por seres extraños y maravillosos.
3
Al poner en evidencia las grandes diferencias que existen entre las concepciones de cuento de los escritores
argentinos y el uruguayo, no pretendo quitar valor o genio a los primeros.
construir una imagen que sirviera de metáfora de su literatura, se me ocurre una matrioshka,
una muñeca rusa que como bien se sabe, es un objeto hueco que al abrirse contiene otra
muñeca y esa contiene a otra y tal sistema se continúa hasta un determinado número. Así, en
la obra de Felisberto existe un espacio en blanco y negro, misterioso, en el que a medida que
uno abre sus libros, ingresa y atraviesa el ambiente nebuloso que él deliberadamente
construyó, se encuentra con fracciones de otras historias, de otras situaciones que forman un
cuento pero al tiempo son muchos cuentos. Ya lo dijo Saer sobre Tierras de la memoria:
En cuanto a Piglia, en su Tesis sobre el cuento propone que “la historia secreta es la clave de
la forma del cuento y de sus variantes” (2000:108). ¿Podría considerarse que en Feliberto hay
una historia encriptada? No, me parece que el universo felisbertiano es casi transparente e
inocente, no oculta otra historia sino que mira al mundo de soslayo, pero de esto me ocuparé
más adelante. Su literatura ha sido calificada de “esotérica” pero eso se debe más a que se nos
hace imposible comprender la atípica sensibilidad que emana de sus personajes narradores y
no a una clase de construcción laberíntica que pretenda ocultar al lector partes de la historia
que al final dotan de sentido a todo el cuento, como es el caso de Borges o del mismo
Cortázar. De hecho, sobre los comienzos y los finales de Hernández hay mucho que decir.
Los inicios de sus cuentos tienen como característica principal que empiezan con una
casual, la fórmula que se repite es: una noche, en una ciudad, una tarde, hace mucho tiempo…
Por ejemplo, El balcón, inicia así: “Había una ciudad que a mí me gustaba visitar en verano”
claramente el tiempo y el espacio del cuento, tal vez sugiere que puede ser cualquiera el lugar
y cualquiera el día en que sucede. Los finales están, al igual que los inicios, dotados de una
indeterminación; como si esos cuentos aún se estuvieran escribiendo, como si el porqué del
cuento no fuese preciso ni persiguiera un objetivo en línea recta. Parece que el narrador solo
lo mira de soslayo mientras la narración se aleja en dirección contraria sobre aguas vacilantes.
Recuerdo nuevamente a Piglia cuando dice: “Los finales son formas de hallarle sentido a la
experiencia” (2000:109). Y una vez más, Felisberto se opone a dichas ideas, pienso por
ejemplo en el final de Por los tiempos de Clemente Colling: “Ahora recuerdo a una de las
longevas, la que salía a hacer visitas. Tenía un agujero grande en un lugar del tul; y cuando
venía a casa se arreglaba el tul de manera que el agujero grande quedara en la boca. Y por allí
metía la bombilla del mate” (Hernández, 2015:208). ¿Qué sentido atribuirle a esas últimas
frases? Lo único, que se puede agregar al respecto es que el funcionamiento sigue siendo el
fluctuar de la memoria.
En este punto, quiero ocuparme de los personajes de los cuentos de Felisberto, para luego,
continuar con sus procedimientos narrativos. Los personajes del uruguayo, suelen ser
aparecen como sujetos artistas, que están iniciando su carrera, u obreros que en cierto modo
Lespada agrega: “Desde las primeras líneas el personaje está definido por la carencia y el
como sujetos alienados y fragmentados y ese tipo de extrañamiento está estrictamente ligado
4
Es importante resaltar que aunque en pocos, hay cuentos en los que el personaje principal es un burócrata,
alguien acomodado que como los personajes desacomodados, presenta ciertas rarezas.
comprendieran toda su poética, porque es justo esa anomalía y sensibilidad particular de los
Ana María Barrenechea, en su trabajo sobre el cuento La cara de Ana, agrega lo siguiente:
con imaginaciones marginales. Juega entre fingirse parecido y no serlo: juega con
comportarse en forma diferente o dejarse arrastrar por los demás con ingenuidad, con
sorna, o con falsía, con tempos diversos y encontrados. Como en otros textos jugará
Esto último me conduce a pensar en otros personajes en los que también aparece la misma
fórmula, la del sujeto encerrado en sí mismo, incomprendido y solo; tal es el caso del cuento
El cocodrilo, un pianista que utiliza su llanto para vender medias de mujer. Hay otro aspecto
importante que menciona Berrenechea y son los juegos de Felisberto, misteriosos o raros, los
cuales son la causa de que se le califique de escritor fantástico. Esos juegos o dinámicas
pueden resumirse en sus búsquedas por cosificar a los humanos y animar a los objetos. Es
decir, en varios relatos, los personajes humanos se confunden con objetos o animales, como
en La mujer parecida a mí, este cuento empieza así: “Hace algunos veranos empecé a tener la
idea de que yo había sido caballo” (2015: 324). Y termina: “No sé bien cómo es que me fui.
Pero por lo que más lamentaba no ser hombre era por no tener un bolsillo donde llevarme
aquel retrato” (2015: 332). Por su parte, en aquel juego los objetos adquieren significados y
sensibilidades humanas, los dota casi de una consciencia que perturba a veces a los personajes
del cuento. Es importante aclarar que, esa perturbación no nace de un extrañamiento por el
comportamiento anómalo de esas cosas pues, en la lógica del cuento, eso resulta
completamente natural; me parece que la incomodidad surge por otras razones, como si los
objetos fuesen testigos y jueces de aquella vida. En El caballo perdido se evidencia esto:
Una de las veces que la miraba [a la mujer del cuadro], fui llamado, no sé cómo, por la
mirada del marido [también parte de la pintura]. Por más que yo lo observaba de reojo,
un lugar a otro de la sala y tropezaba con una silla, sus ojos se dirigían al centro de mis
Y aquel juego mencionado, que guarda ese misterioso actuar de las personas y los objetos en
el mundo felisbertiano, está sujeto de algo que algunos han llamado mirada al sesgo y otros
como Silvia Molloy en su trabajo Tierras de la memoria: la entreapertura del texto, lo han
definido como “un entreabierto”. Con esto, se refiere al tratamiento que hace el autor de
algunos temas, a esa mirada a medias, oblicua que desvía el foco del referente, dejando en el
lector a penas un vago aroma. Este tratamiento aparece sobre todo, cuando el tema tratado
está ligado al erotismo y al descubrimiento de la sexualidad. Por eso sus escritos están
dotados de un cierto velo blanco, que aunque inocente y sutil, cuando uno se acerca a ellos, se
Gustavo Lespada, se refiere a esa mirada de soslayo típica de las creaciones del urugayo,
[…] permite reemplazar las inocuas «fundas» de la primera oración por las
de la catacresis «patas» (de los muebles) como si fuesen piernas de una femenina
imagen pasada pero continua, una vez más un intento por sugerir que aún todo está siendo
escrito) y del yo narrador (personaje-narrador en primera persona) que posibilita mirar más a
fondo a los sujetos expuestos en su museo y construir una cierta cercanía con estos. Los
contraposición entre lo concreto y lo abstracto y las metáforas narrativas a las que se refiere
Juan José Saer. Me ocuparé sobre todo de esta última figura retórica ya que resulta
Para Saer, dicho procedimiento cosiste en: “la metáfora excede cuantitativamente el tamaño
entonces a la transgresión de y con la metáfora, en la medida en que esta no es solo una figura
o un símil sino que se extiende en el relato, a veces pasando a ser casi un actante. Es en ese
obra sino como lugar o forma de expresión y construcción de una realidad, suponiendo que
ese lugar sea el hecho lingüístico, el espacio de encuentro de la palabra. Cuando me referí a la
construcción de los personajes, expresé que este autor no puede ser situado en lo fantástico
porque en su obra, cuando suceden esos rompimientos a los que puede atribuírsele alguna
cualidad fantástica, estos no surgen con la intención de causar algún tipo de inquietud o
extrañamiento de los personajes sino que esos elementos resultan ser una extensión del
personaje (como la luz que poseía el acomodador) o una proyección de sus preocupaciones o
incertidumbres emocionales. Sobre esto, María Chiara D’ Argenio dice que: “Las atmosferas
sobrenaturales tienen su raíz en la modalidad misma de la narración. No se producen rupturas
radicales, desdoblamientos, o viajes en el tiempo, sino que las palabras constituyen un velo
que impregna aparentemente la realidad, como una niebla confusa, soñada, inexplicable”
(2006:397).
Traigo las líneas finales del cuento El vestido blanco, que mucho hablan de la belleza de la
con lo humano: “Pero lo abrí [un roperito]. Sin querer me quedé quieto un rato. La cabeza
también se me quedó quieta igual que las cosas que había en el ropero, y que un vestido
blanco de Marisa que parecía Marisa sin cabeza, ni brazos, ni piernas” (Hernández, 2015:95).
surge de la búsqueda de escribir sobre eso otro, sobre eso que no sabe y que permanece oculto
usos de los típicos recursos narrativos (como la metáfora a la que vuelve narrativa) y la
personajes y de la forma en la que estos perciben el mundo. Cierro con una breve registro de
esas cualidades evidenciadas que configuran su visión sesgada del cuento, de su poética
resultan tácticas narrativas y constitutivas de los personajes; orden abierto, no siempre lineal y
que padecen curiosas manías; ambientes oníricos y nebulosos; lenguaje simple con tendencia
a lo poético, cargado de sentidos ambiguos y ventanas entreabiertas, con repeticiones de
espacios imprecisos y vagos; y lo humano como parte de la misma naturaleza de los objetos y
animales. En resumen, esas son las propiedades de su literatura, allí reside su genio y su
extraordinaria capacidad creadora. Me parece que si hay alguien digno de llamarse Cronopio,
ese sin lugar a dudas es Felisberto Hernández por sus enormísimas creaciones, por su museo
de la memoria, que resulta tan ligero como la sustancia de los sueños y tan extraño,
Referentes bibliográficos:
-Molloy, Sylvia (1982). Tierras de la memoria: la entreapertura del texto. Escritura: Revista
de Teoría y Crítica Literaria, n.º 7 (13-14), pp. 69-93.
-Saer, Juan José (1977). Tierras de la memoria en Alain Sicard (éd.), Felisberto Hernández
ante la crítica actual. Venezuela, Monte Ávila Editores.