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) rqueología Histórica en

Los Desafíos del Siglo XXI


FICHA CATALOGRÁFICA
CONTENIDO

Arqueología Histórica en América del Sur; Los desafíos del siglo XXI ........... 5
Pedro Paulo Funari y Andrés Zarankin

Conflicto e interpretación en Palmares ............................................................... 11


Pedro Paulo A. Funari

Discursos ilustrados y sociedad moderna en las colonias


españolas de Patagonia ........................................................................................ 29
María Ximena Senatore

Entre Arqueología Histórica e Historia Ambiental: Resignificando


el paisaje volcánico y las reocupaciones culturales en la región
cafetera de la cordillera central colombiana ..................................................... 55
Carlos Eduardo López Castaño y Martha Cecilia Cano Echeverri

Arqueologia e Historia: Estudio de un poblado Jesuítico


en Rio de Janeiro ................................................................................................... 71
Nanci Vieira De Oliveira

Arqueología de una villa operaria del siglo XIX en San Pablo ...................... 91
Cláudia Plens

Dandies en Bogotá: Industrias para la civilización y el cambio,


siglos XIX y XX ..................................................................................................... 103
Monika Therrien

Hacia una Arqueología Histórica Latinoamericana ....................................... 127


Andrés Zarankin
ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN AMÉRICA DEL SUR;
LOS DESAFÍOS DEL SIGLO XXI

Pedro Paulo Funari y Andrés Zarankin

La Arqueología Histórica en Sudamérica ha venido creciendo de manera acelerada


desde mediados de la década de 1980, proceso que se potencializó a partir de 1990.
Este crecimiento se refleja en la creación de diversos proyectos de investigación, sobre
diferentes problemas y regiones, el desarrollo de cursos y materias específicas, así
como la multiplicación de reuniones y encuentros nacionales e internacionales. Otra
constante ha sido la gran cantidad de libros (y artículos) publicados, sobre esta temática,
por investigadores de América del Sur (en español, portugués e ingles), como por ejemplo,
Cultura Material e Arqueología Histórica (Funari 1998), Arrabal Novo do Bom Jesus
(Albuquerque y Lucena 1997), Espaço Privado e Vida Material em Porto Alegre no
Século XIX (Symanski 1998), Sed Non Satiata: Teoria Social en la Arqueología
Latinamericana Contemporanea (Zarankin y Acuto 1999), Archaeology of Buenos
Aires (Schavelzon 2000), Arqueología de Rescate en el Banco Central de la Republica
Argentina (Weissel et.al 2001), A faiança fina em Porto Alegre (Tocchetto et al, 2001),
Arqueología da Sociedade Moderna na America do Sul (Zarankin y Senatore 2002),
Arqueologia e reconstituição monumental do Parque Estadual de Canudos (Zanettini
2002), Paredes que Domesticam: Arqueologia da Arquitetura Escolar Capitalista; O
caso de Buenos Aires (Zarankin 2002), entre varios otros

A pesar de la multiplicación de temas y trabajos en Sudamérica, la discusión sobre


los principios teóricos que definen una arqueología histórica propia de esta región, apenas
han sido tratados en unos pocos trabajos (Funari 1997, Andrade Lima 2002, Senatore y
Zarankin 2002).

De manera general podemos decir que la Arqueología Histórica Sudamericana ha


importado modelos generados por el mundo anglosajón, y por medio de éstos marcos
explicar las dinámicas de sus propias sociedades. Sin embargo, muchas veces esta
extrapolación de modelos pensados para dar cuenta de procesos que ocurren en otras

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ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN AMÉRICA DEL SUR; LOS DESAFÍOS DEL SIGLO XXI

regiones (consideradas centrales desde los modelos hegemónicos), termina por oscurecer
y distorsionar interpretaciones sobre culturas y grupos diferentes (como pueden ser las
sociedades latinoamericanas). Así surgen cuestiones que actualmente están siendo
debatidas, como por ejemplo si es posible y adecuado hablar de grupos burgueses –
según su definición tradicional- en Latinoamérica con anterioridad al siglo XX?, o por
otra parte cuán valido es tomar como parámetros para hablar del mundo moderno lo
que está sucediendo en los centros de expansión?, será que no existen otras formas de
modernidad que no sean las definidas desde los sistemas centrales? Todas estas
preguntas merecen que sea generado un espacio de discusión que nos ayude a reflexionar
sobre aquellas particularidades que hacen a la historia de nuestras sociedades
latinoamericanas y vuelven necesario construir una Arqueología Histórica de
Sudamérica, o mejor aun de «Latinoamérica».

La realización de congresos y reuniones entre colegas sudamericanos y


latinoamericanos, son una forma concreta de ir construyendo un espacio consensuado
y pluralista desde el cual construir una arqueología con identidad propia. Probablemente
este sea uno de los mayores desafíos que debamos encarar como arqueólogos. En este
sentido los «Encuentros Internacionales de Teoría Arqueológica en América del Sur» -
único espacio latinoamericano orientado específicamente hacia la discusión y producción
de teoría en arqueología-, realizados en Brasil (Vitoria, 1998), Argentina (Olavarría,
2000) y Colombia (Bogota, 2002), reflejan tanto el creciente interés por el campo de la
Arqueología Histórica, como por la construcción de una identidad propia.

Este libro es resultado del Simposio «Arqueología Histórica en América del Sur; los
desafíos del siglo XXI», realizado en el marco de la III Reunión Internacional de Teoría
Arqueológica en América del Sur (Septiembre de 2002, Universidad de los Andes,
Bogota). Los distintos artículos que lo componen buscan discutir desde diversos enfoques
y posiciones, que van desde reflexiones teóricas a análisis de casos de estudio, los
múltiples desafíos y asignaturas pendientes a los que debe enfrentarse la Arqueología
Histórica en esta región del mundo.

LOS ARTÍCULOS

Los artículos en este libro, buscan profundizar la «genealogía» de la sociedad moderna


en Latinoamérica (Senatore y Zarankin 2002). Para ello se proponen rastrear las
conexiones históricas que brindan los contextos dentro de los cuales interpretar los
cambios en las prácticas sociales, a través del estudio de la cultura material (Funari
1998). Esta posición implica principalmente una visión crítica de los procesos históricos
que generaron sociedades asimétricas y dependientes. En otras palabras, los artículos

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Pedro Paulo Funari y Andrés Zarankin

aquí presentados buscan entender esta dinámica perversa, cuyos resultados son palpables
en nuestra cotidianeidad (exclusión, pobreza, hambre, injusticia, entre otros).

Por otra parte, si bien los artículos se encuentran ligados por la búsqueda de una
Arqueología Histórica Latinoamericana, son claramente heterogéneos en cuanto al
enfoque del problema y en su ubicación espacio-temporal (por ejemplo emplean marcos
procesuales o posprocesuales, trabajan en países como Colombia, Brasil o Argentina y
con un rango temporal variable (siglos XVII, XVIII, XIX y XX). Concluimos entonces
que probablemente una de las características de la arqueología histórica en la región
sea su pluralidad, su amplitud y su flexibilidad para combinar diferentes visiones (incluso
de ideas consideradas por muchos como opuestas e irreconciliables).

El libro esta compuesto por 7 artículos y una introducción, siendo 3 producidos por
arqueólogos brasileños, 2 por colegas de Colombia y otros 2 por investigadores argentinos:

Pedro Funari parte de la premisa de que la sociedad se encuentra en una constante


tensión, caracterizada por luchas y conflictos. Precisamente Funari plantea que la cultura
material es una vía valida para entender estas dinámicas. Los asentamientos de esclavos
huidos (Cimarrones), como es el caso de Palmares durante el siglo XVII, funcionan
como caso de estudio en el que el autor demuestra la riqueza de trabajar con grupos de
personas «excluidos de la historia». Al mismo tiempo y tomando a la historia de Palmares,
Funari discute la complejidad y subjetividad de la interpretación arqueológica en la
construcción del pasado.

M. Ximena Senatore estudia el proyecto social implícito en el plan de colonización


española de la costa patagónica en el siglo XVIII. Centra su atención en la colonia de
Floridablanca (1780-1784) e interpreta la estructura de los listados de los pobladores y
el plano del poblado -conocido a partir de la arqueología- como representaciones
materiales de los discursos de la Ilustración. A partir de su análisis propone que en
Patagonia se ensayó una forma novedosa de ordenamiento del mundo social que proclama
la «Igualdad» de los hombres como ideal, pondera a la comunidad agrícola y entiende a
la familia patriarcal, occidental y moderna como pilar de la estructuración social.

Nancy Vieira de Oliveira busca analizar el proceso histórico de interacción entre


las poblaciones indígenas y los grupos jesuitas a través del tiempo. Dejando de lado
conceptos como grupo cultural o aculturación, la autora propone un abordaje más amplio
y flexible en el que etnicidad y conflicto son los ejes centrales sobre los que desarrolla
su discusión. Como caso de estudio trabaja sobre el poblado jesuítico de San Bernabé
(siglos XVII y XVIII, Rio de Janeiro-Brasil)

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ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN AMÉRICA DEL SUR; LOS DESAFÍOS DEL SIGLO XXI

Carlos López Castaño y Martha Cano Echeverri se proponen desarrollar en la


región cafetera de la cordillera central colombiana, un acercamiento crítico -desde la
arqueología- de los discursos del pasado presentados como «verdaderos» por la historia
oficial. Los autores, a partir de su trabajo en la Catedral de Nuestra Señora de la
Pobreza (Pereira), ofrecen una mirada alternativa sobre los procesos históricos que
actuaron en la región. Para ello, asumen una posición en la cual el investigador se
involucra de manera activa, desarrollando nuevas percepciones e interpretaciones, las
que finalmente contribuyen a enriquecer y pluralizar la visión del pasado.

Claudia Plens presenta una discusión sobre la estructuración de la cultura material


(incluyendo paisaje y objetos) en un una villa operaria en San Pablo del siglo XIX. A
través de su análisis de caso la autora pretende aportar, desde un enfoque arqueológico,
una mirada alternativa para ayudar a comprender en Brasil el paso de una sociedad
esclavista a otra capitalista.

Mónica Therrien desarrolla un análisis sobre las estrategias y tácticas de dominación


y resistencia de grupos antagónicos en Bogota, durante el siglo XIX. Para ello, tomando
como marco explicativo las teorías del conflicto, la autora critica los enfoques
tradicionales que explican la sociedad como compuesta por grupos homogéneos (según
criterios varios, étnicos, de género o clase social). Por el contrario, Therrien propone
otro modelo interpretativo basado en la heterogeneidad interna de los propios grupos
sociales. Como caso de estudio, analiza la implantación y la historia de la fábrica de
loza «La Bogotana» (1832), como una estrategia del poder para lograr «civilizar y
modernizar» una población y un espacio caracterizado como «marginal».

Por ultimo, Andrés Zarankin enfatiza que el principal desafío de los arqueólogos
históricos en el inicio del siglo XXI es la necesidad de construir una Arqueología Histórica
Latinoamericana con identidad propia. Para fundamentar su idea efectúa una análisis
general sobre las consecuencias de la adopción de teorías y arqueologías generadas en
el mundo anglosajón, concluyendo que estas influyen directamente en las concepciones
de pasado que construimos como «científicos», las que terminan validando sistemas de
poder asimétricos –funcionales al orden mundial vigente.

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Pedro Paulo Funari y Andrés Zarankin

AGRADECIMIENTOS
Quisiéramos agradecer muy especialmente a los organizadores de la «III Reunión
Internacional de Teoría Arqueológica en Suramérica», Carl Langebaek, Cristóbal
Gnecco y Lina Saldarriaga, por permitirnos organizar este simposio. También a los
participantes del simposio «Arqueología histórica en América del Sur: los desafíos
del siglo XIX», quienes contribuyeron a generar una fructífera discusión sobre el futuro
y el potencial de una arqueología histórica latinoamericana.
Gracias a Melisa Salerno por su colaboración en la revisión de las versiones en
español. También a las diferentes instituciones que nos apoyan FAPESP, UNICAMP
y CONICET.

BIBLIOGRAFÍA

Albuquerque, M. y V. Lucena,
1997 Arraial Novo do Bom Jesus. Graftorre Ltda., Recife.

Andrade Lima, T
2002 O papel da Arqueologia Historica no mundo globalizado. Arqueologia da
Sociedade Moderna na América do Sul, Zarankin, A. y M. Senatore (editores).
Editorial Del tridente, Buenos Aires.

Funari, P.
1998 Cultura Material e Arqueologia Histórica. IFCH, UNICAMP, Campinas.

1997 Archaeology, History, and Historical Archaeology in South América,


International Journal of Historical Archaeology, 1,3: 189-206.

Schavelzon, D.
2000 The Historical Archaeology of Buenos Aires: A City at the End of the
World, Kluwer, Nueva York.

Symanski, L.
1998 Espaço Privado e Vida Material me Porto Alegre no Século XIX. Edipucrs,
Porto Alegre.

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ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN AMÉRICA DEL SUR; LOS DESAFÍOS DEL SIGLO XXI

Tocchetto, F.B. et al,


2001 A faiança fina em Porto Alegre., SMC, Porto Alegre

Weissel, M., A. Zarankin, H. Paradela, Marcelo Cardillo, Marcia Bianchi Villelli,


Marcelo Morales, Sandra Guillermo y Mariana Gómez. 2001. Arqueología de
Rescate en el Banco Central de la República Argentina. Secretaria de Cultura,
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires.

Zanettini, P.
2002 Arqueologia e reconstituição monumental do Parque Estadual de Canudos.
Salvador, Centro Euclydes da Cunha.

Zarankin, A y F, Acuto. (editores).


1999 Sed Non Satiata; Teoría Social en la Arqueología Latinoamericana
Contemporánea. Del Tridente, Buenos Aires.

Zarankin, A. y M. Senatore (editores).


2002 Arqueologia da Sociedade Moderna na América do Sul. Editorial Del
tridente, Buenos Aires.

Zarankin, A.
2002 Paredes que Domesticam: Arqueologia da Arquitetura Escolar
Capitalista; O caso de Buenos Aires. Centro de Historia da Arte e Arqueologia
(IFCH-UNICAMP), Campinas.

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CONFLICTO E INTERPRETACIÓN EN PALMARES

Pedro Paulo A. Funari

En los últimos años, los arqueólogos históricos nos hemos interesado en explorar
cómo usar la cultura material para estudiar los conflictos y las luchas. Este tema parece
cada vez más actual e importante, sobre todo en esta reunión realizada en Colombia, en
el centro mismo de una serie de conflictos sociales que afectan a todo el mundo y, muy
especialmente, a América Latina. Los arqueólogos también nos hemos interesado en
las formas en que la interpretación del pasado es influenciada por las percepciones
modernas. Ambas preocupaciones son centrales en muchos capítulos del libro que
coedite con dos colegas en Routledge, Historical Archaeology, Back from the edge
(Funari, Hall, Jones 1999). Los conflictos en el pasado y en las interpretaciones se han
convertido en una cuestión de interés creciente en la disciplina.

La sociedad se caracteriza por el conflicto y, a partir de una epistemología dialéctica,


la experiencia de los pueblos del pasado se considera como parte de una lucha continua
entre los agentes sociales (McGuire y Saitta 1996: 198-204). La Arqueología Histórica
trata especialmente sobre las sociedades divididas en clases, en las cuales los productores
del excedente son diferentes de los que se apropian del mismo. La explotación genera
conflictos abiertos y continuos, contradicciones internas en la sociedad (Saitta 1992),
en las que las fuerzas de la dominación y la resistencia están siempre presentes (Frazer
1999:5). La interpretación de esos conflictos es maleable y subjetiva (Rao 1994: 154),
y los arqueólogos históricos podemos mirar el pasado como un conjunto complejo de
textos que constituyen un discurso (M. Hall 1994: 168).

Si el conflicto y la subjetividad son tanto parte de la evidencia como de su


interpretación, una multiplicidad de miradas se vuelven inevitables y los arqueólogos no
podemos dejar de tomar parte por alguna de ellas. Existen diferentes maneras de conocer
el pasado, y nosotros, los arqueólogos históricos, debemos tratar la cuestión de quién
puede participar en el proceso de atribución de sentido al pasado (Mueller 1991: 613).
Para referirme a ello, voy a considerar las interpretaciones académicas y del público en
general, sobre los asentamientos de esclavos huidos (cimarrones) en Palmares (Brasil),

11
CONFLICTO E INTERPRETACIÓN EN PALMARES

durante el siglo XVII. Además, me interesa analizar las diferentes maneras en que el
pasado fue construido. La Arqueología puede ser una herramienta poderosa para
descubrir las historias subalternas (Franklin 1997: 800) y para dar poder a la gente. Las
luchas sobre la interpretación del cimarrón son un ejemplo de la importancia que puede
tener la Arqueología para la sociedad en general.

Estoy seguro, que como suele suceder en la mayoría de las investigaciones


arqueológicas, este artículo probablemente genera tantas preguntas como respuestas
(Delle 1999: 32). Sin embargo, no deseo proponer una interpretación supuestamente
correcta sobre el tema, sino estimular una discusión pluralista del mismo.

DOCUMENTOS, ARQUEOLOGÍA Y CONFLICTOS

Para intentar describir e interpretar lo que pasó en las culturas del pasado, es útil
incorporar textos y artefactos (McKay 1976: 95; Ober 1995: 111; Orser 1987: 131).
Los documentos escritos y los datos arqueológicos pueden ser considerados como
interdependientes, complementarios y contradictorios al mismo tiempo (Little 1992: 4).
Una aproximación multidisciplinar es necesaria para sumar el análisis textual a los
aportes de la Sociología y la Antropología, entre otros (Small 1995: 15).

El conflicto social fue tradicionalmente interpretado por los grupos dominates de la


sociedad (Molyneaus 1994: 3). Hasta 1940, los arqueólogos históricos dirigían su atención
a los sectores ricos y famosos de la sociedad, contribuyendo al mantenimiento y
apuntalamiento de ideologías conservadoras (Orser 1998: 662). Gradualmente, los
arqueólogos empezaron a imitar a sus colegas de las ciencias humanas y sociales,
estudiando también a los grupos subordinados (Orser 1999: 65). Examinar la evidencia
material de los grupos subalternos ofrecía la oportunidad de acceder, de una forma
menos restringida, a aquellos grupos sociales tradicionalmente poco representados en
la investigación (cf. Guimarães 1990; Funari 1993).

La interpretación de los conflictos sociales depende directamente de la manera en


que entendemos a la sociedad. Tradicionalmente, los arqueólogos consideraban que las
culturas eran entidades homogéneas y bien delimitadas (Mullins 1999: 32). Esta idea
proviene de la definición clásica de Vere Gordon Childe (1935: 198): «La cultura es un
patrimonio social; corresponde a una comunidad que comparte instituciones y modos
de vida comunes [énfasis añadido]». Esta definición implica armonía, unidad e intereses
comunes, y por lo tanto, una ausencia de conflictos en la sociedad (Jones 1997a: 15-26).
Las raíces de esta interpretación de la vida social pueden ser rastreados en Aristóteles
y su definición de la sociedad como koinonia, es decir, como una hermandad (cf.

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Pedro Paulo A. Funari

Aristóteles, Politica 1252a7). Compartir valores en una cultura homogénea significa,


desde esta perspectiva, aceptar características generales y comunes compartidas por
todos (cf. Aristóteles, Politica 1328a21). Por otra parte, la homogeneidad es un concepto
derivado de los movimientos nacionalistas/capitalistas (Handler 1988), y se encuentra
en directa oposición con un acercamiento internacionalista y proletario, como el
expresado en el Manifiesto Comunista: Proletarier aller Länder, vereignt euch! (Marx
y Engels 1954). Las culturas y las naciones fueron consideradas por la ideología burguesa
como entidades cerradas y unidas, y la Historia fue concebida como un producto de las
acciones y eventos asociados con tales entidades homogéneas. Asi, la búsqueda burguesa
de la solidaridad nacional fue criticada desde mediados del siglo XIX (Marx 1970;
Funari 1998; Löwy 1998).

Dentro de este marco puede comprenderse mejor el concepto de cultura


arqueológica. De acuerdo a éste, los conjuntos materiales cerrados son considerados el
producto de grupos étnicos del pasado, dentro de los cuales la gente compartía un
conjunto de normas prescriptivas de comportamiento aprendidas desde una edad
temprana y capaces de producir una cultura común. La idea misma de un adoctrinamiento
temprano está presente en el uso de las escuelas para forjar indentidades nacionales
desde una perspectiva burguesa, como es evidente en el caso de la Francia post-
revolucionaria. Las entidades arqueológicas son interpretadas, bajo esta perspectiva,
como unidades orgánicas equivalentes a las naciones burguesas. Sin embargo, visualizar
las contradicciones y las luchas sociales sólo es posible si la sociedad es considerada
heterogénea, y la dialéctica entre homogeneidad y heterogeneidad en la sociedad puede
ser interpretada bajo estas nociones (Hobsbawm y Ranger 1983; Hobsbawm 1992;
Confino 1993; Penrose 1995).

La naturaleza holística y monolítica de las culturas y sociedades fue criticada por


diversos estudios empíricos y teóricos en las últimas décadas (Bentley 1987; Jones
1997a). En éstos, la homogeneidad, el orden, y el carácter cerrado fueron asociados
con el presupuesto a priori de una Weltanschauung conservadora que considera que
la estabilidad, y no el conflicto, caracterizan a las sociedades. A partir de acercamientos
críticos, los estudiosos lograron llamar la atención sobre el carácter heterogéneo, fluido
y cambiante de la sociedad y de los grupos sociales. La Arqueología posee una larga
tradición en identificar grupos étnicos por medio de la evidencia material, relacionando
una cultura material con una determinada raza y lengua (Funari 1999 a). Esta
identificación se encuentra basada en un entendimiento normativo y homogéneo de la
cultura, y fue desafiado por muchos estudios. Éste es el contexto teórico de la investigación
del cimarrón del siglo XVII, Palmares.

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CONFLICTO E INTERPRETACIÓN EN PALMARES

PALMARES Y LA RESISTENCIA AL SISTEMA ESCLAVISTA:


LA CONTRIBUCIÓN DE LA ARQUEOLOGÍA

Los portugueses desarrollaron la industria de la caña de azúcar en el nordeste del


Brasil durante el siglo XVI. Ya en 1570 había muchas haciendas trabajadas por esclavos
indigenas y africanos. A principios del siglo XVII, los esclavos que huían de la costa
comenzaron a refugiaron en el interior (a unos 60/90 km. de la costa), en las sierras, en
asentamientos en forma de aldeas que fueron llamados quilombos por los portugueses.
Los quilombos mas importantes se encontraban en la Serra da Barriga (Alagoas),
destacándose el de Palmares. Las aldeas de esta región crecieron durante todo el siglo
XVII, en especial entre 1629 y 1654, cuando los holandeses y los portugueses controlaban
parte de la región y peleaban por el control de la colonia.

Posteriormente, estos asentamientos fueron vistos como un peligro para el orden


colonial por lo que fue ordenada su destrucción. Después de muchos ataques, en 1694,
las aldeas y sus habitantes fueron destruidos por mercenarios paulistas. El Rey de
Palmares llamado «Zumbi», fue ejecutado el 20 de noviembre del 1695.

En la década de 1980, «Palmares» (quilombo donde vivia el rey Zumbi), fue declarado
patrimonio nacional. Posteriormente, en la decada de 1990, un equipo brasileño/
norteamericano y con participación británica, desarrolló una serie de trabajos
arqueológicos en el lugar. Las tareas estuvieron comandadas por Charles Orser y Pedro
Paulo Funari, contando con aportes, de Michael Rowlands.

Los estudiosos interpretan la historia social de Palmares de dos maneras diferentes.


Para muchos investigadores, los esclavos escapados formaban comunidades donde
mantenían sus culturas originales africanas (Escalante 1979: 74). Palmares fue también
interpretado de esta manera (Kent 1979; Boxer 1973: 140; Edwards 1979: 239;
Handelman 1987; Moura 1990: 141-182; Rodrigues 1976: 77; Santos 1991). Otra
perspectiva enfatiza el carácter heterogéneo de Palmares, con la combinación de
elementos nativos, africanos y europeos (Russel-Wood 1974: 573; Genovese 1981: 53;
Schwartz 1987: 69), principalmente porque los nativos y los africanos vivían juntos
como esclavos (Price 1996: 57; Cros 1997: 80).

La Arqueología en Palmares ha revelado que la cerámica puede ser clasificada en


un estilo nativo, europeo o mestizo. La cerámica nativa está hecha a mano y usa la
técnica del cordelado, presenta arena como antiplástico, y puede estar decorada con
incisiones o no. Los colores usados son marrón y rojo. Allen (1999: 151) ha identificado
cuatro tipos de cerámica tupí-guaraní. La cerámica de estilo europeo representa cuatro
tipos de mayólica populares (y no de élite), como los usados normalmente en la Península

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Pedro Paulo A. Funari

Ibérica desde la Reconquista. Pudieron haber sido hechos en la costa del Brasil o en
Europa, pero siempre para un uso popular. La cerámica mestiza, de Palmares, está
trabajada en torno y cocida en un horno a baja temperatura. Los recipientes son pequeños
y de poca profundidad. No había cerámica tupinambá, ovimbundu o ‘africana’, sino
cerámica de Palmares.

La jerarquía en el cimarrón podía observarse a traves de una distribución heterogenea


de la cultura material en el interior del asentamiento. Por ejemplo en el caso de la
cerámica, es frecuente encontrar ceramica de tipo común distribuida homogéneamente
por todo el sitio, mientras que la ceramica vidriada esta menos difundida, y solo aparece
en lugares de mayor status. La élite del cimarrón parece que mantenía relaciones
estables con gente común de la costa. Rowlands (1999: 340) interpreta, a través de la
evidencia, que Palmares no era simplemente una sociedad multiétnica. Por el contrario
se trataría de una estructura más pluralista, con poca diferenciación en la cultura material,
pero con una creciente diferenciación social. Esto no significa que no tuviera una
identidad propia; la tenía, principalmente, como comunidad en lucha. El enemigo los
llevaba a la solidaridad interna para resistir a los ataques durante todo el siglo XVII. Sin
embargo, esta solidaridad no significaba una ausencia de fricciones, divisiones o
contradicciones internas. Por ejemplo los datos arqueológicos parecen reforzar la
percepción de que Palmares no era homogénea: tenía jerarquías sociales y conflictos
internos, además de los conflictos con los esclavistas.

En la actualidad las percepciones populares de Palmares son variadas. Desde la


década de 1970, algunos activistas usaron a Palmares como modelo para un estado
moderno. Tal es el caso de Abdias do Nascimento (1995: 26) y su movimiento por un
estado nacional quilombola o cimarrón. Otros interpretaron al rey «Zumbi» como un
hombre de hierro (Stalin, en ruso), como un hombre que sabía latín (Schwartz 1987:
82), o un héroe casi mítico (Santos 1991). Luiz Mott (1995) lo interpretó como un héroe
gay. Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil, consideró a Palmares como un
modelo para un Brasil que lucha por la libertad (Funari 1996; Bonalume 1995). Todos
ellos se inspiraron en Palmares como un ejemplo de lucha positivo. Pero a pesar de
esto, aún continúa una interpretación racista tradicional, la cual llega a ser expresada
ex cathedra por el diplomático e historiador diletante Evaldo Cabral de Melo (en Funari
1996) para quien «Palmares fue destruido y prefiero que así haya sido, ya que si un
estado negro hubiese sobrevivido, tendríamos en Brasil un Bantustan» (sic).

A partir de lo mencionado, la importancia de la investigación arqueológica en


Palmares adquiere relevancia y puede ser entendida. Si las sociedades son heterogéneas
y presentan grupos maleables, no resulta logico buscar en el pasado una pureza étnica
y una homogeneidad que puedan servir de justificación para una discriminación actual.
Si las sociedades se caracterizan por el conflicto, es ilógico buscar el éden en el pasado.

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CONFLICTO E INTERPRETACIÓN EN PALMARES

La Arqueología en Palmares confirma que la heterogeneidad existía en el cimarrón y


en la sociedad colonial en general. Cuando los arqueólogos y los activistas buscan
homogeneidad y pureza en el pasado para rechazar al racismo, usan los mismos
conceptos burgueses que sirven para dominar. El esencialismo burgués usado al revés
no puede liberar (Lefebvre 1988: 87). La diversidad de la evidencia material de Palmares
no parece confirmar la pureza étnica o la homogeneidad social, pero esto no es motivo
para negar su potencial para desafiar la discriminación racial y el odio de clase. Palmares
es el reflejo de que los conflictos sociales en una sociedad violenta contra diferentes
grupos, dejaba a muchos como única opción la de huir.

AGRADECIMIENTOS

Este trabajo retoma consideraciones publicadas en un artículo en inglés en Historical


Archaeology, 2003, en un número editado por Paul Shackel, y presentadas,
originalmente, en el encuentro de la Society for Historical Archaeology en Québec,
en enero del año 2000. Agradezco a Scott Joseph Allen, Maria Franklin, Jonathan
Glassman, Carlos Magno Guimarães, Siân Jones, Leandro Karnal, David Keys, Barbara
Little, Michael Löwy, Randall McGuire, Joseph Miller, Paul R. Mullins, Martin Hall,
Charles E. Orser, Jr, Michael Rowlands, Dean J. Saitta, Jocélio Teles dos Santos, Paul
A. Shackel, Michael Shanks, Thomas E. Skidmore, John Thornton, Caio Navarro de
Toledo, Mark Walker, Ellen Meiksins Wood. La responsabilidad de las ideas es sólo
mía. Además, agradezco a las siguientes instituciones: National Science Foundation,
Ford Foundation, the National Endowment for the Humanities, The World Archaeological
Congress, Brazilian National Research Council (CNPq), São Paulo State Research
Foundation (FAPESP), Universidad Estadual de Campinas, organizadores colombianos
de la III Reunión Internacional de Teoría Arqueológica en Suramérica. Agradezco
también a Andrés Zarankin y Melisa Salerno por la revisión del castellano.

16
Pedro Paulo A. Funari

BIBLIOGRAFÍA

Allen, Scott Joseph


1999 A «Cultural Mosaic» at Palmars? Grappling With the Historical Archaeology
of A Seventeenth-Century Quilombo. In Cultura Material e Arqueologia
Histórica (Material Culture and Historical Archaeology), Pedro Paulo A.
Funari, editor, pp.141-178. Universidade de Campinas, Campinas, Brazil.

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1970 The Sociology of Black Africa. Social Dynamics in Central Africa. Andre
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1987 Ethnicity and Practice. Comparative Studies in Society and History
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1995 O Pequeno Brasil de Palmares (The Little Brazil that was Palmares). Folha
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1973 The Dutch in Brazil, 1624-1654. Claredon Press, Oxford.

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1991 Overture: The New History, Its Past and Its Future. In New Perspectives
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1988 O Quilombo dos Palmares (Palmares, the Maroon). Companhia Editora
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17
CONFLICTO E INTERPRETACIÓN EN PALMARES

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DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA
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María Ximena Senatore

En este trabajo me propongo profundizar la «genealogía» de la sociedad moderna


en Latinoamérica, a partir del análisis de un contexto particular dentro del cual interpretar
la construcción de las prácticas sociales a través del estudio de la cultura material. El
interés se centra en los discursos coloniales españoles que contribuyeron a la
estructuración de las sociedades latinoamericanas y que en gran medida continúan
vigentes en la actualidad.

La investigación en la que se enmarca este trabajo, se ha orientado a conocer el


proyecto social implícito en el poblamiento de la costa patagónica, desarrollado por la
Corona Española hacia fines del siglo XVIII (Senatore 2003). Para esto se relacionan
las ideas que rigieron el plan de colonización y el resultado de su materialización, tomando
como caso de análisis la Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca establecida en San
Julián en 1780. Nos interesa abordar la estructuración social de las colonias patagónicas
estudiando la relación entre los discursos ilustrados, sus representaciones y las
condiciones materiales creadas para la construcción y reproducción de un determinado
orden social. Estudiamos el proceso de representación material de ese orden identificando
ejes de diferenciación que estructuran a la sociedad. Así evaluamos los mecanismos a
partir de los cuales las diferencias se crean y reproducen, definiendo agrupamientos y
jerarquías en el propio funcionamiento de la sociedad. Para esto conjugamos el análisis
de la estructura de los documentos y del plano del poblado conocido como resultado de
nuestras investigaciones arqueológicas.

En la primera parte de este trabajo analizamos cómo la sociedad se representa a sí


misma en la estructura de los listados de la población y en la imagen del fuerte de
Floridablanca. Estos documentos son representaciones de los discursos sobre la sociedad
y expresan esquemas de diferenciación y jerarquización creando categorías sociales.
A partir de su análisis definimos un eje de diferenciación que parece estar estructurando
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

la sociedad de Floridablanca. En la segunda parte de este trabajo, profundizamos el


estudio de este eje de diferenciación analizando el plano arqueológico de la colonia.
Nos centramos en las casas construidas por la Corona para el alojamiento de sus
pobladores.

PROYECTO DE POBLAMIENTO EN PATAGONIA

Hacia fines del siglo XVIII la Corona Española proyectó una estrategia defensiva
sobre sus territorios de la Patagonia austral. Para esto, los Ministros de la Corte de
Carlos III diseñaron un plan de poblamiento que consistió en el establecimiento de
enclaves en distintos puntos del litoral del Atlántico sur. Este plan no fue un hecho
aislado y de alcance local, sino que formó parte de una política continental de la Corte
que puso su atención en diversos puntos americanos que consideraba en riesgo de
ocupaciones francesas o principalmente inglesas (Ramos 1984: 503).

El plan representó una novedad en la política indiana, debido a los métodos empleados
que consistieron en la recluta de personas en España para poblar las nuevas colonias.
Los interesados debían celebrar un contrato con la Corona quien les ofrecía tierras,
semillas, útiles para las labores agrícolas, alimentación y habitación en Patagonia. En
contrapartida, estos individuos quedaban «sujetos a destino» es decir, se comprometían
a no abandonar los enclaves sin autorización. Así, en el marco de este plan de poblamiento
entre 1778 y 1784 la Corona trasladó alrededor de 1900 personas desde La Coruña a
Montevideo (Apolant 1970). Una vez en el Río de la Plata, el Virrey decidía a qué
establecimiento patagónico serían destinados. Durante ese lapso se fundaron Nuestra
Señora del Carmen en Río Negro, su subsidiario el Fuerte San José y la Nueva Colonia
y Fuerte de Floridablanca en San Julián.

Es objeto de nuestro estudio entender el proyecto social que subyace a la organización


de las nuevas poblaciones patagónicas. Para esto centramos nuestra atención en una
de las colonias establecidas como parte de este proyecto, la Nueva Colonia y Fuerte de
Floridablanca. Esta funcionó entre 1780 y 1784 en la bahía de San Julián y allí fueron
destinados aproximadamente 150 individuos. En principio estuvo constituida por un
fuerte, luego se construyeron casas para alojamiento de los pobladores y otras
edificaciones que cumplieron distintas funciones de servicio. Sólo cuatro años más
tarde de su fundación, cumpliendo una Orden Real que argumentaba que la población
no podía sostenerse por sus propios medios, el establecimiento fue abandonado y sus
instalaciones fueron destruidas para impedir su utilización por otras naciones.

30
María Ximena Senatore

DISCURSOS ILUSTRADOS Y LA BUSQUEDA DE UNA SOCIEDAD IDEAL

Entendemos que la colonización se articuló sobre la base de una idea de sociedad


que se relaciona con los discursos de la Ilustración española. En las nuevas colonias
patagónicas se estableció un modelo de orden social y se buscó garantizar su
reproducción. Esto involucró la organización de relaciones, jerarquías e identidades
sociales, las formas de interacción entre las personas y los grupos, la estructuración de
los espacios de los poblados, las actividades productivas, entre otros aspectos.

Debemos tener en cuenta que en España, los principales impulsores de las ideas
ilustradas fueron Carlos III y sus ministros quienes implementaron un programa de
reformas que tuvieron la intención de revertir «el contraste entre la opulencia de unos
pocos y la vida miserable de un gran número de los desocupados» (Palacio Atard 1964:
18-19). Se sostenía que la felicidad de los súbditos del Rey era posible combatiendo las
injustas desigualdades mediante el «enriquecimiento del país por el trabajo de todos
sus hijos, por la explotación racional de una tierra mal repartida y mal cultivada hasta
ahora, y por la supresión de los abusos y de la desigualdad social» (Sarrailh 1992: 573).
Se afirmaba la supremacía de la agricultura y se le confería a la tierra un valor primordial
(Sarailh 1992: 546). Los mayores representantes de la Ilustración española ponderaron
la virtud de las poblaciones rurales asumiendo a la agricultura no sólo como fuente de
prosperidad general, sino también como fuente de la riqueza individual y de la renta
pública. Se decía que «sólo puede ser rico el erario cuando lo fueren los agentes de
cultivo» (Sarailh 1992: 547). La política agraria era muy importante en una sociedad en
que las tareas agrícolas eran la ocupación directa del 70% de la población.

Por otra parte, dentro del cuerpo discontinuo de los discursos ilustrados en el escenario
español, destacamos el ideal de «Igualdad» que constituye la base a partir de la cual se
cuestionan «las injustas desigualdades». En nombre del principio de la Igualdad los
ilustrados se interrogan acerca de la legitimidad de los privilegios (Sarrailh 1992: 519).
En efecto, una de las mayores preocupaciones expresadas en los escritos de la época
fue «cómo superar el contraste entre la igualdad de los hombres, exigida por la naturaleza,
y las diferencias reales que observan en la sociedad» (Mestre 1993: 45). De esto se
desprende la búsqueda de soluciones a problemas estructurales de la sociedad española
que se relacionan con los privilegios y las formas de propiedad de la tierra.

Sobre la base de estas ideas, se generaron distintos proyectos de reforma. Entre


ellos se inscriben la colonización en territorios peninsulares o americanos, como el caso
paradigmático de las tierras de Sierra Morena y Andalucía en el sur de España (ver
Capel 1970, entre otros). Es dentro de este contexto que estos planes de poblamiento
pueden ser entendidos como proyectos sociales

31
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

Pero más allá de las reformas impulsadas por los ilustrados, la sociedad española
del siglo XVIII seguía siendo una sociedad estamental. El sistema de estratificación
feudal recibido de la edad media se mantuvo sin grandes cambios durante la edad
moderna. O mejor dicho, la sociedad se representaba a sí misma (o por medio de
aquellos que asumían esa labor) como una sociedad estamental, manteniendo vigente
esa construcción ideológica según la cual la sociedad se estructuraba en tres órdenes
básicamente constituidos por el clero, la nobleza y el campesinado (Marcos Martín
2000). Cada estamento tenía asignado una función y su cumplimiento garantizaba la
vida de todo el cuerpo social, cuya cabeza era el monarca.

Para Marcos Martín (2000: 257-263) esta concepción de la sociedad estuvo al


servicio de las clases dominantes, quienes se ocupaban no sólo de fomentarla sino
también de acallar las voces que propugnaban una sociedad alternativa. Ante esto
reflexiona «desde la perspectiva del trabajo actual del historiador, el poner el acento en
la jerarquía estamental implica el riesgo de reproducir los esquemas ideológicos presentes
en -y producidos por- aquella sociedad para justificar una determinada -y no otra-
estructuración social y de ofrecer una visión de la misma sesgada en origen, o cuando
menos, parcial».

Ahora bien, para pensar la sociedad de las colonias en Patagonia debemos tener en
cuenta que muchos de los proyectos ilustrados, que implicaron la administración de los
espacios y de las poblaciones, impusieron una profunda reorganización de los sistemas
de percepción y ordenamiento del mundo social (Chartier 1995: 30). Así, los orígenes
culturales de los cambios sociales del siglo XVIII, no residen en la supuesta armonía
que une los actos y la ideología que los rige, sino en las discordancias que existen entre
los discursos, que representando al mundo social, proponen su reorganización y las
prácticas que inventan en su ejecución nuevas distribuciones y divisiones.(Chartier 1995:
30). Por esta razón, siguiendo la idea de Marcos Martín (2000) nos interesamos en ver
cómo la sociedad se representa a sí misma en el Proyecto Patagónico. Utilizando sus
propias palabras, nos interesa conocer cuáles son «los esquemas ideológicos presentes
en y producidos por aquella sociedad para justificar una determinada estructuración
social y ofrecer una visión de la misma sesgada en origen». En este trabajo centramos
nuestra atención en el análisis de la forma en las que se representa a la sociedad de las
colonias patagónicas en los discursos oficiales. Abordamos entonces cómo se definen
las categorías sociales que estructuran la sociedad de Floridablanca desde los documentos
resultantes de su administración.

Antes de pasar al análisis de la sociedad de la colonia de San Julián, hacemos un


pequeño paréntesis para referirnos a dos cuestiones teóricas que conciernen a los
conceptos de «representación» y de «categorización» de la sociedad entendidos como
procesos de construcción e institucionalización de las diferencias sociales.

32
María Ximena Senatore

UN PLANTEO TEÓRICO-METODOLÓGICO

Los procesos de representación, son procesos de producción de clasificaciones y


exclusiones que constituyen lo social (Chartier 1988: 13). Para esto debemos tener en
cuenta que las estructuras del mundo social son generadas históricamente por prácticas
interconectadas -políticas, sociales o discursivas. Por otra parte, debemos aceptar que
los esquemas que generan clasificaciones y percepciones, hallados en cada grupo o
medio, son instituciones sociales verdaderas que incorporan las divisiones establecidas
en la organización social misma, en forma de categorías mentales y representaciones:
«las primeras categorías lógicas son las categorías sociales, las primeras clases de
cosas son clases de personas en el que las cosas son integradas» (Durkheim y Mauss
1903, en Chartier 1988: 6). Estas representaciones forman la matriz para una variedad
de distintas formas de discurso y prácticas que permiten la creación del mundo social
(Chartier 1988: 6).

La idea de «representación» generada por Chartier (1988: 9-10) permite analizar la


relación estructura-individuo a través de lo que este autor denomina los «tres modelos
de relación vis a vis con el mundo social». Primero, la operación de clasificación y
delineación que produce múltiples configuraciones intelectuales por la que la realidad
es construida en formas distintas o contradictorias entre diferentes grupos. La siguiente,
las prácticas que permiten el reconocimiento de la identidad social, que exhiben una
forma específica de ser en el mundo, y que significan status o rango simbólicamente.
Finalmente, las formas objetivas institucionalizadas por medio de las cuales
«representantes» colectivos o individuales marcan de forma visible y perpetuada la
existencia del grupo o la comunidad (Chartier 1988: 9-10). Es decir, los procesos de
representación se relacionan con los procesos de construcción de identidades.

Sabemos que sin identidad social no hay sociedad (Jenkins 1996: 6). Los procesos
de construcción de la identidad social (Jones 2000, Meskell 2001) se definen como las
formas en la que los individuos y grupos son distinguidos en sus relaciones sociales de
otros individuos y otros grupos1. Similitud y diferencia son los principios dinámicos de la
identidad y el establecimiento y significación de las relaciones de similitud y diferencia
son el corazón de la vida social. En otras palabras, la identidad social es el entendimiento
de quienes somos y quiénes son los otros, y recíprocamente, el entendimiento de los
otros acerca de quienes son ellos mismos y los otros (que nos incluye). Las dimensiones

1 De acuerdo a Jones (2000) hay dos posiciones teóricas frente al proceso de construcción social de la
identidad cultural, la primera ligada al esencialismo, establece estereotipos, la segunda entiende a la identidad
dentro de la esfera de la percepción. Esta es la postura sostenida por Meskell (2001) en la cual la identidad
puede ser entendida como un proceso que posee dos niveles de operación simultáneos: uno social y uno
individual. El primero está ligado a las identidades definidas por asociaciones formales y el segundo a las
experiencias personales y la subjetividad del individuo.

33
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

de la identidad cultural más estudiadas para comprender los ejes de diferenciación que
estructuran a la sociedad moderna en contextos coloniales son el género (Gilchrist
1994, 1999), la edad (Sofaer Derevenski 1994, 1997), la etnicidad (Jones 2000) y el
status social (Johnson 1999, Hall 2000), y sus articulaciones (Yentsch y Beaudry 2001,
Hall 1992, 1999, Delle et al. 2000, entre otros).

Sabemos que hay múltiples niveles de construcción de identidades y por lo tanto de


categorías y grupos sociales. Aquí nos enfocamos a cómo se estructura a la sociedad
en las versiones oficiales, es decir en los discursos que generan un orden social. De
acuerdo a Jenkins (1996) el mecanismo de categorización social no corresponde a la
autoascripción o definición de los grupos por sí mismos, sino a una definición que se
establece desde el exterior de esos grupos y que puede o no ser reconocida por los
individuos que lo componen (ver Bianchi Villelli 2002 para una aproximación y discusión
de este tema y el estudio de la formación de «grupos» desde las prácticas de consumo
en Floridablanca). La categorización se define entonces como un mecanismo de asimetría
en el que por un lado actúa un agente (sea la Corona en este caso, las instituciones
dominantes, o las personas que asumen la labor de describir o administrar a la sociedad)
definiendo los límites, los integrantes y las características de una categoría social, y por
el otro, existe un grupo de personas que son definidos y adscriptos a una esa categoría
(ver Bianchi Villelli 2002). De acuerdo a Bourdieu (1977: 77-93), el concepto de habitus
puede ser utilizado para entender cómo las clasificaciones subjetivas tienen sus raíces
en las condiciones que caracterizan un dominio social particular. De esta manera,
entendemos que las condiciones establecidas como parte de esa categorización social
(acceso diferencial a recursos, reglas de funcionamiento de la sociedad, etc.) contribuyen
a la construcción del habitus de los individuos y grupos. Desde esta perspectiva, se
entiende que nuevas categorizaciones pueden llevar a nuevas formas de ordenamiento
de la sociedad.

Nuestra pregunta inicial se orienta a entender cómo se estructura la sociedad en las


nuevas colonias desde los discursos oficiales y dominantes, es decir tanto desde el
propio diseño del plan de poblamiento como en su materialización. Partimos de la idea
que «la estrategia cultural típica de los actores o instituciones dominantes no es la de
establecer uniformidad, sino la de organizar la diferencia» (Sewell 1999: 56), por lo
tanto centramos la atención en la organización de las «diferencias» y abordamos ciertas
líneas de estudio que permiten conocer la producción de clasificaciones y exclusiones
que resulta en la creación de grupos y roles diferenciados dentro de la matriz social.

En este trabajo analizamos cómo la sociedad se representa a sí misma, cómo muestra


los ejes de diferenciación que parecen estructurarla. Entendemos al proyecto de sociedad
ensayado en Patagonia como la invención y puesta en práctica de un motivo intelectual

34
María Ximena Senatore

particular. Buscamos definir los procesos de representación de ese motivo intelectual


analizando las divisiones que éste crea. La representación material de la sociedad
puede tener distintas dimensiones tanto en los documentos como en los arreglos de la
cultura material (por ejemplo en los listados de la población o en la asignación de los
espacios de habitación).

DOCUMENTOS Y CULTURA MATERIAL

Existe una relación directa entre las prácticas sociales y la organización del mundo
ya sea material como escrito. En el proceso de estructuración social la cultura material
y sus representaciones cumplen un rol activo y variable. No reflejan a la sociedad sino
que pueden construir, mantener, controlar y transformar las relaciones sociales.

Esto es posible partiendo de la premisa que «la cultura material es activa y sus
significados son utilizados por los actores sociales, ya sea para mantener la estabilidad,
como para producir cambios en las normas y reglas que gobiernan las relaciones sociales»
(Johnson 1996: 6). El mundo material es un poderoso sistema de significación (Barrett
1988: 9), sin embargo los significados de la cultura material no son fijos, sino específicos
a un tiempo y lugar. Asimismo los registros escritos cumplien un rol particular en la
estructuración de las sociedades. Un punto crucial en el estudio de los documentos es
reconocer los roles diversos que la escritura puede jugar en la representación y
comunicación en una sociedad (Funari et al. 1999). Entendemos que la documentación
es un agente de transformación, muchas veces asociado a la centralización y el poder.
Los registros escritos son utilizados por las instituciones dominantes para organizar su
propio entendimiento de la vida social. Los documentos son representaciones de una
realidad que a su vez contribuyen a reproducir. Esto surge de asumir que los documentos
son instrumentos de la administración, y por lo tanto de un orden. Por esta razón, las
estructuras de los documentos pueden ser entendidos como discursos sobre un
determinado orden social (Morris 1997). Organizan, clasifican, establecen jerarquías, y
diferenciaciones y ordenan el mundo que representan.

Por otra parte las condiciones materiales contribuyen a la estructuración de las


relaciones sociales. Dentro del mundo material, el espacio es fundamental en la
construcción de las prácticas sociales (Delle 1999), como un tipo de cultura material
puede determinar o influenciar los comportamientos de los individuos (Delle 1998). Por
ejemplo, el entendimiento práctico de las rutinas cotidianas de la gente es construido en
referencia al mundo material, la arquitectura y el movimiento a través de esos espacios
y sus límites (Barrett 1988: 9). El espacio representa el orden social como extensión o
transformación de las divisiones de la sociedad (Moore 1986), establece límites
determinando el contexto en el que los individuos o grupos se encuentran, influye en la

35
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

división del trabajo y reproduce actitudes frente a la producción, privacidad, libertad,


entre otros. El estudio social del espacio está basado en la premisa que espacio y
comportamiento son mutuamente dependientes (Gilchrist 1994).

En el caso específico de situaciones coloniales «es común que se construyan nuevos


arreglos espaciales con la intención preconcebida de introducir o reforzar nuevos
comportamientos en el área colonizada» (Delle 1999: 107), ya sea «como medio de
preservar los valores culturales de los colonos, o bien para aumentar el crecimiento
económico» (Blades 1986: 259). Pero el punto clave aquí es que «el significado de
cualquier orden social no es intrínseco, debe ser invocado a través de las prácticas»
(Moore 1986: 6). Por esta razón, a partir del estudio del espacio podemos acceder a las
relaciones entre discursos y prácticas en un contexto determinado. Para esto analizamos
la evidencia documental y material para descubrir cómo determinadas prácticas fueron
creadas o mantenidas dentro de condiciones materiales particulares (Barrett 1987).

La relevancia de este tema para nuestro caso de análisis reside en que los
asentamientos patagónicos fueron construidos a partir de una tabula rasa, es decir
que no existían edificaciones coloniales previas en los lugares de emplazamiento. De
esta manera, entendemos al espacio construido desde un punto de vista dual, tanto
como marco de referencia inicial, creando un orden y determinando el desarrollo de las
prácticas cotidianas de los colonos, y a la vez que como representación de las ideas
subyacentes al plan de poblamiento. Desde un punto de vista metodológico, consideramos
que puede haber un paralelismo entre el tratamiento del espacio construido de la colonia
y la documentación escrita, porque ambas construyen y le dan una organización material
a la sociedad que representan.

CATEGORIZACIÓN SOCIAL EN LA COLONIA DE FLORIDABLANCA

Como una vía de estudio de la sociedad de San Julián entendemos que los documentos
pueden ser utilizados de diferentes maneras, no sólo como fuentes de información
priorizando su contenido, sino también prestando atención a su estructura (Johnson
1996: 97), de esta manera, las estructuras de los documentos pueden ser entendidos
como discursos sobre un determinado orden social. Esto surge de asumir a los
documentos como instrumentos de la administración, y por lo tanto de un orden, que a
la vez reproducen. De esta manera, las listas de la población de San Julián están
expresando cómo la sociedad se representa a sí misma y por lo tanto representan un
tipo de orden social. A continuación se presenta el resultado del análisis de la estructura
de los listados disponibles.

36
María Ximena Senatore

Los listados mencionan los apellidos y nombres de las personas que componen la
colonia. Estos podrían estar ordenados de acuerdo a diversos criterios, por ejemplo
orden alfabético, sexo, edad, oficio, entre otros. Aquí nos interesa tratar cuáles son los
mecanismos que estructuran la sociedad, por lo tanto analizamos cómo se plantea la
diferenciación entre grupos e individuos, considerando las formas recurrentes de
agrupamiento y jerarquización.

En cuanto al principio de agrupamiento, la mayor parte de los registros y listados


coinciden en organizar a la población en seis categorías diferenciadas. Esta división
concuerda con el establecimiento de diferentes derechos, obligaciones y condiciones
determinadas a priori por la Corona Española. Estas categorías son: Funcionarios,
Tropa, Maestranza, Pobladores, Presidiarios y Tripulación(es) de las embarcaciones
presentes en el puerto de San Julián.

La secuencia en la enumeración u ordenamiento de las distintas categorías es regular


y constante y puede ser interpretada como expresiones de jerarquización entre ellas,
entendiendo a las que encabezan las listas como de mayor jerarquía que las que le
siguen. En cuanto a la jerarquización interna, hallamos que cada categoría presenta
una lógica particular.

• Funcionarios·
• Tropa (Infantería-Artillería)
• Maestranza (por oficios)
• Pobladores (por familias)
• Presidiarios
• Tripulaciones

Categorías sociales que estructuran los listados de la población de Floridablanca

De la estructura de los listados, interpretamos que los discursos generan categorías


sociales diferenciadas. La adscripción a éstas puede haber funcionado como un principio
estructurante de la sociedad de San Julián. Las categorías no se definen solamente por
la función de los individuos que lo componen, sino por la lógica de ordenamiento y
jerarquización interna. Este orden interno habla de la definición de iguales, de «pares»
o de «distintos» dentro de cada categoría social.

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DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

LA FAMILIA TIPO

La categoría denominada «Pobladores», está conformada por hombres, mujeres y


niños. Las listas están organizadas en dos grupos: las familias (matrimonios con o sin
hijos) y los pobladores hombres solteros. En el orden se observa una lógica recurrente
y repetida, siempre primero se enumeran a las familias en forma de unidades separadas
como familias mononucleares (o nuclear conyugal según García Cárcel 1981). Se detalla
a todos sus integrantes, al padre y madre con nombre y apellido, a los hijos sólo el
nombre y a los agregados con nombre y apellido. Estas pueden estar constituidas sólo
por el matrimonio o tener hijos, aunque no hay relación entre este aspecto y el orden de
enumeración cuya secuencia varía de lista en lista, no observando una jerarquización
entre las familias. Ejemplificamos el esquema presentado la lista de 1781.

Pobladores

Santiago Morán
Lorenza Aparicio su mujer
Maria hija

Basilio San Martin


Catalina Ferrera su mujer
Maria hija
Alejandro Id.

Francisco Verde
Rosa Miguel su mujer
Manuel hijos
Toribio
Andres
Maria

Muestra del ordenamiento de las familias en los listados de la población.

La jerarquización interna de cada familia, se presenta primero mencionando al


hombre, seguido de su esposa a la que se aclara al lado del nombre «su mujer»y luego
los hijos. Para éstos, el criterio de jerarquización es la edad, de mayor a menor. En
algunas listas se aclara con el calificativo de «párvulo»si son menores de 8 años, es

38
María Ximena Senatore

decir que aquí se incorpora una nueva distinción equivalente a la idea de «niño»2. Los
«agregados» siempre van al final de la familia, no importa la edad. Luego de la
enumeración de los grupos familiares, se presentan los nombres y apellidos de los
pobladores solteros, hemos hallado dentro de esta categoría a los hombres que por
muerte de su mujer y/o hijos ya no queda a la cabeza de su familia3.

La categoría de Pobladores se representa integrada por unidades diferenciadas: las


familias como unidades independientes que parecen no tener relación entre sí. Sin
embargo en el estudio genealógico, hemos identificado estrechas relaciones de parentesco
entre las distintas familias, y por lo tanto lazos que son «silenciados» en los listados
(hermanos/as –tíos/as- y padres o madres- abuelos/as). Entendemos que la unión
matrimonial es uno de los principios más fuertes de definición del concepto de familia.

Estas unidades mononucleares son «recortadas artificialmente» dentro de una trama


de relaciones de parentesco de mucha mayor complejidad (Figura 1). En la figura 1
mostramos el «recorte» de familias a partir de esa trama de relaciones. Mencionamos
a modo de ejemplo el caso de dos viudos -Pascuala Rojo y Andrés Prieto- que llegan a
San Julián acompañando a las familias de sus respectivos hijos. Sin embargo, en los
listados estos viudos aparecen formando una nueva familia con un niño huérfano agregado
(José Descosido). Es decir, aparecen como una familia mononuclear compuesta por
una matrimonio y un niño, sin embargo esta idea familia es construida en las listas.

En los listados se observa entonces la conformación de la categoría «Pobladores»


a partir de la idea de familia cuyo orden jerárquico interno representa el vigente en la
familia patriarcal occidental moderna, con el padre de familia a la cabeza y el criterio
de edad como principio de organización de los hijos.

Desde nuestra perspectiva entendemos que las estructuras de los listados hablan
acerca de un orden social, son representaciones de los discursos sobre la sociedad y
expresan esquemas de diferenciación y jerarquización entre y dentro de los grupos. De
acuerdo a la lógica de ordenamiento, entendemos que la categoría de los Pobladores se
diferencia del resto, es posible que esto haya funcionado como un eje de diferenciación
en la estructuración social. Nuestro interés se orienta a evaluar los mecanismos a partir
de los cuales estas diferencias se crean y reproducen, definiendo agrupamientos y

2 La definición de esta categoría de párvulo puede ser relacionada con la diferenciación que se hace en el
reparto de las raciones de alimentos, en la que a los menores de 6 años se les asigna media ración.
3 Un ordenamiento idéntico es identificado en los listados de el otro establecimiento patagónico denominado
Nuestra Señora del Carmen de Río Negro que funcionó contemporáneamente a Floridablanca. Ver AGN IX
16-4-1 «Padrón individual de los pobladores que existen en este destino con expresión de las edades que
tienen sus hijos», Río Negro, 1-X- 1784.

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DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

jerarquías en el propio funcionamiento de la sociedad. Para esto centramos el análisis


en los documentos que nos hablan de la representación material del poblado en el plano
histórico del Fuerte de Floridablanca.

Figura 1. Detalle del esquema genealógico de las familias de Floridablanca.


Los círculos corresponden a las familias en de las listas.

LAS CATEGORÍAS SOCIALES EN EL ESPACIO

En este apartado analizamos cómo se representan las categorías sociales antes


identificadas en una «dimensión espacial». Centramos la atención en la asignación de
espacios de habitación para los habitantes de San Julián en el plano histórico, único
documento gráfico sobre el diseño del establecimiento4. La imagen se complementa e
interpreta a partir de la información sobre el funcionamiento de la colonia, extraida de
informes y cartas enviadas desde San Julián al Virrey del Río de la Plata. El plano

4 Archivo General de Indias MyP Buenos Aires, 138. «Plano que manifiesta la Nueva Población y Fuerte
nombrado Florida Blanca en 28 de enero de 1781»

40
María Ximena Senatore

histórico puede interpretarse como un plano-relevamiento y proyecto. Esto se fundamenta


por su fecha, coincidente con el momento de fundación de la colonia en enero de 1781
y por la información que contiene, por ejemplo la distancia a los pozos de agua. De
acuerdo a la secuencia constructiva, el fuerte se inicia en la primera semana de enero
de 1781 y se termina a mediados de abril de ese año.

El documento presenta un fuerte de claro diseño militar con bastiones en sus vértices
y una plaza en el centro (Figura 2). Analizamos la organización del interior del fuerte
prestando atención a los espacios de habitación que son asignados a la población de la
colonia. Así como identificamos un ordenamiento en la estructura de los listados, nos
interesa evaluar si las pautas de jerarquización, y diferenciación están representadas
en esta dimensión material.

Observamos que cada una de las categorías sociales identificadas en las listas
encuentran su representación material dentro del Fuerte (Figura 3). A cada categoría
se asigna un espacio diferenciado, es decir que estos grupos no se mezclan. La mitad
de los cuarteles estaba destinada a alojar a las familias pobladoras mientras que la otra
mitad cumplía mayoritariamente la función de habitación de el resto de la población
(Funcionarios, Tropa, Maestranza y Presidiarios). Los cuarteles laterales destinados a
los labradores españoles expresan una marcada homogeneidad siendo cada habitación
similar en sus formas y dimensiones, en contraste a los cuarteles correspondientes a la
entrada y su opuesto con mayor heterogeneidad funcional y social.

Figura 2. Detalle del Plano Histórico de «La Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca» (1781).

41
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

Ahora analizamos la asignación de los espacios de habitación dentro del Fuerte,


considerando dos variables: el tamaño y si estos estaban destinados a ser ocupados por
un individuo o compartido por un grupo. Esto permite generar ideas acerca de jerarquías
en cuanto a las comodidades y la privacidad previstas para los distintos integrantes de
la sociedad.

LAS FAMILIAS DE COLONOS

En el plano del Fuerte, el lugar para los pobladores ocupa la mitad del espacio
disponible, las dos alas laterales. Está organizado de forma diferenciada y segmentada
en unidades idénticas en forma y tamaño. La privacidad se entiende definida en el nivel
de la familia. Interpretamos que esta segmentación representa a la unidad familiar. Es
decir que las familias se representan como unidades iguales.

Figura 3. Asignación de espacios de habitación dentro del Fuerte de Floridablanca

En suma, si integramos los resultados obtenidos hasta el momento, podemos observar


cierta regularidad en la representación de la sociedad, tanto en el orden de los listados
como en el orden material del Fuerte. Entendemos que la sociedad se representa por
medio de categorías sociales diferenciadas. Aunque interpretamos que el grupo de los

42
María Ximena Senatore

Pobladores se separa del resto por presentar una lógica de ordenamiento distinta. Es
posible que esta separación haya funcionado como un eje de diferenciación en la
estructuración social de Floridablanca.

LA VIVIENDA Y EL ESPACIO DE LA FAMILIA

Con el objeto de profundizar el análisis del eje de diferenciación de categorías


sociales estudiamos los espacios construidos para la habitación de las familias pobladoras,
integrando información histórica y arqueológica.

Las obras de ampliación del poblado, estuvieron financiadas por la Corona, dirigidas
por sus funcionarios en San Julián y llevadas a cabo por el personal de maestranza
contratado para ese fin. Durante 1781 se construyó el hospital, la herrería y panadería
y nueve casas para las familias de pobladores. A partir de ese momento el espacio de
habitación de todas las familias españolas estuvo fuera del fuerte. Dos años más tarde
se inicia la edificación de una segunda serie de casas para los pobladores enfrente de la
anterior cerrando uno de los laterales de la plaza central.

Una vez que la primera etapa de ampliación del poblado estuvo terminada se enviaron
informes al Río de la Plata en los que se describían el estado de avance de las obras, las
características de los edificios construidos y los planes futuros. Se hacen especificaciones
sobre la función de cada edificio, y en algunos casos se mencionaban las dimensiones
y los materiales utilizados. Pero el aspecto que nos interesa destacar en este trabajo, es
que al único grupo al que la Corona le construye una espacio de habitación fuera del
fuerte es a las familias pobladoras. Cabe mencionar que se tenía previsto continuar con
las obras del poblado edificando una tercera serie de casas cerrando la plaza central
frente al fuerte, pero no se llevó a cabo a causa del abandono de la colonia.

Las casas de los Pobladores fueron construidas en forma de alas laterales paralelas,
conservando la forma y función de los cuarteles laterales del fuerte. Un punto importante
a destacar es que la homogeneidad en los espacios de habitación de este grupo se
mantuvo, así como la regularidad y simetría en las formas de acceso al área central.

De las descripciones históricas puede inferirse que las casas asignadas a las familias
fueron idénticas en diseño y dimensiones, tenían aproximadamente 30m2 aunque sobre
la organización interna no tenemos mucha precisión. Algunos documentos mencionan
que las casas se conforman por una cocina, un cuarto y un corral. Es decir que puede
haberse diseñado una vivienda tipo, en la que se delimitan ambientes destinados a
dormir, cocinar y almacenar para cada grupo familiar. De acuerdo a las descripciones
halladas, interpretamos que el espacio privado se estableció en el nivel de la unidad

43
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

doméstica, dado que las divisiones internas de las casas mencionadas como «deseables»
o «necesarias» no sugieren espacios diferenciados para los distintos integrantes de la
familia.

Con el objeto de definir la conformación espacial del sitio realizamos estudios


arqueológicos y geofísicos. Como resultado de esto elaboramos el plano del núcleo
central de la Colonia de Floridablanca (Senatore et al. 2001a).. La interpretación de las
estructuras arquitectónicas que lo componen se estableció a partir de investigaciones
de documentación histórica (Senatore 2000, Senatore et al. 2001b).

En la campaña 2000 nos interesamos en el espacio de las unidades domésticas


localizado en las alas laterales de la Plaza Central (Figura 4). En el sector Ala Sur II
delimitamos una de las viviendas a la que denominamos estructura 6 y realizamos una
excavación de una superficie de 24 m2 (que abarcó espacios internos y externos de la
vivienda). Por otra parte dentro del Ala Sur II efectuamos observaciones en otras dos
viviendas (estructuras 2 y 9) que habían sido excavadas asistemáticamente (en la década
de 1970. De acuerdo a los resultados arqueológicos, sabemos que el Ala Sur II las
casas fueron hechas en material perdurable con muros de adobe y tapial y techados de
tejas. Las casas tenían dos aberturas, la entrada principal en el frente de 1 metro de
ancho y la que daba hacia el sector posterior. La superficie interna era de 30m2 cuya
organización se conformaba por dos espacios iguales separados por un tabique construido
en el momento de edificación de las viviendas (Figura 5).

Figura 4. Plano arqueológico de Floridablanca


con estructuras arquitectónicas que lo componen.

44
María Ximena Senatore

Es interesante destacar el contraste entre las casas construidas para las familias
de pobladores y el resto de los grupos presentes en Floridablanca. En principio se
observan condiciones diferenciales de habitación de las familias que involucran distinto
grado de privacidad y libertad para la organización de su vida cotidiana. En segundo
lugar notamos que las casas fueron edificadas con materiales «perdurables» como
adobes y techado de tejas lo que implicó una gran inversión para la Corona en tiempo
de trabajo, hombres empleados y recursos. Esto puede representar la proyección de
permanencia en el asentamiento de este grupo de familias que estaban «sujetas a destino»
al firmar el contrato con la Corona. Esto contrasta con las condiciones de habitación
dentro del fuerte principalmente de madera donde vivió el resto de la población que
estaba conformada por hombres solos cuya permanencia en el asentamiento era
temporaria. Es interesante mencionar que dentro de este grupo de hombres solos estaban
los Funcionarios de la Corona que ostentaban el poder político, y los altos cargos militares,
el personal de Maestranza que percibía salarios altos, y los Presidiarios que era el
sector más marginal de la población.

Figura 5. La vivienda tipo de la familia pobladora.


Localización del plano arqueológico de Floridablanca (Ala Sur II, estructura 6). Se
detallan con diferentes tramas los materiales y técnicas construtivas adobe y tapial.

45
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

En tercer lugar observamos la marcada regularidad en el diseño y dimensiones de


las casas de las familias (figura 6). Esto ya había sido señalado en el análisis de la
asignación de habitaciones dentro del fuerte siendo idénticas en sus formas y dimensiones,
en contraste a los cuarteles correspondientes a la entrada y su opuesto con mayor
variedad morfológica y en los tamaños de los habitáculos.

Figura 6. Regularidad en las viviendas de las familias pobladoras


(Interpretación basada en información arqueológica)

Recordamos aquí que el proyecto de crecimiento de la colonia contemplaba


incorporar un nuevo frente de cuadra con otras nueve casas para la habitación de
familias. Es decir que la proyección a futuro consistía en incorporar nuevas unidades
de vivienda doméstica para este grupo, aunque esto no pudo realizarse porque se dio la
orden de abandonar y destruir la colonia.

FAMILIA, IGUALDAD Y AGRICULTURA: PROYECTO SOCIAL EN PATAGONIA

A modo de síntesis mencionamos los puntos que nos parecen relevantes a la luz de
los discursos ilustrados y que contribuyen a entender aspectos de la construcción material
de las relaciones sociales. Los análisis efectuados sugieren que el eje de diferenciación
entre las familias y el resto de la población puede haber estructurado la sociedad de
Floridablanca.

La organización material de la colonia representa distintos niveles de los discursos


sobre el orden social proyectado en San Julián. La sociedad se representa a sí misma a
través de categorías sociales diferenciadas con una lógica particular. Dentro de éstas,
los Pobladores son representados a partir de la idea de familia. Cada familia -como
unidad- encuentra una representación material en la casa. Estas unidades son iguales,

46
María Ximena Senatore

y a nuestro juicio, esa regularidad representa materialmente las condiciones iniciales de


igualdad establecidas por las Corona para las familias pobladoras. Recordamos aquí
que éstas habían firmado un contrato con la Corona Española en el que se especifica
que se les asignaría habitación, tierras para labor, semillas para sembrar, y una ración
de alimentación diaria, por lo tanto las casas se interpretan en el marco de un conjunto
mayor de beneficios o condiciones iniciales.

Sabemos que en los discursos ilustrados el ideal de Igualdad se presenta a la vez


como un camino hacia la solución de ciertos problemas estructurales de la sociedad
española como los privilegios y la propiedad de la tierra. Pero de nuestro trabajo surge
una pregunta sobre la importancia de la familia para el orden social ya que en distintos
proyectos de colonización son concebidas como las unidades de población (ejemplos en
Sierra Morena, entre otros).

Pensamos que el proyecto social ensayado en Patagonia se apoya en el ideal de


igualdad estableciendo condiciones iniciales de equidad para un grupo específico de la
población: las familias pobladoras. Estas, a su vez, son las únicas que tienen por función
las labores agrícolas, es decir que se entienden como unidades productivas. En otros
trabajos hemos tratado el carácter agrícola de los establecimientos patagónicos y cómo
la idea de la agricultura como principal fuente de desarrollo iba de la mano con la
idealización de la comunidad agrícola característica de los discursos ilustrados.

En los listados de la población de Floridablanca, la familia se define como unidad en


la que sólo se incluye a los padres e hijos y la jerarquía interna representa la idea de
sociedad patriarcal. Pensamos que el orden social se estructura a partir del concepto
de unidad familiar regida por un orden patriarcal, posiblemente como reflejo del orden
político imperante donde la figura del padre representa la del monarca. La familia
entonces, puede ser interpretada como metáfora del Estado. Para el pensamiento político
convencional el rey es el «padre» de sus súbditos, y el «reino del padre» es la unidad
doméstica» (Amussen 1988: 1). Otros de nuestros estudios demuestran el peso del
orden patriarcal en las decisiones que se toman en relación a las mujeres o a las familias
de San Julián (Senatore 2003).

PALABRAS FINALES

En este trabajo buscamos entender los mecanismos mediante los cuales una realidad
social específica es construida, explorando la relación entre la creación de determinadas
condiciones materiales y la estructuración de relaciones sociales. Para esto prestamos
atención a cómo formas dominantes de significado son producidas o mantenidas, es
decir cómo los discursos ilustrados estructuran la sociedad de los poblados patagónicos.

47
DISCURSOS ILUSTRADOS Y SOCIEDAD MODERNA EN LAS COLONIAS ESPAÑOLAS DE PATAGONIA

Así, entendemos al proyecto de sociedad ensayado en Patagonia como la invención


y circulación de un motivo intelectual particular. Los listados y la organización material
del poblado forman parte de los procesos de representación de ese motivo intelectual
creando divisiones a través de la producción de clasificaciones y exclusiones. Teniendo
en cuenta que nuevas categorizaciones pueden llevar a nuevas formas de ordenamiento
de la sociedad, orientamos nuestro estudio a entender la forma en que un medio es
utilizado para crear sujetos como agentes sociales y cómo lo escrito y lo material
juegan un rol dentro de prácticas sociales particulares (Barrett 1987: 472).

Las representaciones materiales analizadas en San Julián están mostrando una


nueva forma de ordenamiento del mundo social en el que el ideal de Igualdad y la idea
de comunidad agrícola se intersectan confiriendo al concepto de familia patriarcal
occidental y moderna un protagonismo como pilar de estructuración social. Cabe
reflexionar en qué medida estos discursos continuan en vigencia en la estructuración
de nuestras sociedades modernas en Latinoamérica.

Entonces, retomando la discusión planteada sobre el inicio de este trabajo acerca


de la aplicabilidad de los modelos utilizados en arqueología histórica para explicar la
conformación y cambios de «la» sociedad moderna. Si bien no se discute su utilidad
para dar cuenta de ciertos procesos en escalas globales, bien vale una reflexión acerca
de sus alcances para la comprensión de nuestros contextos locales. Qué es lo que
define a la sociedad moderna en nuestros contextos (lejanos a los centros de expansión
política, económica, ideológica)? Tal vez debemos partir de la idea que existen múltiples
formas de conformación de la modernidad en distintos tiempos y espacios. Así la vía de
entrada es conocer la diversidad de dinámicas de esos procesos en sus múltiples versiones
a partir de la multiplicidad de discursos, representaciones y prácticas. En Latinoamérica,
el desafío no está en homogeneizar y construir explicaciones globalizantes sino en explorar
las diferencias y entender las singularidades de los pasados regionales y locales. La
apropiación de nuestro pasado, de nuestro particular devenir histórico, invita a la
apropiación de un presente y de un futuro particular. Tal vez la relación arqueología-
sociedad deba plantearse como pilar estructurante de los proyectos en arqueología
histórica en Latinoamérica, como resultado de una toma de conciencia del rol activo de
esta relación en los procesos de construcción del pasado y sus implicaciones políticas
no sólo en los ámbitos vinculados al área o problema investigado. La relevancia de
introducir este punto en la discusión actual defiende la idea de entender a la praxis
arqueológica (Gassiot y Palomar 2000) como un camino para el cuestionamiento de los
principios de nuestra sociedad.

48
María Ximena Senatore

AGRADECIMIENTOS

Agradezco a Amalia C. Sanguinetti de Bórmida, Angel Sánz Tapia, Pedro P. Funari


y Matthew Johnson la orientación y comentarios durante el desarrollo de la investigación.
A José Luis Lanata el apoyo recibido. Agradezco a Marcia Bianchi Villelli, Silvana
Buscaglia, María Marschoff y Paula Palombo su colaboración y el intercambio de
ideas en el marco del proyecto en Floridablanca. A Marcia y Paula Moreno la elaboración
de figuras. A los alumnos del seminario «Sociedad Moderna y Cultura Material» (UBA,
2002) las discusiones de ideas en clase. Una agradecimiento especial a la Municipalidad
Puerto San Julián y a su Jefe de la División Turismo Pablo Walker por el interés
demostrado y por el apoyo logístico en los trabajos de campo. Agradezco a Andrés
Zarankin sus críticas y comentarios.

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54
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL:
RESIGNIFICANDO EL PAISAJE VOLCÁNICO Y LAS
REOCUPACIONES CULTURALES EN LA REGIÓN CAFETERA DE LA
CORDILLERA CENTRAL COLOMBIANA.

Carlos Eduardo López Castaño


Martha Cecilia Cano Echeverri

Nuestra reflexión se inicia sentados en una banca de una Catedral sui generis.
Con los ojos cerrados, invitamos a imaginar las curvaturas de esbeltas guaduas1
apuntando hacia el cielo. Pues bien, la «modesta» guadua fue usada como materia
prima en el año 2001 para construir provisionalmente una Catedral alterna y transitoria
de la ciudad de Pereira (Colombia). El arquitecto Simón Vélez logró diseñar y plasmar
una obra de arte; una «hermosa estructura aérea y líquida» como planteara un reconocido
columnista nacional. Enhorabuena, en pleno siglo XXI, se retomaron materiales
tradicionales y lenguajes estéticos locales, elementos en los que la perennidad no era lo
esencial, pero que permitieron probar modelos y alternativas propias; opciones que han
pretendido construir una mirada más «auténtica» de nuestra realidad. Esta «otra»
percepción, -diferente a la de una pétrea y monumental Catedral»-, hubiese sido
impensable décadas atrás, en nuestro medio. Este caso corrobora los cambios en las
percepciones en aspectos de la cultura material y su significado; esto explica como, la
popular y menospreciada pero abundante guadua, acabó penetrando en tiempos
modernos, los espacios de élite y ahora incluso los espacios sagrados.

1 Bambú muy grueso y alto, perteneciente a la familia de las gramíneas.

55
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL

Figura 1. Mapa regional donde se detallar las distancias entre Pereira y cartago
en tiempos actuales

Con posterioridad al fuerte sismo que sacudió la región centro-occidental colombiana


en 1999, distintas reivindicaciones identitarias y patrimoniales cobraron un dinamismo
inusitado. Dos años más tarde, durante el mes de enero de 2001, -mientras se adelantaban
obras de fortalecimiento estructural de la centenaria Catedral en ladrillo de Pereira-,
se hallaron enterrados en su interior unos restos humanos que sugerían una antigüedad
considerable (desde el contacto europeo) y que comenzaron a generar nuevas
reflexiones sobre las tradicionales presentaciones y «certezas» de la historia oficial. En
este contexto, la disciplina arqueológica entraba a jugar un papel preponderante,
involucrándose de manera activa en las percepciones, interpretaciones y divulgación
de los procesos históricos de conformación y desarrollo de la ciudad, desde sus albores
aborígenes, su fundación y abandono colonial, y desde su re-fundación republicana
hasta la actualidad.

Del mayor interés ha sido entonces proyectar las posibilidades y responsabilidades


de la disciplina arqueológica -que en Colombia se ha dedicado preferentemente a los
temas prehispánicos-, hacia el estudio de distintas épocas históricas y buscar explicar
los cambios culturales que se prolongan hasta nuestros días. Se planteaba por lo tanto

56
Carlos Eduardo López Castaño • Martha Cecilia Cano Echeverri

un reto interpretativo que trascendía la práctica de la arqueología tradicional, desafío


que abría las puertas hacia ámbitos de otras disciplinas tales como las históricas y
ambientales. Este caso particular, puede ser de interés para ilustrar opciones de
identificación, valoración y proyección de las percepciones sobre el patrimonio cultural,
que aplicadas aquí a un ámbito particular, se constituyen en un interesante ejemplo que
demuestra que los valores no son únicos, ni inamovibles (Ballart 1997, Bolivar 1999).
En este orden de ideas, se abren espacios para explorar en torno a la noción de identidad,
indagando sobre vínculos pasados de la cultura material con el origen de prácticas
individuales y colectivas, las cuáles han sustentado dinámicas culturales enriquecidas
de acuerdo a las diferentes percepciones y vivencias de cada momento histórico.

ESQUEMAS DE REFLEXIÓN Y METODOLOGÍAS DE ACCIÓN

Desde la dinámica propia de un proceso de estudio a largo plazo, han surgido


preguntas sobre qué modelos podrían ser aplicables para clasificar, interpretar y dar
cuenta de los procesos ambientales y culturales más significativos ocurridos en esta
región intramontana del norte de Suramérica. Tal como lo plantea la convocatoria a
este Simposio, nos interesa reflexionar sobre ¿hasta dónde los modelos de la arqueología
histórica norteamericana o del viejo Mundo, sirven para poder estructurar las
explicaciones que queremos dar? o si por el contrario, las situaciones investigadas
reclaman reflexiones acerca de nuestras particularidades, dando lugar al planteamiento
de modelos alternativos sobre procesos y aspectos locales que puedan explicar cambios
específicos de las formas de vida a través del tiempo. Paralelamente, sería conveniente
problematizar sobre el peso de los intereses dominantes y develar aspectos esquematizados
o encubiertos por la historia oficial (Funari 2002, Zarankin y Senatore 2002).

En este sentido, los estudios arqueológicos e históricos referentes al tema de la


Catedral de Nuestra Señora de la Pobreza de Pereira, reavivaron localmente varias
inquietudes identitarias, en particular el interés por el período de contacto entre aborígenes e
invasores foráneos y sus implicaciones en los posteriores desarrollos culturales en la región,
así como surgieron varias preguntas referentes a los intereses, la tecnología y el entorno en
que se construyó esta importante obra cívica (Acevedo 2001, Cano et al. 2001b).

57
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL

Figura 2. Plano general de la distribución de los hallazgos durante


las investigaciones arqueológicas

En el caso concreto de ciudades intermedias como Pereira, el dilema entre conservar


o destruir el pasado, poco se ha presentado, ya que ha primado el impacto permanente
de la actitud «modernizadora» de la globalización; desafortunadamente el patrimonio
histórico se ha borrado en muchas ocasiones sin miramientos. Por fortuna no fue este
el mismo caso, pues el hecho de intervenir la Catedral, eje y referente de la ciudad,
permitió repensar y poner en valor distintos aspectos patrimoniales, gracias al interés
de algunas personas y entidades locales conscientes de este potencial.

Además del papel que debía jugar el aporte de la arqueología histórica, y en general
toda la aproximación a partir de documentos, se dio también importancia a considerar
las perspectivas de la historia ambiental y ecología histórica, teniendo en cuenta las
particularidades del entorno. Era de significativa importancia considerar la vulnerabilidad
de los sistemas naturales regionales, además de las consecuencias positivas y negativas
de los impactos culturales. Se debe reiterar que el origen de esta investigación estuvo
motivado por los efectos de un movimiento sísmico de proporciones, que fue tan solo

58
Carlos Eduardo López Castaño • Martha Cecilia Cano Echeverri

una manifestación más de la inestabilidad tectónica de la región. Por consiguiente,


surgieron inquietudes en torno a reconocer en sitios arqueológicos locales, cómo se
puede relacionar la presencia humana con las manifestaciones palpables de los eventos
volcánicos (tales como la depositación de cenizas)2.

El hallazgo durante las excavaciones de distintas manifestaciones de cultura material,


como cerámica con características europeas coloniales, vidrios, botones y metales,
proporcionaron datos tangibles y abrieron las puertas a reflexiones en torno a los circuitos
comerciales y al impacto de la ideología y praxis asociada con estas tecnologías distintas
a las conocidas por los indígenas americanos. Preguntarse sobre lo local y lo foráneo,
resultaba de interés para comprender los aspectos particulares del desarrollo de esta
urbe enclavada en un sector de difícil acceso en los bosques cordilleranos.

COLONIZACIÓN ANTIOQUEÑA, COLONIZACIÓN EUROPEA


Y POBLAMIENTO ABORIGEN

Para explicar la historia de la ciudad de Pereira, ha sido común dar todo el peso de
los orígenes de los actuales pobladores, al resultado del proceso de la llamada
colonización antioqueña (la cual se desarrolló hacia la segunda mitad de Siglo XIX
en el centro-occidente colombiano). Esta dinámica de poblamiento, liderada por
campesinos venidos de las montañas antioqueñas3, se ha vinculado además con una
mirada progresista relacionada a los procesos capitalistas de la expansión del mercado
cafetero. Esta «cultura del café» ha tenido una imagen y eco mundial; sus ingresos
sostuvieron no solamente la economía regional, sino también constituyeron por décadas
buena parte de la riqueza comercial del país (Bejarano 1996, Parsons 1979). No obstante,
este modelo económico está hoy en una fuerte crisis4.

2 Los aportes desde la ecología histórica han permitido considerar una perspectiva de larga duración, por una
parte desde la llegada primigenia y temprana intervención humana de áreas determinadas, así como
secuencialmente, identificando algunos eventos o factores naturales como marcadores, hasta llegar a la
relación actual de percepciones y usos del paisaje, estos a su vez condicionados por las ideologías, praxis y
tecnologías contemporáneas (Flórez 2001, García Montiel 2002).
3 Antioquia y Cauca son territorios que se han denominado históricamente como Estados o Departamentos.
Ambos se ubican en la zona Andina colombiana. En el centro-occidente colombiano se consolidó por más
de un siglo una región cultural denominada «Eje Cafetero». En general se han proyectado los valores
antioqueños. No es de extrañar que en el marco del modelo económico dominante, se tienda a fortalecer la
imagen del «paisa» (antioqueño), como comerciante exitoso, liberal en lo económico y conservador en lo
ético-religioso, e incluso con unas características fuertemente relacionadas con la «raza blanca» y la gesta
masculina de la colonización (Therrien 1999).
4 Por otra parte, son muchas las implicaciones ambientales consecuencia de los cultivos de esta planta
foránea, principalmente al talar los bosques y generar extensos monocultivos.

59
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL

La colonización antioqueña estuvo ligada con una expansión de frontera agrícola,


tumbando y quemando durante más de medio siglo las extensas selvas tropicales de
montaña. Esta gesta ha sido simbolizada en monumentos «al hacha y el machete», un
arrojo que hoy día se cuestiona desde otras percepciones -como las ambientalistas- y
cuyas implicaciones hoy visibles han sido la «africanización» o sabanización ganadera
de gran parte de los paisajes. No obstante, ha sido común destacar la generación de un
«paisaje cultural cafetero», caracterizado por el desarrollo de un modelo minifundista
de tenencia de la tierra, ligado a las características de usos del suelo y tipos de
arquitectura y vivienda tradicional (Robledo y Prieto 2002)5.

Pero aunque la respuesta de los orígenes decimonónicos satisfaga a la mayoría,


reiteradamente los historiadores han recordado la existencia del antiguo asentamiento
de la ciudad colonial de Cartago en el mismo sitio que hoy ocupa la actual Pereira. Los
documentos escritos indican que Cartago había sido fundada por el conquistador Jorge
Robledo en 1540 y reubicada en cercanías del río Cauca en 1690. El abandono del
emplazamiento urbano colonial por 150 años, permitió el crecimiento de tupidos bosques,
posteriormente descritos y doblegados por los nuevos colonizadores decimonónicos
(Acevedo 2001, Cano et al. 2001b, Duque et al. 1963, Zuluaga 2002).

Por otra parte, en todos los primeros escritos, los Cronistas españoles y los
historiadores del siglo XX, recordaron la presencia en la región de grupos aborígenes,
organizados socio-políticamente en distintos cacicazgos, que ocupaban hacia el siglo
XVI de manera dispersa la cuenca media del río Cauca y vertientes cordilleranas
(Duque et al. 1963). Desafortunadamente, por más de un siglo, el nombre de
Quimbayas, tomado de las crónicas, ha sido abusivamente extendido a todas las
evidencias aborígenes que se encuentran en la región6. Es así como, considerando los
elementos que brinda la arqueología podemos comprender que la mirada de lo llamado
quimbaya –o grupos vistos por los europeos- no cubre ni agota la complejidad de los
procesos de poblamiento aborigen. Este imaginario del omnipresente Quimbaya, se
aclara al reconocer la existencia de grupos que vivieron más de mil años atrás, utilizando
técnicas orfebres y alfareras de mayor complejidad.

5 En este orden de ideas, el monumento vivo de la Catedral en ladrillo de Nuestra Señora de la pobreza de
Pereira, puede ser visto como parte integral de este proceso ligada al desarrollo de ciudades de fundación
reciente-por ejemplo Pereira fue fundada oficialmente en 1863-, enmarcadas en el proyecto modernizador
de comienzos del siglo XX y sostenidos por los flujos económicos del intercambio cafetero internacional.
6 El apelativo de cultura Quimbaya se ha utilizado como un imaginario permanente, en particular desde finales
del siglo XIX cuando se quiso considerar como «civilizaciones» a nuestras culturas americanas más destacadas
por sus producciones materiales y monumentalidad. En particular para esta región siempre se enfatizó la
calidad técnica y estilística del trabajo orfebre. Vale la pena también mencionar que incluso una de las
motivaciones de los procesos de colonización decimonónica estuvieron vinculadas a actividades intensivas
de guaquería, cuyos productos llegaron también a tener dispersión mundial.

60
Carlos Eduardo López Castaño • Martha Cecilia Cano Echeverri

Pero la profundidad temporal aumenta, en la medida que se consideran los datos


arqueológicos que sustentan el poblamiento primigenio que abarca una prolongada
cronología, que alcanza el décimo milenio antes del presente. Separados por estratos
de cenizas volcánicas estériles culturalmente, el hallazgo de artefactos líticos usados
para labores tempranas de manipulación de plantas, implica desarrollos culturales del
mayor interés para explicar la presencia de sociedades que colonizaron a comienzos
del Holoceno los bosques tropicales que cubrían la región (Cano et al. 2001a).

HISTORIA AMBIENTAL Y ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA

En este panorama que se ha presentado vale la pena resaltar nuevamente la


posibilidad enfatizar sobre el componente ambiental direccionando nuestro interés hacia
los efectos del vulcanismo. En la actualidad se viene estudiando con interés el riesgo
volcánico (Hermelín 2000), pero es de gran interés rastrear documentos y evidencias
de este fenómeno. Las crónicas españolas escritas en el siglo XVII, así como en el
registro estratigráfico, se ha mencionado y se identifican las erupciones volcánicas y
los importantes depósitos de cenizas del entonces llamado volcán de Cartago, hoy
conocido como volcán nevado del Ruiz. Este ha hecho en los últimos siglos, y milenios,
fuertes erupciones que han depositado capas significativas de ceniza volcánica con
amplia distribución regional. Estas erupciones se registraron en algunas crónicas de la
época, en particular las de Fray Pedro Simón (Acevedo 2001, Simón 1981, Zuluaga
2002), así como son tangibles los depósitos de capas decimétricas y centimétricas
identificadas en los sitios arqueológicos excavados y muestreados (Cano et al. 2001a).

En este sentido es posible afinar el reloj estratigráfico-volcánico con el reloj de la


arqueología histórica. Un hecho fundamental a considerar en el marco de este
acercamiento, es que el registro arqueológico –dependiendo de su enfoque y resolución-
aporta información distinta a la que puede provenir de los datos escritos. Se reitera aquí
como lo han expresado varios autores que aparentemente, contar con documentos
debería representar una ventaja a la hora de interpretar la evidencia arqueológica; no
obstante lo importante está en las preguntas que se formulen y en la posibilidad de
establecer un buen enlace entre lo material y lo escrito. Se trata entonces de lograr una
nueva mirada de las fuentes con distintas preguntas, buscando generar y contrastar
hipótesis a partir de ellas7 (Funari 2002, Patronato de Panamá 2001, Senatore 1997,
South 1977, Zarankin y Senatore 2002).

7 La utilización de documentos escritos en arqueología histórica es según South (1977:1) «Those studies using
both archaeological and historical data have come to be called «historical archaeology». This term refers
to the data base, not a different kind of archaeology from any other».

61
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL

Es satisfactorio encontrar que en varias ciudades del continente americano se han


desarrollado proyectos que comienzan a discutir las crónicas históricas, enfatizando
que los lugares donde se han fundado las poblaciones, han sido producto de procesos
que van más allá de los datos fundacionales que presenta la historia tradicional, es decir
buscando aportar miradas diferentes a problemática históricas del contacto colonial
(Arcila 1986, Funari 2002, Patronato de Panamá 20018, Therrien et al. 2002, Schavelson
1992, Senatore 1997, Weissel et al., Zarankin y Senatore 2002). Se trata de un período
de choque cultural, por lo que algunos autores reclaman la necesidad de estudiar con
mayor detalle este proceso y aportar con miradas más auténticas y comprometidas
hacia la construcción de un panorama menos occidentalizante de nuestra historia9.

Otro aporte fundamental de la arqueología histórica es la posibilidad de lograr una


nueva perspectiva desde una mirada global, al identificar costumbres y al contemplar
materiales venidos de otras latitudes. Sin lugar a dudas esto permite que las
investigaciones trasciendan el nivel regional y local. En este caso, se ha tornado de
interés el re-pensar a influencia y el impacto de las ideologías y prácticas foráneas, por
ejemplo un caso de interés es el plasmado en los rituales funerarios (Martín y Díaz
2000), así como en la presencia de materiales relacionados con contextos europeos,
que permiten vincularlos con sistemas de comercio mundial y los procesos de intercambio
propios de ciertas épocas, definidas por su estilo ( Funari 2002, Rovira 2001, Senatore
1997, Therrien et al. 2002, Weissel et al., Zarankin y Senatore 2002).

ACTIVACIONES PATRIMONIALES

Estos aspectos mencionados muestran la proyección de la arqueología histórica, y


de la arqueología en general, para lograr asumir y dar explicaciones a procesos dinámicos
y de cambio. Uno de los intereses del proceso de activaciones de lo que podría llamarse
como patrimonio cultural, es cómo contemporáneamente se puede volver a mirar la
historia -o lo tradicional-, no solamente en términos de monumentos, espacios antiguos,
o concepciones impuestas, sino también desde distintas percepciones del entorno, además
reconsiderando materiales y diversas tecnologías. Por eso la concepción del patrimonio

8 El recientemente publicado CD de las investigaciones en Panamá Viejo es un excelente ejemplo de un serio


y metódico esfuerzo investigativo.
9 En los últimos congresos de Antropología y Arqueología en Colombia se vienen organizando simposios que
buscan fortalecer una necesaria mirada alternativa y multivocal (ver por ejemplo Serna 1998, Therrien
1999).

62
Carlos Eduardo López Castaño • Martha Cecilia Cano Echeverri

en sus diversas manifestaciones, comienza a abrir nuevas reflexiones teniendo en cuenta


cómo puede aparecer como una construcción social, en términos de y cómo puede
activarse (Ballart 1997, Bolívar 1999). En este sentido es como la gente podría identificarse
con otros elementos distintos a los que predominaron por mucho tiempo –muchos de ellos
basados en lo foráneo durante la expansión de la economía cafetera-, y que cobraron un
papel fundamental pero sesgado para percibir el entorno y valoración de lo local.

Según autores como Ballart (1997), si se considera que el patrimonio es la


identificación de algo propio por un conjunto de individuos es interesante pensar
justamente ¿hasta dónde estos elementos de la vida colonial o indígena efectivamente
son algo propio para los actuales habitantes de una ciudad como Pereira, identificada
por los valores de la cultura cafetera? Se torna del mayor interés el empezar a mostrar
que el patrimonio cultural no existe como algo dado, e incluso sugerir que este puede
referirse como una invención o un artificio creado por alguien o por un proceso histórico
particular. Nos preguntamos entonces, ¿Podría comenzar a considerar una presentación
distinta, otra mirada y divulgación, de las circunstancias cambiantes de la ciudad?.

En ese sentido, es posible cuestionar las visiones hegemónicas que han predominado
sobre el patrimonio. Está por ejemplo el interesante caso de la estructura en madera
que sostiene el techo de la Catedral. Este notable armazón estaba cubierto por un cielo
raso con pinturas, el cual fue retirado a partir de las obras de reconstrucción. El des-
cubrimiento de esta estructura fue un reconocimiento de las opciones exitosas
tradicionales de una arquitectura que permitió sobrevivir en pie a la Catedral durante
varios temblores. Allí reconocemos que elementos antes poco o nada valorados -o que
no fueron importantes de mostrar en otras épocas-, ahora son dignos de admiración en
términos tecnológico, estructurales, o estéticos ligados al arte de la madera, etc. Incluso
se acuñó el término de «arquitectura temblorera» (Robledo y Prieto 2002). Hoy día
cobra una importancia inusitada en la nueva visión de la Catedral de futuro que se
tiene. En este futuro de la ciudad, vuelven a tomar fuerza elementos o percepciones de
la naturaleza, en este caso representado en la madera como materia prima especial. En
contraste, la hegemonía de la visión religiosa de la iglesia, de los\ ángeles, de lo blanco,
de las pinturas, empieza a cambiarse un poco por nuevas percepciones, como pueden
ser las de lo natural, de lo rollizo, del ladrillo a la vista, etc10.

En ese sentido, también recordemos la conceptualización de patrimonio como bienes


y la necesidad de cambiar esta concepción. La arqueología empieza a dar elementos
de cómo estos bienes no solamente son esos elementos de la guaquería, del oro, del

10 También desde el acercamiento ambientalista, podríamos preguntarnos cuánta madera se usó, de dónde salió,
y de cuantos bosque se acabaron para hacer ese armazón tan especial que logró el arquitecto Ochoa hacia la
década de los 20 de siglo pasado.

63
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL

monumento, sino de otros aspectos intangibles a los que les empezamos a dar un valor;
bienes que son este proceso de cambio de las ocupaciones humanas a través del tiempo.
Esta posibilidad de empoderarse de entornos o procesos, por ejemplo el poblamiento,
las diferentes etapas a través del tiempo, empiezan a constituir la nueva historia de la
ciudad, es decir, a darle significado a distintas experiencias humanas, mostrando por
ejemplo los usos del espacio y las construcciones que se han dado a través del tiempo
en procesos colectivos, señalando cuáles han sido los intereses y los propósitos
involucrados y cómo se han legitimado.

Se puede plantear igualmente que algunos objetos pueden llegar a la categoría de


marcadores culturales e incluso fetiches, tales como cierto tipo de cerámica, de vidrio,
de maderas, y en particular los propios restos humanos. Estos generaron una amplia
expectativa por su hallazgo en el interior de la Catedral, en particular 5 enterrados
formalmente en ataúdes de madera, así como restos muy descompuestos pertenecientes
por lo menos a una veintena de individuos de acuerdo a las dentaduras recuperadas
(Cano et al. 2001b). Estos aparecen como «objetos vivos», orientados en sentido
contrario de la actual Catedral, implicando cuestionamientos concretos sobre su identidad
y su antigüedad. No obstante, las preguntas siguen vigentes, ¿quiénes eran y qué
representan? 9 Gracias a los estudios del antropólogo Físico José Vicente Rodríguez, se
cuenta con análisis sobre las características de estos individuos que indican un origen
caucasoide (europeo) de 4 de ellos, así como la presencia de una mujer con rasgos
mestizos.

Finalmente, vale la pena enfatizar que los espacios rituales han sido siempre del
mayor interés para los estudios antropológicos. Los templos, iglesias y por supuesto las
catedrales, representan puntos de referencia centrales de cada cultura. Se constituyen
en ejes espacio- temporales donde se manifiesta, canaliza y centraliza el poder divino y
se proyecta también el poder humano. Sin lugar a dudas un espacio de estas
características constituye un epicentro histórico, donde prima lo colectivo sobre lo
doméstico, lo trascendente sobre lo cotidiano. Por eso se constituye en un referente
clave en el desarrollo urbano y regional, además de abrirse la posibilidad de pensar en
centros, caminos y áreas periféricas, esto implica una visión de conjunto o regional
amplia en el marco de una arqueología histórica del paisaje, que debe ser desarrollada
a futuro.

Sin lugar a dudas, el entorno del sector medio de la cordillera Central Andina
colombiana ha sido un escenario cambiante e inestable debido al activo vulcanismo y
tectonismo regional. En este sentido la mirada de larga duración de la arqueología
aporta evidencias fundamentales sobre orígenes y continuidad de la permanencia humana,
así como de distintas rupturas culturales, algunas de ellas producto de estos eventos

64
Carlos Eduardo López Castaño • Martha Cecilia Cano Echeverri

naturales. Como se ha planteado, la superposición en la región de sitios precerámicos,


distintas ocupaciones agroalfareras, asentamientos históricos coloniales y modernos,
constituyen una interesante secuencia, para preguntarse sobre modelos de
aprovechamiento y valoración el entorno, considerando los intereses y las orientaciones
culturales de cada sociedad en su tiempo y territorio particulares. El impacto vivo de los
eventos naturales y sus implicaciones culturales (con el ejemplo de la modalidad de la
«arquitectura temblorera»), aparecen como un tema o eje conductor en torno al cuál se
pueden buscar interpretaciones sobre continuidades y cambios culturales representados
en las diferentes poblaciones que han habitado la región.

La Catedral alterna de Guadua ya cumplió sus días por lo que debemos terminar
nuestro recorrido sentados ahora en una banca de la propia Catedral Nuestra Señora
de la Pobreza. Hoy día en el techo no prima el blanco, ni las pinturas de estilo
renacentista que antes adornaron la Catedral. Por el contrario se destaca el ladrillo y la
madera a la vista. Sin duda un estilo diferente, un conjunto con menos adornos y
«vestimentas», en la misma dimensión que atravesando la puerta se encuentra afuera,
en la plaza central de la ciudad, la imponente escultura del «Libertador Simón Bolivar»
desnudo. Así como en la década de los 60s, la desnudez del libertador de la Patria
causó conmoción, ahora la arqueología e historia también pueden generar cambios o al
menos reflexiones sobre la pureza y dirección de la historia tradicional o la historia
oficial.

AGRADECIMIENTOS

Destacamos el trabajo de la antropóloga Luz Marina Mora en las labores de


Laboratorio además de la colaboración de los doctores Amparo Jaramillo de Drews,
José Vicente Rodríguez y Gonzálo Correal, así como a todas las demás personas que
colaboraron activamente en el proceso de excavación y realización de esta investigación.
El historiador Alvaro Acevedo ha participado durante todo el proceso de investigación
en la recuperación e interpretación de la documentación histórica y muchas de las
ideas aquí expresadas han surgido de conversaciones académicas y trabajo en equipo
con él.

65
ENTRE ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA E HISTORIA AMBIENTAL

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ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO
EN RIO DE JANEIRO

Nanci Vieira de Oliveira

El interés por el estudio de las «sociedades de contacto», y específicamente el


establecimiento de poblaciones indígenas por los misioneros, fue el móvil que determinó
el inicio de las investigaciones en el Ladeamiento Jesuita de São Barnabé, en Río de
Janeiro - Brasil. Los estudios en este sitio pretendieron localizar y registrar evidencias
materiales y documentales que proporcionen nuevas informaciones sobre el proceso
de interacción entre los diferentes grupos involucrados, centrando el análisis en los
cambios culturales y las rupturas existentes (Funari, 1996: 164-166).

Si consideramos a la cultura material como un discurso relacionado a prácticas


sociales y estrategias de poder (Funari, 1993, 1995, 1996), también podemos decir que
un documento escrito es un discurso verbal materializado, y por lo tanto plausible de
estudio arqueológico. Evidencias documentales, como mapas antiguos y otros materiales
iconográficos, han proporcionado medios para el «entendiendo de la cultura material
urbana en diferentes contextos históricos» (Funari, 1999:12). Ambos pueden ser
considerados como diferentes expresiones culturales y contextos discursivos (Andrén,
1998:148), siendo indisociables para la Arqueología Histórica.

El proceso colonial como fenómeno complejo, presentó formas variadas a lo largo


de los siglos -con sus contradicciones, resistencias y confrontaciones (Funari, 1995,
1996, 1997; Funari, Jones & Hall, 1999)-. Así resulta fundamental, el análisis no sólo de
las transformaciones, sino también de las respuestas dadas por los grupos indígenas y
sus estrategias frente a la dominación colonial, a través de la interrelación entre las
fuentes arqueológicas e históricas como objetos de estudio inseparables (Funari,
1996:164).

71
ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

Muchas de las interpretaciones arqueológicas, relacionadas a las poblaciones


indígenas extintas, se basan en la idea de que una cultura arqueológica correspondería
a un cierto grupo étnico. Sin embargo, esta etnicidad puede estar relacionada a uno o
varios elementos culturales, sin que ninguno de ellos sea el principal determinante de la
identidad étnica (Penner, 1997; Jones, 1997). Así, en lugar de un inventario de trazos
culturales, resulta mucho más productivo el estudio de estas fronteras y de las
características que son consideradas significantes para los propios miembros del grupo,
a diferencia de los señalados por aquellos de fuera del mismo. En este sentido, el
concepto de etnicidad se ha mostrado mucho más apropiado como un fenómeno social,
envolviendo la construcción de fronteras entre los grupos en un contexto de interacción
social.

El contacto no significa la desaparición de la identidad étnica debido al cambio y la


aculturación, sino el establecimiento de sus fronteras a través de nuevas estrategias,
símbolos materiales y de comportamiento (Jones, 1997). Para entender la dinámica del
contacto, es importante verificar las transformaciones de estas sociedades, sus luchas
y estrategias frente al dominio colonial. Esto significa conocer la diversidad de estrategias
económicas y de ocupación del espacio que caracterizaron sus sociedades.

Las estratégias establecidas por los grupos en respuesta a las situaciones que le
fueron impuestas, pueden observarse en los registros arqueológicos y documentales
(Funari, 1991,1996, 1999). Por lo tanto un análisis de etnicidad en arqueología exige el
conocimiento de los contextos del pasado a través de un abordaje histórico con fuentes
e informaciones variadas (Rubertone, 1989; Paynter & McGuire, 1991; Altman &
Butler, 1994; Jones, 1997; Trigger, 1998). Sin embargo, no siempre es posible una
correlación directa entre los registros arqueológicos y las fronteras étnicas a través de
los símbolos materiales. De todas formas algunos elementos o conjuntos materiales
pueden interpretarse como indicadores de comportamiento étnico (McGuire, 1982).
Etnicidad, como una estrategia adaptativa a nuevos ambientes y situaciones, genera
nuevos comportamientos posibles de ser discernidos en los registros arqueológicos y
documentales que juntos, reflejan el grado de mantenimiento de fronteras entre los
grupos.

Si uno de los objetivos perseguidos es conocer los elementos envolvidos en el proceso


de contacto, resulta básico analizar la variedad de artefactos relacionados al periodo de
pre-contacto. Debemos comparar que ocurrió con la cultura material antes y depuse
de la llegada de los europeos observando que ítems desaparecieron y cuales fueron
incorporados (debido a la substitución por los productos de origen europeo (Rubertone,
1989)). También es necesario obtener información verbal en forma de registros escritos
o tradiciones orales provenientes de la misma cultura, o de culturas que están
históricamente relacionadas (Trigger, 1998:18). De esta forma, la cultura material y así

72
Nanci Vieira de Oliveira

como otras prácticas culturales, son plausibles de estudio por parte de la arqueología
(Noelli & Brochado, 1998, Noelli, 1999).

Buscar una interpretación alternativa representa considerar la existencia de una


red de contactos de prestigios, de relaciones sociales, de relaciones inter-tribales
anteriores a la llegada de los europeos, ya que el contacto acabó por engendrar
reestructuraciones y el establecimiento de nuevas redes. En un estudio de procesos de
contacto, la historia, junto con otras áreas de conocimiento interdisciplinar, se vuelve un
elemento vital en la interpretación arqueológica (McGuire, 1996; Orser Jr, 1999),
permitiendo una mirada diferente de las sociedades del pasado.

CULTURA MATERIAL Y LA IDENTIDAD ÉTNICA: TUPINAMBÁ DE RÍO DE JANEIRO

Para entender la realidad social a la que los colonos tuvieron que enfrentarse en
Río de Janeiro, es importante identificar la organización espacial, a nivel regional, así
como los indicadores culturales de comportamiento étnico, previos al contacto con los
europeos. Una de las vías para obtener esta información puede ser la revisión de las
fuentes de los cronistas portugueses.

Desde un principio, los europeos se preocuparon por dar coherencia a las poblaciones
que encontraron en América. Sin embargo América carecía de los modelos organizativos
europeos, en la que grupos o naciones distintas, podían ser identificada a través de
instituciones políticas y fronteras. Es por ello que decidieron crear nuevas denominaciones
que buscaban clasificar las comunidades indígenas, lo que dio como resultado una
diferenciación de etnias artificiales (Poutignart & Streiff-Fenart, 1998:80).

La bahía de Guanábana, donde la ciudad de Río de Janeiro esta localizada, estuvo


ocupada por poblaciones indígenas Tupi-guaraní. La Etnología sostiene la existencia de
una matriz cultural Tupi-guaraní, flexible y genérica, de gran variabilidad (Castro,
1986:108; Oliveira Filho, 1987; Fausto, 2000). Diferentes poblaciones Tupí de la costa
se auto denominaban Tupinambá. Dentro de este grupo, aquellos que vivían en la
región de Río de Janeiro fueron a su vez llamados «Tamoios» por otros grupos indígenas.
Este trabajo adopta esta última designación, aunque somos conscientes de que no se
trata de la autodenominación de estas poblaciones.

Los pueblos Tamoios se encontraban articulados, local y regionalmente, por uniones


sanguíneas y alianzas. Espacialmente existía una red de caminos que contribuyo a
integrar los grupos de la costa con los del interior. Esta articulación entre los pueblos no
impidió que éstos se mantuvieran independientes en sus decisiones. La importancia de

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ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

un pueblo, tenía que ver principalmente, con la figura de su jefe, con sus parentelas y
alianzas, con su poder de oratoria y capacidad belicosa.

La red de caminos que ataron estos conjuntos inter-comunitarios también fue usada
por muchos grupos para desplazarse desde el interior a la costa para pescar. Existieron
campamentos para la pesca, con artefactos como flechas, anzuelos, trampas, piedras
de molienda y recipientes para transportar harina. Otros artefactos mencionados por
los cronistas, tales como los confeccionados en piedra, como cuchillos, raspadores y
hachas, u otros materiales como dientes de tiburón o raya, adornos de vértebras de pez
o de hueso, dientes de animal trabajados, coinciden con los que los arqueólogos registran
en varios sitios pre-cerámicos y cerámicos en la costa. A pesar de ello, un elemento
que a nuestro entender complica el trabajo del arqueólogo tiene que ver con la utilización
de ciertas características tecnológicas como diferenciador entre las culturas
arqueológicas.

Los pueblos también se articularon en un sistema extenso y amplio, en las que


pueblos distantes se encontraban unidos a través del intercambio de bienes de prestigio
e interacciones económicas (Mcguire, 1996), lo que permitió obtener productos
inexistentes en la costa. Esta articulación en un inmenso sistema de intercambios dio
como resultado una similitud de elementos y estilos de diferentes grupos étnicos (Jones,
1997:28). Como ejemplo podemos citar los adornos labiales en piedra pulida y forma
redonda o cilíndrica, también usados como adornos faciales, frecuentes en varios pueblos
Tupí. Esto refleja la intensidad de la interacción entre los grupos Tupí en el litoral, así
como sus vinculaciones históricas (Noelli & Brochado, 1998:125).

La existencia de esta amplia red de intercambios y contactos multiétnicos propició


la difusión de ciertos materiales y adornos en grupos étnica y lingüísticamente diferentes.
Debemos recordar que la difusión de ciertos adornos en varias regiones solo puede
entenderse como parte de un conjunto de elementos de opción de los grupos, que como
conjunto iconográfico transmitieron mensajes de identidad social y étnica. Este conjunto
iconográfico, formado por los adornos, la pintura corporal y otras marcas en el cuerpo,
es difícil de entender en las fuentes escritas, ya que algunos de sus elementos no fueron
entendidos y descritos sistemáticamente por los colonos. Otra complicación adicional
surge del hecho de que en los sitios arqueológicos, apenas una parte de sus materiales
sobreviven.

A pesar de esta homogeneidad de adornos labiales y faciales, existieron otros


elementos distintivos entre grupos étnicos. Por ejemplo el caso de la diferenciación
entre individuos de diferente grupos sociales, de determinados linajes o categorías de
edad (Silva & Noelli, 2000). Las informaciones repetidas por parte de los cronistas de
que los Tupinambá podían diferenciar a través del cuerpo y corte de pelo otros grupos

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Nanci Vieira de Oliveira

indígenas, demuestra que a» nivel macrosocial «, el conjunto de pintura, adornos y pelo


sirvieron para definir categorías sociales y étnicas (Vidal & Müller, 1986; Vidal, 1992).
La etnicidad se establece a través de comunicación cultural y permite el establecimiento
de fronteras por medio de símbolos comprensibles a los miembros del grupo y para los
de « fuera» del mismo (Poutignat&Streiff-Fenart, 1998:124).

En todas las actividades sociales Tupinambá y Guaraní, existía un consumo del


cauim, principalmente en los rituales antropofágicos, que reforzaban las relaciones
entre pueblos así como sus fronteras étnicas. La preparación de la bebida hecha por las
mujeres exigía, además de las vasijas cerámicas, cuchillos y raspadores de piedra,
dientes, huesos, maderas y cestas. La preparación de los ingredientes comienza con su
cocinado en vasijas profundas con tratamiento de superficie de tipo corrugado, escobado
o ungulado. Posteriormente, el producto (amasado o masticado), se colocaba en otra
vasija de tipo cubeta y luego era depositada en otra «igaçaba» para su fermentación.
Estas vasijas «igaçabas» solían tener pintura externa «en la boca hasta la porción
superior anterior a su diámetro más grande» (Noelli & Brochado, 1998).

Los Tamoios fabricaron vasijas «tipo olla», de formas variadas según propósitos
como tostar la harina de mandioca y platos de varios tamaños para servir la harina
(estos últimos fueron los únicos cuya superficie interna se encontraba completamente
pintada,[1578]1980:232-234). Muchos grupos indígenas aplicaban en la cerámica el
mismo modelo observado en la pintura corpórea (Lima, 1986:177), lo que justificaría las
observaciones efectuadas por Lery ([1578]1980:234), en relación a la diversidad de
diseños en la cerámica Tupinambá. Como en otros Tupí, los modelos ornamentales en
los artefactos y en la pintura corpórea actúan como» insignias de identificación tribal»
(Ribeiro, 1986:265).

CONTACTO - LAS ESTRATEGIAS INDÍGENAS Y EUROPEAS

La forma como los indios interpretan «el cambio» se relaciona a estrategias culturales
específicas, al contexto histórico en que el contacto transcurre y al universo de relaciones
establecidas. La situación del contacto no debe observarse simplemente como una
relación de dominación y sumisión, sino como una serie de estrategias adoptadas por
ambos lados, en las que la dominación termina generando resistencias.

Hasta mediados del siglo XVI, los Tamoios de Río de Janeiro, estuvieron a salvo de
la violencia de los colonos europeos. La presencia francesa y las incursiones portuguesas
con fines comerciales no determinaron la pérdida de la autonomía tribal y la ocupación
definitiva de sus territorios. La conducta de los invasores, muchos veces traicioneras o

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ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

violentas, determinó una relectura y la implementación de estrategias más funcionales


por parte de los indios, como evitar o resistir a los colonos (Altman & Butler, 1994:489).
Los indios poseían sus propias interpretaciones y evaluaciones en relación a los europeos,
donde los franceses estaban incorporados a la categoría de parientes y los portugueses
a la de enemigos.

No sólo eran valorados los objetos obtenidos de los europeos por medio de un
sistema amplio de intercambios sino también los pertenecientes a otros grupos indígenas
que todavía no estaban en contacto directo con ellos. Así los propios objetos indígenas,
de gran valor en toda la costa, fueron incorporados para el portugués como objetos de
intercambio para la obtención de mujeres o el rescate de prisioneros (Cardim,
[1584]1980:92). Los productos tradicionales de las sociedades indígenas, limitados
previamente a la producción doméstica, empiezan a tener valor de cambio en la economía
regional y adquieren con esta una nueva dimensión.

Sin embargo, de alguna manera en esta primera fase del contacto, ellos cambian
sus prácticas culturales, como por ejemplo en el caso de los rituales funerarios. Ahora,
« ya no entierran más las cosas de valor como acostumbraban hacer» (Lery, [1578]1980:
247), debido a que los objetos dados por los europeos no fueron considerados de propiedad
del muerto (Cardim, [1584]1980:94).

El aumento de las hostilidades terminó por hacer que los diferentes grupos indígenas
maximizasen sus estrategias y habilidades para mantener sus autonomías culturales,
integridad territorial, identidad y movilidad física (Rubestone, 1987; Altman & Butler,
1994). A partir de la segunda mitad del siglo XVI, el proceso de cambio se acentúa y
complejiza debido a la conquista de Río de Janeiro.

Todos los cronistas, e incluso los Jesuitas, hacen referencias a la práctica del traslado
periódico de lugar de los pueblos, que sin embargo continúan conservando el mismo
nombre. Así, es frecuente encontrar varios sitios arqueológicos Tupinambá que podrían
corresponder a diferentes asentamientos de un mismo pueblo. Por otra parte, debido a
la gran movilidad en periodos cortos (lo que hace imposible establecer diferenciaciones
cronológicas), resulta difícil entender la dinámica en la que estos grupos eran trasladados.

Por otra parte, los diferentes grupos locales Tamoios poseían diferentes
asentamientos, según actividades específicas cuya organización espacial y material
difieren unos de otros (Assis, 1997). El techaba, como era denominado por los
Tupinambá, se refiere a una red de grupos de un mismo pueblo que compartían un
mismo territorio y sus áreas para la caza, pesca, cultivo y recolección de recursos
(Noelli, 1996:35). Un análisis espacial de estos asentamientos, que abarquen a su pueblo,

76
Nanci Vieira de Oliveira

los espacios y campamentos, caminos y senderos, etc., dentro del mismo, no debe
perder de vista la articulación existente entre los grupos locales dispersos en toda la
región. La compleja red de relaciones existente entre los pueblos, unidos por lazos de
parentesco y alianzas, era reforzada por la realización de rituales comunes y actividades
belicosas, lo que a su vez posibilitaba el establecimiento de toda una red de asentamientos
estacionales por parte de las comunidades que componían esa red.

Un análisis espacial de sitios que podrían formar parte de este sistema del techaba,
exige precisión en relación a su contemporaneidad, algo que generalmente resulta difícil
de demostrar. En el mapa de De Vaulx (1579), podemos percibir la organización espacial
Tupinambá en la costa central de Río de Janeiro, que se mantuvo incluso después de la
conquista portuguesa. Al observar este mapa del siglo XVI realizado por De Vaulx,
preocupado en registrar los caminos existentes y los puntos vulnerables para un ataque
a la ciudad de San Sebastián, podemos ver gracias al detalle con el que fueron relevadas
las tierras desde Guanábana a Macaé, y especialmente el área de Cabo Frio, la compleja
red de caminos así como la ubicación de algunos pueblos Tamoios. Un análisis de las
informaciones proporcionadas por el cartógrafo francés permite identificar los diferentes
asentamientos integrados en un mismo territorio y los caminos de conexión entre éstos.

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ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

El detalle del mapa indica que De Vaulx viajó por el área de Cabo Frio y relevando
los pueblos que visitó y los caminos que observo hasta la bahía de Guanábana. Diferentes
puntos en la laguna de Araruama fueron marcado como» scalla», allí donde avistaba
embarcaciones francesas. Los demás puntos de «scalla» pueden relacionarse con
asentamientos de pueblos no visitados y no visualizados en la laguna. Debe notarse que
la «scalla» localizada al fondo de la laguna de Araruama corresponde al área donde
están los sitios arqueológicos de Tres Vendas (Kneip, 1980) cuyas dataciones indican
que a medios del siglo XVIII algunos nativos fabricantes de cerámica Tupinambá ya se
encontraban en el área.

Observamos que los pueblos están localizados en áreas de transición de una


vegetación hacia otra de bosque denso. Varios caminos de estos pueblos alcanzaron
puntos cerca del mar y laguna, lugares en los que debieron existir asentamientos para
pesca y recolección de mariscos. Por su parte en las áreas de bosques densos debieron
haber estado los sitios de roza y los asentamientos de caza. Los diferentes caminos
trazados marcados indican una amplia red de asentamientos que sirvieron para relacionar
y comunicar estos pueblos.

Resulta de especial interés a nuestra investigación el pueblo indicado en el mapa


como el más cercano a la bahía de Guanabara. Este coincide con el área próxima a
Araçatiba en la laguna de Maricá. Puede observarse que desde este pueblo salían
caminos que alcanzaban el océano Atlántico e incluso, cruzando el área montañosa,
que llegaban a la bahía de Guanabara. Los caminos fueron usados por los indios de San
Lorenzo para sus actividades de pesca en Maricá, así como las tierras cercanas a
Araçatiba fueron pedidas por los Jesuitas para el poblado de San Barnabé.

La demarcación de las tierras concedidas a los indios de San Bernabé, refiere a las
tierras detrás de la «tapera de Araçatiba». Un pueblo denominado Araçatiba también
es mencionado por Lery ([1578]1980) y caracterizado como una población del interior
de la bahía de Guanabara. Cartas de Sesmarias1 concedidas a partir de 1568 hacen
referencia al camino hacia Araçatiba. El jesuita Anchieta también llamó a uno de los
pueblos destruidos por los portugueses Araçatiba. La destrucción del pueblo de Araçatiba
se relacionaría al comienzo de los ataques portugueses contra los Tamoios de Cabo
Frio (Serafim Leite, 1938).

Todos estos antecedentes dejan abierta la posibilidad de que este pueblo corresponda
al de «tapera de Araçatiba», y el sitio arqueológico de San Bento, en Sas José de
Imbassaí, en Maricá, a uno de los asentamientos de Araçatiba. Como este ultimo se

1 Sesmarias eran distribuciones de tierras efectuadas por le Rey de Portugal durante la colonia.

78
Nanci Vieira de Oliveira

encuentra camino y en dirección al océano Atlántico, puede ser por consiguiente, uno
de los asentamientos de pesca que continuaron siendo usado por los indios de San
Barnabé.

EL POBLADO DE SAN BARNABÉ Y LA CIUDAD DE RÍO DE JANEIRO

La conquista y fundación de la ciudad de Río de Janeiro, así como el mantenimiento


de pueblos y aldeas en la costa durante los siglos XVI y XVII tuvo como objetivo la
defensa ante una invasión extranjera, a la vez que mejorar las condiciones de seguridad
para la navegación portuguesa en la costa brasileña. La ciudad se encontraba protegida
por un» cinturón» de poblaciones indígenas (Petrone, 1995), además de asentamientos
de colonos y capitanes en las sesmarias. Por su parte el poblado de San Lorenzo se
encontraba ubicado en la entrada de la bahía, mientras que en la retaguardia de la
ciudad estaba el de San Barnabé junto a los nativos de las tierras de los Jesuitas en
Macacu.

El centro misionero de San Bernabé se encontraba inicialmente localizado en Cabuçu,


no muy distante del estanque de Maricá (donde los nativos realizaban actividades de
pesca). Su iglesia, en esta primera fase, era de madera con hojas de pindoba, construido
por los propios indios. Posteriormente San Bernabé fue trasladada, junto con los grupos
indígenas que la componían a Itambi, en las tierras de los Jesuitas en Macacu (Souza,
1854:136). Las razones para el traslado de los indios de San Barnabé, en 1647, no era
el agotamiento de los recursos naturales, ya que las tierras del poblado contaban con
una diversidad de recursos naturales. La realidad es que no se precisaba más de los
indios de este asentamiento para proteger la ciudad de ataques provenientes de Cabo
Frio, ya que la ocupación portuguesa y el establecimiento de un nuevo poblado –
Sacuruna o São Pedro- habían eliminado ese peligro.

El rol de los nativos en la defensa de la ciudad, sobre todo los de San Barnabé,
según los cronistas y Jesuitas, fue fundamental (Serafim Leite, 1938; França, 1999).
Además de los problemas políticos externos, los enfrentamientos políticos internos que
existieron, corresponden a un juego de fuerzas entre la ciudad de Río de Janeiro y el
gobierno colonial con sede en la ciudad de Salvador. Estos involucraron tanto a Jesuitas
como indígenas, ya sea de poblados o de indios que trabajaban en propiedades privadas.

Esto indica la existencia de una comunicación eficaz entre pueblos y aldeas. Por
otra parte aunque estos indígenas hacia tiempo que se encontraban en contacto con los
colonos, mantuvieron la tradición de sus culturas en lo que hace a las armas que
utilizaban. Tal vez este hecho pueda relacionarse con la prohibición del uso de armas de
fuego por parte de los nativos. Incluso es interesante notar la incorporación de armas

79
ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

indígenas por parte de los propios europeos, ya que por ejemplo eran mas eficaces que
los arcabuces por una cuestión de velocidad de tiro. Así, en términos de producción
indígena, habría un aumento en la fabricación de arcos y flechas, probablemente para
comercializar por hachas u otros objetos. Otro elemento interesante de mencionar es
que la mayoría de los hombres europeos habían terminado viviendo con mujeres indígenas,
lo que facilito la introducción de la tecnología cerámica y otros productos indígenas en
el propio contexto de la vivienda colonial.

El descubrimiento de oro en Minas Gerais y sus explotación desde de Río de Janeiro


generaron una serie de cambios en la ciudad (como el desarrollo de una red urbana de
circulación de productos, gracias a las características hidrográficas de la bahía de
Guanabara). Así crece y consolida su vocación hacia aspectos comerciales. A medida
que la colonización avanza, se necesitan cada vez más nativos como mano de obra
básicos para el éxito de este proyecto de expansión. Entre las tareas que desarrollan
podemos mencionar la apertura de caminos, trabajos en la ciudad, cosecha de caña de
azúcar, explotación minera, entre otros.

DE LA AGONÍA A LA MUERTE DE UN POBLADO: RESISTENCIA Y


COMPORTAMIENTO ÉTNICO

Las tierras de Macacu se encontraban divididas entre las que serían de uso de los
Jesuitas y las del poblado. Los arrendamientos de las tierras de San Barnabé, indican
que previamente existía otra disposición espacial, estando las tierras próximas al río
Macacu (que es la área que se designó como Itambi), destinadas a los indios hasta
principios del siglo XVIII. En el periodo entre 1747 y 1750 reaparece una iglesia dedicada
a Nuestra Señora del Destierro, que en 1755 daría nombre a la Freguesia de la cual
pasaría a formar parte el poblado de San Barnabé. Las capillas de N. Señora del
Destierro de Itambi y de San Bernabé, se construyeron en la primera mitad del siglo
XVIII, lo que estaría confirmando cambios en la situación del núcleo misionero del
poblado de São Barnabé.

Destacándose sobre el paisaje del lugar, la iglesia se encuentra frente a una plaza.
Con la típica nave en forma de cruz, en uno de sus brazos se encuentra la residencia de
los sacerdotes y en el otro el cementerio. Este grupo configuró el espacio sagrado,
usado como espacio pedagógico, donde los indios participaron en representaciones y
procesiones religiosas (Barros, 1995; Brandão, 1997, Neves, 1997). Este lugar era
también donde se hacia la administración, las reuniones, la lectura de las leyes y los
castigos (Petrone, 1995:229).

80
Nanci Vieira de Oliveira

En San Barnabé el camino de acceso principal desembocaba en la plaza con la


fachada de la iglesia del otro lado. El templo, estaba orientado hacia el norte. En la
plaza rectangular se supone, según los antiguos habitantes, había una gran cruz donde
hoy existe un kiosco de música. Sobre su lado izquierdo estaba el cementerio y la casa
parroquial, hoy alterada. En su lado derecho hay otra construcción, que hoy es una
escuela. Al final de la calle principal, se encuentra el puerto de Nueva Villa. No existen
informaciones ni evidencias de que los nativos tuvieran alguna construcción destinada
a ellos, y de acuerdo con los documentos las comunidades indígenas estaban dispersas
por las tierras del asentamiento. Durante el gobierno del Virrey Marquês de Lavradio,
en 1773, este poblado pasa a formar parte de la «Nueva Villa de S. José del Rey» y es
realizada una nueva demarcación de las tierras de los indios.

81
ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

La presencia de grandes vasijas para cocinar y almacenar cauim en Maricá y


Araruama demuestra el mantenimiento de la bebida en fiestas y rituales, ejecutados por
los indios aldeanos hasta el siglo XVIII. Aunque se ha registrado la ausencia de grandes
vasijas en sitios arqueológicos del siglo XIX, esto no implica el abandono del consumo
de cauim y de rituales tradicionales, sino que podría estar relacionado con cambios en el
cuadro demográfico y económico de estas poblaciones.

Como en otras poblaciones indígenas, en San Barnabé se observa la persistencia de


prácticas de subsistencia y tecnologías tradicionales, como estrategias de resistencia,
buscando así preservar su autonomía y poder de decisión. La inserción de estas
comunidades la sociedad colonial produjo diferentes respuestas; desde revueltas y
escapes hasta la pasividad absoluta.

A pesar de los esfuerzos coloniales para transformar los indios, estas comunidades
de San Barnabé habían preferido mantener sus actividades de subsistencia basadas en
el cultivo de roza, pesca y caza. La resistencia a través del mantenimiento de técnicas
tradicionales demuestra opciones propias en la búsqueda de sus autonomías. Aunque
no se menciona la recolección de moluscos, la presencia de desgaste dental en los
restos óseos estudiados en el lugar, así como otras evidencias, demuestran que tal
actividad fue mantenida por estas poblaciones hasta el siglo XIX.

La actividad más valorada por estos nativos era la artesanía, la cerámica y


principalmente la cestería. La importancia de la artesanía, según su «capitán-mor»
(1780), motivaba revueltas entre los indios cuando se veían impedidos de producirlas
debido a la ejecución de trabajos forzados en otras áreas. Las cestas que usaban taquaras
pintadas «de colores diferentes» parecen indicar la existencia de una iconografía difícil
de entender por los no-indios.

De la misma manera que los nativos de San Barnabé, los Guaraní actuales fabrican
cestas multicoloridas. Nuestras observaciones en un pueblo Guaraní indican que tales
grupos, mismo abandonando la fabricación de la cerámica, continuaron reproduciendo
sus códigos de identidad en las cestas. El grafismo existente en las cestas presenta
elementos diferenciadores sociales y étnicos, o sea, indicativos sociales del artesano y
diferencias entre pueblos.

Así, probablemente en San Barnabé sus cestas multicoloridas debían presentar


elementos emblemáticos de identidad, los que también debían estar presentes en la
pintura de la cerámica Tupinambá, en el sitio arqueológico de San Bento, en Maricá.
Esto, sin embargo, no significa que exista una relación directa entre esta cerámica en
Maricá y las cestas descritas en los documentos.

82
Nanci Vieira de Oliveira

El incremento de la artesanía entre los Guaraní, puede observarse en la frecuencia


de las marcas en dientes, principalmente los anteriores. Las mujeres y muchachas
Guaraní dedican gran parte de su tiempo a la fabricación de cestas. Los hombres
buscan la materia prima, aunque según informaciones, algunos de éstos participan
también en la fabricación de las cestas. En las muchachas más jóvenes puede observarse
un desgaste dental oblicuo mesial-distal acentuado en los incisivos centrales superiores,
mientras las mujeres adultas presentan pérdida precoz de los incisivos superiores. Apenas
algunos hombres también presentan tal pérdida. La misma fue observada en esqueletos
estudiados en sitio-cementerio de Itaboraí, interpretándose como consecuencia de la
fabricación de cestas.

CONSIDERACIONES FINALES

El poblado de San Barnabé y su historia son parte del pasado de la ciudad de Río de
Janeiro ya que entre otras cosas constituyó una fuerza de defensa fundamental contra
los ataques extranjeros. La presencia de los indios de este asentamiento en varias
luchas en Río de Janeiro, mencionadas en los documentos, fue significativa y frecuente.
Sin embargo, su autonomía parece haber sido la razón de las presiones para su
desmantelamiento durante el siglo XVIII.

Los análisis de la cartografía de la época permitieron la percepción de un espacio


organizado Tupinambá, en donde no parecen haber existido fronteras ecológicas, ya
que los caminos unían los pueblos y los asentamientos de pesca y recolección. Así,
diversas áreas eran privilegiadas por grupos particulares, según la riqueza de ciertos
recursos.

A pesar de de la conquista portuguesa, en los pueblos y aldeas persistieron prácticas


culturales tradicionales, aunque el proceso de cambio ocurrió de manera diferenciada
en cada área. La presencia de varias formas y tamaños de vasijas cerámicas de la
tradición Tupinambá en Maricá indica la ejecución de actividades cotidianas y rituales
tradicionales por los nativos hasta principios del siglo XVIII. Los cambios en el cuadro
demográfico de las comunidades de aldeas también se reflejan en las vasijas cerámicas.
Así la fabricación y uso de grandes jarrones y ollas en los primeros siglos muestra
poblaciones más numerosas, mientras que éstos se encuentran ausentes en los sitios
arqueológicos datados desde el inicio del siglo XIX, lo que indicaría una disminución en
la cantidad de individuos.

En términos de prácticas cotidianas, estas poblaciones generaron varias estrategias


de resistencia respecto a las formas portuguesas de dominación. Por ejemplo la

83
ARQUEOLOGIA E HISTORIA: ESTUDIO DE UN POBLADO JESUÍTICO EN RIO DE JANEIRO

emergencia de una nueva etnicidad es resultado de la experiencia de vida de estas


comunidades. De esta manera construyeron esta identidad tomando elementos de sus
propias tradiciones y reapropiándose de otros nuevos, buscando así diferir simbólicamente
de los demás segmentos de la sociedad colonial. Sin embargo, los símbolos emblemáticos
de identidad son generalmente difíciles de identificar objetivamente a través de los
vestigios arqueológicos, a diferencia de los indicadores de comportamiento étnico, que
suelen ser más claros.

Algunos aspectos de la cultura material, la fabricación de cestas, así como el


mantenimiento de actividades de subsistencia tradicionales, pueden interpretarse como
indicativos de resistencia. Tales características indican que algunas de sus comunidades
parecen haber encontrado a través del mantenimiento de practica de subsistencia y
tecnologías tradicionales (como la caza, la pesca y la recolección de moluscos), una
manera de autodeterminación y una «manera de ser» diferente de la de los no-indios.

La población de San Bernabé pasó de guerreros y trabajadores, fundamentales


para la consolidación de la empresa colonial, a un estorbo para las elites coloniales a
partir del siglo XVIII. Existe una importante disminución de la población indígena del
asentamiento hacia fines del siglo XVIII y una intensa dispersión de los que quedaban
a inicios del XIX. Al perder su status jurídico de «indios», dejan de ser responsabilidad
del Estado y de tener derecho a sus tierras. Abandonando o no el viejo aldeamiento, su
presencia no es más registrada en los documentos. Así, durante el primer censo nacional,
en 1872, en Río de Janeiro, solo 25% son registrados como «castaños»1 y simplemente
1% de «caboclos» (Oliveira Filho, 1987).

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer en especial a Andrés Zarankin por la invitación a participar de


esta publicación y Pedro Paulo Funari por su apoyo y contribución en este trabajo.
También deseo agradecer a los arqueólogos y antropólogos que de alguna forma ayudaron
en el desarrollo del tema. Las ideas aquí expresas son de responsabilidad del autor.

84
Nanci Vieira de Oliveira

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89
ARQUEOLOGÍA DE UNA VILLA OPERARIA DEL SIGLO
XIX EN SAN PABLO

Cláudia Plens

Este trabajo es el resultado de una investigación arqueológica desarrollada como


proyecto de maestría en el Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de San
Pablo1, entre los años 1999 y 2002, con el apoyo de FAPESP. El estudio fue enfocado
en la Villa operaria de Paranapiacaba, municipio de Santo André, Estado de San Pablo,
Brasil.

1 Con el apoyo de la «Fundação de Amparo à Pesquisa do Estado de São Paulo».

91
ARQUEOLOGÍA DE UNA VILLA OPERARIA DEL SIGLO XIX EN SAN PABLO

El tema de este proyecto fue concebido después de la lectura de innumerables


trabajos referidos a la villa ferroviaria de Paranapiacaba, elaborados desde las áreas de
la Arquitectura, la Historia y la Geografía (Minami, 1992, 1995, 1999; Ferreira et al.
1990, Passareli, 1992). Éstos permitieron el desarrollo de un trabajo de Arqueología, ya
que esta disciplina abarca diversas áreas del conocimiento para un mejor análisis de la
cultura material. Así, los resultados obtenidos de los datos arqueológicos representan
una contribución a los estudios que ya han sido previamente realizados por muchos
investigadores.

El objetivo general del proyecto fue la búsqueda de parámetros para la comprensión


del proceso de transformación del paisaje en la vida cotidiana de la comunidad operaria
del siglo XIX de la villa de Paranapiacaba, ante el sistema ideológico inglés y, además,
comprender cómo la clase operaria compuesta por brasileños e inmigrantes (sobre
todo españoles e italianos) se adaptó a la postura ordenada de una villa pre-fabricada
que les fue impuesta. La Arqueología nos permitió explicar algunos de los mecanismos
de los hábitos de comportamiento adoptados por los trabajadores (y también moradores
de esa villa). Para ello se analizó la información contenida en los artefactos, con el fin
de presentar un modelo de lo cotidiano en la villa operaria, así como de las estrategias
de acción y reacción establecidas entre patrones/ empleados, brasileños/ inmigrantes y
trabajadores esclavos/ asalariados, vivenciadas en el siglo XIX en la Villa de
Paranapiacaba y adyacencias, en función de la vía ferroviaria. Para eso fueron
considerados los datos históricos, a fin de comprender el contexto social en el cual ese
segmento de la sociedad estaba inserto en el momento de la construcción de la Villa de
Paranapiacaba hasta el inicio del siglo XX.

92
Cláudia Plens

THE SÃO PAULO RAILWAY: UN CAMINO EN LA SIERRA DEL MAR

La Villa de Paranapiacaba, en la Sierra del Mar, así como el trayecto de las vías de
la São Paulo Railway Co. Ltd., se ubica en las adyacencias de las antiguas sendas
indígenas de los Tupiniquim. Una de las rutas más utilizadas del Brasil Colonial/ Imperial
fue el Camino del Mar, como es más comúnmente conocido. Este camino fue el resultado
de los cambios ocurridos a través de los años en las rutas originales Tupiniquim, a fin de
que los portugueses evitasen ataques indígenas. Hasta cerca del siglo XVII el camino
fue transitado por troperos que hacían sus viajes con muchas dificultades. Los problemas
del camino demoraban la circulación por el trayecto entre el litoral y el interior del
Estado de San Pablo.

En busca de mejoras, en 1827 fueron realizadas obras para la construcción de


puentes y carreteras que unieron las ciudades de Cubatão y Santos. Esas obras
contribuyeron a mejorar la circulación del transporte de mercancías, aunque no todo lo
necesario. Tampoco facilitó el transporte de pasajeros que recorrían grandes distancias,
pues todavía el camino era muy difícil de transitar a causa del declive y la irregularidad
de la Sierra. La solución para ese problema sería la construcción de una vía ferroviaria
que conectase el interior con el litoral paulista. Sin embargo, esa medida sólo se concretó
después de muchos años de estudios y proyectos.

Volviendo al proyecto de una vía ferroviaria que atravesase la Sierra del Mar, uniendo
las ciudades de Santos y Jundiaí, fueron contratados el ingeniero inglés Robert Milligan,
el ingeniero residente en la Villa de Paranapiacaba, Daniel Makison Fox, de la empresa
de Londres y James Brunlees. En un primer momento, todos ellos fueron responsables
por el levantamiento topográfico del área.

Solamente la construcción de una ferrovía que ligase Santos/ Jundiaí proporcionaría


un mejor tránsito de productos y, por eso, posibilitaría una mayor producción de café en
el noroeste paulista. La construcción de la ferrovía, después de los estudios y mapeo de
las áreas, sólo empezaría en 1860 y sería finalizada en 1865.

EL CAMINO DEL PROGRESO

La población de las ciudades brasileñas durante los primeros años del siglo XIX se
encontraba concentrada en ciudades pequeñas, sin planeamiento urbano o sanitario.
Ese modo de vida reflejaba la creencia de las personas sobre la poca necesidad de
utilizar los recursos económicos con la finalidad de tener una vida material más cómoda.
Por lo tanto, la manera elegida por los europeos de aumentar la clase consumidora es

93
ARQUEOLOGÍA DE UNA VILLA OPERARIA DEL SIGLO XIX EN SAN PABLO

por medio de los esclavos. Éstos debían tener condiciones de consumo y, para eso,
recibirían un salario que les permitiera adquirir bienes. Los ingleses comenzaron,
entonces, a incentivar la liberación de los esclavos. En realidad, era más que un incentivo:
los ingleses coaccionaban al gobierno de varias maneras para que se manifestara a
favor del trabajo asalariado. Solamente con la condición de acabar con el tráfico negrero,
éstos reconocerían la independencia de Brasil. A pesar del rechazo del gobierno, en
1831 fue promulgada una ley que declaraba libres a todos los africanos que llegasen a
Brasil. Pero esa ley no fue cumplida, y los estancieros continuaron utilizando esclavos
(De Fiore, 1987). Asimismo, empezó la propaganda liberal en Brasil a través de
intelectuales que, llegados de Europa, defendían el ideal inglés. Fue entonces en 1850,
con la Ley Eusébio de Queiróz que terminó el tráfico de esclavos.

En esas condiciones se iniciaba en Brasil un movimiento utópico hacia el progreso.


Este se daría por medio de trabajadores blancos europeos dotados de orden y disciplina
en el trabajo, los que permitirían desarrollar nuevos hábitos sociales ligados al consumo.
Asi, la inversión inglesa en Brasil pasó a ganar impulso e importancia, pues en el corto
plazo se iniciaron estudios y planeamientos orientados a construir una red ferroviaria
para transportar productos brasileños (mayor cantidad a mas velocidad), al mismo tiempo
que traer productos ingleses hacia el interior, contribuyendo a que el mercado inglés se
transformase en el más rico y poderoso de la época.

Dicho «progreso» se reflejaba directamente en el modo de vida de los trabajadores


brasileños. Un nuevo tipo de residencia con nuevos hábitos de consumo – como atestiguan
los trabajos de Andrade Lima et al.(1996) - se difundía en todo San Pablo a causa del
expansionismo cafetero, como es el caso de las mansiones de los barones del café.
También aumentaba el número de las austeras pero confortables viviendas construidas
para los operarios ferroviarios, las cuales se diferenciaban de las de los inmigrantes que
trabajaban en las haciendas.

Con la nueva urbanización se pretendía alcanzar para los trabajadores hábitos de


higiene que posibilitasen una mayor convivencia social y, al mismo tiempo, permitieran
que las ciudades brasileñas se parecieran a las grandes metrópolis como Londres y
París. Se necesitaba para ello la modernización e higienización del país (Soihet,1997).
Con esa intención, los 5000 trabajadores que empezaron las obras de construcción de
la ferrovía en 1860 fueron instalados en un campamento provisorio en lo alto de la
Sierra. Los trabajadores, una vez concluido el emprendimiento, no continuaron trabajando
para la empresa. Más tarde, con la finalización de las obras, serían necesarios otros
trabajadores contratados para el mantenimiento de la ferrovía.

94
Cláudia Plens

De esa manera, fueron contratados otros 2000 trabajadores, los cuales fueron
acomodados en la villa junto a sus familiares. De un lado de la vía férrea, en la parte
este, se ubicaron los equipos, los materiales ferroviarios y las habitaciones de los operarios,
asentados a lo largo de un eje principal: del otro lado de la calle, donde las construcciones
se distribuían desornadamente, sin una definición clara del lote. En el sector oeste del
asentamiento (en el Morro), se localizaron los comerciantes y prestadores de servicios
sobre un terreno accidentado, con caminos estrechos que definían cuadras subdivididas
en pequeños lotes. Es necesario resaltar que en el punto más alto de la villa fue construida
la casa del ingeniero-jefe.

Ubicación de las excavaciones arqueológicas

La Villa de Paranapiacaba, construida para ser habitada por los nuevos trabajadores
asalariados de la ferrovía The São Paulo Railway Co. Ltd. que unía Santos-Jundiaí,
fue inaugurada en 1865 haciendo que tanto los brasileños como los inmigrantes,
dependiesen -directa o indirectamente-, de la red ferroviaria como fuente de empleo.
También se hizo necesaria la distribución de nuevos productos que atendiesen a las
necesidades del nuevo mercado y, al mismo tiempo, el desarrollo de nuevos espacios y
lugares en los cuales los trabajadores pudieran buscar una nueva forma de convivencia
social, desconocida hasta entonces.

95
ARQUEOLOGÍA DE UNA VILLA OPERARIA DEL SIGLO XIX EN SAN PABLO

LA ARQUEOLOGÍA DE LA CIUDAD DE SAN PABLO DEL SIGLO XIX.


Para el desarrollo de esta investigación se optó por seguir la perspectiva de la
escuela teórica postsprocesualista, ya que ella asume al individuo como activo en la
sociedad y se interesa por el estudio de las relaciones de poder y dominación, tema
central en este trabajo. Teniendo en cuenta que esa corriente teórica puede tener
enfoques diversos, dependiendo de la época y del autor, seguimos la idea del
postprocesualismo propuesta por Ian Hodder, enfocando dos vertientes transdisciplinares:
el marxismo y el pensamiento foucaultiano.

La aplicación del marxismo por el postprocesualismo está basada en la idea de


ideología, no solamente relacionada con el dominio, sino, sobretodo, con el interés (Hodder,
1992:87). En esta perspectiva, se entiende que los diferentes segmentos de la sociedad
son capaces de desarrollar ideologías distintas.

La influencia del pensamiento foucaultiano, en lo que se refiere a la ideología, se


basa en la relación entre poder, conocimiento y verdad. Para Hodder, el poder, que es
manipulado por los recursos materiales, debe ser estudiado a partir de estas tres premisas.

METODOLOGÍA

Para el trabajo de campo se procedió a la realización de pozos de sondeo de


aproximadamente 20 cm de diámetro mediante el uso de saca-bocados. Para las áreas
de basura doméstica, en particular, se optó por sondeos y trincheras realizadas con
cucharines o con palas.

Cuando se encontraron restos de basura o de estructuras residenciales, se procedió


a su excavación hasta el punto en que se logró la comprensión de su función, y su
localización dentro de la secuencia estratigráfica. En todas las etapas se contó con el
auxilio del nivel topográfico, en niveles naturales, y todo el material fue zarandeado a
fin de que no se perdiese el material arqueológico.

Las cuadrículas se excavaron de acuerdo con un abordaje oportunista (Neves,


1984), que consiste en el relevamiento de áreas de potencial arqueológico de manera
asimétrica, a través del uso de informaciones orales y de evidencias de vegetación que
señalan puntos de interés para la investigación en el terreno. La prospección también
implicó un abordaje probabilístico, el cual consiste en recorrer sistemáticamente una
serie de transectas , de acuerdo con el enfoque dado al sitio.

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Cláudia Plens

Con la finalidad de comprender las estrategias de los habitantes para adaptar sus
vidas a un sistema que les fue impuesto, se analizaron diversos puntos de la villa que
representaban ejemplos de sectores públicos y privados y, también, de clases sociales
diferenciadas, tales como el Hospital, la Iglesia, y las habitaciones de los ingenieros y
funcionarios de clase social baja, respectivamente.

A través de las investigaciones históricas, realizadas con anterioridad al trabajo


arqueológico, fueron definidas algunas áreas para las prospecciones y excavaciones.
Por ejemplo a partir de lugares que pudieran responder a las preguntas referidas a la
ubicación de los basureros domésticos dentro de la villa de Paranapiacaba. Estos lugares,
a su vez, fueron divididos en dos grupos, según sus características: los de orden público
y privado, y, dentro de estos últimos, los destinados a las clases sociales altas y bajas.

Los lugares de orden público eran cinco: el hospital, la «calle», el basurero público,
la Iglesia (presbiteriana), y el Hotel de los Ingenieros; mientras que los lugares de orden
privado de clase alta eran: el «Castelinho» (como es llamada la casa del ingeniero-jefe),
la casa del ingeniero, la casa del médico; y los destinados a las clases bajas eran tres:
dos residencias familiares y una de un grupo de solteros (mapa 01).

RESULTADOS

El proceso de análisis de los datos obtenidos, orientados a comprender los cambios


socioeconómicos y culturales que afectaron a un segmento de la población brasileña
del siglo XIX, se basó en documentos históricos, iconográficos y, sobre todo,
arqueológicos. Del comportamiento pasado, solamente nos quedan las marcas que el
grupo dejó en el medio ambiente. Para la interpretación arqueológica de ese grupo, por lo
tanto, fue necesaria la lectura del paisaje – a través de las alteraciones físicas, de los
espacios construidos, de los edificios, etc.-, que es un elemento esencial para el
entendimiento de cómo un determinado grupo se adaptó e interfirió en un ambiente dado.

Los cambios en el medio ambiente ocurrieron en dos escalas: la primera se vincula


con las transformaciones en el macroambiente, las cuales involucran y afectan a todo
el grupo; la segunda, por su parte, se refiere a las modificaciones en los instrumentos
utilitarios, las cuales se producen de forma más lenta y con diferentes ritmos en las
distintas clases sociales. Es, entonces, la conjunción de esos dos elementos, los
superartefactos (o sea, las construcciones arquitectónicas), y la cultura material
doméstica (la cual se refiere a los instrumentos utilitarios usados dentro de las residencias),
la que forma la cultura material que los actores sociales construyen y de la cual se
apropian para la satisfacción de sus necesidades.

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ARQUEOLOGÍA DE UNA VILLA OPERARIA DEL SIGLO XIX EN SAN PABLO

Los materiales arqueológicos recuperados en las excavaciones eran de dos tipos:


los materiales constructivos (azulejos, ladrillos, maderas, metales y asfalto) y la basura
doméstica (loza o vidrio). En este trabajo se incluyen como loza los materiales cerámicos,
gres, mayólicas, lozas y porcelanas.

ASFALTO

Dentro de los materiales constructivos resultó ser un indicador importante el asfalto,


ya que comparando los lugares que presentaron vestigios arqueológicos y los que no,
se observa que lo que los diferencia es, exactamente, la existencia de una cubierta con
este material. El hecho de que las residencias destinadas a las clases más acomodadas,
así como los lugares públicos, poseyeran un mayor espacio y no necesitaran de un
mantenimiento periódico (como en el caso de los jardines, donde no era frecuente la
circulación de personas), permitió que los materiales descartados fueran absorbidos
por el sedimento.

Las excavaciones arqueológicas demuestran que en Paranapiacaba, al contrario


de lo que se suponía (Ferreira et al., 1990), ya se había utilizado el asfalto, no solamente
en las calles, sino también en los quintales de las casas. Esto mostraba una preocupación
por el mantenimiento de la higiene y por la construcción de calles transitables que
facilitasen el acceso al trabajo para los empleados. De esta forma, la función del empleo
de asfalto fue tanto impermeabilizante e higiénica como de ordenamiento.

Durante las excavaciones se encontraron capas de asfalto en todas las estructuras.


Algunas veces, como en el caso del Hotel de los Ingenieros, se encontró más de una
capa. Esto demuestra que, a lo largo de los años, estas calles y quintales sufrieron
reformas. El empleo de este material para el asfaltado de esos lugares fue sin duda el
factor principal que afectó la composición del registro arqueológico.

AZULEJOS

En cuanto a los azulejos, en total fueron encontrados 21 fragmentos. Los colores de


los mismos implican cinco tonalidades, que varían entre verde, dos tipos de azul, y dos
tipos de blanco y azul combinados. Los azulejos de colores verde y azul fueron
encontrados en mayor concentración en el Castelinho. Los fragmentos de azulejo de
origen francés, verde y blanco, y blanco y azul, encontrados también en el Castelinho,
tenían la siguiente inscripción en la parte posterior «hte boulengerc ce choisy le roi
seine».

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Cláudia Plens

LADRILLOS

En las construcciones de la villa fue empleada una gran diversidad de ladrillos, tanto
en lo que respecta al tamaño y calidad, como en los códigos de identificación. A partir
del análisis de ese material se verificó que los ladrillos podían representar las
transformaciones sociales de la región adyacente a la Villa de Paranapiacaba.

Es importante notar que, desde los primeros siglos de colonización europea, la


provincia de San Pablo tuvo un importante papel económico en la producción de
instrumentos cerámicos. Esto se percibía en la escasez de elementos que poseían los
habitantes, tan sólo algunos instrumentos de hierro y sus propias ropas. La ferrovía
provocó el aumento de la producción de recipientes cerámicos, tales como platos y
potes, entre otros. Al poco tiempo, la región que rodeaba a la Villa de Paranapiacaba -
que producía utensilios cerámicos que servían solamente a los troperos que subían y
descendían la Sierra del Mar, y también para el uso doméstico de las pocas familias de
la región- pasó a tener una fuerte producción de ladrillos, impulsando así el aumento
poblacional (principalmente a través de la inmigración), que era la base del trabajo para
la producción de instrumentos cerámicos.

BASUREROS
Los materiales arqueológicos de uso cotidiano que se remontan al siglo XIX fueron
ubicados solamente en algunos puntos de la villa: la casa del Ingeniero-Jefe, el Hotel de
los Ingenieros, el hospital y la casa de los solteros.

1 – Hospital 2- Casa de los Solteros 3- Hotel de los Ingenieros 4- Castelinho 5 - Iglesia


Cuadro Resumen de la Función Utilitaria de las Lozas, en Relación a los Tipos de Loza*

* Este cuadro-resumen considerase solamente loza lo fragmentos de mayor reprentatividad, las personas y
las faianças

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ARQUEOLOGÍA DE UNA VILLA OPERARIA DEL SIGLO XIX EN SAN PABLO

En cuanto a la loza del Hotel de los Ingenieros, se pudo notar que en ese edificio la
diversidad de fragmentos era mayor en relación a la del Castelinho. La interpretación,
en ese caso, es que, en un ambiente donde las personas se establecían por apenas un
período y no se reunían todas en una sola mesa, no había necesidad de un juego de
lozas con el mismo patrón decorativo ni de una mesa amónica como lo requería una
ceremonia de finales del siglo XIX. Como consecuencia de una mesa suntuosa, como
podía llegar a ser la del Castelinho, la basura doméstica presentó, además de algunos
fragmentos con diferentes decoraciones, loza blanca en mayor cantidad y en diferentes
piezas, haciendo pensar en la posibilidad de que representara juegos de loza blanca, de
moda en la época.

La lectura del paisaje de la Villa de Paranapiacaba (desde las estructuras


arquitectónicas hasta la basura doméstica) permite visualizar un panorama donde la
fuerza represora da lugar a la fuerza coercitiva sutil. Tanto en la arquitectura como en
los productos domésticos está presente la legitimación de las diferencias sociales. En
ese contexto, lo que controlaba al individuo era la mirada de la sociedad. Tanto, la
ausencia como la presencia de objetos (sumadas a una postura determinada en relación
a ellos) identificaba la posición social de las personas. Su mérito dentro de la sociedad
dependía directamente del aval que recibía su comportamiento por parte de los otros
individuos.

Se da por hecho que las futuras investigaciones que analicen la basura de la


comunidad de la Villa de Paranapiacaba contribuirán, aún más, a la interpretación de
los hábitos y las costumbres de la clase operaria del siglo XIX, ya que no fue posible
determinar en esta etapa de trabajo, la ubicación de los basureros. Dicha tarea necesitaba
de más tiempo y recursos de los que se disponía.

AGRADECIMIENTOS

Agradezco a la Profesora DrªMargarida Davina Andreata, Ana Cristina de Sousa,


Rosana Najjar, por los consejos, críticas y revisión y también a Andrés Zarankin por la
ayuda en la presentación de este artículo en el III Encuentro de Teoría Sudamericano,
así como en la traducción del texto para la publicación.

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Cláudia Plens

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DANDIES EN BOGOTÁ:
INDUSTRIAS PARA LA CIVILIZACIÓN Y EL CAMBIO,
SIGLOS XIX - XX

Monika Therrien

Consciente o inconscientemente se ha convertido en un lugar común de la arqueología


histórica latinoamericana rendir cuentas sobre las trayectorias de los grupos étnicos
desde el momento del contacto, particularmente a partir de la circulación y consumo de
bienes materiales, aunque de manera contradictoria se convierten en las historias de
quienes resultaron victoriosos y hegemónicos (Fournier y Charlton, 1996), aunque también
motivada por un orgullo nacionalista en esta literatura se alude a los ‘sincretismos’
culturales (García Targa, 1995) o, en no pocas ocasiones, solo se hace referencia directa
a las elites blancas. Más recientemente, amparados en la ya clásica frase de «los
pequeños objetos olvidados» (Deetz, 1996), los reportes arqueológicos con mayor
frecuencia ponen de relieve las acciones de negros e indígenas frente a la dominación
blanca, dando paso así a narraciones de resistencia y rebelión (Orser y Funari, 2001;
Lobo Guerrero, 2001). No obstante, ciertas descripciones aún emulan las narrativas
etnográficas tradicionales, en las cuales los artefactos y otros vestigios son usados para
recrear como grupos étnicos del pasado a entidades discretas, singulares y exóticas, y
que, frente a la globalización, se convierten en los argumentos para reafirmar y reivindicar
la legitimidad histórica de las prácticas y derechos de unos grupos «puros», frente a
otros que no son considerados como tales (Bocarejo, 2001, 2002).

Esta situación ha llevado a dejar por fuera del estudio arqueológico a la gran población
de individuos que una y otra vez, como estrategia de supervivencia o como situaciones
impuestas, se han unido para configurar grupos disímiles (por su condición social, económica,
política o religiosa, étnica, de género o edad), estables o temporales, y confrontarse entre
sí para intervenir, alterar o magnificar las prácticas e ideologías del otro.

103
DANDIES EN BOGOTÁ

Partiendo de ésta premisa, se pretende en el presente texto, de una parte, una


arqueología de la dominación en la que se ausculte los artificios a los que se recurre
para ejercerla y la marginalidad que esta construye, sin que ello implique la oposición de
sus actores como grupos humanos monolíticos. Para ello se emprende el análisis desde
diferentes manifestaciones materiales, constituidas y manipuladas para lograr los objetivos
de ejercer el poder, como son el paisaje, los documentos escritos y los objetos, durante
el siglo XIX, un período poco estudiado por la arqueología histórica latinoamericana.
Así también, esta es la historia de un fracaso en las estrategias de dominación política
y social y de producción económica, implementadas por la elite local, pues más que
obtener el éxito deseado, se favorecieron las prácticas marginales que justamente
intentaron controlar.

De otro lado, en el análisis se busca reflexionar sobre cómo a éstos hechos materiales
se les confieren sentidos explícitos y cómo permean aún hoy las interpretaciones del
pasado y la marginalidad hechas por los arqueólogos, así como las incidencias actuales
de esos significados en las políticas de gobierno locales y las representaciones populares.

DE ACULTURACIONES A HIBRIDACIONES

En los museos, anticuarios y colecciones particulares se ostentan, como uno de


tantos marcadores de las prácticas sociales domésticas locales, muestras de la loza
industrial (preferiblemente extranjera) consumida en los siglos XIX y XX. En aparadores
y vitrinas estas vasijas se encuentran rodeadas por otros objetos con los cuales curadores
y coleccionistas, quienes divulgan y ambientan versiones oficiales del pasado, le otorgan
sentido tanto a la identidad nacional moderna como a la identidad familiar particular y,
aún hasta hoy, se constituyen en objeto narrativo material del devenir político, económico
y social de las elites y del proceso de consolidación del estado nacional, a la par que del
advenimiento e inserción de la industrialización del país.

Estos medios de representación, como otros más, sustentan sus versiones en la


literatura histórica encargada de documentar estos dos siglos de emancipación americana.
Una literatura extensa y prolífica en relatos sobre los héroes y próceres gestores del
estado independiente, que poco a poco ha venido reemplazándose por reflexiones sobre
la opresión, los movimientos sociales y los conflictos políticos, pero más bien escasa en
lo que se refiere a los procesos que involucran a grupos pequeños y heterogéneos,
aquellos incluidos en las esferas productivas, como las industrias y la explotación de
recursos, que se gestan también durante este período. Las ciencias sociales compartieron
y reiteraron estos esquemas de soporte de la elite, conscientes de que su base de poder
se ha fundamentado en el campo de lo político, configurando un complejo e inequitativo
entramado social objeto de estudio, y las que, contagiadas por el desencantamiento

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Monika Therrien

sufrido con respecto a los proyectos industriales, en su capacidad de modernizar a la


sociedad y de civilizar sus costumbres, se ha traducido en la poca representatividad del
campo de la manufactura y del consumo como tema de investigación y divulgación.

Si bien es cierto que las recientes discusiones en las ciencias sociales han sido
críticas frente al manejo de la historia como recurso de legitimación de las elites (Coronil,
1998; Fabian, 1983), la arqueología histórica aún aparece apegada a los sucesivos
discursos nacionalistas oficiales emanadas de éstas. No en vano, un rápido repaso de
su producción bibliográfica en América Latina, y más específicamente en Suramérica,
muestra como el grueso de los estudios recae en la época colonial (de preferencia el
siglo XVIII, c.f. Zarankin y Senatore, 2002), estatuyéndola como crucial en la
conformación de la sociedad contemporánea. La sociedad de las colonias ha sido
caracterizada de acuerdo a diferentes enfoques: aquellos más tempranos en los que se
alude a la hispanización de sus costumbres, basados en nociones como aculturación o
aniquilación, y los más recientes, en los que se sublima la presencia de indígenas y
africanos, bajo términos como transculturación (Deagan, 1998; Ortíz, 1963), usado de
preferencia para describir los procesos sociales de la época colonial e hibridez (retomando
a García Canclini, 1983), adecuado para los cambios más recientes. En todos estos
enfoques se presume la autenticidad de los grupos étnicos al momento del contacto con
nuevos grupos, como entes homogéneos en sus prácticas culturales e indiferenciados
en su estructura social (a los que automáticamente en la confrontación se les confiere
un lugar marginal), cuyas expresiones desaparecen (en el caso de la aculturación), o se
exhiben y negocian en el intercambio cultural o en la resistencia, como estrategias de
persistencia.

Sorprendentemente, dadas unas circunstancias sociales similares, pero para los


siglos XIX y XX, existe poco interés por parte de la arqueología latinoamericana en
abordar el estudio de las trayectorias de estos mismos grupos, tal vez porque se asume
su entrada inexorable a la modernidad (parodiando el texto de García Canclini) con las
consecuentes rupturas de las tradiciones y el desvanecimiento/reinvención de su
autenticidad, lo que las hace difícilmente identificables, de acuerdo con las definiciones
ambiguas dadas por García Canclini (véase Trigo, 1997).

Para sustentar estos enfoques, los arqueólogos han tomado como base del análisis
la cultura material, huella física de la presencia humana, y de esta aparece como objeto
privilegiado la cerámica. Son varios los criterios empleados en su caracterización, los
que dependen a su vez del enfoque aplicado: así, para mostrar la permanencia o la
desaparición de los grupos étnicos, la cerámica es disgregada de acuerdo a la presencia
o ausencia de tipos cerámicos de origen foráneo o local (Correal, 1994), mientras que
la condición de estos grupos en la negociación e hibridación de sus culturas se hace
evidente a través del estilo decorativo y la cantidad presente de cada tipo cerámico en

105
DANDIES EN BOGOTÁ

los sitios arqueológicos (Allen, 1996). De la misma manera, en la producción bibliográfica


arqueológica se reitera como el consumo de este bien material es un instrumento de
cambio de las prácticas culturales y del posicionamiento social de grupos e individuos, dando
por hecho su capacidad de enclasamiento y de transformación (López Cervantes, 1976).

Aún hoy persisten estos enfoques y sus aproximaciones metodológicas que conducen
a describir situaciones ajenas a los conflictos sociales, la desesperación y la agresión,
las tácticas de supervivencia o las estrategias de represión presentes en la configuración
continua de la sociedad soportada en individuos que se integran y se excluyen de acuerdo
a las opciones a las que tienen acceso y que no necesariamente se resume en grupos
de blancos, indígenas, africanos o mestizos negociando sus posiciones como unidades
culturales o en clases socioeconómicas perfectamente delineadas. Más aún, no es
frecuente encontrar entre la literatura de la arqueología histórica latinoamericana una
postura dirigida a cuestionar cómo se conducen estos conflictos (independientemente
del periodo histórico) y cómo se implementan estrategias para mantenerlos o
sobreponerse a ellos (obteniendo ventajas en la desestabilización y atomización de los
grupos), o erradicarlos (con la regulación física y del comportamiento de quienes son
considerados los transgresores). Tampoco son cuestionadas las atribuciones otorgadas
a los objetos en su calidad de «reflejo» de la situación de los grupos étnicos en el
intercambio y la resistencia cultural, generalmente frente a grupos foráneos, atribuciones
que, en muchos casos, se sustentan en interpretaciones emanadas de los discursos e
ideologías constituidas por las mismas elites que les confirieron tales potenciales
representativos (Paynter y McGuire, 1991).

ARQUEOLOGÍA DE LA MARGINALIDAD

Con el objeto de introducir propuestas alternas a las usadas comúnmente en la


arqueología histórica, se plantea una doble mirada: de una parte, cómo los individuos
despliegan mecanismos de sometimiento en el contacto diario y rutinario y cómo esto
conduce a su configuración en grupos que llegan a diferenciarse jerárquicamente. Este
sometimiento es considerado como un ejercicio de poder por la capacidad que otorga a
los individuos de intervenir y transformar los eventos en los que concurren (Giddens,
1998). Ello permite superar las perspectivas que asumen a la aculturación,
transculturación o hibridación como fuerzas exógenas y autónomas que inducen al
cambio y a la persistencia de grupos sociales y étnicos. A la vez, se desestima la
preexistencia de elites y subordinados, pues aun cuando existen artificios con que se
marca la desigualdad y que perduran o se institucionalizan, las genealogías, el dinero o
los gestos del cuerpo, sus significados requieren ser creados y recreados continuamente
durante el contacto entre individuos, para así definir y sentar y mantener las bases de
dichas diferencias sociales y culturales.

106
Monika Therrien

De otra parte, se plantea asumir la manipulación de los sentidos y usos dados a la


cultura material, como parte de las estrategias implementadas por unos cuantos individuos
para poder ejercer el control sobre el resto. Se pretende criticar así las posturas en que
se les otorga a los objetos la capacidad inherente de inducir al cambio (de hispanizar a
su poseedor, en el caso del hallazgo de materiales foráneos) y de establecer la posición
social de sus usuarios (de la elite, servidores indígenas o esclavos africanos).

Adicionalmente, un segundo propósito de este análisis es el de realizar un examen


crítico a las condiciones en que se establecieron ciertas políticas e ideologías de dominación
y como, para explicar el registro arqueológico presente, estas inciden en las narraciones
elaboradas por los arqueólogos sobre las formas de poder ejercidas en el pasado.

Una fábrica de loza industrial, establecida en Bogotá, constituye la disculpa para


aproximarse a conocer las diversas estrategias antes enunciadas. Aun cuando la fábrica
ha sido objeto de algunas menciones en textos de diferente naturaleza y en distintos
momentos históricos: primero como una empresa heroica, en una de las pocas referencias
que de ella se hizo en el siglo XIX (Vargas, 1883), luego como gestora del progreso
económico del naciente estado nacional (Ospina Vásquez, 1955) y, por último,
desestimada como un ejemplo de producción industrial por la precaria tecnología usada
en sus instalaciones (Valero, 1999), el impacto de esta industria no fue significativo en
cuanto al volumen de la producción y la población que involucró directamente como
fuerza laboral. No obstante, sí es importante para entender a la ideología que le dio
sustento y forma y los intereses con los que se promocionó el consumo de los bienes
derivados de ella, así como las repercusiones que éstos tienen aún hoy en el barrio que
se consolidó a partir de los terrenos que ocupó la fabrica. Este barrio actualmente es
considerado un «antro de perdición» y por ello, según la administración local, merece
ser erradicado para dar paso a una avenida que nuevamente traerá el progreso y la
transformación a un sector deprimido de la ciudad.

Vista parcial del edificio de la fábrica, hoy ocupada como inquilinato.

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DANDIES EN BOGOTÁ

Las narraciones en torno a este barrio y antigua fábrica oscilan entre versiones
aparentemente antagónicas, aun cuando es factible la identificación de un origen común
a ellas. Estas van desde las crónicas urbanas, pasadas y presentes, que, mediante sus
crudas y rudas descripciones, difunden, para quienes no conocen su realidad, imágenes
de «territorios de miedo» de ciertos sectores o barrios de la ciudad y en las cuales se
sustentan las políticas de exterminio de estos espacios para el bienestar colectivo. A la
vez, la literatura arqueológica contribuye con la descripción sobre los usos y significados
de la loza industrial, la que, generalmente, se orienta a dar cuenta del refinamiento del
gusto y, en general, de la distinción de quienes la poseían, sustentada en criterios como
el costo del producto, la belleza artística de su decorado y su singularidad, aquellos
mismos que condujeron a convertirlos en objetos museales.

Y aunque ambas versiones aparentan no tener relación entre sí, derivan de discursos
constitutivos del poder y la diferenciación de la sociedad decimonónica. Ellas se tejen a
partir de los argumentos esgrimidos por una elite política y social del siglo XIX, que
creía haber constatado la capacidad inherente tanto de la producción industrializada
como del producto industrial, en este caso de la loza, para inducir a la población recién
independizada a modos más civilizados de comportamiento. Además ésta había de
servir a sus propios menesteres de clase, es decir, exacerbar el gusto, que como instinto
ya existía inherente en ellos, como por ejemplo en los usos cada vez más refinados de
la vajilla, o de administrar las fábricas, dados sus niveles de civilización y de autoridad
natos. Dadas estas virtudes de las industrias y sus productos, difundidas desde los
centros productores y mercantilistas europeos, era evidente que la fundación de una
fábrica de loza se considerara como un vehículo de transformación de una buena parte
de la sociedad, representada ésta como carente de virtudes morales y sujeto potencial
de ser controlado y regulado. Para ello, había que describir y marcar un antes y después
de la inducción al progreso, preclaro elemento de distinción social, lo cual incluyó construir
escenas macabras de la existencia de esa población y así justificar la intervención y el
sometimiento de ella.

Los estudios de esta naturaleza en la arqueología latinoamericana, la del conflicto y


la confrontación, se orientan más a dar cuenta de las consecuencias de la desaparición
de los grupos étnicos, las crasas resistencias donde se conservan las autenticidades o
la paulatina absorción de diferentes grupos a un modo de vida «moderno y occidental»,
a la vez ambiguo, diverso y generalizado. De lado se dejan temas como la marginalidad
y la periferia y dentro de ellas la pobreza, la violencia y la represión; para el caso del
siglo XIX y XX, las preguntas encaran situaciones que aluden más al título de la película
El discreto encanto de la burguesía que a su crudo y mezquino contenido.

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Monika Therrien

No es, sin embargo, el intento aquí de dar cuenta de poblaciones o sectores


marginales como si ellos existieran en sí. Esto constituiría una vez más un acto de poder
desde nuestras narraciones presentes, de nombrar y convertir en exóticas y distintivas
las circunstancias y modos de vida de los individuos y los grupos en el pasado sin
reflexionar en cómo se han constituido como tales. El interés de éste artículo se enfoca
en entender cómo un sector de la sociedad construyó de manera retórica y física lo
marginal, poco tiempo después de la independencia y cómo mediante ésta pretendió
intervenir en las prácticas cotidianas de otro sector de la población para así someterlo
al nuevo régimen político y social. Al no introducir posturas críticas y reflexivas
seguiremos admitiendo como naturales dichas construcciones culturales derivadas de
las practicas de poder y de autoridad y que una vez más son ejercidas en la descripción
etnográfica (Davies, 1999).

Como lo señala Reckner (2002), sin esta reflexión se contribuye a mantener vigentes
las estrategias de estigmatización usadas en el pasado para representar áreas y
actividades criminales, marginales, pobres y diferentes, mientras se subliman las de las
elites. Al no ofrecer propuestas alternas de explicación, se llena de argumentos a quienes
por intereses propios los usan hoy como instrumento para denigrar o eliminar lo marginal
en forma de limpieza social, aludiendo a su trayectoria histórica como sectores al margen
de la ley y del control.

Planteado así, este análisis pretende alejarse de esas formas de narración derivadas
de las etnografías clásicas en las que el autor es quien designa y describe lo que considera
es una realidad de hecho, como la marginalidad en este caso, y la que es encarnada por
distintos individuos, generalmente de acuerdo a tres criterios separados: grupo étnico,
el género o la clase. Dichas aproximaciones sólo contribuyen, una vez más, con
representar el conflicto como polarizado entre grupos antinómicos, excluyentes y
distanciados en el espacio (privado/publico, rural/urbano, femenino/masculino) y el tiempo
(tradicionales/modernos, estancados/dinámicos, indígenas-negros/blancos). Se propone
aquí una etnografía de las formas de ejercer el poder y constituir la diferencia,
auscultándolas en sus huellas materiales diversas, desde el paisaje, los documentos
escritos y los objetos, que han sido manipulados y usados, bajo discursos e ideologías
concretos, para cambiar e incidir en las rutinas diarias, estableciendo prácticas que
afianzan un orden y un sentido de la vida particular a cada momento.

Las propuestas narrativas alternas que sean críticas y generen políticas y programas
conscientes de ellas, contribuyen a entender nuestra situación presente frente al pasado.

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DANDIES EN BOGOTÁ

COSMOPOLITISMO: EL DES-ANCLAJE DE LO TRADICIONAL

Como lo señala Frédéric Martínez (2001), pasados los acontecimientos de la


independencia en Colombia, los dirigentes locales se vieron ante la tarea de construir e
institucionalizar los distintos ámbitos que estructurarían al estado: las instancias
representativas de los ciudadanos, el derecho, la organización administrativa y el poder
coercitivo (Martínez, 2001:36).

Para ello no había sino que mirar alrededor y retomar ejemplos republicanos recientes,
y gracias al recurso del cosmopolitismo, hecho posible por «la participación de las elites
locales en el universo cultural europeo», se aseguraría «una fuente externa de legitimidad
e inspiración política, principalmente europea [bajo el convencimiento que de allí emanaba
la civilización y que esta debía ser impuesta en el Nuevo Mundo], en los debates políticos
nacionales». (Martínez, 2001:37-38).

El cosmopolitismo configuraba y hacía más afines a las capas dirigentes latinas con
ciertos sectores sociales de las urbes de Europa y, en consecuencia, más distantes de
sus poblaciones locales. Por sus viajes, por las lecturas, por el correo y la socialización
de algunas noticias en ciertos círculos exclusivos de la sociedad, estos dirigentes
participaron del entusiasmo que el progreso brindaba para observar una vida culta y de
abundancia, tal como lo describe Simeon Shaw en 1829, en el poema que introduce su
Historia de las locerías de Staffordshire y el surgimiento y progreso de la
manufactura de cerámica y porcelana, veamos el poema:

Que agradable para el filántropo patriótico


Es el paisaje con sus valles y montañas erráticas
Cuyas pendientes exhiben miles de techumbres
Los confortables hogares de los operarios
Cuya industria y arte transforman en oro Las copiosas pilas de Minerales
Carbones, Arcillas y Metales, derivados de las minas
Enriqueciendo mucho su país y a sí mismos
(Shaw s.f./1829)

El contagio por el progreso y sus bondades no sólo se limitaba a lo que de éste se


decía en el exterior, también, poco después, internamente, se pontificó sobre las bondades
de las industrias y el comercio. Ya para 1831, en Colombia, se expresaba algo similar a
lo planteado por Shaw:

110
Monika Therrien

El comercio dice Robertson tiende sobremanera a aniquilar aquellas


preocupaciones que alimentan la animosidad y el odio entre los pueblos:
dulcifica y pule las costumbres del hombre: los une por el lazo más fuerte
que la sociedad tiene, y los obliga a suplirse recíprocamente sus necesidades:
los dispone a la paz: promueve en todos los estados diferentes de la vida el
amor al orden, y los compele a constituirse por su propio interés, los
guardianes más celosos de la tranquilidad pública. (Cualla 1952: 62-63).

Bajo este contexto cosmopolita y de progreso, fue establecida la Fábrica de Loza


Bogotana en 1832 por Rufino Cuervo, intelectual que accedió a importantes cargos
políticos después de la independencia, Joaquín Acosta, militar de carrera, director del
museo nacional y secretario de relaciones exteriores, Nicolás Leiva, joven empresario
antioqueño en manos de quien quedaría después la fábrica, además de otros socios
comerciales venidos de otras ciudades. Se constituyó pues en una empresa que alió a
personajes con influencia en actividades de diversos ámbitos, políticos, económicos y
sociales. En 1836, luego de la importación del diseño arquitectónico del edificio, la
maquinaria, los moldes y grabados decorativos además de cuatro operarios ingleses, se
puso en funcionamiento esta industria que estuvo en pie durante por lo menos 70 años.
No obstante esta necesidad de implantar modelos emanados de Europa, las prácticas y
condiciones locales llevaron a que la recepción tomase carices particulares, tanto en su
retórica como en la estructura física, constituyendo así narrativas propias de la marginalidad.

PAISAJE INDUSTRIAL/CULTURAL

La implantación de la fábrica requirió crear un paisaje industrial desde el cual se


pudiera transformar y controlar territorios no domesticados y que en este se consolidara
a la vez un paisaje cultural, civilizado y regulado. Pero, ¿por qué un paisaje cultural?

A partir de la Independencia, poco a poco fue creciendo el número de desplazamientos


de individuos al exterior y, con ellos, se incrementaron las noticias enviadas a los periódicos
locales y los relatos en cartas privadas y en diarios personales, escritos por aquellos
que se residenciaron en Europa. A través de estas notas se instituía la descripción y
experiencia de formas de vida que haría afines a unos y alejaría a otros de ese universo
cosmopolita. El mismo Rufino Cuervo consideró estos relatos de importancia, por lo
que, en 1847, publicó las cartas escritas por Manuel Ignacio Cordovez Moure durante
su viaje a Oriente (Martínez, 2001:298-299).

Muchos otros diarios y cartas fueron publicados a partir de la segunda mitad del
siglo XIX, aunque algunos se referían a viajes hechos en las primeras décadas del siglo
y otros a la lectura de los relatos de otros viajeros, en todos se compartía un mismo

111
DANDIES EN BOGOTÁ

fervor por la vida europea, la cual podría resumirse en las impresiones ofrecidas por
Nicolás Pardo:

Visitar la Europa, conocer sus maravillas, estudiar su historia, sus


antigüedades, sus descubrimientos y sus progresos, y cuanto concierne a la
marcha civilizadora de la humanidad, había sido el sueño dorado de nuestra
juventud. La lectura de viajes de escritores célebres de nuestro siglo, como
Chateaubriand y Lamartine, Dumas y Ochoa, Lafuente y Madama Stael,
habían excitado ardientemente nuestra imaginación con sus bellas y poéticas
descripciones de campos, ciudades y monumentos. (Pardo en Martínez,
2001:205)

Estas imágenes urgían la implantación de un orden y civilidad semejantes en sus


propias tierras. De ahí que se estatuyera como una de las tareas urgentes entre los
gobernantes americanos la del monopolio de la violencia; buena parte de ella se orientó
a disminuir la criminalidad creciente después de la independencia, producto de las
migraciones y desplazamientos de la población rural, especialmente hacia las ciudades.
La violencia aparece representada físicamente en los documentos en que se registraron
los procesos delincuenciales, poniendo en evidencia, además de la argumentación judicial
de carácter moralizante para disminuir sus efectos, la brutalidad de la agresión.

Como evidencia para


un juicio aparece la silueta de un
cuchillo con el cual se cometió un
crimen en 1824.

112
Monika Therrien

Por parte de los europeos venidos al continente, se confirmaba el barbarismo


imperante en este lado del Atlántico, que hacía justicia a tales necesidades:

Robos y Hurtos. Este asunto requiere un ítem aparte, pues aquí se


nace ladrón, si así puede decirse; el latrocinio principia en los
nativos en el mismo momento en que pueden moverse por sí solos.
(Steuart, 1989:155)

Mientras que los mismos locales contribuían con identificar y describir como distantes
y ajenos otros modos de vida dentro del mismo territorio, como aquel de los chircaleños,
trabajadores de los tejares y fuentes de arcilla localizados en la periferia de la ciudad:

...son mas sucios que los gitanos y pertenecen a todas las razas,
porque a primera vista se comprende que son la hibridación de los
rezagos de los indios que por cualquier causa abandona la ciudad
para llevar una vida salvaje, sin sujeción a ninguna autoridad, y que
dan al mismo tiempo, aunque inconscientemente, rienda suelta a los
instintos brutales que los dominan. (Cordovéz Moure, 1997:597)

Tanto en los procesos criminales como en las crónicas urbanas, esta población de
delincuentes se localiza en las márgenes del área urbana, donde comete la mayoría de
sus fechorías; en reiteradas ocasiones se hace mención de los cerros orientales de
Bogotá como su lugar de procedencia. La misión de disminuir la violencia y la agresión,
someter lo marginal, obligaba a los dirigentes a implementar diferentes mecanismos
que de manera paralela indujeran el progreso social y económico. La industria europea
hacía gala de sus posibilidades de disciplinar a sus operarios y a la vez enriquecer a las
naciones que optasen por esta alternativa.

Y ¿cómo se constituyó el paisaje industrial? Se ha asumido como lugar común el


asentamiento de las industrias cerca de fuentes de agua, necesarias para propulsar la
maquinaria de producción así como, en algunos casos, para sacar al mercado los bienes
manufacturados. No obstante, tanto en Bogotá como en otras latitudes, donde estas
fuentes se conforman por varios kilómetros de ríos y de caídas, óptimas para su uso
como fuerza hidráulica, el sitio escogido para fundar una industria, dependía también de
otros factores adicionales, muchas veces minuciosamente estudiados para su
implantación. En el caso de la Fábrica de Loza Bogotana, ésta se situó en la parte más
alta del recorrido de la quebrada de San Juanito, contra los cerros orientales, creando
una barrera y demarcando una frontera domesticada, en un entorno caracterizado como
criminal y salvaje; así la fábrica pasó a reemplazar las funciones de las ermitas, pequeñas
capillas con las que se sacralizaba el terreno de lo marginal durante el período colonial:

113
DANDIES EN BOGOTÁ

La fábrica está situada en justo en el límite de la ciudad, en el


piedemonte del empinado Guadalupe; sus terrenos son muy extensos
y se hallan encerrados entre un sólido muro. Las casas están hechas
con base en el mejor modelo europeo y se observa en la fábrica un
gran orden y cuidados, raros en un país en donde la estupidez,
ignorancia y fanatismo de las clases trabajadoras van camino a
destruir los planes de los más hábiles maestros. (Steuart, 1989:128).

Por otro lado, este entorno industrial se convirtió en punto central y estratégico
dentro de un triángulo inculto particular, delimitado al nororiente por el cementerio de
los suicidas, sitio de vergüenza y sacrilegio, en el extremo sur por los chircales y tejares
frecuentados por los bárbaros y proscritos que inspiraron a la prensa y algunas novelas,
y en la esquina noroccidental, con el punto de encuentro de los capuchinos hedonistas,
«enemigos acérrimos de las virtudes cardinales y decididos partidarios del mundo,
del demonio y de la carne», según Cordovéz Moure (1997:596).

Figura 3. La fábrica se constituyó en un enclave de


domesticación y civilización en un área percibida como
truculenta en la ciudad.

114
Monika Therrien

CONTROL Y REGULACIÓN

¿Por qué una fábrica? A diferencia de los talleres artesanales donde se producía
loza vidriada y que funcionaban en las viviendas y espacios domésticos donde también
se desarrollaba la vida familiar y social, la fábrica se constituía en un nuevo espacio
construido en función de la producción, aunque también en ella estuvieran contenidas
las habitaciones de los operarios. Sin embargo, la vida doméstica y social pasaba aquí a
un segundo plano.

La fábrica de loza bogotana seguía el modelo de la arquitectura industrial europea,


caracterizado en este caso por un edificio de dos pisos. En el primer piso se encontraban
las aproximadamente 30 pequeñas celdas en las que se acomodaron los trabajadores,
mientras que en el segundo piso se situaron todos los espacios operativos de la fábrica.
A la cabeza de estos se hallaba la oficina de la administración, desde donde se ejercía
el control sobre las actividades diarias y nocturnas de todo el personal. La fábrica
rememora los principios del panóptico, en el que era posible vislumbrar desde ciertos
puntos todos los espacios del edificio, modelo ideal para las cárceles en las que se
requería vigilar y castigar. A ello se sumaba que a la fábrica la rodeaba un grueso muro
que delimitaba, dividía y contenía el espacio controlado.

Vista interior de la fábrica. A la izquierda


se observa uno de los hornos.

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DANDIES EN BOGOTÁ

Plano catastral actual en


donde se evidencian las divisiones
espaciales de las celdas originales
de los operarios.

¿Por qué de loza? La industrialización introdujo una mayor diferenciación en la


espacialidad del edificio o área de producción. Cada operario se desempeñaba en una
actividad y en un espacio dispuesto para ello. Así la fábrica ostentaba:

...trece oficinas principales para la preparación de las pastas, construcción


de las piezas, barnices, adornos de pintura y grabados, moldes, etc. Siete hornos,
entre ellos dos de Slip para la evaporación de las pastas, y los demás para el
cocimiento de la loza, su vidriado, dorado, experimentos y demás, de completa
capacidad y sólida estructura. Tres estufas, dos molinos de caballos, para la
distribución de los materiales. Varios depósitos de loza en bizcocho, y ya
concluida.(Ortiz, 1964: 1996-1997).

El seguimiento de las operaciones implícitas en la elaboración de tan sólo un plato


ya demuestra el disciplinamiento que se esperaba infundir en los operarios: a)
preparación de la arcilla y otros materiales como los barnices, b) preparación del
«cuerpo» de arcilla, c) moldeado, d) acabado y tratamiento de las superficies, e) secado,
f) decorado, g) cocción (la que realmente consiste de dos etapas) y h) tratamiento
postcocción, rutinas éstas que debían practicar día a día para mantener el surtido.

116
Monika Therrien

Con tal propósito la fábrica contó con un total de sesenta y un operarios locales y
cuatro extranjeros, además de dos directores y el administrador1, toda una organización
sobre la cual se debía implantar un orden en la producción y una estructura administrativa
desde la cual ejercer el poder regulador durante la misma.

En este escenario se pretendía abrir paso a una producción de loza fina, con quienes
habrían de constituirse en operarios industriales bajo una división del trabajo y con
funciones productivas definidas. En apariencia, esta forma de producción los haría
diferenciarse de los artesanos, caracterizados como población «suburbana» y dedicados
a la fabricación doméstica de la cerámica de barro, corriente y barata, sin control ni
regulación y sin sentido de la estética.

¿REFINAMIENTO DEL GUSTO?

Aun cuando en un principio la loza industrial se constituyó en un marcador de


distinción social, como lo atestigua la loza elaborada especialmente para el virrey Ezpeleta
(1797-1803), la cual lleva grabados en el centro de toda la vajilla su nombre y su escudo
(Colección Museo de Arte Colonial de Bogotá), paralelamente (por contrabando) si no
poco después (por comercio) su uso se expandió rápidamente por todo el territorio. Es
así como en todas las excavaciones y reconocimientos arqueológicos que incluyen los
períodos históricos, se hallan muestras de este tipo de loza, tanto en los ámbitos urbanos
(en el centro como en la periferia de la ciudad) así como en los rurales (áreas de
resguardos indígenas, haciendas, pueblos y villas) (Therrien et al, 2002). Salvo muy
pocos fragmentos, buena parte de la muestra consiste en vestigios de loza profusamente
decorada, con los motivos distintivos de este tipo de cerámica (Samford, 1997).

Dado que el equipamiento para fabricar estos bienes fue importado en su totalidad
desde Inglaterra, muchas de las decoraciones originalmente creadas o reproducidas de
motivos pictóricos europeos se repitieron en la loza de Bogotá (haciendo difícil la
diferenciación de la procedencia de los artefactos), aunque localmente también se
elaboraron algunos diseños, tal es el caso de la representación de la fábrica misma en
una bandeja que hoy reposa en el Museo del Siglo XIX o la del sagrado corazón en un
plato recuperado en la antigua Quinta de Bolívar (Gaitán, 2001; Lamo y Therrien, 2001;
Therrien et al. 2002).

Era de esperarse que el constante contacto con los paisajes románticos tales como
almuerzos campestres, actividades de esparcimiento, como la música, el montar a caballo

1 La población total de la ciudad de Bogotá para la época era de aproximadamente 25mil habs.

117
DANDIES EN BOGOTÁ

o remar en lagos, y los jardines floridos rodeados de monumentos que ornaban platos,
jarras, tazas y otras tantas piezas de loza, infundirían cambios en el comportamiento
tanto de los operarios como de los consumidores en general e inspirarían la
transformación de sus entornos domésticos y sucios en hermosos parajes; de esta
manera lograrían experimentar vidas semejantes a las representadas en esas imágenes.
Era pues una de tantas estrategias usadas para inculcar en los demás lo que para las
elites eran de por sí sus dotes naturales de civilidad.

Jarra elaborada en la Fábrica de


Loza Bogotana. (Colección privada).

Estas y otras razones de carácter más comercial hicieron que la loza, bien fuera de
producción local o importada, llegara a todos los lugares. Criminales o no, lo cierto es
que toda la población de una u otra manera accedió a esta cerámica sin que por ello se
disminuyera la delincuencia, se ascendiera socialmente o se transformaran el buen o
mal gusto. La loza se incorporó a sus prácticas y rutinas, posiblemente introduciendo
cambios en el significado de sus usos, o probablemente reforzando los ya existentes.

118
Monika Therrien

Por tanto, intentar una identificación y asociación de estos materiales simplemente con
un status social o económico alto, con una población blanca o con actividades exclusivas
es por lo demás inútil si no se identifican los sentidos otorgados por quienes los poseían.

Es así como hoy, por ejemplo, para la población que habita el edificio de la fábrica
o los alrededores, los fragmentos y piezas que poseen constituyen «tesoros» que pueden
eventualmente brindarles un dinero rápido para acceder a los objetos que ellos más
precian o necesitan, más nunca han demostrado interés por usarlos o exhibirlos como
piezas que les puedan conferir distinción.

CONSIDERACIONES FINALES

A pesar de este gran esfuerzo económico y social, la fábrica de loza nunca obtuvo
los resultados anhelados y alimentados por el entusiasmo cosmopolita. Recién inaugurada,
Cuervo y Acosta venderían su participación y ésta quedaría en manos de Nicolás
Leiva. Durante todo el siglo XIX la fábrica se mantuvo lánguidamente hasta que
finalmente en los albores del siglo XX esta cesó su funcionamiento mientras la
criminalidad, la depresión económica, las pugnas políticas y religiosas y un cada vez
más complejo entramado social seguían su curso. A pesar de ello, organizados en
pequeños grupos familiares sus operarios mantuvieron la producción hasta mediados
del siglo XX, aunque ya sin una estructura administrativa visible como la anterior sino
más bien dependiente de la autoridad de unas familias sobre otras, mediante mecanismos
de control donde más que la disciplina primó la agresión. A su vez, el espacio confinado
y demarcado como de la fábrica paulatinamente se fue urbanizando y convirtiendo en
referente de identidad de quienes lo ocuparon; el área ha sido reconocida por ellos
como de la Antigua Fábrica de Loza, pero en las crónicas urbanas es identificado como
El Túnel, oscuro y sin salida. Estas transformaciones contribuyeron a que las narrativas,
con las que inicialmente se estigmatizaría el área como inculta y marginal y que motivaron
la implantación de la fábrica, se fortalecieran, siendo el edificio y su entorno representados
continuamente en la prensa como iconos de inseguridad. Los barrios circundantes aún
hoy miran con recelo y se refieren de manera despectiva de los habitantes del sector de
la Antigua Fábrica de Loza, lo que ha conducido a sus moradores a acudir a la
criminalidad para aislarse de quienes reiteran estos estereotipos y así defender su
identidad y su autonomía como barrio. Una forma de identidad desconcertante para los
científicos sociales, especialmente los arqueólogos, para quienes generalmente la
desigualdad o la diferencia es simbolizada de manera positiva, en el sentido de que está
plena de vestigios que indican la presencia de grupos opuestos discretos, que se confrontan
con «armas culturales».

119
DANDIES EN BOGOTÁ

Una de tantas crónicas urbanas aparecidas en revistas


y la prensa escrita que fortalecen la estigmatización de ciertos
sectores de la ciudad.

Las frustraciones frente a la capacidad civilizadora y de productividad económica


de la fábrica, condujo a la desviación de la representación de ésta como paisaje industrial/
cultural controlado y regulado hacia una latente marginalidad, donde nuevamente la
criminalidad, la inmoralidad y la degradación afloraron como discurso para el
sometimiento. Esto hizo que poco después de que dejara de funcionar la fábrica, en las
primeras décadas del siglo XX, se iniciaran los planes para trazar una gran avenida
sobre el curso de la quebrada que la alimentó; varias veces a lo largo del siglo se ha
amenazado al sector con su construcción hasta ahora cuando la obra es una realidad
con la cual los entes del distrito esperan domesticar una vez más este espacio y que,
como una nueva frontera, lo revitalizará y constreñirá.

Durante casi 100 años, el sector de la Fábrica ha sido amenazado con la construcción
de una avenida. Ahora este hecho se ha vuelto realidad, trayendo consigo el anhelado
progreso para este sector de la ciudad

120
Monika Therrien

Al debilitarse el paradigma de progreso social y económico como motor ideal de


civilización de las sociedades, y con éste el que las prácticas introducidas por las industrias
en cuanto a horarios, planificación y división de actividades y una estructura administrativa
se hayan naturalizado hasta convertirse en rutinarios, se ha abierto el camino para que
el paradigma informacional, como lo anuncia Martín Barbero (1994), sea el esquema
que oriente las políticas públicas y sociales.

En aras de materializar este nuevo paradigma, desde el que está siendo «‘ordenado’
el caos urbano por los planificadores» de la ciudad, es decir, de dar vía libre al flujo y
comunicación como vectores de la nueva habitabilidad de los centros urbanos y con
ello recuperar el control y la gobernabilidad, en Bogotá se han diseñado y puesto en
marcha un sinnúmero de obras de infraestructura que han traducido esta idea en parques
y vías de rápida circulación, principalmente.

En este escenario, las narrativas de marginalidad alimentadas por un nuevo


cosmopolitismo, en el contexto de la globalización, se revitalizan por la necesidad de
someter y domesticar a los sectores que no contribuyen con los nuevos retos de privilegiar
el espacio y comportamiento hacia lo público y de agilizar el movimiento en la urbe. Un
ideal de progreso y civilización, materializado en la forma de una fábrica, está dando
paso al movimiento y la comunicación con la Avenida de los Comuneros, metáfora ésta
que nos regresa a los orígenes de la independencia.

CONCLUSIONES

En 1832 se iniciaron las gestiones, por parte de particulares, de fundar una industria
de loza para satisfacer las necesidades básicas de la ciudad de Bogotá, así como las de
otras regiones dentro del naciente Estado colombiano. Esta y otras acciones similares,
dieron inicio a la tarea de «industrializar» al país y de enfrentar las expectativas
cosmopolitas de progreso social y económico que esto implicaba con la falta de
experiencia, conocimientos e infraestructura tecnológica locales. El establecimiento de
la Fabrica de Loza Bogotana buscaba contribuir con darle otra cara a la ciudad y a la
sociedad: paralelo a la construcción y consolidación de la fábrica como ente físico y
productivo, se organizó un grupo de operarios que, con el tiempo, conformaron un
paisaje industrial/cultural y unos límites controlados y regulados en la periferia o área
marginal del centro tradicional. Aunque la fábrica dejó de funcionar totalmente a
comienzos del siglo XX y fue abandonada a su suerte, uno de tantos fracasos de la elite
del siglo XIX por impulsar estos proyectos, el grupo de operarios sí se arraigó y hoy,
tanto las edificaciones como el área total que abarcó la fábrica se encuentran ocupados
por familias descendientes de estos así como por nuevos migrantes que lucharon por
constituir este territorio en barrio.

121
DANDIES EN BOGOTÁ

Este texto ha buscado aproximarse a los procesos de significación y materialización


de la dominación y la marginalidad, analizándolos a partir de esta primera experiencia
industrial, con el propósito de develar cómo se configuran los grupos sociales, sin partir
de categorías preestablecidas (étnicas o de clase) ni aduciendo fuerzas exógenas para
explicar este proceso (aculturación, transculturación o hibridación). Se asume dicha
configuración como producto de un ejercicio continuo de exclusiones y afinidades entre
individuos que buscan crear y mantener su posición en la sociedad, así como intervenir
o incidir en la de otros, mediante mecanismos en que se los somete o confronta. El
análisis se aborda desde las posibilidades que ofrecen los estudios de cultura material,
como base del «intercambio de ideas y perspectivas entre los interesados por la
constitución material de las relaciones sociales» (Miller y Tilley, 1996:5).

De una parte, en términos urbanísticos, se hace indispensable abordar la


implicaciones de la irrupción que esta fábrica produce en la traza colonial de la ciudad,
la cual se implanta sin seguir el orden tradicional preestablecido, tanto en las formas de
habitabilidad del sector como en los procesos productivos existentes (los artesanales).
Estos aspectos conducen a plantear que su inserción en un área representada como
marginal por las crónicas urbanas, representan formas de domesticación de espacios
físicos y sociales acordes con las ideas y expectativas de constituir nuevos entornos
civilizados idealizados a partir del fortalecimiento del cosmopolitismo. La disposición de
la fábrica, descentrada con respecto a la traza reticular de la ciudad y las fuertes
alianzas familiares y de arraigo que esta generó, representan aun hoy serios
inconvenientes para la administración distrital y los vecinos. La ambigüedad de su
situación ha repercutido en las formas de percibir y proyectar su identidad.

De otra parte, se indaga sobre la incidencia de la implantación de esta fabrica en el


orden urbano de Bogotá -con sus costumbres coloniales características-. Esto implica
entender las formas de modelar al ser urbano bajo estos asomos de modernización
traídos con la industria, como son la introducción de horarios, el control del tiempo y el
espacio de trabajo -cuya regulación transforma los hábitos de quienes trabajan en ella-
, la rutinización y estandarización en la elaboración de los bienes producidos, necesarias
para dominar la tecnología y entender cuál era la disciplina requerida para modelar un
comportamiento apropiado entre los operarios.

Planteada así esta arqueología de la marginalidad, lleva también a reflexionar


críticamente sobre las bases teóricas con que son interpretados los vestigios materiales
recuperados por los arqueólogos y con las que se reconstruyen versiones idealizadas
del pasado, afines con las que se propagaron para ejercer una posición dominante.

122
Monika Therrien

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126
HACIA UNA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA
Andrés Zarankin

Este trabajo intenta discutir algunos aspectos que a nuestro entender deberían formar
parte de una Arqueología Histórica Latinoamericana. Consideremos que desde las
primeras experiencias de este campo en Sudamérica en la década de 1970, y
posteriormente con su consolidación en la década de 1980, la arqueología histórica, ha
funcionado básicamente siguiendo recetas derivadas de arqueologías históricas
anglosajonas. De esta manera luego de varias décadas han crecido las investigaciones
pero no las respuestas.

Así por ejemplo debemos preguntarnos por qué la mayoría de los estudios de arqueología
histórica sudamericana trabajan con descripciones pasivas de artefactos, análisis
tecnológicos-funcionales, o simplemente como correlatos materiales de documentos
históricos? No resulta extraño que casi exclusivamente sean las arqueologías del «primer
mundo» las que generan estudios que discuten problemas como dominación, explotación
y marginación, a pesar de ser nosotros los que las sufrimos cotidianamente como individuos
y como sociedad? Tal vez para comprender el porque de esta situación en la Arqueología
Latinoamericana debamos observar nuestro presente y analizar críticamente algunos de
los principios sobre los que mayoritariamente funciono nuestra disciplina.

Con el comienzo del siglo XXI, Latinoamérica experimentó de manera cruda, las
consecuencias de años aplicación de un modelo socio-económico perverso. Los
resultados están a la vista, economías pseudo-liberales, donde las ganancias se concentran
en manos de una pequeña elite dominante, mientras que la gran mayoría de la población
engrosan una nueva categoría social, los marginados o excluidos del sistema, aquellos
que ni siquiera pueden «aspirar a ser explotados» (Forrester 1996, 2000). Podemos
mencionar a la Argentina como un buen ejemplo sobre las consecuencias de esta
ideología. Así siendo uno de los mayores exportadores mundiales de alimentos, y con
un índice de pobreza de aproximadamente el 15% en la década de 1980, actualmente el
53 % de su población es pobre y el 30% desocupado (además es un proceso que
continua creciendo).

127
HACIA UNA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA

Por el contrario, la gran mayoría, de los países del llamado «primer mundo»
experimentan desde hace varias décadas de una estabilidad y un nivel de vida sin
comparación con el resto de las Naciones de la tierra. Esta brecha que crece
cotidianamente es justificada en parte detrás de discursos particulares sobre el pasado
(«y como conocerlo»), generados en los centros de poder y luego expandidos al resto
del planeta.

Ello resulta claro al analizar los paradigmas más difundidos y de mayor aceptación
en la arqueología americana a lo largo de los últimos 100 años:

Arqueología en América
CORRIENTES TEORICAS Y CONTEXTOS IDEOLOGICOS

Ubicación Corriente Origen Eje central Contexto mundial


Temporal

Fin XIX, Evolucionismo Inglaterra Etapas Consolidación del


principio evolutivas modelo de primacía
XX. Único pasado de países del
real centrales

1920-1960 Difusionismo Europa Centros de Validación de la


difusión intervención de
Unico los países
pasado real centrales en el
resto del mundo

1960-1980 Nueva USA Leyes Expansión de


arqueología universales de multinacionales,
comportamiento Globalización
Unico pasado
real
1980… Pos- Inglaterra Acción de los Validación de la
procesualismo 1 individuos transformación
Pasados hacia una
múltiples sociedad pos-
subjetivos industrial
(neoliberalismo)2

1 Cuando nos referimos a posprocesualismo lo hacemos conscientes de que estamos antes una serie de
corrientes diferentes (pos-estructuralismo, simbólica, cognitiva, «marxista», entre otras), cuyo punto común
central es desarrollar una critica hacia las visiones procesuales de estudio y concepción del pasado.
2 Una critica interesante en esta dirección puede ser leída en McGuire y Wurst (2002)

128
Andrés Zarankin

Podemos reforzar aun más este planteo si profundizamos nuestro análisis, centrando la
atención sobre los ejes explicativos en cada caso:

Consideramos que las bases ideológicas de las corrientes de mayor impacto en la


arqueología coinciden y refuerzan un proceso gradual de consolidación, validación,
expansión del orden capitalista mundial. De esta manera estos modelos terminan
legitimando el orden existente, que siempre es el mismo, pero que se valida de maneras
diferentes. Así por ejemplo, los modelos evolucionistas y difusionistas coinciden con un
proceso de consolidación de un modelo industrial de centro-periferia, el procesulaismo
con la globalización mundial y expansión transnacional de empresas, y el pos-
procesualismo con el desarrollo de una sociedad pos-industrial (Deleuze 1990) en la
que la concentración de riqueza y un individualismo extremo, son dos de sus elementos
distintivos.

Pero de que manera funcionan estos paradigmas en arqueología en el proceso de


validación de un sistema de poder? En primer lugar, como arqueólogos, nos determinan
una forma particular de concebir la organización y el funcionamiento del mundo,
restringiendo otras maneras posibles. Dentro de estos esquemas mentales nos ubicamos
nosotros y a nuestras sociedades (por ejemplo desde una corriente evolucionista,
seguramente nos colocaríamos en el extremo inferior de la escalera), para de esta
manera terminar legitimando el orden desigual existente. Peor aun, nosotros como
«científicos» y encargados formales del sistema de construir el pasado «legitimo y

129
HACIA UNA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA

verdadero», transmitimos a la población estos modelos y así terminan siendo naturalizados.


Lo mismo ocurre con otros elementos ligados a género o clase (por ejemplo través de
modelos que muestran un pasado de dominación masculina –especialmente blanco y
occidental- (Díaz Andreu y Sorensen 1998), o donde se exalta a los grupos hegemónicos).

No todo esta perdido; la experiencia de la Arqueología Social Latinoamericana

Dentro de este contexto, y para mostrar que existen posibilidades (reducidas y


difíciles) de escapar del poder/saber (en términos Foucaultianos) que rige la arqueología,
debemos mencionar la experiencia que significó en la década de 1970 la Arqueología
Social Latinoamericana, como un intento de resistencia y generación de modelos
interpretativos propios de nuestras sociedades oprimidas.

Así, pensada desde principios que hacen a sociedades del tercer mundo
latinoamericanas, trabajó temas como explotación, poder y dominación. El énfasis de
su análisis se centró principalmente sobre los modos de producción, discutiendo
cuestiones ligadas a la producción y la distribución de objetos. Si bien tuvo su auge en
la década de 1970, aun en día en algunos países como Venezuela continúa teniendo una
presencia marcada en la arqueología que allí se desarrolla. En términos teóricos se
caracterizó por tener una concepción materialista de la historia compatible con los
postulados de Marx y Engels. Sin embargo no es su aspecto académico, que ya ha sido
criticado por diversos investigadores (Patterson 1989, 1994, Oyuela Caycedo 1994,
Oyuela Caycedo et. al. 1997, McGuire 1992, Politis 1992, Fournier 1997, 1999), el que
nos interesa discutir, sino destacar su dimensión política como alternativa ante los modelos
hegemónicos mencionados.

Por último creemos interesante mencionar cual fue la respuesta desde el sistema
ante la Arqueología Social Latinoamericana, la marginación académica, la persecución
física y en muchos casos el exilio de sus miembros.

QUE OCURRIÓ EN ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA?

La arqueología histórica en América es en realidad una creación de la arqueología


histórica norteamericana, que busco generar a partir de la segunda mitad del siglo XX,
una arqueología para estudiar su propia sociedad blanca. De esta manera quedaron
definidos dos campos bien claros, una arqueología prehistórica, asociada a la Antropología
para estudiar al otro cultural (los indios) y otra Histórica, cuyo objeto de estudio eran los
propios europeos. Seguramente esto influyo para que en Latinoamérica, la arqueología
histórica, desde sus orígenes en la década de 1970 haya trabajado, en la mayoría de los

130
Andrés Zarankin

casos, importando modelos y teorías de la arqueología norteamericana (la que a su vez


adopto otras provenientes del mundo sajón europeo).

ARQUEOLOGIA HISTORICA AMERICANA

Ubicación Corriente Origen Eje Características


Temporal central

1950… Difusionismo Europa Centros de En este caso, nos


difusión situamos en el
proceso de
colonización
europeo
(ACULTURACION)
de América y su
justificación.

1970… Procesualismo USA Leyes Continúa


universales de buscando, ahora
comportamiento dentro del mundo
Unico pasado europeo estos
real patrones
universales de
comportamiento.

1980… Pos- Si bien su Acción de los En general, en


procesualismo origen es individuos la mayoría de
Inglaterra, en Pasados los casos ha
general la múltiples estado dirigida
Arqueología subjetivos hacia un
Histórica análisis crítico
Americana de las
utiliza autores diferencias y
norteamericanos explotaciones
como dentro de sus
referencias de propias
estas sociedades del
corrientes primer mundo.

Es necesario aclarar que los puntos suspensivos a lado de las fechas tienen que ver
con la convivencia de las diferentes corrientes a través del tiempo. De todas formas
cabe destacar que la mayor parte de los trabajos en arqueología histórica en América
han funcionado hasta nuestros días bajo una concepción normativa y tradicional de
arqueología. El siguiente cuadro ejemplifica esta visión a través de las investigaciones
mas frecuentes realizadas en arqueología histórica en Latinoamérica:

131
HACIA UNA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA

Temas mas frecuentes de Herramientas teórico Objetivos


investigación metodológicas

Arqueología colonial, Construcciones Reconstrucción


arqueología urbana, tipológicas, histórica. Confirmación
arqueología de descripciones de de informaciones
asentamientos artefactos, arqueología históricas
militares, reducciones, como correlato material. documentales.
contacto, Modelos teóricos y Rescate. Turismo.
plantaciones, conceptuales
naufragios, industrial, anglosajones.
entre otros

También se han aplicado con mayores o menores adaptaciones modelos generados


desde el procesualismo y el posprocesualismo. Por ejemplo, para el primer caso los
«pattern recognition» de South (1977), los modelos de ciudad sitio de Cressey y Stephens
(1982), o los de consumer choice de Spencer Word (1987), y en el segundo modelos
neo-marxistas como los de McGuire y Paynter (1991) o Leone (1984), o propuestas
para el análisis de genero (Spencer Wood 1991, Yentsch 1991), entre otros.

Precisamente estos últimos enfatizan problemas como dominación y resistencia,


identidad, subjetividad, libertad e igualdad. Tal vez por sentirnos identificados con estos
postulados es que muchos de nosotros los incorporamos sin mayores críticas. Sin
embargo debemos considerar que por lo general estos marcos analíticos son desarrollados
para estudiar y discutir la situación de «desigualdad dentro de sus propias sociedades»
(por ejemplo el tema de los afroamericanos», las clases proletarias, o la situación de las
mujeres y los niños). Por lo tanto cabe preguntarse si su utilización en contextos diferentes
no termina generando distorsiones? (ver Senatore en este volumen).

A pesar de esta situación también existen en Latinoamérica, arqueólogos históricos


que generaron sus propios modelos y marcos conceptuales para trabajar de manera
local con los procesos de conformación de nuestras sociedades latinoamericanas. Entre
otros, considero relevantes los trabajos de Pedro Funari (1991, 1995, 1997), Tania
Andrade Lima (1996, 1997, 1999), Patricia Fournier (1990), Marcos Abuquerque (1995),
Marcos Abuquerque y Veleda Lucena (1997), María Senatore (2002), Carmen Curbelo
(1999), Lourdes Domínguez (2001) entre otros. En gran medida tomando como ejemplo
su producción quisiera explicitar de manera general algunos de los ejes, que a mi entender,
contribuirían a construir una arqueología histórica latinoamericana con identidad propia.

132
Andrés Zarankin

BUSCANDO UNA IDENTIDAD PROPIA: NOTAS DISPERSAS PARA UNA ARQUEOLOGÍA


HISTÓRICA LATINOAMERICANA3

En primer lugar quisiera aclarar que si el lector buscaba una serie de puntos
organizados y digeridos que definieran una arqueología histórica latinoamericana no los
encontrara aquí. No me interesa proponer de manera autoritaria como ésta debe ser y
funcionar. Como señala Foucault (1981: 110) «Mi posición es que no tenemos que
proponer. Desde el momento que se «propone», se propone un vocabulario, una
ideología, que no pueden tener sino efectos de dominación. Lo que hay que
presentar son instrumentos y útiles que se crea que nos pueden servir».

De esta manera me propongo tan solo reflexionar sobre algunos aspectos que
personalmente considero relevantes para comenzar a pensar y discutir una arqueología
histórica pluralista y con identidad propia.

Considero que una arqueología histórica latinoamericana debe funcionar como una
herramienta para cuestionar nuestra realidad desigual y como mecanismo de cambio
social. Para ello es fundamental un compromiso político del arqueólogo, asumiendo su
responsabilidad en la construcción de un pasado plural.

Se vuelve necesario así trabajar en escalas locales, intentando comprender las micro
dinámicas que caracterizan e identifican a la sociedad o al grupo cultural estudiado
(Funari, Jones y Hall 1999). Evidentemente tampoco debe obviarse un interjuego con
otras escalas mayores (incluso mundiales), a los fines de buscar entender de una manera
más amplia el contexto histórico en el cual se enmarca el problema analizado.

En relación a los temas centrales de investigación, pienso que todos son igualmente
importantes, dependiendo del arqueólogo la manera en que estos conocimientos que
generó puedan pasar a formar parte de un discurso más amplio de reivindicación de la
pluralidad, de denuncia de la desigualdad y la opresión, contribuyendo así a cambiar el
presente. Considero que no puede continuar justificándose en Latinoamérica una
arqueología histórica sin compromisos, que se contente con descripciones pasivas y
lejanas de un supuesto pasado «verdadero».

La construcción de nuevos espacios de encuentro, colaboración y participación


entre arqueólogos latinoamericanos es fundamental para consolidar un proyecto común

3 Las ideas desarrolladas en este punto son igualmente validas para cualquier tipo de arqueología desarrollada
en Latinoamérica (ya que trascienden el límite artificial que diferencia el campo de la arqueología histórica
del resto de la arqueología).

133
HACIA UNA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA

de arqueología. Ejemplos como el caso de la «Reunión Internacional de Teoría


Arqueológica en América del Sur», claramente contribuye a ese objetivo. Sin embargo
deben multiplicarse también los intercambios entre instituciones académicas, la
publicación de revistas y fortalecer en las carreras de arqueología la inclusión de materias
y textos de colegas latinoamericanos.
Por otra parte estoy convencido que a pesar de las diferencias que nos separan de
la arqueología producida en el «primer mundo» (mayoritariamente desventajas),
contamos en nuestro caso con dos aspectos propios que nos benefician:

a) nuestra amplitud académica, que nos permite trabajar, al mismo tiempo, con la
producción de colegas (de nuestro país o latinoamericanos)2 , además de lo que se
genera en Europa y Norteamérica. Esto es producto de la formación que recibimos.
Como ejemplo basta mirar el programa de estudios y la bibliografía de una carrera de
arqueología, la que generalmente mezcla temas y textos de autores de varios países y
suele exigir al estudiante el dominio de uno o más idiomas (además del nativo).
b) A diferencia de muchos colegas del «primer mundo», conceptos como
explotación, desigualdad, asimetría, no son solo palabras de moda vacías de contenido.
Por el contrario, considero que somos nosotros, aquellos que las experimentamos
cotidianamente, los más capacitados para referirnos a ellas, para así contribuir a cambiar
nuestra realidad.

Un último punto a considerar es la posibilidad de comenzar a pensar nuevas teorías


tomando como base la producción de los grandes pensadores latinoamericanos, quienes
raramente se encuentran presentes en la base teórica de los trabajos arqueológicos.

PALABRAS FINALES

En síntesis, proponemos una forma de reapropiación de la arqueología histórica,


como una herramienta que permita entender la historia del surgimiento de nuestras
sociedades latinoamericanas, conjuntamente con el proceso gradual de desigualdad al
que estamos sometidos desde hace siglos. Coincidimos con la idea de Orser (1996), de
una arqueología histórica abocada a estudiar el proceso de conformación de la sociedad
moderna. Sin embargo y como señalan Funari (2002) y Senatore (en este volumen),
este concepto utilizado en una escala mundial enmascara una heterogeneidad que niega
las particularidades de este proceso en nuestras sociedades. Se vuelve necesario así
trabajar con múltiples trayectorias que generan diferentes «sociedades modernas».

Finalmente, quisiera terminar este articulo volviendo a referirme al ejemplo que


represento la Arqueología Social Latinoamericana como fenómeno político dentro de

134
Andrés Zarankin

la arqueología. Debemos aprender de su experiencia para construir una arqueología


Histórica latinoamericana, generando así un espacio propio y pluralista en el que confluyan
múltiples ideas, pero todas comprometidas con el pasado, el presente y el futuro de la
sociedad latinoamericana.

AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer en primer lugar a los organizadores de la «III Reunión


Internacional de Teoría Arqueológica en Suramérica», Carl Langebaek, Cristóbal
Gnecco y Lina Saldarriaga, por su gentil invitación a participar del mismo, así como el
excepcional trato que recibimos durante nuestra estanciaen Bógota. También a los
participantes del simposio «Arqueología histórica en América del Sur: los desafíos
del siglo XIX», quienes contribuyeron a generar una fructífera discusión sobre el futuro
y el potencial de una arqueología histórica latinoamericana. Gracias a Pedro Funari, por
compartir la coordinación del simposio conmigo, y por sus valiosos comentarios que
ayudaron a mejorar este artículo.

135
HACIA UNA ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA LATINOAMERICANA

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FILIACIÓN INSTITUCIONAL DE LOS AUTORES

Martha Cecilia Cano E. y Carlos Eduardo López C.,


Universidad Tecnológica de Pereira (Colombia)
mccano@epm.net.co

Pedro Paulo Funari, Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas,


Universidad Estadual de Campinas (Brasil).
pedrofunari@sti.com.br

Nanci Vieira de Oliveira, Universidad Estadual de Rio de Janeiro.


nanciuerj@uol.com.br

Claudia Plens, Museo de Arqueología y Etnología,


Universidad de San Pablo (Brasil).
clauplens@hotmail.com

María Ximena Senatore


Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas, Instituto
Multidisciplinar de Historia y Ciencias Humanas, Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas / Instituto de Ciencias Antropológicas,
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
msenator@filo.uba.ar

Monica Therrien, Depto. de Antropología,


Universidad de los Andes (Colombia)
mtherrie@uniandes.edu.co

Andrés Zarankin, Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas,


Instituto Multidisciplinar de Historia y Ciencias Humanas, Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
zarankin@mail.retina.ar
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